(glosa de la letra) [Archivo.DOC]

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Himno de Nuestra Señora de Luján
Glosa de la letra del Himno
Hay un hecho de trascendencia en la Historia de Nuestra Señora de Luján no suficientemente
conocido, que encontramos en-- La Perla del Plata –publicación oficial del Santuario de Luján- en
su número de abril de 1962, firmado por el Padre A. Scarella, historiador y co-hermano, en la
Congregación de la Misión, del Padre Jorge María Salvaire, de quien fuera estrecho colaborador en
su gigantesca obra por la Virgen.
El Padre Salvaire, en cumplimiento de un voto a la Virgen de Luján por salvarle la vida, fue el alma
mater de su Coronación Pontificia celebrada en una fiesta solemnísima el 8 de mayo de 1887. Al
concluir las ceremonias de la Coronación, en medio de la fiesta popular, la joven señora Rosario de
Estrada, entregó al Padre su anillo de compromiso, en el que estaba engarzado un precioso brillante,
y le dijo: “Es para la Virgen de Luján, usted sabrá qué destino darle”. Al momento, el Padre Salvaire
sintió claramente en su corazón las palabras del primer versículo del capítulo 12 del Apocalipsis:
“Apareció en el Cielo un gran prodigio: una Mujer vestida del sol, calzada con la luna, y sobre su
cabeza, una corona de doce estrellas”. Esa Mujer es María Santísima, la Madre de Dios y Madre
nuestra, según nos enseña el Magisterio Pontificio desde siglos, refirmado por los últimos Papas.
La Imagen de la Virgen había sido llevada en solemnísima procesión al Parque Español y relucía
como un ascua por un sol radiante que pareció unirse a esa jornada de gloria. Allí fue coronada en
nombre y con la autoridad del Papa León XIII –el Papa del Rosario- con una bellísima corona
imperial realizada en París, agregando el bienamado Padre la rayera y la luna de plata que le había
colocado junto con la peana. Pero faltaba la corona bíblica: las doce estrellas, símbolo de las doce
tribus de Israel y los Doce Apóstoles. Inmediatamente decidió hacer esa aureola. Había acogido con
la fidelidad de su corazón sacerdotal que la ofrenda del brillante y la locución interior lo hacían
destinatario de un claro mensaje del Cielo: Sí, la Virgen de Luján también tiene en su historia un
mensaje –uno sólo, pero trascendental- que es éste. Ella, la Pura y Limpia Concepción quiso
mostrarse a los argentinos, a partir de su coronación, como la Mujer Vestida de Sol del Apocalipsis.
Era la voluntad de Dios. Algo para meditar y comprender en medio de la terrible lucha que está
viviendo la Iglesia.
Es por eso que el Himno de la Virgen de Luján comienza recordando el célebre versículo.
En la segunda estrofa también se alude a la Escritura con las palabras que la Liturgia ha puesto en
boca de María: “El Señor me tuvo consigo al principio de todas sus obras, desde el principio, antes
que crease cosa alguna. Desde la eternidad tuve yo el principado” (Proverbios 8, 22-23) y “Puse mi
trono sobre una columna de nubes (Eclesiástico 24,7)
Luego de mencionar la predestinación de la Virgen, se canta el motivo de tales privilegios: La
Maternidad divina, que la convierte en Reina del Cielo, y por eso la exclamación: “Oh gran Madre
de Dios, digna Reina del Cielo” sin olvidar que es “Madre nuestra también”, así proclamada por el
Redentor desde la Cruz, convirtiéndola para nosotros, en este valle de lágrimas, en “Señora del
Consuelo”.
En la cuarta estrofa la historia de la Virgen sigue ya en nuestra tierra, a la que llegó manifestándose
como la Inmaculada Concepción: “Pura y Limpia llegaste…” bendiciendo su prerrogativa de Virgen
perpetua: “Siempre Virgen bendita”, que como tal se arraigó en nuestro pueblo, según otra frase
bíblica puesta en sus labios por la Iglesia: “Me arraigué en un pueblo glorioso”. Aquí el Himno
canta el agradecimiento argentino: “aliviando sus cuitas”, sus penas y pesares. Sí, el nuestro es un
pueblo glorioso, que no podrá ser destruido, ni se perderá –como los niños- si no se suelta de la
mano de su Madre.
En la quinta escuchamos la proclamación de María como Fundadora de la Patria. Argentina nació
de Ella, alumbrada en Luján y por Ella fue amparada siempre. Ella la cuidó desde los albores de la
nacionalidad, “la acunó, con acentos de Cielo” y “signó su frente con la Cruz del Señor”. Argentina
fue, es, y será siempre cristiana ¡¿Quién podrá borrar de la frente de la Patria la Cruz del Señor que
con sus inmaculados dedos trazó su Madre, la Virgen de Luján?!
Luego agradece que nos diera sus propios colores de Inmaculada “por bandera de gloria”, y señala
a Cristo en la Eucaristía –el Señor de la Historia- brillando en el centro de sus pliegues.
Ya en la culminación de este relato se cantan las gracias que derrama “como suave rocío” desde su
Santuario, a orillas del río Luján, para culminar con la súplica que nos indicó el Maestro para
finalizar el Padrenuestro. Súplica de siempre, pero más que nunca de hoy, cuando todo el pueblo
confiado en el poder inconmensurable de intercesión que Dios ha dado a su Madre, debe unirse en
una oración conjunta, que sea una súplica ardiente de la Patria, un “clamor nacional”, con la
seguridad de que será librado de la iniquidad por Aquélla que el Señor le dio por Madre, Reina y
Patrona.
Finalmente, recordando que lo que Ella difera en Fátima: “Dios quiere instaurar en el mundo la
devoción a mi Inmaculado Corazón” el himno le recuerda, a modo de plegaria: Que su Corazón es
nuestro “refugio” (a Sor Lucía) en la terrible lucha contra el mal, ya que “a él está concedida la
Paz” (palabras de la Beata Jacinta en su lecho de muerte) El Himno entonces concluye invocando
con vehemencia: “Corazón de María, Refugio de Paz”, proclamando que la Nación Argentina fue
consagrada a su Inmaculado Corazón, según el mandato de su Hijo, en el altar mayor de la Patria:
Luján (12 de octubre de 1947).
El estribillo es un llamado a nuestro país a ser consecuentes con la fe cristiana que ha recibido y a
esa Consagración que ha hecho jubilosamente, y le da como ejemplo a aquél que es llamado por el
Santuario “gran prócer de la Patria”: el Negro Manuel, el primer esclavo de amor y custodio de la
Virgen de Luján. Por eso nos recuerda con firmeza que seamos fieles a “nuestra Madre de Luz” en
estos tiempos de tinieblas, lo cual significa cumplir la Ley de Dios sin claudicaciones, para
mantener, unidos a Ella, nuestra adhesión de amor al Papa, dilectisimo hijo suyo y padre nuestro
muy amado, Francisco. proclamando la verdadera fe católica, y adorando siempre al Señor en La
Eucaristia:
“¡Argentina sé fiel
a tu Madre de Luz,
como el Negro Manuel
te lo manda Jesús!
Y con Ella amarás
a tu Blanco Pastor,
proclamando la Fe
y adorando al Señor”
Jorge Sernani Panópulos
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