Graciela Ruiz Carlos Zurita Género y formas de trabajo en Santiago

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Autores
Graciela Ruiz
Carlos Zurita
Artículo
Género y formas de trabajo en
Santiago del Estero
Estrategias de ingresos, identidad
laboral y clientelismo
2
GÉNERO Y FORMAS DE TRABAJO EN SANTIAGO DEL ESTERO
Estrategias de ingresos, identidad laboral y clientelismo *
Graciela Ruiz** y Carlos Zurita***
INTRODUCCIÓN
En este artículo se examinan formas de trabajo 2 existentes entre mujeres de dos barrios periféricos de la ciudad de Santiago del Estero. Los testimonios aportados en diversas entrevistas
etnográficas3 permitieron aproximarse al sentido que dichas mujeres asignan a la incidencia de
sus prácticas laborales en la elaboración de identidades sociales, en la redefinición de roles en el
grupo doméstico y en las disputas -más latentes que manifiestas- por el poder y el control en la
esfera familiar y en el ámbito público.
Es frecuente afirmar (Anker, 1997; Arriagada, 1998; Abramo, 1998 y 1999) que las
características restrictivas de las economías sometidas a prolongados procesos de ajuste, así
como diversos patrones culturales aún vigentes en Latinoamérica, condicionan fuertemente las
alternativas ocupacionales de las mujeres.
En Santiago del Estero, una sociedad tradicional del interior de Argentina, tanto el
desempleo abierto como la subocupación resultan más elevadas entre las mujeres que entre
los varones, mientras que los ingresos totales promedio de la población femenina ocupada
son inferiores a los de la fuerza de trabajo masculina. La imagen desfavorable de las mujeres
*
Parte de los materiales del presente artículo provienen de la Tesis de Maestría en Desarrollo Económico de la Universidad Internacional de Andalucía de Graciela Ruiz. Para la presente versión se realizaron
nuevas entrevistas. Se agradecen los comentarios de Laís Abramo, Alberto Tasso y Ramón Antonio Díaz
quienes no son responsables del texto que ahora se presenta.
**
Programa de Investigaciones sobre Trabajo y Sociedad (PROIT) del Instituto de Desarrollo Social
(INDES) de la Universidad Nacional de Santiago del Estero (UNSE). Particular: Avenida Roca (sur) 980,
telef. (54 385) 421 5585, CP 4200, Santiago del Estero, Argentina, e-mail [email protected].
1***
PROIT-UNSE. Particular: Jujuy 587, telef. (54 385) 421 4098, CP 4200, Santiago del Estero, Argentina, email [email protected]
2
La noción de formas de trabajo ha sido desarrollada básicamente por Pahl (1995). La razón de su uso
es para no incursionar, en el contexto de este artículo, en las controversias conceptuales acerca de la natu raleza de las nuevas formas de actividad laboral. No obstante corresponde aclarar que un presupuesto
conceptual de nuestro análisis consiste en la diferenciación entre las nociones de "empleo" y "trabajo",
considerando al primero como referente de las actividades que se manifiestan en el mercado y al segundo
como expresivo de actividades laborales y sociales que pueden o no manifestarse en el mercado; de tal
forma el concepto de trabajo sería más amplio e incluiría al concepto de empleo.
3
Sobre los procedimientos y contenidos de la entrevista etnográfica se tuvieron en cuenta las revelado ras acotaciones de Auyero (2000).
3
en el mundo laboral se torna evidente en la precariedad de sus ocupacio nes, con una
significativa concentración en actividades informales.
Tanto la crisis económica como las consiguientes mutaciones acontecidas en la esfera
laboral no han afectado de manera similar a los distintos estratos socioeconómicos, ni
tampoco se manifestaron uniformemente entre los sexos. Porque si bien es cierto que las
mujeres, al comparárselas con los varones en la misma situación ocupacional ostentan una
relativa mayor calificación educativa 4 en términos de años de instrucción formal5 , por otra
parte también resulta visible una mayor subutilización ocupacional en la población femenina.
(Sautu, et al., 1998).
Consecuencias de la crisis
La subordinación de las mujeres en el mercado de trabajo no es un fenómeno nuevo, sino
más bien una constante de largo plazo. La crisis económica de los últimos años parece haber
reforzado dicha subordinación, principalmente en los sectores menos favorecidos de la fuerza
de trabajo: esta situación no es privativa de Santiago del Estero, sino que afecta a todo el
país. Indicadores de esa crisis, desde una perspectiva de género, son entre otros la
concentración de mujeres en ocupaciones mal remuneradas en el sector público (docencia,
maestranza, enfermería), en el comercio informal y en los servicios personales, particularmente
en el servicio doméstico. (Ruiz, 1999).
Los efectos negativos del actual modelo económico -especialmente a partir de 1995sobre el empleo y el nivel de ingresos influyeron profundamente en la vida familiar de los
sectores medios y populares. Muchas familias se vieron afectadas por diversos cambios de
roles, tanto ocupacionales como valóricos, que alteraron el equilibrio de los presupuestos de
los gastos, pero también los necesarios equilibrios de convivencia. (Kessler, 1996).
Asimismo, la vigencia del Plan de Convertibilidad también contribuyó a agravar en
distintas economías regionales de la Argentina, y particularmente en Santiago del Estero, lo
que se conoce como el “desaliento” de la fuerza de trabajo (Monza, 1995; Ger chunoff y
4
Esta es una característica típica de la fuerza de trabajo femenina de la clase media urbana, pero también
es cierto que en los sectores populares de la Argentina la incidencia del analfabetismo es mayor entre las
mujeres (Cortés, 1995).
5
En Santiago del Estero las mujeres poseen mayores niveles de permanencia en el sistema educativo
que los varones, tanto si se toma en cuenta a la población total como a la población ocupada. En rigor,
4
López, 1996; Zurita, 1997). Esto significa que muchas personas potencialmente activas se
retiran del mercado de trabajo y no emprenden búsquedas de trabajo, ya sea porque piensan
que no van a poder encontrarlo, porque los sala rios a obtener no se ajustan a sus
expectativas, o bien porque el empleo ofrecido no está de acuerdo con la capacitación que se
posee. Estos desocupados desalentados, que la EPH registra como "inactivos", constituyen
en rigor la base principal del desempleo oculto.
En la ciudad de Santiago del Estero6 la tasa de desempleo abierto fue baja durante
décadas, en realidad una de las más bajas del país, puesto que el mercado de trabajo
permanecía en un "estado de equilibrio de bajo nivel" (Zurita, 1998) ajustándose a través de la
expansión del empleo público o del éxodo hacia fuera de la provincia. Pero a partir de 1994
la desocupación comienza a crecer, tanto por el colapso de las fuentes demandantes de
empleo situadas fuera de la provincia -particularmente el Gran Buenos Aires (GBA)-, como
por las limitaciones y posterior contracción de la generación de plazas de trabajo por parte del
sector público dentro de la propia provincia. La situación del mercado de trabajo se complica
seriamente cuando los santiagueños ya no pueden migrar ni conseguir empleos estatales, aun
de baja calidad.
Por su parte la subocupación "visible"7, tanto en el largo plazo como en la actualidad, en la
ciudad de Santiago del Estero continúa siendo una de las más altas del país. Esto significa que
hay una considerable cantidad de ocupados que por razones involuntarias trabajan menos de
35 horas a la semana y desean trabajar más.
Si bien la desocupación, el desempleo oculto y la subocupación afectan tanto a hombres
como a mujeres, son las trabajadoras femeninas las más afectadas, conformando junto a los
jóvenes el sector más vulnerable del mercado de trabajo.8
Nuevas formas de trabajo
algo similar acontece en el conjunto de Latinoamérica, donde el promedio de años de escolaridad de las
mujeres es de 9 frente a los 8 años que corresponden a los varones (Arriagada, 1998 y Abramo, 1999).
6
Cuando nos referimos a la ciudad de Santiago del Estero, señalamos al espacio urbano que la Encuesta
Permanente de Hogares (EPH) considera como "aglomerado Santiago del Estero-La Banda" y que comprende una población de alrededor de 300.000 habitantes.
7
La tasa de subocupación "visible", también conocida como subocupación "horaria", capta a aquellas
personas ocupadas que trabajan menos de 35 horas a la semana pero que desean trabajar más horas.
8
La segregación ocupacional de las mujeres adultas y de los jóvenes de ambos sexos en Santiago del
Estero es examinada en Zurita, Ruiz y Fornés (2000). Entre las diversas evidencias aportadas sólo basta
con recoger las siguientes: de cada 100 mujeres que trabajan 30 son empleadas domésticas, en tanto que el
42% del total del desempleo se concentra entre los jóvenes de 15 a 24 años.
5
En el último quinquenio, en el área urbana de Santiago del Estero-La Banda se ha
observado la aparición de nuevas actividades y establecimientos surgidos en el marco del
modelo económico adoptado a partir de 1991, cuyo énfasis se depositó, entre otros aspectos,
en la apertura, las privatizaciones y la desregulación de la economía.
Una significativa cantidad de establecimientos se instalan en el medio en los últimos años,
algunos formales y con una importante inversión de capital como hipermercados, casinos,
salas de juegos, agencias de Administración de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP),
medicina prepaga, etc. Otros, con menor inversión de capital, como farmacias y casas de
comidas (abiertas las 24 horas y con el sistema de envíos a domicilio), telecentros y cyber
cafés, etc.
El proceso anterior, que también se verificó en otras ciudades de la Argentina, y que ha
sido caracterizado como una "modernización segmentada" (Isuani, 1998), trajo consigo el
agravamiento de situaciones de pobreza y de precariedad ocupacional. En este contexto, las
actividades complementarias a la ocupación principal se tornan normales, debido al alto
desempleo y a la contracción de los ingresos familiares.
Tales actividades, que frecuentemente asumen formas de pluriempleo, no suelen ser
"registradas", ya sea por insuficiencia de los instrumentos técnicos utilizados o por la poca
visibilidad9 de estas ocupaciones secundarias, generalmente menos formales que las
ocupaciones principales. Diversos estudios han revelado la presencia de multiocupación o
pluriempleo en la fuerza de trabajo de Santiago del Estero (Forni et al., 1991), tanto en el
ámbito rural como en el urbano. Una reciente estimación a partir de entrevistas a alrededor de
600 trabajadores de taxis y remisses en la ciudad de Santiago del Estero mostró la existencia
de casi un 40% de trabajadores con dos y más ocupaciones (Secretaría de Programación
Económica, Intendencia de Santiago del Estero, 1998). También numerosos empleados de la
administración pública se vieron obligados a la búsqueda de un empleo adicional ante la
contracción de ingresos provocada por la reducción de la jornada laboral a partir de 1994.
1. PERFIL DE UNIDADES PRODUCTIVAS EN SECTORES POPULARES
9
La cuestión de la invisibilidad y de las formas "atípicas" de empleo, cuyo registro estadístico resulta
muchas veces dificultosa, es particularmente grave en el caso de la mano de obra femenina (Cf. Pollack,
1997)
6
Con el propósito de determinar cuáles son las formas de trabajo más frecuentes y cómo
se diversifica en la actualidad la participación laboral en zonas populares de la ciudad de
Santiago del Estero, se llevó a cabo un relevamiento en dos barrios del no roeste del ejido
municipal denominados Pacará y El Triángulo .
Se detectó una diversidad de actividades, algunas de ellas verdaderas supervivencias del
pasado, ya que para desarrollarlas se utilizan vehículos de tracción a sangre 10, como carros
y sulkys. Con ellos se dedican a la venta de carbón y leña, retiran escombros de las obras en
construcción, recogen embalajes de cartón en el centro, y también extraen arena y ripio del
lecho del río Dulce. Pero junto a este tipo de tareas, existen otras más “modernas” vinculadas
a la evolución y complejización de la vida urbana.
La mayor parte de las formas de trabajo relevadas pueden denominarse “de subsistencia”
y están íntimamente relacionadas con el cuentapropismo y el autoempleo.
Si bien existen muchos rasgos comunes entre las actividades detectadas, también se puede
observar una diferenciación y segmentación marcada por características de género. Por
ejemplo, entre las mujeres prevalecen las tareas de empleadas domésticas, modistas y
peluqueras y entre los varones los albañiles, zapateros y carpinteros.
Cuadro 1
Formas de trabajo “tradicionales”
Femeninas
Servicio doméstico
Peluqueras
Modistas
Enfermeras
Cocineras
Empanaderas
Chipaqueras (a)
Vendedoras a domicilio de frutas y verduras
Vendedoras domiciliarias de pescado
Masculinas
Changarines (b)
Albañiles
Zapateros
Carpinteros
Pescadores
Vendedores de leña y carbón
Recolectores de botellas y cartones
Vendedores de sandías
Extracción y venta de ripio y arena
Recogedores de escombros
Reparación de electrodomésticos
Talleres de automóviles y motocicletas
(a) Chipaco: un tipo de pan con grasa de vaca y chicharrones (grasa saltada en aceite) que se cocina en horno de barro.
Alimento popular tradicional en Santiago del Estero, que se vende en puestos callejeros o casa por casa.
(b) Changarines: personal que realiza tareas ocasionales, consistentes predominantemente en la carga y descarga de
mercaderías desde camiones y transportes, y también para el traslado de bultos y cajones en el interior del Mercado de
Abasto, que es el mercado concentrador de frutas y hortalizas.
10
Se trata de vehículos con dos grandes ruedas de madera, tirados por un caballo. Se denominan indistintamente como "carros", "jardineras" o "sulkys" y son similares a vehículos que en la actualidad
resultan muy utilizados en el medio rural.
7
Para visualizar con claridad el panorama laboral de estos barrios populares, que se repite
en zonas similares del area urbana Santiago-La Banda, se presenta la información de los
cuadros 1 y 2, donde se consignan las ocupaciones consideradas “tradicionales” y las
“nuevas”, tanto para mujeres como para varones.
En el cuadro 1, si bien se clasifican las actividades de peluquería y enfermería como
típicamente femeninas, las mismas también se encuentran representadas en el trabajo
masculino. Por otra parte, aunque pudieran asimilarse las actividades del servicio doméstico y
de las cocineras, se las diferencia porque en la segunda denominación se considera a las
mujeres que trabajan únicamente en la elaboración de alimentos, ya sea en casas de familia o
en restaurantes y rotiserías.11
Entre las actividades tradicionales masculinas se menciona la de los changarines12, que
realizan tareas de carga y descarga de bultos y cajones. Esta tarea la realizan, por lo general,
en el mercado de Abasto (por la proximidad del lugar), donde tanto "puesteros" como
compradores, requieren de sus servicios para trasladar la mercadería más pesada de un lugar
a otro dentro del radio del mercado.
Otra actividad típica de la zona es la relacionada con las reparaciones. Ella comprende
básicamente el arreglo de electrodomésticos, radios y televisores. En cuanto a los talleres
instalados en estos barrios, no sólo están los que brindan servicio mecánico a vehículos, como
motocicletas y automóviles, sino también los que se dedican a la restauración de chapa y
pintura de las carrocerías de los mismos. Dada la cercanía del río Dulce, la pesca como
trabajo y como forma de vida es también común entre los hombres de la zona.
Cuadro 2
Formas de trabajo “nuevas”(a)
Femeninas
Rotiserías y elaboración de comidas
Venta a domicilio de productos importados
Venta y fabricación de cotillón (b)
Vendedoras de productos de cosmética
Masculinas
Paseadores de perros
Lava-autos
Cortadores de césped
Cuidadores de autos
11
Con respecto a las “empanaderas y chipaqueras” se debe aclarar que se trata de las mujeres que se
dedican a preparar, exclusivamente, estos productos tradicionales de gran aceptación no sólo en los
barrios populares.
12
Es posible conjeturar que el término "changarín" se derive de la palabra "changa", que en la
Argentina significa trabajo ocasional y esporádico, pero también se la usa para referirse a "cualquier tipo
de trabajo breve".
8
(a) La denominación de "nuevas" se refiere a actividades que han comenzado a ser realizadas por los sectores populares en
la década del 90, y que antes literalmente no existían o, al menos, no registraban una presencia significativa. La crisis y el
alto desempleo y la generalización de situaciones de exclusión social, hizo emerger -en muchas ciudades de Argentina y
particularmente en Santiago del Estero- un conjunto de prácticas laborales y estrategias urbanas de subsistencia que desde
hace un largo tiempo era habitual encontrar en diversas sociedades de América Latina. Existen refe rencias a la
"latinoamericanización" en los últimos años de la economía y el mercado de trabajo de Argentina en diversos autores (Cf.
Rofman, 1997, Gerchunoff, 1997, Repetto, 1998).
(b) Cotillón: artesanías y adornos elaborados básicamente con papel y cartón (flores, guirnaldas, etc.)
Algunas acotaciones sobre la clasificación proporcionada en el cuadro 2, sirven para
ilustrar las actividades mencionadas. Así, dentro de las nuevas formas de trabajo feme ninas, el
rubro rotiserías y elaboración de comidas comprende a las pequeñas rotiserías familiares en
las que las mujeres elaboran alimentos dulces y salados.
La venta a domicilio de productos importados lo realizan las mujeres, previo viaje al
exterior (Bolivia y Paraguay) para adquirir la mercadería, que incluye indumentaria para todas
las edades, perfumes, artículos de decoración, bazar y cotillón para fiestas.
En cuanto a las vendedoras de productos de cosmética, suele vérselas desarrollar su
actividad visitando los hogares puerta a puerta, ya sea para ofrecer la mercadería o bien para
efectuar la entrega de la misma. La oferta se realiza a través de cartillas de firmas
internacionales como Avon, Tsu, etc. Se debe mencionar que muchas veces el trabajo de las
mujeres se realiza con el apoyo familiar y es muy común que encuentren en el barrio su
principal mercado.
Con respecto a las formas de trabajo masculinas, los varones que se dedican al cuidado
de autos realizan sus actividades en playas de estacionamiento o bien en las calles linderas a
confiterías y lugares bailables nocturnos.
Existen también en la zona, otras actividades que se podrían considerar como “mixtas”, ya
que la realizan tanto hombres como mujeres. Ellas son: vendedores ambulantes, profesores y
maestros que dan clases particulares en sus domicilios o trasladándose a los hogares de sus
alumnos, artesanos, almaceneros y quiosqueros, tipeadores (efectúan trabajos de tipeado de
textos por encargo, en computadora).
Se comprueba que casi todas las ocupaciones mencionadas, además de encontrarse
vinculadas a los servicios, consisten principalmente en actividades de autoempleo. Pero en los
barrios Pacará y El Triángulo también residen trabajadores que se desempeñan en
establecimientos formales del comercio y en el sector público. Se detectaron también
pequeñas industrias artesanales (fábricas de soda, de pastas y de escobas), que combinan el
9
uso de mano de obra familiar con la utilización de trabajadores extrafamiliares.
2. TRAYECTORIAS OCUPACIONALES Y GRUPO DOMESTICO
La progresiva incorporación de la mujer al mundo del trabajo asalariado, si bien brinda
nuevas posibilidades personales y sociales, también le trae aparejada una serie de conflictos
con sus responsabilidades domésticas. Pero el ajuste económico impone la necesidad
imperiosa de su participación en el mercado laboral a fin de asegurar y/o contribuir a la
supervivencia del grupo familiar.
Con el propósito de intentar captar la realidad laboral y familiar desde la propia visión de
las protagonistas se realizaron 15 entrevistas a trabajadoras de los sectores populares en los
dos barrios mencionados. Asimismo, para ampliar el universo de estudio y, sobre todo, con el
fin de poseer parámetros de comparación con prácticas laborales femeninas de otros estratos
sociales, se efectuaron 10 entrevistas a mujeres de sectores medios residentes en otros
barrios.
Se utilizó la técnica de entrevistas abiertas semiestructuradas con ejes temáticos 13,
efectuadas, en algunos casos, en el escenario de los hogares de las trabajadoras y en otros
casos en sus ámbitos de trabajo, cuando éstos no coincidían con sus lugares de residencia.
Los criterios metodológicos que se tuvieron en cuenta para realizar entrevistas en las que la
dimensión ocupacional es central son los sugeridos por diversos autores de la temática pero
especialmente Pahl (1991) y Forni (1992). A través de ellas se hizo posible avanzar en el
conocimiento del mercado de trabajo de Santiago del Estero, complementando estudios
previos sobre el tema (Tasso, 19997; y Díaz y Zurita, 2000).
Los relatos de las entrevistadas permiten conocer sus trayectorias ocupacionales que son
parte de sus historias de vidas. Los testimonios evidencian que, si bien en el imaginario social
aún se conserva una tradicional división de tareas y de roles para varones y mujeres,
asignándoles a los primeros la producción de bienes y a las segundas la reproducción social y
doméstica, hace ya un tiempo que las mujeres han comenzado a regularizar su participación en
la producción y obtención del sustento para sus familias tanto o, a veces más, que sus
compañeros o cónyuges.
Cabe señalar, como característica de los sectores populares y de ciertas fracciones de los
13
Ver nota 2.
10
sectores medios, la prolongación -o "extensión"- en el mercado de trabajo de actividades
vinculadas a lo doméstico. Tenemos así en los sectores populares a ocupacio nes femeninas
como servicio doméstico, empanaderas, cocineras, enfermeras, modistas, y en los sectores
medios a mujeres al frente de negocios como verdulerías, fruterías, rotiserías, almacenes,
venta de artículos de cotillón y regalos o bien en actividades como docencia o secretariado.
Trabajadoras informales: pasado y presente en la vida familiar
Doña Pocha, la conducta de una jefa de hogar
Doña Pocha es una robusta matrona de 56 años que desde que nació y vive en el barrio
El Triángulo. Tiene tres hijos, uno soltero, Marcos, que comparte la vivienda con ella y su
esposo José, y otros dos hijos casados, que, como ella dice, viven “aparte”.
Me casé muy jovencita y, como mi marido debía trasladarse a Tucumán por
razones de trabajo, me hice cargo de mantener a mi familia. Hice muchos trabajos a
partir de los quince años, pero el que más me gustaba era el de enfermera. Para
aprender bien el oficio hice un curso de dos años en el que hacíamos las prácticas en
el hospital.
Yo no pude terminar la secundari a porque mi madre se enfermó y tuve que
quedarme en la casa para cuidarla. Ahí empecé a trabajar en limpieza, siempre en
casas cerca de la mía. Luego me casé y si bien mi marido me mandaba plata desde
Tucumán, eso no alcanzaba para darles de comer a mis hijos. Como no podía dejar la
casa y a los chicos solos, no acepté ningún trabajo fuera de aquí. La gente, mis
vecinos, me buscaban para hacer inyecciones, curaciones, para tomarles la presión,
hacer control de diabetes, yo siempre estaba disponible, cualquiera sea la hora en que
me buscaban. Gracias a esto salimos adelante.....
Su ingreso al mundo del trabajo remunerado estuvo ligado a las necesidades de su familia;
a la familia de origen en su juventud, y luego a la que conformó al casarse. Ssiente que pudo
elegir su profesión y trabajar en ella, aunque sea precariamente.
Con respecto a su ocupación actual y a la de su familia, Doña Pocha comenta:
Yo sigo trabajando como enfermera y lo que gano sirve para la comida diaria.
Mis clientes son gente pobre, no puedo cobrarles mucho.
Pero también me las rebusco con otro trabajito, los domingos le ayudo a una
vecina a hacer empanadas para vender y eso es otra entradita, no mucho, pero
ayuda.
Marcos, mi hijo, descarga bolsas para una empresa constructora y lo que gana
es para él, para sus gastos y para pagarse sus estudios. Yo quiero que termine por
lo menos la secundaria, y mejor si quiere seguir estudiando después. Mis hijos
mayores, un hombre y una mujer, están los dos casados y sin trabajo. No
encuentran nada, y ahora -como usted sabe- hay que estar afiliado al “partido”
para conseguir algo.
11
A pesar de la dura realidad que le toca vivir, Doña Pocha cree que una mejor educación
puede cambiar el futuro de su hijo.
También hace referencia a una de las características típicas de sociedades con ele vado
tradicionalismo político y social como la santiagueña, en la que a menudo se visualiza que para
acceder a ocupaciones en el sector estatal es necesario adherir al partido gobernante y apoyar
al caudillo de turno. Es muy común en estos ámbitos que el poder político esté muy ligado y a
veces superpuesto al poder económico. 14
El comportamiento de esta mujer es significativo por su capacidad de decisión, asumiendo
el status de jefa de hogar, sustituyendo la desdibujada figura del esposo-padre que interviene
limitadamente en la resolución de la vida familiar. Se trata de un caso típico de mujer “con
poder” en sectores populares (Tasso, 1999).
Florinda, empanadera los fines de semana
El siguiente testimonio es el de Florinda, de 43 años; se casó a los diecisiete y tuvo cinco
hijos. En la actualidad vive en su casa del barrio Pacará con su esposo y dos de sus hijos:
Marta, soltera, que hace poco completó su escolaridad media y Esteban que vive en
concubinato con Estela, con la que tiene una pequeña niña.
Nací en el interior de la provincia, en el departamento Figueroa, pero vine a la
ciudad a los trece años. Quería estudiar y trabajar. Sólo alcancé a llegar a tercer año
de la secundaria. Soy empanadera desde hace muchos años. Aprendí este oficio de mi
madre, y él me ayudó bastante, principalmente cuando mis hijos eran chiquitos. Antes,
salía casa por casa a vender. Con sol, con lluvia, lo mismo salía. Ahora sólo vendo
aquí, en casa, y vienen los clientes a comprar.
Esta trabajadora informal, al igual que la anterior, no pudo completar el ciclo de
instrucción media. Adoptó el oficio de su madre como forma de integración al mercado de
trabajo y, como ella reconoce, su ingreso monetario tuvo y tiene mucha importancia en el
presupuesto familiar.
Mi trabajo con las empanadas es únicamente los fines de semana, porque los
otros días no tienen salida. Los sábados amaso y preparo la pasta. Los domingos
relleno, y en éso me ayuda Marta, mi hija. Mi marido las hornea en el horno de
barro. Pero las empanadas no se venden como antes, ahora hay menos plata.
14
Los mecanismos de funcionamiento del clientelismo político en Santiago del Estero son exhaustivamente analizados por Auyero (2000) y Farinetti (2000)
12
Encima, en el barrio hay mucha competencia, eso quita clientes. Lo que gano
depende de la cantidad de gente que venga a comprar. Si llueve ya no vienen
tantos...
Marta trabaja con el padre en una pequeña verdulería que tenemos aquí en la
casa, a pesar de haber terminado sus estudios secundarios. No quise que saliera a
buscar trabajo, porque es difícil conseguir y tan poco lo que pagan!..
Esteban no consigue trabajo, se defiende haciendo changuitas en el mercado
de Abasto, y Estela lava y plancha para una señora de aquí cerca. Yo prefiero que
ella trabaje poco y se ocupe de la chiquita. Eso sí, los dos se van con la nena, los
sábados, a la casa de la madre de ella y vuelven el domingo.
Resulta frecuente que las mujeres que desarrollan sus tareas extradomésticas en el mismo
lugar donde vive la familia, reciban el aporte de la mano de obra familiar, como cuenta
Florinda. También, las pocas expectativas de empleo que existe n se hacen evidentes en el
desaliento de Marta por buscarlo, apoyada en esto por su familia.
La competencia en la venta de empanadas, representa la proliferación de actividades de
este tipo como formas de afrontar la adversidad. La pequeña verdulería instalada en la casa
es otro recurso muy común en los barrios popula res.
Otra estrategia que ayuda a enfrentar la crisis es el funcionamiento de ciertas redes
familiares solidarias, que en el caso de Esteban, hijo de Florinda, lo cumple la familia de su
compañera, que recibe a la pareja los fines de semana, aliviando de esta manera la carga que
significa mantenerlos.
Teresa, costurera y doméstica, además de vendedora
El testimonio de Teresa (41 años, separada, cinco hijos, con educación primaria
completa, vecina del barrio El Triángulo) es un caso emblemático de multiocupación, que
además pone en evidencia los recursos de supervivencia. En su relato está presente la ayuda
familiar que se estructura como red solidaria en auxilio de los miembros más necesitados. La
trama de la red de asistencia también comprende no sólo al grupo familiar extenso, sino a
amigos y vecinos. En el presente caso la solidaridad se manifiesta en el envío de alimentos
desde el campo a la ciudad.15
Yo soy la jefa del hogar desde hace casi 2 años, desde que me separé. Antes
15
El envío de ayuda es una estrategia regular en los sectores populares. El envío de giros y remesas de
dinero por parte de los migrantes santiagueños hacia sus familias campesinas de origen ha sido estudiado
por Hadis (1973) y por Forni; Benencia y Neimann (1992). Comportamientos similares por parte de las
empleadas domésticas santiagueñas que envían remesas desde Buenos Aires es señalado por Zurita
(1983), en tanto que una manifestación similar fue advertida en México por Arizpe (1979).
13
trabajaba sólo en costura, pero ahora además de modista, trabajo como empleada
doméstica medio día en dos casas, a las que voy dos veces por semana a cada una.
Se puede decir que trabajo por mi cuenta. También vendo productos de Avon y por
suerte tengo muchos clientes. Ahora puedo administrar yo lo que gano, y los veo
contentos a los chicos. Mi muchacho más grande empezó a trabajar en un
remplazo en Telecom y le prometieron que si andaba bien le podían hacer un
contrato por unos meses, cuando termine el remplazo. Tiene 20 años y por suerte
terminó la secundaria.
Mi mamá, que vive en el campo, me ayuda mandándome pan casero, queso de
cabra y algunos animalitos (cabritos, pollos, cerdos) que me sirven a mí para
cocinar y a veces hasta para vender algo.
A través del relato, puede advertirse que en Teresa acontece un verdadero cambio de
identidad -en rigor, un proceso de autoidentificación- a partir de su separación. Se convierte
en jefa de hogar, y eso le permite controlar lo que gana, y reorganizar productivamente el
funcionamiento familiar. Además, la nueva autonomía adquirida en la toma de decisiones, es
valorada muy positivamente
En los testimonios tanto de Florinda como de Teresa, está presente el tema de las
migraciones rural-urbanas, de los jóvenes del campo que llegan a las ciudades en busca de
mejores perspectivas de vida. El pasado rural de estas mujeres se hace presente en los lazos
afectivos que mantienen con sus familias de origen, ya sea recibiendo ayuda en forma de
alimentos, o bien enviando dinero a través del correo (giros postales) para paliar en algo las
necesidades más urgentes de los que quedaron en el terruño.
La cuestión de la seguridad social
La preocupación por la seguridad social, ya sea como cobertura jubilatoria o como seguro
de salud, se encuentra presente en los relatos de las entrevistadas.
Así, Doña Pocha manifiesta su valoración de la salud y reconoce la importancia de los
beneficios sociales que brinda un trabajo “formal”.
Ahora, José, mi marido, ya está jubilado. Cobra una miseria, pero por lo
menos tiene obra social, que nos sirve a los dos. Por suerte yo soy muy sana, casi
nunca me enfermo, así que poco la uso, pero José sí que le saca el jugo, al pobre
siempre le duele algo. Lamentablemente, por no haber tenido un trabajo seguro,
estoy sin aportes para jubilarme y no me alcanza para empezar a hacerlo ahora
por mi cuenta.
Los sistemas de cobertura social estatales o gremiales constituyen la máxima
aspiración de los sectores populares, ya que en razón de sus escasos in gresos resulta
14
imposible adherirse a un sistema privado de jubilación o de atención médica.
Florinda menciona, además, como inconvenientes de la atención en el hospital público, las
largas esperas y las situaciones de maltrato a que, a veces, son sometidos.
Me hubiese gustado tener un trabajo seguro, porque ni siquiera aporté para la
jubilación. Pero ahora ya es tarde, no podría conseguir otra cosa.
Como no tenemos obra social, cuando nos enfermamos, lo único que nos queda
es el hospital. Es muy feo estar enferma y encima tener que ver mala voluntad.
Tenemos que hacer largas colas para que nos atiendan y cuando nos toca el turno
lo hacen rápido y de mala gana, principalmente algunas enfermeras que creen que
por ser pobres no merecemos que nos respeten.
Tanto Doña Pocha como Florinda manifiestan claramente la necesidad de tener un trabajo
que les provea un ingreso fijo y seguro, y que a su vez les permita acceder a los beneficios
jubilatorios y contar con un seguro médico.
Trabajadoras de los sectores medios
Parte de los testimonios que se transcriben a continuación expresan las experiencias
laborales e implicancias familiares de mujeres pertenecientes a sectores medios. En sus
discursos se puede apreciar la importancia que tiene en sus vidas el trabajo remunerado y la
valoración que hacen del mismo sus familiares cercanos.
Cristina y su declinación económica
Cristina, de 40 años, es divorciada y tiene una hija de cinco años. En su casa de un barrio
cercano al centro de la ciudad señala:
Siempre viví en esta casa, que es de mi familia. Ahora la compartimos mi
madre, mi hija y un hermano que hace poco se casó y vive aquí con la esposa.
Comencé a trabajar a los 20 años, mientras estudiaba en el Profesorado de
Historia, en la Caja de Subsidios Familiares (CASFEC), que ya no existe. Ahí me
mantuve durante trece años, y lo que parecía tan seguro, el ajuste económico lo
aniquiló. En Diciembre del 91 nos ofrecieron el retiro voluntario con una jugosa
retribución y como no nos aseguraban mantenernos en los cargos, la gran mayoría
de los que trabajábamos en la agencia local, lo aceptamos. Fueron los primeros
retiros voluntarios del país y los mejor pagados.
El modelo económico aplicado en el país a partir de 1991 trajo consigo la destruc ción de
puestos de trabajo y la contracción del empleo público, en este contexto el tema de los
"retiros voluntarios" en Santiago del Estero, como en el resto del país, comenzó a ser moneda
15
corriente para los trabajadores estatales y se convirtió en una de las herramientas utilizadas
para recortar el presupuesto del sobredimensionado sector público.
Una significativa proporción de trabajadores estatales fue tentada de retirarse de la
Administración Pública a cambio de recibir una indemnización, denominada retiro voluntario , cuyo monto estaba en relación al nivel de los sueldos percibidos y la antigüedad en
el cargo. Pero muchos de quienes recibieron estas indemnizaciones no sabían cómo ni en qué
invertir el dinero obtenido. Cristina nos relata su experiencia:
A mí, como a muchos de mis compañeros, me duró poco el dinero que recibí,
parece que la mayoría invertimos mal. Yo puse una mercería en un barrio alejado
del centro. No me fue bien y tuve que trasladarla aquí, a mi casa. Al principio
parecía que iba a resultar, pero después los números no daban. Los impuestos se
llevaban las pocas ganancias que tenía, e iba gastando el dinero ahorrado para
reponer la mercadería. En definitiva, mi aventura como comerciante duró sólo dos
años y algunos meses.
Hace cinco años que busco trabajo y no puedo conseguir nada. Creo que los
principales impedimentos son la edad16 y la poca oferta de trabajo que hay. Hice
un sinfín de cursos de PC y de idiomas, ahora estoy cursando el profesorado de
inglés. Me presento en cuanto aviso aparece en el diario o que me entero por
amigos, pero no pasa nada. Me toman los datos y me dicen que me llamarán, pero
jamás lo hacen. Ante la desesperación de no encontrar nada, decidí, desde el año
pasado, trabajar en política para la Rama Femenina Peronista, porque es la única
17
forma de que podría conseguir algo .
Cristina expone el drama de muchos: un constante peregrinar en búsqueda de empleo.
Los distintos sectores de la economía santiagueña no están en condic iones de dar respuesta a
tan acuciante demanda. La debilidad del sector privado se pone en evidencia en la escasa
capacidad de generación de puestos de trabajo. Esta situación favorece el comportamiento
clientelístico de los distintos gobiernos provinciales, convirtiendo al sector estatal en una de las
pocas alternativas a la desocupación.
La familia parece ser la única red capaz de contener y satisfacer en alguna medida las
16
La gravedad del problema de la reinserción laboral en contextos de alto desempleo, se advierte por el
hecho de que Cristina se considera "vieja" (o el mercado de trabajo la considera "vieja") no obstante tener
40 años de edad.
17
La afirmación de la entrevistada de que el último recurso para conseguir empleo -es decir, para ser
incluida socialmente- es apelar a la protección de los caciques políticos, hace referencia a uno de los componentes estructurales de la sociedad santiagueña, es decir a un sistema de dominación sustentado en el
autoritarismo y en el uso clientelar de los recursos del Estado. Sobre el sistema de patronazgo, y particu larmente, del clientelismo político en Santiago del Estero, existen diversos aportes e interpretaciones en
Forni et al. (1992), Farinetti (2000), Auyero (2000), Dargoltz (1996), Tasso (1997) y Zurita (1999). Un aporte
pionero sobre la cuestión, lo constituye Land tenure in Santiago del Estero, que fue la tesis de doctorado
16
necesidades inmediatas de los desocupados. Por otra parte, el desempleo obliga a la
contracción de los gastos y baja la autoestima de los afectados.
La falta de trabajo me pone muy mal y empeora la relación con mi familia. Mi
madre siempre está haciéndome notar que no aporto para el mantenimiento de la
casa. La verdad es que ella, con su jubilación, corre con la mayor parte de los
gastos. Mi hermano es bioquímico y hace poco que consiguió el traslado a un
18
hospital de aquí, antes estaba en Loreto. Tuvo que trabajar para el juarismo
para que lo trasladaran.
El padre de mi hija le pasa sólo cuando él quiere una miserable cuota alimentaria, así que mucho no puedo contar con ese dinero. Me causa mucha angustia tener que privarnos de tantas cosas, cuando estaba acostumbrada a darme
con todos los gustos. Ahora hasta evito reunirme con mis amistades porque a veces
no dispongo dinero ni para un café.
Las palabras de Cristina reflejan el dolor moral causado por su declinación económica. El
trabajo remunerado fuera de la casa es percibido por un gran número de mujeres como una
necesidad inexorable.
Una nota a destacar es que la deserción de los hombres de su rol clásico de principal
proveedor del sustento familiar, obliga a muchas mujeres de sectores medios y popula res a
asumir la responsabilidad del hogar. La entrevistada manifiesta escasa credibilidad en la ayuda
económica del padre de su hija.
Tampoco tengo obra social para atención médica. El año pasado necesité
hacerme operar y tuve que recurrir al hospital. Por suerte mi hija tiene los beneficios del padre.
Hasta los cursos que hago son pagados por mi familia! A cambio debo
ocuparme de toda la limpieza de la casa porque mi madre dice que de esta manera
compensa el gasto del sueldo de la empleada doméstica. Mi vida cambió
totalmente en pocos años. Ahora soy la criada de la familia que no tiene derecho a
quejarse porque es una mantenida. He perdido el respeto que tenía antes, cuando
aportaba parte de mi sueldo.
En el testimonio anterior se manifiesta una situación de "deterioro de identidad" como
trabajadora de Cristina, al contrario de lo que acontecía con la experiencia ya relatada de
en Antropología de 1972 en la Universidad de Oxford, realizada por la antropóloga santiagueña Hebe
Vessuri.
18
El término "juarismo" denomina a la configuración política peronista que ha sido dominante en la
provincia de Santiago del Estero en los últimos 50 años. Su líder, Carlos Juárez, estructuró un sistema de
dominación que ha tenido vigencia tanto en periodos democráticos, como en gobiernos militares. El juarismo se caracteriza por un estilo de dominación autoritario, con un poder fuertemente concentrado y con
la permanente apelación a prácticas de clientelismo y corrupción. Posee su más significativa base de sustentación electoral en las amplias áreas rurales de la provincia, aunque también recibe el apoyo de sectores
17
Teresa19. En el caso de Cristina, -que de empleada pública pasa a emprender sin éxito
"aventuras" comerciales- los fallidos intentos de obtener empleo y la dependencia de la ayuda
de su familia paterna (está separada y vive con su pequeña hija en la casa de sus padres), la
ha colocado en un proceso de desvalorización ("soy una criada") de su identidad social y de
su subjetividad ("he perdido el respeto...").
La situación laboral en relación de dependencia -es decir en el sector formal- tiene algunas
ventajas para las mujeres-madres porque les ofrece la seguridad económica de un sueldo fijo
y de los beneficios sociales agregados. Esto es lo que ha perdido Cristina. Además, como ella
lo deja traslucir, el trabajo extradoméstico permite ampliar el horizonte cotidiano al ofrecer
posibilidades de comunicación y permitir establecer lazos de amistad fuera del ámbito
doméstico.
Nora, una historia de inmigrantes
La situación de Nora, algunas de cuyas apreciaciones se transcriben a continuación, es
muy distinta, pero igualmente importante es la valoración que realiza del trabajo remunerado
fuera de la casa. Esta mujer, de 49 años, casada, pudo completar su escolaridad secundaria.
Tiene dos hijos, uno profesional y el otro estudiante universitario, ambos casados. La
entrevista se efectuó en su lugar de trabajo.
Mi historia laboral está en el Mercado (se refiere al Mercado Armonía,
ubicado en el centro de la ciudad). Tanto mi abuela como mi madre tuvieron
puestos en este mercado. Desde los 8 años comienzo a venir para ayudarle a mi
madre, pero recién a los 17 se puede decir que asumo responsabilidades.
Me casé a los 19 años y decidimos con mi esposo tentar suerte en Buenos
Aires. Llegamos a estar 2 años. Allí nació mi primer hijo. Yo trabajé en una
zapatería, pero como las cosas no salieron como pensábamos, decidimos volver.
Aquí, por supuesto, empezamos a trabajar en el mercado, en el puesto heredado de
mi abuela. Al poco tiempo anexamos otro puesto que nos dejaron unos amigos. Mi
esposo trabaja ahora como remissero, en nuestro propio auto y cuando hay mucho
movimiento aquí, viene a darme una mano. Pero generalmente yo me arreglo muy
bien sola, con la ayuda de un empleado.
En mi familia se hace un culto del trabajo que lo heredamos de mis abuelos
que eran inmigrantes españoles Además somos todos evangélicos.
La migración hacia las grandes ciudades resultaba frecuente en las décadas pasadas,
populares urbanos. El fenómeno del juarismo ha sido examinado por los autores mencionados en la nota al
pie anterior.
18
siendo Buenos Aires, “la capital”, el principal polo de atracción. La gran ciudad parecía
ofrecer la concreción de los sueños de progreso, pero muchos de los que se fueron
terminaron volviendo a sus lugares de origen desencantados:
Como Nora lo dice, su vida está marcada por el trabajo. La cultura del trabajo se ve
reforzada por sus creencias religiosas y por los firmes valores morales aprendidos y
transmitidos en el seno de la familia. Sus abuelos que vinieron de España a hacer la América,
quizá con la idea de retornar a su lugar de origen con una pequeña fortuna, se asentaron en
Santiago y conformaron una sólida familia.
De su relato surge el rol cultural de las mujeres, guiando a los suyos dentro y fuera del
hogar, y, en su caso, manteniendo la tradición como "puesteras" en el Mercado.
Asimismo, al referirse a sus ingresos resalta la importancia material y simbólica de los
mismos para satisfacer las necesidades presentes y futuras del grupo doméstico.
Se gana buena plata con un puesto en el Mercado. Por lo general, el común de
la gente no tiene idea de lo bien que se puede vivir con este trabajo. Mi hijo
mayor es médico y su esposa abogada. Se casaron antes de terminar sus carreras y
yo los mantenía a los dos en Córdoba. Al segundo, lo sigo manteniendo, a él y a su
mujer. No quiero que trabaje hasta que no termine sus estudios. Viven pegado a mi
casa, pero en un departamento independiente que es de mi propiedad.
Me siento muy satisfecha por todo lo que tengo. Si no hubiese trabajado fuera
de la casa no habría podido darles a mis hijos todo lo necesario y algunos gustos
también.
El testimonio de Nora resalta la importancia de su rol de trabajadora -otra vez, en el
relato, surge la relevancia del trabajo en la conformación identitaria - que posibilitó la
consolidación y progreso de su familia. Siente satisfacción por sus logros, como la graduación
de sus hijos y pone en evidencia el papel protagónico de las mujeres que toman las decisiones
trascendentes en el seno de la familia, como la de mantener a sus hijos mayores que aún no
completaron los estudios universitarios.
3. ROLES DE GENERO EN UNIDADES DOMÉSTICAS Y EN EL MERCADO
DE TRABAJO
Las mujeres han sido protagonistas básicas de las unidades domésticas, abasteciendo,
19
Como se recordará, en el caso de Teresa, su separación y la asunción del rol de jefa de familia y trabajadora le posibilitó estructurar un proceso de afirmación de su identidad personal y laboral y de valoración de sus nuevos roles familiares.
19
sobre todo, las necesidades reproductivas 20 de la familia. La crianza, socialización y cuidado
de sus miembros, incluidos aquellos considerados activos en el mercado de trabajo, son
reconocidas como funciones propias de su condición femenina. Pero estas tareas se vuelven
invisibles en el contexto productivo del mercado.
En el imaginario colectivo las construcciones de género son ambivalentes (Scott, 1990;
Lamas, 1993), porque si bien se asocia a las mujeres con la debilidad y fragilidad, también
se enfatiza en su constancia y fortaleza como cuidadora de la familia y organizadora de las
tareas que requiere la unidad doméstica.
Pareciera ser que alimentar, controlar y velar por todos y cada uno de los miembros de la
familia es tarea exclusiva de la mujer, por sus cualidades "típicamente" femeninas pero que, en
realidad, han sido culturalmente asignadas o que en términos de Berger y Lukman (1976) han
sido construidas socialmente. Su incondicionalidad, demostrada en paciencia, constancia y
entrega, es vivida por ellas con naturalidad y resignación. El desempeño del rol de esposamadre, como asimismo el de hija, a menudo se asume como inmodificable e imposible de
remplazar con eficacia.
A pesar de resultar el trabajo extradoméstico una necesidad ineludible para el presupuesto
familiar, es una fuente de reproches y culpas, que parecería merecer la sanción de los otros y,
curiosamente, de ellas mismas. De tal manera el trabajo de las mujeres fuera de la casa es
percibido como fuente de problemas y muchas veces entra en conflicto con su rol doméstico.
Las mujeres cuyas entrevistas se analizaron hasta ahora si bien valoran y, a veces, añoran
el trabajo fuera de la casa, están convencidas de que su tarea principal es la de esposa-madre.
Esto las obliga a tratar de compatibilizar las demandas de un trabajo que posee restricciones
horarias, con las responsabilidades del hogar.
Debe observarse que, en muchos relatos, la figura del esposo-padre tiene funciones
limitadas, cuando no está ausente. El protagonismo de las mujeres se manifiesta en una clara
tendencia hacia el matrifocalismo que lleva a desdibujar el rol del esposo-padre.
Casa y trabajo
La responsabilidad de las mujeres en el manejo de las cuestiones familiares es prioritaria
20
El aporte de las mujeres a las necesidades productivas resulta cada vez más significativo, aunque
todavía continúa operando una suerte de mitificación que asigna al hombre el rol de proveedor y abastece -
20
para ellas y la sienten peligrar cuando se ven obligadas por necesidades económicas a aceptar
un trabajo fuera del hogar. Así lo manifiestan los testimonios que siguen, aunque a pesar de
ello no dejan de valorar los beneficios sociales que otorga el trabajo formal. Doña Pocha nos
dice:
Me hubiese gustado aceptar las propuestas de buenos trabajos que tenía en
clínicas y sanatorios, pero no podía dejar a mis hijos en manos de cualquiera. Así
que decidí quedarme en casa. Si hubiese tenido un trabajo seguro, tendría aportes
jubilatorios y obra social. Pero saliendo a trabajar uno abandona la casa, los
hijos, todo...
El relato de Nora refuerza la idea del mandato cultural aceptado como obligación por las
mujeres, al mismo tiempo que reconoce la necesidad del trabajo extradoméstico:
Cuando mis hijos eran chicos jamás los descuidé. Por la mañana, salíamos
todos a la misma hora, mis hijos a la escuela y yo al mercado. Por la tarde, los
llevaba conmigo al Abasto (mercado mayorista) o veníamos aquí a ordenar la
mercadería. Les hacía hacer los deberes sobre cajones. Así, mis hijos no sufrieron
nunca mi abandono. Hay otras mamás que por su trabajo no pueden atenderlos
como debieran, como mi nuera de Córdoba que tuvo que mandar a la chiquita a la
guardería, pobrecita!
Si yo no hubiese trabajado fuera de la casa, estoy segura que igual hubiese
tenido su respeto y valoración, pero nos hubiesen faltado muchas cosas, quizás lo
elemental. Tampoco habrían podido estudiar en la universidad.
Otro de los roles básicos de la mujer dentro del hogar es el de sostén emocional. Las
frustraciones y tensiones que viven los varones jefes de hogares, al quedar desempleados y no
poder cumplir con su función de aportantes de ingresos, provoca situacio nes de violencia en el
seno de las familias. Muchas mujeres, principalmente de sectores populares, viven estas
circunstancias con sometimiento y resignación, justificando inclusive actitudes de maltrato e
intentando con su entrega proteger a la familia.
Teresa relata así su experiencia:
Recién pude separarme de mi marido el anteaño pasado. Estaba cansada de
los golpes e insultos. Eso duró como cuatro años, él no era así antes. Desde que lo
dejaron afuera, trabajaba como mozo en un restaurante que se fundió, se dedicó a
la bebida. Antes tomaba, pero poco. Yo aguantaba por los chicos, el menor tiene 6
años y mi marido algunas changuitas hacía que servían para parar la olla. Me
daba miedo quedarme sola. Pensaba que no iba a poder conseguir trabajo para
mantenerlos. El siempre me decía que si no hay trabajo para los hombres, menos
hay para las mujeres.
dor casi exclusivo de las demandas productivas y económicas del grupo doméstico.
21
El caso de Teresa, representa el protagonismo de muchas mujeres, que, con su accionar,
deciden el destino de toda la familia. Perciben el trabajo fuera de la casa como una
necesidad imperiosa, a pesar de considerarlo también una fuente de problemas para la
atención de los hijos. Esta ambigüedad de situaciones lleva a las mujeres a sentirse culpables y
en sus argumentos remarcan lo inevitable de su “abandono” del hogar.
Estoy trabajando bastante, por suerte. No quiero que a mis hijos les falten las
cosas más necesarias.
Cuando salgo a trabajar, mi hija, la mayor de las mujeres, que tiene 17, se
hace cargo de los hermanos más chicos. Pero yo igual estoy intranquila, sin ver la
hora de volver a casa. Cuando llego, los chicos corren a recibirme demandándose
entre ellos y muchas veces me encuentro que no terminaron los deberes. Por eso me
parece que las cosas no marchan si no estoy yo.
Se debe reconocer que, por lo general, para una fracción importante de mujeres
pertenecientes a los sectores populares21 la construcción de la identidad femenina está
centrada en la maternidad, ya que los condicionamientos sociales y culturales orientan a las
mujeres desde pequeñas hacia un destino muy preciso: ser madres. Su historia infantil es muy
diferente de la del varón; la de ellas está relacionada con cuidar y servir a los demás. Esto
parece decisivo y marca una desigualdad social entre los géneros.
Las mujeres nacen y crecen socializándose en un mundo que identifica la condición
femenina con la subalternidad. Esto posee serias implicancias en la valoración social de las
mujeres y también en su autoestima, lo que suele ser determinante en los momentos
trascendentales de toma de decisiones.
La imagen popular de mujer-madre es la única identidad posible para algunos sectores de
la sociedad. Esa construcción de identidad de género focalizada en la maternidad, lleva a las
mujeres a culpabilizarse por trabajar fuera del hogar y no poder destinar más tiempo a la
atención de su familia.
4 - REPRODUCCION EN EL MERCADO DE TRABAJO DE LOS ROLES DE
GENERO
El incremento de la participación de las mujeres urbanas en el mundo del trabajo
extradoméstico, tanto de jóvenes solteras como de mujeres casadas, tuvo profundas
21
Si bien la significación de la maternidad como "destino femenino" puede constituirse en relevante
para muchas mujeres de los estratos bajos, no acontece algo similar para otros colectivos de mujeres, por
22
consecuencias en la organización doméstica y familiar, como se señaló anteriormente.
En Santiago del Estero, significativos niveles de participación laboral se verifican en las
mujeres de entre 20 y 34 años, es decir en pleno período de procreación, que es el que
mayores dificultades ofrece para compatibilizar el trabajo doméstico con el extradoméstico.
Este fenómeno de permanencia en la actividad, de no retiro del mercado laboral en las etapas
reproductivas, ha sido verificado en diversos contextos latinoamericanos (Arriagada, 1997), y
se encuentra vinculado con la necesidad de incorporar nuevos aportantes a los ingresos
familiares en contextos recesivos y por la caída general de los salarios, pero también se
relaciona con el aumento de los niveles educativos femeninos particularmente entre las mujeres
de los sectores medios. La educación ayuda a ampliar la autonomía de las mujeres, así como
a mejorar su autovaloración; pero además, resulta lógico que ellas quieran ver los retornos
económicos de la inversión hecha en su educación. Por ello la mujer se incorpora al mercado
de trabajo, resultando de esto que tanto en los sectores medios como en los populares, el
bienestar económico de la familia dependa crecientemente del aporte de ambos cónyuges.
A pesar de este reconocimiento, en el mercado de trabajo persiste una fuerte segmentación ocupacional entre los géneros, principalmente desde la óptica de la demanda de
mano de obra (Anker, 1997). De tal forma, a las mujeres se les impone una menor diversidad
de opciones ocupacionales que a los varones, concentrándolas en actividades y tareas que
una persistente rutina cultural considera como "típicamente femeninas" en el sector comercio y
en los servicios, en tareas que requieren cuidado y atención personalizada a terceros. En esta
perspectiva, se debe tener presente que en Santiago del Estero en sólo tres actividades
consideradas como "típicamente femeninas" -la enseñanza, los servicios de salud
(básicamente, enfermería) y el servicio doméstico- se concentraba más de la mitad del
empleo femenino (Ruiz, 1999). E, inclusive, si a esas tres actividades se les suma el comercio
minorista y la administración pública se arribaría al 82% del total, lo que manifiesta la escasa
diversificación de la estructura del empleo femenino y su restricción a muy pocos rubros.
(Ibid.)
En la década del 80, en la Argentina, las mujeres que más aumentaron su participación
laboral fueron las profesionales y las trabajadoras de comercio (Jelin, 1998). En el primer
grupo se encuentran las mujeres que pudieron acceder a la educación superior, mientras que
ejemplo para las pertenecientes a los sectores medios de los grandes centros urbanos.
23
en el comercio se insertaron mayormente como trabajadoras en el sector informal y, en menor
medida, como dependientas de tiendas.
Con respecto a los ingresos, se puede afirmar, teniendo en cuenta los datos del “Informe
sobre desarrollo humano” (PNUD, 1995), que tanto en países desarrollados como en los que
se encuentran en vías de desarrollo, sólo un tercio del trabajo de las mujeres es remunerado.
Son los hombres quienes reciben la mayor parte del ingreso y el reconocimiento por su
contribución económica, mientras que el trabajo de las mujeres permanece no reconocido y
subvalorado.
Si bien las mujeres han avanzado considerablemente hacia la igualdad en materia de
educación y salud, persisten inequidades de género respecto a su participación en las esferas
política y económica (Mouffe, 1998). Es evidente el poco aprovechamiento de la capacidad
adquirida por las mujeres, porque esa mayor capacidad se enfrenta a las limitadas
oportunidades que les ofrece el mercado de trabajo. Así es como muchos puestos de trabajo
con remuneraciones alta s o que impliquen adoptar decisiones siguen cerrados a las mujeres.
En el plano político, si bien las mujeres constituyen la mitad del electorado, son los
hombres los que tienen casi el monopolio de este espacio. Por esta razón, en la mayoría de
los países, las mujeres tienen un escaso acceso en las legislaturas. Pero, un dato alentador es
la creciente proporción de la participación social y política femenina, tanto en Santiago del
Estero y como el conjunto de la Argentina, en ámbitos que no son los de la esfera política
tradicional, sino que se encuentra vinculados a esferas más próximas a la sociedad civil, como
son, entre otros, las organizaciones no gubernamentales, los emprendimientos de desarrollo
local y municipal, y en una constelación de movimientos sociales con objetivos diversos, pero
convergentes, como son los movimientos por los derechos humanos (cuya histórica base de
partida fueron Las Madres de Plaza de Mayo), las Ligas de Amas de Casa, las Asociaciones
Vecinales, las Madres del Dolor (organización de protesta contra los atropellos y la
corrupción policial de muy activa participación en Santiago del Estero), etcétera.
Dos mujeres profesionales
Finalmente, presentamos los testimonios dos mujeres profesionales -Catalina y Marta-,
que expresan su percepción sobre el mundo laboral y sociopolítico de una provincia
tradicional.
24
Catalina, abogada, experta en derecho laboral y con amplia trayectoria en su profesión, se
desempeñó como asesora jurídica de la oficina local del Ministerio de Trabajo de la Nación.
En la actualidad patrocina a varias empresas comerciales.
Ni en mi trabajo en el Ministerio, cuando defendía a obreros, ni en la actualidad en que patrocino a empresas, se me planteó algún caso de segregación
laboral femenina, por lo menos que lo tenga presente en este momento.
De los sueldos puedo decir en base a mi experiencia que son iguales para
ambos sexos. Con respecto a los cargos jerárquicos en el comercio, depende de
cada empresa, algunas prefieren encargados, gerentes o jefes de ventas hombres y
otras mujeres.
Pero en la política, en cuanto a cargos se refiere, como diputados por ejemplo,
es evidente que está en manos de hombres, salvo áreas determinadas que son
manejadas por la Rama Femenina (peronista). Los cargos importantes, como
ministros y asesores están desempeñados en su mayoría por varones. Y en el sector
privado, como los colegios profesionales y la Cámara de Industria y Comercio,
tienen sus comisiones directivas integradas casi exclusivamente por hombres. Lo
mismo sucede con los bancos, empresas de seguros, inmobiliarias, cuyos directivos
son varones. En la Justicia sí hay muchas mujeres, salvo en el fuero penal, que es
un territorio típicamente masculino.
En opinión de Catalina la segregación ocupacional basada en el género no sería tan fuerte
como la discriminación que sí está presente en la dirigencia política y en los cargos
gubernamentales de mayor jerarquía, así como en los puestos claves que impliquen toma de
decisiones en el sector privado.
En tanto que Marta, profesora en Letras, que se desempeña como principal dirigente del
gremio que nuclea a los docentes de la enseñanza media y superior (CISADEMS),
proporciona una caracterización precisa de las formas que asume la discriminación.
La discriminación en Santiago es más bien política e ideológica. En los cargos
públicos no están los más capaces, sino los partidarios del gobierno de turno. Eso
es tradicionalmente así, cualquiera sea el color político de los gobernantes. En la
actualidad, por el peso político de la esposa del gobernador, que lidera la Rama
Femenina peronista, se nota la participación de ella y de las principales dirigentes
en la toma de decisiones del gobierno.
En cuanto a los gremios, es en el de los docentes y en el de los empleados
públicos, donde la participación femenina es muy importante. En el nuestro cerca
del 80 % de la comisión directiva está compuesta por mujeres, porque nosotras
somos mayoría en la actividad docente.
Estos testimonios refuerzan conceptos vertidos con anteriorid ad. Las mujeres, si bien
pueden ser reconocidas como buenas profesionales, llegan hasta cierto escalafón en la
jerarquía del poder político o económico. La toma de decisiones importantes, permanece en
25
manos de los hombres, principalmente de aquellos que puedan conciliar relaciones políticas y
económicas. Se torna evidente así la subutilización en el mercado de trabajo de la mano de
obra femenina calificada, remunerándola por debajo del nivel de educación alcanzado y
segregándola hacia ocupaciones sin responsabilidades de decisión.
5. ACOTACIONES FINALES
Los testimonios de mujeres trabajadoras examinados a lo largo del texto, y sobre todo la
significación que ellas atribuyen al desempeño de sus prácticas laborales -tanto las que
realizan a través del mercado, como las que se vinculan con la reproducción domésticapermiten corroborar las apreciaciones de diversas autoras (entre ellas, Arriagada, 1997;
Abramo, 1997 y Sautu y Di Virgilio, 1999) en el sentido de que las motivaciones para la
incorporación femenina en el ámbito laboral no pueden agotarse en explicaciones
monocausales, ya sea de naturaleza económica, demográfica o cultural.
De tal suerte, en distintos contextos socioeconómicos o aún en diferentes etapas de los
ciclos de vida, las razones que dan cuenta de la inserción laboral de la mujer pueden provenir,
por ejemplo, tanto del incremento de los niveles educativos femeninos, como de los efectos de
la crisis económica que plantea la necesidad de generar nuevos aportantes de ingreso, o bien
de mutaciones en los comportamientos reproductivos.
Los estudios sobre la condición de la mujer generalmente pretenden poseer derivaciones
normativas: se espera que los desarrollos descriptivos y las profundizaciones analíticas
sustenten líneas de acción y propuestas de políticas. En el marco de este artículo, no estamos
en condiciones de formularlas, pero sí quisiéramos hacer presentes algunos elementos de
juicio que nos parece podrían constituirse en puntos de partida en la elaboración de la
temática.
En principio, de acuerdo con distintas evidencias, en América Latina, ni la obtención de
sustantivas metas macroeconómicas, ni siquiera la erradicación de la pobreza, parecen
garantizar la supresión de inequidades de género (CEPAL, 1997a). Porque éstas, según Tilly
(2000) deben ser explicadas en términos de "distribuciones categoriales", esto es como
desigualdades persistentes y sistemáticas, adentradas tan profundamente en la vida social
que "en rigor no resulta necesario un acto voluntario de discriminación para mantener la
desigualdad de género" (Milkman y Townsley, 1994).
26
Por otra parte las estrategias de reivindicación tendrían que evitar incursionar en énfasis
esencialistas de la identidad femenina y reconocer la existencia de diversidad de situaciones y,
consecuentemente de una diversisdad de feminismos, insertando las luchas emancipatorias de
la mujer en el proceso de búsqueda de una democracia plural y radical (Mouffe, 1998).
En la actualidad, las demandas de justicia social parecieran agruparse en torno a dos ejes:
por un lado los "reclamos redistributivos" que buscan un reparto más justo de recursos y
bienes, y por otro los "reclamos de reconocimiento" tendientes a instaurar un mundo que
acepte las diferencias. Según Fraser (1998: 17 y ss.) dentro del feminismo se han ido
distanciando progresivamente las tendencias que consideran a la distribución como el remedio
para eliminar la dominación masculina, de aquellas posturas que afir man que la solución pasa
por el reconocimiento.
Ambos enfoques pueden expresarse de la siguiente manera: mientras que el paradigma de
la redistribución enfatiza en las políticas de la igualdad (en el ámbito de lo social) el paradigma
del reconocimiento se centra en las políticas de la diferencia (en el ámbito de lo cultural). El
primero privilegia las políticas de clase, en tanto que el segundo las políticas de identidad; asi
también, mientras que el primero pone el acento en la igualdad el segundo lo hace en el
multiculturalismo.
Aunque la perspectiva redistribucionista privilegia un cambio económico, mientras que el
enfoque del reconocimeinto promueve un cambio valorativo y cultural, Fraser señala que
ambos paradigmas no son, ni debieran resultar, antitéticos, sino que ambos deben integrarse
en una concepción "bivalente" de la justicia y la equidad.
Los testimonios de las trabajadoras santiagueñas entrevistadas en nuestra investigación
muestran la convergencia de motivaciones redistribucionistas y económicas con reclamos
identitarios y valóricos. Tal complementariedad no es el resultado de ensamblar las
perspectivas de distintas mujeres, sino que en el discurso de cada una de ellas se superponen
-se solapan- preocupaciones tanto por la segmentación como por la segregación ocupacional:
la primera de base económica (preocupación en torno a los diferenciales de ingreso), la
segunda de base valórica (preocupación por la discriminación).
Finalmente, destacamos dos aspectos que aparecen con regularidad e insistencia en los
relatos de las entrevistadas. Uno de ellos vinculado con la reveladora significación que se
asigna a la captación de ingresos por parte de la mujer en el proceso de afirma ción identitaria
27
y en las disputas por el poder en el ámbito doméstico. En tanto que el otro aspecto a resaltar
se muestra como una nota característica de Santiago del Estero -en rigor, también de otras
sociedades tradicionales del interior de la Argentina -, y es la percepción de que las serias
dificultades que plantea la búsqueda de trabajo a menudo fortalece la estructuración de
relaciones de clientelismo político: en contextos de alto y prolongado desempleo, para muchos
miembros de los sectores populares, las posibilidades de inclusión pasan a depender de la
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