Evangelio del Domingo 11 de Septiembre 2016 (Lucas 15, 1-32) 1 Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle, 2 y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este acoge a los pecadores y come con ellos." 3 Entonces les dijo esta parábola. 4 "¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las 99 en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? 5 Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; 6 y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: "Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido." 7 Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por 99 justos que no tengan necesidad de conversión. 8 "O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra? 9 Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas, y dice: "Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido." 10 Del mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta." 11 Dijo: "Un hombre tenía dos hijos; 12 y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les repartió la hacienda. 13 Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. 14 "Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. 15 Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. 16 Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. 17 Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! 18 Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. 19 Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros." 20 Y, levantándose, partió hacia su padre. "Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. 21 El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo." 1 di 3 22 Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestid le, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. 23 Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, 24 porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron la fiesta. 25 "Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; 26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. 27 El le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano." 28 El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. 29 Pero él replicó a su padre: "Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; 30 y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!" 31 "Pero él le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; 32 pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado." Comentario En este capítulo del evangelio de Lucas encontramos lo que se conoce como las tres parábolas dela misericordia. Con estas parábolas, Jesús da respuesta a la critica que los fariseos y escribas hacen de su actuación pues acoge a los pecadores y con ellos, Jesús actuó según la manera de ser del Padre, pues él es la visibilidad de Dios Padre, siempre misericordioso, lleno de bondad, pleno de indulgencia, deseoso de la salvación de todos sus hijos. En estas parábolas se enseña que, en realidad la conversión del pecador es ante todo obra de Dios mismo, que hace todo lo posible para que el pecador se convierta y vuelva a EL, y una vez que lo ha conseguido, se alegra Él y todos los Ángeles con Él. Para Dios cada uno de nosotros tiene un valor infinito. Andrés Frossand comenta “Dios solo sabe contar hasta uno. No tiene ante si multitudes, sino que se fija individualmente en cada hombre, nos ama con un amor singular.” ¡Así es Dios! Él no quiere perder a ningún hijo suyo. Es más pone todos los medios para recuperarlo. Atrae con el encanto de su misericordia. Nunca es un juez inclemente. Un elemento en el que se insiste en estas parábolas es la referencia a la alegría. Es una alegría que va creciendo y que se identifica con la alegría de Dios. 2 di 3 Cada hombre y cada mujer, aun pecadores, tienen un valor irreemplazable a los ojos de Dios. ¡Asi es Dios! La conversión y el perdón desembocan no en admoniciones recriminatorias, ni en un castigo sino en un clima festivo al que todos son invitados: ”Alégrense conmigo” Los primeros cristianos, pertenecientes casi todos al pueblo judío, reaccionaban instintivamente de una manera negativa. Cuando San Pablo y otros cristianos reciben a los paganos dentro de la comunidad cristiana. No ven con buenos ojos que se admita en la iglesia, a los que vienen del paganismo, ya que en esa época los paganos son pecadores y perdidos, por lo cual no se puede esperar la salvación porque no pertenecen al pueblo de las promesas de Dios. Las palabras finales del padre al hijo mayor son un serio toque de atención dirigido a quienes se resisten a admitir que los pecadores sean recibidos dentro de la iglesia. ¡Cuidado, no sea que los que nos consideramos dentro de la iglesia, no entremos nunca en la fiesta del Padre! Hay algo que le da un valor inmenso al hombre: el Amor de Dios. Y Dios ama al hombre libre e incondicionalmente. Es tan grande este amor, que fue capaz de entregar a su propio hijo, para salvar a los hombres, a cada hombre. Jesús quiere abrir así nuestro corazón al amor misericordioso de Dios y no solo de una manera pasiva, haciéndonos disponibles para esta misericordia, sino también de una manera activa, a saber, practicando también nosotros mismos el mismo amor misericordioso, en unión con Dios. Cuando el creyente embargar por la misericordia divina comienza a apostar por los marginados, gasta su vida por los hermanos a fondo perdidos, sale continuamente de si mismo, en busca de los hambrientos y sin hogar, emigrantes y sin trabajo, ancianos y enfermos, drogadictos y encarcelados, oprimidos y explotados, tristes y abandonados. Meditemos: ¿Mi corazón está abierto al amor misericordioso? Si el hijo prodigo al volver a casa se hubiera encontrado con nosotros ¿hubiera terminado igual la parábola? Todos somos hijos pródigos que organizamos nuestras vidas sin Dios y nos vamos de su casa, todos somos el hijo mayor que necesitamos convertirnos a la lógica del amor misericordioso del Padre y bajar de nuestra soberbia y de nuestra justicia. Si el Padre nos ha perdonado a cada uno de nosotros, una y mil veces, y nos ha invitado a su fiesta (la Eucaristía) sin merecerla. Participar en este misterio de misericordia nos ha de hacer misericordiosos con los demás, perdonando como hemos sido perdonados. 3 di 3