Chile y su Independencia. Los hechos, los textos y la Declaración

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Coloquio:
Declarando independencias. Textos fundamentales
Ciudad de México, 22-24 de septiembre de 2010
Chile y su Independencia.
Los hechos, los textos y la Declaración de 1818
Alejandro San Francisco
Introducción
La Declaración de la Independencia de Chile, firmada el 1º de enero de 1818 y jurada
un mes después, se constituyó en el documento por el cual, formalmente, el país
declaraba su total autonomía respecto de la monarquía hispana. El texto, en una de sus
afirmaciones más importantes, estableció lo siguiente:
“La revolución del 18 de Septiembre de 1810 fue el primer esfuerzo que hizo Chile
para cumplir esos altos destinos a que lo llamaba el tiempo y la naturaleza: sus
habitantes han probado desde entonces la energía y firmeza de su voluntad,
arrostrando las vicisitudes de una gran guerra en que el gobierno español ha
querido hacer ver que su política con respecto a la América sobrevivirá al trastorno
de todos los abusos”.
Se trataba de un momento histórico fundamental. Habían pasado diez años desde la
invasión napoleónica a España y ocho desde la formación de la Primera Junta de
Gobierno en Santiago de Chile. No se trataba de diez años cualquiera, sino que se había
producido, en apenas una década, la principal transformación política de toda la historia
de la última Capitanía General de la Monarquía hispana.1

Profesor del Instituto de Historia y de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Chile.
Para estudiar el proceso de Independencia se pueden consultar textos clásicos como Diego Barros
Arana, La Independencia de Chile (Santiago, ); así como también algunas obras fundamentales de la
historiografía chilena sobre el proceso: Jaime Eyzaguirre, Ideario y ruta de la emancipación chilena
(Santiago, Editorial Universitaria, 1996 [1ªed., 1957]); Sergio Villalobos, Tradición y reforma en 1810
1
2
En esos diez años se pueden ver, al menos, dos transformaciones principales en la
política chilena:
a) En primer lugar, la nación pasa de un estado de dependencia respecto de la
monarquía hispana a uno de Independencia política. Es decir, un cambio crucial en la
organización interior de Chile y en su relación con las demás naciones del mundo.
b) En segundo lugar, se produce un cambio fundamental en el paradigma político,
que evoluciona desde el Rey existente y del régimen monárquico en el cual se creía de
manera unánime, a una fórmula que prefería de manera abrumadora la república como
el mejor sistema de gobierno para Chile. Se trata de un proceso con todas sus
complejidades: es evolutivo, no es unánime, no todos entienden lo mismo por república,
hay ensayo y error, el éxito del nuevo modelo es relativo.
Ambos aspectos ilustraban lo que se llamó en su momento la libertad nacional y la
libertad civil. Es decir, como expresaba el Catecismo de los Patriotas, "la
independencia; esto es, que la Patria no dependa de la España, de la Francia, de
Inglaterra, de Turquía, etc., sino que se gobierne por sí misma", en el caso de la libertad
nacional, mientras que la libertad civil consistía en que "la ley sea igual para todos, en
que todos sean iguales delante de la ley, y sólo sean superiores de los ciudadanos los
que han sido elegidos para mandarlos por la elección libre de los mismos ciudadanos, o
de sus representantes libremente nombrados por ellos. Donde hay libertad civil, todos
están igualmente sujetos al Gobierno; y el Gobierno está sujeto a la ley".2
Al principio del proceso, en 1808, la situación era bastante diferente, tanto en el
pensamiento como en las actitudes políticas de los criollos. Chile vivió ese año un
proceso doble, que a veces se desconoce. Obviamente, fue afectado por la situación de
la península, la acefalía monárquica y sus numerosas e impactantes consecuencias.
Adicionalmente, se produjo una mutación en el ámbito interno: ese año murió el
gobernador Luis Muñoz de Guzmán y fue reemplazado por el brigadier Francisco
Antonio García Carrasco, hombre de mala prensa, más bien rústico y distante del sector
(Santiago, RIL, 2006 [1ªed., 1961]); Simon Collier, Ideas y política de la Independencia chilena, 18081833 (Santiago, Editorial Andrés Bello, 1977); Alfredo Jocelyn-Holt, La Independencia de Chile.
Tradición, modernización y mito (Santiago, Editorial Planeta/Ariel, 1999). Una visión sobre la
historiografía reciente en Alejandro San Francisco, “La Independencia de Chile”, en Manuel Chust y José
Antonio Serrano (editores), Debates sobre las independencias iberoamericanas (Madrid, IberoamericanaAHILA, 2007), pp. 119-141.
2
El "Catecismo de los patriotas" tiene como autor a Camilo Henríquez, y fue publicado en El Monitor
Araucano en entregas sucesivas durante las ediciones del 27 y 30 de noviembre, y 2, 7 y 10 de diciembre
de 1813.
3
más influyente de la capital. Ambas situaciones tendrían influencia en el desenlace del
proceso.
En el primer ámbito, cuando se conocieron los sucesos europeos en Chile, el Cabildo
de Santiago sostuvo rápidamente su fidelidad al monarca Fernando VII, procurando que
no sólo se tratara de una propuesta declarativa, sino que tuviera efectos prácticos en la
defensa del Rey.
“En medio de las mayores angustias desea eficazmente el Cabildo tener
proporciones para auxiliar a sus hermanas las Provincias de la España europea que
se hayan libertado o liberten del yugo francés y defiendan la gloriosa causa de los
derechos de Su Majestad, y está persuadido que la defensa de estos países es una
cooperación por el bien del estado en general, y de la Patria Madre”.3
Poco después -en la línea práctica mencionada- el Cabildo pedía un donativo
voluntario para sostener la causa del Rey, a fin de “darle las mayores pruebas de nuestra
inseparable adhesión en medio de las mayores angustias”.4
Poco después existieron algunos matices -a juicio de algunos contemporáneosrespecto de la actitud fidelista de los criollos. García Carrasco expresa en una carta que,
dada la situación de la península, algunos criollos habrían señalado que convenía "ser
independientes de todas las naciones", sacudirse del yugo español y hacerse
republicanos.5
Los dos años siguientes, si bien continuaron en la misma línea, también vieron
aparecer algunas novedades que ilustran sobre el cambio que comenzaba a producirse, y
que tendrían su mayor expresión en 1810, el año decisivo de la transformación política
de Chile. Lo que había comenzado como una mera circunstancia imprevisible, se había
transformado en la génesis de una revolución mayor, destinada a cambiar los destinos
de América y, por cierto, también de Chile.
Los sucesos de 1810
3
Cabildo de Santiago, Sesión del 19 de septiembre de 1808.
Cabildo de Santiago, Sesión del 8 de octubre de 1808.
5
García Carrasco a Manuel de Irigoyen, 1° de noviembre de 1809, en Miguel Luis Amunátegui, Los
precursores de la Independencia (Santiago, Imprenta, Litografía y Encuadernación Barcelona, 1910),
Tomo III, p. 513.
4
4
El año decisivo para la historia de la Independencia chilena fue 1810, tanto en la
relación con la Península como al interior del reino.
En 1810 el gobernador siguió un juicio a Juan Antonio Ovalle, José Antonio de
Rojas y Bernardo de Vera y Pintado, quienes habrían encabezado un intento de
separación respecto de la metrópoli. Es interesante revisar la defensa de los inculpados,
en palabras de Ovalle:
“¿Qué se entiende por independencia? ¿El separamiento [sic] de la metrópoli?; esto
no es lícito y siempre se me ha oído decir y probar que no hay derecho para ello
con su dinero y su gente… Ahora pues (si lo que Dios no quiera) conquistaran los
franceses la España, ¿deberíamos estar dependientes de ella? El que dijese que sí
merecería la horca, y lo mismo quien diga que debemos sujetarnos a los ingleses:
luego la independencia de estos es necesaria y justísima”.6
Con ello, los acusados evadían la razón principal de la persecución en su contra,
probablemente con un argumento adecuado y ajustado a la realidad.
El Virrey del Río de la Plata el Virrey mostró su preocupación por el cariz que
tomaban las cosas en Chile a mediados de 1810, previendo el alejamiento de los criollos
de su rey: “Noticias fidedignas con que me hallo, me aseguran de los partidos en que se
encuentra dividido ese vecindario, opinando uno por la independencia, otro por
sujetarse a dominio extranjero y todos dirigidos a sustraerse de la dominación de
nuestro augusto soberano el señor don Fernando VII”.7
Sin embargo, como enfatiza Simon Collier, es necesario desprender dos conclusiones
principales de los sucesos:
a) Que el término independencia estaba siendo usado por algunos criollos antes del
18 de septiembre de 1810.
b) Que dentro del uso del concepto se consideraban grados de independencia.
Efectivamente, durante 1810 renunció el gobernador García Carrasco y fue
reemplazado por don Mateo de Toro y Zambrano, figura octogenaria que estaría en el
centro del proceso posterior. Asimismo, ese año comenzaron a difundirse algunas ideas
políticas más originales, el sistema monárquico temió aires independentistas (como el
6
"Representación", Valparaíso, 28 de mayo de 1810. CHDI, Tomo VIII, pp. 322-323.
"Oficio del Virrey de Buenos Aires dirigido al Capitán General de Chile (reservado)", en Manuel
Antonio Tocornal, Memoria del Primer Gobierno Nacional (Santiago, Imprenta Nacional, 1866),
Documento II, p. 230.
7
5
juicio que hemos mencionado), y finalmente hubo un llamado a un Cabildo Abierto
para resolver la situación política.
La convocatoria a un Cabildo Abierto para resolver lo que habría de hacer la
gobernación de Chile ante las circunstancias políticas que se vivían fue una posibilidad
muy querida por una parte de la población, pero no dejaba de causar polémica. La
fórmula utilizada para llamar a formar una Junta de Gobierno tenía un claro sello
tradicional hispano, como ha destacado Bernardino Bravo Lira,8 si consideramos las
palabras y documento citado por José Miguel Infante, el Procurador de la ciudad.
“En un caso como el presente de estar cautivo el soberano y no habiendo
nombrado antes regente del reino, previene la ley 3ª, título 15, Partida
segunda, que se establezca una junta de gobierno, nombrándose los vocales
que deban componerla „por los mayorales del reino, así como los perlados,
e ricos homes, e los otros homes buenos y honrados de las villas’”.9
Así apareció en la sesión del 18 de septiembre, así se formó la Primera Junta de
Gobierno, con un claro sentido de fidelidad al Rey Fernando VII, como queda en
evidencia con la pregunta que se formula a los miembros de la Junta:
"¿Jura usted defender la patria hasta derramar la última gota de sangre, para
conservarla ilesa hasta depositarla en manos del señor don Fernando VII, nuestro
soberano, o de su legítimo sucesor; conservar y guardar nuestra religión y leyes;
hacer justicia y reconocer al supremo Consejo de Regencia como representante de
la majestad Real?"10
Con el tiempo, el sentimiento mutaría rápidamente hacia el reclamo de
independencia por parte de los criollos, cada vez más renuentes a "seguir obedeciendo".
El 18 de septiembre de 1812 la fecha de la Primera Junta de Gobierno aparece como
una fiesta de la independencia.
"Ya de Chile los genios ilustres
8
Bernardino Bravo Lira, Derecho Común y Derecho Propio en el Nuevo Mundo (Santiago, Editorial
Jurídica de Chile, 1989), pp. 89-145.
9
Así lo explicitó José Miguel Infante en la jornada del 18 de septiembre de 1810.
10
Juramento de los miembros de la Junta de Gobierno, 18 de septiembre de 1810.
6
le preparan las sendas de honor
Y resuena con noble entusiasmo
De la patria la intrépida voz.
Conociendo sus altos derechos
Los proclama con fuerza y valor
Y al gran día de su independencia
Se apresura con paso veloz".11
Unos versos de Camilo Henríquez iban en la misma línea:
"Ensalzad de la patria el nombre claro.
Hijos del Sud: despedazad cadenas:
Apareced gloriosos en el mundo
Por vuestra libertad e independencia".12
Como se puede apreciar, la idea de independencia había comenzado a adquirir una
nueva connotación, cualquiera fuera la explicación que se diera: significaba la
separación de Chile respecto de España, la autonomía política, el comienzo de una
nueva era histórica. Sin embargo, el camino recién estaba comenzando y tendría
numerosas dificultades para lograr el éxito definitivo.
El camino hacia la Independencia de Chile
Si en 1810 primaron las ideas tradicionales españolas, o bien existía una forma mixta
de ver las cosas, el camino que siguió Chile después de la Primera Junta de Gobierno
fue claramente separatista. La evolución operó, al menos, en siete ámbitos
fundamentales, todos ellos necesarios para consolidar el nuevo orden político nacional.
1. En el orden de las ideas políticas. En este plano el cambio político mayor, si
bien a nivel de elites como todo el proceso de emancipación, se dio en la
transformación de la mentalidad política, que transitó desde la fidelidad a la
11
Himno patriótico de Bernardo de Vera y Pintado, en Melchor Martínez, Memoria histórica sobre la
revolución de Chile (Santiago, Editorial Universitaria, 1964 [Primera edición 1848]), Tomo II, p. 90. El
mismo autor señala en otro himno "¡Que las sabias leyes/ le alcancen a dar/ Con su independencia/ Su
felicidad".
12
"Inscripciones", de Camilo Henríquez, en Melchor Martínez, Memoria histórica,Tomo II, p. 91.
7
monarquía hacia la preferencia del sistema republicano como mejor forma de
organización política para Chile. Esta situación tiene un correlato en lo que se
denomina la revolución del lenguaje, que incorpora un lenguaje político nuevo y
de inmenso atractivo: libertad, independencia, república, pueblo, revolución,
patria, nación, ciudadano, son algunas de las voces que llenan y redefinen tanto
el vocabulario como las nuevas ideas políticas del continente y de Chile.
2. En la creación de instituciones políticas. Después de una Junta de Gobierno
que juró fidelidad a Fernando VII en septiembre de 1810, aparecieron nuevas
instituciones con un claro sesgo reformador: así aparecen el Congreso Nacional
(inaugurado simbólicamente el 4 de julio de 1811) y nuevas juntas de gobierno
lideradas por caudillos militares de alto impacto en el proceso de Independencia.
Un momento culminante al respecto fue el Reglamento Constitucional
Provisorio de 1812, que sería la fórmula que se adoptaría en el futuro para
organizar la república.
3. En el surgimiento de una opinión pública. Una de las novedades
fundamentales, principalmente a nivel de socialización de las ideas políticas, fue
la irrupción y desarrollo de la prensa, inexistente antes de 1810 (a diferencia de
otros países del continente). Los medios tenían nombres simbólicos que hablan
por sí mismos: Aurora de Chile, Semanario Republicano y Monitor Araucano,
como contrapartida a la oscuridad o las tinieblas del pasado, a la monarquía y a
los españoles. Estos periódicos -dirigidos por figuras notables como Camilo
Henríquez y Antonio José de Irisarri- fueron los principales difusores de un
nuevo ideario y de conceptos políticos originales y revolucionarios:
independencia, república, liberal.
4. En el plano simbólico. Durante los años que van desde la Junta de Gobierno
hasta la Declaración de la Independencia se crearon importantes símbolos que
después se transformarían en los emblemas nacionales, como la bandera y el
Escudo Nacional. Este último, por ejemplo, tenía la particularidad de destacar
las figuras indígenas en su imagen (y además, de manera ilustrativa, señalaba en
latín la frase "La luz después de las tinieblas).13
13
Al respecto ver Trinidad Zaldívar y Macarena Sánchez, "Símbolos, emblemas y ritos en la construcción
de la nación. La fiesta cívica republicana: Chile 1810-1830", en Gabriel Cid y Alejandro San Francisco
(editores), Nación y nacionalismo en Chile. Siglo XIX (Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2009),
Volumen II, especialmente pp. 87-101.
8
5. En la formación de organismos nacionales. En esos años se crearon
instituciones que tenían un claro sentido nacional (y no hispano o monárquico).
Entre ellos destaca especialmente el Instituto Nacional (establecimiento
destinado a formar ciudadanos que gobernaran y le dieran honor a la nación, la
defendieran y la hicieran florecer) y la Biblioteca Nacional. Los dos fueron
clausurados durante la Restauración Monárquica y reabiertos después del triunfo
patriota.
6. En el ámbito militar. Chile fue, en el siglo XIX, "tierra de guerra", en la
expresión de Mario Góngora, al puntualizar que cada generación enfrentó un
conflicto bélico internacional o civil.14 El Ejército de Chile y sus líderes tuvo su
primer encuentro contra los representantes del Ejército del Rey, en la llamada
Guerra de la Independencia, mixtura de guerra internacional y guerra civil, pero
que durante el siglo XIX constituyó uno de los principales símbolos discursivos
de la nación. Si bien no estaban suficientemente claras las adhesiones y lealtades
del pueblo, lo cierto es que a medida que avanzó el proceso, entre 1813 y 1818,
fue más claro que un Ejército patriota se opuso a los monarquistas en los campos
de batalla, con el objetivo expreso de lograr la Independencia política del país.
7. La Declaración de la Independencia. Se trata del documento escrito que fue el
resultado del proceso y que fijó la postura chilena ante el resto del mundo: el
país pasaría a ser libre e independiente, tanto de la monarquía española como de
cualquier otra potencia extranjera. Adicionalmente, se asignaba el derecho a fijar
libremente el sistema de gobierno "que más convenga a sus intereses". La
Declaración representaba la clausura escrita de un proceso que había comenzado
con el sello de la fidelidad a la monarquía y que concluía con la decisión de
construir una nación soberana.
Todo lo anterior no ocurrió de un día para otro, sino que fue el resultado de un
proceso que comenzó en Europa, siguió en la jornada del 18 de septiembre de 1810, se
desarrolló en las ideas políticas y los campos de batalla, bajo un sello progresivo en
favor de la Independencia de Chile.
El reclamo chileno de la Independencia
14
Mario Góngora, Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX (Santiago,
Editorial Universitaria, 2003, 8a edición).
9
Si la jornada del 18 de septiembre de 1810 se caracteriza, entre otras cosas, por el
juramento de fidelidad al Rey Fernando VII, el proceso que se inicia ese mismo día
marcha radicalmente en una dirección opuesta.
El proceso manifiesta ambivalencias, tiene ritmos distintos, así como también
posturas diferentes entre sus actores. La Independencia, el resultado conocido que se
declara en 1818 y cuya historia comenzó en 1810, no fue un proyecto en el estricto
sentido de la palabra: pensado, descrito y llevado a la práctica. La Independencia, tal
como la conocemos, fue la consecuencia de la evolución cultural, política y militar
acontecida en Chile entre la Primera Junta de Gobierno y la Declaración de 1818.
Dentro de ese proceso hubo personas y medios de prensa que difundieron el ideario
independentista y que propusieron terminar con el vínculo que unía a Chile con la
monarquía hispana. De esta manera, la voz independencia expresada en 1809 y 1810,
que no ilustraban sobre el deseo de emancipación absoluta respecto de la Madre Patria,
toma un giro separatista en las ideas y en las acciones para llevar adelante la victoria.
En el primer año ya hubo cambios relevantes en Chile: la evolución de la Junta de
Gobierno tomó un ritmo más autónomo; hubo un juicio a un coronel de Ejército que se
oponía a las elecciones convocadas (en el motín de Figueroa, de abril de 1811);
comenzó a funcionar el primer Congreso Nacional; los militares irrumpieron como
actores políticos en algunos momentos importantes. Uno de ellos, José Miguel Carrera,
planteó su postura con decisión a fines de 1811: "Así es que cuando todos sus tribunales
deben ser provisorios se adelantó a instalar Congreso, asamblea que sólo puede
principiar cuando llegue el tiempo de erigir el edificio grande, soberbio, duradero y
perpetuo de una independencia absoluta".15
El nacimiento de la prensa, en especial la Aurora de Chile, fue un factor crucial tanto
para el desarrollo del pensamiento político como para la socialización de las nuevas
ideas. Un artículo de este periódico explicita muy claramente las dimensiones y
significado de una potencial transformación política:
“Cuando después de tantos años de dependencia colonial y nulidad política se deja
ver la libertad sobre el horizonte americano, ¡que diferentes sensaciones, que
diversos pensamientos se excitan en los hombres! Las almas abiertas condenadas a
15
"Manifiesto de don José Miguel Carrera, en 4 de diciembre de 1811, en el cual justifica la disolución
del Congreso", Sesiones de los Cuerpos Legislativos, Tomo I, p. 198.
10
la servidumbre o por el vil interés, principio de todos los vicios degradantes, o por
la ignorancia y la pusilanimidad, llaman pretendida libertad aquella a que
aspiramos. ¡Que! ¿no puede existir la verdadera libertad en este mundo? No ha
existido y aún existe en nuestro mismo continente? En el momento en que los
pueblos declaran y sostienen su independencia, gozan de la libertad nacional: su libertad civil y política son obra de su constitución y de sus leyes. ¿Y quién puede
negarnos la posibilidad de establecer nuestra libertad interior o lo que es lo mismo,
el buen orden y la justicia? Aún nos resentimos de los defectos del antiguo sistema;
la ignorancia de tres siglos de barbarie está sobre nosotros; nos ha detenido la
irresolución natural a un pueblo esclavo por tantos años, y que jamás tuvo la menor
influencia en la legislación ni en los negocios públicos; han habido oscilaciones
momentáneas, propias de la infancia de las naciones, pero en medio de estos
instantes de crisis, en medio de nuestra inexperiencia y oprimidos bajo el peso de
nuestros heredados defectos, hemos respetado y ha sido inviolable para nosotros la
equidad y la humanidad”. 16
En otras ocasiones el mismo periódico, y también El Semanario Republicano, van a
volver en diversas ocasiones a explicar las ventajas de la independencia, e incluso
sostiene que “Los estados nacen por su independencia". Esto se produce porque, en la
práctica, "La independencia extrae a los pueblos del seno de la oscuridad, los coloca en
la escena del mundo para que, o por las virtudes y los talentos sean gloriosos e
inmortales, o por sus propios vicios vuelvan a la nada de que salieron”.17
Irisarri planteaba con su tradicional franqueza: “Debemos manifestar al orbe entero
nuestras ideas a cara descubierta, y abandonar el paso equívoco y tortuoso con que nos
dirigimos a la absoluta independencia de España". Para ello, era necesario obrar
claramente en la dirección propuesta, sin engaños ni disimulos, con los recursos que se
dispongan para llevar a cabo la propuesta”.18
En otro artículo El Semanario Republicano desarrollaba más latamente la idea:
“Nada perdemos con proclamar la independencia de ese Fernando, que no existe
sino para la devastación de sus dominios, cuando lo que podemos ganar con este
16
Aurora de Chile, N° 27, jueves 13 de agosto de 1812.
Aurora de Chile, N° 30, jueves 3 de septiembre de 1812, “Aspectos de las provincias revolucionadas de
América”.
18
El Semanario Republicano, N° 1, Sábado 7 de agosto de 1813, “Reflexiones sobre la política de los
Gobierno de América”.
17
11
paso es incalculable y muy factible. Temblarán los españoles, por más feroces que
sean, de invadir un Estado libre e independiente, donde serán tratados de la misma
suerte que ellos lo intentan con nosotros; y mostrando desde luego nuestra decisión
absoluta a no reconocer más autoridad, que la que emane de nuestros pueblos,
franquearemos nuestros puertos a aquel o a aquellos extranjeros, en cuyo poder
encuentre mejor sostén nuestra reconocida independencia. Si tenemos brazos y
recursos para la guerra, y si de nada nos puede aprovechar una política mezquina e
impotente, ¿por qué hemos de abrazar un partido que solo convenía a los hombres
más desvalidos del mundo, y que a nosotros no nos puede traer sino atrasos y
miserias?” 19
El tema de fondo es que en esos tres años se había producido una evolución política
mayor, con consecuencias quizá imprevisibles en 1810, pero más nítidas en 1813, al
menos en algunos autores que guiaban la opinión pública y manifestaban abiertamente
sus convicciones. La independencia, “ella es el único término de nuestra revolución”, y
para ello había que desarrollar una conducta decidida.20
“El valor nos hará conocer que nada aventuramos con la independencia, porque
bastante mérito hemos dado ya para ser reputados por rebeldes; y poniendo toda
nuestra seguridad en la suerte de las armas, llevaremos la victoria dependiente de
nuestras hazañas. Todas estas cosas nos harán aprovechar los momentos, tomar
todas medidas de defensa y encender de una vez el entusiasmo militar, que es el
que sólo nos puede salvar de los peligros. Lejos de nosotros esta miserable
conducta que observamos, y que nos lleva a pasos largos a la ruina del sistema que
sólo puede consolidarse con la guerra.
¿Esperamos acaso a que la España nos vuelva a dominar, creyendo, que por lo
que hemos hecho, seremos tratados con más consideración que anteriormente?
¿Tememos que la declaración de la independencia ponga de peor estado nuestros
negocios políticos?” 21
Parte de esa transformación había sido la mutación desde las convicciones
monárquicas hacia un incipiente ideario republicano, cuyo atractivo se hizo evidente
El Semanario Republicano, N° 1, Sábado 7 de agosto de 1813, “Reflexiones sobre la política de los
Gobierno de América”.
20
El Semanario Republicano, N° 2, Sábado 7 de agosto de 1813, “Artículo Comunicado”.
21
El Semanario Republicano, N° 5, Sábado 4 de septiembre de 1813, “Sobre las consecuencias que debe
traernos la independencia”.
19
12
para algunos de los principales exponentes de las ideas políticas que comenzaron a
circular. “Entiendan todos que el único Rey que tenemos es el Pueblo Soberano; que la
única ley es la voluntad del Pueblo; que la única fuerza es la de la Patria", expresaba
claramente el periódico en 1813, e incluso animaba a declarar enemigos del Estado "al
que no reconozca esta soberanía única a inequivocable, que sin más diligencia que la
exacta ejecución de nuestras leyes, lograremos la misma seguridad, que cualquier
Estado independiente”. 22
Los autores llamaban a superar el temor de acometer la empresa, presente en muchos
criollos de entonces, asegurando que “nada perdemos con declarar la independencia, por
que los males que nos pudiera traer esta no pueden ser otros, que una opresión mayor
que la pasada, y la misma que debemos esperar racionalmente, por consecuencia de lo
que ya tenemos hecho". Es decir, no había vuelta atrás y seguramente la monarquía
cobraría algún tipo de vindicta por los sucesos de los últimos tres años y la falta de
fidelidad que se podía apreciar. Más que males, había que pensar en los bienes que se
podrían lograr con el éxito de la empres: "Solo la independencia es capaz de ponernos a
cubierto de las dobles cadenas que nos amenazan, y solo podemos empezar a contar los
días de nuestra felicidad, desde aquel en que rompamos los funestos lazos que nos atan
al despotismo español”. 23
Por el contrario, nada bueno podía esperarse de los dominadores:
“Cualquier hombre que piense, conocerá que las Américas bajo el dominio español
jamás pueden gozar de la libertad civil, ni menos adelantarán un paso en su
felicidad. Para convencerse de esta verdad, no es necesario encanecer sobre los
libros, ni apurar el entendimiento con cálculos prolijos: basta conocer cuál es y cuál
ha sido hasta hoy la conducta que observan las metrópolis con sus colonias.
Considerados los colonos como unos hombres sujetos por la fuerza, se les hace
servir al engrandecimiento de la nación que les domina, y se les separan
continuamente todas aquellas cosas, que algún día pudieran darles una
consideración funesta a sus dominadores”.24
El Semanario Republicano, N° 1, Sábado 7 de agosto de 1813, “Reflexiones sobre la política de los
Gobierno de América”.
23
El Semanario Republicano, N° 5, Sábado 4 de septiembre de 1813, “Sobre las consecuencias que debe
traernos la independencia”.
24
El Semanario Republicano, N° 5, Sábado 4 de septiembre de 1813, “Sobre las consecuencias que debe
traernos la independencia”.
22
13
Hacia 1813, podríamos decir, al menos había un importante grupo de chilenos, con
liderazgo político, militar y en la opinión pública, que estaba dispuesto a enfrentar a la
monarquía con el cambio de régimen de gobierno, las armas y la prensa. Sin embargo,
la otra cara de la medalla era una monarquía dispuesta a recuperar espacios en los reinos
que comenzaban a emanciparse.
Las ambigüedades del proceso y el último asalto de la monarquía
A medida que avanzó el ideal separatista, también las fuerzas monárquicas desarrollaron
un trabajo para restablecer su presencia en todo el continente. El brigadier Antonio
Pareja y luego Gabino Gaínza encabezaron el ejército restaurador de la monarquía, que
enfrentó a las fuerzas criollas que dirigían José Miguel Carrera y luego Bernardo
O'Higgins.
No es el momento de hacer una narración pormenorizada de los sucesos militares y
políticos de esos tiempos. Baste recordar, simplemente, que los esfuerzos de
emancipación se vieron frustrados cuando los realistas vencieron a los patriotas en la
batalla de Rancagua (el "desastre" como lo llamaron los criollos), el 1° y 2 de octubre
de 1814. Pocos días después el líder militar español Mariano Osorio y sus tropas
victoriosas entraron a la capital para restaurar el imperio de la monarquía.
Como recuerda vivamente José Zapiola -el gran músico popular chileno del siglo
XIX-, “Cuando dos o tres días después de la batalla de Rancagua entraron a Santiago las
primeras tropas realistas, apareció la ciudad completamente adornada con la bandera
española”.25 La explicación del propio autor de los Recuerdos de Treinta Años era la
"conocida prudencia" de los chilenos.
Sin embargo, es evidente que también corresponde ponderar la existencia de una
división de opiniones dentro de la sociedad capitalina, donde era posible tanto apoyar la
causa autonomista como una mayor continuidad del sistema monárquico. Asimismo,
queda en evidencia que el discurso público de la elite era muy categórico y seguramente
representaba las convicciones de los líderes de la revolución, pero esa misma claridad
no la tenían los miembros de los sectores populares.
25
José Zapiola, Recuerdos de Treinta Año 1810-1840 (Buenos Aires, Editorial Francisco de Aguirre,
1974).
14
Como ha estudiado Leonardo León, en los años de la Independencia Chile no tuvo un
ejército patriota completamente comprometido con la causa de la autonomía (y mucho
menos con una lejana opción republicana). Por lo mismo, los modos de reclutamiento
forzados -o disciplinamiento- generaron respuestas contradictorias y no lograron
transformar la apatía del pueblo, e incluso provocaron la deserción en una tarea no
comprendida o que, al menos, no concitaba el respaldo decidido de la población.26
Por otra parte, comenzó la restauración de las instituciones de la monarquía y la
represión sobre las personas que en los años anteriores habían promovido la causa
autonomista. Numerosos chilenos partieron al exilio, otros tantos fueron confinados a la
isla de Juan Fernández, lo que representó tanto una clara manifestación de los excesos
del nuevo gobierno como de los sufrimientos que debieron padecer los patriotas.27
Como ha expresado Cristián Guerrero Lira en un excelente trabajo, no debemos
exagerar el contenido del gobierno de la restauración ni atribuirle mayores males que
los efectivamente existentes.28 Sin embargo, la figura de Francisco Casimiro Marcó del
Pont, sucesor de Osorio al mando de los peninsulares en Chile, representó claramente la
expresión más viva de la represión, la injusticia, la tiranía del sistema español de
dominación. El completó no solo la abolición de las instituciones de la Patria Vieja, sino
que también amplió los efectos de los tribunales de vindicación y la temida presencia de
los Talaveras de la Reina, el ejemplo más elocuente de la mencionada represión. A ello
debemos añadir la confección de listas de ciudadanos patriotas y otros tantos problemas
derivados de la restauración de la monarquía.
En el plano de las ideas políticas también existió una vuelta atrás, como se desprende
del funcionamiento de las instituciones entre 1814 y 1818. También influye el
desarrollo de ideas políticas tradicionales presentes en la prensa monarquista y el juicio
lapidario hacia los años de la Patria Vieja. Así lo expresa brevemente en una carta
publicada en la Gazeta del Rey, el periódico funcional al nuevo gobierno establecido a
partir de 1814.
Leonardo León, “Reclutas forzados y desertores de la Patria: el bajo pueblo chileno en la guerra de la
Independencia, 1810-1814”, Historia, Vol. 35 (2002), pp. 251-297. El autor precisa, en cualquier caso,
que los chilenos desertaron de la idea de patria en cualquiera de sus manifestaciones, es decir, tanto
"monarquista" como "republicana".
27
La narración del destierro a Juan Fernández en Juan Egaña, El chileno consolado en los presidios o
filosofía de la religión (Londres, Imprenta Española de M. Calero, 1826), 2 volúmenes.
28
Cristián Guerrero Lira, La contrarrevolución de la Independencia de Chile (Santiago, DIBAM, 2002).
26
15
“Desde las primeras conmociones que bajo el velo de seguridad, suscitaron en ese
país almas inquietas, ambiciosas o alucinadas con máximas de una mal entendida
política, de una libertad e independencia quimérica e impracticable; preveía yo con
sumo dolor los honores que iban a producir en los bienes y en las personas de su
inocente vecindario”.29
La independencia, el gran ideal político que había comenzado a afianzarse, pasa a ser
un ideal quimérico e impracticable. Por lo demás, la monarquía no estaba dispuesta a
ceder espacios ni volver al riesgo inmenso de perder sus dominios en América. La única
fórmula posible sería encontrar los ideales a través de la fuerza, precisamente en la
guerra de la Independencia, cuyo triunfo era necesario para incorporar en la declaración
que establecería la nueva posición de Chile ante la monarquía y ante el mundo.
Los patriotas criollos, con la colaboración de José de San Martín, organizaron un
ejército y se levantaron contra las nuevas autoridades. Si bien el avance no siempre
tenía la velocidad querida por los actores, la marcha en la dirección definitiva no
presentó mayores sobresaltos. Finalmente, sendas batallas en Chacabuco (12 de febrero
de 1817) y Maipú (5 de abril de 1818), sellaron la suerte favorable a los patriotas. Entre
ambas victorias militares, Chile proclamó definitivamente su Independencia.
La Declaración de la Independencia de Chile, 1818. Las claves del relato
independentista
La Declaración de la Independencia de Chile tiene fecha 1° de enero de 1818. Se trata
de un texto breve, que tiene las firmas de Bernardo O‟Higgins, Miguel Zañartu,
Hipólito de Villegas, José Ignacio Zenteno.
En un primer momento, se encargó la redacción del texto a Miguel Zañartu y
Bernardo de Vera y Pintado. La redacción hecha por Zañartu no fue del gusto de don
Bernardo O'Higgins, quien explicó latamente su visión sobre una mejor fórmula para
presentar una declaración simple y clara sobre la independencia chilena.
"Por lo que respecta a la sustancia, o se ha de escribir en la Acta el manifiesto, o se
contrae aquella al mero hecho de declarar la independencia. Si lo primero, una
Gazeta Extraordinaria del Gobierno de Chile, Lunes 19 de diciembre de 1814, “El Virrey del Perú a
los habitantes del Reino de Chile”.
29
16
metódica y más prolija combinación de sucesos, cuyo armonioso enlace, haciendo
corresponder las partes entre sí y al todo del objeto, darían a la obra la majestad y
complemento que ahora se echan menos. Si lo nos impelen a la independencia, sin
detenerse en unos más que en otros, o silenciarlos todos reservándolos para el
manifiesto. Me hace esto acordar la famosa declaración de independencia de
Pétion, cuyo rasgo verdaderamente militar atrajo la complacencia y admiración de
toda Europa, con la misma vivacidad y energía con que se redujo a escribir
solamente el único y efectivo título que da y conserva la libertad de las naciones.
Él, refiriéndose a la suya, dijo solamente: 'Es libre: puede y debe serlo, porque
tiene fuerzas que escudan su libertad'.
En el concepto de haberse de tocar algunos de los agravios (que es imposible sean
todos) que hemos recibido de la España, entiendo no poder omitirse el
imperdonable y espantoso de haber excitado en nuestra contra, en todo el curso de
la guerra, a las naciones bárbaras de nuestro mediodía, con el fin no de sujetarnos,
sino de destruirnos y arrasar el país enteramente. La Europa se horrorizaría de una
conducta tan feroz. Los pueblos cultos se abstienen de beligerar en concurso de los
bárbaros, que desconociendo toda especie de derechos, no distinguen entre el
combatiente, el rendido o el inerme ciudadano.
La protesta de fe que observo en el borrador (el de Zañartu) cuando habla de
nuestro invariable deseo de vivir y morir libres, defendiendo la fe santa en que
nacimos, me parece suprimible en cuanto no hay de ella una necesidad absoluta, y
que acaso pueda chocar algún día con nuestros principios de política. Los países
cultos han proclamado abiertamente la libertad de creencias: sin salir de la América
del Sur, el Brasil acaba de darnos este noble ejemplo de liberalismo; e importaría
tanto proclamar en Chile una religión excluyente como prohibir la emigración
hacia nosotros de multitud de talentos y de brazos útiles de que abunda el otro
continente. Yo a lo menos no descubro el motivo que nos obligue a protestar la
defensa de la fe en la declaración de nuestra independencia".30
El resultado fue una declaración redactada por el propio Zañartu, Juan Egaña,
Manuel de Salas y Bernardo de Vera y Pintado, quienes se la enviarían finalmente a
O'Higgins.
30
El texto de la carta de O'Higgins en Luis Valencia Avaria, "La declaración de la Independencia de
Chile", BAChH, Año IX, N° 23, pp. 43-44.
17
La versión que aquí presentamos es la que se entregó a O'Higgins, pero sabemos que
el libertador ingresó algunas adiciones que, a su juicio, mejoraban y precisaban algunos
aspectos de la declaración (en el Anexo de este artículo las frases agregadas por el
Libertador aparecen en cursiva). Eran específicamente cuatro, que añadió por mano al
finalizar el texto:
a) Donde decía que "estaba reservado al siglo XIX el oír a la América reclamar sus
derechos sin ser delincuente y mostrar que el periodo de su sufrimiento no podía durar
más que el de su debilidad", O'Higgins agregó escuetamente "que ya no existe".
b) Donde explica "la resolución de separarse para siempre de la Monarquía Española
y proclamar su independencia a la faz del mundo", agrega la siguiente frase:
"reservando hacer demostrables oportunamente, en toda su extensión, los sólidos
fundamentos de esta justa determinación".
c) Cuando explica que los ciudadanos han aceptado la proposición de la
independencia, agrega que además está "afianzada en las fuerzas y recursos que tiene
para sostenerla con dignidad y energía", aclarando de esa manera las posibilidades
reales de éxito en la guerra que todavía sostenían patriotas y realistas.
18
d) Finalmente, cuando se declara la independencia, dice que el territorio de Chile y
sus islas adyacentes forman un "un Estado libre, independiente y soberano, y quedan
para siempre separados de la Monarquía de España", a lo que O'Higgins añade "y de
cualquiera otra dominación", frase que continúa en el texto original de la siguiente
manera: "con plena aptitud de adoptar la forma de Gobierno que más convenga a sus
intereses".
Como expresa con precisión Álvaro Kaempfer, la Declaración de la Independencia
chilena es "autosuficiente, monumental y única".31
La Declaración comienza con una afirmación radical: “La fuerza ha sido la razón
suprema que por más de trescientos años ha mantenido al nuevo mundo en la necesidad
de venerar como un dogma la usurpación de sus derechos y de buscar en ella misma el
origen de sus más grandes deberes". El objetivo final de la afirmación es justificar por sí
mismo la independencia. Si algo definía la dominación española era precisamente la
violencia y no la razón, la imposición y no la convicción de los gobernados. De esta
realidad derivaba la ilegitimidad de la opresión y del gobierno establecido, la monarquía
hispana, y por lo tanto se anticipaban los fundamentos de la emancipación. Como el uso
de la fuerza había sido efectivo, el resultado se expresaba en aceptar tanto la usurpación
de los derechos (ignorados en la práctica) así como la sumisa obediencia hacia la
monarquía.
La dominación por una parte y la aceptación pasiva de los hechos por otra no estaban
destinadas a ser eternas, como precisa el texto: "Era preciso que algún día llegase el
término de esta violenta sumisión". "Pero, como argumenta el documento, entretanto era
imposible anticiparla: la resistencia del débil contra el fuerte imprime un carácter
sacrílego a sus pretensiones, y no hace más que desacreditar la justicia en que se
fundan". Cualquier rebelión previa habría sido condenada como ilegítima, un verdadero
sacrilegio, una ofensa a Dios y al Rey, aunque hubiera una supuesta justicia detrás.
Sin embargo, pasado el tiempo, había llegado ya lo que podríamos denominar "el
momento independencia": precisamente el que se vivía, las últimas dos décadas.
"Estaba reservado al siglo 19 el oír a la América reclamar sus derechos sin ser
delincuente y mostrar que el período de su sufrimiento no podía durar más que el de su
debilidad". Aunque es posible divisar una ambigüedad al hablar de delincuencia, porque
31
Álvaro Kaempfer, Relatos de soberanía, cohesión y emancipación, p. 75.
19
ante el régimen monárquico seguía habiendo delito en esta rebelión, lo relevante es
constatar que precisamente lo que quiere la declaración de la independencia es
consolidar su nuevo estatus internacional y su igualdad con el resto de las naciones. En
el plano interno quedaría un solo gobierno legítimo, por lo cual se trasladaba el carácter
del delincuente, que ahora pasaban a ser precisamente los defensores del Rey. Si antes
no se había logrado salir de la dependencia y debía aceptar el "sufrimiento" era
sencillamente por la "debilidad": como agregó O'Higgins escuetamente, esa debilidad
"ya no existe", por lo que el momento de la independencia no podía postergarse más.
La Declaración presenta una reinterpretación de la jornada originalmente fidelista de
1810. El texto explicita claramente que "La revolución del 18 de Septiembre de 1810
fue el primer esfuerzo que hizo Chile para cumplir esos altos destinos a que lo llamaba
el tiempo y la naturaleza". La doble connotación de revolución y de comienzo del
proceso de independencia, en la práctica, no dirige la mirada a los sucesos acaecidos en
España y Chile entre 1808 y 1810, sino que la proyecta al periodo que se inicia el 18 de
septiembre y culmina, precisamente, con la propia declaración independentista de
comienzos del siglo XIX, como se aprecia inmediatamente al referirse a los patriotas
chilenos: "sus habitantes han probado desde entonces la energía y firmeza de su
voluntad, arrostrando las vicisitudes de una gran guerra en que el gobierno español ha
querido hacer ver que su política con respecto a la América sobrevivirá al trastorno de
todos los abusos". Se refería, indiscutiblemente, al gobierno de la restauración
monárquica iniciado en 1814, conocido por su arbitrariedad y excesos contra los
patriotas. Fueron esos años de gobierno hispano, especialmente bajo el liderazgo de
Marcó del Pont y sus temidos Talaveras, que se consolidó una imagen negativa de los
españoles, como no existía antes de 1810: "Este último desengaño les ha inspirado
naturalmente la resolución de separarse para siempre de la Monarquía Española, y
proclamar su INDEPENDENCIA a la faz del mundo". La independencia queda así
mencionada como propuesta y más adelante sería proclamada como un hecho.
El documento se hace cargo de las dificultades existentes para reunir, por ejemplo,
un Congreso Nacional o algún otro órgano representativo que permitiera darle
legitimidad a la declaración. "Más, no permitiendo las actuales circunstancias de la
guerra la convocación de un Congreso Nacional que sancione el voto público, hemos
mandado abrir un Gran Registro en que todos los ciudadanos del Estado sufraguen por
sí mismos, libre y espontáneamente, por la necesidad urgente de que el Gobierno
declare en el día la independencia, o por la dilación o negativa".
20
El tema es interesante, porque no sabemos exactamente cuántos libros de registro se
abrieron efectivamente ni sus resultados exactos. Sí conocemos la reacción de algunos
de los signatarios eclesiásticos, interesante al menos en dos cosas. Un aspecto relevante
es la declaración del presbítero José Alejo Eyzaguirre, quien suscribe el voto afirmativo,
pero manifiesta su rechazo a la declaración "hasta que el Congreso de Chile,
legítimamente formado, declare, establezca y metodice la forma de Gobierno que ha de
subsistir".
Otro aspecto está comentado por José Ignacio Cienfuegos, Gobernador del Obispado,
quien sostuvo que el libro de la opción negativa había quedado en blanco, "porque los
opositores habrán querido afirmar su negativa por la falta de concurrir".32 Barros Arana,
sin embargo, establece un motivo para la inexistencia de votos que rechazaran la
independencia, adicionales al hecho de que la inmensa mayoría de los chilenos en
realidad deseaba la independencia: quienes favorecían la posición minoritaria "temieron
que sus votos negativos les atrajesen persecuciones más o menos violentas en las
personas o en sus bienes".33
El resultado claro era la declaración de la independencia, "habiendo resultado que la
universalidad de los ciudadanos está irrevocablemente decidida por la afirmativa de
aquella proposición, hemos tenido a bien, en ejercicio del poder extraordinario con que
para este caso particular nos han autorizado los pueblos, declarar solemnemente, a
nombre de ellos, en presencia del Altísimo".
La referencia al Altísimo, como se puede apreciar de la lectura del texto y de su
historia, nos lleva a recordar el un texto previo recibido y rechazado por O'Higgins.34 El
original señalaba la intención "de vivir y morir libres, defendiendo la fe santa en que
nacimos", fórmula que finalmente fue rechazada y no aparece en la declaración de la
independencia chilena.35 La presencia del Altísimo en la declaración tiene
probablemente el objetivo de mantener el sentido de trascendencia, unánime en el
momento histórico que se vivía, sin entrar a un tema eventualmente más conflictivo,
como era la existencia de una religión única oficial, en circunstancias que algunos
pueblos recientemente habían decidido favorecer el sistema de libertad de cultos.
32
Ambas referencias aparecen en Luis Valencia Avaria, "La declaración de la Independencia de Chile", p.
39.
33
Diego Barros Arana, Historia General de Chile (Santiago, Editorial Universitaria/Centro de
Investigaciones Diego Barros Arana, 2003 [Primera edición 1891]), Tomo XI, p. 252.
34
Citado en el artículo de Luis Valencia Avaria, "La declaración de la Independencia de Chile", pp. 4344.
35
Citado en Diego Barros Arana, Historia General de Chile, Tomo XI, p. 253.
21
Con todo, lo importante no es el Altísimo en sí, sino el hecho que testifica el aspecto
crucial de la Declaración: "[declarar y] hacer saber a la gran confederación del género
humano, que el territorio continental de Chile y sus islas adyacentes, forman de hecho y
por derecho, un Estado libre, independiente y soberano, y quedan para siempre
separados de la Monarquía de España, con plena aptitud de adoptar la forma de
Gobierno que más convenga a sus intereses".
Junto con ser el corazón de la Declaración de la Independencia, incluye algunos de
los aspectos más complejos de ella, como es la ambigüedad respecto de su organización
política futura. Probablemente eso se debió a que en O'Higgins -y también en otros
miembros de la sociedad de su tiempo- no había claridad sobre cuál era la forma de
gobierno más conveniente, si monarquía o república, o alguna combinación (monarquía
constitucional, por ejemplo).36
Una de las características principales del proceso independentista es que hubo
muchos patriotas dispuestos a dar su vida por la causa en la cual creían, estuvieron
dispuestos a sufrir persecuciones y también pérdidas personales y económicas por llevar
adelante el proceso de emancipación. Ese aspecto queda claramente reflejado en el texto
de la Declaración: "Y para que esta declaración tenga toda la fuerza y solidez que debe
caracterizar la primera Acta de un Pueblo libre, la afianzamos con el honor, la vida, las
fortunas y todas las relaciones sociales de los habitantes de este nuevo Estado:
comprometemos nuestra palabra, la dignidad de nuestro empleo, y el decoro de las
armas de la PATRIA".
Para dejar registro del proceso que condujo a la Declaración de la Independencia, el
propio texto establecía un mecanismo: "mandamos que con los libros del Gran Registro se
deposite la Acta Original en el Archivo de la Municipalidad de Santiago, y se circule a todos los
pueblos, ejércitos y corporaciones, para que inmediatamente se jure y quede sellada para
siempre la emancipación de Chile".
El documento expresa, de este modo, una de las características del proceso, en ausencia de
órganos representativos de carácter nacional. Siguiendo la tradición que había conducido a la
formación de la Primera Junta de Gobierno en 1810, el liderazgo estuvo a cargo del Cabildo de
Santiago; en 1818 la situación era exactamente la misma. Por ello, el texto señala la necesidad
de hacer circular la declaración, presumimos rápidamente, al resto del país para su socialización
y juramento. Con ello, la emancipación chilena quedaría sellada, "para siempre".
36
El debate sobre el régimen de gobierno, para el caso de O'Higgins, está explicado en Simon Collier,
Ideas y política, pp. 236-241.
22
Finalmente, aparecen algunos datos históricos relevantes: "Dada en el Palacio Directorial de
Concepción a 1 de enero de 1818, firmada de nuestra mano, signada con el de la nación, y
refrendada por nuestros ministros y secretarios de Estado, en los departamentos de Gobierno,
Hacienda y Guerra".
Se trata, en realidad, de una fecha convencional, a objeto de hacerla coincidir con el primer
día del año 1818. El 12 de febrero se realizó la llamada Jura de la Independencia, para sellar
definitivamente el compromiso del país con su nueva forma de organización política. En la
ocasión se le preguntaba a los presentes una fórmula sencilla y clara:
"Jurais a Dios y prometeis a la Patria con la garantía de vuestras fortunas, honor y
vidas sostener la presente declaración de independencia absoluta del Estado chileno
de Fernando VII, sus sucesores y cualquiera otra dominación extraña?"37
La respuesta afirmativa y tres descargas de artillería sellaron la ceremonia.
Proclamación y jura de la Independencia de Chile, de Pedro Subercaseaux
37
Citado en Salvador Sanfuentes, Chile desde la batalla de Chacabuco hasta la de Maipo (Santiago,
Imprenta Nacional, 1868), p. 126.
23
Conclusiones
La Independencia de Chile es un tema siempre fascinante y abierto a nuevos estudios.
Lo mismo, con seguridad, ocurre en todo el continente, más todavía cuando se vive un
momento de conmemoraciones festivas con ocasión del Bicentenario.
En esta ocasión se ha procurado una visión integradora del proceso de
independencia, que incluya tanto los sucesos como los textos que progresivamente se
refirieron a la separación de Chile respecto de la monarquía. Por lo mismo, se hacía
necesario conocer qué fue lo que efectivamente sucedió en la jornada del 18 de
septiembre de 1810, cuál fue el proceso que siguió a la organización de la Primera Junta
de Gobierno, cómo evolucionaron tanto los actores políticos como la mentalidad y las
ideas del proceso. Finalmente, el trabajo se ha concentrado en el conocimiento y
explicación de la Declaración de la Independencia de Chile.
Al respecto, es posible apreciar que dicho texto procuró una explicación sencilla,
pero muy clara y categórica, del significado del proceso independentista, su momento
histórico y la acción de los chilenos. Se trata de una declaración completa, comprensiva,
que incluye todos los temas importantes y que quiere animar a sus lectores a sumarse
con entusiasmo a aprobar su contenido y, por tanto, la independencia de Chile.
Desde el punto de vista de los hechos es evidente que se trata de una construcción a
posteriori. Es decir, aquello que no estaba ni en las mentalidades de 1810 ni en los
objetivos de la Primera Junta de Gobierno pasaba a ser algo casi evidente y motivador
de todos los sucesos si ello se explicaba en 1818, cuando ya había pasado mucha agua
bajo el puente.
La fidelidad al monarca de 1810 y la independencia respecto de él en 1818 aparecen
así entrelazadas, la primera es premisa de la segunda, porque ahí se inició todo el
proceso, aunque fuera inopinadamente. Después de todo, "estaba reservado al siglo
XIX" poder reclamar efectivamente los derechos sin ser sindicados como delincuentes,
lo que prueba casi un determinismo histórico que los redactores de la Declaración
utilizaban a su favor. Conocido el proceso de ocho años, su evolución y sus resultados
parciales, los chilenos creían tener la fuerza suficiente para afirmar su independencia
ante la faz del mundo, tanto respecto de la monarquía española como de cualquier otra
dominación, y abría la posibilidad de adoptar la mejor forma de gobierno para Chile.
24
Con esas afirmaciones, en realidad, se entraba en una nueva etapa, ya no de
demolición del orden preexistente, sino de construcción de uno distinto, original,
resuelto por los mismos ciudadanos que habían pasado a ser agentes de la historia. Con
ello, la Declaración de la Independencia ya no hablaba de un pasado conocido y resuelto
favorablemente, sino que se abría a la construcción de un futuro que, si bien incierto,
parecía promisorio y lleno de oportunidades para Chile.
Después de todo, Chile era independiente y por primera vez en la historia podía
decidir libremente su futuro. Eso era una gran alegría y una gran responsabilidad. El
resultado estaba por verse.
Anexo: La Declaración de la Independencia de Chile38
“La fuerza ha sido la razón suprema que por más de trescientos años ha mantenido al
nuevo mundo en la necesidad de venerar como un dogma la usurpación de sus derechos
y de buscar en ella misma el origen de sus más grandes deberes. Era preciso que algún
día llegase el término de esta violenta sumisión: pero entretanto era imposible
anticiparla: la resistencia del débil contra el fuerte imprime un carácter sacrílego a sus
pretensiones, y no hace más que desacreditar la justicia en que se fundan. Estaba
reservado al siglo 19 el oír a la América reclamar sus derechos sin ser delincuente y
mostrar que el período de su sufrimiento no podía durar más que el de su debilidad que
ya no existe. La revolución del 18 de Septiembre de 1810 fue el primer esfuerzo que
hizo Chile para cumplir esos altos destinos a que lo llamaba el tiempo y la naturaleza:
sus habitantes han probado desde entonces la energía y firmeza de su voluntad,
arrostrando las vicisitudes de una gran guerra en que el gobierno español ha querido
hacer ver que su política con respecto a la América sobrevivirá al trastorno de todos los
abusos. Este último desengaño les ha inspirado naturalmente la resolución de separarse
para siempre de la Monarquía Española, y proclamar su INDEPENDENCIA a la faz del
mundo reservando hacer demostrables oportunamente, en toda su extensión, los sólidos
fundamentos de esta justa determinación. Mas no permitiendo las actuales
circunstancias de la guerra la convocación de un Congreso Nacional que sanciones el
voto público, hemos mandado abrir un gran registro en que todos los Ciudadanos del
Estado sufraguen por sí mismos libre y espontáneamente por la necesidad urgente de
que el gobierno declare en el día la Independencia o por la dilación o negativa: y
habiendo resultado que la universalidad de los Ciudadanos está irrevocablemente
decidida por la afirmativa de aquella proposición, afianzada en las fuerzas y recursos
que tiene para sostenerla con dignidad y energía, hemos tenido a bien en ejercicio del
poder extraordinario con que para esta caso particular nos han autorizado los Pueblos,
38
En el presente texto incluimos las referencias agregadas por Bernardo O'Higgins, que aparecen
destacadas en cursiva.
25
declarar solemnemente a nombre de ellos en presencia del Altísimo, y hacer saber a la
gran confederación del género humano que el territorio continental de Chile y sus Islas
adyacentes forman de hecho y de derecho un Estado libre Independiente y Soberano, y
quedan para siempre separados de la Monarquía de España y de otra cualquiera
dominación, con plena aptitud de adoptar la forma de gobierno que más convenga a sus
intereses. Y para que esta declaración tenga toda la fuerza y solidez que debe
caracterizar la primera Acta de un Pueblo libre, la afianzamos con el honor, la vida, las
fortunas y todas las relaciones sociales de los habitantes de este nuevo Estado:
comprometemos nuestra palabra, la dignidad de nuestro empleo, y el decoro de las
armas de la PATRIA; y mandamos que con los libros del gran registro se deposite la
Acta original en el archivo de la Municipalidad de Santiago, y se circule a todos los
Pueblos, Ejércitos y Corporaciones para que inmediatamente se jure y quede sellada
para siempre la emancipación de Chile. Dada en el Palacio Directorial de Concepción a
1 de Enero de 1818, firmada de nuestra mano, signada con el de la Nación y refrendada
por nuestros Ministros y Secretarios de Estado, en los Departamentos de Gobierno,
Hacienda y Guerra. Bernardo O‟Higgins, Miguel Zañartu, Hipólito de Villegas, José
Ignacio Zenteno”.
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