Problema Nº2: Teoría especial de la relatividad. Paradoja del mesón (μ) Enunciado: Los mesones se crean en la alta atmósfera y son partículas inestables que se desintegran en un término promedio de 0,000002 seg., alcanzando el nivel del mar en grandes cantidades. Su velocidad característica es de 299400 Km/s, es decir 0,998 de la velocidad de la luz c. En su vida media de 0,000002 seg puede recorrer una distancia y = v . t = 600 m, cuando en realidad comienza a existir a alturas 10 veces superiores que este valor. Reseñar la historia del descubrimiento de esta partícula y explicar la paradoja del mesón utilizando los conceptos de la dilatación del tiempo y de la contracción de longitud desarrollados por la teoría especial de la relatividad. Resolución: 2.1.- Breve reseña histórica y descripción de la paradoja del mesón (μ): En la época en la cual se descubrieron las cascadas de los rayos cósmicos, fue obvio que se asumiera la necesidad de identificar la naturaleza de esas partículas tan penetrantes de la radiación cósmica. Se había logrado establecer que tenían unidad de carga eléctrica y, por lo tanto, debían ser electrones positivos, negativos o protones, ya que éstas eran las únicas partículas cargadas individuales que se conocían entonces. Claro está, que con la naturaleza de esa partícula sobraban las dificultades. Se objetaba que fuese un protón dado que tendría la misma rigidez magnética de un electrón. Ahora, con respecto a considerarla como un electrón –positivo o negativo– la objeción que se tenía era mayor. No se habían observado pérdidas de energía por radiación de electrón alguno, lo que no coincidía en absoluto con los cálculos de la época (Bethe y Heitler, principios de la década del 30). En ese escenario, las partículas penetrantes de la radiación corpuscular no parecían ser ni electrones ni protones. Muchos de los físicos de la época insistieron, sin embargo, en considerarlas como un tipo diferente de electrones, como ser verdes y rojos; los primeros correspondían al tipo penetrante y los segundos al absorbible, los cuales tenían una gran merma de energía al producir radiación. Otros estudiosos de la física pensaban en la existencia de un nuevo tipo de partícula, una que comportara una masa intermedia entre la del electrón y la del protón. Así se llegó hasta el año 1935, en que el físico japonés Hideki Yukawa (que entonces trabajaba en la Universidad de Osaka) publicó el artículo “On the Interaction of Elementary Particles”, en el cual describía sus famosas y fundamentales ideas sobre la naturaleza de las fuerzas nucleares. En su artículo, Yukawa postula la existencia de un nuevo tipo de partícula portadora de las fuerzas nucleares, análoga al fotón, portador de las fuerzas electromagnéticas. Claro está, que en ello, Yukawa considera el hecho de que las fuerzas nucleares poseen, únicamente, un pequeño rango de acción a diferencia de las electromagnéticas. Lo anterior, significa que si las fuerzas nucleares son descritas en términos de una partícula portadora, ésta debe tener una masa finita, a diferencia del fotón, cuya masa en reposo es cero. Considerando el rango conocido de las fuerzas nucleares, Yukawa estimó que esa partícula debía tener una masa en reposo de aproximadamente unas 200 veces más pesada que el electrón. También de su Hideki Yukawa propugnación, se desprendía que deberían existir ( 1907 - 1981 ) partículas tanto cargadas como neutras y que, cuando se encontraban libres, éstas deberían manifestarse como partículas inestables, es decir, debían decaer al igual como lo hacen los núcleos radiactivos. Yukawa, en su estudio, había determinado que la vida media de estas partículas debía ser, antes de decaer, del orden 10-6 s, y el producto del decaimiento de cada partícula sería un electrón y un neutrino, esta última partícula con masa cero y sin carga eléctrica. Después de la publicación del artículo de Hideki Yukawa, se inició una intensa búsqueda de la partícula que había predicho y hasta se le bautizó con el nombre de mesotrón o mesón, que viene del griego Mesos y que significa medio. El interés que se concitó por hallar la partícula de Yukawa llevó primero a descubrir otra que tenía características muy semejantes a la que predijo el físico japonés. En efecto, análisis efectuados de trazas de rayos cósmicos en cámaras de niebla mostró evidencias de la existencia de una partícula cargada con una masa semejante a la que había considerado Yukawa. Aunque esa partícula no resultó ser la que se buscaba, obvio que ello incrementó el interés en buscarla. Por varios años, a esa nueva partícula se le conoció con nombres tan diversos como: barión, partícula X, electrón pesado, mesotrón, o yukon (en honor a Yukawa), siendo al final bautizada en definitiva como mesón, pero con el prefijo mu (μ), debido a que las investigaciones habían revelado la existencia de otro tipo de mesones. Claro está, que nos queda pendiente el hallazgo de la partícula de Yukawa. Desde que se descubrió el mesón μ quedó claro que no correspondía a la partícula predicha por el físico japonés, ya que esa fue propuesta para explicar las poderosas fuerzas nucleares, mientras que los mesones de la radiación cósmica prácticamente hacían omisión de dichas fuerzas e interaccionaban con la materia, únicamente, a través de radiaciones electromagnéticas. En los años de la década de los 40 del siglo XX, se desarrollaron las emulsiones nucleares, las cuales son muy similares a las placas fotográficas, pero sensibles a las partículas ionizantes. Estas emulsiones, al ser un medio mucho más denso, presentan la ventaja, frente a la cámara de niebla gaseosa, de la probabilidad de observar interacciones de mayor calibre. En 1947, el físico Premio Nobel Cecil Frank Powell y su grupo, demostraron, empleando la técnica de las emulsiones, que existían dos tipos de mesones. Uno de ellos, corresponde al ya mencionado mesón-mu (μ), conocido hoy como muón, y que tiene una naturaleza similar a la del electrón. El otro, que fue el que en realidad descubrió Powell, se le denominó mesón-pi (π) (actualmente pión) y se caracteriza por frenarse rápidamente y desintegrarse convirtiéndose en otro con una masa ligeramente menor pero de mayor poder de penetración; en consecuencia, es sensible a la interacción nuclear y es la partícula de Yukawa. Después del hallazgo del pión, hubo una seguidilla de descubrimientos de toda una multitud de partículas que han dejado de manifiesto lo extremadamente complejo del carácter de las fuerzas nucleares, un problema aún sin dilucidar completamente. Por otro lado, tanto el descubrimiento del muón como el del pión, seguido de avances en el entendimiento de las interacciones nucleares permitieron despejar, en gran medida, el camino para poder comprender mejor las incógnitas representadas por los rayos cósmicos. Sabemos ahora, que la radiación observada en la superficie terrestre es debida al constante bombardeo de núcleos atómicos carentes de electrones a que se encuentra sometida la Tierra. Al penetrar en la atmósfera, cada uno de estos rayos cósmicos primarios produce una cascada bastante semejante a la de los electrones y fotones, pero debido a la distinta naturaleza de los procesos que tienen lugar, se crean una gran variedad de partículas elementales. Cuando un rayo cósmico primario penetra la atmósfera terrestre se produce una cascada de partículas elementales, de las cuales muchas de ellas pueden alcanzar la superficie de la Tierra. Como se menciona en el párrafo anterior, la cascada se inicia cuando el núcleo primario colisiona con el núcleo atmosférico, ya sea de nitrógeno, oxígeno, ozono, etc. provocándose en ello una reacción nuclear en la que parte de la energía se transforma en materia, lo que desemboca en la creación de nuevas partículas, sobre todo piones. El núcleo incidente o los fragmentos resultantes después de esas colisiones siguen viajando a gran velocidad en dirección a la superficie, en cuyo trayecto de nuevo tiene lugar otra reacción nuclear en la que se generan nuevas partículas y, así, sucesivamente. En ciertas ocasiones, algunos de esos fragmentos, llegan hasta el suelo terrestre. En ese suceso, los piones neutros πº que se han creado se desintegran casi instantáneamente, convirtiéndose en dos rayos gamma. Mientras que los piones cargados π+ π- pueden colisionar con otros núcleos atmosféricos produciendo nuevas partículas o desintegrándose en un muón y un neutrino. El muón posee una vida media de una millonésima de segundo tras lo cual se desintegra convirtiéndose en un electrón y dos neutrinos. Pero a raíz de lo anterior, no se piense que ninguno de los muones puede llegar con vida al suelo de la Tierra. Estas partículas viajan a una altísima velocidad (muy cercana a la de la luz) por lo cual son afectadas por la dilatación relativista del tiempo y, dado nuestro sistema de referencia, su vida media es mucho mayor (desarrollado en punto 2.2). De hecho, el número de muones que alcanza la superficie es mucho mayor que el que se podría pensar. Son tan penetrantes, que muchos de ellos traspasan el suelo terrestre llegando a profundidades de cientos de metros, pero, como se trata de partículas cargadas, van dejando huellas de ionización fácilmente detectables. Por ese motivo, gozan del “privilegio” de haber sido las primeras partículas secundarias detectadas. Ahora, en cuanto a los neutrinos que se crean en la desintegración de los muones y piones, pese a ser muy numerosos, su interacción con la materia es extremadamente pequeña; sin embargo, su poder de penetración es tan grande que pueden atravesar completamente la Tierra. En el párrafo anterior se hizo mención de la media de vida de las partículas que son transportadas por los rayos cósmicos que llegan a la Tierra. Se enunció también que esas partículas colisionan con los átomos de la alta atmósfera terrestre y se desintegran, generando otras partículas secundarias que llegan hasta el suelo. Ahora, de la naturaleza y energía de los rayos incidentes dependerá la clase de partícula que se produzcan en esos choques. Detectando el tipo, energía y velocidad esas partículas secundarias se dan las posibilidades de deducir la composición y energía de un rayo cósmico. Entre los años 40 y 60 del siglo XX, se usaron experimentos en esta área, dado que era la única forma de poder estudiar las partículas elementales de altas energías, producidas en la naturaleza. Hoy, la situación ha cambiado, el desarrollo tecnológico con que se cuenta para hacer ciencia permite realizar esos experimentos en aceleradores de partículas, controlar los procesos, y en corto tiempo. Producción de mesones μ en la alta atmósfera, debido a la colisión de rayos cósmicos con átomos atmosféricos. En el suelo se mide la velocidad y dirección de los muones incidentes en los detectores. Ahora bien, desde que se descubrió el mesón µ o muón se ha podido detectar que se trata de una de las partículas secundarias más comunes producida por los rayos cósmicos. Como ya mencionamos, son muy inestables, desintegrándose espontáneamente en otras partículas después de un corto tiempo que, en promedio, es de una millonésima de segundo (10-6 s). Esa media de vida que hemos señalado antes y ahora, ha sido medida en laboratorios donde se han logrado reproducir. Se sabe que los rayos cósmicos producen muones a unos 20 Km. de altura, que luego se detectan en la superficie, donde es factible medir la velocidad en la cual se han movilizado en su recorrido, su magnitud, y su dirección. Pero en las mediciones de esa velocidad, aparece una paradoja: viajan más tiempo de lo que pueden vivir sin desintegrarse. En efecto, Conociendo la altura de generación y midiendo su velocidad se puede determinar cuánto tiempo demora en llegar al suelo (t = d/v). Ese tiempo resulta ser de 10 millonésimas de segundo. Después de lo expuesto queda la interrogante ¿Cómo es posible que una partícula como el muón pueda viajar más tiempo que su media de vida? La explicación es la de que la vida del muón se extiende de acuerdo con la velocidad que imprime en su trayectoria. Se trata de un hecho que ha sido experimentado en laboratorios. En ellos, se han producido muones a distintas velocidades, con diferentes energías. Se ha medido el tiempo del viaje que han realizado antes de decaer, lo que ha permitido llegar a la conclusión que, efectivamente, mientras más rápido viajan, más se alarga su tiempo de vida. En el gráfico siguiente se intenta demostrar el tiempo de vida del muón en función de su velocidad de desplazamiento. Si los muones se han generado en reposo, su vida media es de una millonésima de segundo. Pero el tiempo de vida de estas partículas aumenta en la medida que se incrementa la velocidad en que se desplazan, alcanzando altos índices a medida que ella se aproxima a la velocidad de la luz. Ahora, si la media de vida fuera igual para todos los muones, entonces en vez de curva, se graficaría una horizontal. Media de vida del muón versus su velocidad de desplazamiento. En el eje horizontal se representan las velocidades, en el vertical la media de vida. Ahora, por supuesto, salta otro interrogante ¿Cómo puede ser eso posible? De hecho, el muón no puede conocer su velocidad y, mucho menos, decidir a que velocidad transitar para alargar o acortar su vida en un laboratorio. La respuesta la podemos hallar si consideramos que las velocidades son relativas al observador. En efecto, es el físico experimental quién, en el laboratorio, le asigna al muón una velocidad, naturalmente que dentro de un marco dado por el propio científico. Sin embargo, con ello, estaríamos considerando que el tiempo de vida de un muón depende del valor relativo de la velocidad, o que viene a ser lo mismo, de la presencia del científico que está realizando el experimento. Pero, como nos legó Galileo y, en general lo asume la naturaleza humana, la duración de una vida o de un intervalo en una medida de tiempo no depende de ninguna velocidad. En consecuencia, para entenderlo tenemos que estudiarlo desde otra perspectiva. Los intervalos de tiempo, en este caso las vidas de los muones, dependen de la velocidad relativa con que se mueven con respecto a algún observador. No es reprochable en absoluto pensar cómo puede tener sentido que la duración de una vida, un tiempo que es una cantidad absoluta, dependa de una cantidad relativa como una velocidad. Pero si profundizamos nuestro pensamiento podemos llegar a una conclusión. Veamos si lo logramos. La velocidad del muón tiene un valor determinado respecto al observador que realiza su medición. O sea, si cambiamos el sistema de referencia, por ejemplo, y consideramos verlo desde un avión en vuelo, entonces el piloto mediría una media de vida distinta para un mismo muón. Sin embargo, la cosa no es tan sencilla. Mirémonos en función de nuestra naturaleza humana, sin siquiera sostenernos en lo que en física se conoce como transformación galileana, y llegaremos a la conclusión que no nos queda otra que considerar que si calculamos la velocidad del muón con respecto al piloto, pensaríamos que deberíamos medir el mismo tiempo, porque simplemente ella no afecta el tiempo. Pero según lo que hemos estudiado sobre el muón –el cual lo hemos tomado como ejemplo para describir el tiempo medio de vida de las partículas– el tiempo medido por el piloto debería ser distinto al medido en el suelo, ya que el piloto podría viajar junto al muón, en reposo relativo, por lo cual debería medir su media de vida normal. Claro está, que no cabe duda que aquí tenemos un serio problema, pero tanto los mesones como otras partículas inestables, presentan el mismo fenómeno: sus vidas dependen de las velocidades por las cuales se mueven. No es una partícula, son todas. Y, como no podemos hacer leyes distintas para cada partícula, pareciera entonces que en estos casos las apreciaciones de nuestra naturaleza humana, como asimismo, conceptos de la física bastante conocidos como los de Galileo, no tienen sentido, y nos llevan a una contradicción. Para finalizar queda por señalar que en la práctica, el descubrimiento de los muones y piones cerró un capítulo en la historia de la investigación de los rayos cósmicos. Con ello, la naturaleza de la radiación cósmica local, observada en la atmósfera, se clarificó: las partículas penetrantes son mesones μ y π; las partículas que son fácilmente absorbidas corresponden a electrones, y las no ionizantes son fotones. Aunque no dejan de aparecer otras partículas que penetran la atmósfera de la Tierra, los mesones μ y π; los electrones; los fotones, y los neutrinos son las constituyentes principales de la radiación que golpea con frecuencia nuestros mares y territorios. (Fuente: internet) 2.2.- Desarrollo numérico de la explicación de la paradoja del mesón (μ): Para este desarrollo se utilizan las fórmulas de “contracción espacial” y “dilatación temporal” de Lorenz – Fitzgerald. ΔL’ = ΔL 1 - v² c² 2.2.a) Contracción espacial Δt’ Δt = 1 - v² c² 2.2.b) Dilatación temporal Considerando el lapso de vida de un muón de 0,000002 seg. (para él mismo, es decir en un sistema de referencia que lo acompañe), una velocidad del mismo de 0,998c (respecto de un observador en la superficie de la tierra), y teniendo en cuenta 2.2.b) podemos calcular el lapso de vida de un muón para nuestro sistema de referencia (observador en la superficie de la tierra). Δt’ Δt = 0,000002 seg. = 1 - v² c² = 0,00003164 seg. 1- 0,998² c² c² en el tiempo calculado anteriormente y viajando a 0,998c el mesón alcanza a recorrer en el sistema de referencia de la tierra, una distancia de: ΔL = v x Δt = y (distancia vertical) 299400 Km/ seg. x 0,00003164 seg. = 9,47 Km Distancia recorrida por el mesón para un observador en la tierra = 9,47 Km Lo cual explica la llegada de estas partículas a la superficie terrestre. Podríamos verificar lo calculado anteriormente haciendo el siguiente análisis: la distancia calculada en el paso anterior representa en el sistema de referencia del muón, según 2.2.a) una distancia de ΔL’ = 9,47 Km 1 – 0,998² c² c² = 0,599 Km esta distancia la recorre en un tiempo Δt’ de 0,599 Km = 0,000002 seg corroborando la relación y observación relativa entre los 299400 Km/ seg sistemas de referencia, mediante la “teoría especial de la relatividad”. Como conclusión, podemos decir que mientras para el observador en la tierra la partícula viaja 9740 m durante un tiempo de 31,64 x 10-6 seg -casi 16 veces más que para un observador desplazándose con el mesón-, para el sujeto en esas condiciones la partícula recorre 599 m en 2 x 10-6 seg. Esto explica analíticamente el concepto visto en el punto anterior “sus vidas dependen de las velocidades por las cuales se mueven”.