La juventud como motor del desarrollo rural

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28 • LA TIERRA Nº 233 JULIO-AGOSTO 2012
La juventud como motor del desarrollo rural
JOSÉ MANUEL DEL BARRIO ALISTE
DPTO. DE SOCIOLOGÍA Y COMUNICACIÓN. DECANO DE LA FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES. UNIVERSIDAD DE SALAMANCA
A sociedad rural vive y
atraviesa una situación de
crisis e incertidumbre casi
permanente, acentuada en la
actualidad por la confluencia de
tres procesos interrelacionados: la globalización, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación y el
capitalismo informacional. Para
los más pesimistas sería una
crisis irreversible con consecuencias negativas para la
estabilidad y perpetuación de
su estructura social, y para
otros, algo más optimistas,
estaríamos en la antesala de un
futuro abierto que se supone
esperanzador. Mi opinión es
que existen evidencias contrastadas que conducen a pensar
que la sociedad rural no sólo
está en crisis –como pueden
estarlo otros sectores económicos–, sino que además existen
ejemplos que constatan ciertas
recuperaciones que tienen que
ver con un cambio en la dinámica demográfica, la aparición
de nuevas actividades económicas y el consumo desaforado
de signos y símbolos rurales.
Por eso considero que los habitantes del medio rural y especialmente los jóvenes rurales
deben aprovechar las oportunidades que brindan los nuevos
escenarios de la ruralidad.
L
Radiografía de los jóvenes
rurales de España
Según el Padrón municipal de
habitantes, a fecha 1 de enero
de 2011 residían en España
5.885.524 jóvenes entre 20 y 29
años. De ellos, el 20% reside en
municipios que no superan los
10.000 habitantes, siendo poco
numerosos (apenas 294.187 jó-
■ “Considero que los habitantes del
medio rural y especialmente los
jóvenes rurales deben aprovechar las
oportunidades que brindan los
nuevos escenarios de la ruralidad”
venes, el 5% del total) en los municipios eminentemente rurales
que no sobrepasan los 2.000
empadronados. En todo caso, el
peso numérico y la distribución
de los jóvenes rurales en las distintas comunidades autónomas
son muy dispares. Sirva como
ejemplo que en 130 municipios
españoles no aparecen empadronados jóvenes de estas edades, localizados todos ellos en
municipios eminentemente rurales de seis regiones: Castilla y
León (60), Castilla-La Mancha
(32), Aragón (19), La Rioja (16),
Navarra (2) y Comunidad Valenciana (1).
No obstante, la presencia de los
jóvenes rurales en los distintos in-
tervalos o ámbitos territoriales es
muy similar al peso que tiene la
población rural en la sociedad
española. Así, si el conjunto de la
población que reside en los municipios eminentemente rurales
es del 6% con respecto al total
de la población española, los jóvenes de este ámbito representan el 5% de los jóvenes españoles. En los municipios intermedios de entre 2.001-10.000
habitantes ambos porcentajes
son similares (15% en el caso del
total de la población y 14,6% en
los jóvenes), mientras que en las
zonas urbanas los jóvenes tienen
una ligera sobrerrepresentación
(80,4%) en relación al peso que
en ese mismo ámbito tiene la po-
blación residente en España
(79%).
Y si utilizamos otros indicadores
significativos que nos ayuden a
comprender la situación social,
formativa o económica de los jóvenes rurales con respecto al
resto de jóvenes españoles, nos
encontramos con las siguientes
conclusiones (en todos los casos, los datos se han tomado del
Censo de Población de 2001):
■ Las tasas de emparejamiento
de los jóvenes que residen en
los municipios eminentemente rurales son ligeramente inferiores en casi todas las comunidades autónomas (con
las excepciones de Extremadura, Madrid y País Vasco) al
compararse con las tasas que
se registran en los municipios
urbanos y sobre todo intermedios.
■ Las tasas de escolarización de
los municipios más pequeños
son inferiores también que las
registradas en los municipios
intermedios y muy similares a
las de las tasas de escolarización de las zonas urbanas en
su conjunto.
■ El nivel medio de estudios de
los jóvenes en las zonas rurales es inferior que el observado tanto en los municipios intermedios como en los urbanos.
■ No obstante, cuando comparamos los estudios de segundo grado y los estudios superiores de los jóvenes de 20-29
años en los distintos ámbitos
territoriales, deben constatarse dos situaciones muy significativas: por un lado, en las
zonas eminentemente rurales
los jóvenes con estudios medios están por encima de la
media nacional en la práctica
totalidad de regiones españo-
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les y, por otro, los porcentajes de jóvenes rurales con estudios superiores son casi
idénticos que los observados
en los municipios intermedios
y muy inferiores al compararse con los jóvenes que residen en las zonas urbanas.
Con respecto a las tasas de
actividad, de ocupación y de
paro, la situación de los jóvenes es muy similar en las zonas rurales y urbanas al compararse esos mismos indicadores en cada comunidad
autónoma, aunque son muy
dispares al cotejarse unas y
otras regiones entre sí.
Finalmente, la distribución de
los jóvenes ocupados según
ramas de actividad en las zonas rurales refleja que el proceso de desagrarización y de
terciarización es evidente.
Los nuevos escenarios
de la ruralidad
Los datos sobre los jóvenes rurales son un reflejo de lo que vengo denominando “los nuevos escenarios de la ruralidad”. Esto
significa que el mundo rural en
las sociedades tecnológicamente avanzadas está experimentando mutaciones y cambios
muy profundos, que se explican,
entre otros motivos, por el impacto de tres fenómenos de gran
trascendencia: 1) la inversión del
sentido clásico de las migraciones, 2) los cambios en la lógica
de localización de las actividades
productivas y 3) el consumo desaforado de signos y símbolos
rurales.
Si nos centramos en los cambios
demográficos de España, ciertas
áreas rurales experimentan incrementos globales de población
y saldos migratorios positivos
con respecto a las zonas urbanas. Así, durante 2000-2011 el
crecimiento de la población en
los municipios eminentemente
rurales ha sido muy importante
(10,5%), superando incluso al de
las capitales de provincia (9,5%).
Ahora bien, lo curioso es que este novedoso fenómeno de recuperación demográfica de los municipios que no exceden los
2.000 habitantes se produce sobre todo por el impacto positivo
del saldo migratorio (16,1%), ya
que el crecimiento vegetativo ha
sido negativo (-5,6%). Y si la lupa del análisis demográfico se
centra en el comportamiento de
los distintos intervalos de los municipios rurales, se comprueba
que, durante el mismo periodo,
sólo los municipios menores de
101 habitantes han menguado la
población (-2,9%), mientras que
en el resto de intervalos se han
incrementado, aunque sea modestamente, los residentes.
No obstante, el crecimiento de la
población rural en España es
muy dispar según las comunidades autónomas. Así, tres de las
cuatro regiones cuyos municipios que no sobrepasan los
2.000 habitantes han perdido
población se localizan en la raya
hispano-lusa: Galicia (-16,1%),
Extremadura (-8,3%) y Castilla y
León (-4,2%). Por el contrario, en
las regiones cuyos municipios
eminentemente rurales han incrementado su población destacan cinco, con incrementos por
encima del 20%: Madrid (83,1%),
Cataluña (28,2%), Baleares
(24,8%), Comunidad Valenciana
(24,5%) y Castilla-La Mancha
(21,9%),
Estos procesos demográficos
están conformando el escenario
de una nueva ruralidad, con la
presencia de dos elementos
complementarios de gran relevancia: 1) la creciente diferenciación entre lo rural y lo agrario y 2)
los cambios en la localización de
las actividades económicas,
donde los espacios rurales adquieren un nuevo protagonismo
con el desarrollo de nuevos usos
y nuevas funciones productivas
y reproductivas: residenciales,
ambientales, de ocio, etc. Así,
nos encontramos con la aparición de urbanizaciones de residencia permanente, sobre todo
para las clases altas que huyen
de la incomodidad de la vida urbana, y los denominados pueblos-dormitorios, pequeños núcleos dedicados marginalmente
a la agricultura. Y, al mismo tiempo, asistimos a la proliferación de
espacios naturales protegidos,
localizados principalmente en zonas montañosas y, en muchos,
casos, en áreas con alta despoblación.
Asimismo no podemos perder de
vista la importancia y el significado de la revitalización de algunos
signos que antaño eran característicos de la cultura tradicional.
El listado es muy amplio: cada
vez son más numerosas las tiendas que venden artesanías y productos naturales, la alfarería popular se revaloriza, la agricultura
biológica crece y se demanda
con intensidad, se recuperan
símbolos de la arquitectura tradicional, se diseñan museos etnográficos y se construyen centros
de interpretación de la naturaleza, se rehabilitan caminos tradicionales o vías ferroviarias en desuso y se potencian como rutas
ambientales, las rutas de senderismo, en barca, en caballo o en
burro florecen por doquier, las romerías y las fiestas populares resurgen con fuerza e interés, en
las fiestas de los pueblos se representan algunas actividades
económicas de antaño (siega,
matanza, vendimia, etc.), se organizan ferias de productos de la
tierra, artesanales y ecológicos,
se celebran jornadas, seminarios,
cursos de verano, se diseñan
cursos de formación sobre los
problemas y el futuro del medio
rural y se publican libros sobre la
sociedad y el desarrollo rural. La
explosión del turismo rural, con
todas sus modalidades, tipologías y variantes, es un magnífico
ejemplo de la revitalización del
medio rural que comento.
Por tanto, si esto es así, lo lógico
es deducir que asistimos a un
proceso de cambio estructural
en el que el espacio rural estaría
dando paso a un espacio no sólo de producción social (espacio
que sirve de soporte a las activi-
dades productivas, estaría vinculado a los usos tradicionales –producción de materias primas o de alimentos–), sino de reproducción social (soporte de
nuevas actividades productivas y
nuevos usos y funciones sociales que vienen demandas desde
el exterior).
Implicaciones para el
desarrollo local y los
jóvenes rurales
¿Qué implicaciones tendrían los
nuevos escenarios de la ruralidad
para el desarrollo local y, muy especialmente, para los jóvenes rurales? ¿Es posible o deseable
que los habitantes del medio rural puedan aprovechar las nuevas oportunidades? Entiendo
que la respuesta a la pregunta
anterior debe ser afirmativa. La
población rural y muy especialmente los jóvenes rurales deberían buscar y aprovechar las nuevas oportunidades que están
emergiendo en el actual contexto que apenas he dibujado. Sobre estas posibilidades han teorizado algunos autores, aunque
tal vez sea Moyano Estrada el
que con mayor claridad lo haya
expuesto. Ahora bien, aunque la
población rural debe aprovechar
las nuevas oportunidades, sin
embargo, ya no estoy tan seguro con que desee o pueda hacerlo. Lo que quiero decir es que
si el futuro de la sociedad rural
depende cada vez más de los recursos de la naturaleza, de tener
campos y aires limpios, de conservar el patrimonio arquitectónico, de proporcionar a los futuros
turistas buenos hospedajes y
mejores viandas, de revivir fiestas y romerías tradicionales, de
construir museos etnográficos…,
lo lógico es adaptarse a los nuevos tiempos.
Estamos ante una oportunidad
de oro para los habitantes que viven y trabajan en los territorios
rurales. Puede ser la revancha de
los perdedores. O al menos yo
así lo espero.
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