Ponencia Bosca M, los J y el CVII letra chica Word

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MARITAIN, LOS JUDIOS Y EL CONCILIO VATICANO II
Roberto Bosca
Universidad Austral (Buenos Aires)
[email protected]
ABSTRACT
El Concilio Vaticano II significó un verdadero punto de inflexión en
la historia de las relaciones de la Iglesia católica con el judaísmo. La declaración
Nostra Aetate, junto a otros documentos conciliares como Dignitatis Humanae,
instaló un nuevo clima eclesial, que incluía la supresión de la acusación de deicidio
del magisterio de la Iglesia. Esa calificación tradicionalmente dirigida al pueblo
judío en su conjunto por toda la tradición cristiana desde los primeros siglos, fue
abandonada desde entonces por la jerarquía eclesiástica, aunque aún hoy algunos
grupos tradicionalistas dentro de la Iglesia e integristas fuera de ella la reivindican y
deploran ese abandono como una actitud claudicante por parte de los últimos papas.
Pero, ¿cómo fue el proceso que llevó a semejante resultado? Las
historias conciliares (con excepción de los trabajos de investigación más detallados,
que no tienen difusión en el gran público) no reflejan más que algunas generalidades
sobre él. Nada hay en este mundo que aparezca de un modo abrupto, sino que todo lo
que pasa es mas bien el resultado de una historia donde se entrecruzan al calor de la
humana existencia hechos, personajes, relatos, circunstancias y la voluntad del
siempre protagonista hombre-mujer junto a la providencia divina.
En ese itinerario aparecen algunos nombres más conocidos y otros
que lo son menos, pero sin duda entre ellos se encuentra la eximia personalidad del
filósofo francés Jacques Maritain, a quien puede considerarse un verdadero precursor
de ese momento histórico de la Iglesia. El cardenal Bea y sus ayudantes, junto a otras
figuras relevantes como Joseph Oesterreicher, elaboraron por parte católica los
textos que fueron finalmente consagrados por el Concilio y dotados de su peculiar
autoridad.
Pero es en el seno del propio judaísmo donde verdaderamente
comenzó a gestarse ese cambio, gracias a personalidades intelectuales y religiosas
como Jules Isaac y el rabino Abraham Joshua Heschel, a quienes puede
considerarse(entre otros) como los verdaderos factótums de este proceso. Ellos
promovieron mediante un esforzado trabajo que las autoridades de la Iglesia católica
se interesaran en poner fin a una cuestión que aunque sin pretenderlo había herido
muchas generaciones de judíos a lo largo de veinte siglos.
El trabajo trata de profundizar tanto de parte judía como de parte
católica, las circunstancias que se fueron hilvanando para terminar finalmente en el
cuerpo definitivo de la declaración. Además de un somero análisis del texto, se pasa
revista a los rasgos biográficos de los protagonistas de esta historia y cómo ellos se
desenvolvieron en este proceso que llevó varios años de trabajo por parte de ambos
pueblos. De esta manera se ilumina el itinerario seguido para llegar a un punto de
inflexión y a un nuevo capítulo en las relaciones del cristianismo con el judaísmo o
más específicamente de la Iglesia católica con el pueblo judío.
1
The Second Vatican Council marked a real turning point in the history of the
Catholic Church's relations with Judaism. The declaration Nostra Aetate , along with
other council documents such as Dignitatis Humanae , installed a new ecclesial
climate, which included the removal of the charge of deicide from the Magisterium
of the Church. That qualification traditionally addressed to the Jewish people as a
whole throughout the Church's tradition since the early centuries was abandoned
since then by the church hierarchy, although still some traditionalist groups within
the Church and fundamentalist from outside claim and deplore this abandonment as
a lame attitude of recent popes.
But how was the process that led to such a result? The stories of the councils reflect
only some generalities about it. Nothing in this world appears in an sudden way, but
everything that happens is rather the result of a history where there is an overlap
among the warmth of human existence, events, characters, stories, circumstances and
the will of the always protagonist man-woman by the divine providence.
In this process there are some more familiar names and others that are less so, but
certainly among them is the eminent personality of the french philosopher Jacques
Maritain, who can be considered a true precursor of that historic moment of the
Church. Cardinal Bea and his assistants, along with other prominent figures such as
Joseph Oesterreicher, developed by Catholic party texts that were eventually
enshrined in the Council and endowed with his peculiar authority.
But it is in the bosom of Judaism itself where this change really began to take shape,
thanks to intellectuals and religious figures such as Jules Isaac and Rabbi Abraham
Joshua Heschel, who can be considered the true handymen of this process. They
promoted with hard work that the authorities of the Catholic Church get interested in
putting an end to an issue that had even unintentionally hurt many generations of
Jews over twenty centuries.
The work deals, from both Jewish and Catholic parties, with the circumstances that
were taking place to finally end in the text of the declaration. In addition to a brief
analysis of the text, it reviews the biographical features of the characters of this story
and how they developed in this process that took several years of work by both
peoples. Thus the route followed is illuminated to reach a turning point and a new
chapter in the relations between Christianity and Judaism, or more specifically
between the Catholic Church and the Jewish people.
2
RECONOCIMIENTOS
Agradezco al rabino Ernesto Yattah del Seminario Rabínico Latinoamericano por su
generosidad de introducirme en el vasto mundo del pensamiento de Abraham
Joshua Heschel así como sus observaciones al texto original y a Paul Warszawski,
quien trabajó con Gerhart Riegner en el Congreso Judío Mundial. También mi
sentida gratitud a Claudio Epelman, director ejecutivo del Congreso Judío
Latinoamericano y al investigador Ignacio Klich, pero en especial a Isabella Nespoli,
directora de Interfaith Affairs del World Jewish Congress por su inestimable servicio
en la búsqueda de material de archivo. Finalmente, mi cordial reconocimiento al
historiador Ricardo Parera y a Rodolfo Ayné, presidente del Instituto Jacques
Maritain de Buenos Aires.
3
Es casi un lugar común recordar que la declaración Nostrae
Aetate (en adelante NA) sobre las religiones no cristianas del Concilio
Vaticano II, de la que en el próximo año se celebrará su medio siglo, es
considerada tanto por judíos como por católicos como un verdadero giro
copernicano1. Se la ha calificado así con justicia el desarrollo teológico más
significativo en el siglo veinte y se la ha valorado quizás con alguna
demasía como el proyecto más revolucionario de la historia de la Iglesia2.
De otra parte, Juan Pablo II ha dicho de ella, específicamente
en punto a la temática propia en ella tratada respecto del pueblo judío, que
el giro decisivo en las relaciones de la Iglesia católica con el judaísmo y con
cada uno de los judíos se dio con este párrafo tan breve y lapidario. Por
último, y seguramente debido a su trasunto del espíritu evangélico en su
sentido más prístino, se la ha declarado una de las más bellas páginas de la
teología cristiana.
¿Son justificadas tamañas apreciaciones? Admito que podrían
parecer exageradas. Debe concederse que no es fácil que 2500 hombres
acostumbrados a considerarse la palabra definitiva en materia religiosa se
hayan puesto de acuerdo en un asunto tan controversial. En todo caso,
confío en que el desarrollo de la temática aquí abordada vaya mostrando un
panorama de las circunstancias de su nacimiento, pero sobre todo si es
justificada la importancia que se ha asignado a esta tan famosa declaración
hoy convertida en toda una celebridad. Ya se verá más adelante si eso es así.
Quizás lo verdaderamente llamativo sea que este cambio tan
ponderado por vertientes muy diversas -incluso aquéllas ajenas a la Iglesia
católica-, reúne unos rasgos absolutamente inusuales que le confieren una
categoría auténticamente épica, digna de figurar entre las grandes epopeyas
de la historia.
Fue una batalla sin sangre. Después de ella, nada volvió a ser
igual. Es una de esas circunstancias de la historia que ya no admiten una
vuelta atrás. Las notas que le adjudican este sentido único se van a exponer
a continuación resumidas a cinco, sin perjuicio de otras menores.
En primer lugar, hay que justipreciar que la declaración
conciliar invirtió de un modo radical el sentido de una relación bimilenaria
que se había mantenido intacta de un modo muy estricto y contundente en la
teología pastoral de la Iglesia católica. Es preciso tener en cuenta que la
declaración importaba una inversión o una dirección en cierto modo opuesta
al sentir nada menos que de prácticamente toda la patrística, con lo que esto
significa en la tradición como fuente de la doctrina en la vida eclesial.
En segundo lugar, hay que tener en cuenta que tan gran
cambio fue realizado en un tiempo asombrosamente breve. Si se miran los
antecedentes más antiguos, puede determinarse un plazo de treinta años.
Pero si se reduce la visión al estricto proceso en sí mismo, el tiempo es
llamativamente pequeño, menos de un lustro.
En tercer lugar, debe advertirse que esta mutación es el
resultado del trabajo de un pequeño grupo de hombres que hasta ese
momento eran además absolutamente desconocidos entre sí. Las personas
que intervinieron directamente en el texto, si se exceptúan los padres
conciliares, es harto reducida comparando con el número de los millones
que se vieron involucrados en sus consecuencias.
En cuarto lugar, no es un detalle menor que sus protagonistas
trabajaron en forma conjunta: unos pocos judíos lo hicieron en unión con
otro pequeño grupo de cristianos. Dos unidades representativas de ideas y
1
Más adelante se hacen unas consideraciones sobre esta expresión referida al problema tratado.
Un ejemplo de muestra del pensamiento sobre los judíos tal como se expresaba de ordinario en
el mundo cristiano en el ancien régime de las relaciones mutuas es Hilaire BELLOC, Los
judíos, La espiga de Oro, Bs. As., 1947.
2
Sin embargo, en un balance de varias personalidades católicas como Yves Congar, Karl
Rahner y Jean Guitton realizado en el cincuentenario del Concilio Vaticano II, NA apenas es
mencionada y pasa completamente desapercibida. Cfr. Santiago MADRIGAL (Comp.),
Memoria del Concilio. Diez evocaciones del Vaticano II, Comillas-Desclée de Brouwer,
Bilbao, 2005.
4
creencias absolutamente diversas que llegan a un resultado feliz no es algo
tampoco tan frecuente en un mundo surcado por las controversias como es
el religioso.
Finalmente, en quinto lugar, resulta notable la indiferencia
que tanto en el seno del cristianismo como del judaísmo, y con excepción de
los ambientes dirigenciales o teológicos, se vivió esta tan trascendental
transformación en la historia de las dos culturas religiosas3.
En el pueblo cristiano no existía, en efecto, pero tampoco en
el judío, una verdadera pulsión hacia un cambio en el estatuto de las mutuas
relaciones4. Sin embargo y aunque ambos pueblos no lo advirtieran con
claridad, algunas almas preclaras percibieron que las brevas estaban madura,
y actuaron en consecuencia.
En verdad, el hecho no puede ser más revolucionario, ya que
según esta declaración los cristianos y judíos pasaron -en la perspectiva de
algunos observadores- de ser enemigos a ser hermanos5. No hay que ver en
esto una exageración, por cuanto la hostilidad fue colocada a partir del
pronunciamiento en un paradigma muy diverso al que hasta entonces había
sustentado.
Por eso es otro lugar común decir que debido a esto mismo, y
por lo antes dicho, la declaración Nostra Aetate sobre la relación de la
Iglesia católica con las religiones no cristianas es conocida como la carta
magna de las relaciones interreligiosas, en particular las de católicos y
judíos.
UN NUEVO PARADIGMA
Este escueto documento (realmente el más breve del Concilio)
que además asigna nada más que unos pocos párrafos a las relaciones de la
Iglesia con el pueblo judío”6, señala en efecto uno de esos momentos en los
que se concentra en un núcleo determinado una energía transformadora de
la vida de los hombres y es en ese mismo sentido que él es constitutivo de
un punto de inflexión donde cambia la historia humana.
NA generó un movimiento en el seno de la Iglesia católica
que se multiplicó fructuosamente en diversas iniciativas de distinto orden y
que se encuentra aun en plena dinámica de su desarrollo7. En el plano
teológico, sólo a partir de ella Juan Pablo II pudo decir que la alianza de
Dios e Israel no había caducado, superando la idea de una crisálida que se
transforma en mariposa que había estado arraigada tan fuertemente hasta
entonces en la tradición cristiana8.
Desde el punto de vista doctrinal la declaración constituyó la
matriz de otras ulteriores como Orientaciones para la aplicación de la
Declaración Conciliar “Nostra Aetate”, 4 (1974), Notas para una correcta
presentación de los judíos y el judaísmo en la predicación y en la enseñanza
de la Iglesia Católica (1985) y Nosotros recordamos: una reflexión sobre la
Shoah (1998)9. Pero visto desde la perspectiva de los siglos la historia sigue
3
Reflexionando sobre la parte judía, un comentarista atribuye esa cierta indiferencia a una
pérdida del sentido de la fe en el pueblo. Cfr. León LIEBMANN, Una visión judía de las
relaciones entre cristianos y judíos, en “Criterio”, 1156, 23-V_64. 538-542.
4
Contrariamente, la realización del Concilio responde a un anhelo y a una necesidad de
cambio sentida en el cuerpo de la Iglesia que el papa Juan XXIII supo expresar pastoralmente
mediante el concepto de aggiornamento.
5
Cfr. John CONNELLY, The Enemy to Brother. The Revolution in Catholic Teaching on the
Jews, Harvard University Press, Cambridge, 2012.
6
Esta expresión ha devenido arcaica por diversas razones y no es utilizada en la actualidad,
igual que “Holocausto”, reemplazado por el término más exacto “Shoah” en los últimos años.
7
Cfr. Yona METZGER, Yesterday, Today and Tomorrow. Catholic-Jewish Relations 40 years
after Nostra Aetate, en “América”, 24-X-05, 13-15. El autor fue nombrado Gran Rabino de
Israel en 2005.
8
Cfr. Margareth SHEPHERD, El papa Juan Pablo II y el diálogo católico-judío, en Michael
HAYES- Gerald O’COLLINS (eds.), “El legado de Juan Pablo II”, Bogotá, 2011, 253-274.
9
En ese punto puede consultarse la prolija relación que hace Ignacio PEREZ DEL VISO, Las
relaciones
religiosas
con
el
judaísmo,
Endedio,
12-X-09,
en
www.ceerjircea.org.ar/Relacionesreligiosasconeljudaismo.doc (Consultado el 1-I-14). En un
5
adelante su imparable curso y ella está nada más que en sus comienzos en
este punto.
Se han realizado multitud de estudios promovidos por
diversas instancias eclesiales, desde las romanas hasta las parroquiales10 y
muchos episcopados han publicado oportunas pastorales sobre aspectos
más puntuales11 como las debidas a los obispos franceses y a los
norteamericanos (verdaderos ejemplos en esta temática) tituladas
Orientaciones para las relaciones católico-judías (1967-1985) y Criterios
para la evaluación de las dramatizaciones de la Pasión (1998), entre otras.
De otra parte, las conferencias episcopales han abierto
oficinas de asuntos interreligiosos y desde el punto de vista práctico se han
suscitado múltiples emprendimientos conjuntos en diversos niveles como el
social, el cultural y el teológico que han dado lugar a conclusiones de mutuo
beneficio para ambas comunidades de fe.
Puede señalarse también la gran variedad de organizaciones
mixtas algunas de las cuales precedieron incluso a Nostra Aetate, por
ejemplo la Confraternidad judeo-cristiana organizada internacionalmente a
nivel nacional12. Un ejemplo de este funcionamiento, entre muchísimos
otros, es el encuentro bienal del Consejo Nacional de Sinagogas (USA) y la
Comisión para Asuntos Ecuménicos e Interreligiosos del episcopado
norteamericano.
Finalmente, los colectivos judíos y católicos internacionales
han organizado instituciones conjuntas como el comité de enlace y han
realizado reuniones mixtas o separadas con invitaciones mutuas. En el
ámbito latinoamericano la primera reunión de trascendencia fue el encuentro
judeo católico de Bogotá convocado por el Consejo Episcopal para América
Latina (CELAM) y la Anti-Defamation League (ADL) de New York
realizado el 20 y 21-VIII-6813.
Se necesitó poco para decir mucho. De este modo, y a partir
de la declaración, una mirada objetiva puede advertir que hay ciertamente
un antes y un después ambos divididos por el hecho histórico. Si bien el
texto se refiere genéricamente a las religiones que son ajenas al tronco del
cristianismo -y por lo tanto esa transformación se refiere en general a las
relaciones de la Iglesia católica con las demás creencias religiosas-, en
particular aquí se hará un pequeño estudio solamente sobre una de ellas: el
judaísmo, que será objeto de una atención específica en esta presentación.
Se puede decir que en términos genéricos, el contenido de la
declaración conciliar NA ha sido (particularmente con el judaísmo)
relativamente estudiado y así resulta hoy suficientemente conocido, pero lo
es principalmente en ambientes culturales judíos.
Sin embargo, en relación a la Iglesia Católica, si se exceptúan
las historias conciliares tampoco lo ha sido tanto su génesis inmediata
durante la asamblea sinodal, referido a fuentes internas y externas. Menos
apartado especial del documento de la Comisión Teológica Internacional titulado Memoria y
Reconciliación: La Iglesia y las culpas del pasado, 5,5.4, el texto se ocupa de los cristianos y
hebreos y si bien declara que la shoah fue el resultado de una ideología pagana, invita a
preguntarse si los prejuicios antijudíos de los cristianos no facilitaron la persecución.
10
Con motivo del jubileo se realizó un simposio histórico-teológico en la Ciudad del Vaticano.
Cfr. AAVV, Radici dell’antigiudaismo in ambiente cristiano. Colloquio Intra-Ecclesiale,
Librería Editrice Vaticana, Cittá del Vaticano, 2008.
11
Jean DUJARDIN, Nostra Aetate y sus consecuencias, consultado el 10-II-14
en
http://www.jcrelations.
12
En Argentina la Confraternidad Argentina Judeo-Cristiana (CAJC) cuya presidencia ejerce
Martha Antueno de Vaccarezza, es miembro del International Council of Christian and Jews
(ICCJ). Está integrada por veintiocho organizaciones de todo el mundo y su sede se encuentra
en Heppenheim (Alemania). Esta institución promueve el Foro Abrahámico como un lugar de
encuentro entre islámicos, judíos y cristianos.
13
Cfr. León KLENICKI-Jorge MEJIA, El encuentro judeo-católico de Bogotá, en “Criterio”,
1557, 10-X-68, 723-726 y Conclusiones y recomendaciones de la Reunión Judeo-Católica de
Bogotá, en “Criterio”, 1559, 14-XI-68, 838-839. Klenicki (1930-2009) fue director de
relaciones con la Iglesia católica de Anti-Defamation League (ADN) anteriormente vinculada a
B’nai B’rith (Hijos de la Alianza) y Jorge Mejía (n.1923 y aun en funciones en el Vaticano)
fue secretario de la Comisión de la Santa Sede para las relaciones con el Judaísmo.
6
todavía y salvo en algunos valiosos relatos testimoniales se ha prestado
tampoco atención a su preparación mediata o remota.
Todo este vasto panorama constituye el escenario global de la
presente ponencia, que centrará su atención en la redacción de NA en este
punto -el número cuatro del texto- , y en concreto en sus antecedentes
próximos y remotos, tanto de parte católica como de parte judía, aunque
ambas marchan de algún modo siempre entrelazadas. Se trata por lo tanto
de un estudio a dos bandas, y en esto consiste precisamente su aporte.
No se trata de una historia de la conformación del documento
sino un estudio analítico que intenta mostrar la confluencia de ambas partes,
católica y judía, en un mismo objetivo. En el relato se intenta mostrar la
participación de personas concretas porque son ellas las que escribieron la
historia, para culminar en la personalidad egregia de Jacques Maritain. La
persona revela al mundo.
En conclusión, dicho proceso generativo tuvo, en efecto, una
fuente católica y una fuente judía. Ambas serán estudiadas escuetamente
aquí, con fundamento en que ninguna de las dos son demasiado conocidas,
sobre todo por la otra parte. Esta síntesis se reconoce deudora de otros
estudios que la han antecedido en el tratamiento de la cuestión, de los cuales
puede considerarse legítimamente tributaria14.
LOS PROTAGONISTAS
En ambos casos o tipos de fuente se valora la participación de
algunas figuras hoy consideradas emblemáticas en este proceso, por ejemplo
entre los católicos se advierte la actuación de personalidades eclesiásticas y
seculares como la de Agustín Bea en la redacción inmediata y la de Jacques
Maritain (1882-1973) en el plano mediato, y entre los judíos se ponderan
las de Jules Isaac o Gerhart Riegner, ambas también respectivamente en lo
mediato y en lo inmediato.
Todas ellas (puesto que estos nombres egregios constituyen
sólo ejemplos de una realidad mucho más rica) son apreciadas y
reconocidas sobre todo en los ambientes especializados, sin embargo
raramente exceden ese mismo nivel, ni tampoco han sido objeto de un
tratamiento unitario.
Es por esta disociación que se observa en la cuestión abordada
que en esos mismos lugares son escasamente visualizadas las personas e
instituciones (tras las cuales hay siempre también personas) que en el otro
ámbito, en el judaísmo si se trata de católicos, y en el catolicismo si se trata
de judíos, fueron protagonistas en ese itinerario reformista.
De un modo inverso, la situación es entonces similar en las
dos partes. A mejorar este mutuo conocimiento apunta por lo tanto esta
ponencia, que examina el status quaestionis exclusivamente en ese
momento histórico sin adentrarse en una consideración de sus fructuosas
ulterioridades acontecidas a partir de ese momento estelar y hasta la fecha.
En fin, este trabajo se dirige así a echar luz sobre los unos y
los otros, en la creencia de que sus protagonistas fueron verdaderos próceres
de una historia más que milenaria y que ese conocimiento es una condición
de la gratitud que a ellos debe la humanidad, independientemente de sus
mismas pertenencias a las culturas católica y judía e incluso de cualesquiera
otras convicciones religiosas.
No se trata sin embargo, de la mera firma de un acuerdo o de
una declaración unilateral y solemne, porque ellos solos no garantizan
evidentemente ningún cambio. Son los gestos los que promueven, junto con
14
Cfr. Judith HERSHCOPF, The Church and the Jews: The Struggle at Vatican Council II,
consultado el 10-II-14 en http://www.bjpa.org/Publications/downloadFile.cfm?FileID=2066.
El texto ofrece un trabajo riguroso y completo respecto del tratamiento de fuentes judías y
católicas. La literatura sobre el tema hasta ahora relativamente escasa ha comenzado a
aumentar en los últimos años en los que han ido desapareciendo sus protagonistas reales. Los
relatos testimoniales van dejando paso así a las investigaciones científicas.
7
las palabras, las actitudes concretas de las personas sobre las situaciones que
presenta la existencia humana en el mundo.
Son momentos emblemáticos que generan una cultura. Uno de
estos gestos, por ejemplo, fue la visita del papa Juan Pablo II al Templo
Mayor de Roma15, o el rezo del mismo papa ante el Muro de los Lamentos
en Jerusalem16. El judaísmo ha registrado debidamente su proyección
cultural y los valora apropiadamente.
EL MARCO INTERPRETATIVO
El texto conciliar relativo a las relaciones de la Iglesia con las
religiones no cristianas exhibe un párrafo dedicado especialmente al
judaísmo, así como también otro más breve relativo al Islam. La mayor
extensión del primero obedece a las peculiares relaciones que los fieles
cristianos tienen con su matriz judía, al punto que se ha acuñado la
expresión judeocristiano para expresar esta unidad.
Aunque su hermana declaración Dignitatis Humanae sobre la
libertad religiosa -que constituye el complemento indispensable de NA- se
esfuerza en señalar que el respeto por la conciencia que debe ser la norma
no inhibe que la Iglesia siga considerando que en ella reside la plenitud de la
verdad, tampoco rechaza en estas religiones todo lo que en ellas hay de
santo y verdadero, según remata el documento17.
De este modo, el tono de la declaración que desde el
comienzo invoca positivamente los valores de otras religiones como el
islamismo y el budismo (el texto original preparado por el Secretariado
consistía únicamente en una declaración sobre el judaísmo, posteriormente
ampliado a las religiones no cristianas18) es marcadamente diferente al que
hasta entonces había caracterizado a las enseñanzas de la Iglesia católica en
la materia.
Esta nota es particularmente visible con respecto al pueblo
elegido, que como es notorio, hasta el cambio conciliar sufrió -en expresión
de Jules Isaac (más adelante habrá un tratamiento especial para esta figura
consular del judaísmo contemporáneo que ha adquirido hoy justa
celebridad)- ser víctima de una multisecular enseñanza del menosprecio19.
Para justipreciar bien la dimensión de NA hay que pensar
que aún hoy, a más de medio siglo de distancia, ese mismo tono
hospitalario no es tan fácil de encontrar en algunos ambientes católicos de
sensibilidad más conservadora, que continúan en cierto modo retenidos en el
pasado por su dificultad en procesar dicho cambio. Más aún, el espíritu
cristiano no está tampoco exento aun en nuestros días de las huellas del
antisemitismo, no ya muchas veces en la doctrina pero sí en los
comportamientos, muchas veces vergonzantes20.
15
Sobre los detalles de este acontecimiento, cfr. Jorge MEJIA, Historia de una identidad,
Letemendia, Bs. As., 2005, 135 y ss.
16
Como es sabido, los hechos suelen ser mucho más elocuentes que las palabras. El rabino
Klenicki conservó siempre en su memoria cómo le impresionó vivamente contemplar una foto
en la que se puede ver a Maritain sollozando durante su estancia argentina del año 1936 con
ocasión de escuchar detalles de la persecución antisemita. Cfr. León KLENICKI, Jacques
Maritain y las pautas del diálogo, en “Criterio”, 1743, 8-VII-76. Soy testigo de que esta
impresión se mantuvo durante toda su vida mediante una admiración de su alta categoría
intelectual y humana, en la que reconocía su genio precursor de una nueva sensibilidad en la
Iglesia católica.
17
El fundamento teológico de esta doctrina es la expresión semina Verbi: la semillas del Verbo
(El Verbo Encarnado, Jesucristo).
18
En efecto, muchos padres conciliares se oponían a que el problema judío se tratara sin que
también se hiciera lo mismo con otras religiones.
19
El sintagma enseñanza del menosprecio que será recordado más adelante fue acuñado por
Jules Isaac y hoy se encuentra abundantemente difundido en la literatura sobre el tema.
20
Se han detectado máculas de antisemitismo en la represión legal e ilegal de la guerrilla en la
Argentina durante los años setenta. Cfr. COSOFAM, La violación de los derechos humanos de
argentinos judíos bajo el régimen militar (1976-1983), Milá, Bs. As., 2006, Javier
SIMONVICH, Desaparecidos y antisemitismo en Argentina 1976-1983. La respuesta de la
comunidad judía, en Leonardo SENKMAN (comp), “El antisemitismo en la Argentina”,
8
Se puede decir de este modo que si uno rasca un poco la
corteza, aparece el feo rostro del prejuicio, aunque lo haga revestido de
ropajes protectores de su real identidad. Por este motivo puede concluirse
que se trata de un asunto que aún está en sus comienzos, lo cual no ha de
extrañar si se tienen en cuenta sus antecedentes.
Sin mudar conceptualmente la doctrina, el texto evidencia sin
embargo un enfoque completamente nuevo, que el renunciante papa
Benedicto XVI (1927) ha definido
interpretativamente como la
hermenéutica de la reforma21, por oposición a otras dos que constituyen
vicios de defecto y vicios de exceso y que pueden denominarse
hermenéuticas de la continuidad y de la ruptura, ambas representativas de
opuestas actitudes con respecto a la doctrina conciliar22.
Respecto de los judíos, el relato conciliar comienza
caracterizando a los cristianos como a los hijos de Abraham según la fe. No
hace sino recordar una verdad evidente cuando menciona que no solamente
Jesús y su madre María, sino todos los apóstoles y un considerable porción
(estrictamente todos ellos al comienzo) de los cristianos primitivos fueron
también igualmente judíos, al punto de que podría ampliarse este concepto
diciendo que en los primeros siglos los seguidores de Jesucristo fueron
considerados directamente una secta judía.
Simbólicamente se ha expresado esta verdad como la figura o
la imagen de la raíz y las ramas del olivo, que recuerdan a judíos y cristianos
que están unidos para siempre23. El Nuevo Testamento brota del primero en
el que tiene su matriz. Es un vínculo vivo porque el pueblo judío sigue
siendo depositario de las promesas, una afirmación que según el papa
Francisco (antes de ser ungido como tal) es la audacia más significativa del
Concilio Vaticano II en esta temática24.
Aunque la declaración constata la realidad histórica de que
muchos judíos rechazaron las enseñanzas mesiánicas de la nueva fe, corrige
en este punto una antigua tradición eclesial que consideraba a la globalidad
del pueblo judío como culpable de la muerte del hijo de Dios en la cruz: el
deicidio. Este es el punto de dolor25.
NA señala en este sentido el fin de la doctrina del deicidio en
la Iglesia católica, de tan añeja y sólida raigambre no ya en las enseñanzas
formales sino también en las costumbres y en general en la cultura, que aún
hoy, aunque cada vez menos, no faltan fieles cristianos que se niegan
increíblemente a abandonarla.
Centro Editor de América Latina, Bs. As., 1989 y Guillermo LIPIS, Zikaron – Memoria, Del
Nuevo Extremo Integral, Bs. As., 2010. Algunos testimonios de la Comisión de Desaparición
de Personas (CONADEP) revelan motivaciones antisemitas. Burton Levinson, un miembro de
B’nai B’rith, denunció en una audiencia del congreso norteamericano que la dictadura militar
argentina había matado novecientos judíos en los últimos 18 meses previos a la reunión. Un
caso célebre de persecución antijudía fue el del periodista Jacobo Timerman. Una investigación
que aclara no establecer una comparación entre los desaparecidos argentinos y el genocidio
nazi concluye que en un principio en ambos casos los victimarios no sabían qué hacer con sus
víctimas. En este trabajo no se menciona sin embargo ningún indicio de antisemitismo en la
dictadura militar. Cfr. Ceferino REATO, Disposición Final. La confesión de Videla sobre los
desaparecidos, Sudamericana, Bs. As., 2012, 53-54. El apostolado social de la religión católica
fue objeto también de persecución. Los perseguidores actuaron en muchos casos con espíritu de
cruzada en defensa de la fe incluso invocando una “guerra santa”. Cfr. Gustavo MORELLO,
Dónde está Dios. Católicos y terrorismo de Estado en la Argentina de los setentas, B. Bs. As.,
2014, 214, 235, etc.
21
Siendo perito conciliar, Ratzinger calificó de conmovedora la presentación del texto por
parte del cardenal Bea en el aula conciliar. Cfr. Joseph RATZINGER, La Iglesia se mira a sí
misma, Paulinas, Florida, 1965, 71.
22
La cuestión ha suscitado una discusión teológica. Cfr. Martín RHONHEIMER,
“Hermenéutica de la reforma” y libertad religiosa, en “Nova et Vetera, 85, 4, 2010,341-363.
23
Esta teoría explicativa es conocida como la tesis del injerto, superadora de la antigua tesis de
la sustitución.
24
Cfr. Jorge BERGOGLIO y Abraham SKORKA, Sobre el cielo y la tierra, Sudamericana,
Bs. As., 2010, 176.
25
Todavía hasta mediados de los años cincuenta los manuales católicos recogían la tesis del
deicidio.
9
Pío XII dio un primer paso cuando dispuso traducir el vocablo
latino perfidi que era empleado en los oficios del Viernes Santo de un modo
que no implicara injuria a los judíos26. Luego de su conversión, el antiguo
rabino de Roma Eugenio Zolli trabajó durante sus últimos años en
promover una nueva sensibilidad en la relación entre judíos y cristianos,
también en este punto.
Casi se podría decir que la reforma fue fundamentalmente una
obra conjunta entre judíos y cristianos pero especialmente ella constituyó el
producto del nuevo espíritu que impulsaron los cristianos conversos del
judaísmo como Zolli, entre otros tantos, varios de los cuales trabajaron
directamente en el proyecto reformista conciliar.
Ante la sugerencia de su amigo Zolli para modificar al texto
inadecuado que incluía el calificativo de perfidi, Pío XII consideró que esa
palabra tenía el significado de “incrédulo” (reservado a quien es increyente
por no creer o apartarse de la fe debida27) en el uso litúrgico y por lo tanto
debido a constituir un adjetivo técnico con un significado preciso ella
estaba exenta del estilo descalificatorio que tiene en el lenguaje popular,
pero esta propuesta amigable de Eugenio Zolli puede decirse que fue el
origen del cambio28.
En tal sentido, y en esta misma dirección, advierte el
documento conciliar que consecuentemente no debe acusarse a los judíos
como réprobos y malditos, siendo execrados, algo que les valió ser
calificados como pérfidos en los textos litúrgicos y que cerró las puertas a
una verdadera relación de amor en la actitud cordial de los cristianos hacia
sus hermanos mayores29.
Como un balance general se puede decir que al haber sido
aprobado en la votación final por 2221 votos a favor, 88 en contra y dos
abstenciones, el texto obtuvo un triunfo resonante. Más allá de que algunos
contenidos tuvieron una presencia menos significativa de la que podrían
haber tenido, lo cierto es que como ha afirmado una de las figuras más
representativas de la Iglesia en la actualidad que es también uno de los
grandes teólogos de nuestro tiempo (además de haber sido un destacado
perito conciliar), Joseph Ratzinger, los enunciados fundamentales han
quedado en pie30. Con NA se ha escrito indudablemente una nueva página
en la historia de las mutuas relaciones entre judíos y cristianos31.
Sin embargo y pese a su importancia no se va a estudiar aquí
este riquísimo contenido teológico, histórico y cultural. El objeto de estudio
que se habrá de encarar aquí es mucho más modesto y consiste en elaborar
una síntesis muy apretada de las relaciones recíprocas que provocaron la
escritura del texto, poniendo de relieve la intervención de algunos nombres
egregios, entre ellos la figura precursora de Jacques Maritain.
EL PROCESO GENERATIVO
El texto de Nostra Aetate en general y el relativo a los judíos
en particular fue quizás el más controversial, junto a la declaración sobre
libertad religiosa. Según un acreditado y calificado cronista conciliar, fue
ésta una de las cruces que signaron el trabajo de la magna asamblea
26
Cfr. Jean LACOUTURE, Jesuitas, II, Paidós, Barcelona, 1992, 581.
Así como la palabra “pérfido” tuvo un sentido despectivo, también la tuvo “incrédulo” y ha
sido reemplazada por increyente. El detalle debería hacer reflexionar a los fieles cristianos
acerca de sentimientos arraigados en las costumbres que desmerecen la original pureza
evangélica.
28
Según el jesuita Paolo Dezza, artífice de su conversión, la influencia de Zolli puede
encontrarse en las declaraciones conciliares y concretamente en Nostra Aetate que señalan los
lazos que unen el viejo y el nuevo testamento. Cfr. Judit CABAUD, El rabino que se rindió a
Cristo, Voz de Papel, Madrid, 2004, 109-110.
29
La expresión “hermanos mayores” fue acuñada por el papa Juan Pablo II.
30
Debido en gran parte a un cierto preconcepto social que se instaló sobre su figura, lo cierto es
que ni como cardenal ni como papa gozó Ratzinger-Benedicto del ascendiente que en el pueblo
judío tuvieron su antecesor y su sucesor.
31
Cfr. Joseph RATZINGER, La Iglesia en el mundo de hoy, Paulinas, Bs. As., 1966, 106.
27
10
episcopal a nivel global32. Se puede decir que el autor ideológico de esta
declaración fue el papa Juan XXIII (1881-1963)33 (cuyo camino continuó
con toda fidelidad su inmediato sucesor Pablo VI) y el ejecutor fue el
cardenal Bea34.
El jesuita alemán Agustín Bea (1881-1968) es considerado
uno de los hombres más carismáticos de la Iglesia contemporánea pero ya
antes de su misión era conocido como un prestigioso biblista35, además de
haber sido confesor de Pío XII (a quien su agrado por la cultura germánica
ha llevado a adjudicarle de un modo ciertamente superficial una suerte de
germanismo y aun a endilgarle errónea y groseramente simpatías por el
nacionalsocialismo36) y había asesorado al papa Pacelli en su encíclica
Divino Afflante Spiritu, de la que incluso se le ha asignado directamente su
autoría37.
En 1960 el papa Roncalli encomendó a Bea trabajar en una
comisión preparatoria del Concilio Vaticano II en la perspectiva ecuménica
designándolo primer presidente del Secretariado para la promoción de la
unidad de los cristianos o Secretariado para la Unión de los Cristianos,
luego convertido en consejo pontificio38.
El 30 de mayo de 1960 el papa anunció la creación del
secretariado que fue creado por motu proprio Superno Dei notu del 5 de
juinio del mismo año, con el que se inauguraba la fase preparatoria de la
asamblea conciliar. Paralelamente, en el ámbito protestante ya había sido
fundado el Consejo Ecuménico de las Iglesias39.
La tarea del cardenal tarea en este cargo con la ayuda de su
secretario y después sucesor el holandés Joahnnes Willebrands40 fue
32
Cfr. Jorge MEJIA, Concilio Vaticano Segundo. Crónica conciliar. Una etapa casi final, en
“Criterio”, 1486, 28-X-65, 176.
33
Juan XXIII ya había sido el titular de la intuición genial de hacer el Concilio, pero ahora
sumaba una nueva con el capítulo de la relación de los judíos. Sobre Juan XXIII y los judíos
puede verse Marco RONCALLI, Juan XXIII en el recuerdo de su secretario Loris F. Capovilla.
Entrevista de Marco Roncalli, Palabra, Madrid, 2000, 39-42. Una reciente semblanza
biográfica del papa Roncalli puede verse en Mariano FAZIO, San Juan XXIII. Obediencia y
paz, Rialp, Madrid, 2014.
34
Para una semblanza biográfica de Bea, cfr. Lamberto FURNO, Il cardinale Bea ha varcato
due cortine, en Vita, 19-V-62, 32-38 y Stejpan SCHMIDT, Agostino Bea, cardinale
dell’ecumenismo e del dialogo, San Pablo, Milano, 1996.
35
Bea es autor de diez libros y cuatrocientos treinta artículos no solamente relativos al diálogo
interreligioso sino como un experto en el Antiguo Testamento. Fue rector del Pontificio
Instituto Bíblico y también es doctor honoris causa en varias prestigiosas universidades.
36
No deja de resultar paradójico (o según se interprete no lo sea) que el mismo hombre que
confesaba al papa acusado de silencio sea quien ejecutó en el mismo punto la revolución que
dio vuelta como una tortilla las mutuas relaciones entre ambas comunidades religiosas.
37
Cfr. Jorge MEJIA, Concilio Vaticano II. Crónica conciliar. El cardenal Bea, en “Criterio”,
1560, 28-X-68, 875. Mejía, cardenal y biblista como Bea, había estudiado en el Pontificio
Instituto Bíblico dirigido por el jesuita. La intervención de Bea no es ociosa por cuanto se ha
considerado que el giro que este documento del magisterio imprimió a los estudios bíblicos
hacia una consideración histórico-crítica de la Sagrada Escritura fue un factor confluyente hacia
una visión común entre católicos y judíos. Cfr. Kurt KOCH, Cincuenta años de diálogo entre
católicos y judíos, en http://www.jcrelations.net (Consulta del 15-II-14). De otra parte, a partir
de NA la Iglesia católica comenzó a profundizar las raíces judías de su propia identidad. En
algunos documentos magisteriales, comenzando por los conciliares, como por ejemplo la
encíclica Laborem Exercens del papa Juan Pablo II, y sobre todo en el posterior Compendio de
la Doctrina Social de la Iglesia se deja ver una abundancia de textos veterotestamentarios. Cfr.
Roberto BOSCA, “Caritas y Tzedaká”. Las fuentes veterotestamentarias de la doctrina social
de la Iglesia en el marco del diálogo hebraico-católico, en “Scripta Theologica”, Vol. XL,
Fasc. 1, enero-abril, 2008, 161-185.
38
El mismo cardenal ha explicado satisfactoriamente el sentido, la misión y el funcionamiento
del Secretariado en numerosas ocasiones, entre ellas cfr. Conferencia de Prensa del Cardenal
Agustín Bea, en “Criterio”, 1416, 22-XI-62, 858-861. El propio Jules Isaac fue quien después
de su entrevista con el papa Juan sugirió la creación de una comisión ad hoc para tratar sobre
la relación mutua de los pueblos.
39
Cfr. Francisco SAMPEDRO, Manual de ecumenismo. Iglesias cristianas y pastoral
ecuménica, Paulinas. Santiago, 1988, 86.
40
Cfr. CONSEIL PONTIFICAL POUR LA PROMOTION DE L’UNITE DES CHRETIENS,
Service d’Information, Hommage au Cardinal Johannes Willebrands A L’Occasion du 90°
Anniversaire de sa Naissance, Rome, 1999. Cfr. también Johannes WILLEBRANDS, Nostra
Aetate: The Fundamental Starting Point for Jewish-Christian-Relations, EN AAVV, “Fifteen
Years of Catholic-Jewish Dialogue (1970-1985)”, Librería Editrice Vaticana, Roma, 1988.
11
ímproba y comenzó bastante antes de las sesiones conciliares, y no se limitó
ciertamente al problema con los judíos41, aunque éste fue su cometido
específico principal y más difícil de llevar a buen puerto.
En el año 1966, Pablo VI (1887-1978) creó una oficina en la
secretaría para ocuparse exclusivamente de la relación de la Iglesia con el
pueblo judío y en 1974 se creó una Comisión también ad hoc, que ha venido
trabajando fructuosamente sobre diversos temas de su jurisdicción y de
distintas maneras hasta el día de hoy42.
Debe tenerse en cuenta que hasta ese momento la Iglesia
había estado ausente (o al menos distante) del movimiento interreligioso en
general y en particular del ecuménico, comenzado en el parlamento
mundial de religiones de Chicago en el año 189343. Su actitud fue
circunspecta, participando como observadora de las reuniones de estos
primeros tiempos del movimiento ecuménico. En 1948 se había constituido
el Consejo Mundial de Iglesias, que aunque mantuvo una actitud de apertura
a los católicos, estos veían con reticencias por considerarlo un embrión de
una superiglesia sincretista mundial.
La verdad es que en líneas generales la Iglesia católica
romana hasta el momento de convocar al concilio había prácticamente
ignorado la existencia de las otras iglesias y en todo caso si en algo le
interesaban era para reclamar un incondicional regreso a casa. Estaba
absolutamente fuera de sus previsiones admitir que en ellas podrían
encontrarse algunas huellas de bien, verdad o belleza.
Por este motivo la misión de Bea aparecía desprovista de
unos objetivos completamente claros respecto de una cantidad de detalles
muy importantes que el propio cardenal habría de ir resolviendo. En menos
de un lustro Agustín Bea transformó radicalmente esa situación: ésa fue su
obra.
El escenario ecuménico siguió con lógica atención el cambio.
En las iglesias protestantes también existe una tradición similar a la católica
en este punto, en algunos casos agravada. Por eso el acontecimiento fue
celebrado casi tanto como en el judaísmo.
Dos significativas cartas, una de Willem Visser’t Hooft
(1900-1985), secretario general del Consejo Mundial de Iglesias44y una
acreditada personalidad en el diálogo ecuménico, y de Morris Abraham
(1918-2000), entonces Presidente del Comité Judío Americano, ejemplifican
la general satisfacción con la que la declaración, después de algunos
sofocones y más allá de alguna lógica crítica puntual45, fue recibida.
41
La intervención del cardenal Bea fue también decisiva en otros documentos conciliares
como la constitución dogmática Dei Verbum sobre la revelación cristiana y el decreto
Orientalium Ecclesiarum sobre las iglesias católicas de rito oriental y desde luego no fue ajeno
su influjo a la declaración Dignitatis Humanae sobre libertad religiosa.
42
Cfr. Jorge MEJIA, La creación de la Comisión para las Relaciones Religiosas con los Judíos
y su labor, en Philip CUNNINGHAN, Norbert HOFMAN y Joseph SIEVERS (eds.), "La
Iglesia católica y los judíos", Fordham University Press, New York, 2007 y Philip
CUNNINGHAM, Temas en documentos eclesiales post-Nostra Aetate, consulta del 14-II-14 en
www.jcrelations.net.
43
El congreso se celebró con motivo del cuarto centenario del descubrimiento de América y la
presencia católica fue irrelevante. Cfr. Jean Claude BASSET, El diálogo interreligioso, Desclée
de Brouwer, Bilbao, 1999, 73 y ss.
44
El pastor holandés Visser’t Hooft fue el primer secretario general del Consejo, un cargo en el
que fue nombrado luego de ser resistente del nacionalsocialismo y cumplir funciones
dirigenciales en la Young Men Christian Association (YMCA) y en la Federación Mundial de
Estudiantes Cristianos. Estos organismos interconfesionales fueron muy importantes para el
movimiento ecuménico. Hooft una de los grandes padres fundadores del ecumenismo
contemporáneo y como reconocimiento recibió el Premio Cardenal Bea, con quien escribió La
paz entre los cristianos. Es autor de una numerosa bibliografía sobre la religiosidad y el
movimiento ecuménicos a nivel mundial.
45
El texto final produjo como es lógico alguna decepción en los medios judíos, pero ello no
empequeñece la grandeza del nuevo paso, porque algunas acotadas reformas introducidas en el
borrador final no cambian en absoluto el significado del verdadero salto olímpico dado por el
Concilio. Cfr. Gerhart RIEGNER, Ne jamais désespérer. Soixante années au service du peuple
juif et des droits de l’homme, Cerf, París, 1998, 387.
12
Ambas contenían, en efecto, apreciaciones muy positivas
sobre el resultado de la aprobación del magno documento que a partir de ese
momento iba a cambiar la historia. Una solitaria voz disidente se hizo
escuchar en las iglesias orientales46.
Esta misión era en realidad sólo una parte de otra mucho más
general encarada por la Iglesia que consistía en elaborar una nueva
presentación del mensaje cristiano inteligible para la sensibilidad de los
tiempos actuales47, que es el leit motiv del Concilio Vaticano II. Por este
motivo Bea es considerado una de las grandes figuras del Concilio, en
particular en esta materia y específicamente en la redacción de la
declaración NA.
LOS CATOLICOS Y LOS JUDIOS
El dúctil, lúcido y discreto cardenal era el hombre para el
cargo. La sabiduría de Juan XXII lo había bien elegido y el papa no se había
equivocado con su promoción a pesar de que obviamente no se trata en este
caso de un acto de magisterio infalible, ni tampoco siquiera magisterial,
porque era un hombre cuyas excepcionales cualidades de inteligencia,
prudencia y tacto pero también valentía y audacia aseguraban un buen
trámite del engorroso expediente.
El cardenal navegaría en aguas procelosas puesto que debía
evitar las pretensiones más extremas de uno y otro bando entre quienes
querían excluir el tema de la agenda conciliar hasta los que pretendían
declarar a la Iglesia culpable del genocidio antisemita. Bea se encontraba
evidentemente entre dos fuegos, puesto que si bien veía la necesidad de
producir un cambio, y no solamente para dar satisfacción a los legítimos
pedidos de los judíos, éste no podría significar un giro tan radical que
pusiera en peligro la unidad en la propia Iglesia.
Bajo la dirección del cardenal biblista, varios teólogos entre
ellos algunos conversos del judaísmo trabajaron con inusual intensidad en el
proceso generativo de NA. Desde los años treinta, junto al teólogo Karl
Thieme (1902-1963) y el filósofo político Waldemar Gurian (1902-1954),
John Oesterreicher (1904-1993),48 había desarrollado una labor revisionista
sobre la actitud cristiana ante los judíos, mediante diversos emprendimientos
entre los que sobresale la fundación de un instituto de estudios
judeocristianos en la Universidad de Seton Hall (EEUU). Debido a ésta y a
otras iniciativas similares, la Santa Sede le encomendó hacia el año 1961
ocuparse del trabajo conciliar que culminaría con la redacción de NA.
Oesterreicher realizó su cometido en compañía del paulista
Thomas Stransky (1930)49 y del agustino Gregory Baum (1923)50 y el
46
Cfr. Giuseppe ALBERIGO (ed.), Historia del Concilio Vaticano II, volumen V, Sígueme,
Leuven-Salamanca, 2008, 211.
47
La revista Criterio dirigida durante un largo periodo por Jorge Mejía jugó un rol de primer
orden en la recepción del Concilio en la comunidad argentina, también en esta controversial
cuestión. Cfr. Cardenal Agustín BEA, El Concilio y la unidad de los cristianos, en “Criterio”,
1400, 22-III-62, 216. El texto responde a una conferencia dictada por el cardenal en París a
invitación del Centro Católico de los Intelectuales en París el 23 de enero de ese mismo año.
Bea es autor también una copiosa literatura sobre el problema ecuménico. Cfr. Agustín BEA,
Unidad en la libertad. Reflexiones sobre la familia humana, Troquel, Bs. As., 1965.
48
John Maria Oesterreicher, teólogo moravo de origen judío, fue uno de los arquitectos de
Nostra Aetate. Fue un tenaz luchador contra el antisemitismo y favorecedor de las buenas
relaciones entre judíos y cristianos. Al huir de los nazis buscó refugio primero en París y luego
en los Estados Unidos, donde desarrolló una proficua labor interreligiosa. Escribió numerosos
trabajos sobre esta temática como God at Auschwitz? y The New Encounter Between Christians
and Jews.
49
Stransky hizo un balance al cumplirse el medio siglo de la declaración. Cfr. Thomas
STRANSKY, Recollections of an insider, en “Vatican II after Fifty Years” Symposium,
Georgetown University, 11-X-12, en http://www.georgetown.edu (Consultado el 10-II-13).
Fue consultor del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos,
presidente de los Padres Paulistas y rector del Tantur Ecumenical Institute for Theolgical
Studies, con sede en Jerusalem.
50
Teólogo canadiense converso que fue perito conciliar y dejó la orden agustiniana en la que
había profesado, aunque siguió siendo un prestigioso experto en asuntos religiosos. Baum
13
dominico Bruno Hussar (1911-1996)51, estos últimos también ambos
conversos de ascendencia judía. Todos ellos fueron los artífices directos que
trabajaron e incluso redactaron los borradores de los que con las oportunas
modificaciones sugeridas tanto por los padres conciliares como por otros
expertos y los representantes del judaísmo surgiría por fin NA. Otros
nombres significativos que merecen el título de precursores del precioso
documento por haberse ocupado de elaborar una nueva visión entre los
fieles cristianos son Joseph Bonsirven (1880-1958), Henri de Lubac (18961991) y Víctor Fontoynont (1880-1958)52.
El proceso conciliar fue decisivo, pero ya muchos años antes
un movimiento de personalidades de diversas procedencias culturales y
religiosas había trazado un camino precursor. En este sentido, un
antecedente muy importante de NA y considerado el primer paso conjunto
para cambiar la historia, lo constituye el encuentro de judíos y cristianos
celebrado en Seelisberg (Suiza) en 1947 e inspirado en las ideas de Jules
Isaac (a quien puede considerarse legítimamente el padre judío de NA) 53.
El significado histórico de Seelisberg, que recoge las
enseñanzas fundamentales de Jules Isaac, se comprende fácilmente si se lo
considera como un momento clave en el que aconteció una toma de
conciencia de la gravedad que había adquirido la cuestión judía como matriz
del antisemitismo desatado con toda su furia y llevado a su máxima
expresión en el monstruoso crimen de la Shoah perpetrado por el
nacionalsocialismo54.
La declaración conciliar muestra una clara presencia de este
mismo pensamiento. Sólo a partir de él es posible pensar en un diálogo
teológico entre las culturas cristiana y judía. Puede decirse que este estadio
se halla todavía en una fase muy incipiente, pero ya ha comenzado a
articularse un futuro intercambio de factores que irán cimentando un terreno
común55.
De otra parte, debe incluirse la labor de los obispos
norteamericanos como grupo impulsor en el positivo tratamiento de
cuestiones fundamentales en el proceso reformista del Concilio, como la
reforma litúrgica, el ecumenismo y la libertad religiosa, en especial en este
último y delicado tema resulta central la figura del teólogo estadounidense
propuso una nueva interpretación del significado universal del acontecimiento de Cristo, en el
sentido de que la victoria plena de Dios está asegurada, pero no totalmente realizada en el
presente. Fue director de la revista The ecumenist. Cfr. Gregory BAUM, La actitud católica
hacia la unidad cristiana, en Luis ROMEU (ed), “Diálogos de la cristiandad”, Sígueme,
Salamanca, 1964, 32 y ss.
51
Hussar fue un egipcio converso que se ordenó sacerdote dominico y predicó toda su vida la
convivencia pacífica y fraterna entre cristianos, islámicos y judíos. Se definió a sí mismo como
cristiano, judío e israelí y fue fundador de Neve Shalom como un punto de encuentro de las tres
culturas en el Estado de Israel.
52
Los tres fueron jesuitas franceses: Fontoynont fue un helenista fundador de la colección
Sources Chretiennes, De Lubac fue un representante de la Nouvelle Theologie y Bonsirven fue
también biblista. Como puede verse, los teólogos franceses jugaron un papel de primer orden
en el cambio de paradigma que permitiría redescubrir las raíces judías del cristianismo y sus
consecuencias que impactaron en la derogación de la enseñanza del menosprecio. Cfr. Jean
LACOUTURE, Jesuitas cit. ,48. El episcopado galo también abrió camino en esta historia,
especialmente el cardenal Achille Lienart (1884-1973), obispo de Lille. Cfr. Achille
LIENART, La cuestión judía y la conciencia, en Rafael LOPEZ JORDAN, op., cit., 65 y ss.
53
Fueron 65 cristianos y judíos provenientes de 17 países y dieron origen al International
Council of Christian and Jews (Consejo Internacional de Cristianos y Judíos).
54
De todos modos hay que puntualizar que la Shoah no fue perpetrada por cristianos ni se
llevó a cabo en nombre de Cristo sino todo lo contrario. Cfr. Joseph RATZINGER, La sal de la
tierra. Cristianismo e Iglesia católica ante el nuevo milenio. Una conversación con Peter
Seewald, Palabra, Madrid, 1997, 272. De otra parte, y como un complemento y una
continuidad progresiva que actualiza y refina los Diez Puntos de Seelisberg, el International
Council of Christian and Jews elaboró los Doce Puntos de Berlín que recogen diversas
iniciativas, sugerencias y recomendaciones concretas en los aspectos bíblico, litúrgico y
catequístico, como realzar la conexión entre las liturgias judía y cristiana y presentar la
relación cristiano-judía en tonos positivos en la enseñanza, entre otros.
55
Un paso en tal sentido fue el libro de Jakob NEUSSNER, Un rabino habla con Jesús,
Encuentro, Madrid, 2008.
14
de la orden jesuita John Courtney Murray (1904-1967), a quien debe
considerárselo el verdadero artífice de la declaración Dignitatis Humanae56.
Aunque poseedor de una sensibilidad conservadora que en un
primer momento le impidió comprender por qué el Concilio habría de tratar
acerca de los judíos y que incluso le movió a oponerse a algunos de los
cambios propuestos, Francis Spellman (1889-1967) que fue arzobispo de
New York, entendió sin embargo después que era absurdo asignarles una
culpabilidad hereditaria respecto de la muerte de Cristo y finalmente
condenó el antisemitismo ante el American Jewish Committee57.
Hay que decir que el cardenal Spellman58 fue una de las más
importantes personalidades eclesiásticas norteamericanas del siglo pasado, y
uno de los artífices del cambio católico en relación a los judíos
especialmente en el mundo anglosajón (particularmente importante porque
ya entonces EEUU había adquirido un liderazgo mundial) y por ello
merece también un debido reconocimiento.
Spellman constituye, junto a Richard Cushing (1895-1970) en
Boston y a John O’Connor (1920-2000), como su sucesor en la sede
neoyorkina, un trío de brillantes cardenales norteamericanos que abrieron un
nuevo camino en este terreno en su propio país59. Pero su labor no se
reduciría al ámbito local sino que a través de su despliegue conciliar ella
alcanzó una resonancia global.
LOS CONTRADICTORES
La oposición al cambio provino de varias fuentes, tanto
dentro como fuera de la Iglesia. En el frente interno en primer lugar puede
considerarse un público contradictor del proyecto reformista al cardenal
Alfredo Ottaviani (1890-1979), prefecto de la Congregación del Santo
Oficio (actual Congregación para la Doctrina de la Fe), y líder de la
sensibilidad más conservadora que actuaba como una suerte de freno de los
impulsos más renovadores de la corriente progresista, la cual operaba
mediante una entente de obispos liderada por prelados del norte europeo.
Este espíritu refractario a los nuevos vientos predominaba en
la curia romana60 pero era una sensibilidad bastante general en los obispos
representativos de los países de cultura latina (si excluimos a los
franceses)61. Por ejemplo, se puede decir que el episcopado argentino no
solamente estuvo muy lejos de liderar el cambio sino que tuvo dificultades
para comprender la nueva situación eclesial y aun se opuso a ella cuando
56
Cfr. James HENNESEY, Participación norteamericana en los concilios Vaticano I y II:
estudio comparativo, en “Concilium”, julio-agosto 1966, 468-476. Ya en 1937 otro jesuita
norteamericano, John LaFarge, había publicado un libro titulado Interracial Justice que
interesó al papa Pío XI al punto de convocarlo para la redacción de una encíclica sobre el
racismo que nunca llegó a publicarse. Cfr. Diego SERRANO REDONNET, Estudio
comparativo de la influencia política de los católicos en la Argentina y en los Estados Unidos
durante el periodo 1930-1950 (inédito).
57
Cfr. Francis SPELLMAN, Antisemitismo es anticatolicismo, recogido en Rafael LOPEZ
JORDAN, No son deicidas, Losada, Bs. As., 1965, 71 y ss. El AJC por su parte se entrevistó
con el papa el 29-V-64 y la breve alocución que éste dirigiera a los visitantes brinda el marco
de la futura declaración. Cfr. Jorge MEJIA, La Iglesia y los judíos, en “Criterio”, 1458, 27VIII-64, 618-619.
58
Spellman fue creado cardenal de la Iglesia católica por el papa Pío XII de quien era dilecto
amigo. Debido a su fuerte personalidad era apodado “el papa americano” como una muestra de
identidad católica en una sociedad protestante, pero también como un indicio de una gran
firmeza de carácter y ejercicio de la autoridad que exhibiera en la lucha por hacer prevalecer
sus convicciones respecto de su doble identificación con la patria celestial y la temporal.
59
Cfr. James RUDIN, Cushing, Spellman O’Connor, The Surprising History of How Three
American Cardinals Transformewd Catholic-Jewish Relations, William Eerdmans Publishing
Company-Grand Rapids, Michigan-Cambridge, United Kingdon, USA, 2012.
60
La Curia defendía la doctrina tradicional contra las innovaciones que eran vistas como
destructivas de la “Iglesia de siempre” y no se trataba por lo tanto de una oposición de mera
oportunidad o conveniencia. Cfr. Giuseppe ALBERIGO (ed.), op.cit., 147.
61
Puede conjeturarse que si el concilio hubiera sido realizado por obispos de lengua española el
resultado hubiera sido muy distinto, pero esto es una hipótesis en el aire que pertenece a la
llamada historia contrafáctica.
15
amenazó convertirse en una debacle religiosa. La resistencia por lo demás
no conformaba un tono homogéneo ni mucho menos, y evidenciaba un
registro muy variado, pero fueron raros los casos en que se produjo una
oposición sistemática y absoluta62.
Algunos entendían que puesto que nada en materia dogmática
estaba en juego, y por lo tanto las cuestiones disciplinares y que como tales
eran un asunto muy discutible, y en todo caso había que mostrar todavía
que todo ese cambio que se proponía aseguraría necesariamente un futuro
mejor.
Otros en cambio pensaban que las propuestas involucraban
una mutación que no era formal sino sustancial en materia doctrinal y que
consecuentemente tocaba el corazón de las creencias inmutables, incluso el
núcleo mismo de la fe. En este caso, y como resulta comprensible, la
oposición se hizo más firme e intransigente.
El prejuicio contra el judaísmo ha gozado siempre de un lugar
principal en el mundo cristiano. Aunque ya herido de muerte con la reforma
conciliar, él siempre está dispuesto a dar batalla con tal de no desaparecer.
Modernamente el antisemitismo se disfraza de antisionismo, aun cuando
puedan diferenciarse ambas actitudes. El antijudaísmo forma parte del
elenco de odios que lo religioso ha soportado en la modernidad.
No se puede decir que los obispos contrarios a la declaración
estuvieran poseídos de algún virus de antisemitismo, pero eso tampoco se
puede negar redondamente, aunque lo que sí resulta evidente es que en
todo el espectro conservador faltó la sensibilidad de ver que la Iglesia debía
responder con una transformación adecuada lo que se presentaba en el
marco general de la sociedad como un verdadero giro epocal.
Bastantes cristianos no están dispuestos a admitir que sufren
de antisemitismo y muchos de ellos reconocen que el antisemitismo es
anticristiano. Pero otros, aunque pocos, justifican el antijudaísmo como
una legítima defensa ante una supuesta perfidia judía de dominación
mundial que desea la supresión completa del cristianismo pretendiendo
instalar la Sinagoga de Satanás63.
Esta visión llevó a los tradicionalistas a visualizar en el
movimiento reformista una maniobra judaica que no era sino parte del plan
general de naturaleza sinárquica64.La imaginación febril es una rasgo
identitario en el integrismo católico, siempre dispuesto a luchar contra
molinos de viento.
Pero el espíritu conciliar era muy distinto a esas
construcciones ideológicas. No se trata como ellos se imaginaban de poner
a la Iglesia de rodillas ante sus enemigos o ante el mundo sino de percibir
aquello que el Concilio categorizó como los “signos de los tiempos”, un
sintagma acaso muy incomprendido por unos y otros.
En realidad, no es que todos los obispos que expresaron una
resistencia fueran opuestos a los cambios y menos que se los pueda
encasillar como antisemitas o antijudíos, pero debido a su edad y formación
era natural que bastantes de ellos vieran con alguna aprensión ciertas
reformas que se les antojaban demasiado alejadas de las costumbres
62
Hay que diferenciar también la actitud de obispos y teólogos que formularon objeciones al
texto pero estuvieron lejos de oponerse a su tratamiento y menos a su aprobación. Yves
Congar, por ejemplo, observó que el lugar c orrecto para tratar el tema de los judíos era la
constitución sobre la Iglesia. Cfr. Yves CONGAR, Diario del Concilio, IV Sesión, Estela,
Barcelona,. 1967, 188.
63
Los más altos niveles de antisemitismo suelen coincidir con países de acendrado catolicismo
(como España o Polonia) que han vivido su fe con un estilo transido de clericalismo. El
clericalismo intenta la imposición violenta de la fe pero genera tempestades opuestas más
fuertes que él mismo, como es el caso español. Gonzalo ALVAREZ CHILLIDA, El
antisemitismo en España. La imagen del judío (1812-2002), Marcial Pons, Madrid, 2ª ed.
reimpr., Madrid, 2009.
64
En la mentalidad integrista la sinarquía es una secreta conjura de masones judíos y
comunistas para lograr el dominio del mundo. La literatura sobre la conspiración judía es harto
abundante. Cfr. Raoul GIRARDET, Mitos y mitologías políticas, Nueva Visión, Bs. As., 1999,
25 y ss.
16
religiosas que sucesivas generaciones hasta entonces habían vivido, muchas
de ellas representativas de venerables tradiciones del pueblo cristiano.
Este asunto es particularmente relevante con respecto al
documento de marras. Es conocido el peso que la tradición siempre ha
tenido en el seno de la Iglesia católica, y en punto al judaísmo hay que
reconocer que ella estaba infectada por prejuicios producto de una cultura
multisecular65, que estaban muy arraigados en el pueblo.
LOS INTEGRISTAS
Un instrumento organizativo de esta tendencia fue en
concreto el Coetus Internationalem Patrum que era una coalición
internacional de padres constituida a la manera de un grupo de presión de
corte tradicionalista que buscó detener la reforma conciliar o al menos
disminuir sus efectos. Esto lo hizo por distintos medios, y los padres
conciliares se veían inundados de un material que en bastantes ocasiones
adquiriría un tono ciertamente panfletario.
Los resistentes no conformaban un conjunto homogéneo.
Debemos distinguir en ellos al menos tres actitudes: primero, estaban
quienes formulaban objeciones razonables, tanto de forma como de fondo;
segundo
quienes debido a albergar una sensibilidad tradicionalista
profesaban un catolicismo integral, que hubiera preferido otra cosa pero
admitía la nueva situación; y tercero, quienes expresaban una visión
verdaderamente refractaria a todo cambio, articulada con posterioridad al
concilio en un núcleo duro de resistencia al magisterio eclesiástico.
En efecto,
las dichas terceras líneas más radicales
conformantes de esta corriente evidenciaban una ideología integrista que
pasado el tiempo y llevada a sus límites conformaría el cisma lefrebvrista,
aun en discusión en la Iglesia.
Ellos evitaron un enfrentamiento en términos absolutos con el
Concilio pero criticaron con acritud sus resultados y cuestionaron con
firmeza puntos centrales de la reforma conciliar, por ejemplo en materia
litúrgica y otros no menos importantes como la libertad religiosa, el
ecumenismo y el diálogo interreligioso.
Pero según la dinámica opositora lo fue indicando, con el
tiempo se produjo una oposición in totum al Concilio en sí mismo
considerado, al punto de configurarse una situación cismática en el caso de
los sedevacantistas. Los integristas no han podido asimilar el cambio de
condiciones que comenzó a darse en la sociedad occidental a partir de la
modernidad y estiman que cualquier muestra de sensibilidad ante ese
cambio significa una concesión al mal.
El Concilio representa la síntesis (según esta mentalidad) de
todas las herejías de la modernidad, como el indiferentismo, el socialismo,
el modernismo teológico, el liberalismo y el racionalismo, entre muchos
otros.
Los integristas querían cubrir el cielo con un harnero, y la
multiplicación de los errores modernos que se aposentaron en toda la
sociedad les empujó más aún a un regreso a las catacumbas y a adquirir una
mentalidad de gueto.
Sin embargo, un punto especial lo constituye la nueva actitud
ante los judíos. Motivos de discusión sin duda hubo muchos, pero no cabe
duda de que la cuestión suscitada sobre los judíos como pueblo fue, incluso
por motivos emocionales, un elemento muy difícil de digerir para todos
ellos.
El grupo resistente fue liderado por el francés Marcel
Lefebvre (1905-1991) y contó con el concurso de algunas figuras de
prestigio como el cardenal norteamericano Francis Spellman, que no se
65
El prejuicio se fue trasmitiendo de generación en generación a través de los siglos y en
diversos pueblos y geografías de la cristiandad.
17
hallaban identificadas estrictamente en un patrón tradicionalista o integrista
aunque parecían guiarse por el lema conservador que proponía dejar como
está todo aquéllo que no sea evidente que hay que cambiar.
Otros miembros conocidos o al menos simpatizantes de la
corriente eran el brasileño Antonio de Castro Mayer (1904-1991) y los
italianos Giuseppe Siri (1906-1989), Luigi Carli (1914-1986) y finalmente
el cardenal Ernesto Ruffini (1888-1967)66. Se ha estimado en unos dos
centenares el número de sus integrantes, que algunos extienden hasta
doscientos cincuenta.
Desde luego hubo otros puntos cuestionados por el grupo
como fue la tendencia a otorgar una fuerza a la colegialidad que veían
perniciosa para la supremacía del poder papal y también criticaban
puntualmente la ausencia de una voluntad de reiterar las condenas al
comunismo. El comunismo se hallaba entonces en plena expansión en todo
el mundo y era visto como el mayor enemigo de la Iglesia. Hay que tener en
cuenta que la Iglesia había sido objeto de una persecución como ella no
había sufrido desde los primeros siglos.
En otro sentido, los conservadores querían acentuar el papel
de la Virgen en los documentos67, para la que reclamaban un tratamiento
autónomo y eran reticentes en admitir observadores protestantes (hubo unos
ciento sesenta y siete de ellos y otros veintidós invitados, entre los cuales el
teólogo argentino José Míguez Bonino (1924-2012)68, uno de los padres
fundadores de la teología de la liberación) en los que veían una presión
indirecta para los padres conciliares.
A los tradicionalistas los exasperaba esa obsesión de
revolución permanente que creían ver en muchos de sus compañeros
sinodales del ala progresista y ponían el acento en la incolumidad de la
doctrina y en la exigencia moral sobre la declaración de la verdad como una
primer consecuencia de la verdadera caridad. Esta corriente veía en el
concilio una ruptura con la tradición, lo que consideraban algo totalmente
inaceptable según su punto de vista de interpretación de la ortodoxia de la
fe.
Por eso mismo los conservadores procuraron por todos los
medios defender unos valores que consideraban incorporados a la Iglesia
“de siempre”69 pero que en muchos de ellos representaban solamente una
inculturación de elementos temporales, en algunos casos muy valiosos y
venerables pero siempre transeúntes respecto de los principios permanentes
de tipo dogmático.
Debido a este motivo, los conservadores no podían entender el
movimiento de unión entre las religiones sólo aceptable para ellos en el
sentido proselitista de absorción y aparecían como detenidos solamente en la
dimensión sobrenatural, sin tener en cuenta el elemento humano de la
institución eclesial. Fue esta actitud la que les llevaría a ser extremadamente
66
Ruffini fue representante o legado papal ante el congreso eucarístico nacional celebrado en
Buenos Aires en 1950 y allí conoció al presidente Perón y a su esposa Evita. El consideraba
que los judíos eran hostiles al cristianismo y propuso oponerse a la declaración por considerar
que el texto incurría en una excesiva condescendencia con el judaísmo.
67
La imagen de la Virgen madre de Dios es una representación muy fuerte en los grupos
integristas, pero fuera de cierto marianismo ella ocupa un lugar central en la ortodoxia
católica. En una actitud que lo ubica en la opuesta sensibilidad progresista, y a pesar de su
devoción mariana, Bea se pronunció por la vía negativa cuando los padres conciliares
discutieron la proclamación de la Virgen María como medianera de todas las gracias. Cfr.
Joseph RATZINGER, Resultados y perspectivas de la Iglesia conciliar, Paulinas, Florida,
1966, 39.
68
Cfr. David y Alberto ROLDAN, José Míguez Bonino. Una teología encarnada, Sagepe, Bs.
As., 2013.
69
La crítica alcanzaría un punto más radical respecto del propio Concilio y no sólo en sus
vertientes progresistas, como dejan ver algunos comentarios recogidos en la asamblea
sinodal:”Por doquier (en las congregaciones romanas) se escuchan amargas lamentaciones
sobre ‘este maldito Concilio’ que ‘está destruyendo a la Iglesia’”. “Es una siniestra comedia
representada por tres mil personas que no sirven para nada, con sus cruces de oro sobre el
pecho, pero algunos de los cuales no creen ni siquiera en la Trinidad o en la Virgen”. Cfr.
Giuseppe ALBERIGO (ed.), op. cit., 165.
18
renuentes en aceptar los propios errores de la Iglesia Católica a lo largo de
la historia70.
Pero menos eran prontos a reconocer un error en una actitud o
una doctrina en relación al pueblo judío, que como es notorio ha sido una
tradicional fuente del prejuicio cristiano71, y mucho menos aún ellos estarían
dispuestos a pedir perdón sobre un asunto urticante y por lo mismo sensible
como pocos en muchos ambientes (no solamente en los religiosos) por lo
cual el cambio anunciado les parecía un verdadero desatino rayano en la
herejía.
El peso de siglos y siglos de antijudaísmo se hizo sentir en el
carácter acremente controversial que pronto adquirió el proyecto de
declaración y sobre su importancia puede dar una idea el hecho de que a
medio siglo del cambio de rumbo en la Iglesia católica el prejuicio aun no
ha desaparecido del todo en el pueblo cristiano, si bien se ha convertido hoy
en un reconocimiento vergonzante que pocas personas se encuentran
dispuestas a admitir72.
El bloque integrista acusó maliciosamente a los obispos
reformistas de haberse doblegado a la presión de los judíos73 (las
instituciones judías, por lo demás, actuaron con eficacia en la cuestión, lo
cual se comprende tratándose de un asunto que revestía para el judaísmo una
enorme importancia). Para ello los integristas no hesitaron en invocar
ilegítimamente incluso argumentos de baja estofa74 en una maniobra un
tanto exaltada para frenar un proceso de cambio que tuvo evidentemente -y
esto es inevitable en todo lo humano-, sus luces y sus sombras.
Si los integristas intentaron dinamitar cualquier alternativa
reformista -que por otra parte aparecía como cada vez más firme y
consolidada-, debe decirse que ellos también utilizaron las mismas armas
que sus opuestos ideológicos.
En un plano más general este aprendizaje pudo verse en la
utilización de recursos propios de la guerra revolucionaria por parte de
ciertas dictaduras latinoamericanas. Los militares ultraderechistas tomaron
ejemplo de sus enemigos en la guerra de Argelia, donde utilizaron similares
o análogas estrategias que la guerrilla marxista había usado en Indochina.
70
También sobre este tema la bibliografía es muy amplia. Se ha discutido la naturaleza del
perdón en una sociedad civil y sus alcances jurídicos, que siempre producen un impacto en la
convivencia. Cfr., Pedro RIVAS, Salir de la oscuridad. Perdón, derecho y política en los
procesos de justicia transicional, Thomson Reuters-Aranzadi, Pamplona, 2013.
71
Los prejuicios se transmiten casi desde el mismo nacimiento de las personas por una suerte
de educación informal en primer lugar en la propia casa. Cfr. Arnold ROSE, El origen de los
prejuicios, Lumen., Bs. As., 2008.
72
No obstante conviene no adjudicar un sentido absoluto al antijudaísmo cristiano sino que
como todos los temas humanos este asunto debe matizarse debidamente, en contra de cierta
moda que se ha registrado no sólo en ambientes judíos sino también cristianos aquejados de un
complejo de culpa. La culpa es lo correcto y el complejo es lo incorrecto en este punto. “Los
cristianos deben conducirse respecto de los hebreos con la misma benignidad con que desean
ellos mismos ser tratados cuando viven en los países paganos”, es un texto emblemático que
recoge de la carta a los obispos de Francia del 6-V-1233 cuyo autor es el papa Gregorio XI.
Cfr. Giacomo LERCARO, Tolerancia e intolerancia religiosa, en AAVV, “Libertad religiosa”,
Studium, Madrid, 1964, 401.
73
NA fue el resultado de un trabajo conjunto y se ha insinuado incluso que la iniciativa del
sionismo tuvo su origen en las amistades judeocristianas. Cfr. Jean LACOUTURE, Jesuitas, II,
citado, 568.
74
Por ejemplo se llegó a acusar a personas que participaron de la factura de la declaración
como John Oesterreicher o Gregory Baum por su ascendencia judía, pero no fueron los únicos
casos. En ambientes integristas Jacques Maritain era nominado maliciosamente como Jacobo
Maritain imputándole también estar casado con una judía. Un voluminoso libro bajo el
llamativo título de Complot contra la Iglesia, de Maurice Pinay, cuyo origen podría haber sido
la ultraderecha mexicana (sin que haya podido establecerse su paternidad de un modo
definitivo), fue traducido a varios idiomas y repartido a los padres conciliares. En él se
reiteraban los mitos típicos del antisemitismo denunciando un plan judío de dominio mundial
que incluía a la Iglesia católica y atribuía a los judíos promover el culto de Satanás. El libro se
convirtió un clásico en los ambientes integristas y entre los cristianos orientales, que en muchos
casos y por un largo tiempo han mantenido un cierto sentimiento de hostilidad y reticencia
hacia el pueblo judío.
19
Sin embargo, y como se mostrará en la parte final de este
mismo trabajo, esas acusaciones que los integristas lanzaban contra el
proyecto de Bea (o para ser más precisos de Juan XXIII-Pablo VI) en
realidad encerraban una falacia o directamente ocultaban una verdad, por
cuanto el origen de los conceptos que se iban a convertir en doctrina
conciliar no tenían su origen en fuentes judías sino católicas como el escritor
León Bloy y entre otros, la brillante personalidad de Jacques Maritain, a
quien el propio Pablo VI gustaba referirse como su maestro.
MUSULMANES Y CRISTIANOS
El grupo conservador -con todos los matices del caso según
las distintas sensibilidades que en él se enunciaban-se oponía no sólo por
razones de fondo sino también de orden coyuntural, y ellas se dejaban sentir
también entre los obispos cuya jurisdicción se ejercía sobre fieles cristianos
que conformaban minorías en países de amplia hegemonía islámica.
Esta circunstancia evidencia que también se opusieron al
proyecto (total o parcialmente) tanto por razones de oportunidad como por
motivos pastorales e incluso políticos, los obispos de países árabes75. Ellos
adujeron que de aprobarse la iniciativa sus fieles los cristianos de origen
árabe o incluso quienes no revestían esa condición iban a atravesar por
serias dificultades en el marco del conflicto palestino-israelí y hasta podrían
sufrir persecución en las sociedades de predominio islámico. Este
argumento de fundamento prudencial también fue utilizado para que la
Santa Sede durante muchos años demorara su reconocimiento al Estado de
Israel, con quien recién estableció relaciones diplomáticas formales a partir
del año 1993.
En el frente externo puede ubicarse en la oposición a los
países árabes, que veían en la declaración un cambio de rumbo favorecedor
de los judíos en todo el orbe católico y un peligroso antecedente para sus
propios intereses en la oposición que habían sustentado con respecto al
Estado de Israel.
Debe reconocerse que los árabes mantuvieron buenas
relaciones con los judíos en diversas instancias históricas como la España
del Siglo de Oro el Imperio Otomano, por no citar sino sólo dos ejemplos,
pero en otras ocasiones tuvieron serios enfrentamientos y conflictos,
especialmente a partir de la cuestión palestina.
Ellos entendían, -pese a las oportunas aclaraciones sobre el
sentido religioso del documento que el mismo cardenal Bea se aseguró de
puntualizar76-, que había en juego en el caso cuestiones de tono político, y
que con la aprobación del proyecto, Israel afianzaba grandemente su
posición en el concierto internacional.
Al interpretar con perspicacia que la declaración podía servir
para una consolidación del Estado de Israel, los políticos árabes, tanto en el
gobierno como en la oposición, pretendían utilizar a la minoría
conservadora del concilio a favor de sus propios intereses y veían en el
75
El cardenal Tappouni, por ejemplo, se opuso al hecho mismo de la declaración. Cfr. Jorge
MEJIA, Una presencia..., 156. Tappouni era un patriarca copto sirio que en una postura
favorable a los árabes cristianos a los que representaba consideró inoportuno el
pronunciamiento. El cardenal Bueno Monreal, arzobispo de Sevilla, aunque no quiso retirar el
borrador para que el concilio lo tratara, apoyó sin embargo la postura del patriarca alegando
temor de que la declaración fuera utilizada políticamente.
76
Cfr. Agustín BEA, Unidad en la libertad. Reflexiones sobre la familia humana, Troquel, Bs.
As., 1965, 226 y ss. Antes, durante y después del Concilio Bea desarrolló una infatigable y
pacientísima labor de explicación sobre el cambio histórico que se estaba produciendo y en
concreto sobre el Concilio en relación al ecumenismo y al diálogo interreligioso, especialmente
con el judaísmo Cfr. por ejemplo la citada conferencia del Cardenal Agustín BEA, El Concilio
y la Unidad de los Cristianos, en “Criterio”, 1400, 22-III-62, 214-219. En 2001 se fundó en la
Universidad Gregoriana el Centro Cardenal Bea para Estudios Judíos como un lugar de
encuentro entre estudiosos de las dos religiones.
20
proyecto reformista un paso atrás en una controversia que involucraba
política y no sólo religión77.
De otra parte es indudable que la vertiente política y la
religiosa se encuentran en el caso intrínsecamente unidas y que resulta
difícil y hasta se diría imposible
separarlas y contemplar ambas
dimensiones de un modo absolutamente autónomo.
Había pues en todos ellos un concreto motivo político para
fundamentar sus airadas críticas al borrador circulante, que pareció verse
confirmada en los hechos cuando fue anunciado que un funcionario del
Estado de Israel se incorporaría como observador al Concilio y los árabes
pusieron el grito en el cielo.
Esta imprudencia significó un pequeño desliz pero no por ello
dejó de tener su importancia en la pequeña historia de la declaración, puesto
que el esquema a aprobar fue desalojado de la agenda conciliar. La
participación israelí confirmaba en cierto modo la conjetura de que el paso
que el Concilio estaba elaborando significaría un camino auspicioso en las
futuras relaciones entre la Santa Sede y el Estado de Israel.
Se trataría de un paso en falso que provocó un retroceso en el
tratamiento del proyecto, puesto que de hecho el esquema sobre los judíos
fue retirado de la agenda conciliar, aunque esta decisión no significaría una
medida definitiva. Los conservadores tenían motivos para celebrar pero no
estaba dicha ciertamente la última palabra, como enseguida se puso en
evidencia.
Es un dato significativo ponderar que con la declaración los
judíos lograban una legitimación en el mundo cristiano que nunca habían
alcanzado en toda la historia de sus tortuosas y borrascosas relaciones, y
esto era considerado por los árabes como un verdadero triunfo político para
el judaísmo a nivel mundial. Es fácil imaginar la gran contrariedad que esto
significaba en ese universo cultural.
Sin embargo, debe admitirse que este dato de la realidad, si
bien en su momento ejerció cierta influencia en el ánimo de los padres
conciliares, los temores de una reacción perjudicial para los cristianos en los
países árabes se mostraron a la postre equívocos y excesivos.
El propio Cardenal Bea se hizo eco del comunicado de un
representante de la Liga Arabe presentado ante las Naciones Unidas en el
que reconoce lealmente que el tratamiento conciliar ha sido religioso y no
responde a un objetivo político78. Este dato confirmaba las intenciones
propias del espíritu sinodal. Sin embargo, lo político, desde luego, no estaba
completamente ausente.
La oposición externa provino de fuentes tanto islámicas como
cristianas de iglesias separadas de radio oriental, así como también se
opusieron los cristianos católicos de ritos orientales secularmente
enfrentados con los judíos79. También en ellos como es lógico se dejaron ver
motivaciones políticas y no solamente religiosas.
Durante todas las sesiones del concilio existió una presión por
parte de los países árabes de ascendiente islámico (parece haber sido su eje
el Presidente de Egipto Gammal Abdel Nasser (1918-1970)) que según uno
de los actores judíos más importantes instruyeron a sus embajadores para
77
Según el cardenal Joseph Ratzinger, entonces perito conciliar, el Concilio debe guiarse por el
criterio de la verdad y por lo tanto la norma para decir algo debía ser la teología y no la
diplomacia. Cfr. Joseph RATZINGER, Resultados y perspectivas de la Iglesia conciliar,
Paulinas, Bs. As., 1965, 47.
78
Cfr. Entrevista al cardenal Bea en Civiltá Cattolica, 18-IV-64, 105-109, reproducida en
Rafael LOPEZ JORDAN (ed), op.cit., 61.
79
Por ejemplo, el presidente del Líbano Carlos Helou (1913-2001), un árabe maronita católico,
mantuvo una entrevista personal con el papa el 8-V-65: a tal punto se consideraba importante la
cuestión como un problema político y no un asunto de la interna teológica de los obispos. Cfr.
Religión. También en Roma pelean árabes contra judíos, en “Confirmado”, 5, 4-VI-65, 40-41.
Presumiblemente Helou se habría propuesto conseguir un veto por parte del papa Montini.
21
que acentuaran su oposición80 y de hecho vale el ejemplo de que el papa
recibió protestas provenientes incluso de parlamentarios cristianos
jordanos81.
Sin embargo puede decirse que ese operativo opositor
fracasó porque el texto fue aprobado sin recibir modificaciones sustanciales
(no obstante que a él se atribuye haber sido suprimida la palabra “deicidio”82
que formaba parte del borrador original) y como habían previsto quienes se
oponían al Estado de Israel, éste fue finalmente reconocido por la Santa
Sede, aunque el acuerdo fundamental que firmaron en tal sentido todavía
tardaría treinta años en llegar a feliz término83. De otra parte, y por último,
las relaciones de católicos y judíos a partir de ese momento reconocieron
una ostensible mejoría.
LOS JUDIOS
No debe creerse sin embargo que en el judaísmo existió una
homogeneidad de sensibilidades y pareceres con respecto a la relación con
la Iglesia católica y en particular con referencia al Concilio y a la
declaración conciliar. Se pueden establecer algunas distinciones básicas
como el plano político y el religioso, que en el caso de la religión mosaica
tienen una íntima imbricación84.
De otra parte, pronto se evidenciaría que una parte del
judaísmo (como también ocurrió entre los protestantes) consideraba que el
concilio era algo privativo de la Iglesia católica donde los judíos no tenían
nada que hacer ni decir. Como ocurre también en otras religiones incluida la
católica, donde las mentalidades más aferradas a la tradición son las más
remisas a producir relaciones interreligiosas, los representantes del judaísmo
ortodoxo se mostraron más o menos generalmente reacios a participar.
Sin embargo otros judíos de distinta sensibilidad entendieron
que el Concilio representaba una magnífica ocasión para cambiar la
enseñanza magisterial de la Iglesia en materia pastoral sobre la manera de
ver y entender al pueblo elegido. En la perspectiva tradicional católica los
judíos habían rechazado a Cristo, y esta idea había provocado un profundo
sentimiento histórico y global por parte del catolicismo hostil hacia el
judaísmo genéricamente considerado.
Según el sentir judío (al menos en sus dirigencias más lúcidas)
todo indicaba que esa actitud debía corregirse y parecía haber llegado el
momento de hacerlo. Por este motivo en muchos dirigentes judíos surgió la
convicción de que por fin podría haber llegado el momento de hacer algo
para tratar de derribar o superar ese complejo muro de incomprensión.
80
Según Marc Tanenbaum, mediante una millonaria inversión Nasser sería el autor del
operativo que a través de la embajada egipcia en Roma difundió el libro Complot contra la
Iglesia entre los padres conciliares.
81
Cfr. Julián SCHVINDLERMAN, Génesis de Nostra Aetate: el trasfondo político (este
trabajo
fue
consultado
el
10-II-14)
en
el
sitio
www.julianschvindlerman.com.ar/articulos%20otros%20medios/Amijai/articulo06.html. Para
la discusión conciliar cfr. también Jorge MEJIA, Una presencia en el Concilio. Crónicas y
apuntes del Concilio Vaticano II, cit., 392 y ss.
82
Una completa recopilación de esta cuestión puede encontrarse en Rafael LOPEZ JORDAN
(ed.), No son deicidas, citado.
83
Resulta interesante la referencia que hizo el cardenal Bea a sus interlocutores
norteamericanos con motivo de una estancia en ese país durante el Concilio Vaticano II en la
que les expresó que el papa estaba estudiando el reconocimiento del Estado de Israel, recién
concretado tres décadas después.
84
La distinción tiene encaje evangélico: Dios y el César (Mt, 22, 15-21) conforman el dualismo
cristiano que opera también un giro copernicano en la relación entre la religión y la política,
puesto que ella supera el monismo teocrático o hierocrático de los imperios precristianos, si
bien con los vaivenes históricos ya conocidos. Cfr. Thomas STRANSKY, La génesis de
Nostra Aetate (consultado el 10-II-14 en http://americamagazine.org/issue/547/article/genesisnostra-aetate). Fue publicada originalmente en la obra colectiva: Neville LAMDAN-Alberto
MELLONI, Nostra Aeate: Origins, Promulgation, Impact on Jewish-Catholic Relations:
Proceedings of the International Conference, Jerusalem, 20-X-1-IX-2005, Essays, Verlag,
Munster, 2007, 29 y ss.
22
En esta situación asomaba un problema más profundo. Se
había llegado a una coyuntura en la que si esta actitud quería ir más a fondo
había que formular un programa del cambio y ello implicaba necesariamente
un activismo.
Es así que el estado de la cuestión permite sostener opiniones
en el seno del judaísmo que atribuyen a una cierta “enseñanza del
desprecio”85 haber brindado las condiciones para el desarrollo del
antisemitismo a lo largo de la historia y algunos han llegado de decir que
ella habría establecido un estado de complicidad con el mismo holocausto
nazi.
No es ésta una conclusión que todavía al menos haya sido en
general aceptada en todos sus términos por los fieles cristianos, pero es
evidente que no se puede desconocer una absoluta conexión entre ambos.
De otra parte, tampoco está completamente demostrado que
las raíces del antisemitismo sean religiosas cristianas sino que éste parece
responder mas bien a otras fuentes secularistas y paganas, incluso
esotéricas86. El hecho de que Hitler haya tenido una formación inicial
católica no puede inhibir la realidad de que su conducta ha sido inversa a los
principios fundamentales de la fe católica y de hecho sus convicciones la
enfrentaron a ella.
Finalmente, en tanto el mismo cristianismo fue objeto de una
dura persecución por parte de la ideología nacionalsocialista, no es menos
cierto que la actitud de los cristianos a lo largo de la historia puede haber
creado condiciones que lo hayan favorecido o alentado, al menos por la vía
omisiva. Se trata de un proceso de investigación que no puede presentar
todavía conclusiones seriamente definitivas87.
JULES ISAAC
De esta premisa se deduce una idea muy sencilla pero muy
contundente que consiste en que para cambiar la tradición del odio hay que
comenzar por modificar las raíces que lo han suscitado. Esta idea fue
acuñada por un eminente judío a quien puede asignársele el carácter de
padre (por parte judía) de la declaración NA (al menos en el parágrafo
cuarto, que es el relativo a los judíos): Jules Isaac (1877-1963)88. Se trata de
un protagonista en el que merece la pena detenerse porque fue una figura
clave que jugó un rol central en esta historia.
Isaac fue un idealista de firmes convicciones en las
tradiciones republicanas y socialistas francesas y había trabajado en la
educación en manuales de enseñanza de la historia en su país. Después de
sufrir persecución bajo el régimen de Vichy, cuando su mujer e hija fueron
víctimas en Auschwitz, él se dedicó a explorar las raíces históricas del
antisemitismo en la cultura y como educador e historiador encontró que las
85
Feliz sintagma debido a Jules Isaac, en el cual se sintetiza una cultura de la cristiandad por la
cual se consideró despreciables a los judíos como pueblo por haber rechazado el mensaje
evangélico y haber matado a Jesucristo. Los obispos católicos de Tierra Santa emplearon esta
misma expresión de un modo deliberado para denunciar persecuciones a cristianos por parte de
judíos fanáticos.
86
Cfr. Nicholas GOODRICK-CLARKE, The Occult Roots of Nazism. Secret aryan cujlts and
Their influence on Nazi Ideology, The Ariosophists of Austria and Germany, 1890-1935, New
York University Press, New York, 1992. Existe traducción castellana.
87
Cuando habló ante la asamblea conciliar, Bea aclaró que adherir al nuevo enfoque de ninguna
manera significaba que se admitiera una raíz cristiana en el antisemitismo. Sin embargo,
tampoco se puede desconectar completamente la actitud de los cristianos en relación a los
judíos y el antisemitismo, Cfr. Giuseppe ALBERIGO (ed.), op. cit., 138.
88
Como NA fue aprobada en el Concilio Vaticano II en octubre de 1965 Isaac no llegó a ver el
triunfo de su sueño aunque pudo vislumbrar el cambio en la Iglesia católica. Hay una profusa
bibliografía sobre Isaac. Cfr. por ejemplo André KASPI, Jules Isaac y la pasión por la verdad,
Plon, París, 2002 y en particular sobre este punto: M. MORSELLI, Jules Isaac and the Origins
of Nostra Aetate, en Neville LAMDAN-Alberto MELLONI, op. cit., 21 y ss.
23
creencias religiosas estaban imbricadas en una trama de proposiciones
negativas multiseculares hacia el pueblo judío89.
En efecto, ésa había sido la conclusión a la que él arribó
desde su doble perspectiva educativa e histórica, y por haber sido
consecuente con ella es que se puede legítimamente considerar a Jules Isaac
como el verdadero autor intelectual del cambio. Este ya entonces prestigioso
pensador judío se había reunido primero en Castelgandolfo, pero sin un
resultado concreto, con el papa Pío XII (1876-1958)90.
El historiador y educador había tenido un resonante éxito
debido a su libro Israel y Jesús publicado el año anterior. Pero no era el
momento, ni quizás la persona. Esta primera gestión frustrada data del 16 de
octubre de 1949. Pero Isaac no se amilanó y pasado el tiempo mantuvo una
nueva entrevista, esta vez con el papa Juan XXIII, el 13 de junio de 1960,
cuando ya se había lanzado la idea del Concilio y éste se encontraba en
plena preparación91. Era otro hombre y otro clima: el papa Juan había
abierto las ventanas de la Iglesia y se respiraba un aire fresco. Ya estaba en
marcha el mayor suceso de la Iglesia católica durante el siglo veinte y se
aproximaban grandes acontecimientos.
Fue Isaac precisamente quien convenció al papa Roncalli de
tratar el problema de los judíos. Isaac era a esas alturas una personalidad
relevante en el mundo judío y después de padecer su tragedia personal había
encarnado este punctun dolens con un sentido misional y existencial y
desde luego él constituye ciertamente su más valioso legado que
compromete la gratitud de judíos y cristianos desde ahora y a lo largo de los
siglos futuros.
El historiador había sido también un infatigable luchador para
establecer una relación amistosa entre judíos y cristianos desde mucho antes
del Concilio Vaticano II cuando fundó la Amistad judeocristiana (1947)
junto a otras personalidades que compartían esa misma sensibilidad. Fiel a
sus conclusiones, este agudo intelectual judío había escrito un libro que
cambió la historia: Las raíces cristianas del antisemitismo: la enseñanza del
desprecio92. Pero ya unos años antes se había ocupado en otras dos obras
sobre la misma temática, que son Jésus et Israel (1948) y Genèse de
l'antisémitisme (1956).
89
Esta tesis está desarrollada en numerosas obras, entre otras, en James PARKES,
Antisemitismo, Paidós, Bs.As., 1965, 96-120. Parkes no era judío ni tampoco católico, sino un
pastor anglicano británico que puede ser considerado un verdadero pionero en este terreno, por
haber organizado las primeras conferencias internacionales de estudiantes sobre el problema del
antisemitismo, de las que participó Nahum Goldmann.
90
El papa Pacelli no era alguien afecto al diálogo interreligioso, y en concreto con los judíos,
asegura un rabino amigo del papa Francisco. Cfr. Abraham SKORKA-Jorge BERGOGLIO,
op. cit., 174. Sin embargo, para hacer honor a la verdad, tampoco puede desconocerse que Pío
XII (injustamente acusado de una actitud omisiva ante la Shoah) sentó las bases del futuro
magisterio conciliar y hasta pensó él mismo en convocar un concilio. Su nombre de hecho
aparece frecuentemente citado en los textos sinodales como una directa fuente de los mismos.
91
Según Nahum Goldmann, el fracaso de la gestión de Isaac con el papa Pacelli debe imputarse
a la oposición de la curia romana, habitualmente señalada como refractaria al cambio. Los
judíos pensaban que el prejuicio antijudío era mucho más importante en la matriz de la Shoah
que la que creían los propios cristianos. El dirigente sionista Jose Golan, un adjunto de
Goldmann, estaba convencido como su jefe de que para evitar un nuevo holocausto debería
desactivarse la santabárbara del prejuicio antijudío en las confesiones religiosas cristianas,
principalmente la Iglesia católica. Por eso se vinculó al cardenal Tisserant, que era decano del
Sacro Colegio y por lo tanto un personaje clave en la curia romana (llamado por las malas
lenguas el papa galicano debido a su visión unitiva respecto del poder temporal y espiritual y
su admiración por el presidente De Gaulle). Goldmann también mantuvo contactos personales
con el arzobispo Lercaro y el teólogo Charles Journet. Finalmente, y con los mismos objetivos
en Roma se entrevistó con Arnold Janssens, el prepósito general de los jesuitas. Cfr. Jean
LACOUTURE, op.cit., 573.
92
Jules ISAAC, L’enseignement du mépris (1962), trad cast.: Las raíces cristianas del
antisemitismo: la enseñanza del desprecio, Paidos, Bs. As., 1966. El sintagma “la enseñanza
del menosprecio” se convirtió en un mensaje emblemático de la campaña emprendida por el
judaísmo para borrar el estigma deicida de las enseñanzas de la Iglesia católica. También:
Jules ISAAC, Has Antisemitism Roots in Christianity?, National Conference of Christians and
Jews, NY, 1961, con estudios preliminares de Lewis Webster Jones, Richard Cardinal Cushing,
Bernhard Olson y Claire Huchet Bishop.
24
Como el acertado título de su obra definitiva de un modo
harto elocuente lo explica, en ella se desarrolla el concepto de que la
religión cristiana habría sido un factor fundamental que hizo posible el fruto
amargo del holocausto. Es evidente que una aserción de este calado dejó una
estela de críticas especialmente en los ambientes más conservadores
católicos, pero ella se abriría camino en la opinión pública y en poco tiempo
se convirtió en un verdadero clásico de esta temática. En pocos años él pudo
llegar a plantear esta cuestión que fue central en su vida en las más altas
instancias eclesiásticas.
Aun cuando en algún sentido pueda ser controvertida su tesis,
es indudable que el papel fundamental de Isaac consiste en haber sido quien
clavó la pica en Flandes al arribar al convencimiento de que para superar la
gran montaña del prejuicio era necesario comenzar por atacar sus raíces y
particularmente en primer lugar la visión de los cristianos en la materia. Así
como Juan XXIII fue el mentor y Bea el ejecutor, se ha dicho que Isaac -a
quien más adelante habrá ocasión de estudiar- fue (entre ambos) el
catalizador.
El rechazo prejuicioso por parte de los fieles cristianos hacia
el pueblo elegido en su conjunto se remonta a los primeros siglos donde se
desenvolvió con acritud debido a una interpretación radical del relato
evangélico formulada por la patrística pero lejos de cualquier prejuicio
antisemita encuentra una explicación en la necesidad, por parte de la
naciente iglesia, de adquirir una identidad propia de un modo independiente
pero al mismo tiempo unida al judaísmo.
Debía pasar mucha agua bajo el puente para que el papa Juan
Pablo II al visitar en un gesto inédito la sinagoga de Roma, dejara
establecido que el judaísmo no es algo extrínseco sino intrínseco al
cristianismo. Se trata de la historia de la maduración de un largo proceso.
Los primeros cristianos mal podían odiar a los judíos
sencillamente porque ellos mismos eran judíos. Pero esta pulsión
autoafirmativa llegó a convertirse en destructiva al punto que se produjo
una traslación de la práctica cultural y religiosa del chivo expiatorio hacia
la propia matriz en cabeza del pueblo elegido. Esta mentalidad conspirativa
adquirida por los cristianos perduraría a través de los siglos y todavía puede
decirse que ella continúa de algún modo vigente en los ambientes
principalmente -aunque no sólo- conservadores e integristas, incluso dentro
de la Iglesia católica.
Se trata de un movimiento natural en el sentido que responde
al necesario sentido de autoafirmación autónoma que albergan los hijos en
relación a los padres. Pasado el tiempo, los hijos tienden a valorar, a medida
que transcurre su propia existencia y de un modo progresivo, la identidad de
los padres. Es en ese instante en el que el impulso de una diferenciación que
marca las diferencias deja lugar a una sensibilidad unitiva. Pero en este caso
el tiempo transcurrido había sido demasiado, y la autoafirmación había
producido una deriva mítica y trágica en el pueblo cristiano difícilmente
explicable a la luz de su propia fe.
Posiblemente la genial intuición de Isaac consistió en percibir
que había llegado el momento oportuno para el gran cambio y que las
condiciones habían madurado para dar ese paso pero que al mismo tiempo
era necesario establecer de un modo concreto las medidas adecuadas para
que él se hiciera realidad o sea para concretarlo en la evidencia de los
hechos y de un modo efectivo. A Dios rogando y con el mazo dando.
Podemos decir entonces que el título de gloria del pensador
judío en este proceso se remite a la percepción del zeitgeist (el espíritu del
tiempo)93 o en otro sentido que él llegó a una conclusión que puede
aplicarse a diferentes realidades: que la humanidad se encontraba ante un
93
Expresión germánica que designa el clima cultural de una época determinada, de origen
romántico pero articulado en la concepción hegeliana de la historia.
25
“cambio de paradigma”94. Un cambio de paradigma es una mutación en los
supuestos básicos que sirven a una generación para explicar la realidad. Esta
circunstancia provoca situaciones en las que se dificulta la comprensión del
pasado por omitir situarse en el canon paradigmático anterior para analizar y
juzgar esa misma realidad que se ve diferente de acuerdo a cada paradigma.
Quizás el ejemplo más conocido de cambio de paradigma sea
el operado en la diferencia que va de la cosmología tolemaica a la
cosmología copernicana (así llamada merced a las nuevas teorías del
astrónomo polaco Nicolás Copérnico). De ahí la designación de “cambio
copernicano” para un giro de ciento ochenta grados en una manera de
pensar. Un cambio copernicano es el que se operó mediante Nostra Aetate
y cuyo puntapié inicial fue dado por Jules Isaac.
Con gran sentido práctico, Isaac
elaboró 18 puntos
encaminados a desarticular con medidas concretas las condiciones del
prejuicio que según su parecer había sido construido con fundamentos
míticos, mostrando al mismo tiempo que el cristianismo estaba
profundamente encarnado en la cultura judía, de un modo inverso a la
reinterpretación nacionalsocialista de los Deutsche Christen (iglesia creada
por el régimen mediante el concurso de una corriente luterana alemana) de
un Jesucristo ario y antisemita.
El éxito de Jules Isaac se fundamenta en lograr identificar la
hostilidad a los judíos con su condición inhumana y no solamente antiétnica.
Su intuición genial consistió en mostrar que una lesión a la dignidad de la
persona en cualquier ser humano no es algo aislado completamente del
cuerpo general de la sociedad, sino que por el contrario, ella hiere a todos y
cada uno de los seres humanos, y en esto no puede haber ningún
discernimiento pues esa condición humana es común a todo el género
humanos sin excepciones.
No se puede golpear a un judío sin golpear a su vez a aquél que es el
hombre por excelencia, y a su tiempo, la flor de Israel; cada herida infligida en los
campos de concentración era una herida a Jesús, siempre a él, y sus sufrimientos no
tienen fin95
La historia de las relaciones entre judíos y cristianos ha
transcurrido por variaciones de un pronunciado arco, puesto que en muchos
casos hubo de producirse una saludable convivencia e incluso se encuentran
entre los papas concretas directrices pastorales de protección de la condición
judaica. Pero es recién después de la Shoah que los cristianos adquieren una
real conciencia de sus comportamientos y actitudes.
Se ha visto ya cómo Isaac se entrevistó tempranamente en la
inmediata posguerra con el Papa Pío XII aunque sin resultado positivo; sin
embargo, hay que recordar una vez más -para poner de relieve su espíritu
perseverante- que lejos de desalentarse, él volvió a insistir en una nueva
entrevista con el papa Juan XXIII.
El papa Roncalli aparecía a los ojos de propios y extraños
como un viejito de aspecto bonachón e inofensivo y cuando asumió su
pontificado hasta llegó a pensarse que sería un papa de transición. Esa
visión no podía ser más equivocada, según enseguida pudo demostrarse.
Lo cierto es que Juan XXIII sería el factor principal de un
cambio monumental en la Iglesia católica, y la relación con los judíos
formaba parte de él. Los aires renovadores de Roncalli impactaron
evidentemente de un modo decisivo también en este delicado y
trascendental asunto. La verdad es que la Santa Sede ya había suprimido
94
El sintagma se debe al epistemólogo e historiador Thomas Kuhn en su célebre obra que
revolucionó la visión de la ciencia: La estructura de las revoluciones científicas, trad. cast.,
FCE, México, 1971.
95
Cfr. Julien GREEN, Journal, en “Revue de París”, junio de 1949, cit. por Jules ISAAC, “Las
raíces cristianas del antisemitismo”, Paidós, Bs. As., 1966, 166-167.
26
antes del Concilio Vaticano II la palabra “pérfido” con la que se calificaba a
los judíos con evidente gratuita injuria96.
LA PERSPECTIVA JUDIA
También ya con anterioridad al Concilio y desde luego
especialmente durante su transcurso hubo instituciones judías como el caso
del American Jewish Committee que habían entregado varios memorandos a
la Santa Sede en los que formulaban sugerencias para cambiar la
desafortunada presentación que del judaísmo se leía en los textos de
enseñanza del mensaje cristiano97.
Estas gestiones fueron realizadas por dirigentes como Nahum
Goldmann (1895-1982)98, presidente de la Conferencia Mundial de
Organizaciones Judías (COJO) y del Congreso Judío Mundial99 así como su
secretario Gerhart Riegner (1911-2001) junto a otras personalidades de
relieve internacional de la talla de Joseph Lichten (1906-1987), Zachariah
Shuster (1903-1986) y Marc Tanenbaum (1925-1992).
Un problema que debieron resolver las instituciones judías
consistió en unificar la personería con vistas a la representatividad. La
mutua imbricación religiosa y política del asunto planteaba una dificultad y
el hecho de que en el judaísmo convivieran múltiples corrientes y
sensibilidades respecto tanto de la religión como de la política, y la ausencia
de una estructura orgánica del judaísmo a nivel internacional hicieron más
difícil el trámite100.
Algunos judíos no veían obstáculo alguno para participar en
el Concilio y estaban dispuestos a ello de buen grado, en tanto que otros
decían que el judaísmo no tenía nada que hacer ahí, mientras que unos
terceros sostenían que los judíos debían participar pero sólo a título de
observadores, y finalmente hubo una cuarta actitud configurada por quienes
dijeron que debía convocarse a un concilio de todos los judíos para
establecer sus relaciones con la Iglesia. Mientras tanto ninguna institución
judía era reconocida como única representativa101.
Este intríngulis de la organización institucional del judaísmo
en el nivel global trajo algunos dolores de cabeza por las dificultades que
96
Isaac ha detallado sus gestiones en Note sur huit jours a Rome (Juin 1960) (copia del original
mecanografiado). En esos mismos días se habían renovado expresiones de antisemitismo en
varios países. Cfr. Reacción contra el antisemitismo, y Joseph FOLLIET, La sinagoga y las
iglesias. A propósito de una reciente ola de antisemitismo, en “Criterio”, 1350, 25-II-60, 149 y
60.
97
Una perspectivas objetivamente presentada sobre el proceso puede leerse en Christopher
HOLLIS, The Vatican Council and The Jews, World Jewish Congress, British Section, London,
1966.
98
Goldmann era un alto dirigente sionista y fue uno de los fundadores del Congreso Judío
Mundial, como presidente del cual tuvo también un activo protagonismo en el proceso de
génesis de NA. En marzo de 1962 y como parte de esa ardua misión él enviaría un
memorando al papa pidiendo la eliminación de expresiones antijudías en textos, liturgias y
representaciones pictóricas de la Iglesia católica.
99
El Congreso Judío Mundial, considerado el brazo diplomático del pueblo judío, fue fundado
en Ginebra en 1936 y representa a comunidades y organizaciones judías de todo el mundo.
Debido a su espíritu su lema podría estar representado por la frase talmúdica: Cada judío es
responsable el uno por el otro y si bien su finalidad es política también promueve el
entendimiento entre las diversas religiones, incluyendo a la Iglesia católica.
100
Una reseña de la actividad judía en su pluralidad institucional (durante la asamblea conciliar
y con posterioridad a ella) narrada por un protagonista calificado puede consultarse en una
relación
personal de David ROSEN, Una retrospectiva de cuarenta años, en
COMITÉ INTERNACIONAL DE ENLACE CATOLICO JUDIO, Cuarenta años de historia.
Reflexiones retrospectivas, 311, (Consultado el
10-II-14 en el sitio de internet
http://www.celam.org/observatorio_pas/Images/img_noticias/docu4f2fcf1161822_06022012_8
01am.pdf). Diez años más tarde, al cumplirse el medio siglo, Kurt Koch, el actual presidente
del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos volvería como
sucesor de Walter Kasper sobre este mismo tema en un discurso pronunciado el 16-V-12 en el
Angelicum, la universidad de los dominicos en Roma. Cfr. Kurt KOCH, Cincuenta años de
diálogo entre judíos y católicos, en http://www.jcrelations.net (Consultado el 12-II-14)
101
Sobre la participación de los judíos en el Concilio cfr. Los judíos y el Concilio, en
“Criterio”, 1415, 8-XI-62, 818.
27
hubo que resolver para llegar a una unidad. En efecto, en una realidad muy
heterogénea y plural, unida al tradicional individualismo propio de la
idiosincrasia del pueblo judío102 la representación constituía un problema
que comenzó a ser superado recién un lustro después del Concilio, cuando
en 1970 fue creado el Comité Judío Internacional de Consultas Religiosas
que está integrado por el Congreso Judío Mundial, el Consejo de la
Sinagoga de América, El Comité Judío Americano, International B’nai
B’rith103 y el Consejo Judío para las Consultas Interreligiosas en Israel.
Finalmente, en una reunión del Secretariado para la
Promoción de la Unidad de los Cristianos realizada el 20-23-XII-70 se
constituyó un Comité Internacional de Enlace católico-judío, que realizó
una de sus ya numerosas sesiones en Buenos Aires104 y que ha producido
una considerable literatura en la materia105. Este comité ha facilitado las
mutuas relaciones en el más alto nivel, al superar la dispersión y que los
cristianos pero sobre todo los judíos hablaran con una sola voz.
En las presentaciones de las instituciones judías y en las
reuniones mantenidas en consecuencia se instaba a la jerarquía eclesiástica
(como había hecho Nahum Goldmann en línea con Jules Isaac) a eliminar
las referencias antijudías de los textos católicos, liturgias, inscripciones e
incluso representaciones pictóricas, y a ofrecer una nueva visión sobre el
judaísmo mejor que la que hasta entonces era moneda corriente en los
ambientes cristianos, donde se presentaba a los judíos como agentes de
Satanás y como chivos expiatorios de los males de la humanidad y de la
cristiandad106.
En una actitud que muchas veces rayaba en la herejía,
bastantes teólogos católicos -como se reflejaría de algún modo en la
catequesis-, también contribuyeron a esta misma visión presentando al
Antiguo Testamento como un ámbito religioso de miedo y retribución antes
que de la caritas que es la plenitud de amor. Pero la oposición de ambos
testamentos fue condenada por la Iglesia jerárquica como una herejía que se
conoce como marcionismo107. Muy probablemente sin conocer siquiera su
existencia muchos cristianos actuales sin embargo la suscriben de un modo
más o menos ambiguo.
Ahora la enseñanza de la Iglesia ha cambiado en este punto,
pero la cultura católica, aunque cueste reconocerlo, y con una intensidad
mucho menor, sigue sin embargo aún impregnada en algunos ambientes
conservadores de contenidos prejuiciosos que de un modo vergonzante se
omiten sacar a la luz.
Es por esta razón que muchas voces se han escuchado en los
últimos años preguntándose si no sería coherente que los fieles cristianos
agradecieran a sus hermanos mayores los judíos que gracias a su ayuda
102
Un chiste tradicional entre los judíos (el humor judío es proverbial) cuenta que donde hay
dos judíos hay tres opiniones, como ha recordado jocosamente Marc Tanenbaum refiriendo
una cierta autocrítica popular en el judaísmo.
103
B’nai Brith es una organización mundial no gubernamental de ayuda fraterna que no tiene
un tono estrictamente religioso aunque participó activamente en el proceso; por ejemplo, una
delegación de la asociación se reunió con el papa Pablo VI en marzo de 1964. La BB es
miembro del Congreso Judío Mundial. Las instituciones judías a menudo actuaron con una
cierta inorganicidad y ello causó cierto malestar en la dirigencia. Cfr. Judith HERSHCOPF, op.
cit., 120.
104
Pude participar de esta reunión como integrante de la delegación local junto a Norberto
Padilla, Rafael Braun, Justo Oscar Laguna, Luis Rivas y otros obispos y expertos argentinos.
105
Cfr. Lawrence FRIZZELL, Reflexiones sobre la historia del Comité Internacional de Enlace
Católico Judío, en COMITÉ INTERNACIONAL DE ENLACE CATOLICO JUDIO, Cuarenta
años de historia cit., 12-36.
106
Los reclamos judíos en realidad no hacían sino colocar a las autoridades católicas ante una
responsabilidad de la coherencia, por cuanto era evidente que las incrustaciones culturales
habían subvertido el mensaje evangélico. Las escrituras judías tienen un valor siempre actual
para guiar la vida espiritual de los cristianos y ellas son parte de la Biblia cristiana y por lo
tanto tienen el carácter de doctrina de la Iglesia católica. Cfr. PONTIFICIA COMISION
BIBLICA, El Pueblo Judío y sus Escrituras Sagradas en la Biblia Cristiana, San Benito, Bs.
As., 2002.
107
Cfr. PONTIFICIA COMISION BIBLICA, op.cit., 19.
28
pudieron adquirir una conciencia real
infidelidad al mensaje evangélico.
de su desgraciada situación de
ABRAHAM JOSHUA HESCHEL
Entre quienes desde el judaísmo fueron protagonistas del
activismo reformista se encuentra el rabino Abraham Joshua Heschel (19071972), proveniente de tradicionales dinastías jasídicas, quien fue uno de los
más importantes teólogos del hebraísmo en el siglo pasado108 y su eficaz
concurso en esta historia le acredita por sí mismo para ser reconocido como
un verdadero constructor del futuro marco de convivencia interreligiosa que
se abrió a partir del proceso conciliar109.
Heschel era un poeta y también un filósofo de la religión no
menos que un teólogo de espíritu amplio que desarrolló vínculos
interreligiosos con el mundo protestante y con la Iglesia católica, y mantuvo
un diálogo con personalidades del mundo intelectual de su tiempo como
Paul Tillich y Thomas Merton.
Como muchos de sus contemporáneos, la familia de Heschel
fue diezmada por la guerra y la persecución, y él mismo tuvo que emigrar a
los Estados Unidos, donde se estableció luego de haber recibido una
formación académica universitaria en Alemania. Inspirado en las
enseñanzas de su propia cultura religiosa, el rabino llegó a ser un líder
social como activista de los derechos civiles junto a figuras tan importantes
de ese proceso como Martin Luther King110 y otros.
El activismo de Abraham Heschel lo convirtió también en un
protagonista en el cambio de paradigma en la Iglesia católica mediante una
serie de entrevistas reservadas en las que expuso las pretensiones concretas
del judaísmo para llegar a un cambio real de condiciones en el estatuto de
las mutuas relaciones. Ello no le ahorraría críticas incluso entre los propios
judíos imbuidos de principios intransigentes conocidos como ultraortodoxos.
El estaba convencido de una verdad: ninguna religión es una
isla y había visto con claridad que sin Dios la humanidad se deshumaniza y
ésa fue la experiencia de la Shoah como un producto de la pérdida de la
perspectiva religiosa que se produce en la modernidad. Por eso Heschel
pensaba que el programa nacionalsocialista significaba tanto como destruir
el cristianismo, empezando por los judíos. El judaísmo se debía hacer cargo
del cristianismo porque la secularización planteaba un doble desafío a judíos
y cristianos111.
108
En realidad la personalidad de Heschel no solamente se expresó brillantemente en el plano
teológico sino en muchos otros, incluso la filosofía y la poesía. En la definición de su
discípulo Marshall T. Meyer, fue un erudito judío completo. Algunas de sus obras han sido
traducidas al castellano: Los profetas (tres tomos), Paidós, Bs. As., 1973, que es su tesis
doctoral; La democracia y otros ensayos, Seminario Rabínico Latinoamericano, Bs. As., 1987
y La tierra es del Señor. El mundo interior del judío en Europa oriental y El Shabat. Su sentido
para el hombre moderno, Seminario Rabínico Latinoamericano, Paidós, Bs. As., 1987.
Finalmente, una de sus obras más celebradas y conocidas, citada incluso por el papa Montini,
quien se consideraba uno de sus alumnos, es Dios en busca del hombre. Una filosofía de la
religión, Seminario Rabínico Latinoamericano, Bs. As., 1984. Cfr. Marshall T. M
EYER,
In Memorian. Rabbi A. J. Heschel, en A. J. HESCHEL, “La democracia y otros ensayos”,
citado, 11. Sobre Meyer-Heschel, Cfr. Diego ROSEMBERG, Marshall Meyer. El rabino que le
vio la cara al diablo, Capital Intelectual, Bs. As., 2010, 32 y ss.
109
Una detallada y cuidadosa relación de la participación de Heschel en la genética,
procreación, gestación y nacimiento de Nostra Aetate puede verse en Gary SPRUCH, Wide
Horizons. Abraham Joshua Heschel, AJC and the Spirit of Nostra Aetate, American Jewish
Committee, New York, 2008.
110
Su activismo social lo llevó a Heschel a unirse al líder negro Luther King y él lo expresaría
hermosamente como una experiencia religiosa: “Cuando marché con Martin Luther King en
Selma, Alabama, sentí que mis piernas rezaban”. Cfr. Marshall T. MEYER, In Memoriam.
Rabí Abraham Joshua Heschel 1907-1972, en A. J. Heschel, “La democracia...”, cit., 12. El
rabino Meyer fue discípulo de Heschel, y como su maestro, se convirtió en un líder de los
derechos humanos.
111
Cfr. Abraham HESCHEL, No Religión Is an Island, en “Union Seminary Quarterly
Review 21”, January 1966, 117-134, reimpresa en Abraham J. Heschel, Moral Grandeur and
29
Durante julio de 1961 Agustín Bea se reunió en varias
audiencias con representantes del American Jewish Committee y Abraham
Heschel mantuvo una entrevista personal con el arzobispo neoyorkino como
así también con Johannes Willebrands (1909-2006). Pero la presión
conservadora era tan intensa que prudentemente Bea desistió como un paso
inoportuno de volver a reunirse con Heschel para no excitar a las fieras.
De otra parte, y merced a los buenos oficios del cardenal
norteamericano Richard Cushing, que actuaba mediante su representante en
Roma, Heschel consiguió ser recibido durante treinta y cinco minutos en
una audiencia papal, y su impresión fue que el papa era amigable y cordial y
veía favorablemente una decisión positiva del Concilio al respecto.
Finalmente, se reunió también con observadores protestantes
simpatizantes del cambio que se estaba gestando112 y con el cardenal Albert
Gregory Meyer (1903-1965), arzobispo de Chicago113. Este clima favorable
resultaba alentador al proyecto y los nuevos vientos soplaban a su favor.
Los obispos norteamericanos actuaron favoreciendo esas
reuniones a lo largo del transcurso de las sesiones sinodales pero al mismo
tiempo todos estos movimientos suscitaron la oposición de la corriente
conservadora que procuraba moderar los renovadores aires conciliares,
sobre todo cuando estos apuntaban a desmadrarse.
Durante todo este proceso el rabino Heschel fue consultor de
los interlocutores judíos y en tal carácter preparó varios memorandos para
ser presentados a la Santa Sede114. El continuaba así el camino emprendido
por Jules Isaac sobre la necesidad de una superación de la tradicional
enseñanza del menosprecio y objetó algunos textos que por su ambigüedad
no aclaraban debidamente si los judíos actuales debían eximirse de una
responsabilidad en la crucifixión115.
En efecto, ya en el mes de mayo del año 1961, Heschel habia
sometido a sus interlocutores católicos un memorando preparado junto con
el American Jewish Committee recomendando la supresión del cargo de
deicidio y otras medidas destinadas a la superación del prejuicio antijudío116.
En otro similar del año siguiente él advertiría al cardenal Bea
que la atribución de una culpa colectiva a los judíos respecto de la
crucifixión había sido usada por el antisemitismo, y unos meses antes le
había enviado tres de sus libros: “El hombre no está solo”, que es una
filosofía de la religión, “Sabbath” y “Dios en búsqueda del hombre”, que
sería citado por el papa Pablo VI en una audiencia general, como un
Spiritual Audacity, Essays ed. by Susannah Heschel, Farrar, Straus & Giroux, New York,
1996, 235-250. El texto de Ninguna Religion es una Isla se basó en la conferencia inaugural
que Heschel dio cuando fue nombrado profesor del Union Theological Seminary de New York.
Es en ese ensayo donde Heschel expresa la intención del nazismo de ir contra el cristianismo
luego de eliminar al pueblo judío.
112
Heschel ha recibido homenaje y reconocimiento por parte de altas personalidades del mundo
protestante como Reinhold Niebuhr y Paul Tillich, entre muchos otros. Heschel contribuyó a la
declaración de Niebuhr en el sentido de que los misioneros cristianos no debían convertir
judíos.
113
Meyer (homónimo del conocido rabino y por lo tanto también él como muchos otros
cristianos que intervinieron en la cuestión, de probable origen judío) fue una figura intelectual
de la jerarquía católica norteamericana que como Heschel participó junto a Martin Luther King
de la lucha por los derechos civiles en su país. Fue uno de los presidentes del Concilio pero no
pudo ver sus conclusiones pues falleció durante el periodo de sesiones.
91
Cfr. Abraham Joshua HESCHEL, On Improving Catholic-Jewish relations. A Memorandum
to His Eminence Agostino Cardinal Bea, Presidente of the Secretariat for Christian Unity, New
York, 22-V-62.En este memorando Heschel fundamenta su presentación en la necesidad de un
cambio en la enseñanza cristiana sobre el judaísmo que frecuentemente ha sido maliciosamente
utilizada como el soporte ideológico del antisemitismo. El paper contiene propuestas concretas
para abandonar la acusación de que el pueblo judío en su conjunto es el culpable de la
crucifixión de Jesucristo.
115
Cfr. Marc TANENBAUM, Heschel and Vatican II. Jewish-Christian Relations, en The
Jewish Theological Seminary of America, “Abraham J. Heschel. His Contributions to Religious
Thought and Jewish Scholarship”, New York, 21-II-83, 14.
116
Cfr. Judith HERSHCOPF, op.cit, 110. Cfr. también Marc TANENBAUM, Heschel and
Vatican II cit., 9.
30
reconocimiento, por cierto absolutamente infrecuente hasta ese momento,
hacia un rabino judío117.
El tren estaba en pleno movimiento y el rumbo ya era seguro,
pero el arribo a la estación se produjo no sin ciertas dificultades. Había que
remontar la friolera de casi dos milenos de tradición inversa. Heschel
representaba la fase teológica cuyos fundamentos sustentaban el proyecto
reformista que la decisión de Isaac había puesto en movimiento. Faltaban
ahora los espíritus que pusieran manos a la obra y mediante un certero
puntapié patearan la pelota detrás del arco.
GERHART RIEGNER MORITZ
En la foto que inmortaliza la firma del Acuerdo Fundamental
entre el Estado de Israel y la Santa Sede en 1993, donde aparecen el
vicecanciller israelí Yossi Beilin y el arzobispo Claudio María Celli
intercambiando los instrumentos firmados entre ambos, puede verse en un
primer plano entre ambos el rostro emocionado y complacido de un hombre.
Ese hombre es Gerhart Riegner118.
Riegner ha pasado a la historia como el testigo que trató en
vano de alertar tempranamente a Gran Bretaña y a los Estados Unidos sobre
el horror de la Shoah mediante un cable que detalla el plan de Adolf Hitler
para aniquilar a los judíos. Sufrió persecución por los nazis y durante la
guerra encontró refugio en Ginebra (Suiza), donde trabajó como secretario
del Congreso Judío Mundial desde 1965 a 1983, del cual llegó a ser
vicepresidente.
El
también fue uno de los precursores que dedicó sus
mejores esfuerzos a tratar de establecer una nueva relación entre la Iglesia
católica y el judaísmo. Participó del proceso que llevaría a la firma del
citado Acuerdo Fundamental por el cual en el año 1993 la Santa Sede
reconoció oficialmente el Estado de Israel. No obstante, cuando Juan Pablo
II beatificó a Pío IX expresó su desacuerdo como muchos judíos a la medida
porque durante su pontificado este papa restauró el ghetto de Roma.
La obra cumbre de Riegner es Ne jamais Désespérer, un
precioso libro escrito a la manera de una automemoria donde como un
testimonio de sesenta años de servicio al pueblo judío y los derechos
humanos presenta una objetiva historia del nacimiento de la declaración
conciliar, dedicándole un entero capítulo pleno de significado que logra
transmitir muy adecuadamente el clima y el sentido de la preparación de
Nostra Aetate, tanto por parte de los judíos como de los cristianos.
Riegner considera que los pioneros de la nueva visión de los
cristianos acerca del judaísmo fueron los citados James Parkes y Karl
Thieme, el sacerdote de la Congregación de Nuestra Señora de Sión Paul De
Mann (1912-2005), también de origen judío, y el historiador Malcolm Hay
(1881-1962). Terminada la Segunda Guerra Mundial, el Congreso Judío
Mundial propuso a Pío XII publicar una encíclica sobre la cuestión judía sin
obtener respuesta.
Pero cuando asumió como nuevo pontífice Juan XXIII,
pareció abrirse una nueva posibilidad. Según Riegner, la entrevista de Jules
Isaac -un momento crucial en esta historia- con el papa Juan fue facilitada
117
Este mismo libro fue citado por León Klenicki en una intervención en el coloquio
“Historical Experience, Reckoning of the Soul and Reconciliation”, organizado en Buenos
Aires por la Anti-Defamation League y el Carnegie Council en conjunto con la Universidad
Austral. Cfr. León KLENICKI, Forgiveness and Repentance, Bs. As., 16-XI-99, 3. Heschel
dice que cuando Adán y Eva se ocultaron, Dios les buscó: ¿Dónde estás? (Gen, 3,9) y que ése
es un llamado que se repite una y otra vez. Cfr. Abraham Joshua HESCHEL, Dios en busca del
hombre. Una filosofía de la religión, cit., 173 y ss. Un balance de Klenicki sobre NA en
perspectiva histórica puede leerse en: A 30 a los de Nostra Aetate: Diálogo entre el Rabino
Leín Klenicki y el Sacerdote James Loughran, en “Panorama”, 114, junio 1995, 18-21.
118
La firma del acuerdo fundamental siguió al proceso de normalización con España. Una
reseña histórica de la fase final previa al mismo en la relación entre la Santa Sede y el Estado
de Israel, puede verse en Pere BONNIN, Sangre judía. Españoles de ascendencia hebrea y
antisemitismo cristiano, Flor del Viento, 4ª ed., Madrid, 2006, 335 y ss.
31
por el presidente francés Vincent Auriol (por una antigua tradición los jefes
de Estado franceses tienen un particular estatuto en la Santa Sede), pero
también por el hecho de que Roncalli había sido nuncio en París. Riegner
considera al cardenal Bea una personalidad excepcional de la Iglesia
católica a quien califica como el constructor de la declaración, como
adjudica a Juan XXIII el rol de inspirador y a Jules Isaac el de catalizador.
Consultado por Nahum Goldmann, después que éste
mantuviera una reunión con el cardenal Bea, el rabino Joseph Dov
Soloveitchik, considerado la más alta autoridad de la ortodoxia judía
moderna, se pronunció por la negativa a la participación de los judíos en el
Concilio, aunque admitió la presentación de memorandos a las autoridades
católicas, recomendando que ello debería tramitarse por organizaciones
seculares del judaísmo para dejar aclarado que no se trataba de un diálogo
religioso.
Según observa atinadamente Riegner, que se entrevistó
personalmente con el cardenal en enero de 1962, y desde ese momento
comenzó a viajar regularmente a Roma para mantenerse informado del
estado de la cuestión, éste es un punto delicado porque se trata de un asunto
en el que lo religioso y lo secular reconocen una íntima imbricación. Los
judíos tendían a ver la cuestión como un problema político o secular pero
por otro lado en la Santa Sede buscaban encuadrarla en su significado moral
y religioso, de acuerdo a la propia naturaleza del mensaje espiritual del
cristianismo en general y en particular de la Iglesia.
En las actividades de Riegner se entrelazan circunstancias y
personajes de ambos mundos cuyos nombres, como el suyo propio, han
ingresado en la historia. Un memorando fue preparado por Maurice
Perlzweig, director del departamento de asuntos internacionales del
Congreso Judío Mundial y Joseph Lichten, de ADL de B´nai B’rith. En
tales funciones, Riegner mantuvo contacto con funcionarios vaticanos y
peritos conciliares como Stefan Schmidt, Thomas Stransky, Josef Hofer,
John Oestterreicher, Gregory Baum y Hans Kung, entre otros.
Posteriormente y como secretario general del Congreso Judío Mundial
Riegner integró el Comité de Enlace en representación del judaísmo junto a
otras personalidades como los arriba citados Joseph Lichten y Marc
Tanenbaum.
En las memorias de Riegner se puede ver fácilmente cómo el
cardenal Bea guiaba los pasos de las gestiones, incluso con consejos
oportunos a la dirigencia de las instituciones judías, para conducir como
experto capitán la nave a un buen destino. También se deja ver la gratitud
hacia el papa Juan XXIII, cuya carismática personalidad ha dejado una
honda huella en la memoria de todos los judíos. Riegner hace suya la
sensibilidad de Juan XXIII al decir: “Descubrir al cardenal Bea ha sido un
don de Dios”.
JACQUES MARITAIN
La relación antecedente muestra que la declaración Nostra Aetate
no nació de un día para otro, sino que fue el producto de un largo proceso.
Tuvo como se ha visto una fase inmediata pero antes que ella exhibe otra
precedente que puede considerarse comenzada en los años que siguieron al
fin de la segunda gran guerra mundial (aunque con un punto de origen antes
de ella), y durante la cual se produjo la lenta maduración de una sensibilidad
en el cuerpo de la Iglesia católica, al menos en algunos de sus espíritus más
escogidos119, ya que no todavía del todo en el pueblo fiel genéricamente
considerado.
119
A los nombrados puede agregarse el de Marcel-Jacques Dubois (1920-2007), religioso
dominico y también francés como Maritain. Fue una gran figura del diálogo judeo-cristiano.
Cfr. Marcel DUBOIS, Status quaestionis della problematica, en “Radici dell’antigiudaismo in
ambiente cristiano”, cit., 21 y ss. El mismo Dubois cita a Maritain diciendo que ya en 1937 el
filósofo veía venir la catástrofe y prepara los documentos que más tarde elaborará el Concilio
32
De otra parte, se ha significado con acierto la importancia o el
impacto de la Shoah en el giro copernicano de la Iglesia. Un acontecimiento
de esta gravedad no podía sino generar unas necesarias consecuencias, y
entre ellas se ha señalado acertadamente una toma de conciencia por parte
de los fieles cristianos acerca de la necesidad de un cambio en su relación
con el judaísmo.
Este proceso, desde luego que no ha concluido y está aún en pleno
desarrollo. Es probable que para ser completado haya todavía que esperar un
largo tiempo y no es seguro que sino después de un laborioso esfuerzo
conjunto pueda estar definitivamente terminado. Late en esta convicción la
idea de que si bien la shoah no tuvo una configuración cristiana, ella no
debió suceder con una cierta complicidad, aunque sea por omisión de los
propios cristianos.
En esta sensibilidad que llegó a su punto de hervor en el Concilio
Vaticano II se puede advertir la influencia, como ya se ha visto
precedentemente, ejercida por la presencia de personajes del mundo judío y
del mundo cristiano. Uno de los más citados a la hora de señalar precursores
de NA en el escenario católico es el filósofo neotomista Jacques Maritain
(1882-1973), que sería (aunque sin concurrir personalmente a la reunión)
uno de los inspiradores de Seelisberg120.
Es conocido y valorado el impacto del pensamiento de Maritain en
el Concilio Vaticano II121, la placenta de NA. Seguramente puede
considerarse que -hablando en términos generales- ninguna persona
individual tuvo tanta influencia en el acontecimiento eclesial, si se
exceptúan las figuras consulares de ambos papas Juan y Pablo,
singularmente en lo que se refiere a la relación de la Iglesia con el mundo,
que fue uno de los temas nucleares de la magna asamblea conciliar.
No se trata de que el filósofo haya trabajado para ello por cuanto él
no tuvo participación en ninguna comisión sinodal, sino el hecho de que
todo el Concilio aparece impregnado de su espíritu y no solamente como
podría pensarse algún documento en particular, por más importante que éste
haya sido.
Es posible que haya quien considere esta observación algo
entusiasta, pero el influjo de Maritain excede incluso al propio concilio y se
extiende a todo el magisterio de la Iglesia contemporánea, al menos en
materia social122.
De esta manera, y aun sin participar de una manera inmediata y
directa en la generación de Nostra Aetate123, Maritain puede considerarse
uno de sus padres intelectuales merced al influjo de su pensamiento (tanto
sus planteos filosófico-políticos como los relacionados con el punto en
cuestión) en términos generales en el pueblo cristiano y en términos
Vaticano II. Debe observarse que estos nombres de los precursores, comenzando por el propio
Maritain y continuando por Jacques Madaulle y el propio Dubois se restringen a unos pocos
países, por ejemplo Francia o Alemania, y se deja notar la ausencia de personajes españoles,
italianos o latinoamericanos. También cabe incluir entre ellos a los provenientes del área
anglosajona si no fuera por el activismo de los obispos norteamericanos en el Concilio. Esta
circunstancia puede deberse a diversos motivos, uno de ellos puede fincar en el mayor arraigo
de la cultura del menosprecio.
120
Por ejemplo, Norberto PADILLA, Pronunciamientos sobre el diálogo judeo cristiano:
documentos y magisterio, en CONFRATERNIDAD ARGENTINA JUDEO CRISTIANA,
“Holocausto – Shoah. Sus efectos en la teología y la vida cristiana en Argentina y América
Latina”, Claretiana, Bs. As., 2007, 147. En el mundo judío se ha reconocido la contribución de
Maritain junto a otros nombres de relieve como Hans Urs von Balthasar, Marie Dominique
Chenu, Karl Rahner, Harvey Cox y Dietrich Bonhoeffer. Cfr. Judith H. BANKI and Eugene
FISHER (eds), A Prophet for our time. An Anthology of the Writings of Rabbi Marc H.
Tanenbaum, Fordham University Press, New York, 2002, 67.
121
Cfr. Sergio FERNANDEZ AGUAYO, Influencia de J. Maritain en el Concilio Vaticano II,
(consultada el 3-II-13) en el sitio: www. maritain .cl / pdf / Reflexiones_ Fernández _S_vat.pdf
122
Cfr. Roberto BOSCA, La herejía democrática. El impacto de Maritain en el magisterio
social, en “Cultura Económica”, 83, agosto 2012, 36-44.
123
Después de recibir un enviado especial del papa Pablo VI (era Pasquale Macchi, uno sus
secretarios), Maritain le hizo llegar cuatro memorandos, pero ninguno de ellos estuvo referido a
la cuestión judía.
33
particulares en el de personas singulares como en el propio papa Pablo VI,
visible tributario de su sensibilidad humanista (el mismo papa lo reconocía
públicamente como su maestro)124.
No se trataba por lo demás de un efluvio evanescente e inconcreto.
Se pueden aducir numerosas referencias al respecto. Como muestra basta
recordar que Maritain influyó positivamente en Bruno Hussar, uno de los
redactores de la declaración, y no se está aquí ciertamente ante un raro o
único caso.
Este cambio es el resultado de un replanteo en el paradigma
moral derivado de la reflexión que surge de contemplar la dimensión ética
de un crimen de lesa humanidad que no reconoce antecedentes en la historia
del género humano. En el pensamiento de Maritain aparece una clara
muestra de lo dicho en la tercera parte de una de sus obras más importante
en esta temática en la que reflexiona sobre “La tragedia actual del pueblo
judío125”.
Para valorar debidamente la influencia de Maritain en este asunto
hay que recordar que él puede ser considerado (y así lo es por una apreciable
porción de la opinión) el intelectual católico más importante del siglo
veinte. Es sabido que el filósofo envió varios mensajes al papa Pablo VI
(con quien mantenía una rica comunicación personal) durante el desarrollo
de la asamblea conciliar126 y el mismo papa le entregó personalmente y en
forma pública y solemne el mensaje final del Concilio dirigido a los
intelectuales.
Puede concluirse sintéticamente que Maritain había introducido un
nuevo enfoque en las relaciones de la Iglesia católica con el judaísmo al
redefinir los propios contenidos de la temática que pasa de ser “El problema
judío” a ser “El misterio de Israel”127.
En el pensamiento mariteniano la concepción de la vida social se
fundamenta en la tradición religiosa de un cristianismo que se reconoce
continuador de la tradición bíblica: es un Dios judeocristiano128.
Fue él quien ayudaría a sus hermanos en la fe a vislumbrar que la
“Iglesia de los gentiles” está injertada en el tronco de la raíz de Israel, y que
no se trata de dos realidades desgajadas y opuestas sino de una sola realidad
salvífica. Maritain comenzó a mostrar ya en 1937 la imposibilidad del
antisemitismo y la necesidad de repensar teológicamente el misterio de
Israel en la historia de la salvación como parte de un único patrimonio
espiritual. Como ha recordado el cardenal Jean-Marie Lustiger (1926-
124
El eximio teólogo y cardenal suizo Charles Journet (1891-1975), que supo ser un buen
amigo del filósofo, escribió a Pablo VI para dar a conocer la preocupación de Maritain por la
controversia conciliar sobre los judíos Cfr. Giuseppe ALBERIGO (ed.), Historia del
Concilio...cit., 209.
125
Cfr. Jacques MARITAIN, Los judíos entre las naciones, Sur, Bs. As., 1938, 41-65. Esta
conferencia del 5-II-38 en el Théatre des Ambassadeurs tuvo un gran impacto en la sociedad
francesa de su tiempo. Un afamado publicista argentino de mediados de siglo pasado critica la
postura mariteniana en esta obra en el marco de la discusión entre los católicos sobre el estatuto
de los judíos en el mundo actual. Cfr. Gustavo FRANCESCHI, El problema judío, en
“Criterio”, 587, 1-VI-39, 105. Como una muestra de la importancia del asunto puede verse que
Franceschi publicó seis extensos editoriales sobre esta problemática.
126
Cfr. Giuseppe ALBERIGO (ed), op.cit., 432.
127
Cfr. Jacques MARITAIN, Nota sobre la cuestión judía, en “La Vie Spirituelle”, T.IV, 304,
publicada en español con traducción de Leonardo Castellani en ”Criterio”, 336, 9-VIII-34, 356357. Cfr. también
Fernando MARTINEZ PAZ, Maritain en Argentina, en “Rumbo
Social”,11, abril 1978, 14 y reproducido en la misma revista, 25, octubre-noviembre 1982,1216 y Eugene FISHER, El Vaticano II y los judíos. Veinte años de diálogo, en “Criterio”, 19571958, diciembre de 1985, 742-746. Una síntesis del pensamiento mariteniano sobre el judaísmo
en TOMOKAZU BABA, Les juifs et la surnature - Jacques Maritain el Emmanuel Levinas
(1921.1947), en “Hitosubashi Journal et Social Studies”, 43, 2011, 31-42.
128
Cfr. Gabriel ZANOTTI, Jacques Maritain: su pensamiento político y su relevancia actual,
en la revista “Instituciones, Ideas y Mercados”, 57, octubre 2012. En este mismo trabajo se
recuerda cómo Pío XII se negó a excomulgar a Maritain y cómo el magisterio de Pío XII en
materia social guarda una fina sintonía con el del pensador francés.
34
2007)129, en palabras de Maritain, cuando se persigue a los judíos, el
cristianismo está amenazado en su propia carne130.
Desde luego, esta verdad no era contemplada debidamente,
tampoco considerada de modo positivo y menos admitida en el clima
eclesial de su tiempo. El devenir histórico ha logrado encarnarla en la
dimensión teológica y aunque los pasos jerárquicos son muy claros al
respecto, puede decirse que ella todavía continúa ausente en la mentalidad
de muchos fieles cristianos.
Maritain veía en la prevención o prejuicio e incluso en la
judeofobia o el odio a los judíos (muchas veces un ramplón antisemitismo
disfrazado con ropajes teológicos) practicado en forma más o menos visible
o intensa, que era casi una forma de pensar muy arraigada y hasta una
norma en muchos ambientes cristianos de su tiempo, una deserción de la ley
fundamental de la caridad y por lo tanto una renuncia en nombre de la
verdad a la verdad más esencial y suprema del cristianismo. No hace falta
decir que en los ambientes comunitarios del judaísmo también se conocía el
pensamiento del filósofo y se lo valoraba debidamente131.
Maritain, en efecto, era conocido también en el mundo
judío132 y no solamente en el católico y se ponderaba su talante realista y
abierto a la necesidad de un cambio que superara una ominosa historia de
incomprensiones mutuas en la que los cristianos se dejaron arrastrar por un
espíritu en muchas ocasiones contrapuesto a los criterios evangélicos, y
creyendo prestar un obsequio a la verdad permitieron que asomara en sus
almas el oscuro semblante del odio y del desprecio.
El mismo Jules Isaac cita a Maritain cuando éste muestra que
el furor antisemita es un frenesí anticristiano que sólo puede estar inspirado
en el deseo de que sea vana la sangre que derramó Jesús y vana su
muerte133.
Esta sensibilidad que lejos de ver en los judíos a enemigos de
la fe veía en ellos por el contrario hermanos en la fe, provocó agrias
oposiciones en primer lugar de las mentalidades más representativas del
pensamiento tradicional católico y en el integrismo como Marcel de Corte y
Henri Coston. En algunos países en que la cultura política y la religión
católica constituían una argamasa fuertemente consolidada por una historia
multisecular, las tesis maritenianas serían acremente controvertidas. Pero
Maritain no se dejó ganar por esas incomprensiones y supo encontrar
nuevos caminos para depurar al cristianismo, no sólo católico, de sus
prejuicios ancentrales.
La nueva cristiandad que surgía de su Humanismo Integral,
en efecto, representaba una formulación completamente ajena a esa
tradición, como surge de un texto mariteniano donde se pone una pica en
Flandes en esta cuestión:
129
También un converso del judaísmo, Lustiger fue arzobispo de París y cardenal de la Iglesia
católica. Además de combatir el antisemitismo y luchó por el entendimiento entre judíos y
cristianos.
130
Cfr. Jean.-Marie LUSTIGER, La elección de Dios. Entrevistas realizadas por Jean Louis
Missika y Dominique Wolton, Planeta, 3ª ed., Barcelona, 1989, 68. También: Fernando
MARTINEZ PAZ, Maritain, política e ideología. Revolución cristiana en la Argentina,
Nahuel, Bs. As., 1966, 121 y ss.
131
El rabino León Klenicki leyó en su juventud a Maritain y quedó prendado de su
pensamiento. No sería el único caso. Riegner interpreta la designación de Maritain en el cargo
de embajador en la Santa Sede por el general De Gaulle como un paso adelante en la historia
de las mutuas relaciones. Cfr. Gerhart RIEGNER, op. cit., 360.
132
Maritain cultivó amistades entrañables con numerosos intelectuales del mundo judío como
Saúl Alinsky (1909-1972) y mantuvo un diálogo intercultural con filósofos como Emmanuel
Levinas (1906-1995) y Martin Buber (1868-1975), quienes junto al filósofo tomista y a otros
pensadores cristianos y judíos trazaron las bases del moderno personalismo consagrado
magisterialmente por Juan Pablo II. Cfr. Caterina CIRIELLO, Maritain e Alinsky: un’amicizia;
Filippo LAPORTA, Maritain e Alinsky y Roberto PAPINI, Maritain e Alinsky, un’amicizia,
en “Notes et documents”,21, septembre - décembre, 2011, 34-42.
133
Cfr. Jules ISAAC, Las raíces cristianas del antisemitismo. La enseñanza del desprecio, cit.,
13. Isaac también cita a Maritain en Jesús and Israel, Holt, Rinehart and Winston, New York,
1971, 18.
35
En Polonia, aunque los jefes de la Iglesia Católica, sobre todo
el cardenal Hlond, hayan repudiado ‘la sistemática e incondicional respecto
de los judíos’, el antisemitismo ha tomado una forma católica por el hecho
de que, es muy natural, demasiado natural, que las pasiones que se refieren
aun de la manera más engañosa a la defensa de los intereses nacionales de
un país invoquen la religión tradicional de éste134.
La Iglesia o más específicamente la autoridad eclesiástica, no
obstante, si bien no había prevenido contra la cultura del menosprecio, sí
había condenado en cambio el antisemitismo135. Se ve claramente entonces
que la actitud antijudía a menudo inspirada en un sentimiento de odio
constituía una verdadera contradicción e incluso un escándalo ante el propio
género humano, y esto pudo percibirlo el filósofo con especial claridad
durante su viaje a la Argentina, donde entre quienes le recibían anidaban
sólidas muestras de la cultura del menosprecio136.
Es posible que el cambio hacia una mayor sensibilidad en esta
temática tenga su origen en la propia conversión de Maritain, en la que
tendría una reconocida influencia el escritor francés León Bloy137. Bloy
representa un vigoroso testimonio de pensamiento cristiano enfrentado al
espíritu burgués. Maritain y su mujer Raissa fueron conducidos por esta
amistad, que ambos recordarían siempre de un modo entrañable, a las
fuentes de la verdad138.
De hecho, el mismo filósofo divide su vida antes y después de
su encuentro con el escritor, quien había escrito una obra restallante (y
también desconcertante) como su propia personalidad, que se llamó: La
salvación por los judíos, publicada en 1892 pero en cierto modo ignorada
por sus contemporáneos, donde se decía que el pueblo judío había sido
colocado por Dios como un enorme peñasco en mitad de un río: para
levantar el nivel de las aguas139.
134
Cfr. Jacques MARITAIN, op.cit., 53.
Se trata de un pronunciamiento escasamente conocido y es la Declaración del Santo Oficio
(hoy Congregación para la Doctrina de la Fe) del 25-IX-28.
136
Maritain visitó la Argentina y dictó varias clases y conferencias algunas de ellas en
ambientes frecuentados por nacionalistas católicos, entonces claramente representativos de un
áspero rechazo al pueblo judío. Esta realidad aparece imbricada en elementos antisemitas
aunque se la presentara de ordinario fundada teológicamente en la tradición eclesial, como es el
caso de Julio Meinvielle, que se convirtió en un contradictor de Maritain a quien dedica una de
sus principales obras: De Lamennais a Maritain, que es un alegato integrista contra los liberales
católicos. Sobre la visita a Argentina cfr. Austen IVEREIGH, Nationalist Catholic Thought in
Argentina 1930-1946 Mons. Gustavo Francechi and Criterio in the search for a post-liberal
order, University of Oxford, Trinity Term, 1990. También: Oliver COMPAGNON, Jacques
Maritain et l’Amérique du Sud, Presses Universitairtes du Septentrion, París, 2003. Meinvielle
por su parte es probablemente el más importante teólogo integrista argentino cuyo pensamiento
se halla atravesado por un profundo y radical prejuicio antijudaico e incluso antisemita. Sus
tesis encarnan las clásicas construcciones de la teoría conspirativa. En sus obras adjudica a los
judíos la creación del capitalismo y del comunismo y explica la pretensión judía de la
destrucción de la cristiandad y un dominio absoluto del mundo. Cfr. Julio MEINVIELLE, El
judío en el misterio de la historia, Theoría, Bs. As, 1975. Algunas publicaciones atribuyeron a
la influencia de Meinvielle y del fascista León Degrelle ciertos intentos por frenar la
declaración conciliar. Su pensamiento ha ejercido una considerable influencia en una
apreciable cantidad de cristianos y aunque disminuida, ella no ha cesado aun en nuestros días,
incluso en el clero y en órdenes religiosas y ambientes importantes como la Universidad
Católica Argentina. Sobre la relación de Maritain con la discriminación, cfr. Néstor Tomás
AUZA Iglesia y catolicismo: la problemática de la discriminación, en Ignacio KLICH-Mario
RAPOPORT, “Discriminación y racismo en América Latina”, Nuevohacer, Bs. As., 1997.
137
Cfr. Ruggero TIRADEL, Maritain e Il mistero d’Israele, consulta del 15 de febrero de
2014. http://mondodomani.org/dialegesthai/rta01.htm
138
Cfr. Raissa MARITAIN, Las grandes amistades, Desclée de Brouwer, Bs. As., 1954.
139
Cfr. León BLOY, La salvación por los judíos, Ercilia, Santiago de Chile, 1941. El texto
también aparece citado en un informe especial sobre el desarrollo de la asamblea conciliar de
Juan Manuel SOLER, Definitivo triunfo de la renovación, en “Confirmado”, 7-X-65, 32. Cfr.
también: William BUSH, Bloy, Maritain and Salvation by the Jews, en Robert ROYAL (ed),
Maritain and the Jews, Notre Dame University Press, Indiana, 1994, 179 y ss.
135
36
El título de la obra es un texto del propio Evangelio140. El
impacto sufrido por Maritain se evidencia en que él mismo promovió una
reedición del trabajo de su amigo, que esta vez recibió una favorable
acogida. Ciertamente resulta sugestiva la dedicatoria de esta edición: “A
Raissa Maritain dedico estas páginas escritas a la gloria católica del Dios de
Abraham de Isaac y de Jacob”.
Dos años después de su estancia argentina, Maritain
pronunció el 5 de febrero de 1938 la citada conferencia bajo los auspicios de
los “Groupes Chrétienté”, en el Théatre des Ambassadeurs de París. En esta
disertación, inmediatamente publicada también en Buenos Aires, el filósofo
neotomista se hace cargo del problema y habla de la situación actual (en su
tiempo) del antisemitismo, pero también traza una presentación de
naturaleza teológica sobre los judíos141.
No se trata desde luego de la única ocasión en que el padre del
tomismo contemporáneo desarrolla su pensamiento en el punto, pero sí una
de las principales fuentes. Otras dos obras donde se despliega con
generosidad la sabiduría mariteniana son “El imposible antisemitismo” y
“El misterio de Israel y otros ensayos”, así como también puede ella
encontrarse estudiada en numerosos artículos de los Cahiers Jacques
Maritain. No es un propósito ahora realizar un estudio de esta temática sino
simplemente brindar algunos elementos que permitan comprender o
fundamentar el carácter precursor del ilustre pensador cristiano también en
esta materia.
En la segunda parte de su disertatio, titulada “La
significación teologal de la dispersión de Israel”, el humanista recuerda un
concepto fundamental que más tarde tendría oportuna acogida en el propio
texto de la declaración conciliar: las promesas de Dios no tienen
arrepentimiento, Dios no se arrepiente de sus promesas142. En éste y otros
puntos puede comprobarse así que el pensamiento mariteniano constituye
una fuente directa de la declaración que cambió la historia.
En esta misma obra el humanista cristiano incluye además el
pensamiento de León Bloy que también reproduce en su sustancia más
profunda el propio Concilio:
Suponed, escribía León Bloy, a personas que hablasen en
derredor vuestro continuamente de vuestro padre y de vuestra madre con el
mayor desprecio y que sólo tuvieran para ellos injurias y sarcasmos
ultrajantes. ¿Cuáles serían vuestros sentimientos? Pues bien, esto es
exactamente lo que ocurre a Nuestro Señor Jesucristo. Se olvida o más aún,
no se quiere saber que nuestro Dios hecho hombre es judío, el judío por
excelencia de naturaleza, el León de Judea; que su madre es una judía, la
flor de la raza judía; que los apóstoles han sido judíos tanto como los
profetas. En fin, que toda nuestra liturgia está tomada de los libros judíos.
Entonces, ¿cómo expresar la enormidad del ultraje y de la blasfemia que
consisten en vilipendiar a la raza judía?143.
En todas las tesis maritenianas se reconoce un eje
fundamental en el concepto de persona humana, también en relación a la
cuestión judía. El filósofo tomista integra una pléyade de pensadores que
conforman toda una corriente de pensamiento conocida como el
personalismo francés, que ha tenido un notorio influjo en el magisterio
eclesiástico del último siglo, singularmente en el Concilio Vaticano II y en
el papa Pablo VI y finalmente en Juan Pablo II. Estos filósofos son Gabriel
Marcel (1889-1973), Emmanuel Mounier (1905-1950) y Maurice
Nédoncelle (1905-1976). También conforman este colectivo, sin constituir
140
Cfr. Jn, IV, 22.
Sin embargo, en sus años jóvenes Maritain como es natural aparece influido por la
enseñanza tradicional católica en el punto.
142
Cfr. Jacques MARITAIN, Los judíos...cit., 31.
143
Cfr. Jacques MARITAIN, op. cit., 39-40.
141
37
propiamente una escuela, grandes figuras intelectuales como Etienne Gilson,
Henri Marrou, Jean Lacroix, Nicolás Berdaiev, Claude Bernanos, Paul
Claudel, Charles Péguy, Yves Congar y Henri de Lubac.
El pensamiento mariteniano sobre el judaísmo resulta así una
aplicación concreta de una concepción más general sobre la persona. El ser
humano, más que individuo, es persona y la sociedad no es sino una
comunión de personas144. Maritain encuentra en la simiente evangélica y en
su mensaje de un amor redentor la grandeza de la humanidad reflejada en
una dignidad humana ofendida, herida y humillada.
Este es el ideal histórico de la nueva cristiandad que resulta
del ideario planteado en el humanismo integral y resumido en las encíclicas
pauliana y juanpauliana ambas de claro cuño mariteniano: todo el hombre y
todos los hombres y el hombre es el camino de la Iglesia145.
Si los sistemas ideológicos del siglo veinte han sido tan
inhumanos es porque no han reconocido la centralidad de la persona, y es en
la Shoah donde se percibe con mayor nitidez y de un modo emblemático
esa inhumanidad que hoy vemos en toda su monstruosidad, pero que para
millones de seres humanos fue algo mas o menos admitido bajo la hipnosis
ideológica.
El retorno a las fuentes bíblicas fue el principio de la
renovación de una manera de la Iglesia de concebirse a sí misma y de
comprender su misión entre los hombres146. Pero de modo similar, fue ese
mismo regreso a las nutrientes originales del cristianismo el que permitió
también percibir con una mayor hondura el lugar del pueblo judío en la
historia de la salvación.
Para los cristianos Jesucristo es el León de Judá que expresa
y realiza la salvación que viene de los judíos. Para los judíos Jesucristo es el
rabbi cuya promesa consiste en llevar a su cumplimiento la ley de los
profetas del pueblo elegido. Dos visiones complementarias, nunca opuestas.
¿Cuál sería el rol del filósofo en la historia de dos hermanos
que no se reconocieron en la oscuridad? Para que
ese mutuo
reconocimiento cuajara era necesario iluminar, que es la misión de los
grandes hombres y mujeres de la humanidad. Maritain fue una luz en ese
encuentro entre dos pueblos, y es en esa misma luz que es la reverberación
de la verdad donde los cristianos pero también los judíos pudieron ver
reflejado el misterio perenne del amor147.
144
Cfr. Luis Luis LORDA, Antropología. Del Concilio Vaticano II a Juan Pablo II, Palabra,
Madrid, 1996, 46 y 47. La idea de communio personarum fue desarrollada por Juan Pablo II en
ámbitos como la empresa, la familia y la comunidad política.
145
Cfr. PABLO VI, Populorum Progressio, 14 y JUAN PABLO II, Centesimus Annus, cap.
VI. Como una prueba más de su centralidad en el magisterio, el actual papa Francisco ha vuelto
sobre el sintagma en su documento programático. Cfr. FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 181.
146
Cfr. Peter HEBBLETHWAITE, Pablo VI: El primer papa moderno, Javier Vergara, Bs. As.,
1995, 303. Debe aquí recordarse que la especialidad del cardenal Bea fue la teología bíblica.
147
Robert ROYAL (ed), Maritain and the Jews, citada.
38
39
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