Las paradojas del financiamiento Liliana Weinberg Marchevsky* En su obra Ser digital, el especialista en informática norteamericano Nicholas Negroponte plantea dos grandes paradojas. Por una parte, escribe que persiste en nuestros días una visión atomista o ir por cosas* en lugar de una visión por bits, o unidades de información. Por otra parte, se refiere Negroponte a que menos es más* en cuanto no resulta aconsejable saturar ciertas áreas tradicionales de inversión, sino repensar otras áreas estratégicas. A partir de nuestra experiencia: en el posgrado, de un enfoque estadístico y sustancialista en diversas esferas de la vida académica: un enfoque basado en átomos) o cosas* a pesar de la creciente demanda de enfoques dinámicos y relacionales basados en unidades de información o bits. Cito dos ejemplos de ello. El primero se refiere a aspectos infraestructurales: sigue siendo más sencillo pedir y obtener apoyo para cosas que para inteligencia. En efecto, es fácil advertir en muchos formularios de proyectos apartados específicos para equipo de cómputo, pero no para especialistas en la operación de esos equipos de cómputo, capaces de diseñar bases de datos, páginas web, etcétera. El segundo ejemplo se refiere a la evaluación del trabajo académico: en el área de humanidades sigue teniendo mayor credibilidad un libro o un congreso en foro que ese mismo texto en red o que un encuentro de investigadores vía internet. De este modo, y a pesar de alto costos de producción de material impreso de organización de eventos académicos, aún no es posible apelar a esa nueva realidad informática, más económica y de mucho mayores alcances. En un curso reciente dictado por el especialista en educación venezolano Orlando Albornoz, se planteó también esta misma preocupación: el apoyo destinado a educación que reciben los países en desarrollo se destina fundamentalmente a inversión en infraestructura (aulas), de modo tal que se sigue apostando a modelos tradicionales de educación, aun cuando en el mundo entero se está imponiendo la necesidad de otras formas de multiplicación del conocimiento como educación permanente, a distancia, aulas y foros virtuales, etcétera. En ese mismo curso, Orlando Albornoz propuso otra idea que por mi parte considero sencillamente genial: se continúa evaluando la educación superior con criterios propios de otros campos, particularmente el empresarial. Así, se habla de medir* la productividad y la eficiencia a partir de unidades discretas producidas a corto plazo, e incluso regularizadas por tabulador: tantos puntos para un articulo, tantos para un libro, tantos para un congreso internacional y tantos para uno nacional ... No obstante, insiste Albornoz, es necesario recordar que el espacio académico es cualitativamente diferente de otros: no coincide con el empresarial, con el militar, ni con ningún otro. Su peculiaridad radica precisamente en conformar un campo para el cual las inversiones son de alto riesgo y de largo plazo. Para que la inversión en investigación y docencia resulte exitosa, se deberá tener esto en cuenta. Los tiempos* y la calidad, del trabajo en laboratorio, gestación de una investigación original y con peso en el campo académico y en la discusión transdisciplinaria, son, todos lo sabemos, diversos del tiempo empresarial. Y es de este modo como cobra todo su sentido la recordada noticia de que el único requisito que puso en su momento Princeton a Albert Einstein para pautar sus investigaciones fue la obligación de tomar el té con sus colegas una vez por semana. Se hace por ello necesario, a la hora de pensar en el financiamiento, repensar las áreas, los rubros y los plazos a que éste se dedica y proponer reducir las partidas destinadas a cosas* (instalaciones e infraestructura) al. mismo tiempo que ampliar las partidas destinadas inteligencia (personas calificadas en áreas clave como estadística, análisis de sistema, operación de equipos en general), así como proponer una periodicidad acorde con el ritmo de génesis y difusión de ideas (muy diferente de la producción de cosas). En cuanto a los sectores estratégicos de inversión, y dado que el sistema de posgrado es un sistema complejo, propongo atender a reforzar a través del financiamiento puntos clave a los que, inspirada en la lingüística, denomino shiffers, es decir, “operadores” o “actualizadores” que permitan la intercomunicación' y los cambios en el nivel de operación entre los diversos puntos nodales de ese sistema. Discusión. Pensar en las fuentes de financiamiento para los programas de posgrado de la Facultad de Filosofía y Letras implica considerar antes algunas antitesis y paradojas importantes: 1.Soluciones viejas para problemas nuevos. Persistencia de criterios de inversión y aun de evaluación tradicionales a pesar del avance de formas de producción de punta (tal, como se dijo, el apoyo al soporte impreso, en cuanto no se difunde el reconocimiento al soporte electrónico) 2 Soluciones nuevas para problemas viejos, S e sigue dando el empleo remedial de tecnologías de punta. En muchos casos el empleo de equipos de cómputo se da como última opción cuando no funcionan el fax, el teléfono, o la máquina de escribir La comunicación con los alumnos extranjeros se daba hasta hace pocos meses sobre todo a través del costosísimo fax, por no existir aún una buena y atractiva inserción en la página de internet y sobre todo, por no existir todavía de manera extendida una cultura” de internet. 3. Subutilización y sobreoferta. Subutilización de recursos combinada con sobreoferta de recursos. Es sorprendente que, por ejemplo, los alumnos no saturen todavía, como estaba previsto, las salas de cómputo, o que no se difunda el modo de encontrarse asesores y asesorados de un comité tutoral a través de citas o discusiones por correo electrónico. 4. Sobreutilización y suboferta, Inversamente, existe una sobreutilización de recursos y espacios tradicionales, que necesariamente deriva en una suboferta de recursos: nunca serán suficientes los espacios físicos tradicionales, que se han visto rebasados sobre todo a partir de la emergencia del sistema tutoral. 5 Criterios no académicos para medir la academia. Como ya se dijo, el empleo de criterios de medición y evaluación del desempeño académico inspirados en campos no académicos puede resultar, paradójicamente, más costoso y menos “eficiente”. Es necesario pensar si nuestros; plazos de evaluación seguirán siendo anuales, y si la obligación de que el académico llene por lo menos tres informes por año (UNAM, SNI y PRIDE) redunda en un mejoramiento real de la vida académica o la burocratiza. 6. Vacío y redundancia existen aún espacios vacíos; y cuellos de botella en el funcionamiento de la vida académica, de altísimo costo administrativo (pienso en el panorama que existía hasta hace algunos meses, cuando los procedimientos de inscripción y titulación tenían un seguimiento burocrático, manual y con alto índice de error, panorama que afortunadamente se está revirtiendo gracias al eficiente desempeño de la DGAE), y que se combina con una superposición ineficiente en la administración escolar: cada oficina controla un pequeño segmento del flujo de información, y esto, en lugar de dar mayor fluidez, para trámites y genera retrasos de tiempo. 7. Sobreinformación y subinformación, En los últimos años presenciamos fenómenos de sobreinformación, en cuanto a la explosión de bases de datos, bibliotecas virtuales y otras vías de acceso al conocimiento, pero que paradójicamente se combinan con fenómenos de subinformación, ya que no se producen a la misma velocidad los expertos para administrar y utilizar esa verdadera oleada de información, ni hay tampoco suficientes cursos de entrenamiento que ilustren al alumno sobre el modo de ingresar en esas bases de datos y los modos de transferir y utilizar esa nueva información. Esta contradicción es cada vez más dramática, en la medida que el propósito de la nueva era del conocimiento es enseñar al alumno a aprender. Estas paradojas sólo pueden salvarse a partir de la consideración del sistema de posgrado como sistema complejo, algunas de cuyas características radican en que a) los niveles de interacción son muy ricos, b) hay una interacción dinámica, c)hay una interacción no lineal, y d) existen loopso rizos entre las diversas esferas. Por todo ello es necesario determinar ciertos puntos nodales que vinculen diversos niveles y áreas de dicho sistema, y diseñar shifters u “operadores” apropiados a la intercomunicación de los mismos. Es prioritario, en mi opinión, atender a esos operadores que permitan interrelacionar y dinamizar el sistema. Conclusión Espero haber contribuido, a partir de estas reflexiones bajo la forma de antitesis y paradojas, a que repensemos las modalidades de las inversiones en educación superior, a las que, en total acuerdo con Orlando Albornoz, considero de alto riesgo y largo plazo, y que nos replanteemos la inversión en ciertas áreas nodales, organizativas, gerenciales, funcionales o de interface” (Negroponte), que serán sobre todo inversiones de “inteligencia”, así como en shifters u operadores que contribuirán al mejor funcionamiento e interrelación del sistema complejo de estudios de posgrado. Bibliografía Albornoz, Orlando, “Gestión y gerencia en educación superior”, curso impartido en la ANUIES, México, D.F, Julio de 1998. Cilliers, Paul, Compleely and -postmodenism, understanding complex systems. Routledge, New York, 1998. Negroponte, Nicholas, Ser digital, traducción de Dorotea Pladcking, AtlántidaOcéano, Buenos Aires-México, 1996. (la ed. en inglés 1995). NOTA: Shifter tomado de la lingüística (Jespersen). Se traducen como cambios de marchas, embragues o clutchs guarda agujas, que permiten el cambio de nivel de operación (esto es, la interrelación entre órbitas y niveles diferentes, a través del uso u operación concreta de un sistema, cosa particularmente importante cuando pensamos que el posgrado es un sistema complejo. *Facultad de Filosofía y Letras, UNAM