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El Ã-dolo de barro
El Õdolo de Barro
Hua Hin, levantó su mirada nuevamente hacia el gran Buda que dominaba el JardÃ-n de la Esperanza. Desde el lugar
en donde se hallaba parado parecÃ-a que la gran estatua lo estuviera observando directamente a los ojos. A pesar de
que se moviera a uno y otro lado, los ojos persistentemente lo perseguÃ-an. Siempre le habÃ-a fascinado ese efecto.
Recordaba cuando era apenas un niño y visitaba el JardÃ-n con su madre. Mientras ella se inclinaba para dejar su
ofrenda de flores, él solÃ-a caminar alrededor del Buda hasta que lograba que la figura no lo siguiera con los ojos. Daba
la vuelta por detrás y al salir al otro lado la mirada lo volvÃ-a a atrapar.
Ese dÃ-a, treinta años después, también le habÃ-a dado varias vueltas al Ã-dolo, pero por una razón muy diferente. Le
habÃ-an encomendado la tarea de trasladar esa inmensa figura de roca gris hacia el templo que habÃ-an construÃ-do
para alojarla, a unos cientos de metros de allÃ-.
El implacable ritmo de crecimiento de Bangkok exigÃ-a que una gran autopista pasara por allÃ- y todo el parque iba a ser
reubicado a comienzos del próximo año de 1957.La tarea no era sencilla pues la estatua medÃ-a algo más de tres
metros y nadie sabÃ-a cuanto pesaba. HabÃ-a consultado en los archivos del templo y les habÃ-a preguntado a los
monjes más viejos y ninguno habÃ-a podido decirle nada. ParecÃ-a que la estatua habÃ-a estado siempre allÃ-.
De acuerdo a la tradición habÃ-a sido esculpida hacÃ-a muchos siglos por monjes Siameses, mucho antes de la
invasión Birmana. Al parecer los ejércitos Birmanos la habÃ-an ignorado completamente y habÃ-a sido redescubierta con
el resurgir del reino Tailandés. Durante todos estos siglos habÃ-a sido visitada por millones de personas que
encontraban inspiración y paz interior en su mirada serena e imperturbable.
—AsÃ- que nunca nadie te ha movido de aquÃ-...— murmuró Hua Hin, mirando a los ojos al Buda.
Durante varios dÃ-as Hua Hin y sus colaboradores trabajaron en el proyecto. Tomaron muchas medidas y realizaron
docenas de bosquejos y dibujos. A partir de ellos estimaron el peso de la estatua y construyeron una estructura
alrededor, que fuera capaz de sostenerla y que permitiera levantarla algunos centÃ-metros para colocar una plataforma
especial debajo de ella. Hua Hin recorrió cada palmo de la piedra. Le preocupaban mucho algunas de las grietas que
presentaba la figura, especialmente la gran fisura que tenÃ-a en el costado derecho, debajo del codo. TenÃ-a que definir
con mucho cuidado en qué forma iban a sostenerla y desde qué puntos la levantarÃ-a.
Ahora que la observaba de cerca habÃ-a dejado de ser una roca sólida y firme y parecÃ-a más bien frágil y vulnerable.
Notaba como el tiempo habÃ-a deteriorado sus superficies y como existÃ-an áreas muy deterioradas. Sin embargo,
desde el suelo seguÃ-a manteniendo su esplendor de siglos.
También le preocupaba la época de lluvias que ya empezaba. Si no hacÃ-an el traslado en las próximas semanas,
después no podrÃ-an hacerlo hasta el siguiente año. Sólo al atardecer de un soleado dÃ-a de abril hicieron el primer
intento de levantar la estatua. HabÃ-an excavado dos angostos túneles debajo de la estatua y por ellos habÃ-an
deslizado dos vigas de hierro de un lado a otro del Buda. En los extremos de las vigas habÃ-an asegurado los cables
metálicos de una grúa de más de ocho metros de altura. A pocos metros, un inmenso camión esperaba su preciosa
carga.
—¿Todo listo? ¡Vamos, Arriba!— ordenó Hua Hin.
El motor de la grúa bramó y dejó escapar un resuello de humo. Los cables se estiraron y el gran Buda se elevo
algunos centÃ-metros del suelo durante un instante, pero volvió a caer rápidamente a tierra levantando una gran nube
de polvo.
—¿Qué ocurre?— exclamó Hua hin, preocupado.
—¡Es tres veces más pesado de lo que pensábamos!— explicó el operador de la grúa.
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Hua Hin se sentó a revisar sus cálculos. No podÃ-a entender lo que ocurrÃ-a. Si bien sus estimaciones no eran exactas,
no podÃ-a haberse equivocado tanto. Pero su preocupación fue mayor cuando lo uno de los obreros lo llamó
angustiado. En su mano traÃ-a un gran pedazo de piedra que se habÃ-a desprendido del Buda. Hua Hin lo tomó en sus
manos y sintió como un sudor frÃ-o le empezaba a recorrer la frente. Sin decir nada subió a la estructura que rodeaba a
la estatua. En un costado , cerca del codo se alcanzaba a notar el agujero dejado por la roca.
Pronto las sombras de la noche envolvieron a Hua Hin, asÃ- que con una lámpara de mano decidió inspeccionar con
cuidado la estatua. Acercó la luz al agujero y recibió un reflejo en sus ojos que lo cegó momentáneamente. Era como
un fuego dorado que salÃ-a del interior de la estatua y casi le hace perder el equilibrio.Un presentimiento lo hizo bajar
rápidamente a buscar un cincel y un martillo. Los demás se aterraron al ver como empezaba a golpear al Buda con
todas sus fuerzas. Uno de los obreros subió a detenerle pero ya era tarde. Hua Hin habÃ-a hecho un gran agujero en el
costado del Buda.
—¿Se ha vuelto loco? ¿Qué está haciendo?
—¿No te das cuenta? ¡Mira! — dijo Hua Hin alumbrando el agujero con la lámpara.
— ¡Es de oro puro.—
Varios dÃ-as después, el ayuntamiento de la ciudad todavÃ-a no se habÃ-a logrado poner de acuerdo acerca de lo que iba
a pasar con el Buda. Algunos opinaban que debÃ-an dejarlo en su forma original y reconstruir la parte descubierta por
Hua Hin. Otros defendÃ-an la teorÃ-a de que el Ã-dolo era de oro macizo y tenÃ-an que descubrirlo completamente. Los
primeros argumentaban que el Buda habÃ-a sido venerado durante muchos siglos en su forma original de piedra y que
serÃ-a un sacrilegio grave cambiar la imagen que la gente tenÃ-a de él.
—¿Qué pasarÃ-a si destruimos la parte externa y después encontramos alguna sorpresa desagradable en su interior?—
cuestionaba uno de los más duros defensores de no alterar el Ã-dolo.
—¡Eso sólo lo podremos saber si tomamos el riesgo!— replicaba alguien del otro bando. La discusión se prolongó por
semanas enteras. Algunos llegaron a acusar a Hua Hin de vándalo imprudente. Otros lo defendÃ-an y destacaban su
valentÃ-a. En la calle, la gente también se habÃ-a dividido. HabÃ-a quién decÃ-a que se habÃ-a profanado un sÃ-mbolo
sagrado y que esta ofensa era el presagio de algo muy grave para la ciudad. Otros encontraban que éste habÃ-a sido un
signo mágico que anunciaba una época de prosperidad para todos.
Los visitantes del parque se multiplicaron. Todos querÃ-an ver en el costado del Buda esa mancha dorada que habÃ-a
ocasionado Hua Hin. Varios expertos e historiadores se dedicaron a estudiar el caso. Con pequeños taladros,
perforaron la roca en diversos lugares y en cualquier punto que lo hicieron encontraron la misma respuesta: oro.
Su informe final fue contundente. Efectivamente debajo de la roca se encontraba una figura que aparentemente era
idéntica al Buda exterior. Su teorÃ-a decÃ-a que los antiguos siameses, previendo una inminente invasión birmana
habÃ-an decidido ocultar su Ã-dolo de oro cubriéndolo de barro. Aparentemente su estrategia habÃ-a resultado exitosa, ya
que los invasores habÃ-an ignorado por completo el Ã-dolo, pensando que no era valioso. Ahora, después de muchos
siglos, el pueblo tailandés tendrÃ-a la oportunidad de recuperar la herencia de sus ancestros en todo su esplendor.Han
pasado otros treinta años. Dentro del grupo de visitantes del "Gran Templo del Buda Dorado" se encuentran un niño de
seis años y su anciano abuelo. Mientras todos los demás no salen de su asombro al ver la gran figura de oro macizo
que domina el templo, el niño y el anciano se dedican a darle la vuelta mirando hacia arriba.
—¡Parece que me mira a mÃ-, abuelo!
—AsÃ- es, pequeño. Camina un poco y verás como te sigue con la mirada. El niño queda maravillado con el efecto. Se
agacha, se empina, camina hacia un lado, camina hacia el otro. La mirada serena del Buda lo sigue a todos lados.
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—¡Tienes razón, abuelo!
—Ahora, si lo miras desde este lado verás también que se sonrÃ-e.
El niño no ve la sonrisa por ningún lado, pero no le importa.
Si el abuelo Hua Hin dice que ve una sonrisa, él no lo va a contradecir.
Guillermo RamÃ-rez
Basado en una historia real
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