Parte 1 - Sociedad del Santo Niño Jesús

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iempreí
í, eñor,
ida de ornelia onnelly
1809 - 1879
undadora de la ociedad del anto iño esús
lizabeth ary trub, shcj
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Casa Cornelia Publications
San Diego
© Society of the Holy Child Jesus
Via della Maglianella 379
00166 Rome, Italy, RM
All rights reserved
First edition published 2003
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ndice
Preface................................................................................iii
Dedicatoria .......................................................................... v
Antecedentes .......................................................................1
Con los Montgomery ...........................................................5
Un ministro y su señora.......................................................8
Natchez .............................................................................10
Pierce ................................................................................14
Unos meses en la nada.......................................................18
De Nueva Orleans a Roma .................................................21
Hacia el corazón de la Iglesia Católica................................26
La vida cosmopolita...........................................................31
Pierce en Inglaterra............................................................32
En Roma............................................................................35
Comenzando de nuevo ......................................................39
Juntos en Grand Coteau ....................................................41
Un año crucial ...................................................................45
Juntos pero separados........................................................52
Dos continentes, dos vidas.................................................57
Europa de nuevo ...............................................................62
Adentro .............................................................................68
El hombre propone, Dios dispone .....................................74
Entre dos mundos .............................................................77
“Aquí empieza una vida nueva” .........................................83
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“Obstáculos existen . . . ” ...................................................88
Connelly contra Connelly ..................................................92
El fin del comienzo............................................................98
All Souls, St Leonards on Sea...........................................103
El testamento del Reverendo Mister Jones........................109
Connelly contra Connelly; el fin de la Causa ...................113
Crisis en St Leonards ......................................................119
Entra Thomas Grant .......................................................124
Acciones: Emily; palabras: Cornelia .................................130
Emily en Liverpool ..........................................................131
Cornelia educadora .........................................................135
Cornelia y Dios................................................................140
Cornelia, ¿quién eres tú?..................................................146
Diez años de altibajos, y una duquesa..............................151
La Duquesa......................................................................154
La Regla siempre por hacer..............................................161
Otros acontecimientos .....................................................164
La familia de Cornelia......................................................167
Guerra poco civil .............................................................169
Entra James Danell ..........................................................174
El primer capítulo general y sus secuelas .........................180
Hacia la vida eterna .........................................................186
¿Qué pasó después?.........................................................191
El Mundo de Cornelia .....................................................193
Reconocimientos .............................................................195
Canto a Cornelia..............................................................196
¿Quién es quién en la historia de Cornelia?......................198
Indice biográfico..............................................................198
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reface
Sister Elizabeth Mary Strub’s story of Cornelia Connelly, Yes, Lord,
Always Yes joins the list of Cornelian biographies, but with a difference. It is the first one written with our SHCJ associates particularly in mind. The 1998 General Chapter of the Society of the Holy
Child Jesus, recognizing that our associates too are rooted in the
charism of Cornelia, asked that: “The extended Society leadership team
… commission a simple, illustrated life, in print or video, of Cornelia
Connelly in different languages”. When considering this request, we
discovered that Elizabeth Mary was already developing a Spanish
text, using sections of Cornelia’s life for reflection with our SHCJ
associates in Santiago, Chile. We were delighted when she accepted
to write this version for our English-speaking associates.
At the end of the book there are reflection questions on each of
the chapters. These are intended to help the reader deepen understanding and appreciation of Cornelia, this remarkable nineteenth
century woman who was called to be wife, mother, and foundress
of our Society. Although this book is addressed in the first place to
our associates, I am sure that others who read it will find Cornelia
a source of inspiration for their lives too.
I acknowledge with gratitude the many people who assisted in
the realisation of this short life of Cornelia. I would, however, like
to thank most especially, Elizabeth Mary Strub, shcj, who worked
through an unusually hot Roman June to complete the book; Radegunde Flaxman, shcj, a Cornelian scholar and author of A Woman
Styled Bold who ably assisted with research; Judith Lancaster, shcj,
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for reviewing the text with editorial skill and Wayne Gradon, shcj,
for designing an attractive book that many will want to pick up and
read. It is their scholarship, determination, and care which brings
to our associates and to all of us this new, shorter and reflective
version of Cornelia’s life.
Geraldine MacCarthy, shcj
Society Leader
Society of the Holy Child Jesus
Rome
15 January 2003
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edicatoria
La historia de Cornelia Connelly es la historia de muchas personas
como ustedes, aunque vivió en una época distinta, en un país distinto, y aunque pasó la segunda mitad de su vida como religiosa y
fundadora de una nueva congregación en la Iglesia. Como muchas
de ustedes, conoció las alegrías y las penas de ser casada con hijos.
Vivió la pobreza igual que la abundancia. Experimentó el mismo
deseo que experimentan ustedes de confiar a Dios todos sus seres
queridos y de entregarse por entero a Él.
Ustedes son asociadas y asociados de Cornelia no menos que
nosotras, que somos religiosas. El estado de vida de ustedes es igual
al de ella en la primera mitad de su historia. El nuestro es igual
al de ella en la segunda mitad. Nuestros distintos llamados son
complementarios y se enriquecen mutuamente. De ahí el valor de
nuestro encuentro. Desde estas diferentes perspectivas brindamos
a ese encuentro las percepciones privilegiadas de nuestras propias
vocaciones.
Ustedes son asociadas y asociados porque sintieron una atracción
hacia Cornelia cuando oyeron algo de su historia. Reconocieron una
afinidad con Cornelia y con aquellos cuyas vidas fueron tocadas por
ella y quisieron relacionarse con Dios como ella. Esa es la manera
en que obra nuestro Dios. Él pone en algunas personas afanes y
características espirituales que atraen a otras que tienen los mismos
deseos y rasgos, y las que comparten rasgos comunes se reconocen
y quieren estar juntas. Por eso, somos asociadas y asociados los
unos de los otros, y todos de Cornelia. Dios tiene sus razones. Es
por algo que su Espíritu nos convocó.
Ustedes captaron la esencia de Cornelia sin saber todos los detalles de su vida. Les ofrezco esta pequeña biografía para aumentar su
sentido de conexión con ella y para dar a conocer las circunstancias
en las cuales, entre una multitud de dificultades y contradicciones,
ella se mantenía fiel sólo a Dios. Reconociendo su valentía y su
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corazón alegre en Dios, ustedes pueden reconocer su propia valentía
y alegrarse más y más en el Dios de su propia vida.
Las siguientes páginas están dedicadas con mucha gratitud a
ustedes, asociadas y asociados de Cornelia y del Santo Niño Jesús.
Cornelia antes de su matrimonio
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ma y serás amado. cc
ntecedentes
Cornelia Augusta Peacock nació en 1809 en la ciudad de Filadelfia,
de los Estados Unidos. Teniendo en cuenta que la independencia
de los Estados Unidos de Inglaterra se había ganado solamente
treinta y tres años antes, y que Filadelfia era, al comienzo, la capital
de la nueva república, es fácil comprender cómo, años después, un
obispo inglés podía referirse a Cornelia, con desprecio, como a “esa
yanqui”.
Cornelia era la regalona de una gran familia bien constituida
y acomodada. Su papá, Ralph Peacock, nació en Yorkshire, en Inglaterra, y allá llevaba una vida tranquila y campestre. Emigró a
Filadelfia quince años antes del nacimiento de su séptimo y último
hijo, Cornelia. Allí participaba en la vida cívica como hombre de
negocios y comerciante, y llegó a tener propiedades por distintas
partes de Filadelfia y su entorno. Se casó con una viuda, Mary
Swope Bowen, y de esa unión, quince años después de su llegada
a la ciudad, nació Cornelia.
Por tres generaciones, los predecesores de Mary habían participado en el desarrollo de la colonia y la lucha por su independencia. Se había casado por primera vez con un inglés, John Bowen,
hacendado en Jamaica. Con él tuvo dos hijos, John e Isabela, los
mediohermanos de Cornelia. Después de la muerte de Bowen, Mary
volvió a Filadelfia y se casó con Ralph Peacock, llevando a la unión
su considerable fortuna. Mary estaba acostumbrada a un alto grado
de comodidad y a la compañía de los líderes de la sociedad cívica
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de Filadelfia.
La familia Peacock ocupó una buena casa de tres pisos en un
barrio atractivo de la ciudad. Los lazos entre los hermanos eran
cariñosos y duraderos. (Quedaron seis, pues una hermanita de once
meses había fallecido justo antes del nacimiento de Cornelia.) Durante toda la vida Cornelia mantendría estrecho contacto con sus
hermanos, sobrinos, y sobrinos nietos.
Tenemos muy poca información sobre la niñez de Cornelia.
Probablemente se educó en casa, según la costumbre entre familias
como la suya. La religión familiar era la presbiteriana, y de acuerdo
con esta fe fue criada con un vivo sentido de Dios presente y una
gran rectitud moral. Su amor a la verdad y la justicia fue un rasgo
innato. Recordando su juventud, Cornelia diría que era desordenada
y propensa a estallidos de mal genio. Es fácil imaginarla actuando
con mucha espontaneidad según los impulsos de su naturaleza
generosa, sin tomar mucho en cuenta las consecuencias.
Hay una anécdota que muestra en germen algo de la personalidad
de la “mujer atrevida” que Cornelia llegó a ser. Ella y su hermana
mayor, Mary, se encontraban en una pradera donde pastaban unos
bueyes. La pequeña Cornelia, de siete años, provocó a uno de ellos
de manera que el buey la persiguió. Aterrada, Cornelia se echó a
correr. Apenas escapó refugiándose en un granero cercano. Mary,
de once años, reaccionó con igual rapidez. Con su paraguas rojo,
abriéndolo y cerrándolo, logró distraer y enfurecer al buey, que se
echó atrás y cayó en un barranco. Desgraciadamente el buey murió.
La historia no dice a quién se mandó la cuenta.
Sólo dos años después del episodio del buey, las dos niñas
perdieron a su papá, y sus vidas cambiaron bruscamente. Ralph
Peacock, que no fue un hombre de negocios astuto, dejó deudas que
significaban que los Peacock tenían que economizar. En medio de su
gran pérdida humana y material, la familia quedó unida alrededor
de la mamá y disfrutó del mismo clima cariñoso de antes. Hubo otra
muerte, el hermano mayor de Cornelia, Dodsworth. Y bodas—la
del mediohermano de Cornelia, John Bowen, y la de su hermana
mayor, Adeline, con un hombre muy rico, Lewis Duval. La medio2
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hermana, Isabela, se había
casado antes del nacimiento
de Cornelia.
Cornelia compartió los
pasatiempos y los intereses
de sus adorados hermanos,
especialmente la pintura y
los juegos en familia. Su
vida hasta los catorce años
era feliz y querida en el
seno de esta familia sinceramente unida. Siendo
la menor, sacó provecho
de las cualidades de sus
hermanos y aprendió de
cada uno. Su equilibrio
psicológico y su madurez
emocional sin duda fueron
productos de este círculo
Adeline Peacock Duval
alegre y seguro que fue la
familia Peacock.
Así, rodeada de cariño,
Cornelia cumplió los catorce años de edad. Por estas fechas murió su
mamá de una prolongada enfermedad, y Cornelia quedó huérfana.
Todo lo que hasta entonces era conocido y querido, desapareció.
Los hermanos tuvieron que separarse, vender la casa paterna, y
buscar cada uno su propio rumbo. Cornelia fue recibida por su
mediohermana Isabela Montgomery. Y con ella empezó, en plena
adolescencia, su nueva vida.
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eflexión
Cornelia cambió su religión tres veces durante sus setenta años.
Pero siempre el mismo Dios la atrajo y la inspiró a dar lo mejor de
sí misma. “Dios solo” era el hilo conductor de su vida. ¿Hay un hilo
conductor en tu vida? ¿Cuál es?
Su experiencia familiar dejó un sello indeleble sobre su personalidad, especialmente su relación cariñosa con sus hermanos.
Mantuvo una estrecha relación con ellos durante toda la vida, y ellos
la reconocieron como una fuente de unidad y bondad, a pesar de
ser la menor. ¿Cómo está tu relación con los distintos miembros de
tu familia? ¿De qué manera el pertenecer a tu familia ha influido
en tu vida y tu forma de ser? ¿Cuáles son algunas de las buenas
cualidades de tus hermanos y tus papás que te han marcado? ¿Y
sus malos rasgos?
¿Hay alguna anécdota de tu niñez que demuestre algo de tu
personalidad?
Cornelia sufrió la pérdida de sus papás y el hermano mayor,
tres seres queridos, en sus primeros catorce años. Desde cierta
perspectiva su joven vida fue una serie de pérdidas mortales. Pero
ella no lo vio así. Nunca perdió su espíritu alegre y optimista, ni su
carácter luchador frente a los golpes de la vida. ¿Has sufrido, como
ella, algunas pérdidas mayores? ¿Cómo te han afectado? ¿Cómo
recuperaste tu equilibrio y tu felicidad?
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as dificultades existen para ser superadas. cc
on los ontgomery
La atmósfera de esta nueva casa fue bien diferente. No había otros
jóvenes, y Cornelia se encontró sola en una familia más sofisticada
que la suya y poco acostumbrada a la presencia de niños porque los
Montgomery no tenían hijos. Tampoco se conocían estrechamente,
Cornelia e Isabela, porque nunca habían vivido juntas bajo el
mismo techo. En cuanto a religión, Isabela era presbiteriana pero
su esposo pertenecía a la Iglesia Episcopal, la iglesia típica de la clase
alta.
A pesar de su entorno más formal y riguroso, Cornelia tenía
a su disposición todas las ventajas de una joven privilegiada en la
sociedad filadelfiana. Los Montgomery fueron buenos y generosos
para con ella— le proporcionaron profesores particulares, acceso a
los conciertos, los museos, las bibliotecas, los centros culturales de
esta gran ciudad (a veces llamada “la Atenas” de la nueva nación),
y a un refinado círculo social. Los Montgomery eran más que generosos con su hijastra. Cornelia podía alimentar su interés en el arte,
la música, el drama, y los idiomas. Y como era típico en ella, no
perdió tiempo lamentando su suerte. Ya estaba aprendiendo el arte
de obedecer a la realidad con un espíritu tranquilo y confiado.
Cornelia pasó ocho años como hija adoptiva de Isabela y Austin Montgomery. Es casi seguro que durante ese tiempo conoció al
Reverendo James Montgomery, hermano de Austin. Era rector de
la nueva iglesia episcopal, San Esteban, en un hermoso sector de la
ciudad. Ya la hermana de Cornelia, Adeline, y su esposo, se habían
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integrado en su comunidad. Es posible que también Cornelia empezara a participar en las actividades de San Esteban, aunque sólo
se bautizó en esta iglesia justo antes de su matrimonio.
La figura de James Montgomery es muy atractiva. Era ministro
en la rama de su Iglesia más cercana a la Iglesia Católica en cuanto
a culto y creencias. Su elocuencia y su fama de santo le aseguraron
una creciente congregación de discípulos. ¿Se encontró Cornelia
entre ellos? De haber sido así, fue sin duda la santidad de su tío
adoptivo lo que debe haberla atraído.
En un momento no precisado, y probablemente a través de
James Montgomery, Cornelia llegó a conocer a un joven ministro
episcopal llamado Pierce Connelly. Se dice que Cornelia, con su bella
voz, cantaba en su iglesia. Pierce había sacado su título de Maestría
en Leyes en la Universidad de Pennsylvania en 1824, e inmediatamente después empezó sus estudios para el ministerio. En 1828
fue ordenado sacerdote y asumió un puesto como asistente en una
iglesia cerca de Filadelfia. Por su evidente sinceridad y ardor como
ministro, combinados con su inteligencia y guapa figura, constituían
un deseable partido en los círculos femeninos. Cornelia, ahora una
joven mujer de veintidós años y excepcional belleza, fue la pareja
ideal del joven sacerdote. Los dos se enamoraron de una manera
irreversible y decidieron casarse.
No sabemos exactamente por qué Isabela Montgomery se opuso
a la unión. ¿Por esnobismo, o simplemente porque a ella Pierce no
le gustó? Es verdad que, comparado con los Montgomery, Pierce
era poco acomodado. Y se tenía la falsa impresión de que su papá,
Henry Connelly, era un simple artesano, y no el culto ebanista que
fue. Puede ser, también, que Isabela viera algo en Pierce de inestabilidad o ambición exagerada. Cualquiera que fuese la razón, Isabela
prohibió a Cornelia casarse con Pierce en su casa.
Podemos imaginar la situación—Isabela y Cornelia enfrentándose en un conflicto penoso, Austin defendiendo al joven ministro
por lealtad a su hermano James Montgomery, sacerdote de la misma
comunión de Pierce, y Cornelia con la fuerza de un gran amor buscando una solución al dilema.
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eflexión
Al comienzo de su nueva vida con los Montgomery, Cornelia debió
haberse sentido muy sola y desamparada. Además, a los catorce
años una adolescente necesita más que nunca la comprensión de
su mamá. ¿Te acuerdas de ti misma, de ti mismo a esa edad? ¿Cómo
te sentiste? ¿A quiénes te confiaste?
Puede ser que no tuvieras las ventajas que tenía Cornelia, pero
sí, como joven, tenías intereses y sueños, placeres y buenos amigos.
¿Cuáles fueron? Haz una lista de los más importantes y compártela
con otra asociada o asociado.
Cuando Cornelia decidió casarse con Pierce, ni la oposición de
Isabela ni la relativa pobreza de Pierce podrían detenerla. En cierto
sentido, casarse con él, un sacerdote, era como casarse con Dios.
Viéndolo en retrospectiva, ¿se equivocó? ¿Has tenido la misma certeza
en alguna decisión en tu vida? ¿Has tenido que oponerte a alguien
con autoridad? ¿Cuál fue el resultado?
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stoy lista para cualquier cosa que quiera ios. cc
n ministro y su señora
Es la noche del primero de diciembre de 1831. La hermosa casa de
Adeline, hermana de Cornelia, está adornada para una boda. Los
invitados están reunidos arriba en el salón—los hermanos de Cornelia y Pierce, la mamá de Pierce, la familia Duval y los amigos. ¿Y
los Montgomery? El reverendo James, sí, pero Isabela y Austin,
probablemente no.
El obispo White, quien había preparado a Pierce para su ordenación, ahora tiene la satisfacción de presidir su casamiento
con Cornelia. En la presencia de Dios y sus familiares, Pierce y
Cornelia intercambian votos de amor y fidelidad hasta la muerte.
Desde ahora y para siempre, están unidos en el santo sacramento
del matrimonio.
La novia tiene veintidós años. Luce de una belleza fuera de lo
común. De baja estatura y complexión delgada, su cara es especialmente hermosa, con facciones delicadas y bien cinceladas. Tiene vivos
ojos negros llenos de fuego y dulzura. La frente alta y ancha, y la
nariz bien definida. Su sonrisa es muy dulce. Está coronada de una
caballera oscura y ondulada. (Así la describe un contemporáneo.)
El novio, de veintisiete años, es alto y delgado, algunos dicen
que buenmozo, de frente alta y barbilla fina. Parece todo un personaje—intenso, serio y sensible.
Cornelia encontró la solución a su dilema. En la casa de su
hermana Adeline contrajo su compromiso formal con Pierce. No
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hubo decepción de parte de ella, respecto a los Mongomery, sólo
una determinación inspirada por un amor que superaba todo obstáculo. Casarse en el seno de la familia, y no en una iglesia, era
costumbre de la época. Indicaba que la iglesia doméstica era tan
sagrada como una catedral. Y fue la intención de la nueva pareja
confirmar que así era.
Menos de un año antes, Cornelia se había bautizado en la
Iglesia Episcopal. Con esto adoptó la religión de James y Austin
Montgomery, y de Pierce. No hay datos de un bautismo anterior en
la Iglesia Presbiteriana, así que probablemente este fuera su primer
bautismo. Lo tomó muy en serio porque desde entonces en adelante
Cornelia renovaría sus votos bautismales todos los días de su vida.
Puede ser que Pierce la ayudara a entender y abrazar los elementos
de su nueva fe. Por su parte, Cornelia estaba lista para asumir un
rol casi sacramental al acompañar a su marido en su ministerio a
dondequiera que lo llevara. En el contexto matrimonial, Cornelia
ya tenía una vocación de servicio inspirado por amor a Dios.
Pocos días después de su casamiento, Pierce recibió un llamado, que mucho deseaba, para ser rector de una iglesia propia -la
Santísima Trinidad, en Natchez, Mississippi, muy lejos de Filadelfia,
en el sur del país. Ambos esposos, con un gran sentido de estar en
el mismo camino de los discípulos que salieron de dos en dos para
evangelizar, se despidieron de sus seres amados, dejando atrás todo
lo familiar y querido, y salieron a evangelizar en una parte lejana y
casi virgen del país. A las cuatro de la madrugada subieron al coche
rumbo a Pittsburgh. Fue una aventura hacia lo desconocido, pero a
la vez hacia un futuro lleno de posibilidades sin límites.
Se necesitaba seis días para recorrer la distancia entre Filadelfia
y Pittsburgh, en un coche sin resortes y con los lados abiertos al frío
de diciembre, atravesando ríos, llanos y montañas. Y cinco noches
en posadas a lo largo del camino. Ya en Pittsburgh, zarparon en un
barco a vapor, río abajo, para entrar en el “padre de las aguas”, el
Mississippi, y finalmente llegar a Natchez. Fue este último un viaje
de mil setecientas millas, y duró quince días más. Los novios empezaron su vida juntos en un nuevo mundo y una cultura ajena.
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atchez
Natchez era una ciudad situada justo en la ribera este del río Mississippi, en el estado del mismo nombre. Había crecido como un
centro comercial donde los productos agrícolas, especialmente el
algodón, empezaban su viaje al norte y a Nueva Orleans, y por todo
el mundo. Estaba rodeada de grandes plantaciones donde trabajaban
miles de esclavos. Muchos hacendados ricos mantenían sus mansiones en la ciudad. Imagínese la mansión de Scarlet O’Hara en Lo
que el viento se llevó, y se tendrá una imagen típica de la parte elegante de Natchez.
En las arboladas calles de la ciudad se veía todo tipo de personas. Mezclados con hacendados a caballo o en carruajes, había
comerciantes, vagabundos, aventureros, misioneros y, por todas
partes, esclavos negros. La aristocracia de Natchez era culta, refinada,
La iglesia epíscopal de la Santísima Trinidad, Natchez
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Caseta Blanca, Natchez
orgullosa, y protestante. La iglesia de Pierce, la Santísima Trinidad,
era la única iglesia episcopal en Natchez, y por eso era la iglesia de
los grandes hacendados cuyas tierras y gente (la mayoría esclavos)
rodeaban la ciudad.
Uno de estos hacendados fue el Doctor Newton Mercer, propietario de una hermosa plantación, Laurel Hill (Cerro Laurel). Fue el
caballero más destacado del lugar, un cristiano ejemplar. Era amigo
del hermano de Pierce, Henry Connelly, y posiblemente fue Mercer
quien propuso a Pierce cuando la iglesia necesitaba un nuevo rector.
Al llegar la joven pareja a Natchez, el Doctor Mercer los patrocinó, y
una gran amistad se desarrolló entre las dos familias. Los Connelly
eran huéspedes frecuentes en Laurel Hill. Mercer probablemente les
ayudó a encontrar una casa adecuada en la ciudad.
Después de un año los Connelly se instalaron en esta linda casa,
una “Tara” en miniatura. Se llamó White Cottage (Caseta Blanca).
Allí, el 17 de diciembre de 1832, nació un primer hijo, Mercer, to11
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cayo y ahijado del Doctor Mercer. No sabemos en qué circunstancias
Cornelia dio a luz, si fue un parto difícil o no. Dada su delgadez,
probablemente no fue fácil. Pero llegó de Filadelfia Mary Peacock, la
querida hermana de Cornelia, a acompañarla en su alumbramiento,
y se quedó como un miembro más de la familia.
El joven ministro y su señora llegaron a ser muy queridos por
sus feligreses. Muchos de ellos, grandes hacendados de Natchez,
abrieron sus casas a Pierce y Cornelia. White Cottage fue también
un punto de reunión para mucha gente, y no sólo ricos. La espiritualidad y el encanto de Cornelia, el fervor de Pierce como ministro, la sinceridad de ambos y su afán de crear un hogar realmente
cristiano y acogedor, eran factores muy atractivos. Los Connelly,
como el Doctor Mercer y toda gente blanca de peso, tenían esclavas
para la casa y los niños, pero en una escala muy reducida. Cornelia
cuidaba de ellas como una mamá, instruyéndolas en la fe y tratando
sus enfermedades.
El ministerio de Pierce fue duro, cansador, y a veces desalentador. Esclavos, plantaciones, grandes distancias entre Natchez y los
límites de la parroquia, calor asfixiante—todo esto fue para Pierce
un desafío para el que nada en su experiencia lo había preparado.
Estaba muy solo en su ministerio. No había cerca otras iglesias episcopales; su propio Obispo tenía a su cargo un enorme territorio, y
en tres años hizo una sola visita oficial a la Santísima Trinidad. Su
congregación era totalmente blanca; los negros preferían el estilo
más evangélico. Y a pesar de que esaba compuesta de hacendados,
comerciantes y profesionales, su número era muy bajo -sólo catorce
tomaron la comunión con regularidad a la llegada de Pierce. Este,
con gran esfuerzo, entre 1832 y 1835 logró integrar a cuarenta y
dos más—una cosecha poco alentadora.
No cabe duda de que Pierce trabajaba con mucho celo por el
reino de Dios. Su Obispo, Otey, lo anotó en su única visita. Predicaba
con fuerza y elocuencia, administraba los sacramentos y celebraba la
Eucaristía piadosamente, y enseñaba la doctrina pura de su Iglesia.
En fin, era un ministro ejemplar. Pero a veces caería en un estado
de depresión y Cornelia tendría que darle ánimo y consuelo.
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eflexión
Cornelia y Pierce se casaron sin la bendición de Isabela y bajo circunstancias difíciles. Verse obligada a desafiar a su mediohermana
debe haberle ensombrecido un poco a Cornelia su día de bodas.
¿Te acuerdas de algún día en tu vida—tu graduación, tus bodas, el
mudarte a una casa propia, el nacimiento de un hijo -marcado por
una pequeña sombra? ¿Qué pasó? ¿Qué sentiste? Y ¿cómo integraste
esa experiencia en tu vida diaria?
Como joven matrimonio, Cornelia y Pierce empezaron su nueva
vida lejos de sus familias y amigos, en un ambiente ajeno. Fueron
pioneros que no tuvieron que depender de nadie excepto de ellos mismos. ¿Cómo fue tu experiencia de recién casada o casado?
¿Similar o diferente de la de los Connelly? ¿Qué desafíos tuviste
que enfrentar?
Al comienzo de su vida matrimonial, Cornelia jugó un papel de
esposa muy definido por la profesión de su marido. Era la señora
del ministro. Fue su acompañante, y después, la madre de sus hijos.
Pero este rol cambió a lo largo de los años. ¿Tu rol en la familia ha
cambiado desde el comienzo? ¿De qué manera? ¿Cómo lo viviste
en calidad de recién casada o casado? ¿Y después?
Mercer Connelly fue el primer hijo de Cornelia. Nació sin las
conveniencias de hoy, y en una época en que la mortalidad infantil
era alta. Cada alumbramiento fue un riesgo mortal para la mamá
y el bebé. ¿Cuáles fueron las circunstancias de tu nacimiento o del
de tu primer hijo? ¿Qué sentimientos experimentaste como mamá
o papá por primera vez? ¿Fue un parto difícil o no?
A pesar de las dificultades que tuvieron que enfrentar juntos,
Cornelia y Pierce eran sumamente felices. Pierce fue respetado y
Cornelia muy querida por la gente de Natchez. Tenían buenos
amigos, un ministerio exigente pero pleno, hijos sanos, y, después
de un año, la presencia de la hermana de Cornelia, Mary Peacock,
una compañera dulce y eficiente. Piensa en una etapa muy feliz en
tu vida, una temporada que te habría gustado prolongar indefinidamente ¿Qué caracterizó esta etapa? ¿Por qué fue tan feliz?
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ebemos ir a ios a través de nuestras intenciones. cc
ierce
Pierce Connelly era un hombre complejo, lleno de contradicciones.
El mayor entre cuatro varones, sus hermanos no lo querían mucho.
No quiso seguir la profesión de su papá, ebanista destacado cuyas
obras amueblaron las casas más distinguidas de Filadelfia, y que
hoy se encuentran en los grandes museos. Al contrario, siguió una
vocación clerical de poca remuneración.
A pesar de los pocos recursos de Pierce, su genealogía era motivo
para vanagloriarse porque su padre Henry, y su tío, Coronel John
Connelly, habían sido hombres filantrópicos y bien conocidos en
la vida cívica. John sirvió en la guerra revolucionaria contra Inglaterra, y fue en distintas épocas senador y diputado en el gobierno de
Pennsylvania (el estado donde se ubican las ciudades de Filadelfia
y Pittsburgh).
Con su mamá, Elizabeth Pierce Connelly, tenía una relación ambigua. No sabemos qué pasó entre ellos, pero hubo un alejamiento
y, por parte de Pierce, sentimientos de fracaso y rechazo hacia ella.
Y más tarde, en relación con Isabela Montgomery, sintió un rechazo
que pudo haber surgido de diferencias familiares respecto a la no
muy distante guerra de independencia contra Inglaterra.
Algo en el corazón de Pierce le decía que estaba destinado a
grandes cosas. Creía mucho en la humildad, y hablaba sobre ella
con elocuencia, pero necesitaba un puesto bajo el sol entre gentes
de peso en la sociedad. Su afán de figurar quizás tuvo su origen en
la relación problemática con su madre, quien, según parece, prefería
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a los hermanos menores. Pierce no podía tolerar bien ni el rechazo
ni el anonimato.
Muchas personas de la iglesia donde empezó su ministerio se
habían opuesto a su nombramiento. Y justo antes de casarse, le fue
negada su postulación como rector de una iglesia importante en
Boston. Fueron reveses humillantes que logró superar. Pero como
humilde ministro de un reducido rebaño en la frontera de la nación,
se sentía frustrado y aun deprimido. Hubo un momento durante
este período en que albergó la esperanza de ser nombrado Obispo,
pero todo quedó en nada.
En medio de su frustración, Pierce empezó además a darse cuenta
de que había un movimiento rabiosamente anticatólico a su alrededor.
Surgió entre los evangélicos más carismáticos y se propagó como un
incendio entre las demás sectas del protestantismo en el este de los
Estados Unidos. Las distintas sectas se unieron para oponerse a la
presencia cada vez más numerosa y fuerte de inmigrantes católicos
con su Iglesia de Roma. Hicieron correr escandalosas mentiras sobre el
Papa, sacerdotes y religiosas, y sembraron el temor de una inminente
invasión de tropas papales en los Estados Unidos. Este “movimiento
nativista”, alimentado por el temor de una ola de católicos pobres
de Europa que vendrían a quitar puestos de trabajo y a crear guetos
culturales, estalló en violencia contra iglesias y conventos.
Pierce formaba parte del ala de su Iglesia más parecida en sus
doctrinas y prácticas a la Iglesia Católica. Pero, a pesar de la presión
que ejercía la opinión de los protestantes de Natchez, resistió el frenesí
de anti-catolicismo que atacó sus creencias fundamentales y que lo
hizo echar una mirada más atenta a la misma Iglesia Católica.
Al mismo tiempo, Pearce conoció en la casa de un amigo, el señor
Chotard, a un francés muy destacado, un explorador y científico, el
chevalier Josef Nicolas Nicollet, católico ferviente. Era el título que
más habría fascinado a Pierce. Se hicieron amigos, y juntos pasaron
horas conversando de temas filosóficos y religiosos. Cuando Nicolet
estaba de viaje explorando el oeste del país, intercambiaban cartas en
las cuales Pierce expresaba sus preocupaciones por el sistema político
demasiado liberal e individualista de sus compatriotas. Lamentaba la
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ausencia de autoridades políticas y eclesiales,
y temía el poder
democrático y
poco educado
del ciudadano
estadounidense.
Reveló su gran
necesidad de
acatar a algún
personaje de
derecho divino
en la vida civil
y en la iglesia.
Por eso encontró en la Iglesia
Católica, la de
su amigo Nicolet, una posible
Pierce Connelly en 1836
respuesta a su
búsqueda. El
hecho de que
Nicolet
era
además un aristócrata puede haber aumentado su influencia sobre
su amigo Connelly.
Tres años después de su llegada a Natchez, y mientras Cornelia
esperaba su segundo hijo, Pierce andaba con dudas cada vez más
profundas sobre la Iglesia Episcopal y su ministerio dentro de ella.
Probablemente había confiado sus inquietudes a su Obispo. Es seguro que las compartió con Nicolet. Una religión que atacaba otra
iglesia con tanto rencor y violencia no podía ser la iglesia fundada
por Jesucristo.
En agosto de 1935, Pierce escribió una carta de dimisión al
Obispo Otey. Daba como motivo su poca fe en la autoridad divina
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de la Iglesia Episcopal, y declaraba su intención de estudiar detenidamente la doctrina de la Iglesia Católica. El mes siguiente, se
despidió de sus feligreses entre lamentos y lágrimas, pues lo querían
y estimaban por su saber y su devoción. Hasta le regalaron una copa
de oro como signo de su gran aprecio.
En este momento Pierce pensaba transferir a la Iglesia Católica
su condición de ministro. Para él no era impensable ser converso,
sacerdote católico y hombre casado a la vez. (En nuestros tiempos
sí sería posible.) Por otra parte, no cabe duda de que actuaba con
sinceridad, pero la decepción respecto a sus ambiciones, y las exigencias físicas y morales de su ministerio, pudieron también haber
contribuido a su decisión. Según él, fue una decisión casi heroica.
Perdería su fuente de trabajo, escandalizaría a sus seres queridos y
a sus amigos, y se lanzaría hacia un futuro desamparado llevando
con él a Cornelia y a sus dos hijos.
eflexión
Pierce admiraba a su amigo Nicollet por su compañerismo culto y
su conversación intelectual. Su amabilidad hacia Pierce satisfizo su
afán de ser tomado en cuenta. ¿Has conocido alguna vez a una
persona famosa o impresionante como el chevalier Nicolet? ¿Cómo
te sentiste en su presencia? ¿Qué recuerdos tienes de él o ella?
Cornelia acompañó a su marido cuando decidía y arriesgaba su
futuro. ¿Has acompañando a tu esposo, tu esposa, o a otra persona
en un trance parecido, en algo que iba a afectarte profundamente?
¿Puedes compartir la experiencia?
Si hubieras estado en los zapatos de Cornelia, ¿cúal habría sido
tu reacción frente a la decisión de Pierce?
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