La trastienda del traje de luces

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REPORTAJE
La trastienda
del traje de luces
El traje de luces es el verdadero Itaca del torero. Alamares, chorrillos, morillas y pedrería son algunos de los elementos más vistosos del chispeante. Si la corrida comenzó en el siglo XV por ser un espectáculo sin demasiado orden, el traje no fue menos demostrando que la Fiesta era puro caos.
Al principio las corridas estaban protagonizadas por el toro y el hombre subido a caballo. Todavía no había lugar para el toreo a pie.
Texto: David Plaza
Fotos: Juan Pelegrín
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a evolución del traje de luces que hoy
conocemos es muy posterior y de eso
va a tratar este reportaje, pero un
poco más adelante. Volvamos a los siglos
XV y XVI. Los primeros auxiliares de los toreros a caballo, que después evolucionarían
en su estatus hasta alcanzar la categoría de
toreros, lucían la misma indumentaria que
en sus respectivos trabajos. Una centuria
después, los trabajadores acudían a las fiestas de toros constituyéndose en verdaderas
cuadrillas de profesionales. Navarros o
andaluces fueron los primeros en asociarse como cuadrilla, y ya por entonces se
destaca que la indumentaria de grupo que
llevaban era diferente del uniforme que lucía la banda de música.
LOS INICIOS DEL
TRAJE DE LUCES
El Cossío señala dos fechas claves en el origen de lo que ahora conocemos como tra-
je de luces. Según se recoge del Archivo Municipal de Madrid en el Libro de Noticias
Particulares, el 7 de agosto de 1619 se celebra una fiesta en la recién reedificada Plaza Mayor donde se anota por primera vez
que los toreros salieron tocados con monteras. Algo menos de un año después en la
misma fiesta de toros, la misma publicación cuenta que de las cuatro esquinas de
la plaza salieron varias personas con bandas de colores que había dado la Villa para
ese día. En el siglo XVII se normalizó este
uso, a tal punto que a los toreros navarros
se les llegó a nombrar como toreros de banda, mientras que a los que acudían por su
propia voluntad se les denominaba ventureros.
EL TERNO GOYESCO
Más al sur, en la biblioteca de Osuna, consta que a finales del siglo XVII o comienzos
del XVIII, los toreros iban vestidos para la
ocasión y usaban el ante como material. Ya
por aquel entonces el torero de a pie le había ganado gran parte de protagonismo a
los que iban a caballo. El invento de la muleta fue crucial para llegar a esa titularidad.
Respecto a la indumentaria, el ante seguía
siendo un material indispensable, imitando al cuero que usaban los caballistas
y vaqueros castellanos El poeta Nicolás Fernández Moratín describe la indumentaria
del torero con calzón, coleto, correón ceñido y mangas atacadas de terciopelo
para resistir mejor las cornadas. Eso debió
durar poco ya que según algunos anales de
1850 se cambió el ante por la seda, pasando
a vestir de majos goyescos. El terno goyesco se quedaría para siempre en la historia
de la tauromaquia.
LA APORTACIÓN DE PAQUIRO
Dejando de lado esta breve introducción sobre el origen de los trajes de torear, hay que
decir que la evolución de los trajes de luces se sitúa en el padre de una de las constituciones taurinas más modernas: Francisco Montes Paquiro. El de Chiclana fue el
arquitecto que necesitaba la Fiesta y entre
otras cosas puso de moda las taleguillas,
acortó las chaquetillas, hizo las hombreras
más grandes y apostó por las monteras
como tocado. El corte y la confección todavía no estaban uniformizados, pero Paquiro abriría la puerta de algo que ocurrió
mucho después con la revolución de las
agujas y de los dedales.
SANTIAGO URIARTE,
PRIMER SASTRE DE TOREROS
El primer sastre especializado exclusivamente en el traje fue Santiago Uriarte, que
viste a comienzos del siglo XX a Gallito, a
Belmonte y a las principales figuras del toreo de la Edad de Oro. Ese clímax desapareció de súbito con la Guerra Civil, que redujo cualitativamente la actividad de los
sastres. Pese al calamitoso estado en el que
quedó el país, la actividad taurina fue recuperándose poco a poco. Varios discípulos
de Santiago Uriarte se prepararon para tomar el relevo. Entre los años 40 y 50 la Maestra Nati, la Maestra Enriqueta, Luis Álvarez,
Juan Jiménez, apodado El Tortas, y Ripollés.
coserían una gran parte de los trajes de torero. Desde entonces el traje no ha dejado
de cambiar en algunos detalles.
LOS TALLERES ACTUALES
Del taller de Ripollés salieron Fermín López Fuentes y también Emilio Asiaín, que
después trabajó para Santiago Pelayo hasta que decidió establecerse por su cuenta
en los años 80. Fermín comenzó a diseñar
y cortar en el año 1963 en la madrileña calle Aduana y muy pronto comenzó a vestir a grandes figuras marcando una impronta como cuenta su hermano Antonio:
“casi todo lo que hay en la actualidad en
cuanto a moda de luces se refiere ha salido de aquí. La casa fue pionera en todas las
innovaciones que se siguen manteniendo.
Lo más importante de todo es que se le ha
dado una proporción a la vestimenta y a
la ropa de torear”. Chaquetillas más cortas,
taleguillas más altas fueron algunas de esas
novedades, dirigidas sin duda a mostrar un
torero mucho más estilizado. Antonio López Fuentes se ocupa de la sastrería desde
el día que murió su hermano el 12 de septiembre de 1995. “Nosotros venimos de una
familia donde la tradición de hacer trajes
de torear viene de las mujeres. Mi madre
se dedicaba a bordar, a poner el cordón…
en fin a todo lo que llevaba la ropa del torero”. En su larga experiencia como sastre,
Antonio no cree que el peso haya evolucionado demasiado en el traje de luces, “sí
te puedo asegurar que con relación a
otros tiempos, el vestido ahora dura más.
Ahora mismo un torero que entra aquí pueda hacer sus 70 u 80 tardes con pocos trajes cuando antes esto era muy difícil”.
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gustos: “el más barato cuesta 1.400 €, luego van subiendo y así llegaríamos al más
caro por la calidad que tiene y que costaría unos 8.000 €”. Pero si nos parece caro
este ochomil, que llevaría terciopelo, chorrillo largo, morillas y alamares de trébol
como principales extras hay un tipo de traje que no se queda atrás, nos referimos a
los cosidos a máquina. Parece raro pensar
que un traje a máquina pueda ser mucho
más caro que algo cosido a mano y en cuyo
proceso intervienen no menos de 15 personas. “Un traje a máquina es bastante más
caro que a mano porque hay que hacer entrar a la máquina un picaje y ese picaje hay
que programarlo. Imagínate que los logotipos de los polos llevan 1.000 puntadas,
pues bien en un traje de torear el más básico no puede llevar menos de 900.000 puntadas. Todo eso hay que traducirlo informáticamente y convertirlo a puntadas lo
que hace que el proceso sea muy caro”.
VESTIDOS A MÁQUINA
Y como los sastres no dan puntadas sin
hilo, Emilio remacha que este despliegue
de hacer un traje a máquina es para un
mismo diseño y para una misma persona
con idénticas medidas. En este sentido el
traje artesanal se adapta a cualquier anatomía. Cada traje es único y por eso el sastre espera siempre a que se termine muy
pocos días antes del momento clave. Estos
hombres y mujeres se afanan para que encaje el vestido a la perfección. Una arruga,
según asegura Emilio, puede suponer un
kilo menos desde la última prueba. San Isidro es el momento más difícil. Los miedos
hacen que el cuerpo del torero cambie en
muy pocos días.
LOS MATERIALES
Los materiales, cuenta Emilio Asiaín Canalejas, han cambiado “mucho”. “Gracias
a la tecnología desde hace 10 años, se ha
ganado en especificidad en cuanto a lo que
es la materia prima. Ahora mismo los rasos se hacen expresamente para los sastres
de toreros. Tú vas al mercado a comprar un
raso de torero y no existe. Los hilos de estos rasos llevan tanta torsión que lo hacen
muy duro para trabajar bien y también les
da cierta facilidad a los mozos de espadas
para quitar la sangre”. Ahora los vestidos
se pueden lavar y dejar en la bañera sin temor a que el almidón se eche a perder o
que incluso las telas cojan otros tintes. Emilio es hijo de aquel otro Emilio que salió
junto con Fermín. Hoy padre, madre, hermana y el propio Emilio, gestionan la sastrería situada en pleno barrio de Lavapies
de Madrid.
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EL VESTIDO ‘ANTICRISIS’
Esta familia ha introducido otra curiosa novedad en el mercado de los vestidos: “el traje anticrisis”. “Ahora hay crisis para casi todos y el mundo del toro no ha sido ajeno.
En nuestra casa siempre hemos hecho el
traje muy caro y a partir de ahí se mejoraba: chorrillo doble, triple, morillas. En
la actualidad seguimos haciendo ese traje
muy caro, pero hace algún tiempo hemos
empezado a hacer un vestido de 1.400 €”.
El traje anticrisis es un vestido mucho menos cargado de bordado y con muy pocos
extras, pero no deja de ser un vestido de torero. “El profesional se encuentra con un
abanico impresionante de modelos y precios dependiendo del tiempo de elaboración del vestido. Un vestido que tardas en
hacer 24 horas tiene un precio, mientras
que otro que tardas en hacerlo tres semanas tiene otro”. Hay precios para todos los
EN BUSCA DE LA COMODIDAD
Emilio Asiaín asegura que la única dificultad que tiene un traje de luces es que “la
taleguilla encaje, la chaqueta concuerde
con la nuca y la cintura y que las mangas
no molesten al entrar a matar. Lo más importante es que cuando un torero se esté
jugando la vida se encuentre muy cómodo”. También han cambiado mucho los
complementos. La montera, declara Antonio López Fuentes, “ha cambiado bastante
en la manera de hacerla”. Poco queda de
aquellas famosas .monteras de morillas. .
La cantidad de puntadas y el enorme esfuerzo de tiempo que llevaba coser las 2.500
morillas, podían tener entretenido a un
guarnicionero de los de antes casi un mes
y medio. Hoy, no hay dinero ni personal
para hacer este trabajo. Las monteras podríamos decir que también han sido víctimas de los costes. Pero cuando hablamos
de evolución en el traje en muchos casos
no nos referimos a nuevos diseños. La zapatilla de torear en apariencia es igual, pero
suelas, piel y gomas elásticas han cambiado
a favor de la comodidad. En cambio las pañoletas y fajas son los complementos cuya
estética sí que se ha modificada por completo. Hoy las fajas son más anchas que las
clásicas. En cambio las pañoletas han dejado de ser tan habituales en detrimento
de la corbata francesa. Este cambio a la corbata convencional que usamos en nuestros
trajes de chaqueta no ha caído muy bien en
el mundo de la costura taurina. Aseguran
que el vestido de torear debe apelar al romanticismo que le ha caracterizado siempre y no acercarse a otros géneros de la
moda. En este reportaje hemos hablado con
dos casas especializadas en este difícil
arte de crear ilusiones y deslumbrar miradas. Sería injusto decir que son los únicos. Podríamos haber viajado también a la
casa de Justo Algaba, a la de Santos, Alejandro, Maestra Nati y a la de algunos más.
Todos ellos permiten que la liturgia taurina
dé comienzo cada vez que entra un torero
por el sastre a elegir el traje que llevaba
puesto en su mejor sueño.
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