México, Distrito Federal I Octubre- Noviembre 2009 I Año 4 I Número 22 I Publicación Bimestral Amor Transgresor en La Mayor Confusión y Los primos amantes de Juan Pérez de Montalbán.1 Luzmila Camacho Platero Saint Mary’s College A la edad de veintiséis años y, quizás, como nos recuerda la hispanista Caroline Bourland, entusiasmado por el éxito que la novela estaba teniendo en España y, en concreto, las Novelas Ejemplares de Miguel de Cervantes (10), Juan Pérez de Montalbán publicó en 1624 su primera colección de novelas cortas titulada Sucesos y Prodigios de Amor. Como se verá más adelante, el éxito de esta colección —en el siglo XVII tuvo dieciséis o diecisiete ediciones, entre ellas, dos traducciones en francés y dos en italiano (Antonio Rey Hazas, 435)— demuestra que el estilo del joven escritor gustaba y que éste había optado por unos temas y un discurso que, aunque en ocasiones polémicos, lo ayudaron a situarse y establecerse literariamente dentro del competitivo grupo de escritores de Madrid. En esta oportunidad me centraré en dos novelas de esta colección de Montalbán, La mayor confusión y Los primos amantes. Ambas tienen en común el tema de un amor imposible y/o subversivo y ambas demuestran la posición del autor con respecto al amor y al matrimonio y su negativa a acatar las restricciones culturales, teológicas y legales que se imponían sobre la sociedad española de su época. Después de leer estos dos trabajos, se puede sugerir que Montalbán participaba de ciertas ideas 31 liberales y neo-humanistas en cuestiones del amor. 2 El escritor madrileño Página supo navegar en asuntos tan complicados como el de los amores ilícitos y Mi profundo agradecimiento a la Profesora Alicia Colombí y a Montserrat Mochón por sus correcciones y sabias sugerencias. 2 Forcione coincide con la idea que Américo Castro propuso en El pensamiento de Cervantes arguyendo el cristianismo neo-humanista de Cervantes, el cual aunque estaba preocupado con la espiritualidad de la persona, no se olvidaba de la fragilidad del ser humano (en Forcione, 17). 1 México, Distrito Federal I Octubre- Noviembre 2009 I Año 4 I Número 22 I Publicación Bimestral nos presenta, en la primera novela, la complejidad de un amor incestuoso, el cual para él puede ser honesto y noble y, en la segunda, el amor de dos primos a quienes se les prohíbe desposarse. El tema de La mayor confusión es el de un doble incesto, que, como Antonio Rey Hazas explica, pasa rápidamente a un segundo plano y queda reemplazado por el suspense provocado por una serie de intrigas y por la constancia de unos jóvenes amantes que superan todos los obstáculos que se les presenta en el camino. Así, y como dictan las características de la novela española, el argumento se complica con una progresión de sucesos que, aunque alargan la historia, no interrumpen el desarrollo de los acontecimientos ni destruyen su fluidez. El espacio donde tienen lugar los hechos es el Madrid de Felipe IV, ciudad llena de vitalidad cultural y social gracias al comercio, a la estabilidad económica y a la momentánea paz que el país disfrutaba en las primeras dos décadas del siglo. 3 Después de una detallada presentación del personaje de Casandra, protagonista principal, Montalbán nos sorprende con el amor de ésta por su hijo don Félix: “Estaba ya tan ciega, que no daba lugar este deseo a que pensase en otras cosas, ni quisiese divertirse a otros gustos”. Para poner en marcha el plan que le iba a permitir disfrutar sexualmente de él, Casandra manipula con facilidad el sentido de lealtad de su criada Lisena: “confusa quedó Lisena con la nueva esperanza de su señora, y lo que la respondió fue decir que de su parte estaba dispuesta a intentar por su gusto cualquier osadía, aunque aventurase la vida y la honra” (La mayor confusión, 140). 4 De este encuentro sexual Casandra dará a luz a una niña y la dejará al cuidado de los padres de la primera. Por su parte, don Félix, después de catorce años de servicio a la Corona, regresa a Madrid y se 32 enamora de su propia hija, Diana, quien ya es una jovencita y vive como Página criada en casa de su madre. Así describe el narrador los sentimientos del joven: “Mirola con atención don Félix, y como para amarla no era menester 3 4 Ver La cultura del Barroco de José Antonio Maravall (pp. 24-25). Todas las citas de La mayor confusión provienen de la edición de Evangelina Rodríguez Cuadros. México, Distrito Federal I Octubre- Noviembre 2009 I Año 4 I Número 22 I Publicación Bimestral sino dexarse mirar, no pudo resistir el fuego de sus divinos ojos” (La mayor confusión, 145). A partir de este instante, Casandra será incapaz de poner fin a lo que ya es irrefrenable: los jóvenes se casan y tienen hijos sin saber que son hermanos y, a la vez, padre e hija. Antes de morir, Casandra deja una carta confesándole a su hijo la verdad y haciéndolo responsable de la deshonra que su comportamiento pueda traerle a su familia. La confusión de don Félix es absoluta y éste sufre los síntomas de lo que hoy consideraríamos una depresión: Puso fin al papel don Félix con mil suspiros (…) porque solamente su pecho entendiese aquella desdicha, se arrojó en la cama haciendo tales extremos que todos le tenían justa lástima; (…) así don Félix ni oía ni hablaba, ni aun sabía lo que le había sucedido (…) y se iba al campo a dar voces y quejas contra la crueldad de su madre, pues pudiera callar su deshonra y dejarle vivir con aquel engaño. (La Mayor Confusión 161-162) La solución a su dilema se la dan un jesuita y unos catedráticos de las Universidades de Alcalá y Salamanca, quienes, para sorpresa de los lectores, le aconsejan que continúe viviendo con Diana y disfrutando de ella como esposa “pues él ni ella habían tenido culpa del delito” (La mayor Confusión 163-164). La Mayor Confusión, inspirada en la novela IV de la Cento Novelle de Sansovino (Bourland, pg. 13), es la cuarta novela de Prodigios y Sucesos de Amor. 5 La céntrica ubicación de la misma y la dedicatoria a Lope de Vega, de quien Montalbán era discípulo e intimo amigo, podrían ser dos detalles indicativos de la importancia que para el autor tenía este trabajo (Rey Hazas, 447). El lugar que ocupa también podría sugerir que Montalbán no consideró su novela inmoral, escandalosa o polémica, sino todo lo Página 33 contrario, pues, como explica el investigador español, la estructura de toda su colección y no el “aspecto doctrinal” (454) era la preocupación del Si Bourland demuestra en su artículo la influencia de la novela italiana en este texto de Montalbán, el artículo de Victor Dixon, la introducción de Rodríguez Cuadros y el prólogo de Agustín González de Amezúa y Mayo estudian las fuentes literarias y mitológicas de La mayor confusión. 5 México, Distrito Federal I Octubre- Noviembre 2009 I Año 4 I Número 22 I Publicación Bimestral escritor: [L]a inserción de las novelas responde a un plan integrador […] tanto el orden en que aparecen los relatos, como sus características peculiares y distintivas de tema, estilo, técnica y estructura se deben […] a un propósito armonizador […] capaz de presentar como un todo […] ocho novelitas diferentes. (439) Liugi Giuliani en la introducción a su edición de Sucesos y Prodigios de amor coincide con Rey Hazas cuando explica el porqué de esta novela. Para él, el escritor madrileño, quien fue sacerdote y notario de la Inquisición, tendría que haber pensado que el censor comprendería dos aspectos fundamentales de su trabajo: uno, que se estaba limitando a seguir las convenciones literarias de la novela del siglo XVII, siendo el principal objetivo el “retratar lo ‘increíble’ o ‘maravilloso’ de tales sucesos dejando a un lado las implicaciones de tipo moral” (XXII), y, dos, que su escena de alcoba carecía de detalles grotescos o pornográficos: “Llegó el engañado don Félix, y ajeno de semejante maldad, pensando que estaba en los brazos de una criada, gozó la belleza de su indigna madre, de la cual se despidió arrepentido, como todos” (La mayor confusión, 141). Esto explicaría que al censor lo único que le molestara fuera la validez del matrimonio de los jóvenes y no la escena de alcoba u otros pormenores del texto: “Es interesante ver que los censores de la Inquisición no castigaran el incesto de Casandra, sino que aportaron razones de tipo teológico para explicar que el matrimonio no podía ser válido (...) si hay por medio un ‘impedimento dirimente’” (Giuliani, XXXVIII). Es decir, el lector del Barroco se desvivía por aquellas historias que producían extrañeza y sorpresa y Página 34 estaba constantemente pidiendo más de los escritores. La literatura de la época nos ha dejado múltiples ejemplos, recordemos La Monja Alférez, comedia del mismo autor, o Los hermanos amantes de Guevara. Enrique García Santo-Tomás en su edición del Arte nuevo de hacer comedias, México, Distrito Federal I Octubre- Noviembre 2009 I Año 4 I Número 22 I Publicación Bimestral donde habla de los cambios a los que se estaba sometiendo el teatro español, hace referencia a las exigencias del público del siglo XVII: La etiqueta interesa menos que la propia intención lopesca de mezclar los discursos, de acuerdo a la demanda de un público que paulatinamente va modelando un género condimentado con audacias más al gusto de los tiempos y menos sujetas a una tradición que se juzga como anacrónica. (29) Es lógico pensar entonces que la explosión cultural de este periodo, la cual habría sido imposible sin la ayuda de la imprenta sobre todo en lo que a la novela y a la poesía se refiere, no se limitara al teatro y que el lector de estos dos géneros fuera tan exigente como el espectador que asistía al Corral de Comedia. A esto habría que añadir la influencia que tuvo en nuestra literatura la novela italiana, caracterizada por la escabrosidad de sus aventuras, y el éxito de un teatro nacional criticado por su “obscenidad”. Rey Hazas, en relación a las convenciones literarias del momento, observa que el hecho de que se impusiera la justicia poética con la muerte de Casandra, motor del mal en la novela, y que se mantuviera la inocencia de los hermanos-esposos hasta el final de la misma (Diana nunca supo que su esposo era su hermano y padre), podría haber sido suficiente para satisfacer a los lectores y podría explicar que la Inquisición, al menos en la primera edición, no tuviera problemas con este final: 35 Esta solución feliz respetaba una de las leyes literarias más características de relatos y comedias: la justicia poética. Puesto que ni Félix ni Diana eran responsables de otra cosa que de amarse, no era justo sino recompensarles con su felicidad, castigando, eso sí, a muerte a la incestuosa Casandra. (450) Página No obstante, Montalbán debía haber sospechado que su desenlace podía ser polémico, pues si, por una parte, el escritor sabía que iba a leerlo un lector entendido; por otra, tendría que haber considerado otra de las grandes normas literarias tanto del teatro como de la novela nacional: me México, Distrito Federal I Octubre- Noviembre 2009 I Año 4 I Número 22 I Publicación Bimestral refiero en concreto a los finales convencionales y moralizantes, los cuales eran muy del gusto de los españoles. Tenemos, por tanto, una cultura española que, como explica José Antonio Maravall, a pesar de estar habituada a todo tipo de subversiones literarias, también estaba acostumbrada a finales que se ajustaban a las reglas y costumbres sociales: “Esa preocupación por el conocimiento, dominio y manipulación sobre los comportamientos humanos llevaba a una identificación entre aquellos y las costumbres, entre la conducta y la moral” (138). Esto es especialmente característico de unos novelistas españoles que constantemente insistían en diferenciar nuestro género del italiano en su objetivo de formar y, a la vez, entretener al lector. Nicholas Spadaccini en su introducción a la colección titulada Hispanic Baroques: Reading Cultures in Context, presenta una alternativa a la idea de la “cultura de masas” del Barroco de Maravall que puede esclarecer la pregunta de por qué Montalbán decidió escribir estas dos novelas y, especialmente, La mayor confusión. Según el hispanista italiano, “la reciprocidad” entre autor-lector era (y es) elemento fundamental de la cultura urbana. Es decir, para él esta maquinaria cultural que fue el Barroco español, aparte de operar como un instrumento político que impone ciertas normas sociales y culturales, también funcionó como un medio de información que permitió que el individuo adquiriera mayor conocimiento sobre sí mismo: “For these individuals emerges a break between knowledge viewed as an instrument or as a product of power relations and knowledge seen as an absolute explanation of oneself” (XXI), creándose así una tensión entre “contención y libertad” (mi traducción) (XXIII). La novela pudo haber sido para Montalbán, como lo fue para 36 Cervantes, el espacio donde se podían presentar discursos contradictorios Página y alternativos (XXV). Carlos Gutierrez en su capítulo “The Challenges of Freedom: Social Reflexivity in the Seventeenth Century Spanish Literary Field” habla de la necesidad del autor de la época de crear su propio espacio literario: “[…] the literature that gave birth to those works México, Distrito Federal I Octubre- Noviembre 2009 I Año 4 I Número 22 I Publicación Bimestral originated within a competitive court cultural and it was fundamentally inter-active and inter-authorial” (152), de ahí la presión que tenía de elaborar un discurso diferente: “[t]his literary reflexivity is nothing but an ontological discourse of social affirmation” (153). Gutierrez, al igual que Spadaccini, defiende la idea de una literatura barroca que era reflexiva, competitiva y cuyos intelectuales a la hora de escribir tenían en cuenta tanto las características literarias del momento como la relación que existía entre ellos mismos (lo que Gutierrez denomina “inter-authoriality”) y los textos (151). Pudiera ser, por tanto, que Montalbán, quien tuvo que luchar contra la sombra de autores como Francisco Quevedo (conocida es la enemistad que hubo entre ellos), Miguel de Cervantes, María de Zayas y, especialmente, Lope de Vega (la colaboración que le ofreció su amigo y maestro aunque lo ayudó a hacerse y situarse como escritor, también lo obligó a demostrar constantemente su individualidad y sus destrezas literarias) intentara con textos como La mayor confusión llamar la atención del lector y de sus compañeros de letras y establecerse como autor. No resulta, así, raro que la primera edición de esta novela no alarmara al censor y que se publicara tal cual, pues, como se ha dicho anteriormente, éste debía estar acostumbrado a leer todo tipo de cosas y debía conocer la dinámica que existía entre los escritores que convivían en la capital. Sin embargo, Montalbán se vio forzado a realizar cambios en las ediciones de 1628 y 1633. Estas sucesivas correcciones se pueden considerar una especie de “regateos literarios” que indican, por un lado, la resistencia del autor a adoptar las modificaciones que se le exigían y, por otro, el descontento de un censor que no terminaba de estar satisfecho con 37 el resultado que el joven escritor le presentaba. 6 Así, si en la edición de Página 1628, el arreglo de Montalbán se limitó a poner en duda la confesión del personaje de Casandra por considerarlo indigno de confianza; en la de 1633 tiene que hacer un ajuste más drástico, don Félix muere de 6 Ver Rey Hazas y Dixon para un análisis de las ediciones de La mayor confusión. México, Distrito Federal I Octubre- Noviembre 2009 I Año 4 I Número 22 I Publicación Bimestral sufrimiento y Diana entra en un convento. Rey Hazas considera, y con razón, que este último cambio realizado por Montalbán es “un postizo” que rompe la estructura de la novela ya que no le hace justicia a los amantes: “¿cómo un amor de tales quilates […] puede concluir tan trágicamente?” (453); aunque, como indica Victor Dixon, en la España de la Contrarreforma: “lo que no podía tolerarse era que la Iglesia pareciera prestar su conformidad, permitiendo que (los amantes) continuasen” (24). Al fin y al cabo, lo que la Inquisición y la Iglesia exigían era que los textos literarios reafirmaran los valores culturales y morales de la época y que, después del caos que hubieran creado los personajes, se volviera a establecer la armonía social. Muchos críticos han achacado la producción de esta “repugnante y monstruosa” novela (Agustín González de Amezúa y Mayo, 91) a la juventud del escritor. Pudiera ser, creo, sin embargo, que la profundidad psicológica de sus personajes, especialmente el de Casandra, demuestra la madurez del escritor y el detenimiento con el que los construyó. Según Mariano Baquero Goyanes un buen escritor debe “revela(r) un conocimiento profundo de la naturaleza humana” (12). El personaje de Casandra es, a mi parecer, el más rico y complejo de todos. Desde un principio el autor considera necesario que, para comprender y no justificar el comportamiento de este personaje femenino, debe informarnos de su vida y psicología: Casandra quedó huérfana de niña y se crió con un “deudo suyo con más libertad que pedía su nobleza” (131), creció para ser una joven moderadamente hermosa” aunque, como observa el narrador, fue demasiado coqueta, desenfadada y necesitaba excesivamente que la amaran. Esto último sería lo que la llevaría a manipular a sus 38 pretendientes (y, posteriormente, a su propio hijo). A pesar de que tuvo Página múltiples admiradores, su matrimonio con don Bernardo no fue producto del amor sino de la muerte de su primo y prometido, Gerardo, a manos del primero. Después de un tiempo, Casandra se rinde ante la presión que recibe de “muchas personas graves” y contrae matrimonio con el asesino México, Distrito Federal I Octubre- Noviembre 2009 I Año 4 I Número 22 I Publicación Bimestral de su primo. Como vemos, que el autor considerara necesario informarnos sobre el pasado de Casandra, desde su infancia hasta su vida matrimonial, demuestra su preocupación por crear un personaje multidimensional y, por consiguiente, creíble. A pesar de que la locura de Casandra queda sobradamente demostrada cuando cree que el amor por su hijo es correspondido: “¿Qué es la causa de hallar dificultad en lo que parece no la tiene, y más habiendo igualdad y correspondencia de parte de entrambos?” (131), para Evangelina Rodríguez Cuadros, este personaje femenino encarna la contradicción entre ideología y comportamiento que tanto inquietaba a la sociedad del siglo XVII: “(...) los personajes convulsionados bien por la rebeldía ante aquella teoría impuesta, bien por la manera de asumir, apropiarse y borrar los límites de la misma” la hacían “desplomarse frente a la experiencia cotidiana de la pasión” (28). Todo un “síntoma cultural” provocado por la crisis del platonismo, y en este caso, por la idea platónica de amar “a los más nobles y mejores”: “la novela (…) halla su base en una motivación prerromántica hacia el amor vivido como secreto y como transgresión” (35); aunque al final, en la mayoría de los casos, los personajes no lograran subvertir las obligaciones sociales: “(…) el cometido trágico de los héroes de estas novelas se evidencia en la imposibilidad de la anulación entre aquellos dos conceptos [el deber y el placer]” (35). Casandra es la mujer que se siente dominada por sus pasiones y que se niega a aceptar que el deseo que siente por su hijo es ilícito y, por consiguiente, moral y legalmente irrealizable. El mismo San Agustín presentó esta misma idea empleando los términos del “cuerpo” que abandona a su “amada” el alma para convertirse en “esclavo” de sí mismo 39 y de las pasiones: “St. Agustin compared the rebellion of the senses and of Página the body against reason to the revolt of a slave against its master.” (Frank A. Domínguez, 4). Casandra con su propia disyuntiva es ejemplo de estos opuestos y del dilema sentimental que presentan: México, Distrito Federal I Octubre- Noviembre 2009 I Año 4 I Número 22 I Publicación Bimestral Yo he procurado estorbarme esta resolución; pero ni el ver que voy contra Naturaleza, ni el considerar que es un intento temerario, y, sobre todo, ni saber que se ha de enojar el cielo tan gravemente, ha sido bastante para olvidar este pensamiento: tanto es lo que se ha apoderado de mi albedrio. (La mayor confusión, 139) Don Félix y Diana, aunque son personajes de naturaleza menos compleja, no son por eso unidimensionales. De él sabemos que era atractivo, seductor y que tuvo aventuras amorosas que finalizaron de mala manera; estaba asimismo profundamente enamorado de Diana y era, como demuestra a lo largo de toda la novela, un ser constante que supo superar todos los obstáculos que su madre interpuso entre él y su amada. Rodríguez Cuadros compara a Félix con el Edipo de Homero, quien, al final, “dando vado al remordimiento, se reencuentra con su realidad, soporta lo terrible y reina, feliz, durante muchos años” (55). Y así será, hasta que Montalbán lo haga morir en la edición de 1633. Diana, por su parte, era hermosa, humilde, prudente y consciente de que su condición de bastarda y criada hacía imposible esta relación, aunque como ella misma diría: “era cosa en que no tenía culpa (...) porque de la misma manera que no había estado en su mano tener tan sospechoso nacimiento, así no era culpada en que su señor don Félix la amase (…)” (148). La vida conventual fue para ella la única alternativa a este amor imposible siendo la oportuna carta de Félix lo que evitó que tomara los votos religiosos. Se puede, entonces, decir que el sufrimiento y el “fatalismo” es lo que caracteriza la relación de estos dos jóvenes (González de Amezúa, XXIII). El nudo de La mayor confusión cumple todas las características que Baquero Goyanes propone en su estudio de la novela. Según éste, los Página 40 pequeños sucesos deben complicar la trama y mantener la atención del lector, estar íntimamente conectados al dilema que se presenta y, en ningún momento, deben revelarnos su desenlace: México, Distrito Federal I Octubre- Noviembre 2009 I Año 4 I Número 22 I Publicación Bimestral La novela es un conjunto de notas emocionales (...) cuyo sentido completo no percibimos hasta una vez oído el último compás, leído el último capítulo (...) las peripecias de una novela pueden complicarse (...) escondiendo el desenlace, suspendiendo una acción, y entrecruzándola con otra, describiendo reacciones insospechadas. (24-25) La mayor confusión, una vez establecido el incesto, se complica de forma inesperada y la sucesión de artimañas que Casandra pone en marcha para impedir el amor de sus hijos mantiene vivo el interés del lector. Creo que es pertinente resumir los enredos que provoca este problemático personaje: Desde convencer a Diana para que entre en un convento arguyendo que esta es la mejor opción para una mujer de su condición, hasta pagarle dos mil ducados a Fulgencia, ex-amante de Félix, para que lo denuncie por no cumplir con su promesa de matrimonio. Esta última maniobra de Casandra obliga a su hijo a ocultarse para reaparecer después de año y medio y casarse clandestinamente con Diana. El desenlace de la historia, sin embargo, me parece más interesante que los peliagudos intentos de Casandra por impedir este matrimonio. Como ya he mencionado, en ningún momento se puede imaginar el lector que fuera un jesuita y un grupo de catedráticos quienes le den el visto bueno a este matrimonio. Parece como si el mismo Montalbán buscara algún tipo de aprobación para su final, aunque, a la vez, con la elección de un religioso de la orden de Loyola nos saque una sonrisa. Y, es que, como señala Juan Gil Albert, en España, empeño de una ficción, “el catolicismo español, de la mano persuasiva del jesuitismo, se moderniza. (...) Y al contrario de lo que se cree introduce en los vericuetos de la vida social una actitud más comprensiva, más benévola al menos por las debilidades Página 41 humanas” (citado en Novelas Amorosas de diversos ingenios del siglo XVII, 163). Esta decisión del escritor no es, por tanto, accidental. Lógicamente, no podía haber elegido otra orden, sino la que estaba dedicada a la formación intelectual en España, la que simpatizaba con las ideas de la México, Distrito Federal I Octubre- Noviembre 2009 I Año 4 I Número 22 I Publicación Bimestral reforma católica, la que se oponía al fuerte poder político de la Iglesia y la que encontraba problemática la excesiva regulación sobre la sociedad y, en concreto, sobre los sentimientos humanos. Al igual que en La mayor confusión, en Los primos amantes triunfa el verdadero amor vivido en secreto y se rechazan las convenciones sociales del matrimonio por conveniencia; es decir, fracasa el matrimonio que el padre de la dama tenía arreglado para incrementar su patrimonio. Los primos, quienes se criaron juntos debido a que el padre del joven se había marchado a Las Indias en busca de fortuna, son, a pesar de todos sus esfuerzos, incapaces de combatir sus sentimientos y obedecer al “codicioso” y ambicioso padre de Laura. Así presenta el narrador, quien constantemente se posiciona en la novela, ya sea juzgando al padre o justificando a los jóvenes, la decisión de Laura de amar a Lisardo: “[…] porque es un tormento sin piedad dividir dos almas que nacieron para un lazo; pero corrida Laura de aver dudado lo que era imposible a su voluntad, consoló a Lisardo y le aseguró que primero se dexaría quitar la vida que consentirlo” (Los primos amantes, 108). 7 En Los primos amantes se rechazan los “valores burgueses que mide(n) las relaciones humanas con el metro del dinero” (Giulianai, XLIV) y la costumbre de los matrimonios por conveniencia, los cuales sólo beneficiaban el patrimonio familiar y eliminaban la posibilidad de elección por parte de los jóvenes en cuestiones de amor. O en otras palabras, se critica la codicia (paterna) y el poder del dinero, que es lo que va a determinar, en este caso, la infelicidad de los jóvenes: “¡O codicia indigna del corazón de un hombre noble, que de disgustos has causado! […] Yo quisiera saber que pretende un padre necio que dispone de la voluntad 42 que ignora. ¿Ay ingenio que baste para obligar a que parezca bien todo Página aquello que se aborrece?” (Los primos amantes, 109). El rechazo de Laura al matrimonio que le había arreglado el padre se materializa con la huída de ésta en busca de Lisardo, quien había abandonado Ávila con la 7 Todas las citas de Los primos amantes provienen de la edición de Fernando Gutiérrez. México, Distrito Federal I Octubre- Noviembre 2009 I Año 4 I Número 22 I Publicación Bimestral intención de olvidarse de su amada. Comienza así un viaje que va a poner a prueba el amor y la entereza de los primos. Este viaje supone la entrada de los amantes en el “mundo tenebroso de la inseguridad rural” (Giuliani XLIV), un mundo caracterizado por el robo y el crimen y que en la novela representa la oposición entre la sociedad incivilizada y desordenada del campo y la sociedad ordenada y regulada de la ciudad. La novela acaba con el reencuentro de los amantes tras el secuestro de Laura por los mismos salteadores que raptaron a Lisardo, con la liberación de la pareja y con la oportuna entrada en escena del padre de éste, quien regresa de Las Indias adinerado, casado con una “hermosa Indiana” y con un hijo mestizo. A pesar de que la aristocracia se presenta “como depositaria de la pureza de ideales y la elegancia de costumbre” (Giuliani, XLIV), será precisamente el padre de Lisardo el que, en oposición a la norma cultural de su época (y del Viejo Mundo), resuelve el problema a favor de los amantes. La repentina presencia de este personaje, “hombre de gentil presencia y con alguna libertad de soldado” (138), es significativa, pues se trata de la otra autoridad, del patriarca liberal que reta el status quo. Este personaje encarna la autoridad del hombre que se ha hecho a sí mismo, el nuevo burgués que no participa de los valores de la rancia aristocracia española y que, en parte, rechaza ese sector de la sociedad que lo ha obligado a emigrar y que, como Maravall apunta, era: “incapaz de buscar su enriquecimiento por medios puramente económicos, según la economía mercantil moderna, […] capaz, en cambio, de cerrar el paso en defensa de sus privilegios, […]” (81). Como vemos, el amor ilícito es el tema de estas dos novelas de 43 Montalbán. Tanto en La mayor confusión como en Los primos amantes Página tenemos, por un lado, la oposición entre amor sensitivo (instinto animal) y amor racional (Rodríguez Cuadros, 32) y, por otro, el amor como fuerza “transgresora” que rompe con el concepto del amor platónico y con las normas sociales y culturales del siglo XVII (Rodríguez Cuadros, 33-34). México, Distrito Federal I Octubre- Noviembre 2009 I Año 4 I Número 22 I Publicación Bimestral Montalbán, en La mayor confusión, elige el amor de unos jóvenes “basado en la libertad (al) ritual final feliz del matrimonio” (Rodríguez Cuadros, 34) y en Los primos amantes opta por una dama que prefiere seguir sus pasiones y escapar de la tiranía de su padre: “aconsejose con su deseo, que la decía se pusiese en manos de su primo, pues de aquí se seguía a vivir con gusto […]” (117). Creo que el hecho de que el autor perteneciera a una familia de conversos es relevante. No es casualidad que los escritores más controversiales de la época tuvieran ascendencia judía y tampoco es casualidad que el escritor presente un amor que vence todas las normas legales, culturales, socioeconómicas y teológicas. Los protagonistas de La mayor confusión y de Los primos amantes eligen a sus amantes y saben responder a las obstáculos y circunstancias de cada momento; asimismo, el matrimonio rompe con las normas de la vieja aristocracia, pues si Diana y Laura se niegan a ser cosificadas, Félix y Lisardo se resisten a hacer del matrimonio “un trámite comercial [en el que] los objetos de intercambio son el dinero y la mujer” (Spadaccini, 33). La mayor confusión, es sin lugar a dudas la novela más polémica y, por tanto, la que mejor ilustra la transgresión del texto y del autor, pues trata de la relación amorosa entre dos seres que, accidentalmente, tienen consanguinidad de primera línea y se encuentran en polos opuestos de la escala social (ella cridada y bastarda y él noble). Para el autor el amor de esta relación es válido puesto que los amantes, antes de saber la verdad, sólo transgreden las normas sociales pero no las leyes morales ni civiles. El que Montalbán acudiera a un jesuita fue su forma de darle validez a su final, ya que se trataba de la orden de los grandes teólogos morales y de 44 una de las más activas de la Inquisición. Sin embargo, a pesar de que la Página ausencia de culpa por parte de los contrayentes los disculpa de toda responsabilidad, el matrimonio no puede ser legítimo. Montalbán cometió, por tanto, un extravagante (e intencionado) error en lo que respecta a la validez sacramental; de ahí que en su tercera edición tuviera que cambiar México, Distrito Federal I Octubre- Noviembre 2009 I Año 4 I Número 22 I Publicación Bimestral su desenlace, pues el matrimonio fue contraído habiendo impedimentos insalvables que lo hacían y lo hacen inválido y, por lo tanto, hacían ilícitas las relaciones sexuales. Los primos amantes es una novela cuya violación de las normas sociales y culturales es menos controversial pero no por eso deja de ser transgresora. La pareja es consciente de que la desobediencia a la autoridad paterna equivale a retar el poder del patriarcado y que, por consiguiente, con su comportamiento subversivo, el amor que había entre ellos se transforma en un amor clandestino. Una relación prohibida que, al final, la defiende la figura transgresora del segundón del tío, el cual surge como protector del amor libre y en oposición al sistema establecido. Estos personajes de Pérez de Montalbán se pueden considerar una excepción a las normas literarias del siglo XVII pues si no subvierten al menos infringen las convenciones sociales del momento. Si en la segunda novela que hemos analizado la desdicha de los jóvenes la provoca una sociedad patriarcal más interesada en perpetuar el status quo y en fortalecer a un determinado grupo social y la felicidad se restablece por medio de una figura que resultaba una amenaza social por todo lo que simbolizaba; en la primera es revelador, aunque no extraño, que a Montalbán se le ocurriera semejante “final feliz”. Para nuestro escritor y notario de la Inquisición, la inocencia de este amor transgresor fue lo que hizo posible que el matrimonio entre Diana y Félix fuera la única opción lógica para él, demostrando con ello su excepcional tolerancia con respecto a las pasiones amorosas. BIBLIOGRAFÍA Página 45 BAQUERO GOYANES, MARIANO. Que es la novela, Buenos Aires: Editorial Columbia S.A., 1989. BOURLAND, CAROLINE, B. The short story in Spain in the seventeen century. Northampton, Massachusetts, 1927. CERVANTES, MIGUEL. Entremeses, ed. Spadaccini, Nicholas, Madrid: Cátedra, 1989. 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