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ÉTICA, RESPONSABILIDAD SOCIAL Y TRANSPARENCIA
MAURICIO
En una ocasión me encontraba platicando con una amiga mía (Alma) acerca de mi
trabajo. Con el desarrollo de la plática y después de que ella me dio algunas buenas ideas
para resolver algunos conflictos en la planta empezamos a platicar de sus problemas.
Empezó hablándome de su jefe: “Él es un individuo profundo y analítico, además
es de mente ágil en los negocios y es un empresario exitoso. Desde que él llegó a la
compañía, que es una empresa familiar donde también trabaja su hermano, la
organización ha progresado mucho en orden, en ventas y en utilidades.”
Y agregó: “Al poco tiempo de que llegó a la compañía, mi jefe fue elegido
director general, llegó con ganas de comerse el mundo. No había trabajo que no sacara
adelante y su actitud era dócil, abierta y positiva. Aunque sabía que era demasiado joven
para ocupar el puesto de director, confiaba en que lo haría bien, ya que además de su
inteligencia superior al término medio, su actitud humilde y su gran capacidad de trabajo
auguraban un desempeño brillante.”
Alma me contó que el plan de trabajo de su jefe empezó con la colocación de
tiendas en lugares estratégicos, para lograr poner los productos justo donde se encontraba
su clientela. Después de aplicar unas encuestas y de revisar estadísticas al respecto, logró
ubicar una red de tiendas en la ciudad de Monterrey que le están dando éxito. La
información del cliente fluye fácilmente de las tiendas a la oficina central y la capacidad
de reacción a sus necesidades ha aumentado drásticamente. Hasta este punto yo no
entendía todavía cuál era su problema, así que le pedí que me lo comentara más
directamente.
La dificultad radicaba en que ella era el brazo derecho de Mauricio (su jefe), es
decir, era la contralora, y aunque estaba aprendiendo mucho de él, Alma ya no lo
aguantaba.
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“Su carácter lo pierde” - me dijo. Este comentario me sorprendió, ya que conozco
muy bien a Alma y sé que es una mujer prudente y muy paciente.
Alma continuó con su relato: “Son dos cuestiones las que me tienen así: la
primera de ellas es que Mauricio se enoja de cualquier cosa y suele gritar y regañar a
quien se le ponga enfrente. Ésta siempre había sido la situación, pero de un año para acá,
después de que se casó, su genio se ha vuelto insoportable. Al menos antes sólo gritaba,
ahora insulta a todo el mundo y cada vez es peor”. Este último comentario me pareció
demasiado general y más adelante le pediría que me diera un ejemplo concreto, pero
antes de ello, Alma siguió refiriendo su problema.
Alma continuó diciéndome: “El segundo asunto que me tiene molesta es que, al
principio de su gestión, Mauricio solía llamar a la gente que dependía directamente de él
y le consultaba su opinión, incluso llegó a formar un comité que le asesoraba en los
asuntos de la dirección general. Las decisiones que tomó eran las acertadas y pronto se
vieron los resultados: las ventas aumentaron, hubo un crecimiento sostenido y el clima de
la organización mejoró notablemente. Sin embargo, poco a poco fueron apareciendo
algunos síntomas que empezaron a preocuparme”. No entendía la razón por la que esto le
molestaba, así que le pedí que me comentara más sobre este asunto.
Así que ella me dijo: “la actitud de Mauricio fue cambiando con el transcurso del
tiempo. Cada vez escuchaba menos a sus subordinados, daba la impresión de que creía
tener todas las respuestas a todos los problemas. Se ha vuelto cada vez más frecuente
escucharle comentarios de auto alabanza que además minimizan los logros de los demás.
Hace comentarios agresivos del trabajo de otros y no otorga ningún reconocimiento a la
gente que
ha desempeñado una buena labor. Además, Mauricio se ha vuelto muy
susceptible ante los comentarios negativos. Cuando se equivoca no rectifica, sino más
bien tiende a inculpar a los demás cuando las cosas no salen bien. En su trato con las
personas se ha vuelto bastante altanero y déspota”. Esta segunda cuestión me quedaba
muy clara, sin embargo le pedí que me diera un ejemplo sobre el carácter de su jefe.
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Rápidamente me respondió: “Ayer en la oficina él pidió unos papeles de un
embarque de exportación, en un tono desde luego agresivo y altanero. Miriam, su
secretaria, acudió a mí para que revisara que todos los documentos estuvieran en orden
(debido a que en una ocasión anterior Mauricio la había regañado porque la
documentación no estaba completa). Yo le sugerí anexar una lista de precios actualizada
y el número de guía de la muestra que habíamos mandado hacía quince días. Cuando ella
entró a la oficina alcancé a oír unos gritos reclamándole que se había tardado mucho.
Mauricio la insultó diciéndole que era una ‘tonta’ y que más le valía ser más rápida la
siguiente vez. Miriam salió llorando de ahí y me dijo que no lo entendía, que ella hacía lo
mejor que podía su trabajo, pero que él nunca estaba conforme”.
Alma continuó: “En varias ocasiones, mientras trabajamos juntos en su oficina,
procuro estar presente para ver cómo trata a la gente. Por ejemplo, hemos tenido que
cambiar de agencia aduanal en dos ocasiones, y el motivo ha sido que ha insultado con
palabras mayores a los agentes, debido a retrasos para pasar los pedidos de importación.
Desde hace una año yo me hago cargo de esos trámites”.
Al preguntarle qué hacia ella cuando su jefe se enojaba me contestó: “lo mejor es
quedarse callada, él es muy gritón y cualquier cosa que dices lo enfurece más. Es
preferible esperar a que se le baje el genio y sólo entonces se le puede preguntar o sugerir
algo”.
Alma agregó: “Cuando Mauricio se enoja lo único que uno puede hacer es
exactamente lo que él dice. En ocasiones así, no importa lo que pase, hay que hacerlo.
Recuerdo que hace una año pidió un seguro de vida a la misma agencia que nos
aseguraba todo lo de la compañía. En esta ocasión se enojó terriblemente porque llegaron
tarde a hacerle el examen médico a la oficina y me ordenó que cancelara todo,
absolutamente todo con ellos. Le dije en ese momento que los del seguro siempre nos
habían dado un trato preferencial, que teníamos una cuota bajísima y que por un detalle
así no valía la pena tomar esa decisión. Él se enfureció y arrojó violentamente unos
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papeles que tenía en la mano y me dijo que hiciera lo que me estaba mandando. Después
se arrepintió, y afortunadamente yo había omitido esa orden, ¡pero en el momento estaba
muerta de miedo!”
Ella continuó diciéndome: “desde que las cosas están tan tensas yo he recibido
varios regaños exagerados, por cosas que él dice que me ordenó hacer y no es verdad. Me
parece que su trabajo en la compañía se está tornando cada vez más tenso para él y para
nosotros, y no entiendo la razón, pues la compañía marcha mejor que nunca, las ventas
están altas, nos estamos expandiendo y hay más dinero. Creo que la razón es que
Mauricio es un perfeccionista”. Alma comenzó a alterarse de sólo recordar esta
experiencia, le pedí que lo tomara con calma. Le pregunté que si había intentado hablar
con algún superior sobre esta situación.
Ella me respondió aceleradamente: “Sí, sí, claro. Eso es lo peor del caso. He
platicado en dos ocasiones con Gerardo, hermano mayor de Mauricio y presidente de la
compañía. Gerardo, a diferencia de su hermano, tiene una simpatía natural, mantiene muy
buena relación con todos los directivos, además de ser una persona muy amigable y
serena. Sin embargo, no ha querido resolver este problema, ni siquiera quiere hablar con
Mauricio”. Me quedé sorprendido, más aún después de observar la expresión de
desconsuelo que manifestaba Alma. Noté que ella se encontraba en un momento muy
difícil, debido a que ni el presidente de la compañía parecía tomar cartas en el asunto.
Le pregunté si conocía a Gerardo, o si sabía a qué se debía su reticencia, ya que la
actitud de Mauricio estaba causando tantos conflictos en la compañía.
Ella me dijo: “Sí, lo conozco desde hace mucho tiempo, te digo que es una
persona muy sociable, de conversación agradable y abierto. En muchas comidas de
convivencia de la compañía él está presente, casi siempre es el centro de atención; le
gusta tocar la guitarra y cantar. Es de espíritu bohemio, y eso es parte del problema,
porque tiene exactamente la misma actitud en las cuestiones laborales. Parece que se
toma el trabajo a juego. A pesar de ser una persona capaz no es un hombre de oficina; la
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calle y las relaciones públicas son su fuerte. Como le gusta jugar squash. Es muy común
que llegue tarde a juntas importantes, incluso la mayoría de las veces no se presenta,
argumentando que tenía un torneo o un partido decisivo. A todo esto súmale que vive en
Cuernavaca, ya que dice que ahí todos los días se siente ‘como si fuera fin de semana’.
Gerardo es ocho años mayor que Mauricio, ambos mantienen buena relación y se
respetan mucho; por eso mismo no entiendo por qué Gerardo no quiere hacer nada al
respecto, parece como si todo esto le aburriera”.
Después de escuchar las palabras de Alma me di cuenta que el problema no sólo
consistía en la actitud de Mauricio, sino también en el poco interés que mostraba el
presidente de la compañía.
Alma me confesó que esta situación era demasiado desgastante para ella, que en
las últimas juntas había experimentado fuertes pensamientos de fuga y que pensaba que
se iba a enfermar si las cosas seguían así. Me confesó su deseo de renunciar a su trabajo y
me pidió que la recomendara en otro lado; también me comentó que era bastante probable
que el contador renunciara junto con dos o tres personas más que ella consideraba claves
para la organización.
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