EL ÁLBUM. dra de consignar en su Historia de Lorca, que un aventurero troyano, á quien las olas arrojaron al puerto de Águilas, fundó á Urci y Eliocrata: y sobre el testimonio de unas monedas encontradas en excavaciones profuudas, levanta el fundamento de la antigüedad de su ciudad de Lorca, haciéndola anterior en 431 años á la fundación de Eoma. El P. Vargas, autor de la Historia de Nuestra Señora de las Huertas de Lorca, dá á ia misma ciudad por fundador im nieto de Noe.—El panegirista de la Santísima Cruz de Caravaca, Cuenca Piuero, afirma que Sabacio Sage, hijo de Tubal, fundó la primer población, que sobre el suelo caravaqueno se levantara, dándole por uombre Canaca, en memoria del nieto de Noé.—La misma especie autoriza el respetable Moreri, el cual añade que fundó igualmente á Ganara, que fué después aldea de Cehegin, y á Ganesa, hoy Ganeja, cortijada del campo de Caravaca.—Los nambíes de Ze/igla, Álbatana, Maineton, Thyar, Iliinum, Guntar, dados á caseríos, ó despoblados que acusan ruinas, han creido algunos que son huellas probables del pueblo griego.—Con el mismo criterio, ss esplican otros que Muía responda al nombre de Salonac, y que Gelwgin signifique Tierra de Dios. La venida de los Cartagineses es indubitable. A Murcia llegan con Amilcar, que vence y domina con la íuerza de las armas á bastitanos y contéstanos. Terminada la primera guerra púnica, funesta para Cartago, pensó la república africana reponerse de sus desastres, extendiendo sus dominios en el fértil suelo ibero. A l efecto, por el año 235 (antes de J. C.) vino Amilcar á España con un poderoso egército cartaginés, acompañado desu yerno Asdrubal y de uu niño hijo suyo, que había de ser después el gran Anibal. Unas veces con la fuerza de las armas y otras con la astucia, extendió Amilcar el dominio cartaginés por un dilatado territorio, viendo coronadas de feliz éxito todas sus empresas, menos la última que acometió en tierras de los contéstanos. Hilicis, cuyo nombre recuerda Elche, contuvo el valor del africano. Era Hilicis una ciudad de griegos hispanos, y debia ser de numerosa población y de bastante importancia en cuanto daba nombre á una gran parte dje territorio y, al mar inmediato que se llamaba Seno Hilicitano. Sus habitantes rechazaron eu varios asaltos al general cataginés; sufrieron con indomable fuerza el sitio; y no se entregaron por el bloqueo. La fama de aquella hazaña avivó la hermandad de los pueblos comarcanos, quienes llamaron á los olcades y oretanos, que formaban parte de la confederación de celtíberos; á los habitantes de la cordillera mariánica, y á los Vetones, que Amilcar habia hostilizado en sus propias tierras: y todos estos pueblos armados acudieron en socorro de los de Hilicis: Orison era unode los caudillos. Empeiaada que fué la batalla delante de Hilicis, luchai'on unos y otros con tesón, pero se decidió al fin, con sutil estratagema, por el triunfo de los españoles. Amilcar huye y muere en su fuga al vadear un rio. Los restos dispersos del ejército cartaginés proclaman general á Asdrubal, el cual se rehizo bien pronto y vengó cou creces la derrota de Amilcar. Ocho años mandó Asdrubal eu España el ejército cartaginés, y en ese tiempo, para asegurar el dominio de su pueblo en la Peninsula, fundó uua gran ciudad, que fortificó, é hizo corte y capital de sus dominios: Cartagena. Muerto Asdrubal, alevosamente asesinado, le sucede Anibal en el mando del ejército cartaginés, que tiene todavia sus reales en esta comarca; Anibal tiene una historia bíen conocida, para que nos detengamos á referirla; baste decir para nuestro intento, que de Cartagena salió aquel rayo de la guerra para Sagunto, para atravesar los Pirineos, y para llegar á las puertas de Eoma. Cuando la estrella de Anibal se eclipsa, múdase también la fortuna de los Cartagineses en España, pudiéndose decir que, vencido el hijo de Amilcar, quedó deshecho el poder de Cartago. * En este breve relato histórico, que hemos procurado hacer ñirparcialmeute, guiados del buen sentido de los mejores modernos hitoriadores ¿Es fácil vislumbrar huella algtma de literatura? Asia es la cuna del saber humano, pues el s o l de la civilización sigue eu la historia de la humanidad el mismo curso que el astro del dia; pero, aunque asi sea, y dando por cierta la venida á nuestras costas de colonias asiáticas ¿qué ilustración podían traer, ni menos comunicar? Los fenicios y griegos, aquellos como los primeros exploradores del mundo, y estos huyendo, como dicen, de la catástrofe troyana, llegaron á las murcianas costas en sus monstruosos bajeles, impulsados por la codicia, eu busca de los montes de oro y plata de la fábula, ó de las delicias del Paraiso: porque lo cierto es que la huella más antigua que la mano del hombre ha dejado impresa en esta provincia, está eu las entrañas de sus montes, en los criaderos todavia inagotables del rico metal. Los fenicios, por otra parte, no podian llevar, en la época en que se supone su venida á España, más que unas cuantas letras que Cadmo había inventado, para que pudiera después completarse un alfabeto; podian llevar el germen de la doctrina de los átomos para esplicar el origen del mundo; reminiscencias de Egipto y conocimientos prácticos y útiles del comercio: pero esto, que era en sí mucho j.éra comunicable al pueblo semi-salvaje que habitaba estas costas? Teucro, Pirro, los restos dispersos de la heroica Grecia, llevarían consigo, á donde quiera que fuesen, sus dioses, sus riquezas, el testimonio vivo de sus hazañas y de su grandeza; pero no podían llevar el encanto de su poesía, que habia de nacer al mundo, siglos después, con Homero, en los inmortales cautos de sus poemas. La permanencia en España de los Cartagineses es uu continuo batallar. Asdrubal levanta la ciudad famosa á la orilla del mar, para fortaleza do sus tropas. Practican su culto, principalmente en sacrificios á los dioses de la guerra; jura Aníbal