LA HOJA VOLANDERA RESPONSABLE SERGIO MONTES GARCÍA Correo electrónico [email protected] En Internet www.lahojavolandera.com.mx CÓMO ERA EL GENERAL ZAPATA Octavio Paz Solórzano 1883-1936 Octavio Paz Solórzano, padre del escritor Octavio Paz, se unió al movimiento que, en el sur de México, encabezaba Emiliano Zapata, con quien trabajó como su escribano, abogado y representante de él en los Estados Unidos. Posteriormente fue diputado y colaboró activamente en el movimiento vasconcelista. Antes de pasar adelante en nuestra relación, vamos a dar un ligero bosquejo del caudillo que por nueve largos años luchó indomablemente en las regiones surianas, arrastrando tras de sí a toda la inmensa masa del proletariado de los campos. El general Zapata era alto, delgado, de complexión robusta, de color moreno, tostado por el sol abrasador de la tierra caliente; usaba grandes bigotes y tenía un lunar en la parte superior del bigote derecho; la existencia de ese lunar dio lugar a muchas discusiones después de su asesinato, pues se dudaba que fuera su cabeza la que habían exhibido, y se decía que no tenía el lunar, pero desgraciadamente su muerte fue confirmada oficialmente en el parte rendido al Cuartel General del Ejército Libertador. Sus ojos eran pardos, y al mirar traducían el estado de su alma; su mirada era por lo regular opacable, pero se volvía penetrante y escudriñadora cuando trataba algún asunto de interés con alguna persona a quien no conocía bien. De excelente carácter, afectuoso con sus subordinados, a quienes quería y trataba con consideración, lo mismo que a los campesinos, por lo que era sumamente querido por sus soldados y casi venerado por los pueblos de las regiones en donde operaba, al grado de que se decía: “que en el sur, hasta las piedras eran zapatistas”. Esto se debía, tanto a la justicia de la causa, como al carácter bondadoso del general Zapata. Era de muy buen corazón y casi siempre perdonaba las faltas; con los únicos con quienes se mostraba inflexible, era con los que cometían atentados en los pueblos con los vecinos pacíficos. Varias veces giró circulares, castigando con penas severas a los jefes y oficiales o soldados que extorsionaban a los pueblos, y autorizaba a los habitantes para desarmar al que tal hiciera y remitirlo al cuartel general. Constantemente repetía que a los pueblos había que impartirles toda clase de garantías, pues eran los principales sostenedores de la Revolución, y si se abusaba de ellos, serían los primeros en hostilizar a los revolucionarios. A los voluntarios y a los traidores jamás los perdonaba, pues consideraba a los primeros como los genuinos enemigos de la Revolución, por hacer armas en contra de ella motu proprio y a los segundos los veía con horror y repulsión; para él, el delito de traición era el más abominable de todos; cuando hablaba de alguna traición o de traidores, sus ojos relampagueaban de cólera y condenaba esos actos con las frases más duras. Al te- Noviembre 10 de 2012 ner conocimiento de las muchas traiciones de que había sido víctima el general Villa, por sus más adictos partidarios, se indignó grandemente, aumentando la estimación que sentía por el valiente jefe de la División del Norte. Un gran espíritu de justicia lo animaba en todos sus actos; por eso luchó denodadamente por mejorar el estado de los peones, para equilibrar las enormes desigualdades existentes. No se dio el caso de que alguno fuera fusilado en el cuartel general sin un consejo de Guerra previo; aun con los reos sorprendidos en flagrante delito de traición, que como hemos dicho era para él el más tremendo, siempre fueron debidamente juzgados, teniendo derecho a defenderse, y aunque salieran condenados, podían solicitar indulto, el que en la mayoría de las veces lo concedía, dándose el caso de que en algunas ocasiones los mismos pueblos le pidieran que no lo concediera, por estar el reo cargado de crímenes, como aconteció con algunos federales que cayeron prisioneros y que habían cometido tremendos atentados con los habitantes pacíficos de los pueblos. Debido a los injustos ataques de la prensa capitalina, se procuró por expresa recomendación del general Zapata no dar el más insignificante motivo, para acallar las vociferaciones de la prensa, pecándose por el extremo contrario, lo que dio muy malos resultados y favoreció grandemente el espionaje carrancista. Por tal motivo, los ataques de crueldad de que se acusó al general Zapata, han sido completamente injustos, causando gran indignación entre los que lo trataron; posteriormente los habitantes de la capital, de Puebla y de las otras ciudades en donde tan atroz e infundadamente se había calumniado al general Zapata cuando lo conocieron y vieron su comportamiento, así como el de sus fuerzas, dando soberano mentís a los calumniadores, comprendieron su error. Todas las personas que trataban al general Zapata desde la primera vez se sentían atraídas hacia él, pues era sumamente franco, sencillo y muy accesible, lo mismo para el pobre que para el rico, pues procuraba siempre tratar a todos con afabilidad. Como hemos dicho, poseía un gran talento natural y una notable clarividencia, unido a una firmeza de carácter granítica en lo que se refería a los principios por los que luchaba, pues era un convencido partidario del reparto de las tierras. Fue un verdadero apóstol a quien no doblegaron ni los honores, ni los cargos, ni las riquezas que le fueron ofrecidas por los diversos gobiernos, prefiriendo la lucha diaria en las montañas durante nueve largos años, hasta ofrendar su propia vida por el ideal con que soñó en sus mocedades, al intentar darle tierras a su pueblo natal. El general Zapata era de muy fácil comprensión, y al darse cuenta del papel que estaba llamado a representar, procuró instruirse, dedicándose a leer dos o tres horas diarias, por lo regular en la noche, cuando se encontraba en el cuartel general. Su lectura favorita eran las obras históricas y le divertían grandemente Las memorias de Lerdo. Entendía muy bien los problemas revolucionarios y estaba convencido de la necesidad de su implantación para beneficio del pueblo. Fuente: Octavio Paz Solórzano, Emiliano Zapata, prólogo de Octavio Paz, FCE, México, 2012, pp. 35-38. PROFESOR, consulta la HV en Internet. En este número: De los profesores: “El aula como espacio social del aprendizaje. Perspectiva desde la investigación y el aprendizaje grupal” (III y última) por Porfirio Morán Oviedo (UNAM-IISUE). De los estudiantes: “La clave del éxito” por Beatriz Esmeralda Mendoza González. De la HV: “Sobre la educación” por Miguel de Unamuno.