ANTOLOGÍA POÉTICA DE MIGUEL LABORDETA http://www.cancioneros.com/aa/2048/0/canciones-de-miguel-labordeta “1936” (Miguel Labordeta – José Antonio Labordeta) Fue en la edad de nuestro primer amor, cuando los mensajes son propicios al precoz embelesamiento y los suaves atardeceres toman un perfume dulcísimo en forma de muchacha azul o de mayo que desaparece, cuando unos hombres duros como el sol del verano ensangrentaban la tierra blasfemando de otros hombres tan duros como ellos; tenían prisa por matar para no ser matados y vimos asombrados con inocente pupila el terror de los fusilados amaneceres, las largas caravanas de camiones desvencijados en cuyo fondo los acurrucados individuos eran llevados a la muerte como acosada manada; era la guerra, el terror, los incendios, era la patria suicidada, eran los siglos podridos reventando; vimos las gentes despavoridas en un espanto de consignas atroces; iban y venían, insultaban, denunciaban, mataban, eran los héroes, decían golpeando las ventanillas de los trenes repletos de su carne de cañón; nosotros no entendíamos apenas el suplicio y la hora dulce de un jardín con alegría y besos; fueron noches salvajes de bombardeo, noticias lúgubres, la muerte banderín de enganche cada macilenta aurora; y héteme aquí solo ante mi vejez más próxima preguntar en silencio ¿qué fue de nuestro vuelo de remanso, por qué pagamos las culpas colectivas de nuestro viejo pueblo sanguinario; quién nos resarcirá de nuestra adolescencia destruida aunque no fuese a las trincheras? Vanas son las preguntas a la piedra y mudo el destino insaciable por el viento; mas quiero hablar aquí de mi generación perdida, de su cólera, paloma en una sala de espera con un reloj parado para siempre; de sus besos nunca recobrados, de su alegría asesinada 1 por la historia siniestra de un huracán terrible de locura. “Escucha joven poeta inadvertido” (Miguel Labordeta - José Antonio Labordeta) Escucha joven poeta inadvertido, escribe para todos, es decir para nadie. No lo olvides del pueblo vienes y el pueblo es tu raíz, en consecuencia, no hagas caso del pueblo. Vuelve sagrado cuanto toques natural cuanto toques sagrado, vuélvelo natural, es decir, haz lo que te dé la gana, quema estas advertencias, por favor, es mi consejo póstumo. “La voz del poeta” (Miguel Labordeta - José Antonio Labordeta) En lo alto del Faro, viendo ir y venir a las pobres gentes en sus navegaciones de un día. En lo alto del Faro, contemplando el abismo de las criaturas y el vértigo de los astros. En lo alto del Faro, escuchando llegar a los rostros futuros y oyendo en lo hondo de las aguas las voces de los muertos. En lo alto del Faro, amando, sabiendo que el amor es un fracaso, y cantando, sabiendo que su canto no ha de ser comprendido. Vestirse, alimentarse, ganarse el pan de cada día, discutir de las cosas banales, endomingarse como cada cual y hacer el amor a una dulce estudiante, como cualquier empleado de Banca. Y sin embargo, velar largamente en duelo, oír en los silencios el ritmo pavoroso de los tiempos, acariciar la marea de las edades inmensas, 2 rompiéndose en quejidos y maravillosas melodías contra el humilde corazón infortunado en lo alto del Faro. En lo alto del Faro, mientras todos se emborrachan en los festines, o corroen su envidia en las duras jornadas de trabajo, o acaso buscan sus puñales secretos para degollar al niño desconsolado que ellos fueron, la mirada rauda de visiones persigue el rumbo, en intemperie desconsolada y altiva de los navíos futuros. Y preguntar a la sangre el porqué del olvido e indagar las primaveras que nacen del sollozo terrestre y la melancolía que hila el atardecer solitario de los cielos. Acariciándolo todo, destruyéndolo todo, hundiendo su cabeza de espada en el pasmo del Ser sabiendo de antemano que nada es la respuesta. En lo alto del Faro. La voz del poeta. Incansable holocausto. “Puesto que el joven azul de la montaña ha muerto” (Miguel Labordeta - José Antonio Labordeta) Puesto que el joven azul de la montaña ha muerto, es preciso partir. Antes de ser golosamente asesinados los crepúsculos de la gran ciudad, antes de que las muchedumbres tristes de los metros invadan el templo del sol, definitivamente seducidas por las noches de los trenes, es preciso marchar desnudos y ásperos, inigualables. Y al partir, preguntar por nosotros, indagar por nosotros, auscultar por nosotros, por nosotros mismos recordar que tal vez existió, que una dulce soledad nos responda en grave despedida. Puesto que el joven azul de la montaña ha muerto, es preciso partir. “Retrospectivo existente” (Miguel Labordeta - José Antonio Labordeta) Me registro los bolsillos desiertos para saber dónde fueron aquellos sueños. Invado las estancias vacías para recoger mis palabras tan lejanamente idas. 3 Saqueo aparadores antiguos, viejos zapatos, amarillentas fotografías tiernas, estilográficas desusadas y textos desgajados del Bachillerato, pero nadie me dice quién fui yo. Aquellas canciones que tanto amaba no me explican dónde fueron mis minutos, y aunque torturo los espejos con peinados de quince años, con miradas podridas de cinco años o quizá de muerto, nadie, nadie me dice dónde estuvo mi voz ni de qué sirvió mi fuerte sombra mía esculpida en presurosos desayunos, en jolgorios de aulas y pelotas de trapo, mientras los otoños sedimentaban de pálidas sangres las bodegas del Ebro. ¿En qué escondidos armarios guardan los subterráneos ángeles nuestros restos de nieve nocturna atormentada? ¿Por qué vertientes terribles se despeñan los corazones de los viejos relojes parados? ¿Dónde encontraremos todo aquello que éramos en las tardes de los sábados, cuando el violento secreto de la Vida era tan sólo una dulce campana enamorada? Pues yo registro los bolsillos desiertos y no encuentro ni un solo minuto mío, ni una sola mirada en los espejos que me diga quién fui yo. “Severa conminación de un ciudadano del mundo” (Epilírica, 1961) (Poema leído en el Congreso por J. A. Labordeta con motivo de la comparecencia de Aznar sobre la posición del Gobierno ante el ataque a Irak, en el Pleno, de 5 de febrero de 2003) Mataos pero dejad tranquilo a ese niño que duerme en una cuna. Si vuestra rabia es fuego que devora el cielo y en vuestras almohadas crecen las pistolas: destruíos aniquilaos ensangrentad con ojos desgarrados los acumulados cementerios que bajo la luna de tantas cosas callan pero dejad tranquilo al campesino que cante en la mañana el azul nutritivo de los soles. Invadid con vuestro traqueteo los talleres los navíos las universidades las oficinas espectrales donde tanta gente languidece 4 triturad toda rosa hollad al noble pensativo preparad las bombas de fósforo y las nupcias del agua con la muerte que han de aplastar a las dulces muchachas paseantes en esa misma hora que sonríe por una desconocida ciudad de provincias pero dejad tranquilo al joven estudiante que lleva en su corazón un estío secreto. Inundad los periódicos las radios los cines las tribunas de entelequias estructuras incompatibilidades pero dejad tranquilo al obrero que fumando un pitillo ríe con los amigos en aquel bar de la esquina. Asesinaos si así lo deseáis exterminaos vosotros: los teorizantes de ambas cercas que jamás asiríais un fusil de bravura pero dejad tranquilo a ese hombre tan bueno y tan vulgar que con su mujer pasea en los económicos atardeceres. Aplastaos pero vosotros los inquisitoriales azuzadores de la matanza los implacables dogmáticos de estrechez mentecata los monstruosos depositarios de la enorme Gran Estafa los opulentos energúmenos que en alza favorable de cotizaciones preparáis la trituración de los sueños modestos bajo un hacha de martirios inútiles. Pisotead mi sepulcro también os lo permito si así lo deseáis inclusive y todo aventad mis cenizas gratuitamente si consideráis que mi voz de la calle no se acomoda a vuestros fines suculentos pero dejad tranquilo a ese niño que duerme en una cuna al campesino que nos suda la harina y el aceite al joven estudiante con su llave de oro al obrero en su ocio ganado fumándose un pitillo y al hombre gris que coge los tranvías con su gabán roído a las seis de la tarde. Esperan otra cosa. Los parieron sus madres para vivir con todos y entre todos aspiran a vivir tan solo esto y de ellos ha de crecer si surge una raza de hombres con puñales de amor inverosímil hacia otras aventuras más hermosas. (De Obra Completa de Miguel Labordeta Vol. II Ed. El Bardo) 5