ARGUMENTO El cuento será narrado en primera persona, entonces el protagonista (que no tiene nombre por ahora) contará su propia historia desde la cárcel, ya que ha cometido un delito grave y que debido a su sentimiento de culpa decide compartir el caso con el mundo; él comienza describiéndose a sí mismo, físicamente y psicológicamente, por lo cual se descubre que él tiene un odio hacia las multitudes de personas que en la mayoría del tiempo lo rodean; luego comenta, que tanto era su aborrecimiento hacia a la muchedumbre que incitado por la necesidad de coger transporte público en Bogotá sin tener que tener contacto con el montón, por la televisión y por su libro favorito (que narraba la historia de un personaje con trastornos emocionales y un desapego a la humanidad), decidió construir un arma química con ácido clorhídrico y soltarla en un bus en hora pico, para liberar su sentimiento y ver como mueren lentamente esos rostros que a pesar de no conocerlos le incomodan su existencia, pero a pesar de haber llevado a cabo su cometido, estando ya en la cárcel se cuestiona: ¿Valió la pena haber hecho semejante acto estando cegado por su repugnancia hacia la gente? ¿Es de cobardes usar la violencia como medio para superar un trastorno social? ¿Fue una buena decisión sobreponer el interés propio y sacrificar vidas inocentes, que tal vez tampoco querían estar entre la multitud pero tenían la misma necesidad de usar el servicio público? -----------------------------------------------------------------------------------------------------------------LA HISTORIA DEL HOMBRE ABANDONADO Por Gabriel Rivera *** Volví a mi ciudad natal, después de muchos años. Bogotá es una gran ciudad, tiene potencial pero nunca pertenecí a está, yo estaba destinado para otros horizontes, deseaba explorar nuevas culturas y me enamoré cuando las conocí, es verdad que esta capital tiene idílicos paisajes y muchas personas alegres que revelan su sonrisa sin mirar a quien se la comparten, pero no es lo mismo; mi vida es más gratificante en el exterior donde realmente he echado mis raíces, y he florecido en lo que me gusta hacer, de hecho tengo clientes que me llaman constantemente porque disfruto lo que hago y notan todo el entusiasmo que aplico en mis proyectos; estudié Fotografía en una universidad de Bogotá y aunque nadie creyó posible que lograra mis sueños, estoy aquí donde comencé mi profesión y me encuentro muy bien; es bonito recordar muchas historias que me llenaron y que viví aquí con gente que me abrió los brazos durante muchos años, pero lastimosamente en un solo día me desligué completamente de la ciudad que me vio nacer. Llevó mucho tiempo sin tener contacto con mi hermano, creo que desde que mis padres murieron en ese trágico accidente que ni me apetece recordar; ese día comprendí que debía irme y no someter mi alma al sufrimiento que se disipó en mi hogar. Hoy quiero visitarlo y saber cómo sigue su vida, no espero mucho de él, se dejó vencer del sufrimiento y la ira, se dejó llevar de la ciudad, y de todas las implicaciones que está conlleva; es mi más cercano familiar y aún creo que en cierta parte no debí abandonarlo en tal difícil situación, lo dejé a deriva de las turbias aguas de la ciudad y poco a poco se ahogó. Cuando llegue a la casa, espero estar equivocado y verlo como todo un triunfador, en parte es por esto que estoy aquí. Voy en un taxi mirando por la ventana mientras las gotas de la lluvia golpean el vidrio, y siento mi corazón palpitar, entre más nos acercamos al destino más retumba en mi cuerpo, y cuando estamos al frente del destino se detiene el taxi junto con mi corazón. Pago y salgo del automóvil, siento la lluvia que cae y resbala por mi abrigo, mi corazón está en mi garganta, me siento raro, pero soy indiferente con la sensación, me dispongo a timbrar y de paso ojeo el estado de la gran casa de mis papás donde vive mi hermano, he llamado a la puerta cinco veces y nadie me abre; desde pequeños siempre dejamos una copia de la llave de la casa enterrada al lado de la fuente del jardín, espero que esa costumbre no la haya perdido mi hermano y voy a comprobarlo, estoy en la fuente, está deteriorada y el agua está estancada con moho por todo lado, no pensé que mi hermano pudiera permitir que se derrumbara la casa y se cayera a pedazos; a pesar de ello, encontré la llave donde siempre la guardábamos y voy precipitadamente a la puerta, cuando entró no hay nadie, percibo que algo anda mal, corro hacia la habitación de mi hermano, subo las escaleras y veo que la puerta de madera brillante del cuarto esta semiabierta, empujo suavemente está, y comienza a rechinar mientras se desliza por el suelo y asomo mi cabeza, parece que hace poco estuvieron aquí, porque todo está revuelto y el desorden es evidente. Son unos papeles esparcidos por la mesita de noche de mi hermano, los que me llaman la atención; mi hermano estudió algo de Literatura Contemporánea y parece que ha vuelto a escribir, y eso es aún más intrigante, agarro los papeles y me alegra tenerlos en mis manos porque parece que es lo único en la casa que prevalece y ha sido usado recientemente, me siento en la cama que tengo frente a mí y me pongo a leer. “Todo empezó en enero de este año, estaba en mi apartamento, y decidí salir a dar una vuelta por un parque cercano. Allí me senté a pensar, pensaba en los árboles, en la calle, en el pasto, en las flores, en los pájaros, en las montañas, en los bares, en la soledad, en la tristeza, en las palabras, en las letras, en la sociedad, hasta que llegué a pensar en la gente, y desperté de mi trance y me encontré con un parque lleno de personas y niños que revoloteaban de un lado a otro, gritando y haciendo ruidos sordos que rechinaban en mis oídos, me estresé, me levanté de la silla y me fui rápidamente a seguir caminando por las calles de la ciudad, en este trayecto en mi cabeza empezaba a maquinar una sensación de fastidio y de ganas de coger a cada persona como una bolsa de arena para descargar toda mi furia; me asusté de que en mí se estuviera cosechando esta ansias de matar, intente frenar mis malos pensamientos y pensar en algo normal, pero no podía mi mente me consumía y cada segundo que pasaba me incitaba a hacer algo cada vez más malo. Estaba tan trastornado que me desmayé cerca de una cafetería, después de esto sólo me acuerdo que abrí los ojos lentamente y vi las caras borrosas de muchas personas abarrotadas a mí alrededor y que murmuraban: ¡Estará vivo! ¡¿Qué pasó?! ¿Tendrá algún amigo o familiar que lo venga a recoger?; mientras inclinaba mi cuerpo hacia adelante y recomponía mi postura, quitaba a las personas con mis manos, empujándolas hacia los lados para que me dejaran en paz; me levanté completamente y me fui a sentar en una de las mesas que estaba al fondo de local, que tenía un gran ventanal que revelaba la calle, y mientras me sentaba veía como esas personas seguían murmurando sobre mí; en ese instante se me acercó el mesero, le pedí un café y se retiró; me dispuse a esperar mi bebida y dirigí mi mirada hacia la calle, estaba cara a cara con el cruce donde las personas pasaban de un costado al otro de la vía, y para mi desgracia la ciudad estaba en hora pico -y supongo que ya saben que ocurre a esas horas-, me volví a perturbar , no sabía qué hacer, mi mente daba vueltas en círculos y mis ojos disparaban odio hacia la gente, tan mal estaba que cuando llegó el café y lo iba a coger, empecé a temblar de manera espantosa y la taza se cayó al piso, sentí que todo se me venía encima, de repente me volví pequeño y la vida me enrollaba y asfixiaba, corrí como si me siguieran cincuenta mil abejas, abrí la puerta de mi casa y me escondí detrás de la misma, esperando que no se me atormentara más. Al otro día supuse que lo que me había sucedido era un episodio paranoico o tal vez me estaba volviendo loco, no lo sé, pero concluí que nada malo podía ocurrir de ahí en adelante, y decidí volver a salir de la casa para comprobar que todo había sido una mala pasada de mi mente. A eso de las 3 de la tarde, me encontré con un bar que se situaba en una calle poco concurrida, que llegue a pensar que dicho sitio sería un lugar aburrido y poco agradable para pasar el resto de mi tarde; pero mi curiosidad me invadió y evitó que abandonara la idea de ingresar. Cuando entré había un amplio pasillo que era apaciguado con una luz amarrilla acogedora y que me hacía sentir como si estuviese en mi casa; seguí caminando por el sendero que estaba construido por tablones de madera que se distribuían verticalmente hacia la profundidad del establecimiento y que denotaban cierto desgaste y abolladuras generadas probablemente por el paso de personas con zapatos o botas que raspaban la superficie lisa que pudo haber tenido en sus orígenes; al terminar la ruta llegué a una cortina que revelaba el interior del bar; y accedí al lugar. Lo primero que percibí fueron las cuatro luces cálidas que se distribuían en su techo verde aguamarina; y mientras hacía mis apreciaciones del lugar me interrumpió un – lo que supuse era- un mesero de ropas blancas y limpias tan puras como el alba del Papa y tan elegante que su presencia era inevitable ante la vista, y con un muy cordial saludo me dio la bienvenida y me ofreció una mesa en el fondo izquierdo, la cual pensé me permitiría contemplar mejor el lugar; así que accedí y me fui a sentar. Desde allí vi un florero con rosas rosadas que no alcance a ver cuándo estuvé en la entrada, a mi parecer era una de las primeras cosas que en verdad me ponían alegre, estaban perfectamente distribuidas y formaban una bola como un copo de algodón en la punta del recipiente que me daban ganas de ir a abrazarlas y sentirlas, además que desprendían un aroma tranquilo y que llenaba de paz mi ser. Justo al otro lado del estante del florero, cerca de la entrada había una pareja de esposos, lo pude deducir gracias al anillo de plata de poca calidad que se balanceaba por la mano de la mujer mientras acariciaba la piel tersa de su hombre, revelaban en sus rostros una relajación total, generada por el descanso después de un día arduo de trabajo; rápidamente comprendí que yo nunca podría descansar como esta pareja porque nunca encontré el amor, nunca entre en la nube de la pasión, nunca me aventuré por el tren del sentimiento, nunca me entregué a alguien y probablemente nunca me case, ni pueda tener una familia, ni compartir lo que siento con la persona que nunca conoceré. En la siguiente mesa y en la quedaba justamente en diagonal de está, habían unos cuantos borrachos que recostados en sus respectivas mesas escondían sus rostros pálidos y desorientados por el efecto del alcohol, algunos harapientos y con vestimentas que indicaban olor a por lo menos un día de sentados en el mismo sitio, sin levantarse ni un poco, y sin poder gesticular ni una sola palabra; parecía que sus vidas giraban en torno al libertinaje y a su imposibilidad de llevar una vida cotidiana seria. El resto de mesas se encontraban vacías y llenas de historias que a pesar de la ausencia de sus protagonistas rondaban por el lugar y le daban al bar su ambiente vago y –ciertamente- lúgubre. Sentí que me deprimía, me sentí como una fantasma, mi vida solo era levantarme de mi cama y caminar sin destino alguno, sobrellevar la vida solo, y atrapado en las manos invisibles de la ciudad, sin poder desahogarme, porque los que me quisieron ya se fueron. Un reloj blanco con borde negro, colgado arriba de la entrada, me indicó que la tarde ya estaba cayendo, y que debía irme a mi casa antes de que comenzara la hora pico, pero no me fui sin antes mirar el florero que me acogía entre su flores y me impregnaba de esperanza el corazón que se fragmentaba en el pasar de los días, creí que había conseguido la cura de la tristeza de mis días, pero no fue lo suficientemente fuerte. En mi casa tenía la sonrisa marcada de aquellas flores del bar, y me mantuve tranquilo por unos días visitando el bar por lo menos una vez a la semana, pero todo se desvaneció cuando llegaron unos nuevos vecinos, unos adolescentes fiesteros e irritantes, unos jóvenes que creen que el mundo es de ellos y que se lo pueden comer entero para que a final de cuentas el mundo los consuma y los dejé por allá lamentándose la vida de libertinaje y de idiotez que tuvieron. Realmente estuve muy bravo por esos mocosos, sé que parezco un viejo bejuco pero sé que no me equivoco, porque lo son. Ya pasaron dos meses desde que se instalaron y los he aguantado mucho; lo bueno es que estoy aquí sin arrepentirme de lo que hice, ya me libere de esos, creo –bueno sé- que ya no me molestaran más; solo me falta esperar a ver qué pasa, creo que si hubo testigos, me delataran, y pronto llegaran por mí, o tal vez no; ¡¿Quién sabe?! Estoy escuchando sirenas en la calle, las llantas de los carros se están parqueando en la puerta de la casa, escucho puertas abrirse, se agrandan las voces en la calle, de una patada abren la puerta de la casa y suben unos hombres armados y con uniformes azules de policía, están golpeando mi puerta quieren que les abra, me están diciendo que no quieren problemas, y pues es que yo tampoco los quiero, me voy a levantar y les abriré, me someteré a mi destino y a lo que merezco.” Estoy sorprendido, no sé qué hizo mi hermano pero está en problemas, no me puedo quedar con los brazos cruzados, iré a buscarlo, además vine a verlo y no puedo abandonarlo de nuevo. *** Hoy mi padre no se ve mejor, la enfermedad se va agravando de manera extenuante, a duras penas puede mirarme a los ojos cuando me siento al lado de la camilla para compartir los últimos momentos de su vida, pues el doctor tampoco es que me dé muchas esperanzas. Lleva cuatro meses ahí en el hospital, y lo visito por lo menos dos veces en la semana, ayer vine en la noche después del trabajo, entré al pequeño cuarto donde descansaba y mientras dormía lo detallé, estaba vestido con su pijama negra favorita, con su cara recostada en el borde de la cama, con sus delicados ojos entrecerrados, y su desahuciado rostro agotado de ver pasar los días frente a sus ojos sin poder hacer nada; después de ver el lamentable estado del ser que siempre estuvo ahí para mí, dirijo mi vista a la pequeña ventana que hay en una pared del cubículo por la que entra la fría luz de la luna y me dispongo a pensar, es horrible saber que un día tu padre te acompaña y al otro día ya no estará, es la persona de toda mi vida, mi profesor, mi amigo, mi consejero, mi ejemplo, es todo lo que soy; en resumidas cuentas no fue un buena noche. Hace poco vino un hombre con una gabardina negra y con una chistera en su cabeza, parecía conocer a mi papá, me dijo que si podía entrar, al principio no lo deje porque yo no sabía de quien se trataba, pero después mi padre me comentó que era un viejo amigo que lo dejara pasar que no había ningún problema, yo creía que nunca había tenido amigos, él me decía que los verdaderos amigos no existen; sino que uno conoce personas con las que tiene una charla agradable, pero para que alguien supere esa brecha es todo un logro, por que la confianza no es para darla así porque sí. El hombre –aún misterioso para mí- entró en el cuarto, miró a mi papá y se quitó la chistera y se la colocó en el pecho; saludando a mi enfermo padre se acercó y en voz baja hablaron por un buen rato, luego se despidió de él y se me aproximó, me dijo que había sido un placer conocerme, al parecer mi padre le ha hablado bastante acerca de mí, solo le mantuve la mirada y se fue. Debo irme a mi casa, pues mi familia me espera; me levanto de la silla y me voy a despedir de mi papá, mientras lo abrazo me dice al oído que en el abrigo tiene unos papeles que quiere que lea; entonces me acerco al abrigo que está colgado en el perchero del cuarto, y reviso los bolsillos, en ese instante encuentro una hojas con escritos; con mi mirada repaso las hojas rápidamente y deduzco que las letras corresponden a un hombre que estuvo en la cárcel, como tengo afán pospongo la lectura, vuelvo a abrazar a mi padre y salgo por el hospital intrigado por saber porque mi padre me entrego esto, y porque lo tenía en su abrigo. *** Ya paso un año desde que se fue, era un hombre pálido como de treinta años, siempre se mostró tranquilo e indiferente a su situación, pero cuando lo conocí supe que no se sentía así, creo que él se llevó un pedazo de mí y yo una parte de él, me atrevería a decir que es uno de los únicos amigos que he tenido, no soy muy amigable pero cuando lo vi cruzar por la puerta supe que sería interesante entablar una conversación con él, era un ser misterioso e intrigante. Llegó por la tarde, me asignaron justamente el pasillo donde él estaba, en el piso inferior de la cárcel. Sin mostrar mi interés por conocerlo me acerque un poco a la reja que nos dividía, la luz vislumbraba parte de su rostro que miraba el suelo, estaba inmóvil en la silla, perdido en sus pensamientos, solo respiraba y parecía ignorar mi presencia, como casi no le veía, preferí esperar a que al otro día en el descanso por fin se me revelase claramente su rostro. Era la hora del descanso, la alarma había sonado, yo debía sacarlo de la celda y conducirlo al patio, cuando abrí la reja lo llame, asistió con la cabeza y se levantó, de la sombra salió el hombre, era más flaco de lo previsto y su cara no reflejaba nada, era casi perfecta, estaba lisa, ni un solo musculo se movía en ella, estaba muy serio y tenía los labios unidos el uno con el otro y no pretendía abrirlos por un buen rato, lo agarré del brazo y no puso resistencia, lo conduje por el pasillo hasta las escaleras y subimos, allá en el patio recibió su merienda y se dispuso en la esquina del recinto. Con una sonrisa amable, me acerque para hablarle y así comenzó una gran amistad que duro por los años que estuvo allí, sobrellevando la monotonía de la cárcel. La celda donde estaba seguía vacía, pero ayer llegó un nuevo preso, así que antes de que llegara fui a limpiarla para que su estadía no fuese del todo mala, estando allí me ubique en frente de la silla gris donde él se sentaba a pensar y a escribir, en ese momento fue cuando yo me pregunte donde habría dejado los escritos que yo veía que escribía por las noches; ingenuamente pensé que se los había llevado el día que salió, pero no. Mientras removía el polvo de la cama, vi que se asomaban unas hojas blancas, y mi curiosidad me lanzo inmediatamente hacia dichos objetos, supe que eran de él, supongo que los dispuso de tal manera que otra persona lo leyera y lo conociera de una manera indirecta o por lo menos como resultó aquí en la cárcel. Me senté en la silla gris y comencé a leer. “Me encuentro en la cárcel, sí en la casa de los mafiosos, de los malos, de los asesinos, de los corruptos, y si, también de unos cuantos inocentes que tienen los nombres manchados por la ley; estoy sentado en la silla de concreto grisácea que está un poco deteriorada de mi celda –que por cierto, no es para nada acogedora- , me recuesto contra la pared y dispongo unas hojas y un esfero negro que después de mucho insistir el guarda me permitió usar; y comienzo a escribir. Me gustaría pensar que entenderán porque estoy en la cárcel, que pude haber hecho para estar aquí, pero yo sé que no es así, y es por ello que les contaré la razón. En enero, llegaron unos vecinos que no me cayeron muy bien, diría que nada bien; y por eso días anduve con los nervios de acero, cuando caminaba por entre la gente me exasperaba, era horrible, y más encima a estos dos jovencitos les gustaba la fiesta y no me dejaban dormir, andaba con sueño todo el día. Así me aguante hasta abril, tuve paciencia y me controlé, creo que pensaron que yo era su amigo y no les iba a decir nada, y efectivamente no les dije nada, más bien preferí acabar definitivamente con ellos con mis propias manos. La segunda semana de marzo prepararon una fiesta, y se fueron a golpear en mi casa, cuando salí, estaba ahí parados frente a mí mirándome y me invitaron a dicha celebración -que realmente nunca supe de qué se trataba o que se celebraba-, les dije que no; pero esa misma noche me acosté en mi cama, fijé mi mirada en el techo y me puse a pensar en la oportunidad que tenía para atacar desde dentro, comprendí que era un señal para por fin desatar mi furia y acabar con esto. Por la mañana antes de salir a caminar por la ciudad pasé a la casa de ellos, y muy amablemente retracté la respuesta que les había dado, y les dije que si asistiría a su preciada fiesta. Paseando ya por la ciudad, pensaba como actuaria, debía improvisar, en la noche era la fiesta y yo aún no estaba listo, mientras divagaba y le daba vueltas al asunto, me topé con una pequeña tienda de químicos y una brillante idea se posó en mi mente, entré y pregunte por un ácido que necesitaba para un “experimento”, como no sabía cuál usar, le pregunté a la mujer que cual era el más fuerte; ella sospechando de mis verdaderas intenciones me mostró en la vitrina un pequeño potecito con una etiqueta roja que decía: ácido clorhídrico y un subtitulado que advertía la precaución que se debía tomar al usar dicho elemento, lo compré y salí del local tranquilamente. Llegó la hora de la reunión, llegué donde los muchachos y me invitaron a pasar a la casa, cuando estaba adentro me acordé de mis épocas de estudio, cuando todo era alegría y diversión, con compañeros de la universidad de un lado a otro, disfrutando de un buena vida, mejor dicho era lo mejor, pero pues eso ya pasó, ya se esfumó, ahora lo que hay es nada. En la mesa de centro habia una especie de torta que esperaba fuese repartida entre los comensales; pasó una hora mientras llegaban otras personas, el lugar comenzaba a llenarse y a irritarme, iban a servir la torta y yo precipitadamente me levanté, saque de mi bolsillo el potecito y cuidadosamente agregue el líquido a dos pedazos, agarré estos y se los di a mis vecinos, de manera amable me agradecieron y me retiré. Sentado ya en mi lugar hicieron un brindis y procedieron a comer, todos estaban felices comiendo, ninguno parecia sospechar, todo iba muy bien, y ¡Pum! El primer muchacho se levantó de la silla y se tambaleó por un momento, rápidamente ingresó al baño y cerró la puerta, no sabia que habia pasado, era incierto si le habia hecho efecto, pasaron dos minutos y no sabia nada, hasta que escuché un leve estruendo contra el piso y supusé que todo marchaba bien, entonces el otro muchacho también quiso acceder al baño, pero por mas que golpeaba la puerta, no habia respuesta, y de un momento a otro, se desmayó y quedó tendido; todas las personas asustadas se acercaron al cadáver y de inmediato llamaron a emergencias; mientras todos se movían de un lado a otro, yo cogí mi pedazo de torta y me fui a mi casa. Al otro día, como único y primer sospechoso fui llevado a la estación de policia, y para no darle rodeos al asunto, me declaré culpable sin ningún pretexto; el general me trasladó a la cárcel La Guandoca y me dieron una condena de cuatro años por homicidio a dos menores de edad, porque para más piedra ellos no habian cumplido los dieciocho años aún; realmente fue una condenaba muy baja, me sorprendé lo mala que es la justicia en este país, pensándolo bien me hubiese ido del país con mi hermano, pero en fin, a lo hecho, pecho. El primer día, me recibió un guarda mayor que yo, como de 40 años, era un hombre amable; y con una sonria muy gentil me habló por primera vez en el patio de la cárcel, durante cuatro años mantuvimos una gran amistad, él me contaba su vida y como se iba formando su hijo con el pasar de los días, y yo le contaba la mía, como me quede solo y el odio hacia la gente que fui cultivando desde enero; creo que era una de las primeras personas con las que congeniaba después de lo de mis padres, otras palabras fueron unos años muy buenos para mí; a parte de esto mi hermano por fin me visitó después de muchos años y pues aunque no me encontró en la mejor situación, me alegré verlo y espero que siga estando tan bien como me contó por esos días que vino. Hoy salgo, pero no quiero salir, aquí estuve mas tranquilo y no quiero volver a lo mismo, porque mi monotonía me llevo a cosas que en un principio no decí hacer, en cierta parte me arripiento de lo que hice, ¿Valió la pena haber hecho semejante acto estando cegado por su repugnancia hacia la gente? ¿Es de cobardes usar la violencia como medio para superar un trastorno social?, muchos interrogantes estan en mi mente, no quiero estar mal, tengo posibilidades de salir de esto, de superar esta etapa, pero no se si lo logre; me cuesta más la salida de lo que pensé, pero debo hacerlo, me despediré de mi querido amigo el guarda y me iré, a ver cómo termina mi historia.” *Fotografías tomadas por Gabriel Rivera **Correo: [email protected] – [email protected]