“ NA VIOLANT, NOSTRA REGINA” • MARÍA DEL CARMEN LAGUIA FLORS • Tutorizado por: PILAR ESCUDER MOLLÓN. Índice: 1- Justificación del Proyecto. 2- Introducción Histórica y Geográfica 2.1- Hungría. 2.2- Territorios de la Corona de Aragón. 2.3- Dinastias de la Corona de Aragón. 3- Doña Violante. 3.1- Princesa 3.2- Jaime I. 3.3- Violante reina. 4- Conclusiones y Agradecimientos. 5- Bibliografía 1)Justificación del Proyecto. Lo que voy a exponer no es una recopilación cronológica de fechas y datos históricos que nos lleven a una lección de investigación de Doña Violante de Hungría, sino que mi idea es conocer un poco a una mujer que fue la primera reina que tuvimos todos los que pertenecemos a esta hermosa tierra que es Castellón, ya que en ella nuestra reina, que es así como nos referiremos a ella, desempeño numerosos hechos que marcaron a la provincia para el resto de la historia. Destacamos pues a Almenara, Morella, Burriana, Onda… entre los pueblos que siempre presentaran pleitesía ante tan ilustre figura. Todos los datos históricos que posteriormente pasaré a desarrollar en los diferentes puntos en los que se divide el trabajo, me llevan a pensar que tuvimos una gran reina de gran linaje, compuesto por grandes reyes y grandes santos de la fe cristiana. En su nueva patria demostró ser un gran símbolo de inteligencia política, humana y cristiana además de una excelente madre. Todo esto se ignora en la mayoría de manuales, ciñéndose simplemente a nombrarla como esposa de Jaime I. Pero no para nosotros, la gente de Castellón, ya que cada vez que observamos su busto podemos contemplar la figura de una mujer fuerte, valiosa y valiente. Es por ello que cada año en nuestra semana de fiestas fundacionales rendimos pleitesía a nuestra reina. Una figura que los castellonenses no olvidaremos. Sirva para ello este humilde trabajo. 2)Introducción Geográfica e Histórica. Hungría (Magyarország), es una llanura del centro de Europa, que se halla en la concavidad del arco de los Carpatos. Esta llanura esta dividida en dos cuencas escalonadas por la selva de Bakony y los montes de Marta. Encontramos en ella, a un lado la alta Hungría y al otro lado la Baja Hungría, región árida de estepa. El país esta atravesado por el Danubio, río húngaro por excelencia. Hungría estaba formada por dos grandes villas: Buda y Pest ambas separadas entre si por el rio Danubio. Buda comenzó a cobrar importancia a mediados del siglo XII. Este proceso de auge fue interrumpido por la invasión de los Tártaros en 1241. Tras la retirada de las tropas Tártaras, la Buda original, edificada sobre las ruinas del Aquincum ( lugar de campamento romano durante el siglo 11a.c, y ocupado en el siglo V por los Hunos) fue rodeado de murallas y tomó en esta época la denominación de Óbuda ( Buda vieja), terminología utilizada hasta nuestros días. Luís I el grande de la dinastía de los Anjou, instalará aquí definitivamente su corte en el años 1346, construyendo el primer palacio real de la ciudad. Los Margiares llegaron de Asia en el siglo noveno, atravesando los Carpatos, pueblos nómadas, bárbaros y dados al pillaje fueron rechazados de Alemania en el siglo X por los príncipes Sajones. Estaban organizados en siete tribus confederadas y acaudilladas por “Arpad”, apitaste de la tribu Magiar y que daría nombre a la dinastía de los nuevos reyes, finalizando con Andrés III, hijo de un hermanastro de Dña. Violante en el año 1301. Convertidos al cristianismo bajo el reinado del rey Vajk ( descendiente directo de Árpád), tomo el nombre de Esteban que fue elevado a la dignidad de “ Rey Apostólico” por el pontífice Silvestre II. Quien a favor de los servicios prestados le regalaría la que posteriormente seria corona del imperio en el siglo XI. Prestaron grandes servicios a los pueblos católicos de Europa, deteniendo en el siglo XV la invasión Turca ( Soliman II los venció en la batalla de Mohacs en 1526, y los húngaros fueron sometidos a los principes alemanes de la casa de Austria). Tras la batalla perdida de Mohács, el país llegó a dividirse en tres partes: la zona central, el llamado territorio conquistado, fue invadido por los turcos en forma de una cuña; las provincias occidentales y septentrionales, la llamada Hungría real estuvo dirigida por Fernando de Habsburgo quien ocupó el trono de Hungría; al Este del río Tisza prácticamente se formó un nuevo Estado: el Principado de Transilvania. Dado que la conquista turca se estableció en el centro del país, Hungría se convirtió en la zona de enfrentamiento de dos culturas, la cristiana europea y la musulmana turca. Las fronteras de la zona central invadida del país variaban constantemente, porque las luchas libradas por conquistar o reconquistar algún castillo, duraron 150 años, con interrupciones más o menos largas. Las guerras causaron una terrible devastación en el legado cultural, en la economía y también en vidas humanas. No sólo perecieron varias generaciones de soldados húngaros, sino que los turcos también se llevaron una considerable parte de la población, como esclavos. En los territorios antaño más florecientes (en la actual Voivodina y en el centro del país) apenas quedaron edificios de piedra o de ladrillo. La destrucción sistemática modificó la estructura medieval de las poblaciones y cambió la composición étnica de la población. En la Hungría del rey Matías todavía vivían 4 millones de personas, al igual que en Inglaterra en aquellos tiempos. En los dos siglos siguientes la población de Europa aumentó al doble, sin embargo, en Hungría a fines del siglo XVII solamente vivían 3 millones de habitantes. En esa época se mezclaron en gran número con la población húngara de los territorios centrales de suerte más adversa, los grupos étnicos de los Balcanes que huían de los turcos, luego, tras la expulsión de los turcos, los eslovacos, y más tarde, como resultado de acciones de colonización, alemanes, serbios y rumanos. Los aristócratas de la llamada Hungría real eligieron a Fernando de Habsburgo para que ocupara el trono vacante desde la trágica batalla de Mohács, reconociendo sus demandas de sucesión. Su decisión se vio fuertemente influída por el reconocimiento del hecho de que frente al imperio mundial turco, necesitaban apoyo, que esperaban obtener de la dinastía de los Habsburgo, que jugaba un papel cada vez más importante en la política de las grandes potencias europeas. Calcularon bien, ya que el vecino Imperio Habsburgo, también amenazado por los turcos, estaba interesado en la liberación de Hungría, por ello el tesoro real -con los fondos procedentes de otras provincias del Imperio Habsburgo- regularmente destinaba enormes sumas para el mantenimiento de los aproximadamente 100 castillos situados en el territorio de la Hungría real y para abastecer a sus defensores. Al mismo tiempo, los húngaros muchas veces esperaban en vano el prometido apoyo imperial para sus sangrientas luchas, ya que éste llegaba a suelo húngaro principalmente de acuerdo con los intereses de gran potencia de la dinastía de los Habsburgo, y no correspondiendo a las necesidades húngaras. Contribuyó a la formación de una relación pacífica entre el rey y su pueblo, el hecho de que los Habsburgo, frente a los turcos, también necesitaban la ayuda de los húngaros y por ello respetaban la constitución húngara. El sistema institucional húngaro quedó casi intacto en su totalidad, incluyendo la asamblea nacional y las provincias. Los cargos dignatarios del país fueron desempeñados por los grandes señores húngaros, quienes en sus castillos a menudo mantenían cortes casi principescas. Las lejanas oficinas reales, residentes en Viena, apenas intervenían en asuntos internos, por lo tanto los señores húngaros podían dirigir éstos según sus tradiciones. Transilvania, la parte oriental del país dividido en tres, desde el punto de vista de los turcos, que se abrían paso hacia Viena, pertenecía a aquella zona en la que ellos se contentaban sólo con cobrar impuestos y ejercer un control indirecto. De esta manera, de la parte oriental de Hungría pudo configurarse el Principado de Transilvania, dependiente del sultán en sus relaciones exteriores, pero autónomo en cuanto a sus asuntos internos, que paulatinamente se fortaleció a tal grado, que algunos de sus príncipes más talentosos parecían más bien monarcas europeos soberanos que lugartenientes del sultán. El Principado de Transilvania se vio obligado a equilibrarse entre las dos superpotencias, los Imperios Habsburgo y Otomano. Obedeciendo al mandato momentáneo de sobrevivir, pero a veces seguramente también a sus propios intereses, los gobernantes de Transilvania entablaban con frecuencia alianzas contradictorias, no obstante, la política de sus dirigentes más destacados, como István Báthori, Gábor Bethlen o György Rákóczi I, siempre tuvo como objetivo unir las fuerzas de la parte occidental y oriental del país para expulsar a los turcos y reunificar el país, oponiendo resistencia luego a la exagerada influencia de los Habsburgo. La división del país y la dominación turca transformó las estructuras económica y social de Hungría. En medio de las constantes luchas, la cría de reses llegó a ser casi la única actividad rentable, debido a que, en caso necesario, era posible salvar el ganado arreándolo a otro lugar, y lo único que se necesitaba para este tipo de ganadería era prados de gran superficie, llanos vacíos, que gracias a las permanentes luchas, no faltaban. En los años 1580 Hungría era el mayor exportador de carne del mundo. Sin embargo, la exitosa exportación vacuna ejerció a largo plazo influencias negativas sobre la estructura económica húngara, dado que conservó el desarrollo unilateral que ya desde antes caracterizaba la estructura económica húngara, trayendo consigo el atraso de la industria. La nobleza y la burguesía más pudiente huyó a Transilvania o al territorio de la Hungría real, mientras que los campesinos de las zonas arrasadas se hicieron soldados en los castillos que quedaron en manos de los cristianos. Toda esa época y todas sus capas de población se caracterizaban por el desplazamiento constante, relacionado con las luchas, las huídas y el comercio, lo cual mantenía despierta en la población del país la conciencia de la unidad del país y la intensidad de la resistencia frente a los turcos. Probablemente se deba al pensamiento de unidad contra los turcos, considerada más importante que nada, que las luchas confesionales de la reforma y la contrarreforma, que en los países de Europa Occidental cobraron tantas víctimas, en Hungría se llevó a cabo por medios pacíficos, a pesar de que los nuevos ideales conmovieron a todos los estratos de la población. Las disputas teológicas, en vez de causar destrucción, más bien le dieron un enorme ímpetu al desarrollo de la cultura húngara y del idioma escrito húngaro. En 1571, adelantándose a los demás países europeos, la asamblea nacional de Transilvania promulgó la ley acerca del ejercicio libre de las religiones católica, reformada (calvinista), evangélica (luterana) y unitaria. Ya al comienzo de los años 1600 se hizo evidente que el Imperio Otomano no era capaz de seguir incrementando sus territorios europeos, aunque al final del siglo todavía representaba una fuerza tan grande, que su expulsión solamente era posible por medio de la cooperación europea. Los acontecimientos se aceleraron como resultado del fracasado ataque turco contra Viena en 1683. Después de éste, por iniciativa del papa Inocencio XI, el Imperio Habsburgo, Polonia y Venecia crearon la Santa Alianza, que -completada con otros miembros- en 1686 liberó Buda del dominio turco que había durado 145 años. Las tropas aliadas no se detuvieron ahí. Estas tropas dirigidas por los mejores estrategas europeos: Carlos, príncipe de Lotaringia, Maximiliano Emanuel, elector de Baviera y el príncipe Eugenio de Saboya, hasta fines del siglo expulsaron a los turcos de todo el territorio de Hungría El hecho de que las tropas imperiales hayan jugado el papel decisivo en la expulsión definitiva de los turcos, fortaleció las intenciones absolutistas de la corte vienesa, que venían manifestándose hacía algún tiempo. El emperador victorioso manejaba los territorios liberados del país como provincias conquistadas. Logró presionar a la asamblea nacional a que los húngaros dimitieran a sus derechos que les fueron garantizados desde la Bula de oro: los derechos a la libre elección del rey y a la oposición de resistencia frente al rey. Haciendo caso omiso de los derechos de los propietarios antiguos, repartió entre sus propios partidarios los territorios reconquistados, y al país, convertido en yermo, le cobró a posteriori los costos de la liberación, en la forma de impuestos de guerra. Hungría y la dinastía de los Habsburgo (1686-1790) Paralelamente al fortalecimiento de los Habsburgo, en el siglo XVII los húngaros se vieron cada vez más obligados a proteger sus intereses no sólo frente a los turcos, sino también frente a los Habsburgo. No obstante, el despotismo imperial posterior a la expulsión de los turcos, provocó una resistencia nunca antes vista, y en 1703 conllevó a una lucha de independencia que duró ocho años. El caudillo del movimiento, Ferenc Rákóczi II, descendiente de príncipes de Transilvania, trató por medio de reformas sociales y una tolerante política de culto, de preparar para la lucha al desangrado país. Tras las victorias iniciales, fue vencido y tuvo que marcharse al exilio, junto con sus partidarios, pero la prolongada lucha de independencia dejó claro también a los Habsburgo que para ellos el ejercicio del poder monolítico es una intención sin perspectiva, lo mismo que para los húngaros es la independencia plena. Las leyes de 1714-15 aseguraron la independencia constitucional de Hungría y los antiguos privilegios de la nobleza. La relativa tranquilidad de las décadas posteriores, el desarrollo técnico y la coyuntura agrícola fueron suficientes para que la capa dirigente húngara se sintiera satisfecha a tal grado, que se lanzara a defender el imperio Habsburgo cuando María Teresa (1740-1780) necesitaba ayuda en la guerra de sucesión austríaca. María Teresa y su hijo, José II (1780-1790) estaban entre los representantes más prominentes del absolutismo ilustrado europeo. Quisieron modernizar y fortalecer el imperio con una administración pública más profesional, con una política económica basada en parte en el progreso científico, con una política social más humana y -en el caso de José II- con medidas anticlericales. A la luz de estos criterios, desde los años 1760, María Teresa ignoró la asamblea nacional húngara y emitía por decreto sus reformas de política económica y social, por ejemplo, las relacionadas con la regulación de las cargas de los siervos o con la instrucción pública. José II, más radical, comenzó su reinado disolviendo las órdenes religiosas y sacando la censura del control de la iglesia, mientras que su célebre decreto de tolerancia permitió también a los no católicos romanos ejercer cargos públicos. Estas medidas provocaron la resistencia de la jerarquía católica, y sus planes de reforma impositiva no fueron del agrado de la nobleza húngara, agraviada por el menoscabo de sus derechos ancestrales; su rigidez demostrada en la omisión de la constitución, en la introducción uniforme del sistema centralista de administración pública y del idioma alemán como idioma oficial, alejó de su lado a sus seguidores originales: a los reformadores húngaros. El emperador, al perder su base de apoyo, en su lecho mortal retiró la mayoría de sus reformas. La nobleza ilustrada, su antiguo soporte, trató, en las comisiones de la asamblea nacional nuevamente convocada, de transplantar de su programa todo cuanto podía ser compatible con la conciencia nacional moderna que empezaba a revivir. Sin embargo, en el clima definido por la revolución francesa cada vez más radical, la dinastía de los Habsburgo abandonó sus intenciones de modernización y se preparó para conservar sus posiciones. Surgimiento de la sociedad civil, reforma y revolución (1790-1849) Los dilemas de independencia y modernización -con el vocabulario de la época: "patria y progreso"- fueron planteados de forma mucho más aguda que nunca, en la era del despertar nacional centro oriental europeo. Al igual que los demás pueblos de la región, el pueblo húngaro también cruzó los umbrales del siglo XIX con una estructura falta de reformas socioeconómicas. El contraste entre el desarrollo iniciado dentro de la sociedad agrícola y el conservadurismo del gobierno llamó dramáticamente la atención a los principios de la economía de mercado y de la constitucionalidad liberal. Tal como la ilustración se arraigó sobre todo en los palacios señoriales y en las casonas de la mediana aristocracia de Hungría, también la base principal del liberalismo la constituía la nobleza sorprendentemente numerosa, de conciencia política y tradiciones firmes, que completaba su renta con ocupaciones burguesas. El mayor representante del liberalismo húngaro de la nobleza, el conde István Széchenyi (1791-1860), seguidor de ideales ingleses, reconoció que la principal causa del atraso de Hungría no reside en su sometimiento a Viena, sino en el sistema feudal. Con sus obras teóricas que ejercieron gran influencia y con su actividad modernizadora práctica obtuvo méritos imprescriptibles en la transformación del modo de ver dominante. Sacrificó incluso mucho de su patrimonio privado en fines públicos. Fue el fundador de la Academia de Ciencias de Hungría (1825) y promotor de la regulación fluvial, de la creación de las condiciones de la navegación a vapor y del transporte ferroviario, así como de la construcción del primer puente permanente entre Buda y Pest, el Puente de Cadenas, etc. Lajos Kossuth con toda razón llamó a Széchenyi, su disputador político número uno, "el mayor húngaro". Lajos Kossuth, el otro político húngaro sobresaliente de la época, representaba una corriente más radical que Széchenyi, y apelaba a la amplia publicidad. A partir de 1841 fue redactor del Pesti Hírlap (Gaceta de Pest), primer órgano de prensa político moderno del imperio Habsburgo. Afirmaba que la única vía posible de evitar la explosión social era la liberación lo más rápida posible de la servidumbre. Entre 1832 y 1848, en las "asambleas nacionales de la reforma", la oposición encabezada por Kossuth obtuvo importantes logros, y el Partido Oposicionista formalmente establecido en 1847, abiertamente fijó como objetivo que en la Hungría librada del tutelaje de Viena y de las ataduras feudales surgiese un gobierno moderno, responsable y representativo. La ola revolucionaria europea de 1848 encontró a Hungría en medio de esta efervescencia intelectual y este clima político exitado. A raíz de las noticias de la revolución de Palermo, y especialmente de París, en marzo de 1848 en la asamblea nacional de Bratislava la oposición ejerció una presión cada vez más decidida sobre la corte, con el fin de hacer aceptar sus propuestas de reformas. Después, la noticia alentadora de la revolución de Viena hizo estallar la revolución de Pest el 15 de marzo de 1848. Sándor Petõfi, uno de los mayores poetas húngaros y sus compañeros, a la cabeza de una entusiasmada multitud, despreocupándose de la censura, hicieron imprimir sus 12 puntos que contenían la esencia del programa de reformas liberales. La corte retrocedió e inició negociaciones con la delegación de la asamblea nacional, dirigida por Kossuth, sobre el proceso constituyente. Los resultados de las negociaciones, las llamadas "leyes de abril", abolieron la exención impositiva secular de la nobleza, proclamaron la liberación de la servidumbre y su igualdad ante la ley, así como hicieron entrar en vigor las libertades civiles. Para Hungría y Transilvania, hasta entonces manejadas como unidades legislativas separadas, nombraron un gobierno responsable común, encabezado por el conde Lajos Batthyány, con sede en Pest-Buda. Unicamente la persona del monarca establecía la relación entre el país y el imperio Habsburgo, dentro de cuyo marco alcanzó la mayor independencia posible. Sin embargo, en septiembre de 1848, cuando el gobierno de Viena recobró el aliento tras la extenuación de la revolución de Austria, movilizó al ban croata Jelacic para realizar un ataque armado contra Hungría. Los húngaros se vieron obligados a librar una lucha de independencia para defender sus derechos constitucionales logrados en un marco legal, por medio de una revolución que no derramó ni una gota de sangre. La heróica lucha de independencia duró casi un año, con resultados variables. Finalmente, su suerte fue sellada con el pacto entre el emperador Francisco José I y el zar ruso, a raíz del cual en junio de 1849 un ejército intervencionista ruso de doscientos mil efectivos cruzó los Cárpatos, marchando contra los húngaros. Las tropas húngaras no pudieron oponer resistencia a la superioridad de fuerzas de los ejércitos austríaco y ruso unificados. El 13 de agosto de 1849 también las últimas fuerzas húngaras importantes depusieron las armas. Neoabsolutismo y los "felices años de paz" (1849-1914) Las consecuencias políticas de la derrota militar fueron la ejecución de unas ciento cincuenta personas, en la encarcelación de miles y en la abolición de toda constitucionalidad. Hungría fue integrada en el imperio Habsburgo unificado, gobernado por una burocracia centralizada, y el carácter agrícola atrasado y las condiciones jerárquicas de la sociedad en lo fundamental se conservaron intactos. La élite política húngara trató de obstaculizar el funcionamiento de la maquinaria represora mediante la llamada "resistencia pasiva", rechazando ejercer cualquier tipo de función pública. A mediados de los años 1860, las guerras fracasadas de los Habsburgo aislaron internacionalmente a Austria, agotaron su tesoro, pero a su vez, la prolongada resistencia pasiva también llegó a causarle problemas existenciales a la capa dirigente húngara. La situación estaba madura para un compromiso. Por iniciativa de Ferenc Deák, el "sabio de la patria", se iniciaron las negociaciones de compromiso. Como resultado de las mismas, en 1867 el Imperio Habsburgo se convirtió en una monarquía dualista de Austria y Hungría. Las dos partes de igual rango de la Monarquía Austro-Húngara obtuvieron total soberanía en sus asuntos internos. Sus respectivos parlamentos promulgaban autónomamente sus leyes, que Francisco José I en Viena ratificaba como emperador, en Budapest como rey, y dos gobiernos por separado se encargaban de llevarlas a cabo. Continuaron siendo comunes los asuntos exteriores y los de guerra, así como las finanzas de los mismos. El compromiso significó para los dos grupos nacionales dominantes del imperio: los húngaros y los austríaco-alemanes, el retorno a la constitucionalidad y a buena parte de los logros de 1848. La historia del casi medio siglo siguiente trajo consigo un florecimiento económico y cultural y estabilidad política nunca antes vistos en Hungría. Durante casi media centuria funcionó de manera previsible el primer sistema parlamentario moderno de la región, aunque con un derecho a voto restringido, en un marco conservador, respondiendo cada vez peor a los requisitos dictados por la movilidad social, y sin manejar con la seriedad debida las reivindicaciones de las minorías nacionales que componían la mitad de la población de ambas partes del imperio. Estos últimos, viendo la rigidez del sistema, al final trabajaron en aras de deshacerlo, para lo cual a largo plazo ofreció buenas perspectivas la creación de los Estados independientes de los Balcanes, que atraían como un imán a los habitantes sureslavos y rumanos de la monarquía. Los fenómenos de crisis política que surgieron a fines del siglo quedaron semiocultos por el creciente bienestar material e intelectual, del que se beneficiaron incluso aquellos que quedaron fuera de la esfera del poder político. La revolución industrial que se desencadenó convirtió a la Hungría de los "felices años de paz", de un país agrícola atrasado en un país agroindustrial de desarrollo relativamente rápido. La renta nacional aumentó al triple, la proporción de la población urbana se incrementó del 10 % a una tercera parte de la población total, y disponía de una infraestructura moderna para la época y de una cultura burguesa floreciente. En Budapest, metrópoli de un millón de habitantes, la exposición organizada en 1896 para festejar el aniversario milenario de la conquista de la patria, conmemoró merecidamente todos estos logros. De una guerra a la otra (1914-1945) La primera guerra mundial puso fin a esta prosperidad. El problema de las nacionalidades durante la monarquía de los Habsburgo se convirtió en un arma potente en manos de sus rivales, las potencias de la Entente ofrecieron refugio a los consejos nacionales de las minorías en la emigración y los reconocieron como sus aliados. En el otoño de 1918, tras el desmoronamiento militar alemán-austríaco-húngaro, esto puso en peligro la integridad territorial de la Hungría histórica: Rumanía exigía para sí Transilvania, el Estado sureslavo en formación reclamó la región meridional y el estado checoslovaco demandó la región septentrional. En esta situación crítica, en octubre de 1918 estalló una revolución en Budapest. Se proclamó la república, cuyo presidente fue el conde Mihály Károlyi, quien simpatizaba con la Entente. Sin embargo, la reforma social democrática iniciada no pudo equilibrar el trauma causado por la derrota en la guerra, la descomposición de la economía y el ataque de los países de la llamada Pequeña Entente. El descontento de las masas fue intensificado aún más por los agitadores bolcheviques recién formados, que acababan de regresar de los campamentos de prisioneros de guerra de Rusia. El gobierno de Károlyi que se encontró en una situación imposible, en marzo de 1919 entregó el poder a la República comunista de los Consejos de Hungría, dirigida por el bolchevique Béla Kun, que en sus breves tres meses de vida intentó cumplir su programa social por medio de la nacionalización y el terror revolucionario, mientras que continuaba la lucha por la integridad territorial del país. Su caída no se debió a la contrarrevolución organizada bajo el mando de Miklós Horthy, sino a la intervención checa y rumana. Al finalizar la breve invasión rumana y el terror blanco que reemplazó al terror rojo, se celebraron elecciones, como resultado de las cuales se reunió una asamblea nacional que formalmente restauró la monarquía y eligió a Miklós Horthy como regente. El nuevo régimen firmó en junio de 1920 las condiciones dictadas por las grandes potencias victoriosas en el tratado de paz de Trianon (Versailles), lo que significaba darse por enterados forzosamente de la desmembración de la Hungría histórica. La Hungría de la Monarquía Austro-Húngara, junto con sus problemas de nacionalidades y su conservadurismo político, pasó a la historia, no obstante el nuevo orden, ratificado por el sistema de paz de Versailles, no resolvió las tensiones étnicas de la región, mientras que dividió en elementos, que difícilmente revivían, una unidad económica y cultural que antes había funcionado bien, y que incluso había jugado un papel importante en el equilibrio de poderes en Europa. En el tratado de paz de Trianon se aplicó unilateralmente, en detrimento de Hungría, el principio equitativo de la autodeterminación de las naciones: Hungría perdió dos terceras partes de sus antiguos territorios y más de la mitad de su población. Al contrario de sus nuevos vecinos, se convirtió en un Estadonación casi homogéneo, mientras que una tercera parte de la población de nacionalidad húngara, más de tres millones de húngaros corrieron la suerte de vivir en minoría en los Estados sucesores vecinos. Todo esto determinó, además de las perspectivas desfavorables de la economía desbaratada del país, también su futuro político: en el período entre las dos guerras mundiales, ninguna fuerza que haya buscado éxitos en la política interior, pudo ignorar la demanda de la revisión. Las reformas del régimen de Horthy, que observaba los elementos esenciales del parlamentarismo aunque era profundamente conservador, poco hicieron por modernizar la estructura social retrógrada. No obstante, gracias al talento personal de algunos de sus políticos sobresalientes -como Pál Teleki e István Bethlen-, a fines de los años 1920 logró consolidar la política interior, cierto crecimiento económico, es más, la ruptura del aislamiento de política exterior y la leve esperanza de una revisión parcial, pacífica. Pero en el umbral de los años 1930, la crisis mundial económica nuevamente puso a Hungría en un curso forzoso. La recesión completó el proceso iniciado por el sistema de paz de Versailles, el desmenuzamiento de la unidad económica, social y cultural de la cuenca del Danubio: estimulando el encerramiento nacional abría paso a los extremismos políticos, y en el vacío de poder surgido facilitó la incursión de las grandes potencias interesadas en la región. En el caso de Hungría, que inculpaba sus problemas a Trianon y anhelaba la revisión, esto significaba una estrecha relación con Alemania e Italia. Después de iniciarse la agresión nazi, el premio por la adhesión de Hungría a las potencias del eje fue la reunificación de los territorios checoslovacos y rumanos de mayoría húngara (1938-1940); sin embargo, estos favores le hicieron imposible quedarse fuera de las luchas de la segunda guerra mundial y rechazar la participación en la invasión a Yugoslavia en 1941. El gobierno húngaro estuvo más dispuesto a tomar parte en la guerra contra la Unión Soviética, mientras que, sobre todo después de las graves derrotas sufridas en el frente oriental, la élite tradicional que desde el comienzo alimentaba sentimientos contradictorios hacia el nazismo, buscaba llegar a un acuerdo con las potencias occidentales. Dándose cuenta de las intenciones de su "vasallo renuente", el 19 de marzo de 1944 Alemania invadió militarmente el país. Luego de que un gobierno títere llevara a cabo la deportación de la mayoría abrumadora de los judíos de Hungría, hizo fracasar el intento de Horthy de salirse de la guerra y abrió paso al terror de los nacional-socialistas húngaros, los cruz-flechados. Con el rápido avance del Ejército Rojo, entretanto todo el país se convirtió en escenario de guerra y, en la primavera de 1945, debido a la rotunda derrota, sucumbió el antiguo régimen y con él la soberanía estatal misma; en el país convertido en ruinas se estacionó un ejército invasor de más de un millón de efectivos. Sus dirigentes prometieron garantizar la autodeterminación, a pesar de que -como llegó a saberse más tarde- la conferencia de Yalta de las grandes potencias en 1943 ya había decidido que Hungría, junto con sus vecinos, pertenecía a la esfera de intereses soviéticos. El socialismo (1945-1987) Los tres primeros años posteriores a la segunda guerra mundial fue la época del experimento de una democracia pluripartidista en la Hungría militarmente invadida. El Partido de los Pequeños Propietarios -que reunía a la burguesía y al campesinado-, ganador de las elecciones de 1945, a solicitud de las grandes potencias formó coalición con los socialdemócratas, con el Partido Nacional Campesino y con los comunistas, que bajo la dirección de Mátyás Rákosi no tuvieron escrúpulos en aprovechar la protección brindada por las tropas soviéticas invasoras. En el espíritu de la unión de fuerzas nacional, la coalición alcanzó grandes resultados en la reconstrucción, y con la reforma agraria se hizo realidad el sueño secular del campesino húngaro. Pero ya en esos tiempos se inició la nacionalización de las empresas privadas y la introducción de algunos elementos de la economía dirigida de tipo stalinista. Cuando el país se repuso de la conmoción de la guerra, los comunistas atomizaron a sus rivales -dividiendo a sus socios de coalición, mediante chantaje político, utilizando la policía política controlada por ellos y por medio del fraude electoral- convirtiéndose de esta manera en la única fuerza política que funcionaba en 1947-1948. Les garantizaba este status el "tratado de amistad eterna" firmado con la Unión Soviética y la constitución "stalinista" de 1949. La dictadura stalinista de Rákosi concluyó entre 1948 y 1953 la nacionalización y comenzó el desarrollo de ritmo irrazonable de la industria pesada; obligó al campesinado a entregar sus productos y luego los forzó a ingresar en koljoses, expropiando sus tierras. A las decenas de miles de "enemigos" del sistema los trasladaron al interior del país o los enviaron a trabajos forzados y condenaron a personas inocentes en juicios preconcebidos, basados sobre acusaciones falsas. En el ambiente posterior a la muerte de Stalin (1953), bajo el gobierno del reformista Imre Nagy se atenuó el terror y se comenzó a investigar los abusos, la población del país pudo respirar aliviada, pero más grande fue la desesperación general, cuando la camarilla de Rákosi volvió al poder político. El XXº congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, celebrado en febrero de 1956, dejaba entrever el fin de la severa era stalinista. A raíz de dicho acontecimiento que se consideraba una promesa de posibles cambios democráticos, en Hungría surgió con fuerza elemental la resistencia frente al sistema totalitario, y esto condujo al estallido de la revolución del 23 de octubre de 1956. Imre Nagy, personaje popular en el país entero debido a sus reformas del año 1953, se puso a la cabeza del gobierno revolucionario. Se restableció el sistema pluripartidista y Hungría abandonó la alianza militar del bloque del Este, el Pacto de Varsovia. No obstante, el gobierno soviético, tras la cavilación inicial, decidió inmiscuirse, y la intervención iniciada el 4 de noviembre aplastó brutalmente la revolución. Unos doscientos mil refugiados abandonaron el país sometido a este fuerte choque, mientras que el período marcado con el nombre de János Kádár -colocado a la cabeza del partido comunista reorganizado como un títere de los soviéticos- comenzó con una ola de represión nunca antes vista. A pesar de ello, la vivencia de la revolución de 1956 también dejó claro ante el poder comunista que ya no se podía regresar a los métodos de gobierno ni a las condiciones de los "años cincuenta". A ello se debe que el nuevo régimen, una vez restablecido el "orden", en los años 1960 consolidó su posición mediante una amnistía y reformas, consiguiendo para Hungría el dudoso reconocimiento de "la barraca más alegre" entre los países del bloque soviético. Además de la industrialización y colectivización llevada a cabo gradualmente, de forma más pacífica, se prestó mayor atención a la producción de artículos de consumo, que las reformas introducidas a partir de 1968, en el llamado "nuevo mecanismo económico" incentivó también permitiendo un mayor campo de acción a las empresas privadas. El aumento del nivel de vida tuvo su precio político: siguió siendo un tabú el monopolio del poder del Partido Obrero Socialista Húngaro y la relación con la Unión Soviética, o sea, la soberanía limitada del país. La censura, ya más flexible, redujo el círculo de los bienes intelectuales prohibidos y amplió la esfera de los bienes apoyados y tolerados. La "dictadura blanda", aunque mantuvo un estricto control, pero abrió las puertas occidentales del país ante los extranjeros interesados y los húngaros con deseos de viajar. Aunque todas estas facilidades -especialmente a la luz de la comparación con la suerte de los países vecinos- le dieron cierta legitimidad al régimen de Kádár que se había llegado al poder por medios violentos, en los años 1980 comenzaron a vislumbrarse sus limitaciones. Las reformas fueron insuficientes para asegurar el crecimento económico, de manera que las apariencias de la prosperidad -apenas- se mantenían de préstamos extranjeros, al precio del endeudamiento del país. Pareció cada vez menos razonable el compromiso jamás expresado: la renuncia a los derechos políticos a cambio del bienestar material; y cuando en Moscú Mijail Gorbachov asumió la dirección del partido comunista, también se alivió la presión externa. Transición y Cambio (1987-2000) Todo esto creó las condiciones para comenzar la transformación del sistema institucional político y de la economía, lo que los "comunistas reformadores" que destituyeron a Kádár que se resistía a realizar más cambios, se imaginaban como un proceso dirigido desde arriba. Pero poco después se organizaron en partidos los grupos de oposición que venían funcionando hacía años y cuya actividad cobró mayor publicidad e incentivó las manifestaciones masivas de la sociedad civil reanimada, llevadas a cabo en 1988-89. El Foro Democrático Húngaro (FDH) se presentó con un programa que basaba la crítica al régimen comunista en las tradiciones nacionales y a partir del otoño de 1987 organizó debates públicos acerca de la situación del país. La "oposición democrática" que publicaba prensa ilegal ("szamizdat") desde comienzos de los años 1980, formó la Alianza de Demócratas Libres (ADL) que se definía como liberal, lo mismo que la organización independiente de los estudiantes universitarios, la Alianza de Jóvenes Demócratas (AJD). A fines de 1988 y comienzos de 1989 renacieron también los partidos determinantes del período democrático posterior a la IIa guerra mundial: el Partido Independiente de los Pequeños Propietarios (PIPP), el Partido Popular Democristiano (PPDC) y el Partido Socialdemócrata (PSD). El marco del cambio pacífico del sistema se acordó en las "negociaciones tripartitas" entre la Mesa Redonda de la Oposición (formada en marzo de 1989 por las entidades anteriormente mencionadas), las organizaciones de masas y los dirigentes del Estado-partido. El convenio que estableció las bases del estado de derecho constitucional se firmó y se promulgó en forma de ley en el otoño de 1989, y poco después, el 23 de octubre de 1989 se proclamó la República de Hungría, modificando el antiguo nombre oficial del país (República Popular de Hungría), lo que expresó de manera simbólica la esencia del cambio de sistema: recuperación de la soberanía del país, sustitución de la gestión económica centralmente planificada y del régimen del estado-partido por la economía de mercado y la democracia pluripartidista. Los reformadores del POSH actuaron como catalizadores de este proceso, pero tan sólo en su última fase se decidieron a sacar las consecuencias y desmembrar formalmente el estado-partido, para luego fundar con otros socios de sentimientos izquierdistas un nuevo partido de programa socialdemócrata, bajo el nombre Partido Socialista Húngaro (PSH). A fines de 1989 y comienzos de 1990, cuando el país vivía la fiebre de las primeras elecciones libres en varias décadas, no sólo había un frente político entre los socialistas y la oposición que hasta entonces actuaba más o menos de forma unificada, sino que se perfilaba visiblemente la línea de demarcación derechaizquierda y la división democristiana/nacional-liberal-socialista. Como resultado de las elecciones de 1990, el FDH llegó a ser el partido más fuerte en el Parlamento. Formando coalición con los otros dos partidos de centroderecha, el PIPP y el PPDC, el gobierno de József Antall, presidente del FDH, contaba con una mayoría de casi 60 %. Su oposición estaba compuesta por la ADL, la AJD y el PSH. La coalición de centroderecha, como única entre los gabinetes europeos centro orientales que cambiaron el sistema, cumplió enteramente el ciclo electoral de cuatro años. Se eligió presidente de la república a Árpád Göncz, antes condenado a muerte por su actividad en 1956, en quien el parlamento depositó su confianza por cinco años más en 1995. Por no haber alcanzado el límite de votos del 5 %, ciertos partidos pequeños que pueden considerarse extremistas, no lograron entrar en la asamblea nacional ni en las primeras elecciones, ni en las de 1994. En 1994, más del 50 % de los votantes votó por el PSH, que cobró fuerza al final del ciclo parlamentario anterior. En el gobierno de coalición encabezado por Gyula Horn, presidente del partido, participa también la ADL, que nuevamente finalizó en segundo lugar en las elecciones. Además de las dificultades del cambio de sistema, ambos gobiernos han tenido que enfrentar el hecho de que la mayoría predominante de la sociedad había esperado una transición sin conmociones. La acelerada privatización no pudo suplir de un día al otro los empleos desaparecidos con el desmoronamiento de la economía socialista y las medidas encaminadas a establecer el equilibrio financiero comenzaron a reducir la inflación de manera lenta. Los importantes resultados alcanzados en la edificación del sistema institucional del estado de derecho democrático no indemnizan a todos debido a la apertura de las tijeras sociales, a la intensificación de las diferencias regionales o por el estancamiento del nivel de vida. Sin embargo, a pesar de la fluctuación del clima general, las fuerzas extremistas aisladas no amenazan la estabilidad de la vida política interna. Los debates internos que han tenido lugar de vez en cuando no han puesto en peligro la solidez de ninguna de las coaliciones de gobierno. Por lo visto, todo ello hace de Hungría un socio previsible, tanto para los inversores como para la política internacional. El flujo del capital extranjero ha tenido un papel protagónico en los éxitos de la privatización; la visita y la receptividad de figuras determinantes de la política mundial reciprocó la apertura de la política exterior húngara (iniciada ya en tiempos del gobierno anterior al cambio de sistema). En muchos terrenos han mejorado las relaciones con los países vecinos, y los convenios de base y la actuación de Hungría en las organizaciones de cooperación regional /CEFTA, ICE/ promueven el desarrollo ulterior de los contactos. Da testimonio del progreso de los esfuerzos integracionistas europeos de Hungría su membresía en el Consejo de Europa, en la OCDE, su calidad de miembro asociado de la Unión Europea, su papel jugado en el manejo y prevención de crisis en Europa: en 1994 como anfitrión de la CSCE, luego como presidente de la OSCE; en el marco de Asociación por la paz, su colaboración con la OTAN, así como su activa contribución al proceso de paz posterior a la guerra de los Balcanes /IFOR/. En los 1100 años transcurridos desde nuestro asentamiento en la Cuenca de los Cárpatos, Hungría varias veces pudo sentirse exitosa en la vía de la adaptación y de la superación. Hoy en día vuelve a confiar en que, recuperada ya su soberanía, podrá responder a los requisitos de esta era, y su "nueva llegada" a la comunidad de los países europeos esta vez resultará ser definitiva... Tras la elecciones de 1998 se formó un gobierno de coalición de la Alianza de Demócratas Jóvenes (FIDESZ-MPP) y del Partido de Pequenos Agricultores. El nuevo gobierno dirigido por Victor Orban seguía los lineamientos generales de los dos gobiernos predecesores en cuanto a la integración europea y la seguridad colectiva occidental. Hungría fue admitido como miembro de plenos derechos de la OTAN en abril de 1999, inmediatamente antes de comenzar la intervención de la Organización en Kosovo. Apesar de la buena marcha de la economía desde la estabilización financiera de 1995, un crecimiento constante de 4-5% anual, en las elecciones de 7 y 21 de abril de 2002 los votantes decidieron otro cambio de gobierno. En las muy ajustadas y polarizadas elecciones la coalición socialista-liberal del MSZP y SZDSZ obtuvo 198 escaños frente a los 188 del FIDESZ y MDF y constituyo su nuevo Gobierno el 27 de mayo de 2002 encabezado por el financiero Péter Medgyessy. 3)Doña Violante de Hungría: 3.1) Violante Princesa: Doña Violante, hija de rey apostólico, nieta del emperador Latino de Constantinopla, adoptada por el sumo pontífice Gregorio IX, vinculada a familias reales y de noble linaje de la Europa medieval. Fue la esposa de Don Jaime I “El conquistador”, desde 1235 hasta 1251, que falleció. Durante los dieciséis años que duro su matrimonio fue madre de reyes y reinas y adquirió los títulos de Reina de Aragón y Mallorca, Condesa de Barcelona y de Urgel, señora de Monpellier y por último Reina y señora del reino de Valencia. Su figura esta intensamente ligada a la historia de Castellón de la plana, ya que su reinado abarca todo el periodo histórico, del traslado de la villa a un nuevo solar, La Plana, decidido y permitido por su marido el entonces Rey de Valencia. A su vez participo directamente en la conquista de la capital, estando presente junto a su marido en la campaña de Valencia desde 1238 haciendo propio el juramento del monarca de no pasar a Teruel ni cruzar el Ebro mientras no culminase la conquista. Su trayectoria, como bien hemos dicho anteriormente esta estrechamente ligada con el inicio de la vida en la nueva ciudad de la plana, nuestro actual Castellón. Vivió en poblaciones cercanas como Burriana y Almenara. Al igual que firmo la cesión de terrenos a poblaciones lindantes como lo acreditan las cesiones al pueblo de Morella de los montes de Vallivana y Salsoria. Es por ello justo, que su figura apareciera en el laudo de los enfrentamientos que mantuvieron Jaime I con el anterior señor de Castellón Don Pedro de Portugal, antes de que este le conquistase todos sus bienes. Intercediendo en la paz que ambos monarcas firmaron en 1250, con el tratado en el que se estipulaba la devolución de todos sus bienes, exceptuando cinco castillos, entre los que destacaba la población de Castellón, la cual fue entregada a Ximén Pérez de Arenos, lugarteniente de Jaime I quien dio la licencia para trasladar la villa de la ciudad a cualquier otro territorio del castillo. Así pues, antes de avanzar con una de las más impresionantes políticas matrimoniales que se han llevado a cabo entre distintas monarquías, vamos a centrarnos en la figura de Doña Violante analizando su historia. Perteneció a la dinastía de “Los Arpád”, primera casa real de Hungría quien rigió el destino del país a lo largo de tres siglos, desde el año mil hasta mil trescientos uno, fecha de la muerte del monarca Andrés III el Veneciano. Andrés II, descendiente de Santa Isabel de Hungría, contrajo matrimonio en segundas nupcias con Yolanda de Courtenay de Francia. De dicha unión nació una niña, Yolanda, quien a muy tierna infancia quedo huérfana de madre. A los catorce años y obedeciendo la política matrimonial acordada por su padre, viajo a la Península para desposarse con Jaime I de Aragón. No volvería más a su Hungría natal. 3.2) Jaime I, * Coronación de Jaime I. Hijo de Pedro II el católico y de Maria de Montpellier. A muy temprana edad tubo que hacerse cargo de la corona de Aragón, accediendo a grandes decisiones de estado como el matrimonio con su primera esposa la Infanta Leonor de Castilla en el año 1221. De este matrimonio nació el heredero del imperio el infante Alfonso. Dicho matrimonio fue declarado nulo, por el parentesco directo que les unía tras nueve años, a finales de la década de 1220. Tras este hecho el monarca se centro en la conquista de territorios, y así con 21 años conquisto Mallorca y empezó a pensar en la conquista de Valencia. Dichas inquietudes bélicas hicieron que el pontífice Gregorio IX le buscara nueva esposa pensando para ello en dos candidatas; la hija de los Duques de Austria y Violante de Hungría. El hecho de que la segunda candidata fuera hija directa de un monarca fue el detonante que hizo que la balanza se inclinase hacia Violante de Hungría. La dote que se ofrecieron fue, por parte del Monarca de Aragón el condado de Amillau y por parte de la casa real Húngara doce mil marcos de Plata. Una vez se acordaron los contratos matrimoniales Violante de Hungría emprendió su viaje a mediados de septiembre, llegando a Barcelona a finales de octubre del mismo año. El encuentro entre ambos y según citan las crónicas, fue muy faborable iniciándose así la unión de las dos casas reales. 3.3) Violante Reina. Cuando llego Doña Violante a la corte de su esposo entre octubre y Noviembre de 1235, se incorporó de lleno a la azarosa vida de Jaime I, acompañándole y formando parte en las decisiones y consejos, que su esposo aceptaba y respetaba como se refleja en ciertas crónicas de la época. En mayo de 1236 el infante Don pedro de Portugal, gobernador del señorío de Mallorca se presento a rendirle homenaje, a doña Violante, aceptando que los hijos de los monarcas serian los nuevos reyes de Mallorca; al poco tiempo de dicho evento la reina tuvo noticias de la excomunión de su esposo por el papa por haber detenido al obispo de Zaragoza, Bernat de Montagut. Dicho hecho no duraría mucho tiempo debido a la enfermedad del monarca y a los proyectos de conquista del reino de Valencia. En estas circunstancias Doña Violante decidido designar como su lugar de enterramiento la iglesia del monasterio de Vallbona de la Orden cisterciense. Ante la decisión de Jaime I de no pasar a Teruel ni cruzar el Ebro, hasta que no conquistase Valencia, mandó llamar a su esposa y a sus hijos, quienes acudieron a Burriana, pasando un corto tiempo en dicha villa. Tras haber ganado la plaza de Almenara, el Rey la volvió a llamar y se aposentó en dicho castillo junto al ejército y acompañando a su esposo, el cual en todo momento fue acompañado y ayudado por los sabios consejo0s personales e intercesiones políticas. Doña Violante en todo momento dio muestras de su fe, ayudando a órdenes religiosas de mujeres, como el convento de las Clarisas de Lérida, donde compro el solar y en todo momento dio parte de sus bienes y joyas para embellecer la custodia de la catedral de Barcelona. Siempre se caracterizó por su gran fe y defensa del cristianismo. Doña Violante intercede en la reconciliación de su marido con su yerno el infante de castilla en el tratado de Azmirra en el año 1244, al poner fin a los límites de las tierras de Aragón y Castilla. Ante la orden del decreto de expulsión de todos los moros de Valencia en 1247 y la oposición del tio del monarca, Don Pedro de Portugal, Doña Violante pone fin a tales discrepancias gracias a su laudo que edito en Valencia en 1249, el cual no puso fin de inmediato pero si valio el reconocimiento por parte del caudillo sarrazano Al-Arzaq desde su castillo de Alcala. Jaime I, en sus diversos testamentos, va donando a su esposa más tierras, hecho que confirma la gratitud y amor que sentía hacia ella. Dejando las cuestiones de estado, Doña violante se encargo de la educación de sus nueve hijos: Pedro, Jaime, Fernando, sancho, Violante, Constanza, María, sancha e Isabel. Quienes desde muy tierna infancia les inculcó amor y respeto hacia su reino, lo cual queda reflejado en una gran política matrimonial realizada por la reina con el fin de añadir territorios y posesiones a la corona. Así pues dicha política dio los siguientes resultados: • • • Doña Violante se casó con Alfonso X de Castilla. Constanza se casó con Manuel de Portugal. Isabel se unió a Felipe III de Francia. El resto de sus hijos tomaron posesión de los siguientes cargos: • • • • Jaime heredó el reino de Mallorca. Sancho fue nombrado Arzobispo de Toledo. María ingreso en una orden religiosa. Pedro, el heredero al trono. Fernando y Sancha morirían en peregrinaje a Tierra Santa. Tras una vida aparentemente corta en 1251 murió en la ciudad de Huesca, legando sus últimas voluntades en el siguiente testamento: * Monasterio de Vallbona. Testamento de Doña Violante de Hungría: “ Dejando la vanidad de las vanidades a los vanos mortales y a punto de pasar a la vida de los vivientes que permanece por los siglos de los siglos, con la esperanza segura y puesta en el señor Jesucristo, Yo Ioles, por la gracia de Dios reina de Aragón, de Mallorca y de Valencia, Condesa de Barcelona y de Urgel, Señora de Montpellier, hago mi última disposición, en la cual, en primer lugar, elijo mi sepultura en el monasterio de Vallbona de la orden Cirterciense, y deseo que se haga mi sepultura plana, ante el altar de la santísima Virgen. Después mando que se paguen todas mis deudas y se restituyan las injurias, sobre lo cual ruego a mi Señor y marido Jaime, por la gracia de Dios Rey de Aragón que las pague y restituya y, además lleve a cumplimiento los legados abajo dichos. Igualmente encomiendo a mi señor, el Rey, especialmente a mis hijos e hijas y al Conde Dionisio de Hungría y la Condesa, su esposa, y a todas las dueñas de mi casa y doncellas y a Gregorio y Archibaldo y al maestro Guido, físico y médico, que me sirvió muy bien a mi y a mis hijos, y a Nicolás, mi capellán, y a los criados, escuderos y a toda la servidumbre mía, rogando, al mismo señor Rey que les dé a ellos consejo y Auxilio, según el creyera ser justo, del tal manera que ellos bendigan siempre mi alma y le agradezcan a Dios el bien que el mismo les hará por amor mío. Asimismo dejos a mis hijos, Pedro, Jaime y Sancho el condado de Polonia que tiene mi hermano, el rey de Hungría, que mi madre me dejo a mí, y ellos mismos paguen las deudas y satisfagan las injurias que mi madre me mandó pagar y restituir, tal y como lo sabe el Obispo de Cinco Iglesias. Del mismo modo dejo mis joyas que tengo en Gardeny y en cualquier otro lugar y las piedras preciosas a mis hijas Constanza, Sancha, María e Isabel, que se han de dividir entre ellas según arbitrio del señor rey. Y hay que notar que a mi hija Ioles, mujer de Don Alfonso, primogénito del rey de Castilla, ya le di mis joyas. Igualmente instituyo en el monasterio de Vallbona, en el cual elegí mi sepultura, cinco capellanes que celebren siempre la solemnidad de la misa y oren por mi alma y la del señor Rey. Otrosí, dejo a este mismo monasterio Mil Morabatines, y al monasterio del Pedregal cien Morabatines, y al monasterio de las Franquesas Cien Morabatines, y al monasterio de Valverde treinta Morabatines, y al monasterio de mujeres de San Damián de Valencia doscientos Morabatines, y al monasterio de mujeres de San Damián de Lérida cincuenta Morabatines. Asimismo ruego al señor rey que dé vestido a mil pobres. Y también, dé comida a treinta pobres. De igual modo dejos a las monjas menores de Montpellier, Perpiñan, Barcelona, Mallorca, tarragona, Lérida, Zaragoza y Valencia, a cada una de estas casas, cien Morabatines. Otrosí a los frailes menores de Huesca, cincuenta Morabatines. Otrosí al monasterio de Sirena cien Morabatines para camisas para las necesidades de las dueñas. Trosí, al monasterio de Casbas cincuenta Morabatines. Otrosí, dejo mi manto de seda con los escudos del signo real y el sobremanto de las mismas telas a los padres Predicadores de Lérida, para que hagan de ello una casulla. Asimismo, el otro manto mío de amoret violeta y sobremanto de la misma tela al monasterio de mujeres de San Damián de Valencia; las plumas, sin embargo, de los antes dichos mantos y sobremantos, sean vendidas y, con su precio se vistan pobres. Asimismo, dejo mi manto y sobremanto persa a Ermengarda, esposa de Pedro Martín. Otrosí dejo mi manto y sobremanto escarlata a alguna dueña pobre vergonzante, a la cual quisiera dárselo el Rey. Asimismo dejo dos mantos de seda, que fueron del señor rey, a la iglesia de San Vicente de Valencia, para los cual los reservaba. Otrosí, dejo al maestro Gerardo, físico lombardo, tres mil sueldos jaqueses. Igualmente, ruego al señor rey que conserve indemne al escribano Bernardo, de los dineros que me prestó y que se asignó para sí de la Bailía de Prats” Huesca a doce de Octubre del año del Señor de mil doscientos cincuenta y uno. 4) Conclusión y Agradecimientos. Doña Violante de Hungría primera reina de Valencia. Por lo tanto primera reina de Castellón. Cuando vino para casarse con Jaime I, dejaba atrás todo su pasado en su país pero nos traía a una mujer de gran fortaleza cristiana y dotes políticas como lo demuestra su árbol genealógico. Todos los datos expuestos en los archivos de la corona de Aragón y del reino de Valencia hablan simplemente de los hechos históricos y evitan en todo momento destacar las dotes humanas de tan ilustre figura. Conforme dije al comenzar el trabajo, este no es un compendio de datos históricos sino una recensión de una mujer a la cual los Castellonenses le debemos mucho. Lógico es, que el trabajo este plagado de fechas históricas, nombres, poblaciones... Nosotros los Castellonenses hemos tenido siempre un gran respeto por la figura de Doña Violante y con el paso de los años la historia de nuestra ciudad no la ha olvidado ya que su legado de mujer fuerte, decidida, luchadora junto a su marido. Madre emprendedora con sus hijos y defensora de las tierras de Castellón. Todo esto hace que le tengamos amor y le rindamos pleitesía a su persona. Me pregunto ¿ por qué la historia, la vida, las costumbres, la sociedad no ha querido ver a la mujer digna de sus valores sabiduría e igualdad?, ¡ será por no querer ser menos que ella!. No puedo concluir este trabajo sin que me venga a la memoria una frase que he oído a lo largo de toda mi vida profesional y familiar y que, hasta este momento jamás me había parado a analizar pero que, en este caso se cumple más que en ninguno: “ Detrás de todo gran hombre, se esconde una gran mujer”. Esta fue Doña Violante. “ Nostra Regina”. Antes de dar fin a este trabajo quisiera dedicar unas palabras a quienes me han ayudado y contribuido en la elaboración de dicha obra. Mi agradecimiento a la Universidat Per a Majors “ Jaume I” por la aportación de formación hacia los mayores. Me siento obligada a nombrar en este apartado al culpable de mi gran interés sobre la figura de Doña Violante, mi primo, el historiador castellonense D. Roberto Pérez de Heredia i Valle por su magnifico trabajo sobre dicha reina. Y como, mil gracias a nuestra Pilar Escuder Mollón y a Pedro Quiralte por su incombustible ayuda. Maria del Carmen Laguia Flors. 5: BIBLIOGRAFÍA Para la realización de este trabajo he consultado las siguientes enciclopedias y manuales: -“INTRODUCCIÓN EN LA HISTORÍA DE ESPAÑA”. EDIT, TEIDE. -“LA PROVINCIA DE CASTELLÓN DE LA PLANA”. TIERRAS Y GENTES. -GEOGRAFÍA ILUSTRADA.SOPENA. -HISTORÍA DE ESPAÑA ILUSTRADA.SOPENA. -DICCIONARIO BÁSICO ESPASA, CALPE. -ROBETO PEREZ DE HEREDIA. “DOÑA VIOLANTE” -INFORMACIÓN TURÍSTICA BUDAPEST. -CUENTO; “ARANY JÁNOS, BALLA DÁI, ZICHY MIHALY” A su vez, he utilizado para las fotografías las siguientes direcciones de internet. -WWW.Hungria turismo.com -www.encarta.com