LA MAYORDOMIA Y LA TEOLOGÍA DE LAS OFRENDAS PREFACIO Fue en preparación para el histórico simposio sobre Mayordomía realizado del 20 al 23 de marzo de 1994, en Cohuta Springs, Georgia, EE.UU., que se pidió al Dr. Ángel Manuel Rodríguez, Director Asociado del Instituto de Investigación Bíblica de la Asociación General, preparar dos documentos --uno sobre la teología del diezmo y el otro sobre la teología de las ofrendas. El Dr. Rodríguez ha estado desde hace varios años profundamente interesado en el tema de la mayordomía, que incluye los diezmos y a las ofrendas. A pesar de su ocupado horario, el Dr. Rodríguez, dejó de lado sus responsabilidades regulares y dedicó varías semanas a esta importante tarea de mayordomía. Las presentaciones en Cohuta Springs fueron sobresalientes. Los administradores de la iglesia y los directores de mayordomía escucharon con interés a este "primer intento" por presentar una teología de las diezmos y de las ofrendas. Al clausurar el simposio sobre Mayordomía, se le pidió al Dr. Rodríguez que preparase la versión final de los documentos citados más arriba, tan pronto como fuera posible, y también que desarrollara otro documento sobre la teología de la mayordomía. Los líderes de la Iglesia y los directores de mayordomía recomiendan la impresión y distribución de estos tres documentos. Este es un breve trasfondo del desarrollo y publicación de Fundamentos de Mayordomía, que contiene los tres documentos de las presentaciones del Dr. Rodríguez, arriba mencionadas. Siendo que se está dando mayor énfasis a la mayordomía en muchos países, es la oración del Dr. Rodríguez y del personal del Departamento de Mayordomía de la Asociación General, que la vida espiritual personal de los lectores sea enriquecida, su pensamiento estimulado, y que se pueda obtener una nueva apreciación de estos temas importantes que describen la única relación entre Dios y el hombre. Al final de cada sección principal, usted encontrará preguntas que han sido elaboradas para analizar los temas claves con mayor profundidad. Departamento de Mayordomía, Asociación General LA MAYORDOMIA Y LA TEOLOGÍA DE LAS OFRENDAS I. Introducción II. Las ofrendas en el Antiguo Testamento A. Las ofrendas de sacrificios expiatorios B. Los sacrificios como ofrendas 1. Las ofrendas quemadas (holocaustos) 2. Las ofrendas de paz C. Otras ofrendas D. Ofrendas especiales III. Las ofrendas en el Nuevo Testamento A. Jesús y las ofrendas 1. Las ofrendas y el culto 2. Las ofrendas y las relaciones interpersonales 3. Las ofrendas y la entrega al Señor 4. Las ofrendas y la verdadera benevolencia 5. Las ofrendas y el ministerio cristiano B. Pablo y las ofrendas 1. La renuencia de Pablo de aceptar ofrendas 2. Pablo como recipiente de ofrendas 3. Pablo y la colecta C. Las ofrendas en los Hechos 1. Las ofrendas para los pobres 2. Ofrendas especiales IV. Resumen y conclusiones LA MAYORDOMIA Y LA TEOLOGÍA DE LAS OFRENDAS I. INTRODUCCION El estudio de las religiones antiguas sugiere que en la interacción entre los seres humanos y el ser divino, la ofrenda que se llevaba a los dioses era un aspecto constitutivo de la devoción personal. A lo largo del antiguo Cercano Oriente los seres humanos llevaban diferentes tipos de ofrendas a los dioses, buscando sus bendiciones, protección, perdón y dirección. En la mayoría de los casos se visualizaban las ofrendas como medios de suplir las necesidades de los dioses con el propósito de ganar o mantener su favor.1 Esta preocupación intensa de presentar ofrendas materiales a los dioses era universal. La religión bíblica no es una excepción en esta área de práctica cultual. De hecho, las ofrendas juegan un papel importante en los servicios del santuario del Antiguo Testamento y en el culto cristiano del Nuevo Testamento. Exploraremos en este artículo la riqueza de los materiales bíblicos sobre este tema. En algunos casos prestaremos atención a la terminología empleada para referirse a las ofrendas, pero nuestro interés principal se centrará en los tipos diferentes de ofrendas que se mencionan en la Biblia. Exploraremos las principales ideas teológicas o religiosas que se asocian a esas ofrendas con el propósito de sintetizar los elementos fundamentales de la teología y la práctica de las ofrendas en la Biblia. //. LAS OFRENDAS EN EL ANTIGUO TESTAMENTO El Antiguo Testamento menciona ofrendas mucho más a menudo que el diezmo. En un libro que se interesa en el culto al único y verdadero Dios, las ofrendas tienen un lugar y función bien distintivo. El culto y las ofrendas son prácticamente inseparables en el Antiguo Testamento. En lo que sigue discutiremos los diferentes tipos de ofrendas que se mencionan en el Antiguo Testamento. A. Las ofrendas de sacrificios expiatorios La expiación y las ofrendas sacrificiales aparecen entrelazadas en el sistema de culto del Antiguo Testamento. Las ofrendas expiatorias por excelencia eran las ofrendas por el pecado (Lev. 4) y por la culpa (Lev. 5), llamadas "ofrendas" en Núm... 5:9 y 1 8:8). El término hebreo que se usa allí es terúmah, un sustantivo que proviene probablemente de la raíz verbal rüm - "ser alto," la que en una de sus formas verbales significa "donar, poner aparte." Designa un don o una ofrenda que se pone aparte para el Señor fuera del santuario, y que luego se trae al templo y se la entrega a Dios.2 El poder expiatorio de esas ofrendas no se localizaba en la víctima sacrificial misma sino en Dios quien, por Su gracia, le asignaba esa función (Lev. 1 7:1 1 ). En otras palabras, la eficacia expiatoria se encontraba en la disposición de Dios de perdonar los pecados de Su pueblo (véase Lev. 4:26,31). Las ofrendas sacrificiales expiatorias parecieran haber tenido una función limitada. De hecho, su única función era señalar a Dios como el único que podía expiar el pecado. El Antiguo Testamento mismo testifica sobre la ineficacia de las ofrendas expiatorias para otorgar perdón, y al mismo tiempo identifica el único medio efectivo de la expiación. David reconoció que su pecado no podía ser removido mediante las ofrendas sacrificiales (Sal. 51:16). Su única esperanza era consistía en descansar en la compasión y el "amor misericordioso" de Dios (Sal. 51:1-2). Con relación a la redención de la vida humana, ningún sacrificio de animales es suficientemente costoso para lograrla: "Ninguno de ellos podrá en manera alguna redimir al hermano, ni dar a Dios su rescate. Porque la redención de su vida es de gran precio, y no bastará para que viva para siempre, y nunca vea la sepultura" (Sal. 49:7-9). Es imposible para los seres humanos traer una ofrenda al Señor que sea suficientemente costosa como para rescatarse a sí mismos. Dios es el único que podía proveer esa ofrenda, y lo hizo. Isaías previo la obra futura del Mesías quien, aunque rechazado por su pueblo, era la ofrenda expiatoria que Dios proveyó para la redención de los mortales. El Señor hizo "su vida una ofrenda por la culpa" (Isa. 53:10); él llevó el pecado de muchos y fue contado con los transgresores (v. 12) para declararlos justos (v.11). Lo que ninguna ofrenda humana podía cumplir, la ofrenda divina lo logró. Este tema se desarrolla mucho más en el Nuevo Testamento, donde se nos informa la imposibilidad de la sangre de las víctimas de sacrificios de quitar el pecado de los adoradores (Heb. 10:4). Sólo mediante la sangre de Cristo es esto posible (Heb. 10:14). Pablo afirma que Dios "lo presentó como un sacrificio de expiación, mediante la fe en su sangre" (Rom. 5:25). Cristo mismo interpretó su misión como la de quien da "su vida como rescate por muchos" (Mar. 10:45). La importancia de esta comprensión de las ofrendas expiatorias es fundamental para una teología bíblica de las ofrendas. En primer lugar, se describe a Dios aquí como dispuesto a dar, como un "ofrendante". Esto provee una plataforma teológica para la dadivosidad de los seres humanos. La dadivosidad humana debe seguir el modelo de la dadivosidad divina. Comparado con cuánto Dios da, su pueblo le da muy poco.3 Es importante que entendamos que si Dios espera que le traigamos una ofrenda es porque él mismo dio una ofrenda a favor nuestro. En segundo lugar, ninguna de nuestras ofrendas tiene una función expiatoria. No poseemos cosa alguna que podamos traer a Dios a fin de hacernos aceptables delante de él, y no necesitamos hacer tal cosa porque Dios proveyó la única ofrenda a través de la cual se ha logrado la expiación. Nuestras ofrendas nunca deben ser un intento nuestro por ganar la simpatía, el amor o el perdón de Dios. Esa es la función exclusiva e indisputable de la ofrenda de Dios en Cristo por nosotros. Nuestra motivación para dar nunca debiera ser el hacernos meritorios delante del Señor. De hecho, lo que hace aceptable nuestras ofrendas es la ofrenda sacrificial del Hijo de Dios que santifica nuestro dar. B. LOS sacrificios como ofrendas Aparte de las ofrendas por el pecado y la culpa, hay otras ofrendas sacrificiales que, además de la función expiatoria, tienen también otros propósitos teológicos y religiosos. Dos de ellas son de interés especial para nuestro estudio, a saber las ofrendas quemadas (holocausto: Lev. 1) y de paz (Lev. 3). Trataremos aquí únicamente el aspecto no expiatorio de esas ofrendas. 1. Las ofrendas quemadas (holocaustos: Lev. 1:3-17) Ninguna parte de esta ofrenda se daba al sacerdote o al que la traía para ofrecerla; la víctima sacrificial se quemaba enteramente sobre el altar, en una entrega total al Señor (Lev. 1:9). Los eruditos han detectado en este sacrificio una expresión ritual de la disposición de los adoradores a entregar o reconsagrar sus vidas enteras a Dios. El, como su Señor, tenía derecho total sobre ellos, y esta ofrenda era un acto simbólico de una entrega completa a Dios.4 En hebreo se hace referencia a la ofrenda quemada como siendo un qurban = "ofrenda", del verbo qarah = "venir cerca", "acercarse". Este es un término genérico que se usaba para designar los sacrificios y ofrendas que los israelitas traían al Señor (véase Lev. 22:18; Núm. 7:3, 12-17; 15:4; 31:50). Podía traducirse como " lo que se trae cerca, se presenta, se ofrece".5 Una ofrenda es, por consiguiente, algo que se transfiere de nuestra esfera a la del Señor; al traerla cerca de él llega a ser suya. De interés particular para nosotros es el hecho de que se aceptaban diferentes animales como víctimas sacrificiales para el holocausto. Se enumeraban los animales con base a su valor financiero. El de más valor se menciona primero, un becerro, al que seguían la oveja y el macho cabrío (véase Lev. 1:3,10). Aún los pájaros, una paloma, o una tórtola se podían ofrecer (Lev. 1:14). Aquí podemos hacer dos comentarios. En primer lugar, una ofrenda es algo costoso para el adorador; se priva de un animal costoso y útil al darlo al Señor. 6 David entendió este principio y rechazó la idea de dar al Señor una víctima que no fuese suya (2 Sam. 24:24). En segundo lugar, Dios no espera que todos den la misma cantidad. Al nombrar las víctimas sacrificiales desde las más costosos a las menos costosos, se da a entender que cada cual podía traer algo al Señor. El Señor esperaba que algunos trajesen un becerro y otros una oveja o un macho cabrío, según su condición financiera. El más pobre podía traer un pájaro (véase Lev. 5:7; 12:8).7 La implicación teológica es que Dios considera especialmente la disposición interior del dador, y que el deseo de adorarlo es más importante que el valor monetario de la ofrenda. 8 La experiencia interna de uno se expresaría al traer a! Señor lo mejor que puede ofrecer. Además de la función expiatoria de este sacrificio, se dan otras dos razones para traerlo al Señor. Lev. 22:17-20 describe una ofrenda votiva (ofrenda a Dios por voto o promesa) y una voluntaria. La ofrenda votiva se traía al cumplirse un voto. Una persona presentaba una petición al Señor y solemnemente prometía dar una ofrenda votiva después de recibir respuesta a la oración. 9 La ocasión en que se traía esta ofrenda era gozosa y la persona expresaba su gratitud al Señor por haber respondido a sus oraciones (véase Sal. 61:8; Nah. 1:15).10 El holocausto podía también ser voluntario. Era traído al Señor "por devoción, no por obligación o debido a una promesa";11 era una expresión de amor a Dios. Basados en los comentarios anteriores, podemos concluir que una ofrenda es una expresión tangible de la entrega plena de una persona al Señor, traída con gratitud y amor. Debía traérsela al centro de culto y ser entregada a los que Dios designó para recibirla. Se esperaba que se trajese lo mejor que se podía ofrecer según los recursos financieros de cada cual. 2. Las ofréndasele paz (Lev. 3:1-17) La ofrenda de paz se distinguía del holocausto en varias formas. La víctima sacrificial podía ser una hembra del ganado o del rebaño. Las hembras eran más caras. Se devolvía la mayor parte de la carne de la víctima al adorador para que la comiese en compañía de su familia y amigos (Lev. 7:11 -21). Cuando se traía el holocausto, la persona no se beneficiaba materialmente, pero en el caso de la ofrenda de paz sí se beneficiaba. Esto permitía que un grupo de personas veniese juntos a adorar a Dios. Hay tres tipos de ofrendas de paz: la votiva, la voluntaria, y la de gratitud (Lev. 7:12,16). Todas ellas eran en verdad ofrendas voluntarias. Podían traerse para cumplir un voto o como un acto de devoción personal a Dios, semejante al holocausto. El elemento nuevo es el aspecto de gratitud. El hebreo todah - "gratitud" se usa en la Biblia para expresar las ideas de alabanza, gratitud y confesión.12 Se presentaba la ofrenda después de experimentar liberación de algún peligro. Era el "resultado de un deseo espontáneo de expresar públicamente gratitud personal por las bendiciones que se habían disfrutado ".13 La ocasión debía ser gozosa (Deut. 27:7; Sal. 95:2).14 Se introducen aquí un par de elementos nuevos que esclarecen el significado de las ofrendas en el Antiguo Testamento. En primer lugar, esta ofrenda podía ser de beneficio para los que la ofrecían. Como observamos, se devolvía la mayor parte al dador para facilitar la adoración colectiva con los miembros de la familia y los amigos. Todos comparten o participan de la ofrenda que uno de ellos traía. En segundo lugar, la ofrenda podía ser un vehículo para expresar gratitud y alabanza a Dios por sus bendiciones y por su poder liberador del mal. Era en esencia una expresión de gratitud al Dios de la alianza. c. otras ofrendas Varias otras ofrendas se mencionan en el Antiguo Testamento. La "ofrenda de cereal" se la llama en hebreo minchah y significa "un don, tributo". En Levítico, éste es un término técnico que se usaba para designar una ofrenda hecha de harina fina cocinada o cruda y mezclada en aceite (Lev. 2:1-10). Se la traía al Señor, pero él le daba la mayor parte al sacerdote oficiante. El término minchah en el Antiguo Testamento designa un regalo hecho a un superior que era reconocido como señor o gobernante de la persona que traía el regalo (véase Jueces 3:15; 2 Sam. 8:2,6). Al traer a Dios un minchah = "ofrenda de cereal", los israelitas declaraban en lenguaje ritual que Yahvé era el Señor del pacto y ellos sus súbditos.15 El hecho de que se trataba de una ofrenda de grano puede sugerir que se reconocía que los frutos de la tierra eran resultado de las bendiciones del Señor.16 Nótese, sin embargo, que lo que se traía no era el grano sino la harina. Mediante su trabajo el israelita transformaba el grano en harina. Dios y los seres humanos trabajaban juntos, y al traer esta ofrenda se reconocía no sólo la obra de Dios a favor de ellos sino que a la misma vez le consagraban su trabajo al Señor.17 A los israleitas se les requería traer al Señor las primicias o primeros frutos de la tierra (Lev. 23:9-11; Núm. 18:12-13; Deut. 18:4; 26:1-11). Esta ofrenda era esencialmente una ofrenda de gratitud al Señor usada para el sostén del sacerdocio (Deut. 18:3-5).18 El hecho de que se la llamaba primicias sugiere que era lo mejor de la cosecha (Núm. 18:12; Exo. 23:19). También indica que Dios estaba primero en la vida del adorador. Los israelitas no daban de lo que les sobraba.19 Antes que comenzaran a disfrutar de la cosecha separaban las primicias para el Señor (Lev. 23:14). 20 Esta ofrenda era un reconocimiento del hecho de que la fertilidad de la tierra estaba en las manos del Señor y que él era "la fuente de la generosidad" 21 y el propietario de la tierra (Deut. 26:10). 22 El énfasis teológico de esta ofrenda está puesto en la bondad del Señor que prometió la tierra y sus frutos al pueblo, y cumplió sus promesas (Deut. 26:3, 8-1 Ó).23 Alegremente celebraban los israelitas la fidelidad de Dios que se manifestaba en el don de la tierra y en la bendición de la cosecha (Lev. 23:11 ).24 En este contexto es de especial importancia una referencia a la redención de Egipto, porque ésta precedió el regalo de la tierra que Dios le diera al pueblo, y fue el fundamento sobre el cual se basaron las ofrendas que el pueblo traía a Dios (Deut. 26:8-10). La ocasión cuando se traía esta ofrenda al templo se caracterizaba por el gozo (Deut. 26:11). Era una experiencia colectiva de gozo en la que el pueblo, los levitas, y los extranjeros que moraban entre ellos estaban involucrados celebrando el hecho de Dios les dio todos esos dones. Esta ofrenda era la expresión exterior de una fe profunda en el Señor y de sentimientos de gratitud.25 Se requería también una ofrenda de los despojos de la guerra (Núm. 31:29741,52). Se usan varios términos para designar esta ofrenda. Se la llama mekes = "obligaciones cúlticas o impuesto" (. 28,37, 41), terúmah - "don" (v. 29,52), y qorban = "lo que se trae cerca" (v. 50). Al compartir los despojos de la guerra con los sacerdotes y levitas, los israelitas reconocían que era Dios quien les había dado la victoria sobre sus enemigos. Por consiguiente, la ofrenda era una expresión de gratitud por la victoria.26 Las tres ofrendas que hemos discutido en esta sección refuerzan lo que ya habíamos encontrado con respecto al contexto y significado de las ofrendas en la Biblia, y agregan algunos elementos nuevos. Adoración, gozo, gratitud, y agradecimiento caracterizan a todas las ofrendas, aunque algunas fuesen requeridas. Se reconoce a Dios como el único que bendice y protege a su pueblo, el trabajo de ellos y a la tierra. Mediante estas ofrendas se alaba a Dios como al Señor de Israel a quien se le debe traer lo primero y mejor de la cosecha. Se lo proclamaba como propietario de la tierra que cumplía las promesas que había hecho a su pueblo al bendecirlos con la tierra y la cosecha. D. ofrendas especiales Una ofrenda especial era una que se traía al Señor con un propósito específico. El mejor ejemplo de este tipo de ofrenda en el Antiguo Testamento es la que se recogió para edificar el tabernáculo. El Señor la requirió de cada uno (Exo. 25:2), y aún así, debía ser una ofrenda voluntaria (36:3). La dávida debía expresar la gratitud interior en la que el centro de la personalidad del individuo estaba involucrado. Sólo aquellos cuyos "corazones eran impulsados" (nadab = "urgir, dar voluntariamente") a dar debían traer esa ofrenda (Exo. 25:2; 35:5). Se expresa también la disposición interna en la frase "cuyos corazones se levantaron" (Exo. 25:21) o "cuyo espíritu se movió" (v. 29). La petición del Señor debía encontrar una respuesta positiva en el corazón del pueblo, y la encontró. En consecuencia, trajeron como ofrenda oro, plata, bronce, piedras preciosas, hilo, lino fino, pieles de animales, madera, aceite de olivo y especias (Exo. 25:2-7). Cada uno, hombres y mujeres, trajeron algo de sus posesiones (Exo. 35:5); de hecho, trajeron más de lo que se necesitaba (Exo. 36:6-7). Esta ofrenda especial se llama terúmah, un don dedicado a Dios y traído luego al Señor. Se llevaban todas las ofrendas a un lugar central y se las entregaba a Moisés quien debía distribuirlas y administrarlas para el proyecto anunciado. Cuando el primer grupo de exiliados estuvo listo para regresar a Jerusalén en el 539 AC, sus vecinos les proveyeron dones, ofrendas voluntarias, para que se usasen en la reconstrucción de) templo (Esd. 1:6). En el 457 AC, Esdras volvió con otro grupo de cautivos. Esta vez el rey, sus consejeros y oficiales, y los judíos dieron una donación (terúmah = "ofrenda") para sostener los servicios del templo (8:25). Esdras guardó registro cuidadoso de esta ofrenda (8:26-30). Cuando el templo necesitaba reparaciones, se recogía del pueblo una ofrenda con ese propósito. En 2 Crón. 24:6,9 se llama mas'eth a una ofrenda tal. Este substantivo se deriva del verbo nasa' que significa "levantar, llevar", sugiriendo que designa una ofrenda como "algo que se lleva a alguien" en este caso al Señor.27 En la época del rey Joas, cuando el templo estaba siendo reparado, se colocó un cofre fuera del templo para recoger esta ofrenda. La Biblia declara que el pueblo traía gozosamente esta ofrenda voluntaria (2 Crón. 24:10). 28 El Señor requirió una ofrenda especial durante la dedicación del altar y del santuario (Núm. 7). Cada tribu enviaba sus ofrendas (qorban, v. 3) a través de sus representantes. Estas consistían en sacrificios de animales, utensilios de oro y plata, harina e incienso, todo lo cual era necesario para comenzar los servicios del santuario.29 Los israelitas eran responsables de proveer suficientes recursos para que se efectuaran los servicios del santuario, y cumplieron esa responsabilidad por medio de sus ofrendas. Tres veces al año los israelitas peregrinaban a Jerusalén para celebrar las fiestas de los Panes Ázimos, de las Semanas y de los Tabernáculos (Deut. 16:16). En cada una de esas ocaciones se esperaba que trajesen al Señor una ofrenda llamada mattanah = "un don7', del verbo natan - "dar", que designa entre otras cosas un obsequio dado por un padre a su hijo (véase Gen. 25:6) y el regalo del sacerdocio a Aarón (Núm. 18:7; compárese v. 6 y 29). Era muy a menudo un obsequio motivado por una disposición buena y bondadosa de una persona hacia otra (compárese Est. 9:22). En el contexto de estas tres ofrendas Deut. 16:16-17 hace varias declaraciones importantes. La primera: "Ninguna persona aparecerá delante del Señor con las manos vacías" (Deut. 16:16). Las ofrendas ocupan un lugar en el culto colectivo. Cuando el pueblo venía delante de Dios debía traer algo como testimonio de la recepción de sus bendiciones. Estas debían ser ofrendas voluntarias (versículo 10), que expresasen el gozo por el cuidado y la protección divinas. El segundo principio: "Cada uno ofrecerá su don en proporción a la bendición que tu Dios le haya dado" (versículo 17). Una traducción literal de la última parte de esta frase sería: "como la bendición del Señor tu Dios que él te dio". La cantidad de la ofrenda diferiría de persona a persona debido a que se basaría en el principio de la proporcionalidad--^ cantidad reflejaba cuánto el Señor había bendecido a la persona. El tercer elemento: ".. .que él te dio" (véase versículo 17), indica que la dávida divina está primero y hace posible la dávida humana. El texto Implica que Dios da sus bendiciones a cada uno y que cuando una persona viene delante de él, siempre tendrá una razón y algo que dar al Señor (compárese Eze. 46:5, 11). Es Interesante notar que las ofrendas especiales que acabamos de discutir, así como las otras ofrendas, eran requeridas por Dios, y no obstante, debían ser expresiones voluntarias de gozo y gratitud. Pareciera como si Dios estuviese usando el sistema de ofrendas para enseñar a los israelitas cómo expresarle gozo, gratitud, y muchos otros sentimientos de devoción. Sorprendentemente, el Señor interpretó la negligencia en traerle ofrendas como un acto de robo (Mal. 3:6-8). Esto se debió probablemente al principio de que si Dios bendecía al pueblo, él tenía derecho a un don de gratitud por el cual el pueblo lo reconociese como su Señor. De esta manera los protegía de caer en el pecado odioso de la idolatría. El privarlo de las ofrendas sería equivalente a rechazar su señorío sobe ellos, y atribuir las bendiciones recibidas a algún otro poder. Aquellos para quienes Yahvé era el único Dios estaban dispuestos sencillamente a traerle sus ofrendas. Una ofrenda presupone una firme entrega total y personal. Debiera por consiguiente, no sorprendernos encontrar una conexión entre una reforma espiritual y el incremento de las ofrendas (2 Crón. 31:1, 10-14). El Antiguo Testamento señala hacia una época en la que los reyes y los poderosos traerían sus dones u ofrendas al Señor (véase Sal. 68:29; 76:11; Isa. 18:7). El término hebreo de esta ofrenda es shay - "regalo, presente", y designa una ofrenda dada por el poderoso y rico a Aquel que se identifica como Señor universal y victorioso en la guerra.30 Las ofrendas especiales que hemos discutido parecen enfatizar de una manera especial la importancia de la disposición interior de la persona que le impulsa a dar una ofrenda voluntaria. Esta disposición, acompañada de sentimientos de gozo, gratitud, agradecimiento y adoración, toma un cuerpo visible en la ofrenda que se le entrega al Señor. En este acto se reconoce y proclama a Dios como Señor de las vidas de quienes lo adoran y como el Propietario de la tierra y de sus frutos. David resumió bien este concepto cuando escribió: "Porque, ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudésemos ofrecer de nuestra voluntad cosas semejantes, siendo todo tuyo? Lo que hemos recibido de tu mano, eso te damos" (1 Crón. 29:14).31 III. LAS OFRENDAS EN EL NUEVO TESTAMENTO Hay muy pocas referencias a ofrendas en el Nuevo Testamento, aunque se usa extensamente el verbo "dar" (dídomi). Lo que es particularmente impresionante es que alrededor del 25 por ciento de las veces en que se usa el verbo didomi, Dios es el sujeto.32 El nos da nuestro pan cotidiano (Lúc. 11:3), la lluvia, la cosecha, el alimento (Hech 14:17), la vida y todo lo que necesitamos (Hech. 17:25. Nos da arrepentimiento (Hech. 11:18), victoria (1 Cor. 15:57), gracia (1 Ped. 5:5), amor (1 Juan 3:1), sabiduría (Sant. 1:5), el Espíritu Santo (Juan 3:34; Hech. 5:32), los dones espirituales (1 Cor. 12:7-10), una herencia (Hech. 20:32), el reino (Luc. 12:32), y la vida eterna (1 Juan 5:4). De una manera muy especial y única Dios dio su Hijo (Juan 3:16), el Pan de Vida (6:32), quien a su vez dio su propia vida en rescate (Mat. 20:28; 1 Tim. 2:6), al entregarse a sí mismo "por nuestros pecados”; (Gal. 1:4). El Nuevo Testamento describe a Dios y a Cristo como los Grandes Dadores que enriquecen a los seres humanos mediante su bondadosa gracia. Debido a eso Cristo puede desafiar sus seguidores a dar libremente debido a que ellos recibieron libremente (Mat. 10:8). El propósito de la dadivosidad cristiana no es suplir las necesidades de Dios puesto que Dios no necesita nada (Hech. 17:25). Nuestro dar nos hace más semejantes a nuestro Señor. A. Jesús y las ofrendas Jesús instruyó a sus seguidores con respecto a la naturaleza y espíritu del verdadero dador. Los evangelios proveen varios incidentes en la vida de Cristo donde este tema importante es discutido. Los hemos agrupado aquí bajo diferentes subtítulos. 1. Ofrendas y la grandeza de Jesús Cuando Cristo nació, un grupo inesperado de personas le trajo una ofrenda. Ciertos extranjeros vinieron del oriente para verlo y le dieron dones de pro, incienso y mirra (Mat. 2:1-11). Estos "hombres sabios" pertenecían a una clase oriental de gente bien educada, rica y de influencia llamados magoi = "magos". En general se los conocía como expertos en astrología y en la interpretación de sueños.33 Mateo entendió que eran hombres instruidos quienes podían identificar las señales del nacimiento de Jesús y al haberlo hecho, salieron a buscarlo.34 Habían entrado en contacto con las Escrituras hebreas y creían en las profecías mesiánicas que allí se encontraban (véase Núm. 24:17). Los magos no vinieron a Jesús con las manos vacías, sino que trajeron con ellos dones para el nuevo rey. El término doran = "regalo, ofrenda", es el equivalente griego del término hebreo qorban, que en el Antiguo Testamento se refiere a los dones y ofrendas sacrificiales (véase Heb. 5:1). En este caso en particular los tres reyes trajeron ofrendas para honrar al Niño. Habían venido, según su propias palabras, "para adorarlo" (Mat. 2:2). El acto de adoración podía ser entendido como "significando homenaje y sumisión" al rey mesiánico.35 Pero en el contexto de Mateo "Jesús es la manifestación de la presencia de Dios (Mat. 1:23), el Hijo de Dios (2:15) en un sentido único, y así alguien que puede ser adorado'".36 En este pasaje, se asocia la ofrenda o don costoso con los conceptos de adoración, homenaje y sumisión. Tales dones son expresiones tangibles de esos sentimientos y actitudes. Mediante sus ofrendas los magos estaban reconociendo la grandeza y superioridad de este gran Rey de Israel. 2. Las ofrendas y las relaciones interpersonales Jesús, así como los profetas del Antiguo Testamento, no separó la devoción religiosa que se expresa mediante las ofrendas de la ética correcta en la interacción social. Una ofrenda reflejaba no sólo un estado de paz con Dios sino también con la comunidad de la cual uno forma parte. El vivir en armonía con otros era casi un prerequisito al dar una ofrenda. Esto parece ser lo que Jesús tenía en mente al decir: "Por tanto, si al llevar tu ofrenda al altar, te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar, y ve a reconciliarte primero con tu hermano. Entonces vuelve y ofrece tu ofrenda" (Mat. 5:23-24). Una ofrenda pierde su valor como una expresión de amor y gratitud a Dios si proviene de un corazón en guerra con otros. Las dimensiones verticales y horizontales de nuestra experiencia religiosa si intersectan en el acto de adoración mediante la ofrenda. Otro aspecto de este vínculo entre las ofrendas y cómo nos relacionamos con otros aparece en la crítica de Jesús a la práctica judía del Corbán (Mar. 7:10-12). Una persona podía consagrar al Señor sus posesiones haciéndolas inaccesibles a cualquier otro miembro de la familia. AI argüir que sería una violación del voto usar los recurzos para aliviar las necesidades de la familia se estaba en realidad descuidando a los padres, 37 y violando uno de los mandamientos. El principio ejemplificado aquí parece ser el de la responsabilidad del mayordomo de proveer para las necesidades de sus padres. En otras palabras, debiéramos equilibrar nuestra dádiva a Dios con nuestra responsabilidad para con nuestras familias, puesto que el cuidado de ellos y el suplir sus necesidades son parte de nuestra experiencia cristiana. 3. Ofrendas y entrega al señor El dar una ofrenda a Dios no es en forma automática, un reflejo de nuestra entrega indivisa al Señor. La viuda pobre trajo una ofrenda voluntaria al templo posiblemente como una expresión de gratitud y amor a Dios (Luc. 21:1-4). El rico también trajo ofrendas voluntarias. Jesús comparó y evaluó su dádiva y consideró la ofrenda de la viuda como una verdadera ofrenda. Sus ojos percibieron que el rico daba "de lo que le sobraba; pero la viuda dio de lo que ella ni siquiera tenía".38 Ambos dieron para el sostén de los servicios del templo, pero para el rico, una ofrenda tal era una formalidad religiosa que podía satisfacerla con un mínimo, una muestra, no de lo que podía dar, sino de lo que estaba dispuesto a dar. No era una expresión genuina de entrega personal a Dios. Esto reafirma un principio que se encuentra en el Antiguo Testamento y en otros lugares del Nuevo Testamento: no es la cantidad dada sino el grado o nivel de entrega y dedicación al Señor lo que hace aceptable la ofrenda delante de Dios. La viuda quería dar una ofrenda y trajo lo único que tenía, dos monedas de poco valor, confiando que Dios proveería para ella. Su dádiva se basaba en una decisión; de hecho, se basaba en una lucha de fe en la que prevalecieron su gratitud y amor por Dios. Esta fe provenía de las profundidades de su ser. Para el rico, el dar no tenía ningún significado profundo, y era una experiencia trivial, una formalidad en la cual la fe en Dios estaba inactiva. 4. Las ofrendas y la verdadera benevolencia Lo que acabamos de decir sugiere que la verdadera benevolencia es más que compartir o dar. Tiene que ver con la condición interior de la persona, la fuerza espiritual de su amor a Dios. Este entendimiento excluye el egoísmo del acto de dar. El buscar reconocimiento propio mediante nuestras ofrendas es totalmente incompatible con la verdadera benevolencia. Jesús declaró claramente que debemos dar sin esperar recompensa alguna de otros y que, por consiguiente, nuestra dávida debe ser silenciosa y secreta (Mat.: 1-4). El nos prohíbe llamar la atención a nuestra benevolencia39 puesto que es una "transacción" privada entre el individuo y Dios. Jesús rechaza el egoísmo como motivación para dar porque corrompe la ofrenda. La benevolencia no se realiza ante otros; tiene lugar "delante de Dios quien... la hará pública, la recompensará, y castigará las obras secretas en el juicio final".40 La dádiva debe provenir de un corazón que está dispuesto a dar y debe llegar a ser una respuesta natural de amor a Dios y de fe en él (Luc 6:30). No es menos que una expresión de negación propia hecha por amor al Reino de Dios.41 Cuando se da una ofrenda con este espíritu, se transforma en un reflejo, en la esfera humana, de la dadivosidad inconmensurable de Dios (véase Mat 10:8; 8:4). 5. Las ofrendas y el ministerio cristiano Jesús dijo a los discípulos que es una responsabilidad de la comunidad de los creyentes proveer para sus necesidades: "el obrero es digno de su alimento" (Mat 10:10). El término traducido "obrero" es ergátes, que se usa en el griego secular para designar a una persona que trabaja por pago.42 En algunos casos se usa en el Nuevo Testamento para referirse a los apóstoles y maestros (véase 2 Tim 2:15). Digno parece reforzar la idea de que la persona debía recibir un pago apropiado.43 Mateo llama el pago trophé (literalmente "alimento"), que en este contexto podría traducirse como "sostén"44 o "salario". El pasaje paralelo en Luc 10:7 usa la palabra misthos = "salario, pago". Es de esta declaración de Jesús que la iglesia deriva su autoridad para apoyar el ministerio evangélico mediante las ofrendas de los miembros de iglesia. Las enseñanzas de Jesús sobre las ofrendas ponen el énfasis principal en la motivación para dar. El culto ofrece la oportunidad de dar ofrendas de homenaje y sumisión, a través de las cuales se reconoce el Señorío de Cristo. Nuestro dar es, por consiguiente, una expresión de nuestra entrega plena a Jesús basada en fe y confianza en él, en una decisión del corazón y no en una formalidad. Cuando damos no estamos motivados por un deseo de reconocimiento propio puesto que el egoísmo y la ofrenda aceptable son incompatibles. Nuestros dones y ofrendas debieran provenir de un corazón lleno de gratitud y amor cuya principal preocupación es la promoción del reino de Dios. Tales personas están en paz con los demás y proveen para las necesidades de sus familias. Las ofrendas deben usarse en la iglesia para promover su misión. B. Pablo y las ofrendas En el Nuevo Testamento, Pablo, más que ningún otro escritor, es el que discute la teología de las ofrendas. Lo hace en tres contextos principales. El primero es el que tiene que ver con su renuencia personal en aceptar ofrendas. En el segundo revela su reacción a las ofrendas que le enviaron y que él ni pidió ni esperaba. Y el tercero tiene que ver con los pasajes relativos a la colecta para los pobres de Jerusalén. 1. La renuencia de Pablo para aceptar ofrendas Pablo rechazó su derecho al soporte financiero de su ministerio de parte de los miembros de iglesia. Escribiendo a los tesalonicenses enfatizó el hecho de que él trabajaba para ganarse el sustento y no aceptaba ofrendas de ellos. Declaró específicamente: hicimos esta obra día y noche "no porque no tuviésemos derecho" de tal ayuda, "sino para daros un ejemplo que imitar" (2 Tes 3:9). Pablo justifica su decisión diciendo que desea establecer un ejemplo para los que no están dispuestos a trabajar para ganar su sostén.45 Otra razón que lo llevó a buscar su propio sostén financiero fue para demostrar que no era avaro (que acumula dinero por el placer de poseerlo, y no lo usa), (1 Tes 2:6-9; compárese con Hech 20: 33-35).46 A veces Pablo sentía que el aceptar dinero podía volverse un obstáculo en la predicación del evangelio, lo que da a entender, probablemente, que no quería dar la impresión de que se estaba aprovechando de la iglesia (véase 2 Cor II :9; 12:14-18).47 Sin embargo, Pablo sabía que tenía derecho al soporte financiero de la iglesia (2 Tes 3:9). En 1 Tes 2:6 dice a la iglesia: "Como apóstoles de Cristo podríamos haberos sido una carga". Defiende este derecho enfáticamente en 1 Cor 9:1 -18. Arguye que como apóstol tiene los mismos derechos que tienen los apóstoles, derechos que los corintios han reconocido en el caso de otros apóstoles.48 El emplea varias ilustraciones basadas en e/ sentido común para justificar su derecho apostólico para el sostén de las iglesias: el servicio militar de sostén propio es prácticamente inimaginable; un granjero tiene la libertad de comer de las uvas que plantó; y un pastor tiene el derecho de beneficiarse de la leche de su rebaño (v. 7). Pablo apela también a la autoridad del Antiguo Testamento citando Deut 25:4 y concluyendo que "si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa que cosechemos de vosotros lo material? Si otros tienen este derecho entre vosotros, ¿no lo tenemos aún más nosotros"? (1 Cor 9:11 -12). A esto agrega un argumento que toma de los servicios del santuario: Los levitas eran sostenidos por el diezmo, y los sacerdotes por el diezmo del diezmo y ciertas partes de las ofrendas de sacrificios que se llevaban al altar (versículo 13). Pablo usa la ley del Antiguo Testamento acerca del diezmo como modelo de dadivosidad cristiana.49 Según Pablo, la regulación del Antiguo Testamento contaba con el apoyo de Jesús mismo: "De la misma manera, el Señor ha ordenado que los que predican el evangelio vivan del evangelio" (versículo 14). La frase "de la misma manera" establece que la regla del Antiguo Testamento es válida no sólo para los judíos sino también para los cristianos.50 El Señor mandó a la iglesia aplicar la misma regla para sostener el ministerio de la iglesia. El verbo "mandar" es una traducción de diatásso que significa "ordenar", "proclamar un edicto"".51 Designa una declaración oficial y normativa, en este caso del Señor. El rechazo de Pablo en aceptar ofrendas no era un rechazo de la práctica bíblica que el Señor apoyó y que había llegado a ser una práctica aceptada en la iglesia para el sostén del ministerio evangélico (véase 1 Ped 5:2). Pablo estaba simplemente usando su libertad para proclamar el evangelio sin ocasionarle gastos a los corintios a fin de proteger la integridad de su ministerio apostólico. 2. Pablo como recipiente de las ofrendas No todas las iglesias gentiles aceptaron la decisión de Pablo de trabajar en la proclamación del evangelio sin recibir pago. A pesar de su renuencia, las iglesias en Macedonia lo apoyaron mientras estaba en Corinto (2 Cor 11:9). Es en Filip 4:10-19 que Pablo analiza el impacto y significado de la generosidad de los macedonios. Mientras estaba en prisión Pablo recibió la visita de Epafrodito, un mensajero de las iglesias de Macedonia quien trajera con él una ofrenda de las iglesias para Pablo. En la epístola a los filipenses, Pablo discute el significado de esta ofrenda y establece varias cosas importantes. Primero, la ofrenda de Macedonia era una expresión de preocupación o interés por Pablo como predicador del evangelio (Filip 4:10). El verbo froneo que se traduce "estar preocupado" es difícil de traducir en castellano. Combina las ideas de pensar y simpatizar y designa un vínculo emocional 52 que une el intelecto y la voluntad.53 No significa simplemente pensar acerca de alguien sino estar sinceramente interesado y dispuesto a hacer algo por esa persona. Este tipo de preocupación busca la oportunidad para expresarse en forma tangible. La ofrenda de los macedonios no era el resultado de un arranque emocional, sino que se basaba en un análisis racional, en el reconocimiento de una necesidad real de alguien a quien se estaba unido emocional y espiritualmente, y con cuya misión podían identificarse. Ellos se preocupaban por Pablo en pensamiento y acción, y la ofrenda era la prueba de esta profunda preocupación.54 Esto sugeriría que la ofrenda debía ser la expresión de una preocupación seria y de interés en el bienestar de la iglesia y en el cumplimiento de su misión. Segundo, mediante esta ofrenda los macedonios participaron de las aflicciones de Pablo (Filip 4:14). Las aflicciones son las pruebas que Pablo experimentaba en la predicación del evangelio. El verbo sunkoinoneo esta relacionado con el sustantivo koinonía - "compañerismo, participación ", y significa "Participar, compartir con alguien". La idea básica del verbo y el sustantivo es "tener algo en común con alguien", haciendo posible que ambos tengan comunión y compañerismo. 55 Los macedonios participaban en las pruebas de Pablo, haciéndolas suyas, y privándose a sí mismos de algo para dar una ofrenda. Pablo participó del bienestar de ellos al recibir sus ofrendas. De esta forma se unieron en propósito y experiencia. Las ofrendas llegaron a ser un enlace de simpatía y amor entre los creyentes. El ministerio de Pablo llegó a ser el ministerio de ellos también.56 Los macedonios se volvieron copartícipes de Pablo en "su encarcelamiento y sufrimiento, aunque estaban a muchas millas de él. En su genuino y profundo sentido de preocupación que se expresaba en una acción constructiva en favor del apóstol, y por consiguiente, en favor del evangelio, habían tomado sobre sí algo de su carga".57 Tercero, se acreditó la ofrenda de los macedonios a la cuenta de ellos (Filip 4:17). Es significativo notar que para Pablo, el valor de esta ofrenda no se encontraba en el hecho de que suplía una necesidad que él tenía, sino más bien en el beneficio que contenía para los macedonios mismos.58 El crédito, provecho, fruto, en la cuenta de ellos estaba creciendo, incrementándose. Pablo está usando terminología comercial para describir la bendición espiritual que recibían quienes daban. La inversión material produce grandes dividendos espirituales en las vidas de los dadores.59 Cuarto, el don que dieron los macedonios a Pablo era un don aceptable al Señor (Filp 4:18). El verdadero recipiente de esta ofrenda era Dios, no Pablo. Pablo expresa esta idea al referirse a la ofrenda en el lenguaje del sacrificio: es un incienso fragante, un sacrificio aceptable y agradable a Dios. La ofrenda ha sido removida, por así decirlo, de la esfera de la benevolencia secular a una interpretación de significado espiritual pues ésta no sólo los une a Pablo sino que también sirve para fortalecer la relación de los creyentes con Dios. Aquí se establece un principio importante: "lo que se haga por el siervo se hace en realidad para el señor; lo que se da a un hijo de Dios se lo da en realidad a Dios mismo" (compárese Mat 10:40-42).60 El sostén del ministerio evangélico y de la misión de la iglesia mediante las ofrendas es siempre una experiencia espiritual. Quinto, la ofrenda de los macedonios testifica que Dios suple las necesidades del dador (Filip 4:19). Las iglesias en Macedonia no eran ricas en posesiones materiales (2 Cor 8:2); aún así, dieron. Filip 4:19 parece ser tanto una oración como una declaración, una expresión de confianza en el cuidado de Dios por su pueblo.61 Aquellos que dan ofrendas no se preocupan demasiado por sus propias necesidades, porque el amor de Dios es suficientemente poderoso para sostenerlos. AI referirse a Dios como el dador, Pablo está indicando que es ahí donde debe localizarse la verdadera motivación para la dadivosidad humana. Dios provee para las necesidades de los macedonios y luego los usa para suplir las necesidades de Pablo. Pablo aceptó con renuencia esta ofrenda y procedió a informar a los macedonios que la había recibido: "He recibido pleno pago y aún más" (v. 18). Usa aquí otro término del mundo de las transacciones de negocios. El verbo apecho = "he recibido" significa "he recibido en pleno", y funciona como un recibo. En la época del Nuevo Testamento este verbo se escribía sobre un recibo para indicar que se había pagado en su totalidad la cantidad indicada.62 Aquí, en el versículo 18, "Pablo presenta lo que equivale a un recibo por la ofrenda que la iglesia de Filipos le envió".63 Esto implica que los que dan una ofrenda debieran ser informados de que ésta fue recibida, registrada, y que fue usada con el fin indicado. Surge aquí el elemento de responsabilidad de parte de los que reciben las ofrendas. Ellos deben dar cuentas por el dinero que se les confía. La ofrenda de los macedonios era una manifestación de un verdadero interés por Pablo y su ministerio apostólico. Fue este interés por él lo que los unió a Pablo en sus pruebas y en el cumplimiento de su misión y el que también enriqueció sus vidas espirituales porque la ofrenda era principalmente para Dios y no para Pablo. Su dádiva fue precedida por la dádiva de Dios y preocupación por ellos. Pablo guardó registros adecuados de su ofrenda y les envió un recibo. 3. Pablo y la colecta: una ofrenda especial La teología de Pablo acerca de las ofrendas aflora de manera particular en su discusión e interpretación de la colecta que juntó entre las iglesias gentiles para la iglesia de Jerusalén.64 Esta ofrenda especial fue tan importante que la menciona en varias de sus epístolas (Rom 15:25-28; 1 Cor 16:1-4; y 2 Cor 8-9). Para esclarecer su significado y relevancia teológica, examinaremos los conceptos y principios que Pablo vinculó a esta ofrenda. a. Motivación para dar Además de la necesidad obvia de la iglesia de Jerusalén, Pablo hace una serie de declaraciones que parecen proveer una motivación teológica para participar en la colecta (1) El don de la gracia de Oíos En 2 Cor 8:1 Pablo le señala a los corintios la gracia que Dios diera a las iglesias de Macedonia y que las llevó a contribuir en la colecta. Esto podría interpretárselo como significando que la gracia de Dios obró en ellos creando una disposición a dar/ 5 o que la gracia salvífica de Dios llegó a las iglesias como un don mediante la proclamación del evangelio. En este último caso, el hecho de que Dios dio a su Hijo como un acto dé gracia para la salvación de los macedonios, motivó la dádiva.66 Pero ambas ¡deas concuerdan con el contexto. Los macedonios dieron una ofrenda porque la gracia de Dios se manifestó en Cristo como un don de salvación y esa misma gracia estaba obrando en sus corazones.67 (2) El ejemplo de Cristo En 2 Cor 8:9 Pablo sintetiza el contenido de un mensaje que desarrollo en Filip 2:6-11: "Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor de vosotros se hizo pobre, siendo rico; para que vosotros fueseis enriquecidos con su pobreza". La disposición de Cristo de entregar todo por la iglesia fue una revelación sublime de amor que debía motivar a los corintios a dar una ofrenda para los pobres de Jerusalén. 68 3) Las bendiciones de Dios Pablo les recuerda a los corintios que la abundante gracia de Dios puede proveer para ellos lo que necesitan a fin de capacitarlos para dar (2 Cor 9:8-11). Nótese que la dádiva divina se origina en la gracia de Dios y no es una reacción de Dios ante la ofrenda de los corintios; Dios no está endeudado con ellos.69 Sus bendiciones son actos de gracia para los corintios que les provee a ellos la oportunidad de compartir lo que ya recibieron gratuitamente del Señor. La bendición divina, dice Pablo, resulta en autarkeia = "abundada": Dios proveerá a todas vuestras necesidades (v. 8).70 Pablo asocia la abundancia con la riqueza económica. Pero esta abundancia es para él un don de Dios y no, como se ha creído en algunas escuelas contemporáneas de filosofía, el resultado de una disciplina personal estricta e independiente de Dios y que se basa en un intento por vivir en armonía con la razón. 71 En Filip. 4:12-13 él afirma una independencia de circunstancias externas, es decir una auto suficiencia basada en su confianza o dependencia en el poder fortalecedor de Dios.72 Pablo entiende también suficiencia propia como ser capacitacitado por Dios "para relacionarse en forma más efectiva con otra gente, no para separarse de los demás",73 ayudándoles cuando lo necesiten. Pablo parece considerar la suficiencia financiera como alcanzable, porque la riqueza y la gracia de Dios no se excluyen necesariamente. Según él "la riqueza debiera vérsela como un don de la beneficencia de Dios más que como el resultado de un logro puramente humano".74 La ofrenda de los corintios debía estar motivada por la convicción de que es Dios quien les provee lo necesario para que lo compartan con otros. De esta manera, se alienta a los corintios a vencer el egoísmo. b. Planificación La participación en la colecta no era un acto accidental sino bien planeado. Pablo menciona al menos tres elementos importantes en la organización de la ofrenda. (1) Basada en los ingresos personales Pablo no requiere una cantidad específica de dinero de cada miembro de iglesia sino que establece un principio bíblico que debía ser usado por todos al decidir cuánto dar: "conforme a lo que tengáis" (2 Cor 8:11). El criterio a usarse se basa en lo que la persona tiene (versículo 1 2), esto es, de acuerdo a como el Señor lo prosperó ( 1 Cor 1 6:2). Esta decisión es obviamente privada y personal. (2) Separarla en el hogar La Idea de separar en el hogar la cantidad que debe ofrecerse es sugerida en 1 Cor 1 6:2: "Cada primer día de la semana cada uno de vosotros debe poner aparte una suma de dinero..." La frase "cada uno de vosotros" podría traducírsela "cada uno de vosotros por sí mismo", y sugiere algo hecho en privado en el hogar. Determinar y poner aparte la ofrenda era un asunto de familia.75 En el Antiguo Testamento, se ponían las ofrendas aparte o se las consagraban en el hogar y más tarde se las llevaba al templo. Esto es lo que Pablo parece estar sugiriendo. (3) Darla a instrumentos nombrados Pablo estaba consciente de cuan importante era para los miembros de iglesia saber y estar seguros de que la colecta sería manejada en forma adecuada. Un error accidental en el manejo de las ofrendas dañaría su reputación como líder espiritual, y daría crédito a las acusaciones que los falsos apóstoles levantaban contra él. Por consiguiente, envió a Corintio a Tito, su delegado apostólico, acompañado por dos hermanos que eran bien respetados en las iglesias, para recoger las ofrendas (2 Cor 8: 1 7-23; 8:3). Uno de los hermanos fue elegido o nombrado por las iglesias para acompañar a Tito. Representaba a otras iglesias que participaban en la colecta (8:19). La palabra griega cheirotonein = “elegir”, significa originalmente “elegir por una muestra de manos” y sugiere como fue elegida esa persona. 76 El segundo hermano Puede haber sido elegido por Pablo o por las iglesias (véase v.22). Esta persona había sido probada y demostrado ser confiable. Fue a estas tres personas confiables y bien calificadas, que se dieron las ofrendas. Ellos representaban al apóstol y a las iglesias, lo que sugería que no se estaba dando la ofrenda a Pablo sino a la iglesia. La ofrenda global sería llevada a Jerusalén por personas aprobadas por la iglesia, personas a quienes Pablo daría cartas de presentación (1 Cor 16:3). Todo esto fue hecho para evitar cualquier crítica y para hacer lo que era correcto no simplemente delante del Señor, sino también ante los ojos del pueblo (2 Cor 8:20-21). La logística de la colecta tuvo varios propósitos. Los miembros de la iglesia conocían a quién debían dar la ofrenda. Además, los que la recogían debían estar dispuestos a rendir cuentas por la tarea asignada. Pablo fiíe cuidadoso en hacer claro que la ofrenda no debía ser usada incorrectamente o dedicada a un fin diferente al asignado. El como líder de iglesia era responsable por la colecta. c. Actitud hacia el dar La colecta fue una ofrenda voluntaria, pero Pablo esperaba que fuese dada con el espíritu adecuado. El hizo un esfuerzo especial para clarificar el significado y la importancia de esta ofrenda. (1) Dar es un privilegio Aparentemente Pablo no pidió a los macedonios que participasen en la colecta, porque eran pobres. No obstante, para sorpresa de Pablo, ellos rogaron e insistieron en "el privilegio de compartir en el servicio de los santos" (2 Cor 8:4). El término griego traducido "privilegio" es charis, que se traduce usualmente por "gracia", y que aquí significa "acción de gracia", esto es hacer algo que es considerado un privilegio.77 Para el cristiano es un privilegio poder realizar una acción de gracia hacia otros. Los macedonios habían recibido la gracia de Dios (2 Cor 8:1), y ahora consideraban un privilegio permitir que la gracia se manifestase mediante ellos ayudando a otros. (2) Dando voluntariamente Los macedonios dieron sus ofrendas "sobre sus fuerzas" (2 Cor 8:3). Pablo no les pidió dar; ellos dieron de su propia iniciativa. El término griego authaíretos-, traducido "sobre sus fuerzas", significa "espontáneamente". La ofrenda se basaba en una decisión voluntaria del corazón (2 Cor 9:7). Dar de corazón significa que no se da la ofrenda renuentemente o bajo compulsión. El término lupe = "tristeza", usado en 2 Cor 9:7, se lo traduce en el Nuevo Testamento por "herida, dolor". Aquí se refiere a los que consideran el dar como doloroso para ellos, pero que no se atreven a decir que no. Dan de mala gana. El término anágke = "por necesidad", significa actuar bajo el control o influencia de alguien o algo y no de nuestra propia voluntad. Niega el elemento de libertad en el sujeto de la acción. La compulsión podría ser el resultado de la presión del grupo o del líder, haciendo sentir a la persona que no tiene otra alternativa excepto la de dar. Pablo contrasta el dar de mala gana o bajo compulsión con fa actitud de gozo que debiera caracterizar al dador (2 Cor 9:7), Es esta disposición interior positiva y no la cantidad dada la que hace la ofrenda aceptable delante de Dios (2 Cor 8:12). (3) Dar generosamente Las bendiciones abundantes de Dios debieran impulsar a los cristianos a dar generosamente (2 Cor 9:11, 13). El término griego aplotes = "generosidad" es significativo pero difícil de rendirlo en castellano. La traducción común es "simplicidad, sinceridad". Es difícil traducir el término porque contiene una variedad de significados que se expresan en castellano en maneras diferentes. En 2 Cor 8:2, se usa el término para describir a los macedonios como gente de "simplicidad, sinceridad, rectitud, franqueza", tanto como "generosidad y liberalidad". Juntos estos términos expresan el ideal antiguo de la vida simple. Según esta idea cultural, se esperaba que la gente que vivía una vida simple mostrase generosidad en su vida y en su hospitalidad. 78 Para Pablo, la vida simple y generosa del cristiano es una imitación de la actitud de su Señor (2 Cor 8:9). Esta generosidad se expresa a veces al dar más de lo que uno es capaz de dar (2 Cor. 8:3), pero Pablo espera que los corintios den sólo de acuerdo a sus medios. Aún así, debían tratar de sobresalir en su generosidad, abundando en la gracia de dar (2 Cor. 8:7). (4) Dar y auto darse Pablo fue impresionado por la participación inesperada de los macedonios en la colecta y lo atribuyó a la disposición desinteresada que les caracterizaba y al hecho de que "se dieron a sí mismos primeramente al Señor y entonces a nosotros" (2 Cor 8:5). Toda ofrenda es, en cierto sentido, la ofrenda de la persona en una consagración a Dios y al servicio de su iglesia ("a nosotros"). De allí que una ofrenda es la expresión tangible, la "encarnación", de una disposición del corazón, de nuestra disposición a rendir y consagrar nuestras vidas al Señor. d. Propósito de la colecta El primer propósito, y el más obvio, de la colecta era el de suplir las necesidades materiales de la iglesia de Jerusalén (Rom 1 5:26; 2 Cor 9:12). Pero éste no era un simple acto de benevolencia social. Pablo se refiere a la colecta como "un servicio" (leitourgia), y aunque el término se usa en la literatura griega para designar un servicio llevado a cabo a expensas de uno mismo, en un sentido no religioso, el contexto de 2 Cor 9:12 muestra que Pablo lo usó en sentido religioso, significando "servicio, culto". La ofrenda que se daba para suplir las necesidades de la iglesia de Jerusalén era un acto de adoración al Señor.79 El segundo propósito de la colecta era el de fortalecer la unidad de la Iglesia y dar expresión a esa unidad en forma objetiva. Era "una expresión tangible de la unidad de los judíos con los gentiles".80 Los judíos compartieron sus bendiciones espirituales con los gentiles, y ahora los gentiles compartían sus bendiciones materiales con los judíos (Rom 15:27). Había sólo una iglesia, la universal, que se caracterizaba por un espíritu de verdadero compañerismo en Cristo. Pablo percibió que era necesario para la iglesia mundial expresar su unidad en mensaje y misión, y encontró en esta ofrenda un canal por el cual esta unidad podía lograrse. Las bendiciones materiales y espirituales de las Iglesias pertenecían, por así decirlo, a la Iglesia de Cristo. El tercer propósito de la colecta era el de promover igualdad financiera (2 Cor 8:13-15). Esta es la igualdad que se produce por el "equilibrio entre la escasez y la abundancia que debe existir entre las iglesias".81 El concepto subyacente es el de asociación o compañerismo, koinonia, sugerido en Hech 2:44-45.82 Es importante observar que Pablo basa su argumento en un pasaje del Antiguo Testamento: "El que juntó mucho, no tuvo de más; y el que poco no tuvo de menos" (2 Cor 8:15; vea Ex 1 ó: 18). El llamado a la igualdad se basa en la comprensión de que es Dios quien provee lo necesario. Al compartir sus bendiciones, los creyentes trabajan con Dios en la creación de la igualdad financiera de la iglesia. Los que tenían mucho debían compartir con aquellos que tenían menos "para que haya Igualdad" (2 Cor 8:14). La distribución equitativa de la riqueza puede ser imposible en el mundo, pero debe ser una realidad dentro de la iglesia. El cuarto propósito de la colecta era el de expresar el amor cristiano. La participación en la colecta era una prueba de la sinceridad del amor de los corintios (2 Cor 8:8; compárese con el v. 24). Esto está estrechamente relacionado con la unidad de la iglesia debido a que el amor une a la iglesia con Cristo. La ofrenda le da la oportunidad al amor de ¡r más allá de la esfera de un concepto o idea, a la arena de la conducta cristiana como principio activo. Los corintios habían prometido participar en la colecta, pero no habían cumplido con su promesa. Ahora Pablo los desafía a demostrar su amor en acción (2 Cor 9:1-5). El quinto propósito de la colecta era el de alabar a Dios. Pablo dijo que la ofrenda estaba "abundando en muchas expresiones de gracias a Dios" (2 Cor 9:12).83 Siendo que bendeciría a los creyentes en Jerusalén, la ofrenda era motivo de alabanza a Dios (v. 13). El propósito primordial de toda ofrenda debiera ser glorificar a Dios porque por medio de nuestras ofrendas confesamos que Dios es quien proveyó los medios y creó la disposición a dar en el corazón humano. La generosidad redundará en actos de agradecimiento a Dios (v. 11). Pablo motivó a los corintios a dar ofrendas al recordarles la gracia de Dios, la que recibieron gratuitamente, señalándoles el sacrificio de Cristo, y asegurándoles el constante amor de Dios que se manifiesta en las bendiciones que recibían cada día. Para Pablo, dar era un privilegió porque la gracia de Dios estaba usando a los que daban. Esto quiere decir que una ofrenda debe ser dada de corazón y constituirse en una experiencia gozosa. Debe ser generosa y de una manera muy especial, debe ser un acto de auto entrega. Una ofrenda, según Pablo, era un medio de suplir las necesidades de la iglesia, pero también contribuía a la unidad de la iglesia y a la igualdad financiera. Mediante la colecta, se expresaba el amor cristiano y se alababa a Dios. La ofrenda debía basarse en la situación financiera de la familia, separarse en casa, para luego darse en el momento señalado a los instrumentos designados por la iglesia. Se esperaba un manejo adecuado de los fondos de aquellos que dirigían la colecta. C. Ofrendas en Hechos de los Apóstoles El libro de los Hechos menciona algunos problemas financieros que debió confrontar la iglesia apostólica a medida que se desarrollaba y crecía hasta ser un movimiento mundial. Aunque el libro de los Hechos no dicen mucho acerca de las ofrendas, sería útil para nuestro propósito, examinar los pasajes pertinentes. Esos pasajes muestran un interés particular en las ofrendas a favor de los pobres en la iglesia. 1. Ofrendas para los pobres Según Hech 2:44 los miembros de la iglesia apostólica tenían "todas las cosas en común", esto es, sus posesiones estaban al servicio de la iglesia y de su misión. Esto no debe entenderse como que debían vender todo lo que tenían y darlo a la iglesia. Lo que se dice es que a medida que surgían necesidades ellos vendían algunas de sus propiedades para proveer para las necesidades de los demás (Hech 4:34-35).84 Por consiguiente, esta práctica no era un rechazo al derecho a propiedad privada sino más bien su reconocimiento balanceado por la disposición a servir a otros.85 Esto era necesario porque en esa época un número de nuevos conversos eran pobres. Esta práctica era probablemente una continuación de la vida comunitaria fraternal de Jesús y sus discípulos (compárese Luc 8:3; Juan 12:4-6; 1 3:6-9).86 Hay dos ejemplos específicos que ilustran la práctica que se seguía la iglesia. Bernabé tenía una propiedad y decidió venderla y traer el dinero a la iglesia para proveer para las necesidades de los pobres (Hech 4:36-37). Vendió la propiedad y trajo el dinero a los discípulos. El segundo ejemplo es el de Ananías y Safira (5:1 -11). Hicieron una promesa similar, pero después de vender la propiedad decidieron retener secretamente una parte del dinero. No obstante, querían dar la impresión de que estaban trayendo a los apóstoles la cantidad completa. La experiencia de Ananías y Safira revela varios aspectos importantes acerca de este tipo de ofrenda. En primer lugar, la donación no era un simple acto de benevolencia social, sino una ofrenda que se traía al Señor. Quien finalmente recibía la ofrenda era el Espíritu Santo. Esto explica la razón por la que Pedro les dijo: "Habéis mentido al Espíritu Santo" (Hech 5:3). En segundo lugar, la ofrenda era voluntaria; de ninguna manera se forzaba a alguien a vender una propiedad. Aparentemente, después de vender la propiedad, Ananías y Safira podrían haberse quedado con el dinero, sí hubiesen sido honestos con los apóstoles. (Hech 5:4).87 En tercer lugar, una vez más somos testigos del hecho de que la motivación es de valor primario en la ofrenda. En el caso de Ananías y Safira, la determinación que habían hecho con respecto a su propiedad, estaba motivada "por el deseo de ganar la reputación de ser generosos, y no por una preocupación genuina por los necesitados que había entre ellos".88 Su egoísmo, que se manifestaba en una preocupación ingobernable por mantener su seguridad financiera, los condujo a violar un compromiso hecho con el Señor. Esta pareja rechazó el Espíritu Santo, quien guía a los creyentes y a la iglesia, y a su vez el Espíritu los rechazó a ellos también. Finalmente, este incidente muestra que es correcto e importante hacer promesas al Señor, pero es igualmente importante cumplir tales promesas. El procedimiento seguido en la colecta y distribución o uso de la ofrenda era simple. Los creyentes decidían por sí mismos vender una parte de la propiedad y prometían dar todo el dinero, o tal vez una parte del mismo a la iglesia. Se daba el dinero a los apóstoles, quienes se hacían responsables por administrarlo (Hech 4:37). Este puede haber sido el sistema que la iglesia estableció y que los creyentes siguieron. A medida que la iglesia crecía, era más evidente que los apóstoles no podían manejar las finanzas de la iglesia y al mismo tiempo proclamar el evangelio a tiempo completo. Pronto descubrieron que era imposible hacer bien ambas cosas. El problema se agudizó cuando un grupo se quejó de que algunas viudas estaban siendo descuidadas en la distribución del pan (Hech 6:1-6). Esto los llevó a una revisión de los procesos administrativos, de tal forma que los apóstoles se reunieron con los discípulos de la iglesia (miembros de iglesia) y juntos aprobaron un nuevo plan. Como resultado, se eligieron siete hombres que se encargasen de la distribución del pan. En el proceso de selección buscaron personas que estuviesen "llenas del Espíritu y de sabiduría" (Hech 6:3). En otras palabras, se requirieron dos calificaciones importantes. En primer lugar, eran líderes espirituales consagrados al Señor y poseídos por el Espíritu; y en segundo lugar, se esperaba de ellos que tuviesen algún conocimiento sobre asuntos administrativos, particularmente en el manejo de los fondos.89 La combinación de estos dos elementos muestra que la administración de las finanzas de la iglesia no tiene que ver con una teneduría de libros de índole secular, sino que es un asunto profundo y esencialmente espiritual. En el fundamento de la ofrenda que estamos considerando se encuentran algunos conceptos teológicos importantes. Siendo que se han discutido la mayoría de esos conceptos en el contexto de otras ofrendas, las mencionaremos aquí sólo en forma breve. La ofrenda reflejaba una abundancia de la gracia de Dios en los corazones de los creyentes pues se la vincula con la declaración de que todos los creyentes "disfrutaban de abundante gracia" (Hech 4:32). El evangelio modificó radicalmente su concepto de la mayordomía. Ellos sabían quién era el verdadero Propietario. Finalmente, así como ocurrió con ¡a colecta paulina, la ofrenda era un testimonio de la unidad de la iglesia; todos eran "de un mismo corazón y mente" (Hech 4:32). Tenían un Señor, una fe, un bautismo, y un Dios (compárese Efe 4:4-5) --eran uno en Cristo, lo que se demostraba "en su prontitud para satisfacer las necesidades de los demás".90 Se expresa la unidad espiritual en manifestaciones tangibles de amor, y en este caso en particular la ofrenda cumplía con ese papel. 2. Ofrendas especiales Hech 11:27-30 refiere una ofrenda especial que envió la iglesia de Antioquía a Jerusalén. Esta era otra ofrenda voluntaria. El profeta Agabo predijo la venida de una hambruna severa en el imperio romano, y esto impulsó a la iglesia "a proveer ayuda para los hermanos que vivían en Judea" (Hech 1 1:29). Este era un fondo especial que debía usarse en la emergencia inminente. Cada uno dio lo que podía dar, y se entregó la ofrenda a Bernabé y a Pablo para que la llevasen a la iglesia de Jerusalén. La ofrenda "estuvo motivada por el amor de Cristo, expresaba la solidaridad del compañerismo cristiano, y mostraba que Dios había recibido a los gentiles en la iglesia. La congregación en Antioquía no se consideró a sí misma como una entidad aislada de la iglesia madre en Jerusalén. Se consideró natural enviar ayuda a otra parte del cuerpo que estaba teniendo dificultades". 91 Esta ofrenda parece haberle provisto a Pablo un antecedente y modelo teológico para su colecta posterior a favor de la iglesia de Jerusalén. El libro de los Hechos nos dice que los miembros de la iglesia ponían sus posesiones al servicio de la iglesia. Esto se basaba en el entendimiento de que Dios era el real dueño de lo que tenían. Su disposición a dar era el resultado de la obra de la gracia de Dios en sus corazones. Aquellos cuyas ofrendas estaban motivadas por el egoísmo, eran rechazados. Se daba la ofrenda a Dios, aunque era recibida por instrumentos humanos, los apóstoles. Se ponía la administración de los fondos en las manos de personas capaces que conocían cómo manejar el dinero, y eran a su vez gigantes espirituales en la iglesia. IV. RESUMEN Y CONCLUSIONES Hemos examinado una buena cantidad de materia! bíblico sobre el tema de las ofrendas y es tiempo ahora de que sinteticemos nuestras conclusiones. Prácticamente cada pasaje que estudiamos tiene algo que contribuir a una mejor comprensión del significado de las ofrendas. En la mayoría de los casos detectamos un número de temas subyacentes que aparecen bastante a menudo en la discusión. El fundamento teológico de la práctica de traer ofrendas al Señor parece estar formado por tres conceptos teológicos principales que se encuentran interrelacionados. El primero es soteriológico, es decir, la disposición constante y amante de Dios de salvar a los seres humanos del poder del pecado. La salvación es una revelación de la gracia de Dios y nos liega como un don inmerecido que debe aceptarse por la fe en Cristo. La revelación que Dios hizo de sí mismo dejó en claro que él es el Más Grande Dador del universo. En el Antiguo Testamento la disposición de Dios para salvar se manifestó de una manera particular en el Éxodo cuando el Señor redimió a su pueblo del poder esclavizante de Egipto. En el Nuevo Testamento, la salvación de Dios alcanzó su suprema manifestación en el don de su Hijo como el único medio de salvación. El Padre y el Hijo pusieron la gracia al alcance de todos los que por fe en Cristo aceptasen ese don. Dios proveyó la ofrenda que ninguna otra persona podía proveer. La dádiva humana es un pálido reflejo de la dádiva divina. El segundo elemento en el fundamento teológico es la fidelidad de Dios a sus promesas, la constancia de su palabra. En el Ser Divino no hay inconsistencia ni en palabra ni en hechos. El prometió morar con los seres humanos, proveyéndoles de identidad y supliendo sus necesidades, y cumplió con sus promesas. El Señor es confiable y responsable. Sus criaturas pueden esperar y confiar en él. Hay una constancia en el carácter divino que lo hace digno nuestra confianza. El es fiel a sí mismo, a su propio carácter. El tercer elemento en el fundamento teológico es el Señorío de Dios. El Dios que nos salvó libremente y que es fiel a sus promesas es también nuestro Señor. Entró en una relación de pacto con nosotros al aceptarnos como pueblo suyo, y nosotros le aceptamos como el Señor del pacto. Su Señorío no se restringe a la esfera espiritual, sino que incluye de una manera más concreta el reconocimiento de que todo lo que tenemos es suyo porque él nos lo dio. El Señorío divino significa que él es el Dueño, pero que está dispuesto a dar en forma natural de lo que es suyo a su pueblo. Por consiguiente, lo que su pueblo posee le llega como un don o bendición del Señor del pacto. Además de otros elementos, los tres fundamentos teológicos que hemos discutido proveen para nosotros la motivación para dar. Los seres humanos son llamados e impulsados a dar porque la gracia de Dios se reveló en el don gratuito de la salvación mediante Cristo. El cristiano posee el ejemplo sublime de Dios y de su Hijo como modelos de benevolencia. Nuestra dádiva debe ser moldeada por el dar divino. Creados a la imagen de Dios, los seres humanos deben imitar la disposición divina a dar. Siendo que Dios da libremente, los seres humanos debieran dar libremente también. Los cristianos están motivados a dar porque Dios, quien guarda sus promesas, está constantemente bendiciendo y protegiendo a su pueblo. Esas bendiciones nos llegan en diferentes maneras, pero Dios está siempre bendiciéndonos. Dios, por consiguiente, no es una persona que dio en el pasado y que ahora no da más. Es a través de su dar providencial que está preservando su creación. El hecho de que está constantemente dando nos provee un modelo y una razón para dar a los seres humanos. De allí que nadie debiera venir a adorarlo con las manos vacías. El reconocimiento del Señorío de Dios debiera ser un factor motivante para que demos. Probablemente, los que se perciben a sí mismos como dueños no darán por amor. El reconocimiento del hecho de que hay un Señor que gobierna el universo y es dueño de lo que hay en él, yace en la base de la benevolencia. Dios quiere usarnos en la administración y distribución adecuada de sus bienes. Bajo este trasfondo teológico, no podemos vernos sino como mayordomos suyos que gozosamente usan lo que él les dio para promover su plan. Otra motivación para dar se encuentra en el reconocimiento de que Dios está obrando la salvación de la humanidad a través de su iglesia. Trajo la iglesia y el ministerio evangélico a la existencia para continuar revelando su gloria al mundo. Los miembros de la iglesia apostólica encontraron su más grande gozo en la promoción de la causa de Dios mediante sus ofrendas. Nada era más importante para los creyentes que la proclamación del evangelio, y consideraban un privilegio ser instrumentos de Dios en esa tarea. Contarles a otros que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo era tan significativo para ellos que a veces algunos cristianos dieron ofrendas que iban más allá de sus recursos. En síntesis, podemos decir que el amor a Dios es lo que motiva a los cristianos a dar ofrendas, un amor desinteresado cuyo foco de atención es Dios y los seres humanos. El dar motivados por una sed de reconocimiento propio está fuera de lugar en la vida cristiana. Jesús instó a los creyentes a dar calladamente, en forma silenciosa, esperando su recompensa de Dios. El egoísmo mancha la ofrenda y la vuelve inaceptable para Dios. Tampoco debía darse una ofrenda para obtener o ganar simpatía, amor o reconocimiento delante de Dios. Es sólo por medio de la ofrenda sacrificial de Cristo que somos aceptados por Dios. Este último comentario nos conduce lógicamente a una definición de lo que es una ofrenda aceptable. Aparecen varios elementos en la Biblia que nos ayudan a definir este término. En primer lugar, una ofrenda aceptable es una expresión de nuestra auto entrega a Dios. En nuestras dádivas, debiéramos darnos a Dios, renovando nuestra entrega a él. Una ofrenda es una experiencia profundamente religiosa porque revela una vida enteramente entregada al Señor. En segundo lugar, una ofrenda aceptable testifica que Dios está primero en la vida del creyente. Siendo que Dios ha sido reconocido como Señor, se le lleva el mejor y más costoso don de acuerdo a los recursos de la persona. La ofrenda llega a ser un acto de homenaje y sumisión a Aquel que nos redimió y que es ahora nuestro Señor. Al poner aparte la ofrenda antes de usarla o invertirla en otra cosa, estamos diciendo al Señor y a nosotros mismos: "Señor, tú eres el primero en nuestras vidas". En tercer lugar, una ofrenda aceptable expresa fe en el cuidado providencial de Dios por nosotros. Tal ofrenda proviene de un corazón que confía en un Dios personal que suple nuestras verdaderas necesidades. Cuando se da una ofrenda de lo que sobra, tiende a volverse una formalidad, un acto ritual carente de devoción. La fe en Dios está siempre buscando la manera de expresarse, de volverse significativa. Nuestras ofrendas nos proveen un canal por medio del cual podemos expresar nuestra fe en un contexto de adoración. En cuarto lugar, una ofrenda aceptable es la manifestación visible de la gratitud, el agradecimiento, el gozo y el amor del adorador. Estas son todas respuestas de la experiencia del amor redentivo y providencial de Dios. En el pensamiento bíblico el ser interior revela su naturaleza y propósito mediante acciones. Las respuestas positivas al amor de Dios se expresan de diferentes maneras en las vidas de los creyentes. Una de ellas es una ofrenda tangible que va acompañada de una confesión de reconocimiento al Señor por su bondad. Una ofrenda es la forma concreta que toman nuestros sentimientos y actitudes interiores hacía el amor de Dios en el acto de adoración. En quinto lugar, una ofrenda aceptable es voluntaria. No debe traérsela al Señor bajo compulsión o renuentemente, sino voluntariamente. El hecho de que el Señor espera y requiere de nosotros que demos ofrendas no debiera hacernos concluir que ésta es otra carga para el creyente. Dios quiere que experimentemos el gozo de dar que enriquece nuestras vidas. En sexto lugar, una ofrenda aceptable refleja nuestra entrega al mensaje y la misión de la iglesia. Siendo que creemos que Dios está usando a su iglesia para proclamar el evangelio y preparar el mundo para la Segunda Venida de Cristo, debiéramos estar dispuestos a poner nuestros recursos al servicio del plan de Dios para la humanidad. Esto quiere decir que al dar nuestras ofrendas a la iglesia estamos de hecho dándolas a Dios para promover y desarrollar el último aspecto del plan de salvación. No puede encontrarse sobre la tierra una causa más grande a la cual podamos consagrar los recursos que hemos recibido del Señor. En séptimo lugar, una ofrenda aceptable proviene de un corazón que está en paz con Dios y con los demás. El acto de adoración presupone que la religión y la ética no deben ser compartamentalizadas o separadas la una de la otra. El tratar a otros bondadosamente es un deber tan religioso como traer una ofrenda a Dios. Revelamos en forma particular nuestro interés por otros al proveer para las necesidades de nuestros familiares. El celo por Dios y su causa nunca debieran conducir a los cristianos a dar ofrendas al Señor que resulten en el descuido de las necesidades de sus familias. El hacer provisión para nuestras familias forma parte también de nuestro deber cristiano. Finalmente, una ofrenda aceptable, aunque espontánea, es al mismo tiempo sistemática. Se espera que planeemos nuestra dádiva de acuerdo a nuestros ingresos. La cantidad que será dada debe ser separada en el hogar, con la familia, y entonces traída a la iglesia para darla al Señor. Esto nos protege de dar únicamente motivados por las emociones. Nuestro último punto nos lleva a pensar en la logística seguida en el sistema bíblico de ofrendas. La Biblia provee cierta orientacione con relación a la recolección y manejo de las ofrendas. Mencionarnos ya que la cantidad se basa en las bendiciones recibidas del Señor y que debe ser puesta aparte en el hogar. Además, Dios y la iglesia señalaron instrumentos específicos (personas) para recibir las ofrendas. Estas debían ser entregadas sólo a personas reconocidas por la comunidad de creyentes como siendo dignas de recibirlas y de administrarlas. El lugar para traerlas era el templo o iglesia en donde se juntaba el pueblo para adorar colectivamente al Señor. Hay evidencia que indica que se guardaban registros adecuados y que se usaban las ofrendas para propósitos asignados. En segundo lugar, las ofrendas tenían el propósito de fortalecer la unidad de la iglesia. Mediante sus ofrendas, los creyentes mostraban tener un mismo espíritu, mensaje y propósito. AI apoyar un proyecto local, la iglesia mundial encontró la oportunidad de expresar su unidad. Las cargas y pruebas de una congregación llegaron a ser la carga de toda la iglesia. Los creyentes a través del mundo se identificaron con las necesidades y pruebas de los que trabajaban en lugares específicos. En tercer lugar, las ofrendas tenían por objeto crear igualdad financiera en la iglesia. Los que tenían mucho compartían con tas que tenían poco. Las bendiciones de Dios pueden diferir de persona a persona, pero él espera que aquellos que han recibido mucho lo asistan en crear una distribución equilibrada de la riqueza. Tal igualdad tomará en consideracione tanto las necesidades locales como las mundiales. En cuarto lugar, las ofrendas tenían el propósito de motivar al pueblo a alabar a Dios. Mediante nuestras ofrendas se nutre el espíritu de gratitud dentro de la comunidad de los creyentes, y se alaba a Dios por la benevolencia de sus instrumentos. Las ofrendas debieran estimular a otros a alabar a Dios quien por su gracia creó un espíritu de liberalidad en los corazones de los dadores. Deberíamos dar una breve mirada al sistema de ofrendas desde la perspectiva divina. ¿Qué es lo que Dios estaba tratando de lograr en el creyente mediante el requerimiento de las ofrendas? Hay un gran beneficio espiritual para los que traen sus ofrendas al Señor. La Biblia sugiere que Dios usaba el sistema de ofrendas para enseñar a su pueblo cómo expresarle su amor y gratitud1. El que nos llamó a amarle tanto a él como a nuestros semejantes, estableció, entre otros medios, el sistema de ofrendas como un vehículo por el cual actualizamos ese amor. De esta manera se vence el egoísmo en nuestras vidas. Otra razón por la que Dios requirió las ofrendas fue para guardar a su pueblo de la idolatría. Las ofrendas les recordaban que Yahvé era el verdadero Propietario de todo y quien los bendecía. La tierra no- pertenecía a Baal ni era Baal quien la hacía fructífera; era el Señor Yahvé. Se rechazaba la idolatría cada vez que se traía una ofrenda al Señor. Finalmente, Dios requería ofrendas de su pueblo para fortalecer su relación con él. Este es en cierto sentido el otro lado del punto previo. Cada ofrenda ¡e daba al pueblo de Dios la oportunidad de reconsagrarse a su Señor. Así se renovaba la relación que se había establecido con él mediante su glorioso acto de redención, y los lazos de amor se fortalecían en un acto de devoción personal. Los materiales adicionales que siguen sobre diezmar y los tópicos relacionados han sido producidos por el Departamento de Mayordomía de la Asociación General durante 1991 -1994: Principios de Vida, Sistema Financiero de los Adventistas del Séptimo Día; Momentos de Diezmar; Mayordomía y Planeación Estratégica. NOTAS 1. Sobre la religión de Babilonia véase a Helmer Ringgren, Religión of the Ancíent Near East (Philadelphia: Westminster, 1973), 81, 81, 109-20; y sobre Egipto consúltese a Siegfried Morenz, Egyptian Religión (Ithaca, NY: Cornell University Press, 1973), 87, 88, 94 -99. 1. Esto es sugerido por Jacob Milgrom, Leviticus 1-16 (New York: Doubleday, 1991), 474. Para una discusión de la etimología del sustantivo véase a Gary A Anderson, Sacrífices and Offeríngs in Ancient Israel (Atlanta, GA: Scholars Press, 1987), 137-44. 2. Esta es la conclusión a la que liega C J Labuschahne después de estudiar el uso del verbo hebreo nathan - "dar", en el Antiguo Testamento, y notar cuan a menudo Dios aparece como sujeto y los seres humanos como predicado, y cuan raramente se dice que los seres humanos dan algo a Dios. Véase su artículo "Ntn," en Theologísches Handworterbuch zum Alten Testament, editado por E Jenni y C Westermann (München: Chr Kaiser Verlag, 1971-76), vol 2, 138-141 [Desde aquí en adelante citado como THAT\). 4. Véase John E Hartley, Leviticus (Dallas, TX: Word, 1992), 24: y A Noordtzíj, Leviticus (Grand Rapids, Mí: Zondervan, 1982) 30-31. 5. Milgrom, Leviticus, 145. 6. Véase G J Wenham, The Book of Leviticus (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1979), 51. 7. Véase Noordtzij, Leviticus, 40. 8. Compare G A F Knight, Leviticus (Philadelphia: Westminster, 1981), 17. 9. Véase T W Cartledge, "Vow", en The International Standard Bible Encyclopedia (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1986), Vol. 4, 998 (de aquí en adelante citado como ISBE). 10. Véase Leonard H Coppes, "Nadar make a vow", en Theological Word Book of the Oíd Testament, editado por R Laird Harris (Chicago, IL: Moody, 1980), Vol. 2, 1309 (de aquí en adelante será citado como TWOT). 11. Roland de Vaux, Ancient Israel: Religious Institutions (New York: McGraw-Hill, 1961), vol. 2, 41 7. 12. Véase G Mayer, "Ydh", en Theological Dictionary of the Oíd Testament, vol. 5, editado por G J Botterweck y Helmer Ringgren (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1974), 428 (de aquí en adelante será citado como TDOT). 13. Noordtzij, Leviticus, 83 14. Véase Ralph H Alexander, "Yádáh confess, praise, give thanks," TWOT, vol. 1, 365. 15. Wenham, Leviticus, 69. 16. Hartley, Levitícus, 30, después de notar que la porción de esta ofrenda quemada en el altar es llamado "memorial", sugiere que el término "da a entender la idea de que la persona que da esta ofrenda está recordando la gracia de Dios al darle su comida diaria". 17. Véase Knight, Levitícus, 18; y R K Harrison, Levitícus (Downers Grove, IL: InterVarsit Press, 1980), 50. 18. Véase Richard O Rigsby, "First Fruits," en Anchor Bible Dictíonary, vol. 2, editado por David N Freedman (New York: Doubleday, 1992), 797 (de aquí en adelante será citado como ABD). 19. Roland B Alien, "Numbers," en The Expositor's Bible Commentary, vol. 2, editado por Frank E Gaebelein (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1990), escribe: "Aquí es donde solemos fallar. A menudo nos encontramos dando de lo que nos sobra. Cuando nada sobra, no le damos nada al Señor. Otros encuentran que cuando dan a Dios lo primero y lo mejor, les queda un sobrante" (853). 20. En Núm. 15:18-21 se menciona una ofrenda de la primera porción de la masa. 21. Baruch A Levine, Number 1-20, (New York:DoubIeday, 1993), 446 22. Noordtzij, Leviticus, 233. 23. Véase J A Thompson, Deuteronomy (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1974), 254. 24. Véase Peter C Craigie, The Book of Deuteronomy, (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1976), 320. 25. Aquí se debería hacer mención de la ley de los primogénitos de seres humanos y animales, según la cual todo primogénito pertenece al Señor (Exo. 22:29,30). Esta no era una ofrenda sino un requerimiento legal del Señor (Lev. 27-.26). El primogénito pertenecía al Señor y al devolvérselo los israelitas recordaban su redención de Egipto y su elección como primogénito de Dios (Núm. 3:13; 34:20; Lev. 27:26,27). Consúltese a M Tsevat, "Bechór", TDOT, vol. 2,126. 26. Véase Philip J. Budd, Numbers, (Waco, TX: Word, 1984), 332,33. 27. Walter C Kaiserm "Nasa", TWOT, vol. 2, 602. 28. Esta ofrenda puede haber sido instituida por Moisés. Véase 2 Crón. 24:9 y Exo. 30:11-16; 38:25,26; cf. Neh. 10:32. 29. Véase Levine, Numbers, 247, 256. 30. Véase Anderson, Sacrifices, 34-35. 31. Sobre la función del segundo diezmo como medio de ayuda a los pobres dentro de la teocracia israelita, véase nuestro trabajo "La Mayordomía y la Teología del Diezmo". 32. Véase W Popkes, "Didómi give", en Exegical Dictionary of the Oíd Testament, vol. 1, editado por Horst Balz y Gerhard Schnider (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1990), 321 (de aquí en adelante será citado como EDNT"). 33. Véase W W Buehler, “ Wise Men (NT)”, ISBE, vol. 4, 1084. 34. Véase H Balz, “Magos”, EDNT vol. 2, 371. 35. Donal A Hagner, Matthew 1-13: (Dallas, TX: Word, 1993),28. 36. Ibid, 28. Véase Ulrich Luz, Matthew 1-7: A Continental Commentary (Minneapolis: Fortress Press, 1989), 137. 35. Véase C Brown, “Korban”, en the New Internacional Dictionary of New Testament Theology, vol. 2, editado por Colin Brown (Grand Rapids, MI: Zondervan 1976), 43 (de aquí en adelante será citado como NIDNTT). 36. John Nolland, Luke 18:35-24:53 (Dallas, TX: Word, 1993) 979, 37. Véase Robert H Mounce, Matthew (Peabody, MA: Hendrickson, 1985), 53. 38. Luz, Matthew, 357,58. 39. Véase E. Earle Ellis, The Gospel of Luke (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1966), 115; y Normal Geldenu huys, Commentary on the Gospel of Luke (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1951), 212. 40. R. Heiligenthal, “Ergátés”, EDNT Vol.2, 49. 41. Véase P: Trummer, “Axios”, EDNT vol. 1,113. 42. Este es el significado que aparece en los documentos griegos; véase James Hope Moulton y George Milligan, The Vocabulary of the New Testament (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1930), 643. 43. Ernest Best, The First and Second Epistles to the Thessalonians (New Cork: Harper and Row, 1972),, p. 337, quien argumenta que Pablo no está aquí justificando su renuncia al pago como misionero sino la necesidad que tiene los miembros de iglesia de trabajo manual. Si él, que como misionero tenía derecho al mantenimiento económico, había decidido trabajar en otro oficio para vivir, los tesalonisenses que no tienen derecho a ser sostenidos por la iglesia necesitan con mucha más razón trabajar. 44. Véase David J. Williams, 1ra y 2da Tesalonicenses (Peabody, MA: Hendrickson, 1992). El escribe: “Es probable que muchos supiesen que Pablo había recibido ofrendas de Filipos. Eso puede haber llevado a algunos a concluir que ahora había venido a Tesalónica con la esperanza de recibir más ofrendas (cf. Fil 4:15 pp)…Pablo presenta a Dios como testigo…de que la codicia no tiene alguna parte en su servicio misionero”. 45. J. M. Evert, “Financial Support”, en Dictionary of Paul and His Letters, editado por Gerald F. Hawthorne y Ralph Martin (Downers Grove, IL: InterVarsity Press,1993), 296 considera varias razones por las que Pablo rechazó la manutención (de aquí en adelante será citado como DPL). 46. Véase Hans Conzelmann, 1ra Corintios, (Philadelphia: Fortress Press, 1975), 152. 47. Véase nuestro trabajo, “La mayordomía y la teología del diezmo”. 48. Con Conzelmann, 1ra Corintios, 157. 49. Véase Gerard Delling, “Diatásso”, en Theological Dictionary of the New Testamento, vol. 8, editado por Gerard Kittle y Gerard Friedrich (Grand Rapids, Ml: Eerdmans, 1972), 34, 35 (de aquí en adelante será citiado como TDNT). 50. Véase Gerar F. Hawthorne, Philippians (Waco, TX: Word), 22. 51. Véase J. Goetzmann, “Phronesis”, NIDNTT, vol. 2, 617. 52. Véase Georg Bertram, “Paren”, TDNT, vol. 9, 233. 53. Véase P. T. O’Brien, “Fellowship, Comunión, Sharing”, DPL, 293. 54. Ibid, 294. 55. Hawthorne, Phillippians, 202 56. Véase F. F. Bruce, Phillippians (Peabody, MA: Hendrickson, 1983), 154. 57. Hawthorne, Phillippians, 206. 58. Ibid, 206,07. 59. Con Ralph P. Martin, Phillippians (Grand Rapids, Ml: Eerdmans, 1976), 168. 60. Véase Moulton and Milligan, Greek, 57,58. 61. A. Horstmann, “Apecho”; EDNT, vol. 1,121. 62. Para un resumen de la discusión entre los especialistas sobre los detalles históricos y teológicos vinculados con la colección, referimos al lector a S. McKnight, “Collection for the Saints” DPL, 143-147. Ofrece una importante información bibliográfica. 63. Véase Victor P. Furnish, 2da Corintios (New York: Doubleday, 1984), 399,413. 64. Véase Hans Dieter Betz, 2da Corintios 8-9 (Philadelphia: Fortress, 1985), 42. 65. Véase Ralph P. Martin, 2da Corintios (Waco, TX: Word, 1986), 255,53. 66. Betz, 2da Corintios 61. 67. Con Furnish, 2da Corintios, 447. 68. Betz, 2da Corintios, 110. 69. Véase Furnish, 2da Corintios, 448; G. Kittel, “Autarkei”, TDNT vol. 1, 466; B. Siede, “Arkeo”, NIDNTT vol. 3, 727. 70. P. T. O’Brian, “Mysticism”, DPL, 625. 71. Furnish, 2da Corintios, 448. 72. Betz, 2da Corintios, 110. 73. William F. Ore y James A. Walter, 1ra Corintios (New York: Doubleday, 1976), 356, sugieren que la ofrenda era proporcional y sustancial y que separarla era una actividad de la familia, 74. Véase Furnish, 2da Corintios, 422; y Betz, 2da Corintios, 74,75. 75. Con Martin, 2da Corintios, 254. 76. Betz, 2da Corintios, 44,45. 77. Véase H. Balz, “Leitougía”, EDNT vol. 2, 34,49. 78. Everts, “Financial”, 299. 79. T. Holtz, “lsos”, EDNT vol. 2,202. 80. Furnish, 2da Corintios, 419. 81. Véase Martin, 2da Corintios 293. 82. Véase David J. Williams, Hechos (Peabody, MA: Hendrickson, 1985), 93,94. 83. Véase French L. Arrington, The Acts of the Apostles (Peabody, MA: Hendrickson, 1988), 54. 84. F. G. Untergassmair, “Koinos common”, EDNT vol. 2, 302. 85. Véase Williams, Hechos, 97. 86. Arrington, Hechos, 57. 87. Con Williams, Hechos, 118. 88. Ibid, 92. 89. Arrington, Hechos 121.