na violant, nostra regina - Universitat per a Majors

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“ NA VIOLANT, NOSTRA REGINA”
• MARÍA DEL CARMEN LAGUIA FLORS
• Tutorizado por: PILAR ESCUDER MOLLÓN.
Índice:
1- Justificación del Proyecto.
2- Introducción Histórica y Geográfica
2.1- Hungría.
2.2- Territorios de la Corona de Aragón.
2.3- Dinastias de la Corona de Aragón.
3- Doña Violante.
3.1- Princesa
3.2- Jaime I.
3.3- Violante reina.
4- Conclusiones y Agradecimientos.
5- Bibliografía
1)Justificación del Proyecto.
Lo que voy a exponer no es una recopilación cronológica de fechas y datos
históricos que nos lleven a una lección de investigación de Doña Violante de
Hungría, sino que mi idea es conocer un poco a una mujer que fue la primera
reina que tuvimos todos los que pertenecemos a esta hermosa tierra que es
Castellón, ya que en ella nuestra reina, que es así como nos referiremos a ella,
desempeño numerosos hechos que marcaron a la provincia para el resto de la
historia. Destacamos pues a Almenara, Morella, Burriana, Onda… entre los
pueblos que siempre presentaran pleitesía ante tan ilustre figura.
Todos los datos históricos que posteriormente pasaré a desarrollar en los
diferentes puntos en los que se divide el trabajo, me llevan a pensar que
tuvimos una gran reina de gran linaje, compuesto por grandes reyes y grandes
santos de la fe cristiana.
En su nueva patria demostró ser un gran símbolo de inteligencia política,
humana y cristiana además de una excelente madre. Todo esto se ignora en la
mayoría de manuales, ciñéndose simplemente a nombrarla como esposa de
Jaime I. Pero no para nosotros, la gente de Castellón, ya que cada vez que
observamos su busto podemos contemplar la figura de una mujer fuerte,
valiosa y valiente. Es por ello que cada año en nuestra semana de fiestas
fundacionales rendimos pleitesía a nuestra reina. Una figura que los
castellonenses no olvidaremos. Sirva para ello este humilde trabajo.
2)Introducción Geográfica e Histórica.
Hungría (Magyarország), es una llanura del centro de Europa, que se halla en
la concavidad del arco de los Carpatos. Esta llanura esta dividida en dos
cuencas escalonadas por la selva de Bakony y los montes de Marta.
Encontramos en ella, a un lado la alta Hungría y al otro lado la Baja Hungría,
región árida de estepa. El país esta atravesado por el Danubio, río húngaro por
excelencia.
Hungría estaba formada por dos grandes villas: Buda y Pest ambas separadas
entre si por el rio Danubio. Buda comenzó a cobrar importancia a mediados del
siglo XII. Este proceso de auge fue interrumpido por la invasión de los Tártaros
en 1241. Tras la retirada de las tropas Tártaras, la Buda original, edificada
sobre las ruinas del Aquincum ( lugar de campamento romano durante el siglo
11a.c, y ocupado en el siglo V por los Hunos) fue rodeado de murallas y tomó
en esta época la denominación de Óbuda ( Buda vieja), terminología utilizada
hasta nuestros días. Luís I el grande de la dinastía de los Anjou, instalará aquí
definitivamente su corte en el años 1346, construyendo el primer palacio real
de la ciudad.
Los Margiares llegaron de Asia en el siglo noveno, atravesando los Carpatos,
pueblos nómadas, bárbaros y dados al pillaje fueron rechazados de Alemania
en el siglo X por los príncipes Sajones. Estaban organizados en siete tribus
confederadas y acaudilladas por “Arpad”, apitaste de la tribu Magiar y que daría
nombre a la dinastía de los nuevos reyes, finalizando con Andrés III, hijo de un
hermanastro de Dña. Violante en el año 1301.
Convertidos al cristianismo bajo el reinado del rey Vajk ( descendiente directo
de Árpád), tomo el nombre de Esteban que fue elevado a la dignidad de “ Rey
Apostólico” por el pontífice Silvestre II. Quien a favor de los servicios prestados
le regalaría la que posteriormente seria corona del imperio en el siglo XI.
Prestaron grandes servicios a los pueblos católicos de Europa, deteniendo en
el siglo XV la invasión Turca ( Soliman II los venció en la batalla de Mohacs en
1526, y los húngaros fueron sometidos a los principes alemanes de la casa de
Austria).
Tras la batalla perdida de Mohács, el país llegó a dividirse en tres partes: la
zona central, el llamado territorio conquistado, fue invadido por los turcos en
forma de una cuña; las provincias occidentales y septentrionales, la llamada
Hungría real estuvo dirigida por Fernando de Habsburgo quien ocupó el trono
de Hungría; al Este del río Tisza prácticamente se formó un nuevo Estado: el
Principado de Transilvania.
Dado que la conquista turca se estableció en
el centro del país, Hungría se convirtió en la zona de enfrentamiento de dos
culturas, la cristiana europea y la musulmana turca. Las fronteras de la zona
central invadida del país variaban constantemente, porque las luchas libradas
por conquistar o reconquistar algún castillo, duraron 150 años, con
interrupciones más o menos largas. Las guerras causaron una terrible
devastación en el legado cultural, en la economía y también en vidas humanas.
No sólo perecieron varias generaciones de soldados húngaros, sino que los
turcos también se llevaron una considerable parte de la población, como
esclavos. En los territorios antaño más florecientes (en la actual Voivodina y en
el centro del país) apenas quedaron edificios de piedra o de ladrillo. La
destrucción sistemática modificó la estructura medieval de las poblaciones y
cambió la composición étnica de la población. En la Hungría del rey Matías
todavía vivían 4 millones de personas, al igual que en Inglaterra en aquellos
tiempos. En los dos siglos siguientes la población de Europa aumentó al doble,
sin embargo, en Hungría a fines del siglo XVII solamente vivían 3 millones de
habitantes. En esa época se mezclaron en gran número con la población
húngara de los territorios centrales de suerte más adversa, los grupos étnicos
de los Balcanes que huían de los turcos, luego, tras la expulsión de los turcos,
los eslovacos, y más tarde, como resultado de acciones de colonización,
alemanes, serbios y rumanos.
Los aristócratas de la llamada Hungría real eligieron a Fernando de
Habsburgo para que ocupara el trono vacante desde la trágica batalla de
Mohács, reconociendo sus demandas de sucesión. Su decisión se vio
fuertemente influída por el reconocimiento del hecho de que frente al imperio
mundial turco, necesitaban apoyo, que esperaban obtener de la dinastía de los
Habsburgo, que jugaba un papel cada vez más importante en la política de las
grandes potencias europeas. Calcularon bien, ya que el vecino Imperio
Habsburgo, también amenazado por los turcos, estaba interesado en la
liberación de Hungría, por ello el tesoro real -con los fondos procedentes de
otras provincias del Imperio Habsburgo- regularmente destinaba enormes
sumas para el mantenimiento de los aproximadamente 100 castillos situados
en el territorio de la Hungría real y para abastecer a sus defensores. Al mismo
tiempo, los húngaros muchas veces esperaban en vano el prometido apoyo
imperial para sus sangrientas luchas, ya que éste llegaba a suelo húngaro
principalmente de acuerdo con los intereses de gran potencia de la dinastía de
los Habsburgo, y no correspondiendo a las necesidades húngaras.
Contribuyó a la formación de una relación pacífica entre el rey y su
pueblo, el hecho de que los Habsburgo, frente a los turcos, también
necesitaban la ayuda de los húngaros y por ello respetaban la constitución
húngara. El sistema institucional húngaro quedó casi intacto en su totalidad,
incluyendo la asamblea nacional y las provincias. Los cargos dignatarios del
país fueron desempeñados por los grandes señores húngaros, quienes en sus
castillos a menudo mantenían cortes casi principescas. Las lejanas oficinas
reales, residentes en Viena, apenas intervenían en asuntos internos, por lo
tanto los señores húngaros podían dirigir éstos según sus tradiciones.
Transilvania, la parte oriental del país dividido en tres, desde el punto de
vista de los turcos, que se abrían paso hacia Viena, pertenecía a aquella zona
en la que ellos se contentaban sólo con cobrar impuestos y ejercer un control
indirecto. De esta manera, de la parte oriental de Hungría pudo configurarse el
Principado de Transilvania, dependiente del sultán en sus relaciones exteriores,
pero autónomo en cuanto a sus asuntos internos, que paulatinamente se
fortaleció a tal grado, que algunos de sus príncipes más talentosos parecían
más bien monarcas europeos soberanos que lugartenientes del sultán.
El Principado de Transilvania se vio obligado a equilibrarse entre las dos
superpotencias, los Imperios Habsburgo y Otomano. Obedeciendo al mandato
momentáneo de sobrevivir, pero a veces seguramente también a sus propios
intereses, los gobernantes de Transilvania entablaban con frecuencia alianzas
contradictorias, no obstante, la política de sus dirigentes más destacados,
como István Báthori, Gábor Bethlen o György Rákóczi I, siempre tuvo como
objetivo unir las fuerzas de la parte occidental y oriental del país para expulsar
a los turcos y reunificar el país, oponiendo resistencia luego a la exagerada
influencia de los Habsburgo.
La división del país y la dominación turca
transformó las estructuras económica y social de Hungría. En medio de las
constantes luchas, la cría de reses llegó a ser casi la única actividad rentable,
debido a que, en caso necesario, era posible salvar el ganado arreándolo a otro
lugar, y lo único que se necesitaba para este tipo de ganadería era prados de
gran superficie, llanos vacíos, que gracias a las permanentes luchas, no
faltaban. En los años 1580 Hungría era el mayor exportador de carne del
mundo. Sin embargo, la exitosa exportación vacuna ejerció a largo plazo
influencias negativas sobre la estructura económica húngara, dado que
conservó el desarrollo unilateral que ya desde antes caracterizaba la estructura
económica húngara, trayendo consigo el atraso de la industria.
La nobleza y la burguesía más pudiente huyó a Transilvania o al
territorio de la Hungría real, mientras que los campesinos de las zonas
arrasadas se hicieron soldados en los castillos que quedaron en manos de los
cristianos. Toda esa época y todas sus capas de población se caracterizaban
por el desplazamiento constante, relacionado con las luchas, las huídas y el
comercio, lo cual mantenía despierta en la población del país la conciencia de
la unidad del país y la intensidad de la resistencia frente a los turcos.
Probablemente se deba al pensamiento de unidad contra los turcos,
considerada más importante que nada, que las luchas confesionales de la
reforma y la contrarreforma, que en los países de Europa Occidental cobraron
tantas víctimas, en Hungría se llevó a cabo por medios pacíficos, a pesar de
que los nuevos ideales conmovieron a todos los estratos de la población. Las
disputas teológicas, en vez de causar destrucción, más bien le dieron un
enorme ímpetu al desarrollo de la cultura húngara y del idioma escrito húngaro.
En 1571, adelantándose a los demás países europeos, la asamblea nacional
de Transilvania promulgó la ley acerca del ejercicio libre de las religiones
católica, reformada (calvinista), evangélica (luterana) y unitaria. Ya
al
comienzo de los años 1600 se hizo evidente que el Imperio Otomano no era
capaz de seguir incrementando sus territorios europeos, aunque al final del
siglo todavía representaba una fuerza tan grande, que su expulsión solamente
era posible por medio de la cooperación europea. Los acontecimientos se
aceleraron como resultado del fracasado ataque turco contra Viena en 1683.
Después de éste, por iniciativa del papa Inocencio XI, el Imperio Habsburgo,
Polonia y Venecia crearon la Santa Alianza, que -completada con otros
miembros- en 1686 liberó Buda del dominio turco que había durado 145 años.
Las tropas aliadas no se detuvieron ahí. Estas tropas dirigidas por los mejores
estrategas europeos: Carlos, príncipe de Lotaringia, Maximiliano Emanuel,
elector de Baviera y el príncipe Eugenio de Saboya, hasta fines del siglo
expulsaron a los turcos de todo el territorio de Hungría
El hecho de que las tropas imperiales hayan jugado el papel decisivo en
la expulsión definitiva de los turcos, fortaleció las intenciones absolutistas de la
corte vienesa, que venían manifestándose hacía algún tiempo. El emperador
victorioso manejaba los territorios liberados del país como provincias
conquistadas. Logró presionar a la asamblea nacional a que los húngaros
dimitieran a sus derechos que les fueron garantizados desde la Bula de oro: los
derechos a la libre elección del rey y a la oposición de resistencia frente al rey.
Haciendo caso omiso de los derechos de los propietarios antiguos, repartió
entre sus propios partidarios los territorios reconquistados, y al país, convertido
en yermo, le cobró a posteriori los costos de la liberación, en la forma de
impuestos de guerra.
Hungría y la dinastía de los Habsburgo (1686-1790)
Paralelamente al fortalecimiento de los Habsburgo, en el siglo XVII los
húngaros se vieron cada vez más obligados a proteger sus intereses no sólo
frente a los turcos, sino también frente a los Habsburgo. No obstante, el
despotismo imperial posterior a la expulsión de los turcos, provocó una
resistencia nunca antes vista, y en 1703 conllevó a una lucha de independencia
que duró ocho años. El caudillo del movimiento, Ferenc Rákóczi II,
descendiente de príncipes de Transilvania, trató por medio de reformas
sociales y una tolerante política de culto, de preparar para la lucha al
desangrado país. Tras las victorias iniciales, fue vencido y tuvo que marcharse
al exilio, junto con sus partidarios, pero la prolongada lucha de independencia
dejó claro también a los Habsburgo que para ellos el ejercicio del poder
monolítico es una intención sin perspectiva, lo mismo que para los húngaros es
la independencia plena. Las leyes de 1714-15 aseguraron la independencia
constitucional de Hungría y los antiguos privilegios de la nobleza.
La relativa tranquilidad de las décadas posteriores, el desarrollo técnico
y la coyuntura agrícola fueron suficientes para que la capa dirigente húngara se
sintiera satisfecha a tal grado, que se lanzara a defender el imperio Habsburgo
cuando María Teresa (1740-1780) necesitaba ayuda en la guerra de sucesión
austríaca.
María Teresa y su hijo, José II (1780-1790) estaban entre los
representantes más prominentes del absolutismo ilustrado europeo. Quisieron
modernizar y fortalecer el imperio con una administración pública más
profesional, con una política económica basada en parte en el progreso
científico, con una política social más humana y -en el caso de José II- con
medidas anticlericales. A la luz de estos criterios, desde los años 1760, María
Teresa ignoró la asamblea nacional húngara y emitía por decreto sus reformas
de política económica y social, por ejemplo, las relacionadas con la regulación
de las cargas de los siervos o con la instrucción pública. José II, más radical,
comenzó su reinado disolviendo las órdenes religiosas y sacando la censura
del control de la iglesia, mientras que su célebre decreto de tolerancia permitió
también a los no católicos romanos ejercer cargos públicos. Estas medidas
provocaron la resistencia de la jerarquía católica, y sus planes de reforma
impositiva no fueron del agrado de la nobleza húngara, agraviada por el
menoscabo de sus derechos ancestrales; su rigidez demostrada en la omisión
de la constitución, en la introducción uniforme del sistema centralista de
administración pública y del idioma alemán como idioma oficial, alejó de su lado
a sus seguidores originales: a los reformadores húngaros.
El emperador, al perder su base de apoyo, en su lecho mortal retiró la
mayoría de sus reformas. La nobleza ilustrada, su antiguo soporte, trató, en las
comisiones de la asamblea nacional nuevamente convocada, de transplantar
de su programa todo cuanto podía ser compatible con la conciencia nacional
moderna que empezaba a revivir. Sin embargo, en el clima definido por la
revolución francesa cada vez más radical, la dinastía de los Habsburgo
abandonó sus intenciones de modernización y se preparó para conservar sus
posiciones.
Surgimiento de la sociedad civil, reforma y revolución (1790-1849)
Los dilemas de independencia y modernización -con el vocabulario de la
época: "patria y progreso"- fueron planteados de forma mucho más aguda que
nunca, en la era del despertar nacional centro oriental europeo. Al igual que los
demás pueblos de la región, el pueblo húngaro también cruzó los umbrales del
siglo XIX con una estructura falta de reformas socioeconómicas. El contraste
entre el desarrollo iniciado dentro de la sociedad agrícola y el conservadurismo
del gobierno llamó dramáticamente la atención a los principios de la economía
de mercado y de la constitucionalidad liberal.
Tal como la ilustración se arraigó sobre todo en los palacios señoriales y
en las casonas de la mediana aristocracia de Hungría, también la base
principal del liberalismo la constituía la nobleza sorprendentemente numerosa,
de conciencia política y tradiciones firmes, que completaba su renta con
ocupaciones burguesas. El mayor representante del liberalismo húngaro de la
nobleza, el conde István Széchenyi (1791-1860), seguidor de ideales ingleses,
reconoció que la principal causa del atraso de Hungría no reside en su
sometimiento a Viena, sino en el sistema feudal. Con sus obras teóricas que
ejercieron gran influencia y con su actividad modernizadora práctica obtuvo
méritos imprescriptibles en la transformación del modo de ver dominante.
Sacrificó incluso mucho de su patrimonio privado en fines públicos. Fue el
fundador de la Academia de Ciencias de Hungría (1825) y promotor de la
regulación fluvial, de la creación de las condiciones de la navegación a vapor y
del transporte ferroviario, así como de la construcción del primer puente
permanente entre Buda y Pest, el Puente de Cadenas, etc. Lajos Kossuth con
toda razón llamó a Széchenyi, su disputador político número uno, "el mayor
húngaro".
Lajos Kossuth, el otro político húngaro sobresaliente de la época,
representaba una corriente más radical que Széchenyi, y apelaba a la amplia
publicidad. A partir de 1841 fue redactor del Pesti Hírlap (Gaceta de Pest),
primer órgano de prensa político moderno del imperio Habsburgo. Afirmaba
que la única vía posible de evitar la explosión social era la liberación lo más
rápida posible de la servidumbre. Entre 1832 y 1848, en las "asambleas
nacionales de la reforma", la oposición encabezada por Kossuth obtuvo
importantes logros, y el Partido Oposicionista formalmente establecido en 1847,
abiertamente fijó como objetivo que en la Hungría librada del tutelaje de Viena
y de las ataduras feudales surgiese un gobierno moderno, responsable y
representativo. La ola revolucionaria europea de 1848 encontró a Hungría en
medio de esta efervescencia intelectual y este clima político exitado.
A raíz de las noticias de la revolución de Palermo, y especialmente de
París, en marzo de 1848 en la asamblea nacional de Bratislava la oposición
ejerció una presión cada vez más decidida sobre la corte, con el fin de hacer
aceptar sus propuestas de reformas. Después, la noticia alentadora de la
revolución de Viena hizo estallar la revolución de Pest el 15 de marzo de 1848.
Sándor Petõfi, uno de los mayores poetas húngaros y sus compañeros, a la
cabeza de una entusiasmada multitud, despreocupándose de la censura,
hicieron imprimir sus 12 puntos que contenían la esencia del programa de
reformas liberales. La corte retrocedió e inició negociaciones con la delegación
de la asamblea nacional, dirigida por Kossuth, sobre el proceso constituyente.
Los resultados de las negociaciones, las llamadas "leyes de abril",
abolieron la exención impositiva secular de la nobleza, proclamaron la
liberación de la servidumbre y su igualdad ante la ley, así como hicieron entrar
en vigor las libertades civiles. Para Hungría y Transilvania, hasta entonces
manejadas como unidades legislativas separadas, nombraron un gobierno
responsable común, encabezado por el conde Lajos Batthyány, con sede en
Pest-Buda. Unicamente la persona del monarca establecía la relación entre el
país y el imperio Habsburgo, dentro de cuyo marco alcanzó la mayor
independencia posible.
Sin embargo, en septiembre de 1848, cuando el gobierno de Viena
recobró el aliento tras la extenuación de la revolución de Austria, movilizó al
ban croata Jelacic para realizar un ataque armado contra Hungría. Los
húngaros se vieron obligados a librar una lucha de independencia para
defender sus derechos constitucionales logrados en un marco legal, por medio
de una revolución que no derramó ni una gota de sangre.
La heróica lucha de independencia duró casi un año, con resultados
variables. Finalmente, su suerte fue sellada con el pacto entre el emperador
Francisco José I y el zar ruso, a raíz del cual en junio de 1849 un ejército
intervencionista ruso de doscientos mil efectivos cruzó los Cárpatos,
marchando contra los húngaros. Las tropas húngaras no pudieron oponer
resistencia a la superioridad de fuerzas de los ejércitos austríaco y ruso
unificados. El 13 de agosto de 1849 también las últimas fuerzas húngaras
importantes depusieron las armas.
Neoabsolutismo y los "felices años de paz" (1849-1914)
Las consecuencias políticas de la derrota militar fueron la ejecución de
unas ciento cincuenta personas, en la encarcelación de miles y en la abolición
de toda constitucionalidad. Hungría fue integrada en el imperio Habsburgo
unificado, gobernado por una burocracia centralizada, y el carácter agrícola
atrasado y las condiciones jerárquicas de la sociedad en lo fundamental se
conservaron intactos. La élite política húngara trató de obstaculizar el
funcionamiento de la maquinaria represora mediante la llamada "resistencia
pasiva", rechazando ejercer cualquier tipo de función pública.
A mediados de los años 1860, las guerras fracasadas de los Habsburgo
aislaron internacionalmente a Austria, agotaron su tesoro, pero a su vez, la
prolongada resistencia pasiva también llegó a causarle problemas existenciales
a la capa dirigente húngara. La situación estaba madura para un compromiso.
Por iniciativa de Ferenc Deák, el "sabio de la patria", se iniciaron las
negociaciones de compromiso. Como resultado de las mismas, en 1867 el
Imperio Habsburgo se convirtió en una monarquía dualista de Austria y
Hungría. Las dos partes de igual rango de la Monarquía Austro-Húngara
obtuvieron total soberanía en sus asuntos internos. Sus respectivos
parlamentos promulgaban autónomamente sus leyes, que Francisco José I en
Viena ratificaba como emperador, en Budapest como rey, y dos gobiernos por
separado se encargaban de llevarlas a cabo. Continuaron siendo comunes los
asuntos exteriores y los de guerra, así como las finanzas de los mismos. El
compromiso significó para los dos grupos nacionales dominantes del imperio:
los húngaros y los austríaco-alemanes, el retorno a la constitucionalidad y a
buena parte de los logros de 1848.
La historia del casi medio siglo siguiente trajo consigo un florecimiento
económico y cultural y estabilidad política nunca antes vistos en Hungría.
Durante casi media centuria funcionó de manera previsible el primer sistema
parlamentario moderno de la región, aunque con un derecho a voto restringido,
en un marco conservador, respondiendo cada vez peor a los requisitos
dictados por la movilidad social, y sin manejar con la seriedad debida las
reivindicaciones de las minorías nacionales que componían la mitad de la
población de ambas partes del imperio. Estos últimos, viendo la rigidez del
sistema, al final trabajaron en aras de deshacerlo, para lo cual a largo plazo
ofreció buenas perspectivas la creación de los Estados independientes de los
Balcanes, que atraían como un imán a los habitantes sureslavos y rumanos de
la monarquía.
Los fenómenos de crisis política que surgieron a fines del siglo quedaron
semiocultos por el creciente bienestar material e intelectual, del que se
beneficiaron incluso aquellos que quedaron fuera de la esfera del poder
político. La revolución industrial que se desencadenó convirtió a la Hungría de
los "felices años de paz", de un país agrícola atrasado en un país agroindustrial
de desarrollo relativamente rápido. La renta nacional aumentó al triple, la
proporción de la población urbana se incrementó del 10 % a una tercera parte
de la población total, y disponía de una infraestructura moderna para la época y
de una cultura burguesa floreciente. En Budapest, metrópoli de un millón de
habitantes, la exposición organizada en 1896 para festejar el aniversario
milenario de la conquista de la patria, conmemoró merecidamente todos estos
logros.
De una guerra a la otra (1914-1945)
La primera guerra mundial puso fin a esta prosperidad. El problema de
las nacionalidades durante la monarquía de los Habsburgo se convirtió en un
arma potente en manos de sus rivales, las potencias de la Entente ofrecieron
refugio a los consejos nacionales de las minorías en la emigración y los
reconocieron como sus aliados. En el otoño de 1918, tras el desmoronamiento
militar alemán-austríaco-húngaro, esto puso en peligro la integridad territorial
de la Hungría histórica: Rumanía exigía para sí Transilvania, el Estado
sureslavo en formación reclamó la región meridional y el estado checoslovaco
demandó la región septentrional.
En esta situación crítica, en octubre de 1918 estalló una revolución en
Budapest. Se proclamó la república, cuyo presidente fue el conde Mihály
Károlyi, quien simpatizaba con la Entente. Sin embargo, la reforma social
democrática iniciada no pudo equilibrar el trauma causado por la derrota en la
guerra, la descomposición de la economía y el ataque de los países de la
llamada Pequeña Entente. El descontento de las masas fue intensificado aún
más por los agitadores bolcheviques recién formados, que acababan de
regresar de los campamentos de prisioneros de guerra de Rusia. El gobierno
de Károlyi que se encontró en una situación imposible, en marzo de 1919
entregó el poder a la República comunista de los Consejos de Hungría, dirigida
por el bolchevique Béla Kun, que en sus breves tres meses de vida intentó
cumplir su programa social por medio de la nacionalización y el terror
revolucionario, mientras que continuaba la lucha por la integridad territorial del
país. Su caída no se debió a la contrarrevolución organizada bajo el mando de
Miklós Horthy, sino a la intervención checa y rumana.
Al finalizar la breve invasión rumana y el terror blanco que reemplazó al
terror rojo, se celebraron elecciones, como resultado de las cuales se reunió
una asamblea nacional que formalmente restauró la monarquía y eligió a
Miklós Horthy como regente. El nuevo régimen firmó en junio de 1920 las
condiciones dictadas por las grandes potencias victoriosas en el tratado de paz
de Trianon (Versailles), lo que significaba darse por enterados forzosamente de
la desmembración de la Hungría histórica.
La Hungría de la Monarquía Austro-Húngara, junto con sus problemas
de nacionalidades y su conservadurismo político, pasó a la historia, no obstante
el nuevo orden, ratificado por el sistema de paz de Versailles, no resolvió las
tensiones étnicas de la región, mientras que dividió en elementos, que
difícilmente revivían, una unidad económica y cultural que antes había
funcionado bien, y que incluso había jugado un papel importante en el equilibrio
de poderes en Europa.
En el tratado de paz de Trianon se aplicó unilateralmente, en detrimento
de Hungría, el principio equitativo de la autodeterminación de las naciones:
Hungría perdió dos terceras partes de sus antiguos territorios y más de la mitad
de su población. Al contrario de sus nuevos vecinos, se convirtió en un Estadonación casi homogéneo, mientras que una tercera parte de la población de
nacionalidad húngara, más de tres millones de húngaros corrieron la suerte de
vivir en minoría en los Estados sucesores vecinos. Todo esto determinó,
además de las perspectivas desfavorables de la economía desbaratada del
país, también su futuro político: en el período entre las dos guerras mundiales,
ninguna fuerza que haya buscado éxitos en la política interior, pudo ignorar la
demanda de la revisión.
Las reformas del régimen de Horthy, que observaba los elementos
esenciales del parlamentarismo aunque era profundamente conservador, poco
hicieron por modernizar la estructura social retrógrada. No obstante, gracias al
talento personal de algunos de sus políticos sobresalientes -como Pál Teleki e
István Bethlen-, a fines de los años 1920 logró consolidar la política interior,
cierto crecimiento económico, es más, la ruptura del aislamiento de política
exterior y la leve esperanza de una revisión parcial, pacífica. Pero en el umbral
de los años 1930, la crisis mundial económica nuevamente puso a Hungría en
un curso forzoso. La recesión completó el proceso iniciado por el sistema de
paz de Versailles, el desmenuzamiento de la unidad económica, social y
cultural de la cuenca del Danubio: estimulando el encerramiento nacional abría
paso a los extremismos políticos, y en el vacío de poder surgido facilitó la
incursión de las grandes potencias interesadas en la región. En el caso de
Hungría, que inculpaba sus problemas a Trianon y anhelaba la revisión, esto
significaba una estrecha relación con Alemania e Italia.
Después de iniciarse la agresión nazi, el premio por la adhesión de
Hungría a las potencias del eje fue la reunificación de los territorios
checoslovacos y rumanos de mayoría húngara (1938-1940); sin embargo,
estos favores le hicieron imposible quedarse fuera de las luchas de la segunda
guerra mundial y rechazar la participación en la invasión a Yugoslavia en 1941.
El gobierno húngaro estuvo más dispuesto a tomar parte en la guerra contra la
Unión Soviética, mientras que, sobre todo después de las graves derrotas
sufridas en el frente oriental, la élite tradicional que desde el comienzo
alimentaba sentimientos contradictorios hacia el nazismo, buscaba llegar a un
acuerdo con las potencias occidentales. Dándose cuenta de las intenciones de
su "vasallo renuente", el 19 de marzo de 1944 Alemania invadió militarmente el
país. Luego de que un gobierno títere llevara a cabo la deportación de la
mayoría abrumadora de los judíos de Hungría, hizo fracasar el intento de
Horthy de salirse de la guerra y abrió paso al terror de los nacional-socialistas
húngaros, los cruz-flechados. Con el rápido avance del Ejército Rojo, entretanto
todo el país se convirtió en escenario de guerra y, en la primavera de 1945,
debido a la rotunda derrota, sucumbió el antiguo régimen y con él la soberanía
estatal misma; en el país convertido en ruinas se estacionó un ejército invasor
de más de un millón de efectivos. Sus dirigentes prometieron garantizar la
autodeterminación, a pesar de que -como llegó a saberse más tarde- la
conferencia de Yalta de las grandes potencias en 1943 ya había decidido que
Hungría, junto con sus vecinos, pertenecía a la esfera de intereses soviéticos.
El socialismo (1945-1987)
Los tres primeros años posteriores a la segunda guerra mundial fue la
época del experimento de una democracia pluripartidista en la Hungría
militarmente invadida. El Partido de los Pequeños Propietarios -que reunía a la
burguesía y al campesinado-, ganador de las elecciones de 1945, a solicitud de
las grandes potencias formó coalición con los socialdemócratas, con el Partido
Nacional Campesino y con los comunistas, que bajo la dirección de Mátyás
Rákosi no tuvieron escrúpulos en aprovechar la protección brindada por las
tropas soviéticas invasoras. En el espíritu de la unión de fuerzas nacional, la
coalición alcanzó grandes resultados en la reconstrucción, y con la reforma
agraria se hizo realidad el sueño secular del campesino húngaro. Pero ya en
esos tiempos se inició la nacionalización de las empresas privadas y la
introducción de algunos elementos de la economía dirigida de tipo stalinista.
Cuando el país se repuso de la conmoción de la guerra, los comunistas
atomizaron a sus rivales -dividiendo a sus socios de coalición, mediante
chantaje político, utilizando la policía política controlada por ellos y por medio
del fraude electoral- convirtiéndose de esta manera en la única fuerza política
que funcionaba en 1947-1948. Les garantizaba este status el "tratado de
amistad eterna" firmado con la Unión Soviética y la constitución "stalinista" de
1949.
La dictadura stalinista de Rákosi concluyó entre 1948 y 1953 la
nacionalización y comenzó el desarrollo de ritmo irrazonable de la industria
pesada; obligó al campesinado a entregar sus productos y luego los forzó a
ingresar en koljoses, expropiando sus tierras. A las decenas de miles de
"enemigos" del sistema los trasladaron al interior del país o los enviaron a
trabajos forzados y condenaron a personas inocentes en juicios preconcebidos,
basados sobre acusaciones falsas. En el ambiente posterior a la muerte de
Stalin (1953), bajo el gobierno del reformista Imre Nagy se atenuó el terror y se
comenzó a investigar los abusos, la población del país pudo respirar aliviada,
pero más grande fue la desesperación general, cuando la camarilla de Rákosi
volvió al poder político.
El XXº congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, celebrado
en febrero de 1956, dejaba entrever el fin de la severa era stalinista. A raíz de
dicho acontecimiento que se consideraba una promesa de posibles cambios
democráticos, en Hungría surgió con fuerza elemental la resistencia frente al
sistema totalitario, y esto condujo al estallido de la revolución del 23 de octubre
de 1956. Imre Nagy, personaje popular en el país entero debido a sus reformas
del año 1953, se puso a la cabeza del gobierno revolucionario. Se restableció
el sistema pluripartidista y Hungría abandonó la alianza militar del bloque del
Este, el Pacto de Varsovia. No obstante, el gobierno soviético, tras la cavilación
inicial, decidió inmiscuirse, y la intervención iniciada el 4 de noviembre aplastó
brutalmente la revolución. Unos doscientos mil refugiados abandonaron el país
sometido a este fuerte choque, mientras que el período marcado con el nombre
de János Kádár -colocado a la cabeza del partido comunista reorganizado
como un títere de los soviéticos- comenzó con una ola de represión nunca
antes vista.
A pesar de ello, la vivencia de la revolución de 1956 también dejó claro
ante el poder comunista que ya no se podía regresar a los métodos de
gobierno ni a las condiciones de los "años cincuenta". A ello se debe que el
nuevo régimen, una vez restablecido el "orden", en los años 1960 consolidó su
posición mediante una amnistía y reformas, consiguiendo para Hungría el
dudoso reconocimiento de "la barraca más alegre" entre los países del bloque
soviético. Además de la industrialización y colectivización llevada a cabo
gradualmente, de forma más pacífica, se prestó mayor atención a la producción
de artículos de consumo, que las reformas introducidas a partir de 1968, en el
llamado "nuevo mecanismo económico" incentivó también permitiendo un
mayor campo de acción a las empresas privadas. El aumento del nivel de vida
tuvo su precio político: siguió siendo un tabú el monopolio del poder del Partido
Obrero Socialista Húngaro y la relación con la Unión Soviética, o sea, la
soberanía limitada del país. La censura, ya más flexible, redujo el círculo de los
bienes intelectuales prohibidos y amplió la esfera de los bienes apoyados y
tolerados. La "dictadura blanda", aunque mantuvo un estricto control, pero abrió
las puertas occidentales del país ante los extranjeros interesados y los
húngaros con deseos de viajar.
Aunque todas estas facilidades -especialmente a la luz de la
comparación con la suerte de los países vecinos- le dieron cierta legitimidad al
régimen de Kádár que se había llegado al poder por medios violentos, en los
años 1980 comenzaron a vislumbrarse sus limitaciones. Las reformas fueron
insuficientes para asegurar el crecimento económico, de manera que las
apariencias de la prosperidad -apenas- se mantenían de préstamos
extranjeros, al precio del endeudamiento del país. Pareció cada vez menos
razonable el compromiso jamás expresado: la renuncia a los derechos políticos
a cambio del bienestar material; y cuando en Moscú Mijail Gorbachov asumió la
dirección del partido comunista, también se alivió la presión externa.
Transición y Cambio (1987-2000)
Todo esto creó las condiciones para comenzar la transformación del
sistema institucional político y de la economía, lo que los "comunistas
reformadores" que destituyeron a Kádár que se resistía a realizar más cambios,
se imaginaban como un proceso dirigido desde arriba. Pero poco después se
organizaron en partidos los grupos de oposición que venían funcionando hacía
años y cuya actividad cobró mayor publicidad e incentivó las manifestaciones
masivas de la sociedad civil reanimada, llevadas a cabo en 1988-89. El Foro
Democrático Húngaro (FDH) se presentó con un programa que basaba la
crítica al régimen comunista en las tradiciones nacionales y a partir del otoño
de 1987 organizó debates públicos acerca de la situación del país. La
"oposición democrática" que publicaba prensa ilegal ("szamizdat") desde
comienzos de los años 1980, formó la Alianza de Demócratas Libres (ADL) que
se definía como liberal, lo mismo que la organización independiente de los
estudiantes universitarios, la Alianza de Jóvenes Demócratas (AJD). A fines de
1988 y comienzos de 1989 renacieron también los partidos determinantes del
período democrático posterior a la IIa guerra mundial: el Partido Independiente
de los Pequeños Propietarios (PIPP), el Partido Popular Democristiano (PPDC)
y el Partido Socialdemócrata (PSD). El marco del cambio pacífico del sistema
se acordó en las "negociaciones tripartitas" entre la Mesa Redonda de la
Oposición (formada en marzo de 1989 por las entidades anteriormente
mencionadas), las organizaciones de masas y los dirigentes del Estado-partido.
El convenio que estableció las bases del estado de derecho constitucional se
firmó y se promulgó en forma de ley en el otoño de 1989, y poco después, el 23
de octubre de 1989 se proclamó la República de Hungría, modificando el
antiguo nombre oficial del país (República Popular de Hungría), lo que expresó
de manera simbólica la esencia del cambio de sistema: recuperación de la
soberanía del país, sustitución de la gestión económica centralmente
planificada y del régimen del estado-partido por la economía de mercado y la
democracia pluripartidista.
Los reformadores del POSH actuaron como catalizadores de este
proceso, pero tan sólo en su última fase se decidieron a sacar las
consecuencias y desmembrar formalmente el estado-partido, para luego fundar
con otros socios de sentimientos izquierdistas un nuevo partido de programa
socialdemócrata, bajo el nombre Partido Socialista Húngaro (PSH). A fines de
1989 y comienzos de 1990, cuando el país vivía la fiebre de las primeras
elecciones libres en varias décadas, no sólo había un frente político entre los
socialistas y la oposición que hasta entonces actuaba más o menos de forma
unificada, sino que se perfilaba visiblemente la línea de demarcación derechaizquierda y la división democristiana/nacional-liberal-socialista.
Como resultado de las elecciones de 1990, el FDH llegó a ser el partido
más fuerte en el Parlamento. Formando coalición con los otros dos partidos de
centroderecha, el PIPP y el PPDC, el gobierno de József Antall, presidente del
FDH, contaba con una mayoría de casi 60 %. Su oposición estaba compuesta
por la ADL, la AJD y el PSH. La coalición de centroderecha, como única entre
los gabinetes europeos centro orientales que cambiaron el sistema, cumplió
enteramente el ciclo electoral de cuatro años. Se eligió presidente de la
república a Árpád Göncz, antes condenado a muerte por su actividad en 1956,
en quien el parlamento depositó su confianza por cinco años más en 1995.
Por no haber alcanzado el límite de votos del 5 %, ciertos partidos
pequeños que pueden considerarse extremistas, no lograron entrar en la
asamblea nacional ni en las primeras elecciones, ni en las de 1994.
En 1994, más del 50 % de los votantes votó por el PSH, que cobró
fuerza al final del ciclo parlamentario anterior. En el gobierno de coalición
encabezado por Gyula Horn, presidente del partido, participa también la ADL,
que nuevamente finalizó en segundo lugar en las elecciones.
Además de las dificultades del cambio de sistema, ambos gobiernos han
tenido que enfrentar el hecho de que la mayoría predominante de la sociedad
había esperado una transición sin conmociones. La acelerada privatización no
pudo suplir de un día al otro los empleos desaparecidos con el
desmoronamiento de la economía socialista y las medidas encaminadas a
establecer el equilibrio financiero comenzaron a reducir la inflación de manera
lenta. Los importantes resultados alcanzados en la edificación del sistema
institucional del estado de derecho democrático no indemnizan a todos debido
a la apertura de las tijeras sociales, a la intensificación de las diferencias
regionales o por el estancamiento del nivel de vida.
Sin embargo, a pesar de la fluctuación del clima general, las fuerzas
extremistas aisladas no amenazan la estabilidad de la vida política interna. Los
debates internos que han tenido lugar de vez en cuando no han puesto en
peligro la solidez de ninguna de las coaliciones de gobierno. Por lo visto, todo
ello hace de Hungría un socio previsible, tanto para los inversores como para la
política internacional. El flujo del capital extranjero ha tenido un papel
protagónico en los éxitos de la privatización; la visita y la receptividad de figuras
determinantes de la política mundial reciprocó la apertura de la política exterior
húngara (iniciada ya en tiempos del gobierno anterior al cambio de sistema). En
muchos terrenos han mejorado las relaciones con los países vecinos, y los
convenios de base y la actuación de Hungría en las organizaciones de
cooperación regional /CEFTA, ICE/ promueven el desarrollo ulterior de los
contactos. Da testimonio del progreso de los esfuerzos integracionistas
europeos de Hungría su membresía en el Consejo de Europa, en la OCDE, su
calidad de miembro asociado de la Unión Europea, su papel jugado en el
manejo y prevención de crisis en Europa: en 1994 como anfitrión de la CSCE,
luego como presidente de la OSCE; en el marco de Asociación por la paz, su
colaboración con la OTAN, así como su activa contribución al proceso de paz
posterior a la guerra de los Balcanes /IFOR/.
En los 1100 años transcurridos desde nuestro asentamiento en la
Cuenca de los Cárpatos, Hungría varias veces pudo sentirse exitosa en la vía
de la adaptación y de la superación. Hoy en día vuelve a confiar en que,
recuperada ya su soberanía, podrá responder a los requisitos de esta era, y su
"nueva llegada" a la comunidad de los países europeos esta vez resultará ser
definitiva...
Tras la elecciones de 1998 se formó un gobierno de coalición de la
Alianza de Demócratas Jóvenes (FIDESZ-MPP) y del Partido de Pequenos
Agricultores. El nuevo gobierno dirigido por Victor Orban seguía los
lineamientos generales de los dos gobiernos predecesores en cuanto a la
integración europea y la seguridad colectiva occidental. Hungría fue admitido
como miembro de plenos derechos de la OTAN en abril de 1999,
inmediatamente antes de comenzar la intervención de la Organización en
Kosovo.
Apesar de la buena marcha de la economía desde la estabilización financiera
de 1995, un crecimiento constante de 4-5% anual, en las elecciones de 7 y 21
de abril de 2002 los votantes decidieron otro cambio de gobierno. En las muy
ajustadas y polarizadas elecciones la coalición socialista-liberal del MSZP y
SZDSZ obtuvo 198 escaños frente a los 188 del FIDESZ y MDF y constituyo su
nuevo Gobierno el 27 de mayo de 2002 encabezado por el financiero Péter
Medgyessy.
3)Doña Violante de Hungría:
3.1) Violante Princesa:
Doña Violante, hija de rey apostólico, nieta del emperador Latino de
Constantinopla, adoptada por el sumo pontífice Gregorio IX, vinculada a
familias reales y de noble linaje de la Europa medieval. Fue la esposa de Don
Jaime I “El conquistador”, desde 1235 hasta 1251, que falleció. Durante los
dieciséis años que duro su matrimonio fue madre de reyes y reinas y adquirió
los títulos de Reina de Aragón y Mallorca, Condesa de Barcelona y de Urgel,
señora de Monpellier y por último Reina y señora del reino de Valencia.
Su figura esta intensamente ligada a la historia de Castellón de la plana, ya que
su reinado abarca todo el periodo histórico, del traslado de la villa a un nuevo
solar, La Plana, decidido y permitido por su marido el entonces Rey de
Valencia. A su vez participo directamente en la conquista de la capital, estando
presente junto a su marido en la campaña de Valencia desde 1238 haciendo
propio el juramento del monarca de no pasar a Teruel ni cruzar el Ebro
mientras no culminase la conquista.
Su trayectoria, como bien hemos dicho anteriormente esta estrechamente
ligada con el inicio de la vida en la nueva ciudad de la plana, nuestro actual
Castellón. Vivió en poblaciones cercanas como Burriana y Almenara. Al igual
que firmo la cesión de terrenos a poblaciones lindantes como lo acreditan las
cesiones al pueblo de Morella de los montes de Vallivana y Salsoria. Es por ello
justo, que su figura apareciera en el laudo de los enfrentamientos que
mantuvieron Jaime I con el anterior señor de Castellón Don Pedro de Portugal,
antes de que este le conquistase todos sus bienes. Intercediendo en la paz que
ambos monarcas firmaron en 1250, con el tratado en el que se estipulaba la
devolución de todos sus bienes, exceptuando cinco castillos, entre los que
destacaba la población de Castellón, la cual fue entregada a Ximén Pérez de
Arenos, lugarteniente de Jaime I quien dio la licencia para trasladar la villa de la
ciudad a cualquier otro territorio del castillo.
Así pues, antes de avanzar con una de las más impresionantes políticas
matrimoniales que se han llevado a cabo entre distintas monarquías, vamos a
centrarnos en la figura de Doña Violante analizando su historia. Perteneció a la
dinastía de “Los Arpád”, primera casa real de Hungría quien rigió el destino del
país a lo largo de tres siglos, desde el año mil hasta mil trescientos uno, fecha
de la muerte del monarca Andrés III el Veneciano. Andrés II, descendiente de
Santa Isabel de Hungría, contrajo matrimonio en segundas nupcias con
Yolanda de Courtenay de Francia. De dicha unión nació una niña, Yolanda,
quien a muy tierna infancia quedo huérfana de madre. A los catorce años y
obedeciendo la política matrimonial acordada por su padre, viajo a la Península
para desposarse con Jaime I de Aragón. No volvería más a su Hungría natal.
3.2) Jaime I,
* Coronación de Jaime I.
Hijo de Pedro II el católico y de Maria de Montpellier. A muy temprana edad
tubo que hacerse cargo de la corona de Aragón, accediendo a grandes
decisiones de estado como el matrimonio con su primera esposa la Infanta
Leonor de Castilla en el año 1221. De este matrimonio nació el heredero del
imperio el infante Alfonso. Dicho matrimonio fue declarado nulo, por el
parentesco directo que les unía tras nueve años, a finales de la década de
1220. Tras este hecho el monarca se centro en la conquista de territorios, y así
con 21 años conquisto Mallorca y empezó a pensar en la conquista de
Valencia. Dichas inquietudes bélicas hicieron que el pontífice Gregorio IX le
buscara nueva esposa pensando para ello en dos candidatas; la hija de los
Duques de Austria y Violante de Hungría. El hecho de que la segunda
candidata fuera hija directa de un monarca fue el detonante que hizo que la
balanza se inclinase hacia Violante de Hungría. La dote que se ofrecieron fue,
por parte del Monarca de Aragón el condado de Amillau y por parte de la casa
real Húngara doce mil marcos de Plata. Una vez se acordaron los contratos
matrimoniales Violante de Hungría emprendió su viaje a mediados de
septiembre, llegando a Barcelona a finales de octubre del mismo año. El
encuentro entre ambos y según citan las crónicas, fue muy faborable
iniciándose así la unión de las dos casas reales.
3.3) Violante Reina.
Cuando llego Doña Violante a la corte de su esposo entre octubre y Noviembre
de 1235, se incorporó de lleno a la azarosa vida de Jaime I, acompañándole y
formando parte en las decisiones y consejos, que su esposo aceptaba y
respetaba como se refleja en ciertas crónicas de la época.
En mayo de 1236 el infante Don pedro de Portugal, gobernador del señorío de
Mallorca se presento a rendirle homenaje, a doña Violante, aceptando que los
hijos de los monarcas serian los nuevos reyes de Mallorca; al poco tiempo de
dicho evento la reina tuvo noticias de la excomunión de su esposo por el papa
por haber detenido al obispo de Zaragoza, Bernat de Montagut. Dicho hecho no
duraría mucho tiempo debido a la enfermedad del monarca y a los proyectos
de conquista del reino de Valencia. En estas circunstancias Doña Violante
decidido designar como su lugar de enterramiento la iglesia del monasterio de
Vallbona de la Orden cisterciense.
Ante la decisión de Jaime I de no pasar a Teruel ni cruzar el Ebro, hasta que no
conquistase Valencia, mandó llamar a su esposa y a sus hijos, quienes
acudieron a Burriana, pasando un corto tiempo en dicha villa. Tras haber
ganado la plaza de Almenara, el Rey la volvió a llamar y se aposentó en dicho
castillo junto al ejército y acompañando a su esposo, el cual en todo momento
fue acompañado y ayudado por los sabios consejo0s personales e
intercesiones políticas.
Doña Violante en todo momento dio muestras de su fe, ayudando a órdenes
religiosas de mujeres, como el convento de las Clarisas de Lérida, donde
compro el solar y en todo momento dio parte de sus bienes y joyas para
embellecer la custodia de la catedral de Barcelona. Siempre se caracterizó por
su gran fe y defensa del cristianismo.
Doña Violante intercede en la reconciliación de su marido con su yerno el
infante de castilla en el tratado de Azmirra en el año 1244, al poner fin a los
límites de las tierras de Aragón y Castilla.
Ante la orden del decreto de expulsión de todos los moros de Valencia en 1247
y la oposición del tio del monarca, Don Pedro de Portugal, Doña Violante pone
fin a tales discrepancias gracias a su laudo que edito en Valencia en 1249, el
cual no puso fin de inmediato pero si valio el reconocimiento por parte del
caudillo sarrazano Al-Arzaq desde su castillo de Alcala.
Jaime I, en sus diversos testamentos, va donando a su esposa más tierras,
hecho que confirma la gratitud y amor que sentía hacia ella.
Dejando las cuestiones de estado, Doña violante se encargo de la educación
de sus nueve hijos: Pedro, Jaime, Fernando, sancho, Violante, Constanza,
María, sancha e Isabel. Quienes desde muy tierna infancia les inculcó amor y
respeto hacia su reino, lo cual queda reflejado en una gran política matrimonial
realizada por la reina con el fin de añadir territorios y posesiones a la corona.
Así pues dicha política dio los siguientes resultados:
•
•
•
Doña Violante se casó con Alfonso X de Castilla.
Constanza se casó con Manuel de Portugal.
Isabel se unió a Felipe III de Francia.
El resto de sus hijos tomaron posesión de los siguientes cargos:
•
•
•
•
Jaime heredó el reino de Mallorca.
Sancho fue nombrado Arzobispo de Toledo.
María ingreso en una orden religiosa.
Pedro, el heredero al trono.
Fernando y Sancha morirían en peregrinaje a Tierra Santa.
Tras una vida aparentemente corta en 1251 murió en la ciudad de Huesca,
legando sus últimas voluntades en el siguiente testamento:
* Monasterio
de Vallbona.
Testamento de Doña Violante de Hungría:
“ Dejando la vanidad de las vanidades a los vanos mortales y a punto de pasar
a la vida de los vivientes que permanece por los siglos de los siglos, con la
esperanza segura y puesta en el señor Jesucristo, Yo Ioles, por la gracia de
Dios reina de Aragón, de Mallorca y de Valencia, Condesa de Barcelona y de
Urgel, Señora de Montpellier, hago mi última disposición, en la cual, en primer
lugar, elijo mi sepultura en el monasterio de Vallbona de la orden Cirterciense,
y deseo que se haga mi sepultura plana, ante el altar de la santísima Virgen.
Después mando que se paguen todas mis deudas y se restituyan las injurias,
sobre lo cual ruego a mi Señor y marido Jaime, por la gracia de Dios Rey de
Aragón que las pague y restituya y, además lleve a cumplimiento los legados
abajo dichos. Igualmente encomiendo a mi señor, el Rey, especialmente a mis
hijos e hijas y al Conde Dionisio de Hungría y la Condesa, su esposa, y a todas
las dueñas de mi casa y doncellas y a Gregorio y Archibaldo y al maestro
Guido, físico y médico, que me sirvió muy bien a mi y a mis hijos, y a Nicolás,
mi capellán, y a los criados, escuderos y a toda la servidumbre mía, rogando, al
mismo señor Rey que les dé a ellos consejo y Auxilio, según el creyera ser
justo, del tal manera que ellos bendigan siempre mi alma y le agradezcan a
Dios el bien que el mismo les hará por amor mío. Asimismo dejos a mis hijos,
Pedro, Jaime y Sancho el condado de Polonia que tiene mi hermano, el rey de
Hungría, que mi madre me dejo a mí, y ellos mismos paguen las deudas y
satisfagan las injurias que mi madre me mandó pagar y restituir, tal y como lo
sabe el Obispo de Cinco Iglesias. Del mismo modo dejo mis joyas que tengo en
Gardeny y en cualquier otro lugar y las piedras preciosas a mis hijas
Constanza, Sancha, María e Isabel, que se han de dividir entre ellas según
arbitrio del señor rey. Y hay que notar que a mi hija Ioles, mujer de Don
Alfonso, primogénito del rey de Castilla, ya le di mis joyas. Igualmente instituyo
en el monasterio de Vallbona, en el cual elegí mi sepultura, cinco capellanes
que celebren siempre la solemnidad de la misa y oren por mi alma y la del
señor Rey. Otrosí, dejo a este mismo monasterio Mil Morabatines, y al
monasterio del Pedregal cien Morabatines, y al monasterio de las Franquesas
Cien Morabatines, y al monasterio de Valverde treinta Morabatines, y al
monasterio de mujeres de San Damián de Valencia doscientos Morabatines, y
al monasterio de mujeres de San Damián de Lérida cincuenta Morabatines.
Asimismo ruego al señor rey que dé vestido a mil pobres. Y también, dé comida
a treinta pobres. De igual modo dejos a las monjas menores de Montpellier,
Perpiñan, Barcelona, Mallorca, tarragona, Lérida, Zaragoza y Valencia, a cada
una de estas casas, cien Morabatines. Otrosí a los frailes menores de Huesca,
cincuenta Morabatines. Otrosí al monasterio de Sirena cien Morabatines para
camisas para las necesidades de las dueñas. Trosí, al monasterio de Casbas
cincuenta Morabatines. Otrosí, dejo mi manto de seda con los escudos del
signo real y el sobremanto de las mismas telas a los padres Predicadores de
Lérida, para que hagan de ello una casulla. Asimismo, el otro manto mío de
amoret violeta y sobremanto de la misma tela al monasterio de mujeres de San
Damián de Valencia; las plumas, sin embargo, de los antes dichos mantos y
sobremantos, sean vendidas y, con su precio se vistan pobres. Asimismo, dejo
mi manto y sobremanto persa a Ermengarda, esposa de Pedro Martín. Otrosí
dejo mi manto y sobremanto escarlata a alguna dueña pobre vergonzante, a la
cual quisiera dárselo el Rey. Asimismo dejo dos mantos de seda, que fueron
del señor rey, a la iglesia de San Vicente de Valencia, para los cual los
reservaba. Otrosí, dejo al maestro Gerardo, físico lombardo, tres mil sueldos
jaqueses. Igualmente, ruego al señor rey que conserve indemne al escribano
Bernardo, de los dineros que me prestó y que se asignó para sí de la Bailía de
Prats”
Huesca a doce de Octubre del año del Señor de mil doscientos cincuenta y
uno.
4) Conclusión y Agradecimientos.
Doña Violante de Hungría primera reina de Valencia. Por lo tanto primera reina
de Castellón. Cuando vino para casarse con Jaime I, dejaba atrás todo su
pasado en su país pero nos traía a una mujer de gran fortaleza cristiana y
dotes políticas como lo demuestra su árbol genealógico. Todos los datos
expuestos en los archivos de la corona de Aragón y del reino de Valencia
hablan simplemente de los hechos históricos y evitan en todo momento
destacar las dotes humanas de tan ilustre figura.
Conforme dije al comenzar el trabajo, este no es un compendio de datos
históricos sino una recensión de una mujer a la cual los Castellonenses le
debemos mucho. Lógico es, que el trabajo este plagado de fechas históricas,
nombres, poblaciones...
Nosotros los Castellonenses hemos tenido siempre un gran respeto por la
figura de Doña Violante y con el paso de los años la historia de nuestra ciudad
no la ha olvidado ya que su legado de mujer fuerte, decidida, luchadora junto a
su marido. Madre emprendedora con sus hijos y defensora de las tierras de
Castellón. Todo esto hace que le tengamos amor y le rindamos pleitesía a su
persona.
Me pregunto ¿ por qué la historia, la vida, las costumbres, la sociedad no ha
querido ver a la mujer digna de sus valores sabiduría e igualdad?, ¡ será por no
querer ser menos que ella!.
No puedo concluir este trabajo sin que me venga a la memoria una frase que
he oído a lo largo de toda mi vida profesional y familiar y que, hasta este
momento jamás me había parado a analizar pero que, en este caso se cumple
más que en ninguno: “ Detrás de todo gran hombre, se esconde una gran
mujer”. Esta fue Doña Violante. “ Nostra Regina”.
Antes de dar fin a este trabajo quisiera dedicar unas palabras a quienes me
han ayudado y contribuido en la elaboración de dicha obra. Mi agradecimiento
a la Universidat Per a Majors “ Jaume I” por la aportación de formación hacia
los mayores. Me siento obligada a nombrar en este apartado al culpable de mi
gran interés sobre la figura de Doña Violante, mi primo, el historiador
castellonense D. Roberto Pérez de Heredia i Valle por su magnifico trabajo
sobre dicha reina. Y como, mil gracias a nuestra Pilar Escuder Mollón y a Pedro
Quiralte por su incombustible ayuda.
Maria del Carmen Laguia Flors.
5: BIBLIOGRAFÍA
Para la realización de este trabajo he consultado las siguientes enciclopedias y
manuales:
-“INTRODUCCIÓN EN LA HISTORÍA DE ESPAÑA”. EDIT, TEIDE.
-“LA PROVINCIA DE CASTELLÓN DE LA PLANA”. TIERRAS Y GENTES.
-GEOGRAFÍA ILUSTRADA.SOPENA.
-HISTORÍA DE ESPAÑA ILUSTRADA.SOPENA.
-DICCIONARIO BÁSICO ESPASA, CALPE.
-ROBETO PEREZ DE HEREDIA. “DOÑA VIOLANTE”
-INFORMACIÓN TURÍSTICA BUDAPEST.
-CUENTO; “ARANY JÁNOS, BALLA DÁI, ZICHY MIHALY”
A su vez, he utilizado para las fotografías las siguientes direcciones de
internet.
-WWW.Hungria turismo.com
-www.encarta.com
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