El Hinduismo

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El Hinduismo
Hindu es una palabra persa arcaica que evoca al fastuoso río Sindhu, rio
sagrado que simboliza al padre cuya simiente baja desde las montañas
del Himalaya norte, hasta las riberas del mar de Oman en Karachi
recreando la multiplicidad y el esplendor de la creación a través de su
maravilloso delta color dorado intenso. El otro gran río sagrado que al
igual que el potente Sindhu nace en el Tibet, pasando por la ciudad
santa de Benarés, para desembocar en el golfo de Bengala en una efusión
acuática sobre el delta más grande del planeta, es la gran madre río o Río
Ganga (conocido en occidente como Ganges) estableciendo así con el río
Sindhu, el matrimonio o la hierogamia sagrada de las aguas. Este
simbolismo de la experiencia religiosa hinduista con el río y con la
aguas, como símbolo de la creación y de sus infinitas manifestaciones y
transformaciones hace del hinduismo una de las religiones más
integradoras y unificadoras de los fenómenos aprehensibles por
nuestros sentidos con aquellos aspectos invisibles que rigen la
transformación incesante del mundo.
Para el hindú, el río es el cause, el agua, las riberas, la espuma y la
hondura, el árbol que crece en su costado, el fruto de ese árbol, y la
dulzura que se revela en la boca del hombre que se prueba el fruto…
todo es uno y uno es todo. El río encierra dentro de sí el símbolo de lo
fugaz y de lo permanente, de la corriente infinita de la energía, y de la
transformación que ella genera. Siguiendo con el simbolismo de las
aguas, como representación de la corriente eterna de la creación, surge el
símbolo de la flor de Loto como símbolo y representación de la
transformación que esa corriente genera… el dinamismo que transforma
de manera incesante la materia en espíritu y el espíritu en materia, esa
flor sagrada que emerge de las aguas primordiales para abrirse con la
luz y cerrarse con las sombras. Sobre la flor de Loto el Lama Anagarika
Govinda nos dice que esa flor es el símbolo del desarrollo espiritual, de
lo Sagrado y de lo Puro, representando los centros de consciencia del ser
humano.
El significado original del loto se extrae de la siguiente similitud: así
como la flor de loto se abre paso desde el fondo de la oscuridad del
estanque, sube a la superficie del agua y se abre después de haberse
elevado por encima de su nivel, sin mantener contacto ni con la tierra ni
con el agua, a pesar de haber nacido de ellas, así el espíritu, nacido de
este mundo, abre sus pétalos, sus cualidades, después de haberse
liberado de la corriente burbujeante de las pasiones y de la ignorancia y
de haber transformado las fuerzas tenebrosas de las profundidades en la
pureza clara del néctar de las flores, la consciencia iluminada. Esta
especie de alquimia espiritual que representa y simboliza la flor de Loto,
y que se parece tanto al proceso alquímico del alma planteado por el
maestro Jung, tiene sus ecos maravillosos con la tradición china de la
flor dorada, por cierto muy estudiada también por el Maestro Jung en su
libro El secreto de la Flor de Oro (1929), en el que incide sobre el Proceso
de Individuación y el arquetipo del mandala, y en su libro "Simbología
del Espíritu" (1948).
A través de la simbología de las aguas, trataremos de ver cómo se
desarrolla este sentir, como se constituye la experiencia religiosa en sí
misma, como se revela la divinidad (epifanía), y como ejerce el hombre
su dinámica de correspondencia con lo sagrado y lo divino (hierofanía).
Igualmente trataremos de ver como se despliega la temporalidad
sagrada de esta experiencia religiosa y que espacio abarca en ese
despliegue. Aunque los estudiosos de las religiones han establecido que
el Hinduismo, dada la multiplicidad de dioses y de Diosas que pueblan
su simbología religiosa, es una religión politeísta, es nuestro sentir y
coincidimos con aquellos que establecen que la experiencia religiosa que
se constituye en el Hinduismo es absolutamente monoteísta. Sin
embargo ese monoteísmo en su dinámica y en su visión es un
monoteísmo abarcante, incluyente, cuya visión del vínculo dinámicotransformador de la creación entre las formas y su origen, así como de la
energía y corriente celestial que la rige, es una visión total, única,
maravillosa.
Hace más de 5.000 años, las tribus arias que bajaron al valle del Indo,
trajeron la visión de Brahma, como la suprema realidad, como aquella
entidad impersonal, primaria y a la vez última que causa el devenir del
mundo manifestado de las formas. Ese mundo visible o Maya, está en
estado cíclico de creación y destrucción, y las formas están entrando y
saliendo de manera incesante al mundo fenoménico y manifiesto. Pero
hacia donde entran y salen las formas, la materia?... detrás de ese mundo
cambiante y cíclico, detrás del incesante y sucesivo despliegue de la
creación y la destrucción de las formas, hay algo inmutable, permanente,
eterna y sin cambios. Esa realidad pura y espiritual es el Brahman. La
creación pues, está deviniendo permanentemente, y las formas retornan
de manera permanente. En el caso del ser humano, y de los seres
vivientes (el alma) el proceso de retorno cíclico se realiza a través del
proceso de reencarnación, que el hinduismo denomina Samsara.
El mundo manifiesto, es decir el plano de la existencia y de la
manifestación, es la expresión de ese Brahman. Todos los seres son la
expresión de Brahma, el mundo entero en su manifestación no es otra
cosa que la expresión de Brahma en el plano existencial. Existe pues un
puente comunicante entre el plano de la esencia (lo invisible, lo creante,
lo primordial, lo espiritual) y la existencia, la forma, la materia. Romper
ese ciclo, revocar la separación, abandonar el Samsara o eterno retorno
existencial para unirse con la esencia o universo espiritual, es el mayor
logro de ese camino que religa al hombre con lo divino, con lo eterno y
permanente. En este caso, la epifanía de la divinidad es también una
hipóstasis, una trinidad que simboliza, la potencia o esencia, la materia o
forma y la energía conformadora capaz de llevar la potencia y la esencia
a la forma o existencia. Es la recreación de las fuerzas creadoras, de la
fuerzas mantenedoras de la creación y de la fuerzas destructoras de la
misma.
Esta trinidad o Trimurti como la llaman los hindúes, son tres aspectos de
la divinidad: Brahma, Vishnú y shiva. Brahama es el aspecto creante, el
creador, Vishnú es el aspecto mantenedor, el que mantiene la existencia,
lo creado y Shiva es el aspecto destructor, indispensable para que resurja
de manera permanente el mundo de nuevo, a través del proceso cíclico
de destrucción, creación. La divinidad o Deva, también tiene su
manifestación femenina en las advocaciones de Shakti o energía
fecundante y transformadora, la piadosa Lakshmi o gran madre del
mundo, la que escucha sus lamentos y la destructora Kali o Durga. Pero
tal vez, la representación más importante por el carácter unificador que
simboliza, es la figura de Krishna o la séptima encarnación de Vishnú el
aspecto divino y mantenedor de la existencia. Krishna es Dios
encarnado, que se manifiesta al mundo a través de la materia y de la
forma. Krishna es el símbolo de la humanidad entera como revelación y
epifanía de la sagrado creante.
Esta visión, esta experiencia religiosa en su aspecto esotérico será
denominada por lo hindúes como Dharma o religión eterna. En el
Hinduismo no hay sacerdotes. En este caso los que muestran el camino
para alcanzar el universo espiritual son los maestros iluminados o
Gurús. Como la creación se compone en el plano existencial de las
múltiples formas, que van desde lo más bajo y simple hasta la materia
con un alto componente espiritual, en el plano existencial de los seres
humanos, el hinduismo estableció en un principio las castas o
diferenciaciones en cuanto al componente espiritual que iban desde los
brahamanes, los chatrias o casta militar, los vaisías o la clase de los
comerciantes artesanos, los Shudras o siervos hasta los parias o
intocables. Esta diferencias con el tiempo e convirtieron en castas
sociales en el devenir de los aspectos exotéricos del Hinduismos ya no
como religión si no como tradición.
La temporalidad sagrada en este caso tendrá muchos planos de
precepción para el hombre, es decir que el tiempo es una sensación
psicológica que tendrá planos de percepción bien se refiera a la duración
de la existencia individual o al tiempo eterno del plano espiritual. El
aspecto más importante es esa dinámica de vasos comunicantes entre la
manifiesto-existencial, y el plano del universo espiritual. Aquí se
evidencia como los ciclos existenciales de vida-muerte-vida, traen de
manera implícita la duración y la fugacidad individual, mientras que en
el plano del universo espiritual de lo creante, se mantiene la visión de
permanencia y eternidad. Ambos aspectos o planos de la temporalidad
están indisolublemente unidos, la esencia y la existencia forman un solo
evento dinámico de la creación: la potencia que deviene en materia a
través de la acción de la energía conformante trae consigo un proceso de
creación que contiene en sí mismo, lo fugaz y lo permanente.
La lengua, el idioma sagrado en este caso es el Sánscrito, lengua
originaria de todos los sistemas alfabéticos antiguos de la humanidad.
En esta caso, la palabra, como emanación sagrada de la vibración de lo
creante en el hombre, es a su vez sagrada. La palabra escrita a través de
los libros sagrados contiene la verdad eterna: Los Upanishad,
meditaciones místico-filosóficas escritas hacia el 600 a. C. Los cuatro
Vedas: Rig Vedá, el más antiguo, escrito en una de las formas más
arcaicas del sánscrito, probablemente antes del 700 a. C. Iáyur Vedá, el
libro de los sacrificios. Sama Vedá, contiene himnos. Átharva Vedá, es el
libro de los rituales. Aunque la tradición Hindú en sus hieroafanias tiene
muchas festividades, nombraremos a nuestro sentir, las tres
manifestaciones o festividades que simbolizan esta experiencia religiosa.
El hindú, es primordialmente un ser religioso, en permanente estado de
sintonía con lo espiritual y lo sagrado.
Existe por ello una actividad diaria que despliega este vínculo en el
hogar, donde existe siempre un altar al que se le ponen las ofrendas
perfumadas en la forma de flores o aromas de sándalo e inciensos con el
encendido de las lámparas.
Este sentir, llevado a los festejos generales que tiene la tradición Hindú,
tiene como sus mayores manifestaciones de la sagrado: la purificación a
través de la peregrinación al ciudad santa de Benarés para bañarse en las
aguas de la madre-río Ganges, el Holi o la llegada de la primavera y la
fiesta de las luces en honor a la diosa madre Lakshmi.
La peregrinación y la purificación a través del rito de las aguas, reitera
el origen, la revocación de la temporalidad circular, la reiteración de la
fuerza renovadora del mundo, y su manifestación cambiante como lo es
la corriente de las aguas y de los ríos sagrados. En un ensayo sobre la
poética de Elizabeth Schön decíamos que el agua representaba todos los
aspectos fugaces y permanentes de la creación, ese cuerpo doble de aguas fluidas
que son y no son, que expresan toda la posibilidad universal y al mismo tiempo
el flujo y reflujo de las formas?. Quién es este río que en su hondura contiene de
manera co-idéntica la fuerza abstracta y la fuerza conformante, la materia pura
y la materia visible, la energía y la forma, lo intemporal y aquello que viaja con
el tiempo, y a ella que con su aliento vital penetra al mundo con su infinita
alternancia?. Y dónde está, dónde comienza y termina este río?. Aguas que
corren hacia todos los horizontes posibles e imposibles abajo, e igualmente río
arriba con sus aguas purificadoras que caen, aguas cambiantes, claras, turbias,
sin perfiles, anchas, iridiscentes, arremansadas hacia lo permanente.
Por su parte el Holi o la llegada de la primavera, festeja por igual a esa
fuerza transformadora o shakty… en estas festividades, son los cantos o
basant los que celebran la primavera, las muchachas se pintan la cara, las
manos y los pies de rojo y se lanzan las flores al viento. Los campos
desplegiegan todo el amarillo posible, y las cañas recogen la brisa leve
que sopla y la tornan en cantos de Basant: es la transformación, la
primavera India que hace posible todas las transformaciones, donde la
belleza se rebosa y se derrama en éxtasis generoso… Ambas
festividades, la purificación y la transformación se unen en la mayor de
las fiestas, la venida del año nuevo, la renovación de los tiempos, el
encendido de todas las lámparas del hogar en el medio de la noche en
honor a la gran madre, a la generosa y piadosa Lakshmi, la gran madre,
la acogedora… la que escucha los lamentos del mundo. Esta fiesta es
denominada fiesta de las Luces.
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