Ramas de la lingüística

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¿Qué es la gramática?
Es la rama de la lingüística que tiene por objeto el estudio de la forma y composición de las palabras
(morfofonología), así como de su interrelación dentro de la oración o de la frase (sintaxis). El estudio de la
gramática muestra el funcionamiento de las palabras en una lengua.
Distintos tipos de gramática
La primera vez que casi todo el mundo establece contacto con la gramática es en la escuela cuando estudia su
propia lengua o al aprender otra, como segunda lengua. Se denomina normativa porque dice cuál es el
funcionamiento de las diversas partes de la oración según la norma de cada idioma. Dictamina qué palabras
son compatibles entre sí y qué oraciones están bien formadas, de manera que cualquier hablante a través de las
reglas gramaticales perciba si emplea bien o mal esa lengua.
Es una forma de enfrentarse a la formación de las palabras, oraciones y frases de un determinado idioma.
Ahora bien, existen otras formas de gramática que se interesan por los cambios: cuando se estudian los que ha
habido en la formación de las palabras y de las oraciones a lo largo de la historia −por ejemplo, cómo era una
determinada palabra o una construcción en el español antiguo o el de el siglo de oro − se aborda el estudio de
la gramática histórica. Otros enfoques plantean cuáles son las semejanzas y diferencias que existen entre
varias lenguas y se realiza desde una perspectiva de la gramática comparada, que establece las relaciones que
hay entre las lenguas al comparar su fonética y las equivalencias en el significado de las palabras; así al buscar
formas análogas en las lenguas próximas las gramáticas pueden descubrir qué forma influye de una lengua en
otra. Otra posibilidad es investigar cómo se emplean las palabras y qué tipos de oraciones son las adecuadas
según sea el contexto social en que se empleen; ése es el objeto de la gramática funcional.
Desde otra perspectiva se describe cómo están organizadas las unidades mínimas con significado que forman
las palabras (morfemas) y las que forman las oraciones (constituyentes). A tal enfoque se le denomina
gramática descriptiva. Su estudio contiene las formas del idioma actual registradas por los hablantes nativos
de una determinada lengua y representada por medio de símbolos escritos. La gramática descriptiva indica qué
lenguas −e incluso aquéllas que nunca se han escrito ni registrado por ningún otro procedimiento− tienen una
estructura parecida.
Todos estos enfoques de la gramática (normativa, histórica, comparativa, funcional y descriptiva) estudian la
morfología y la sintaxis; sólo tratan los aspectos que poseen una estructura. Por lo que constituyen una parte
de la lingüística que se distingue de la fonología (estudio de los fonemas) y de la semántica (estudio del
significado). Así entendida es la parte organizativa de la lengua.
Se llama gramática generativa transformacional a la fundada por el investigador estadounidense Noam
Chomsky. Se trata de un enfoque muy diferente, casi toda una teoría del lenguaje. Los generativistas
entienden por lenguaje "el conocimiento que poseen los seres humanos que les permite adquirir cualquier
lengua". Es una especie de gramática universal, un estudio analítico de los principios que subyacen en todas
las gramáticas humanas.
¿Para qué sirve la ortografía?
La ortografía se puede describir como: es el uso correcto de las letras para escribir palabras. Concretamente el
término ortografía subraya que las letras se usan de acuerdo con unas determinadas convenciones que se
expresan a través de un conjunto de normas. Éstas establecen el uso correcto de las letras y los demás signos
gráficos en la escritura de una lengua cualquiera en un tiempo concreto. La escritura alfabética es en su origen
una escritura fonética, ahora bien, no existe alfabeto alguno que sea una representación exacta de su lengua.
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Incluso en el caso del español, que es junto al alemán una de las lenguas que mejor representa su fonética,
existen 28 letras para representar sus 24 fonemas básicos.
Esto demuestra que un solo fonema puede escribirse con más de una letra, como el palatal /y/, que se puede
escribir según las normas ortográficas con la letra y o con el dígrafo ll; el fonema velar /x/, que se escribe por
medio de las letras g o j (y en México también x); o el fonema /s/ que para los latinoamericanos en general se
escribe con las letras c, s y z, y en algunas palabras de origen náhuatl con la letra x. En otras lenguas el
desajuste entre la fonética y la ortografía es mayor, como por ejemplo en el caso del inglés, donde sólo un
25% de las palabras se escriben siguiendo una adecuación fonética. Además, hay que tener en cuenta que la
pronunciación de una lengua varía de forma notable tanto en el espacio, por lo que aparecen los dialectos,
como en el tiempo. Por otro lado, algunas normas ortográficas son de origen gramatical y no fonético como
por ejemplo el escribir con mayúscula cualquier nombre propio, o escribir n ante f o v. Esta exigencia
gramatical se aplicará incluso a los neologismos que puedan entrar en la lengua.
La ortografía no es un mero artificio que pueda cambiarse con facilidad. Un cambio ortográfico representa un
cambio importante en una lengua. La ortografía es el elemento que mantiene con mayor firmeza la unidad de
una lengua hablada por muchas personas originarias de países muy alejados. Esto ocurre con el español, el
árabe, el inglés o el francés, por poner algunos ejemplos. Si la ortografía cambiara para ajustarse sólo a
criterios fonéticos, el español podría fragmentarse en tantas lenguas como regiones del mundo donde se habla,
pues poseen algunos hábitos articulatorios diferentes, y si se representara en la escritura, con el paso del
tiempo aparecerían graves problemas de comprensión que conducirían a la incomunicación. La ortografía no
es sólo un hecho estrictamente gramatical, sino que también obedece a motivos claramente extralingüísticos.
En la escritura del español se observan tres grandes etapas, que coinciden en términos generales con los tres
momentos de su evolución histórica. Los primeros documentos que se escriben en castellano no se ajustan a
una única norma ortográfica, porque no existía, pero a partir del reinado de Alfonso X sí se detecta una cierta
uniformidad; ésta es quizás la escritura más fonética de la historia del idioma, porque intenta reproducir las
creaciones recientes de una lengua que pugna por ocupar el lugar del latín como lengua culta. Por ejemplo, en
esta gráfica medieval tienen su lugar consonantes hoy desaparecidas: ss, que correspondería a un sonido sordo
de [s] en posición intervocálico, ç para un sonido [ts], que desapareció siglos después y algunos otros.
En el siglo XV Nebrija escribe su Gramática de la lengua castellana y fija en ella la primera norma
ortográfica que reproduce y retoca el humanista Gonzalo Correas en el siglo XVII, aquí se consagra que la
diferencia entre b y v es sólo ortográfica pero no fonética. De acuerdo con ella, se publican y editan los textos
del Siglo de Oro. Los cambios fonéticos de la lengua hablada, que se habían iniciado con la propagación del
castellano por el mundo, habían concluido y se hacía necesaria una nueva norma ortográfica que los fijara y
divulgara a regiones tan extensas como alejadas: por esta razón en 1741 la Real Academia Española publica la
Ortografía que está prácticamente vigente hasta el siglo XX. En el año 1959 la Academia publica las Nuevas
Normas de Prosodia y Ortografía que se distribuyen por las estaciones de radio, por las redacciones de los
periódicos y se pactan con las otras academias de la lengua del continente americano lo que garantiza su
cumplimiento y asegura un único criterio para la lengua literaria impresa. Aquí reciben el mismo tratamiento
tanto las normas referidas a la escritura de las palabras como las referidas a los demás signos que necesita la
escritura.
En otras lenguas, las reformas ortográficas proceden también de hechos relacionados con los cambios
fonéticos y gramaticales que cada una sufre a lo largo de su historia; así el holandés, el francés o el noruego,
por citar algunos ejemplos, han sufrido recientes reformas ortográficas que han patrocinado sus gobiernos
respectivos, porque durante el siglo XX todas las lenguas han conocido la necesidad de adoptar préstamos
procedentes de la revolución tecnológica, informativa y científica; todas están en contacto y se hace necesario
fijar con nitidez las características peculiares de cada una. Ello sin olvidar la presión ejercida por el inglés que
se está consagrando como una auténtica lengua franca. En esta lengua, la obra de Webster consagró los usos
del inglés de Estados Unidos y con ello sus cambios ortográficos frente a las escrituras del inglés europeo.
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En el caso del francés, la primera fijación de la ortografía coincide también con el siglo XVII y es resultado de
la fundación de la Academia Francesa por Richelieu que obligó y consagró de forma oficial el uso y las
normas de la lengua culta. A finales del siglo XVIII había tanta diferencia entre la lengua culta y la popular,
que una de las formas por las que los revolucionarios franceses descubrían la condición de los nobles, era su
forma de leer las letras del diptongo oi que correspondía a los fonemas /e/ para la lengua culta y /wa/ para la
vulgar y popular, consagrándose por razones políticas este valor fonético, sin que ninguna reforma ortográfica
posterior la haya recogido.
Como queda demostrado por todos estos hechos, la ortografía en una lengua no es tan arbitraria como parece
y responde no sólo a la representación fonética de las lenguas, sino que sobre todo, supone un elemento de
cohesión que fija una norma escrita única en las lenguas que son comunes a países diferentes.
FONETICA
La Fonética es la rama de la lingüística que estudia la producción, naturaleza física y percepción de los
sonidos de una lengua. Sus principales ramas son: fonética experimental, fonética articulatoria, fonemática o
fonética acústica.
Fonética experimental
Es la que estudia los sonidos orales desde el punto de vista físico, reuniendo los datos y cuantificando los
datos sobre la emisión y la producción de las ondas sonoras que configuran el sonido articulado. Utiliza
instrumentos como los rayos X y el quimógrafo, que traza las curvas de intensidad. El conjunto de los datos
analizados al medir los sonidos depende únicamente de la precisión del instrumental así como de otros
conocimientos conexos. También se han descubierto diferencias importantes en cada sonido oral.
Fonética articulatoria
Es la que estudia los sonidos de una lengua desde el punto de vista fisiológico, es decir, describe qué órganos
orales intervienen en su producción, en qué posición se encuentran y cómo esas posiciones varían los distintos
caminos que puede seguir el aire cuando sale por la boca, nariz, o garganta, para que se produzcan sonidos
diferentes. No se ocupa de todas las actividades que intervienen en la producción de un sonido, sino que
selecciona sólo las que tienen que ver con el lugar y la forma de articulación. Los símbolos fonéticos y sus
definiciones articulatorias son las descripciones abreviadas de tales actividades. Los símbolos fonéticos que se
usan más frecuentemente son los adoptados por la Asociación Fonética Internacional en el alfabeto fonético
internacional (A.F.I.) que se escriben entre corchetes.
Los órganos que intervienen en la articulación del sonido son móviles o fijos. Son móviles los labios, la
mandíbula, la lengua y las cuerdas vocales, que a veces reciben el nombre de órganos articulatorios. Con su
ayuda el hablante modifica la salida del aire que procede de los pulmones. Son fijos los dientes, los alveolos,
el paladar duro y el paladar blando. Los sonidos se producen cuando se ponen en contacto dos órganos
articulatorios por ejemplo el bilabial (p), que exige el contacto entre los dos labios; también cuando se ponen
en contacto un órgano fijo y otro articulatorio, y el sonido se nombra con los órganos que producen la juntura,
o punto de articulación, como por ejemplo el sonido labiodental (f) que exige el contacto entre el labio inferior
y los incisivos superiores. Cuando es la lengua el órgano móvil no se hace referencia a ella en la
denominación del sonido, así el sonido (t) que se produce cuando la lengua toca la parte posterior de los
incisivos superiores se llama dental.
El modo de articulación se determina por la disposición de los órganos móviles en la cavidad bucal y cómo
impiden o dejan libre el paso del aire. Esta acción puede consistir en la interrupción instantánea y completa
del paso del aire para las implosivas; en dejar abierto el paso nasal pero interrumpido el oral para las nasales;
en producir un contacto con la lengua pero dejar libre el paso del aire a uno y otro lado para las laterales; en
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producir una leve interrupción primero y dejar el paso libre después para las africadas; en permitir el paso del
aire por un paso estrecho por el que el aire pasa rozando para las fricativas, y en permitir el paso libre del aire
por el centro de la lengua sin fricción alguna para las vocales.
Se emiten diferentes clases de vocales según varíe la posición de la lengua, tanto a partir de su eje vertical
(alta, media y baja), como a partir de su eje horizontal (anterior, central y posterior). Por ejemplo, en español
son vocales altas las vocales de la palabra huir, es decir, la [i] y la [u]. Son vocales medias la [e] y la [o], es
decir las vocales de la palabra pero y es vocal baja la [a] de la palabra va. Así, la lengua va de abajo arriba
para pronunciar las dos vocales seguidas de la palabra aire, pero desciende a una posición media para
pronunciar su última vocal. Hace el camino contrario de arriba abajo para pronunciar puerta. Son vocales
anteriores del español la [i] y la [e], es decir las vocales seguidas de la palabra piel; las vocales posteriores son
la [o] y la [u], es decir las vocales de la palabra puro; la [a] es la vocal central. La lengua se mueve de atrás
hacia adelante para emitir las vocales de la palabra totales, hace el camino contrario para emitir las vocales de
la palabra piélago. Las posiciones que mantiene la lengua para emitir las vocales u, i y a constituyen los
vértices del llamado esquema vocálico uai.
Fonemática
Es el estudio de los sonidos en el discurso, es decir, de los fonemas que son las unidades mínimas distintivas.
Por ejemplo, entre las palabras las y los sólo existe una diferencia de significado y de forma que es la que
representa la distinción entre los fonemas [a] y [o]. Lo mismo sucede entre pala, para, paga, pana y pasa, las
diferencias de significado se apoyan en los diferentes fonemas que las distinguen, esto es, [l], [r], [g], [n] y [s].
Los fonemas están configurados también por unidades mínimas que los diferencian entre sí y son los llamados
rasgos distintivos. La única diferencia que existe entre el fonema [p] que corresponde a una consonante
bilabial, oclusiva, sorda y el fonema [b] que corresponde a una consonante bilabial, oclusiva sonora, es su
modo de articulación: sorda la primera, frente a la segunda que es sonora. No siempre se mantienen como
fonemas distintos las diferencias que proceden de un solo rasgo distintivo, por ejemplo la primera d de la
palabra dedo corresponde a una consonante dental oclusiva sonora, y la segunda es dental fricativa sonora. En
este caso no estamos ante dos fonemas sino ante dos valores del mismo fonema; a veces dos fonemas
diferentes en una lengua dada son el mismo en otra, por ejemplo el español mantiene la diferencia fonética
entre los sonidos [r] y [l], pero el japonés no ni el habla andaluza tampoco. De acuerdo con todo esto hay que
distinguir entre fonemas y letras, aunque existen muchas coincidencias también hay desacuerdos muy
importantes que apoyan esta diferencia. El fonema es un concepto ideal que está representado por unos signos
escritos, las letras, aunque no todas representan un fonema. La letra v del español actual corresponde al
fonema /b / que es una consonante bilabial, oclusiva, sonora; pero el fonema / v /que corresponde a una
consonante labiodental, fricativa, sonora ha desaparecido en el sistema fonético actual, aunque estuvo presente
en la historia de la lengua hasta el siglo XVIIII, y todavía hoy se usa en algunos países de América del Sur.
Además hay letras que no representan fonema alguno como es el caso de la letra h que es muda en nuestra
lengua. La escribimos como recuerdo histórico de una aspiración o de una f inicial del latín, pero no tiene
valor fonético. Por otro lado, algunas letras expresan distintos fonemas, como la c,[z] y [k] en España, y [s] y
[k] en Latinoamérica y zonas de Andalucía.
Fonética acústica
Es la que estudia la onda sonora como la salida de un resonador cualquiera; esto es, equipara el sistema de
fonación con cualquier otro sistema de emisión y reproducción de sonidos. En la comunicación, las ondas
sonoras tienen un interés mayor que la articulación o producción de los sonidos, para un determinado
auditorio recibe y descodifica la impresión a pesar de que haya sido emitida por medio de una articulación
oral, o por medio de un determinado aparato emisor de sonidos o incluso por medio de una cotorra. Para
grabar las características más significativas de las ondas sonoras y para determinar el resultado de las distintas
actividades articulatorias se puede emplear el espectrógrafo. De forma experimental, para poder llegar a saber
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cuáles son los rasgos necesarios y suficientes que identifican los sonidos de la lengua, se suprimieron partes
de la grabación de la onda sonora y se reprodujeron otras.
Historia
Los primeros estudios de fonética se realizaron hace más de 2000 años y los llevaron a cabo quienes
estudiaban el sánscrito como el gramático Panini que se ocupó de la articulación fonética para establecer la
pronunciación inalterable de los libros sagrados en las ceremonias y los ritos. El primer fonetista del mundo
moderno fue el danés J. Matthias, autor del tratado De Litteris (1586). El matemático inglés John Wallis, que
era maestro de los sordomudos, fue quien primero clasificó las vocales según su punto de articulación (1653).
El alemán C. F. Hellwag inventó el triángulo vocálico en 1781. Diez años más tarde el físico austriaco
Wolfgang von Kempelen inventó una máquina que producía sonidos. El médico alemán Hermann Helmholtz,
que escribió Sensaciones del tono (1863), inauguró el estudio de la fonética acústica; el abad francés Jean
Pierre Rousselot fue el primer investigador de la fonética experimental y escribió Principes de phonétique
experimentale que se publicaron entre los años 1897−1908. También en el siglo XIX se empieza a estudiar la
fonética desde otro ángulo y se esboza la teoría del fonema por Jan Baudouin de Courtenay, y la formula el
fundador de la escuela estructuralista el suizo, Ferdinand de Saussure. En la escuela de la fonética descriptiva
y articulatoria trabaja el español Tomás Navarro Tomás que escribe Manual de pronunciación española, su
discípulo Samuel Gili Gaya publica en 1961 los Elementos de fonética general. En los Estados Unidos el
lingüista Leonard Bloomfield y el antropólogo Edward Sapir contribuyen de forma decisiva a la teoría
fonética, mientras el creador del Círculo de Praga, Roman Jakobson, desarrolló la teoría de las características
universales de todos los sistemas fonémicos. La escuela española de Fonética tiene dos líneas de trabajo: la
estructuralista que representa Emilio Alarcos con su obra Fonología Española publicada en 1969 y la acústica
representada por Antonio Quilis colaborador del fonetista danés Betil Malmberg, que publica Fonética y
fonología del español en 1963.
¿Qué es la semántica?
Semántica (del griego semantikos, 'lo que tiene significado'), estudio del significado de los signos
lingüísticos, esto es, palabras, expresiones y oraciones. Quienes estudian la semántica tratan de responder a
preguntas del tipo "¿Cuál es el significado de X (la palabra)?". Para ello tienen que estudiar qué signos existen
y cuáles son los que poseen significación −esto es, qué significan para los hablantes, cómo los designan (es
decir, de qué forma se refieren a ideas y cosas), y por último, cómo los interpretan los oyentes−. La finalidad
de la semántica es establecer el significado de los signos −lo que significan− dentro del proceso que asigna
tales significados.
La semántica se estudia desde una perspectiva filosófica (semántica pura), lingüística (semántica teórica y
descriptiva) así como desde un enfoque que se conoce por semántica general. El aspecto filosófico está
asentado en el conductismo y se centra en el proceso que establece la significación. El lingüístico estudia los
elementos o los rasgos del significado y cómo se relacionan dentro del sistema lingüístico. La semántica
general se interesa por el significado, por cómo influye en lo que la gente hace y dice.
Cada uno de estos enfoques tiene aplicaciones específicas. En función de la semántica descriptiva, la
antropología estudia lo que entiende un pueblo por importante desde el punto de vista cultural. La psicología,
sustentada por la semántica teórica, estudia qué proceso mental supone la comprensión y cómo identifica la
gente la adquisición de un significado (así como un fonema y una estructura sintáctica). El conductismo
aplicado a la psicología animal estudia qué especies animales son capaces de emitir mensajes y cómo lo
hacen. Quienes se apoyan en la semántica general examinan los distintos valores (o connotaciones) de los
signos que supuestamente significan lo mismo, (del tipo 'el manco de Lepanto' y 'el autor del Quijote', para
referirse los dos a Cervantes). La crítica literaria, influida por los estudios que distinguen la lengua literaria de
la popular, describe cómo las metáforas evocan sentimientos y actitudes, entroncándose también en la
semántica general.
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La perspectiva filosófica
A finales del siglo XIX, el lingüista francés Jules Alfred Bréal, propuso la "ciencia de las significaciones",
avanzando un paso más en los planteamientos del suizo Ferdinand de Saussure, que había investigado de qué
forma se vincula el sentido a las expresiones y a los demás signos. En 1910 los filósofos británicos Alfred
North Whitehead y Bertrand Russell publicaron los Principia Mathematica, (Principios matemáticos) que
ejercieron una gran influencia en el Círculo de Viena, un grupo de filósofos que desarrollaron un estudio
filosófico de gran rigor conocido por positivismo lógico.
Lógica simbólica
Una de las figuras más destacadas del Círculo de Viena, el filósofo alemán Rudolf Carnap, realizó su más
importante contribución a la semántica filosófica cuando desarrolló la lógica simbólica: sistema formal que
analiza los signos y lo que designan. El positivismo lógico entiende que el significado es la relación que existe
entre las palabras y las cosas, y su estudio tiene un fundamento empírico: puesto que el lenguaje, idealmente,
es un reflejo de la realidad, sus signos se vinculan con cosas y hechos. Ahora bien, la lógica simbólica usa una
notación matemática para establecer lo que designan los signos, y lo hace de forma más precisa y clara que la
lengua también constituye por sí misma un lenguaje, concretamente un metalenguaje (lenguaje técnico
formal) que se emplea para hablar de la lengua como si de otro objeto se tratara: la lengua es objeto de un
determinado estudio semántico.
Una lengua objeto tiene un hablante (por ejemplo una francesa) que emplea expresiones (como por ejemplo la
plume rouge) para designar un significado, (en este caso para indicar una determinada pluma −plume− de
color rojo −rouge−. La descripción completa de una lengua objeto se denomina semiótica de esa lengua. La
semiótica presenta los siguientes aspectos: 1) un aspecto semántico, en el que reciben designaciones
específicas los signos (palabras, expresiones y oraciones); 2) un aspecto pragmático, en el que se indican las
relaciones contextuales entre los hablantes y los signos; 3) un aspecto sintáctico, en el que se indican las
relaciones formales que existen entre los elementos que conforman un signo (por ejemplo, entre los sonidos
que forman una oración).
Cualquier lengua interpretada según la lógica simbólica es una lengua objeto que tiene unas reglas que
vinculan los signos a sus designaciones. Cada signo que se interpreta tiene una condición de verdad −una
condición que hay que encontrar para que el signo sea verdadero−. El significado de un signo es lo que
designa cuando se satisface su condición de verdad. Por ejemplo la expresión o signo la luna es una esfera la
comprende cualquiera que sepa español; sin embargo, aunque se comprenda, puede o no ser verdad. La
expresión es verdadera si la cosa a la que la expresión o signo se vincula −la luna− es de verdad una esfera.
Para determinar los valores de verdad del signo cada cual tendrá que comprobarlo mirando la luna.
Semántica de los actos de habla
La lógica simbólica de la escuela positivista intenta captar el significado a través de la verificación empírica
de los signos −es decir, comprobar si la verdad del signo se puede confirmar observando algo en el mundo
real−. Este intento de comprender así el significado sólo ha tenido un éxito moderado. El filósofo austriaco
nacionalizado británico Ludwig Wittgenstein la abandonó en favor de su filosofía del "lenguaje corriente"
donde se afirmaba que la verdad se basa en el lenguaje diario. Puntualizaba que no todos los signos designan
cosas que existen en el mundo, ni todos los signos se pueden asociar a valores de verdad. En su enfoque de la
semántica filosófica, las reglas del significado se revelan en el uso que se hace de la lengua.
A partir de la filosofía del lenguaje diario la teoría ha desarrollado la semántica de los actos de habla, (donde
habla es una realización concreta del lenguaje, según fue definida por Saussure). El filósofo británico J. L.
Austin afirma que, cuando una persona dice algo, realiza un acto de habla, o hace algo, como enunciar,
predecir o avisar, y su significado es lo que se hace en el acto de hablar por medio de la expresión. Dando un
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paso más en esta teoría, el estadounidense John R. Searle se centra en la necesidad de relacionar las funciones
de los signos o expresiones con su contexto social. Afirma que el habla implica al menos tres tipos de actos:
1) actos locucionarios, cuando se enuncian cosas que tienen cierto sentido o referencia (del tipo la luna es una
esfera); 2) actos ilocucionarios, cuando se promete o se ordena algo por medio de viva voz, y 3) actos
perlocucionarios, cuando el hablante hace algo al interlocutor mientras habla, como enfurecerlo, consolarlo,
prometerle algo o convencerlo de algo. La fuerza ilocucionaria, que reciben los signos −gracias a las acciones
implícitas en lo que se dice− expresa las intenciones del hablante. Para conseguirlo, los signos que se empleen
tienen que ser adecuados, sinceros y consistentes con las creencias y conducta del hablante, y así mismo
tienen que ser reconocibles por el oyente y tener para él significado.
La semántica filosófica estudia la distinción entre la semántica organizada sobre los valores de verdad y la
semántica de los actos de habla. Las críticas a esta teoría mantienen que su verdadera función es analizar el
significado de la comunicación (como opuesto al significado del lenguaje), y que por consiguiente se
convierte en pragmática, es decir, en semiótica, y por tanto relaciona los signos con el conocimiento del
mundo que muestran los hablantes y los oyentes, en lugar de relacionar los signos con lo que designan
(aspecto semántico) o de establecer las relaciones formales que hay entre los signos (aspecto sintáctico).
Quienes realizan esta crítica afirman que la semántica debe limitarse a asignar las interpretaciones que
corresponden a los signos, independientemente de quien sea el hablante y el oyente.
Perspectiva lingüística
Básicamente se distinguen dos escuelas: la semántica descriptiva y la teórica.
Semántica descriptiva.
Desde esta perspectiva, las investigaciones se centran en examinar lo que significan los signos en una lengua
concreta. Por ejemplo, investigan lo que constituye un nombre, un sintagma nominal, un verbo o un sintagma
verbal. En algunas lenguas como el español, el análisis se hace a través de la relación sujeto−predicado. En
otras lenguas que no tienen claras las distinciones entre nombres, verbos y preposiciones, se puede decir lo
que significan los signos cuando se analiza la estructura de lo que se llaman proposiciones. En este análisis, un
signo es un operador que se combina con uno o más argumentos, signos también, −a menudo argumentos
nominales (o sintagmas nominales)− o bien relaciona los argumentos nominales con otros elementos de la
expresión (como los sintagmas preposicionales o los adverbiales). Por ejemplo, en la expresión: El árbitro
señaló falta al delantero, señaló es un operador que relaciona los argumentos 'el árbitro', 'al delantero', con el
operador 'falta'.
Tanto si se hace el análisis basándose en la relación sujeto−predicado, como si se realiza partiendo de la
proposición, la semántica descriptiva fija las clases de expresiones (o clases de unidades que se pueden
sustituir dentro de un mismo signo) y las clases de unidades, que son las partes de la oración, como se llaman
tradicionalmente (como nombres y verbos). Así pues las clases que resultan, se definen en términos
sintácticos, que además ejercen papeles semánticos; planteado de otra manera, las unidades que constituyen
las clases realizan funciones gramaticales específicas, y cuando las realizan, establecen el significado por
medio de la predicación, la referencia y las distinciones entre entidades, relaciones y acciones. Por ejemplo
'mojar' pertenece a una determinada clase de expresión que contiene otras unidades como 'modificar' y 'curar',
y también pertenece a la parte de la oración que se conoce por verbo, donde forma parte de la subclase
operadores que necesitan dos argumentos, uno agente y otro paciente. En La lluvia moja las calles, el papel
semántico de 'moja' es el de relacionar dos argumentos nominales ('lluvia' y 'calles'), por lo tanto su papel
semántico es el de identificar un tipo de acción. Desgraciadamente no siempre es posible establecer una
correlación exacta entre clases semánticas y papeles semánticos. Por ejemplo, 'David' tiene el mismo papel
semántico −el de identificar a una persona− en las siguientes oraciones: No nos parece fácil querer a David y
No parece fácil que David nos quiera. Sin embargo el papel sintáctico de 'David' es diferente en las dos
oraciones: en la primera 'David' es paciente y receptor de la acción, en la segunda es agente.
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La antropología, llamada etnolingüística, se sirve de la semántica lingüística para determinar cómo expresan
los signos de una lengua las percepciones y creencias del pueblo que la habla, y esto es lo que se realiza por
medio del análisis semántico formal (o análisis de componentes). Se entiende por signo una palabra, con
unidad propia en el vocabulario, a la que se llama lexema. El análisis de componentes demuestra la idea de
que las categorías lingüísticas influyen o determinan la visión del mundo que tiene un determinado pueblo;
esta hipótesis, llamada por algunos "hipótesis de Whorf", la han formulado varios autores y ha sido muy
debatida a principios de este siglo por otros autores como Sapir, Vendryes o Menéndez Pidal. En el análisis de
componentes, los lexemas que pertenecen al mismo campo de significación, integran el dominio semántico.
Éste se caracteriza por una serie de rasgos semánticos distintivos (componentes o constituyentes) que son las
unidades mínimas de significado que distinguen a un lexema de otro. Un análisis de este tipo fija, por
ejemplo, que en español el dominio semántico de asiento recubre básicamente los lexemas silla, sillón, sofá,
banco, taburete y banqueta que se distinguen entre sí por tener o no respaldo, brazos, número de personas que
se acomodan en el asiento, y altura de las patas. Pero todos los lexemas tienen en común un componente o
rasgo de significación: algo sobre lo que sentarse.
Con el análisis de componentes, los lingüistas esperan poder identificar el conjunto universal de los rasgos
semánticos que existen, a partir de los cuales cada lengua construye el suyo propio que la hace distinta de otra.
El antropólogo estructuralista francés Claude Lévi−Strauss ha aplicado la hipótesis de los rasgos semánticos
universales para analizar los sistemas de mito y parentesco de varias culturas. Demostró que los pueblos
organizan sus sociedades e interpretan sus jerarquías en ellas de acuerdo con ciertas reglas, a pesar de las
aparentes diferencias que muestran.
Semántica teórica
Esta escuela busca una teoría general del significado dentro de la lengua. Para sus seguidores, llamados
generativistas, el significado forma parte del conocimiento o competencia lingüística que todo humano posee.
La gramática generativa, como modelo de la competencia lingüística, tiene tres componentes: el fonológico,
(sistema de sonidos), el sintáctico y el semántico. Éste ultimo, dado que forma parte de la teoría generativa
sobre el significado, se entiende como un sistema de reglas para decidir cómo hay que interpretar los signos
susceptibles de interpretación y determina qué signos carecen de interpretación aunque sean expresiones
gramaticales. Por ejemplo la frase Los gatos impresionistas pitaron una escalera carece de significado aunque
sea una oración aceptable desde el punto de vista de su corrección sintáctica, −no hay reglas que puedan
interpretarla porque la frase está semánticamente bloqueada−. Estas mismas reglas también tienen que decidir
qué interpretación es la adecuada en algunas oraciones ambiguas como: Tropezó el burro de Sancho que
puede tener al menos dos interpretaciones.
La semántica generativa surgió para explicar la capacidad que tiene el hablante para producir y entender
expresiones nuevas donde falla la gramática o la sintaxis. Su finalidad es demostrar cómo y por qué una
persona, por ejemplo, comprende, en seguida que carece de significado la oración Los gatos impresionistas
pitaron una escalera aunque está construida según las reglas de la gramática española; o cómo ese hablante
decide en cuanto la oye, qué interpretación da, dentro de las dos posibles, a Tropezó el burro de Sancho.
La semántica generativa desarrolla la hipótesis de que toda la información necesaria para interpretar
semánticamente un signo, (generalmente una oración) está en la estructura profunda sintáctica o gramatical de
la frase. Esa estructura profunda incluye lexemas (que hay que entender como palabras o unidades del
vocabulario que están formadas por rasgos semánticos que se han seleccionado dentro del conjunto universal
de los rasgos semánticos). En una estructura superficial (esto es cuando se habla) los lexemas aparecerán
como nombres, verbos, adjetivos y otras partes de la oración, es decir, como unidades del vocabulario.
Cuando un hablante produce una oración, asigna a los lexemas los papeles semánticos (del tipo sujeto, objeto
y predicado); el oyente escucha la oración e interpreta los rasgos semánticos que significan.
Se discute si son distintas la estructura profunda y la interpretación semántica. La mayoría de los
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generativistas afirman que una gramática debe generar la serie de expresiones bien construidas que sean
posibles en cada lengua, y que esa gramática debería asignar la interpretación semántica que corresponda a
cada expresión.
Se discute también si la interpretación semántica debe entenderse que está basada en la estructura sintáctica
(esto es, procede de la estructura profunda de la oración), o si debe estar basada sólo en la semántica. De
acuerdo con Noam Chomsky, el fundador de esta escuela −dentro de una teoría de base sintáctica− puede que
la estructura superficial y la profunda determinen conjuntamente la interpretación semántica de una expresión.
Semántica general
Se centra en responder a la cuestión que plantea cómo los pueblos valoran las palabras y cómo influye en su
conducta esa valoración. Sus principales representantes son el lingüista estadounidense de origen polaco
Alfred Korzybski y el también lingüista y político de la misma nacionalidad S. I. Hayakawa, quienes se
esforzaron en alertar a la gente de los peligros que conlleva el tratar las palabras sólo en su condición de
signos. Estos autores usan en sus escritos las directrices de la semántica general para invalidar las
generalizaciones poco rigurosas, las actitudes rígidas, la finalidad incorrecta y la imprecisión. No obstante,
algunos filósofos y lingüistas han criticado la semántica general porque carece de rigor científico, razón por la
cual este enfoque ha perdido popularidad.
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