//T05 TENDENCIAS | LATERCERA | Sábado 10 de agosto de 2013 “Creo que dos horas hacen una enorme diferencia. Los niños necesitan más de cuatro horas libres al día”. PETER GRAY Boston College “Ellos saben que el mundo cambia y que tienen que darles nuevas habilidades a sus hijos, se sienten muy ansiosos y siguen planteando como solución darles más instrucción”, dice a Tendencias Hara Estroff, editora general de Psychology Today y autora del libro Una nación de débiles: El alto costo de los padres invasivos. Aunque para María Eugenia Brante, directora de Sicología en la U. San Sebastián, tantas horas de tareas y trabajos no son necesarias: “No es justificado el envío de tantas tareas a la casa. Antes tenían el sentido de que el niño reforzara los contenidos adquiridos en el día. Pero si tenemos una jornada que se alargó, ésta debería suplir ese refuerzo de contenido”. Según la Encuesta Nacional Sobre Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes 2012 (EANNA) del Ministerio de Desarrollo Social, en un día normal 67,8 de los niños dice hacer actividades relacionadas con el estudio. “Durante los últimos años, sin duda, ha habido un cambio en el uso del tiempo libre que hacen los niños chilenos. Lo relevante de conocer esta información es que desde ahora vamos a ser capaces de cuantificar estos cambios y poder identificar hábitos e intereses”, dice el titular de ese ministerio, Bruno Baranda. Y es que hoy el colegio es toda una maratón. Actualmente el ingreso al sistema educacional es cada vez más temprano, así un niño de 11 años ya lleva nueve estudiando si se considera el Playgroup. Lo que obviamente cansa. Y no es un dato menor, porque paradójicamente tanto tiempo dedicado al estudio termina produciendo el efecto contrario: los desmotiva y sobreexige. “En lu- gar de que los elementos educativos conformen un 30% o 40% de su vida, están conformando un 80%. Es excesivo”, dice Natalia Salas, directora de Pedagogía Media, UDP. Esto genera un círculo vicioso: al quitarles tiempo libre, pierden la instancia para desarrollar los beneficios que da el juego, como el desarrollo de la capacidad intelectual, es decir, lo que a futuro podría posibilitar el éxito académico. Un estudio longitudinal de la U. de Idaho (EE.UU.) midió la complejidad del juego con bloques en niños de cuatro años y luego siguió su desempeño académico hasta la Media. Los investigadores encontraron que la complejidad del juego con bloques predecía sus logros matemáticos en esa etapa. Además, dejar de jugar disminuye su creatividad, algo que por definición no puede ser enseñado como instrucción. Así explica Gray, quien cita estudios en EE.UU. que demuestran que esta capacidad ha ido descendiendo progresivamente desde los 50: “Y es terrible, porque es uno de los mejores predictores del éxito futuro de los niños”. ¿Cómo debería ser, entonces, la tarde de los niños? Soledad Banús, sicopedagoga de los colegios Nuestra Señora del Camino, San Ignacio de El Bosque y Coyancura, recomienda que dividan su día en nueve horas durmiendo; ocho en actividades escolares; tres para comer, vestirse o bañarse; y en las cuatro que quedan que hagan tareas no más de una hora y tengan tres horas para jugar o hacer lo que quieran. Y ahora, ¿cómo jugamos? Brante explica que los niños chilenos experimentan la rutina de levantarse temprano para regresar a su establecimiento educacional y llegar ya muy tarde a su casa desde los 84 días de vida, cuando sus mamás los llevan por primera vez a la sala cuna. “Después lo viven en el jardín y en el colegio. Están siempre sometidos al control de adultos que les proponen las actividades”. Este nuevo escenario ha provocado una reconceptualización del tiempo libre en los niños. “Antes se asumía como un tiempo de esparcimiento autónomo donde se elegía qué hacer sin la supervisión de adultos. Era menos pauteado y tenía menos esquemas elaborados por adultos”, dice Salas. Según el Estudio Internacional sobre Bienestar Infantil, 46% de los niños chilenos declara estar “poco o nunca solo sin hacer nada”. Por eso mismo y porque todo lo que queda después de la puerta de la casa aparece peligroso, los tradicionales escenarios de la infancia también parecen haber cambiado para siempre. En 2010 un estudio de Unicef reveló que cuatro de cada 10 niños chilenos “rara vez o nunca” sale a jugar a la plaza. La mayoría opta por actividades bajo techo: 81% va siempre o frecuentemente a casas de familiares para divertirse; 71% lo hace en malls y 58% en casas con amigos. “Hoy, por seguridad, las actividades se organizan en las casas, donde hay contextos mucho más vigilados”, dice Salas. Lo complicado es que esto genera un efecto dominó. “Una vez que hay menos niños en la calle, por la razón que sea, el espacio exterior se vuelve menos atractivo para que otros niños salgan”, comenta Gray, quien agrega que esta afición puertas adentro no es voluntaria. “A ellos realmente los atrae la idea de jugar con otros niños, pero cuando no hay nadie para hacerlo, prefieren estar dentro de sus casas, en sus computadores, donde tienen acceso a otra gente”, dice el sicólogo. Según una investigación de Adimark en 2005, 62% de los niños chilenos juega con amigos o compañeros poco más que los que lo hacen solo: 55%. Le siguen con hermanos (39%), otros niños familiares (30%), con la mamá (17%), el papá (11%) y otros adultos (5%). Pero, como buen círculo vicioso, revertir esto es muy difícil: “Algunos niños ya ni siquiera saben cómo jugar afuera. No puedes simplemente abrirles la puerta y decirles ‘sal’, porque ni siquiera saben qué hacer afuera. Nunca han confiado en sus propios recursos, decidido por su cuenta, organizado una actividad o encontrado sus propios intereses”, advierte Estroff. Lo complicado es que si no interactúan con otros niños pierden la oportunidad de desarrollar, por ejemplo, el lenguaje. Una investigación del sicólogo Edward Fisher analizó 46 estudios sobre los beneficios cognitivos de jugar y descubrió que cuando es sociodramático (representación de roles), produce un mejor desempeño en los dominios cognitivo-lingüístico y social-afectivo. Salas agrega que el juego “tiene un impacto en el desarrollo de habilidades sociales, de pautas de normas y en la resolución de problemas por sí mismos”. Acá la solución con los niños parece ser tan sencilla como difícil: dejarlos jugar. “Cuando no dejas tiempo para que desarrollen sus propias habilidades, sigan su curiosidad o tomen sus propias decisiones, es cuando en vez de entregarles cosas, comienzas a quitárselas”, concluye Estroff.T