Frente único: la actualidad de una cuestión

Anuncio
I dZ
Marzo
| 15
Frente único: la
actualidad de una
cuestión estratégica
Ilustraciones: Anahí Rivera
Juan Dal Maso
Comité de redacción.
Fernando Rosso
Comité de redacción.
En las conclusiones del libro Las antinomias
de Antonio Gramsci, Perry Anderson planteaba a fines de los ‘70 que “(…) la tarea que debía
realizar el frente único está aún, cincuenta años
después, sin resolver. Las masas de Norteamérica, Europa occidental y Japón aún tienen que
ser ganadas para el socialismo revolucionario en
su pluralidad. Por lo tanto, la problemática central del frente único –el último consejo estratégico de Lenin al movimiento de la clase obrera
occidental antes de su muerte, el interés principal de Gramsci en la cárcel– conserva hoy toda
su validez (…) Las discusiones internacionales
que unieron y dividieron a Luxemburg, Lenin,
Lukács, Gramsci, Bordiga o Trotsky sobre estos
temas representan la última gran polémica estratégica en el movimiento obrero europeo”1.
Se refería a la política de frente único, del Tercero y el Cuarto Congresos de la Internacional
Comunista, que respondía tanto a la necesidad
de dar combates defensivos como a la de ganar
a la mayoría de la clase obrera como condición
necesaria para la lucha por el poder.
En nuestro país, cuando atravesamos un período de emergencia de la izquierda, sobre todo
agrupada en el Frente de Izquierda y los Trabajadores, recuperar y actualizar estas discusiones
clásicas que hacen a la táctica y la estrategia revolucionaria, se vuelve una tarea esencial.
Un repaso histórico y algunas consideraciones
Hay dos argumentos sobre la cuestión
del frente único, instalados casi como un lugar
común indiscutible en ciertos sectores de la izquierda reformista.
El primero, que la política del frente único de la
Tercera Internacional impulsada en 1921 y 1922,
implicaba, de desarrollarse consecuentemente,
abandonar “la perspectiva de toma del poder”
hacia una propuesta de progresión gradual al estilo de la vieja socialdemocracia.
El segundo, es que hay una continuidad natural entre el frente único proletario y la política
de “frentes populares” con la burguesía “antifascista” o “progresista”, interrumpida por el breve
lapso de sectarismo ultraizquierdista del “tercer
período”, como fue denominado por la Internacional Comunista, ya bajo dirección estalinista.
Incluso Perry Anderson, a quién citábamos más
arriba, tendía a caer en esta postura, cuando
afirmaba sobre la posición de Trotsky hacia el
Frente Popular en Francia: “mientras que en sus
ensayos sobre Alemania subrayaba la imperativa necesidad de ganar a la pequeñoburguesía
local para una alianza con la clase obrera (citando el ejemplo clásico del bloque contra Kornilov durante la revolución Rusa NdR), en sus
ensayos sobre el Frente Popular descartaba a la
organización tradicional de la pequeña burguesía local, el Partido Radical, por considerarlo
meramente un partido de ‘imperialismo democrático’ que en principio debía ser excluido de
toda alianza antifascista”2.
Recapitulemos un poco para refutar estas distorsiones. Los dos primeros congresos de la Tercera Internacional (Comunista)
se dan en el marco de un ascenso revolucionario de la lucha de clases, con epicentro en
Europa Occidental, después de la Revolución
Rusa. En este contexto, el Primer Congreso
(1919) sienta las bases de la nueva organización revolucionaria internacional y se separa
de manera tajante del reformismo, planteando que el único camino posible hacia el poder
obrero es el desarrollo de la lucha de clases,
la guerra civil y la necesaria instauración de la
dictadura del proletariado.
El Segundo Congreso (1920) sigue en la misma línea, en un contexto en que la Tercera Internacional ha profundizado la política hacia las
alas izquierdas de los partidos socialistas que se »
16 |
POLÍTCA
“Hay dos confusiones sobre el frente único. Una, que implicó
el abandono de la perspectiva de la toma del poder; la otra,
que es lo mismo que el Frente Popular.
acercan a los bolcheviques y en ese marco, busca establecer una relación entre la política parlamentaria y la estrategia insurreccional, en la
que se delimita de la práctica pacifista y gradualista de los parlamentarios socialdemócratas, al
mismo tiempo que combate las posiciones “ultraizquierdistas” que negaban la intervención
en los sindicatos y el parlamento.
En 1920-21, se dan tres hechos que expresan
un cambio en la relación de fuerzas entre las
clases. En Italia, son derrotadas las ocupaciones de fábricas, por una combinación de concesiones económicas y represión militar. En
Polonia, el Ejército Rojo llega hasta las puertas de Varsovia, luego de derrotar a los reaccionarios en Ucrania, pero este avance, contra
la previsión de Lenin, no es acompañado por
un levantamiento del proletariado polaco y los
bolcheviques deben retroceder. En Alemania,
el Partido Comunista protagoniza la llamada
“acción de Marzo” (1921), con el llamamiento
a la huelga general para “derrocar al gobierno”
(socialdemócrata), entrando en la provocación
de la burguesía que saturaba de policías las regiones obreras. Se enfrentan en las calles los
obreros contra los policías y soldados, y son
derrotados.
Estos hechos imponen un viraje a la Tercera Internacional que se resume en la expresión “conquista del poder, previa conquista de las masas”.
Y la orientación del Tercer Congreso de 1921
se sintetiza en la política de frente único proletario para la lucha por las reivindicaciones elementales o parciales de la clase obrera.
En este contexto, el Manifiesto de la Tercera
Internacional publicado en el Tercer Congreso,
llama a oponer la estrategia de los trabajadores
a la estrategia del capital, asimilando el concepto de estrategia con la preparación cuidadosa
de los combates y con la astucia para no entrar
en provocaciones en las cuales los comunistas
se enfrenten en malas condiciones con la burguesía y sus fuerzas represivas.
”
El Cuarto Congreso (1922) profundiza esta
orientación con las Tesis sobre la unidad del
Frente Proletario, agregando la hipótesis de
que la forma posible en que se pueda llegar
a la dictadura del proletariado en Alemania
puede ser la lucha por un Gobierno Obrero
(de los partidos de la clase obrera) que rompa
con la burguesía y arme a la clase trabajadora,
acelerando la experiencia de los trabajadores
con la socialdemocracia, política que se planteaba como consecuencia lógica de la táctica
del frente único3.
La política de Lenin y Trotsky se desmarcaba
de los ultraizquierdistas, más proclives a denunciar a los traidores que a superarlos en influencia real, que llamaban a pasar a “la ofensiva”
cuando la burguesía retomaba el control y los
partidos comunistas de Europa Occidental eran
débiles o no habían conquistado la mayoría del
movimiento obrero.
Esta política fue objeto de fuertes polémicas.
Mientras en un “ala derecha” del PC alemán
y de la Tercera Internacional había una tendencia a transformar el frente único en un objetivo en sí mismo, los ultraizquierdistas tenían
una interpretación de “frente único por abajo” o de llamados testimoniales con el sólo fin
de demostrar la negativa de la socialdemocracia a la unidad con los comunistas. Este debate
se zanjó en la práctica contra las dos posiciones, en un nuevo momento de lucha de clases
en 1923: el ala derecha “suspendió” la insurrección porque los socialdemócratas amenazaron
con romper el frente único, mientras los ultras
no jugaron ningún rol.
Y todo esto mientras había dos gobiernos
obreros regionales entre el PC y el ala izquierda
socialdemócrata, y la revista político-militar del
PC alemán declaraba tener 100 mil obreros organizados en “centurias proletarias”4.
No en vano diría Trotsky que ambas “alas”
estaban caracterizadas por un fatalismo similar
La política de frente único sufrió asimismo los
efectos de la burocratización de la Tercera Internacional. El V Congreso (1924) impuso un giro hacia la alianza con los partidos burgueses
con base campesina. Esta política, que impuso al PC chino la subordinación al nacionalismo burgués, tuvo un alto costo con la derrota
de la Revolución China (1925-1927). En el período abierto por el VI Congreso (1928), bajo la creciente stalinización, la IC pasó a negar
la política de frente único (“tercer período”),
acusando de “socialfascistas” a los reformistas,
política que desarmó completamente al proletariado alemán frente al ascenso de Hitler en 1933.
Dos años después, el VII Congreso proclamaba
el frente único con los partidos de la burguesía
“democrática”, postulando a su vez el “gobierno
de frente único” entre los PC y dichas corrientes burguesas, así como en otros casos las experiencias de “unidad orgánica” entre los PS y los
PC, de la que el PSUC (Partido Socialista Unificado de Cataluña) fue un ejemplo paradigmático, por su rol contrarrevolucionario en la guerra
civil española. De ahí que se haya suplantado en
la mayoría de la izquierda la idea del frente único obrero, por la de Frente Popular.
Frente único y estrategia proletaria
Habiendo señalado el contexto en que la Tercera Internacional impulsara la política del
frente único, nos interesa plantear por qué
es un componente central de la estrategia proletaria, incluso en la actualidad.
Hay cuatro aspectos que hacen a la cuestión:
Desde el punto de vista social, la división de
la clase obrera entre ocupados y desocupados,
trabajadores sindicalizados bajo convenio y tercerizados, contratados, precarizados, nativos e
inmigrantes, hombres y mujeres con desigual
retribución por igual tarea, etc.
Desde el punto de vista político, la persistencia del reformismo, expresada bajo distintas variantes de sindicalismo. Trotsky dice que los
reformistas son agentes del imperialismo en decadencia, pero la clase obrera no comparte aún
nuestra caracterización del reformismo. Esto
obliga a tener una política tendiente a que los
obreros hagan la experiencia con los reformistas, dentro de la cual la lucha por la unidad de
la clase obrera es central, ya que son los reformistas y burócratas los que dividen las organizaciones de masas (veamos si no el ejemplo de
las centrales sindicales en la Argentina). En el caso de nuestro país, es el peronismo el
que ha jugado históricamente el rol que en Europa jugara el reformismo, con la peculiaridad
propia de lo que Trotsky denominaba “Frente
Popular bajo la forma de partido”, es decir un
partido que en sí mismo expresa una “alianza
policlasista”, a través del control de los sindicatos por el Estado, lo cual plantea la necesidad
de combinar la lucha por el frente único obrero
con la lucha por la independencia de los sindicatos respecto del Estado y contra las variantes
políticas patronales5.
Desde el punto de vista organizativo, la existencia de grandes sindicatos estatizados, que
ponen la formidable fuerza social del movimiento obrero detrás de salidas políticas de los
I dZ
Marzo
capitalistas por la política de la burocracia sindical, pero a su vez agrupan las fuerzas de carácter estratégico que pueden golpear de lleno
el dominio capitalista. El hecho de que agrupen una minoría de la clase obrera, plantea que
cuando se desarrolle la lucha de clases, junto al
combate por recuperarlos y cambiarlos de raíz,
serán necesarias otras instancias como coordinadoras, comités de fábrica (para estos en la
Argentina se cuenta con la ventaja de la existencia de las comisiones internas), para agrupar a los sectores que no están organizados en
los sindicatos. Pero la existencia misma de los
sindicatos, plantea la necesidad de políticas
de frente único que vayan señalando la necesidad de superar los estrechos marcos corporativos de cada sector.
Por último, hay un problema de “arquitectura institucional” del proletariado, que hace al
desarrollo de un partido revolucionario. En este sentido, la estrategia de los “partidos de masas” (y sus caricaturas, es decir, los que tienen
la misma práctica aunque nunca lleguen a ser
“de masas”) se basa en la conquista gradual de
parlamentarios, sindicatos y distintas organizaciones de la clase para lograr la dirección de las
masas y avanzar por la vía evolutiva hacia una
transformación social.
En la estrategia de un “partido de vanguardia”
inserto en las organizaciones de masas, el frente único (a través de la lucha por recuperar los
sindicatos, por instancias de coordinación y organización de base más amplias, por una alternativa política y un programa de independencia
de clase) es la política que permitiría a los revolucionarios tener “peso de masas”, sin transformarse en un “partido de masas” al estilo de los
viejos partidos socialistas reformistas.
El frente único, la experiencia de la clase
obrera y la cuestión del poder
El frente único, si se constituye como unidad
de las organizaciones de masas a escala nacional, implica una cierta “paridad” de las posiciones de las tendencias políticas dentro de la clase
obrera, pero a su vez marca un primer paso fundamental en la constitución de la clase obrera como sujeto político. La unidad en defensa
de un programa común, empieza por poner de
relieve su peso social central (correlación de
fuerzas “objetiva”), para plantear un posicionamiento político de clase.
El frente único solamente puede darse como
institución con peso de masas, cuando la posición del partido revolucionario y su influencia es fuerte y eso obliga a los reformistas a la
unidad. La necesidad de la existencia de posiciones de fuerza con peso real en las organizaciones de la clase obrera es una condición para
la “eficacia” de la política de frente único. Esto
desmiente otra interpretación vulgar que tuvo y
tiene cierta izquierda argentina que considera
a la política de frente único como una permanente exigencia a la burocracia sindical hecha
solo desde la agitación periodística o la prensa partidaria.
La política de frente único puede llegar hasta
la formulación de un gobierno obrero. En el caso de Alemania en los años ‘20, era un gobierno
de frente único entre la izquierda socialdemócrata y el PC. Pero también podríamos pensar
variantes de gobiernos “de las organizaciones
obreras”, en el sentido del planteo de “todo
el poder a la COB” (Bolivia 1952) o “gobierno metalúrgico” (Berlín 1953), donde los sindicatos, con mecanismos tendientes a expandir
sus fronteras más allá de la cuestión corporativa, jueguen un rol central en plantear la cuestión del poder.
Esto es así porque una lucha consecuente de las
organizaciones obreras por las demandas parciales o defensivas plantea la cuestión de que las
conquistas “defendidas” están bajo ataque más
o menos permanente por parte de los capitalistas y su estado, con lo cual la lucha “ofensiva” se
vuelve necesaria para conservar y ampliar esas
conquistas, lo que su vez plantea el problema político como algo cada vez más central.
Hipótesis para frente único en la
Argentina actual
Los sindicatos en la Argentina están divididos en cinco centrales, una división nunca vista
en la historia del movimiento obrero. Además
de ellas, existe otro espectro de organizaciones
sindicales que se desarrolló en estos años y se
conoció como el “sindicalismo base” o antiburocrático. Dentro del mismo avanzó la influencia de los partidos que pertenecen al Frente de
Izquierda y los Trabajadores (y especialmente
del PTS en el proletariado industrial). Además,
otros sectores opositores a la burocracia o combativos, pero no estrictamente clasistas. Ninguno de ese espectro puede por sí mismo imponer
una política de frente único nacional clásica a
las direcciones de las grandes organizaciones
del movimiento obrero (aunque sí en algunos
casos pueden hacerlo por gremio).
Sin embargo es posible, si estos sectores
avanzan en unir sus fuerzas en un bloque o un
polo con un programa definido, fortalecer una
voz que plantee a todo el movimiento obrero la
necesidad del frente único a la política divisionista de la burocracia sindical.
| 17
Esa unidad diferenciada, con la obligación por
parte de los revolucionarios clasistas de mantener la independencia y la libertad de crítica
frente a las “naturales” vacilaciones de los aliados, implicaría un paso hacia una política tradicional de frente único, en momentos en que
se está llevando adelante el mayor ataque hacia
el movimiento obrero en una década (devaluación, inflación, enfriamiento de la economía;
un ajuste bastante ortodoxo). La unidad y más
en momentos de crisis, es una aspiración justa de los trabajadores (ese es el fundamento último de la política de frente único), llevada a la
acción, como lo demostró el paro general del
20N de 2012, que aunque fue impulsada por solo una fracción de la dirigencia sindical, logró
cierta unidad; cambia la autopercepción y las
fuerzas morales de la clase obrera y la convierten en un factor político. En este contexto, la lucha por “recuperar los sindicatos” y la política
de frente único son tareas íntimamente relacionadas y de primer orden, tanto para el avance
del clasismo y la izquierda, como para conquistar la unidad de la clase obrera.
Blogs de los autores: losgalosdeasterix.blogspot.
com.ar y elviolentooficio.blogspot.com.ar
1. Anderson, Perry, Las antinomias de Antonio
Gramsci. Estado y Revolución en Occidente, México
DF, Fontamara, 1998, p. 126.
2. Anderson Perry, Consideraciones sobre el marxismo occidental, México DF, Siglo XXI Editores, 1987,
p. 144.
3. Para más detalles sobre la cuestión del “gobierno obrero”, ver Albamonte, Emilio y Maiello, Matías,
“Trotsky y Gramsci: debates de estrategia sobre la revolución en ‘occidente’”, Estrategia Internacional 28,
2012.
4. Milos Hajek, Historia de la Tercera Internacional,
la política de frente único (1921-1935), Barcelona,
Crítica, 1984, pp. 81-86. El autor señala que la cifra
puede ser exagerada.
5. Ver nota “Los sindicatos y la estrategia” en IdZ 6.
Descargar