Crítica de Libros «PSYCHIATRIC ASPECTS OF NEUROLOGIC DISEASE. VOL. 11» D. F. Benson, D. Blumer (Edits.). Grune & Stratton, New York. 1982 La colección «Seminarios en Psiquiatría» que dirige M. Greenblatt ha estudiado numerosos temas de la Psiquiatría actual. publicando en 1975 el primer volumen de «Aspectos Psiquiátricos de las Enfermedades Neurólógicas» que obtuvo un claro éxito. En este libro, ya se resaltaba la importancia numérica de las enfermedades neurológicas en la consulta psiquiátrica (30% en los Hospitales Psiquiátricos). Desde entonces, el campo fronterizo entre la neurología y la psiquiatría ha sido explorado de forma creciente y con renovado interés -interés que aún no ha llegado a nuestro país-o Así, se han descrito nuevos aspectos biológicos en varias enfermedades mentales, y se han precisado las alteraciones psicológicas y los trastornos de conducta en enfermedades orgánicas del cerebro, por lo que el campo de la neuropsiquiatría o de la «neuroconducta» -el vocablo es horrible- ha adquirido nuevos horizontes. Este notable incremento del saber neuropsiquiátrico ha motivado a los editores: un neurólogo (F. Benson) y un psiquiatra (D. Blumer) a realizar el segundo volumen. En este reciente libro se analizan 14 aspectos de la neuropsiquiatría -principalmente del adulto-, con un criterio esencialmente clínico, visión pragmá­ tica y carácter de revisión exhaustiva (las referencias bibliográficas se acercan al centenar por tema). Los capítulos versan sobre diversas problemáticas de las demencias (demencias corticales, pseudodemencia, demencias tratables, demencia alcohólica), epilepsia (aspectos psiquiátricos, psicosis interictales), y una miscel~nea que incluye el descontrol episódico, estado confusional agudo, neuropsiquiatría del tartamudeo, amnesia y otros. Me parecen magníficos los capítulos de los editores sobre aspectos psiquiátricos de las epilepsias, el descontrol episódico (Rickler), y pseudodemencias (Wells), pero todos tienen una gran calidad y están realizados por especialistas anglosajones de primera Ifnea (en el primer volumen los autores eran de nacionalidad diversa -Bleulen Lipowski, Hécaen, etc.- además, todos los capítulos incluyen un comentario de los editores. En suma, un libro de gran in.terés en un campo de creciente investigación que resulta altamente recomendable, no sólo para los que tengan interés en esta temática, sino para el psiquiatra o neurólogo en general. El precio levemente superior a las 3.000 ptas. (octubre/82) es muy aceptable. F. BERMEJO P. 125 «EPILEPSV AND PSVCHIATRV» E. H. Reynolds, M. R. Trimble (Edits.). Ch. Livingstone, Edinburgh. 1981 Las relaciones entre epilepsia y psiquiatría muestran, en la actualidad, muchos puntos de controversia. Durante la mayor parte del siglo XIX la epilepsia fue considerada una enfermedad mental, y todavía, en el primer tercio de este siglo, ha constituido uno de los grandes síndromes psiquiátricos con la esquizofrenia y otras psicosis. En nuestro país, gran parte de los estudios sobre epilepsia han sido realizados por psiquiatras (Villanueva, Gotor, López-I bar). Sin embargo, una gran parte de los conceptos que la Psiquiatría ha aportado al conocimiento de este padecimiento están periclitados: la epilepsia no es una enfermedad menta! -en el sentido clásico­ no existe una personalidad especial en el epiléptico -salvo en ciertos tipos de epilepsia- y lo que es más llamativo, la mayor parte de los pacientes con epilepsia no sufren trastornos de conducta, como han mostrado los estudios epidemiológicos. A pesar de lo expuesto, muchas relaciones entre epilepsia y psiquiatría no están solventadas. Por eso el libro de Reynolds y Trimble tiene plena actualidad. Además, su visión de estas problemáticas relaciones está realizada desde la óptica de un equipo interdisciplinario compuesto por neurólogos, neurofisiólogos, psicólogos, psiquiatras y asistentes sociales. No piense el lector que esta múltiple autoría es el resultado de un simposio, pues es éste un libro programado y elaborado con motivo del centenario de sir G. W. Gowers, y realizado por especialistas británicos. En 26 capítulos de una media de 14 páginas, se analizan los puntos de relación más importantes entre la psiquiatría y epilepsia: historia, clasificación y epidemiología de los trastornos psiquiátricos en la epilepsia; relaciones entre personalidad y epilepsia; histeria y epilepsia; estudio de las psicosis epilépticas; y aspectos biológicos, psicosociales y sociales de los trastornos de conducta en la epilepsia. También se abordan otros aspectos varios: médico-legales, EEGráficos, fármacos anticomiciales, y otros. Especial relevancia se concede a algunos capítulos: trastornos cognitivos y de conducta en los niños epilépticos (Stores, Brown y Ounsted), aspectos biológicos de los trastornos psicológicos (Reynolds), y psicosis en la epilepsia (Toone). Sin embargo, los aspectos terapéuticos y sociales de toda la problemática psiquiátrica en la epilepsia son menos extensamente comentados. Sorprende que algunos temas muy «británicos», como la lateridad de la epilepsia y el desarrollo de tipos diferentes de psicosis no sea glosado, como tampoco lo son -de forma individualizada- los problemas sociolaborales o readaptativos de estos pacientes. El debatido tema del «descontrol episódico» tampoco es analizado, pero ésta es una cuestión más americana. El libro cumple, creo, en conjunto su objetivo de revisar los aspectos psiquiátricos de la epilepsia desde la perspectiva de los conocimientos actuales, y puede considerarse único en su género -lo que no es poco-o La estructuración del mismo en capítulos de diversos autores de diferente formación lo considero un acierto (quizá no lo sea tanto el haber limitado la autoría a especialistas británicos). La extensión de los capítulos, huyendo de la revisión exhaustiva y pretendiendo ofrecer una panorámica global del problema es otro acierto, así como disponer la bibliografía al final de cada capítulo en letra pequeña -pero legible- que recorta la extensión del texto. y finalmente, el precio, 5.000 ptas. (en el momento de redactar este comentario) no es mayor del habitual en este tipo de libros. F. BERMEJO P. 126 LOS DESTINOS DEL PLACER: (Alienación-amar-pasión) Piera Aulagnier. Ed. Petrel, 1980 Autora en 1975 de «La violencia de la interpretación», Piera Aulagnier nos avisa de que éste que ahora nos ocupa no es un libro canónico, porque se limita a transcribir -sin reelaboración intermedia- lo que fue dicho oralmente durante los años 77 y 78 en los seminarios que ella anima desde 1962. Es cierto que aparecen, así, «como vamos a ver... » que no se ven; también, vacilaciones y repeticiones; o conclusiones que se adelantan al mismo pensamiento del que las persigue. Nada de esto, sin embargo, perturba la lectura del texto, que nos parece lleno de sugerencias y de aciertos respecto a esa «realidad interpretada» que define el campo del discurso al que, desde Freud, se trata de entender. La reseña que aquí ofrecemos no es sino un extracto de sus diversos capítulos, a veces con las mismas palabras de la autora a veces con modificaciones nuestras que intentan salvar los puentes que esta labor de resumen hace ineludibles. El plan general de la obra viene expuesto en sus primeras páginas. Estado de placer o estado de mudez, de no necesidad, de silencio del cuerpo, son los dos objetivos antinómicos que la actividad psíquica persigue. Para vivir, es necesario que esta antinomia entre pulsión de vida-pulsión de muerte permanezca desconocida por el sujeto. Sin embargo, la entrada en escena del Yo y del discurso hacen imposible preservar tal ignorancia. ¿Qué sucede, entonces, con esas fuerzas pulsionales «ciegas» una vez que el Yo va a tener que, y va a poder, hablarlas, transformándolas así en demandas que un Yo dirige a otro Yo tornándolas al tiempo compatibles con esas exigencias de la realidad que, por lo menos parcialmente, debe tomar en consideración si quiere conservarse vivo? Alienación, amor, pasión, son para la autora tres posibles respuestas, tres posibles lugares en esa búsqueda del placer que a la actividad psíquica se le presenta como inseparable del vivir. Conviene subrayar que la misma expriencia psicoanali'tica, en cuanto incluye la existencia del amor de transferencia, va a ser tomada como ejemplo y ejercicio crítico de especial interés respecto al tema en buena parte de la obra. La alienación se mueve dentro del conflicto identificatorio, como una tercera respuesta posible -ni neurótica, ni psicótica- al mismo. Abordada de esta forma, la autora considera necesarios tres pasos, tres capítulos, para su estudio, en el último de los cuales se hablará ya propiamente del llamado estado de alienación. El primero de ellos trata del proceso de identificación. Desde el período en que el Yo es ante todo la idea, el nombre, el pensamiento hablados por el discurso de otro, pasando por la fase en que el Yo comienza a ocupar el sitio del enunciante de esos mismos pensamientos -tras catectizar los pensamientos identificantes por medio de los cuales el «portavoz» lo piensa-, hasta el momento en que, identificante ya, el Yo piensa su propio identificado, logrando esa unidad identificante-identificado que es condición de su existencia, el sujeto habrá de sortear diversas dificultades que aquí se revisan brevemente. El segundo capítulo reflexiona sobre lo que especifica al conflicto identificatorio en la psicosis. Como para todos nosotros, en la psicosis hubo la creación de un Yo pensado y anticipado por el portavoz; hubo una primera apropiación de cierto número de enunciados con función identificante; incluso hubo una primera y frágil esperanza, 127 que iría reduciéndose, de que ese «Yo pensado» pudiera ser reconocido por el pensamiento de los otros... Pero esta esperanza reiteradamente frustrada terminará por negativizar el mensaje que el Yo pensado remite al pensante: este Yo identificado, víctima de la negación de reconocimiento que se le opone, excluido de lo pensable del otro en beneficio de lo que únicamente éste podría pensar, envía al identificante un veredicto que declara asensato el conjunto de sus pensamientos, violencia arbitraria contra la que él descubre que no tiene armas. Salvo,. quizá, la de convencerse y convencernos que aquél que destruimos, aquél que ponemos bajo tutela, aquél cuyos movimientos físicos y psíquicos reducimos, es un «no yo» impuesto a su propia psique por un pensamiento extranjero y perseguidor. Ello explica el particular carácter que en la psicosis cobra el mecanismo de la idealización, aspecto en el que se detiene la autora. Por fin, y abordado ya directamente el estado de alienación, será éste definido como un destino del Yo y de la actividad de pensar en el que se experimentan como abolidas todas las causas de conflicto entre el identificante y el identificado; también, entre el Yo y sus ideales. Desaparecen, así, tanto la duda como el conflicto, es decir, todas las causas de sufrimiento, estado cuya búsqueda es propia de cualquier sujeto pero cuya solución alcanza en este caso el límite extremo en el que el Yo puede situarse antes de caer en lo que sería ya muerte efectiva del pensamiento y, por esa razón, de sí mismo. Al análisis de dicho estado, que puede venir motivado tanto por un sistema social y de poder que impide pensar libremente como por ra?ones subjetivas, se dedica el resto del capítulo. Antes de abordarse el estudio de otra respuesta en la búsqueda del placer, la que será prototipo de relación simétrica, la relación de amor, la autora trata de definir en una seguda parte, denominada «el Yo y la causalidad», el campo de la actividad psíquica del que ha venido a ocuparse el psicoanálisis. A partir de la necesaria «explicación causal» que en su funcionamiento muestra el psique, se delimita, coexistiendo con el área de la «causalidad demostrada» que la cultura aporta a todos sus individuos, un área de la «causalidad interpretada» construida por cada uno de manera aparentemente arbitraria y en la que Freud, al interpretar lo interpretado, descubrirá un orden posible. que, en definitiva, restará lugar y fuerza al azar en la explicación que la ciencia podía aportar hasta entonces al sujeto respecto a su destino. En los demás capítulos de esta segunda parte se desarrolla una discusión epistemológica que trata de poner de manifiesto el hecho de que tal interpretación sólo será formulable en cuanto venga apoyada en ese otro tipo de causalidad, la causalidad demostrada, a la que han de adherirse los dos participantes de la escena psicoanalítica. La tercera y cuarta parte, «el Yo y la realidad», «el Yo y el placer», nos introducen ya en la relación de amor, relación de simetría para cuya comprensión considera necesario desg losar el encuentro pensado del encuentro vivido, y separar lo que llama el placer necesario para que la vida del Yo sea posible, y el placer suficiente para que el Yo elija ése posible. A partir de aquí, la relación simétrica quedará definida como aquélla en la que cada uno de los dos Yo es para el Yo del otro objetivo de una catectización privilegiada en el registro del placer (y privilegiada no quiere decir exclusiva), pero, sobre todo, como aquélla en la que cada uno de los dos Yo se revela ante el otro y es reconocido por el otro como fuente de un placer privilegiado y también como detentador de un poder de sufrimiento igualmente privilegiado. Es esta «y» que une el placer y el sufrimiento la que define esencialmente para la autora lo que ella 128 llama simetría: la reprocidad en un poder de placer y sufrimiento del que ambos participantes gozan. \ La pasión, finalmente, será el prototipo de las relaciones asimétricas, en las que cabe incluir tanto la forma propia de la relación pasional (una de cuyas variantes es también la alienación, ya vista), como la relación del Yo psicótico con el Yo de los demás, en cuanto representantes y garantes de la existencia de la realidad. Aunque en partes distintas, lo que las une es el hecho de que el poder de placer y el sufrimiento presente entre los dos participantes nos revela una diferencia no sólo cuantitativa -estaríamos todavía dentro del amor- sino cualitativa. Así, en el caso de la relación pasional, el Yo, o bien es inexistente para el objeto que él ha catalizado pasionalmente (por ejemplo, la droga o el juego), o bien, si se trata de otro Yo, no se siente poseedor más que de un poder de placer pero no de sufrimiento. En el caso de la psicosis, por su parte, o bien el Yo de los otros, ésos que el psicótico necesita, no reconoce el índice de realidad de su propio Yo, o bien sólo le reconoce un poder ansiógeno, un poder de sufrimiento, pero nunca un poder de placer. Por último, y tras delimitar los posibles espacios de catectización con que cuenta el Yo para dirigir sus demandas de placer, una vez recorrido el proceso identificatorio, y luego de un capítulo dedicado al «concepto consciente de una pequeña parte separable de la muerte», paráfrasis con la que plantea la problemática que surge entre el derecho que el Yo reivindica a «una pequeña parte de inmortalidad» y la exigencia de verdad que igualmente reivindica para el discurso que él expresa sobre su propia existencia, se aborda una quinta parte que la autora llama «del amor necesario a la transferencia alienante». La relación psicoanalítica se muestra en principio como asimétrica, y así necesita ser para que se preseNen sus objetivos. Sin embargo, y de ello tratan los cuatro capítulos finales, sus especiales características hacen que no pueda situarse sin modificaciones ni entre las relaciones de simetría ni entre las de asimetría. Lamentablemente, y contando o no con la complicidad del analista, posee la peligrosa virtud de transformarse con mayor facilidad que otras en una relación pasional. Sólo el rechazo activo por parte del analista de ese lugar de privilegio permitirá que la relación se mantenga dentro del éampo que le da sentido. ' Antonio HERNANDEZ LA PSICOSIS (Ensayo de interpretación analítica y existencial) A. de Waelhens.- 2. 8 Edición -1982 - Editorial Morata. Madrid Comentar un libro editado por segunda vez en nuestros di'as parece un contrasentido, pero pienso que entonces, en 1973, cuando salía a la luz este texto entre nosotros, el terreno psicoanalítico lacaniano -uno de los ejes de coordenadas por donde se desliza el autor- apenas estaba sembrado en nuestras latitudes (tan sólo un tomo de los «escritos» y un estudio de su obra, el de A. R. Lemaire, circulaban en castellano). Hoy cuando la «moda» puebla nuestras librerías, vale la pena detenerse en estas doscientas cincuenta páginas dirigidas a comprender el enigma de la psicosis, comprender en su doble acepción, psicopatológica y psicoanalítica. Cuando Freud en 1894 está dedicado al estudio de «Las Neuropsicosis de defensa» se detiene en un intento de caracterizar el mecan ismo de defensa que se pone en juego en el fenómeno conversivo y al mismo tiempo describe otro al que 9 129 nomina como «werverfung», vertido al castellano com'o repudio, rechazo y desde Lacan, forclusión o preclusión. El nombrar distintos mecanismos no sería pertinente salvo por lo que ello significa a la hora de situar el origen de la construcción humana. Si la represión, para el psicoanálisis, constituye al sujeto del inconsciente, el hecho psicótico necesita del repudio. Esto supone que la psicosis no es una organización venida a menos -en todo caso eso se lograría con la cronificación- sino otra forma de «organización» y como Waelhens señala en el prefacio «(situada) en el núcleo mismo de las estructuras constructivas de la condición humana». Si junto a ésto el autor lo que pretende es encontrar, o mejor, dar sentido al discurso psicótico ¿no está situado en una línea de continuidad con el fundamento mismo del psicoanálisis? ¿o acaso abordar el inconsciente no es dar sentido al sin-sentido?, y más aún ¿el paso a la mediatez, a la negatividad, a la simbolización, no es encontrar el sentido de lo humano? Todos estos hechos (lenguaje, inmediatez-mediatez, represión originaria... ) son los medios organizadores de los que Waelhens se sirve para enfocar el problema psicótico, ,después de repasar y criticar a19unas concepciones clásicas (*) acerca de la psicosis esquizofrénica. Si lo que se persigue es encontrar la etiología, habrá de buscarse la estructura que la determina y si hay que clasificar se clasificará pero con un sentido; si no se acaba por clasificar todo con la esperanza de que el sentido se dará por añadidura y la clasificación se convierte en una lista. De otra parte abordar la psicosis, desde cualquier postura pStcoanalítica, implica forzosamente detenerse en uno de los pilares básicos que la fundamentan: la madre (o mejor la función materna), la que a través de su propio psiquismo va a permitir, o no, la constitución del sujeto cuya prematuridad para inscribirse en el orden humano es claramente manifiesta. Si ese trabajo no se realiza, si la función materna no cumple su objetivo, significa cuando menos, la muerte psíquica del lactante. No hay sino que recordar los trabajos de Spitz, tan demostrativos a este respecto. Si seguimos por un recorrido que no genético sino estructural, hay que detenerse, como Waelhens nos indica, en el padre y en su correlato, la metáfora paterna. Desde Schreber no existe ninguna duda sobre la importancia del mismo. Y si se puede esquematizar así aunque la función materna se haya dado, si esa madre no permite la entrada del universo del padre, difícilmente el niño accederá a la normalidad. Es como si el niño colocado ante todo lo que signifit:a el estadio del espejo pudiera detenerse allí o al menos esbozar su salida. De ello, y de lo antedicho dependerá el traspaso de la esquizofrenia y de la situación paranoide. Pero en cualquier caso resumir en un comentario la constitución de distintos modos de enfermar psicótico significaría detenerse en conceptos (estadio del espejo, identificación, Edipo, objeto primordial, ley, ...) que elaborados o enriquecidas por Lacan permiten acercarse al psicótico con mayor número de posibilidades. Dejando aparte el que esos conceptos son teorizaciones que creo no están ausentes en otras prácticas y teorías psicoanalíticas aparentemente alejadas de las lacanianas, lo que está claro es que este texto permite acercarse a su pensamiento, sirve de verdadera introducción a su terminología y deja vislumbrar alguna parte del basamento filosófico-existencial que lo sustenta. Esto es perfectamente manifiesto en las últimas páginas del libro, donde el autor retoma el proyecto, esbozado en las primeras páginas, de un encuentro entre corrientes filosóficas y fenomenológicas y el (*) (Kraepelin. Bleuler. Minkowski. Berze. Biswanger y Szondi) 130 psicoanálisis. A partir de un artículo de Maldiney desfilan entre líneas Hegel, Husserl, Heidegger y Merleau-Ponty. Al final, la lectura del libro deja la inquietud de cómo imbricar estas reflexiones sobre la condición psicótica en una teoría de la cura coherente con las formulaciones que se exponen. Resta señalar, al margen del contenido del texto, lo que pienso no es una buena política editorial. Me refiero al hecho de que en esta segunda edición se han añadido unas páginas con el subtítulo «bibl iografía» que no aparecían en la primera. Desde el año 73 hasta hoy ya se han traducido al castellano buena parte de los textos -por no decir todos- que sirven de base (según declara el autor) a su estudio sobre las psicosis. Sorprende entonces que si bien en esa bibliografía se recogen libros de importancia para entenderla, no hay la menor cita al artículo de Aulagnier o a los de Lacan (*) y sí un verdadero despliegue (índice incluido) de parte de su catálogo editorial. J. J. MELENDO (*) Numerosas veces citados por Waelhens. EL NARCISISMO COMO DOBLE DIRECCION Obras psicoanalíticas, L. Andreas Salomé. Edición a cargo de G. Dessal y G. L. Koop. Tusquets Editores, Barcelona, 1982 Conocíamos ya, de Lou Andreas Salomé, su abundante y lúcida correspondencia, su ensayo sobre Nietzche y sus libros más autobiográficos, pero eran aún desconocidas en nuestra lengua sus obras psicoanalíticas, a las que sólo accedimos a través de las referencias eso sí, elogiosas, de Freud y Lacan. y sin embargo existe un importante volumen de escritos psicoanalíticos, ya que el hallazgo que constituyeron para L.A.S. las ideas freudianas derivó de una entusiasmada adhesión a la que sumó sus propias pasiones: la creación y el amor. El conjunto de los textos psicoanalíticos, producto de ese encuentro fueron reunidos en el libro «El Narcisismo como doble dirección», que recoge los numerosos artículos aparecidos en distintas revistas de psicoanálisis entre los años 1913-1933. Estos trabajos permanecen desconocidos aún para los propios analistas, que no parecen haber podido escapar a la fascinación que la figura de Lou y sus encuentros amorosos/intelectuales con hombres de la talla de Nietzche, Rilke, Freud, ejercieron sobre ellos, oscureciendo su contribución científica y artística. La tensión estilística presente en los escritos de Salomé revela el conflicto existente en su obra entre lo que significó su relación con el pensamiento freudiano y una inclinación hacia la exhaltación de la vida y lo unitario, acentuada por su temprana formación en la doctrina de la filosofía natural del Romanticismo alemán. Su aspiración a la «fusión», al rompimiento de barreras y límites encontró en el tema del narcisismo una salida teórica, y cuestiones como la creación artística en su relación con el amor, la ética, el sentimiento de lo uno, así como lo que liga aquéllo que 131 la sociedad considera como lo más execrable -el goce anal- con lo más sublime y «espiritual», estuvieron siempre entre sus intereses más personales. Aún cuando L.A.S. supo mantenerse en el campo del psicoanálisis, su inclinación por lo unitario, por la participación del ser en el todo, en el fondo originario deja su marca en toda su obra y Freud en numerosas oportunidades comprendiéndolo le señaló que en su búsqueda existía un peligroso moverse por el borde de la construcción de sistemas, la alertó sobre el deslizamiento metafísico. Así por ejemplo le dice: «Nada más evidente que la manera ... en que usted me precede y acaba mis pensamientos, con un don de segunda vista, usted se esfuerza en completar y ajustar las migajas hasta hacer un edificio... Sin (el concepto de líbido narcisística) considero que se encontraría usted entre los constructores de sistemas, con Jung, o mejor con Adler. Pero con la líbido del yo, usted comprendió mi modo de trabajar, paso a paso, sin necesidad interna de una conclusión, siempre bajo la presión de un problema y con el cuidado ansioso de respetar la sucesión de las instancias». (Freud a L. Andreas Salomé, 13 de julio de 1917). Al mismo tiempo, como todos cuantos la conocieron reconoció en esas mismas cualidades su comprensión superior. «No exagero si reconozco que todos sentimos como un honor que se uniera a las filas de nuestros colaboradores y compañeros de armas, a la vez que como una renovada garantía a la verdad de las teorías del análisis.» La edición en español, que incluye la totalidad de la obra psicoanalítica de la autora se enriquece por una notable traducción que supo seguir las especificidades del estilo y los movimientos tan particulares del discurso de Salomé. La reunión de los escritos y cuidada supervisión de la traducción estuvieron a cargo de Gustavo Dessal y Guillermo Koop, como así también el aparato de notas que informa esta antología, erudito y sugerente. En el prólogo los compiladores señalan que el estilo rico en enigmas de L.A.S. «no necesita apelar a la terminología, no le concede al lector esa complicidad que tanto atrae a los psicoanalistas, prefiere jugar con sus metáforas, hacer poesía con la prosa freudiana» (...) Yeso que interviene en la dificultad de su estilo, que hace su lectura extremadamente delicada y compleja, como la propia palabra de Salomé es a la vez la fuente de un goce estético. La constitución netamente poética de su pensamiento se puede reconocer en un texto que es a la vez teórico y lírico, que logra unir con verdadera calidad artística el lenguaje de la espiritualidad y el de la pulsión. Miriam L. CHORNE 132