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PUBLICACIONES “EL SEMBRADOR”
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REFLEXIÓN
CODICIABLE
“Morena soy, oh hijas de Jerusalén, pero codiciable
como las tiendas de Cedar,
como las cortinas de Salomón” (Cantares 1:5)
Los rasgos físicos, tales como el color de la piel, de los ojos y del pelo, así como la
complexión, son, en parte, un factor que observamos en la mujer que el Señor nos dio
como esposa. La impresión que provocan estas características es tal que nos lleva a
decir: ¡Es hermosa!
Mantenga en su corazón esta impresión de su esposa, hágala sentir que así como es, es
linda. ¡Dígaselo tantas veces como sea posible! En el versículo, la esposa se compara a
algo que es como ella. Si quiere halagar a su esposa con detalles como éste, hágalo,
comparándola con algo hermoso y con mucho respeto, dándole honor como a “vaso más
frágil” (1 P. 3:7).
Pensemos ahora en nuestra relación con Cristo y en la frase: “Morena soy… pero
codiciable”.
En Cantares 1:6 la esposa dice que es morena, “porque el sol me miró”; esta frase nos
lleva a pensar en Cristo como “el Sol de justicia” (Mal. 4.2), quien nos ha hermoseado
con la salvación (Sal. 149:4) y ha ido plasmando en nosotros sus virtudes (Gá. 4:19; Fil.
4:8; 2 P.1:5).
“Como las tiendas de Cedar”. Con esta expresión la esposa le da sentido al color de su
piel, comparándose con las tiendas de una de las tribus de Ismael, las cuales eran hechas
de valiosas pieles de cabras negras, artesanalmente confeccionadas e indudablemente
hermosas. La esposa tenía capturado en su mente el paisaje que brindaban las tiendas de
esta tribu en el desierto, con el sol cayendo sobre ellas, lo que seguramente les daba un
brillo de hermosura particular. Este paisaje le gustaba a la esposa, por eso se comparaba
con ellas. Nuestra vida es como una tienda hermosa, por lo que Cristo está haciendo en
nosotros (Ef. 5:26,27), tienda que ahora está plantada aquí, en este mundo, pero que un
día será plantada al lado de nuestro Amado (2 Co. 5:1).
“Como las cortinas de Salomón”. Ahora la esposa compara su hermosura con algo
exquisito, caro y de lujoso diseño. Fue en las “cámaras” de Salomón (Cnt. 1:4) donde
seguramente la esposa vio las cortinas.
En la decoración de su palacio Salomón debió esmerarse, como correspondía; la esposa
no desmeritaba y su hermosura estaba a tono con la belleza de esas cortinas. Cristo es
más que Salomón (Lc. 11:31) y su gloria más que la de este gran rey, y si Salomón
causó asombro en su época, llamándose bienaventurados los que estaban cerca de él,
cuánto más nosotros que estamos con nuestro Señor y Salvador, nuestra “esperanza de
gloria” (Col. 2:27).
Nuestra hermosura la obtenemos con el ejercicio de estar “mirando a cara descubierta
como en un espejo la gloria del Señor; así “somos transformados de gloria en gloria” en
su “misma imagen” (2 Co. 3:18). ¿Es ésta nuestra práctica continua?
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