EL PICAFLOR Y EL TATATAO Hace mucho tiempo, los aguarunas Jempue y Yákako se fueron una mañana a trabajar a sus chacras. Jempue comenzó a preparar una nueva chacra. Trabajaba duro. No tumbaba los árboles grandes, pero macheteaba rápido cortando los bejucos, las ramas bajas y las raíces. Avanzaba abriéndose paso entre la tupida vegetación. Trabajaba en silencio. Pronto tuvo el terreno limpio y listo para sembrar. Mientras tanto, Yákako hacía ruido simulando trabajar. Lanzaba al aire grandes piedras que al caer contra el suelo sonaban como si estuviese tumbando enormes árboles. Como Jempue trabajaba en silencio, su esposa pensó que era flojo y le preparaba un masato tan ralo que parecía agua. En cambio, a Yákako su esposa le servía un masato bien cargado, como premio por ser tan trabajador. La gente comentaba que Jempue era ocioso, pero él no hacía caso y seguía trabajando en silencio. Hasta que, un día, alguien descubrió que Jempue tenía despejada y sembrada una gran chacra, y fue a contárselo a su esposa. Entonces, ese día le sirvió un masato dulce y sabroso. Y al beberlo, Jempue se convirtió en picaflor. Desde entonces, el picaflor –que sigue llamándose jempue en aguaruna– chupa el jugo dulce de las flores, y la gente de la selva, cuando ve una chacra limpia y bien cuidada, dice: “Parece trabajo de picaflor”. Mientras tanto, Yákako seguía haciendo ruido y su chacra esta llena de malas hierbas y sin nada sembrado. Hasta que un día alguien lo descubrió y fue a contárselo a su esposa. Ésta, ese día, en castigo, le sirvió masato con ají. Al beberlo, la garganta de Yákako se puso roja y su voz se volvió tan ronca que cuando quiso protestar sólo pudo decir: –¡Tatatao! Y se convirtió en un pájaro de cabeza y cuello rojos. Entonces la gente le puso de nombre “tatatao”, por su canto. Desde aquella vez, cuando algún niño aguaruna es perezoso, sus padres le ponen como ejemplo al picaflor y le dicen que si no trabaja se convertirá en tatatao. Relato awajún (Recopilado por José Luis Jordana)