LA MONARQUÍA HISPANA – EL IMPERIO HABSBURGO

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LA MONARQUÍA HISPANA – EL IMPERIO HABSBURGO CARLOS I – V Carlos, hijo de Juana y Felipe el hermoso, heredó un extenso imperio de sus abuelos y se convirtió en el monarca más poderoso de su época. Su reino estaba formado por una gran variedad de reinos diferentes con sus propias leyes e instituciones que sólo tenían en común al mismo rey. Fue un monarca de su tiempo y aunque autoritario, no tenía un poder absoluto por lo necesitaba la aprobación de las cortes o parlamentos, especialmente en el establecimiento de nuevos impuestos. Los ingresos del rey provenían en su mayoría del cobro de impuestos en Castilla, pero estos no eran suficientes para financiar su política, que tenía como principal objetivo el de unificar la cristiandad bajo su mando, por lo que recurrió a prestamos que fueron poco a poco endeudando a la monarquía. Cuando en 1516 llegó a Castilla, se le consideró un rey extranjero puesto que había sido educado en Flandes y llegó acompañado de numerosos nobles flamencos a los que dio cargos en un gobierno del que no conocían nada. Este malestar se acentúo cuando el joven rey gasta grandes cantidades de dinero castellano en promover su nombramiento como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. En 1520 estalla la primera revuelta a las que tiene que hacer frente, conocida como la rebelión de las Comunidades. Las ciudades castellanas de Toledo, Burgos y Segovia reconocen a Juana, madre de Carlos, como reina y organizan un ejército que fue derrotados en la batalla de Villalar en 1521. Sus cabecillas, los comuneros Padilla, Bravo y Maldonado fueron ejecutados, y aunque se restableció la autoridad de Carlos en Castilla este cambió su forma de gobernar. En estos mismos años (1519-­‐1523) la burguesía de Mallorca y Valencia (las germanias) se subleva contra la nobleza, pero esta se alía con el monarca y los “agermanados” son derrotados. En el exterior, Carlos V tuvo que hacer frente a tres grandes focos que se oponían a su objetivo de unificar la cristiandad. Por un lado Francia, su principal rival puesto que también buscaba la hegemonía en Europa; por otro los turcos, que amenazaban la estabilidad del Mediterráneo y la seguridad de la frontera oriental del imperio; y por último los príncipes alemanes que se enfrentaron al emperador por su defensa del catolicismo. Con la Francia de Francisco I se enfrentó y venció en Pavía en 1525, conservando así el ducado de Milán. Con los turcos se enfrentó en 1529 cuando el sultán Suleiman I sitió la ciudad de Viena, pero las tropas imperiales lograron resistir y los turcos se retiraron. En Alemania intentó defender el catolicismo manteniendo una actitud conciliadora sin enfrentarse a los príncipes, pero cuando se hizo inevitable se iniciaron una serie de largas guerras de religión. A pesar de los éxitos iniciales, como la victoria en la batalla de Mühlberg (1547), nuevos enfrentamientos le llevaron a firmar, poco después la Paz de Augsburgo (1555) en la que se reconocía la libertad religiosa en los estados alemanes. Decepcionado, enfermo y cansado, abdicó en 1556 y repartió sus posesiones entre su hermano Fernando, al que entrega la herencia austriaca y el titulo de emperador, y su hijo Felipe, a quien le corresponden el resto de sus posesiones. FELIPE II Aunque nunca ostentó el título de emperador, el imperio de Felipe II fue el más poderoso de su época. A la herencia paterna se une en 1580 el reino de Portugal, al que accede por se hijo de una infanta portuguesa, creando así el imperio más grande que había conocido la humanidad. A diferencia de su padre Felipe II apenas salió de España y gobernó su imperio desde su nueva capital, Madrid, puesto que consideraba Castilla (España) el centro de su monarquía. (Por eso se llama reino hispano) Aunque continuó con las instituciones de la monarquía autoritaria, acentúo su poder y centralizó el gobierno, puesto que las cortes apenas se convocaban y todas las decisiones partían de él. Toda la política giró en torno a dos objetivos claros y definidos, el mantenimiento de su herencia patrimonial y la defensa del catolicismo frente al Islam y al protestantismo, y no dudó en defenderlos con las armas, lo que provoco una gran cantidad de guerras. En el interior de la Península Felipe II se identificó con el espíritu de la Contrarreforma y se fijó como objetivo preservar los reinos hispanos de la amenaza protestante, por lo que impidió salir a estudiar al extranjero y utilizó a la Inquisición para prohibir libros y comportamientos sospechosos. Esta intransigencia dio lugar a la “pureza de sangre” en los cargos públicos y a la revuelta de los moriscos de las Alpujarras en 1567, que acabó con su disgregación por todo el territorio. A esta situación se une la revuelta de Aragón, en apoyo de su secretario, Antonio Pérez, acusado de asesinato. Felipe II invade Aragón y, aunque Antonio Pérez huye, recorta los fueros y privilegios aragoneses. En el exterior Felipe II tuvo que atender a numerosos frentes: •
En 1557 se enfrentó a los franceses a los que derrotó en la batalla de San Quintín, obligándoles a firmar la Paz de Cambresis, pero la rivalidad nació de nuevo al final del reinado. •
Con los tucos se enfrentó en la batalla de Lepanto, capitaneando la liga Santa, de la que también eran miembros los venecianos, genoveses y el papado. •
En Portugal tuvo que imponer por las armas sus derechos sucesorios al proponer los nobles un candidato alternativo. Su victoria en la batalla de Alcántara obligó a las Cortes de Tomar a reconocerle como rey de Portugal en 1581, uniendo así todas sus posesiones ultramarinas a su ya gran imperio. •
En los Países Bajos, la expansión del Calvinismo chocó con la intransigencia religiosa del monarca y la revuelta se mezcló con ideas independentistas y la sublevación estalló en 1566, dirigida por Guillermo de Orange. A pesar de la presencia de los tercios españoles, en 1559 las provincias del norte, protestantes, se declararon independientes, prolongando el conflicto, que será heredado por su hijo. •
En Inglaterra, Isabel II ha consolidado el anglicanismo y ataca los buques españoles a la vez que apoya a los rebeldes flamencos. Por ello Felipe II envía a la Armada Invencible para invadir el país, pero es derrotada por una tormenta en el Canal de la Mancha y nunca llega a su destino. Los gastos provocados por las continuas guerras y el enorme gasto que supone el complejo y voluminoso sistema burocrático dan lugar a la continua petición de créditos a los que no es posible hacer frente, a pesar de la gran cantidad de oro que llegaba de América. En 1557 la Hacienda Real, declara la primera bancarrota de su reinado, se producirán dos más (1575-­‐1596) FELIPE III Su reinado coincidió con una época de paz en Europa, pero lejos de lograr la recuperación, durante su reinado se inicia un lento, pero continuo proceso de decadencia económica y política. El rey delega las tareas de gobierno en una persona de su confianza, el valido, que será quien gestione el reino en su nombre. En el exterior, el Duque de Lerma, desarrolla una política pacifista que propició la firma de la Tregua de los Doce Años que reconocía la independencia, de hecho, de las Provincias Unidas de Holanda; y la firma de la paz con Inglaterra. En el interior lo más destacado es la expulsión definitiva de los moriscos (1609) a los que se acusa de ayudar a los piratas del mediterráneo. Aunque su número no fue muy elevado, su salida supuso la ruina para muchas regiones que se quedaron despobladas. Aunque el objetivo de su gobierno era solucionar la grave situación económica, no se consiguió. La política pacifista disminuye el gasto militar, pero aumentó el gasto de mantenimiento de la corte. Además, empieza a escasear el oro que llega de América, por lo que la monarquía se endeuda cada vez más y no le queda más remedio que subir los impuestos y en 1607 declarar una nueva bancarrota. FELIPE IV Su reinado marca el fin de la hegemonía hispana en Europa. Al igual que su padre delega sus funciones de gobierno en validos, como el Conde Duque de Olivares, quien se fijó como objetivo restablecer la potencia imperial española. Para lograrlo inició una política exterior agresiva que se materializó en la participación española en la Guerra de los Treinta Años y en la ruptura de la tregua con los Países Bajos. Esta política hacía necesaria una importante inversión económica a la que Castilla no podía hacer frente, por ello diseño la Unión de Armas, un proyecto por el cual intentó crear un ejercito permanente de 140.000 soldados, financiado por todos los territorios en función de su riqueza. El objetivo era imponer las leyes fiscales castellanas (favorables a la monarquía) a todos los territorios peninsulares. Pero en 1640 Cataluña se reveló y bajo la tutela de Francia proclamó la República Catalana. Estalla así la guerra de los segadores que, si bien terminó con la vuelta de Cataluña a la obediencia hispana, supuso la perdida definitiva de los condados del Rosellón y la Cerdaña, que fueron entregados a Francia en la paz de los Pirineos (1659). La insurrección se extendió a otros territorios como Argón y Andalucía, donde la conspiración fue descubierta a tiempo; Portugal, que se proclamó independiente en 1640 y no pudo ser recuperado; y, el reino de Nápoles y Sicilia donde las revueltas populares pudieron ser sometidas. En 1643 Felipe III apartó al Conde Duque del poder e intentó recuperar los territorios perdidos, pero la crisis monárquica era evidente y Francia supo aprovechar el momento para convertirse en la primera potencia europea. La Guerra de los Treinta Años fue un conflicto entre los príncipes alemanes y el emperador austriaco, pero el Conde Duque decidió intervenir para mantener la hegemonía de los Habsburgo en Europa. En una primera fase, las victorias fueron españolas, culminando en la batalla de Nördlingen y la rendición de Breda. Pero en 1635 Francia decidió intervenir declarando la guerra a España para evitar la victoria española y por tanto su hegemonía europea. España no puedo hacer frente a tantos enemigos, en 1648 firma la Paz de Westalia por la que reconoce la independencia de las Provincias Unidas del Norte. La guerra con Francia continuó diez años más, hasta que en 1659 se firma la Paz de los Pirineos, en la que se entrega a los franceses e Rosellón y parte de las Cerdaña, además de acordar la boda entre Luis XIV de Francia y María Teresa de Austria (hija de Felipe IV). CARLOS II En sus años de reinado se produjo la máxima decadencia hispana, en 1679 cede a Francia el Franco Condado y en 1697 los franceses ocupan Barcelona durante varios meses. A pesar de ello algunas regiones experimentan una cierta recuperación y crecimiento. Pero Carlos muere sin hijos, lo que plantea un problema sucesorio en Europa ya que tienen derecho a sucederle en el trono Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia y, el Arquiduque Carlos de Austria, segundo hijo del emperador Leopoldo I. Este enfrentamiento, aparentemente europeo, se convirtió en una guerra civil española puesto que la Corona de Aragón apoyó al Archiduque Carlos y Castilla a Felipe. Esta Guerra de Sucesión asoló el territorio peninsular entre 1702 1713, cuando se firma la Paz de Utrech, en la que se proclama a Felipe de Anjou como Felipe V. Esta paz no es un mero cambio dinástico, la llegada de los Borbones supuso cambios muy significativos. A medida que las tropas borbónicas ocupaban los territorios, se aplicaban en ellos los Decretos de Nueva Planta, por los cuales se abolían las leyes propias y se imponían las castellanas. Desde 1716, cuando se ocupa Cataluña, se puede hablar de un Estado español, con las mismas leyes e instituciones de gobierno. De hecho, Felipe V es el primer monarca en utilizar el titulo de Rey de España. En lo que respecta a Europa esta paz supuso la perdida de importantes territorios que el nuevo monarca tuvo que ceder a las potencias europeas, además del exilio de un elevado número de población. 
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