Poesía latina. Traducciones completas de Juan de Arona (1867-1882)* Ricardo Silva-Santisteban Juan de Arona, seudónimo de Pedro Paz-Soldán y Unanue, nació en Lima en 1839, ciudad en la que también murió en 1895. Realizó un largo viaje por Europa y el cercano Oriente y luego estudió dos años en La Sorbona, experiencias que lo dotaron de una sólida educación y del conocimiento de varios idiomas clásicos y modernos que le sirvieron para el desarrollo de su notable habilidad lingüística. Juan de Arona publicó a lo largo de su vida una extensa y destacada obra literaria tanto en prosa como en verso. Como poeta, Arona es, con mucho, el más interesante de los poetas románticos peruanos porque en él se dieron, por vez primera en la poesía peruana, un paisaje costeño vívido y unas dotes descriptivas que lo distinguen nítidamente de los artificiales paisajes exotistas de sus coetáneos. Dentro de su extensa y desigual obra poética, pueden entresacarse encantadores cuadros descriptivos del paisaje peruano costeño, los que son vistos, además, con cierto gracejo costumbrista a los que solo les falta trascendencia para no quedar en sí mismos sin un toque de sugerencia. También se destacó Arona en su poesía como un impertinente poeta satírico. Además, escribió tres comedias en verso que se estrenaron con gran suceso. También la obra en prosa de Juan de Arona es en extremo interesante. Dotado para el trabajo filológico, Arona fue publicando buen número de artículos a lo largo de veinte años sobre el vocabulario peruano que, finalmente, reunió en 1884 en su clásico Diccionario de peruanismos. Obra, en verdad clásica en todo el sentido de la palabra, el diccionario de Arona excede la sequedad de este tipo de trabajos para convertirse en un texto de lectura deliciosa en que se mezcla, como siempre en Arona, un conocimiento destacado de nuestro lenguaje con un inimitable desenfado. Asimismo, se le deben las Páginas diplomáticas (1891), un documentado libro de historia, y el importante Memorias de un viajero peruano, publicado en 1971 por Estuardo Núñez, testimonio de su estadía en Europa y en el cercano oriente. Finalmente, una historia de los balnearios de Lima que fue su libro postrero: Descripción de los tres principales balnearios marítimos que rodean a Lima (1894). * Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación FFI2009-13326-C02-01, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación. 1 Juan de Arona publicó dos libros y un folleto de traducciones poéticas, principalmente del latín, y algunas traducciones sueltas de poemas de otras lenguas, posteriores a los libros, que solo aparecieron en publicaciones periódicas. Estas traducciones responden a una peculiar poética de la traducción desarrollada por Arona y son, en algunos casos, de gran calidad pero, sobre todo, de una notable fluidez en el manejo del verso. Por desgracia, gran parte, por no decir casi todas, de estas traducciones son de carácter fragmentario y fueron publicadas, como en el caso de su Poesía latina, con un apresuramiento editorial causante de un desorden que perfectamente pudo evitarse. Más que el fruto de un trabajo ordenado y deliberado, sus traducciones adolecen de cierto repentismo producido por una inspiración y una dedicación inconstantes. La primera traducción de Juan de Arona fue Las Geórgicas (1867), producto en parte trabajado en París. No se trata de la traducción completa del poema de Virgilio, sino de la versión del primer libro traducido en silvas y algunas breves selecciones de los tres restantes vertidos en otros metros y en prosa. Se añaden también al libro dos fragmentos, en traducción libre y jocosa, de la Égloga V y del comienzo de la Eneida de Virgilio, que anteriormente se habían publicado en Ruinas (1863). Igualmente, se publican dos fragmentos del griego y unas sentencias de Publio Syro, para luego terminar con los sonetos de la ácida polémica que mantuvo con José Arnaldo Márquez por la traducción del primer libro de Las Geórgicas, cuando apareció en folletín en El Nacional. De acuerdo a los patrones de traducción del siglo XIX, su versión del libro primero se encuentra trasladada con fidelidad y el verso es muy flexible. La rima brota espontánea en los versos de Arona y su lectura discurre con facilidad gracias a su competente ritmo. Pocos años después Arona dio a la imprenta el folleto La matrona de Efeso (1872), una versión parafrástica del relato de Petronio incluido en los capítulos CXI y CXII de su novela El satiricón. Juan de Arona consideraba esta paráfrasis, como a veces hacen los traductores cuando se apartan del original y ponen más de su cosecha que en una simple traducción, una creación original. Ello se desprende de su afirmación en la nota final añadida a su versión: Petronio, escritor latino del tiempo de Nerón, me ha sugerido el asunto de la composición que precede. Es todo lo que de él he tomado; pensamientos, imágenes, reflexiones, locuciones familiares, la introducción y la conclusión, todas las bordaduras, en fin, me pertenecen. No le falta razón, pero también es lo que con propiedad se denomina una traducción parafrástica. Casi una década después, Juan de Arona publicaba Poesía latina (1882), libro en el que coleccionaba su labor de traductor dispersa en publicaciones periódicas o que había mantenido inédita. El motivo de la edición se debió a un pedido de Marcelino 2 Menéndez Pelayo que en esa época acopiaba información para una Biblioteca de traductores castellanos que quedó incompleta y se publicó en forma póstuma. Algunos de los artículos de Menéndez Pelayo se publicaron como introducciones a versiones de los clásicos griegos y latinos de la Biblioteca Clásica Hernando. En una de ellas puede leerse el comentario que vertió luego el polígrafo español sobre Juan de Arona.1 Por tal motivo, Arona recopiló y editó con presteza, para satisfacer el pedido del polígrafo español, esta labor desperdigada e inédita, parte de ella fruto de la época en que se dedicó a la enseñanza de literatura latina en la Universidad de San Marcos. 1 En Églogas y Geórgicas de Publio Virgilio Marón, traducidas en versos castellanos por D. Félix M. Hidalgo y D. Miguel Antonio Caro, con un estudio preliminar de D. Marcelino Menéndez Pelayo, Madrid, Bibioteca Clásica, 1909, pp. LVII-LXI. 3