Reportaje Puerto Edén

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PUERTO EDÉN
Cara a cara con el turismo indomable
Estuve una semana en el último lugar poblado antes de Puerto Natales. Allí me fasciné con
una villa de la Región de Magallanes donde habitan los últimos miembros de la etnia
Kawésqar y donde la actividad turística es un gran desafío por lo poco accesible del sector.
Aún así, la zona cuenta con un tremendo potencial escénico y cultural posible de visitar
todo el año.
TextoSebastián AbeliukFotosSebastián Abeliuk
El
Capitán
Leonidas en el
Bajo Cotopaxi
E
stuve una semana en el último
lugar poblado antes de Puerto
Natales. Allí me fasciné con una
villa de la Región de Magallanes donde
habitan los últimos miembros de la etnia
Kawésqar y donde la actividad turística
es un gran desafío por lo poco accesible
del sector. Aún así, la zona cuenta con
un tremendo potencial escénico y
cultural posible de visitar todo el año.
Zarpo desde Puerto Montt, en la X
Región de Chile, un frío atardecer de
verano. A la distancia, los edificios,
autos y la gente desaparecen poco a
poco. El viento en cubierta era
implacable, pero desde allí se goza de
las mejores vistas del mar. Como cada
semana, el buque-ferry Evangelistas de
la compañía Navimag inicia su ruta de
exploración y descubrimiento hacia
Puerto Natales, iniciando travesía por el
Golfo de Ancud y el seno de Reloncaví,
mientras tanta belleza escénica confirma
lo pequeño que somos.
El servicio a bordo está muy lejos
de los lujos que ofrecen los grandes
cruceros en el Caribe, y durante estas
cuatro noches y tres días cambio casinos
por juegos de bingo, las suites por
camarotes y butacas y el cine por
charlas de flora, fauna y glaciología.
Algo que por cierto disfrutan los más de
200 turistas –en su mayoría extranjerosque abordaron.
El barco debe enfrentar el Golfo de
Corcovado y más adelante el furioso
Golfo de Penas, donde se producen olas
de más de ocho metros. Mientras eso
sucede, el guía a bordo exclama
“ballenas a estribor”, produciendo una
especie de locura en todo aquel que
posee una cámara. Sin embargo, no
todos llegan a tiempo para captar una
instantánea: estos mamíferos de la
especie Jorobada y Minke desaparecen
tan rápido como entran en escena.
Más al sur, en las calmas aguas del
Canal Messier, puedo apreciar cómo
chapotean en el agua algunos petreles y
patos quetru no voladores, conocidos
como pato vapor. Al mismo tiempo
atravieso, cerca de la Angostura Inglesa,
un lugar conocido como bajo Cotopaxi,
un islote donde varó décadas atrás un
barco carguero griego de nombre
Capitán Leonidas, que ahora funciona
como faro y hogar de abundante
avifauna. De lejos parece un barco
fantasma que aún navega en estas
aguas.
El Servicio Nacional del Turismo, Sernatur, aún no ha diseñado un plan para
atraer más visitantes a la zona
Increíbles vistas
desde
los
alrededores de
Puerto Edén.
El POTENCIAL TURÍSTICO DEL EDÉN
Arribo a Puerto Edén (distante 24 horas
de navegación de Natales), ubicado en
la isla Wellington, al tercer día de
navegación. Avisan que el desembarco
es por la popa del barco, y durante
largos cuarenta minutos logro observar
un espectáculo único y pintoresco:
desde la distancia, una docena de
pequeños botes amarillos se acercan, lo
que me hace recordar a un enjambre de
abejas. Son pescadores y comerciantes
que utilizan a Navimag como su única
conexión entre la pequeña villa y el
mundo exterior, en un interesante
intercambio de mercancías y pasajeros.
El capitán del barco da la orden de
seguir, pero yo abordo un Zodiac de la
Armada de Chile que me traslada a lo
que será mi hogar por los próximos
siete días, donde se me presentará la
tarea de descubrir los atractivos de esta
zona a favor del turismo.
En Puerto Edén viven 175 personas,
entre las cuales se encuentra un
reducido grupo de la etnia kawésqar,
ancestrales canoeros, pescadores de
cholgas y nómades que habitaron por
primera vez esta región. El diminuto
poblado es el último con habitantes
antes de Natales y posee pequeñas
casitas de vivos colores y gente amable.
Ellos se distribuyen en tres barrios: el
primero pertenece a inmigrantes
chilotes (Barrio Negro); el siguiente
cuenta con servicios tales como escuela,
retén de Carabineros, hospedajes,
almacenes, llamado Posta (Barrio
Cívico); en tanto el tercero es donde
vive la comunidad kawésqar, dentro de
pequeñas casas color crema, y donde es
posible visitarlos y descubrir un poco
más de su cultura. Todo lo anterior está
unido por una pasarela peatonal de 2
mil 400 metros de longitud hecha en
madera de ciprés de las Guaitecas. Para
goce de los visitantes, se instalan
diversos puestos de artesanía, donde
destacan pequeños botes de no más de
10 centímetros hechos en cuero de lobo
marino.
UN TREKKING ESTRATÉGICO
Martes en la mañana. Día de trekking y
descubrimiento. Soy convocado para
presentarme frente a la blanca fachada
de la Capitanía de Puerto, junto al
marinero de la Armada Pablo Andrés
Acuña. Es un día soleado, perfecto para
disfrutar y vivir Puerto Edén y los
paisajes del Parque Nacional Bernardo
O’higgins, aunque nadie conoce a
ciencia cierta la ruta a seguir. Son
precisamente aquellas dudas las que me
incentivan a dar los primeros pasos
rumbo al Lago Valderas, en el valle
homónimo. Pasos equivocados, por
cierto, pues se trata de un sendero
costero que no tiene salida. Vuelvo.
Tardo unos veinte minutos en averiguar
que Puerto Edén no es precisamente un
paseo de día de campo, pues la
dificultad radica en que sabes dónde
empezar a caminar, pero nunca dónde
terminarás. Cuando por fin descifro el
trayecto inicial, caigo en cuenta que la
vegetación hará el papel de un peón en
un tablero de ajedrez, dificultando el
avance. Aquí es muy común el musgo y
las turberas que se vuelven esponjosas y
húmedas debido a las intensas lluvias.
Algo que describe de manera magistral
Sarmiento de Gamboa tras su paso por
el Estrecho de Magallanes en 1579:
“…y estos céspedes deste moho es
esponjoso, que pisando sobre él pie y
pierna, y algunas el hombre hasta la
cinta; y hombre hubo que se hundió
hasta los brazos, y por esta causa son
trabajosísimas
de
andar
estas
montañas”. Me hago camino al andar y
el trabajo en equipo es importante para
saber bien dónde colocar el siguiente
paso. Es divertido descubrir que tal
como Mario Bros en el clásico juego de
Nintendo, hay que saltar de un lado a
otro para no caer al “precipicio”.
Unos pequeños cerros están a mi Las
oscuras
alcance. Serán mis aliados por ahora, aguas del Lago
pues al subir a ellos puedo esquivar Valderas
momentáneamente los humedales y me
permiten vistas privilegiadas que me
enseñan un poco más este gran y
complejo tablero natural. Estudio mis
próximos movimientos. Desde las
alturas veo Puerto Edén, el Canal
Messier, el Paso del Indio y los islotes
que componen la bahía. También
confundo algunas rocas con ballenas.
Un descanso. Bajo. Vuelvo a subir,
sorteo arbustos con la ayuda de mis
manos y cruzo un riachuelo. Luego
vuelvo a una planicie y, finalmente,
topo con el río Valderas. Ya estoy cada
vez más cerca del lago.
¿Qué hago ahora? Las dudas en torno a
la ruta no se detienen, pero finalmente
decido ascender por una colina que se
alza junto a mí. Ha sido una buena
labor, pues alcanzo la cima luego de
treinta minutos y ya tengo en vista el
Lago Valderas, de aguas calmas y
oscuras, casi negras, aunque no puedo
verlo por completo. Rodeado de
hermosas montañas nevadas y bosque
patagónico, es un sitio desolado y
mágico. Hay quienes llegan hasta aquí
río arriba con la ayuda de kayaks, una
excelente forma de lograr un profundo
contacto con la naturaleza extrema.
Valderas es también un sitio ideal para
practicar pesca, y aquí lo que más
abundan son los pejerreyes.
Alcanzo las grises arenas del lago,
donde consigo observar algunas
especies de ranas, aves y arácnidos que
tejen sus redes entre las turberas. Al
llegar, doy un nuevo respiro y me animo
a descubrir un poco más allá, aunque
esquivando grandes troncos y una
vegetación blanda y húmeda que no da
tregua. Allí, dependerá de cada
visitante si sigue explorando o decide
retornar. En Puerto Edén no existen
límites, salvo los que impone la
geografía.
Puerto
Edén,
desde uno de los
Zodiac de la
Marina de Chile.
Almacén
El
Lolo, en Puerto
Edén.
ASCENDIENDO POR UN TUBO
Hacia el norte de la Capitanía de Puerto
existen
algunos
senderos
no
demarcados que permiten seguir
conociendo a pie los alrededores. Allí
se puede acceder a lo que es la cascada
Eva (600 metros) y algunos cerros tales
como el Yetarte y el Panchote. Para
ello, es recomendado solicitar respaldo
de algún guía local o de la Armada de
Chile, quienes conocen la ruta. Para
iniciar el trekking me acerco a una
embarcación pequeña junto a un
lugareño, hasta un punto cercano al
cementerio isla (en Bahía Malaka).
Desde allí subo por una ruta sin
señalizar, y tras media hora alcanzo una
pequeña casa que resulta ser una central
hidroeléctrica. Desde aquel lugar el
camino se torna más asequible. Solo
hay que continuar por un tubo color
azul hasta el término de éste, cerro
arriba, y donde existen fascinantes
panorámicas de montañas nevadas,
lagunas y caídas de agua.
Momento de fotos, de hidratación y de
admiración por lo que me rodea. Aún
más, cuando decido explorar la zona un
poco más a fondo, hallo entre montañas
un lago con vistas irreales hacia unas
cascadas y una montaña con pendientes
verticales que parecen ideales para la
escalada en roca. Si es así, aún no se ha
descubierto. Después de tres horas de
caminata, retorno por el mismo camino,
donde me esperan para seguir viaje a
Puerto Natales.
CAMINO A PUERTO NATALES
Con tristeza dejo Puerto Edén un día
domingo a las 14 horas, pero con la
alegría de saber que la próxima parada
del Evangelistas es el glaciar Pío XI.
Ubicado en el Canal Eyre, se trata del
más grande de Latinoamérica y el
avistamiento
estrella
durante
la
navegación. Llego a eso de las siete de
la tarde, con un día de sol que genera
una luz inmejorable. A medida que se
acerca este gran refrigerador al aire libre
de hielos milenarios, me doy cuenta de
su belleza y su tamaño: mil 265
kilómetros cuadrados de superficie, seis
kilómetros de ancho, y alturas que
superan los 75 metros.
Nadie en su sano juicio se perdería una
foto acá, y por ello los turistas repletan
el puente de proa del barco, mientras
algunas toninas y otras especies de
defines saltan cerca de mío. Un
espectáculo único e impagable la noche
antes de llegar a Natales.
Puerto Edén y los canales en la
Sobre estas líneas
Patagonia resultan ser un lugar aislado una vista del
y de mucha paz. Los pocos visitantes Canal Messier.
que se aventuran hasta acá descubren
que a la villa de 175 personas y sus
alrededores hay que saber cómo
domarla, y una vez que lo logran, no se
han de querer marchar.
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