La Matanza en la Oficina Salitrera La Coruña

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La olvidada matanza de obreros y sus
familias en la Oficina Salitrera
“La Coruña”
Publicado el noviembre 11, 2010 por Umberto Alarcon
por Senén I. Durán Gutiérrez (Iquique, Chile)
10 de noviembre de 2010
A modo de prólogo
En la segunda década del siglo pasado, los obreros pampinos de las oficinas salitreras de
Tarapacá empiezan a movilizarse en torno a antiguas y justas aspiraciones: solicitaban
implantación de Ley Seca; jornada laboral de ocho horas; reemplazo de las “fichas” y
“vales” para la “pulpería” por dinero y aumento salarial. Las huelgas de las distintas
oficinas y campamentos obreros desembocan en un paro general que se prolonga por
ocho días en la provincia de Tarapacá. Los amos del salitre solicitan una tregua para
consultar a las oficinas centrales en Inglaterra y Estados Unidos.
Todos estos preliminares sucesos ocurren a consecuencia de la crisis del salitre que
lleva a los empresarios a cerrar alrededor de sesenta salitreras y a expulsar a los obreros
y sus familias hacia el sur del país.
Los obreros aceptan dicha pausa, sin embargo los patrones solicitan a las autoridades de
turno garantías para resguardar sus intereses y el gobierno otorga “carta blanca” para
que las fuerzas represivas sofoque el levantamiento obrero, utilizando la fuerza más
despiadada.
Tarapacá y Antofagasta son declaradas en estado de sitio y se designa como jefe de
plaza al general De La Guarda. Fueron allanados los domicilios de los dirigentes
obreros y, una vez detenidos, son embarcados a rumbo desconocido. Las listas negras
en las oficinas circularon con rapidez y muchos dirigentes desaparecen de la escena sin
dejar ningún rastro de sus paraderos. De esa manera, la “guerra sucia” había comenzado
a tejerse secretamente. Se clausuran los diarios “El Despertar de los Trabajadores” y “El
Surco”.
Los obreros organizados responden con un paro de veinticuatro horas.
A esa altura del conflicto, el gobierno de Arturo Alessandri Palma, decide reprimir al
movimiento con toda la furia oligárquica. El general De La Guarda moviliza sus tropas
de infantería y artillería, también se despachan refuerzos desde el sur del país. Así, en la
pampa, queda enfrentados cara a cara un ejército bien armado contra una masa de
obreros que su única arma era la “conciencia de clase” que había alcanzado a fuerza de
injusticia y dolor.
Iván Vera-Pinto Soto
Magíster en Educación
Antropólogo
Protagonistas de esta historia:
Arturo Alessandri Palma
Carlos Ibáñez Del Campo
Armando Jaramillo Valderrama
Pedro Aguirre Cerda
Elías Lafferte Gaviño
Salvador Barra Woll
Recaredo Amengual Novajas
Prolegómenos
El Historiador Felipe Delgado Valdivia, en su tratado: “La Sociología Criminal entiende
la Violencia Criminal”, expresa: “El Estado chileno se ha construido a partir del
consenso de que la violencia es un instrumento legítimo para lograr el orden en la
Nación. Para esto dispone de la organización de las Fuerzas Armadas y de Orden como
forma para aplacar cualquier forma de resistencia al orden establecido. El monopolio de
la violencia en el Estado, particularmente ejercido por las Fuerzas Armadas, ha sido un
rasgo permanente dentro de la historia institucional de Chile. A fines del siglo XIX y
comienzos del siglo XX la violencia institucional en Chile fue la herramienta que tuvo
el Estado a su disposición para combatir las tensiones sociales y políticas derivadas de
la cuestión social. Bajo la lógica de la disuasión, la violencia institucional disolvería
cualquier estertor político o social proveniente de aquellos grupos resistentes al orden
oligárquico”.
Mapa de Ubicación de La Coruña
En la zona generadora de nitrato se gesta otra de las múltiples epopeyas sociales de los
asalariados, que con su sufragio y tributos hacen posible la pervivencia del Estado, esa
institución política que al interior del territorio monopoliza para sí el uso de la fuerza
legal, ejerce el año 1925 una represión más a la muchedumbre trabajadora, hinca su
garra coercitiva en la Pampa Salitrera.
Chile es un país de matanzas. Sin considerar las revoluciones y golpes de Estado, en un
siglo han ocurrido 80 a nivel nacional, de ellas 27 ejecuciones masivas en la zona
productora de salitre. La historia oficial propicia el encubrimiento de estos asesinatos
colectivos ejecutados por agentes del estado. Estos hechos son cubiertos con un tupido
velo de desinformación y deformación de los mismos. El gobierno central propende al
filtraje de estas noticias y a una sistemática ocultación de sus sangrientas represiones.
El pueblo es inducido a evocar sólo una matanza de jornaleros, con ello se están
ocultando todos los demás asesinatos masivos de chilenos pobres a manos del Estado,
infortunados que prestaron sus brazos para el progreso del país y además entregaron su
voto. Es legítimo conmemorar; pero es justicia recordar todas las carnicerías de
proletarios chilenos y no solamente una de las 27 ocurridas en la pampa salitrera.
Oficina Salitrera “La Coruña”.
Se encuentra ubicada a 985 m.s.n.m. Inicia su actividad productora de salitre en el
Cantón Alto San Antonio, el año 1900 con el nombre de “Cataluña”, denominación que
mantuvo hasta 1910; como tal fue propiedad de Jaime Granja y Cía., para luego pasar a
poder de la empresa Golee Asís y Cía. En 1907, Cataluña vuelve a sus antiguos dueños
Granja y Cía., representada por ellos mismos, con domicilio en Valparaíso; el salitre
que produce lo embarca por Iquique. Su Gerente es Valentín Míguez; administrador,
José Yugan; contador, Juan E. Gil more; cajero fichero, Luís Pomareda; bodeguero,
Isidoro Sánchez M.; jefe de pulpería, Juan Pepic; 2º jefe Elías Moretic; pulpero, Narciso
Díaz; corrector, Froilán Flores; jefe de maestranza, Manuel Pino; químico, Arturo
Banda; jefe de máquina, Ignacio Ordenes; boletero, Francisco J. Alvo; médico Víctor
Salas Herrera, con residencia en Alto de San Antonio.
Cataluña, en 1908, debió someterse a la cuota de producción dispuesta por la Quinta
Combinación Salitrera que determinó la cantidad de 141.000 toneladas de salitre
anuales; habiendo sido su cuota inicial de 300.000 toneladas. En 1910 cambia su
nombre a “Galicia” siendo su reserva calichal de 154 estacas peruanas, equivalente a
27.557 m2. cada una, equivalente al área de un cuadrado de 200 x 200 varas. En 1911
su propietaria es la Cía. Salitrera Galicia, que la representa en Valparaíso. Continúa
embarcando su producción de salitre y yodo por el puerto de Iquique, y es representada
por Baburizza Cicarelli.
Pueblo “Alto De San Antonio”
Para referirnos a este hermoso asiento minero en el año que recordamos, hay que
señalar que el pueblo “Alto de San Antonio” era en 1925 el más importante de la pampa
salitrera; contaba con servicios administrativos públicos: Subdelegación, Juzgado de
Letras, Correos y Telégrafos, Registro Civil, Parroquia, Autoridad Comunal, Cuerpo de
Bomberos, Prefectura Policial, Camal (matadero de ganado para carne), Cantón Militar,
y otros. Además circulaba un periódico local, “El Correo de San Antonio”. En 1918 la
Escuela Pública Nº 28, mixta, tenía por preceptora a Amelia Guerrero Bahamondes,
propietaria con 12 años de servicio; El Curato lo atendía el Presbítero Arturo
Valenzuela G. El desarrollo de este pueblo se debió a que había iniciado su decadencia
el centro urbano administrativo principal de anterior presencia: “La Noria”.
En Alto San Antonio se generó un amplio, surtido y abastecido comercio, integrado por
emporios, tiendas, bares, joyerías, librerías, peluquerías, fondas, restaurantes, casas de
cena, chifas (casa de comida china), panadería, florería, farmacia y, como en todos los
pueblos de la pampa salitrera, también existían lenocinios, garitos y tugurios
clandestinos de venta de alcoholes. Entre los comerciantes extranjeros establecidos
destacaban chinos, italianos, españoles, croatas y árabes. También fue un eslabón
importante de la red ferroviaria.
Matanza de Obreros en “La Coruña”. Viernes 5 de junio de 1925.
Hasta 1925 el proletariado chileno vivió una etapa de variadas luchas reivindicativas
originadas en agudos conflictos laborales.
Los ánimos de la clase trabajadora eran exacerbados por la situación de crisis imperante
y el estado de indefensión que se vivía en la pampa salitrera y en el litoral; la
inexistencia de legislación laboral y de políticas sociales, entre ellas: ausencia de
contratos; subcontratación; jornadas de faenas no reguladas; despido arbitrario;
ocupación de niños y mujeres; sobreexplotación del obrero; pago de los salarios en
fichas; accidentes del trabajo, etc.
“El centro de la rebelión de inspiración comunista, estaba en la Oficina La Coruña,
Tropas del Ejército y fuerza de marinería reprimieron con extrema dureza. Inútil
derramamiento de sangre, vidas sacrificadas por utopías soviéticas en plena pampa, a la
cual llegaban los beneficios de las leyes sociales, tan largamente esperados por los
pampinos”. (Mario Zolezzi Velásquez, 30 de marzo de 2007)
Homero Altamirano, “Hace 100 años Santa María de Iquique”. “En junio de 1925 se
declara una huelga general en Tarapacá. En un intento por sofocar el movimiento el
gobierno decreta el estado de sitio y ordena al ejército atacar con artillería las oficinas
de La Coruña, Pontevedra y Barrenechea”.
En efecto, las tropas llegaron para quedarse una larga temporada represiva.
Foto de Senén Durán G.
La prensa local de la época, por ejemplo “La Provincia”. Iquique, Sábado 6 de Junio de
1925, lo describe así:. “El director del movimiento: Es un tipo de patilla que viste traje
parecido al de los rusos, con gorro blanco y faja roja, apellidado Garrido. Usa el caballo
del administrador de Coruña señor Hevia y se hace llamar Comisario del Soviet”
La Coruña 5 de junio de 1925
Foto gentileza Sr. Mario Santander A.
En esa oficina envuelta en llamas, en medio del fragor del fuego y de las detonaciones
de los explosivos manejados por los defensores y el crepitar de las armas del Ejército
atacante, Garrido, con un brazo menos destruido por una esquirla de acero, no
abandonaba su puesto de jefe y seguía alentando a sus huestes, recordándoles que la
razón y la historia estaban de parte de los trabajadores hasta que, aventajado por el
número de los atacantes, percibió que la obstinación de su parte redundaría en una
carnicería inútil. En este terrible día la luz del sol iluminaba una vorágine de tierra y
humo que como gigantesco hongo oblicuo se levantaba indicando hacia el Este
dibujando la gran tragedia obrera de la salitrera siniestrada. La Coruña era un solo
charco de sangre coagulada y un oscuro manchón de heridos y cadáveres mutilados.
Garrido, vencido por la superioridad del armamento adversario, tuvo que entregarse
voluntariamente lanzando su revólver a la franja enemiga. Reclamó para sí toda la
responsabilidad, declarando ser el único culpable de los hechos. Este heroico gesto de
hombría habla en supremas alturas de sus valores pero, por su calidad de Jefe del
movimiento y por su altanería ante sus aprehensores, fue fusilado esa misma noche; su
ejecución se llevó a efecto en la cancha de fútbol. La rendición de los obreros, con las
manos vacías, fue el epílogo al fuego de las fuerzas combinadas de las armas de la
República, representadas por su ejército regular, utilizado una vez más por el Estado. El
sueño de la libertad se había fugado de la pampa salitrera.
Fosa Común de muertos en La Coruña. Bajo San Antonio.
Fotografía de Senén Durán
Los cadáveres fueron recogidos en carretas calicheras y arrojados a los piques. Estos
inmensos pozos recibieron miles de cuerpos de obreros del salitre caídos en la matanza
ordenada por el gobierno de Arturo Alessandri y ejecutada por el Ejército de Chile. Los
piques de la Oficina San Pedro, adyacentes al cementerio de Bajo San Antonio, se
llenaron con alrededor de quinientos cuerpos humanos y fueron sellados con costras de
sal, caliche y piedras; esos pozos fueron la sepultura de obreros del salitre que hasta
pocos días atrás hacían patria laborando en el desierto y saciando su hambre con pan
amasado en harina de trigo madurado en los campos del sur chileno.
Millares de cadáveres quedaron insepultos; la pestilencia recordaba la miseria de
asesinos y víctimas. Hasta la década de los ochenta, aún era posible verlos cara al sol,
secos, calzando los calamorros domadores de piedras en las pampas que rodean las
ruinas de La Coruña; la piedad de los abuelos pampinos que salen a recorrer las pampas
de su juventud le fue dando humana y respetuosa sepultura; un disecado clavel rojo y
una cruz de hojalata, sin nombre, sobre la tierra trabajada marca sus sepulcros
clandestinos.
Las matanzas del salitre, esas mismas carnicerías que impunemente estuvieron presentes
en Chile desde septiembre de 1888 contra el obrero nacional, volvieron como bestias
hambrientas, esta vez confundiéndose entre verdugos y víctimas, como en la masacre de
huelguistas de Antofagasta (1890), las ejecuciones de Huara (1891), la matanza de la
oficina Chile (1904), la masacre de los ferroviarios de Plaza Colón (1906), la
escalofriante masacre de la Escuela de Santa María de Iquique (1907), los asesinatos de
la “Huelga del Tarro” de Antofagasta (1919), o los fusilamientos en la oficina San
Gregorio (1921).
En Chile el itinerario de la violencia en la época republicana es largo. En los períodos
más negros de su historia, las Fuerzas Armadas y la Policía siempre fueron utilizadas
por los gobiernos de turno en la represión a la clase trabajadora. A las rebeldías, el
motín, la protesta espontánea, la paralización de faenas y las huelgas; el Estado y su
protegido, el capital, responden aplastando legalmente a los obreros con su estructura
institucional: Despido, listas negras, relegación, exilio, exoneración, cárcel, tortura,
desapariciones, fondeo y matanzas; pero, la lucha social nunca se detuvo; por el
contrario, siempre surgieron quienes reemplazaron a los caídos.
La Matanza de Trabajadores en la Oficina Salitrera “La Coruña”, se inscribe en la
Historia del Salitre como una represión más en el largo y doloroso listado de masacres
de asalariados en los territorios de Chile, las cuales suman ochenta.
En estos hechos, los poderes del gobierno sumados a los intereses de las clases
económicamente privilegiadas, eligieron el “razonamiento” de los cañones, tal como
ocurrió en las oficinas “Santa Rosa de Huara” y “La Coruña”. El Ejército (expresión del
pueblo en armas) desnaturalizando su profesionalismo se volvió contra sus
connacionales, al impulso de manos gobernantes que desde La Moneda dirigían los
hilos de esas marionetas, utilizando una ves más al brazo armado del Estado. En 1925,
los jefes militares que se batieron en el campo de las luchas sociales, regresaron a sus
cuarteles portando las “palmas de la victoria”, pero eran laureles sucios, manchados de
sangre obrera.
Salitrera “La Coruña”, 2010.
Ruinas vivas de La Coruña. 2010
Foto de Senén Durán G.
Oficina Salitrera “Maroussia”
Rolando Álvarez Vallejos, nos informa: “Resulta curioso que el historiador Luís Vitale
cite el diario anarquista “El Arrendatario” del 20 de junio de 1925 como referencia
sobre una supuesta matanza en Maroussia, porque en esa edición, en página 2, se habla
de la matanza de La Coruña, y más aún, se dice explícitamente que “en oficinas como
Marousia (sic), los obreros no se sublevaron”. De acuerdo a los antecedentes e
investigaciones en diarios, periódicos y memorias de la época, además consultas al
Archivo del Ministerio del Interior y a trabajos históricos de 1925 y la entrevista con
Justo Zamora, testigo presencial de los sucesos de Coruña, “se llega a la conclusión de
que esta matanza en la oficina Marusia nunca existió en la vida real”.
Patricio Manns, exiliado en Europa a raíz del golpe de Estado de 1973, escribió las
novelas: “Buenas noches los pastores”, “Violeta Parra: La guitarra indócil”,
“Currículum Mortae” y “Actas de Marusia”. El ciclo de las actas está formado por
Actas de Marusia (1974), novela publicada por Ed. Pluma y Pincel en 1992, Actas del
Alto Bío-Bío (1986), y Actas de Muerteputa (1988). El concepto de acta, utilizado
como título genérico para sus novelas, implica una operación de recuperación y
transgresión.
El tema de la novela Actas de Marusia, 1974, relata una rebelión de trabajadores
salitreros en el norte chileno y su brutal represión por las armas, que una empresa
minera extranjera ejerce sobre los habitantes del pequeño pueblo de Marusia, decididos
a conquistar sus propios derechos.
La novela de Manns fue llevada al cine con el mismo nombre “Actas de Marusia”,
dirigido por Miguel Littin. Filmada en el desierto en Chihuahua, la obra contó con un
enorme presupuesto, importantes actores como Gian María Volonté, y la música de
Mikis Theodorakis y Angel Parra. La cinta fue un éxito de taquilla, recibió muchos
premios e incluso estuvo nominada entre las cinco mejores películas extranjeras para los
premios Oscar 1976.
La Matanza de Marusia es una ficción artística que circuló clandestinamente por quince
años en Chile y ha contado con la recepción y simpatía del público.
Salitral en letargo
Senén I. Durán Gutiérrez
I
En el desierto más árido del mundo
anida su existencia la Pampa del Tamarugal,
junto a ella dormita su albo sueño de salitre,
la bravía, la siempre espléndida, soledad calichal.
II
En la enjuta mano de la nortina pampa,
en que por los siglos, el salitre se exprimió
quedó el rastro del vivir pujante
del “pampino” y la compañera de su sino.
III
En el reino del claro y la tierra seca,
en el parque de las flores de pedernal.
En su profundo lecho yace el caliche,
que emergió trocado en blancura salitral.
IV
Albo nitrato, nieve de llanura tarapaqueña,
que en miríadas de bajeles hízose a la mar,
embelleció cultivos en lejanas tierras,
apremió al suelo que gustoso entregó el pan.
V
El recolectar de copos milagrosos se detuvo.
El silencio a su ocre solar regresó.
Una huella de trabajo es testigo
en el páramo do el pampino señoreó.
VI
Descolgué del horizonte claro
los cortinajes del silencio,
para cubrir el reposo herido
del enganchado y sus huestes
que en los calichales forjaron
la nueva raza de chilenos.
Floración de Tamarugos
Alborada del Siglo XXI
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Intervenciones militares y poder fáctico en la política chilena
(De 1.830 al 2.000)
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Fuente: http://wpchile.wordpress.com
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