LOS PINCELES DEL DICTADOR Por: Alfonso Wieland 1 Se cuenta que Rembrandt, el famoso pintor holandés, se retrató asimismo unas 47 veces en diferentes momentos de su vida. Hay uno cuando solo tenía 22 años y la mirada que se dibuja es de expectativa, curiosidad, deseo de conocer. A los 28 años de edad, se autorretrata como un noble oriental. Con una daga exótica en la mano, la mirada desafiante. Estaba en la plenitud de sus fuerzas y creatividad. El último cuadro lo pinta a los 63 años y está próximo a morir. Rembrandt se retrata como una persona austera, lejos ya de las vanidades, con la mirada reflexiva, con un rostro marcado por el sufrimiento (sus últimos años estuvieron signados por la tragedia personal y el colapso financiero). Sus manos juntas, denotan un hombre sereno que contempla su vida compleja, llena de aciertos, excesos, errores, pero su vida al fin. Su retrato es como un espejo de su alma. Alberto Fujimori fue condenado a 25 años de prisión por el asesinato de 25 personas, y el secuestro de otras, dos durante su gobierno (1990-2000). La familia del dictador, que ahora tiene 74 años de edad, ha solicitado un indulto humanitario por supuestamente ser un "paciente de cáncer de alto riesgo" y porque el encierro empeora su estado de salud. Pero Fujimori inicialmente no firmó la petición, lo que provocó una ola de comentarios respecto a que el ex-gobernante no expresa ningún signo de arrepentimiento por los delitos que cometió y, aun más, estaría en su cálculo político volver a postular en las elecciones generales del 2016. Esto añadido al hecho que varios expertos han mencionado la imposibilidad de un indulto a una persona que perpetró delitos de lesa humanidad y secuestro. En ese contexto, Fujimori hizo circular a través de los medios un autorretrato que dice él mismo pintó en prisión hace solo unas semanas. En esta pintura se aprecia a un Fujimori radiante (¿de unos 55 a 60 años de edad?), saludando con la mano derecha levantada, vestido con un sombrero adornado con flores y un poncho andino. Esta es una vieja costumbre en las zonas rurales del país. Cuando una alta autoridad visita los pueblos, es casi seguro que sea re-vestido con atuendos del lugar, una forma de decirle que es uno de ellos, de comprometerlo, de agasajarle. No hay público en la pintura, pero se supone que Fujimori saluda a una masa que corea su nombre, que le dice tal vez: “Chino, chino, chino, no te vayas”. Es un Fujimori en la plenitud de su éxito, vitoreado, alabado, en control de la situación. En medio de esta viva y colorida pintura, aparece una frase desconcertante: “Perdón por lo que no llegué a hacer y por lo que no pude evitar” 2. Detengámonos un momento a analizar estas palabras. Ningún ser humano puede hacer todo. El sueño de la omnipotencia, particularmente de los políticos, es eso, un sueño 1 Alfonso Wieland, miembro fundador de Paz y Esperanza, se desempeña como Director Internacional. Es Licenciado en Derecho, estudió Sociología en la Universidad Católica del Perú y Teología en el Instituto de Londres. Está casado, tiene dos hijos y es miembro de la Iglesia Alianza Cristiana y Misionera. El presente artículo es parte de la Revista “Saywaq Sembrando Justicia” Noviembre -2012, Lima: Paz y Esperanza. 2 http://img.europapress.net/fotoweb/fotonoticia_20121019030934_500.jpg 1 que se desvanece pronto. La precariedad de lo humano es incontrolable incluso para los más poderosos. Ciertamente hay cosas que están en nuestras manos realizar y las dejamos por desidia y conveniencia. Por ejemplo, Fujimori nunca se planteó construir una verdadera democracia, aun cuando era su deber y su responsabilidad. No hacer algo implica una decisión, más aun en los políticos. “Evitar” es impedir algo o rehuir a algo o alguien. Se refiere seguramente a lo que Fujimori ha mencionado otras veces: que fue un cautivo de su socio, el siniestro Vladimiro Montesinos. Según el dictador, no pudo rehuir de la influencia de su asesor que tenía el poder en la sombra. Hasta aquí nada nuevo entonces, Fujimori es una víctima del destino, de los que lo rodearon. No hay aceptación de nada, por lo tanto es un perdón hueco y carente del reconocimiento de la afectación de los derechos de los otros. Por lo tanto, la lógica fujimorista del perdón es un acto pragmático que se sostiene en una suerte de construcción selectiva y utilitaria de la memoria. Esta es la perspectiva del monopolio “tutelar” de la memoria que elimina (a veces sutil, a veces burdamente) el derecho y el deber a construirla y revisarla públicamente. 3 El pincel del dictador vuelve a retratar aquella sociedad que él y su socio construir, aquella que anula el derecho del ciudadano a saber la verdad intentaron Por ello, es interesante observar que lo que no dice la frase de Fujimori en el cuadro, es solicitar perdón clara y directamente por lo que hizo. En sus fueros profundos, Fujimori aun considera que lo hecho en su gobierno, fue lo mejor de la historia del Perú. Por eso, la frase debe ir en un autorretrato lleno de colores y no sombras, de un maduro estadista y triunfalista político, aplaudido por las masas. Finalmente se deja a la imaginación del que observa, si en el autoretrato, Fujimori se despide o saluda al llegar. En su famosa novela “El retrato de Dorian Gray”, Oscar Wilde describe a un pintor, Basil Hallward, quien obsesionado por la belleza de Dorian Gray, lo retrata magníficamente. Dorian luego pedirá un deseo terrible: no envejecer él sino en vez de ello, que sea su retrato el que envejezca. Fujimori tiene un deseo: salir en libertad, borrar su pasado de corrupción y autoritarismo, volver a ser joven para ejercer nuevamente una influencia política en el Perú. Lo que no sabe es que su auto retrato no lo reemplazara, que la vejez del alma se lleva puesta siempre a menos que se acepten los errores, se pida perdón a las victimas que afectó, se devuelva lo sustraído. Pero Fujimori no es Rembrandt, no podrá nunca retratarse tal como es en realidad, ahora a sus 74 años. Tiene una imagen congelada de sí mismo. Una imagen que como en el caso de los amigos de Dorian Gray, sus partidarios se encargan de reforzar porque lo necesitan para sobrevivir políticamente. Por ello, indultarlo en estas circunstancias seria pintar un retrato miserable de la justicia en el Perú. Y lo que queremos hoy más que ayer son representaciones auténticas de la verdad, el honor y la decencia en nuestra nación. 3 Gonzalo Gamio Gehri. “Recuperar la memoria. Políticas de reconciliación o“políticas” de silencio”. Páginas 186. Abril, 2004. 2