POR QUÉ NOS APEGAMOS A VIVIR SI SOMOS SERES PARA LA MUERTE (HEIDEGGER) DANIEL FERNANDO GIRALDO CEBALLOS 11-5 Ensayo Profesor HÉCTOR MANUEL BETANCOURT LÓPEZ INSTITUTO UNIVERSITARIO DE CALDAS SECCIÓN I MANIZALES 2013 EL PROBLEMA DE LA MUERTE EN LA BÚSQUEDA DEL SENTIDO DE LA VIDA El sentido de la vida es una cuestión que ha llamado nuestra atención desde tiempos inmemoriales. En el día a día se torna necesario encontrar un sentido, o más bien, el sentido a la vida. Vemos casos en los cuales una vida sin sentido empuja a muchos actos innecesarios y perjudiciales que se podrían prevenir si tan solo la gente le encontrara sentido a su propia vida. Sin embargo, hoy nos hemos detenido a pensar si el sentido de la vida está, precisamente, en el sentido de la muerte. Si tal vez importe más la muerte, de la que poco sabemos, a la hora de encontrar el sentido de la vida; y esto tiene sentido porque la vida es una genuina experiencia y, aún así, porque para muchos carece de sentido. En cambio, nadie puede decir con certeza y pruebas que ha experimentado la muerte, y por tanto, encontrarle sentido a este enigmático fenómeno quizá nos oriente en el propio sentido de la vida. En las siguientes páginas escribiré con relación a la pregunta qué es la muerte, para así aproximarnos a su sentido y, al tiempo, develarle un sentido a la vida, que pueda ser común a la noción humana, ya que sobre estas bases cada quien podrá encaminar su vida en sus propias direcciones pero, quizá, gracias a la reflexión disminuiremos la probabilidad de poseer un concepto un tanto perjudicial para nuestra vida. La “muerte” como concepto irreductible al ser, en cuanto que es propia de éste pero no está ligada a éste, se relaciona, como nos dice Heidegger, al Dasein1 como ser-para-la-muerte, lo que es lo mismo, el ser volcado hacia la muerte o muerte como fin-destino2 del ser. De modo, pues, que la vida es vista como un camino previo a la muerte que no puede ser el dejar de existir, ya que la muerte no está ligada al ser, porque de estarlo, la relación sería sencilla: primero ser y cuando muere no-ser. Es así como la muerte no es el dejar de ser o de existir, sino que es “el paso a lo otro que el ser”3; es decir, cuando alguien muere, no se supone que siga siendo, pero tampoco debe dejar de ser, debe pasar a un estado diferente, a algo que no dependa del ser —ya que la muerte no se puede reducir al ser—, debe pasar a lo otro que el ser. 1 Dasein es el término que utiliza Heidegger para referirse al ser humano como ente. No es solo el hecho de existir, sino que es existir como ser-ahí, como hombre. 2 Fin-destino, fin-objetivo. Heidegger nos habla de la muerte como fin del hombre, en el castellano surge un significado ambiguo para “fin”, puede significar “destino” y también “objetivo”; así, para estos dos términos, se necesita una diferenciación de los dos sentidos que puede tomar la palabra “fin”. Por ello, es importante tomar la idea usando cada uno de los significados por separado. 3 Levinas, Emmanuel. De otro modo que ser o más allá de la esencia. Salamanca, España: Sígueme, 1987. p. 45. Aceptando que la muerte es inherente al ser o Dasein, pero no puede estar ligada a él, tendríamos que buscar un sentido a ésta. Quizá no es el sentido de la vida, que se puede encontrar luego, pero es el sentido de la muerte el que nos importa por el momento. Ahora bien, ¿cuál es el sentido de la muerte? Análogo al findestino propuesto por Heidegger, se propone el fin-objetivo, para significar lo que la muerte representa en la vida del hombre. Y es que el hombre no debe vivir para morir. ¿Qué sentido tiene vivir si todo el tiempo, al final, se va a perder? ¿Acaso vivimos sólo para dejar recuerdo en las personas? ¿Y qué pasa si nuestro recuerdo se pierde? —después de todo, éste era el temor de Aquiles antes de ir a Troya, el no ser recordado y morir en vano—. Pues bien, si el único propósito de la muerte fuese ser el destino del hombre y, por tanto, el único propósito de la vida fuese morir, entonces no tendría sentido el temer a la muerte, o el estremecernos con las cifras de muertos, o el sufrir con la muerte de seres queridos… No tiene sentido el vivir para morir y, por lo tanto, la muerte no puede ser solamente el destino del hombre. Sin embargo, no podemos desechar lo que Heidegger dice sobre el fin-destino que es la muerte, ya que todos somos seres-para-la-muerte, porque al final de la vida —y esto cabe enfatizarlo— vamos a morir. Si no hay escapatoria a la muerte, qué nos hace pensar que, de hecho, queremos escapar de ella; es decir, si todos somos conscientes de que nuestro fin es la muerte y de que todos nosotros al final moriremos, ¿por qué nos empeñamos en creer que el hombre le teme a la muerte y, por tanto, lucha por escapar de ella? Es ahí donde se ha podido concluir que la muerte actúa también como fin-objetivo del hombre y que, quizá, Heidegger nos hablaba de muerte como fin del Dasein en un sentido mucho más amplio del que aparenta. Entonces, el hombre no le teme a la muerte, ya que es algo seguro (de hecho, es lo único seguro que tenemos luego de nacer); sin embargo, vemos al hombre estremecido cuando se enfrenta cara a cara ante la muerte. ¿Por qué? Sencillamente porque no está preparado para recibirla. Y estar preparado no debe entenderse como sentirse contento de recibirla, sino como de poderla recibir de la mejor manera, cuando ya siente que ‘está preparado’. Pero, ¿qué es, pues, estar preparado? Se podría explicar con el siguiente ejemplo: Digamos que el objetivo de alguien es ser un médico, sin embargo, apenas es un adolescente y por lo tanto no tiene los conocimientos suficientes, la técnica, la experiencia… en fin, no ‘está preparado’. Aún así, llevan a una persona al borde de la muerte en una camilla y le piden a este adolescente que lo opere para salvarlo; seguramente este joven tendrá tanto miedo que apenas podrá hablar para rehusarse a operar al paciente. Vemos en el ejemplo anterior que aunque el objetivo de aquel hombre es ser médico, siente miedo cuando le piden que opere a alguien que está al borde de la muerte; éste es el miedo que se siente cuando no se está preparado, éste es el miedo que siente el hombre cuando las circunstancias lo ponen de cara a la muerte. Así que ‘estar’ o no preparado para algo, en este caso, significa que aún no se tiene lo que se necesita para poder hacer algo bien; así, el miedo del hombre no es a la muerte como tal, sino a no poder morir como Dasein. Y morir como Dasein es la única forma de morir, ya que la muerte es propia del Dasein y representa eso que nos hace estar volcados hacia la muerte. Heidegger diferencia tres tipos de muerte, a saber: fenecer (concepto genérico más básico aplicable a todo aquello que tiene vida y simplemente deja de existir), fallecer (concepto intermedio, aplicable al hombre pero sólo al cese de su existencia) y morir (únicamente del Dasein, y es estar vueltos o volcados hacia la muerte como modo esencial del Dasein). Acerca de este último sentido, Heidegger dice: “El ‘fin’ del estar‐en‐el‐mundo es la muerte. Este fin, perteneciente al poder‐ser, es decir, a la existencia, limita y determina la integridad cada vez posible del Dasein”.4 Si la muerte es tanto fin-destino como fin-objetivo del hombre, entonces, ¿qué es la vida? Hay que desechar que la vida sea un ligero o efímero suspiro que nos permite un escape momentáneo de nuestro destino, porque no se busca escapatoria para la muerte. Ahora, si la muerte es objetivo del hombre, entonces la vida debe ser el camino mediante el cual nos preparamos para llegar a ser Dasein y así ser dignos de morir, no sólo de fallecer ni mucho menos de fenecer, sino de morir. Ya esbozado el tema del temor a morir, será necesario establecer una razón por la cual el hombre no se siente preparado para morir. ¿Cuánto tiempo hay que vivir para estar preparados para la muerte? ¿Por qué el hombre siente apego por la vida si sabe que es su fin (tanto destino como objetivo)? Pues bien, dado que el hombre no ha aprendido a reconocer en la muerte su finobjetivo, entonces no habrá podido conocer el tiempo que se requiere para poder morir como Dasein, de modo pues que sólo aquel Dasein que reconozca que su preparación está culminada se sentirá preparado para ver llegar el ocaso de su vida. El hombre se siente apegado a la vida por dos razones: primero, porque siente que deja muchas cosas atrás, a las cuales se ha acostumbrado o incluso ha llegado a amar, y segundo, porque es testigo de la muerte de los demás. Así es como los integrantes de la familia del hombre, sus amigos, su trabajo y todo su entorno se vuelven parte de éste, hasta el punto de que se siente responsable por todas estas cosas y se liga a ellas de forma permanente, por lo cual, la muerte que es inminente siempre será inoportuna. En cuanto a lo segundo, siendo el Dasein testigo de la muerte de los demás, será solo eso. 4 Heidegger, Martin. Ser y tiempo. Santiago. Chile: Universidad de Artes y Ciencias (U. ARCIS), 1998. p. 231. No experimentamos, en sentido propio, el morir de los otros, sino que, a lo sumo, solamente “asistimos” a él. Y aun cuando fuese posible y viable representarse “psicológicamente” el morir de los otros cuando se asiste a él, con eso no quedaría en modo alguno captada la manera de ser que está en cuestión, vale decir, el morir como llegar‐a‐fin. Lo que está en cuestión es el sentido ontológico del morir del que muere, como una posibilidad de ser de su ser, y no la forma de la coexistencia y del seguir existiendo del difunto con los que han quedado.5 Lo que se interpreta de Heidegger con estas palabra es que, cuando el hombre experimenta la muerte de los demás de ningún modo puede experimentar su propia muerte, antes bien, se tiende a hacer una idea errónea de lo que es la muerte, en un sentido más de fallecer que de morir, de ahí que, empieza a crearse un vacío por no entender el sentido de la muerte que sólo se capta con la explicación ontológica de la muerte que la da el morir. Así, el hombre normalmente maneja una idea más levinasiana de la muerte de los demás: “La simpatía y la compasión, sentir dolor por el otro o ‘morir mil muertes’ por el otro tienen, como condición de posibilidad, una sustitución más radical de los demás. Una responsabilidad hacia el prójimo que consiste en soportar su desgracia o su fin como si se fuera culpable”6, y al sentir responsabilidad por los demás, se limita a negarse la posibilidad de aceptar la muerte y trata, en vano, de evitarla. De modo que el hombre es por esencia un ser volcado hacia la muerte (ser-parala-muerte), que no puede escapar de ella, pero lo intenta. La principal razón de querer escapar a la muerte es el temor que siente cuando debe encararla; sin embargo, hay otra razón muy importante para temer a la muerte y es el contacto con la muerte de los demás que lo hace testigo de situaciones que dejan un sinsabor en su vida, que dejan un vacío que lo lleva a no encontrarle sentido a morir. En síntesis, se intentó encontrar una explicación a estos dos comportamientos: para el primero, el hombre debe reconocerse como Dasein y entender que debe lograr morir y no solo fallecer para entonces encontrarle sentido a la vida. En cuanto a lo segundo, las impresiones que deja en el hombre la muerte de alguien son erradas, porque en este caso, quien queda vivo sólo puede reconocer el fallecer que sólo puede mostrar una vida sin sentido; el hombre en estas experiencias no tiene contacto con el morir, que es lo que le da sentido a la vida misma. Por lo tanto, debe aprender a reconocer cuándo asiste a la muerte de alguien y no intentar relacionarlo con su propia muerte. 5 Heidegger, Martin. Ser y tiempo. Santiago, Chile: Universidad de Artes y Ciencias Sociales (U. ARCIS), 1998. p. 237. 6 Levinas, Emmanuel. De otro modo que ser o más allá de la esencia. Salamanca, España: Sígueme, 1987. p. 46. Como conclusión, al abordar la idea heideggeriana de fin —vista como destino— logramos simpatizarla con la idea de fin-objetivo. A partir de esta ruta se encontraron los problemas sobre el sentido de la vida y la muerte, y se llegó al acuerdo de que la vida es el camino de preparación para morir de acuerdo con nuestra esencia de Dasein. Bibliografía Heidegger, Martin. Ser y tiempo. Santiago. Chile: Universidad de Artes y Ciencias (U. ARCIS), 1998. Levinas, Emmanuel. De otro modo que ser o más allá de la esencia. Salamanca, España: Sígueme, 1987.