Nº 225 - Diciembre 2007 - SCHERZO REVISTA DE MÚSICA Año XXIII - Nº 225 - Diciembre 2007 - 6,50 € DOSIER Jean Sibelius ENCUENTROS Jonathan Nott ACTUALIDAD Ruperto Chapí Yannis Kokkos Wagner en París REFERENCIA S La Segunda de Bruckner JAZZ Abbey Lincoln Max Roach AÑO XXIII - Nº 225 - Diciembre 2007 - 6,50 € OPINIÓN 2 DOSIER Sibelius CON NOMBRE PROPIO La glosa de Adorno Ruperto Chapí 8 Santiago Martín Bermúdez Yannis Kokkos Sibelius y la integración de la forma Rafael Banús Irusta Constant Lambert Alberto González Lapuente 10 113 114 118 Las últimas sinfonías 12 16 AGENDA REPORTAJE Enrique Igoa Exposición Wagner en París Juan Carlos Moreno Bruno Serrou 18 46 60 Jonathan Nott Juan Antonio Llorente ACTUALIDAD INTERNACIONAL Pedro Sarmiento JAZZ Leif Ove Andsnes Ana Mateo 65 SCHERZO DISCOS 130 EDUCACIÓN ENTREVISTA Discos del mes 126 ENCUENTROS ACTUALIDAD NACIONAL 64 122 Una discografía comparada Pablo Sanz 136 LIBROS LA GUÍA CONTRAPUNTO 138 Norman Lebrecht Sumario 134 140 144 Colaboran en este número: Javier Alfaya, Julio Andrade Malde, Rafael Banús Irusta, Emili Blasco, Alfredo Brotons Muñoz, José Antonio Cantón, Patrick Dillon, Pierre Élie Mamou, José Luis Fernández, Fernando Fraga, Germán Gan Quesada, José Antonio García y García, Juan García-Rico, Antonio Gascó, Alberto González Lapuente, José Guerrero Martín, Fernando Herrero, Bernd Hoppe, Enrique Igoa, Paul Korenhof, Constant Lambert, Antonio Lasierra, Norman Lebrecht, Juan Antonio Llorente, Fiona Maddocks, Santiago Martín Bermúdez, Leticia Martín Ruiz, Joaquín Martín de Sagarmínaga, Enrique Martínez Miura, Aurelio Martínez Seco, Blas Matamoro, Ana Mateo, Marco Antonio Molín Ruiz, Juan Carlos Moreno, Antonio Muñoz Molina, Miguel Ángel Nepomuceno, Rafael Ortega Basagoiti, Josep Pascual, Enrique Pérez Adrián, Javier Pérez Senz, Paolo Petazzi, Francisco Ramos, Arturo Reverter, David Rodríguez Cerdán, Jaime Rodríguez Pombo, Ignacio Sánchez Quirós, Pablo Sanz, Pedro Sarmiento, Bruno Serrou, Carlos Singer, Franco Soda, Christian Springer, José Luis Téllez, Asier Vallejo Ugarte, Claire Vaquero Williams, Pablo J. Vayón, Juan Manuel Viana, José Luis Vidal, Albert Vilardell, Reinmar Wagner Traducciones: Rafael Banús Irusta y Blas Matamoro (alemán) - Enrique Martínez Miura (italiano) - Barbara McShane (inglés) Juan Manuel Viana (francés) Impreso en papel 100% libre de cloro PRECIO DE LA SUSCRIPCIÓN: por un año (11 Números) España (incluido Canarias) 65 €. Europa: 100 €. EE.UU y Canadá 115 €. Méjico, América Central y del Sur 120 €. Esta revista es miembro de ARCE, Asociación de Revistas Culturales de España, y de CEDRO, Centro Español de Derechos Reprográficos. SCHERZO es una publicación de carácter plural y no pertenece ni está adscrita a ningún organismo público ni privado. La dirección respeta la libertad de expresión de sus colaboradores. Los textos firmados son de exclusiva responsabilidad de los firmantes, no siendo por tanto opinión oficial de la revista. Esta revista ha recibido una ayuda de la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas para su difusión en bibliotecas, centros culturales y universidades de España, para la totalidad de los números editados en el año 2007 1 OPINIÓN OPINIÓN EDITORIAL 2 EL CONSEJO L a formación de nuestros futuros grandes creadores musicales y el florecimiento de todo el entramado para que esa formación se desarrolle en un entorno social, cultural o profesional adecuado dependen hoy de decisiones políticas. La creación el pasado verano del Consejo Superior de Enseñanzas Artísticas (CSEA) es una de estas decisiones. Podemos decir, sin caer en una contradicción, que el CSEA es a la vez la consecuencia de un error de bulto y de un acierto esperanzador. Error por ser el producto de una política blanda y pusilánime que dejó pasar la oportunidad de colocar la formación artística superior donde le corresponde, como uno de esos golazos que ve todo el estadio menos el jugador al que le toca rematar. Es un acierto porque nunca hasta ahora se había creado un órgano consultivo especializado a tan alto nivel en el campo de la educación artística superior y con una composición tan rica y representativa. Es decir, que es como el AVE Madrid-Barcelona: una gran chapuza política que pasará a ser, el día que funcione, el orgullo de todos. El acuerdo sin precedentes que iniciaron en 1999 gobiernos de 29 países prometía ser la ocasión para sacar a la educación musical superior de una situación legal rara que frenaba su avance y dificultaba su integración en un nuevo y ambicioso modelo internacional. Esa ocasión se ha perdido y pagaremos por ello consecuencias derivadas de tener acceso a la educación superior por una puerta lateral. Por otra parte, qué avance y qué acierto supone sentar en la misma mesa a los máximos responsables de la educación artística. Necesitábamos esta iniciativa como agua de mayo y entendemos que la composición del CSEA, sumada a los muchos profesionales que aportan propuestas y trabajan en sus líneas de acción, asegura un futuro mejor para la música. El CSEA se ocupa de todas las enseñanzas artísticas superiores, que son las artes plásticas, el diseño, la música, la danza y el arte dramático; cuenta con cerca de setenta miembros y en él se encuentran representados el gobierno, las comunidades autónomas, los ayuntamientos, los profesores, los alumnos y directores de los centros superiores, además de representantes de las distintas artes, que en música son Jordi Savall, Antón García Abril y Mauricio Sotelo. Se trata, como se ve, de un pequeño gran mastodonte que pese a sus dimensiones está dando muestras de funcionar con agilidad, tramitando hasta el momento propuestas para que los estudios superiores de arte dramático y danza tengan preparada una nueva estructura el curso que viene. La música vendrá después, y es de esperar que con propuestas valientes. Dicen que es de Cristóbal Halffter la frase de que la mejor salida para los músicos españoles estaba “por Hendaya”, en alusión a una entonces evidente carencia de base para la especialización artística. No es exageración decir que en parte sigue siendo así, pese a las notables mejoras. En concreto, los estudios de postgrado, ya desarrollados en otros países europeos, están en España en la etapa del balbuceo. Nuestros mejores músicos siguen encontrando en otros países una mejor oferta académica, no ya porque quieran estudiar con músicos que no residen en España, sino por la mera existencia de titulaciones y planes de estudio que aquí no tenemos. Las posibilidades de promoción profesional de los profesores de música, para los que se abre con el postgrado una vía no explorada y muy atractiva, deberán estar al servicio de una educación superior competitiva, y no viceversa. Saludamos con ilusión al Consejo Superior de Enseñanzas Artísticas y le deseamos éxitos y avances en la ardua y compleja labor de articular la educación superior musical que todos deseamos. OPINIÓN Nº 225 - Diciembre 2007 - SCHERZO REVISTA DE MÚSICA $xR;;,,,1'LFLHPEUHĄ D OSI ER Jean Sibelius E N C U E N T R OS Jonathan Nott AC T UAL I DAD Ruperto Chapí Yannis Kokkos Wagner en París La música extremada PAISAJES VISLUMBRADOS RE F E R E NCI A S Diseño de portada Argonauta Foto portada: Felix Broede / EMI La Segunda de Bruckner JAZ Z Abbey Lincoln Max Roach Edita: SCHERZO EDITORIAL S.L. C/Cartagena, 10. 1º C 28028 MADRID Teléfono: 913 567 622 FAX: 917 261 864 Internet: www.scherzo.es E mail: Redacción: [email protected] Administración: [email protected] AQ Presidente: Santiago Martín Bermúdez REVISTA DE MÚSICA Director: Luis Suñén Redactor Jefe: Enrique Martínez Miura Edición: Arantza Quintanilla Maquetación: Iván Pascual Fotografía: Rafa Martín Secciones Discos: Juan Manuel Viana Educación: Pedro Sarmiento Jazz: Pablo Sanz Libros: Enrique Martínez Miura Página Web: Iván Pascual Consejo de Dirección: Javier Alfaya, Manuel García Franco, Santiago Martín Bermúdez, Enrique Pérez Adrián, Pablo Queipo de Llano Ocaña, Arturo Reverter Departamento Económico: José Antonio Andújar Departamento de publicidad Cristina García-Ramos (coordinación) [email protected] Magdalena Manzanares [email protected] DOBLE ESPACIO S.A. 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Escucho Central Park in the Dark de Charles Ives, que tiene el misterio del bosque en la noche y el estrépito repentino de la ciudad moderna, de las luces y el tráfico que lo asaltan a uno nada más dar unos pasos y salir de la oscuridad húmeda que en estas noches de noviembre tiene un olor profundo de hojas caídas: las mismas que se hundían bajo nuestras pisadas silenciosas por los senderos del parque. Escuchando esa obra de Ives perece que uno ve las luces distantes de los rascacielos sobre las densas sombras de los árboles, y que las disonancias magníficas que desbaratan la secuencia pastoral de la música son las de los cláxones de los atascos de tráfico, tan estridentes como el parpadeo de los neones y el de los semáforos, tan modernos como esos ecos de ragtime que parecen escuchados al pasar junto a un bar clandestino. Pero de lo que deberíamos acordarnos es más bien de esa foto tenebrosa de Edward Steichen en la que se distingue como un fantasma vertical la proa afilada del edificio Flatiron, más allá de las ramas desnudas de un árbol y del farol de un coche de punto. Al fin y al cabo, Charles Ives compuso Central Park in the dark no en la Edad del Jazz en la que resplandecían en Nueva York los talentos simultáneos de Francis Scott Fitzgerald y de George Gershwin, sino mucho antes, a principios de siglo, en 1906, cuando los automóviles aún no habían invadido la ciudad y las luces eléctricas no habían empezado a convertir en día la noche: cuando sobre el horizonte de Central Park aún no se alzaban las poderosas torres de apartamentos que ahora me vienen a la imaginación cuando escucho esa música. Dice Walter Benjamin que los bulevares del París de Baudelaire sólo se parecieron a como él los describía muchos años después de su muerte. Igual podría decirse de los burgueses de Balzac, que para nosotros son un modelo de personajes realistas, y que sus contemporáneos tendían a considerar extravagantes invenciones románticas. Lo que nos parece un retrato en realidad es un vaticinio, el despliegue de una imaginación tan lúcida que vislumbra de antemano lo que todavía no existe. Los últimos cuartetos de Beethoven no parece que pertenezcan a su tiempo, sino al nuestro: pero como intuyó Proust, que los amaba tanto, esos cuartetos habían ido creando poco a poco su propia posteridad, seduciendo casi uno por uno y casi en secreto a los pocos adeptos que los difundirían. En 1906 Nueva York era una ciudad más antigua y sombría y mucho menos audaz que la música visionaria de Charles Ives. Se pareció a ella según pasaban los años, de modo que cuando Central Park in the dark se estrenó, cuarenta años más tarde, era un retrato cabal de la ciudad, sin que el músico tuviera necesidad de cambiar una nota. Ives, ajeno a la música de su tiempo, invisible en su rareza, podía haber contestado, encogiéndose de hombros, lo mismo que según dicen contestó Picasso cuando le dijeron que su retrato de Gertrude Stein no se le parecía: “Ya se le parecerá”. Antonio Muñoz Molina 3 O AP GIENNI D ÓA N A PROPÓSITO DE UNA CRÍTICA C A R T A S Sr. Director: A L D I R E C TO R E n el número 224 de la revista que Vd. dirige aparece una crítica de la producción Boris Godunov estrenada en el Teatro Real el 29 de septiembre pasado. En ella se dice “los farsantes no buscan engañar al público, les basta con engañar a los directivos de los teatros y tener a su lado algún que otro periodista alquilado”. Nada menos. Es obvio que se refiere a la producción citada y que Klaus Michael Grüber y Eduardo Arroyo, director de escena y escenógrafo respectivamente son los farsantes que han engañado a Bernard Foccroulle, Director de La Monnaie de Bruselas, a Nicolas Snowman, Director de la Ópera Nacional del Rin y a Antonio Moral y a mí (Miguel Muñiz), directores del Teatro Real, los tres teatros que han programado esta producción, y los periodistas alquilados (o engañados, los pobres) podrían ser —además del jurado que le otorgó el Premio de la Crítica Francesa 2006—, los siguientes: La crítica de Le Monde, Marie-Aude Roux, que dice: “Hay buenas razones para apostar que con este Boris Godunov de Musorgski, puesto en escena por el alemán Klaus Michael Grüber, el Teatro de La Monnaie ha producido uno de los más bellos espectáculos de ópera de esta temporada… vuelve como maestro absoluto de los espacios y de los cuerpos, como poeta de las visiones del espíritu, de las locuras de la Historia. Los decorados de Eduardo Arroyo son [‘despouillés’] desnudos y ardientes (el fondo azul, casi sobrenatural, es magnífico)”… (24/04/06). Jean Lous Validire de Le Figaro: “Por otra parte, con todo su arte, el director de escena, Klaus Michael Grüber, consigue desarrollar este drama con una eficaz economía de movimientos, tanto si se trata del pueblo, como de escenas más intimistas. Los escenarios se suceden sin molestar la coherencia dramática”. (24/04/06). Bruno Serrou en La Croix: “La puesta en escena de Klaus Michael Grüber pone el acento sobre la identidad intensamente eslava…” sigue sin insultar a nadie y añade “…la escenografía de Eduardo Arroyo es de gran belleza…”. (25/04/06). Nicolás Blanmont en La Libre Belgique: “…magníficamente traducido por los decorados de Eduardo Arroyo (…). Resulta un espectáculo poderoso, con algunas imágenes inolvidables y varios momentos de emoción”. (20/04/06). Die Welt (22/04/2006) habla de “los montajes precisos y legendarios en la escena berlinesa” de Grüber y señala ciertos síntomas de cansancio manifestados en algunos detalles pálidos y desafortunados, pero siempre con enorme respeto hacia el director de escena. Y añade que “la representación vive gracias a las imágenes de Eduardo Arroyo y los trajes de Rudy Sabounghiu”. Y así hasta llegar a las críticas de los periódicos de Madrid, en general o casi todas negativas, duras, incluso muy duras pero ni un insulto, ni un menosprecio personal; no califican a las personas, sino la obra, no los llaman “farsantes” ni hablan de “impotencia artística” o de “desvergüenza”. No me preocupa nada Santiago Martín Bermúdez. Nada. Me preocupa si la revista que dirige avala este estilo propio de la prensa amarilla. Un saludo, Miguel Muñiz de las Cuevas Director General del Teatro Real Michel Debrocq en Le Soir del 21/04/06: “…en medio de un soberbio despliegue de decorados de Eduardo Arroyo…”. CENSURA Y CAZA DE BRUJAS EN EL TEATRO REAL Sr. D. Miguel Muñiz: En el Frankfurter Allgemeine Zeitung (20/04/2006), Julia Spinola hace un análisis denso y complejo buscando el C/ Blasco de Garay 47 - 28015 Madrid. Tel.: 91 543 94 41. Fax: 91 543 94 74 [email protected] www.elargonauta.com 4 sentido de las imágenes y simbología de Grüber y Arroyo que da sentido a la obra y encaja todas las piezas del “ajedrez”, desde el cuervo y el “zeppelín” hasta el “san Jerónimo” y todo ello con profundidad y seriedad. N o es cierto que no le importe Santiago Martín Bermúdez. Le importa tanto que ha hecho algo que no dice en la carta: ha dado orden de que se le impida acceder a los ensayos generales, de que si a un crítico se le dan dos localidades cuando hace reseñas, cuando él venga reciba sólo una, que se le discrimine, que se le dificulte la información, que no se le dé “ni agua” (sic) —por eso no aparece firmada por mí en este número de SCHERZO la crítica de La violación de Lucrecia. Le importa tanto como para eso. Como para mandarle a alguien a decírselo, ni siquiera se lo ha dicho o escrito usted. Censura en el Real. Caza de brujas en el Real. Eso no se hace en ningún teatro del mundo. Sólo en el suyo. Que no es suyo. Está muy feo, es tercermundista. ¿Se imagina que se le ocurriera hacerlo a uno de otro partido? No hay amarillismo por nuestra parte: no creo que el Teatro Real trate de alquilar periodistas; no quise decir eso, al contrario, los alquiladores son otros. Pero hacerle esto a alguien que critica un montaje lamentable es poco digno. No comprendo tanto dolor por algo en lo que hay unanimidad: la escenografía del Boris, una de las óperas mayores del repertorio, no es un error, es una estafa y es intolerable. Los errores se entienden, los engaños se señalan. Eso es una opinión, y además compartida. Hace unos días, un alto responsable del Ministerio de Cultura me decía que se iban a implantar “buenos usos” en los teatros públicos después de años de cortijismo y caciquismo en la dirección de los mismos. Caramba, podrían empezar por el Real y su gestión: esta es mi caseta de mi feria, y aquí sólo entran mis amigos. Y Santiago Martín Bermúdez no entra, porque ha puesto mal esto o lo otro. No, Miguel Muñiz: Santiago Martín Bermúdez es libre, y escribe siempre con moderación, pero a veces se indigna, como en este caso. Ustedes no soportan la libertad. A Santiago Martín Bermúdez ni se le compra ni se le alquila. ¿Que voy a estar un tiempo sin ir al Real? Qué le vamos a hacer, me encanta la ópera, ya me compraré yo mis localidades, el teatro no es suyo, es público, y tengo muchas otras cosas que hacer en este mundo que sufrir porque un cacique me ponga en la lista negra. Hubo la lista de “los diez de Hollywood”. Puede redactar “los diez de Muñiz”. Le faltan nueve. Me podrá impedir entrar al Real como hasta ahora, pero yo sí pertenezco al mundo de la cultura. Usted, no. No sé por qué le importo tanto. Santiago Martín Bermúdez Madrid O AP GIENNI D ÓA N Música reservata LA SEDUCCIÓN Musik, Atem der Statuen, vielleicht: Stille der Bilder, du, Sprache wo Sprachen enden. R. M. Rilke S pero se mantiene al margen del significado: al no existir la exclusión lingüística, toda combinación de notas es musicalmente viable, pero al precio de que ninguna de ellas pueda remitir a un concepto. La música se configura estructuralmente como el lenguaje pero, tras la cegadora efusión de un significante ficticio, encubre un vacío semántico: su carencia de significado es el agente que interpela al sujeto y fuerza en él una proyección emotiva impredecible y cambiante, tanto más imperiosa cuanto menos definida. De este modo, y como ya observase Platón, la música genera también una cierta forma de catarsis, (de identificación): en cierta medida, resulta adecuado enunciar que la Música precede a la Tragedia. O mejor: la realiza en un dominio abstracto e inexpresable. Es bien conocido el pensamiento de Stravinski: “en su estado puro, la música es una especulación libre: lo que cuenta es la ordenación de la obra, su cristalización, que los elementos dionisíacos que brotan en la mente del compositor sean controlados y dominados. Para el compositor, la música es asunto de técnica, cultura y conocimientos: la emoción es asunto de los oyentes”. La música opera con sonidos, no tiene otro ámbito material sino el sonido mismo: no actúa mediante emociones ni pretende expresarlas, pero, paradójicamente, no puede ser aprehendida sino a través de la emoción. Como la pantalla blanca freudiana, la música es el ámbito proyectivo por excelencia donde las fantasías del sujeto naufragan en ese espejo incandescente y sin fronteras que es la superficie inefable de lo sonoro: en ese vacío final se cifra y se establece su ilimitada capacidad de seducción. Si el lenguaje, en su definitiva frontera, está emparentado con la música es porque ésta, en el abismo del significante, permite al sujeto captar una forma temporal deshabitada de significado. La música ejecuta un sentido; es decir, marcha en una dirección imprevisible y múltiple cuyo término no es otro sino el silencio: de ahí la demanda proyectiva que en el oyente se articula como la nebulosa criptografía de una palabra, por definición, impenetrable. La poesía, para alejarse del significado común, construye enigmas, metáforas, proyecta el significante hacia una opacidad que aspira a justificarse en el sonido, esto es, en lo musical. En su último extremo, la poesía pura persigue lo no codificable, lo indecible: Mallarmé lo comprendió mejor que nadie. Pero también Rilke, al describir la Música con las herméticas palabras que prologan esta nota: “respiración de las estatuas, silencio tal vez de las imágenes, lenguaje donde concluyen los lenguajes”. Sobre el silencio primigenio, la Música inscribe el espejismo perentorio de su demanda. Libär i las artes plásticas son instrumentos para capturar la mirada, la música atrapa la atención del oyente precipitándole en la infatigable renovación de su textualidad. La música captura la escucha, aspira a transformar el hecho fisiológico de la audición para convertir su aleatorismo en direccionalidad, su imprevisibilidad en sentido. Al igual que el lenguaje, la música transforma la mecanicidad del oír en la intencionalidad del escuchar. La música fascina, suscita el Deseo y, al tiempo, lo inhibe: reclama una respuesta, pero se sitúa en un inalcanzable más allá del lenguaje que, sin embargo, se muestra articulado como el lenguaje mismo. El arte, tradicionalmente, se sustenta en la mímesis, en la representación de lo real (al menos, hasta 1909) o, por mejor decir, en un fingimiento de esa representación asumido por el espectador. La pintura no es la equivalencia bidimensional del mundo, sino la manifestación de una impostura: el cuadro es otra cosa distinta de aquéllo que pretende mostrar y que el espectador cree ver en su interior. La pintura figurativa es también un más allá de la apariencia, es una idea, una construcción imaginaria, una suerte de Absoluto: las rotundas manzanas de Cézanne incluyen todas las manzanas posibles, todas las formulaciones cromáticas inscribibles en la proyección plana de un esferoide: en la contundencia de esas pinceladas independientes, en su inmovilidad tajante, hay una forma pulsante de trastemporalidad. Consciente de ello, el propio artista declara en una carta a Maurice Denis: “me juego la vida en cada pincelada”, relacionando con singular pertinencia la muerte con la herramienta de la que se vale para articular una representación que le proteja de la inexistencia. Del mismo modo, en la música, arte del tiempo, late una engañosa aspiración hacia una espacialidad inmóvil: por eso opera con analogías intuitivas como la que relaciona lo agudo con lo elevado y lo grave con lo profundo, la quietud o la agitación con la variación de los tempi o la identificación del colorido con el timbre. En contra de una creencia muy extendida, el arte no es comunicación: el receptor del arte no puede responder usando el mismo código. El arte no comunica: seduce. Aprisiona el deseo, inscribe en la memoria un itinerario, una forma que oculta, precisamente, aquello que dice exhibir. Por eso, el arte no es un lenguaje: si éste existe, lo hace justamente como sistema de comunicación donde el oyente es también un hablante potencial que escucha pero que, a su vez, puede hacerse oír: el sujeto está atravesado por el lenguaje y es hablado por él, pero puede hablar a través suyo, lo que carece de correspondencia respecto al modo de apropiación de la pintura, la escultura, la arquitectura o el cine. La música no imita a la naturaleza: imita a la palabra. Reproduce su sistema formal, José Luis Téllez 5 AGENDA Prismas RUMORES Y CLARIDADES 6 Steve Rhodes S i en un país se vive de rumores, ya sean políticos, sociales o culturales, quiere decir que las cosas que importan se resienten, la democracia marcha renqueante y los ciudadanos y ciudadanas pierden confianza en lo público. Hay periódicos en este país que tienen como misión fundamental confundir a la opinión pública, desorientarla, hacerla trizas y luego con sus pedazos fabricar una realidad artificial, es decir hacer imperativa la irrealidad, con lo cual se consigue el mínimo de presión crítica y un máximo de manipulación social. En los treinta años de democracia en este país uno tiene la sensación de que la cultura siempre ha sido una especie de Cenicienta desamparada, perpetuamente expuesta a los manejos de unos cuantos diletantes que la utilizan a su antojo, que se pretenden grandes gestores y que en el fondo naufragan en una confusión de ideas que favorece la trivialización y el mercadeo. Ocurrió en el pasado y sigue ocurriendo en el presente y en este caso hay que decir, lamentablemente, que sea quien sea el que maneja el timón —lo siento por utilizar una imagen tan manida— de eso que llamamos Estado. Menos mal que el país se ha descentralizado y sin el peso agobiador de un omnipresente poder central hay quien puede poner en circulación ideas más sensatas y más constructivas, no disparates rodeados por el aura de lo popular. Que un alto cargo de la administración estatal se permita, al hablar de música, expresar su encendida admiración por un artista —por llamarle algo— de escasa inspiración y de auténtico medio pelo, es un signo, aunque menor, de en qué manos está en ocasiones la política cultural del país. Es así de simple. La falta de ideas claras y bien estructuradas parece condición sine qua non para trazar esa política cultural a la que me refiero. ¿Más reflexión y menos escenificación? Desde luego. Más espíritu de servicio y menos afición a salir en la foto, una expresión que pese al fluir de los años sigue enquistada en el meollo de nuestra cultura oficial. ¿La solución? Posiblemente algo no muy complicado: sentido común. Claro que alguien inmensamente sabio dijo hace tiempo que ese era el menos común de los sentidos… Javier Alfaya CON NOMBRE PROPIO RUPERTO CHAPÍ Óleo sobre lienzo de G. Sáiz Gil 1927 PROPIO CON NOMBRE Un músico inconformista R 8 uperto Chapí, como otros relevantes músicos del polemista XIX español, fue admirado por unos y menoscabado por varios. La efervescencia del día a día, la intensidad con la que se disfrutaba de lo inmediato y, sobre todo, la constante discusión sobre los temas más candentes, ya fuera la zarzuela, la ópera o la cuestión sinfónica, colocaron al compositor de Villena en una posición comprometidamente protagonista en el rifirrafe nacional. Él mismo quiso que así fuera defendiendo, a veces, imposibles. Por ello, hoy, vista a distancia, su figura adquiere un perfil especialmente singular ayudado por la fama de un puñado de obras que no han dejado de sonar y por el dato proporcionado por varios estudios musicales relacionados con la época que han permitido ahondar en la persona y en la obra de quien fue un músico de talento. Entre todos ellos destaca la biografía firmada, en 1995, por Luis G. Iberni con el complemento de Memorias y escritos, en CON NOMBRE PROPIO RUPERTO CHAPÍ Carteles: Archivo del Instituto Complutense de Ciencias Musicales Fue entonces cuando se vio, lo explica Iberni, “lo mucho de híbrido y de experimento” que había en ella, y ese Chapí “genuino… que en el segundo acto le está diciendo a Falla por donde debe caminar su Amor brujo”. Chapí era a todas luces un inconformista que todavía dejará cuatro cuartetos y varias obras sinfónicas que van de lo programático a lo abstracto, ya sea acompañando a Los gnomos de la Alhambra, ya al rigor formal de la Sinfonía. El catálogo de obras suma más de 200 entre las que, por supuesto, es inevitable acumular zarzuelas de distinta condición. Porque también en esto fue un autor con ideas propias que quiso poner remedio al anuncio, reiterado, casi desde el mismo origen, de la muerte inevitable del género. Primero lo intentó con la zarzuela grande asumiendo la herencia de Barbieri, donde el autor no deja duda de su talante refinado e intelectual. “Yo no sé cómo y cuándo empezó en mi familia la afición a la música, pero ya mis abuelos la venían heredando y la transmitían a sus hijos”. Con esa carga genética y la sólida base técnica que le proporcionaron los estudios en Madrid con Arrieta, además de su paso por Roma y París, Chapí se incorpora a un medio musical en el que son muchas las ilusiones y algo más escasas las posibilidades. Al menos así suele describirse el escenario musical madrileño del último cuarto del XIX tomando como base dos hipótesis generalmente admitidas. Explica la primera que Chapí y otros muchos autores del momento no alcanzaron a dar de sí todo lo que podían dada la mediocridad del medio en el que se desenvolvieron. Es más, si llegaron a ofrecer algo de verdadera enjundia, como en realidad hicieron, fue sólo en el socorrido ámbito del teatro musical y más concretamente en el de la zarzuela, género poco elevado al lado de otros de más peso, llámense ópera, música instrumental u orquestal. Pero lo cierto es que Chapí, y por supuesto otros muchos, demostraron que la zarzuela podía ser algo noble y que, posiblemente, era la propia idiosincrasia la que estaba abocada a rendirse ante algo que tuvo el mérito de penetrar en la fibra sensible de toda una sociedad. Por mucho que su conciencia artística le llevara a defender con ahínco otros géneros. Don Ruperto, en 1878, estrena en el Real con la ópera Roger de Flor. Allí volvería, a punto de despedirse de este mundo, de la mano de Margarita la tornera, cuyas desdichas, cuenta la leyenda, contribuyeron a su final. En el espíritu de recuperación histórica que se vive en los últimos años, Margarita se repuso en el Real en 1999. Arrieta y Gaztambide quienes proporcionan un modelo que ya sonaba caduco frente al más ágil del teatro por horas. En contra de los tiempos, en las dos últimas décadas de siglo, Chapí firma títulos tan sonados como La tempestad, El milagro de la Virgen, La bruja, El rey que rabió, Mujer y reina, Los hijos del batallón, Curro Vargas, La cara de Dios, La cortijera, Don Juan de Austria y Juan Francisco. Es al final, en la década de los noventa, cuando Chapí mira, inevitable, al teatro pequeño. Son años de Restauración y de rutinario convencionalismo con “viejas [sobre el escenario] que rabian por casarse y solteras que padecen igual enfermedad y que son un claro modelo de virtud”, pero que por eso mismo produce desinhibición y confianza. Ante el arte más directo y locuaz surge el músico fino e inspirado, capaz (de nuevo la leyenda hace historia) de escribir de pie en el reborde de una mesa, en la repisa de una chimenea o durante un ensayo. El autor que quiso escalar lo más grande y sustancioso se revela un maestro de la miniatura y junto a La revoltosa, que permanece indiscutible, lozana y chispeante, firma Pepe Gallardo, La patria chica, El puñao de rosas, Las bravías, El tambor de granaderos, La chavala y El barquillero, por citar algunas de las más obvias. Y ahora, una vez más, Chapí vuelve a los escenarios. Lo hace con una obra consistente, bien conocida, una pieza romántica de “misterio”, noche, amores e intrigas llamada La bruja y que toma como base el texto correspondiente de Miguel Ramos Carrión. Nada ha de faltar en una composición realizada a espaldas del género chico y que en su tiempo fue considerada estandarte de la más moderna zarzuela grande. Para la posteridad quedan romanzas y concertantes, y a su lado la famosa y elegante jota navarra, acaso la más triste que exista en el repertorio, el coro de pelotaris vizcaínos y roncaleses, y algún que otro zorcico con gaita y tamboril, además de la parodia de la cábala, que ha decir de Salvador, “arrancaba lágrimas de regocijo a nuestros padres”. Hoy puede que lo sean de admiración, lo que significa que Chapí, pese a las dudas, trifulcas y sinsabores, caminó con paso firme. Alberto González Lapuente Madrid. Teatro de la Zarzuela. Del 14-XII-2007 al 20-I-2008. Chapí, La bruja. Roa, Pérez Sierra, Olmos. 9 EN C OANGN OD MAB R E P R O P I O Creador de imágenes mágicas YANNIS KOKKOS 10 Javier del Real E l escenógrafo, figurinista y director de escena griego Yannis Kokkos, nacido en 1944, vive en Francia desde 1963. Después de realizar sus estudios en el Teatro Nacional de Estrasburgo, realizó los decorados de numerosas obras teatrales y espectáculos operísticos, convirtiéndose en una de las figuras más brillantes de su generación. A partir de 1970 comenzó una fructífera relación con el gran director francés Antoine Vitez, así como con otros prestigiosos nombres de la escena gala como Jacques Lassalle, Pierre-Étienne Heymann o Sophie Loucachevsky, quienes se vieron fascinados por la fuerza y belleza plástica de sus creaciones. En 1987 comenzó su carrera como director de escena con La princesa blanca de Rainer Maria Rilke. A partir de entonces, Yannis Kokkos ha firmado numerosas producciones para el teatro y la ópera, entre las que destacan Iphigénie de Racine en la Comédie-Française de París (1991), el estreno mundial de Tristes Tropiques de Georges Aperghis en Estrasburgo (1996), El sueño de una noche de verano de Shakespeare en el Théâtre des Amandiers de Nanterre (2002), Dido y Eneas de Purcell en la Opéra de Nancy (2003), Hänsel y Gretel en el Grand Théâtre de Ginebra (2004), El rey Roger de Szymanowski en el Teatro Massimo de Palermo e Iphigénie en Tauride de Gluck en la Opéra de Nancy (ambas en 2005). Entre sus últimos y más aplaudidos montajes se cuentan la versión íntegra de Les troyens de Berlioz, en una coproducción entre el Théâtre du Châtelet de París y el Grand Théâtre de Ginebra (que ha sido regis- trado en DVD), Tristán e Isolda en La Monnaie de Bruselas y la Ópera Nacional Galesa de Cardiff, Boris Godunov en la Staatsoper de Viena y Medea de Cherubini en el Teatro Antiguo de Epidauro. En nuestro país pudimos ver hace unos años su visión de La cle- menza di Tito en el Festival Mozart de La Coruña, y en febrero el Teatro de la Maestranza de Sevilla abrirá su temporada con su puesta C O N N O M BARG E EPNRD OAP I O YANNIS KOKKOS en escena de El holandés errante de Wagner, procedente del Teatro Comunale de Bolonia. Pero antes, en diciembre, el Teatro Real presentará el primer trabajo de Yannis Kokkos realizado expresamente para un teatro español, Tancredi de Rossini, en una coproducción con el Gran Teatro del Liceo, el Maestranza sevillano y el Teatro Regio de Turín, una obra que se ofrecerá en las dos versiones propuestas por el compositor, la veneciana con final feliz y la de Ferrara, con el desenlace trágico acorde con el original de Voltaire. La iluminación constituye siempre un elemento fundamental en la obra del director griego. “Mi deseo ha sido siempre extraer la luz incandescente del interior de los actores. En mi trabajo como director, al empezar a imaginar un espectáculo, parto del interior y voy hacia fuera. No es la visión exterior, sino la interior lo que se me revela”, ha señalado. En sus producciones, además, se aprecia la importancia que tiene el elemento escenográfico y el espacio escénico. “Empiezo por trabajar en el espacio, buscando la expresión de la obra, al tiempo que, en paralelo, lo hago con los personajes. Para mí resulta muy importante la forma de inscribir el cuerpo del actor en el espacio, de manera que se manifieste como expresión del interior de la obra. Pero no es una visión estética sino dramática. Siempre parto simultáneamente de la obra y del espacio. En esa medida puede haber una influencia del escenógrafo sobre el director de escena”, afirma. “La puesta en escena es un acompañamiento para hallar una expresión conjunta con mi visión de la obra, que tiene en cuenta la particularidad de cada intérprete. El concepto que pueda tener nunca cierra ni aprisiona la obra en unos límites. Intento que mi forma de expresión sea sencilla sin excluir la complejidad ni caer en el simplismo, y que permita un acceso inmediato a la obra”. Para Tancredi, Yannis Kokkos ha recreado una Edad Media muy estilizada, inspirada en el mundo de vivos colores de los juguetes de madera. “Stendhal, al referirse a esta obra de Rossini, establece un paralelismo entre Ivanhoe de Walter Scott y Tancredi. En este último personaje encuentro una gran inocencia. A pesar de encontrarse en un entorno muy violento, es una figura de extraordinaria pureza, que en cierto modo está totalmente excluido de nuestro imaginario actual. Lo que he querido hacer con Tancredi, precisamente por esa actual pérdida de inocencia, es impregnarla de una cierta melancolía, con personajes de un extraordinario heroísmo”. Yannis Kokkos se muestra especialmente partidario de concluir la obra con el final trágico propuesto por Rossini en Ferrara unos meses después del estreno veneciano de Tancredi, y que resulta mucho más fiel al original. “La historia es mucho más consistente en Voltaire. Voltaire me inspira mucho respeto, porque convierte su obra en un manifiesto contra la pena de muerte, contra la ley real, y consigue impregnar a la obra de una energía y una violencia muy intensas. Rossini se mueve, de acuerdo con su estilo, en una atmósfera más elegante y plena de emociones. Es por eso que yo imagino la obra como una especie de sueño de la Edad Media, con todo lo que eso entraña de mágico”. Rafael Banús Irusta Madrid. Teatro Real. Rossini, Tancredi. Versión de Venecia: 5, 8, 11, 14, 17, 21XII-2007. Versión de Ferrara: 7, 9, 12, 16, 18, 22-XII-2007. Director musical: Riccardo Frizza. Director de escena: Yannis Kokkos. 11 Cambio de titulares PHILIPPE JORDAN BAILE DE BATUTAS E YAKOB KREIZBERG con la Orquesta Nacional Francesa el año próximo — sucediendo a Kurt Masur y después de ceder su puesto en la Royal Philharmonic a Charles Dutoit, quien también mandará en Filadelfia— y el hiperactivo Paavo Järvi —titular ya en Cincinnati, Bremen, Francfort y Tallin—, se hará cargo de la Orquesta de París cuando, en 2010, termine el contrato de titularidad de Christoph Eschenbach. ANDRIS NELSONS Nuevo libro de Bruno Serrou RICHARD STRAUSS REVISITADO B runo Serrou, corresponsal de SCHERZO en París desde hace muchos años, acaba de publicar el último de sus libros, Richard Strauss et Hitler. Quatre derniers Lieder. Se trata de un análisis que une el conocimiento de la historia a la musicología y la capacidad narradora para ofrecernos un retrato del autor de El caballero de la rosa enmarcado por las circunstancias en que hubo de desenvolverse su vida creadora durante los años del nazismo. Autor de monografías sobre Betsy Jolas, Iannis Xenakis o Claude Helffer, Serrou ofrece un relato novelado de una trayectoria apasionante y contradictoria a la que aporta la necesaria luz con precisión y brillantez. Como complemento, el comprador del libro puede, mediante una clave, descargar de la página web de la editorial la histórica versión de las Cuatro últimas canciones a cargo de Elisabeth Schwarzkopf y Otto Ackerman. Bruno Serrou, Richard Strauss et Hitler. Quatre derniers lieder, Scali, París, 2007. 12 Marco Borggreve l director suizo de 33 años Philippe Jordan ha sido nombrado director musical de la Ópera Nacional de París con responsabilidad a partir de 2009, fecha de incorporación, igualmente, de su nuevo director general, Nicolas Joël. En las mismas fechas, el británico Donald Runnicles, actual director musical de la Ópera de San Francisco, se hará cargo de la Deutsche Oper berlinesa, en sustitución de Renato Palumbo, y Yakob Kreizberg tomará el relevo de Marek Janowski al frente de la Filarmónica de Montecarlo. El joven letón —28 años— Andris Nelsons sustituirá la próxima temporada a Sakari Oramo como titular de la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Birmingham. Por su parte, la Sinfónica de Detroit, sin titular desde 2005, lo ha hallado al fin en la persona de Leonard Slatkin. Vladimir Ashkenazi, por su parte, se va a la Sinfónica de Sydney de 2009 a 2011. Daniele Gatti se reacomoda Salzburger Festspiele Archiv AGENDA AGENDA AGENDA Concurso S. A. R. la Infanta Doña Cristina RAFAEL AGUIRRE: LA GUITARRA QUE VIENE R afael Aguirre Miñarro ha resultado vencedor de la XVII edición del Concurso internacional de Guitarra S. A. R. la Infanta Doña Cristina que, organizado por la Fundación Jacinto e Inocencio Guerrero, se celebró en la casa de la Cultura de Ajofrín (Toledo), lugar de nacimiento del autor de La rosa del azafrán. El guitarrista español —de sonido poderoso y claridad de concepto— venció en la final a su compatriota Anabel Montesinos Aragón —segundo premio y elegida mejor intérprete de música española—, al montenegrino Goran Krivokapic —tercer premio—, al alemán Takeo Sato y al portugués Pedro Rodrigues. Como novedad en la presente convocatoria, la pieza obligada en una de las eliminatorias era un encargo hecho expresamente a un compositor español —Quaderno d’estate, de Jesús Rueda— que, por tanto, alcanzaba su estreno durante el concurso. El jurado estuvo integrado por Antón García Abril —nuevo presidente de la Fundación—, Demetrio Ballesteros, Leo Brouwer, Antonio Gallego, Alberto Ponce y Rosa María García Castellanos. Rafael Aguirre, Anabel Montesinos y Goran Krivokapic El Quijote en la música LA RECEPCIÓN DE UN MITO C asi todo lo que debiéramos saber sobre la recepción del tema quijotesco en la música es lo que nos ofrece Cervantes y El Quijote en la música, un volumen que, coordinado por la profesora Begoña Lolo, recoge treinta y ocho trabajos procedentes en su mayoría del congreso que, bajo el mis- mo título, se celebró en Madrid en 2005. A partir de la fortuna seguida por la obra cervantina en la propia literatura, distintos expertos analizan la entrada y desarrollo del Quijote en la música desde el siglo XVII hasta hoy, incluyendo aquí las últimas apariciones del personaje de la mano de creadores como José Luis Turina o Cristóbal Halffter. Ópera, danza, cine, música sinfónica o de cámara, composiciones escritas dentro y fuera de España, deudoras del mito siempre aunque sea para desmitificar a su sujeto, desfilan por las casi ochocientas páginas de un libro en el que erudición e información conviven sin estorbarse. Begoña Lolo (ed.), Cervantes y El Quijote en la música, Ministerio de Educación y Ciencia, Centro de Estudios Cervantinos, Madrid, 2007. III Encuentro PROTAGONISTA LA VIHUELA L a Sociedad de la Vihuela celebra en Valencia su III Encuentro anual los días 6 a 8 de diciembre. Durante el mismo se celebrará, en el aula magna de la Universidad, un simposio dedicado a la figura de Luis Milán en el que intervendrán especialistas como Luis Robledo, Francisco Roa, Luis Gásser, Vincent Escartí, Rosa Isusi y Greta Olson, así como conciertos —en la Capilla de la Sapiencia— a cargo de Pedro Alcocer, María del Carmen Jiménez Molina, Maike Burgdoff, Ramiro Morales, Sara Rosique, Aníbal Soriano y Bruno Axel, Asimismo está prevista una exposición de instrumentos y la presenta- ción de dos libros: la primera edición facsímil en color de El Maestro de Luis Milán y la monografía Estudios sobre la vihuela. Ambas publicaciones han sido editadas por la Sociedad de la Vihuela en este segundo semestre de 2007. Valencia. 6/8-XII-2007. 13 AGENDA En el VI Ciclo de Jóvenes Intérpretes VALENTINA IGOSHINA: IMPARABLE L a carrera de Valentina Igoshina, la protagonista del segundo concierto del presente Ciclo de Jóvenes Intérpretes que organiza la Fundación Scherzo, parece hoy por hoy imparable. Nacida en 1978 en Briansk (Rusia), estudió con Sergei Dorenski en el Conservatorio Chaikovski de Moscú. Ha obtenido premios internacionales de piano en el Concurso Sergei Rachmaninov de Moscú (1997) y en el Concurso Reina Isabel de Bruselas (2003). Hace cinco años se presentaba en las muy prestigiosas Harrods International Piano Series. A partir de ahí su gran clase y su evidente personalidad le han llevado a tocar con orquestas como la Hallé de Manchester, la Sinfónica de la BBC Escocesa y la Sinfónica de Melbourne. También ha ofrecido recitales en la Tonhalle de Zúrich y en la Società dei Concerti de Milán. y participado en los festivales internacionales de Montpellier, La Roque D’Antheron, Saint-Etienne, Nohant, Valois, Annecy, Ravello, Duszniki Zdój, y Toulouse. Recientemente ha tocado junto a la Orquesta del Concertgebouw de Ámsterdam el Concierto, op. 20 de Scriabin. Ha firmado su primer contrato con Warner Classics para la grabación de un disco con Cuadros de una Madrid. Teatro de la Zarzuela. 18-XII-2007. Valentina Igoshina, piano. Obras de Chopin y Prokofiev. exposición de Musorgski y Carnaval de Schumann. Su programa en Madrid es tan exigente como hermoso: 14 Valses de Chopin y la Sonata nº 6 de Prokofiev. Del Liceu al Palau LAS ÓPERAS QUE NADIE QUIERE C onozco varias formas de cargarse una nueva ópera. Una es, naturalmente, no programarla. Como no cuentan con el favor del público, es improbable ver alguna manifestación popular reclamando más estrenos. Otra, mucho más perversa, es montarla mal, en espacios inadecuados, para cubrir el expediente. El argumento siempre es el mismo: faltan recursos, falta público, no venden un clavo y la sala se queda casi vacía. Para paliar estas carencias se inventaron los montajes de pequeño y medio formato, un esfuerzo que puede dar buenos frutos, como ha demostrado este año el Festival de Ópera de Bolsillo con los estrenos, primero en Alemania, gracias al manto protector de la Feria del Libro de Francfort, y después en Barcelona, de Salón de Anubis, de Joan Albert Amargós, y La Cuzzoni, de Agustí Charles. Con menos recursos, pero con el mismo entusiasmo, Albert 14 Sardà acaba de estrenar en Tarrasa su nueva ópera, Un futur esplèndid, con libreto de Miquel de Palol. Por este terreno vamos bien. Lo que no hay forma de conseguir es ver nuevas óperas al mismo nivel que los títulos del repertorio. No se trata de unirse aquí a los lamentos de los compositores, siempre rogando más atención a los teatros públicos. Sólo dejar constancia de que, visto el panorama, lo mejor que pueden hacer quienes sueñen con un estreno como Dios manda en el Liceu es tener mucha paciencia porque, en los tripartitos dominios gobernados por José Montilla, pasan cosas muy raras. Miren, sin ir más lejos, lo que pasa en el Liceo. Desde que abrió sus puertas tras el incendio sólo ha estrenado D. Q. Don Quijote en Barcelona, de Turina, y Gaudí, de Guinjoan. Podemos sumar el rescate de las óperas de Montsalvatge (Babel 46, Una voce in off y El gato con botas) y, hace unas semanas, el no demasiado afortunado montaje de las muy americanas óperas cantadas en inglés de Leonardo Balada Hangman! Hangman! y The town of Greed, en un apaño escénico que intentó llevar al limitadísimo espacio del foyer del teatro parte de los decorados que Gustavo Tambascio utilizó en su puesta en escena de las mismas obras en el Teatro de la Zarzuela. El resto, ya sean Els Pirineus, de Pedrell, La fatucchiera, de Cuyás o Maria del Carmen, de Granados, han tenido que conformarse con la socorrida fórmula concertante. Por cierto, ¿alguien sabe si algún día veremos una ópera de Albéniz? En el horizonte se dibujan algunas esperanzas gracias al convenio de colaboración y mecenazgo firmado en 2006 por el Liceu y la Fundació Caixa de Catalunya, que aporta 155000 euros para contribuir al estreno de nuevos montajes y ediciones discográficas. Tras coproducir el programa Balada, anuncian el estreno en la temporada 2008-2009 de una ópera de Enric Palomar, La cabeza del Bautista ¡en la sala grande del Liceo! “El objetivo que esperamos alcanzar pronto es el estreno de una nueva ópera de cámara en cada temporada”, afirma Àlex Susanna, director-gerente de la Fundació Caixa Catalunya. Para Joan Matabosch, director artístico del coliseo barcelonés, asegurar ese ritmo es “posible y deseable”. A ver si es verdad, y de paso, también sería deseable ver alguna vez un título catalán montado con el mismo nivel de calidad del maravilloso montaje de Boulevard Solitude, de Henze, al que los críticos de los diarios y revistas de música hemos considerado mejor producción de la temporada en la edición de los premios organizados por Amics del Liceu. Eso sí que, de momento, parece un sueño inalcanzable. Javier Pérez Senz REPORTAJE París RICHARD WAGNER, VISIONES DE ARTISTAS I@:?8I;N8>E<I M@J@FEJ;Ë8IK@JK<J ;Ë8L>LJK<I<EF@IÁ8EJ<CDB@<=<I P 16 ara su decimonovena exposición temporal desde el otoño de 1998, el Museo de la Música instalado en el recinto de la Ciudad de la Música de París presenta la exposición Richard Wagner, Visiones de artistas consagrada no al músico, al que apenas le gustaba la pintura, sino a los artistas que se han inspirado en sus óperas, independientemente de su figura y de cualquier diseño escenográfico, con sólo dos excepciones: el suizo Adolf Appia, de quien se expone una pieza que inspiraría las escenografías de Wieland Wagner, que acogerá este modelo para envolver a los héroes de su abuelo con tan sólo las líneas de colores de sus mágicas iluminaciones, y Bill Viola, cuya Becoming Light surge de la colaboración del videoartista con Peter Sellars para su producción común de Tristán e Isolda en la Bastilla en 2005. Creador de un universo absoluto, constituido no sólo de una música radicalmente innovadora, sino también de una visión del mundo que enuncia en sus numerosos textos estéticos, políticos, poéticos y filosóficos y en sus libretos, inmersos en las fuentes mismas de la civilización, desde el mundo griego hasta el Extremo Oriente, y, sobre todo, en los mitos fundacionales del norte de Europa, amalgamándolo todo en su propio teatro exclusivamente consagrado a sus dramas líricos para constituir esa obra de arte total (Gesamtkunstwerk) de sus sueños, Wagner ejerce desde el origen mismo de sus creaciones una fascinación excepcional en la historia de la música occidental, influyendo mucho más allá de los simples melómanos. “Desde Charles Baudelaire hasta Pierre Boulez —explica Pierre Lang, comisario de la retrospectiva— el carácter visual de la música de Wagner no cesa de subrayarse. Gracias a préstamos excepcionales procedentes de colecciones públicas y privadas, nuestra exposición pone en evidencia la universalidad de una preocupación, la de un arte totalizador que hunde sus raíces en la profundidad de los mitos para evocar lo que concierne a la esfera más íntima e inconsciente del ser”. Richard Wagner, Visiones de artistas retoma —con muy pocas excepciones— la exposición presentada en Ginebra hace dos temporadas con ocasión de la producción en el Gran Teatro de Tristán e Isolda de Olivier Py (2 DVD Bel Air). La presente muestra ha sido adaptada a las dimensiones del Museo de la Música y del espacio que éste dedica a las exposiciones temporales. Concebida por los Museos de Arte e Historia de Ginebra, la exposición está consagrada a la resonancia de la creación de Wagner en las bellas artes, que rápidamente invadió todas las disciplinas, hasta el punto de constituir un verdadero movimiento europeo, de Múnich y Viena a París, Moscú, Londres y Barcelona, desde los años 1840 hasta el arte contemporáneo. Del simbolismo de FantinLatour hasta el videoartista Bill Viola, pasando por el impresionismo de Renoir, el movimiento secesionista con Koloman Moser, los Nabis como Maurice Denis, el expresionismo de un George Grosz, el realismo de Hans Makart, el surrealismo de Salvador Dalí y la contemporaneidad de Anselm Kiefer, todo ello presentado a lo largo de un itinerario cronológico. El conocedor avisado advertirá ciertas ausencias de obras muy conocidas e iconografías de numerosos documentos, en particular proyectos y maquetas escenográficas, pero esta parte de la inspiración artística wagneriana ha sido voluntariamente marginada, pues el objeto de la exposición era de orden puramente artístico, sin finalidad pragmática. Paralelamente a la exposición en el Museo de la Música, la Ciudad de la Música propone une serie de conciertos alrede- <OGFJ@K@FE8LDLJy<;<C8DLJ@HL< ;L),F:KF9I<)''.8L)'A8EM@<I)''/ ;fjj`\i[\gi\jj\ 1 2 REPORTAJE 5 4 dor de Richard Wagner y su influencia más o menos reconocida sobre los compositores de su tiempo y de las generaciones posteriores hasta nuestros días, al tiempo que la Ópera de París se dispone a presentar una nueva producción de la versión parisiense de Tannhäuser, una obra que no se ha representado en este teatro desde 1984. Bruno Serrou Traducción: Juan Manuel Viana Hasta el 20 de enero de 2008. Musée de la Musique, Cité de la Musique, 221, avenue Jean-Jaurès. F-75019-Paris. Información y reservas: (+33) 1.44.84.44.84. www.cite-musique.fr. El catálogo de la exposición está publicado en coedición por los Museos de Arte e Historia, Ginebra, y las Ediciones Somogy, Paris (292 páginas, formato 23x30 cm, 159 ilustraciones). Coeditada por la Cité de la musique y Actes Sud, se anuncia la publicación de una enciclopedia en dos volúmenes que aparecerá con el título Wagner y el wagnerismo en enero de 2008. 6 Ilustraciones: 1- Portada del catálogo de la exposición. 2- Franz von Lenbach (copia de Margarete von Bodecker), (Schrobenhausen, 1836 – Múnich, 1904). Retrato de Richard Wagner, hacia 1872. Óleo sobre tela, 57x43 cm. Lucerna, Museo Richard Wagner. © Musée Richard Wagner, Lucerne. 3- Gabriel von Max (Praga, 1840 – Múnich, 1915). Venus y Tannhäuser, 1873, 1878 o 1888. © Museo Nacional de Varsovia, foto: Teresa Zóltowska-Huszcza. 4- Edward Robert Hughes (Clerkenwell, Londres, 1849 – St. Albans, 1914). La walkyria de centinela, antes de 1906. Acuarela y pintura dorada sobre papel, 110,5x72,4 cm. Colección particular. © Peter Nahum at The Leicester Galleries, Londres. 5- Henri de Groux (Bruselas, 1867 – Marsella, 1930), Lohengrin, 1908. Pastel sobre papel encolado sobre tela, 66x58 cm. Colección particular. © Duncan H. McLaren Limited, Londres. 6- Odilon Redon (Burdeos, 1840 – París, 1916), Parsifal, 1892. Litografía, 29,1x21,3 cm. Colección particular. © Musée d’art et d’histoire, Friburgo, foto: Primula Brosshard. BOLETÍN DE SUSCRIPCIÓN c/ Cartagena 10, 1ºc - 28028 MADRID Tel. 91.356 76 22 - Fax 91.726 18 64 E-mail: [email protected] - www.scherzo.es Deseo suscribirme, hasta nuevo aviso, a la revista SCHERZO por períodos renovables de un año natural (11 números) comenzando a partir del mes de …………………nº…… El importe lo abonaré de la siguiente forma: Transferencia bancaria a la c/c 2038 1146 95 6000504183 de Caja de Madrid, a nombre de SCHERZO EDITORIAL, S.L. Cheque a nombre de SCHERZO EDITORIAL, S.L. Giro postal. Rellene y envíe este cupón por correo, fax o correo electrónico. Nombre…………………………………………….............. ………………………………………..…………….............. Domicilio…………..……………………………................. ........................................................................................ CP………Población……………………………….............. Provincia……………………………..…………….............. Teléfono…………………………………………….............. Fax…………...……………………….…………….............. E-mail……………………………………………….............. 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Anteriormente Volodos había sentado cátedra de su ensayista entendimiento del gran piano romántico alemán con un Intermezzo y un Capriccio de la Op. 76 y las Variaciones op. 21, nº 1 de Brahms, y las idílicas Escenas del bosque op. 82 de Schumann. Concierto grande para un público absorto y entusiasmado. Más de una década lleva Frank Peter Zimmermann aportando su arte a la interpretación del “angélico” Concierto para violín y orquesta de Berg, una de las joyas de la creación dodecafónica. El paso del tiempo no ha hecho sino enriquecer dicha aportación, convirtiéndose en un intérprete de referencia. Su protagonismo fue tan extraordinario que marcó el tempo, el sentido y la expresión de la ONE adecuadamente aderezada por su titular. Pons destacó en su paródica visión del cuarto movimiento del Concierto para orquesta de Bartók, en un grado de comunicación moderadamente aseado. Con un programa más popular la presencia de la ONE en Almería hubiera sido más interesante. Iván Martín es uno de los más prestigiosos pianistas españoles de su generación, sobresaliendo en él cómo llega al entendimiento de las obras desde un serio y bien pensado sensualismo romántico. Esta disposición anímica quedó reflejada ya en las sonatas clásicas de Haydn (nº 37) y Beethoven (op. 10, nº 1) sacando siempre un sonido que acentúa la significación de esta intención, que alcanzó su máxima expresión en Nuages gris de Liszt, sin duda, el momento cumbre de su recital. El Ciclo concluía con la Orquesta Ciudad de Almería haciendo un programa Beethoven, con una interesante actuación de Vicente Huerta en el Concierto para violín op. 61, y con la Quinta Sinfonía op. 67, en el que la orquesta derrochó entusiasmo en su camino y deseo, bajo la eficaz y pedagógica dirección de Michael Thomas, por alcanzar un lugar significativo entre las orquestas andaluzas. Como ha ocurrido en las últimas temporadas, el Auditorio Maestro Padilla ha organizado un corto ciclo de alto contenido artístico, que hace que la música clásica adquiera relevancia dentro de su genérica y variada programación. Es el caso de los cuatro que han conformado la sexta edición de Grandes Conciertos, en la que los solistas invitados han destacado especialmente. Se abría con la participación de Arcadi Volodos que, con su actuación, estrenaba un gran cola recientemente adquirido y que ha sido elegido por este gran pianista ruso, que ha buscado cubrir las necesidades acústicas del recinto y equilibrar con adecuada intensidad de sonido sus futuras intervenciones concertantes. Este aspecto quedaba despejado en la soberbia interpretación de los Funerales de Liszt, todo un poema sinfónico en el que la potencia sonora que puede alcanzar un piano ha de llevarse a su máximo exponente. La modélica entonación del instrumento quedó patente en la deliciosa Sonata op. 25, nº 5 de Clementi, en un prodigio de sentido y pulsación por parte del pia- José Antonio Cantón AC T U A L I DA D MADRID BARCELONA Un buen programa doble MISTERIO, PASIÓN Y RAZÓN BARCELONA Bofill Gran Teatre del Liceu. 2-XI-2007. Janácek, Diario de un desaparecido. Michael König, Marisa Martins, Assumpta Mateu, Beatriz Jiménez, Anna Alàs. Bartók, El castillo de Barba Azul. Willard White, Katarina Dalayman, Pere Molina. Director musical: Josep Pons. Concepción: La Fura dels Baus y Jaume Plensa. Director de escena: Àlex Ollé y Carles Padrissa (La Fura). Seductor programa, coproducción con la Opéra National de Paris (Palais Garnier), donde se había estrenado con gran éxito en enero pasado. Diario de un desaparecido (1917-1919), de Leos Janácek, ciclo de veintidós canciones para tenor, mezzosoprano, tres voces femeninas y piano, aquí en la versión orquestada de Gustav Kuhn, sobre unos poemas del moravo Ozef Kalda. Ni ópera, ni oratorio, ni una suite de lieder, sino una suerte de nuevo teatro musical de la época, con gran tensión interna y una espléndida música. El castillo de Barba Azul (1918), única ópera de Béla Bartók, en un acto, con libreto de Béla Balázs, obra maestra en su género del siglo XX. Historia de un joven campesino que se enamora con una pasión violenta y obsesiva de una joven gitana, por la que abandona su país, casa, padres y hermana, en el primer caso. Obsesivo intento de la valiente y enamorada Judit de salvar al duque Barba Azul de su mundo fantasmagórico y opresivo (la apertura de esas siete enigmáticas puertas), en el segundo. Con- Marisa Martins y Michael König en Diario de un desaparecido flicto entre tradición y novedad, entre el mundo del campesinado tradicional y la seducción de la vida libre de los gitanos. Atracción pasional, irresistible, hacia lo diferente, lo extraño, lo desconocido y misterioso. El deseo con su implícita carta autodestructiva. Conocer al otro ha sido siempre el máximo anhelo, nunca del todo satisfecho, del ser humano. En la relación Hombre-Mujer, en la atracción aniquiladora hacia lo desconocido, Janácek nos muestra la aproximación al misterio a través de la pasión y Bartók lo hace a través de la razón. Oscuridad y luz, frío y calor, soledad (del Hombre) y Complemento (la Mujer), Noche y Día. ¿Dónde está la escena, fuera o en el interior?, se nos inquiere en el prólogo de la ópera de Bartók, cuya música genial —alimentada de impresionismo, simbolismo y expresionismo— se erige en protagonista máxima del programa, muy bien comprendida y dirigida por Josep Pons, aunque la orquesta liceísta no parezca en condiciones de hacer máxima justicia a la riquísima partitura, plena de matices, sutilezas y finuras. Luz y oscuridad. Así lo ha entendido también la propuesta de La Fura dels Baus y del escultor Jaume Plensa, que dentro de la estética característica del grupo pero esta vez sin exageraciones ni efectos gratuitos, resuelven el montaje a satisfacción, con transparencias, proyecciones de vídeos, imágenes de gran belleza plástica y, sobre todo, un acertado juego de luces y sombras. ¿Para qué unos decorados? ¿Acaso en esta doble y honda búsqueda del alma humana no son el hombre y las mujer los únicos que nos importan? Porque la escena, en este caso, efectivamente está en nuestro interior. El tenor Michael König (el campesino Janik) sale airoso de su no fácil cometido, con algunas dificultades que salva esforzadamente. La mezzosoprano Marisa Martins (la gitana Zefka), espléndida en lo vocal y convincente en escena. El veterano bajo-barítono Willard White (duque Barba Azul), debutante en el Liceu, aunó su poderosa y siempre bien calculada presencia con la expresividad y el oficio de una voz un tanto gastada pero de indudable calidad y efectivos resultados. La soprano Katarina Dalayman ( Judit), sin brillanteces, estuvo a la altura que el nivel del conjunto requería. Espectáculo, pues, que colmó las expectativas. Y que fue muy bien recibido por el público. José Guerrero Martín Palau 100 BELLEZA AUSTERA Barcelona. Palau de la Música Catalana. 12-XI-2007. Orquesta Filarmónica de Los Angeles. Director: Esa-Pekka Salonen. Obras de Sibelius y Stucky. S ensacional concierto de Esa-Pekka Salonen y la Orquesta Filarmónica de Los Angeles en el ciclo Palau 100 con dos sinfonías de Sibelius en los atriles —Cuarta y Séptima, más el estreno en España de Radical Light, del estadounidense Steven Stucky (1949). Las claves del éxito hay que buscarlas en la afinidad de Salonen con la música de su ilustre compatriota, y en la absoluta compenetración con una plantilla orquestal que ha crecido artísticamente bajo su batuta hasta situarse por su gran calidad entre las mejores orquestas de Estados Unidos. Salonen dirigió la Cuarta con concentración y rigor absoluto, clarificando las sombrías texturas y animando las ten- siones internas de una obra admirable. Radical Light se reveló como un brillante ejercicio orquestal, de gran refinamiento tímbrico y sutiles efectos, muy bien escrito: la obra gustó y su autor, Steven Stucky salió a saludar encantado por los aplausos. Y como pieza final, una arrebatadora versión de la Séptima, dirigida por un Salonen en estado de gracia a una orquesta en grandísima forma: calidez, precisión y virtuosismo. Entregará a Dudamel un instrumento perfectamente engrasado. De propina, el Sibelius más popular, Finlandia y Vals triste, que despertó el entusiasmo del público. Lo dicho, un sensacional concierto. Javier Pérez Senz 19 AC T U A L I DA D BARCELONA Elegante Radamés de Alagna EL TENOR DE AIDA Bofill Barcelona. Gran Teatre del Liceu. 19-XI-2007. Verdi, Aida. Micaela Carosi, Elisabetta Fiorillo, Roberto Alagna, Joan Pons, Carlo Colombara, Giorgio Giuseppini. Director musical: Daniele Callegari. Director de escena: José Antonio Gutiérrez. Producción G. T. Liceu/Festival de Santander. S e ha dicho que Aida es una ópera que necesita cuatro tenores, uno para cada acto, lo cual es algo exagerado. Lo que sí precisa es una voz squillante, con capacidad de alternar la ductilidad con la fuerza dramática y brillar en los concertantes. Roberto Alagna tiene una voz ideal para el repertorio lírico y en su Radamés destacan los momentos donde puede colocar su fraseo elegante, como en el último acto, pero en otros como los concertantes o aquellos en que la música es más densa su instrumento tiene una proyección limitada, lo que redunda en que los resultados, siendo correctos, no sean impactantes. Su partenaire era Micaela Carosi, soprano joven, que además sustituía a Fiorenza Cedolins, indispuesta, lo que le hizo estar más pendiente de toda la obra y administrar sus recursos. Su timbre es algo oscuro pero mantuvo el tipo en el difícil rol, que con el tiempo puede redondear una actuación que tuvo muchos momentos de interés. La voz de Elisabetta Fiorillo no es homogénea, por lo que a veces el color pierde algo de brillantez, destacando especialmente en determinadas frases de los registros graves y central, identificándose bien con el personaje y afrontando las dificultades, mientras que Joan Pons mostró su fraseo muy expresivo y una identificación con el personaje, remarcando su fiereza, y su carácter envolvente para conseguir los fines que desea, complementando el reparto la nobleza de Carlo Colombara, mientras que Giorgio Giuseppini fue un rey algo apagado y en un papel secundario Begoña Alberdi mostró su musicalidad. La producción era la ya conocida ideada por Josep Mestres Cabanes, que a pesar de su carácter clásico continúa siendo muy interesante por su perspectiva y la sensación de la distancia, con una dirección de José Antonio Gutiérrez que da agilidad a los movimientos de masas y a la escena, en la que debería conseguirse una mayor luminosidad. Daniele Callegari es conocedor de la partitura y de la orquesta, consiguiendo una buena prestación, tanto en las escenas más líricas, donde recreó la melodía, como en las más dramáticas, a las que dio densidad, sin perjudicar a los actuantes del escenario, con un sonido transparente y cuidado, mientras que el coro alternó los momentos de gran brillantez, como la escena triunfal, con otros de sutileza, en el tempo, demostrando el buen momento por el que pasa. Albert Vilardell Orquesta Ciudad de Barcelona y Nacional de Cataluña INTENSIDAD RUSA Y ELEGANCIA FRANCESA Barcelona. L’Auditori. 9-XI-2007. Boris Belkin, violín. OBC. Director: Eiji Oue. Obras de Shostakovich y Rachmaninov. 17-XI-2007. OBC. Director: Michel Plasson. Obras de Fauré, Bizet y Chausson. E 20 ije Oue dio la impresión de haberse preparado a fondo para su primera aparición en esta temporada al frente de la orquesta de la que es titular. Tenía las cosas bien claras, las líneas maestras bien trazadas, el control de sus músicos ejercido con autoridad, pero también con suficiente complicidad y evidente satisfacción. Fue un concierto de expresividad intensa y de notable rigor. Eso se notó especialmente en el importante Concierto para violín y orquesta nº 1 de Shostakovich, donde hay más y mejor materia para profundizar que en las Danzas sinfónicas de Rachmaninov, cuyo arrollador melodis- mo y posibilidades de lucimiento instrumental fueron explotados legítimamente, pero que es, en fin, una partitura más superficial que la densa obra de Shostakovich. Además el Concierto contó en Boris Belkin con un solista de talla imponente, con un sonido poderoso, homogéneo, pero a la vez extraordinariamente dúctil en toda la gama de intensidades y desde la frase más lineal hasta las más arriesgadas notas dobles y acordes. Fue sobre todo en la Passacaglia final donde se pudo apreciar la calidad concertante de solista y orquesta, rotunda ésta al principio, grave en el coral confiado a los vientos, soste- niendo —Oue muy atento— la “parte del león” que desempeñó Belkin desde su elegíaca entrada hasta la larga meditación en solo. Si Oue subrayó con su programación intensamente rusa una de las posibilidades actuales de la Orquesta, en el siguiente concierto Michel Plasson, el veterano maestro de la Orquesta del Capitol de Toulouse que se presentaba por vez primera con la OBC, consiguió con una sabiduría y un encanto fascinantes, obtener de la Orquesta la elegancia y el refinamiento que sin vacilar asociamos con la música francesa, la inmediatamente anterior al impresionismo, de final del XIX y sobre todo con Fauré y Bizet, cuyos respectivos Pelléas et Mélisande y Sinfonía nº 1 en do mayor, constituyeron la primera parte del concierto. En la Sinfonía en si bemol mayor de Chausson, en la segunda parte, Plasson puso de relieve la influencia formal y alemana de la obra sin restarle ni un ápice del refinamiento preimpresionista. Importa mucho destacar la ductilidad con que la OBC respondió al humanísimo maestro francés. Entre sus muchos méritos, es ése el que nos hace desear más vivamente que vuelva pronto y a menudo. José Luis Vidal AC T U A L I DA D BILBAO Vuelve Donizetti EL LENTO OCASO BILBAO Moreno Esquibel Palacio Euskalduna. LVI Temporada de la ABAO. 20-X-2007. Donizetti, Anna Bolena. June Anderson, Marianne Cornetti, José Bros, Chester Patton, Marita Paparizou, Christophe Fel, Jon Plazaola. Coro de Ópera de Bilbao. Orquesta Sinfónica de Euskadi. Director musical: Keri-Lynn Wilson. Director de escena: Jonathan Miller. Director de escena en Bilbao: Gianfranco Ventura. Producción del Teatro Comunale di Bologna y la Ópera de Montecarlo. 22 Llevaba muchas temporadas Donizetti sin aparecer en los carteles de la ABAO, siete nada menos. Aun así, sigue siendo uno de los tres autores más representados y el segundo que más títulos ha aportado a su historia, en el primer caso al lado de Puccini y en ambos detrás de Verdi. Con Anna Bolena el autor lombardo se hizo grande, encontró una personalidad propia, aseguró los pilares de la ópera romántica y dio el primer paso importante para entrar en la historia. Y ahí sigue, por más que haya quien siga ofreciendo de sus obras una imagen de otros tiempos, anticuada, a veces un tanto decrépita. Al menos esa impresión nos deja la propuesta del Comunale di Bologna y la Ópera de Montecarlo firmada por Jonathan Miller y resuelta en Bilbao por Gianfranco Ventura, sin duda honesta, pero demasiado estática, lenta, austera y monótona. Dejando a una lado el vestuario, bello y adecuado, los pretendidos cambios de ambiente son sólo eso, pretendidos, la iluminación es clara pero poco variada y al final queda el recuerdo de una puesta en escena apagada, sin vida, pasada antes que clásica. Para consuelo, si se quiere, no hirió a la música. En el foso, al mando de la Orquesta Sinfónica de Euskadi, la canadiense Keri-Lynn Wilson decidió un Donizetti sano y sosegado, poco vibrante, tedioso por momentos, aparentemente cómodo para las voces, a las que arropó con un envolvente lirismo. Como siempre, cuando se trata de estos repertorios los resultados dependen sobremanera de aquéllas. Y aquí hubo de todo. La del catalán José Bros fluyó bella, mórbida y acari- José Bros y June Anderson en Anna Bolena de Donizetti en el Palacio Euskalduna ciante por la sala, favorecida por un fraseo noble y amplio, de sublime primer orden. Es un caballero tenor y desde luego un Percy con poca competencia posible, soberbio en la escena de la prisión. En el otro extremo, el norteamericano Chester Patton no fue Enrico VIII ni por dicción, ni por autoridad, ni por presencia, ni por estilo, ni por voz. Probablemente en otros terrenos se mueva bien, pero el belcanto es otra cosa. Bien lo sabe la soprano June Anderson, quien a sus cincuenta y cuatro años sigue siendo una donizettiana de mucho fuste, si bien es evidente que la voz ha perdido en poco tiempo bastante frescura. Pero es una gran cantante, y las grandes cantantes casi siempre cantan bien, como quiso demostrar en la plegaria Al dolce guidami, reveladora de su mejor arte, es decir, de un arte eximio y soberano, que hasta entonces, es cierto, había perma- necido un tanto escondido. Quizá por eso no repitió el enorme éxito de sus últimas visitas a la villa en Norma y Maometto Secondo. A su lado, la mezzo italiana Marianne Cornetti lució unos buenos medios vocales e hizo una Giovanna Seymour solvente, de amplio registro y limpia coloratura, acaso algo fría en escena. El donostiarra Jon Plazaola marcó ante Marita Paparizou y Christo- phe Fel un tanto para casa (para qué buscar fuera lo que tenemos aquí mismo), mientras el Coro de Ópera de Bilbao afirmaba una actuación magnífica, sin reservas, pues se mostró afinado, sonoro y empastado, al nivel de sus mejores noches, contribuyendo así a lustrar esa hermosa y sabia lección de historia que es siempre Anna Bolena. Asier Vallejo Ugarte Estreno de Il Cuarteto HOY Y SIEMPRE Bilbao. Museo Guggenheim. 31-X-2007. Cuarteto Parisii. Obras de Bartók, Villa Rojo y Shostakovich. E l Festival BBK de músicas actuales, que este año ha celebrado su vigésimo séptima edición, no suele atraer a las grandes masas, entre otras cosas por la poca pompa que se da a sí mismo. La gente que va a sus conciertos sabe bien a lo que va, esto es, a buscar lo que a menudo no encuentra en las grandes salas, y no siempre en lo que se refiere al repertorio, que también, AC T U A L I DA D BILBAO Curtis, Jacobs, Christie ECOS SUBLIMES Moreno Esquibel Bilbao. Teatro Arriaga. 19-X-2007. Vivaldi, Motezuma. Vito Priante, Mary-Ellen Nesi, Laura Cherici, Franziska Gottwald, Theodora Baka, Gemma Bertagnolli. Il Complesso Barocco. Director musical: Alan Curtis. Director de escena: Stefano Vizioli. Producción: Teatro Nacional de São Carlos de Lisboa, Teatro Comunale de Ferrara, Teatro Comunale de Modena, Teatro Comunale de Piacenza. 12-XI-2007. Orquesta Barroca de Friburgo. Director: René Jacobs. Obras de Haydn y Mozart. 16-XI-2007. Les Arts Florissants. Director: William Christie. Obras de Charpentier y Lully. E n apenas un mes el Teatro Arriaga subió al tablado a tres eminentes músicos (curioso, dos norteamericanos y un belga) a los que el repertorio antiguo debe mucho. En el caso de Alan Curtis, entre otras cosas, el haber asumido un papel capital en la resurrección de la ópera de Vivaldi Motezuma, bellísima, una auténtica revelación para los amantes de la música del Pretre Rosso. Con ella vino a Bilbao, igual que a otras ciudades por las que está paseando la obra, un poco a la sombra del recuerdo de su reciente y magnífica grabación de la misma, en la que se rodeó de unos cantantes de reconocida solvencia y probidad en estos terrenos barrocos. La comparación puede no ser justa, pero inevitablemente se impone, y en ese sentido los resultados se resintieron. Sólo el barítono italiano Vito Priante, de sana autoridad vocal, repetía en la parte del emperador azteca, y fue el miembro del reparto más destacado, si bien la soprano Gemma Bertagnolli, virtuosa y expresiva, hizo un Asprano de altos vuelos, muy convincente. Por lo demás, MaryEllen Nesi (Mitrena), Franziska Gottwald (Fernando), sino a la honestidad, al rigor y a la humildad de quienes sólo pretenden hacer su trabajo de la mejor forma posible. Al servicio de la música, faltaría más, y en este caso al servicio también de nuestro tiempo. Evidentemente, en el concierto que aquí comentamos el centro de atención estaba en el estreno mundial de Il Cuarteto de Jesús Villa Rojo, incansable alma del festival. La obra, estructurada en tres movimientos (Andante, Escena de Motezuma de Vivaldi en el Teatro Arriaga Laura Cherici (Teutile) y Theodora Baka (Ramiro) negociaron con gusto y adecuación al estilo unos medios vocales modestos, sobre todo los de la última de las citadas, ciertamente pobres. Casi está de más decir que Curtis conoce la partitura como muy pocos, que sabe cuidar a los cantantes y que dirige a los miembros de su Complesso Barocco con buen pulso, sentido del drama, variada gama dinámica y honda sabiduría vivaldiana. El concierto de René Jacobs entraba en el ciclo de música barroca, tal vez para darle a éste una mayor entidad, por más que en el programa estuviesen la Sinfonía nº 92 de Haydn, la música de ballet de Idomeneo y la Sinfonía nº 39 de Mozart, o sea, páginas para las que el barroco ya quedaba atrás. Pero eso es lo de menos. Sorprendieron (y esto es un decir cuando se habla de Jacobs) la viveza de los tempi en los movimientos rápidos, el majestuoso sosiego de las introducciones, la Adagio, Vivace), quiere atender al “enorme catálogo de combinaciones instrumentales facilitado por el conjunto cuartetístico de arcos”, según nos cuenta el propio autor caracense en las notas al programa. Y así lo demuestra. Los juegos de glissandi del Andante dejan paso al bellísimo Adagio, que conmueve por su sereno lirismo sin dejar revelar una rica y variada tímbrica, en tanto el Vivace decide un cierre brillante y vitalista, favorecido por un Largo, incluido “a modo de paréntesis”, de poética índole. Digamos (y es mucho decir, pero justo) que la obra no palideció lo más mínimo ante las dos que la acompañaban en el programa, el Tercer Cuarteto de Béla Bartók y el Octavo Cuarteto de Dimitri Shostakovich, y eso que esta última nos sigue pareciendo una de las cimas del género en toda su historia. El Cuarteto Parisii fuerza de los contrastes, la energía exhibida a lo largo de todo el concierto, incesante, contagiosa, nerviosa, y desde luego la soberbia respuesta de la Orquesta Barroca de Friburgo. Otra cosa es que algunas ideas (exceso de agresividad, abuso de reguladores) puedan ser discutibles, pues cuando se trata de renovar el repertorio uno debe asumir riesgos y puede en un momento dado ver cómo a veces la originalidad se le escapa de las manos. Por último, bajo el título de En tiempos de Port-Royal, William Christie se presentó al órgano con doce cantantes femeninas, una viola de gamba y una tiorba para acreditar que la música compuesta para las instituciones religiosas de la Francia del XVII merece un rescate definitivo. Y no sólo lo hizo, sino que se reivindicó por vez enésima como un formidable preparador de voces. La afinación y la limpidez alardeadas por las doce artistas dejaron momentos de sublime belleza, de esos que uno sólo es capaz de imaginar en sueños, cuando cree oír cantar a los ángeles en lo más alto de los cielos. Asier Vallejo Ugarte (Amaud Vallin, Jean-Michel Berrette, Dominique Loret y Jean-Philippe Martignoni) es una voz autorizada en estos terrenos, un grupo comprometido de verdad con la creación contemporánea, y sus miembros, inquietos, virtuosos, sensibles, estuvieron a la altura de lo esperado, o lo que es lo mismo, a la altura de las obras que tenían entre manos. Asier Valle Ugarte 23 AC T U A L I DA D CASTELLÓN Sociedad Filarmónica PROTAGONISTA, EL CHELO Truls Mørk fue el protagonista absoluto del concierto con el que se inauguró el ciclo de audiciones de la Sociedad Filarmónica, en el Auditori de Castellón. Protagonista absoluto por su nivel artístico por la calidad de su sonido, por su técnica prodigiosa y por su sensibilidad, en aras de ofrecer lecturas en las que primaba la genialidad creativa y la dicción con acústicas inverosímiles. Un gran músico y un gran artista. Comprometerse a interpretar el primero de los conciertos que Shostakovich dedicó a Rostropovich es, sin duda, una muestra de audacia porque la obra exige al solista, desde los compases de introducción al ardoroso final, un altísimo nivel de eficiencia, que el chelista nor- uego dio sobradamente. De hecho él fue el que marcó el aire y el acento de la obra, siendo con sus gestos el dictaminador del propósito y el tiempo, permitiendo sólo al maestro Langrée que se limitara a marcar el compás a la orquesta. Es cierto que el concierto es más espectacular que musical, pero, no obstante, tiene frases hermosísimas como los dúos con el trompa (del primero y tercer tiempos) y con los dos clarinetes en tesituras agudísimas, que requieren un vínculo por parte de solista y miembros del colectivo orquestal. Mørk se hizo entender muy bien, buscando ecos en las frases, en el diálogo y ofreciendo una versión muy intensa de la obra. En otro orden de cosas, la Filarmónica ya era conocida del público caste- Morten Krogvold CASTELLÓN Auditorio. 16-X-2007. Truls Mørk, violonchelo. Filarmónica de Lieja. Director: Louis Langrée. Obras de Shostakovich, Prokofiev y Franck. TRULS MØRK llonense, pues estuvo con el que fuera su titular, Pierre Bartholomée, en el Principal hace casi un par de lustros. Se trata de una agrupación con posibilidades, a la que su actual director, Louis Langrée, no le saca todo el partido que podría dar de sí. Es cierto que el ocupante del podio tiene personalidad y carácter, pero resulta excesivamente incisivo en su acción y ello hace que las versiones, que tienen espectacularidad, no posean la morbidez sonora y la densidad de fraseo requerida. El maestro conectó el alto voltaje y se propuso enardecer las versiones y ello restó carácter a las lecturas, que no, eso sí, dignidad. La Clásica de Prokofiev no funcionó, precisamente, por poco clásica y la Sinfonía de Franck por poco densa y falta de solemnidad, sobre todo en los dos compases del bello tema inicial o en el del solo de corno inglés, que fueron llevados con exceso de animación, privándolos de la uncial solemnidad que subyuga. Antonio Gascó Gira de la ONE CRISPACIONES Castellón. Auditorio. 16-XI-2007. Nicholas Angelich, piano. Orquesta Nacional de España. Director: Josep Pons. Obras de Beethoven y Mahler. L 24 a comparecencia de la Orquesta Nacional de España había creado expectación en Castellón, a juzgar por el lleno absoluto que registró la sala sinfónica del Auditori. La agrupación que cuajó Argenta, sigue manteniendo evidencias de sonoridad, empaste y opulencia, que siguen avalando su bien ganado prestigio, como se demostró en un concierto con dos obras fundamentales del repertorio sinfónico, que el público aplaudió con efusión (sobre todo al concluir la apasionada Quinta Sinfonía de Mahler) haciendo justicia a las versiones, por más que todo no fuera magnificencia, sonoridad y contrastes. El beethoveniano Concierto “Emperador” que planteó Pons pecó de excesivamente militar frente a la demanda de Nicholas Angelich, que pedía más atención al fraseo y al legato. El ataque sonoro excesivo de las dos trompas en los compases previos a la coda del primer tiempo, ahogando el sonido perlado del solista, fue una de tantas evidencias que restaron elegancia expositiva a la traducción que comenzó un tanto desabrida. A destacar, por el contrario, la suavidad de los arcos en la entrada del Adagio llevado muy lento (debe ser “marca de la casa”) acunando la exposición del tema por un teclado de cristalina dicción. La conocida Quinta Sin- fonía de Mahler es sarcástica, paisajística, grandiosa y biográfica en su diversidad. Precisamente la diversidad fue la premisa desde la que estableció la versión el director barcelonés, buscando los contrastes. Pecaríamos de injustos si no señaláramos la calidad media muy alta de la lectura y con solistas de excepción (trompa, trompeta, concertino, fagot…) amén de una baritonal y aterciopelada cuerda de chelos; pero también hay que reconocer que faltó en ocasiones profundidad y criterio para extraer la tremenda carga psicológica de angustia que encierra la partitura. No todo tiene que ser tensión y crispación existencial buscando la intensa res- puesta sonora y los contrastes. En esta línea, cabría recordar que el famoso Adagietto fue tedioso por la lentitud, sin ritmo, con grave riesgo para los arcos, casi con notas tenidas que demostraron, consecuentemente, su alto nivel y que el inicio de la obra fue muy sonoro pero falto de solemnidad trascendente, hasta que entraron los violonchelos. Otros detalles: el desabrido inicio del Tempestuoso, el Länder del Scherzo crispado en exceso… En suma, parafraseando al poema del Cid podría decirse de la Nacional y su director: “¡Qué buenos vasallos si tuvieran buen señor!”. Antonio Gascó AC T U A L I DA D EL ESCORIAL Ciclo Sinfónico Caja Madrid ROMANTICISMO DESTILADO Dos instantes para el recuerdo se nos quedaron tras la escucha de este concierto: la límpida ejecución del Canto de los espíritus sobre las aguas de Schubert en su versión para coro masculino y pequeño conjunto de cuerda, que permitió seguir con atención el poético texto de Goethe, y la suave y medida entrada de Nathalie Stutzmann en el aria Ist auf deinem Psalter, punto clave de la Rapsodia para contralto y coro masculino de Brahms. Nos movíamos en el mundo de lo inefable. La Primera Sinfonía del hamburgués se ejecutó con la repetición habitualmente suprimida del movimiento inicial y se expuso con general claridad, temple y ciertas prisas en el finale. Un JOHN ELIOT GARDINER EL ESCORIAL Rafa Martín San Lorenzo de El Escorial. Teatro Auditorio. 21-X-2007. Nathalie Stutzmann, contralto. Coro Monteverdi. Orquesta Revolucionaria y Romántica. Director: John Eliot Gardiner. Obras de Schubert y Brahms. menos pausado y compuesto Gardiner logró pasajes de buen lirismo y atractivo aunque poco excitante colorido. El dramatismo estuvo ausen- te en todo el desarrollo del tiempo inicial y en la introducción del último. Meritorias interpretaciones de las versiones de Brahms de dos magistrales lieder de Schubert, Gruppe aus dem Tartarus y An Schwager Kronos, en los que la voz solista es sustituida por coro masculino al unísono. En las Variaciones sobre un tema de Haydn aplaudimos la buena calibración de intensidades, la cantabilidad y el aire balanceante de algunos fragmentos. La coda acusó una evidente carencia de intensidad, de musculatura, uno de los problemas que aquejan a las interpretaciones románticas de Gardiner al frente de su Orchestre Révolutionnaire et Romantique, que emplea instrumentos de su tiempo. Pero una cosa es eso y otra que de ahí se deriven interpretaciones solventes. Arturo Reverter 25 AC T U A L I DA D JEREZ Un regalo para Jerez: Gallardo-Domâs debuta la Leonora SALTÓ LA LIEBRE JEREZ Al decir de Fernando Pessoa, el poeta era “un fingidor” no más. Quieren muchos que el crítico también lo sea: de orgasmos. El que la realidad, esa puñetera testaruda, se obstine en menudear la ocasiones para tales deliquios no parece cosa a la que de principio se deba prestar excesiva atención, que ya sabemos que una cosa es “la literatura” y otra bien distinta el mundo tal cual es. Lo cierto es que si uno todavía no ceja y sigue acudiendo regularmente a funciones líricas es porque en ocasiones —muchas menos de las que quisiéramos, ciertamente— acaba por saltar la liebre. La de la emoción, digo. Que en este edificio fastuoso y rimbombante de la ópera la costumbre es que se alternen, al cabo, la voluntad y el oficio con el aparato de fuegos de artificio, la abierta exhibición impúdica y, aún más a menudo, con un apenas salir del paso sin fulgor ni estrépito, con discreta probidad. En la función comentada la liebre de la que hablaba vino a extraerla de la chistera de su garganta la soprano chilena Cristina GallardoDomâs. Debutaba ésta nada menos que la Leonora, uno de los roles verdianos más espinosos y, sin embargo, agradecidos que existan, y nos lo regalaba precisamente a nosotros, público de un teatro de provincias, como inmérita e impagable cortesía hacia la patria chica de su consorte. La excepcional intérprete estuvo bastante más inspirada, más acertada, incisiva en lo expresivo y teatralmente eficaz en las arias y recitativos que en los pasajes concertantes, en los que su voz pareció a veces desdibujarse. Con todo, la Gallardo-Domâs es una grandísima artista, de ésas que jamás da puntada sin hilo, una cantante muy capaz de “hacerse” con la batuta, de detener el tiempo y hacer brotar de pronto, como por Miguel Ángel González Teatro Villamarta. 1-XI-2007. Verdi, Il trovatore. José Luis Duval, Cristina Gallardo-Domâs, Marina Rodríguez Cusí, Juan Jesús Rodríguez, Francisco Santiago, Blanca Valido, Josep Ruiz. Coro del Teatro Villamarta. Orquesta Filarmónica de Málaga. Director musical: Gianluca Martinenghi. Director de escena: Alejandro Chacón. Cristina Gallardo-Domâs arte de birlibirloque, el milagro de la emoción sincera. Así lo demostró, por ejemplo, en una Tacea la notte placida como para hacerse perdonar un Di tale amor inapelable, sí, pero también algo aproximativo en las agilidades. Diríamos que aquí apenas si entreabrió ese tarro de las esencias que sí llegó a destapar del todo al atacar un D’amor sull’ali rosee de una hermosura lacerante, transido de centelleante sensibilidad, verdad dramática y honda emoción. A su lado tuvo en José Luis Duval a un Manrico generalmente correcto, mas sin arrestos, desmayado, frío y abúlico. Marina Rodríguez Cusí firmó, por su parte, una creación de altura de la gitana Azucena, certera y eficaz tanto dramática como vocalmente. De otra parte, tanto el Conde de Luna del onubense Juan Jesús Rodríguez como el Ferrando del cordobés Francisco Santiago lucieron virtudes parejas: dramáticamente convincentes ambos, ambos canoramente pulcros. El resto del elenco se situó en una discreta zona de sombra sin destello ni desdoro. Quien sí brillo, sin embargo, fue el Coro del Teatro Villamarta, en una de sus mejores prestaciones. Gianluca Martinenghi, por su parte, firmó un trabajo de musicalidad mantenida, adecuado instinto teatral y permanente vocación de servicio a las voces. Ignacio Sánchez Quirós La OSG y una invitada EMBRUJO, OLVIDO Y ESCALADA LA CORUÑA Palacio de la Ópera. 19-X-2007. Arcadi Volodos, piano. Orquesta Sinfónica de Galicia. Director: Víctor Pablo Pérez. Obras de Bernstein, Rachmaninov, Falla y Stravinski. 2-XI-2007. Dietrich Henschel, barítono. Orquesta Sinfónica de Galicia. Director: Carlos Kalmar. Obras de Vázquez, Mahler y Stravinski. 9-XI-2007. Orquesta Sinfónica de Galicia. Director: Víctor Pablo Pérez. Obras de Adalid, Beethoven y Strauss. Teatro Colón. 26 El pianista Volodos hizo un soberbio Concierto nº 3 de Rachmaninov; la orquesta le dio notable réplica. La obertura de Candide y la suite (1919) de El pájaro de fuego estuvieron a un alto nivel; pero la cima del concierto fue la suite de El amor brujo cuya versión, apasionada y precisa, merece un registro discográfico. El director uruguayo Carlos Kalmar, con la colaboración del barítono Henschel y de la OSG hizo unas bellísi- mas Canciones del caminante, aunque para apreciar todas las sutilezas de fraseo y de mezza voce del cantante lo ideal es una sala de dimensiones más reducidas; la orquesta, magnífica, como estuvo también en Lethe (el río del olvido), muestra de talento del joven compositor gallego Octavio Vázquez, cuya carrera se halla en continuo ascenso. El gran momento de la velada fue La consagración de la primavera, en una versión formidable que nos hizo admirar a una orquesta en plenitud y a un director soberbio. Programa interesante que inauguraba el Ciclo Beethoven con la Sinfonía nº 1, e incluyó también una Marcha fúnebre, de Adalid (original para piano a cuatro manos, orquestación de Paulino Pereiro), y una Sinfonía alpina, de Strauss, que fue el plato fuerte del programa. Notable contraste con la partitura beethoveniana, más contenida, más clásica, con una plantilla reducida; la Alpi- na (obra extraordinaria, pese a las críticas que le hizo en su día Salazar) requiere una enorme masa instrumental (en realidad una doble orquesta) de manera que fue preciso pedir refuerzos a la Orquesta Joven de la OSG. La versión, aplastante, como el macizo montañoso cuya escalada se describe: las dos orquestas y Víctor Pablo Pérez, en uno de sus días grandes. Julio Andrade Malde AC T U A L I DA D LEÓN XXIV Festival Internacional de Órgano Catedral de León CON LA MIRADA EN LAS BODAS DE PLATA LEÓN Villafranca del Bierzo, Santa Marina del Rey, Carrizo de la Ribera, La Bañeza, Monasterio de San Miguel de las Dueñas, Iglesia de San Marcos de León, Santa Marina la Real de León, Catedrales de Valladolid, Palencia, Zamora y León. 15-IX/21-X-2007. 28 Dieciocho conciertos y varios estrenos mundiales conformaron la que en un principio iba a ser la edición de la sorpresa. La deuda acumulada por el consistorio con el Festival no tenía visos de solucionarse con la celeridad requerida para iniciar su andadura el día 15 de septiembre, pero el cambio en el equipo de gobierno del Ayuntamiento volvió las aguas a su cauce y la vigésimo cuarta edición del Festival Internacional de Órgano Catedral de León abría puntualmente sus puertas el día señalado para su inicio. Un festival, como señaló su director, Samuel Rubio, que “nació hace un cuarto de siglo, con el único fin de construir un órgano —aún por conseguir— para el primer templo leonés que ha marcado durante dos decenios el rumbo de toda la música que se hace en la ciudad”. La presente edición contó con importantes novedades, como fueron los estrenos absolutos de obras escritas para el acto y que en esta ocasión recayeron en dos compositores de prestigio como José Manuel Seco, Catedrático de composición del Conservatorio de Música de Madrid y José Manuel López López, profesor español afincado en París. Junto a ellas el estreno mundial de las siete obras seleccionadas por el jurado en el Concurso de Composición de Villafranca. El estreno en España de la obra de Giampaolo di Rosa A prayer y en colaboración con el Instituto de Estudios Bercianos, el estreno absoluto de la obra Déploration sur la mort de M. del Castillo de Juan Antonio Pedrosa premiada en el Concurso de Composición para órgano Cristóbal Halffter. La edición de partituras correspondientes al Dominique Labelle Cuaderno Echevarría de Santa Marina la Real de León y el registro por parte de RNE Radio Clásica de la mayoría de los conciertos celebrados en el primer templo leonés. Música sinfónica, vocal, de órgano y cámara se pudo escuchar en distintos marcos de la ciudad como la Catedral, sede oficial del Festival, San Marcos, el Auditorio, y las localidades de Santa Marina la Real, La Bañeza, Santa Marina del Rey, San Miguel de las Dueñas y Carrizo de la Ribera. El 15 de septiembre a las diez de la noche, en la Catedral, tuvo lugar el primer concierto con uno de los grupos más solventes y cotizados de Europa como es La Venexiana, dirigida por Claudio Cavina con un programa tan atractivo como la Salve Regina a dos voces y el Stabat Mater a diez voces de Domenico Scarlatti con motivo del 250 aniversario de su muerte. Especial relevancia tuvo en esta edición el, a veces, tan denostado órgano, con las actuaciones de Giampaolo di Rosa, Martin Haselböck, invitado frecuente al acontecimiento, Susana García Lastra y el leonés Adolfo Gutiérrez Viejo, quienes formaron el cuarteto de maestros que llenaron las sedes del festival a las que más de dos mil personas acuden a cada concierto. La Real Filharmonía de Galicia, dirigida por Paul Daniel, ofreció uno de los programas más esperados, con obras de Rameau, Vivaldi, Purcell, Vaughan Williams y Mozart; y el 11 de octubre, en el Auditorio, la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, con su titular, Alejandro Posada, brindó un atractivo programa con obras de Gaos, Bartók y el Concierto nº 3 de Beethoven con Lars Vogt al piano. El día 21 de octubre cerró esta XXIV edición la prestigiosa The Netherlands Bach Society, con un programa dedicado a Johann, Johann Michael y Johann Sebastian Bach y Buxtehude. Cuatro catedrales de la Comunidad, Zamora, Palencia, Valladolid y León albergaron las bien timbradas voces de este grupo que contó con la colaboración de la soprano Dominique Labelle en una de las cantatas más hermosas del padre de los Bach Ich bin vergnünt mit meinem Glücke. Una lectura convincente, con cuidadas matizaciones y una detallista y un punto romántica visión de Van Veldhoven, fueron suficiente para plasmar una segunda parte del concierto con el equilibrio y la expresividad requeridos pese a las leves dificultades de emisión que Labelle tuvo hacia el final de la cantata. Su voz, dueña de un color hermoso, se resintió de cortedad y escasez de fiato en la zona central por lo que los finales de frase eran a veces inaudibles. Deslumbrante el Sanctus, del autor de las pasiones y sobrecogedor el Ich lasse dich nicht para coro, cuerdas y bajo continuo, antes de llegar al estremecedor Amen del final de Jesu Meine Lebens Leben del maestro de Lübeck. Un soberbio broche para este Festival que el año próximo cumple un cuarto de siglo con toda dignidad. Miguel Ángel Nepomuceno AC T U A L I DA D LUCENA En torno a la figura de Ramón Barce SENSXPERIMENT 2007 LUCENA Córdoba y Lucena. 5, 18, 20-X-2007. Diego Fernández Magdaleno, piano. Pablo Sorozábal Kamera. Francisco Javier Comesaña, violín. De Alfa a Omega. María Ángeles Ferrer, soprano; Juan Francisco de Dios, tenor. Escenografía y pintura: Antonio Cabot. Obras de Ferrer, Martínez Cabeza de Vaca, Barber, Barce y Elías. En su vocación por mostrar las vanguardias como ya ocurrió en la pasada edición de Sensxperiment, dedicada a organizar la Primera Muestra de Arte Sonoro Español, en este su Noveno Encuentro Internacional de Creación ha elegido al compositor madrileño Ramón Barce como referente de audacia creativa al ser una de las figuras más significativas de la Generación del 51. La presencia del músico ha acentuado la importancia de estas jornadas que se han nutrido de dos exposiciones, dos conferencias, una mesa redonda y varios conciertos y publicaciones que han dejado una intensa y autorizada semblanza del artista homenajeado, todo ello muy bien estructurado desde el comisariado de esta muestra desempeñado por la catedrática de composición Teresa Catalán, que ha entendido con destreza ilustrativa su misión de saber transmitir la figura de Barce en sus múltiples facetas (compositor, ensayista, crítico, investigador, docente, etc.), propiciando la comprensión de la diversidad creativa de esta figura de la música española muy presente y relevante a lo largo del último medio siglo. Dentro de que el carácter monográfico de esta muestra hacía que todos los actos tuvieran un claro interés, hay que tener en cuenta principalmente a los conciertos, por el hecho de que la música es siempre la mejor muestra de la trascendencia de un compositor. Así en el recital de piano de Fernández Magdaleno, una de las obras más queridas por el autor, su Sonata nº 3, dejaba bien de manifiesto su concepto de niveles, un sistema propio que, como alternativa a la tonalidad y al serialismo, propone Barce en un manifiesto de deseo de dar el mismo valor musical y sonoro a cada una de las doce notas de la escala cromática, independientemente de su combinación. De una forma más desnuda se aprecia esta inquietud en la Sonata para violín solo de la que hizo una muy seria interpretación Javier Comesaña, en una ejemplar interiorización de la partitura. Su intervención supuso un excelente contraste ante la curiosa y documentada exposición del profesor José Antonio Sarmiento de la publicación ZAJ Concierto de teatro musical referida a este vanguardista movimiento musical y a su presentación, allá por noviembre de 1964, del que Barce, junto a Juan Hidalgo y Walter Marchetti, fue fundador. Con el título Barce es Barce el grupo Pablo Sorozábal Kamera interpretó algunas de las obras que muestran el mejor arte de este músico. El tratamiento de la percusión por Javier Area en cada una de las obras que abría y cerraba su concierto significó la importancia del protagonismo asignado, especialmente en el Concierto de Lizara II, como fondo sonoro de la lograda mixtura de la madera y el metal. Su actuación destacó del conjunto del ciclo que finalizó con una muestra escénica en la que la voz, música y pintura activa se fundían para provocar nuevas sensaciones en el espectador, que pudo apreciar como en la barciana Oleada la desnudez de medios estimula la percepción del oyente haciendo que el sonido se convierta en un vehículo integral de expresión y comunicación. José Antonio Cantón 29 AC T U A L I DA D MADRID Martín y Soler en el Real EN EL REINO DE LA EUTRAPELIA MADRID Esta ópera, estrenada en la Viena de enero de 1786, partía de una comedia de Goldoni con libreto de Da Ponte. El abate, sin alcanzar la altura que pronto escalaría para las tres óperas mozartianas, facilitó el desarrollo de una dramaturgia comprensible para el ciudadano medio, que se encontró con unos pentagramas ligeros, amenos, de notable fluidez narrativa. El tratamiento irónico y paródico de los temas, la creación de personajes burgueses bastante naturales, la utilización de ritmos y situaciones teatrales de gran viveza y la concepción general de la obra como vera commedia an intreccio (auténtica comedia de enredo), con partes concertadas y final feliz, es lo que a juicio de Pagán caracteriza a este gruñón de buen corazón y Javier del Real Teatro Real. 7-XI-2007. Martín y Soler, Il burbero di buon cuore. Elena de la Merced, Véronique Gens, Cecilia Díaz, Saimir Pirgu, Juan Francisco Gatell, Luca Pisaroni, Carlos Chausson, Josep Miquel Ramón. Director musical: Christophe Rousset. Directora de escena: Irina Brook. Luca Pisaroni, Carlos Chausson y Elena de la Merced en Il burbero... que determinaría asimismo el triunfo de Una cosa rara a finales de ese mismo 1786. No es una obra de la talla de esta última o de El árbol de Diana, pero posee hechuras y una agradable progresión dramática, que se sigue con gusto, a lo que contribuyó en este caso la ágil y limpia batuta de Rousset, que trabajó con minuciosidad. Nos pareció, sin embargo, que no acertó a comunicar toda la necesaria gracilidad a la música ni a empastar sonoridades, a veces algo rudas. Del aseado equipo vocal, en el que denotamos ciertas destemplanzas de Cecilia Díaz, merecen destacarse el tierno patetismo de las intervenciones de De la Merced; la sana vitalidad del tenor Pirgu; la solidez del buen bajo lírico Pisaroni; la concentrada actuación de Gens, que tuvo su punto más alto en la segunda aria de las compuestas por Mozart para esta ópera, la maravillosa Vado, ma dove? Chausson aportó su experiencia en una diestra composición. Todos se movieron en un decorado único, el de un amplio salón de lo que parecía ser un hotel de los años sesenta, en el que Irina Brook instaló una acción de tipo amablemente costumbrista. Arturo Reverter Un curioso complemento a la programación de Boris Godunov MUSORGSKI DE BOLSILLO Javier del Real Madrid. Teatro Real. Sala Gayarre. 23-X-2007. Musorgski-Cherepnin, El casamiento. Soledad Cardoso, Marina Majmutova, Isidro Anaya, José Manuel Montero, Gloria Amil, Alicia Berri, Ivo Stanchiev. Director musical y pianista: Riccardo Bini. Director de escena: Tomás Muñoz. Ó 30 pera de bolsillo, ópera de cámara. En cualquier caso, un espectáculo de gran interés. Musorgski no terminó El casamiento, pero extrajo del experimento lecciones muy importantes para su Boris Godunov. Teatralmente, no es un acierto. No traduce bien la comicidad del texto de Gogol, pero caracteriza a los personajes. Sólo hizo un primer acto, y el Real nos presentó en la pequeña Sala Gayarre una versión completada por Cherepnin, con acompañamiento sólo pianístico. Hay otras versiones que completaron a Musorgski, pero ésta era fiel, valía la pena. Con una puesta en Soledad Cardoso e Isidro Anaya en El casamiento escena imaginativa, ágil, enriquecedora de Tomás Muñoz, también autor de los bellos figurines, se movían por allí dos excelentes voces rusas (Majmutova y Stanchiev) que dieron pautas fonéticas a los cantantes de habla hispana. Majmutova tiene esa voz carnal, baja, de esmalte casi táctil de las voces bajas femeninas rusas; su Fiocla fue excelente. Como excelente fue la Agafia de Soledad Cardoso, bella voz lírica, presencia angelical como actriz hasta resultar inaceptables las vacilaciones de Podkoliesin, personaje casi siempre presente, muy bien construido en voz y en detalles de caracterización por Isidro Anaya. El reparto se redondeaba con voces juveniles de prometedora presencia canora y escénica: José Manuel Montero, Alicia Berri, Gloria Amil. El enredo de Gogol, tomado quizá más en serio de lo debido por Musorgski, lo desenredó musicalmente con talento y sentido teatral Riccardo Bini, acompañante pianístico y director musical. Santiago Martín Bermúdez AC T U A L I DA D MADRID El Teatro Real programa La violación de Lucrecia de Britten EXCELENCIA BRITÁNICA Javier del Real Madrid. Teatro Real. 17-XI-2007. Britten, The rape of Lucretia. Monica Groop, Ruth Rosique, Toby Spence, Violet Noorduyn, Matthew Rose, Gabriella Sborgi, Andrew Schroeder, David Rubiera. Director musical: Paul Goodwin. Director de escena: Daniele Abbado. Escenografía, figurines y luz: Gianni Carluccio. D entro de la cuidadosa y desigual producción operística de Britten, esta obra, junto con Peter Grimes, puede ocupar la cima. Estrenada en 1946, tarde y oportuna llega a Madrid para lucir su actualidad. El músico británico es insular a su manera: ecléctico, meditado, elegante, prudente de efectos y depurado en la expresión. Aquí evoca tanto el recitativo barroco como la visión del clasicismo que programó el Stravinski de Œdipus Rex, valiéndose de tonalidades superpuestas, obstinaciones cumplidas con extrema habilidad, alguna expansión melódica y hasta el desgarro operístico de la violación y el suicidio de la heroína. Una orquesta reducida, trabajada con un exquisito aprovechamiento tímbrico y una cristalina nitidez de los planos, completa su Monica Groop y Andrew Schroeder en La violación de Lucrecia acierto. Hasta puede decirse que supera al libretista Ronald Duncan, que abunda en reiteraciones, narraciones superfluas y virtuosismos literarios con regusto a buen pastiche shakespeareano, mejor ubicables en otros contextos. La versión madrileña fue de excelente basamento. La dirección orquestal trató la partitura con un mimo imaginativo, rico en colores y atmósferas, equilibrado y dueño de las variables expresivas. La ayudó una puesta sobria, que jugó con elementos sencillos y movibles (paneles, doble nivel, pano- rama y telón traslúcido que podía subir o bajar) y una iluminación que se fue valiendo de oportunas proyecciones para mover los instantes estáticos y de cambios de superficies que crearon espacios diversos, dando al todo un pulso cinematográfico. En lo vocal hubo una alta dignidad general, destacando Toby Spence y Violet Noorduyn en los Coros, reales protagonistas. Monica Groop dio el tipo y cantó con correcta expresión una parte destinada a una voz más grave que la suya. Brilló Ruth Rosique en su expansión lírica juvenil y se alinearon con pareja competencia y enjundia profesional Matthew Rose, Gabriella Sborgi, Andrew Schroeder y David Rubiera. Blas Matamoro Segundo concierto del Ciclo Scarlatti EN LA INTIMIDAD Madrid. Teatro Real. Sala Gayarre. 27-X-2007. Emanuela Galli, soprano. La Risonanza. Director: Fabio Bonizzoni. Obras de Mancini, A. y D. Scarlatti. E l ciclo de conciertos y recitales que el Teatro Real está ofreciendo con motivo del 250º aniversario de la muerte de Domenico Scarlatti pone de manifiesto un interés por la ampliación —en el grato ambiente de la pequeña Sala Gayarre— de su oferta musical más allá del esencial bloque operístico. En el segundo de ellos, el clavecinista Fabio Bonizzoni contó para la ocasión con una Risonanza ajustada y extremadamente refinada, muy correcta en la sección del continuo —Caterina Dell’Agnello en el violonchelo barroco, Vanni Moretto en el contrabajo, y Franco Pavan en la tiorba—, por más que tan sutil y discreta que pudo echarse en falta una mayor dosis de la creativa espontaneidad que en algún momento puntual exhibieron. En el organismo melódico, el extraordinario violín de Anthony N. Robinson dio una lección de maestría atenta al conjunto, pulcra en los detalles del fraseo, creativa en la dosificación del vibrato y virtuosa en la resolución de las articulaciones. Con menor relieve obtuvo contestación del segundo violín, menos capaz ya desde el momento en que el timbre mismo del instrumento surge menos incisivo. Muy bien, igualmente, las flautas de pico de Isabel Lehmann que, sobre todo con el instrumento soprano, plantó cara al desafío doble de la brillante escritura de Mancini y el duelo con el primer violín. Bonizzoni, sensacional y delicado, estableció desde el clave los parámetros con viveza radiante. Emmanuela Galli protagonizó el tronco vocal de la velada, recurriendo a una palpitante puesta en escena del contenido sensual y expresivo de los textos. Su timbre, variado desde la ligera oscuridad de su color, jugó con acierto en zonas medias, si bien en las agilidades de agudos no consiguió siempre la claridad necesaria, ni el brillo que una acústica más adecuada a lo vocal le habría proporcionado. Consciente de la escasa resonancia espacial, la soprano italiana contrarrestó echando mano de todo su potencial dramático para poner en pie unos recitativos tan aguerridos como el intensísimo Di, risponsi spietata, y la espectacularidad del aria de fieras agilidades con la que se cerró la noche. El público contribuyó con un reconocimiento sincero la exquisitez de la oferta, íntima y cercana hasta lo táctil. Juan García-Rico 31 AC T U A L I DA D MADRID Grandes Voces LA MUJER MÚSICA Javier del Real Madrid. Teatro Real. 2-XI-2007. Cecilia Bartoli, mezzosoprano. La Scintilla. Obras de García, Persiani, Mendelssohn, Rossini, Donizetti, Balfe, Hummel, Bériot y Bellini. E l nuevo acierto de la Bartoli se llama Maria Malibran, la mítica cantante de la que en marzo de 2008 se cumplen los 200 años de nacimiento. Con páginas escritas por la cantante o para la cantante, además de otras pertenecientes a su padre, Manuel García, la mezzo romana está en gira, promocionando su previo y logrado disco y exponiendo en un lujoso trailer los objetos coleccionados pertenecientes a la artista homenajeada. Comenzó el recital con una página a lo grande de La hija del aire (de García, desde luego) dando cuenta ya de las cualidades que a lo largo de la velada se desarrollarían: intensidad de fraseo (en el exigente recitativo), inatacable disposición para el canto elegíaco y esplendorosa realización de las partes acrobáticas. Entró a saco, podría decirse. En el siguiente, el bellísimo Cari giorni de Persiani, con el sugestivo acompañamiento del arpa, explotó al máximo en singu- lar diálogo con el instrumento, su capacidad para el canto patético como haría igualmente, en el terreno opuesto, cerrando la primera parte, con la coda virtuosística del rondó de Cenerentola. En la segunda, tras una impecable exposición del aria de la rossiniana Desdemona (una de las páginas más asociables al arte de la Malibran), sumada a la nadería de una página de Balfe, que la mezzo dignificó, y a unas graciosas variaciones tirolesas de Hummel, concluyó oficialmente la faena con la escena conclusiva de la Amina belliniana, resumiendo de nuevo, como al principio, toda su amplísima capacidad interpretativa y canora. Complementadas ambas por una coherente y simbiótica respuesta corporal, dando la sensación de que la música pasaba a través de ella hasta el público, como si fuera una suprema sacerdotisa, perdónese la cursilería, del arte de los sonidos. La Scintilla colaboró estrechamente con la cantante, ofreciendo en solitario fragmentos de óperas rossinianas (mejor en el trasparente temporale del Barbero que en la sólo digna, escolar, obertura de Bruschino) y orquestales de Mendelssohn —complementando una inesperadamente magnífica escena Infelice, que la Bartoli por supuesto bordó—, con un hermosísimo andante concertístico de Donizetti (excelente el clarinetista Robert Pickup) y otro perteneciente a Bériot (segundo esposo de la Malibran), por supuesto destinado al violín, donde pudo lucirse también la concertina Ada Pesch. En las propinas, dos de Malibran, entre ellas un rataplán donde la capacidad de expresión y el buen humor de la Bartoli se volvieron a lucir y una aún más elaborada coda del rondó cenerentoliano, punto final a una velada, como suelen ser todas la de esta excelsa e inteligente artista, inolvidable. Fernando Fraga Inbal, el esperado PICOS SALIENTES Madrid. Teatro Monumental. 19-X-2007. Orquesta de la Radio Televisión Española. Director: Adrian Leaper. Obras de Poulenc, Humet y Schubert. 26-X-2007. ORTVE. Director: Eliahu Inbal. Mahler, Quinta. D 32 irigiendo el mejor de los ballets de Poulenc, Los animales modelo, Adrian Leaper pudo haber priorizado alguno de sus números, hacernos ver qué partes le gustan más. En lugar de ello extendió, no sin competencia, un manto bastante indiferenciado que cubría casi por igual a todos los episodios de la obra. No obstante, el propio Leaper demostró capacidad y rigor en el semiestreno de Ramón Humet Escenas de pájaros, una obra muy bien trabajada, de apenas 10’ de duración, que ya desde el complejo acorde inicial proclamaba su moderna filiación dentro del panorama de la música de hoy. La de Eliahu Inbal era la visita más esperada, y no defraudó. Sobre los atriles la difícil Quinta de Mahler, y al frente un director que no pierde los anillos por dirigir a una formación que no es del rango máximo. Es más, ello parece estimularle. Se explica así que fuera capaz de extraer petróleo hasta de los rincones más recónditos de la obra, no permitiendo que cundiera el desaliento o la abulia frente a sus “divinas longitudes”. Sus activos fueron la cohesión, el perfecto empaste (impresionantes los arcos) y una inusitada coherencia estilística y de tempi. La carga expresiva que transportaban era expresionismo del más puro. En los dos tiempos iniciales, Inbal se abrió paso como en una selva, con mandobles cortantes, casi a machetazos; lo importante era esa expresión. En el Adagietto se remansaría hasta alcanzar una dimensión totalmente nueva, a la que accedió mediante el equilibrio y el control, con movimientos impulsados por una perfecta rotación de los antebrazos, como una prueba más de su soberanía técnica. Inbal sabe, y en el Finale fue algo obvio, que para ser expresivo de manera continuada y eficaz hay que calibrar las dinámicas con ese mismo control técnico, pues la expresividad se anula si casi de continuo se tiende a la tentación del mezzoforte y a los unísonos efectistas. J. Martín de Sagarmínaga AC T U A L I DA D MADRID Conciertos líricos TETRALOGÍA ZARZUELERA Madrid. Teatro de la Zarzuela. 3, 7, 16 y 18-XI-2007. Milagros Martín, Juan Jesús Rodríguez, Carlos Bergasa, José Bros, Aquiles Machado, Ana María Sánchez, Milagros Poblador, Manuel Lanza, Nancy Fabiola Herrera, Carlos Moreno, Sonia de Munck. Coro del Teatro de la Zarzuela. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Directores: David Giménez Carreras, Miguel Roa y Luis Remartínez. L a zarzuela es, conforme al tópico, la Cenicienta de nuestros teatros líricos. Malamente se puede considerar despectiva esta figura, olvidando que Cenicienta es la que mantiene limpia la casa, conoce sus rincones y su historia secreta, a lo cual hay que añadir lo más importante: que puede aparecer en la fiesta de Palacio vestida como una princesa (cuando las princesas se vestían de tales). Así se comprueba si se ofrece con todas las garantías de dignidad musical, según ha ocurrido en esta serie. No faltó en ella la concordia armoniosa entre regiones o autonomías o nacionalidades, incluidas las americanas, como en Don Gil de Alcalá y El cafetal. De vez en cuando, no está mal reunir a la familia. Ante todo, hay que destacar el acierto de haber confiado las direcciones a quienes conocen el género, Roa en primer lugar. Baste recordar cómo narró la alborada en El caserío de Guridi y cómo hizo bailar solemnemente al conjunto en el chotis de La chulapona de Moreno Torroba. A la altura, la excelencia del coro, bello de timbres, ajustado en el fraseo, expresivo en el decir. Hubo cantantes de neto corte zarzuelero. Por delante vaya Milagros Martín, siempre con su fino casticismo, con su desgarro convincente y su tronío de maja, modistilla o cortijera. Algo similar les cabe a los barítonos Juan Jesús Rodríguez y Carlos Bergasa, limpios de emisión, netos en la recitación y de una destilada musicalidad. Del mundo fronterizo, María Gallego y José Bros entre la experiencia operística y la Cenicienta, José Bros confirmó su señorío torero y a la vez delicado, que lo sitúa entre los grandes de hoy. Aquiles Machado conserva la especial calidad rutilante de su voz, a pesar de que ha perdido flexibilidad y ganado apertura en el agudo. Ana María Sánchez supo, como siempre, alternar la cálida pastosidad de su sonido con una musicalidad sensible y elegante. Milagros Poblador lució su brillo en la coloratura y Manuel Lanza, en la intensidad baritonal de un canto cuidado y minucioso. Nancy Fabiola Herrera suscitó entusiasmo con sus medios poderosos y bien manejados de soprano Falcon, al servicio de un canto intenso y una presencia importante. Sobrado de sonido, el tenor Carlos Moreno. En ascendente y segura deriva, la soprano Sonia de Munck. La falta de espacio me impide ser exhaustivo en la nómina que, según queda dicho, aportó dignidad a la compañía. Blas Matamoro 33 AC T U A L I DA D MADRID Schwarz auf Weiss en el Festival de Otoño EL TEATRO SE HIZO MÚSICA Madrid. Las Naves del Español, Matadero de Legazpi. 3-XI-2007. Ensemble Modern de Francfort. Director: Heiner Goebbels. E l Ensemble Modern de Francfort no es sólo uno de los grupos más importantes dedicados al repertorio contemporáneo, sino que además es sin duda el más arriesgado en su trabajo y el que mejor se acerca a los lenguajes de la contemporaneidad. Con Schwarz auf Weiss del compositor alemán Heiner Goebbels han vuelto a demostrarlo en Madrid. El compositor que ha revolucionado el concepto de teatro musical contemporáneo ha trabajado ya en varias ocasiones con el Ensemble, lo conoce de forma precisa tanto por individuos como de forma colectiva y por eso esta pieza funciona de manera tan precisa. Esta obra fue compuesta ex profeso para los 18 músicos que la interpretaron, algunos de ellos incluso han abandonado ya el grupo y vuelven siempre para tocarla, a pesar de llevar ya más de cincuenta interpretaciones desde su estreno en 1996. Demuestran que son mucho más que buenos ejecutantes, actúan, bailan, tocan diferentes instrumentos, pero sobre todo se dejan moldear por el compositor y director de forma absolutamente libre, de manera que la única pega que se les puede achacar es el hecho de no haberse liberado de la partitura para un movimiento más limpio entre las partes. Sombra de Edgar Allan Poe (en la traducción de Cortázar para los subtítulos en Madrid), en la voz de Heiner Müller, es el hilo conductor del espectáculo, que acompaña a la música, con una fuerte carga de las técnicas improvisatorias y de la performance. La metáfora de la sombra que encerraba muchas almas se personifica en la escena a través del grupo, que no se comporta como 18 músicos sino como si fueran uno sólo, el compositor no piensa en los instrumentistas sino en el Ensemble Modern como un instrumento en sí mismo. Como no podía ser de otra manera la acogida del público fue entusiasta, siguiendo la evolución de un espectáculo en el que la acción y la música estaban perfectamente entrelazadas, con un fantástico ritmo en escena, en el que no nos permitieron que la atención decayera en ningún momento. Leticia Martín Ruiz Los siglos de Oro EL TRIUNFO DE DIANA Madrid. Gran Anfiteatro del Colegio de Médicos. 9-XI-2007. Literes, Hasta lo insensible adora. María Espada, Núria Rial, María Eugenia Boix, Sara Rosique, Xenia Meijer, Gabriel Díaz. Armoniosi Concerti Camerata. Director: Juan Carlos Rivera. E 34 strenada con gran éxito en el madrileño Teatro de la Cruz el 16 de mayo de 1713, Hasta lo insensible adora es una de las cuatro únicas zarzuelas originales de Antonio Literes que han llegado a nuestros días. Como en sus partituras hermanas (Acis y Galatea, Júpiter y Semele) o en la “ópera armónica” Los elementos, el estilo del músico mallorquín afincado en Madrid amalgama con soltura elementos tradicionales españoles (tonadas) con rasgos italianizantes (recitados seguidos de arias da capo). De inspiración musical casi constante a lo largo de las dos jornadas que la integran, Hasta lo insensible adora se basa en un libreto del dramaturgo José de Cañizares inspirado parcialmente en Las metamorfosis de Ovidio, en torno a las peripecias amorosas de los dioses Apolo y Diana y las ninfas Clicie y Leucótoe, con el contrapunto humorístico de los graciosos Silvio y Florilla. Aligerada de sus partes habladas —y evaporados así los papeles de las ninfas Leucótoe y Asteria, los galanes Endimión y Danteo y el criado Clarín— la versión de concierto preparada y dirigida con pulso firme por Juan Carlos Rivera permitió disfrutar la muy notable riqueza melódica, las sutilezas tímbricas (el gélido accompagnato de los dos violines en el nº 31) y extraordinaria variedad rítmica de esta música sepultada injustamente bajo un olvido de siglos. María Espada como afligida Clicie —notables la doliente Hermosas ninfas del mar, el incandescente ¡Fuego, fuego! o su resignada tonada final ¡Apolo, Apolo!— y Xenia Meijer como sensual Apolo dieron lustre a un entonado reparto vocal dominado por Núria Rial, encantadora Diana de timbre puro en su arieta Aunque debe a mi cuidado, que otorgó justa picardía a Si alguno creyere y admirable capacidad para el matiz en los recitativos (Porque a unos picarones). Muy acertadas las adaptaciones para conjunto de los breves interludios instrumentales del guitarrista Santiago de Murzia, coetáneo de Literes, elegidos por Rivera para separar las distintas escenas, en especial los animados Zarambeques, el melancólico solo de violonchelo de Las penas y la Marcha y seguidillas que preludiaron la Segunda Jornada. Juan Manuel Viana AC T U A L I DA D MADRID / MURCIA CDMC APERTURA DE CURSO EN EL REINA SOFÍA D ebido a las obras en el Auditorio Nacional, la Orquesta Nacional de España (ONE) ha abierto su temporada este año en el escenario de otra de las unidades del INAEM, el Centro para la Difusión de la Música Contemporánea. Bajo la batuta del director y compositor suizo Beat Furrer ofreció un programa de grandes dificultades técnicas con el que disfrutó el abundante público presente en la sala. Abrió el concierto una obra que es ya un gran clásico de la música electroacústica, Déserts de Edgar Varèse, obra cuya partitura ha madurado con el tiempo, si bien no podemos sentir lo mismo de su parte electrónica. Anahit de Scelsi permitió que la violinista Annette Bik hiciera una admirable demostración del virtuosismo del violín contemporáneo y a la orquesta mostrarse más segura que en la primera pieza. Pero sin duda la gran sorpresa de la noche fueron las obras de Beat Furrer. El díptico formado por las obras Phaos y Canti notturni hicieron vibrar a la sala, con una primera sección en la que la textura tímbrica de los instrumentos fue lo más destacado y una segunda en la que las líneas vocales de las dos solistas, en un hermoso canto “casi-paralelo” mantuvieron la tensión necesaria en una obra de gran dificultad para los intérpretes y en la que brilló el trabajo del director. El lunes día 5 de noviembre tuvo como protagonista al pianista Steffen Schleiermacher, con un repertorio unificado bajo el título Niños, compuesto por obras inspiradas por el espíritu infantil más que pensadas para ser tocadas por pequeños pianistas, como demostró por la dificultad de las mismas. Obras de toda la mitad del siglo XX, desde Bartók hasta el propio intérprete, en las que la técnica enérgica y expresiva del pianista mantuvo al público en una permanente tensión e interés. En contraposición, el pianista no consiguió en algunas de las obras la sonoridad limpia que estas piezas precisan, Xavi M. Miró Madrid. Auditorio 400 del MNCARS. 22-X-2007. Annette Bik, violín; Esther Garralón, Patricia González Arroyo, sopranos. Orquesta Nacional de España. Director: Beat Furrer. Obras de Varèse, Scelsi y Furrer. 5-XI-2007. Steffen Schleiermacher, piano. Obras de Gubaidulina, Bartók, Stravinski, Lachenmann, Kurtág y Schleiermacher. 12-XI-2007. Roderick Williams, barítono. London Sinfonietta. Director: Thierry Fischer. Obras de Birtwistle, Lara y Holt. STEFFEN SCHLEIERMACHER pero la elección del programa fue muy acertada, destacando el retablo de piezas de Sofia Gubaidulina y el Kinderspiel de Lachenmann, piezas poco conocidas de estos autores pero muy representativas de sus estilos. Por segundo año consecutivo la London Sinfonietta se presentó en Madrid en la temporada del CDMC, con un gran éxito de público, dado el prestigio de este conjunto. Como ya hicieron en la primera ocasión, han creado un concierto a la medida de la sala, con una amplia inspiración hispana, por un lado con un compositor español en su programa y por otro con textos de Antonio Machado. La obra Kammerkonzert de Francisco Lara, encargada por el Festival de Alicante en 2005 fue la elegida como repertorio español. Obra de gran dificultad técnica, solventada de manera brillante por la orquesta, y que puso de manifiesto la gran calidad de este músico, quizá poco conocido pero con un interesante bagaje musical y cultural que se presenta en su obra, la más interesante del concierto en cuanto a lenguaje musical. Casi un estreno absoluto, esta era la segunda vez que se tocaban, fueron las obras Cortege de Birtwistle, una obra concertante y dinámica que parecía pensada para los fabulosos intérpretes del grupo, y Sueños de Simon Holt, presente en la sala al igual que Lara, con textos de Antonio Machado puestos en la voz del barítono Roderick Williams en la que debemos destacar al solista y al trabajo del acordeón. Leticia Martín Ruiz De Bach a Bartók MURCIA Auditorio y Centro de Congresos Víctor Villegas. 16-X-2007. Sarah Chang, violín. English Chamber Orchestra. Obras de Bach, Bartók y Vivaldi. 36 La English Chamber Orchestra ha sido durante casi sesenta años —fue fundada el año 1948—, una de las formaciones de referencia en su dimensión y de las orquestas de cámara más reconocidas internacionalmente, especialmente en la larga etapa en la que nuestro gran violinista José Luis García Asensio ocupó la responsabilidad de con- certino-solista. En las últimas temporadas, la ECO sigue colaborando con los más prestigiosos solistas, como fue siempre en su orientación artística, y como en este caso en el que, con la extraordinaria Sarah Chang, ha presentado una de las obras más populares del repertorio barroco, Las cuatro estaciones, por no decir la que más, en la que la violinista norteamericana ha bri- llado con poético estilo vivaldiano y un sonido de incisiva suavidad, expresando toda la belleza y la teatralidad descriptiva de este conjunto de conciertos perteneciente a la sugestiva colección Il cimento dell’armonia e dell’ invenzione. Su planteamiento analítico la ha llevado a desarrollar una interpretación ecléctica, entre la clásica de Félix Ayo con I Musici, la retóricamen- SARAH CHANG SU EXCELENCIA EL CONCERTO GROSSO AC T U A L I DA D OVIEDO Discreta versión musical de Roberto Rizzi LEJOS DE LA LOCURA OVIEDO Carlos Pictures Teatro Campoamor. 15-XI-2007. Donizetti, Lucia di Lammermoor. Dalibor Jenis, Désirée Rancatore, José Bros, Jon Plazaola, Felipe Bou, María José Suárez, Mikeldi Atxalandabaso. Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. Coro de la Ópera de Oviedo. Director musical: Roberto Rizzi Brignoli. Director de escena: Emilio Sagi. Se presentó Lucia de Lammermoor como tercer título de la LX Temporada de Ópera de Oviedo entre luces y sombras. Las luces vinieron de la versión escénica de Emilio Sagi, que si bien no terminó de encajar del todo con la historia, sí la complementó brillantemente, gracias a una lectura sesuda y apasionante, y una estética atractiva, entre sangrienta, oscura y gótica. Las sombras estuvieron directamente unidas al trabajo de Roberto Rizzi Brignoli en la dirección musical, pero también al resultado artístico general de una versión de la que durante las semanas previas se hablaba poco menos que en términos ditirámbicos. Se llegó a obviar el ensayo general, dado el éxito previsible que no se dejaba de reiterar ante la más mínima oportunidad. Y por esto es por lo que la versión, más de garantías que de éxito, logró decepcionar al más ferviente admirador del festival y los cantantes. A esto hay que sumarle el mal estado de salud con que José Bros vino te barroca de Harnoncourt, la vehemente versión de Fabio Biondi y la áspera de Il Giardino Armonico, todas ellas válidas dada la enorme acomodación de esta obra a diferentes planteamientos conceptuales, y que la Chang nos fue demostrando según la distinta naturaleza de cada uno de sus pasajes. La ECO respondía con eficacia a sus exigencias estilísticas haciendo gala de una gran conjunción dentro del virtuosismo técnico y sonoro con que se imponía la solista en su dirección. La más interesante ECO apareció en la interpretación del enérgico a la vez que profundo Divertimento de a Oviedo, según se anunció por megafonía, con una traqueítis que sólo le permitió seguir cantando tras el segundo acto, “por respeto al público”. La versión musical de Roberto Rizzi con la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias no gustó nada de nada. Rizzi buscó un sonido exageradamente brusco de los músicos, hasta el punto de volverse descuidado. Tampoco funcionó la relación con los cantantes y coro, titubeante a más no poder. El director quería acercarse más al verismo que al romanticismo, y lo que obtuvo fue una versión muy poco acertada, por momentos preocupante en lo que al sonido del conjunto se refiere. Sagi trasladó la acción del XVII al XIX, en una vuelta de tuerca de lo más compleja de interpretar. El director se basa en dos historias monstruosas escritas en el s. XIX, Frankenstein de Shelley, y Drácula de Stoker, para centrar la estética entre Bartók. La violinista Stephanie Gonley, actual concertino de la orquesta, llevó a sus compañeros a la máxima tensión en una clara intención de expresar la fuerza del sonido alla zingarese tan característico de esta obra y que llevaron a su máximo esplendor en la década de los sesenta los originarios Solistas de Zagreb de Antonio Janigro. La gradual intensidad del Adagio central de este concerto grosso del siglo XX marcó la actuación de la orquesta en un despliegue de sus mejores esencias. El concierto no se inició con especial brillantez en el Tercero de Brandemburgo. El recuerdo de los incomparables conceptos de músicos como Gustav Leonhardt, Nokolaus Harnoncourt, Reinhard Goebel o Sigiswald Kuijken quedó completamente diluido ante una interpretación que evocaba la poco sugestiva versión de Marriner, en la que los planteamientos puristas de época quedan aparcados en aras a simplificar la intención antifónica de esta música en la que todos y cada uno de los instrumentos juegan y se desafían en el equilibrado protagonismo que pide su genial contrapunto. el blanco, negro y rojo, y sembrar la vida de Lucia de vampiros vestidos al estilo de Gary Oldman en la de Coppola. Lucia se muestra como Don Quijote o poco menos, que de tanto leer novelas de terror, ya parece ver gigantes, o más bien vampiros, donde sólo hay molinos, o más bien cortesanos. La versión lírica fue correcta. Désirée Rancatore asumió el papel de Lucia con limitaciones en el registro agudo. Su bello timbre y evidentes cualidades líricas hicieron creíble al personaje de varias maneras diferentes, pero sin poder aprovechar sus cualidades dramáticas, que nunca llegaron a arrebatar. Bros vino tocado, pero su Edgardo logró, aun así, llenar las expectativas líricas de su público favorito. Al tenor se le quiere en Oviedo, pero tampoco hacía falta ponerse paternalista para destacar las virtudes de un cantante de gran altura, que si en la función no estuvo perfecto, parecía disimularlo muy bien. Dalibor Jenis demostró ser un cantante notable. Su Enrico estuvo mejor que bien, pero un más expresivo registro grave y un más apropiado gusto interpretativo hicieron que al final los aplausos fueran menos de los esperados. Se aplaudió mucho el trabajo de Felipe Bou, que ofreció un Raimondo de gran belleza lírica, con una línea de canto plena y homogénea. También al trabajo de María José Suárez como Alisa, excelente en su papel, cantado y actuado. Mikeldi Atxalandabaso y Jon Plazaola estuvieron correctos como Normando y Arturo. Soberbio por su parte el Coro de la Ópera de Oviedo, sin duda uno de los alicientes líricos de la noche, por encima del propio reparto. José Antonio Cantón Aurelio M. Seco Mª José Suárez, Desirée Rancatore y Felipe Bou en Lucia... 37 AC T U A L I DA D SANTIAGO / SEVILLA Real Filharmonía de Galicia DOS JÓVENES SOLISTAS golts para lucir sus grandes dotes como virtuoso y su entrega, aunque las primeras se pudieron apreciar mejor en los dos últimos movimientos, puesto que al director se le fue la mano repetidamente en el control de la dinámica orquestal durante el primero. La Sinfonía “Deliciæ Basiliensis” de Honegger tuvo una lectura un tanto desangelada, quizás por ser difícil para un músico joven comprender bien las circunstancias anímicas de Honegger cuando la compuso. Con Marta Zabaleta se ofreció la posibilidad de escuchar una de las mayores genialidades mozartianas, el concierto que compuso a los 19 años para otra joven pianista apellidada Jeunehomme. La versión ofrecida resultó un tanto decepcionante, por lo que pareció una falta Henry Fair Un concierto dedicado íntegramente a compositores del siglo XX es una rareza dentro de la programación habitual de la RFG. Bien diseñado y con detallada información en el programa de mano, contó con el particular atractivo de Ilya Gringolts en el poco transitado Concierto para violín de Kurt Weill. La dirección corrió a cargo de Josep Caballé-Domènech, nuevo en esta plaza y al que es justo agradecer el acometer un programa coherente, didáctico y sin relumbrón. Las Danzas concertantes de Stravinski pertenecen plenamente a su período neoclásico y la transparencia exigible a la interpretación de su música no fue toda la deseable. El concierto de Kurt Weill, para violín e instrumentos de viento, dio ocasión a Grin- ILYA GRINGOLTS SANTIAGO Auditorio de Galicia. 19-X-2007. Ilya Gringolts, violín. Director: Josep Caballé. Obras de Weill, Stravinski y Honegger. 15-XI-2007. Marta Zabaleta, piano. Director: Antoni Ros-Marbà. Obras de Mozart, Ravel y Debussy. de criterio claro en la visión de la obra por parte de la solista. Unos movimientos extremos tocados con brus- quedad, como si quisiera que se parecieran a la música de un Beethoven por venir, aunque en el maravilloso Andantino central sí estuvo forzosamente más moderada y la larga cadenza bien tocada. Hubo criterio, excelente, en la dirección por Ros-Marbà de las obras de Ravel y Debussy que integraban la segunda parte. Las cuatro piezas orquestadas por Ravel de su Tombeau de Couperin sonaron espléndidamente en todas las secciones, fue una verdadera delicia oír así las sutilezas ravelianas. Lo mismo ocurrió con la Petite Suite de Debussy, aunque la orquestación hecha por Henri Bösser del original para piano a cuatro manos sea bastante menos sutil. José Luis Fernández Real Orquesta Sinfónica de Sevilla OTOÑO CALIENTE SEVILLA Teatro de la Maestranza. ROSS. 1-XI-2007. Renaud Capuçon, violín; Gautier Capuçon, violonchelo. Director: Pedro Halffter. Obras de Valen, Brahms y Sibelius. 15-XI-2007. Iñaki Martín y Gilles Midoux, percusión. Director: Jesús Amigo. Obras de Camarero, Guridi, Montsalvatge y Turina. 38 Empieza calentita la temporada de abono de la ROSS. Con las obras del Maestranza a punto de finalizar, el escenario principal es aún en su mayor parte inutilizable, por lo que se ha habilitado una prolongación que se come las tres primeras filas del patio de butacas y causa serios problemas acústicos. A ello se une la protesta de los profesores del conjunto por la nueva sala de ensayos ubicada —¡por fin!— en el propio teatro, que tildan de chapuza inutilizable, y un inconveniente que se arrastra desde hace años, la falta de un concertino titular, que está tratando de solventarse desde finales de la anterior tempo- rada con concertinos invitados, figura que no parece desde luego la ideal. Así y todo, y tras un irregular primer programa de abono, Pedro Halffter ofreció una actuación muy convincente en el segundo, apoyado además en dos solistas de lujo, los hermanos Capuçon, que ofrecieron un Doble de Brahms magníficamente equilibrado entre sus perfiles líricos y los más descaradamente extravertidos, especialmente destacados en un final de grandísimo ímpetu rítmico. Antes, Halffter había presentado el estreno español de una partitura del noruego Fartein Valen (1887-1952), El cementerio junto al mar, página de eficaz pintoresquis- mo, célebre en su tiempo (1933) y olvidada hoy; y después brindó una espléndida Segunda de Sibelius, de singular transparencia, progresiones dinámicas mucho mejor controladas que el primer día y una estupenda dosificación de tensiones. El día 15 el bilbaíno Jesús Amigo debutó con la ROSS con el estreno absoluto de Vanishing point, para dos percusionistas y orquesta del madrileño afincado en Sevilla César Camarero, obra muy en su estilo, con querencia especial por las dinámicas tenues, orquestación que opone al trabajo agotador de los solistas (excepcionales Martín y Midoux, salidos del seno de la orquesta) un soni- do con tendencia a las agrupaciones camerísticas, al destacado de timbres solistas, con repetición frecuente de elementos, en un intento por presentarlos en una variedad de perspectivas constante. La obra termina (o, mejor, queda suspendida) con el canto extático de una viola. En el resto del programa, Amigo no pudo resolver los problemas acústicos de los metales devorando a la cuerda grave: mejor, en cualquier caso, la robusta Aventura de Don Quijote de Guridi y una más colorista que castiza Sinfonía sevillana de Turina que los planos y sin sustancia Sortilegis de Montsalvatge. Pablo J. Vayón AC T U A L I DA D VALENCIA Carmen entre Saura y Maazel LA ORQUESTA SALVÓ EL COMPROMISO Palau de les Arts. 6-XI-2007. Bizet, Carmen. Julia Gertseva, Alexia Voulgaridou, Miroslav Dvorsky, Carlos Álvarez. Escolania de la Mare de Déu del Desemparats. Cor de la Generalitat Valenciana. Orquestra de la Comunitat Valenciana. Director musical: Lorin Maazel. Director de escena: Carlos Saura. VALENCIA Julia Gertseva y Carlos Álvarez en Carmen de Bizet en el Palau de les Arts 40 Los estragos causados por unas lluvias fuertes pero habituales en los otoños valencianos sobre un edificio de concepción tan descabellada como pésima la ejecución de su construcción retrasaron la inauguración de la temporada 2007-2008 en el Palau de les Arts y sacaron de la programación la ópera 1984, de Lorin Maazel. Para el montaje de esta Carmen, Carlos Saura se ha atenido fielmente a la estética de sus películas musicales. Sobre el plano general fijo que puede considerarse la boca del escenario, la máxima estilización y la entrega del aspecto expresivo casi en exclusiva al juego con láminas de color debieron acompañarse de una mayor inteligencia para mover a los actores. Sin apenas puntos de agarre a la realidad en los desnudos decorados, la salvación tenía que venir del disfrute que se obtuviera a través de los oídos. Los solistas empezaron posiblemente muy nerviosos y, al menos en parte como consecuencia de esto, fríos. Durante el primer acto, además de la orquesta, sólo el Cor de la Generalitat y la Escolania de la Mare de Déu rindieron a la altura esperada. El acto mejor resuelto fue el segundo. Tras un entreacto delicioso, la Canción bohemia comenzó lentísima, pero la mejor idea plástica de la velada (las dos bailarinas de larga cola, sin olvidar algunas eficaces proyeccio- nes de sombras sobre los paneles) y la voz ya caliente de Julia Gertseva acabaron por hacer de este número una de sus cumbres pese a los tremendos tirones en la aceleración. Carlos Álvárez compuso un Toreador noble en el timbre y suficiente en los extremos de su tesitura. Sobre un tempo muy cómodo, el Quinteto se salvó con holgura. Aunque al final desgarró el contra-si bemol, en el resto de la Romanza de la flor Miroslav Dvorsky también estuvo soberbio, con aquel squillo necesario para llenar de voz el carácter del personaje. En sus sucesivas idas y venidas, encuentros y desencuentros, seguridades y dudas, la evolución psicológica de los dos protagonistas fue quedando perfecta- mente manifiesta. Los dos últimos actos mantuvieron el tono general de falta de interés en lo que se veía y alta calidad en lo que se oía. Algunas bajadas de tensión fueron corregidas por una orquesta que ha experimentado un enorme progreso desde el año pasado: si entonces los mayores aciertos eran individuales, ahora lo son los pequeños y pocos defectos que aún se detectaron. Con toda justicia recibieron sus miembros las más encendidas ovaciones cuando los mandó levantar Lorin Maazel, que los había dirigido con la combinación de inspiración y sabiduría, sensibilidad y oficio de un verdadero maestro. Alfredo Brotons Muñoz AC T U A L I DA D VALENCIA Afrontando una nueva temporada DESDE MUY ALTO Y ASCENDIENDO PINCHAS STEINBERG Valencia. Palau de la Música. 26-X-2007. Sophie Koch, mezzosoprano. Orquesta de Valencia. Director: Yaron Traub. Obras de Ravel, Berlioz y Debussy. 31-X-2007. Orquesta de Valencia. Director: Vladimir Fedoseiev. Obras de Mozart y Prokofiev. 9-XI-2007. Boris Berezovski, piano. Orquesta de Valencia. Director: Pinchas Steinberg. Obras de Rachmaninov y Shostakovich. L a Orquesta de Valencia ha iniciado la temporada 2007-2008 en gran forma y (lo que es mejor) trayectoria ascendente. Con su titular Yaron Traub al frente, ofreció una Alborada del gracioso muy fresca, unas Noches de estío en las que Sophie Koch lució calidez tímbrica, fraseos de inefable magia y filati primorosos. El mar por su parte recibió una lectura descriptiva de las emociones vertidas en los pentagramas sin rehuir pero tampoco abusar del recurso a la onomatopeya. Y en la segunda suite de Daphnis y Chloé se respiró con amplio aliento la entrada de los pastores, el solo de flauta resultó absolutamente impecable y el final se mantuvo bajo adecuado control. Fedoseiev volvió a mostrar una idiosincrasia que no siempre redunda en aciertos. De éstos hubo más en una Júpiter iniciada a gran velocidad pero con un sonido tenue, más como lejano que no apagado, a la vez consistente y acariciador. Los violines primeros concluyeron de manera pimpante la exposición del primer tema, y en el segundo se llegó a la pausa general en un piano dulcísimo, con su diminuendo aña- dido y todo. El Andante se cubrió todo él de un velo de seda y el tercer movimiento interesó por ser todavía tan minueto y ya tan scherzo. En el final, se eludió la histeria, pero también aquel sentido de acumulación emocional que la partitura parece pedir a gritos. En cuanto a las siete piezas de las dos primeras suites de Romeo y Julieta que vinieron tras el descanso, la búsqueda de los máximos contrastes dinámicos y rítmicos llevó a exageraciones de las que poco cabe rescatar más que pasajes aislados de las cuerdas. El 9 de noviembre quedará sobre todo para la historia de esta orquesta por la maravillosa ejecución de la Décima Sinfonía de Shostakovich lograda a las órdenes de un experto en la materia como es Pinchas Steinberg, que antes había dirigido también muy eficazmente el acompañamiento al Concierto para piano de Schumann en una versión en la que, aunque no anduvo escaso de sutilezas, Boris Berezovski (sustituto del anunciado Arkadi Volodos) se hizo aplaudir sobre todo por su fuerza sonora. Alfredo Brotons Muñoz 41 AC T U A L I DA D VALLADOLID Estreno de Alfons Conde GRANDES MOMENTOS VALLADOLID Auditorio. 29-X-2007. European Brandenburg Ensemble. Director: Trevor Pinnock. Obras de Bach. 2-XI-2007. Laura Alonso, soprano; Celso Albelo, tenor. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Director: Alejandro Posada. Obras de Rossini, Donizetti, Verdi, Delibes y Massenet. 3-XI-2007. Pascal Rogé, piano. Cuarteto Ysaÿe. Obras de Beethoven, Debussy y Franck. 7-XI-2007. Cuarteto Emerson. Obras de Mozart, Conde y Beethoven. 9-XI-2007. Hilary Hahn, violín. Filarmónica de la BBC. Director: Gianandrea Noseda. Obras de Britten, Mozart y Strauss. 15-XI-2007. Sharon Bezaly, flauta. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Director: Libor Pesek. Obras de Haydn, Rodrigo y Smetana 42 Avalancha musical: Después de un magnífico Haydn (Sinfonía nº 82) dirigido a la Orquesta por Spinosi, concierto al que no pude asistir, se sucedieron los acontecimientos. Los seis Conciertos de Brandemburgo bachianos fueron interpretados por Pinnock, al clave y dirigiendo, y su magnífico conjunto con gran pureza, diferenciación de cada uno de ellos, incluso en su disposición espacial. Fue una gran velada con la sala llena, y un gran éxito para los estupendos profesionales. Menos lucida fue la gala lírica, otro lleno en el Auditorio, en la que lo más destacado fue el tenor canario, con buena línea vocal, bonita voz en todos los registros incluidos los fáciles agudos y una expresión cálida aunque tenga que perfeccionarse, menos acertada la soprano, con voz corta y dificultad en el paso al agudo y una tarde rutinaria y desigual para Alejandro Posada poco concernido, con lucimiento para Violeta Zabbek en la meditación de Thaïs. Excelentes el Cuarteto Ysaÿe y Pascal Rogé en un concierto en el que las tres obras maestras del programa, Cuarteto nº 11 de Beethoven, el de Debussy y el catedralicio Quinteto de César Franck, tuvieron las versiones exactas. Sin divismos, la compenetración de los componentes del cuarteto y el pianista fue total, dando a cada pieza lo que le correspondía. Magnífica fue la sesión protagonizada por el Cuarteto Emerson. El Cuarteto nº 19 de Mozart y el nº 9, “Razumovski”, de Beethoven tuvieron unas versiones sencillamente perfectas, en el estilo, en la prodigiosa técnica. No se puede decir más. El estreno mundial de Cuarteto nº l “Colour of time” de Alfons Conde fue la revelación. Dentro de la tonalidad, con algunas fases atonales, inspiradísimo en los momentos líricos, el segundo tiempo, y en los extremos con un tanguillo final magnífico. La interpretación, sensacional. Gran éxito para el compositor, presente en la sala, y para el gran Cuarteto, que regaló dos obras de Beethoven y Bach. Memorable el concierto de la Orquesta de la BBC. Un conjunto sólido, potente y capaz también de sutilidades expresivas. Una violinista con un sonido mágico, transparente, de afinación perfecta, técnica prodigiosa y sensi- bilidad máxima hasta en la forma de estar. El Concierto nº 5 de Mozart y la propina de Ysaÿe fueron dos momentos de magia. Noseda dio versiones impecables, de una claridad meridiana, de una brillantez total de la Sinfonía de Réquiem y Así habló Zaratustra. El intermedio de Goyescas de Granados rubricó una tarde que será difícil de olvidar. Acompañando a la gentil Hilary Hahn estuvo a su misma altura. Una gran flautista en el Concierto pastoral de Rodrigo —como todos los suyos en la estructura y con un bello tema en el segundo tiempo— que superó todas sus dificultades técnicas y expresivas. Libor Pesek interpretó una temprana sinfonía haydiana, la nº 39, con un interesante primer tiempo, con pulcritud, y de forma extraordinaria los tres poemas de Mi patria, idiomatismo, brillantez máxima, claridad expositiva, con un gran trabajo de la orquesta. Y la música sigue. El día 14 de noviembre de 2007, después de mas de setenta conciertos, se inaugura oficialmente por los Reyes de España el Centro Cultural Miguel Delibes, que comprende el Auditorio con sus dos Salas (la grande y la de cámara) un teatro experimental, el Conservatorio y las Escuelas de Teatro y Danza. Con acierto, se programó una ceremonia sencilla, por la mañana que tuvo lugar después de la inauguración del hemiciclo de las Cortes de Castilla y León a unos metros de distancia. Los monarcas, de forma impecable y abierta, departieron con los invitados con absoluta naturalidad. La Reina, melómana declarada, comentó con nosotros cuestiones musicales demostrando su conocimiento y buen gusto. Fue una lastima que no se aprovechara la ocasión para que asistieran a esta inauguración las figuras más relevantes de la cultura en todas sus manifestaciones (cine, artes plásticas, teatro, escritura, etc.) La música y el Auditorio como aglutinante de esa necesaria interrelación. La vida musical de Valladolid y de la Comunidad se ha enriquecido de forma espectacular. Es el momento adecuado para que así ocurra con todas las artes. La existencia de los locales dedicados a la enseñanza de la música, teatro y danza lo propugna. Fernando Herrero AC T U A L I DA D ZARAGOZA Felix Broede X Ciclo de solistas Pilar Bayona CHILDREN’S CORNER ZARAGOZA Auditorio. 17-XI-2007. Lang Lang, piano. Obras de Mozart, Schumann, Granados, Wagner-Liszt y del Álbum del dragón. Parecía un chico afortunado que el día de Reyes recibe los mejores juguetes del mundo y, llevado de una extraordinaria fantasía, goza, y mucho, destripando muñecos o construyendo con su mecano artilugios inimaginables. Pianista Lang Lang lo es, y extraordinario por todos los conceptos. Pero el uso que hace de sus talentos es peculiar y opinable, aunque siempre imaginativo. De ahí su Mozart (Sonata nº 13, K. 333) picudo, salpicado de acentos y sforzandi de su cosecha, artificioso en los contrastes dinámicos y caprichoso en el tempo; un Mozart que se diría rehúye algo tan mozartiano como la fluidez natural del discurso. O su Schumann (Fantasía en do, op. 17) ampuloso, de contrastes dinámicos forzados y pianísimos tocados en morendo, siempre al borde del abismo. Fue mejor cuando refrenó su inventiva dejando hablar por sí mismos a los autores. A Granados en unos Requiebros construidos como un ostinato expresivo y fieles al idioma original. A Wagner-Liszt en la Muerte de Isolda, tratada con temor reverencial y con un resultado impresionante. Y a Liszt en una Rapsodia húngara nº 6 deslumbrante en su perfecta mezcla de virtuosismo abracadabrante y verbo incendiario. Completaron la velada cinco muestras del Álbum del dragón que, con dos mil años a cuestas, suenan sin embargo a puros Ravel y Debussy (hasta incluyen una habane- LANG LANG ra, como si se tratara de La soirée dans Grenade), y dos propinas apenas falsarias de los originales: Tristeza, el tercer estudio de Chopin, y El vuelo del moscardón de Rimski, supongo que en el arreglo de Rachmaninov. Antonio Lasierra La música de hoy se abre camino Sociedad Filarmónica LA CONQUISTA DE ZAMORA TERCERA EN CONCORDIA Zaragoza. Auditorio. 6-XI-2007. Enigma-Orquesta de Cámara del Auditorio de Zaragoza. Josetxo Silguero, saxofones. Director: Juan José Olives. Obras de Torres, Satué, RavelWalter y Takemitsu. Zaragoza. Auditorio. 9-XI-2007. Jian Wang, violonchelo. Orquesta de Cámara Sueca. Director: Thomas Dausgaard. Obras de Larsson, Schumann y Beethoven. C diferencia de Quinta, Sexta, Séptima y Novena, la Tercera de Beethoven es en Zaragoza casi una rareza: hay que remontarse a junio de 1997 para topar con una Heroica de recuerdo duradero: la de Brüggen-Orquesta del Siglo VIII también para la Filarmónica. El interés de la segunda sesión de la temporada estribaba en comprobar si, con 38 músicos, el maestro Dausgaard lograría deshacer la hipotética oposición entre tradición e historicismo: si para una versión convencional la plantilla podía ser corta, para una versión historicista podría resultar gruesa. Pues lo consiguió, y firmó una versión muy notable que supo concordar lo mejor de ambas posiciones. Cursó con noble espiritualidad en la Marcia funebre, con ligereza mendelssohniana en el Scherzo y con indecible alegría en las variaciones del on la normalidad de la música actual sucede como con Zamora: no se conquista en una hora. Doce años lleva EnigmaOCAZ empeñada en que el público acceda al reducto de la música contemporánea y, a juzgar por la inauguración de su XIII temporada, la victoria se vislumbra: sala llena, público joven y respetuoso, y ovaciones largas y sinceras. El maestro Olives diseñó como siempre un programa admirable. Por una parte dos retrospectivas: la transcripción firmada por el oboísta David Walter del raveliano Tombeau de Couperin, a su vez exquisita revisión del pasado francés, y la reinterpretación que Takemitsu hizo en Tree Line de las ensoñaciones debussystas. Por otra, dos muestras de la pujante escuela compositiva zaragozana: Diferencias de Jesús Torres, homenaje a un género español secular con un lenguaje avanzado que a su vez revisa ideas de la Escuela de Viena, y Laberinto de la noche de Carlos Satué, cima de la velada. Obra de reciente estreno (ver SCHERZO nº 224), es un concierto para cuatro tipos de saxo —protagonizando cada uno un movimiento—, ensemble y dispositivo electrónico. Pese a sus atrevidos planteamientos y medios, el resultado sonoro produce un gran impacto y denota un músico de raza que sabe construir, graduar, sugerir y hasta conmover. El soberbio saxofonista Josetxo Silguero se mostró dueño absoluto de los medios para superar las enormes dificultades técnicas de la obra, y Olives logró de sus músicos una de las sesiones más cálidas de su haber sobresaliendo, entre otros de posible cita, Javier Belda y Víctor Parra, oboe y violín respectivamente. Antonio Lasierra A Finale, pero no quedó jamás falta de contundencia, y la adornaron el cuidado extremo de fraseo y planificación, el natural subrayado de las voces internas, y una gran belleza sonora, llegando a sonar la cuerda con dulzuras propias de un consort de violas. También fue plausible la versión del inusual Concierto para violonchelo de Schumann, con un excelente Jian Wang, y gustó la agradablemente anticuada Suite pastoral del sueco Lars-Erik Larsson. Lástima sin embargo que, cerrando un terno de encores, tras un encendido Andante de Sibelius y la Danza de la pastora de Alfvén, Dausgaard eligiera la manida Danza húngara nº 5 de Brahms en lectura cuya exagerada afectación fue disculpada como mancha casi imperceptible en velada de notoria limpieza. Antonio Lasierra 43 AC T U A L I DA D 46 Gnecchi como prólogo de Strauss DOBLE HORROR Barbara Aumueller Deutsche Oper. 8-XI-2007. Gnecchi, Cassandra. Strauss, Elektra. Susan Anthony, Piero Terranova, Malgorzata Walewska, Jeanne-Michelle Charbonnet, Alfred Walker. Director musical: Leopold Hager. Directora de escena: Kirsten Harms. Susan Anthony como Clitemnestra y Piero Terranova como Egisto en Cassandra de Vittorio Gnecchi Con dirección escénica de Kirsten Harms y escenografía de Bernd Damovsky, la Ópera Alemana montó Cassandra de Vittorio Gnecchi (estreno: Bolonia, 1905), suerte de inopinado prólogo a Electra de Strauss y Hofmannsthal, en la misma noche. Un telón oro mate en la rampa y dos filas de coristas en los laterales de la sala sirvieron para unirlas. Hombres de negro y con antorchas precedieron el retorno de Agamenón y su encuentro con Clitemnestra, airada por el sacrificio de Ifigenia. Ella apareció de negro y perlas con mangas rojas, elegante, empuñando un hacha y junto a una bestia muerta. Estaba todo claro. Susan Anthony la personificó como una posesa y pegajosa psicópata, expresiva de cuerpo y de gestos y ademanes. Su voz fue exigida en el agudo, incitando con estridencia a una criminal recompensa a un Egisto engominado y chulo, un típico trepador. Piero Terranova lo sirvió con potentes medios baritonales. Un Agamenón con el torso en rojo sangre cantó el tenor BERLÍN INTERNACIONAL ACTUALIDAD ALEMANIA Gustavo Porta, impetuoso y viril. Malgorzata Walewska encarnó a una Casandra de túnica blanca y velo negro, dotada de un aura misteriosa y un señorial mezzo con honduras de contralto y flamígero dramatismo. Al profetizar la muerte de su amante, Orestes entreabrió el telón y dejó ver un interior donde las piernas se hundían en un lodazal pantanoso, perfecta imagen del horror. Al fondo, un tragaluz presentaba el cadáver de Agamenón colgado sobre un segundo pantano. Electra se jugó bajo una pálida luz y una pegajosa atmósfera creada por Ulrich Niepel. Las doncellas, de negras y breves vestimentas, pataleaban en el fango con voces fuertes y desparejas. En medio de la basura, Electra enterró el hacha vengativa. Jeanne-Michelle Charbonnet, indispuesta en lo vocal, emitió un agudo cuidado y sólido, aunque sin evitar retenerse en las desgarradas expansiones de su tremenda parte. El centro convenció y en la escena del reconocimiento tuvo momentos de dulce lirismo. Orestes, tras ultimar a su madre, se vio ensangrentado como un segundo Agamenón. Alfred Walker lo cantó en plan de barítono sonoro, algo ronco y sin el suficiente empuje. Con metálico y opaco timbre, algo chillado en el agudo, Manuel Uhl fue una poderosa Crisotemis. Jane Henschel representó a una Clitemnestra de monstruoso aspecto, canosa y cubierta de plumas rojas. Mostró su opulencia de otrora con prudencia ahorrativa. La presencia y la sonoridad de Burkhard Ulrich en Egisto resultaron imponentes, aunque algo cedió en el momento de la muerte. El triunfo de Electra fue subrayado por la danza de unas bailarinas con blancos velos, girando sobre un plano de cenizas. Poderosa, la presencia del coro dirigido por William Spalding secundó la imponencia sonora de la orquesta conducida por Leopold Hager, quien aunó la suntuosidad de las masas con una transparencia de cámara, capaz de la más exquisita intimidad. Bernd Hoppe AC T U A L I DA D ALEMANIA Una comedia sádica SANGRIENTO SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO Semperoper. 21-X-2007. Wagner, Die Meistersinger von Nürnberg. Alan Titus/Raimund Very, Camilla Nylund, Oliver Ringelhahn, Bo Skovhus. Director musical: Fabio Luisi. Director de escena: Claus Guth. DRESDE Gran expectativa despertó el debut de Fabio Luisi como director musical de la Ópera Semper. Fue con Los maestros cantores de Núremberg, una obra inadecuada para la presentación, a pesar del wagnerismo del italiano. La Capilla del Estado Sajón ofreció sus bellos timbres y claros matices pero Luisi optó por una sonoridad apabullante y masiva que agredió a los cantantes y oscureció el conjunto. Los mejores instantes del zapatero, con su melancolía serena, equivalen a los comparables de Tristán pero el barítono Alan Titus se indispuso en el segundo acto y debió ahorrar sus medios. Siguió hasta el final, cuando puso en juego todas su facultades. Otro americano, el tenor Raimund Very, cantó su FABIO LUISI Walter con centro y grave sólidos y baritonales pero con un agudo falto de empuje y brillo. Camilla Nylund tiene el perfecto físico de Eva, aunque su clara voz sopranil carece de color y chilló en el celebre solo hasta lo penoso. Christa Mayer, perfecto contraste, lució un grave de contralto cálido y sensual. Oliver Ringelhahn, excelente tenor bufo, absolvió su David con pujanza y agudo algo limitado. Beck- messer fue Bo Skovhus, caracterizado como psicópata, sobrado de medios aunque limitado en la declamación, salvo en un notable diálogo con Sachs. Profunda y robusta sonó la voz de bajo de Michael Eder en el Sereno. Como vocalidad, lo mejor de la velada resultó el Pogner de Hans-Peter König, bajo de hermoso color y fuerte autoridad, maravilloso de efecto en la escena nocturna con Eva. Bien estudia- do y grandioso de presencia, el coro dirigido por Ulrich Paetzholdt. Claus Guth logró irritar con una puesta en escena frenética, dispersa en lo visual y caótica de figuras y episodios. La ambientación única, de una blancura de hospital, se debió a Christian Schmidt, quien vistió a todos a la moda de 1940 y les hizo hacer el saludo hitleriano. A veces se proyectaron vídeos ilustrativos de los monólogos (David y Beckmesser explicando las reglas del arte magistral). No faltó la escena violenta, apaleo, desnudamiento y castración de Beckmesser, con abundancia de sangre. Al terminar, el público huyó atropelladamente de tal pesadilla. Bernd Hoppe 47 AC T U A L I DA D ARGENTINA Ultima ópera de la temporada 2007 del Colón extramuros EFICACIA Y DECORO BUENOS AIRES Colombaroli Teatro Coliseo. 26, 27-X-2007. Strauss, Elektra. Luana DeVol/Susan Marie Pierson, Virginia Correa Dupuy/Eiko Senda, Graciela Alperyn/Elisabeth Canis, Hernán Iturralde, Carlos Bengolea/Fernando Chalabe. Orquesta y Coro Estables del Teatro Colón. Director musical: Stefan Lano. Director de escena: Mario Pontiggia. Escenografía y vestuario: Daniela Taiana. Iluminación: Horacio Efron. 48 De acuerdo a lo previsto, éste debería haber sido el último título representado fuera del ámbito natural del Colón, aunque recientes anuncios confirman el retraso de las obras en esa sala, por lo que no sería extraño que en 2008 la anómala situación actual se repita o agrave. Hay que reconocer que, sin llegar a deslumbrar, los dos elencos escogidos para Elektra fueron parejos en eficiencia mientras una partitura tan compleja y exigente estuvo servida con decoro, con lo que el presente equipo directivo (que debería abandonar sus cargos el 10 de diciembre) consigue que en esta temporada las óperas del siglo XX hayan corrido bastante mejor suerte que las del XIX. Parte importante de estos logros hay que atribuírselos a Stefan Lano, que condujo con seguridad, criterio, buen entendimiento con el palco escénico y pulso sinfónico a una orquesta más atenta, certera y ajustada que en anteriores ocasiones. Hubo algún accidente o detalle mejorable (especialmente en el sector bronces) y el sonido pudo tener mayor refinamiento, pero en líneas generales se escuchó un trabajo sólido. Dos sopranos estadounidenses, ambas debutantes aquí, encarnaron a la protagonista: la veterana Luana DeVol, de timbre homogéneo, seguridad de agudos, grata línea de canto y variedad de matices hizo una Elektra tensa y dramática; la Pierson, más joven, compuso una princesa más activa y cercana, pero su emisión no es tan perfecta —con algún agudo gritado— y tiene menos recursos de color. Como Crisotemis descolló Eiko Senda, de emisión franca, poderosa y brillante mientras Correa Dupuy se mostró algo corta de volumen. Ninguna de las Clitemnestras me acabó de convencer: algo más interesante Alperyn y más pálida Canis, no lograron conferirle suficiente entidad al siniestro personaje. Hernán Iturralde hizo un trabajo muy meritorio como Orestes, seguro en lo vocal y sólido en lo escénico. En el breve rol de Egisto, Chalabe estuvo algo mejor que Bengolea. Eficiente el quinteto de doncellas, correcto Christian Peregrino como Preceptor y bien cubiertos los papeles menores. Válido el espacio escénico diseñado por Daniela Taiana y casi todo el atemporal vestuario, salvo el de Elektra —a quien además se le hace colocar y quitar su abrigo tantas veces que se vuelve monótono. Atrayente la iluminación y correcta e imaginativa la dirección escénica de Pontiggia, que sitúa la acción en época y emplazamiento indefinidos, pese a algún detalle de “supuesta” modernidad (linternas eléctricas o la escopeta que blande una de las doncellas en el final) que no vienen mucho al caso y podrían perfectamente haberse evitado. Carlos Singer AC T U A L I DA D ARGENTINA Ópera del siglo XXI en estreno americano AÑOS DE REPRESIÓN La Plata. Teatro Argentino. 4-XI-2007. Bacalov, Estaba la madre. Adriana Mastrángelo, Alejandra Malvino, Mónica Sardi, Luciano Garay, Gustavo Gibert, Leonardo Estévez, Ricardo Ortale. Director musical: Luis Bacalov. Director de escena: Carlos Branca. Escenografía y vestuario: Sergio Massa. Iluminación: Sandro Pujía. L lamar a esta nueva creación una ópera resulta un tanto arriesgado. Por su estructura y su concepción, con un coro de apertura, un narrador que va presentando las historias de tres madres en tono impersonal y las dramáticas intervenciones de éstas, separadas por trozos corales (la cuarta no canta ni habla, sólo recibe el cadáver de su hija mientras todos entonan el Stabat Mater que da título a la obra) la idea general se acerca mucho más a un oratorio o una Pasión. La obra, integrada por un prólogo, siete escenas y un epílogo, emplea sólo voces medias (tres mezzo-sopranos para las madres y seis barítonos: el relator, los tres generales, un rabino y un obispo ) más un conjunto orquestal no demasiado grande, con violín, piano y bandoneón concertantes. La inclusión de este último le confiere un característico toque rioplatense, aunque a costa de que la partitura parezca una muy dilatada pieza de Piazzolla, en cuyas fuentes abreva sin piedad. La música es lánguida, de escritura simple y directa, oscilando entre el recitativo y la letanía, con el agravante de que crea un ambiente pero no termina de exponer nada profundo o significativo, pese a algún momento de cierta intensidad. Las voces y el coro, por el contrario, están tratados con mayor libertad y suenan algo más avanzados. El efecto general es ecléctico. La duración total del espectáculo alcanzó los 86 minutos, incluidos los 4 o 5 empleados en los numerosos cambios de escena, donde el murmullo de quienes entraban o salían sumado a los ruidos habituales en estos desplazamientos llegó a tornarse bastante notorio y molesto. La parte musical estuvo expuesta con solvencia merced a intérpretes muy bien escogidos. Bajo la batuta del autor, la orquesta sonó afinada, precisa y equilibrada. Dignos de destacar Luciano Hungman al bandoneón y el concertino Fernando Favero. Elogiable la labor del coro, presente en casi todo momento, mientras los escasos instantes bailados no tuvieron mayor relevancia. Tanto Mastrángelo como Malvino compusieron con garra y holgados medios vocales a dos de las madres, pero a mi juicio las palmas fueron para Sardi, intensa y conmovedora en su rol. Interesante lo hecho por Garay y competentes las labores de los demás cantantes. La puesta fue efectista pero efectiva, con algún momento especialmente logrado, como esa supuesta búsqueda por toda la sala — mediante reflectores o personas provistas de linternas— de presuntos sospechosos y la detención de algunos de ellos. La escenografía era sencilla pero funcional en tanto la iluminación fue sugerente. Hubo un amplio despliegue de recursos multimedia, efectos sonoros y proyecciones. Carlos Singer 49 AC T U A L I DA D AUSTRIA Seiji Ozawa vuelve a la obra de su presentación en Viena SONIDOS TREPIDANTES 50 Con la nueva producción de La dama de picas de Chaikovski, la Staatsoper de Viena prosigue su política de sustituir las producciones existentes por nuevos montajes de las mismas obras. La antigua ansia por buscar repartos de renombre internacional ha dejado lugar a las nuevas tendencias escénicas, con la esperanza de encontrar el escándalo en la prensa. La regista Vera Nemirova, cuyo trabajo como discípula de Peter Konwitschny ha sido visto con escepticismo, ha presentado un triste decorado único que tiene el encanto de una casa en pleno derribo. La acción transcurre en la época post-comunista: unos vigilantes venden niños de un orfanato, y los constructores reflexionan sobre cómo pueden transformar los antiguos y decadentes palacios en la nueva estética cibernética y capitalista. Si este ambiente de oligarcas rusos y nuevos ricos se corresponde realmente con el espíritu de la ópera resulta bastante dudoso. Neil Shicoff, que por deseo del Canciller austriaco habría debido ser el próximo director de la Staatsoper —lo que impidió en el último momento por la actual Ministra de Cultura—, se mostró en el papel de Hermann, una vez más, como especialista en personajes neuróticos y marginales, aunque su canto en la zona superior resulta muy forzado (lo cual, en cierto modo, da una mayor credibilidad al rol). Representó de manera creíble a un trastornado, que, al conocer el secreto de las tres cartas, pierde completamente la contención y lleva a sí mismo y a su entorno a la destrucción. Su ruso suena como el resto de los idiomas de su habitual repertorio, es Axel Zeininger VIENA Staatsoper. 28-X-2007. Chaikovski, La dama de picas. Neil Shicoff, Martina Serafin, Anja Silja, Nadia Krasteva, Albert Dohmen. Director musical: Seiji Ozawa. Directora de escena: Vera Nemirova. Decorados: Johannes Leiacker. Martina Serafin y Neil Shicoff decir, poco idiomático. Martina Serafin como Lisa cantó en los primeros cuadros de manera turbadoramente bella, con tonos cálidos y delicados, y superó sin problemas la gran escena junto al Neva. Su desesperación ante la insalvable confusión de su amante la reflejó de modo lacerante. Anja Silja fue una Condesa de gran presencia y apropiada voz quebrada, que en el intento de Hermann por arrebatarle el secreto de las tres cartas es violada por éste. Albert Dohmen compuso un sólido Tomski, algo inseguro en el agudo. Markus Eiche cantó e interpretó al príncipe, al que Lisa rechaza por Hermann, de manera cultivada. La Polina de Nadia Krasteva sobresalió por su excelente técnica y la belleza de su timbre. Seiji Ozawa ha dirigido en Viena por primera vez la versión sin cortes de la ópera, con algo más de contacto entre el escenario y el foso orquestal que en 1992, pero con el mismo ímpetu dramático de entonces. El placer por el detalle y los colores orquestales le llevó en esta velada a una lectura casi puntillista, con sutiles pianissimi en un Intermezzo entre el primer acto y el segundo nunca antes interpretado. Christian Springer AC T U A L I DA D AUSTRIA Renovación en la Volksoper BAJANDO A LA TIERRA Dimo Dimov Viena. Volksoper. 16-X-2007. D’Albert, Tiefland. Torsten Kerl, Heidi Brunner, Wolfgang Koch, Andrea Bogner. Director musical: Sebastian Weigle. Director de escena: Anselm Weber. Coliban, Bogner, Brunner, Kerl y Koch en Tiefland de Eugen D’Albert L a dirección de la Ópera Popular, instaurada en septiembre de este año, ha obtenido un gran éxito con Tierra baja de Eugen D’Albert, aunque la coproducción con Francfort fuera gestionada por la dirección anterior. La ruptura de carácter estético es, sin embargo, notable. El director de orquesta Sebastian Weigle utilizó la revisión de 1905 hecha por D’Albert a partir del estreno en 1903. Consiguió con ello espolear a la orquesta de la casa, de la cual obtuvo un elevado rendimiento en esta partitura del gran éxito verista alemán, difícil y llena de matices, con una conducción de masas segura y cimera, respirando junto con los cantantes. Se oyó a Wagner, a Puccini, al color local español, dado que el libreto de Rudolf Lothar se basa en la conocida pieza catalana del canario Ángel Guimerá. Expresivamente fue recio y emotivo en resolver la carga teatral de esta música. El tenor Torsten Kerl es un Pedro ideal, tanto vocal como escénicamente, de corazón dulce y temperamento fuerte, órgano radiante de poder y capaz del más tenue lirismo. La soprano Heidi Brunner, a despecho de un timbre chillón, también cumplió cabalmente con su Marta. En su relato de la infancia menesterosa por las calles de Barcelona, el canto alcanzó una elocuencia rica de colores y perfiló un convincente relato. Wolfgang Koch compuso su contrafigura de amo inescrupuloso con su voz de bajo barítono flexible y pujante, capaz de sibilantes matices de cinismo, de impetuosa autoridad, de elegancia bailable en la canción de danza. Felizmente, los comprimarios actuaron con pareja eficacia, destacando Andrea Bogner en una Nuri bellamente cantada. La puesta en escena de Anselm Weber trasladó la acción del molino a una gris nave industrial con sus depósitos de tóxicos que sólo exhalan desmoralizante tristeza y propician una débil marcación de personajes. El duradero efecto de esta obra no sólo incumbe a su bonita música. Leni Riefenstahl filmó parte de la ópera utilizando a prisioneros de un campo como comparsas. Hitler consideraba al compositor fallecido en 1932 como autor de una de sus obras favoritas. Al respecto, el tenor Kerl tuvo una aguda respuesta a esta cuestión: “Hitler era vegetariano pero nada nos impide comer hoy con gusto unos brócoli”. Christian Springer 51 AC T U A L I DA D ESTADOS UNIDOS Macbeth vuelve al Met SUPERSTICIÓN DERROTADA 52 Aunque las supersticiones en torno a la mala suerte que trae mencionar el nombre de la “obra escocesa” de Shakespeare nunca influyeron en la adaptación operística de Verdi, la producción de Macbeth de 1982 del Met tuvo una serie de problemas desde el principio. La puesta en escena de Peter Hall — que consistió en brujas y escobas; una Hécate desnuda, un Sherrill Milnes con falda escocesa simulando estar inconsciente y a punto de morir de dispepsia, al parecer, mientras un grupo de sílfides aladas bailaba a su alrededor, y una pequeña Renata Scotto, perdida en un mar de enormes aros, lazos y bucles rubios, se pavoneaba por el escenarios como una niña traviesa disfrazada de mayor— fue un extravagante homenaje a las convenciones de la época y fue abucheada con igual extravagancia la noche del estreno, y ya con la segunda función se empezó a desmontarla. Los planes para una reposición en 1988 anunciaron a Eva Marton y Renato Bruson como los Macbeth magnicidas y con Giuseppe Sinopoli en el foso; tal vez sabiamente, los tres cancelaron y se canceló la representación posterior (Elizabeth Connell, Frederick Burchinal y Kazimierz Kord fueron los modestos sustitutos) se vio interrumpida en el segundo acto cuando un miembro del público se suicidó tirándose desde el anfiteatro, suceso que provocó varios chistes de humor negro sobre la contundencia de esa critica musical. La nueva producción del Met, la primera desde entonces, se ha librado de la desafortunada historia de su predecesora, y su estreno ha sido mucho más feliz. Su director, Adrian Noble, pasó doce años dirigiendo la ilus- Ken Howard NUEVA YORK Metropolitan Opera. 31-X-2007. Verdi, Macbeth. Maria Guleghina, Zeljko Lucic, Dimitri Pittas, John Relyea. Director musical: James Levine. Director de escena: Adrian Noble. Escenografía: Mark Thompson. Maria Guleghina en Macbeth de Verdi tre Royal Shakespeare Company de Londres, que Hall fundó, pero al contrario de Hall aprovechó las indicaciones tanto de Shakespeare y el teatro del siglo XXI como las de Verdi y el teatro de su época. Una plataforma central rastrillada rematada por una aureola semicircular y enmarcada por grandes pilares unidos por chapas iluminadas proporcionó una zona flexible de movimiento para las brujas con su aspecto de indigentes cargadas de grandes bolsos (Noble cita a Diane Arbus como inspiración), los guerrilleros vestidos de un triste color verde oliva y los jaraneros en sus trajes de etiqueta. Ciertamente es otra puesta al día contemporánea, pero los anacronismos aquí no chocan, y Noble dirige la acción con una resuelta fluidez, admirablemente apoyado por su escenógrafo (Mark Thompson), su coreógrafa (Sue Lefton) y su director de las luchas (Malcolm Ranson). Hay imágenes indelebles: una araña fluorescente oscilando como un péndulo inquietante por encima de un veleidoso Macbeth que refleja la oscuridad y la luz de su mente, las brujas colocando silenciosamente una silla tras otra para formar un camino de ensueño para la sonámbula Lady Macbeth. Es una buena producción, sencilla pero potente, que nunca trata la obra con condescendencia y tendrá una exitosa reposición. (Incluso en su primera temporada habrá importantes cambios de reparto cuando la producción vuelva en enero y luego otra vez en mayo). Noble merece elogios también por unos retratos comprometidos y concentrados que extrajo de los cantantes, desde las primeras figuras hasta las brujas acarreando sus grandes bolsos y los guerreros por la libertad con subfusiles. Cuando el barítono Zeljko Lucic hizo su debut en el Met hace un año en La Gioconda, pareció destinado a representar grandes papeles de Verdi, y aquí confirmó su derecho a cantar esta música en un escenario donde han actuado MacNeil y Milnes. No tiene una voz tan poderosa como ellos pero su sonoridad dominada y admirablemente enfocada es lo suficientemente amplia como para abarcar la declamación y los momentos críticos más vehementes, y su habilidad para la gradación dinámica dio a su voz una espléndida variedad, tanto de efecto como de afecto. La enorme voz de Maria Guleghina no es un instrumento tan bien ensamblado como el de hace una década, pero ella sabe salvar los obstáculos del primer Verdi (Abigaille, Odabella) y al menos se esfuerza por cantar lo mejor posible cuando su voz no llega del todo. Dramáticamente, se lanzó al papel con todo su ser. Hubo dos jóvenes tenores que dieron muy buena impresión; el melodioso Dimitri Pittas en el papel de Macduff y el más directo Russell Thomas como Malcolm. (Fue una desafortunada coincidencia que yo acabara de ver El último rey de Escocia y el parecido de Thomas con Forrest Whitaker me hizo preguntarme si los desventurados escoceses habían cambiado a Macbeth por Idi Amin). En el papel de Banquo, John Relyea continuó su reciente mala costumbre de cantar con demasiada fuerza, por desgracia en el clímax de Come dal ciel precipita. Este muy dotado bajo tiene que aprender a seguir el ritmo y el perfil de una frase verdiana. También se puede decir lo mismo de James Levine. Hay muchas facetas admirables en su Verdi —la atención al timbre instrumental y las dinámicas; la fuerza innegable de toda la representación. Pero de ritmo y forma, de energía ballabile, y de rubato verdaderamente idiomático, había poco, y sin estos aspectos Verdi —y sobre todo el primer Verdi— casi siempre parece menos embriagador de lo que puede ser. Patrick Dillon AC T U A L I DA D FRANCIA Mustafá en pijama ROSSINI CHISPEANTE Compuesta para Venecia en 1813, La italiana en Argel es una de las obras más divertidas de Rossini. Esta farsa turca celebrada por Stendhal provoca con demasiada frecuencia un humor torpe y chocarrero; un contrasentido total con respecto a una música ligera y burbujeante como el champán. La producción de la Ópera de Lille es todo un éxito. Después de trabajar como asistente de Andrei Serban en la Lucia di Lammermoor ofrecida en la Bastilla y La italiana en Argel del Garnier, Sandrine Anglade impone en esta última su propio temperamento. Con respecto a la producción del director de escena rumano, su aproximación es a la vez más despojada, más fina y penetrante, haciendo gala de un humor espontáneo, ni zafio ni escabroso, que saca partido incluso de ese cantante de inspiración inagotable que es Jonathan Veira, de quien consigue canalizar su tendencia a sobreactuar y un carisma en estado bruto. Así, y como animador de toda la plantilla vocal, el barítono-bajo británico se integra en la visión que tiene Anglade de la obra gracias a una auténtica dirección de actores. La acción se desenvuelve sobre un sobrio decorado — aunque se abusa de demasiadas puertas que pueblan el escenario— de Claude Chestier, responsable igualmente de los figurines, elegantes y abigarrados, si bien Mustafa no abandona nunca su pijama. De voz sólida y plena y clara dicción, Veira realiza un Bey incansable que, sin Frederic Lovino LILLE Opéra. 8-XI-2007. Rossini, L’italiana in Algeri. Jonathan Veira, Allyson McHardy, Nicholas Phan, Riccardo Novaro, Bernarda Bobro, Svetlana Lifar. Coro de la Ópera de Lille. Orquesta de Picardía. Director musical: Pascal Verrot. Director de escena: Sandrine Anglade. Decorados y vestuario: Claude Chestier. Escena de L’italiana in Algeri embargo, no reduce a sus compañeros de reparto al nivel de simples comparas. La mezzosoprano canadiense Allyson McHardy encarna a una Isabella traviesa e inquebrantable de voz carnosa y flexible, aunque le falte un punto de densidad y fuerza. El tenor estadounidense Nicholas Phan es un brillante enamorado transido, mientras Riccardo Novaro encaja con destreza las dificultades que le hace sufrir la escenografía, representando a un Taddeo pusilánime y burlesco. Para el primer Rossini de su carrera, el director francés Pascal Verrot, que se ha sumergido con anterioridad en las diferentes versiones de la obra, en particular la edición crítica de la Fundación Rossini de Pésaro, dirige con entusiasmo a su Orquesta de Picardía —que se muestra en exceso sonora pero muy sólida— procurando no cubrir a los cantantes. Los coros de la Ópera de Lille confirman su calidad. Bruno Serrou A la sombra de Wagner LA ARIADNA DE MASSENET SAINT-ETIENNE Opéra Théâtre. 9-XI-2007. Massenet, Ariane. Cécile Perrin, Barbara Ducret, Inge Dreisig, Luca Lombardo, Cyril Rovery. Coro Lírico de Saint-Etienne. Orquesta Sinfónica de Saint-Etienne. Director musical: Laurent Campellone. Director de escena: Jean-Louis Pichon. Decorados: Alexandre Heyraud. Vestuario: Frédéric Pineau. Estrenada en la Ópera de París el 31 de octubre de 1906, Ariane de Massenet había desaparecido de la escena francesa. Prosiguiendo con la exhumación de la obra lírica del compositor de SaintEtienne, Jean-Louis Pichon ha recuperado esta ópera situada en la órbita de Richard Wagner. Orquestación sombría, con instrumentos hasta entonces poco usuales como el clarinete contrabajo, una percusión abigarrada, empleo intensivo del Leitmotiv… que nos sumergen sin ambages en el Anillo. Sin duda Massenet sufrió más o menos conscientemente la influencia de su libretista Catulle Mendès, uno de los primeros adeptos al culto wagneriano. El poeta parnasiano, que frecuentó la ópera colaborando con Chabrier, Hahn, Erlanger y Debussy (la triste experiencia de Rodrigo y Jimena), regresa a la mitología e inicia la acción con la intervención de Ariadna que se dirige a Teseo para que este último consiga matar al Minotauro y liberar a las vírgenes. Jean-Louis Pichon sitúa juiciosamente la acción sobre la escena de un teatro griego donde los protagonistas se presentan como actores vestidos sobriamente a la antigua, con excepción de las diosas, algo más coloristas. La dirección de actores es limitada, pero el empeño de los can- tantes es absoluto. Única reserva destacada, la presencia de un narrador que sitúa la acción de cada acto haciendo uso de un lenguaje y una dicción enfáticos y en exceso descriptivos, lo que ralentiza el desarrollo de la intriga. Cécile Perrin asume sin demasiada dificultad el extenuante papel de Ariadna pese a pequeños signos de debilidad, mientras que Barbara Ducret, de melena leonina y voz sensual, realiza una Fedra resplandeciente. Luca Lombardo es un Teseo de timbre plateado y voz firme, a pesar de un agudo algo tirante. Pirítoo, su compañero de armas, corre a cargo del sólido barítono Cyril Rovery que, después de una entrada poco prometedora, entra poco a poco en calor para imponer una impecable línea de canto. Todos ellos se expresan en un francés sin tacha, otorgando consistencia a esta obra de estética terriblemente envejecida, sensación que aumenta con el ballet obligado en la época por la Opéra de Paris, que muestra a un Massenet poco inspirado. Pero la obra no está desprovista de interés, sobre todo en el foso, bien servido por unos instrumentistas arrastrados por la convicción de su director musical, Laurent Campellone, al que evidentemente le gusta la obra que defiende. Bruno Serrou 53 AC T U A L I DA D GRAN BRETAÑA / ITALIA Sin Villazón HASTA PARA NO INCONDICIONALES La puesta en escena para el Covent Garden del director francés Laurent Pelly de La fille du régiment de Donizetti fue el gran éxito de la pasada temporada. Y ahora Pelly ha triunfado otra vez con un nuevo y delicioso L’elisir d’amore, situado en la Italia felliniana de la década de los 50, con un pajar de tamaño industrial y muchachas con los cabellos recogidos en colas de caballo y llevando vestidos emperifollados. La dulce ópera de Donizetti de 1832 puede convertirse en empalagosa, pero esta vez no fue el caso. Esta coproducción con la Opéra National de Paris, diseñada por Chantal Thomas, tiene garra y ritmo, y un coro soberbiamente preparado que interactúa muy hábilmente con los solistas. El director finlandés Mikko Franck mantiene un firme ritmo, haciendo saborear la elegancia de la partitura y Catherine Ashmore LONDRES Royal Opera House Covent Garden. 13-XI-2007. Donizetti, L’elisir d’amore. Stefano Secco, Aleksandra Kurzak. Director musical: Mikko Franck. Director de escena: Laurent Pelly. Escena de L’elisir d’amore de Donizetti en el Covent Garden soltando con destreza las riendas cuando la música llega a su alegre culminación. La orquesta de la Royal Opera nos brindó una airosa y ágil interpretación. Al haber tenido que reemplazar al tenor Rolando Villazón las cosas podrían haber ido muy mal. Su sustituto, Stefano Secco (que compartía el papel con Dimitri Korchak) con mucho encanto y una mirada de ojos grandes y cándido patetismo, parecía un actor del cine mudo. Su voz sigue teniendo una fragilidad juvenil y carece de la fuerza que tiene Villazón, pero superó los escollos del bel canto con decisión y su aria quebradiza y aflautada Una furtiva lacrima fue sincera. La encantadora soprano polaca Aleksandra Kurzak, al igual que Secco, abarca su papel con confianza pero también ella está todavía desarrollándose vocalmente. Sorprendentemente, esta ausencia de voces estelares resultó una ventaja, ya que convirtió la obra maestra de Donizetti en una verdadera obra de conjunto. El Belcore de Ludovic Tézier fue cautivadoramente embaucador y horripilante. Paolo Gavanelli infundió el papel buffo de Dulcamara de humor y una articulación perfecta. Este elixir milagroso funcionó para mí. Normalmente detesto esta obra. Así que dénse cuenta de lo bueno que fue. Fiona Maddocks Gatti renuncia a su cargo BOCCANEGRA DE TRANSICIÓN Teatro Comunale. 13-X-2007. Verdi, Simon Boccanegra. Roberto Frontali, Carmen Giannattasio, Giacomo Prestia, Giuseppe Gipali, Marco Vratogna. Director musical: Michele Mariotti. Director de escena: Giorgio Gallione. Decorados y vestuario: Guido Fiorato. BOLONIA Daniele Gatti había escogido Simon Boccanegra para la apertura de la temporada 2007-8 de Bolonia, pero su inesperada renuncia al puesto de director musical del Teatro Comunale (al parecer por disensiones con el nuevo sobreintendente, el compositor Marco Tutino) había creado un difícil problema para la velada inaugural. Se ha escogido a un director joven de talento seguro, Michele Mariotti, que tiene 28 años y había suscitado una impresión óptima en La italiana en 54 Argel de Rossini; una decisión valiente e incluso arriesgada, porque Simon Boccanegra es una de las obras maestras más atormentadas y complejas de Verdi, que la compuso en 1857 y la revisó a fondo y en parte reescribió en 1880-81, iniciando la colaboración con Boito. Requiere una profundización y una experiencia que difícilmente puede tener un director de 28 años: Michele Mariotti no se ha atrevido a tomar opciones precisas, ha parecido controlado y seguro pero genérico y poco incisivo. No faltarán ocasiones para oírle cosas mejores. Una desilusión bastante más grave ha provocado la dirección escénica de Giorgio Gallione, no porque estuviese ambientada de modo tradicional en una escenografía de Guido Fiorato que evocaba la Génova del siglo XIV, sino por estar privada de ideas y ser extrañamente apática; los cantantes estaban dejados solos y no parece que se hubiera hecho ningún trabajo de dirección sobre su actuación. Del reparto, ha convencido plenamente sólo el protago- nista Roberto Frontali, que tal vez no posea los medios de un Simone ideal, pero se impuso con gran nobleza y autoridad. Una gran prestancia vocal tenía Giacomo Prestia, que sin embargo dio del personaje de Fiesco una interpretación poco profunda. Carmen Giannattasio (Amelia) no posee aún el control total de sus medios. Giuseppe Gipali fue un correcto y descolorido Adorno, Marco Vratogna un Paolo agresivo. Paolo Petazzi AC T U A L I DA D ITALIA Estreno de Nicola Sani UN FESTIVAL PARA VERDI PARMA A. Anceschi Teatro Regio. 20-XI-2007. Verdi, Luisa Miller. Giorgio Surian, Marcelo Álvarez, Francesca Franci, Rafal Siwek, Leo Nucci, Fiorenza Cedolins. Director musical: Donato Renzetti. Director de escena, vestuario e iluminación: Denis Krief. 21-XI-2007. Verdi, La traviata. Svetla Vassileva, Massimo Giordano, Vladimir Stoyanov, Daniela Pini. Director musical: Yuri Temirkanov. Directores de escena: Karl-Ernst y Ursel Herrmann. Reggio Emilia. Teatro della Cavallerizza. 10-X2007. Sani, Il tempo sospeso del volo. Nicholas Isherwood, Gabriele Ribis, Alessandro Svab. Icarus Ensemble. Coro Claudio Merulo. Director musical: Yoichi Sugiyama. Director de escena: Franco Ripa di Meana. 56 Parma celebra a Giuseppe Verdi por primera vez en un ambicioso festival de largo aliento (del 1 al 28 de octubre) que aspira a convertirse en lo que Bayreuth es para Wagner y Salzburgo para Mozart. La inteligente programación siempre permite asistir a todas las óperas consecutivamente. La insólita colaboración, más allá de rivalidades provincianas, distribuye los espectáculos también en Reggio Emilia y Busseto, la patria verdiana. Ha habido estrenos (Il tempo sospeso del volo de Nicola Sani), verdaderas rarezas (Oberto, conte di San Bonifacio), y por descontado el repertorio ineludible (La traviata), pero con un algo más: la consumada batuta de Yuri Temirkanov, en su primera Traviata. No pudo haber sido una elección más afortunada, parecía que se escuchaba la obra por vez primera. La dirección, refinada; estremecedora de expresividad, la lectura musical, repleta de colores y armonías. Tempi decimonónicos, pero intenso dramatismo moderno. Entendimiento máximo con Svetla Vassileva, una Violeta perfecta en los dos últimos actos, que le son más congeniales. Vladimir Stoyanov (Germont), barítono verdiano de suave legato. Estupendo Alfredo (Massimo Giordano), rico en acentos. Dirección de escena genial y muy disfrutable de los niños terribles Ursel y Karl-Ernst Herrmann (Violetta es femenina y ligera; Alfredo, un patoso chico alegre) tiene veinte años pero permanece actualísima. Orquesta y coro (dicción perfecta, siempre maravillosamente inteligible) dieron lo mejor de sí, también en Luisa Miller (producción nueva del festival), Escena de Il tempo sospeso del volo de Nicola Sani en Reggio Emilia interpretada con gran pathos por Donato Renzetti. Estupendo equilibrio entre el foso y el escenario. Decorados torcidos, abstractos y funcionales de Denis Krief que firma además la sobria dirección. Fiorenza Cedolins (Luisa) tiene emisión y fraseo bellos; Leo Nucci (Miller) fue el héroe de la velada, viejo león en activo que busca con astucia el efecto. Grandes esperanzas las suscitadas por Marcelo Álvarez (Rodolfo), que parecía bajo de tono; excelente Giorgio Surian (Conde Walter). En Reggio Emilia era el estreno de Il tempo sospeso del volo de Nicola Sani en el ámbito del Festival Reggio Emilia Contemporánea, en colaboración con OperaOggi, el Teatro Regio de Parma para el Festival Verdi, la Fondazione iTeatri di Reggio Emilia y CIRM de Niza. La ópera recorre la loca carrera de Giovanni Falcone hacia la muerte, basándose en artículos, testimonios y actas procesales. Gran sinergia entre libreto, dirección de escena y partitura: el compositor y Franco Ripa di Meana han trabajado en equipo. El preludio acusmático acompaña la entrada del público que se sienta en la escena (caja negra iluminada por miles de luces), que ve la acción sobre un espejo (metáfora de la legalidad invertida de la mafia) y sobre las cabezas, sobre ejes móviles, fragmentarios como la memoria. En la escena, solamente la planta del avión y dos sillones, uno el de Falcone, el otro el de Francesca Morbillo, su mujer, siempre ausente. La suspensión se obtiene con la difusión acústica sobre ocho canales de piezas electrónicas. La escritura orquestal es tímbrica, atonal, pero bastante rítmica. Sani escribe para tres voces de bajo (la mafia es machista) que casi declaman (timbres oscuros que presagian la tragedia). Como contraste, la luminosidad del coro de sopranos y contraltos, fuera de escena, elaborado electrónicamente en vivo, que representa a Francesca Morbillo. Dirección escueta y eficaz, excelente el Icarus Ensemble, dirigido apropiadamente por Yoichi Sugiyama. Estupendos los intérpretes: Nicholas Isherwood, Gabriele Ribis y Alessandro Svab. Un éxito. Franco Soda AC T U A L I DA D ITALIA Estreno de Battistelli PETROLEO, ÁNGELES Y MILAGROS REGGIO EMILIA Teatro Valli. 6-XI-2007. Battistelli, Miracolo a Milano. Icarus Ensemble. Coro Claudio Merulo de Reggio Emilia. Alvise Vidolin, electrónica en directo. Director musical: Erasmo Gaudiomonte. Director de escena: Daniele Abbado. Decorados: Angelo Linzalata. Para el 150 aniversario del Teatro Valli de Reggio Emilia se ha pedido a Giorgio Battistelli un nuevo trabajo de teatro musical, inspirado en la célebre película de Vittorio De Sica Milagro en Milán (1951), para la que había escrito el guión Cesare Zavattini, extrayéndolo de su novela Totò el bueno (1943). En la era del neorrealismo italiano, la película narra de modo intensamente poético, utópico y visionario una historia que, como escribe Zavattini, “habla de petróleo, ángeles y milagros” en la periferia de Milán. Aquí encuentran refugio pordio- seros y chabolistas, guiados en una serena convivencia por Totò), pero se descubre petróleo, las barracas son destruidas y a los habitantes no les queda otra que levantar el vuelo, siguiendo a Totò en la conclusión poética, amarga y a la vez utópica de la película (en Reggio Emilia Daniele Abbado ha encontrado una solución muy sugestiva, haciendo salir filas de vestidos vacíos). Con inteligencia, Battistelli ha renunciado casi por completo a la presencia del texto y del canto, para ofrecer como otras veces un teatro musical no convencional: se recitan algunas frases de Zavattini y canta sólo algunas los ruidos del trabajo de los artesanos en Experimentum mundi). En todas las escenas, la música alcanza una gran evidencia evocativa, quizá alguna vez a riesgo de reducirse casi a música incidental, y se combina bien con las imágenes del espectáculo creado por Daniele Abbado con sensacionales actores-mimos, la escenografía de Angelo Lanzilata y la iluminación de Guido Levi. Con fidelidad sustancial a la película, el director y los otros artífices se han atenido a elecciones sugestivamente alusivas, evocadoras. pocas palabras el propietario del terreno (el bajo Alessandro Svab). La ópera de Battistelli sigue la trama de la película con músicas que tienen inmediata evidencia teatral y fuerza comunicativa, y que usan vocabularios diversos, deliberadamente heterogéneos, desde la triste música para banda del comienzo, a momentos estáticos o arrebatados, ruidos corporales y otros sonidos “naturalísticos” transformados en música con la ayuda de la electrónica en vivo gobernada por Alvise Vidolin, como cuando un mendigo devora el pollo que le ha tocado en suerte (viene en estos momentos a la memoria el uso musical de Paolo Petazzi Wozzeck vuelve a Roma EN LAS CATACUMBAS ROMA Falsini Teatro dell’Opera. 19-X-2007. Berg, Wozzeck. Jean-Philippe Lafont, Janice Baird, Richard Decker, Alexander Kaimbacher, Pierre Lafebvre. Director musical: Gianluigi Gelmetti. Director de escena, escenografía y vestuario: Giancarlo Del Monaco. 58 El Teatro de la Ópera ha reabierto, después de la larguísima pausa estival, con Wozzeck de Alban Berg, que se vio aquí por última vez en los años setenta. La obra maestra del siglo XX tiene su propia tradición romana; de hecho, borrada de los teatros alemanes por el nazismo (era entartete musik), se presentó en 1942 en su estreno italiano en el entonces Regio Teatro dell’Opera, ¡en pleno fascismo! Y le gustó a Benito Mussolini. En la historia de autodestrucción del libreto, el mismo Berg, asignado a la retaguardia durante la Gran Guerra, habiendo sufrido las humillaciones y el sadismo del régimen militarista, se identificaba con el personaje de Wozzeck. Todo apuntaba ahora a un fracaso clamoroso: ópera en alemán (dicción áspera), música del Jean-Philippe Lafont en Wozzeck de Alban Berg en la Ópera de Roma siglo XX, que al público romano no le gusta, pero por el contrario ha sido un gran éxito. La dicción, ejemplar, al menos en los papeles protagonistas, un refinado manejo de la orquesta de un Gianluigi Gelmetti en estado de gracia, siempre en equilibrio perfecto entre tonalidad y atonalidad, alternando explosiones orquestales con las soluciones camerísticas y una ejecución intachable. Seca y esencial la dirección de Giancarlo Del Monaco, que también firmaba decorados y vestuario; expresionista, desnuda la escena: un único, gran plano inclinado, espacio desolado donde transcurre la desgraciada existencia de los protagonistas que salen de trampillas —las catacumbas de su mísera exis- tencia—; interludios iluminados por un láser rojo con la escena vacía (es la música la que llena la escena); cantantes todos a la altura del papel; vestuario de un gris desesperante… en suma, sin duda la mejor producción de la temporada. La orquesta, muy preparada, fue incisiva, rica de timbres y colores. Excelente, Jean-Philippe Lafont, Wozzeck de gran intensidad. La mujer, Marie, fue la espléndida soprano dramática Janice Baird. Richard Decker, el Tambor Mayor, arrogante hasta decir basta. Una pena que el público romano si no hay belcanto no va. Un estreno casi semivacío; el que no fue se equivocó, porque el bellísimo espectáculo era por una vez de altura europea. Franco Soda AC T U A L I DA D SUIZA Mario Venzago y Hans Neuenfels defienden la ópera de Schoeck Penthesilea AMAZONAS DE HOY BASILEA Theater. 3-XI-2007. Schoeck, Penthesilea. Tanja Ariane Baumgartner, Ursula Füri-Bernhard, Odna Pretzschner, Rita Ahonen, Johannes Mayer, Peter Bernhard. Director musical: Mario Venzago. Director de escena: Hans Neuenfels. Decorados: Gisbert Jäkel. Vestuario: Elina Schnitzler. Es una cuestión del corazón: hace ocho años, Mario Venzago defendió con vehemencia en Lucerna la ópera de Othmar Schoeck Penthesilea, a partir del drama clásico de Heinrich von Kleist, llevándola incluso al CD (en MGB Musiques Suisses). Para la producción de Basilea ha reelaborado la partitura, sobre todo en el aspecto rítmico y dinámico, y transformado algunos pasajes hablados en el estilo de un melodrama con música. Además ha introducido una nueva figura: una jefa de las amazonas, que asume la mayor parte de los textos hablados de los cantantes. A pesar del entusiasmo de Venzago y del incondicional apoyo por parte de la orquesta, esta obra estrenada en Dresde en 1927 resulta bastante heterogénea, oscilando entre la dulzura straussiana y la brutalidad expresionista. No obstante, no encuentra grandes líneas hasta el dúo de amor y el conmovedor monólogo de la protagonista al final de la obra. Esto no dependió en absoluto de los cantantes. Especialmente Tanja Ariane Baumgartner en el papel titular sorprendió con una interpretación penetrante, con densos graves y múltiples rio y entre los griegos se han deslizado aventureros del cine y la literatura: conquistadores y colonizadores ignorantes en su mayoría, que irrumpen en un mundo cuyos valores y peculiaridades ni conocen ni valoran. Sólo Aquiles, una estrella del pop con melena, intuye la belleza, aunque sea sólo erótica y superficial. Neuenfels no ofrece realmente una visión especial del tema de Penthesilea. A veces los grandes nombres de la dirección de escena no ofrecen más que una simple confección. matices vocales, dando al personaje todo el carácter de una figura tratada sin piedad por los acontecimientos. Thomas Johannes Mayer dio solidez a Aquiles, si bien el poco agradecido papel resultó algo monolítico, al igual que la Protoe de Ursula Füri-Bernhard. Con Hans Neuenfels se ha acudido a uno de los directores de escena más controvertidos de hoy, que trasladó el tumulto de una batalla de la antigüedad a un interior clasicista de nuestros días. Un piano desempeña un papel un tanto enigmático, las amazonas corren con arcos y flechas por el escena- Reinmar Wagner Una fascinante recuperación de Humperdinck SE BUSCA REY ZÚRICH Suzanne Schwiertz Opernhaus. 21-X-2007. Humperdinck, Königskinder. Isabel Rey, Liliana Nikiteanu, Kismara Pessatti, Martina Welschenbach, Jonas Kaufmann, Oliver Widmer, Reinhard Mayr, Volker Vogel. Director musical: Ingo Metzmacher. Director de escena: Jens-Daniel Herzog. Decorados y vestuario: Matthias Neidhardt. Engelbert Humperdinck es el compositor de Märchenopern alemanas por excelencia. No sólo con Hänsel und Gretel, sino también con Dornröschen (La bella durmiente) y Die sieben Geisslein (Los siete cabritillos) cubrió el género con mucho éxito. En Königskinder (Los hijos del rey) la cosa es diferente, puesto que Humperdinck no puso música a uno de los cuentos populares de Grimm, sino al relato de Elsa Bernstein en torno a los hijos de un rey que se visten de mendigos y son rechazados por una sociedad ignorante. El estreno en 1910 en el Metropolitan de Nueva York fue un triunfo, y muchos teatros representaron la obra con fortuna a continuación, antes de que cayera en el olvido. La clave del éxito de la producción de Jens-Daniel Isabel Rey y Jonas Kaufmann en Königskinder de Humperdinck Herzog ha sido su conmovedor trabajo escénico, con una dirección de actores muy precisa y una multitud de buenas ideas, que han logrado mostrar la sustancia emocional de la ópera sin renunciar a su carácter de cuento. Hubo incluso copos de nieve sobre una pradera, que, como símbolo del frío interno y externo, nos llegaron realmente a emocionar. En lo musical, hubo algunas cuestiones que dieron que pensar. Con la presencia de Ingo Metzmacher en el podio, la Opernhaus ha traído a Zúrich a una interesante personalidad, en su búsqueda de un nuevo rey tras el salto de Franz Welser-Möst a Viena. Sin embargo, a pesar de una atenta y entregada orquesta, el director alemán no encontró siempre los medios sonoros adecuados para reflejar las diferentes esferas musicales de la partitura, que oscila entre Wagner, Richard Strauss y el verismo italiano. Entre los cantantes, brilló Jonas Kaufmann como hijo del rey, que, a excepción de un cierto agotamiento al final del acto II, cantó admirablemente, con mucho lirismo, una bella paleta de colores y un arrebatador entusiasmo. Isabel Rey apenas le anduvo a la zaga, reflejando el aspecto juvenil y naíf que requiere su papel, pero también su fuerza interna y su pureza. Liliana Nikiteanu compuso impecablemente el personaje de la bruja, aunque en Oliver Widmer como el músico ambulante hubiéramos deseado una mayor cantabilidad en vez de una declamación tan precisa. Reinmar Wagner 59 E N T R E V I S TA LEIF OVE ANDSNES: “NECESITO APRENDER SIEMPRE” Fotos: Felix Broede / EMI P uede decirse sin exagerar que Leif Ove Andsnes es uno de los mejores pianistas de la actualidad. Es proverbial su control del sonido, su construcción de planos sonoros, la claridad de su discurso. Su concepción de la música huye de la grandilocuencia o de la exageración, es íntima, desnuda, fiel a sí misma. En un año en el que se conmemora el centenario de la muerte de Edvard Grieg, Andsnes parece estar de moda. Es el intérprete de Grieg por excelencia en su país en el que ha llegado al número seis de las listas de éxitos de música pop con un disco dedicado al compositor noruego. Ha recibido el premio Peer Gynt, distinción que en Noruega se entrega a personalidades relevantes del mundo de la cultura, de la política o de la ciencia. Y cierra un año de éxitos con un nuevo lanzamiento, los Conciertos para piano nºs 17 y 20 de Mozart con la Orquesta de Cámara Noruega a la que dirige desde el piano. Comencemos por Grieg. Para celebrar el centenario de su muerte, sale al mercado un disco suyo dedicado a su música, Balada para Grieg. En él usted vuelve a su Concierto para piano. ¿Qué ha cambiado cuando graba de nuevo una obra que conoce tan bien? ¿Su percepción es diferente? 60 Bueno, debo decirle que esta última versión del Concierto de Grieg tiene ya cinco años. En realidad vuelve a reeditarse en un disco en el que lo que sí es nuevo es la Balada. En cualquier caso, es cierto que hace cinco años volví a grabar esta obra por segunda vez. El Concierto para piano de Grieg ha sido para mí como una carta de presentación; lo toqué con muchas orquestas por todo el mundo desde que tenía trece años, la primera vez, hasta que cumplí los veintitrés. Después, durante ocho años lo dejé descansar: no quise interpretarlo, ni escucharlo, ni pensar en él. Nada. Lo dejé completamente de lado para volver a él en el año 2000 y grabarlo otra vez. Y sí, tiene usted razón, era como una obra nueva, mi forma de verlo había cambiado, puesto que, como pianista había evolucionado y me sentía con más espontaneidad, más libre al afrontar la obra. Usted ha dicho que tocar Grieg es como volver a casa. ¿Es una cuestión de nacionalidades, de la forma en que la que su música le habla? Creo que se trata sobre todo de cómo me habla su música. Creo que ese sentimiento de sentirse en casa con un cierto tipo de música es un sentimiento universal que va más allá del hecho de que, en este caso, ambos seamos noruegos. En su música hay una intimidad que me atrapa, hay un sentimiento de comunión entre dos personas que aparece también en compositores como Schumann. Es, por ejemplo, muy diferente E N T R E V I S TA LEIF OVE ANDSNES del gran mensaje para la humanidad que encontramos en Beethoven o en Bach. Es una música muy íntima que me llega muy especialmente. Mucha música de ese tiempo no posee esta cualidad. Cuando se escucha una pieza de Grieg se le reconoce inmediatamente, su armonía se identifica con mucha facilidad. Es un gran cualidad y creo que es un gran compositor. ¿Y por qué ha tardado tanto en, como usted dice, entenderse con la Balada? Cuando era más joven estudié la obra, pero la encontraba difícil de construir. Es una pieza oscura debido a las circunstancias de la vida de Grieg en las que fue escrita: había perdido a sus padres, su matrimonio pasaba por momentos difíciles a causa de una depresión. Todo eso se refleja en la obra. En ella puede verse mucha oscuridad, mucha resignación en la música y en la vida. Y creo que esto era algo con lo que yo no me sentía muy cómodo en aquél momento. Además la obra planteaba una serie de grandes retos pianísticos que yo no me sentía preparado para afrontar. La Balada me parecía muy difícil de abordar. Así que me tomé mi tiempo y hace un par de años pensé que tal vez había llegado el momento. Me he sentido muy feliz de poder hacerlo porque siento que la obra respira. Es un tanto épica, lo que no es muy habitual en Grieg. Me siento también muy feliz de poder tocarla fuera de Noruega. En mi país es una obra bastante conocida, pero no sucede lo mismo en otros lugares en los que no es tan popular. Estoy encantado de poder darla a conocer. ¿Cómo se siente cuando un disco como este alcanza el sexto puesto en las listas de ventas de música pop de su país? Me siento muy contento. En Noruega algunos de mis discos reciben el mismo tratamiento que los de música pop, con el mismo tipo de promoción. Puede que, además, en este año muchos noruegos quisieran tener un disco de Grieg en casa, lo que también me ha permitido conectar con una audiencia más amplia. Pero lo bien cierto es que hace un par de años uno de mis discos de Mozart tuvo un tipo de promoción muy fuerte en mi país y sucedió también algo parecido, se vendieron unas cuarenta mil copias, sólo en Noruega, y apareció en las listas de música pop. Sí, estoy contento de tener una audiencia así en mi país. ¿Cree que Noruega es a priori un país más interesado en la música clásica que otros? No lo creo, pero es verdad que es un país pequeño en el que me he hecho famoso y puede que sea más fácil que un artista clásico llegue a más público en un país pequeño que en uno más grande como España o Alemania, por ejemplo, en donde resulta más difícil porque también pasan más cosas. Creo que estoy en una situación privilegiada al tener un tipo de audiencia diferente en Noruega, no sólo la habitual de un concierto de música clásica. Esto es algo en lo que además me siento muy implicado porque es algo que quería desarrollar, poder llegar a más gente, a los jóvenes. Usted ha hablado de una obra que respira, ha hablado también de construir. No hay duda de que usted es un pianista que respira, que canta con las obras. ¿Es este un proceso consciente o surge de forma espontánea? Sí, soy consciente de que canto. Es un reto al tocar el piano, puesto que es un instrumento bastante vertical por lo que respecta al sonido, y en el que además, básicamente, las notas mueren una vez se han tocado; en otros instrumentos de cuerda o de viento, vibran y permanecen vivas más tiempo, bien gracias al arco, bien a la respiración. Así que hacer música de forma horizontal en un piano es uno de los grandes retos para los pianistas. En mi caso, intento comprender y centrarme en cómo respira la música, en cómo darle vida para que cante, para que sea horizontal. Bueno, no sólo horizontal. Su forma de tocar es muy clara, muy diáfana. Usted canta, pero también cuida los planos sonoros, que se escuchan a la perfección. Sí, eso es bueno. Los planos sonoros contribuyen también al sentido horizontal de la música, a darle vida. Por ejemplo, muchas veces en Grieg la interpretación puede quedarse sólo en una dimensión. Y su música resulta banal si no pueden escucharse todos sus matices, las armonías, las otras voces. Así que sí, intento centrarme en ello. Truls Mørk, otro noruego, me dijo una vez que tocar conllevaba sufrimiento. Para usted el proceso creativo, exponerse ante el público, salir al escenario, ¿es sufrimiento o placer? Pueden ser ambas cosas. Cuando me enfrento a un gran concierto, un concierto importante, hay sufrimiento, sensaciones de inseguridad, y también momentos de oscuridad durante la preparación. Lo que no está mal, porque un concierto debe ser algo especial, debe ser algo más que un acto trivial. Así que a veces uno tiene que hundirse para poder salir a flote de nuevo y poder dar algo extraordinario. Las más de las veces un concierto transcurre de forma alegre, como una colaboración maravillosa con el director, con la orquesta o con otros músicos; hay un placer en salir juntos al escenario, en tocar juntos. En el proceso de llegar hasta el concierto hay muchas emociones diferentes en juego. Su instrumento lleva también aparejada cierta soledad, ya sea en recital o con la orquesta. ¿Intenta buscar algún equilibrio al repartir sus conciertos a lo largo del año, repartir esa soledad con la música de cámara? Divido mi año en diferentes periodos. Por ejemplo, en estos meses estoy tocando casi exclusivamente con orquesta. Me dedico al Segundo Concierto de Brahms que he estudiado y tocado este verano por primera vez y que para mí ha sido un gran reto y mi gran proyecto para este año. Así que hasta en estos momentos estoy centrado en ello. A partir del nuevo año tengo proyectos muy diferentes: música de cámara con Heinrich Schiff, con Christian Tetzlaff; en primavera tengo treinta recitales en un periodo de unos dos meses. Siempre intento hacer música de cámara en algún momento del año porque para mí es una parte natural de mi actividad como músico desde mis tiempos de estudiante. Creo también que aprendo muchísimo de tocar con otros intérpretes y es un grandísimo placer. Aun si pudiera llenar mi año con conciertos solo, dejaría siempre un espacio para la música de cámara. ¿Qué les pide, qué espera encontrar en los músicos con los que toca? Cosas diferentes. Para mí es importante que pueda aprender algo. No necesito que sean iguales a mí. Creo que no puedo aprender mucho si eso sucede. Sí que es necesario, sin embargo, que exista una conexión musical, que el sentimiento y la comprensión de la música sea mutuos. En el caso de los directores sí que les pido una personalidad que de verdad te apoye. No me gusta esa sensación de que me están simplemente siguiendo. Para mí es importante que el director sea fuerte de verdad. Ésa era mi siguiente pregunta, porque usted ha trabajado con directores tan diferentes como Boulez o Dudamel. Es cierto. Lo único que de verdad me importa en un director es que sea fuerte, que tenga su propio punto de vista, que no tiene por qué ser igual que el mío. Pero de ese modo pueden también conseguirse resultados diferentes con una personalidad fuerte y a un mismo tiempo flexible. Hablemos de la música española para piano. En su disco Horizontes he podido escuchar su interpretación de algunas obras de Albéniz o de Mompou; un Mompou, por cierto, lleno de colores. Es usted uno de los pocos pianistas no españoles que se atreven a abordar este repertorio. ¿Por qué Mompou, por qué Albéniz? La obra de Albéniz es bastante conocida. Mompou para mí es un compositor especial. Tiene, de algún modo, las mismas cualidades que hemos citado antes al hablar de Grieg. Hay algo en sus colores que me resulta intrigante, muy atrayente. En los colores y en las armonías. Es profundo, en mi opinión. No es sólo una música bonita y agrada- 61 E N T R E V I S TA LEIF OVE ANDSNES ble, llega más allá, al menos en algunas obras. En cuanto al resto de la música española, sí me gustaría conocerla más, pero por el momento no he tocado mucho más que Albéniz o Granados. En la grabación de la que hablamos, Horizontes, usted dice que ha llegado a la música de las propinas últimamente, que sólo con la edad se aprecia el encanto. Sí, puede ser. Mi profesor era checoslovaco y estaba muy influenciado por los grandes pianistas rusos. Así que, para mí, Richter era el más grande, lo admiraba profundamente cuando tenía diecinueve, veinte años. Era mi ídolo, mi modelo. Esa seriedad, la oscuridad del sonido, la elección de su repertorio. Pero, de hecho, nunca trabajó el repertorio de las propinas, ese repertorio de obras encantadoras. Era un músico serio dedicado al repertorio serio. Creo que la siguiente generación de pianistas, como Pollini, Brendel, Ashkenazi, tampoco se fijó en esta música, seguro que bajo la influencia de esa forma de pensar. Entonces descubrí gracias a pianistas más antiguos, a través de la forma de tocar de Rachmaninov, o de Michelangeli, que tocaba Mompou, por ejemplo; descubrí estas obras y cada vez me fueron gustando más. Entré de verdad en este mundo y pude apreciarlo. Estas piezas cortas pueden ser tan profundas como otras más desarrolladas y entrañan además una gran dificultad. Una sonata de Beethoven o de Brahms admite varias interpretaciones diferentes y resiste visiones distintas. Con este tipo de música pasa un poco lo mismo que con Mendelssohn: se desmorona si no está bien interpretada. Al citar a su maestro ha hablado usted del legado que un profesor transmite, de la influencia que ejerce sobre sus alumnos. Creo que ha aceptado usted este año una cátedra para enseñar en Oslo, ¿es cierto? Sí, empiezo este año. ¿Por qué ha esperado hasta ahora? ¿Qué querría legar a sus alumnos? 62 Antes sentía que no disponía de tiempo para dedicarme a la enseñanza. Esto es algo con lo que soy cuidadoso. Pero además no lo necesitaba, puede que porque no tuviera el material genético en mí para convertirme en profesor. Ahora siento más esta necesidad de transmitir algo. He recibido tanto de mis maestros y de personas que me han rodeado, que siento que he aprendido algo que ahora puedo articular y ha llegado el momento para mí de dejar algo a la siguiente generación de pianistas. También de los alumnos se aprende muchísimo. Al enseñar uno debe esforzarse en articular lo que hace con la música y resulta muy interesante. Sólo tengo dos alumnos a los que veo de tiempo en tiempo, pero me gusta trabajar con ellos. Todo fluye en mi vida de una forma muy natural en este momento. ¿Qué le han dejado a usted sus maestros? Siento sobre todo la influencia de Jiri Hlinka, mi profesor checo, y también es muy importante para mí la persona con la que he trabajado estos últimos diez, doce años, el belga Jacques de Tiège. Es un auténtico fenómeno y me ha dado consejos muy valiosos. Creo que ha influido en mi forma de tocar y de concebir el piano. Así que a pesar de ser un pianista consagrado usted sigue trabajando con otros maestros. Claro. Creo que es muy importante. Piense por ejemplo en un deportista, en un jugador de tenis. Siempre tienen un entrenador. Pienso que en la música estamos aprendiendo toda la vida y es fundamental tener a alguien. No es un profesor al que uno ve todas las semanas, pero sí es alguien cuya influencia es importante para mí, y, por supuesto, es alguien que tiene algo que decir. Evidentemente, no hay muchas personas así. Sucede un poco lo mismo cuando trabajo con un director. Me gusta que sea alguien de quien puedo aprender. Una última pregunta, tal vez un poco frívola. En una biografía suya de las que se encuentran en internet hay un pequeño párrafo al final en el que se indica que Issey Miyake le cede la ropa que lleva en los conciertos. ¿Hasta qué punto es importante la imagen como parte del espectáculo? Es una pregunta interesante para la que no hay una única respuesta. Creo que es importante. Sin embargo, por otro lado, lo fundamental, por supuesto, es la música y que la atención se centre en ella. Pero sí creo que nuestro aspecto no debe sernos ajeno. A veces los conciertos parecen exámenes y la sensación que el artista tiene al salir al escenario es que no hay nada de extraordinario en ello. Un concierto debería ser un acontecimiento y en ese sentido creo que no es malo que prestemos atención al modo en que aparecemos. No me sorprende que alguien pueda encontrar extraño este acuerdo con Miyake, pero sí quiero dejar claro que es evidente que en el escenario me preocupa más la música que como voy vestido. Estoy contento, en cualquier caso, de este acuerdo porque debo decirle que es una ropa muy cómoda. Debe serlo. No es usted el único pianista que usa ropa de este diseñador. ¿Cuándo lo veremos de nuevo en España? Creo que en febrero, en una gira con la Orquesta de Cámara de Noruega por Oviedo, Pamplona, Bilbao… Después vuelvo también en junio con Christian Tetzlaff. Ana Mateo D I S C O S EXCEPCIONALES LOS DISCOS XCEPCIONALES DEL MES DE DICIEMBRE La distinción de DISCOS EXCEPCIONALES se concede a las novedades discográficas que a juicio del crítico y de la dirección de la revista presenten un gran interés artístico o sean de absoluta referencia. ALBÉNIZ: Suite Iberia. Navarra. MAHLER: Lieder. THOMAS HAMPSON, LUIS FERNANDO PÉREZ, piano. LUCIA POPP, WALTON GROENROOS. ORQUESTAS FILARMÓNICAS DE VIENA E ISRAEL. Director: LEONARD BERNSTEIN. 2 CD VERSO 2045 Su dinámica interpretación tiene el perfume de la lírica más lograda, el arte renovado con ilusión y una exquisita sensibilidad. Sobresaliente. E.B. Pg. 78 Sensacional publicación, hasta el punto de que hoy por hoy no encontrarán nada mejor en este campo. E.P.A. Pg. 68 BACH: Invenciones. Partita nº 2 para violín solo. JANINE JANSEN, violín; MAXIM RISANOV, viola; TORLEIF THEDÉEN, violonchelo. MONTEVERDI: L’Orfeo. DECCA 475 9081 2 CD NAÏVE OP 30439 Jansen trata la Partita haciendo alarde de una pureza y una uniformidad en el color verdaderamente extraordinarias. A.B.M. Pg. 80 Una versión por completo aparte de todas las conocidas, que abre nuevas vías para la interpretación de esta obra seminal e inagotable. E.M.M. Pg. 93 BRAHMS: Sextetos de cuerda SCHUMANN: El Paraíso y la opp. 18 y 36. NASH ENSEMBLE. Peri. PRICE, MILJAKOVIC, HOWELLS, BRENDEL. CORO Y ORQUESTA SINFÓNICA DE LA RAI DE ROMA. Director: CARLO MARIA GIULINI. ONYX 4019 Un trabajo portentoso del Nash Ensemble. Sus lecturas son suntuosas en el plano sonoro, tienen cuerpo, vigor y una expresión arrebatadora. J.C.M. Pg. 84 BRAHMS: Sinfonías. Conciertos. Oberturas. Variaciones Haydn. ZIMERMAN, KREMER, MAISKI. ORQUESTA FILARMÓNICA DE VIENA. Director: LEONARD BERNSTEIN. 5 DVD DEUTSCHE GRAMMOPHON 00440 073 4355 FURIO ZANASI, ANNA SIMBOLI, SARA MINGARDO, SERGIO FORESTI. CONCERTO ITALIANO. Director: RINALDO ALESSANDRINI. 2 CD ARTS Archives 43076-2 Una verdadera y grata sorpresa, pudiéndola considerar como interpretación de referencia de todas las existentes. E.P.A. Pg. 97 MÚSICA MODERNA. Obras de Piccinini, Castaldi y Kapsberger. RAFAEL BONAVITA, tiorba. ENCHIRIADIS EN 2019 Un monumento sonoro y visual único. E.P.A. Pg. 68 Nuevo acierto de Bonavita que, una vez más, y tanto por repertorio como por interpretación podría —y hasta debería— interesar a todo el mundo. J.P. Pg. 103 HAYDN: Las siete últimas RAFAEL KUBELIK. Director. palabras de Cristo en la Cruz. FRANCISCO ROJAS. LE CONCERT DES NATIONS. Director: JORDI SAVALL. Un retrato. Obras de Mozart, Beethoven y Bruckner. Escenas de su vida musical y Ensayos de la Cuarta de Bruckner. ORQUESTAS ALIA VOX AV 99834 El maestro catalán potencia los contrastes dinámicos y plantea un discurso muy articulado, pero que no resulta seco ni agresivo. P.J.V. Pg. 89 LULLY: Thésée. CROOK, PUDWELL, HARGIS, VAN DER KAMP. BOSTON EARLY MUSIC FESTIVAL. Directores: PAUL O’DETTE Y STEPHEN STUBBS. 3 CD CPO 777 240-2 O’Dette y Stubbs manejan con acierto al nutrido equipo instrumental y al extenso elenco. Imprescindible para los amantes del Barroco francés. P.J.V. Pg. 91 64 DEUTSCHE GRAMMOPHON 00440 073 4167 CONCERTGEBOUW DE ÁMSTERDAM, FILARMÓNICAS DE BERLÍN Y VIENA. 2 DVD DEUTSCHE GRAMMOPHON 00440 073 4325 Espléndido documento de este gran músico de fuertes convicciones e incontestable integridad artística. E.P.A. Pg. 109 DISCOS CAROLYN SAMPSON Año XXIII – nº 225– Diciembre 2007 Óperas, oratorios y otras novedades VOCES PARA HAENDEL A SIMONE KERMES lgunas de las más atractivas partituras vocales haendelianas dominan el listado de novedades discográficas consagradas al barroco. Es el caso del oratorio Semele que Chandos (Harmonia Mundi) nos brinda en versión de Rosemary Joshua, JOYCE DI DONATO Jonny Grieg Hilary Summers y Richard Croft con Christian Curnyn al frente de la Early Opera Company. El espectacular Solomon, editado esta vez por Harmonia Mundi, corre a cargo de Daniel Reuss, el RIAS Kammerchor, la Akademie für Alte Musik de Berlín y un plantel de solistas formado por Carolyn Sampson, Susan Gritton, Sarah Connolly, Mark Padmore y David Wilson-Johnson. En LSO Live (Harmonia Mundi), pero con instrumentos modernos, Colin Davis aporta a la rica discografía del Mesías una nueva versión grabada, en vivo y en el Barbican, durante las pasadas Navidades: Susan Gritton, Sara Mingardo, Mark Padmore y Alastair Miles son sus voces. En el terreno operístico del maestro de Halle dos son las próximas novedades: de una parte Amadigi, con Eduardo López Banzo, el grupo Al Ayre Español y la presencia de Maria Riccarda Wesseling, Elena de la Merced y Sharon Rostorf (publica Ambroisie). De otra Tolomeo que, en interpretación de Alan ACTUALIDAD: Curtis e Il Complesso Barocco, cuenta con Ann Hallenberg, Karina Gauvin, Anna Bonitatibus, Romina Basso y Pietro SpagVoces para Haendel .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65 noli como protagonistas. Lo editará en febrero Archiv que también publicará internacionalmente poco antes un recital de arias REFERENCIAS: de óperas vivaldianas (La fede tradita e vendicata, Tito Manlio, Bruckner: Sinfonía nº 2. E.P.A. . . . . . . . . . . . . 66 Tigrane, La verità in cimento y Giustino entre otras) a cargo de la soprano alemana Simone Kermes y Andrea Marcon con la Orquesta Barroca de Venecia. ESTUDIOS: Gustav Leonhardt con Café Zimermann en Alpha (Cantatas Bernstein en DVD. E.P.A.. . . . . . . . . . . . . . . . 68 BWV 30a y 207) y para Ricercar Jean Tubery con el Coro de Ashkenazy: Personal Collection. R.O.B.. . . . . 69 Cámara de Namur y Les Agrémens (Cantatas de Navidad BWV Philip Glass. D.R.C. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70 133, 64 y 121) ocupan la cuota bachiana de estas fechas. El tenor Cyril Auvity y el conjunto L’Yriade centran su registro de Ámsterdam, años cincuenta. S.M.B. . . . . . . . . 71 Zig Zag (Harmonia Mundi) en diversas Cantatas de Rameau y Clérambault y el Coro de Cámara de Namur, Les Agrémens y BREVES: Tubéry hacen lo propio con diversas cantatas y motetes de La guitarra. J.P.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72 Pachelbel en Ricercar (Diverdi). El sello belga nos ofrece también el Stabat Mater y otras páginas vocales de Domenico Scarlatti en interpretación de Vox Luminis. En Etcetera (Diverdi) REEDICIONES: Michel Laplenie, Sagittarius y el Ensemble vocal Arpège defienBrilliant: Edición Beethoven. A.V.U. . . . . . . . 74 den la Messe des Morts del francés Charles Levens (1689-1764) al Harmonia Mundi: 50 obras maestras. J.L.F. . . 75 tiempo que en CPO Hermann Marx, Rheinische Kantorei y Das Orfeo. E.P.A. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76 Kleine Konzert añaden al imparable catálogo del sello alemán una nueva antología de Cantatas religiosas de Telemann. Vivaldi por I Solisti Veneti. M.A.M.R.. . . . . . . 77 Y en el apartado recitales, dos lanzamientos: el último disco del contratenor Philippe Jaroussky, que bajo el título La historia DISCOS de la A a la Z . . . . . . . . . . . . . . . 78 de un castrato rinde tributo a la figura del emasculado Carestini con ayuda de Le Concert d’Astrée, Emmanuelle Haïm y las músiDVD de la A a la Z . . . . . . . . . . . . . . . . . 104 cas de Haendel, Gluck, Hasse, Leo, Capelli, Graun y Porpora, y Joyce Di Donato que debuta en EMI con un monográfico Haendel que, ya para terminar, protagoniza con su Dixit Dominus NEGRO MARFIL. P.E.M.. . . . . . . . . . . . . . . 111 (acompañado por el Magnificat bachiano) el nuevo registro multiestelar (Dessay, Deshayes, Jaroussky, Spence, Naouri) de la ÍNDICE DE DISCOS CRITICADOS . . . . . 112 ya citada Emmanuelle Haïm para Virgin. SUMARIO 65 D D I SI CS O C O S S REFERENCIAS Anton Bruckner SINFONÍA Nº 2 EN DO MENOR N 66 o es una obra habitual de nuestras salas de conciertos. Que recuerde, la última vez que la oímos fue en el Auditorio Nacional a la Sinfónica de Tenerife dirigida por Víctor Pablo Pérez, una buena versión completada en aquel programa del Ciclo Bruckner de 1994 con el Te Deum con el Orfeón Donostiarra. Ahora es el sólido Kapellmeister Theodor Guschlbauer quien la trae de nuevo a España recreándola con la Orquesta de Valencia en enero de 2008, de ahí que nos acerquemos a ella en esta sección con las versiones discográficas que a juicio del firmante más destacan actualmente, aunque tengamos que ceñirnos a sólo seis de las más representativas, e independientemente también de que citemos otros registros que también podían haber figurado sin ningún problema entre las más destacadas. Obra poco programada debido posiblemente al olvido o al poco interés de algunos de los grandes directores brucknerianos (Furtwängler, Knappertsbusch, Celibidache, Wand —aunque éste la grabase una vez en su único ciclo completo— y muchos otros), no es, como se ha dicho exageradamente en ocasiones, “una de las sinfonías más valiosas del compositor de Ansfelden”, aunque algunos de los analistas brucknerianos más célebres, Constantin Floros por ejemplo, hayan encontrado en ella atractivos más que suficientes como para tenerla en alta consideración, tal como las tonalidades otoñales de ciertos timbres, evocaciones ecológicas, rítmica fantasiosa, ecos nostálgicos de carácter rústico o campesino y elementos clásicos más presentes que en la sinfonía anterior. La obra se la dedicó a Franz Liszt, aunque éste se dejó olvidado el manuscrito en la habitación de un hotel y el autor, enfadado, rompió la dedicatoria. Se estrenó el 13 de octubre de 1872 con el propio autor empuñando la batuta al frente de la Filarmónica de Viena en la Gran Sala de la Musikverein y obteniendo una acogida muy favorable del público y hasta de su habitual enemigo Eduard Hanslick, quien ignorando todavía la devoción wagneriana del autor, habló de “un compositor modesto, enérgico y aplicado cuyo éxito con esta obra ha sido muy merecido”. Posteriormente, y dejándose aconsejar por amigos bienintencionados (Herbeck en este caso), acortó la partitura, estrenándola en esta nueva versión en 1876. Estas dos versiones (versión 1872 edición Haas la primera y versión 1877 edición Nowak la segunda) son las que el aficionado puede encontrar en las diversas aproximaciones discográficas, aunque hay que apuntar que la primera de ellas tiene hoy más aceptación por respetar las intenciones originales del autor. La Sinfonía, en la tonalidad de do menor, tiene, como todas las de Bruckner, cuatro movimientos que responden a las indicaciones de Moderato, Andante, Scherzo y Finale. En el primero y en el último de ellos aparece ya el tritematismo en vez de la oposición de dos temas como se había venido haciendo hasta entonces (el tercer tema del primer movimiento cita un fragmento temático extraído de la Fuga en sol menor, BWV 578 de Bach que Bruckner tocaba al órgano por aquel entonces). El Andante, de meditativa línea melódica, encierra una cita del Benedictus de la Misa en fa menor en el segundo tema. Las melodías del Scherzo recuerdan las danzas campesinas de la Alta Austria que Bruckner solía tocar al violín durante su época de joven instructor auxiliar. El Finale, en forma de Rondó-Sonata, posee gran riqueza temática y variedad instrumental, aunque la musicología le reprocha “cierta falta de equilibrio y adecuada distribución” (Paul-Gilbert Langevin, Bruckner. Lausanne, 1977), aunque este mismo crítico, cayendo en cierta contradicción, habla más tarde de “equilibrio de proporciones y cálida comunicatividad de sus temas”. De cualquier forma, una obra notable que si bien no posee la redondez y perfección de las de cualquiera de sus hermanas posteriores, puede ser una buena, bella y muy disfrutable introducción al mundo sinfónico de su autor. La discografía actual de la Segunda Sinfonía en do menor de Bruckner no posee el infinito número de referencias que pueden ver en cualquiera de las sinfonías de su autor a partir de la Tercera, si bien está muy bien representada con versiones de todos los estilos y para los gustos más diversos. Antes de comentar las seis que hemos elegido (siete, si tenemos en cuenta que Eugen Jochum está representado por partida doble), no nos olvidemos de otras que también podrían figurar entre las elegidas y hacer un buen papel en cualquier discoteca dedicada al músico austríaco. Por ejemplo, Tintner (Naxos, el olvido antes de que Testament la reeditase reprocesada digitalmente en 2001. Hasta ese año de 1974 el nombre de Giulini no había sido asociado con la música de Bruckner, y por lo que se refiere a la Segunda, durante muchos años el único registro disponible de esta obra era el microsurco citado más arriba de Georg-Ludwig Jochum al frente de la Orquesta Bruckner de Linz, 1944. Aunque el maestro italiano consolidó su reputación de bruckneriano más tarde con los registros de la Novena con la Sinfónica de Chicago (EMI) y de las tres últimas con la Filarmónica de Viena (DG), esta versión de la Segunda es absolutamente espléndida, “el fruto manifiesto de un profundo amor y una 1996), Horenstein (World Music Express, 1969), Karajan (DG, 1980-1981), Rozhdestvenski dirigiendo las dos versiones de la sinfonía (Japan BMG Melodiya, 1984), Solti (Decca, 1991), Andreae (Bearac Reissues, 1953), Barenboim por partida doble (DG, 1981. Teldec, 1997), Masur (RCA, 1978) o, finalmente, la histórica del hermano de Eugen, esto es, Georg-Ludwig Jochum (Tahra, 1944). No obstante, el autor de este trabajo cree que cualquiera de las seis que siguen a continuación les abrirán los ojos (y los oídos) más y mejor que los competentes maestros que acabamos de citar. Vayamos con ellas. Carlo Maria Giulini (Testament, 1974). Primera Edición Crítica, segunda reimpresión. Ed. Leopold Nowak, 1965. Fue la primera reedición en CD de la grabación original en LP para EMI hecha en la Musikverein entre el 8 y 10 de diciembre de 1974. Una versión que, al menos a juicio del firmante, podemos considerar como la más bella de todas las existentes a pesar de que había caído prácticamente en gran inteligencia por esta música” como saludó Deryck Cooke la aparición de esta versión en LP. Si a eso le añaden su nobleza, su elocuencia sin sentimentalismo, su energía rítmica y esa espiritualidad indefinible que caracteriza esta música (no se olviden de que Giulini era profundamente creyente, un católico absolutamente convencido), el resultado no sólo es la mejor de las versiones posibles de esta composición, sino también uno de los registros más bellos de toda la discografía de Giulini. Si adquieren este registro, no se olviden de leer el magnífico artículo del libreto en los tres idiomas habituales firmado por Richard Osborne. Günter Wand (RCA, 1981). Primera Edición Crítica 1877. Ed. Robert Haas, 1938. Como hemos dicho más arriba, la única vez que este gran director y eminente bruckneriano grabó la Segunda Sinfonía en do menor (una pena, ya que de la Tercera a la Novena tiene tres y hasta cuatro versiones distintas de cada una), y como siempre en todas sus grabaciones, con resultados D D I SI CS O C O S S REFERENCIAS esplendorosos, siempre clara, armoniosa, orgánica y coherente, siempre con perfectas progresiones dinámicas, claridad de texturas orquestales, notable equilibrio interno y unos tempi bastante más ligeros a los que se está acostumbrado al escuchar esta obra, un poco en el estilo de Schuricht aunque sin la inigualable efusividad de aquél. Por tanto, un Bruckner traducido con absoluta pureza e inequívoca personalidad cuyas excelencias van más allá que cualquier cuestión crítica. Recordemos también que, al contrario que Giulini, Wand siempre cuestionó la imagen ingenua y pía del católico Bruckner, diciendo que todo músico tiene un trasfondo filosófico, pero que Bruckner era un gran músico y toda gran música va más allá de cualquier filosofía, de cualquier ciencia o de cualquier religión. Esta versión de la Segunda era considerada por el propio Haitink) y la reverberación de la célebre sala holandesa para llenar de contenido y expresividad los silencios de la “Sinfonía de las pausas”, como es llamada con frecuencia esta composición. Gran parte de la crítica afirmó estar “ante el más bello documento discográfico conocido de la obra, en el que se han dado la mano la música y la técnica, la tradición y la renovación” (cfr. Ángel Mayo en La música sinfónica en disco, SCHERZO, 1994), aunque en nuestra opinión la efectivamente bella versión de Chailly no alcance la profundidad espiritual y expresiva de la lectura de Giulini. A pesar de todo, una recreación modélica que muy bien podemos considerar como la versión moderna de referencia: dirección cuidada e idiomática, orquesta sensacional y grabación técnica a la altura de orquesta y director, esto es, impecable. Actualmente descatalogada, se pue- Günter Wand como la mejor versión de su primer ciclo, como afirmó en una entrevista periodística en High Fidelity. Aunque actualmente está descatalogada, es posible que la saquen de nuevo en colecciones de precio económico. La espera merece la pena. Riccardo Chailly (Decca, 1993). Primera Edición Crítica 1877. Ed. Robert Haas, 1938. Los brucknerianos echaron las campanas al vuelo cuando salió esta versión que por fin nos daba la obra íntegra en su totalidad (edición Haas), aunque creemos que ya Barenboim en Chicago había grabado la edición Haas en los ochenta, y también Haitink en su primer ciclo con la Concertgebouw (aunque suprimiendo las repeticiones en el Scherzo), lo mismo que Günter Wand, aunque con modificaciones en el Finale. Como quiera que sea, éste fue el primer registro que nos desveló la indudable maestría de Chailly como director, un inteligente músico que supo aprovechar la tradición bruckneriana de la excelsa orquesta del Concertgebouw (van Beinum, Jochum, de encontrar en el álbum completo de las Sinfonías de Bruckner por Chailly (de la Cero a la Novena) que Decca publicó recientemente, aunque no todas las interpretaciones tienen el nivel de ésta. Eugen Jochum (DG, 1966. EMI, 1980). Las dos versiones son de la Primera Edición Crítica, Segunda reimpresión, 1877. Ed. Leopold Nowak, 1965. El gran patriarca bruckneriano Eugen Jochum grabó dos ciclos completos e innumerables versiones sueltas del sinfonista con el que frecuentemente se le identificaba, sobre todo de la Cuarta a la Novena, si bien de la obra que ahora estamos comentando sólo tiene las dos que se reseñan, ambas pertenecientes a dichos ciclos, una con la Sinfónica de la Radiodifusión Bávara y otra con la Staatskapelle de Dresde hecha catorce años después. Estamos ante el representante tipo de la gran tradición bruckneriana, director en el más solvente sentido de la palabra, artesano de lujo antes que artista inspirado y un tanto imprevisible, siempre profundo conocedor de este mundo a través de los discípulos directos e indirectos del Catedrático de Armonía y Contrapunto de la Universidad de Viena, católico y romántico, que utilizó siempre, como ya hemos señalado al principio, la Edición Nowak. De ahí que sus dos convincentes y bellas versiones de la Segunda estén cortadas y haya algunas peculiaridades en la orquestación, como la utilización del clarinete en lugar de la trompa al final del Andante, a pesar de lo cual son dos muestras que merecen todo el respeto y la veneración de los brucknerianos que, como el que suscribe, entraron en este mundo de la mano de Jochum con su primer ciclo. No hay ninguna diferencia entre las dos, ni de concepto ni de realización, aunque quizá el ciclo de Dresde sea más homogéneo por utilizar la misma orquesta (en el primer ciclo se empleaban dos orquestas, la Radiodifusión Bávara y la Filarmónica de Berlín). La grabación de DG es más clara y contrastada que la de EMI, aunque en las dos se aprecian sin dificultades las dos magníficas orquestas. Bernard Haitink (Philips, 1969). Primera Edición Crítica, 1877. Ed. Robert Haas, 1938. Una excelente aproximación la del director holandés perteneciente a su primer ciclo hecho con la Orquesta del Concertgebouw, por ahora el primero completo de Haitink, ya que el segundo con la Filarmónica de Viena que prometía excelentes recreaciones (el firmante recuerda una Quinta sobresaliente que la crítica británica saludó como “la Quinta de Bruckner mejor tocada de la historia”) se quedó sin continuidad después de tres o cuatro sinfonías. Esta Segunda, sin la unción espiritual de un Giulini y sin la magnífica grabación de un Chailly con esta misma orquesta, es también una versión impecablemente tocada y concebida, equilibrada, uniforme, precisa y con la claridad habitual de las interpretaciones de este notabilísimo director que, cuando quiere y si los hados le son favorables, puede hacer levantar del asiento a los públicos más circunspectos y obtener de las orquestas que dirige resultados espectaculares. Bruckne- riano de la escuela objetiva, en sus versiones todo se oye, las texturas se mantienen claras y transparentes, todas las indicaciones son atendidas y los tempi suelen ser habitualmente ligeros. Casi es mejor que su versión de la Segunda no se pueda adquirir separada de las restantes sinfonías, ya que su primer y único ciclo es realmente ejemplar y no les supondrá ninguna carga para el bolsillo especialmente gravosa. Además, cuenta con la Sinfonía Cero y el álbum contiene solamente nueve CDs. Una versión, en suma, sólida y terrenal debida a un seguro y competente director al frente de una orquesta excepcional. Eliahu Inbal (Teldec, 1988). Versión revisada de 1877. Ed. Robert Haas, 1938. También está extraída de su interesantísimo ciclo para Teldec con la Sinfónica de la Radio de Francfort, y como en los casos de Jochum y Haitink, no se puede adquirir separada del resto. El ciclo tiene interés por contener las primeras grabaciones mundiales de los textos primitivos de las Sinfonías Tercera, Cuarta y Octava, además del Final de la Novena como una pieza independiente. La versión de la Segunda está protagonizada por un director intenso, hábil y eficaz dotado de medios técnicos y expresivos más que suficientes para enfrentarse con esta obra, que en sus manos, como en todo su ciclo, la trata como meditación, como religión, como estado cósmico. Su lectura no es romántica, no hay grandes ni infinitas longitudes, ni rubato permanente, ni lentitudes insostenibles; tiene gran sentido de la homogeneidad que, por otro lado, destaca el aspecto revolucionario y casi salvaje de este “renovador peligroso” (como llamó Hanslick a Bruckner a partir de la sinfonía siguiente a ésta). En fin, gran versión que se recomienda además de por su evidente calidad, por el precio de orillo con que este ciclo ha salido al mercado. Resumiendo, las preferencias del firmante son las del orden establecido. Si tuviesen que quedarse con una, Giulini ganaría la palma y sería el mejor candidato a tener en cuenta, aunque quizá habría que tener como complemento una versión de la obra totalmente completa (edición Haas) y ésta obviamente sería la de Chailly. Enrique Pérez Adrián 67 D D I SI CS O C O S S ESTUDIOS Leonard Bernstein BERNSTEIN: LA EMOCIÓN BRAHMS: Sinfonías. Conciertos para piano. Concierto para violín. Doble Concierto. Oberturas para un festival académico y Trágica, Variaciones Haydn. KRYSTIAN ZIMERMAN, piano; GIDON KREMER, violín; MISHA MAISKI, violonchelo. ORQUESTA FILARMÓNICA DE VIENA. Director: LEONARD BERNSTEIN. Director de vídeo: HUMPHREY BURTON. Introducciones de Leonard Bernstein. 5 DVD DEUTSCHE GRAMMOPHON 00440 073 4355 (Universal). 19721984. 529’. N PN EL PEQUEÑO TAMBORILERO. Un ensayo sobre Gustav Mahler por Leonard Bernstein. Director de vídeo: PETER BUTLER. DEUTSCHE GRAMMOPHON 00440 073 4350 (Universal). 1985. 85’. N PN EL DON DE LA MÚSICA. Retrato íntimo de Leonard Bernstein. Director de vídeo: HUMPHREY BURTON. Narradora: LAUREN BACALL. DEUTSCHE GRAMMOPHON 00440 073 4336 (Universal). 1983. 85’. R PN Brahms P 68 ara empezar con contundencia, ahí va eso: no hay actualmente ninguna publicación mejor dedicada a la música orquestal de Brahms. Nos referimos a documentos que conjuguen tan acertadamente imagen, sonido y sólidas concepciones musicales, ya que si fuera sólo por sonido ya saben que hay mucha jurisprudencia brahmsiana y seguramente habría unos cuantos nombres que posiblemente harían sombra a MAHLER: Lieder. THOMAS HAMPSON, barítono; LUCIA POPP, soprano, WALTON GROENROOS, barítono. ORQUESTA FILARMÓNICA DE VIENA. ORQUESTA FILARMÓNICA DE ISRAEL. Director: LEONARD BERNSTEIN. Directores de vídeo: PETER BUTLER Y HUMPHREY BURTON. DEUTSCHE GRAMMOPHON 00440 073 4167 (Universal). 1984, 1988, 1990. 127’. N PN este gran director. Pero tal como ahora lo podemos ver y escuchar, insistimos, este álbum se lleva la palma y además con todos los honores (habría que recurrir a Carlos Kleiber en sus versiones de la Sinfonía nº 36 de Mozart y la Segunda de Brahms en un DVD Philips, también con la Filarmónica de Viena, para encontrar algo parecido). Sólo tienen que poner la Primera Sinfonía para que la emoción les atrape de inmediato y les ponga al borde del sofá durante toda la interpretación, tales son la intensidad dramática, brillantez, contrastes, respuesta orquestal y magnetismo ejercidos por esta batuta, a quien la Filarmónica no quita ojo a pesar de las pocas indicaciones: toda una lección de dirección de orquesta que la cámara sigue con inteligencia fijando las expresiones fascinantes de su rostro. En conjunto es un ciclo excelente al que seguramente la ortodoxa parroquia brahmsiana le pondrá pegas en algunos aspectos, como por ejemplo los amplios tempi en la Tercera (que el propio Bernstein justifica, razona y discute en su magnífica introducción a la obra), lo mismo que los del Finale de la Segunda, o el inexistente ritardando en el Più Allegro final de la Cuarta que Lenny hace siguiendo un error de la tradición, además de algún que otro matiz que quizá llame la atención de los conocedores. Pero, en conjunto, y con mención muy especial a las espléndidas y muy conseguidas Primera y Tercera, es un ciclo muy a tener en cuenta con una orquesta maravillosa que sigue la tradición interpretativa del sonido vienés en estas obras. Los dos Conciertos de piano están memorablemente recreados por Zimerman, poderoso, brillante, lírico (cfr. preciosos movimientos lentos) con exquisitos matices y un juego de luces y sombras realmente pasmoso que logra sobre todo en el Primer Concierto, una traducción excepcional. El Segundo está peor captado, aunque deje entrever sin problemas el toque soberano del pianista y el magnífico acompañamiento de orquesta y director. El Doble Concierto está protagonizado por Kremer y Maiski, ambos violentos e incisivos, y el cuidado acompañamiento de Bernstein logra una lectura de muchos quilates, quizá superior a la buena pero no tan redonda traducción del también magníficamente tocado Concierto de violín. Imponentes y atractivas traducciones de las dos Oberturas y de las Variaciones Haydn, al nivel de las mejores del catálogo y complemento idóneo a las Sinfonías y Conciertos. Sensacionales maderas vienesas en la bella Segunda Serenata que completa este álbum. No nos olvidemos de las extraordinarias, aunque quizá demasiado breves, introducciones de Bernstein a las Sinfonías y a los Conciertos para cuerdas donde se tratan temas (por ejemplo, la homosexualidad de Brahms) hasta ahora considerados como tabúes o hechos políticamente incorrectos y por eso mismo desechados como infundios sin ninguna base. En definitiva, un monumento sonoro y visual único dedicado a la música orquestal de Brahms con un nivel interpretativo extraordinario en todos los casos a pesar de matices opinables. Gran música, grandes interpretaciones, fenomenales filmaciones y excelentes tomas de sonido. No se lo pierdan. Mahler, Lieder Este documento completa el legado mahleriano en DVD de Bernstein en DG (recuerden las Sinfonías y La canción de la tierra comentadas hace algunos meses en estas páginas) y contiene los ciclos de Lieder más famosos del compositor: Canciones de un camarada errante (Hampson), Canciones del cuerno maravilloso del muchacho (Popp, Groenroos), Cinco canciones sobre poemas de Rückert (Hampson) y finalmente Las canciones para los niños muertos (Hampson). Salvo la Filarmónica de Israel para los Knaben Wunderhorn, el resto está interpretado por la Filarmónica de Viena. Sensacionales las intervenciones vocales, especialmente Thomas Hampson en cuatro de los cinco ciclos, de línea vocal, dicción, íntima expresividad, timbre cálido y matices siempre sorprendentes que lo elevan a la condición de una de las voces mahlerianas más competentes de la actualidad. Su perfección técnica e intelectual se amolda perfectamente con la intuitiva e idiomática sensibilidad de Bernstein para esta música, logrando ambos unas recreaciones de belleza y refinamiento supremos (“bajo su dirección he cantado como nunca creí que iba a poder hacerlo”, contaba Hampson en una entrevista en Opera Monthly en 1991). Los Knaben Wunderhorn cuentan con la Filarmónica de Israel, como queda dicho, una agrupación brillante y competente bajo la batuta de Bernstein, como ya vimos en la magnífica versión de La canción de la tierra, pero sin las cualidades tímbricas y el refinamiento de la Filarmónica de Viena, si bien esa especie de tosquedad y ese sonido más seco y directo le va perfectamente a la naturaleza del ciclo que interpretan, o sea que posiblemente Bernstein eligiese a propósito a este conjunto. Los tempi son más rápidos que en los cuatro ciclos anteriores y el concepto parece provenir de un director más joven, aunque la verdad de esta música queda reflejada impecablemente, como las mejores traducciones existentes D D I SI CS O C O S S ESTUDIOS del ciclo (Prohaska, Szell o el propio Bernstein en sus traducciones para CBS-Sony). La malograda y vieja amiga de esta casa, la siempre competente y profesional Lucia Popp, canta como acostumbraba, o sea, maravillosamente, lo mismo que el también prematuramente desaparecido barítono finlandés Walton Groenroos, idiomático, natural y algo rudo, pero perfectamente integrado en la estética de este ciclo. En suma y como en el caso anterior, sensacional publicación dedicada a las canciones de Mahler, hasta el punto de que hoy por hoy no encontrarán nada mejor en este campo. Para completar la bondad de la publicación hagamos hincapié en las excelentes traducciones al español de los textos cantados, una aportación literaria al nivel de la calidad interpretativa de este DVD, con eso está dicho todo. Sonido y filmación inmejorables. El pequeño tamborilero. Este ensayo sobre Gustav Mahler, original de Leonard Bernstein, narrado por él mismo y filmado por la BBC en 1985, es otro de los documentos inestimables dedicados a este compositor por uno de sus apóstoles más fervorosos. Basándose en una canción de los Knaben Wunderhorn, Der Tambourg’sell, y siguiendo con dos temas permanentes en el universo mahleriano (el carácter judío de su música y su permanente obsesión por la muerte), Bernstein desarrolla una charla fascinante en la que se tratan temas muy complejos desde el punto de vista musical y humano con la faci- lidad de una narración infantil, como si se tratase de un sencillo cuento para niños, haciendo gala de nuevo de sus consumadas dotes pedagógicas. Aquí se habla de la culpabilidad de Mahler por el simple hecho de sentirse judío, y además judío renegado (“el judaísmo es la más dura de las religiones, ya que no hay recompensa más que en la tierra; nada de promesas de un más allá celestial, únicamente la convicción de tener el amor de Dios si se cumplen sus mandamientos”), de las raíces religiosas del compositor, de sus fobias, de sus temores y siones en el modo menor, mostrando asimismo cómo el genio de Mahler reposa sobre la edificación de estructuras sinfónicas a partir de material de baja calidad. Un inestimable documento cultural, en suma, donde además aparecen los habituales colaboradores del director en la recreación de estas músicas (Baker, Ludwig, Mathis, Popp, Groenroos y las orquestas de Israel, Londres (Sinfónica) y Viena (Filarmónica). Reseñemos de nuevo la excelente traducción española de los subtítulos. Imprescindible para los mahlerianos y de mucho interés para el resto. por supuesto de la muerte. En todas sus sinfonías hay una marcha fúnebre, y nos recuerda que incluso las canciones de inspiración popular están amenazadas o frecuentadas por la muerte. Él, Bernstein, ve la herencia judía expresada en el lamentoso modo frigio, en ciertos ritmos de danza, en motivos de intervalos e incur- El don de la música. Es una biografía de Bernstein comentada en inglés por Lauren Bacall (hay subtítulos en español) y concebida y dirigida por Horant H. Hohlfeld, donde se habla, como en el caso anterior dedicado a Mahler, de sus temores y debilidades, y además de sus descubrimientos musicales, de sus encuentros con los músicos que más le influyeron (Reiner, “que lo sabía todo y no sonreía nunca”, Mitropoulos, Kusevitzki), de sus contactos con orquestas europeas que no siempre fue un camino de rosas (ahí tienen un ensayo con la Filarmónica de Viena en la que los músicos se resisten a comprender el lenguaje de Mahler), de la complejidad de sus lazos espirituales con Copland, Ives y Shostakovich, o, en fin, del puente que traza entre el jazz y la música clásica sostenido gracias a su exigencia artística y a su genio, por cierto, el único músico del siglo XX que intentó este paralelismo. También pueden ver su labor como compositor y su siempre destacadas e indiscutibles dotes pedagógicas. Quizá no sea un documento tan atractivo como el ensayo anterior dedicado al Pequeño tamborilero o los dos primeros dedicados a Brahms y a los Lieder de Mahler, pero les informará ampliamente sobre las múltiples facetas de esta atractiva personalidad musical, con entrevistas, ensayos y clips musicales en una narración ágil y atractiva destinada para cualquier público. Resumiendo: imprescindibles Brahms y Lieder de Mahler. El ensayo del Pequeño tamborilero también se recomienda por sí sólo para cualquier aficionado o estudioso del compositor, y la biografía de Bernstein, finalmente, indicada especialmente para interesados en saber algo más de la vida de este gran músico. Enrique Pérez Adrián Vladimir Ashkenazi UNA COLECCIÓN PERSONAL VLADIMIR ASHKENAZI. Pianista. A Personal Collection. Obras de Bach, Beethoven, Mozart, Brahms, Schubert, Chopin, Schumann, R. Strauss, Chaikovski, Rachmaninov, Liszt, Ravel, Prokofiev, Shostakovich, Sibelius y Scriabin. Bonus CD: Ashkenazi conversa con Christopher Nupen. 8 CD DECCA 475 8592 (Universal). 1965-2005. 631’. ADD/DDD. R PE Á lbum conmemorativo que sigue la línea de “la elección del artista” ya emprendida por Brendel en otra serie de Philips. El pretexto es en este caso el 70 cum- pleaños del artista, que elige grabaciones tanto en su faceta pianística como en la de director, y que abarcan cuarenta años de historia discográfica, desde el tempranero (al que le pesan los años: se nota la concepción muy pesante y anticuada) Concierto de Bach (con la Sinfónica de Londres y Zinman, grabación de 1965) hasta la última obra grabada elegida para este álbum, que es también obra del Cantor, en este caso el Preludio y fuga BWV 869 (2005), tan austero como claramente dibujado y estupendamente traducido. El álbum ilustra bien los modos del pianista-director, personaje incansable e inquieto, de medios técnicos importantísimos, directo y sencillo aunque no especialmente sutil en la expresión, nada caprichoso y siempre con un sólido criterio artístico, quizá algo rígido pero casi siempre convincente. En lo sonoro, el ruso posee un timbre quizá algo duro en el forte, pero que tiene una dinámica considerable que maneja con buen criterio e inteligente juego de contrastes. En todo caso, ingredientes buenos para un notable Beethoven (aquí representado por las Sonatas nºs 23 y 24, cuarta de las Bagatelas op. 126), adecuadamente vibrante y enérgi- co. En el segundo disco encontramos sendos Conciertos de Mozart (nº 9, Sinfónica de Londres/Kertész) y Brahms (nº 1, Concertgebouw/Haitink), en traducciones que res- 69 D D I SI CS O C O S S ESTUDIOS ponden al perfil citado. Más convincente el de Brahms, aunque lejos, sin embargo, de los logros de Arrau (EMI), Gilels o Zimerman (DG). El siguiente disco está dedicado a Schubert (Sonata D. 850) y Chopin (Barcarola, Balada nº 4, Scherzo nº 4, Nocturnos op. 15, nº 2 y op. 55, nº 2). La Sonata schubertiana pertenece a los mayores logros que en este músico ha tenido el ruso. Versión ligera, bien contrastada, con gracia en el scherzo y en el movimiento final. Del Chopin de Ashkenazi hemos hablado repetidamente desde estas páginas, y el semi-integral del ruso para este mismo sello (del que se ofrecen las obras mencionadas en este álbum conmemorativo) ofrece unos resultados globales excelentes. Un Chopin genuinamente romántico, con buena carga dramática en la Balada. En el siguiente disco encontramos un notable Schumann (Kreisleriana), sin duda no tan caleidoscópico como el de Horowitz, pero en todo caso muy rico en contrastes, ilustrando con acierto el variado carácter de esta compleja música. Pasa luego a la batuta para ofrecer un Strauss (Don Juan, Orquesta de Cleveland) más brillante que refinado, suficientemente convincente, pero lejos de los Celibidache, Reiner, Karajan, Krauss o Kempe, por sólo citar algunos de los straussianos más renombrados. Bastante más inspirado en el repertorio de su país, tanto como director (Romeo y Julieta de Chaikovski, Filarmónica de San Petersburgo) como al piano (Meditación op. 72, nº 5 del mismo autor, o Melodía op. 21, nº 9 de Rachmaninov con Elisabeth Söderström, soprano). El brillante virtuoso que siempre fue Ashkenazi inaugura el quinto disco con un espectacular Liszt (Vals-Mefisto nº 1, Feux follets). Elegante y de atractivo colorido el Gaspard raveliano, una interpretación tan sugerente como brillante. De las mejores interpretaciones del álbum. Excelente también la versión del Tercer Concierto de Rachmaninov (Sinfónica de Londres/Fistoulari), un repertorio en el que siempre se encontró a gusto: romántico, apasionado, brillante, muy bien matizado y ejecutado con gran brillantez. No tiene el fuego acelerado de Argerich (Philips), pero es una excelente interpretación. A un nivel incluso más alto se encuentra la lectura del Segundo Concierto de Prokofiev (Sinfónica de Londres/Previn), perteneciente al ciclo íntegro que el artista grabó para Decca y que continúa siendo una de las referencias indiscutibles para este integral. Una espléndida versión, ácida en el carácter y espectacular en la ejecución. No mucho más que correcta es la lectura de la Quinta Sinfonía de Shostakovich (al frente de la Royal Philharmonic), en la que se echa de menos justamente algo de crudeza. Funciona mejor una bien construida Segunda de Sibelius (su segundo registro de la obra, con la Sinfónica de Boston), convincente aunque sin alcanzar las excelencias de los Davis, Sanderling, Karajan y compañía. La segunda mitad de este disco, dedicada a Scriabin, se encuentra de nue- vo entre los mejores logros del álbum, tanto por las espléndidas lecturas de Ashkenazi para el Concierto como para la Cuarta Sonata como, en el caso del primero, el cuidadísimo acompañamiento de Maazel al frente de la Filarmónica de Londres. El octavo y último disco del álbum está íntegramente dedicado a una larga conversación de Christopher Nupen con el pianista ruso. La conversación es interesante aunque hay que saber inglés y saber entenderlo a través del singular acento y la escasa vocalización del artista. Por otra parte, el propio comienzo da una idea sobre este álbum: Nupen pregunta de quién fue la idea. Ashkenazi contesta que fue de Decca. El entrevistador indaga cuál fue su reacción. La respuesta es tan sencilla como directa: me pareció bien. Si quieren así vender algunos discos de buena música, me parece bien. Álbum, en fin, dirigido sobre todo a los admiradores del pianista, que disfrutarán de lo lindo. der en la recensión siguiendo un orden cronológico. La primera de las obras que nos ocupa data de 1995: se trata de un encargo del Teatro de La Scala, con libreto del escenógrafo, director de cine y literato italiano Beni Montresor, basado en su propio cuento homónimo, el daliniano Le streghe di Venezia. Operita breve, trazada desde la liviandad, cuenta la historia de un niño mágico que, en una Venecia taumatúrgica y remota, correrá mil aventuras para encontrar a una niña que comparte su misma naturaleza. Como es de suponer, no cabe esperar de ella los esplendentes duetos y arias que jalonan Einstein en la playa (1976) o Satyagraha (1980). En cambio, Las brujas de Venecia cuenta con otras bazas para satisfacer a su difícil público: una orquestación electrónica que produce una atmósfera pastel, gomosa e iridiscente, al estilo de los universos analógicos del primer Synclavier y la adición de unos muy bien elegidos efectos sonoros (a menudo locuciones de fantasía y samples ambientales). Desta- car el buen hacer de las cuatro figuras principales (las tesituras: niño soprano, dos sopranos ligeras y un tenor) y del coro (St. Thomas Boys Choir), que se parten y reparten el grueso del libreto, así como esa magnífica columna de arpegios en el arioso alla marcia de Sono arrivati i filosofi, procedente de la lejana The Civil Wars: Rome (1983). Rafael Ortega Basagoiti Michael Riesman, Dennis Russell Davies LAS AGUAS EN EL ESPEJO Sinfonía nº 8. BRUCKNER ORCHESTER LINZ. Director: DENNIS RUSSELL DAVIES. ORANGE MOUNTAIN MUSIC OMM 0028 (Harmonia Mundi). 2006. 39’. DDD. N PN D GLASS: The Witches Of Venice. ALEXANDRA MONTANO, BRIAN MOORE, ELIZABETH CASSANDRA HOFFMAN, voces. ORANGE MOUNTAIN MUSIC OMM 0031 (Harmonia Mundi). 2006. 75’. DDD. N PN Les enfants terribles. CHRISTINE ARAND, soprano; PHILIP CUTLIP, bajobarítono; HAL CAZALET, tenor; VALERIE KOMAR, mezzo; PHILIP GLASS, NELSON PADGETT, ELEANOR SANDRESKY, pianos. 2 CD ORANGE MOUNTAIN MUSIC OMM 0019 (Harmonia Mundi). 2005. 92’. DDD. N P Undertow. ADAM PLACK, DIDJERIDU. BROOKLYN YOUTH CHORUS. Director: MICHAEL RIESMAN. 70 ORANGE MOUNTAIN MUSIC OMM 0016 (Harmonia Mundi). 2004. 45’. DDD. N PN esembarca en las tiendas españolas, no sin cierta demora, un pintoresco cuarteto discográfico del sello casero de Philip Glass, acaso la primera avanzadilla de un catálogo que, sin prisa pero sin pausa, va surtiéndose desde hace casi un lustro con las obras más indispensables del prolífico minimalista de Baltimore. Las que hoy nos traemos entre manos son primeras grabaciones, pertenecen a géneros heteróclitos y, en algún caso, no son coetáneas: la ópera para niños Las brujas de Venecia (1995); la ópera teatral Les enfants terribles (1996); la partitura cinematográfica de la (aquí) inédita Undertow (2004); y la Octava Sinfonía (2005). Habida cuenta de la considerable disparidad que existe entre estas criaturas discográficas, he considerado apropiado proce- Otra ópera, aunque bien distinta, es Les enfants terribles, última pieza de la trilogía de Cocteau que se iniciara con Orphée hace catorce años. En colaboración con la coreógrafa Susan Marshall, Glass plasma el texto homónimo de Cocteau sirviéndose de D D I SI CS O C O S S ESTUDIOS una obra lírica para soprano, mezzo, bajo-barítono y tenor, tres pianos y ocho bailarines. En lo que concierne al pentagrama, hay varios elementos que llaman la atención, como esa prefiguración del contrapunto que más tarde aplicará a la cinematográfica Drácula (1998), escrita para el Cuarteto Kronos. Por otro lado, no es ésta una obra de beldades melódicas, sino tímbricas: la bella conjunción de las figuraciones pianísticas, un repujado de nácar que se suspende en el aire, y de los cadenciosos, homogéneos ataques de los cantantes, constituyen lo mejor de esta grabación. Muy bien Cazalet como el Narrador y la Lisa de Christine Arand, con ese centro tan bien administrado. Cambiando de tercio, la música del thriller norteamericano Undertow se nos antoja la variación western de las seminales páginas para órgano y coro de Candyman (1992), al menos en su macabro empleo de la materia instru- mental. Una orquestación que acoge bajo los mismos compases el volumen sopranil y angélico del efectivo vocal (el Brooklyn Youth Chorus) y el registro bajo y terroso del didjeridu (Adam Plack) o un curioso empaste de sintetizador y flautín (Chris & The Model Airplane), o un duelo de roncos idiófonos. Pero no sólo de una paleta iconoclasta vive esta partitura. Se nota también la laboriosidad invertida en el trabajo horizontal, patente en ese tema para maderas que aparece en The Family o en la balada para tuba, fagotes y clarinetes bajo dedicada a Deel. El resultado es un balance sui generis de pintura y cuerpos musicales que suena a cáñamos, secarrales y vileza. Casualmente, nos ha tocado lo mejor para el postre. Y es que, posiblemente, sea la Octava Sinfonía de Philip Glass una de las obras más sofisticadas que han brotado de su septuagenaria cabeza en los últimos años. Algo habrá tenido que ver el hecho de que el responsable del encargo haya sido su buen amigo Dennis Russell Davies al frente de la Bruckner Orchester Linz. Su Octava, pues, despunta en el ciclo sinfónico a tenor de dos valores medulares que Glass había descuidado en sus últimas aproximaciones al formato sinfónico: la sabia administración de la carne musical y el rigor de la forma. Hay en esta sinfonía una voluntad épica que inflama desde principio a fin, sin vacilaciones, sus cuarenta minutos de hechura. Además, se percibe nítidamente una creatividad en estado de incandescencia, como delata ese umbrío tema en los trombones del primer movimiento y los inauditos (por infrecuentes) afluentes y meandros por los que discurren las ubérrimas aguas melódicas. La Bruckner Orchester de Davies, con ese sonido suyo tan recio y bruñido, aunque ágil, se arroga una ejecución eufónica, bien proporcionada y llena de energía. Sin duda, el mejor disco de este insólito cuarteto. David Rodríguez Cerdán Royal Concertgebouw ÁMSTERDAM, AÑOS CINCUENTA ANTOLOGÍA DE LA ROYAL CONCERTGEBOUW ORCHESTRA. Vol. 2: 1950-1960. The Radio Recordings. 14 CD MCCL 97018 (Diverdi). H PE L lega la tercera entrega de la Antología de la Orquestal Real del Concertgebouw de Ámsterdam. Es la número 2, pero todavía falta la que promete registros más antiguos, la número 1. Lo que ahora llega recorre la década de los 50, y la que falta será una colección de años anteriores. Los cincuenta son tiempo de grandísimas batutas y también de esplendorosas voces; tres de ellas aparecen en algunos de los 14 discos de esta preciosa antología: Elisabeth Schwarzkopf, Gré Brouwenstijn, Maureen Forrester. También tenemos espléndidos solistas, como Julius Katchen, Nathan Milstein, Theo Olof (violín), Phia Berghout (arpa), Annie Fischer, Arthur Grumiaux, Isaac Stern y William Primrose (que pasea en esos años el Concierto para viola de Bartók, compuesto para él; estamos en enero de 1951, y hace poco más de un año que lo ha estrenado). Pero los protagonistas de esta antología son sobre todo las batutas, con un repertorio muy abierto para esos años. Es una colección a la que para ser perfecta sólo le falta la calidad de sonido, pero se trata de eso que llamamos “sonido histórico”, a menudo monoaural, registros de radio, con mucho sabor y muy “auténticos”. La antología no se reparte con equilibrio por toda la década; hay una preferencia de los editores por los primeros años de la misma, y por ahí desfilan veteranos como Van Beinum, Bruno Walter, Klemperer, Szell, Mitropoulos, Krips, Stokowski, Monteux, Rosbaud; y jóvenes o casi jóvenes que ya son algo más que promesas, como el checo Rafael Kubelik, recién exiliado, o como Bernard Haitink o Antal Doráti. Haitink se encarga de la orquesta después de la súbita, inesperada muerte de Van Beinum en abril de 1959, durante un ensayo (no llegó a cumplir los 59 años). Kubelik y Szell fueron principales directores invitados de la orquesta en estos años. Todo esto puede sugerirnos que aquello era un tiempo normal, una orquesta normal y una situación acaso idílica, o por lo menos artísticamente irreprochable. Pero tenemos que el anterior director, Mengelberg, estaba depurado por cuestiones de colaboracionismo (moría en marzo de 1951, pocos días antes de sus 80 años); y que el intento de nombramiento de Paul van Kempen, holandés naturalizado alemán y sospechoso para los holandeses de “traidor” (aunque no hubo pruebas contra él, aparte de haber aceptado la nacionalidad del enemigo), se saldó con varios escándalos importantes que llevaron a la refundación de la orquesta. La cosa no venía sólo del germanismo de Van Kempen, sino de las reivindi- caciones salariales y de gestión de los músicos. Claro está, nada de esto se nota en los discos que escuchamos. Hay vida, mucha vida, en estos registros con público. Hay arte, hay talento, hay genialidad. Pero, ¿qué sentido tendría que un servidor de ustedes se pusiera a ponderar ahora lo bien que Bruno Walter y Schwarzkopf hacen la Cuarta de Mahler en Schveningen (6 de junio de 1952), la espléndida Séptima de Dvorák o el maravilloso Taras Bulba de Kubelik (2 de febrero de 1950 y 16 de junio de 1951), la poderosa Segunda de Brahms de Stokowski (5 de julio de 1951), la cristalina Séptima de Beethoven de Krips (24 de mayo de 1952, mucho antes de grabar él su bella integral en Londres)…? Es sabido que tienen que ser fonogramas espléndidos, entrañables. Como el Op. 6 de Webern o las Variaciones op. 31 de Schoenberg por Rosbaud (2 de julio de 1959 y 26 de junio de 1958), La valse o El mandarín maravilloso por Doráti (1957-1958), o la Segunda Bruckner por Haitink (1959). No poca curiosidad puede despertar la suite de El 71 D D I SI CS O C O S S ESTUDIOS / BREVES sombrero de tres picos por Stokowski, la Tercera de Bruckner y la Musique pour orchestre de Tansman por Kubelik. Tal vez haya que hacer notar que Janácek no era corriente en esos años en ninguna parte. O que esta orquesta continúa su tradición anterior a la guerra con autores que tampoco se habían impuesto del todo, ni mucho menos, como Mahler o Richard Strauss (atención al Zaratustra de Mitropoulos, 1958), o Bartók, o los vieneses. Desde luego, este álbum también contiene excelente música de compositores holandeses: Hans Henkemans, Anthon van der Horst, Matthijs Vermeulen, Sem Dresden. En otro contexto habría sido oportuno referirse a algunas de las obras y compositores mencionados, y otras obras que no lo son, por su interés especial como piezas poco conocidas (como la Musique de Tansman, obra de 1947). Podemos ahora encomiar este espléndido álbum “que hará las delicias de cualquier aficionado”, como solemos decir en esta casa. Pero sus riquezas no se limitan a ser un resumen de lo que ya existe o existió en grabaciones de la época. Por mucho que sepamos que Kubelik es un gran dvorákiano, esta Séptima suya de 1950 es una cumbre difícil de alcanzar; y en el mismo CD, también en 1950, Milstein y Monteux firmaban un Concierto de Brahms que es referencia no superada más que en sonido. En otro repertorio, que acaso nos suene a “más suyo”, Monteux daba en 1955 una referencia inmejorable de un Dafnis completo, en una época en que todavía se grababa poco; comparen con lo que vino después, que fue mucho y abundante, sobre todo en los años 80 y 90: Monteux lo dijo mucho antes, y lo dijo tal vez de otro modo. Entre las joyas imposibles de superar está ese Segundo de Rachmaninov por Katchen (de nuevo Kubelik, 1951), la ya mencionada Séptima de Beethoven por Krips (la danza y lo cantabile con luminosidad penetrante), la Cuarta de Mahler por Schwarzkopf y Walter, que no se superaron a sí mismos en sus registros si escuchamos bien este emocionante documento de 1952. Un día revolucionario, de fiesta nacional francesa, el 14 de julio de 1957, se grababa en aquella sala de Ámsterdam una Tercera Sinfonía de Mahler emocionante, con más garra de lo habitual y más elementos inquietantes que de costumbre; cantaban Maureen Forrester, grandísima contralto y grandísima mahleriana; dirigía el titular, van Beinum, en un momento que no necesariamente mágico, aunque lo parezca, sino resultado de una conjunción y un rigor, de una alegría de celebración y de canto. No, no nos ciegan la pasión ni el entusiasmo; podríamos citar más momentos irrepetibles, podríamos insistirle más al aficionado: hay muchas joyas en este joyero, y no son necesariamente trasunto de otros registros que conozca o posea el coleccionista. Además, esto es un retrato de cómo se hacía música de la mejor en una Europa en plena recuperación de todo, incluso de su cultura; lo contrario de la de ahora, en más de un sentido. En fin, una maravilla en 14 CDs por 92 euros. mesura y con serena expresividad. Momento álgido, el casi chopiniano Op. 6, nº 11 en versión arrebatadora. Con obras de Giuliani nos llegan dos dobles compactos ya conocidos por haberse e d i t a d o antes, centrados en distintos aspectos de la rica personalidad de uno de los grandes compositores de segunda fila —una brillante segunda fila que merece el máximo interés— del paso del clasicismo al romanticismo. El primero comprende obras para guitarra y orquesta más composiciones para quinteto con guitarra que son prácticamente obras concertantes, a cargo de Edoardo Catemario y la Wiener Akademie que dirige Martin Haselböck (Arts 47688-2 y 47689-2; Diverdi). El segundo (Arts 447146-2 y 447147-2) es ya un viejo conocido para los amantes del gran guitarrismo ahora felizmente reeditado: los dos volúmenes de composiciones para guitarra sola basadas en Rossini a cargo de Fréderic Zigante, que ya es un clásico de la discografía. Más Giuliani; un triple compacto —Brilliant (3 CD) 93381; Cat Music— centrado en las obras completas de este autor para dos guitarras a cargo de dos intérpretes magníficos: Claudio Maccari y Paolo Pugliese, a quienes ya nos referimos recientemente por su versión de las obras para guitarra y orquesta de este mismo compositor y que aparecieron en este mismo sello. En este lanzamiento también hay espacio para la música española. Tenemos un curioso Albéniz en versión para cuatro guitarras (Delos DE 3364; Gaudisc); nada menos que la Iberia. Sus artífices, los miembros del Cuarteto Brasileño de Guitarras reconocen haberse inspirado en las grabaciones de Alicia de Larrocha y ellos mismos se han encargado de la transcripción que, la verdad, está muy bien y que en ningún momento suena masiva ni resulta uniforme, al contrario. De hecho, no queda del todo disimulado el origen pianístico de las piezas y en este sentido el trabajo realizado es de lo más respetuoso. Más Albéniz (Profil PH07073; Gaudisc) con la orquestación de Tilmann Santiago Martín Bermúdez Guitarra UNA PANORÁMICA E 72 l buen estado de salud de la guitarra es indiscutible, tanto en lo que se refiere a intérpretes —en este sentido nos encontramos en una auténtica edad de oro del instrumento— como a la atención que se le presta desde todos los frentes, no sólo por parte de los compositores sino también por la impresionante actividad discográfica en torno a ella. Daremos un rápido vistazo a algunas novedades destacables en forma de compacto que merecen atención pero a las cuales, por necesidades de espacio, nos referiremos brevemente. Primero (Dynamic CDS 517; Diverdi), obras de Francesco Corbetta más una de su ilustre discípulo Robert de Visée y algunos anónimos que debieron de formar parte del repertorio de Corbetta como el intérprete célebre que fue en el siglo XVII, reconocido por Gaspar Sanz como “el mejor de todos”. Encontramos composiciones para guitarra sola y obras en las que ésta y/o una voz solista —ocasionalmente más de una— tienen el apoyo de un bajo continuo formado por instrumentos de la misma familia, como la tiorba y el archilaúd. El repertorio es encantador y las versiones también, muy imaginativas y frescas como la propia música de Corbetta. Se encarga de dar vida a este puñado de obras La Ghirlanda Musicale, excelente grupo de orientación historicista centrado especialmente en el repertorio lombardo del renacimiento y del barroco. Después, música de Sor (Somm SOMMCD 021; Gaudisc) cuya interpretación a cargo de Eros Roselli, excelente guitarrista, se basa en la edición de Segovia de veinte estudios del compositor catalán procedentes de los Opp. 6, 29, 31 y 35 a los que Roselli añade cinco más —procedentes de los Opp. 29, 31 y 35— que son interpretados teniendo en cuenta también el legado de Segovia; algo así como las versiones de Horowitz que Volodos incluye en su repertorio. Este Sor genuinamente romántico a veces puede recordar al Schumann más amable del pianístico Álbum de la juventud o al Mendelssohn más lírico de las Romanzas sin palabras, pero también al clasicismo vienés desde una sensibilidad schubertiana, de modo que aquí es abordado con D D I SI CS O C O S S BREVES Köster de los Cantos de España, op. 232. La versión, para cuerdas, se escucha con agrado, está bien hecha y Köster, que también se encarga de empuñar la batuta, demuestra un buen conocimiento tanto de original como de las posibilidades que le ofrece la orquesta. En ese mismo compacto encontramos una versión más de las muchas que hay de la célebre Fantasía para un gentilhombre de Rodrigo con la Südwestdeutsches Kammerorchester Pforzhein dirigida por Sebastian Tewinkel sin demasiado entusiasmo. Más empeño pone el guitarrista Friedemann Wuttke, pero a pesar de su innegable competencia técnica no consigue elevar su versión por encima de un correcto buen nivel. Se luce bastante más en la Sonata op. 61 de Turina que cierra la grabación, de aspecto más neoclásico que folclorizante, lo cual no le sienta mal en absoluto al gran compositor andaluz. Precisamente de Rafael Andia, artífice de una de las grandes versiones de la Sonata de Turina nos llega un espléndido compacto (Mandala MAN 5112; Harmonia Mundi) cuyo único lunar es su escasa duración (48’), centrado en las transcripciones del propio Andia de El amor brujo y El sombrero de tres picos más el brevísimo y genial Homenaje a Debussy. Todo un festival Falla para un compacto que se recomienda solo por el interés de su contenido y por la gran altura interpretativa de Andia. Finaliza el recorrido por la música española con el primer volumen de la integral guitarrística de Moreno Torroba a cargo de la croata Ana Vidovic (Naxos 8.557902; Ferysa), a quien no le falta ni gracia ni salero al abordar tan castizo repertorio. Con el título Images from the South (Hänssler CD 98.291; Gaudisc) el Amadeus Guitarr Duo —formado por la canadiense Dale Kavanagh y el alemán Thomas Kirchhoff—ofrece un recital de música para dos guitarras —la mayoría originales y alguna transcripción— con la música neoclásica de Castelnuovo-Tedesco —a destacar la breve y espléndida Fuga elegíaca— y con la plenamente clásica, ya cercana al romanticismo —como la de Sor— de Carulli, representada aquí por la magnífica Serenata op. 96, nº 1. Viene después un conjunto heterogéneo de música de autores más o menos “sureños” de los siglos XIX y XX — Montes, García, Villa-Lobos, Rodrigo y Tárrega— con momentos tan destacables como la deliciosa Surama de Alfonso Montes y la vistosa versión para dos guitarras de Julio Sagreras de Recuerdos de la Alhambra de Tárrega. Ya decididamente centrado en el repertorio sudamericano uno de esos espléndidos discos con que de vez en cuando nos regala Eduardo Fernández de tan interesante —pero tan intermitente— carrera discográfica. Auténtico festival para los oídos, la cosa empieza con la sensacional y tan “auténtica” Milonga de Don Taco de Cacho Tirao, autor éste a quien también se debe la idiomática transcripción de La cumparsita de Matos Rodríguez con que termina el programa. En medio, obras de Barrios, Piazzolla, Montaña y Guastavino. Una maravilla (Oehms OC547, Galileo MC). También de música sudamericana, concretamente brasileño, es el compacto de Marcus Llerena A brazilian guitar treasury (Music & Arts CD-1177; Harmonia Mundi), tan auténtico e interesante como el ante- rior. Obras de autores tan divulgados como el gran Pixinginha y Radamés Gnattali junto a otros que para muchos será todo un descubrimiento como Corrêa, Teixeira, Azevedo y algunos más —no está Villa-Lobos— de una estética que entronca con la rica tradición del chôro, entre clásica y popular. Una hora de música encantadora, una pequeña joya. Más repertorio sudamericano con el tercer volumen de la interesantísima integral de Barrios a cargo de Jeffrey McFadden (Naxos 8.557807) que va a situarse por derecho propio entre las referencias de la música de este gran compositor y un recital de María Isabel Siewers centrado en Santórsola (BIS CD-1178; Diverdi), italiano de nacimiento pero uruguayo de vocación y de estética que, entre neoclásica y folclorizante, le acerca a Barrios. Otro italiano, Castelnuovo-Tedesco, también de orientación neoclásica, está representado aquí por su música concertante a cargo de Massimo Felici y Lorenzo Micheli con la Orchestra Sinfonica Abruzzese bajo la dirección de Michael Summers (Brilliant 7615). Versiones excelentes para una música que, sin ser nada del otro mundo, muestra el buen oficio de su autor, una honestidad artística fuera de toda sospecha y una expresividad que, en los momentos de mayor sinceri- Escuela de Música y Danza Preparación para las pruebas de acceso al Conservatorio Superior de Música y concursos internacionales de piano Cursos de danza para niños y adultos C/ General Varela, 28 28020 Madrid Tel: 91 55 66 777 / 659 247 932 CENTRO DE EXÁMENES DE: ASSOCIATED BOARD OF THE ROYAL SCHOOL OF MUSIC dad y de menos artificios, llega a cautivar. Después, música de Heinrich Albert —no confundir con su homónimo (1604-1651) célebre como autor de canciones en tiempos del barroco, sobrino y discípulo de Schütz e introductor en Alemania del bajo continuo—, alemán nacido en 1870 y fallecido en 1950, que pasó un tiempo como violinista de orquestas y terminó por consagrarse por entero a la guitarra como intérprete y como compositor. Sus Ocho dúos constituyen su mayor contribución al repertorio y aquí escuchamos estas obras genuinamente románticas a cargo del HeinrichAlbert-Duo (MDG 603 1429-2; Diverdi) formado por los guitarristas Joachim Schrader y Jan Erler. Música muy agradable de escuchar, no tan menor como pueda parecer, brillante en lo técnico e interesante en lo melódico y armónico aunque en más de un momento bastante previsible. Versiones ejemplares. Y para terminar, tres recitales centrados en autores nacidos en el siglo XX. El primero, Mano a mano, a cargo de Timo Korhonen, toma su título de una de las composiciones que figuran en el programa, obra de Magnus Lindberg (Ondine ODE 1091-2; Diverdi). En esta grabación, Korhonen hace gala una vez más de su absoluto dominio del instrumento en un repertorio que no es precisamente fácil ni del todo agradecido. In the Woods de Takemitsu —la última composición que el gran autor japonés creó para su instrumento preferido— y la genial Royal Winter Music de Henze, ambas obras mayores, redondean esta magnífica muestra de la creación contemporánea para guitarra entre la vanguardia y la tradición. Perspectiva similar ofrecen los otros dos compactos: In Deep Silence (Accent ACC 24177; Diverdi) con obras de Walter, Brouwer y Hendricks a cargo de Raphaëlla Smits, y Guitar in USA (Mandala MAN 5091) con obras de Harrison, Jaffe, Riley, Lennon, York y Reich, ambos de gran interés y alta calidad y que permiten valorar una vez el excelente momento que vive la guitarra. Josep Pascual 73 D D I SI CS O C O S S REEDICIONES Brilliant Beethoven Edition FESTÍN BEETHOVENIANO A 74 tención a los cien discos que acoge este álbum dedicado a Beethoven por la casa Brilliant (distribuidor: Cat Music), pues la fiesta es de muy altos vuelos. Si en las ediciones consagradas a Bach y a Mozart, de mayor amplitud por razones obvias, la altura interpretativa superaba con creces los mínimos esperables hasta situarse en niveles notables, en esta ocasión la cosa va más allá y no sólo se alcanza por norma la excepcionalidad, sino que en ocasiones incluso se rebasa. La colección se divide en dos partes, ambas de similar interés. La primera, de ochenta y cinco discos, abarca prácticamente toda la obra del compositor alemán, fundamentalmente en versiones antes ya editadas por diversos sellos, en tanto la segunda, de quince volúmenes, vuelve la vista al pasado al presentar lecturas históricas de algunas de las páginas más celebradas del autor. La pega, como es evidente, es que el aficionado puede tener o conocer gran parte del contenido del cofre, pero el precio es tan módico (un euro el disco) que incluso repitiendo ciertas grabaciones la inversión es rentable. Dentro de la integral propiamente dicha, es decir, al margen de esos quince últimos discos, es de ley poner en primera línea las versiones de las Sonatas para violín y piano firmadas en los cincuenta por el belga Arthur Grumiaux y la rumana Clara Haskil, ésta en su soberana madurez, ya que son referencias absolutas, supremos modelos de claridad, elegancia, limpidez, sensibilidad y adecuación al estilo. Otro distinguido arte, el de Friedrich Gulda, sirve tanto a las Sonatas para piano como a los cinco Conciertos para piano y orquesta, aquí con la Orquesta Filarmónica de Viena dirigida por el alemán Horst Stein. Decide Gulda en estas grabaciones, que ya rondan los cuarenta años, un Beethoven en absoluto convencional, muy brillante y contrastado, de variados temperamentos, con algunos acentos de frenética ira ya desde las piezas más tempranas y con ciertos tempi vitalísimos en verdad asombrosos, mas también con cristalinos fraseos y finas sonoridades, sobre todo en los movimientos lentos. Soberbio, sin ambages. En las Variaciones y las Bagatelas el sonido se calma y un curioso halo de delicado e inteligente gusto rodea a la música. Al piano, un joven Alfred Brendel. Las nueve Sinfonías corren a cargo de la Gewandhaus de Leipzig con Kurt Masur en el podio. El director teutón impone un sinfonismo de armas tomar, tenso, rocoso, amplio, un tanto arisco (aunque en la Sexta Sinfonía se asoma un raro y suave lirismo), de poderosos clímax, muy bien construido e impecable desde el punto de vista orquestal, si bien puede faltar un último punto de intensidad y tal vez una mayor apertura de miras. Bastante lejos llegan también los Cuartetos de cuerda propuestos por el Guarneri, en especial los últimos, bellísimos y sobrecogedores (la lectura del Op. 135 es pura metafísica), lo que no quiere decir que el ciclo no merezca en su conjunto una entusiasmada valoración: la transparencia en las texturas, el respeto al papel de la viola, la amplia gama de matices y la decorosa expresividad son valores importantes al encarar estos pentagramas. Fuera de estos monumentales corpus encontramos nombres de reconocida solvencia que aciertan a no hacer decaer el nivel global de la entrega. La mera cita de todos ellos necesitaría un espacio considerable, pero hay ciertas cosas que merece la pena destacar; ahí están la sorprendente técnica y la purísima musicalidad del violinista varsoviano Henryk Szeryng, acaso uno de los mayores del siglo pasado, en el Concierto para violín junto a Bernard Haitink, la veteranía de Heinrich Schiff al lado de la dorada juventud de Till Fellner en las Sonatas para violonchelo, miembros del grupo de cámara de la Academia de St. Martin-in-the-Fields en el Septeto op. 20, el Borodin en los Tríos con piano, JeanPierre Rampal en obras que requieren la participación de la flauta, Helmuth Rilling en el oratorio Cristo en el Monte de los Olivos, David Zinman en Las criaturas de Prometeo, Colin Davis en la Missa Solemnis y en la Misa en do mayor, o Peter Schreier en el gran parte del repertorio liederístico arropado por el piano de Walter Olbertz. A su vez, el Fidelio que afirmaba Christoph von Dohnányi a principios de los noventa brilla sobre todo en las voces graves, en tanto la versión original de la ópera, Leonora, se incluye en la propuesta de Herbert Blomstedt con la Staatskapelle de Dresde, en la que deslumbra con intensa luz la Marzelline de Helen Donath. Y así, serenatas, quintetos, cánones, arias, cantatas, canciones irlandesas, galesas y escocesas mediante, hasta ochenta y cinco discos. Los quince últimos son, como poco, muy interesantes. Son grabaciones muy conocidas, no siempre necesariamente cimeras, pero sí referencias insoslayables sin las que no se entiende la evolución en la interpretación beethoveniana del siglo pasado. Pensamos en el Trío con piano op. 97 resuelto por Alfred Cortot, Jacques Thibaud y Pau Casals, en las tres primeras Sonatas para violonchelo y piano legadas por el propio músico catalán y Mieczyslaw Horszowski, en las sonatas para violín y piano Quinta y Séptima decididas por Adolf Busch y Rudolf Serkin o en los distintos episodios pianísticos de Yves Nat, Solomon, Walter Gieseking, Edwin Fischer y, ante todo, Artur Schnabel, cuyo registro de las Sonatas para piano marcó una época. Otto Klemperer y Herbert von Karajan dejan su impronta en las líneas de varias sinfonías, mientras David Oistrakh hace lo propio en el Concierto para violín mimado por la batuta de Gennadi Rozhdestvenski y el Cuarteto Húngaro da una lección de clase en su lectura de los Opus 130 y 131. El llamamiento a la hermandad que sonó en la reapertura de Bayreuth en 1951 a través de la Novena Sinfonía dirigida por Wilhelm Furtwängler es todavía hoy viva emoción. Y al final del camino, otro Fidelio, hondo, muy dramático, con el berlinés al mando de un elenco para el que parece estar escrita la ópera. La pareja protagonista, formada por Martha Mödl y Wolfgang Windgassen, permanece insuperada, sin la menor reserva. Como se ve, no hablamos de artistas del montón. La presentación, evidentemente, es más bien modesta, aunque el cofre ocupa poco espacio e incluye un CDROM con artículos en inglés, italiano y castellano sobre la vida y la obra del compositor, además de los textos en lengua original de las piezas vocales. Por supuesto, cada aficionado tendrá sus preferencias personales y todos tenemos en mente versiones (cuidado, tampoco tantas) que probablemente nos convenzan más que las incluidas en esta caja, pero no importa, aquí está todo para sentar una base sobre la que levantar una relevante discoteca beethoveniana. Aunque en realidad no haría faltar levantarla, porque el mismo cofre ya lo es. Tenerlo es tener a Beethoven, y ya está. En fin, la edición se recomienda sola. Asier Vallejo Ugarte D D I SI CS O C O S S REEDICIONES Harmonia Mundi UN COFRE CON CINCUENTA JOYAS E n 2008 se cumplirán los 50 años de la creación de Harmonia Mundi y para celebrarlo el sello francés reedita en un cofre 50 obras, contenidas en 29 discos, más un CD-ROM con los textos cantados. La información y comentarios se encuentran en un amplio libro incluido en el cofre. El contenido total de música está dividido en 12 capítulos que intentan mostrar una panorámica de la labor desarrollada hasta hoy por la editora atendiendo a todas las épocas de la música europea, aunque con un claro predominio de la música anterior al s. XIX y del período barroco en particular. Con ello se da un repaso muy completo a los grandes intérpretes que han trabajado para la casa, entre los que destacan muchos primeros espadas del barroco. Al gran Alfred Deller están dedicados dos CDs que contienen su inolvidable King Arthur de Purcell, más un recital de antiguas canciones populares inglesas a dúo con su hijo Mark. Además de ésta, otras tres obras de gran formato y en versión íntegra están incluidas: La Pasión según San Mateo de Bach y las operas Atys de Lully y Croesus de Keiser. La Pasión se ofrece en la primera grabación que hizo Herreweghe en 1984, una soberbia versión, aunque superada por la llevada a cabo quince años después en la misma editora, con un reparto vocal más sugestivo. Atys, a cargo de William Christie y Croesus, dirigida por René Jacobs, son de lo mejor que Harmonia Mundi ha hecho en su historia, dos obras maestras grabadas por primera vez y por primerísimos especialistas en música barroca, dos maravillosas ediciones que no tienen rival. De Bach se ofrecen también dos grandes obras: Una ofrenda musical y El arte de la fuga. La primera completa el tercer disco de La Pasión, en una austera versión en la que Davitt Moroney asume un especial protagonismo, ya que casi todos los canon se tocan al clave y tan sólo en la sonata y el canon perpetuus se emplean flauta, violín y continuo. El arte de la fuga se presenta en una versión para seis violas, a cargo del joven conjunto Network, que resulta transparente aunque un tanto plana. Del nuclear período barroco que integra el cofre se incluyen otras muchas muestras de más corta duración. Los CDs 1 y 2 están dedicados al capítulo Órganos históricos, con la Messe à l’usage des paroisses de F. Couperin por Michel Chapuis y las doce tocatas que integran el Apparatus musico-organisticus de Muffat por René Saorgin, más una recopilación de música española con obras de Aguilera de Heredia y otros organistas de la escuela de Zaragoza, que Francis Chapelet toca en el órgano de la Colegiata de Covarrubias. Otros dos discos más presentan muestras de Monteverdi (Pianto della Madonna, por María Cristina Kiehr), Biber (las cinco sonatas correspondientes a los misterios gozosos de las Rosenkranz-Sonaten, por Andrew Manze y Richard Egarr), Vivaldi (Stabat Mater, por Andreas Scholl y el Ensemble 415), Telemann (Trauer-Kantate, por Cantus Cölln) y D’Anglebert (las cuatro Suites de Pièces de clavecin, por Kenneth Gilbert). Incluidas como complemento de otros discos encontramos también muestras de Marais (La gamme, por Medlam y su conjunto London Baroque), otra obra de Telemann (La bizarre, por la Akademie für Alte Musik Berlin) y Armand-Louis Couperin (la curiosa Simphonie de clavecins, con William Christie y David Fuller). Como puede verse, una impresionante nómina de intérpretes de música barroca que siempre constituyó uno de los puntos fuertes de Harmonia Mundi. En cuanto a compositores, hay muchos de los grandes sin muestra alguna, cosa comprensible, pero llama la atención la ausencia de Haendel, de cuya obra tiene en catálogo la editora una abundante muestra de gran calidad interpretativa y que quizás guarde para 2009, año en el que se conmemorarán los 250 de la muerte del genio sajón. Fuera de la época barroca, la selección mantiene su gran calidad. En música medieval, la nómina de intérpretes continúa siendo de primer rango y podemos hallar ejemplos de Canto bizantino por Soeur Marie Keyrouz, de la antigua Liturgia romana por Marcel Pérès, una singular canso de la misteriosa trovadora Comtessa de Dia por el Clemencic Consort, las Vísperas de Santa Úrsula de la abadesa Hildegard von Bingen por el conjunto vocal femenino Anonymous 4 y la integral de los Motetes isorrítmicos, interpretados por Paul van Nevel y su Huelgas Ensemble, compuestos a lo largo de su vida por Guillaume Dufay, ya casi a caballo del renacimiento. De este período, las obras para laúd del Libro de Lord Herbert of Cherbur que toca Paul O’Dette son una joya especialmente brillante. Pasando al otro lado del barroco, entramos en la transición al período clásico de la mano de Johann Schobert, a quien el joven Mozart tanto apreció, con un notable Cuarteto con pianoforte que toca Luziano Sgrizzi con miembros del Ensemble 415 de Chiara Banchini. A Mozart y Haydn se les dedica un disco bajo el epígrafe El clasicismo revisitado y aquí aparecen las nuevas ópticas interpretativas con una deslumbrante versión con instrumentos de época del Trío Hob.XV:25 de Haydn que hacen Patrick Cohen, Erich Höbarth y Christopher Coin y una bastante áspera Sinfonía “Praga” dirigiendo Jacobs a la Orquesta Barroca de Friburgo, entre otras cosas. Los compositores del XIX aparecen en el capítulo El corazón del romanticismo encabezados por Rossini (¿era un romántico el comilón de Pésaro?) con la Petite Messe solennelle que el Coro RIAS canta con su habitual solvencia, al que sigue el de verdad romántico Schumann con su ciclo Frauenliebe und Leben con Bernarda Fink y Roger Vignoles, más los Goethe-Lieder de Wolf en su versión con orquesta que cantan Banse y Henschel con la DSO Berlin dirigida por Nagano. La muestra de música romántica continúa en otros discos: Les nuits d’été de Berlioz con Brigitte Balleys bajo dirección de Herreweghe y la transcripción para piano que Liszt hizo de la Heroica de Beethoven, a cargo de Pludermacher. Otros jóvenes intérpretes incorporados a la editora también hacen su aportación, destacando las dos muestras de música de Schubert: la Sonata para violín D. 934 por Isabelle Faust y su última Sonata por Paul Lewis, ambos más que notables músicos. El siglo XIX se cierra con una rareza discográfica: el Cuarteto con piano op. 30 de Ernest Chausson grabado en 1982 por Les Musiciens. Entre el XIX y el XX encontramos a Janácek, representado por dos obras de carácter autobiográfico e intimista: su Cuarteto nº 2, donde luce su maestría el Cuarteto Melos y el primer libro de la recopilación llena de mágicas sonoridades Por un sendero recrecido, en adecuada interpretación del pianista Alain Planès. El siglo XX está representado por Falla (El amor brujo, en su primera versión, dirigida por Joan Pons), Shostakovich (el sobrecogedor Cuarteto nº 8, por el joven Cuarteto Jerusalem), Bartók (Contrastes para piano, violín y clarinete), Copland (Trío Vitebsk, estudio sobre un tema judío, por el Trío Wanderer), para acabar con la Misa de Berlín de Arvo Pärt en grabación de Paul Hillier, con el que casi volvemos a enlazar con el misticismo de Hildegard von Bingen. En resumen, un excelente muestrario de la gran calidad de los intérpretes con los que ha contado la editora francesa durante sus 50 años de existencia, reflejada en 50 obras entre las que destacan aquellas sin otra elección posible para su adquisición (Atys, Croesus), la calidad siempre asegurada y en más de una ocasión encabezando posibles listados de versiones recomendadas. Tanto es así, que difícilmente los melómanos veteranos no estén ya en posesión de un parte más o menos importante del contenido del cofre, particularmente los amantes de la música antigua y barroca. De no ser así, tienen una excelente ocasión de enmendar su error o de ampliar sus gustos. José Luis Fernández 75 D D I SI CS O C O S S REEDICIONES Orfeo EL GUARDIÁN DEL GRIAL E l sello alemán Orfeo (distribuidor: Diverdi) nos sorprende de nuevo con un variopinto y oportuno lanzamiento que nos devuelve de forma efímera la confianza en la discografía, si bien hay que apuntar que, curiosamente, desde que estamos en crisis las publicaciones se multiplican y nunca como ahora se habían editado tantas y tan variadas cosas, sobre todo en sellos calificados como históricos. El adiós de Kna 76 Vayamos con la primera de ellas, la última aparición de Knappertsbusch en Bayreuth dirigiendo Parsifal el 13 de agosto de 1964 (también su última aparición como director, ya que fallecería a los pocos meses víctima del cáncer que ya en esta representación, según los que le vieron, se hacía evidente al mirar su creciente delgadez), con insuperable sonido original remasterizado procedente de las cintas originales de la Radio Bávara (4 CD mono 690 074). Ya hablamos de esta recreación en dos ocasiones más desde estas páginas cuando apareció en Myto y en Golden Melodram hace algunos años, por lo que ahora sólo recordaremos brevemente sus características esenciales. Desde 1951 hasta 1964 y exceptuados los años 1953 y 1957, es decir, doce representaciones de las que existen grabaciones de todas ellas, Knappertsbusch dirigió en Bayreuth su obra fetiche, y en esta última vuelve a ser el guardián del grial, el guardián de la tradición que había recibido lecciones de Hans Richter y de Siegfried Wagner, dos directores de los que había sido asistente en su juventud y que confieren a su versión el marchamo de la autenticidad inequívoca. Siguiendo sus acostumbrados tempi amplios heredados de Karl Muck y nimbando la tonalidad religiosa de la obra de una solemnidad mística, aquí tenemos de nuevo al heredero legítimo de una gloriosa tradición recreando la obra con un equilibrio perfecto entre música y drama, una alianza entre ambos principios antagónicos prodigiosamente eficaz. Su intenso fervor y la opulencia lírica de sus pers- WAGNER: Parsifal. JON VICKERS, THOMAS STEWART, HANS HOTTER, GUSTAV NEIDLINGER, BARBRO ERICSSON, HEINZ HAGENAU. ORQUESTA Y CORO DEL FESTIVAL DE BAYREUTH. Director: HANS KNAPPERTSBUSCH. 4 CD ORFEO 690 074 (Diverdi). 1964. R PM pectivas sonoras subyugarán sobre todo a los acostumbrados a la obra. Orquesta y coro están gloriosos, el reparto vocal cuenta con un sensacional Jon Vickers, impecable de voz y estilo, cuya única pega quizá sea su dicción alemana. Stewart, Hotter y Neidlinger cumplen sin problemas, lo mismo que los competentes comprimarios. Quizá la Kundry de Barbro Ericsson no esté a la altura de sus compañeros, pero en conjunto es un reparto magnífico. En suma, el adiós de uno de los grandes directores wagnerianos y el adiós también a toda una manera de entender esta música. Después, como ya es sabido, nada sería igual en la colina verde. Otello en Viena Nos vamos ahora a Viena 23 años después, concretamente el 10 de mayo de 1987 en una excelente representación del Otello verdiano con Domingo en el papel titular, TomowaSintow como Desdémona, Bruson como Yago y Zubin Mehta dirigiendo a los conjuntos de la Ópera Estatal (2 CD 698 072). Dirección apasionada, de poderosos contrastes, de acertados claroscuros para esta música, quizá más pendiente de la orquesta que de los cantantes, pero siempre cordial y entregado, es una gran concepción de esta obra maestra, como es sabido la cumbre de la ópera italiana como género. Domingo borda su intervención en todos los sentidos, bien vocal bien dramática, con una actuación fogosa y a la vez controlada que le valió loas sin fin de la prensa vienesa, tales como “Domingo ha cantado esta vez su mejor Otelo en Viena, capaz de los más violentos acentos heroicos y de los pianissimi más subyugantes”. A su irresistible intensidad hay que añadir el sutil y dramático Yago de Renato Bruson, de magnífica dicción y soberano gesto de identificación musical. Tomowa-Sintow posee fervor y sensibilidad extrema en la encarnación de Desdémona, aparte de su inmaculada voz lírica, muy apropiada para la desdichada heroína. Acertados comprimarios, buen sonido (con los ruidos escénicos de rigor propios de las representaciones en vivo) y artículo en los tres idiomas habituales sobre la representación. En suma, gran versión en vivo muy recomendable para cualquier público. Recitales No abandonamos a Plácido Domingo, ya que el siguiente álbum es un recital con varias de sus intervenciones más conseguidas en la Ópera de Viena (3 CD 699 073) en fragmentos de óperas italianas, francesas, alemanas y rusas. En tres de ellas (preludio I de La traviata, interludio II de Carmen e introducción a I puritani) actúa como director, y además canta el aria de Tosca (E lucevan le stelle) por duplicado en una representación de 1991. De todas formas, el álbum es algo más que un simple recital dedicado a un tenor, ya que no hay que olvidar que Domingo debutó en la Staatsoper en 1967, o sea, hace cuarenta años, ha interpretado en este centro 29 papeles en un total de 200 representaciones, y el público vienés siempre le ha considerado como algo muy suyo. El recorrido durante los 32 años (1967-1999) de actuaciones que recoge esta publicación es imponente: Verdi, Puccini, Giordano, Leoncavallo, Mercadante, Meyerbeer, Offenbach, Bizet, Saint-Saëns, Massenet, Chaikovski y Wagner de la mano de los maestros más diversos (a destacar a Karajan, Ozawa, Carlos Kleiber, Levine y von Dohnányi entre los más conocidos). En él pueden apreciar la diversidad interpretativa de sus actuaciones, además de sus cualidades vocales de tenor lírico-dramático que se enfrenta valientemente con cualquier papel y sale de él siempre con éxito. No todo está al mismo nivel, por supuesto, pero hay intervenciones realmente espectaculares (Don Carlo en 1967, Trovatore en 1978, Otello en 1982, Don José de Carmen también en 1978, o Chénier en 1981) que les fascinarán tantas veces como pongan estos CDs en su equipo de música, en el coche, en la ducha o donde se les ocurra. En definitiva, un atractivo álbum dedicado a nuestro tenor más universal que se completa con un libreto en los tres idiomas de siempre con las características más sobresalientes de esta importante y atractiva voz. El siguiente recital es de otra voz, de soprano esta vez, nada menos que de la rumana Julia Varady en interpretaciones en la Ópera de Viena entre 1993 y 1996 (CD 730 071). Varady sólo tuvo cinco papeles en un total de 19 representaciones en este centro (ocho veces Desdémona, cinco Senta, dos Aida, dos Leonora de La forza del destino y dos Leonora de El trovador) y nunca en premières, sino en tardes de repertorio. Pero sus interpretaciones eran de tal intensidad y originalidad que han quedado grabadas en todas las memorias que la vieron. Escuchen la espontaneidad y naturalidad expresadas por esta artista en los nueve fragmentos de este CD (los citados más arriba), comprenderán de inmediato que están ante una de las voces más atractivas del reciente panorama lírico. Finalmente, tres pianistas: Wilhelm Kempff (2 CD 721 072), Eduard Erdmann (722 071) y Shura Cherkasski (720 071). Curiosamente del primero destaca su Chopin, diversas piezas cortas que resaltan una manera poco convencional de D D I SI CS O C O S S REEDICIONES abordar las obras del polaco: simplicidad, frescura y romanticismo alejado del compositor anclado en la melancolía eslava y situándolo como un epígono del último Beethoven. Discutible el Schumann (Fantasía) a pesar de que haya frases que por idioma y estilo corten el aliento del oyente. Buena Sonata nº 32 de Beethoven, lo mismo que las Piezas, op. 118 de Brahms. El álbum se completa con la Fantasía D. 934 de Schubert para violín y piano, con Hedi Gigler en la parte del violín. El siguiente CD dedicado a Eduard Erdmann (1896-1958), llamado el filósofo del piano, un casi absoluto desconocido en España, destaca por la infrecuente inclusión del Concierto de Reger, obra que sigue la tradición de los conciertos de Brahms y que como ellos integra el instrumento en la obra como si se tratase de una sinfonía con piano obligado. Acompaña al brillante Erdmann la Sinfónica de la Radio de Colonia dirigida por Hans Rosbaud con su competencia habitual. Completan el CD la Sonata D. 960 de Schubert, una versión la de este pianista que obliga al oyente a contener el aliento, y los infrecuentes Seis intermezzi de Schumann recreados sin el menor artificio ni concesión, servidos tal y como el compositor los había escrito, una de las obsesiones que siempre caracterizaron a este pianista. Finalmente, Shura Cherkasski ofrece uno de sus acostumbrados recitales de fuegos de artificio, virtuosismo fulgurante y algo epidérmico que no siempre satisfará a todos los públicos. De los siete fragmentos del CD, destacan las Reminiscencias de Don Juan de Liszt, las Variaciones Paganini de Brahms y el Capricho op. 16, nº 2 de Mendelssohn. Tres piezas de Chopin (Polonesa op. 44, Balada op. 52 y Scherzo op. 54) completan estos recitales dados en Colonia en 1951 y 1953. En suma, publicación para todos los gustos debido a su variedad. Para el que suscribe, el último Parsifal de Knappertsbusch con su excelente sonido reprocesado del original, es lo más interesante del lanzamiento, eso sin demérito alguno para el resto de ediciones que seguro que tendrán el público entusiasta que merecen. mignola (su penetrante sensibilidad en el segundo movimiento de la Op. 12, nº 6 le asemeja a los solistas de I Musici); Juan Carlos Rybin aun con bonito instrumento no es el violinista adecuado para una música tan temperamental como La cetra, cuyas enérgicas frases se convierten en una lectura fatigosa. Piero Toso, la columna vertebral de estas intervenciones solistas, es un violín bastante desigual, que toca con un apuramiento que le fuerza unas veces a enlentecer el tempo en los episodios y otras a parchear las secuencias rápidas en el registro agudo; no obstante, son elogiosos sus lentos de La stravaganza y la segunda mitad de Il cimento, donde cambia a un violín deslumbrante. El oboísta Pierre Pierlot tiene muchísimo gusto, aunque un endeble y gangoso timbre va en detrimento de su musicalidad (una lástima que su antológica versión del Op. 11 nº 6 no lo tocara con otro instrumento). Rampal decepciona en un Opus 10 impasible pero convence en un Il pastor fido acariciante, de maravillosos graves que desde el clave secunda Robert Veyron-Lacroix; ambos ratifican su compenetración en unas conclusiones donde el oyente quedará fascinado. No así cuando VeyronLacroix acompaña a Paul Tortelier: mientras que el chelo nos desvela misterios de las sonatas de 1740, el clave divaga en un desierto sonoro imperdonable. Flojísimos Gianni Chiampan y Edoardo Farina, responsables del bajo continuo en las Sonatas op. 1, 2 y 5, que se reducen a una versión desganada y sin emotividad, esto es: lo que no merece música que heredando lo mejor de escuelas precedentes se proyecta hacia el estilo venidero. Enrique Pérez Adrián I Solisti Veneti INSATISFACCIÓN C uando Camile Saint-Säens dijo aquella frase “La dificultad vencida es en sí ya una belleza” estaba resumiendo sin proponérselo la música barroca italiana de la primera mitad del siglo XVIII. Y en concreto esa reflexión se ajusta perfectamente al repertorio violinístico de Vivaldi, cuyo virtuosismo exige a todo intérprete que posea esa rara cualidad donde la brillantez y la emoción son inseparables. Tal binomio excluye la superficialidad de quien sólo demuestra lo que es capaz de hacer con sus dedos; el veneciano encaminaría su talento a unas partituras elaboradas con imaginación, carácter y osadía. Claudio Scimone e I Solisti Veneti (Warner 2564 643202, 18 CDs, 1965-1988), cuya frescura y pasión desbordantes tanto contribuyeran a la difusión de Vivaldi en los años setenta, no reúnen aquí las condiciones para estos conciertos y sonatas donde la madurez formal de tutti y soli del estilo así como la riqueza del bajo continuo obligan precisamente a una intuición y destreza que sí obtuvieron I Musici, The Academy of Saint Martin in the Fields e I solisti Italiani. Un predominante timbre chillón y heterogéneo en los tutti malogra colecciones que representan una evolución notoria de la forma concierto, las Opus 7, 9 y 12, donde el descontrol dinámico y la carencia de agógica echan a perder bellísimos pasajes, articulados aquí con un fraseo tenso y bastante desproporcionado. Sin embargo, a lo largo de este álbum se encuentra logros que compensan esa mediocridad generalizada de la orquesta: una Stravaganza homogénea, de empaste muy camerístico y un bajo continuo que obra a favor de interpretaciones fantasiosas y coloristas (el Segundo y el Quinto), un L’estro armonico que da sus mejores frutos en los conciertos nºs 4, 7 y 12, cuya variedad de contrastes se debe incluso a un órgano (a menudo sustituyendo frases de arranque por los violines) y un Invierno evocador e hipnótico, donde las entradas superpuestas de la cuerda narran como nunca el ulular fantasmagórico que entraña el viento helado. Aceptables las prestaciones solistas en los conciertos. Formidable Bettina Mussumeli, un magnífico Giuliano Car- Marco Antonio Molín Ruiz X CONCURSO INTERNACIONAL X CONCURSO INTERNACIONAL DE VIOLAD-ECELLO VIOLA - CELLO “VILLA DE LLANES” 2008 “ V I22, LL 23Ay DE 24 de LLANES” agosto de 2008 2008 22, 23 y 24 de agosto de 2008 XXI CURSO INTERNACIONAL DE MUSICA Llanes - Asturias Del 17 al 31 de Agosto de 2008 Violín: José Ramón Hevia Sergei Fatkouline Anna Baget Aitor Hevia* Cibrán Sierra* Viola: Thuan Do Minh Dénes Ludmány* Cello: Aldo Mata Adolfo Gutiérrez Helena Poggio* Orquesta: José Ramón Hevia *Cuarteto Quiroga Aso ciación ddee Músicos Músicode s dAsturias e Asturias Asociación MonteGamonal, Gamonal, 21-6º 21-6º D, Oviedo España C/C/ Monte D.33012 33012 Oviedo España Información:985 985 08 46 25 25 62 87 Información: 4690 90/ 985 / 985 62 87 Webwww.llanesmusica.com : www.llanesmusica.com e-mail: Web: E-mail:[email protected] [email protected] EXCMO. EXCMO. AYUNTAMIENTO AYUNTAMIENTODE DELLANES LLANES 77 D D I SI CS O C O S S CRÍTICAS de la A a la Z DISCOS ALBÉNIZ-BACH Luis Fernando Pérez ALBÉNIZ IBÉRICO ALBÉNIZ: Suite Iberia. Navarra. LUIS FERNANDO PÉREZ, piano. 2 CD VERSO 2045 (Diverdi). 2006. 131’. DDD. N PN He aquí una nueva versión de la Suite Iberia que por sus características sorprenderá a más de uno. Luis Fernando Pérez es un pianista que con toda su juventud (1977) alterna en su trabajo sensatez con imaginación, garbo con sentimientos profundos. Su opción, claramente renovadora, ilumina los más recónditos detalles de la música del de Camprodón con un convencimiento natural, sin demasiadas sofisticaciones y sí con una esencia ibérica que sin duda lo sitúa dentro de las mejores versiones conocidas de esta magna obra. Basa la interpretación en los manuscritos ALWYN: Rapsodia para cuarteto con piano. Sonata impromptu para violín y viola. Balada para viola y piano. Canciones. Sonatina para violín y piano. Tres poemas de invierno. Chacona para Tom. MADELEINE MITCHELL, violín; ROGER CHASE, viola; ANDREW BAAL E IAN BURNSIDE, piano; LUCY WILDING, violonchelo; JEREMY HUW WILLIAMS, barítono. CUARTETO BRIDGE. JOHN TURNER, flauta. NAXOS 8.570340 (Ferysa). 2006. 70’. DDD. N PE A quienes hayan seguido la serie dedicada por Naxos a la música sinfónica de William Alwyn (1905-1985) les interesará, sin duda, esta recopilación de su obra de cámara que originales, lo que le libera del lastre que suponen tantos años de errores de la primera edición, y que tantos intérpretes han perpetuado (errores de pedalización, notas falsas, indicaciones de carácter). La visión es restauradora, esencial; su espíritu vital, enérgico y lleno de sutilezas proporciona una poesía sonora muy evocadora que llena de calidez el mensaje. Pérez pasea en su interpretación una técnica brillante y vibrante que dispone al servicio de las necesidades de las partituras, obteniendo con todo ello una versión personal que respeta el contenido folclórico y que recrea los mejores ambientes con melancolía, extroversión, y una emoción sincera. Porque esta es una Suite Iberia palpitante, conmovedora, próxima al oyente que con intensidad va sigue los pasos estilísticos de aquélla pero que sirve también para conocer mejor un universo creador suficientemente personal y lleno de atractivo. Sobre todo, en este caso, en las obras en las que interviene el violín, en las que demuestra una inspiración de la mejor ley, un sentido cantable muy especial —algo que en sus sinfonías la forma y el dramatismo pudieran comerse un poco— y que hacen de ellas piezas sobre las que volver a la escucha con ánimo bien dispuesto. Interesantes igualmente las obras para cuarteto y cuarteto con piano, la sorprendente Rapsodia y esa sucesión de estampas líricas que son los Tres poemas de invierno. Buenas versiones aunque el barítono quede atrás en relación con sus compañeros de reparto. Claire Vaquero Williams desgranándose pieza a pieza, y que con una integración sorprendente construye todo el monumento. Luis Fernando Pérez encuentra la luminosidad mediterránea con suavidad, mas también con ardor y carácter vigoroso. Su dinámica interpretación tiene el perfume de la lírica más lograda, el arte renovado con ilusión y una exquisita sensibilidad. Sobresaliente. Emili Blasco BACH: Sonata en la menor BWV 965. Praeludium BWV 966. Concierto en fa mayor BWV 978. Sonata en re menor BWV 964. BENJAMIN ALARD, clave. HORTUS 050 (LR Music). 2006. 53’. DDD. N PN O bras escritas por Bach a partir de otros autores es lo que ofrece el joven clavecinista francés Benjamin Alard (Rouen, 1985) en este su segundo disco para Hortus. BWV 965 es transcripción de una sonata completa del Hortus Musicus de Johann Adam Reincken, mientras que BWV 966 lo es sólo de un primer movimiento de esta misma colección. BWV 978 proviene de uno de los conciertos TIPO DE GRABACIÓN DISCOGRÁFICA N H R Novedad absoluta que nunca antes fue editada en disco o cualquier otro soporte de audio o vídeo Es una novedad pero se trata de una grabación histórica, que generalmente ha sido tomada de un concierto en vivo o procede de archivos de radio Se trata de grabaciones que ya han estado disponibles en el mercado internacional en algún tipo desoporte de audio o de vídeo: 78 r. p. m., vinilo, disco compacto, vídeo o láser disco PRECIO DE VENTA AL PÚBLICO DEL DISCO PN Precio normal: cuando el disco cuesta más de 15 € PM Precio medio: el disco cuesta entre 7,35 y 15 € PE Precio económico: el precio es menor de 7,35 € 78 D D I SI CS O C O S S ALBÉNIZ-BACH Guillermo González UNA INTEGRAL INELUDIBLE ALBÉNIZ: Integral de la música para piano. Volumen 2. Recuerdos de viaje. Espagne (Souvenirs). Azulejos. La vega. Navarra. GUILLERMO GONZÁLEZ, piano. NAXOS 8.570553 (Ferysa). 2004. 72’. DDD. N PE N os llega un segundo volumen de una nueva integral pianística en Naxos, la de Albéniz por Guillermo González, protagonista de una de las mejores versiones que se han grabado de la Iberia del maestro catalán, precisamente para Naxos. Esa Iberia data ya de hace algunos años y quizá sea de L’estro armonico de Vivaldi. En cuanto a BWV 964, se trata de una transcripción de la Sonata para violín BWV 1003 del propio Bach, aunque el arreglo es apócrifo, posiblemente de Wilhelm Friedemann, el primogénito del Cantor. Benjamin Alard demuestra notable personalidad en unas interpretaciones de extraordinaria solidez formal, sin la más mínima concesión a la exageración o las excentricidades en materia rítmica, pero de una exquisita sensibilidad en el fraseo y las ornamentaciones, que hacen que todo suene fluido y natural, elegante y equilibrado. La destreza técnica de Alard se despliega en momentos como las fugas de BWV 965 y BWV 964, que suenan con impoluta claridad. Algunos movimientos lentos (como la Sarabande de BWV 965 o BWV 966) alcanzan en sus manos un gran poder expresivo, mientras que los movimientos extremos de BWV 978 o la Gigue de BWV 965 están dominados por un sonido brillante y de gran vigor. Muy interesante. Pablo J. Vayón BACH: Partita nº 2 para violín BWV 1004 (transcripción para viola). LIGETI: Sonata para viola. ANTOINE TAMESTIT, viola. esa grabación el primer volumen de esta nueva integral. Ya los sabremos, pues igual un día de estos aparece un primer volumen tras habernos llegado este segundo… En todo caso, si la cosa empezó con aquella inolvidable Iberia y continúa con el disco que hoy presentamos, estamos ante una integral albeniciana de referencia absoluta. González está impecable como siempre, por estilo y por técnica. Su afinidad con el piano de Albéniz es total y esta integral en curso —que empieza o continúa tras una década de haber comenzado— es inelumenos). En la transcripción para viola de la Partita nº 2 para violín se produce de manera muy ortodoxa en la Allemande y la Courante, para dar más rienda suelta a su capacidad imaginativa y virtuosística a medida que progresa la obra. En su entrevista aneja al disco hace hincapié en el interés de Bach por la viola y habla de cómo él mismo ha ido derivando hacia este instrumento, al que dota de una rica voz y unos recursos técnicos impecables en sus ejecuciones. Y si la obra que se graba aquí del Kantor es rica y está ricamente reproducida, no lo es menos la de Ligeti, trascendida la forma enraizada en folclores múltiples para obtener esa enorme hondura musical que contiene su Hora lunga, para pasar a esa evocación del perpetuum mobile en el segundo fragmento, con el requerimiento más de la habilidad virtuosa que de lo musical en el Presto con sordina, apelando otra vez a las bases étnicas en el Lamento y cerrando con la exigente Chacona cromática. Registro donde el intérprete y el oyente se implican a través de la magnífica labor de este francés debutante en el disco. José Antonio García y García AMBROISIE AM 111 (Diverdi) 2007. 53’. DDD. N PN No hace flaco favor a la música grabada este violista, alumno de Tabea Zimmermann emparentando a J. S. Bach con Ligeti (en las obras objeto del disco al BACH: Sonatas para flauta y clave. MARIO FOLENA, flauta; ROBERTO LOREGGIAN, clave. ARTS 47612-8 (Diverdi). 2003. 64’. SACD. N PM dible no sólo para los amantes del pianismo albeniciano sino para cualquiera. A excepción de Recuerdos de viaje —composición de entre 1886 y 1887— el repertorio de este compacto data de la etapa parisina de Albéniz, es decir, la de plena madurez, cuando el autor estaba tan imbuido de la nueva música francesa como de las provechosas enseñanzas de la Schola Cantorum, de la relación con otros músicos y, por supuesto, del folclore, andaluz sobre todo, hasta el punto de sonar a popular sin serlo. Estas exquisiteces van como anillo al dedo a G rabación de cuatro sonatas para flauta y clave y la Partita en la menor para flauta sola de J. S. Bach, todas ellas largamente registradas ya. Versiones que, contrariamente a lo que optimistamente podamos pensar en un primer momento, no ofrecen nada nuevo o interesante. El instrumento solista, el traverso de Mario Folena, lleva a cabo su parte sin entusiasmo, de manera demasiado uniforme y poco contrastada en muchos momentos. Algo que podemos constatar claramente, por ejemplo, en su interpretación de la Partita, en movimientos como su Allemande o su Bourrée anglaise. Le falta quizá un uso más generoso del color instrumental, de la acentuación del fraseo, de las dinámicas. Y esto a pesar de que el acompañamiento del clave Roberto Loreggian resulta ciertamente enérgico y con carácter, lo cual evidencia todavía más la monotonía del discurso solista y provoca la impresión de estar escuchando interpretar a cada uno por su cuenta. Además otra cosa. En la portada del disco podemos leer, bajo un símbolo, “super audio cd” (tecnología SACD) y, al abrir el librito, comprobamos cómo ya en su primera página se vuelve a leer “esta grabación es para audiófilos” especificando toda la tecnología concreta utilizada para la grabación, micrófonos schoeps y demás. Pues bien, encontramos realmente descompensado algo tan básico como es el equilibrio entre volúmenes para ambos instrumentos. La prevalencia la sensibilidad artística de González y no podemos más que esperar que el próximo volumen no tarde otros diez años… Josep Pascual sonora en muchos momentos del instrumento acompañante, el clave, está fuera de lugar y el cansancio que provoca el estar escuchando el constante y rítmico acompañamiento acórdico y tratando de distinguir claramente la parte solista dificulta seriamente la escucha tranquila y compensada de tan preciosas sonatas. Jaime Rodríguez Pombo BACH: Sonatas para viola da gamba. C. P. E. BACH: Sonata para viola da gamba y bajo continuo en re mayor H. 559. DANIEL MÜLLERSCHOTT, violonchelo; ANGELA HEWITT, piano. ORFEO C693071 A (Diverdi). 2007. 53’. DDD. N PN Aquí tenemos esta grabación de estas Sonatas de Johann Sebastian Bach y nos dice uno de sus intérpretes en el disco, la canadiense Angela Hewitt, que resulta llamativo, cuando menos, que en las dos primeras (Sonatas en sol mayor BWV 1027, y en re mayor BWV 1028) se trata de obras en que los dos intérpretes tienen un papel parigual, sin que la parte del bajo sea un mero acompañamiento de la viola, y en la tercera, la estética llega a tener en ciertos períodos forma concertante. Las obras fueron escritas en Cöthen entre 1717 y 1723. Pesaría tal vez en la intención del autor el hecho de que la viola da gamba fuese el instrumento 79 D D I SI CS O C O S S BACH-BEETHOVEN favorito del príncipe de AnhaltCöthen. Para la interpretación se cuenta en el registro con dos solistas muy distinguidos. La pianista Angela Hewitt ha trabajado toda la obra para teclado del Kantor y su pulsación es idónea para esta música. Su presencia en la grabación es una garantía indiscutible. A su lado, la trayectoria ascendente de Daniel Müller-Schott se aplica aquí en la obtención de unos resultados irreprochables, aunque puede no satisfacer a los historicistas recalcitrantes. El disco se completa con la Sonata en re mayor H. 559 de Carl Philipp Emanuel Bach, italianizante a diferencia de las de su padre, pero de indudable belleza. José Antonio García y García Jansen, Risanov, Thedéen ADMIRABLES (RE)INVENCIONES DE BACH Y ALGO MÁS BACH: Invenciones a dos partes para violín y viola BWV 772-786. Partita nº 2 en re menor para violín solo BWV 1004. Invenciones a tres partes para violín, viola y violonchelo BWV 787-801. JANINE JANSEN, violín; MAXIM RISANOV, viola; TORLEIF THEDÉEN, violonchelo. DECCA 475 9081 (Universal). 2007. 79’. DDD. N PN En estos tiempos en los que casi parece inconcebible ya abordar la música barroca prescindiendo de instrumentos de época o al menos de procedimientos historicistas, la joven violinista holandesa Janine Jansen (Utrecht, 1978) no sólo se lanza sobre Bach con cuerdas metálicas en su stradivarius Barrere (Cremona, 1772), sino que ocupa la mayor parte de su nuevo disco con transcripciones de piezas originalmente compuestas por el Cantor para teclado. La necesidad eterna pero ahora más acuciante que nunca de ofrecer constantemente algo nuevo al público y la coyuntura del reciente éxito alcanzado con unas Cuatro estaciones reducidas a la mínima expresión posible en sus contingentes (véase SCHERZO BACH: Conciertos para violín BWV 1041, 1042, 1052 y 1056. AMANDINE BEYER, violín y directora. GLI INCOGNITI. ZIG ZAG TERRITOIRES ZZT070501 (Harmonia Mundi). 2007. 57’. DDD. N PN 80 C on el mismo programa (y dispuesto en el m i s m o orden) y pese a la común afiliación a la doctrina de un instrumentista por parte, Amandine Meyer y Gli Incogniti obtienen resultados muy diferentes y en ocasiones hasta directamente opuestos a los de Monica Huggett y Sonnerie (véase SCHERZO, nº 216, nº 206, pág. 97) parecen haber confluido en esta ocasión. “Los experimentos, con gaseosa”, se suele decir… cuando los resultados no son buenos. Nadie, en cambio, se acuerda de la frasecita de marras si la empresa se lleva a buen puerto. Es lo que les sucede a Jansen y compañía. Los originales tanto de las Invenciones a dos como las de las Invenciones a tres ya cuentan con más que suficientes versiones en el mercado: algunas son muy buenas, y desde luego tampoco ellas se han salvado de la polémica sobre la conveniencia de tocarlas al piano. El punto de apoyo “documental” para justificar estas grabaciones parece ser la constancia de que Bach recomendaba una interpretación cantable al máximo de unas piezas escritas para el adiestramiento de sus propios hijos. La verdad: ¡qué más da! Oyendo las maravillas tímbricas que salen de estas cuerdas, todo se olvida cuando se aprecia la pertinencia de los nuevos matices cromáticos, de fraseo y de ritmo que se consigue extraer de las partituras con instrumentos melódicos. En las Invenciones a dos, Jansen y Risanov asombran, pág. 66). De los doce movimientos, sólo en dos lentos marca la violinista francesa duraciones más largas, y en uno de los casos (BWV 1052) porque aprovecha para entregarse a filigranas tímbricas que a buen seguro no gustarán a todos. En realidad, esto es lo que sucederá con el disco en su conjunto. No cabe discutir que la rapidez de los tempi no empaña en absoluto la nitidez de las articulaciones ni la abundancia de matices en los fraseos. Muchos serán sin embargo los que inevitablemente adviertan una cierta e incómoda sensación de artificio, por ejemplo como de acolchamiento muy poco espontáneo en los ataques. Ya se sabe que en estos casos la sospecha de retoques post-factum tiene conse- sobre todo y por encima de sus respectivas exhibiciones de carácter individual, por la comunión en que demuestran hallarse por lo que se refiere a cuestiones tan cruciales como la concepción y la ejecución. La forma en que en las pistas 8 y 9, por ejemplo, consiguen mantener el equilibrio sobre ese filo de la navaja que separa el silencio del sonido, sin que jamás una sola nota deje de percibirse con absoluta claridad. La capacidad para el matiz que produce la perfección en la técnica de ataque no es menor en Thedéen y las mismas razones para el entusiasmo que se han descrito cabe predicarlas, entre otras, de la pista 31 (Invención a 3 nº 11). Sin embargo, en las también llamadas Sinfonías las sensaciones son más camerísticas: algo por otro lado lógico dado cuencias casi (o sin casi) peores que la constancia fehaciente de que los ha habido. Desde luego, si estos músicos son capaces de siquiera aproximarse en las salas de conciertos a la perfección técnica que en principio parecen haber logrado en el estudio, verdaderamente nos hallamos ante auténticos genios. En definitiva, desde el otro extremo del espectro de posibilidades interpretativas de estas obras, podría acabarse diciendo lo mismo que de las versiones de Huggett: “Sólo salvo si lo que se desea es tener estos cuatro conciertos reunidos en un único disco, el número de opciones más recomendable es elevado”. Alfredo Brotons Muñoz el incremento de voces, pero que además de los intérpretes también resaltan unas distribuciones que buscan imaginativos efectos cromáticos como el producido por el recurso al pizzicato del violonchelo (así en la pista 25: Invención a tres nº 5). Situada en el centro, la Partita nº 2 para violín solo actúa como bisagra pero naturalmente tiene bastante entidad por sí misma y por la versión que de ella hace Jansen como para propiciar una escucha desentendida del entorno en que se halla. Jansen trata la magna obra con un respeto reverencial, sin permitirse apenas el más mínimo vibrato y haciendo alarde de una pureza y una uniformidad en el color verdaderamente extraordinarias. Quizá como única reserva, en la articulación de algunas frases idénticas o poco menos de ese gran tour de force que constituye la Chacona cabría haber esperado una constancia cuya ausencia podría hacer pensar en una cierta aunque en todo caso pasajera caída en la tentación del amaneramiento. Tomas sencillamente perfectas. Alfredo Brotons Muñoz BACH: Cantatas BWV 12, 18, 61 y 161. EMMA KIRKBY, soprano; MICHAEL CHANCE, contratenor; CHARLES DANIELS, tenor; PETER HARVEY, bajo. CUARTETO PURCELL. CHANDOS CHAN 0742 (Harmonia Mundi). 2005. 71’. DDD. N PN Cantatas BWV 110 y 205. ROBERTA INVERNIZZI, NANCY ARGENTA, sopranos; ROSA DOMÍNGUEZ, CLAUDIA ITEN, mezzosopranos; CHARLES DANIELS, tenor; KLAUS MERTENS, bajo. CORO DE LA RADIO SUIZA DE LUGANO. I BAROCCHISTI. Director: DIEGO FASOLIS. ARTS 47717-8 (Diverdi). 2003-2004. 57’. SACD. N PM La segunda entrega de la integral de cantatas bachianas tempranas lanzada por Chandos D D I SI CS O C O S S BACH-BEETHOVEN BACH-BRAHMS apenas mejora el pobre saldo de la primera. La diferencia principal radica en el hecho que si allí, como bien señalaba Pablo J. Vayón (véase SCHERZO nº 199, pág. 78), los defectos más graves cabía achacarlos al acompañamiento (el Purcell Quartet reforzado con instrumentos de viento) y a la sosa concepción global de estas músicas, aquí es a las voces a las que, pasado aproximadamente un lustro por lo visto decisivo, se les aprecia una decadencia por otro lado inevitable. En particular, ni Kirkby ni sobre todo Chance se encuentran ya en su mejor momento. A cambio, Peter Harvey y Charles Daniels sí se muestran en bastante buena forma, aunque no tanto como para hacer recomendable la propuesta ni, mucho menos, la parejita. Aunque su timbre y su pronunciación no satisfarán todos los gustos, el tenor cumple también con dignidad al servicio de Diego Fasolis, que con sus conjuntos habituales se ha ido abriendo poco a poco un espacio propio en el panorama bachiano. La comparación que aquí se propicia resulta favorecedora, pues la teatralidad del planteamiento produce un contraste que, escuchados un disco detrás de otro, se agradece mucho. Las que en otras circunstancias quizá podrían parecer exageraciones de volumen y velocidad tópicamente atribuidas al calor latino se reciben en estas circunstancias como un soplo de aire fresco. Por otro lado, en las meditativas arias el nivel nunca es menos que aceptable en todos los solistas, entre los cuales sin embargo el bajo Klaus Mertens se lleva claramente la palma merced a la redonda belleza de su material y a la nobleza de un fraseo siempre estilística y expresivamente ajustadas incluso en los pasajes de más ardua coloratura. Alfredo Brotons Muñoz BACH: BARTÓK: Cantatas BWV 33, 35, 69a, 77, 137 y 164. KATHERINE FUGE, GILLIAN KEITH, sopranos; ROBIN TYSON, contratenor; NATHALIE STUTZMANN, contralto; CHRISTOPH GENZ, tenor; PETER HARVEY, JONATHAN BROWN, bajos. CORO MONTEVERDI. ENGLISH BAROQUE SOLOISTS. Director: JOHN ELIOT GARDINER. Cuartetos de cuerda nºs 2 y 5. CUARTETO PARKER. 2 CD SOLI DEO GLORIA SDG 134 (Diverdi). 2000. 112’. DDD. N PN Motete BWV 225. Cantatas BWV 28, 122, 152 y 190. KATHERINE FUGE, GILLIAN KEITH, JOANNE LUNN, sopranos; DANIEL TAYLOR, contratenor; JAMES GILCHRIST, tenor; PETER HARVEY, bajo. CORO MONTEVERDI. ENGLISH BAROQUE SOLOISTS. Director: JOHN ELIOT GARDINER. SOLI DEO GLORIA SDG 137 (Diverdi). 2000. 77’. DDD. N PN La doble entrega —el volumen 16 en un solo disco, decisión comercialmente no muy afortunada— contiene versiones en general de gran calidad, que si a veces tienen altibajos, éstos suelen afectar más a las partes vocales solistas que a las contribuciones de los conjuntos. De contagiosa vitalidad la lectura de la BWV 69a y magnífica la sinfonía incluida en la BWV 35. Por desgracia, la contribución del contratenor Tyson está por debajo de lo esperable en un proyecto de semejante envergadura. Las partes obligadas de oboe y violín, sensacionales. E igualmente notable la realización contrapuntística del coro con que se abre la BWV 77; Keith aporta un toque ingenuo en su aria de esta cantata, en tanto que Stutzmann introduce un atractivo sesgo onírico a la suya de la BWV 164. Ciertamente, Singet dem Herrn ein neues Lied no es una cantata, sino un motete, programado en el volumen en un solo disco como parte de una velada navideña. Gardiner lo reproduce con un peso liviano, matizaciones dinámicas y detallismo de exposición. Algo apagada, en cambio, la BWV 152, que se beneficia al menos de un Harvey en buena forma. El disco vuelve al elevado nivel de su comienzo con la jubilosa lectura de la cantata BWV 190. Enrique Martínez Miura ZIG ZAG TERRITOIRES ZZT070601 (Harmonia Mundi). 2006. 60’. DDD. N PN E l Cuarteto Parker está formado por jóvenes virtuosos que se han unido hace pocos años en Estados Unidos y que ya han conseguido un excelente nivel. Lo forman los violinistas Daniel Chong y Karen Kim, de ascendencia oriental y nacidos en California y Wisconsin; la viola Jessica Bodner, texana de Houston; y el chelista de origen coreano Kee-Hyun Kim. Toda una muestra del melting pot de ese país. Puede sorprender que gente tan joven toque a Bartók como si fueran instrumentistas de plena madurez, pero hay que rendirse a la evidencia, a falta tan sólo de escucharlos en vivo (ahí a veces cambian las perspectivas y las valoraciones). Ya la lectura del Segundo Cuarteto se presenta áspera y desabrida, en especial en el movimiento central, un agresivo Allegro molto capriccioso; que contrasta con el lirismo desolado, con la “nocturnidad” del Lento final, diez minutos de auténtica intensidad poética, despaciosos y hechizados. Dime cómo planteas las divergencias sonoras y te diré qué eres. Interpretaciones así, en fin, convierten una obra excelente como este cuarteto de la época de la primera guerra (esto es, ya no es una obra “juvenil”) en una pieza insuperable. Qué no harán estos jovencitos asombrosos con el Quinto Cuarteto. Ojo a esa alegría acaso excesiva del movimiento inicial y compárese con la neblina sonora del Adagio. Los cinco movimientos presentan una secuencia de pura simetría (eso que tanto le gustaba a Bartók) que el Cuarteto Parker desmenuza con ese equilibrio, ese sentido de la medida que roza la excelencia. Atención a ese Scherzo, que es culminación y arco de bóveda, de lectura sutilísima, de sugerencias múltiples. En fin, la revelación de un excelente grupo joven en un repertorio difícil y muy bello. Santiago Martín Bermúdez BEETHOVEN: Seis Bagatelas op. 126. Sonata nº 29 op. 106. PIERRE RÉACH, piano. SAPHIR 1057 (LR Music). 2006. 65’. DDD. N PN He aquí un compacto nada revelador pero sí benigno; explicativo de un tocar correcto, mas que no se acerca a la trascendencia mírese por donde se mire. El pianista Pierre Réach aborda las obras arriba indicadas con tesón y cuidados (a su personal manera) y hasta con ciertas gracias. Pero sus tempi a menudo no parecen consecuencia del mensaje que se debería querer expresar tras leer la partitura. Algunos pecan de demasiado lentos, pareciendo que la música no avanza (lo que la convierte en algo pesante y de difícil disfrute) y otros se antojan exageradamente rápidos, aspecto que no beneficia al sentido musical en el más amplio significado. Véase por ejemplo el primer tiempo de la Sonata “Hammerklavier” donde ocurre lo dicho. Es una opción, pero como contrapartida se deberían cuidar sobremanera hasta los detalles más nimios (cosa que no sucede) y convendría tener en cuenta más la amplitud del fraseo y sus consecuencias. Sensaciones parecidas se suceden en todo el disco, donde el sonido también tiene sus demandas no atendidas; ciertas durezas y pocas sutilezas en general conforman un tocar beethoveniano particular que no se destaca precisamente por las esperadas virtudes. Emili Blasco BEETHOVEN: Sonatas para piano nº 21 pp. 53 “Waldstein” y nº 32 Op. 111. VLADIMIR ASHKENAZI, piano. BERLIN Eterna 0033112BC (Gaudisc). 1957. 45’. Mono/ADD. H PM T empranera grabación beethoveniana del entonces joven Ashkenazi, en un disco de excelente sonido monofónico y raquítica duración, en el que sólo cabe dudar la dudosa afinación de alguna nota del piano (bien evidente en el segundo tiempo de la Waldstein), situación poco aceptable para tratarse de grabaciones en estudio. Claro que igual si el bueno de Ashkenazi llega a quejarse en aquella época igual acaba en Siberia. En lo tocante a la interpretación, bien matizada y contrastada, estamos ante lecturas muy juveniles, enérgicas y trepi- 81 D D I SI CS O C O S S BEETHOVEN-A.M.BONONCINI dantes (especialmente la Waldstein), que explica muy bien la sensación que causó a este lado del telón de acero el joven pianista ruso. Interpretaciones quizá no especialmente sutiles en el matiz, quizá no muy maduradas aún, aunque ya sabedoras de lo que es crear tensión (Op. 111) y que en todo caso presentan a un pianista de extraordinario bagaje técnico. Disco nada excepcional, pero sí curioso documento del comienzo de la que había de ser una larguísima trayectoria discográfica y artística. Rafael Ortega Basagoiti BEETHOVEN: Sonatas para piano nºs 28 op. 101 y 29 op. 106 “Hammerklavier”. MITSUKO UCHIDA, piano. PHILIPS 4758662 (Universal). 2007. 69’. DDD. N PN S in añadir nada nuevo a lo ya dicho por otros en estas obras, la pianista nipona nos ofrece versiones correctas, lo cual, con este repertorio entre manos, no es precisamente poco. Abre la Op. 101 un Allegretto meditativo, muy schumanniano por el trazo cerrado de las frases, la interrelación polifónica y la flexibilidad del pulso, con un rubato leve pero frecuente. Buscando un cantabile muy nítido y graves redondos, el efecto soñador del fraseo se potencia dejando languidecer el pulso ya desde el c. 77. El Vivace se plantea con impulso, con brío incluso, pero sin la dimensión sinfónica de su escritura debido a la fragmentación de cada periodo. En su sección central, un excesivo ritenuto lastra la fluidez, sobre todo en las repeticiones. El Adagio encierra una hermosa gama de veladuras en p a una corda que nos hacen obviar algún error de lectura tan absurdo como fácil de subsanar en estudio. Un efusivo y chispeante Allegro habría finalizado con éxito, de no ser por el carácter prosaico que le otorga una escala dinámica pobre, que no consigue profundizar hasta el pp o ampliarse hasta el ff. En la Hammerklavier, Uchida se entrega con madurez y sabiduwww.scherzo.es 82 Angela Hewitt BEETHOVEN CONCIENZUDO BEETHOVEN: Sonatas op. 28, op. 13 y op. 2, nº 3. ANGELA HEWITT, piano. HYPERION 67605 (Harmonia Mundi). 2006. 74’. DDD. N PN He aquí un nuevo compacto de Angela Hewitt dedicado a sonatas de Beethoven; nueva ocasión para comprender una refinada sensibilidad que de manera franca y explícita nos ofrece con credulidad las obras anunciadas. La pianista se sumerge con certidumbre y confianza en lo que es un enfoque personal donde prima la corrección y la exquisitez, el esmero por ahondar en un sonido resonante y afectuoso. Su trabajo obtiene resultados muy gratos, ya que la correspondencia entre muchos factores proporciona unas versiones equilibradas donde prima la música. También confluyen y ayudan los tempi, siempre prudentes y de alguna manera circunspectos prometen ya de ría, pero carece de la potencia requerida en numerosísimos pasajes de la partitura. Esto le impide alcanzar ff plenos con los que abordar estructuras acordales sin interrupciones para preparar sus ataques y, con ello, mostrar parte del colosalismo de la obra. Los controvertidos cuatro primeros compases le sirven más de fanfarria afirmativa que de lanzamiento fogoso a un movimiento que encontrará su mejor virtud en la claridad cristalina del segundo tema. Construye bien su arquitectura multi-seccional gracias a una muy bella flexibilidad agógica y el incremento emocional del fugato. El Scherzo, pese a la desproporción de su f en relación a su p, resulta rítmicamente vivaz, bien articulado y atento a los itinerarios del tema por la región grave. La excelente fluidez cantabile del Adagio alcanza el punto más interesante del disco gracias a la transparencia de las sucesivas combinaciones texturales del material. El tratamiento de la grandiosa fuga final apuesta por la claridad contra variedad, optando por una articulación predominantemente staccato, y dosificando la tensión episódica hasta la fabulosa eclosión conclusiva, tras la aparición del doble sujeto. Juan García-Rico entrada una seria atención a la partitura. Hewitt ahonda en las sonatas con serenidad y nobleza, sinceridad inapelable que se muestra su más sólido valor. Caracteriza el Op. 28 con un sonido envolvente donde se sucede la música de manera sigilosa, y donde el cultivo de la minuciosidad no es aparente sino real. Este es un Beethoven prudente y narrativo, donde todo se sucede con una lógica y templada vehemencia que posibilita su entendimiento y su disfrute. La interpretación del Op. 13 es quizás la más menguada (y por otro lado necesitada) de vigor y fuerza. Su enfoque de la Patética es más bien conformado y demasiado resignado. La ausencia de energía en ciertos momentos es palpable y se traduce en un carácter demasiado suave. Es una visión comedida que en cierta manera puede ser convincente. Hewitt conduce la música con benevolencia e BEETHOVEN: Sinfonías. GUYLAINE GIRARD, soprano; MARIJANA MIJANOVIC, contralto; DONALD LITAKER, tenor; HAO JIANG TIAN, bajo. CORO DEL ORATORIO. ENSEMBLE ORQUESTAL DE PARÍS. Director: JOHN NELSON. 5 CD AMBROISIE AM 9993 (Diverdi). 2005-2006. 336’. DDD. N PN Entre lo simplemente bueno y lo sobresaliente, en esta integral sinf ó n i c a encontramos dos niveles de resultados claramente diferenciados. Curiosamente, la homogeneidad del enfoque aplicado por John Nelson plantea, más que un logro global, unas características que resultan ventajosas para unas obras e inconvenientes para otras. Para ello ha contado con el instrumental no historicista del Ensemble parisino, que, sin embargo, actúa desde parámetros interpretativos no lejanos a esa corriente, por su reducida plantilla, el color de su timbre —muy especialmente timbales y cuerda—, y el uso muy aquilatado que se hace de un vibrato leve, tanto en intensidad como en amplitud. Así, el director norteamericano parece querer penetrar en el corpus sinfónico indulgencia, con unas dosis poéticas nada despreciables que compensan lo dicho anteriormente. Su visión de la Sonata op. 2, nº 3 es dinámica y fornida, preservada con escrupulosidad e inspiración. Las cualidades de la pianista quedan una vez más retratadas con nitidez en lo que es un Beethoven creativo, expresivo y sin duda portador de grandes virtudes que le confieren autenticidad, honestidad y finalmente musicalidad. Emili Blasco beethoveniano desde esa “tercera vía” —ya explorada antes por otros— en la que la ligereza y la transparencia limpien a estas obras de la consabida retórica y sobredimensión sonora con la que el devenir histórico ha ido barnizándolas. Ahí reside la clave del éxito obtenido en aquellas sinfonías donde la escritura responde aún a un enfoque de clasicismo evolucionado, pero también el lastre en aquellas que —aun sin exageraciones— reclaman acentos y un tejido orquestal de mayor densidad y dramatismo. Sobre las revisiones de la edición Del Mar, las bases interpretativas de la batuta se fundamentan en dinámicas flexibles, pero sin sobrecargas; texturas diáfanas, bien equilibradas en sus repartos, sin pecar de endeblez; y tempi vivos, generalmente aligerados en los adagios. Con esas premisas, tras una Primera cuyo carácter juvenil pierde espontaneidad por una vivacidad excesivamente forzada, encontramos los mayores logros en Segunda, Tercera y Octava, que parecen terminadas de escribir minutos antes. Tal es su frescura, su imaginativa recreación de cada detalle —por ínfimo que sea— de la partitura. No lejos del éxito quedan Cuarta y Pastoral, donde sin embargo se echa en falta un poco más de D D I SI CS O C O S S BEETHOVEN-A.M.BONONCINI sosiego que equilibre y potencie los tiempos extremos. Cuando llegamos a los tres platos fuertes (Quinta, Séptima y Novena), escuchamos todo lo escrito, pero con demasiado poco fondo, y se nos queda corta esa visión del otro yo beethoveniano que enriquezca, por oposición, todo lo dicho antes. El ciclo, como conjunto, muy destacable, sobre todo si se busca un complemento “ligero” a otras versiones de gran poderío. para tirar cohetes. Tampoco la versión de las Diabelli escapa a una brillantemente realizada rutina. Lo mejor del álbum es una plausible versión de la Op. 111, donde Katchen se acerca más hacia la indagación de mayores recovecos expresivos, con más cuidados matices. Con todo, tampoco esta notable interpretación hace olvidar legendarias lecturas de la obra, en manos, entre otros, de los pianistas citados antes. Ustedes mismos, pero yo pasaría. Juan García-Rico Rafael Ortega Basagoiti BEETHOVEN: Conciertos para piano y orquesta. Rondó WoO 6. Fantasía coral op. 80. Variaciones Diabelli op. 120. Polonesa op. 89. Sonata nº 32. JULIUS KATCHEN, piano. CORO Y ORQUESTA SINFÓNICA DE LONDRES. Director: PIERO GAMBA. 4 CD DECCA 475 8449 (Universal). 1953-1968. ADD. 277’. R PE J uvenil grabación de Katchen, cuando estaba en la treintena, de los Conciertos de Beethoven, junto a algunas otras obras concertantes y las monumentales Diabelli. Versiones impulsivas, de un solo trazo, un tanto convencionales, no especialmente refinadas ni reveladoras, brillantísimamente ejecutadas y con evidente impulso. No se muestra Katchen especialmente cuidador del color sonoro (algo de dureza en el forte), y sí de ofrecer unas versiones virtuosas, con nervio y brío, aunque sin jugar demasiado con los contrastes ni con los matices. El acompañamiento de Gamba es rutinario y un tanto tosco, con una Sinfónica de Londres que mostró mejores prestaciones en otras ocasiones. Las tomas de sonido son espléndidas, y el álbum es de serie media, pero, con la nómina de versiones existentes, algunas de ellas también en serie media, como las de Brendel (Philips), Kempff (DG), Barenboim, Gilels, (ambos EMI), Arrau (Philips y EMI), Perahia o Serkin (ambos Sony), por no hablar de Zimerman y Pollini (ambos DG), uno se pregunta si esta versión aporta realmente algo interesante, sin que consiga encontrar una respuesta positiva. En realidad es un documento ilustrativo del joven Katchen, que alcanzaría muchas y mejores cosas en Brahms, pero ni su interpretación ni el acompañamiento son de sensibilidad y múltiples detalles no convence, precisamente por falta de profundidad y exceso de extroversión y contrastes. La orquesta coopera con el mismo enfoque, fundiéndose ambos en el éxtasis de la exhibición y potenciando de esta manera una afectación desnaturalizada. El Concierto nº 2 adolece de las mismas características, quizás aún más dadas las peculiaridades de la escritura. Uno tiene la certeza de estar escuchando a un solista de gran personalidad… en lugar de unas interpretaciones sensatas y pensadas básicamente sobre la música. BEETHOVEN: Conciertos para piano y orquesta nº 2 op. 19 y nº 4 op. 58. MIKHAIL PLETNEV, piano. ORQUESTA NACIONAL RUSA. Director: CHRISTIAN GANSCH. DEUTSCHE GRAMMOPHON 477 6416 (Universal). 2006. 64’. DDD. N PN E stá claro que Mikhail Pletnev es un músico controvertido, no lo negaremos desde estas líneas, sus interpretaciones beethovenianas así lo certifican. Con unos esquemas llamativos, un refinamiento ciertamente alejado de la lógica tradicional, y una enorme capacidad por personalizar las partituras que toca, el pianista se muestra asombroso e incansable. Este es un artista original y subjetivo, capaz de analizar el discurso musical hasta los detalles más nimios para ofrecer un punto de vista que como mínimo, dista del predecible. Esta es su segunda entrega del ciclo de los conciertos para piano de Beethoven que el ruso realizó en septiembre de 2006 en la Beethovenhalle de Bonn, y a decir verdad que las interpretaciones no dejan lugar a la indiferencia. Pletnev, acompañado por la Orquesta Nacional Rusa y su director Christian Gansch propone un Beethoven brioso y llamativo y en cierta manera equilibrado (teniendo en cuenta que ciertamente estamos delante de un tocar estilísticamente hablando homogéneo y muy delimitado). Totalmente extrovertido y sin complejos (su sonido suele ser duro y parco en delicadezas, premiando los contrastes extremos de los matices) y con un total autoconvencimiento, Pletnev busca la novedad que redescubra lo esencial de la música. Pero el resultado es un Op. 58 indudablemente artificioso (basta escuchar el comienzo), que aunque lleno increíble en un cantante que aún no llega a la treintena y dice su parte con precisión maniática. Ejemplo puntual: el sublime cantable Tutto è sciolto. Los ascensos al agudo están manejados o alterados con cierta moderación, diferentes en firmeza y disfrute. Colombara también por su lado aporta un canto medido y una voz de un colorido lírico que encaja perfectamente con el papel y con sus dos compañeros de reparto. La Mingardo es casi un derroche para Teresa y la incisiva Lisa de la Azzaretti otro acierto más de un equipo que se complementa decorosamente con el Alessio de Paul Gay. Emili Blasco Fernando Fraga BELLINI: La sonnambula. NATALIE DESSAY (Amina), FRANCESCO MELI (Elvino), CARLO COLOMBARA (Rodolfo), SARA MINGARDO (Teresa), JAËL AZZARETTI (Lisa). CORO Y ORQUESTA DE LA ÓPERA DE LYON. Director: EVELINO PIDÒ. 2 CD VIRGIN 391 138 (EMI). 2006. 131’. N PN Se trata de una toma en vivo en sesión de concierto en Lyon, tras haberse ofrecido en paralelo (en edición crítica, como tanto se lleva hoy), con el mismo terceto protagonista y director, en los parisinos Champs-Élysées. Cuidadísima dirección de Pidò afecto a este tipo de repertorio, beneficiándose de un excelente conjunto instrumental que tan bien preparado dejó Nagano. El coro, igualmente, da cuenta de su valía con bastantes oportunidades para demostrarlo. El transparente clima de ensoñación creado por la batuta se contagia al equipo vocal, que ofrece una lectura clara y puntillosa de la obra. Dessay, musicalísima Amina, capaz de sobrellevar cómoda y segura todas las exigencias del papel, deja a veces la sensación de una cierta escolaridad desde el punto de vista interpretativo. Posiblemente, si la toma se basara en una representación escénica, tratándose de una actriz voluntariosa y seria como es la soprano francesa, los resultados de por sí muy buenos mejorarían más dramáticamente hablando. Hay que tener en cuenta igualmente que la suya es una voz que gana mucho cuando se la escucha en vivo y directo. Meli expresa con una atención al matiz realmente magistral, A. M. BONONCINI: Stabat Mater. La decapitación de san Juan Bautista. G. B. BONONCINI: La Magdalena a los pies de Cristo. FUX: Il fonte de la Salute. COLLEGIO DI MUSICA SACRA. Director: ANDRZEJ KOSENDIAK. DUX 0492 (Diverdi). 2006. 56’. DDD. N PN F laco servicio el que hacen estos intérpretes a una hermosa música de conocimiento muy restringido. Primeramente, se cae en el error de que los cuatro solistas aborden los coros, cuando tales cantantes no ensamblan adecuadamente sus timbres para definir un todo homogéneo. La afinación y el discurso son trabajosos y están muy descuidados, tanto que el número conclusivo del Stabat Mater parece más bien el encuentro de unas almas en pena. En sus prestaciones individuales las deficiencias se hacen más notorias: el contratenor Piotr Lykowski es una voz desfavorecida, de timbre duro en la colocación (penoso su Fac me vere tecum flere) y el bajo tiene una línea de canto defectuosa, con notas trémulas que lo hacen no apto para sus dos arias en el Stabat Mater, de resultados inaceptables. Respecto al grupo instrumental, igual de malparado en continuas desafinaciones de los violinistas, quienes rompen la factura general en las oberturas e introducciones y desfiguran la religiosidad en números como el Eja mater, fons amoris. Marco Antonio Molín Ruiz 83 D D I SI CS O C O S S BRAHMS-DALLAPICCOLA BRAHMS: Dos Rapsodias op. 79. Valses op. 39. Tres intermezzi op. 117. Variaciones y fuga sobre un tema de Haendel op. 24. JENÖ JANDÓ, piano. Nash Ensemble LOS PINGÜINOS Y BRAHMS BRAHMS: Sextetos de cuerda opp. 18 y 36. NASH ENSEMBLE. NAXOS 8.570290 (Ferysa). 2005. 73’. DDD. N PE No sin inten- 84 ción subraya Keith Anderson en la carpetilla el temp r a n o encuentro de Brahms con la música de danza húngara. De hecho, tanto por el programa como por el intérprete escogidos, el disco parece una demostración con los hechos de la importancia de esa influencia más allá de la colección más famosa. Jenö Jandó responde a las expectativas con un idiomatismo auténtico, es decir, mucho más austero de lo que el falso tópico habitual se empeña en hacer pasar por auténticamente “húngaro” en cuanto a inflexiones de fraseo, rítmicas y dinámicas. El principal reparo no es achacable a él, sino a la tímbrica de un instrumento muy mate en los registros extremos. Las Rapsodias aún reciben un interesante tono sombrío de un registro grave tan mate, pero con semejante lastre a cuestas ninguno de los Valses acaba nunca de levantar el vuelo: en el nº 8, por ejemplo, podría pensarse que son dos instrumentos los que suenan, uno por arriba con la melodía y otro por abajo con el ritmo. Sólo los nºs 10-12 forman una secuencia en que el buen sentido del rubato de Jandó consigue hacerse bastante apreciable y, tras un nº 13 casi insufrible pese a su brevedad, el nº 14 se mueve con agilidad, pero la memorable inspiración del nº 15 se echa a perder. De los Intermezzi, vuelve a ser al segundo, en el que menos se alejan los dedos de la zona intermedia del teclado, al que se le vuelve a sacar mejor partido. Las Variaciones “Haendel”, finalmente, resultan tan diversas en resultados como variadas en climas son ellas mismas. Curiosamente, el staccato en produce en la 4ª un efecto de “enmascaramiento” mutuo que en la 7ª y la 8ª, donde las manos vuelven a no separarse mucho, aún resulta más beneficioso. En la 11ª el auxilio proviene de la delicadeza que impone la indicación piano dolce… y así hasta la fuga final, donde el ya acostumbrado (si no dimisionario) oído llega a encontrar bellos pasajes que, seguramente, de haber figurado al comienzo del ONYX 4019 (Harmonia Mundi). 2006. 77’. DDD N PN A veces, las carátulas de los discos son de lo más desconcertante. Hay casos en los que parece dominar el deseo de llamar la atención a través de una imagen novedosa y original, que rompa con el estereotipo de seriedad y aburrimiento que acompaña a la llamada “música clásica”. Un ejemplo paradigmático de ello lo encontramos en la fotografía que ilustra esta grabación de los dos Sextetos de Johannes Brahms, dominada por la figura de seis pingüinos, un animal que no destaca pre- programa por ejemplo, no le habrían parecido tales. La sensación global es que estas obras y este pianista merecían condiciones mejores. Alfredo Brotons Muñoz BRUCKNER: Sinfonía nº 7. ORQUESTA METROPOLITANA DEL GRAN MONTRÉAL. Director: YANNICK NÉZET-SÉGUIN. ATMA SACD2 2512 (Gaudisc). 2006. 70’. SACD. N PN La grabación con música de Nino Rota de NézetSéguin al frente de la Orchestre Métropolitain du Grand Montréal fue en su momento todo un éxito y la discográfica Atma ha continuado apostando por él. Así, han ido apareciendo nuevos discos con música de Weill, Saint-Saëns y Mahler, de modo que esta Séptima de Bruckner no suponga ninguna gran sorpresa en cuanto al repertorio. Próximo a suceder a Gergiev al frente de la Orquesta Filarmónica de Rotterdam y con una más que brillante carrera a sus espaldas, este joven músico se ha labrado un prestigio internacional gracias a su rigor y a su capacidad expresiva como intérprete y en tanto que director que ha conseguido que la orquesta canadiense conozca bajo su guía su mejor época. La versión que aquí se nos ofrece de la Séptima de Bruck- cisamente por virtud musical alguna… Y aunque lo que hayan querido decirnos los diseñadores de esta propuesta acaba quedando convertido en el más profundo de los arcanos, una cosa es indudable: la estampa sorprende, y hace que esbocemos una sonrisa y acojamos con simpatía este disco. ner se basa en la edición Nowak y es respetuosa con la tradición. Desde luego es una versión más, pero una más entre las muy buenas. Nézet-Séguin no se pierde en nebulosas y aporta claridad de líneas y texturas tal como mandan los tiempos y la propia escritura de Bruckner, a veces tan “clásica”. En ella están algunas de las más felices inspiraciones brucknerianas y momentos dignos de un gran maestro como Bruckner fue que un buen director como Nézet-Séguin debe resaltar y así lo hace, pues en todo momento está al servicio de lo interpretado aunque nunca cae en la mera y rutinaria lectura ni en la asepsia. No es un Bruckner originalísimo el suyo, por supuesto, ni rompedor, ni audaz, pero suena mucho a Bruckner, y además muy bien; no es poco. Josep Pascual BUXTEHUDE: El juicio final (selección). WESERRENAISSANCE BREMEN. Director: MANFRED CORDES. CPO 777 197-2 (Diverdi). 2005. 78’. DDD. N PN Música vocal BuxWV 34, 36, 51, 72, 110, 112 y 113. LA CAPELLA DUCALE. MUSICA FIATA. Director: ROLAND WILSON. CPO 777 318-2 (Diverdi). 2006. 78’. DDD. N PN El tercer centenario de su fallecimiento ha revitalizado el interés por la figura de Dietrich Buxtehude (1637-1707), como Una simpatía, en fin, y aquí viene lo verdaderamente importante, que al poco de escuchar los primeros compases de las versiones cede su lugar a la admiración. Porque, fuera del pintoresquismo de su cubierta, estamos ante un trabajo portentoso del Nash Ensemble. Sus lecturas son suntuosas en el plano sonoro, tienen cuerpo, vigor y una expresión arrebatadora. Las dos obras, por lo demás, son bellísimas, puro romanticismo reconcentrado, que el grupo destila con sabiduría, pero también con un entusiasmo que pocas veces se aprecia entre británicos. Recomendación, pues, plena. Juan Carlos Moreno introducción a la cual resulta por cierto muy recomendable la cabal semblanza ofrecida por Harry Halbreich en el número 221 de SCHERZO (págs. 140 y ss.). Sobre todo famoso por ser el organista cuyo conocimiento costó a Johann Sebastian Bach cuatrocientos kilómetros de viaje a pie en 1705, sólo desde mediados del siglo XX se ha ido recuperando paulatinamente la parte más mollar de su producción vocal. Las músicas contenidas en estos dos discos de CPO confirman lo erróneo de considerarlo meramente un puente entre Schütz y Bach. El juicio final debió de interpretarse en el marco de las Músicas vespertinas con las que durante sus cuarenta últimos años de vida Buxtehude hizo las delicias de los burgueses hanseáticos en la iglesia de Santa María de Lübeck. En 1684 debió de verse en ella una versión ampliada del género cantata en su acepción pre-bachiana, pero para un oyente de hoy en día a lo que sin duda más se parece es a una ópera sacra en cinco actos, en la que el Alma Mala y los siete pecados capitales van compareciendo ante el Alma Buena, la Voz Divina y el mismo Cristo. Con competencia de homogénea alta calidad en todos sus elementos, la interpretación transmite de manera muy D D I SI CS O C O S S BRAHMS-DALLAPICCOLA sugerente aunque sin traicionar en ningún momento el carácter barroco de la composición el contraste entre la sensualidad del pecado y el rigor de la virtud. Los técnicos de sonido únicamente permiten que se note la enorme reverberación de la iglesia de San Nicolás y Santa Ulrica en Nürnberg-Mögeldorf en ciertos finales de frase, es decir, siempre con el mejor efecto. Manfred Cordes aduce en la carpetilla razones seguramente bien fundadas para haber limitado la grabación a una selección, pero que no evitan la curiosidad por los fragmentos descartados. Las siete piezas escogidas por Ronald Wilson responden mucho más plenamente al concepto de cantata buxtehudiana: obras corales, en las que se ponen en música series de estrofas extraídas de los salmos, de textos luteranos o ambas cosas a la vez. Las partes solistas no pueden todavía calificarse de arias, una forma de origen italiano que aún debía esperar unos años para ser incorporada a la música religiosa alemana (por Bach concreta aunque no exclusivamente). En ellas es donde se aprecian las mayores desigualdades entre los intérpretes, de los cuales es el bajo Wolf Matthias Friedrich quien por la redondez de su timbre y la nobleza de su expresión se lleva la palma. Los coros y concertantes, en cambio, resultan por lo regular bastante satisfactorios debido al buen empaste conseguido, y el acompañamiento orquestal se distingue por la precisión y sutileza de unos apoyos y matices que las tomas captan con notable fidelidad. Alfredo Brotons Muñoz autor, de Winter music sólo existen contadas versiones, como la que se recoge en un disco Hat Art de 1993, a cargo de los pianistas Mats Persson, Steffen Schleiermacher, Kristine Scholz y Nils Vigeland. Ese mismo registro cuenta, además, con la interpretación de las dos obras conjuntas por los mismos pianistas y el gran Eberhard Blum a la flauta. Es un Atlas Eclipticalis en el más puro estilo Cage, o mejor, en el estilo que fuera creando a cada disco el sello Hat Art, una sonoridad transparente, en buena medida debido al excelente trabajo de los técnicos encargados de la grabación y un compromiso total de los músicos con el espíritu de la obra. Los silencios son moderados, inquietantes; el cúmulo de secuencias temporales funciona con un grado de tensión razonable y los acordes de los pianos son de una gran plasticidad, con lo que se crea una gran fractura entre el continuum de la parte de flauta y el sonido fragmentario de los pianos. Pero en la versión de 1983 que ahora recupera Mode, a cargo de una formación dirigida por el propio Cage, adolece de pesantez y no hay, ni por asomo, ninguna de las cualidades antes apuntadas con respecto a la versión del sello suizo. El interés, por tanto, de esta grabación de Mode es muy escaso. Tal vez una de las razones del fracaso de esta empresa estribe en la toma de sonido (el original ocupaba un total de cuatro LP’s), totalmente descuidada, sin la más mínima sensación de espacialidad ni de cuerpo sonoro. Los músicos, en aquella reunión en Washington, alargaban los silencios hasta extremos insostenibles y las secuencias de sonidos se engarzaban sin el más mínimo sentido de la musicalidad. CAGE: Atlas Eclipticalis with Winter Music. THE NEW PERFORMANCE GROUP. Director: JOHN CAGE. 3 CD MODE 3/6 (Diverdi). 1983. 157’. DDD. N PN T erminada en 1961, la obra Atlas Eclipticalis fue ideada por Cage para ser interpretada como una obra unitaria y en combinación con Winter music, pieza algo anterior, para tres o más pianos. Si bien de Atlas Eclipticalis el catálogo fonográfico cuenta con numerosas grabaciones, para los conjuntos instrumentales y solistas más variados y se ha convertido en una pieza de referencia entre las obras del Francisco Ramos CESTI: Cantatas. JACEK LASZCZKOWSKI, soprano y tenor; JERZY ZAK, tiorba; KATARZYNA TOMCZAK, clave; MILENA DOBROC, guitarra barroca; AGNIESZKA RYCHLIK Y MARIA PAPUZINSKA, violines; MARK CAUDLE, violonchelo. ACTE PRÉALABLE AP0039 (Harmonia Mundi). 1999. 66’. DDD. N PN Un caso singular de transformismo el de Jacek Laszczk o w s k i , sopranista polaco nacido en 1966 que se atreve también a cantar con su registro natural de tenor. Mejor parece el falsete, con el que compone una verosímil, aunque falta de cuerpo y apoyo, voz de soprano, pues como tenor, el canto de Laszczkowski es de una extrema falta de refinamiento y de una no siempre segura afinación. En este disco, dedicado a la cantata de cámara de Antonio Cesti (1623-1669), el polaco se permite incluso algunos dúos, como Lacrime mie o Disperato moriro, en el que él asume las dos partes vocales (con la ayuda, obviamente, del ingeniero de sonido). Para otras seis cantatas utiliza su registro sopranil, con el que, ya he dicho, se defiende con solvencia, alcanzando notas agudas en verdad inverosímiles, fraseando con gusto (algo entrecortado resulta, en cualquier caso, en los pasajes más ágiles) y con aceptable intensidad expresiva. Continuo discreto, que hace descansar la mayor parte de su peso en la tiorba de Jerzy Zak, quien muestra su elocuencia en un par de piezas de Kapsberger, que, junto a una tocata para clave de Michelangelo Rossi, tocada de forma algo desigual, se incluye como complemento. El curioso disco se cierra con Aspettate! adesso canto, en el que Laszczkowski alterna registro sopranil y tenoril tratando de potenciar el efecto humorístico del texto. Pablo J. Vayón CHAIKOVSKI: Sinfonía nº 4 en fa menor op. 36. Las estaciones, op. 37b (julio-diciembre). ORQUESTA DE FILADELFIA. Piano y director: CHRISTOPH ESCHENBACH. ONDINE ODE 1104-5 (Diverdi). 2006. 69’. SACD. N PN E schenbach plantea una Cuarta precisa, excelente en su trazado y difícilmente superable en su ejecución, mas contenida desde el punto de vista de la expresividad romántica. Siendo ésta una opción tan válida como su contraria, será el oyente quien estime su preferencia por un Chaikovski candente o, como aquí, preciosista en el cómo y reflexivo en el qué. La Orquesta de Filadelfia demuestra el excelente nivel en el que cimienta su nombre, mostrándose elegante, calibrada hasta el refinamiento, y alcanzando una suntuosidad sobresaliente en cuerda y maderas: escuchen, a modo de ejemplo, en el primer movimiento, la elegancia de los violonchelos en la frase cedida por violas en trémolo (6’18’’); o el precioso diálogo entre oboe y clarinete (14’50’’). La batuta plantea las numerosas secciones de este movimiento inicial bajo un tempo unitario, sin grandes oscilaciones, con ritardandos y stringendos muy aquilatados. Dinámicamente, tras la rotundidad de los 26 primeros compases, comienza su construcción progresivamente, guardando sabiamente la carta fff hasta el desarrollo, evitando caer en la frecuente tentación de quemar ese cartucho demasiado pronto. El Andantino comienza con un delicioso cantabile del oboe para fluir hasta la nobleza sincera del Più mosso, gracias a un sutilísimo incremento del pulso desde la sección A. La cuerda responde con exactitud suiza en el Pizzicato ostinato, lanzando un guante que el viento recoge con idéntico virtuosismo en el Meno mosso. En este tercer tiempo, la contención con la que el alemán trata los reguladores dinámicos perfila un fraseo satinado. El cuarto movimiento cierra con toda la efusividad que requiere su escritura, siempre desde un control absoluto en color y temperatura. Complementando la duración del disco, el propio Eschenbach ofrece al piano unas otoñales lecturas de la segunda parte de Las estaciones, monas, pero carentes de arranque y espontaneidad. Pudiendo contar con esa orquesta de lujo, no es fácil entender este tipo de complementos. Juan García-Rico DALLAPICCOLA: Quattro liriche di Antonio Machado. Rencesvals. HARTMANN: Lamento. SCHWEINITZ: Papiersterne op. 20. MOJCA ERDMANN, soprano; DIETRICH HENSCHEL, barítono; CLAUDIA BARAINSKY, soprano; AXEL BAUNI, piano; DORIS SOFFEL, mezzo; ARIBERT REIMANN, piano. ORFEO C 558 061 A (Diverdi). 1982, 2005. 70’. DDD. R/N PN O rfeo nos ofrece este inapreciable regalo que, como sucede en estos casos, no vale para cualquiera. De sus archivos recientes obtiene cantos de Dallapiccola y Hartmann, que son músicos de una misma generación (nace el primero en 85 D D I SI CS O C O S S DALLAPICCOLA-GÁL 1904; el segundo, en 1905), la que vivirá la segunda gran guerra en su primera madurez. En cambio, Orfeo acude a un registro de 1982 para el interesantísimo ciclo de Lieder de Wolfgang von Schweinitz, medio siglo más joven que los anteriores y ajeno a las vigencias impositivas de la vanguardia de posguerra. Las Canciones de Machado de Dallapiccola, que no suenan nada mal en la voz de la soprano Mojca Erdmann, pese al acento, son de 1964. Muy anterior es Roncesvalles (1946), sobre fragmentos de El cantar de Roldán. De especial interés es la cantata Lamento, de Hartmann (en rigor, tres cantos), profunda indagación gestual a partir de tres poemas de Andreas Gryphius, una obra de los años de silencio del joven Hartmann (que asumió un exilio interior durante toda la etapa nazi), revisada a mediados de los cincuenta. La asume con ardor, de manera rigurosa y apasionada, la soprano Claudia Barainsky. El ciclo Papiersterne, de Wolfgang von Schweinitz, consta de quince Lieder con poemas de Sarah Kirsch, y es obra de 1981; su registro proviene del estreno. Nada menos que Aribert Reimann acompaña a la mezzo Doris Soffel en este sugestivo ciclo que no deja de sorprendernos a medida que avanza, que nos recuerda las primeras conquistas vocales de la escuela de Viena desde el Op. 3 de Berg hasta el Op. 15 de Schoenberg (por entendernos). El triple o cuádruple programa constituye una nueva muestra del exquisito gusto y el excelente archivo de este sello. Un magnífico recital de Lieder de gran modernidad, sin las sorpresas, experimentos o sequedades vanguardistas: puro canto, drama y rehumanización. Santiago Martín Bermúdez DVORÁK: El jacobino (selección, en alemán). KARL WESSELY (Benda), ELFRIDE TRÖSTCHEL (Terinka), LORENZ FEHBERGER (Georg), SVEN NILSSON (Conde Vilém), MATHIEU AHLERSMEYER (Gottfried, Bohus en el original checo), ROBERT BURG (Rudolf), MARGARETE TESCHEMACHER (Julie). CORO INFANTIL Y CORO DE LA STAATSOPER DE DRESDE. STAATSKAPELLE DRESDEN. Director: KARL ELMENDORFF. HÄNSSLER Profil PH 07031 (Gaudisc). 1943. 54’. ADD. H PM 86 Todo un documento, en todos los sentidos. Con un sonido histórico digno, y con unas voces espléndidas de una época difícil François Fernández EXCELENTE MITAD DE CORELLI CORELLI: Sonatas para violín y continuo op. 5, nºs 712. FRANÇOIS FERNÁNDEZ, violín; GLEN WILSON, clave. NAXOS 8.557799 (Ferysa). 2006. 63’. DDD. N PE Naxos ofreció las seis primeras sonatas de la Op. 5 de Corelli en una más que interesante interpretación de dos grandes veteranos de la música antigua holandesa, Lucy van Dael y Bob van Asperen (ver SCHERZO nº 197). La colección la completan dos miembros de una generación más joven, el violinista francés François Fernández (n. 1960) y el clavecinista estadounidense Glen Wilson (n. 1952). Como en el caso de la propia Van Dael o en el de Andrew Manze (que grabó la serie completa con Richard Egarr para Harmonia Mundi), el continuo que acompaña a Fernández se reduce a un clave (una copia de Ruckers), lo que hasta fecha reciente no era en absoluto habitual. La interpretación es, en cualquier caso, magnífica. El Andrea Guarneri de Fernández suena con una sugerente mezcla de robustez y delicadeza que le permite muy expresivos contrastes entre los dulces movimientos lentos (preludios y zarabandas), en los que a menudo recuerda la habilidad de Manze para conseguir sutilísimos efectos allí donde la cuerda parece que se va a romper, y los brillantes rápidos (alemanas, gavotas, correntas, gigas; no olvidemos que nos movemos en el ámbito de la sonata da camera), donde en último término acaba dominando el lirismo, pero un lirismo construido a partir de un sonido pleno y redondo. A ello contribuye el clave poderoso, pero en absoluto estridente, de Wilson. El equilibrio entre los dos intérpretes resulta estupendo y la rítmica es de una regularidad que no se hace monótona por el elegante y sensual sentido de la ornamentación que demuestra tener el violinista francés, quien termina el CD con unas variaciones sobre la folía donde demuestra sobrado virtuosismo e intachable musicalidad. No lejos de las mejores opciones para estas obras, lástima que se trate sólo de la mitad de la colección. Pablo J. Vayón Christophe Rousset MÁS QUE UN EPÍGONO DESMAREST: Venus y Adonis. KARINE DESHAYES (Venus), SÉBASTIEN DROY (Adonis), ANNAMARIA PANZARELLA (Cidippe), HENK NEVEN (Marte). LES TALENS LYRIQUES. CORO DE LA ÓPERA NACIONAL DE LORENA. Director: CHRISTOPHE ROUSSET. su labor de desenterrador de tesoros de la ópera barroca. Le toca ahora el turno a esta Venus y Adonis de Desmarest, músico que por cierto estuvo en España en los duros tiempos de la Guerra de Sucesión. La obra, con un libreto bastante débil, sigue claramente los dictados de la tragedia lírica de Lully. Lo hace con algún toque de humor, como el coro que responde a los Celos (II, 5). La versión, tomada de concierto público, es de una extraordinaria frescura, que devuelve a Desmarest al panorama de la ópera barroca francesa. Rousset entiende como pocas personas —salvo, naturalmente, William Christie— las necesidades y la retórica del francés cantado de la época. Su reparto le sigue admirablemente, con prestaciones elocuentes de los principales cantantes, Deshayes, Droy, Panzarella o Neven, que elevan el pretexto de la narración mitológica al nivel de una sucesión de escenas dramáticamente aceptable. Rousset integra eficazmente las (el registro es de 1943). Los checos eran un pueblo ocupado por el III Reich, éste se empezaba a batir en retirada, se procedía a la solución final, y sin embargo la Ópera de Dresde dedicaba este registro radiofónico a una ópera checa significativa, secuela de una puesta en escena. Es en alemán, desde luego, y esto hace que escuchemos este Jacobino como si fuera un Singspiel a lo Lortzig e incluso una opereta a lo Lehár. Esto indica que se trata de una ópera de cierta belleza, pero no de los grandes títulos del repertorio nacional. Recomendable, y que hará las delicias de 2 CD AMBROISIE AM 127 (Diverdi). 2006. 131’. DDD. N PN P rosigue incansable Rousset danzas en la acción de la tragedia, con puntos especialmente logrados, como la lánguida sarabande de la tercera escena del tercer acto. No puede olvidarse la fantástica realización del bajo continuo. Grabación muy interesante. Enrique Martínez Miura cualquier aficionado, sobre todo si el reparto es como éste de hace sesenta y tantos años. Voces como las de Elfriede Trötschel o Karl Wessely son testimonio de un tiempo que ya no existe, y no porque sean insuperables, sino porque esas intensidades, esos timbres, esa manera de frasear, esa escuela ya han desaparecido. Pero las tenemos ahí, permanen- D D I SI CS O C O S S DALLAPICCOLA-GÁL tes para la posteridad gracias a la grabación fonográfica. Bajo las bombas aliadas desaparecía Dresde, y sin embargo permanecían registros como éste. Mención aparte merece Karl Elmendorff, nombre que estuvo prohibido durante años en la posguerra. Dirigía, pero no se le mencionaba. El libreto de este álbum incluye interesante correspondencia sobre el caso. En fin, no hay que dudarlo: el registro es sensacional, uno de los tesoros de Dresde que nos trae ahora Hänssler. No es imprescindible. Y, como hemos dicho en alguna otra ocasión y otro contexto, es un lujo para disfrutarlo de veras. ELGAR: Falstaff op. 68. Romanza para fagot op. 85. Concierto para violonchelo y orquesta op. 62. Smoking Cantata. HEINRICH SCHIFF, violonchelo; GRAHAM SALVAGE, fagot; ANDREW SHORE, barítono. ORQUESTA HALLÉ. Director: MARK ELDER. HALLÉ CD HLL 7505 (Diverdi). 2003. 69’. DDD. N PN Obertura Froissart op. 19. Dream Children op. 43. The Music Makers op. 69. BACHELGAR: Fantasía y fuga en do menor op. 86. JANE IRWIN, mezzosoprano. CORO Y ORQUESTA HALLÉ. Director: MARK ELDER. HALLÉ CD HLL 7509 (Diverdi). 2005. 68’. DDD. N PN Santiago Martín Bermúdez LSO LSO0109. (Harmonia Mundi). 2007. 48’. DDD. N PM E n su última etapa, Sir Colin Davis parece interesarse más por la música de Elgar de lo que lo hizo anteriormente. Ya había grabado las Variaciones “Enigma” para EMI —recordemos también su gran trabajo acompañando a Kyoko Takezawa en la que es una de las mejores lecturas del Concierto para violín (RCA)— y lo hace ahora muchos años después en la serie discográfica de la que hasta hace poco fue su orquesta. Quien firma estas líneas recuerda haberle escuchado en vivo una magnífica Primera Sinfonía, enormemente dramática. Y quizá esa visión pesa en esta versión de las Enigma, demasiado seria a mi entender, muy bien planteada, estupendamente dicha por una orquesta fabulosa pero a la que le falta la gracia que sí le otorgaba Boult (EMI) o la exuberancia, el cuidado al más mínimo detalle que luce la de Paavo Järvi (Telarc) y a la que perjudica —como al disco completo— una grabación con poca presencia. Es un trabajo demasiado monolítico, exento de una cordialidad que esta música posee sin duda. Magnífica la Introducción y allegro, con una primera parte soberanamente elegíaca y una segunda en la que las cuerdas londinenses demuestran una flexibilidad admirable. Claire Vaquero Williams Claire Vaquero Williams FERRARI: ELGAR: Variaciones “Enigma” op. 36. Introducción y allegro op. 47. ORQUESTA SINFÓNICA DE LONDRES. Director: COLIN DAVIS. mundo creador y anímico del compositor. La mezzo Jane Irwing es una magnífica solista y con Elder firman una de las versiones más interesantes de la obra en disco detrás de la de Boult con Baker (EMI) y a la par de la de Thomson y Finnie (Chandos). Se cierra el programa con la transcripción para orquesta del Preludio y fuga BWV 537 de Bach, un trabajo, nacido del puro homenaje a la obra del autor y muestra de la excelencia orquestadora de Elgar. Elder y sus huestes la sirven con admirables resultados. D os nuevos discos de la Orquesta Hallé en su propio sello, dedicados a Elgar, muestran la excelente impronta que su actual titular Mark Elder ha dado a una orquesta que languidecía antes de su llegada. La versión de Falstaff, vívidamente narrativa, con estupendos momentos líricos, un verdadero retrato del personaje, lo demuestra con claridad y no desentona frente a las clásicas de Barbirolli (EMI) o Collins (Beulah) o las modernas de Solti (Decca), Mackerras (Argo) o Andrew Davis (Teldec). El encanto de la Romanza para fagot llega con limpieza y Heinrich Schiff negocia con soltura si no con arrebato el Concierto para violonchelo. Aquí, ya se sabe, la lectura paradigmática de DuPré y Barbirolli (EMI) es siempre un obstáculo insalvable. La Smoking Cantata es una pieza de menos de un minuto de duración, una curiosidad dedicada a un amigo que no dejaba fumar en su casa y que aquí recibe su primera grabación. El segundo de los discos de la Hallé dedicados a Elgar se abre con una pimpante versión de la Obertura Froissart, en la que el impulso de un compositor todavía en formación se pone muy bien de manifiesto. Barbirolli y Tate siguen siendo las referencias pero la lectura de Elder es muy recomendable. Como lo es la delicadeza con la que se explican las dos piezas que componen Dream Children, una muestra clara del Elgar más recogido. Lo mejor de la entrega es The Music Makers, esa obra que, con sus citas propias y ajenas representa una muestra del Chansons pour le corps. Et si tout entière maintenant. ELISE CARON, voz; MICHEL MAURER, piano; CAROL MUNDINGER, clarinete; CHRISTINE LAGNIEL, percusión; MICHEL MOUSSEAU, sintetizador. NOUVEL ORCHESTRE PHILHARMONIQUE. Director: YVES PRIN. MODE 81 (Diverdi). 1995. 75’. DDD. N PN Autor de una obra electrónica importante, Luc Ferrari (19292005) se aparta de la senda de los practicantes de la electroacústica tanto como de los compositores de la vanguardia a la que él pertenece. Ferrari es un caso especial, una de las mentes más inquietas y heterodoxas de la modernidad, capaz de aportar soluciones sonoras inéditas, aligeradas de toda trascendencia y con una carga de humor más que notable. Ferrari, un “vanguardista” de la época de posguerra, se volvería, con el paso de los años, un crítico feroz de esa vanguardia. El franco empleo de la tonalidad será esgrimido por él como un dardo contra lo que consideraba excesos de lenguaje. El CD que el sello Mode editara en 1999, conteniendo una de sus páginas más memorables, Chansons pour le corps, se distribuye ahora en España. La pieza es un caso paradigmático de la carrera de este autor, probablemente el de mayor influencia entre las jóvenes generaciones de practicantes de arte sonoro. Con Chansons pour le corps, de 1994, esta suite de piezas de longitud desigual, en la que se alternan canciones con interludios instrumentales, Ferrari trata de ilustrar las partes del cuerpo humano (ojos, manos, sexo, senos). Las cuatro canciones permiten una cierta libertad a los intérpretes. Será la cinta la que, con sonidos memorizados, dé a la cantante y a los propios instrumentistas los puntos de referencia necesarios para la sincronización, en tanto que la canción de cierre posee una escritura más convencional, actuando como tema recapitulador. La cinta contiene fragmentos de entrevistas con mujeres jóvenes encontradas al azar. Todas ellas contestan a preguntas relacionadas con las diferentes partes del cuerpo. Las respuestas grabadas son posteriormente elaboradas en estudio como una especie de coro hablado. A partir de ese material, Colette Fellous escribe los textos a los que luego Ferrari pondrá música. La intención del autor es expresar, por medios diversos, ideas y sensaciones que ocurren a nuestro alrededor, observar lo cotidiano en todas sus manifestaciones, tanto sociales, psicológicas como sentimentales. Se pretende, justamente, montar la obra como si de un periódico se tratase. Ferrari recoge anécdotas y ruidos y los ensambla dejando total libertad al oyente, no forzándolo. La pieza que completa el programa, Et si tout entière maintenant (paisaje imaginario, a partir de un hipotético viaje por el Ártico), goza plenamente también de estas características, las que hacen de Ferrari un compositor tan singular. Francisco Ramos GÁL: Música para piano: Sonatinas nºs 1 y 2 op. 58, nºs 1 y 2. 3 Skizzen op. 7. Suite op. 24. Sonata op. 28. 3 kleine Stücke op. 64. 3 Preludios op. 65. 24 Preludios op. 83. MARTIN JONES, piano. 2 CD NIMBUS NI 7571/2 (LR Music). 2005. 141’. DDD. N PN Hace algo más de un año reseñábamos la integral pianística de Hans Gál a cargo de Leon McCawley (Avie). El contenido de estos dos discos es casi idéntico al que aquellos tres; falta alguna cosa, pero está lo principal. Repetiremos que Gál vivió entre 1890 y 1987, casi un siglo, que eras vienés y niño prodigio. El antisemitismo, esa ruina de toda Europa, lo expulsó al Reino Unido cuando el Anschluss. Clasicismo, tardorromanticismo, de todo eso hay en estas obras, pero también un estro moderno, muy siglo XX, muy de su tiempo, en 87 D D I SI CS O C O S S GÁL-KUBIK especial en ese apego permanente a la disonancia no incluida en un discurso ajeno a la tonalidad; son disonancias como tales, no emancipadas, son evidentes, y cumplen su función dramática en medio del discurso. Martin Jones vuelve a traernos esta música a menudo muy objetiva, otras veces enseñadora e introspectiva. Y lo hace con una capacidad de fraseo y un toque tan medido y justo que ya no sabemos qué recomendarle al lector, si McCawley, que recibíamos con tanto calor hace un años; o Jones, que nos ha dejado de una pieza por la delicadeza y sabiduría de su pianismo. En cualquier caso, y aunque un poco tarde, quien gana es Hans Gál. Santiago Martín Bermúdez GOLIJOV: Oceana. Tenebræ. Three Songs. LUCIANA SPUZA, DAWN UPSHAW, sopranos; ELIZABETH REMY JOHNSON, arpa; JAMIE HADDAD, percusión; JAY ANDERSON, bajo; SCOTT TENNANT Y JOHN DEARMAN, guitarras. GWINNETT YOUNG SINGERS. CORO Y SINFÓNICA DE ATLANTA. Director: ROBERT SPANO. CUARTETO KRONOS. DEUTSCHE GRAMMOPHON 477 6426 (Universal). 2004-2006. 61’. DDD. N PN Es 88 Oceana una cantata sobre textos procedentes de los Cantos ceremoniales de Neruda que data de 1996, año en que Rilling se la encargó a Golijov para el Festival Bach de Oregón. La sombra —más que la influencia más o menos directa— de Bach está presente en ella como también lo están las músicas que son parte del bagaje de Golijov, la música pop y la música tradicional de diversos lugares y culturas y cuya presencia se explica por la propia biografía del autor: argentino de orígenes familiares del este europeo, estancias prolongadas en Israel y actualmente residente en Massachusetts. La versión que escuchamos parte de una revisión de 2004 y es un ejemplo ilustrativo del estilo de su autor, ecléctico a pesar de que, según sus propias palabras, “eso me suena demasiado a como si estuviera manipulando desde el exterior, y prefiere hablar de “voces interiores”. En todo caso, el resultado es estilísticamente heterogéneo y quizá interese más a públicos que han frecuentado poco la música contemporánea o que incluso ignoran la música “clásica” en general. Encontramos sonidos prudentemente “exóti- cos” y una cierta espectacularidad sinfónica casi “cinematográfica” —algo que no tiene por qué ser peyorativo— y su audición, aunque pueda no llegar a entusiasmar, es muy agradable, con momentos realmente hermosos. Viene después una obra para cuarteto de cuerda de 2002 revisada en 2003, más introspectiva y lírica que la anterior, de un deliberado arcaísmo que, por momentos, resulta extrañamente familiar a la sensibilidad del oyente actual. Desde luego, de lo mejor de Golijov escuchado hasta la fecha. Y termina el programa con las Tres canciones para soprano y orquesta sobre textos de Sally Potter —traducidos al yiddish—, de Rosalía de Castro y de Emily Dickinson, obra que termina por confirmarnos que el gran atractivo de este compacto no es la composición que le da título sino las otras dos. Interpretaciones de auténtico lujo. Josep Pascual GRANADOS: Trascripciones de Sonatas de Scarlatti. DOUGLAS RIVA, PIANO. 2 CD NAXOS 8.557939-40 (Ferysa). 2005-2006. 122’. DDD. N PE Dentro de la integral de la obra para piano de Granados que está realizando Douglas Riva para Naxos se encuentra esta curiosidad: trascripciones que hiciera el autor de Goyescas de sonatas de Scarlatti. El interés es relativo, a no ser que sea el de querer revisar estos documentos de dudosa altura artística, o completar la colección. Granados “adapta” a su manera estas preciosidades, adulterando sin duda alguna su contenido y estilo barroco. Prácticamente desconocidas, estas partituras quieren acercar dicho género (su espíritu originario) mediante romanticismos al oyente, cosa que hoy en día no funciona, pues la merma del valor originario es clara y flagrante. Granados se hace suyas las partituras añadiendo notas, pedales, y en definitiva adaptando las obras a su personalidad. ¿Originalidad? Pues sinceramente no, lo más original es lo genuino y lo que sobre todo respeta al espíritu propio. Riva, buen conocedor de la música hispánica, complace con frescura y limpieza, con un sentido rítmico sobrio y sin afectaciones. Su tocar es conciso y cuidado, las sonatas en sus manos tienen brillantez y poética. El pianista supera la José Luis Temes ROMÁNTICO GÓMEZ: Obra sinfónica completa. ORQUESTA DE CÓRDOBA. Director: JOSÉ LUIS TEMES. 2 CD VERSO VRS 2046 (Diverdi). 2006. 134’. DDD. N PN N unca es tarde. Pero ya era hora. Si Julio Gómez (Madrid, 1886-1973) está reconocido como uno de los fundadores del sinfonismo español en torno a los años de la primera guerra mundial, no se comprende por qué ha tardado tanto en ser posible algo como este doble CD, que ahora se nos ofrece gracias al emprendedor José Luis Temes, director, productor musical y artístico, y artífice de tantos proyectos de interés. Estamos ante la obra sinfónica completa de un hombre culto y erudito, nacido diez años después que Falla y cuatro después que su consuegro Turina. Sólo ha quedado fuera Cromos españoles —Nocturno y Rondalla—, por haberse perdido la partitura original de parte de la composición, y sin embargo se ha añadido Danza cortesana y Scherzo, adaptación a orquesta de los dos tiempos centrales de un Cuartetino escrito en 1941. Además de Intermezzo —ejercicio de Conservatorio de 1907—, Suite en la, Balada, El pelele (adaptación orquestal de la correspondiente tonadilla escénica), Marcha española, prueba sin edulcorar el sabor de unas piezas que de por sí, ya vienen con una dosis exagerada de azúcar. Y es que mezclar o querer compaginar tradiciones tan dispares como la barroca y la romántica no funciona; aunque venga de la mano de uno de los compositores más significativos de nuestra historia musical. Buenas versiones de unas partituras totalmente dispensables. Emili Blasco HAENDEL: Jephtha. PAUL AGNEW (Jephtha), LISA LARSSON (Iphis), GUILLEMETTE LAURENS (Storgè), ROBERT EXPERT (Hamor), ALAIN BUET (Zebul), CHRISTINE RIGAUD (Ángel). CORO Y ORQUESTA OPERA FUOCO. Director: DAVID STERN. 2 CD PIERRE VERANY PV707032/3 (Harmonia Mundi). 2005. 157’. DDD. N PN Égloga y Canción árabe integran el bloque de piezas escritas hasta 1934. Romanticismo —o neorromanticismo—, nacionalismo, lirismo y melodismo tiñen las mismas, como también la admiración del compositor por el pasodoble y por un cierto orientalismo. Maese Pérez, el organista, de 1940, es el único poema sinfónico del autor. Gacela de Almotamid, de 1941, transpira un orientalismo arábigo-andaluz en el que Gómez parece sentirse a gusto. Y Un miragre vos direi…, fantasía sinfónica de 1944 inspirada en las Cantigas de Alfonso X, supondría el cerrojazo a la creación puramente sinfónica del madrileño. Temes conduce con batuta certera a la Orquesta de Córdoba y logra salir airoso de su empeño, documental y pedagógico, de cubrir otra laguna en el deficiente conocimiento de la música española de la primera mitad del siglo XX. José Guerrero Martín Tras una S e m e l e decepcionante (ver SCHERZO nº 188), David Stern y su joven conjunto se reivindican como haendelianos de pro con un notable acercamiento a Jephtha, el último y posiblemente más hermoso oratorio escrito por Haendel. No sólo el conjunto instrumental suena aquí más compacto, enérgico, redondo y cercano, sino que la batuta parece insuflar un espíritu teatral más encendido y contrastar con más intensidad las situaciones dramáticas de la obra. El coro se muestra especialmente cómodo en las intervenciones más exultantes y lo pasa algo peor cuando hay que matizar en las gamas dinámicas más leves, pero suena en general bien empastado y con relieve. El elenco vocal está enca- D D I SI CS O C O S S GÁL-KUBIK bezado por el sólido protagonista de un Paul Agnew que se mueve con habilidad entre el perfil más heroico y el lirismo que le permite su personaje (muy delicado y expresivo el Waft her angels que últimamente han llevado también al disco sus compatriotas Mark Padmore e Ian Bostridge). El tenor inglés aparece bien escoltado por la ligera pero encantadora Lisa Larsson y por una muy expresiva Guillemette Laurens. El bajo Alain Buet deja también estupendos momentos, como en su aria de presentación, mientras que el contratenor Robert Expert imprime calor e intensidad a sus recitativos y solventa con suficiencia sus arias, en especial la breve pero exigente On me left blind. En su único díptico recitativo-aria, Christine Rigaud da al ángel una voz más robusta de lo esperado. De Jephtha hay al menos un par de versiones más profundas y brillantes que ésta (Gardiner, en Philips; Marcus Creed, originalmente en Berlin, y ahora en Brilliant), pero ésta se mueve con dignidad un escalón por debajo. Pablo J. Vayón Michael Noone UN RÍO DE ORO GUERRERO: Missa super flumina Babylonis. ENSEMBLE PLVS VLTRA. HIS MAJESTY’S SAGBUTTS AND CORNETTS. SCHOLA ANTIQUA. Director: MICHAEL NOONE. GLOSSA Los Siglos de Oro GCD 922005 (Diverdi). 2006. 79’. DDD. N PN E ste disco siguió inmediatamente al concierto escurialense de la serie Los Siglos de Oro de la Fundación Caja Madrid, reseñado en el número de septiembre de 2006 de SCHERZO. Culminaba así el trabajo de recuperación e interpretación de esta obra maestra, mejorándose además las imperfecciones inherentes a toda ejecución en directo. Sonata 1905. Un recuerdo. Tres danzas moravas. Tema con variazioni. En la niebla. En un frondoso sendero I y II. EWA KUPIEC, piano. 2 CD HÄNSSLER CD 93.181 (Gaudisc). 2005. 90’. DDD. N PN La pianista polaca Ewa Kupiec se enfrenta al piano de Janácek sin ideas previas, sin prejuicios, pero se diría que también sin tradición; ni para seguirla ni para oponerse a ella. Kupiec no quiere un Janácek brillante, y se cuida mucho en cuanto a los habituales momentos de introspección de las más conocidas de las piezas del compositor moravo. Puede chocar esta lectura del ciclo En un frondoso sendero. Chocaría porque renuncia a lo sugerente; renuncia al romanticismo tipo Schumann, las miniaturas engarzadas con un sentido de subjetividad y exaltación contenidos; y renunciaría a la otra opción, la impresionista. Hay objetivismo en la lectura de Ewa Kupiec, tanto que puede parecer un ejercicio de estudiante que aún no ha conseguido el estilo. Pero insistamos con otras palabras: la escucha de este ciclo está muy viciada en la memoria del aficionado. Podemos probar esto mayor tensión. En la Ofrenda, los intangibles pianísimos y las alternancias de polifonía y gregoriano proporcionan uno de los pasajes más logrados de la misa. Una importante recuperación de nuestro patrimonio sonoro. Enrique Martínez Miura Jordi Savall EL APOCALIPSIS SEGÚN HAYDN HAYDN: Las siete JANÁCEK: Como es habitual en las propuestas de Noone, la partitura aparece enmarcada en su apropiado marco litúrgico, gracias sobre todo a las maravillosas partes de canto llano encomendadas a Schola Antiqua, que dirige Juan Carlos Asensio. La polifonía se encuentra secundada por el grupo de metales His Majesty’s Sagbutts and Cornetts, absolutamente sensacional por ejemplo en el número Si el mirar. La claridad polifónica y la fluidez de las voces están garantizadas por la dirección de Noone, quien acaso prefiera en demasía el lado contemplativo de la música en detrimento de una últimas palabras de Cristo en la Cruz. FRANCISCO ROJAS, EVANGELISTA. LE CONCERT DES NATIONS. Director: JORDI SAVALL. ALIA VOX AV 99834 (DIVERDI). 2006. 68’. DDD. N PN Jordi Savall vuelve a grabar la versión original para orquesta de las Siete últimas palabras de Haydn después de su primera aproximación en 1991 para el sello Astrée. Se trata de un registro realizado en octubre de 2006 en la Iglesia de la Santa Cueva de Cádiz, de donde salió, como es bien sabido, el encargo de la obra, una obra que plantea a cualquier intérprete una serie de problemas derivados de la necesidad de hallar el tono y los matices justos para encadenar ocho movimientos lentos sin resultar monótono, ampuloso, grandilocuente o todo ello a la vez. El pulso tiene por supuesto una importancia fundaotro, a ver si la intimidad de salón desprovista tanto de romanticismo como de afrancesamiento nos ofrece una alternativa aceptable, razonable, un verdadero planteamiento artístico “por otros medios”. Mayor “intimidad tradicional” hay en la Sonata 1905 y en el ciclo En la mental en todo esto, tanto como el control de las dinámicas, la claridad de las líneas o los detalles de color. En este último aspecto, el manejo de instrumentos de época ofrece la ventaja de unos timbres más agrestes, con contrastes más descarnados que, bien manejados, ofrecen grandes posibilidades expresivas. Savall se aprovecha de ello con absoluta propiedad e intención: los poderosos rasgados de las trompas en la Introducción o en la Sonata IV, la irrupción luminosa de los oboes en la Sonata III o la dulzura de las flautas sobre el pizzicato de las cuerdas en la Sonata V son buena muestra del juego que dan unos instrumentos de época tocados con la precisión y la excelencia que lo hace este estupendo conjunto, superior, sin duda, al del 91 en empaste, transparencia e intensidad. La cuerda suena ahora con especial prestancia y notable profundidad (magnífica en geneniebla. La fugacísima pieza Un recuerdo parece aquí una secuela de la Sonata, por la disposición en que se la ha colocado en el recital. Convencen menos las Danzas, demasiado marcadas, y la juvenil Tema con variazioni. Santiago Martín Bermúdez ral la cuerda grave y curvilíneo y elegante el violonchelo solo de Balasz Maté en la Sonata II). El maestro catalán potencia además los contrastes dinámicos (superiores a los de su anterior registro), con atención a minúsculos matices por debajo del mezzopiano, y plantea un discurso muy articulado, pero que no resulta seco ni agresivo. Espectacular el morendo final de la Sonata VII seguido por el estallido torrencial de un Terremoto auténticamente apocalíptico. Pablo J. Vayón KUBIK: Portrait. Songs of Zhivago. Trío para clarinete, violonchelo y piano. Sonata. ADRIAN THOMPSON, voz; JAMES NALLEY, MARK PACKWOOD, JOANNA SOBKOWSKA, piano; JAY EVANS, trombón. TRÍO CON BRÍO. COL LEGNO WWE 20252 (Diverdi). 2006. 71’. DDD. N PN 89 D D I SI CS O C O S S KUBIK-MAZZOCCHI J an Dehner, en las notas al programa que acompañan a este CD, se esfuerza en explicarnos las bondades de la que es la obra más extensa de las aquí grabadas de Ladislav Kubik: las Songs of Zhivago. Dehner traza un análisis donde no se escapa ningún detalle. Los seis poemas de Pasternak son un retrato fiel del mundo interior del escritor. Precisamente, el programa se inicia con una obra que se titula Portrait, para piano y percusión. Pero lo que se le escapa a Dehner, en su análisis, es algo que parece no interesar demasiado al mundo musical hoy y no es, justamente, un tema baladí: ¿por qué, con tanta frecuencia, se hace una música que, en su esencia, lleva no ya años, sino varios siglos de vida? Ladislav Kubik, checo, nacido en 1946 y con residencia actualmente en Florida, compone las piezas integradas en este CD ya en pleno siglo XXI, pero, salvo quizás Portrait, con un cierto gusto por el tono neoimpresionista de un Charles Ives, todo el grueso del disco se destaca por esgrimir un lenguaje de otro tiempo. A Kubik se le ha parado el reloj en 1900, tal vez antes. Al lado de las Songs of Zhivago esta pretenciosa y pesante cantata para voz y piano, el Trío y la Sonata siguen el pie de la letra los esquemas del clasicismo haydniano. El mismo Dehner precisa que el Trío adopta el movimiento clásico en tres partes (vivo, lento, rápido). Y cabe preguntarse dónde reside la auténtica necesidad de este lenguaje que ya en otras épocas se hacía mucho mejor (y, además, no había otro modo de hacerlo). Este fenómeno de revisitar/regurgitar hasta el hartazgo el modelo antiguo, que parece exclusivo de la música instrumental (no cabe imaginar tal operación de trasvase en literatura o en cine, menos en la música elaborada por medios electrónicos) deja una cuestión en el aire: ¿hasta qué punto es lícita esta forma de apropiacionismo? Francisco Ramos 90 LAPORTE: Obras sinfónicas y vocales. BJORN WAAG (K), GEORGE-EMIL CRASNARU (Der Gemeindevorsteher), MARIO TAGHADOSSI (Barnabas), CHRISTOPH HOMBERGER (Bürgel), PHILIP SHEFFIELD (Der Lehrer, Arthur, Schwarzer), DONALD GEORGE (Jeremias), MARCEL ROSCA (Der Herrenhofwirt), WILHELM RICHTER (Der Brückenhofwirt), LENA LOOTENS (Frieda), JOHANNA DUR (Gardena), EMILY RAWLINS (Olga), LUCIENE VAN DEYCK (Amalia, Mizzi). CLAUDIO DESDERI, ROLAND BUFKENS, JOHN BRÖCHELER, MICHEL LEFEBVRE. CORO Y ORQUESTA DE LA RADIO DE FLANDES. DIRECTORES: KOEN KESSELS, ANDRÉ LAPORTE, VIC NEES, ALEXANDER RAHBARI, GIANPIERO TAVERNA, HIROSHI WAKASUGI. 4 CD FUGA LIBERA FUG523 (Gaudisc). 1971-2001. 231’. DDD. R PN No es muy conocido en España el compositor belga André L a p o r t e (Oplinter, Brabant, 1931) y su música brilla por su ausencia en las salas de conciertos de nuestro país. De alguna manera viene a remediar tal desconocimiento este cuádruple CD que recupera en parte registros dados a conocer por Koch hace una década. En total, grabaciones realizadas entre 1971 y 2001, con un nivel medio de interpretación alto y una sobresaliente toma de sonido. Homenaje merecido a una figura musical de peso tanto en su país como en la Europa de las últimas décadas. Buen conocedor de la vanguardia gestada en Darmstadt, fundador de la sección belga de la Sociedad Internacional de Música Contemporánea (SIMC), docente en el Conservatorio de Bruselas durante años y director artístico de la Orquesta y el Coro de la Radio Flamenca hasta 1996, Laporte es un autor versátil, ecléctico y brillante, cuya evolución estilística podemos seguir a través de los compactos que nos ocupan, en los que se ha reunido las obras Jubilus (para cobres y percusiones), Nachtmusik (para gran orquesta), Transit (para gran orquesta de cuerdas), FantasíaRondino con tema reale (para violín y orquesta), La pie sur le gibet (obertura para orquesta), Concerto grosso “La Creazione”, De Profundis (para coro mixto), Testamento de otoño (para barítono, orquesta de cuerdas y arpa), el oratorio La vita non è sogno y la ópera Das Schloss (El castillo). Desde el serialismo más puro de un principio hasta la coexistencia del mundo tonal con el atonal-serial, pasando por la incorporación de citas de obras archiconocidas, Laporte se manifiesta sin tapujos apoyándose con frecuencia en las primeras luminarias de la poesía mundial, sin importarle la lengua de los poetas. Así, Kafka le sirve para poner en práctica su innovadora concepción de la ópera (1980-1985) y Quasimodo y Marinetti para armar su alegato pacifista en el oratorio La vita non è sogno (1971). Concerto grosso (2000), un homenaje barroco, marcará la confirmación del distanciamiento del autor respecto a la técnica serial con la integración de elementos tonales en el contexto serial. Un acertado, oportuno y pedagógico estuche. José Guerrero Martín los violines, ágiles y con notable chispa. Voces bastante homogéneas pero no demasiado atractivas y claramente insuficientes para las partes más comprometidas. Sólo el precio. Hay opciones francamente mejores. Pablo J. Vayón LISZT: Valses Mephisto. Dos elegías. Gran solo de concierto. GIUSEPPE ANDALORO, piano. NAXOS 8.557814 (Ferysa). 2005. 70’. DDD. N PE Paráfrasis de concierto y trascripciones de óperas de Verdi. ALEXANDRE DOSSIN, piano. NAXOS 8.557904 (Ferysa). 2005. 62’. DDD. N PE LEGRENZI: Il Cuor umano all’incanto. CARISSIMI: Oratorio della SS Vergine. Jonas. ENSEMBLE LEGRENZI. COMPLESSO PRO MUSICA FIRENZE. Director: GABRIELE MICHELI. 2 CD BRILLIANT 93354 (Cat Music). 2001, 2003. 118’. DDD. R PE D os de los g r a n d e s maestros del oratorio italiano reunidos en este álbum que procede de grabaciones de Tactus. De Legrenzi se ofrece una larga obra en dos partes, escrita para cuatro voces y bajo continuo. Personajes alegóricos y arquetípicos (el Corazón humano, el Ángel custodio, el vano Placer, el Mundo, Cristo, el Demonio) para una típica fábula moralista que Legrenzi encaja en una estructura flexible de recitativos y arias en la que muestra tanto su dominio del contrapunto como su maestría en el terreno dramático. Interpretación correcta, si bien queda un tanto desequilibrada por el timbre en exceso penetrante (rozando lo estridente) y no siempre afinado de la soprano Carola Freddi. Algo pálida la voz del contratenor Paolo Costa, lo mejor son el elegante tenor Mario Cecchetti y el sólido bajo Marco Scavazza. Continuo muy presente en todo momento y no demasiado sutil. De Carissimi se ofrece uno de sus más conocidos oratorios latinos, Jonas, y otro en lengua vernácula dedicado a la Virgen y menos grabado. Interpretación minimalista, con dos violines y un bajo continuo a base de contrabajo, tiorba y órgano, que suena bastante bien, en especial Sigue la colección iniciada por Naxos de la obra completa para piano de Liszt ahora con dos volúmenes dedicados a las piezas arriba anunciadas. Son dos discos diferentes. El primero (volumen 24 de la colección) lo protagoniza Giuseppe Andaloro (1982), ganador tal y como se apunta en la portada del Concurso para Piano Internacional Ferruccio Busoni del año 2005: joven promesa del instrumento que con una técnica impresionante ilustra las obras con fervor y un apabullante dominio técnico. Toca el piano sin durezas, aunque también es cierto que a veces la música parece que pertenezca a un segundo plano, ya que por encima de todo lo que prima son las acrobacias y los pasajes rápidos (especialmente en los Valses Mephisto, donde arrolla impulsivamente y traduce a Liszt con brio e ímpetu casi desmesurado). En todo momento impecable, Andaloro en las elegías se expresa delicadamente, demostrando musicalidad y control del sonido. El concierto vuelve a servirle de escaparate para sus buenas octavas y su virtuosismo; indudablemente estamos delante de unas buenas interpretaciones, sobre todo teniendo en cuenta la juventud del intérprete. El volumen siguiente de la colección lo protagoniza el pianista brasileño Alexandre Dossin (1970), quien también acapara premios (Primer Premio en el Concurso de Piano Martha Argerich del año 2003, por citar el último) y ya profesa un tocar más sereno, aunque no D D I SI CS O C O S S KUBIK-MAZZOCCHI por ello falto de chispa ni tecnicismos. El repertorio varía; enteramente dedicado a las trascripciones sobre piezas de Verdi, este disco es de un interés limitado. Danzas, arias, y escenas procedentes de Rigoletto, Aida, Ernani, Simon Boccanegra y Don Carlos traducidas al piano por Liszt en forma de paráfrasis, las cuales en manos de Dossin encuentran feliz expresión y trato digno. El pianista emula singularmente los instrumentos de la orquesta con una paleta sonora cuidada y con sutilidad, captando los ambientes con todo el dramatismo original, y conservando toda la belleza del belcanto mediante un fraseo cuidado. Curioso e infrecuente. Emili Blasco MARTINU: Quintetos con piano nºs 1 y 2. Sonata para dos violines y piano. CUARTETO MARTINU. KAREN KOSÁREK, piano. NAXOS 8.557861 (Ferysa). 2005. 59’. DDD. N PE Stefano Grondona UN GRAN COMPOSITOR LLOBET: Obras completas para guitarra. STEFANO GRONDONA, guitarra. 2 CD STRADIVARIUS STR 33770 (Diverdi). 2003-2006. 84’. DDD. N PN E n este par de compactos tenemos la integral de las obras para guitarra de Llobet. más cuatro arreglos para este instrumento de obras ajenas. Llobet, discípulo de Tárrega, es figura principalísima en la encrucijada del final de la época de los guitarristas-compositores y de los compositores no guitarristas que empezaron a escribir para guitarra al percatarse de las muchas posibilidades que ofrecía un instrumento poco conocido y poco valorado. Llobet fue un gran guitarrista, es evidente a la luz de su obra, pero a la luz de su obra también descubriremos a un gran composi- tor no suficientemente valorado —incluso entre los guitarristas— y bastante desconocido entre el público. En Llobet confluyen la sabiduría técnica y el virtuosismo de los guitarristas que escriben para su instrumento y la ambición de los compositores sin más, algo así como un equivalente —salvando las distancias— de Chopin, compositor este, por cierto, de una sensibilidad no muy alejada de la suya. La música de Llobet es propia del modernismo de su tiempo, cercana a los románticos como pudiera estarlo la de Albéniz, y también brillante y de alcance universal como la de este otro maestro catalán. Ecos y anticipos de Falla y hasta de Villa-Lobos planean por estas páginas admirables que Grondona interpreta con maestría, convicción y sensibilidad. Y es que, no en vano, Grondona es un gran conocedor de la cultura musical catalana en general y de la de Llobet en particular. Grondona se sirve en esta grabación de una guitarra de Torres de 1887, a la que en las magistrales Canciones catalanas incorpora las cuerdas de tripa, de sonido tan distinto a las actuales, metálicas y de nailon. Josep Pascual De este disco, la obra equilibrada en su complejidad, densidad y apariencia ligera es el Quinteto nº 2, de 1944. Las otras dos obras son de 1932-1933, y por lo tanto no pueden considerarse juveniles, pero el Quinteto nº 1 todavía carece de la riqueza del Segundo, pese a momentos tan inspirados como el Andante. Ahora bien, el Adagio y el Largo del Segundo son momentos insuperables. La Sonata es para una formación desusada, lo que indica que se trata de un encargo. Tiene un interés acaso superior al del Quinteto de la misma época. El ciclo camerístico Martinu de Naxos sigue adelante, de manera feliz. Aquí, el Cuarteto Martinu hace honor a su nombre, y además invita al pianista Karen Kosárek en un programa que ofrece rarezas (a menudo, las obras de Martinu lo son). Un disco, en fin, de elevado interés. Santiago Martín Bermúdez MAZZOCCHI: Madrigali e Dialoghi. LES PALADINS. Director: JÉRÔME CORREAS. PAN 10188 (Diverdi). 2006. 68’. DDD. N PN D urante el primer tercio del siglo XVII el desarrollo del recién nacido género operístico tuvo serias dificultades en Roma a causa de determinadas prohi- Paul O’Dette y Stephern Stubbs UN ESTRENO DE LULLY LULLY: Thésée. HOWARD CROOK (Teseo), LAURA PUDWELL (Medea), ELLEN HARGIS (Aeglé), HARRY VAN DER KAMP (Egeo), SUZIE LE BLANC (Cleone), MIREILLE LEBEL (Dorine, Venus, una pastora), AMANDA FORSYTHE (Gran Sacerdotisa de Minerva, Minerva, una pastora), OLIVIER LAQUERRE (Arcas), MARC MOLOMOT (Baco, un viejo, un pastor), MAREK RZEPKA (Marte, un combatiente). CORO Y ORQUESTA DEL BOSTON EARLY MUSIC FESTIVAL. Directores: PAUL O’DETTE Y STEPHEN STUBBS. 3 CD CPO 777 740-2 (Diverdi). 2006. 173’. DDD. N PN E l Festival de Boston es con seguridad el más importante acontecimiento americano dedicado a la música antigua. Sus directores, los laudistas Paul O’Dette y Stephen Stubbs, asumieron también la dirección musical de este gran proyecto lullysta para la edición de 2001 y lo retomaron en septiembre de 2006 para la grabación en Bremen que ahora publica CPO. Se trata ni más ni menos que del estreno discográfico de Thésée, tercera tragedia lírica de Lully, tras Cadmus et Hermione y Alceste y antes de Atys. La obra, que contaba con libreto de Quinault a partir de las Metamorfosis de Ovidio, fue estrenada en Saint Germain-en-Laye el 11 de enero de 1675 y luego ofrecida en la Ópera de París en abril de aquel mismo año. Se trata del típico argumento mitológico, convertido en trasunto de las glorias del Rey Sol, en los cinco actos de rigor y en el estilo característico del género. O’Dette y Stubbs manejan con acierto al nutrido equipo instrumental y al extenso elenco (nada menos que catorce voces, que conforman también el coro), marcando un sostenido ritmo dramático de gran incisividad y acompañando el delicado recitativo lullysta con variedad tímbrica y notable elegancia. Del amplio equipo vocal hay que destacar al gran Howard Crook, tenor al que el paso del tiempo no parece haber afectado, al menos ni a su línea de canto, que sigue siendo tan exquisita como siempre, ni a sus agudos, que mantiene en perfecta forma. Su fuerza expresiva y la calidez de su fraseo terminan por componer un protagonista arrojado y heroico. Del resto de voces masculinas, el bajo Harry van der Kamp resulta tan efectivo y seguro como de costumbre, pero la gran sorpresa la ofrece otro bajo, el polaco Marek Rzepka, de pasta oscura y graves sólidos y suficientemente flexibles. Muy homogéneo el equipo femenino, que reúne a la experimentada soprano estadounidense Ellen Hargis, prodigio de ligereza, con tres más jóvenes cantantes canadienses, la ya bien conocida Suzie LeBlanc, de timbre bellísimo, relucientes agudos y gran encanto expresivo; Laura Pudwell, voz más punzante en los graves y manejada con exquisito gusto; y Mireille Lebel, jovencísima mezzo de futuro esplendoroso. Imprescindible para los amantes del Barroco francés. Pablo J. Vayón 91 D D I SI CS O C O S S MAZZOCCHI-MUNDRY 92 biciones papales y ello dio lugar al surgimiento del oratorio, muchas veces una ópera con disfraz de temática religiosa. Stefano Landi, Domenico Mazzocchi y Luigi Rossi formaron el trío de compositores que protagonizó la introducción del género en la ciudad papal, pero pudieron componer pocas óperas como tales, derivando su capacidad creadora a otros tipos de música vocal más acorde con el gusto de sus cardenalicios mecenas, que habrían de guardar las formas, al menos en los textos. El conjunto Les Paladins, bajo la dirección de su creador, Jérôme Correas, interpreta en este disco editado por la firma suiza Pan Classics una selección de obras de Mazzocchi entresacadas de dos recopilaciones publicadas durante la vida del compositor: Musica sacre e morali (1640) y Sacræ concertacione (1664) en las que, bajo una temática religiosa, se emplean formas y modos expresivos musicales nada austeros muy propios de la Roma barroca, como una equivalencia musical a la célebre composición escultórica de Bernini sobre el éxtasis de Santa Teresa de la capilla Cornaro, comparación muy oportunamente traída en el interesante artículo de Olivier Rouvière que acompaña al disco. Aún bajo el influjo de Monteverdi, particularmente observable en alguna de las obras, como la Battaglia per espugnare amore, en el conjunto de ellas hay un despliegue de modos característicos de la expresividad barroca, como efectos en eco, canto melismático, mórbida languidez, todo envuelto en una manifiesta teatralidad, tanto en las piezas con texto latino como italiano. Como ejemplos notables de todo esto podríamos citar el soneto La Maddalena ricorre alle lagrime para soprano y continuo o el Dialogo de la Cantica para dos sopranos, contralto, tenor, bajo y continuo. La calidad sonora de la grabación, realizada en la Abadía de Fontmorigny, es excelente, como lo es también la interpretación del conjunto Les Paladins, tanto en el aspecto vocal, en el que destacan las dos sopranos Monique Zanetti y Valérie Gabail, como en el instrumental. Jérôme Correas, su director, desarrolla una importante labor de estudio y difusión de compositores olvidados o de obra poco difundida, labor siempre de agradecer y especialmente cuan- Daniel Hope PREHISTORIA DE UN CLÁSICO MENDELSSOHN: Concierto para violín y orquesta en mi menor op. 64 (versión original). Octeto para cuerdas en mi bemol mayor op. 20. 3 Lieder. DANIEL HOPE, violín; SEBASTIAN KNAUER, piano. SOLISTAS DE LA ORQUESTA DE CÁMARA DE EUROPA. ORQUESTA DE CÁMARA DE EUROPA. Director: THOMAS HENGELBROCK. DEUTSCHE GRAMMOPHON 4776634 (Universal). 2007. 65’. DDD. N PN El joven británico Daniel Hope propone un interesante recorrido mendelssohniano, que incluye la rareza, en primicia mundial, de la versión original del archiconocido Concierto en mi menor. Esta versión, según relata el estudioso de Mendelssohn R. Larry Todd en el folleto, es la salida de la pluma del compositor antes de pasar por el filtro de los consejos del violinista dedicatario, Ferdinand David, que había de estrenar la pieza, tal como la conocemos hoy, el 13 de marzo de 1845. La partitura, guardada en la Biblioteca de Cracovia, contiene según declara Hope un centenar de cambios respecto a la versión habitual. No todos son igual de evidentes en la escucha, pero muchos sí sorprenderán a los conocedores do se lleva a cabo con la notable calidad que tiene la presente edición. José Luis Fernández MOZART: Obras para teclado vol. 6. Obertura K. 399. Giga K. 574. Sonatas K. 13, 15 y 282. Allegro K. 3. Klavierstück K. 15t. Rondó K. 511. 8 Variaciones K. 613. SIEGBERT RAMPE, clave, clavicordio y fortepiano. MDG 341 1306-2 (Diverdi). 2005-2006. 81’. DDD. N PN Más de año y medio ha pasado desde que comenté los tres primeros volúmenes de esta serie mozartiana de Rampe, que ahora resurge cual Guadiana tras, aparentemente, ser tragados por la tierra los volúmenes cuarto y quinto. Insiste Rampe en la varie- de la hermosa partitura, desde la ausencia de transposiciones al agudo presentes en la versión final hasta el acortamiento de la cadencia, aquí notablemente menos elaborada que la conocida. Edición, en fin, que tiene el mayor interés, por cuanto nos permite conocer el proceso que siguió la obra hasta su estreno, creo que en versión mejorada. En cuanto a la interpretación, Hope se embarca en una traducción viva, brillante, apasionada y vital, muy bien matizada y con un empuje contagioso, al que contribuye Hengelbrock con un acompañamiento enérgico que no desmiente sus criterios historicistas. Técnicamente el británico quizá no se encuentre en las excelsas alturas de Repin (como él, discípulo de Bron); así, quizá su vibrato no termine de convencer a algunos, y tal vez podría ahorrarse algún portamento que puede resultar algo acaramelado. Con todo, el resultado global es notabilísimo. Incluso mejor es la también juvenil, vibrante interpretación del fenomenal Octeto, ejecutado también en su versión original, recientemente publicada en la Mendelssohn Ausgabe. Demasiado poco reconocemos el enorme genio de quien con apenas 16 dad instrumental, en esta ocasión con dos claves, uno de Von Nagel (copia de un original de Blanchet, que ya empleara en el volumen 3) y otro de Shudi (Londres, 1771), un clavicordio de Martin Scholz, copiado en 1970 de un original de J. D. Schiedmayer (Erlangen, 1791), y finalmente, un fortepiano de Damm (1990, sobre un original de Andreas Stein, 1788). Lo comentado para los tres primeros ejemplares continúa teniendo validez para éste. Interpretaciones correctas en la letra, adornadas las repeticiones con gusto —aunque para muchos tal gusto será excesivo— y con elecciones instrumentales que si en algunos casos parecen acertadas (el clave para la más barroca Obertura K. 399 que abre el disco, o para las obras de la primera mitad de la década de 1760) en otros resultan, creo, más que discutibles. Así, la Sonata K. 282 parece exceder al pequeño clavicordio, de tan escueto sonido que en su final creí inicialmente que faltaba años era capaz de componer una obra de cámara tan hermosa como esta. Hope y los solistas de la Orquesta de Cámara Europea ofrecen una interpretación estupenda, de contagiosa vitalidad y genuino romanticismo. Quien se resista a la alegría vital y la luminosidad de los dos últimos tiempos se lo tiene que hacer mirar, porque la cosa es grave. El arreglo de tres Lieder por el propio Hope es cuidado y traducido también con extremo acierto. Muy recomendable en general, y yo diría que imprescindible para violinistas, que querrán conocer sin duda esta curiosa edición de un Concierto que se encuentra con justicia entre sus favoritos. La podrán escuchar servida de forma sobresaliente por estos intérpretes. Rafael Ortega Basagoiti una nota, cuando en realidad se trataba de un final pianissimo (por otra parte un poco para epatar por parte de Rampe) apenas audible. Y como ya apunté en el comentario anterior, los fuertes golpes del ejecutante en sus ataques, buscando extraer el máximo volumen, terminan por escucharse casi más que la propia música, de forma que terminan por distraer. Por lo demás, el cantable de Rampe tampoco deslumbra, y la nitidez de exposición sufre las consecuencias de una acústica algo congestionada y en exceso resonante (especialmente para el clave). Como ocurría también en el anterior ejemplar, no estoy seguro de que Rampe controle del todo bien las posibilidades del fortepiano de Damm, porque algunas notas en el agudo quedan tapadas en su debilidad por los fortes en la zona media del registro, como ocurre en el Rondó K. 511, dibujado por lo demás de forma demasiado saltarina e intrascendente, sin atención a la carga dramática y D D I SI CS O C O S S MAZZOCCHI-MUNDRY Rinaldo Alessandrini UN CASO APARTE MONTEVERDI: L’Orfeo. FURIO ZANASI (Orfeo), ANNA SIMBOLI (Eurídice), SARA MINGARDO (Mensajera), SERGIO FORESTI (Caronte), ANTONI ABETE (Plutón), LUCA DARDOLO (Apolo). CONCERTO ITALIANO. Director: RINALDO ALESSANDRINI. 2 CD NAÏVE OP 30439 (Diverdi). 2007. 103’. DDD. N PN Se esperaba con impaciencia el acercamiento de Alessandrini al Orfeo monteverdiano, pues se confiaba en que el mayor experto en los madrigales del compositor diera un acercamiento de gran interés a una ópera en la que dicho género funciona como una de sus raíces fundamentales. Y así ha sido, porque Alessandrini hace un Orfeo por completo diferente, ya desde la Toccata, enriquecida por floreos y abundannostálgica que acarrea esta fenomenal partitura. La oscilación dinámica de Rampe en el fortepiano termina, por lo menos en mi caso, por distraer a fuerza de caer en el exceso. Es como si todo su discurso dependiera de los efectos conseguidos en este apartado, lo que creo un error de partida. En conjunto, el balance es similar al de los tres discos iniciales: más interés como documento de la experiencia de escuchar esta música en tres instrumentos bien diferentes, antes que el de un resultado interpretativo especialmente atrayente. Para tal fin, el ciclo de Sonatas y piezas principales de Badura-Skoda (Naïve, reeditado en serie media y comentado recientemente en estas líneas) o el de Brautigam (BIS) resultan, creo, opciones preferibles. te juego de timbales. Una interpretación llena de garra y sentido dramático, con un plan de tempi inaudito, como puede comprobarse en la animación con que se toma el ritornello antes de aparecer La Música, luego tratado por medio de la dinámica y la diversa coloración instrumental. Alessandrini se sirve de todos los recursos, incluida la percusión, casi constante en las danzas, lo que da un cierto aire báquico a muchos números. Desde luego, la pasión se apodera, por ejemplo, de Vieni Imeneo. La retórica mueve el drama, pero esta ópera no es un ejercicio de fórmulas, sino una tragedia activa, con pasajes de energía salvaje. El Orfeo de Alessandrini es un barítono, Zanasi, que encaja muy bien en el plan del director, sobre todo en Rosa dal ciel o Ecco pur ch’a voi ritorno — sobre una angulosa acentuación—, pero tiene más dificultades en la exhibición vocal de Possente spirto, momento que se beneficia de un magnífico efecto de eco. Con todo, su expresividad es máxima en Rendeteme il mio ben y ofrece un orgulloso canto de triunfo en La mia cetra omnipotente. Como contraste, su tristeza es infinita al volver a la superficie terrestre. Del reparto, destaca la portentosa Mensajera de Mingardo, cuya intervención conforma el auténtico eje del drama. Más que correctos Simboli como Eurídice —que encarna también a Proserpina— y los habitantes nada caricaturescos del mundo del Hades, cuya negra coloración está soberbiamente lograda por los instrumentos de metal y el regal. Sólo un poco endeble el primer pastor. El coro de espíritus revela toda la experiencia de Alessandrini en el mundo del madrigal, proporcionando un instante de desencantada sabiduría. La moresca final, curiosamente, no es tan delirante como la reciente de Jacobs. Una versión por completo aparte de todas las conocidas, que abre nuevas vías para la interpretación de esta obra seminal e inagotable. Enrique Martínez Miura Evgeni Koroliov IDEAS Y SONIDOS MOZART: Sonata en mi sesenta años que de los cincuenta, va llegando al conocimiento del público lentamente, mientras que para la prensa especializada, es uno de los pianistas a valorar siempre. La impresión que causa en quien le escucha es de madurez muy marcada en el concepto y una sonoridad densa. ¿Conviene a estas Sonatas de Mozart este sonido del ruso? La verdad es que “a grosso modo” quizá no. Pero hay que escucharle. Su concepto musical es de una solidez inatacable, el puro juego pianístico, como el mejor, y aunque se trata de un Mozart más reposado, menos ágil, no cabe duda de que es otra vía, y nada desdeñable. ¿Que con estas consideraciones no sea una primera opción en este repertorio? No importa. Se trata de un artista muy interesante, y su aproximación a estas obras debe ser tura es contemporánea de Las bodas de Fígaro), cosa que se tiene presente por similitudes de factura en el primer tiempo, amén de la categoría de la fuga planteada, lo que no quita para que a su lado tenga el segundo una profundidad muy considerable. Lo ocurrido —su poco éxito— hizo ser renuente al editor Hoffmeister. Sin embargo, aparentemente al menos sin tenerlo en cuenta, Artaria publicó el Cuarteto con piano en mi bemol mayor dos años después, y habla muy a favor de Mozart el hecho de que no guardase ningún resquemor al primer editor. Se señala muy adecuadamente en las excelentes notas de carpetilla, que ambos Cuartetos son obras que difieren notablemente. El segundo vierte unas maneras mucho menos chispeantes, aunque formalmente ambos mantienen forma de tríptico. La interpretación de estas mayor KV 282. Fantasía en do menor KV 475. Sonata en do menor KV 457. Sonata en la mayor KV 331. EVGENI KOROLIOV, piano. PROFIL PH 06015 ( Gaudisc). 2006. 72’. DDD. N PN Koroliov, más cerca ya de los conocida y considerada, retenida en el recuerdo. Yo creo que para mozartianos e interesados en el repertorio pianístico, indispensable. José Antonio García y García Rafael Ortega Basagoiti MOZART: Cuarteto con piano en sol menor K. 478. Cuarteto con piano en mi bemol mayor K. 493. JEAN-CLAUDE PENNETIER, piano. MIEMBROS DEL CUARTETO YSAŸE. YSAŸE YR08. (Harmonia Mundi) 2006. 68’. DDD. N PN Sorprende que este delicioso y cantarín Cuarteto con piano K. 478 no tuviera éxito en su estreno (1785). No hay fisuras ni momentos muertos, todo es un puro recreo (no en vano su fac- obras que hacen los miembros del Cuarteto Ysaÿe es deshinbida y muy atractiva, contando con la colaboración destacada de Pennetier, que merecería por sí sólo todos los elogios. José Antonio García y García MUNDRY: Dufay-Bearbeitungen. Traces des moments. Sandschleifen. ENSEMBLE RECHERCHE. KAIROS 0012642KAI (Diverdi). 2006. 56’. DDD. N PN 93 D D I SI CS O C O S S MUNDRY-REGNART D iez páginas ocupan, en el libreto que acompaña al presente CD de Kairos, las notas preparadas por Isabel Mundry, la compositora, el arquitecto Peter Zumthor y el músico Brice Pauset y, aunque cueste creerlo, hablan muy poco sobre materia estrictamente musical. Pareciera que las ideas extramusicales que mueven a Mundry, la autora alemana nacida en 1963, para elaborar este programa, se constituyeran en base real para todo tipo de reflexiones teóricas, pero que dejan a un lado el componente musical, al menos en lo que concierne a las sonoridades que aquí se convocan. Pauset, Zumthor y la misma Mundry giran, en sus textos y conversaciones, alrededor del trasfondo que alimenta a la compositora a la hora de elaborar las dos piezas más abstractas y también más convincentes del programa (Traces des moments y Sandschleifen), la geometría de los jardines japoneses y los versos de Francis Ponge. Pero la base del concierto que propone el Ensemble Recherche aquí no es otro que el arreglo que efectúa Mundry sobre las Chansons et hymnes de Guillaume Dufay (Dufay-Bearbeitungen, de 2004), en un tratamiento que trae a la memoria la idea de la obra “compuesta” que hizo célebre Hans Zender con su (re)adaptación del Winterreise de Schubert. El problema es que, en ningún momento, Mundry nos hace descubrir nuevos modos de escucha ni nuevos giros texturales de la pieza de referencia. Mundry ofrece hasta tres versiones, tres piezas independientes a partir del tema de Dufay, pero ninguna enriquece a la anterior, más bien acaban por chocar entre sí, por expresar un material que ya, desde el inicio, no presentaba apenas posibilidades de desarrollo. El referente es demasiado parco en motivos como para que la paleta tímbrica de Mundry pueda sorprender. Sin embargo, en las dos piezas restantes, más alejadas de los modelos de los que parten, se mueven dentro de un ámbito poético más ajustado y, aunque nada especial aporten a la música actual, se enmarcan en un conjunto estrecho y sutil de timbres (cuerdas, clarinete, acordeón, percusión, piano) que habla razonablemente de la capacidad de Mundry para lo miniaturesco. 94 Francisco Ramos PIAZZOLLA: Obras sinfónicas. Vol. 2. JUAN JOSÉ MOSALINI, bandoneón. FILARMÓNICA REUTLINGEN DE WÜRTTEMBERG. Director: GABRIEL CASTAGNA. CHANDOS CHAN 10419 (Harmonia Mundi). 2006. 71’. DDD N PN D iversos perfiles de la obra piazzolliana pueden juzgarse en este compacto. La Sinfonía Buenos Aires data de 1951 y pertenece a su etapa juvenil, donde se mezclaba su tarea de músico de cabaret con sus aspiraciones a formas mayores. Se advierte que su formación es sólida y su identidad está en busca de lo personal, enmascarado en un expresionismo algo bochinchero y exterior. En 1979 compuso uno de sus títulos más difundidos, el Concierto para bandoneón, percusión y orquesta de cuerdas, donde se ve al Piazzolla canónico, en especial durante las secuencias solísticas y las cadencias de su instrumento favorito. Una breve e infrecuente rapsodia (Mar del Plata 70) enlaza con sus trajinadas y felices Cuatro estaciones porteñas (19651969), donde luce la mejor inventiva melódica de su autor. Las versiones son concienzudas y de una notoria excelencia. El canto de la orquesta y su cuidadosa timbración alternan con las intervenciones de un eminente bandoneonista como lo es Mosalini, diestro, sensible, lírico, siempre acertado de carácter. Blas Matamoro Ghislanzoni, el mismo de Aida, no le convencía y hoy podemos comprender por qué. La patada a la verdad histórica de la expulsión de los moriscos es lo de menos; lo que la ópera no soporta son los sentimientos inverosímiles y las reacciones absurdas de los personajes a los acontecimientos, por disparatados que éstos puedan ser. A los veinticinco años de la muerte del maestro, Arturo Cardore (1877-1927) presentó la que él llamó “compilación” encargada por los editores Giudici & Strada, que se estrenó en el Casino de Montecarlo en 1914. Desde luego, no es La Gioconda, pero especialmente los dos últimos de sus cuatro actos contienen pasajes muy estimables: un dúo para la soprano (Elèma) y el tenor (Fernando), así como un número para el barítono (Delascar) y el coro, más varios concertantes. Con un reparto vocal de cierto nivel mínimo, la obra se antoja perfectamente recuperable incluso para la escena. No es ciertamente el caso: a quien no le sobra vibrato lo arruina el timbre leñoso. En ocasiones (por ejemplo en su aria del cuarto acto, otro momento destacable), la soprano consigue superarlo, pero muy efímeramente. El coro tampoco brilla por ninguna virtud en particular, y la orquesta, a la que en principio se reserva el desempeño de un papel muy importante, queda también muy relegada por una batuta que, salvo algún rapto de inspiración (en el final), sigue en su conocida línea de mediocridad (véase SCHERZO, nº 144, pág. 88, y nº 153, pág. 86). Grabación poco menos que exclusivamente recomendada para los coleccionistas de repertorio. PONCHIELLI: I mori di Valenza. MAURIZIO ZABCHETTI (Alberigo Delascar), NATALIA MARGARIT (Elèma), LUIGI FRATTOLA (Fernando D’Albayada), CATERINA NOVAK (Carmine), ALESSANDRO ARENA (Felipe III, Don Giovanni D’Aguilar), DIEGO OLZI (Duque de Lerma), VINCENZO MONTI (Un moro), CARLO BERNARDONI (Un siervo). CORO PONCHIELLI-VERTOVA DE CREMONA. ORQUESTA FILARMÓNICA UCRANIANA DE DONETSK. Director: SILVANO FRONTALINI. 2 CD BONGIOVANNI GB 2419/20-2 (Diverdi). 2007. 121’. DDD. N PN Cuando apenas cumplida la cincuentena falleció en 1886, Amilcare Ponchielli dejó a medio hacer una ópera, Los moros de Valencia. El libreto de Antonio Alfredo Brotons Muñoz POULENC: Concert champêtre. Aubade. Les biches. Le bal masqué. Gloria. Stabat Mater. PASCAL ROGÉ, piano; FRANÇOIS LE ROUX, barítono; FRANÇOISE POLLET, soprano; PETER HURFORD, órgano. ORQUESTA NACIONAL DE FRANCIA. ORQUESTA PHILHARMONIA. Director: CHARLES DUTOIT. 5 CD DECCA 475 8454. 1992-1996. 356’. DDD. R PM H ace ocho años sobrevino el aluvión discográfico Poulenc con motivo del centenario. Destacaron las ediciones de EMI (más o menos, una integral) y de Decca (se le acercaba, aunque de lejos). Este álbum que reseñamos, protagonizado por la batuta de Charles Dutoit, puede constituir un acercamiento al compositor, pero le faltan dos cosas importantísimas: las canciones (salvo algunas) y las óperas (tampoco estaban éstas en el ciclo de Decca). Esto es, la gran aportación del compositor. Tampoco hay música de cámara ni pianística, pero eso no debe preocuparnos demasiado. El caso es que en esta antología tenemos al Poulenc maduro (Gloria, Stabat Mater), frente al voyou, al joven Poulenc rebelde marcado por la estética preconizada por Cocteau: es el de Les biches, Les animaux modèles, Le bal masqué, Le bestiaire, la Rapsodie nègre, etc. Todavía está muy lejos del Poulenc de madurez, el que aquí está representado por las obras sacras. Pero en esas piezas sagradas conmueve y aporta, sobre todo, el que hace cantar a una solista temerosa, aterrorizada, en peligro; sobre todo en el Gloria. Lo que no es ideología es autobiografía, quién sabe. No deja de sorprender que una de las obras más importantes de Poulenc, aquí ausente, sea La voz humana, el monólogo operístico que parte de una pieza espléndida de Cocteau. Tanto la pieza teatral como la ópera parecen ajenas a lo proclamado en El gallo y el arlequín. Y sin embargo… Valgan las dos grandes obras sacras para comprender a ese Poulenc maduro, el mismo que compone su mayor obra religiosa dentro de una ópera: es la Salve final de Diálogos de carmelitas, cantada por unas mujeres que mueren guillotinadas a medida que cantan. Lo dicho, mujeres aterrorizadas, en peligro. Estos discos ya los hemos visto a lo largo de los años en esta misma sección. Aparte del destacado pero no dilatado cometido de Françoise Pollet en las dos obras sacras, hay que señalar la voz del barítono François Le Roux en ciclos como la Rapsodia o los Poemas de Jax Jacob, entre otros; y al muy poulenquiano pianista Pascal Rogé, que brillaba como solista en la edición que Decca le dedicaba al compositor en 1999; sin olvidar el órgano de Hurford, en un tour de force más que en una relación concertante con Philharmonia. Los conjuntos orquestales y vocales son de total garantía (Philharmonia para las piezas concertantes; la Nacional de Francia, para los demás títulos con orquesta). No nos vamos a repetir. Ya encomiábamos estos cinco discos en su momen- D D I SI CS O C O S S MUNDRY-REGNART to; cada uno, en el suyo. Dentro del repertorio de Poulenc, podrán interesarnos unas obras más que otras. Pero a los intérpretes de este quíntuple álbum no se les puede pedir más. Hay Poulenc del mejor y del otro. Pero las lecturas son soberbias; unas bastante, otras muchísimo (piezas vocales, piezas sacras). Un hermoso álbum para quienes gusten del sorprendente itinerario estético de Francis Poulenc. Santiago Martín Bermúdez PREISNER: e instrumentos a solo (los caballos de batalla son Teresa Salgueiro, de Madredeus y el niño soprano Tom Cully, de Libera) hecha de morosos acordes, notas en pedal y tiempos largos, falsamente solemnes, en los que se van enramando endebles episodios melódicos. Una tardía New Age (el filtrado electrónico, la pastosa orquestación) campa a sus anchas por estas canciones narcolépticas, en vano calzadas con la prosodia de Piesiewicz y Herbert o la gravedad de la palabra bíblica. David Rodríguez Cerdán Silence, Night & Dreams. TERESA SALGUEIRO, voz. TOM CULLY, niño soprano. ORQUESTA AUKSO. Director: MAREK MOS. CAMERATA SILESIA. Directora: ANNA SZOSTAK. EMI 3 93999 2. 2007. 57’. DDD. N PN Habrá quien eche de menos al Zbigniew Preisner que, bajo el sayo del imaginario holandés Van Den Budenmayer, escribiera obras maestras de la diégesis cinematográfica como el Concierto en mi menor o la Música fúnebre; al Preisner que repletaba sus pentagramas con la sensibilidad rústica y ascética del círculo de Pärt y Gorécki y que sentía predilección por la flauta dulce y el arte de Elzbieta Towarnicka; al Preisner que convenciera a la Sinfónica de Varsovia para tocar en el histórico concierto subterráneo de la mina de sal de Wieliczka. Al Preisner que pasaba a la historia con el fallecimiento de Krzysztof Kieslowski en 1996 y el doble epitafio del Réquiem (1998). A riesgo de caer en una de esas ficciones mitopoéticas tan propias de la literatura diría que, ya sin el mecenazgo del director amigo, Preisner ha deambulado sin rumbo durante la última década por estos pagos musicales, llenando sin convicción páginas enteras y ensombreciendo la obra que les consagró a ambos. Y es que ni las jarrettianas Diez piezas fáciles para piano (2000) ni este Silence, Night & Dreams pueden testimoniar el arte de ese Preisner añorado. Lamentablemente, todo parece indicar que este errado ciclo de canciones ha sido cocido en una sala de juntas y no al calor del lápiz y el piano. Puede que la estratagema consista en ofrecer al mundo un nuevo Karl Jenkins, o puede que no. Pero en cualquier caso, poco alimento hay en este disco para un oído en forma: es ésta una obra para voces, cuerda en ciclos, todo el Rachmaninov que se mantuvo fiel a la herencia vocal rusa —lo que en buena medida es base de sus óperas— desfila por estos tres CDs que Brilliant le ha conseguido a Chandos para ofrecerlos a precio increíble, como es costumbre. Como en otras ocasiones con Brilliant, ahora hay que repetir: aproveche la oportunidad. Santiago Martín Bermúdez RAVEL: Santiago Martín Bermúdez Gaspard de la nuit. Miroirs. Jeux d’eau. TZIMON BARTO, piano. ONDINE ODE 1095-2 (Diverdi). 20052006. 64’. DDD. N PN RACHMANINOV: Canciones completas. JOAN RODGERS, soprano; MARIA POPESCU, mezzo; ALEXANDR NAUMENKO, tenor; SERGEI LEIFERKUS, barítono; HOWARD SHELLEY, piano. 3 CD BRILLIANT 8531 (Cat Music). 1994-1995. 216’. DDD. R PE H ubo un tiempo en que Rachmaninov era para el gran público melómano poco más que un antiguo virtuoso y compositor que había defendido su propia obra concertante como intérprete. Había compuesto también un montón de piezas pianísticas, poco conocidas, y un par de sinfonías muy “potentes”. Pero desde hace mucho se le conoce mejor, se toca y se graba a menudo su obra para piano solo, exquisita en ocasiones; sus tres breves óperas (apenas una hora cada una), en especial la magistral El caballero avaro; y sus romanzas, cerca de un centenar de canciones en las que siguió el legado romántico tardío de la escuela nacional rusa. Para ser exactos, el estro de Chaikovski. En estos tres CD se nos ofrece una integral que ya hemos reseñado paso a paso, y podríamos decir que se trata de una auténtica referencia en la alternancia de este auténtico cuarteto vocal formado por el canto a menudo insuperable de Leiferkus, Naumenko, Rodgers y Popescu. Atención a la voz lírica, alta y clara de Naumenko, todavía semejante a los tenores de la vieja escuela lírica y belcantista rusa. Y la profundidad y oscuridad de Leiferkus, que no será cuestión de ponderar a estas alturas. Y, desde luego, las muy bellas voces femeninas. Le da unidad a la integral el piano atento, riguroso de Howard Shelley. Las piezas juveniles, los cantos sueltos, las series engarzadas especialmente en staccato. Pero en El valle de las campanas vuelve a una especie de “vocación hacia el silencio” de considerable radicalismo. Los Juegos de agua, en fin, se permiten una brillantez que ya habíamos visto en números anteriores, pero que contrasta con el Valle. En resumen, unas lecturas ravelianas muy intensas, bastante originales, con un planteamiento a menudo muy denso, muy introspectivo, una poética de virtuoso. H ace algo más de dos años recibíamos un singular CD de Ondine: Carole Bouquet recitaba los tres poemas de Aloisius Bertrand que sirvieron de base a Ravel para su Gaspard de la nuit; Eschenbach dirigía los tres números a la Orquesta de París en la versión de Marius Constant. Había otras piezas ravelianas, y como colofón una lectura para piano solo de Ondine a cargo del estadounidense de Florida Tzimon Barto. Escribimos entonces que esto último nos hacía desear el ciclo completo. Pues bien, aquí lo tenemos, en una grabación inmediatamente posterior. El corazón de este Gaspard de Barto es el meditativo, introspectivo, lentísimo Gibet central, tenso y dilatado, con dominio de las gamas pianissimo; todo un poema, y nunca mejor dicho. A ambos lados, dos acerados episodios, la vital Ondine y el Scarbo que aparenta confusión. En ambos, Barto se apresura, como si quisiera dejar bien motivado el Gibet. Si Ondine muestra habilidad y virtuosismo, Scarbo es una auténtica virguería, como se decía en tiempos. En Miroirs, Barto hace con los Pájaros tristes algo parecido a lo que hacía con el Cadalso (Gibet), pero aquí hay cinco movimientos, y los Pájaros despliegan una dimensión menor, y van en segundo lugar. Barto tiene que acudir a un muestrario más amplio, aunque sea menos denso. Siempre sugerente, siempre sutil y dominador de los matices, Barto vuelve a hacer poesía con los cinco Espejos. Pero también parece encantarle dejar bien marcadas las notas a contratiempo y las síncopas; cuando las hay, claro. Para las primeras, ahí está su Gracioso REGNART: Misa Super Oeniades Nymphæ. Motetes. CINQUECENTO. HYPERION CDA67640 (Harmonia Mundi). 2007. 61’. DDD. N PN Segundo disco del conjunto de seis voces masculinas Cinquecento Renaissance Vokal para Hyperion. El primero estuvo dedicado a la música en la corte del emperador Maximiliano II y se comentó en el nº 220 de SCHERZO. El segundo pertenece a la misma órbita histórica, dado que Jacob Regnart estuvo toda su vida al servicio de los Habsburgo Maximiliano II, Rodolfo II y archiduque Fernando. Y no sólo él, pues tuvo cuatro hermanos músicos y dos de ellos, Carlos y Pascasius, estuvieron empleados en la capilla de Felipe II de España, también Habsburgo. Jacob nació sobre 1540 en Douai, población casi fronteriza con Francia perteneciente a la actual Bélgica y es uno más de los numerosos integrantes de la pléyade de compositores franco-flamencos, grupo básico de la música renacentista europea. La obra de Regnart tiene un cierto paralelismo con la de Orlando de Lasso, era apreciada por éste y escuchando lo aquí recogido, ello no es de extrañar. El disco comienza y finaliza con sendos motetes oficiales, el primero a la gloria de Johann Trautson, noble de alto rango en la corte de Viena y finaliza con otro “In laudem invictissimi Romanorum Imperatoris Maximilian II”, aunque entre las habilidades de Maximiliano no estaban precisamente las bélicas. La obra más importante es la Missa Super Oeniades Nymphæ, cuyo extraño título es explicable por tratarse de una misa paródica sobre el tema de un motete profano cuyo manuscrito no ha sobrevivido, pero que podría ser del propio Regnart. Entre los otros seis motetes grabados destaca el Lamenta- 95 D D I SI CS O C O S S REGNART-SCHUBERT batur Jacob por sus patéticos acentos, que quizás pueda tener algo de carácter autobiográfico, pues llama la atención la coincidencia del nombre (Jacob) y su fúnebre carácter. En cuanto a los intérpretes, que continúan ofreciendo obras importantes del siglo XVI poco o nada transitadas, reiterar lo ya dicho en los comentarios a su anterior disco: poseen unas bien timbradas y conjuntadas voces, una línea de canto transparente, tan esencial en estos repertorios y un exquisito gusto para dar la adecuada emotividad musical cuando lo requiere el contenido de los textos cantados, tal como hacen, a título de ejemplo, en el Incarnatus de la misa o en el citado Lamentabatur Jacob. José Luis Fernández ROSSI: Cantos de Salomón. Música sinagogal cantada en hebreo. CORVINA CONSORT. Director: ZOLTÁN KALMANOVITS. HUNGAROTON HCD 32350 (Gaudisc). 2004. 65’. DDD. N PN 96 C onstantemente, el oyente acostumbrado o asiduo a Monteverdi o a Marenzio, incluso a Sigismondo d’India, podría pensar: “no he oído exactamente eso…”. Y tendría razón, pues la manera de Rossi no se parece a ninguna otra, su música es espléndida, imaginativa, sirve caprichosamente los textos y sus affetti. La tradición, o creo que eso se llama la cultura, admitía y obligaba a la innovación y es lo que hace Rossi: escucha con una oreja el pasado y con otra el porvenir, desde los cori spezzati hasta el estilo cromático de la seconda prattica, anota, antes que sus colegas, el acompañamiento instrumental para la parte de soprano en un madrigal, escribe para el bajo continuo una parte separada, indicando así, sin renunciar al stile antico, la vía hacia la monodia algunos años antes que Monteverdi. Diferentes de las inglesas y de las italianas, las voces del Corvina Consort parecen dejar sitio a sus vecinas, las dejan hablar en unas polifonías que van de 3 a 8; es quizá una manera nueva, o diferente de alternar la emisión de las voces, variar sus ataques, a veces imperceptibles a veces cortantes; una manera de mirar el cielo del Seicento italiano claro luego brumoso luego claro y brumoso a la vez. Peter Schubert UN BUEN BORGOÑA DE LA RUE: Magnificats. Tres Salve Regina. VIVAVOCE. Director: PETER SCHUBERT. 2 CD NAXOS (Ferysa). 2005, 2006. 120’. DDD. N PE El Magnificat es un canto que aparece en el Evangelio de San Lucas y en el que la Virgen, con ocasión de una visita a su prima Santa Isabel, madre de Juan el Bautista, glorifica al Señor. Durante muchos siglos ha sido tema favorito de compositores, siendo el ejemplo más conocido la prodigiosa obra de J. S. Bach, de la que compuso dos versiones. Otro tema mariano muy utilizado por los músicos es la Salve Regina que, al menos en España, atribuimos al gallego San Pedro de Mezonzo. Pierre de La Rue, nacido en Tournai, ciudad situada en la actual Bélgica, estuvo durante gran parte de su vida al servicio de la corte de Borgoña y fue uno de los compositores favoritos de Margarita de AusEn esa época y en esa ciudad, Mantua, un compositor tenía el privilegio (o la obligación) de precisar que era judío, tenía la libertad y el deber de escribir, alla italiana, músicas sinagogales. Salamone Rossi fue el primero y el último en poder hacerlo; en la época de su muerte, la barbarie austriaca empezaba las persecuciones contra los judíos italianos, limitando su libertad, su culto y su vida. Pierre Élie Mamou SALLINEN: Introducción y Tango Obertura op. 74b. Música de cámara III op. 58. Elegía por Sebastian Knight op. 10. Música de Cámara IV op. 79. Música de Cámara V op. 80. ARTO NORAS, violonchelo; MIKA VÄYRYNEN, acordeón. VIRTUOSI DI KUHMO. Pianista y director: RALF GOTHÓNI. CPO 777 147-2 (Diverdi). 2006. 73’. DDD. N PN T ango a la finlandesa. Tal podría ser, por exótico o raro que pueda parecer, el título del presente CD. Menos raro, sin embargo, si se tiene en tria, de cuya triste vida y aficiones musicales hemos hablado en más de una ocasión. La editora Naxos, que consigue casi milagrosamente reunir imaginación, calidad y precios de ganga, ha tenido la excelente idea de publicar en un doble CD todos los Magnificat que a lo largo de su vida compuso Pierre de La Rue y que fueron ocho, escritos en los ocho tonos correspondientes a los ocho modos diferentes de la antífona previa. Como sobraba espacio, han completado la edición integral de los Magnificat con tres de las Salve Regina compuestas por él, dando al conjunto una significativa coherencia. La interpretación corre a cargo del conjunto vocal VivaVoce, formado por cuatro sopranos, cuatro contraltos, cuatro tenores y cuatro bajos, aunque en los Magnificat 1 y 6 se añaden dos sopranos y un bajo más. Está dirigido por Peter Schubert, un especialista cuenta la enorme aceptación que el tango tiene en Finlandia y su no despreciable ascendencia en la vida musical de este país nórdico. Si añadimos además el descarado eclecticismo de Aulis Sallinen (Salmi, 1935), el compositor que nos ocupa, todo parece encajar sin mayores problemas. Sallinen es conocido fundamentalmente por sus ocho sinfonías y sus seis óperas. Pero es autor también de mucha música de cámara. En la que reúne este compacto, el tango está presente total y centralmente. Sea en un concertino camuflado (Introducción y Tango Obertura, para piano y orquesta de cuerda), sea en los tres conciertos de cámara (para violonchelo y cuerdas; para piano y cuerdas; para acordeón y cuerdas), Sallinen ofrece en todos ellos su personal homenaje al tango, reelaborándolo, recreándose en variaciones, rodeándolo de una apariencia más contemporánea, pero sobre todo gozando de su poder de seducción y dejándose arrastrar por su fuerza irresistible. Los subtítulos aclaran ciertos aspectos de las composiciones: The Nocturnal Dances of Don Juanquijote (Chamber Music III) alude a la presencia española en las figuras de Don Juan y de Don Quijote; Metamorfoses of Elegy for Sebastian Knight (Chamber en música coral que estudió, entre otros, con Nadia Boulanger y Helmuth Rilling. Aunque no figure entre los conjuntos especializados más conocidos en la música polifónica del periodo renacentista, cumplen su papel con notable calidad de afinación y transparencia de texturas. Una estupenda edición, dedicada monográficamente a un compositor que figura entre los más notables del periodo y cuya calidad es demostrativa del esplendor musical de la corte borgoñona. José Luis Fernández Music IV) indica su derivación de la pieza original Elegía por Sebastian Knight, para violonchelo solo, inspirada en la novela homónima de Vladimir Nabokov; Barabbas Variations (Chamber Music V) hace referencia a su relación con el propio oratorio de cámara Barabbas Dialogues. Espléndidos los intérpretes: Arto Noras con el violonchelo, Mika Väyrynen con el acordeón, los Virtuosi di Kuhmo en su brillante labor de arropar a los solistas y Ralf Gothóni con el piano y la batuta. José Guerrero Martín SCHNITTKE: Sinfonía nº 0. Nagasaki. HANNELI RUPERT, mezzosoprano. CAPETOWN OPERA VOICE OF THE NATION. FILARMÓNICA DE CIUDAD DEL CABO. Director: OWAIN ARWEL HUGHES. BIS CD-1647 (Diverdi). 2006. 78’. DDD. N PN Tan fascinante como el conocimiento de la producción inacabada de un compositor resulta la indagación en su “prehistoria”, en aquellas piezas que, nacidas durante los años de aprendizaje, D D I SI CS O C O S S REGNART-SCHUBERT quedaron relegadas en beneficio del catálogo de madurez; una pesquisa que, a menudo, se tiñe del inmoderado deseo de buscar en estos frutos primerizos, más allá de su valor objetivo, señales de la cosecha futura. Pocos creadores contemporáneos con una voz tan personal como Alfred Schnittke (19341998), aunque en las dos composiciones que brinda BIS en este disco no quepa buscar sino débiles acentos: se trata, en efecto, de obras escritas durante sus estudios en el conservatorio moscovita y, como tales, respiran por igual la atmósfera de la música soviética del período y las influencias propias de todo período de formación. Así, la Sinfonía nº 0 (1956/57), umbral de un total de nueve sinfonías, es la primera pieza orquestal de entidad en su catálogo; acertadamente señala A. Ivashkin en sus notas la cercanía a autores como Miaskovski o Shostakovich, así como la rotundidad de los movimientos extremos, oscilantes entre lo marcial y lo pastoril, y el buen humor de su Allegro vivace. Como primera grabación absoluta se ofrece el oratorio Nagasaki (1958), obra fundada en textos, manifiestamente mejorables, de poetas rusos y japoneses en torno del lanzamiento de la segunda bomba atómica; no cabe dudar de la “absoluta sinceridad” que preside la escritura del oratorio, de la expresividad enfática de alguna de sus partes (Nagasaki, ciudad del dolor, En ese día fatídico), tachada como escasamente triunfal por la censura oficial soviética, ni del ya logrado dominio orquestal. Protagonista de las versiones —y del estreno de Nagasaki en 2006—, la Orquesta Filarmónica de Ciudad del Cabo cumple con suficiencia su cometido, aunque no logre el lujo y profundidad sonoras que reclama la densa orquestación de ambas piezas, y es de alabar el esfuerzo del coro en parte nada sencilla. Germán Gan Quesada SCHUBERT: Viaje de invierno. KLAUS MERTENS, BARÍTONO; TINI MATHOT, FORTEPIANO. CHALLENGE CC 72152 (Diverdi). 2005. 74’. DDD. N PN Reeditar el viajado viaje invernal schubertiano exige enfoques novedosos o niveles de excelencia que no empalidezcan Hélène Schmitt RENACE UN GIGANTE SCHMELZER: Sonatas para violín. EBNER: Toccata de tercer tono. PITTONI: Sonata segunda. HÉLÈNE SCHMITT, violín; JAN KRIGOVSKY, violonchelo; STEPHAN RATH, tiorba; JÖRGANDREAS BÖTTICHER, clavi-órgano. ALPHA 109 (Diverdi). 2005. 74’. DDD. N PN Si hasta ahora teníamos a Biber como el más grande compositor centroeuropeo del XVII para el violín, deberá unírsele Schmelzer desde ya mismo gracias a este disco magnífico. Cierto que las extravagancias y exigencias fronterizas del autor de las Sonatas del Rosario no aparecen en estas páginas, pero sí una música maravillosa, revestida aquí del timbre seductor de Schmitt y el rico continuo trazado por sus colaboradores. La violinista escancia con musicalidad exquisita la sencilla Ciaccona en si bemol mayor, que se diría una canción de cuna. Hay, sin embargo, lugar para el virtuosismo desbocado precisamente en otra chacona, la que abre la Sonata cuarta en re mayor, donde Schmelzer brilla en toda su capacidad de innovación de la escritura para el instrumento. Lo mismo sucede en la sorprendente Giga para violín solo. En la Toccata de Ebner, Bötticher tiene ocasión de lucir el sonido de su clavi- órgano. Gran disco. Sólo una boba errata afea la edición, puesto que las fechas de Schmelzer no son obviamente las de la contraportada —18551937—, sino las del interior del cuadernillo, c. 1620-1680. Enrique Martínez Miura Carlo Maria Giulini UNA SORPRESA SCHUMANN: El Paraíso y la Peri op. 50. MARGARET PRICE (La PerI), OLIVIERA MILJAKOVIC (Doncella), ANNE HOWELLS (El Ángel), CARLO GAIFA (El joven), ROBERT AMIS EL HAGE (Gazna), WOLFGANG BRENDEL (El Hombre), MARJORIE WRIGHT (mezzosoprano), WERNER HOLLWEG (tenor). CORO Y ORQUESTA SINFÓNICA DE LA RAI DE ROMA. Director: CARLO MARIA GIULINI. 2 CD ARTS Archives 43076-2 (Diverdi). 1974. 95’. N PM La obra, que su autor titula oratorio profano para solistas, coro y orquesta, prácticamente desconocida en nuestras salas de conciertos y muy poco llevada a los estudios de grabación (Armin Jordan, Gustav Kuhn y John Eliot Gardiner tienen grabadas versiones notables), es una suerte de poema sinfónico vocal, propio de la poética romántica (Wagner, en su momento, había proyectado llevar a la escena el poema original, por supuesto previa elaboración propia, como se puede ver en una carta dirigida a Schumann en 1843 en la que le “deseaba suerte e inspiración” con el maravilloso poema), dividido en tres partes, con narradores y un cuarteto solista, exquisitamente armonizado y orquestado, que no siempre mantiene la atención del oyente durante los 26 números de que consta, aunque la variedad de la inventiva melódica propia del autor sea una de sus mejores características, independientemente de su sentido infalible del efecto musical, de su clima de ensoñación legendaria y de la atmósfera en la que se alternan episodios descriptivos y líricos para así evitar una narración en exceso monocorde. Su estreno en la Gewandhaus de Leipzig en 1843 fue un completo éxito e incluso en los años siguientes el oratorio se representó en Alemania una cincuentena de veces, aunque, como hemos visto (y no sólo en España) la obra es prácticamente desconocida y ha caído casi en total olvido. La grabación que ahora se comenta, tomada en vivo en el Auditorio de la RAI de Roma en 1974 con un gran director al frente del conjunto, ha sido una verdadera y grata sorpresa. Giulini, como en todo lo que dirigía, se muestra absolutamente convencido de la calidad del oratorio, y lo concibe con sus habituales rigor, concentración y efusividad, con el deseo de ir siempre a lo más hondo de la música, al igual que hizo en otras de sus grabaciones sinfónico-corales dedicadas a oratorios románticos. Orquesta y Coros le siguen magnetizados, y los competentes solistas, absolutamente entregados al texto y a la música, responden con convicción e idioma. A destacar a la siempre briosa, profunda y efectiva Margaret Price, así como otros solistas que como Brendel o Hollweg se muestran como pez en el agua en la traducción de esta música. El sonido es bueno y en el libreto se puede encontrar el texto alemán cantado de la obra (sin traducir a ningún otro idioma) además de los estudios de rigor en cuatro lenguas (las tres habituales más la italiana). Por tanto, práctica exhumación de un oratorio que en la fecha de interpretación de este concierto (1974) todavía era absolutamente desconocido para los europeos de entonces, y no digamos nada para los de ahora. La fe y convicción de la batuta en esta obra desigual les ayudará a disfrutar de ella sin ningún problema, pudiéndola considerar como interpretación de referencia de todas las existentes que hemos citado más arriba. Enrique Pérez Adrián 97 D D I SI CS O C O S S SCHUBERT-STROZZI ante las referentes versiones más conocidas. Así, Goerne o Gerhaher no tienen que disculparse ante los fantasmas de Hotter o Fischer-Dieskau. Los intérpretes de esta versión optan por la novedad, que acaso podríamos adjetivar de posmoderna. El barítono es, en verdad, un tenor que propende a una objetividad inexpresiva, privilegiando las notas blancas, lo cual empobrece su fraseo, a la vez que impregna la elocución de cierta levedad amable y bailable. Es el Schubert de los valses nobles y sentimentales, no el de este solapado y viril patetismo del abandono y la soledad que el ciclo propone. A ello colabora el uso del fortepiano, suerte de piano acatarrado con dificultades para ligar y sostener, lo cual obliga a la acompañante a cargar la mano y tocar nota tras nota, acorde tras acorde, dejando el canto para tiempos mejores. Blas Matamoro SCHUBERT Y SCHUMANN: Canciones adaptadas y recompuestas por Reinbert de Leeuw. BARBARA SUKOWA, voz; REIBERT DE LEEUW, piano. SCHOENBERG ENSEMBLE. WINTER & WINTER 910 132-2 (Diverdi). 2007. 58’. DDD N PN Los 98 arreglos a partir de partituras firmadas, con el objeto de componer obras nuevas, son harto discutibles en términos teóricos. A favor puede decirse que cualquier material musical se puede rehacer si el resultado estético es válido. En contra, que toda obra es la que es, o sea la que está escrita por su autor, y que cualquier retoque o manipulación llega a ser desvirtuante y caricaturesco. No corresponde aquí dilucidar la disputa, que tal vez no sea dilucidable. En verdad, muchas obras admiradas como canónicas se basan en músicas anteriores y la medida en que sea aceptable el uso y usufructo de una invención resulta difícil de determinar. En la presente entrega, Leeuw ha usado las canciones de Schubert y Schumann para convertirlas en obras torchies, intimidades de salón penumbroso o cabaret erudito, llenas de suspiros, dengues y caídas de ojos, fraseos arrastrados, tesituras vidriosas y sobrecargos del piano a guisa de comentarios expresivos. Si somos capaces de olvidar a Schu- bert y a Schumann es probable que disfrutemos de ellas. Si el olvido no funciona nos pueden asaltar el fastidio o la ira. Lo más aconsejable es hacer la prueba. No hay referencias ni puntos de comparación, estamos en la hora cero de Schubert y Schumann, sí, como usted lo oye. Blas Matamoro SHOSTAKOVICH: Sonata para violín y piano op. 134. Suite de jazz nº 1 para violín y piano (transcripción de Michael Gluzman). AUERBACH: Lonely Suite (ballet para un violinista solitario) op. 70. Sonata nº 2 para violín y piano “11 de Septiembre” op. 63. VADIM GLUZMAN, violín; ANGELA YOFFE, piano. BIS CD-1592 (Diverdi). 2005. 67’. DDD. N PN U na versión más, de las verdaderamente destacables, del Shostakovich poco menos que final, con la Sonata para violín de 1968, una de sus piezas camerísticas más densas y con mayor tensión y emoción internas (y esto es mucho en alguien que compuso tanta y tan poderosa música de cámara). Gluzman se luce en este plato fuerte que es el Op. 134, y usa para alegrarse la vida una transcripción escrita por su padre de los ocho minutos de la llamada Suite de jazz nº 1. Un contraste marcado, y también un acierto. Pero, atención, este recital tiene una segunda parte de unos 25 minutos con un par de obras de una compositora rusa, Lera Auerbach (1973). Rusa, pero neoyorquina de vocación, Auerbach recibió el 11 de septiembre de 2001 el golpe que recibió todo Nueva York y que recibieron todas las ciudades; y compuso la Sonata nº 2 dedicada a Gluzman, una obra que evoca aquello, que apela a aquello, pero no narra aquello, ni aquello le sirve como programa; todo ello en un solo movimiento de apenas 15 minutos. Inmediatamente posterior es otra obra importante de Auerbach, un ballet para violinista solo, Lonely Suite, seis movimientos breves que permiten e incluso reclaman la introspección, una base para una coreografía que no puede ser cualquier cosa danzada. En fin, un disco que con el protagonismo del virtuoso Vadim Gluzman, muy bien acompañado por Angela Yoffe, recupera de manera excelente un Shostakovich ya bastante conocido del aficionado, e incluye dos novedades interesantísimas de una compositora rusa y americana todavía joven. Santiago Martín Bermúdez SHOSTAKOVICH: Conciertos para violonchelo opp. 107 y 126. RAFAL KWIATKOWSKI, violonchelo. ORQUESTA DE RADIO POLONIA. Director: WOJCIECH RAJSKI. DUX 0549 (Diverdi). 1999-2000. 63’. DDD. N PN De nuevo dos lecturas muy recomendables de los dos Conciertos para violonchelo de Shostakovich. La profundidad sonora y de concepto de esa obra magistral que es el Opus 126 queda aquí servida con auténticos rigor y maestría. El violonchelo de Kwiatkowski lee de manera inquietante las oscuridades del Op. 107, pero éstas pueden resultar luminosas comparadas con los descensos a los ínferos que propone el solista para el Op. 126. Mérito no sólo del solista, claro, sino de los pentagramas y de un excelente acompañamiento de la Orquesta de la Radio Polaca con Rajski al frente. Pero es que la lectura de Kwiatkowski es un paseo que finge aproximarse a la luz; a Shostakovich sin duda le habría gustado esta opción: vivimos tiempos de mayor picardía, o quién sabe si las angustias encerradas en sus obras son ahora de dimensión universal. Es como si, a pesar de carecer de las circunstancias ominosas de la vida de Dimitri, tuviéramos parecidos pavores. Y que por eso hay tantos intérpretes y tanto público que se compenetran con esa estética. Por ejemplo, este excelente disco de Kwiatkowski. Santiago Martín Bermúdez SMETANA: Obras para piano: Danzas checas, series 1 y 2. Polka de Bettina. La campesina, polka. Andante en fa menor. Romanza en sol menor. JITKA CECHOVÁ, piano. SUPRAPHON SU 3843-2 (Diverdi). 2007. 66’. DDD. N PN Llega un tercer volumen del ciclo pianístico dedicado a Smetana por esta insuperable y joven pianista checa, Jitka Cechová. Cechová tiene ese don, esa gracia, esa manera de rozar el sonido como si sugiriera, y como si en sus sugerencia se ocultara el sentido de cada pieza y hasta de cada frase. Este CD contiene las dos series de Danzas checas de una época avanzada de la vida del fundador de la escuela nacional, 18771879, cuando ya vivía retirado del teatro, postrado por la enfermedad y la sordera. Son obras bellas, sin más. Nacionalistas y de madurez, pero sin pertenecer a la secuencia de grandes obras de Smetana. Cechová las potencia, como potencia otras cuatro piezas breves que las complementan, y les arranca una gracia y un brillo que llevan dentro, no ocultos, pero sí poco accesibles a pianistas que no tengan esta categoría, este don incomparable. No, no exageramos: Jitka Cechová es de esos pianistas cuyos dedos saben llevar los mazos hacia el susurro, hacia el sonido mesurado, hacia el matiz. Como en los dos anteriores discos ya reseñados, en éste vuelve Cechová a sorprendernos y a potenciar un repertorio que, de otro modo, no quedaría en tan buen lugar. Santiago Martín Bermúdez SPAHLINGER: Farben der Frühe. ENSEMBLE SURPLUS. Director: JAMES AVERY. NEOS 10710 (Diverdi). 2007. 47’. DDD. N PN La segunda sección de Farben der Frühe (2005, para siete pianos), de Mathias Spahlinger, se inicia con una clara alusión al repetitivismo de Steve Reich, en concreto al Reich de ritmos menos complejos, el de Desert Music. Aunque sea por una vez, Spahlinger recurre a signos fácilmente identificables. Pero esto no quiere decir que estemos ante una obra de escucha sencilla, por cuanto Spahlinger pertenece a esa escuela de autores centroeuropeos para quienes interesa más la estructura de la pieza que su sonoridad. Spahlinger se ha alineado siempre junto a compositores que, como Schnebel, Nikolaus Huber, Riedl o el primer Lachenmann, han querido forjar un lenguaje que explorase los caminos que, según ellos, no habían quedado cerrados por la generación anterior. Si bien, como queda dicho, D D I SI CS O C O S S SCHUBERT-STROZZI el resultado sonoro no es el fin de este tipo de actitudes frente al lenguaje, en alguien como Mathias Spahlinger, el arsenal instrumental elegido para cada obra siempre guarda una gran fidelidad con ese espíritu de rebeldía. Tal es el caso de combinaciones tímbricas insospechadas, que a veces pueden lindar con el ámbito jazzístico. El recurso de la repetición, que es claro en las secciones segunda y cuarta de Farben der Frühe, no parece casual. Spahlinger rebaja sus pretensiones y hace guiños al oyente con insertos de secuencias rítmicas que convocan a Nancarrow y al Ligeti de los Études. El juego con siete fuentes sonoras permite una amplia gama de escritura. Las secciones impares de la obra aportan un lado cuasi dramático que no es nada habitual en un autor que siempre ha sostenido una mirada objetiva frente al hecho sonoro. Spahlinger se cuida bien, cuando cita a Ligeti, de no abordar el tono sentimental. Hablaríamos aquí de rigor compositivo si la obra, en realidad, avivase nuestra curiosidad, pero el conjunto es un tanto plano, como si se tratase de un recorrido veloz por la práctica expresionista, la polirritmia de Nancarrow, el repetitivismo y cierto puntillismo, sin dejar en el receptor ningún poso. Francisco Ramos Vladimír Válek MATICES NUEVOS SMETANA: Obras para orquesta: Mi patria. Ricardo III. El campamento de Wallenstein. Hakon Jarl. Polka de Georgina. Polka de Luisa. Sinfonía del Triunfo. Marcha para un festival Shakespeare. Preludio ceremonial en do mayor. Nuestras muchachas. ORQUESTA SINFÓNICA DE RADIO PRAGA. Director: VLADIMÍR VÁLEK. 3 CD SUPRAPHON SU 3916-2 (Diverdi). 2001-2006. 178’. DDD. N PN Como es bien sabido, lo más importante de la obra de Smetana es la ópera; ahora bien, dentro de la obra orquestal destaca con mucho el ciclo Mi patria, seis poemas sinfónicos de 1872-1879. A los treinta años, en 1854, cometió Smetana una especie de pecado venial algo gesticulante, la Sinfonía triunfal, que sin duda se pretendía berlioziana, pero que mostraba un gran dominio de las formas y el equilibrio clásicos. Pretendía ser un regalo para el káiser Francisco José en el momento de su boda con Isabel, Sissi, pero el regalo no lo aceptaron en Viena. Era el momento en que se iniciaba el represivo “sistema Bach”, con el que se empedraba la futura ruina del Imperio. Emigrante, como tantos músicos checos, Smetana trabajó en Gotembur- go, y allí compuso tres poemas sinfónicos mucho antes de los de Mi patria: Ricardo III, El campamento de Wallenstein y Hakon Jarl, entre 1857 y 1861. A continuación regresó a su país y fundó la escuela nacional; así, como suena, con obras como las óperas Los brandemburgueses en Bohemia y La novia vendida. Otras obras menores podrían añadirse al legado orquestal de Smetana, y algunas se encuentran en este triple álbum, entre ellas tres polkas de mucho éxito ya en su forma pianística; dos de ellas, en orquestaciones ajenas a Smetana. Hay un desequilibrio entre estos discos, porque el primero contiene obras de un valor muy superior al de los otros. Aun así, los poemas sinfónicos “suecos” y la Sinfonía de juventud tienen valores considerables, acaso sobre todo los primeros. Ahora bien, lo que sorprende es la altísima calidad interpretativa general, la capacidad de Válek en este repertorio tan trillado en su país, al que sabe darle nuevos matices, diferentes enfoques, sin que por ello dejemos de reconocer los valores de siempre de obras como los poemas sinfónicos de Mi patria. Sorprende que Válek y la Sinfónica de Radio Praga STRAUSS: Don Juan. Macbeth. Lieder. ANNE SCHWANEWILMS, soprano. ORQUESTA HALLÉ. Director: MARK ELDER. HALLE CD HLL 7508 (Diverdi). 2005. 68’. DDD. N PN R egistro en el que el Director Titular de la Hallé en la actualidad demuestra ser un straussiano importante, haber recuperado la buena forma de la orquesta de Manchester y acercarnos a un Richard Strauss ordenado, poderoso y bien entendido. En Don Juan hace un acercamiento en el que el sentido rítmico es inatacable, el poder sonoro oportuno y construido con cuidado sentido por la batuta, con eclosiones sonoras bien estructuradas sin eludir la posibilidad de refinamiento, que lo hay. Se ofrece así una versión “de batuta”, que si bien no desbanca a los Solti, Karajan, Böhm, etc., o sea, a los incontestables, confiere grado al director inglés. Lo mantiene en su interpretación de Macbeth, en la que se siguen con claridad los pasos de la peripecia del torvo personaje y su no menos torva esposa, cuya femineidad mantenida en la música envuelve el quehacer del marido. No es equiparable esta versión a la solidísima y magnífica que grabara Rudolf Kempe, pero no queda en sombra frente a ella. Anne Schwanewilms sabe acoplar su voz poderosa a las sugerencias y el “canto sospesso” tan necesarios en estos lieder y culmina versiones muy estimables con el concurso feliz de Elder. José Antonio García y García STROZZI: Madrigales, cantatas y canciones. MUSICA SECRETA. AMON RA CD-SAR 61 (LR Music). 1994. 64’. DDD. N PN Barbara Strozzi, que recibiera el sobrenombre de “La cantante virtuosísima”, nació en Venecia en 1619. Su padre, Giulio Strozzi, una de las figuras más representativas de la erudición veneciana, la mandó a estudiar con Cavalli. Poco a poco, su refinadísimo gusto iría entusiasmando a escritores y académicos, quienes desde un principio admiraron un estilo de canto donde se ponían de manifiesto las peculiaridades de esta artista italiana. Fue tal sensación la despertada en el público por Barbara que Giulio decidió fundar una academia concebida especialmente para ella: la Accademia degli unisoni, un círculo de intelectuales formado por hombres que organizaban debates acerca de política y arte, cuyo eje musical recaía en Barbara, quien ora cantaba ora daba flores y premios a los mejores discursos. Los géneros que moverían a sean capaces de aportar una nueva referencia entre las grandes de un ciclo tan grabado, pero así es. Volvemos a sentir la emoción de lo mejor de la música descriptiva en este precioso Vltáva, o la del dramatismo narrativo de Sarka. Y así en los otros cuatro títulos del ciclo. Atención a esos tres poemas sinfónicos de los años de Gotemburgo; Válek los potencia, los eleva al nivel que precisan para dar todo lo que tienen dentro, en su dramaticidad e incluso en sus tanteos dentro del nuevo formato ideado por Raff y Liszt, que Smetana sigue con entusiasmo. Algo semejante puede decirse de la Sinfonía triunfal y, desde luego, de las piezas de menor alcance. Un álbum de considerable interés, aunque destaquen las propuestas del primero de los tres discos que lo componen. Santiago Martín Bermúdez la Strozzi a componer fueron el madrigal, la cantata y la canción, en forma libre, con diseño concienzudo dentro de su simplicidad estrófica y una ambigüedad entre el aria y el recitativo. Su temática es profundamente emotiva y tendente a la ironía. Entre 1644 y 1664 publicó ocho libros de música vocal donde resaltan títulos como Sino alla morte. El grupo Musica Secreta aborda eficazmente el repertorio con un lenguaje claro y discreto; aunque no termina de rebasarse el límite que separa el artificio de la naturalidad, quizá porque esté más pendiente del resultado satisfactorio que sucede al esfuerzo. Muy lucidas las obras para dos sopranos, aquí Deborah Roberts y Suzie Le Blanc, quienes nos proporcionan un monumento al amor y la belleza en Le tre gratie a venere y una lección de fiato en los melismas de I baci. Cuando las voces cantan a solo se aprecia mucha tensión en el agudo que 99 D D I SI CS O C O S S STROZZI-WEINGARTNER hace temer la desafinación. Habría convenido añadir instrumentos: una tiorba y un clave no bastan en un repertorio de amplitud dramática, como éste. Marco Antonio Molín Ruiz SUPPÉ: Fatinitza. STEPHANIE HOUTZEEL (Vladimir), STEVEN SCHESCHAREG (Timosey), ZORA ANTONIC (Lydia); CHRISTIAN BAUER (Julian). CORO Y ORQUESTA DEL FESTIVAL BAD ISCHL. Director: VINZENZ PRAXMARER. 2 CD CPO 777 202-2 (Diverdi). 2006 136’. DDD N PN A unque no figure entre las más trajinadas obras de Suppé, ésta es, junto con Boccaccio, lo mejor de su madurez. Para ello, el autor recuerda su ascendencia italiana y deja fluir su facundia melódica, amable, vivaz, picante, con toques grotescos y efusiones sentimentales, según la oportunidad. Al conjunto contribuye una sabrosa trama de vodevil, donde se mezclan rijosos turcos con altivos militares rusos y un reportero quizás americano, travestismo, un señor vestido de señora y con voz de mezzo en el harén de un pachá y vaya usted por un final feliz si puede. Los actualizados diálogos de Sabine y Leonard Pringsloo dan cuerpo a la historia y resultan expresivos aun para quienes no entiendan el alemán. Las huestes del especializado festival de Bad Ischl sacan toda la enjundia de la obra, poniendo al servicio de la comedia sus voces afiatadas y una expresividad llena de matices intencionales, buen humor y momentos de ojitos entrecerrados por el amor, el de aquellos tiempos de tardío romanticismo. El mayor elogio cabe al director de orquesta, que ha conjuntado y homologado estilos y personajes. Tal vez haya puesto lo suyo el régisseur, aunque no veamos sus resultados, porque la toma en vivo nos permite imaginarlos. Blas Matamoro TAVERNER: Misa Gloria tibi Trinitas. Motetes. CORO DE LA CHRIST CHURCH CATHEDRAL DE OXFORD. Director: STEPHEN DARLINGTON. AVIE AV 2123 (Gaudisc). 2006. 63’. DDD. N PN Basada en una antífona de las 100 Primeras Vísperas de la Trinidad (de donde su denominación), la Misa Gloria tibi Trinitas no es sólo la obra más conocida de John Taverner (c. 1490-1545), sino también el origen de un género instrumental propio de Inglaterra, los In Nomine, que serían escritos a partir del tema del In Nomine del Benedictus de esta misa. Compuesta a seis voces, la obra muestra una monumentalidad dramática que parece alejarse del estilo más tierno y sencillo característico de la música británica anterior. Como era norma en la época, Taverner no compuso polifonía para el Kyrie, que solía cantarse sobre una melodía de canto llano tropada, que es la solución adoptada por este grupo oxoniense que representa la mejor tradición de coros ingleses con mezcla de voces de niños y adultas masculinas. La interpretación se mueve en los parámetros habituales de este tipo de formaciones. Stephen Darlington consigue un sonido brillante y poderoso, no muy profundo, y una correcta amalgama de las voces y juega con la intensidad y las dinámicas para obtener contrastes y enfatizar los pasajes más dramáticos. La misa se completa con las antífonas Mater Christi y O Wilheme pastor bone y el responsorio Dum transisset Sabbatum. bación. La Obertura a 5 en re menor, singular por ser la única obra de Telemann en la que la viola da gamba desempeña el papel solista, lo es también por la riqueza tímbrica (imitación de la zanfoña diríase) de los unísonos en que Sarah Walder es doblada a la octava por el primer violín, por ejemplo en su mismo inicio. Por su parte, el Concierto en re menor para dos violines, viola y continuo bastaría por sí solo para demostrar que Bach no fue el único compositor alemán en recibir influencias directas de Italia, aunque este concerto ripieno en concreto hacer pensar a uno antes en Torelli que en Vivaldi. La decisión de asignar un instrumento a cada parte se ha de considerar acertada no sólo desde el punto de vista de la fidelidad histórica, sino —lo más importante— por lo que a la belleza de los resultados se refiere. Andrew Read impone las dosis suficientes de brío en los números rápidos y de contención expresiva en los lentos para transmitir el carácter estilísticamente peculiar de una música en la que nunca se tiene la sensación de que sobre o falte un acento. Las tomas son igualmente ejemplares por su equilibrada combinación de profundidad y detallismo. Alfredo Brotons Muñoz VALERO-CASTELLS: Pablo J. Vayón TELEMANN: Suite en la menor para flauta de pico, cuerdas y continuo. Concierto en re menor TWV 43:d2 para 2 violines, viola y bajo continuo. Obertura a 5 para viola da gamba, cuerdas y bajo continuo TWV 55:d6. IL CONCERTO BARROCO. Director: ANDREW READ. ALIUD ACD HA 009-2 (Gaudisc). 2005. 59’. SACD. N PN Decir que la Suite en la menor para flauta de pico, cuerdas y continuo de Telemann no tiene nada que envidiar a la compuesta en si menor por Bach para la misma distribución instrumental sería seguramente exagerado, pero no mucho; especialmente si se la juzga en una interpretación protagonizada con sonido tan hermoso y técnica tan depurada como exhibe Ronald Moecker en esta gra- unos años a la madre del autor, quien superando el dolor expresa sus sentimientos a través de una partitura potente, honda y de fácil comunicabilidad. Entre el grito desgarrado del inicio y el minuto de silencio musicado del final, Valero-Castells intenta penetrar en el misterioso mundo de las neuronas, evoca a su madre como era antes de la fatal enfermedad, reflexiona sobre la existencia digna y decide culminar con un pensamiento positivo. La percusión y el viento de metal desempeñan un importante papel en estas obras. En Pegasus (concierto nº 2), para trompeta piccolo, cuarteto de trompetas y orquesta de cuerda, la gran actuación de Otto Sauter sirve de hilo conductor a cinco movimientos inspirados en la figura de Pegaso en su doble aspecto mitológico y astronómico. El discurso más o menos narrativo confiere de alguna manera la apariencia de poema sinfónico. Cierra el compacto Fanfarria de plata, para metales y percusión, obra compuesta para conmemorar el XXV aniversario de la Constitución Española y dedicada a la misma orquesta que en este CD interviene. Música, en definitiva, vital, expansiva y diríamos que colorísticamente muy valenciana. No olvidemos que este joven compositor y director está muy ligado al mundo de las bandas. José Guerrero Martín Sinfonía nº 3. Pegasus. Fanfarria de plata. OTTO SAUTER, trompeta piccolo; JOSÉ MANUEL ESCOBAR, ALMUDENA MARTÍNEZ, IGNACIO MARTÍNEZ Y PATRICIO SOLER, trompetas. JOVE ORQUESTRA DE LA GENERALITAT VALENCIANA. Director: MANUEL GALDUF. Arias y preludios de las Bachianas Brasileiras. LEILA GUIMARAÈS, soprano; NELSON FREIRE, piano. ORQUESTA SINFÓNICA DE BRASIL. Director: ISAAC KARABTCHEVSKY. PMV ACTUAL 005 (Diverdi). 2007. 51’. DDD. N PN IRIS MUSIC 3001966 (Harmonia Mundi). 1987. 61’. DDD. N PN T res encargos del Institut Valencià de la Música se reúnen en el presente CD, quinto volumen de la serie PMV (Patrimonio Musical Valenciano), para ofrecernos una muestra de la obra de Andrés Valero-Castells (Silla, 1973), en notable interpretación de la Jove Orquestra de la Generalitat Valenciana bajo la solvente dirección y supervisión de Manuel Galduf. Tres grabaciones en directo, en las que emerge con fuerza y por derecho propio la Sinfonía nº 3, cuyo subtítulo de Epidemia silenciosa alude al destructivo Alzheimer diagnosticado hace VILLA-LOBOS: E nfocar una selección de piezas sueltas de las nueve f a m o s a s obras de Villa-Lobos no se antoja la mejor manera de resaltar el carácter propio de cada uno de estos fragmentos. Arias y preludios aparecen descontextualizados, desdibujándose el contraste que les da razón de ser respecto a sus Bachianas complementarias dentro de cada colección. La sumamente escueta presentación —prescindiendo de toda información musical para el oyente— y la ordenación de las obras —que caprichosamente comienza por la celebérrima nº 5, para luego seguir en D D I SI CS O C O S S STROZZI-WEINGARTNER orden ascendente desde la Primera— dan a este disco un sesgo de producto promocional turístico. Musicalmente, su contenido tampoco es precisamente para tirar cohetes. El carácter marcadamente experimental de la escritura instrumental del compositor brasileño es tan hermoso como arriesgado, incluso para conjuntos de mayor nivel que el presente. En este sentido, el rendimiento orquestal no va más allá de lo digno, con una cuerda cuyo voluntarismo se revela insuficiente frente a los numerosos aprietos por los que pasa en afinación y, sobre todo, en empaste. La monotonía y literalidad de la dirección tampoco ayuda, ciertamente. Falta, además, atención a los detalles de la orquestación y algo esencial en estas obras: una flexibilidad agógica real, auténtica, que no puede ser sustituida por una mera oscilación postiza del pulso. La intervención de Guimaraès resulta suficiente pero no especialmente delicada ni sutil. Por su parte, Freire cumple sin problemas en su discreta intervención solista. Finalizando, la edición, además de dejar al descubierto en varios puntos el cortapega de tomas dentro de una misma obra, ofrece por error — corte 4— la toccata Picapau de las Bachianas nº 3 en lugar del aria Modinha anunciada. Juan García-Rico VIVALDI: Las cuatro estaciones op. 8, nºs 1-4. Concierto en sol menor op. 12, nº 1. SARAH CHANG, violín. ORQUESTA DE CÁMARA ORPHEUS. Pese a su buen nivel de destreza técnica —ni Chang ni los norteamericanos son precisamente mancos, vaya— las credenciales interpretativas resultan inconsistentes y caprichosas. Los aspectos más cercanos a la tradición —vibrato intenso, dinámica en terrazas f/p, tensión de ataques en detrimento de la sutileza en el arco, por ejemplo— flirtean con otras técnicas y enfoques más recientes, pero sin llegar a asumirlos de forma consecuente. Sólo por citar tres ejemplos: los pocos pasajes que prescinden del vibrato resultan quebradizos y demasiado evidentes los cambios de cuerda; las disminuciones fruto de la inventiva de la solista están reducidas a simples notas de paso, redundantes floreos, o interpolaciones por grados conjuntos que resultan de una insulsez tal que habría sido mejor atenerse a las notas reales; el fraseo, defendido bien por el conjunto, no lo llega a ser por parte del violín solista, con tendencia al descontrol rítmico, por no mencionar los muy numerosos ritardandos, tan ñoños y dulzones como faltos de naturalidad. Sobre el efectismo buscado alterando la escritura de violonchelos/contrabajos, ya ni hablamos… Este disco —su presentación glamourosa, su enfoque de consumo, etc.— va destinado a un segmento de público muy concreto, completamente respetable, pero muy alejado del aficionado que espere una interpretación lo suficientemente interesante que justifique ser la versión n-cientosmil que se le ofrece. Juan García-Rico EMI 3 94431 2. 2007. 55’. DDD. N PN S ólo si su concepto de la interpretación barroca se detuvo muy a principios de los años 60, podrá encontrar en este disco algo que le sorprenda. Todo lo dicho desde entonces hasta hoy —y ha sido muchísimo— en este repertorio, ha hecho evolucionar de manera irreversible la forma de entender lo escrito en estos pentagramas y su praxis interpretativa. Incluso asumiendo la no exclusividad de la vía historicista y centrándose en la vía más tradicional, por la que optan Sarah Chang y los Orpheus, encontrará el resultado varios peldaños por detrás, en calidad y profundidad, de otras lecturas referenciales de esa corriente —I Musici/Carmirelli, por citar uno. WEINGARTNER: Septeto op. 33. Octeto op. 73. ENSEMBLE ACHT. OLIVER TRIENAL, piano. CPO 777 049-2 (Diverdi). 2005. 77’. DDD. N PN A l mismo tiempo que nos descubre su ciclo sinfónico, CPO empieza a volcarse en la música de cámara de Felix Weingartner (1863-1942), uno de esos “directores que también componen”, como en más de una ocasión se dijera desdeñosamente de Mahler o Bernstein… Aunque también es verdad que a nuestro protagonista no le fue dado ni mucho menos el genio de aquellos dos… Entusiasta wagneriano, y batuta abierta a dar a conocer a los creadores de la escuela alemana, antiguos y modernos, David Guindano Igarreta UN CLÁSICO BARROCO YRIBARREN: Salaos, villancicos y cantadas. NOVA LUZ ENSEMBLE DE LA CORAL DE CÁMARA DE PAMPLONA. Director: DAVID GUINDANO IGARRETA. 2 CD RTVE Música 65274. 2006. 136’. DDD. N PN En la recuperación del patrimonio musical hispánico siempre parece que se va demasiado lento, pero empieza a ser cada vez más evidente que no se debe tanto a la lentitud o escasez del trabajo cuanto a la cantidad de un material existente que por ignoto resulta incalculable aunque a estas alturas nadie puede dudar que es ingente. Algo que de todos modos se estaba echando de menos era el descubrimiento de un clásico de la primera mitad del siglo XVIII que pudiera equipararse con garantías a los grandes nombres europeos de la época. A reserva de los autores que en el futuro salgan a la luz, se puede afirmar sin temor a equivocarse que con Juan Francés de Yribarren (1699-1767) hemos encontrado, por fin, un clásico (de momento, “nuestro”) clásico barroco, preclásico o, mejor, ambas cosas a la vez. Estos dos discos, que yo sepa la aportación discográfica más importante al conocimiento de su catálogo (que en la carpetilla Luis Naranjo cifra en torno al millar de obras), bastan y sobran para justificar esa consideración. Nacido en la navarra Sangüesa, Yribarren, a los dieciocho años ya ocupaba el puesto de organista en la Santa Iglesia de Salamanca, y desde 1733 hasta su fallecimiento la dirección de la capilla de la catedral de Málaga. La alternancia cuando no combinación que en su obra se aprecia del estilo barroco “hispano” y las “novedades” venidas de Italia se explica por las enseñanzas recibidas durante su juventud de José de Torres, organista de corría el año 1906 cuando Weingartner compuso su Sexteto para piano y cuerdas op. 33, una composición formalmente clásica, aunque con un Adagio escrito en el tono de una improvisación, de carácter muy libre y de expresión cambiante, siempre sorprendente. Sólo por la Capilla Real en Madrid que había estudiado con Gasparini, pero también por la amplitud de miras y dominio del oficio con que Yribarren se las arregló para contentar todos los gustos. Del disco 1, el Dixit dominum (¡uno entre más de sesenta conservados!) y la Salve (¡una entre treinta!) merecen pasar a formar parte sin más dilación del repertorio de los grupos corales más importantes, y no sólo españoles. En el disco 2, dedicado a los villancicos y cantadas de Navidad, encontramos a un Yribarren enfrentado a textos de contenido por una parte más “dramático”, por otra más “humano”, con todo lo que esto supone de mayor variedad expresiva y de inspiración con frecuencia popular. El villancico Aquella común borrasca permite descubrir en su recitado y aria (bellísima, y larga: más de diez minutos) a un excelente tenor, Jesús García Aréjula, que sin embargo no deja atrás los lucimientos de la soprano (tiple) Marta Huarte en las varias intervenciones que le corresponden en el resto. Unas tomas de sonido demasiado lejanas, sobre todo en lo que a las voces se refiere, no empañan la calidad ni de los contenidos ni de unas interpretaciones dirigidas por David Guindano Igarreta con plena comprensión del estilo galante a unos conjuntos vocal e instrumental de rendimiento igualmente encomiable. Alfredo Brotons Muñoz ese movimiento ya merece la pena acercarse a esta poética partitura, aunque más sugestiva si cabe resulta la del Octeto para clarinete, trompa, fagot, cuarteto de cuerda y piano op. 73, de 1924. Su sola plantilla instrumental ya resulta prometedora, y lo cierto es que el 101 D D I SI CS O C O S S WEINGARTNER-VARIOS mayor logro de esta composición estriba precisamente en su sonoridad, que le da un cierto aire arcaico y popular, aunque las armonías y la expresión a veces sorprendan por su dureza. En definitiva, no son partituras geniales, pero sí obras sólidamente escritas, en las que, pese a los ecos de Wagner, Bruckner o incluso Schubert, se aprecia a un creador con talento y facilidad de escritura. Las interpretaciones del Ensemble Acht son irreprochables en su decidida apuesta por un enfoque clasicista, de líneas bien definidas. escoger meticulosamente un programa que respondiera a su categoría en lo que suponía un regreso a los escenarios a sus casi 64 años. Lied alemán (seis piezas de Schubert, tres de Brahms, dos de Chopin, una de Mendelssohn), chanson francesa (cuatro piezas de Fauré) y cançó tradicional catalana (nueve populares muestras en armonización de García Morante). Y tres propinas: una canción española (Granados), unas gotas de ópera (seguidilla de Carmen) y un final tradicional catalán (El cant dels ocells). Un excelente acompañamiento de Manuel García Morante, con quien tanto laboró la soprano. Y un público entregado que no se resistió a aplaudir cada una de las veintinueve versiones. Todo en su sitio, como decimos. Victoria de los Ángeles manifestaba que esperaba ser aceptada como recitalista que también cantaba ópera. Este CD es una buena muestra de ello. De gran emotividad además cuando reparamos en que aquella niña nacida en la Universidad de la Ciudad Condal el 1 de noviembre de 1923 nos dejó el 15 de enero de 2005. Hace menos de tres años tan sólo. HOPKINSON SMITH. vihuela, Mudarra y Narváez y con guitarra barroca Gaspar Sanz, más una virtuosística pieza de Le Vieux Gaultier. Todas las recopiladas son obras para instrumento solo, salvo el Largo de un concierto para laúd, dos violines, viola y violonchelo de Bernhard Joachim Hagen. Casi todo perfectamente previsible, como es natural en este tipo de discos, cuyo perfil de compradores es para mí un misterio cuando se trata, como es el caso, de un grandísimo intérprete pero no de un divo, aunque supongo no lo será para el departamento de marketing de la editora. Si alguien interesado en música renacentista y barroca para estos instrumentos no conocía a Hopkinson Smith, cosa más que dudosa, aquí tiene la ocasión y de ahí puede pasar a adquirir alguno de sus numerosos discos, todos llenos de alabanzas y premios, dedicados íntegramente a alguno de los compositores citados u otros, como Milán, Narváez, Mudarra, Guerau, Dowland, Kapsberger, J. S. Bach, Weiss, etc. Bueno, ésta puede ser la clave del misterio, que de todo hay en la viña. Juan Carlos Moreno RECITALES VICTORIA DE LOS ÁNGELES. Soprano. Al Palau de la Música Catalana. Obras de Schubert, Brahms, Chopin, Mendelssohn, Fauré y tradicionales catalanas. MANUEL GARCÍA MORANTE, piano. COLUMNA MÚSICA 1CM0175 (Diverdi). 1987. 63’. DDD. N PN D ocumento y testimonio de gran valor este volumen tercero de la serie Victoria de los Ángeles Collection que viene ofreciendo Columna Música: recital en el Palau de la Música Catalana el 10 de mayo de 1987, concierto inaugural de Catalunya Música, el canal de música clásica del Grupo de Emisoras de Catalunya Ràdio. Con remasterización, en abril de 2007, de la grabación original en directo, que sólo había sido editada en vinilo parcialmente. Estos son los datos técnicos. Por lo demás, todo perfectamente normal y en su sitio. La cantante con su peculiar timbre vocal, su sensibilidad, su finura, su señorío, su capacidad expresiva, su sobriedad, su claridad, su intención en cada frase, su inteligencia al Laudista. Álbum. NAÏVE E 8908 (Diverdi). 1980-2004. 78’. DDD. R PM Típico disco- José Guerrero Martín retrato que recoge algunos fragmentos de las grabaciones realizadas por Hopkinson Smith durante un período que abarca casi el cuarto de siglo. El muestrario es variado, dentro de una amplia duración del CD, recogiéndose la utilización por el gran intérprete norteamericano de tres tipos de laúdes renacentistas, otros dos de laúdes barrocos, vihuela y guitarra barroca. El repaso por los compositores hace también un amplio barrido temporal dentro de los períodos renacentista y barroco. Con el laúd renacentista, muestras de John Dowland y de publicaciones de Pierre Attaingnant y con el barroco, parada obligada en fragmentos de su célebre grabación de las transcripciones para este instrumento de las Sonatas y Partitas para violín solo de J. S. Bach, así como de obras de Sylvius Leopold Weiss. Con nos principales de la diáspora armenia provocada por el genocidio turco de 1915/18— de Warner Classics ofrece, aunque de manera desigual en el interés de su contenido, vislumbres de esta riqueza. Ausentes las figuras de Avet Terterian y Tigran Mansurian, principales representantes de la renovación musical armenia aún bajo el régimen soviético, el presente registro cubre una línea que parte del padre del folclorismo nacional, Komitas (Soghomon Soghomonian) —con unos Chants para violonchelo y piano, delicadas armonizaciones respetuosas con el dato popular—, y rinde pleitesía, por medio de diversas piezas extraídas o arreglos de sus ballets Gayaneh, Mascarade y Spartacus, al “armenio por excelencia” (aunque nacido en Georgia) Aram Khachaturian, para desembocar en dos Rapsodias para violonchelo y violín del compositor moscovita, residente en París, Alexandre Gasparov (1961), de interés sólo relativo, al igual que las dos piezas incluidas del pianista Vahan Mardirossian, un Nocturne dedicado a su maestro, Eric Tanguy, y una obsesiva Danse perpetuelle para trío con piano. Sorprende por su buena factura y lirismo de buena ley el Trío con piano de Arno Babadjanian (1921-1983) que, pese a su cronología, se mantiene fiel a un romanticismo evolucionado con ecos de César Franck y Gabriel Fauré y pinceladas rítmicas autóctonas en el Allegro vivace conclusivo; no lo hace, sin embargo, la precisa interpretación del trío, plenamente identificado con el repertorio de este proyecto impulsado por el ardoroso violín de José Luis Fernández VARIOS ARMENIA. Obras de Khachaturian, Komitas, Babadjanian, Gasparov y Mardirossian. JEAN-MARC PHILLIPS-VARJABÉDIAN, violín; XAVIER PHILLIPS, violonchelo; VAHAN MARDIROSSIAN, piano. WARNER 2564 64341-2. 2006. 75’. DDD. N PN P ese 102 a su condición de depositaria de un legado cultural centenario, no ha gozado la riqueza de la música armenia de una difusión comparable a la de otras repúblicas de la extinta URSS, en especial en lo relativo a su música actual, cuya calidad no cabe minusvalorar; esta producción francesa —recordemos que Francia fue uno de los desti- Jean-Marc Phillips-Varjabédian. Germán Gan Quesada CAMINO DE SANTIAGO. ESCOLANÍA DE LA ABADÍA DEL VALLE DE LOS CAÍDOS. ATRIUM MUSICÆ. STUDIO DER FRÜHEN MUSIK. 2 CD VIRGIN 3 94914 2 (EMI). 1968, 1973. 107’. R PE Es de temer que el motivo de esta reedición no sea homenajear a unos pioneros en la grabación de música medieval como fueron el Studio der Frühen Musik en Alemania y Atrium Musicæ en España. Mas bien la cosa parece ir de aprovechar el tirón comercial que tiene todo lo D D I SI CS O C O S S WEINGARTNER-VARIOS que rodea al Camino de Santiago, desempolvando unas viejas grabaciones sobre el tema para hacer un refrito, en el que se incluyen obras de un códice que nada tiene que ver con la peregrinación a Compostela. Desde 1968 ya ha llovido mucho y no solamente en Santiago, pues en lo que se refiere a interpretación de música antigua podemos hablar de auténtico diluvio. En éste, algunos se han ahogado, como la grabación del Llibre Vermell de Montserrat a cargo de la Escolanía de la Abadía del Valle de los Caídos y el conjunto Atrium Musicæ de Gregorio Paniagua (no confundir con Eduardo y su grupo Musica Antigua), cuyo rancio sabor queda de manifiesto si se escuchan las posteriores de Jordi Savall y especialmente la de Carles Magraner. A las selecciones de Cantigas de Santa Maria y del Codex Calixtinus por el grupo de Thomas Binkley les ocurre algo parecido, pero la gran calidad que tuvo su Studio der Frühen Musik y la singular voz de Andrea von Ramm les permite sobrevivir mejor y, para algunos, su recuerdo sigue imborrable. Los pobres comentarios que acompañan al doble CD están escritos solamente en castellano, otra prueba de que se trata de una edición barata para andar por casa y con unas viejas zapatillas. José Luis Fernández ENGLISH LANDSCAPES. Obras de Bax, Vaughan Williams, Finzi, Delius, Elgar e Ireland. LYN FLETCHER, violín. CORO Y ORQUESTA HALLÉ. Director: MARK ELDER. HALLÉ CD HLL 7512 (Diverdi). 2005. 71’. DDD. N PN Precioso programa el de este disco que ofrece a l g u n a s muestras de pequeños — en extensión general— poemas sinfónicos —en sentido amplio— ingleses del siglo XX. Se empieza por una muy buena versión —la mejor sigue siendo la de Bryden Thomson (Chandos)— de Tintagel, una de las obras maestras de Bax, una partitura que debiera ser de repertorio, por su calidad y su impacto. Excelente asimismo la lectura, con el concertino de la orquesta como solista, de The Lark Ascending de Vaughan Williams, aunque igualmente sea difícil igualar las de Hugh Been con Boult y Kennedy con Rattle (EMI las dos). Irreprochable The Fall of the Leaf de Finzi, con su lirismo idílico tan inglés, como la Norfolk Rhapsody nº 1 de Vaughan Williams. Elder extrae la atmósfera tan peculiar de las Dos piezas para pequeña orquesta de Delius —Beecham (Naxos) y Barbirolli (EMI) son las referencias— y ofrece, además, dos breves piezas corales, As torrent in summer, extraída de Rey Olaf, de Elgar, y The Hills, de Ireland, en las que el Coro Hallé muestra buenas maneras. Una antología muy disfrutable. Claire Vaquero Williams GAUDE FLORE. Obras de A. Scarlatti, Benedetti y anónimas. LAURA ANTONAZ, soprano; GABRIELLA MARTELLACCI, contralto; MARCO PIRETTA, bajo. CAPELLA MUSICALE DI SAN GRATO. ENSEMBLE VOCALE STRUMETALE. Director: TERESIO COLOMBOTTO. STRADIVARIUS 33721 (Diverdi). 2005. 58’. DDD. N PN Dos motetes de Alessandro Scarlatti, un motete y un salmo concertante de Francesco Maria Benedetti y dos obras anónimas para voces e instrumentos —un Magnificat y otra llamada Gaude flore, que da nombre al disco. Este programa, obras todas extraídas del Fondo Musical Capitular de Aosta, nos propone el sello discográfico Stradivarius para darnos una idea de la música que en la catedral de esta pequeña localidad italiana se interpretó durante el siglo XVII y la primera mitad del XVIII. El plato fuerte de la grabación lo constituyen los dos motetes, pertenecientes ambos a sus Concerti Sacri, de Alessandro Scarlatti. Es de destacar el segundo de ellos, Infirmata para contralto, violines y bajo continuo, por el singular patetismo que se consigue con su línea melódica solista y el rítmico acompañamiento instrumental. Las dos obras de Francesco Maria Benedetti, compositor que fue durante un tiempo maestro de capilla de la catedral, resultan también altamente interesantes. En especial la primera de ellas, un motete para soprano y bajo continuo llamado Perge cor, en el que la voz de Laura Antonaz, experimentada intérprete de música barroca, responde a sus exigencias técnicas con una seguridad y agilidad admirables, cualidades que, yendo más allá, son cimiento de su expresividad y carácter interpretativo. La Cappella musicale di San Grato, bajo la dirección de Teresio Colombotto —que ya dedicaron otra Rafael Bonavita UNA GUITARRA ELÉCTRICA MÚSICA MODERNA. Obras de Piccinini, Castaldi y Kapsberger. RAFAEL BONAVITA, tiorba. ENCHIRIADIS EN 2019 (Diverdi). 2006. 67’. DDD. N PN O bras de tres compositores italianos, entre ellos el célebre “tedesco della tiorba”, el gran Kapsberger, también italiano —veneciano para ser exactos— pero hijo de alemán, de ahí el sobrenombre, más un anónimo, conforman el repertorio de este disco de curioso pero justificado título —léanse los comentarios de Bonavita al respecto. De Kapsberger ya conocíamos grabaciones magníficas, como las de Rolf Lislevand para Astrée de hace unos quince años y que nos descubrió a muchos a este protojazzista del siglo XVII. Además de obras de Kapsberger escuchamos composiciones del boloñés Alessandro Piccinini y del modenés Bellerofonte Castaldi, impulsores todos ellos del concepto de “música moderna” que justifica el título y el interesantísimo contenido de este compacto —volvemos a remitirnos a los comentarios de Bonavita quien no duda en lamar a la tiorba “la guitarra eléctrica del siglo XVII” y sus razones tiene. Bonavita, grabación a repertorio del s. XVII de esta misma catedral—, sin llegar a tanto, resultan también convincentes. Jaime Rodríguez Pombo NOUVELLES VAGUES: DE GODARD A AUDIARD. QUINTETO TRAFFIC. Director: ALEXANDRE DESPLAT. NAÏVE V 5093 (Diverdi). 2006. 60’. DDD. N PN Un excelente disco para los amantes de la música para el cine. Casi todo francés, todo muy hexagonal, con unos pocos nombres: Georges Delerue, el favorito de Truffaut, pero no sólo de Truffaut; Antoine Duhamel, Alexandre Desplat, Morricone, Gato Barbieri y, desde luego, Maurice Jarre. Y 14 siguiendo la línea de su disco anterior para este mismo sello centrado en Sanz y Murcia (EN 2015), ya comentado aquí en su momento, vuelve a ese repertorio que tanto ama y que tan bien se le da y en el que el elemento popular y las posibilidades de expresión personal, incluidas la improvisación y la fantasía más libre, son fundamentales para abordar su interpretación desde una óptica genuina y, aunque pueda parecer paradójico, fiel a los originales. Nuevo acierto de Bonavita que, una vez más, y tanto por repertorio como por interpretación —fresquísima y vital, admirable en suma— podría —y hasta debería— interesar a todo el mundo, incluidos aquellos que ignoran la llamada “música antigua”, más cercana de lo que pueda parecerles. Una auténtica maravilla. Josep Pascual películas recordadas, evocadas, resonadas por Desplat y este espléndido quinteto de cuerda: Pierrot le fou, Le mépris, Jules et Jim, La peau douce, L’importance c’est d’aimer, Le dernier tango à Paris, Pasaje a la India, etc. Filmes de Godard, Truffaut, Claude Miller, Philippe de Broca, Jacques Audiard, Verneuil, Bertolucci, David Lean, Zulawski, Colpi. Unas músicas sugerentes y sugestivas, a menudo de efecto dramático inmediato, un disco siempre rico, de bellezas muy concretas, siempre agradable: música para escuchar con placer, que sin duda se acrecentará con la evocación de los títulos cinematográficos de estos maestros, con momentos especialmente ricos como las cuatro transcripciones que aquí merece la música de Gato Barbieri para El último tango en París, film ya legendario de Bertolucci. Muy recomendable. Santiago Martín Bermúdez 103 D VDDV D 104 CRÍTICAS de la A a la Z D V D BERLIOZ-HAENDEL BERLIOZ: BRUCH: Sinfonía fantástica op. 14. Misa solemne. DONNA BROWN, soprano; JEAN-LUC VIALA, tenor; GILLES CACHEMAILLE, bajo. CORO MONTEVERDI. ORQUESTA REVOLUCIONARIA Y ROMÁNTICA. Director: JOHN ELIOT GARDINER. Director de vídeo: BARRIE GAVIN. Concierto para violín y orquesta nº 1 en sol menor op. 26. RAVEL: La valse. BRAHMS: Concierto para piano y orquesta nº 1 en re menor op. 15. PINCHAS ZUKERMAN, violín; DANIEL BARENBOIM, piano. ORQUESTA FILARMÓNICA DE ISRAEL. Director: ZUBIN MEHTA. Director de vídeo: MICHAEL BEYER. DECCA 0743212 (Universal). 1991, 1993. 112’. R PN Con este DVD vuelven a estar disponibles dos filmaciones procedentes del desdichado formato del LD. La primera recoge una interpretación de la Fantástica habida en la Sala del Conservatorio de París, donde la obra se estrenase en 1830. Se trata de una de las grandes interpretaciones modernas de la obra —y eso que Gardiner hace ahora todavía más ardiente su visión de la partitura— y posiblemente la primera entre las que respetan el verdadero color instrumental exigido por Berlioz. Es cuando menos paradójico hablar del autor de Harold en Italia como un gran orquestador si se cambian sistemáticamente sus serpentones, oficleidos y demás por instrumentos modernos. Pero el trabajo de Gardiner no es sólo arqueología, sino que recrea la extraordinaria partitura berliozana por medio de un recorrido pictórico y dramático, vaporoso y elegante —Un bal—, bucólico e introspectivo, macabro y orgiástico. Por su parte, la filmación de la Misa en la catedral de Westminster testimonia uno de los acontecimientos más importantes relacionados con Berlioz de los últimos veinte años, la recuperación de una obra que se creía perdida. A pesar de la ingenuidad y la inmadurez obvias que afectan a la página, no es menos cierto que se dan notables anticipaciones del Berlioz que vendrá, caso precisamente de la escena campestre de la Fantástica que ya apunta en el Gratias. Gardiner resume y supera las muchas influencias que figuran en el trabajo juvenil de Berlioz, convirtiendo en música viva el de por sí apasionante ejercicio de investigación. El DVD supera técnicamente a los LDs, eliminando, por ejemplo, el pequeñísimo pero perceptible desfase entre sonido e imagen del anterior soporte. Enrique Martínez Miura EUROARTS 2055878 (Ferysa). 2006. 97’. N PN te más vivo que el empleado junto al director rumano), que consigue arrastrar a Mehta hasta alcanzar (segundo movimiento, pese a algún que otro pequeño desajuste) ambos un contagioso clima de dramática nostalgia. En resumen: un DVD no excepcional pero sí disfrutable. Rafael Ortega Basagoiti La Filarmóni- CAVALLI: ca de Israel, fundada en 1936 (es decir, doce años antes que el propio Estado) como Orquesta de Palestina, cumplió 70 años el pasado 2006, y a la celebración de la efemérides debemos el DVD que ahora se comenta. Presidido por el hindú Zubin Mehta, que tan ligado ha estado a esta formación desde hace décadas, y que es su titular vitalicio desde 1981, el concierto cuenta con la presencia de dos artistas judíos también muy ligados a su historia en los últimos treinta años: Pinchas Zukerman y Daniel Barenboim, ambos además buenos amigos de Mehta. El violinista plantea una apasionada lectura del archiconocido Concierto op. 26 de Bruch, con la solidez técnica característica, aunque quizá sin la belleza de sonido y mayor cuidado lírico que otros artistas —pienso ahora en Mutter, por ejemplo— han conseguido. Notabilísima interpretación en todo caso. La versión que Mehta ofrece de La valse es, como cabía esperar de él, brillante y espectacular, de contagioso nervio rítmico más que especialmente sugerente en su atmósfera. Obtiene, eso sí, la mejor de las respuestas de la formación israelí, con la que sin duda se entiende a estas alturas de forma extraordinaria. Desde mi punto de vista, el plato fuerte del disco es sin embargo el Concierto brahmsiano en manos de Barenboim, sensacional intérprete de esta página, tanto en disco (con Barbirolli en su juventud o con Celibidache en su madurez, en ambos casos para EMI) como en vídeo (con Celibidache, versión por desgracia aún no traspasada a DVD). Aunque la presente no alcanza el excepcional nivel de las citadas, sí merece el calificativo de muy notable, pues si da la sensación de cierta premura en cuanto a ensayos, conserva la esencia de la interpretación pianística grandiosa del argentino (aquí a tempo considerablemen- Didone. CLARON MCFADDEN (Didone), MAGNUS STAVELAND (Enea), JORDI DOMÉNECH (Jarba), MANUELA CUSTER (Cassandra). EUROPA Galante. Director musical: FABIO BIONDI. Directores de escena: FRANCESCA CABRINI Y DAVIDE ORTELLI. Director de vídeo: TIZIANO MANCINI. 2 DVD DYNAMIC 33537 (Diverdi). 2006. 173’. N PN E stos dos DVDs contienen la primera versión en este soporte de Didone de Cavalli. Presenta una de las colaboraciones todavía en curso de Biondi con La Fenice veneciana —la filmación procede del Teatro Malibrán—, con puesta en escena de miembros de la Facultad de Arte y Diseño de la Universidad véneta. En general, el montaje puede considerarse aceptable dado el planteamiento, aunque más que desnudez escénica, en ocasiones hay verdadera pobreza. Los cantantes se comportan con mucha tiesura y el vestuario se somete a los dictados de los tópicos modernos, haciendo convivir uniformes antiguos, supuestamente troyanos, con cascos de pilotos de aviación. Por lo demás, la cámara es implacable con las actitudes de los cantantes, que a la distancia del teatro podrían soslayarse, pero en primer plano caen hasta en lo ridículo. Biondi —que une varias veces su violín al conjunto—, autor de la revisión crítica, usa una orquesta reducidísima, catorce músicos, tal como se documenta de los teatros venecianos de mediados del XVII: Didone se estrenó en 1641. El director saca un vivaz y colorista partido de ese instrumental, constituyendo así el eje fundamental de la representación. Algunos de los largos recitados no acaban de levantar el vuelo, pero en conjunto la función da una idea bastante acabada de la obra. El reparto tiene el lunar del Eneas más bien inexpresivo de Staveland, pero a cambio la D V D BERLIOZ-HAENDEL Dido de McFadden y el Jarba de Doménech —éste algo exagerado como actor— defienden sobradamente sus papeles. La Casandra de Custer evidencia problemas de entonación. Un documento no carente de interés, sobre todo por el trabajo de Biondi. Enrique Martínez Miura HAENDEL: Admeto. MATTHIAS REXROTH (Admeto), ROMELIA LICHTENSTEIN (Alceste), MECHTHILD BACH (Antigona), TIM MEAD (Trasimede), RAIMUND NOLTE (Ercole), MELANIE HIRSCH (Orindo), GERD VOGEL (Meraspe). ORQUESTA DEL FESTIVAL HAENDEL DE HALLE. Director musical: HOWARD ARMAN. Director de escena: AXEL KÖHL. Directora de vídeo: UTE FEUDEL. 2 DVD + 2 CD ARTHAUS (Ferysa). 2006. 196’. N PN N ovedosa presentación. A los DVDs se suman dos CDs con algunas de las partes musicales (sin recitativos) de la obra, sin que el precio del producto se incremente. Montaje del contratenor Köhler que sigue la tendencia actual de rellenar con lo que sea la acción para que ésta no se haga latosa o estática, con recursos que, en este caso como en otros muchos, suman casi a la par aciertos con desventajas, vulgaridad con buen gusto, en una visión también muy actual teñida de ironía o burla, acercando la acción un poco por los pelos a nuestros días. Musicalmente, está dirigida con decorosa rutina, con sonoridad tenue y ligera, algo plana de contrastes, pero con la debida transparencia, en una lectura con cierta dosis de tendenciosa escolaridad. Rexroth (que fuera Premio Viñas 2000) tarda en centrarse en el rol titular, solventando con desigual acierto sus diversas y provechosas intervenciones, que recrea con notable y precisa dicción con voz no demasiado atractiva, más bien árida, en papel que fuera escrito nada menos que para Senesino. Su buena figura y conveniente juego escénico acaban por obrar a favor. El resto el equipo cumple con homogénea corrección, tanto la Alceste de la Lichtenstien, algo más expresiva que las demás voces femeninas, como la Antigona de la Bach vocalmente cercana a la soubrette. Nolte es un Eracle de calidad media y Lawrence Foster BELLEZA Y VALENTÍA DEBUSSY: Prélude à l’aprèsmidi d’un faune. Jeux. La chute de la maison Usher (Reconstrucción: Robert Orledge). SCOTT HENDRICKS (Roderik), NICHOLAS CAVALLIER (El amigo), JOHN GRAHAM-HALL (El médico), KATIA PELLEGRINO (Madeline); STEVEN MCRAE (Roderick), JOHANNES STEPANEK (El amigo), GARY AVIS (El médico), LEANNE BENJAMIN (Madeline). SINFÓNICA DE VIENA. Director musical: LAWRENCE FOSTER. Directora de escena: PHYLLIDA LLOYD. Coreografía: KIM BRANDSTRUP. Director de vídeo: ROBERT GUMMLICH. CAPRICCIO 93517 (Ferysa). 2006. 80’. N PN E l aficionado podrá estar de acuerdo o no con lo que se le propone aquí, pero se trata de una propuesta seria, de altura artística y de rigor musicológico, no una de esas ocurrencias de directores de escena o escenógrafos con mala intención y escasa ciencia. Es una atrevida producción del Festival de Bregenz del año pasado (el festival de David Pountney, no lo olvidemos) que nos propone un espectáculo con música de Debussy, compuesto por coreografías de Preludio a la siesta de un fauno y de Jeux, así como de una puesta en escena de una reconstrucción de la ópera inacabada El hundimiento de la casa Usher. Esto es, primero el Debussy puramente orquestal, aunque fuera más tarde coreografiado, de su primera madurez, mediados de los 90; después, el Debussy de gran madurez, en una obra danzante tan extraordinaria que no llamó especialmente la atención; y finalmente el Debussy de una obra escénica sin terminar basada en Poe en la que el compositor podría haber sido contradictor de sí mismo, de su Pelléas sobre todo. Así nos lo hace pensar su nuevo recitativo, bastante diferente al de la ópera de 1902. Recordemos, por lo demás, que Usher tenía que haber formado díptico con otra ópera breve también basada en Poe, El diablo en el campanario. Una pregunta implícita en este espectáculo es: dónde podría haber llegado Debussy, el que tan lejos fue entre el Fauno y los Estudios para piano, el que compuso en 1912 Jeux, esa página insólita y gran trascendencia a la larga. Paneles móviles, vidrios que acaso se pretenden piedras, muros; lluvia, atmósfera rígida de finales del siglo XIX: una excelente escenografía de Richard Hudson. La puesta en escena de Phyllida Lloyd presenta Fauno y Jeux como introducción a la atmósfera mórbida, enfermiza de la casa Usher, apoyada en la bella coreografía de Kim Brandstrup. El amigo de Roderick acude a la llamada perentoria de éste. El conflicto será con el médico, personaje ambiguo y sórdido. El drama es sobre todo un monólogo de Roderick, que cuenta la angustia mortal de la familia que termina en él (algunos han visto ahí una proyección de Debussy en un momento avanzado de su enfermedad). Entre el turbio médico y el mal evidente de Roderick, hemos de creer lo que no vemos del todo: la supuesta decadencia de esa familia y esa casa cuyos muros y piedras sudan muerte. Debussy convierte a la hermana, Lady Madeline, en un personaje ausente, al que oímos al principio pero nunca vemos hasta la terrorífica escena final. El compositor y libretista sugiere un incesto que no aparece en el original de Poe, y que la coreografía potencia, sin explicitarlo del todo. Orledge lleva a cabo un intento meritorio, que no estamos en condiciones de valorar del todo. Ha concluido la obra, aunque los parlamentos finales no son cantados, sólo acompañados sobre todo por amplios acordes muy debussyanos. Y ha utilizado materiales dispersos que ha conseguido recuperar tras paciente búsqueda y mucho esfuerzo. La versión grabada hace tres décadas, con arreglo de Juan Allende Blin, queda superada claramente por la de Orledge; éste presenta una pieza de casi 50 minutos, frente a los 23 de antes. A falta de auténtica acción dramática, tenemos una situación que transmite verdadera angustia y un final terrorífico, como ya adelantábamos. Para ello no basta la excelente labor de Orledge, hacen falta además unos mimbres teatrales bien conjuntados: un barítono como Scott Hendricks, respondido por otro como Nicholas Cavallier; una orquesta como la Sinfónica de Viena y una dirección tensa unas veces, sutil otras, violenta por momentos, como la de Lawrence Foster. En los ballets anteriores a la ópera, estos personajes están encarnados por dos excelentes bailarines, Steven McRae y Johannes Stepanek. El personaje ausente de la ópera, Madeline, está muy presente en las coreografías de Fauno y Jeux; la encarna el baile grácil de Leanne Benjamin. Los pasos a dos de Leanne y Steven son sugerentes, sensuales, nunca rotundos. Phyllida Lloyd y Kim Brandstrup consiguen un espectáculo bello y poderoso, penetrante, aunque también obsesivo. Pero no olvidemos que lo envuelven los decorados de Hudson y el sonido de unas voces bellas, con especial protagonismo de Hendricks, y una orquesta muy bien conducida. Un experimento de los de verdad, y unos resultados de gran altura artística en lo musical y lo escénico. Sólo hay subtítulos en francés, inglés y alemán. Santiago Martín Bermúdez 105 D VDDV D HAENDEL-WAGNER Mead en Trasimede merece idéntica calificación, en personaje proclive a mayores sutilezas. Cumplen con similar provecho (o carencias, según se mire) el resto. De cualquier manera, no existe competencia posible, de momento, para una partitura entre las más ricas y sugestivas de la época central de la producción haendeliana, la de la década de los veinte del setecientos, la misma de Rodelinda, Giulio Cesare y Radamisto. La versión sufre algunos cortes, igual que la de Alan Curtis de 1979 que, sin embargo, la supera en casi 20 minutos. Fernando Fraga PUCCINI: Manon Lescaut. ADINA NITESCU (Manon), PATRICK DENNISTON (Des Grieux), ROBERTO DE CANDIA (Lescaut), PAOLO MONTARSOLO (Geronte). CORO DE GLYNDEBOURNE. ORQUESTA FILARMONÍA DE LONDRES. Director musical: JOHN ELIOT GARDINER. Director de escena: GRAHAM VICK. Director de vídeo: HUMPHREY BURTON. NVC ARTS 049-2-6 (Warner). 1997. 125’. R PN 106 En unos decorados opresivos y prácticamente invariables, una pared amarilla con escasos pero precisos detalles para definir la correspondiente situación escénica, Vick se lanza a una magnífica dirección actoral que, a partir de la paralela y complementaria definición de cada personaje incluidos los más episódicos, logra contarnos clara y punzantemente la acción de la obra. Gardiner ofrece paralela claridad narrativa, aunque le falte como un no se qué de énfasis dramático, de pasión llamémosla mediterránea, en un orquesta que suena siempre muy bien pero más decorativa que cooperante con las situaciones. Nitescu resuelve con posibles la parte vocal de la protagonista, lo que es ya bastante, pero la compleja personalidad de Manon le queda algo inalcanzable, con los mejores aciertos en las partes más dramáticas de la ópera. Físicamente, Denniston da muy buena presencia al protagonista. Es lo único a su favor: la voz es escasa, el canto monocorde y la dicción no siempre limpia. Bien pobre de sonido, casi rozando la insignificancia, el Lescaut de De Candia. Montarsolo, a los 72 años, da cuenta de su experiencia, con la voz acusando la pro- Nikolaus Harnoncourt IMPULSO VITAL MOZART: Sinfonías nºs 31 y 39-41. SCHUBERT: Sinfonía nº 4. ORQUESTA FILARMÓNICA DE VIENA. ORQUESTA DE CÁMARA DE EUROPA. Director: NIKOLAUS HARNONCOURT. Bonus: FRANZ Schubert: MEIN TRAUM. Realización cinematográfica de NORBERT BEILHARZ DE LA SINFONÍA Nº 9 DE SCHUBERT, con la SINFONIEORCHESTER DES SÜDWESTFUNKS BADEN-BADEN dirigida por HARNONCOURT. 2 DVD DEUTSCHE GRAMMOPHON 00440 073 4290 (Universal). 19831984, 1991. 232’. R/N PN DG nos presenta un doble DVD presidido por Harnoncourt que reúne los conciertos del bicentenario (6-7 de diciembre de 1991, en el Musikverein) con la Orquesta de Cámara de Europa, en los que interpretó las tres últimas Sinfonías de Mozart, junto a conciertos anteriores (la París con la Filarmónica de Viena data de 1983, y la Cuarta de Schubert con la misma orquesta, de 1984). El concierto de 1991 fue ya editado en VHS aunque en aquella ocasión de mano de la desaparecida Teldec. A las interpretaciones hay que añadir el bonus de un documental, una “recreación cinematográfica” dedicada a la Novena de Schubert, que se nos presenta bajo el título genérico de Franz Schubert: mi sueño. Respecto a la parte meramente concertística de este doble DVD, hay poco que no vecta edad. El Músico es la mezzo Sarah Connolly, llamada a una gran carrera tal como está demostrando hoy, con un ya próximo Giulio Cesare en el mismo Glyndebourne de quitarse el sombrero. El resto acusa demasiado sus orígenes anglosajones, excluyendo el Edmondo, bien tímido y superficial de Antonello Palombi. Fernando Fraga PUCCINI: Tosca. CATHERINE MALFITANO (Tosca), RICHARD MARGISON (Cavaradossi), BRYN TERFEL (Scarpia). CORO DE LA NEDERLANDSE OPERA. ORQUESTA DEL CONCERTGEBOUW DE ÁMSTERDAM. Director musical: RICCARDO CHAILLY. Director de escena: NIKOLAUS LEHNHOFF. DECCA 074 3201. 1998. 121’. N PN se haya dicho ya. Un Mozart enérgico y vibrante, sólo ocasionalmente muy vivo en los tempi (final de la K. 297 “París”, de hecho en muchas ocasiones sorprende la moderación, como en el final de la nº 40), de una claridad extraordinaria, vitalista (final de la nº 39) pero también trascendente (la soberbia lectura de la Sinfonía nº 40), y siempre dibujada con tanto rigor contrapuntístico (tiempo final de la Júpiter) como impulso vital y absoluta claridad de exposición. Una extraordinaria riqueza de acentos y colores, de fraseo, de sabor danzable en los minuetos, preside una interpretación tan sensible y expresiva como alejada de la blandenguería sin perder la elegancia y la grandeza. Sensacional, como lo es la prestación de la magnífica Orquesta de Cámara de Europa, aquí empleando trompetas originales que empastan perfectamente en el conjunto. Schubert ocupa el segundo disco. La interpretación de la Cuarta es también formidable, con un exquisito sentido cantable y un acertado clima de nostalgia. Delicioso el Andante y estupendo el Minueto, con un sabor danzable, casi scherzante, y un manejo del rubato extraordinario. E irresistible el impulso del final, ejecutado de forma gloriosa por la Filarmónica de Viena. Lo mejor que se puede hacer con la realización cinematográfica de Norbert Beilharz es… olvidarla, y cen- Como era predecible, Lehnhoff rehúye los tres romanos lugares, utilizando en su lugar espacios inmensos y anónimos, donde los personajes parecen empequeñecerse y agobiarse por las circunstancias que viven, tanto los verdugos como las víctimas. La magnífica dirección de actores, se enriquece a través de tan personal concepto que aporta situaciones cargadas de ideas interesantes, como en los tres finales de acto, parte donde prescinde en el I de la procesión con el Te Deum, en el II acto aprovechando con originalidad la sensación de agobio de Tosca y en el III impactan- trarse en la audición de la magnífica interpretación de Harnoncourt, que extrae el mejor partido de una buena, pero en ningún caso sobresaliente formación, como es la Sinfonieorchester des Südwestfunks Baden-Baden. La idea de adornar tal interpretación con un Wanderer “viejo” que contempla la misma en la Musikverein, y otro “joven” que tan pronto se tumba a lo contemplativo como pasea por la campiña, bailes de pueblo y demás, francamente, creo que sale sobrando. En todo caso, una interpretación sensacional, en la línea de la que forma parte de su integral discográfico con la Orquesta del Concertgebouw. Excelente calidad de imagen y sonido, especialmente teniendo en cuenta que no se trata de grabaciones de ayer. En fin, casi cuatro horas de música maravillosa servida de forma superlativa. Imprescindible. Rafael Ortega Basagoiti do con el remate suicida de la protagonista. Acción indefinida de lugar y tiempo, pero respetando los elementos escénicos imprescindibles para la comprensión de la obra, el espectáculo acaba llevándonos a su terreno y convenciendo por su indudable consistencia. Margison luce sus buenos medios con prodigalidad. Un fraseo susceptible de latente mejora, de principio a fin, y un canto a veces algo burdo le restan enteros a una prestación vocalmente segura. Terfel debutaba Scarpia, con una formidable y sana voz añadida a su imponente presencia, en un personaje ya bien planteado, al cual si le falta un toque especial de refinamiento malvado lo suple con su conveniente dominio de las situaciones. Malfitano, espléndida vocalmente en la zona centro-aguda le D V D HAENDEL-WAGNER quedan pálidas algunas frases que han de apoyarse en el registro opuesto, el centro-grave. Buena actriz, con tendencia a algún que otro desliz cercano a la cursilería, da bastante de sí en una heroína que, está claro, le gusta y disfruta. Luperi ofrece su enorme voz para un Angelotti pleno de vigor y Fissore destaca en un Sacristán repetidamente asumido, aunque caiga en la tentación por momentos de exagerarlo. John Graham-Hall impresiona con su siniestro Spoletta. Chailly y la magnífica orquesta hacen una exhibición de sonido, de definición de atmósferas y de progresión dramática, con momentos líricos de irresistible efusión. Fernando Fraga PUCCINI: Il trittico. AMARILLI NIZZA (Giorgetta, Angelica, Lauretta), ALBERTO MASTROMARINO (Michele, Schicchi), RUBENS PELIZZARI (Luigi), ANNAMARIA CHIURI (Frugola, Tía Princesa, Zita), ANDREA GIOVANNINI. ORQUESTA FUNDACIÓN ARTURO TOSCANINI. CORO LÍRICO AMADEUS-TEATRO COMUNALE DE MÓDENA. Director musical: JULIAN REYNOLDS. Directora de escena: CRISTINA PEZZOLI. Directora de vídeo: LOREENA KAUFMANN. TDK DVWW-OPTRIT (JRB). 2007. 180’. N PN Al completo, juntas las tres operitas puccinianas que a menudo, recientemente, se suelen escindir para emparejarlas con otros títulos ajenos al de Lucca, llega esta —ya se adelanta— loable producción de un teatro, el de Módena, algo alejado de los circuitos normales de difusión de este tipo de documentos. Las tres producciones son completamente tradicionales, de modo que el vidente no se ve obligado a estrujarse la mente preguntándose qué posibles genialidades (o no) se ha planteado el responsable escénico. Aquí vemos claramente una gabarra anclada bajo un puente parisino (de tal modo dispuesto el decorado para dar la sensación de agobio y estrechez que existe en el terceto protagonista), el convento de Angelica magníficamente delimitados los espacios y las escenas por simples cambios y movimientos, y un Schicchi en plan enloquecida farsa con detalles de humor negro. La Pezzoli mueve con acierto a los actores, sobre todo en la obra central, donde parece sentirse por solidaridad femenina quizás más cercana a las situaciones, contándonos con calidad y fuerza lo que ocurre en el escenario, amparada por unos decorados excelentes de Giacomo Andrico, que logra unos efectos dramáticos insospechados gracias a la iluminación de Cesare Accetta, y los cooperantes figurines (en especial, en la obra cómica) de Gianluca Falaschi. Reynolds saca un buen jugo a una orquesta de digna honestidad, apoyando a un equipo vocal en el que de inmediato destaca la interesante prestación de la Nizza, de una habilidad increíble para enfrentarse en una misma velada a las tres y tan diferentes heroínas puccinianas. Actriz notable, capaz de dar todas las notas escritas (del do de nostalgia de Giorgetta a las explosiones de dolor fuera de escena de Angelica), encuentra su mejor prestación en la monjita suicida, tras una enorme autoridad para la sensual y atormentada heroína del Tabarro, con una más que suficiente Lauretta en un extraordinario cambio de actuación e imagen. Mastromarino, opulentos medios baritonales de colorido más bien líricos, impone una enorme presencia como Michele (incluida la física) y se queda en la suficiencia en un Schicchi del que se le podrían sacar mayores y más convenientes matices. Excelente la Chiuri en su triple cometido, aunque la Tía Princesa suele resultar más rentable a través de una voz de mayor definición contraltil. Buena voz en cantante digno de mejora el Luigi de Pelizzari y bien suficiente el Rinuccio de Giovannini, por muy adecuadas vocalidad y presencia. El amplio equipo se mueve con profesionalidad y entusiasmo, encontrando su punto más alto en la Sor Genoveva de Paola Santucci y el más bajo en el Tinca de Alessandro Cosentino. Fernando Fraga VERDI: Aida. VIOLETA URMANA (Aida), ROBERTO ALAGNA (Radamès), ILDIKO KOMLOSI (Amneris), CARLO GUELFI (Amonasro), GIORGIO GIUSEPPINI (Ramfis), MARCO SPOTTI (El Rey). CORO Y ORQUESTA DEL TEATRO ALLA SCALA DE MILÁN. Director musical: RICCARDO CHAILLY. Director de escena: FRANCO ZEFFIRELLI. Directora de vídeo: PATRIZIA CARMINE. 2 DVD DECCA 074 3209 (Universal). 2006. 158’. N PN Los dos directores, musical y escénico, son los que destacan en esta producción de apertura de la pasada edición escalígera. Chailly por el suntuoso sonido, la perfecta sincronización con el cantante y el escenario, la impecable narración dramática al frente de una orquesta y coro inspirados; Zeffirelli, por el impresionante espectáculo (con decorados propios y vestuario deslumbrante de Maurizio Millenotti), pleno de lujo, luz y color, tal como pide la obra y, si a veces los personajes se ven perdidos en medio de tanta ostentación, en los actos III y IV recuperan su sentido y se hacen más claras sus motivaciones. Alagna, con todo lo que dio que hablar, hace un Radamès muy bien cantado en las partes líricas y un poco forzado en las restantes, lo que le hace perder algo de firmeza instrumental, pero no es peor que otros colegas en rodaje con medios más disponibles para el egipcio. Debería, no obstante (y que se me permita el consejo) dosificarse y no cantarlo demasiadas veces para evitar peligros mayores. Al contrario suyo, Urmana posee con creces las notas del papel y la espléndida voz corre segura y generosa de principio a fin. Ocurre que da la sensación de no tener aún el papel completamente in gola, lo que supone una Aida algo escasa de imaginación. Guelfi saca su vozarrón de colores ambiguos dando de sí un Amonasro vulgar y monótono, lo cual es una suerte: cada vez que intenta dar mayor intención al discurso, cae en la caricatura. Discreto Giuseppini y mucho mejor Spotti. El ballet, muy aplaudido, parece de segunda división. Se deja para el final, lo mejor de la velada, además de las direcciones, la fabulosa Amneris de la Komlosi, de una autoridad y un empuje dignos de todo elogio, sumados a una presencia física muy conveniente y a una actuación notable. Excelente y, si tuviera un poco más definido el registro grave, perfecta. Fernando Fraga L a inteligencia de un director de escena se mide por su capacidad de adaptarse a las circunstancias más difíciles, que en este caso son las posibilidades del Teatro Verdi de Busseto. Para solventar el espacio existente Pizzi monta una estructura genérica, quizá algo oscura, y procura realizar parte del movimiento escénico a partir de los pasillos del patio de butacas y de unas rampas que facilitan la acción. El juego de las masas y de los cantantes es interesante, la acción se desenvuelve bien y la producción hubiera mejorado más si la escenografía fuera algo más clara y descriptiva. Otro elemento válido es la dirección de Stefano Ranzani, que sabe contrastar las diferentes fases de la obertura, crear el clímax necesario y diferenciar los momentos más líricos de los densos, contando con una orquesta de calidad, con importantes solistas instrumentales y un coro musical y cohesionado. Entre los cantantes destaca Orlin Anastassov, con una voz densa, homogénea en todos los registros que refleja el espíritu vengativo de Procida. Amarilli Nizza es una buena cantante, que supera las dificultades de la partitura con profesionalidad, mientras que Vladimir Stoyanov tiene línea de canto, pero le falta potencia. Lo más flojo del reparto es Renzo Zulian, con buenos medios, pero expresión limitada y técnica mejorable. Albert Vilardell WAGNER: Lohengrin. EMILY MAGEE (Elsa), LUANA DE VOL (Ortrud), JOHN TRELEAVEN (Lohengrin), HANSJOACHIM KETELSEN (Telramund), REINHARD HAGEN (El Rey). CORO Y ORQUESTA DEL TEATRO DEL LICEO DE BARCELONA. Director musical: SEBASTIAN WEIGLE. Director de escena: PETER KONWITSCHNY. Director de vídeo: PIETRO D’AGOSTINO. 2 DVD EUROARTS 2056008 (Ferysa). 2006. 223’. N PN VERDI: I vespri siciliani. AMARILLI NIZZA (Elena), RENZO ZULIAN (Arrigo), VLADIMIR STOYANOV (Monforte), ORLIN ANASTASSOV (Procida). CORO Y ORQUESTA DE LA FUNDACIÓN ARTURO TOSCANINI. Director musical: STEFANO RANZANI. Director de escena: PIER LUIGI PIZZI. Director del vídeo: FAUSTO DALL’ OLIO. DYNAMIC 33551 (Diverdi). 2003. 159’. N PN En funciones liceístas de julio de 2006 se tomaron los episodios de la ópera romántica wagneriana, en verdad reformulada por el régisseur como estudianti- 107 D VDDV D WAGNER-RECITALES na cachonda. Una buena concertación, limpia de planos y recatada de volumen (en Wagner, una virtud especial), sirvió de apoyo a un elenco digno y desigual donde destaca la Elsa de Magee, firme de emisión y vocalidad, lírica y sólida de sonoridades, así como la Ortrud, áspera y contundente, donde De Vol se aprovecha de sus facultades y defectos. Treleaven es un fatigado protagonista y las voces graves, un módico asidero. No siempre disciplinado, aunque sí de buena timbración, el coro. Konwitschny lleva la acción a un colegio de adolescentes donde los alumnos se reparten los papeles —y los arrojan constantemente en forma de pelotillas— hasta que llega el único adulto, Lohengrin, surgido del sótano en una suerte de ascensorito inexplicable en el cual el cisne es reemplazado por un nene que hace gimnasia de relax. Cualquier parecido con lo que se dice y se oye, es mera coincidencia. El esfuerzo de los intérpretes por entrar en papel, heroico sin más. Baste decir que la doncella de Brabante entra y sale de Carlo Maria Giulini MELANCÓLICO FALSTAFF VERDI: Falstaff. RENATO BRUSON (Falstaff), KATIA RICCIARELLI (Alice), BARBARA HENDRICKS (Nannetta), DALMACIO GONZÁLEZ (Fenton), LEO NUCCI (Ford), LUCIA VALENTINI-TERRANI (Quickly), BRENDA BOOZER (Meg). CORO Y ORQUESTA DEL COVENT GARDEN DE LONDRES. Director musical: CARLO MARIA GIULINI. Director de escena: RONALD EYRE. Director de vídeo: BRIAN LARGE. NVC ARTS 50-51442-0494-2-8 (Warner). 1982. 137’. R PN Minuciosa, detallista, puntualizada dirección de Giulini con este retorno al mundo de la ópera tras años de distanciamiento, sacando de la última partitura verdiana su lado más serio y melancólico. El montaje de Eyre respeta época y ambientes, moviendo con experiencia y acierto a los actores, a partir de su conocimiento shakespeareano que, como se sabe, es grande. Bruson, hace 25 años, es un Falstaff lleno de vida y recursos, pese a que vocalmente la tesitura le procura algún que otro problema. Responde al concepto sobrio del director orquestal, resultando por ello quizás menos elocuente que sus predecesores, Gobbi y Taddei, modelos imbatibles del pancione. Ricciarelli aporta su belleza, con menos tensiones en el canto que otros papeles verdianos cantados por entonces, sacando adelante una Alice de suficiente valía visual y canora. La ValentiniTerrani, mezzo aguda más que contralto, acusa problemas por la zona grave que la sabiduría de la cantante logra disimular en una Quickly muy alejada por presencia y encanto de las habituales. La Hendricks canta con cuidado y da la dulzura e ingenuidad que puede ser la del personaje con su vocecita de singular vibrato. González, poco favorecido por el vestuario, hace un Fenton bien cantado y actuado. Nucci es, como era de esperar, un sobrado, soberbio Ford. Arropan al sexteto principal la veteranía y tablas de Wildermann, petulante Pistola, el excelente Bardolfo de Egerton, la correcta Meg de la Boozer y el muy presente Caius de Dobson. Fernando Fraga James Levine ANILLO DE DISEÑO WAGNER: El ocaso de los dioses. WOLFGANG SCHMIDT (Siegfried), FALK STRUCKMANN (Gunther), ERIC HALFVARSON (Hagen), EKKERHARD WLASCHIHA (Alberich), DEBORAH POLASKI (Brünnhilde), ANNE SCHWANEWILMS (Gutrune), HANNA SCHWARZ (Waltraute). CORO Y ORQUESTA DEL FESTIVAL DE BAYREUTH. Director musical: JAMES LEVINE. Director de escena: ALFRED KIRCHNER. Director de vídeo: HORANT H. HOHLFELD. 2 DVD DEUTSCHE GRAMMOPHON 00440 073 4340 (Universal). 1997. 275’. N PN N os llega ahora la tercera y última jornada de este Anillo de diseño, tal como fue bautizado en 1994 tras las primeras representaciones (no han sido publicadas todavía ni el prólogo ni las dos primeras jornadas). La filmación e interpretación fue hecha en la sala del Festspielhaus de Bayreuth, sin público, entre los días 18 y 30 de junio de 1997. El escenógrafo y la creadora de los decorados y trajes, Kirchner y Rosalie respectivamente, no tomaron partido ni por la crítica antisemita contra los nibelungos, ni capita- 108 lista contra los dioses, ni hicieron alusiones políticas como en tiempos de Chéreau y Kupfer. Se abstuvieron de cualquier interpretación y dejaron a la imaginación del espectador y a la música la libertad de desplegarse libremente, de tal forma que el objetivo del nuevo equipo fue desembarazar la imponente creación wagneriana de todo su fárrago ideológico. El resultado fue una escena sencilla, una historia muy bien contada con guiños a otros artistas legendarios (el “círculo del mundo” de Wieland Wagner), funcional, curiosa y que se contempla con agrado, con algunas peculiaridades (los trajes de Brünnhilde y Waltraute) que quizá llamen la atención del espectador en sentido peyorativo. En conjunto, a juicio del firmante, está más conseguida que las de los citados Chéreau y Kupfer, aunque al principio las vestimentas de las tres Nornas, que más bien parecen tres buzos, inquieten al espectador más de lo debido y se espere un circo que afortunadamente no acaba de llegar. Orquesta, coros y dirección musical son lo mejor de esta velada. Levine hace gala de su consabida profesionalidad en el foso, quizá aquí todavía mejor, más inspirado, dramático y refinado que en su por otra parte espléndida versión del Met, también en DVD DG y comentada asimismo en estas páginas; magnífico acompañante que cuida siempre a los cantantes y además con un sonido orquestal esplendoroso estupendamente captado por los ingenieros de DG (hacemos hincapié en los soberbios intermedios orquestales y en la magnífica Marcha fúnebre). En el reparto vocal hay de todo dentro de un nivel aceptable: bien Struckmann, Halfvarson y Wlaschiha (Gunther, Hagen y Alberich respectivamente), aceptable y algo insuficiente Polaski (Brünnhilde), gritón y poco matizado Schmidt (Siegfried) y suficientes Schwanewilms (Gutrune) y la veterana Hanna Schwarz (Waltraute). Buenos comprimarios. A pesar de algunas carencias canoras, en el aspecto dramático todos hacen gala de interpretaciones excelentes, consumados actores que dan vida y credibilidad a sus personajes con la mayor de las convicciones. Modélica filmación y buen subtitulado en español. En suma, muy recomendable primer lanzamiento de este Ocaso de 1997. A pesar de sus peculiaridades, es una opción perfectamente válida cuya valoración esperemos que gane puntos cuando se publique el resto. En el libreto se incluye un artículo de Julia Spinola en los tres idiomas de siempre que les informa sobre esta nueva producción de Kirchner y Levine. Enrique Pérez Adrián D V D WAGNER-RECITALES un armario (no es metáfora, es pura realidad) mientras Telramund explica el embrollo dinástico en la pizarra, tiza en mano. Los espectadores como el suscrito, molestos por la presencia impertinente de la estudiantina, clamamos por una vuelta a los papeles pintados de Mestres Cabanes. En tiempos de la vanguardia, los ultraístas iban a las muestras de pintores convencionales y ponían carteles con la inscripción “Cuidado con la pintura”. Quizás haya que colgar alguno similar en la puerta de los teatros líricos: “Área de peligro, se representan óperas”. Blas Matamoro WAGNER: Parsifal. DORIS SOFFEL (Kundry), RICHARD DECKER (Parsifal), WOLFGANG SCHÖNE (Amfortas), MATTHIAS HÖLLE (Gurnemanz). CORO Y ORQUESTA DEL TEATRO LA FENICE DE VENECIA. Director musical: GABOR ÖTVÖS. Director de escena: DENNIS KRIEF. Director de vídeo: TIZIANO MANCINI. 3 DVD DYNAMIC 33497. 2005. 244’. N PN En un mo-mento en que tanto se habla de las puestas en escena, algunas pretendidamente modernas, la versión de Denis Krief de Parsifal, dada en Venecia, es como una bocanada de aire fresco, ya que se puede comprobar que poner al día se puede hacer con elegancia y respeto, aprove- chando las posibilidades, sin necesidad de cambios que no están al servicio del compositor. El escenario aparentemente sencillo, bastante desnudo, con un fondo negro y una cruz enmarcan una iluminación de gran calidad, que va enmarcando las distintas situaciones, marcadas por la música, de una forma clara y coherente, la espera, el carácter místico, el sufrimiento hasta llegar a la esperanza final. Otro artífice de la interesante noche fue Gabor Ötvös, que sustituía al fallecido Marcello Viotti, que consiguió sacar el máximo rendimiento de los músicos venecianos y del coro, con una amplia gama de contrastes, visión coherente y clara y capacidad de comunicar. Dada la actual situación de las voces wagnerianas el reparto tenia un buen nivel, con Doris Soffel, musical Kundry, aunque a veces faltaba una cierta rotundidad, Richard Decker, con una voz algo lírica para el rol, pero que canta con entrega y la experiencia de Wolfgang Schöne y Matthias Hölle, en una lección de profesionalidad y la calidad expresiva de Mikolaj Zalasinski, como el malvado Klingsor. Albert Vilardell RECITALES Rafael Kubelik HACIENDO HISTORIA RAFAEL KUBELIK. Director. Un retrato. Obras de Mozart, Beethoven y Bruckner. Escenas de su vida musical y Ensayos de la Cuarta de Bruckner. ORQUESTAS CONCERTGEBOUW DE ÁMSTERDAM, FILARMÓNICAS DE BERLÍN Y VIENA. Directores de vídeo: AKE FALCK, HENRI COLPI Y ARNE ARNBOM. 2 DVD DEUTSCHE GRAMMOPHON 00440 073 4325 (Universal). 1967, 1969, 1971. 304’. N PN E xcelente álbum dedicado a uno de los grandes directores del siglo XX con cinco interpretaciones de las que hacen historia y crean afición. Las dos Sinfonías de Beethoven (Segunda con la Concertgebouw, Heroica con la Filarmónica de Berlín) pertenecen al ciclo que el director checo hizo con nueve orquestas distintas y que el sello amarillo suele publicar periódicamente en series de precio medio. FRANCESCO LIBETTA. Pianista. Obras de R. Strauss, ChopinGodowsky, Debussy, Liszt, Ligeti, Saint-Saëns, Chaikovski, Delibes y Alkan. Director de vídeo: BRUNO MONSAINGEON. IDEALE AUDIENCE 4375 (Diverdi). 2002. 80’. N PN El infatigable Monsaingeon nos trae esta vez un talento italiano, Francesco Libetta (Galatote, 1968), un virtuoso de primera, Aquí las versiones ganan por la filmación, aunque en algunas de ellas (las dos hechas en el Concertgebouw, o sea, la Leonora III y la Segunda) se hagan experimentos con la cámara que no siempre serán del agrado de todos. No obstante, la soberbia calidad musical puede con todo y en pocas veces podrán escuchar tales poder de convicción y expresividad, sin grandilocuencia y sin ninguna exageración, con las acostumbradas naturalidad y espiritualidad más exquisita, sin contar con su legendario carisma que hace que en todos los casos las orquestas estén absolutamente entregadas y metidas en su bolsillo. La Praga de Mozart y la Cuarta de Bruckner, ambas con la Filarmónica de Viena, siguen el altísimo nivel interpretativo expuesto en Beethoven, con construcción impecable y un arte cantabile, claridad de líne- as y elocuencia característica que dejarán encantados a los buenos gourmets del sinfonismo clásico. Una auténtica fiesta musical que se completa con un documental sobre los principales hitos en la vida de Kubelik, por supuesto de indiscutible interés aunque con menos variedad e imaginación que las demostradas en el otro documento sobre este director publicado en un DVD Arthaus que luce sus espectaculares medios en un repertorio que abarca cosas muy curiosas e inhabituales, como los arreglos straussianos de Gieseking (Ständchen op. 17, nº 2) o Risler (nada menos que el Till Eulenspiegel), además de piezas espera- bles en este tipo de artistas, como los tres inverosímiles Estudios de Chopin-Godowsky, la Totentanz de Liszt, el Estudio “L’escalier du diable” de Ligeti o el Op. 52, nº 6 de Saint-Saëns (éste verdaderamente formidable). Hay también arreglos del propio Libetta (cuatro fragmentos de La bella durmiente de Chaikovski), el inevitable Alkan (20 ans, de la Sonata op. 33) y una Polka de la Sylvia de Delibes (en la que por cierto recuerda al her- e igualmente comentado en SCHERZO (Rafael Kubelik, Music is my Country) además de ensayos del último movimiento de la Cuarta de Bruckner que nos alecciona sobre los métodos de trabajo de este gran director, quien decía que “con amore e umore” conseguía resultados óptimos de todas las orquestas que dirigía (el documental, no así los ensayos, viene con excelentes subtítulos en español). En suma, espléndido documento de este gran músico de fuertes convicciones e incontestable integridad artística. Ver estos conciertos y dejarse atrapar por su magnetismo, entusiasmo, calor y sinceridad es todo uno. Buen sonido y notables filmaciones (con las peculiaridades apuntadas en las hechas en Ámsterdam). No se lo pierdan. Enrique Pérez Adrián mano de los Marx que tocaba el piano y hacía gracias con el índice). El italiano demuestra bien a las claras que el instrumento no tiene secretos técnicos para él, y que domina de forma notabilísima la sonoridad pianística, consiguiendo un clima orquestal sumamente convincente (el espectacular arreglo de Till) y una gama de colores amplísima. El secreto bien pudiera estar en la aparente relajación completa de sus manos, que desentrañan 109 D VDDV D RECITALES-VARIOS las páginas más complejas con tanta facilidad como el que quita el polvo (véase el segundo de los Estudios de Chopin-Godowsky, un endemoniado ejercicio de octavas, o la formidable ejecución de la Totentanz, que sin embargo no hace olvidar a Zimerman). En resumen, que no cabe duda de que Libetta es de los que las dan todas, y de qué forma. Por tanto, en el repertorio del gran virtuosismo, Libetta desde luego merece la máxima consideración. Ahora bien, después de este recital, único que le he escuchado, a quien firma le cabe la duda de siempre: ¿de qué es capaz este pianista en el repertorio habitual, léase fuera del ámbito de la pirotecnia pianística? Lamentablemente, habrá que recurrir a otros documentos, porque en éste tenemos poco que no sea un repertorio elegido para una espectacular demostración de medios, que, desde luego, cumple su propósito. La única obra que pide otra cosa es L’isle joyeuse de Debussy, y pese a la brillantísima —a veces incluso demasiado “cristalina”— traducción de Libetta, esa atmósfera sugerente, ese vigor rítmico que también tiene esta obra y que otros nos hacen llegar (los Rich- ter y compañía) sólo nos llega aquí de forma parcial, y en el Rondó de Hummel se muestra un tanto duro en cuanto al sonido. Espléndida realización de Monsaingeon, como es su costumbre. Pero globalmente hablando, es más un DVD para pianófilos impenitentes y aficionados a la pirotecnia del teclado. EUROPA KONZERT 2006. monio, desde su juventud, de su excepcional talla como solista en estas obras. En esta ocasión no hace sino confirmar tal hecho, simultaneando además la labor directorial, como hiciera en su grabación discográfica con la misma orquesta (Teldec). La interpretación es soberbia. Musicalmente son también satisfactorias las dos Sinfonías, magníficamente traducidas por la soberbia formación de Berlín. La concepción de las mismas por parte de Barenboim tiene más en común con el tardorromanticismo furtwängleriano que con la mayor levedad que recientemente imprimen batutas como Rattle o Abbado, y naturalmente está en los antípodas de los Harnoncourt y compañía. Interpretaciones, en todo caso, siempre sólidas en el concepto y servidas con la elegancia característica del argentino. El disco se complementa con un documental cultural sobre Praga que tiene un inevitable olfato propagandístico pero tampoco estorba. Realización visual impecable, variada, ágil y atenta al detalle, a cargo de Bob Coles. Impecable toma de sonido. Un DVD disfrutable, aunque no excepcional. mismo nombre, éste sí realmente importante. Rodado en Inglaterra y en Grecia, este documental ofrece excelentes versiones de su música y, naturalmente, entusiastas defensas de ésta entre quienes hablan ante la cámara. El propio Tavener también habla de sí mismo y de su obra en una entrevista con las habituales referencias a la religión en general y a la fe ortodoxa en particular. Todas las obras que escuchamos datan mayoritariamente de los últimos veinte años, aunque hay alguna excepción notable, como uno de los juveniles Three Holy Sonnets of John Donne, de 1960, obra de un Tavener de 16 años de edad y que escuchamos en la versión del tenor Stephen Varcoe y con Tavener a la batuta. También podemos ver y escuchar a Tavener tocando el piano y el órgano, imágenes de archivo de Tavener joven y, en fin, todo aquello que ayuda al espectador a acercarse más a Tavener. Tiene interés poder escuchar otra composición juvenil, el Celtic Requiem de 1969 que tanto gustó a The Beatles y que provocó la primera popularidad del autor. La imagen que nos queda de Tavener al final es más la de un excéntrico que la de un místico en el sentido tradicional, por más que él se revista como tal. Quizá le vemos más como un joven beat de los sesenta metido a compositor religioso por las vueltas que da la vida, y probablemente se ajustará —o no— a la verdad tal sensación, pero lo cierto es que el documental nos la transmite. Por otra parte, tiene interés por lo que supone de acercamiento a uno de los compositores actuales más originales, algo que hay que reconocer por encima de los afectos personales hacia su música. Rafael Ortega Basagoiti VARIOS LA DAMA DE LAS CAMELIAS. Música de Chopin. MARCIA HAYDÉE (Margarita), IVAN LISKA (Armando), FRANÇOIS KLAUS (Duval). BALLET DE LA ÓPERA DE HAMBURGO. VOLKER BANFIELD, PIANO. ORQUESTA SINFÓNICA DE LA NDR DE HAMBURGO. Director: HERIBERT BEISSEL. Coreografía: JOHN NEUMEIER. Decorados y vestuario: JÜRGEN ROSE. Director de vídeo: INGO HAMER. DEUTSCHE GRAMMOPHON 00440 073 4320 (Universal). 1987. 123’. R PN F avorecida por la ópera, el teatro hablado, el ballet y el cine, vuelve la trajinada Dama. En la ocasión, Neumeier pensó un espectáculo televisivo, sin saber qué rumbo escoger, lo cual lo detuvo en una compleja, bien vestida, excelentemente interpretada pero notoria confusión. En parte baile clásico (los mejores números, aunque los más decorativos), baile neoclásico, pantomima y cine mudo, queda normalmente mal ante la cámara, propicia a la corta distancia y a los momentos estáticos pero no a los grandes desplazamientos corporales de la danza. Haydée, ya madurita para el papel, conserva, sin embargo, sus dotes, su presencia, sus evoluciones de elegante solución y un arte de actriz convincente y capaz de primeros planos. Liska, de bella y donosa presencia, la acompaña en una suerte de idilio materno-filial, con delicadeza de partenaire y excelencia de solista. Un largo reparto acredita el alto nivel, la eficacia, la plasticidad y la disciplina de los chicos y chicas hamburgueses. Bueno, el servicio musical, consistente en un concierto y piezas breves de Chopin, tan adecuado a la evocación de salones románticos, enfermizos y parisinos. 110 Blas Matamoro MOZART: Sinfonías nºs 35 y 36. Concierto para trompa nº 1. Concierto para piano nº 22. RADEK BABORÁK, trompa. ORQUESTA FILARMÓNICA DE BERLÍN. Director: DANIEL BARENBOIM. Director de vídeo: BOB COLES. EUROARTS 2055308 (Ferysa). 2006. 118’. N PN N u e v o ejemplar de estos Conciertos para Europa que anualmente tienen lugar en distintas capitales europeas. El que ahora nos ocupa tiene como protagonista a la Filarmónica Berlinesa, esta vez actuando en Praga con un programa íntegramente mozartiano. Como estos conciertos tienen un carácter decididamente popular, la cosa tiene un ambiente de informalidad (aunque en esta ocasión el acto tiene lugar en el Estates Theatre de Praga y no al aire libre). Dicho ambiente quizá ha tenido una consecuencia que podría haberse evitado, léase la eliminación de todas las repeticiones. Por lo demás, la calidad de los intérpretes es evidente y el resultado musical, aunque el concierto da la sensación, por decirlo de forma elegante, de no haber sido ensayado hasta la exhaustividad, está en consonancia con el excepcional nivel de quienes nos sirven la música. Baborák, el trompa solista de la Filarmónica berlinesa, se luce en una ejecución impecable del primer Concierto para trompa, que interpretativamente es irreprochable aunque por momentos no suene especialmente contrastado. A Daniel Barenboim como intérprete de los Conciertos mozartianos no le vamos a descubrir a estas alturas. Ha dejado sobrado testi- Rafael Ortega Basagoiti JOHN TAVENER. BEYOND THE VEIL. Obras de Tavener. Diversos intérpretes. Director de vídeo: BRYAN IZZARD. WARNER 3984-23931-2. 2006. 80’. N PN A proximación a la vida y a la obra de este personal y controvertido compositor descendiente de otro gran músico de su Josep Pascual NEGRO MARFIL NUBES DE VERANO ALREDEDOR DE PAVESE En esa época, había siempre fiesta. Bastaba con salir de casa y cruzar la calle… y todo era tan bello… Cesare Pavese, La bella estate E n la portada de La bella estate, el editor Einaudi hace flotar el Nº 8 de Mark Rothko: la miel de un cielo rasgado, la luz sorda de una nube blanca, y una línea azul descienden sobre una playa naranja… Una música en una frontera lejana, en los confines de países de luz y de silencio; una materia solar juega con el peso de la sombra y los títulos de Rava y Bollani dicen Sun Bay, Estate, Sweet light; paseo entre las dunas al anochecer, sigo el lungomare desierto hasta la estación, el tren de las 21h20 no llegará. Bahía del sol, Verano, Dulce luz, dicen esos títulos y esa misma luz se despliega sobre el teclado de Bollani y canta, casi vegetal o se arrastra con indolencia, casi animal. Los músicos cuchichean con los labios cerrados: “acerca tu oreja contra mi boca, te diré un secreto” y es un sencillo rumor a ras de la hierba, un rumor de fiebre anunciando el canto, y vibra la dulzura fangosa del sonido de la trompeta italiana; tiene el sonido de una heroína de Pavese, Clelia, Ginetta o Nina (la melancolía tórrida de su hombro desnudo canta en plena siesta) con sus humores vagos y acaso disonantes, sus confidencias imprevistas, sus cambios de parecer… que no son sino una promesa de exaltación, una contención de la primavera antes de la eclosión, y los acordes oscuros, enterrados crean un temblor, una espera, una gestación de los sueños. Rava y Bollani llaman a su disco El tercer hombre: los pies de ese tercer hombre escondido en la sombra izquierda de la portada pertenecen a Manfred Eicher, el oído de ECM; el tercer hombre forma con el dúo Bollani/Rava una triangulación sentimental, tan pavesiana, con sus tensiones y pasiones irresueltas, conflictos latentes, su clima de motivaciones líricas. El verano de Pavese, es también una estación brutal, opresiva… Imagino que puedo ser es tercer hombre, llego un poco tarde, pues el sonido es una maravillosa materia prometida a la dispersión. El mar está lejos y lentamente el sonido se rompe, vive su vida sin preocuparse por el pasado y menos aún por el porvenir. La música se fue, los músicos me esperan o esperan a ese tercer hombre. Íntima, esta música es a la vez teatral, con su lentitud pone en escena una espera, es una lenta espera de una transacción real, una espera de mi escucha contemplativa. Rava y Bollani tocan lo que queda cuando la música se ha ido. Es la traza de la intemperie, es una música oída un día en cualquier lugar antes de pasar la frontera; una música de largos recuerdos de unas largas vacaciones en el mar, compendio de realidad y de fantasía, acaso de libertad. Unos preludios al mar en calma, el mar que sube hasta el corazón, observa a la amada desnuda, casi extraña o casi extranjera, ahora en un sueño profundo mientras la sal canta en la sombra. Cantas en verano: ¿esperas ver el mar? Cesare Pavese THE THIRD MAN. Obras de Bollani, Brighetti, Jobim, Martino, Rava y Santos. ENRICO RAVA, trompeta; STEFANO BOLLANI, piano. ECM 2020 (Nuevos Medios). 2006. 72’. DDD. N PN THE LOST CHORDS FIND PAOLO FRESU. Obras de Carla Bley. PAOLO FRESU, trompeta; ANDY SHEPPARD, saxos; CARLA BLEY, piano; STEVE SWALLOW, contrabajo; BILLY DRUMMOND, batería. Tras haber recorrido lo que el jazz tenía de imaginería urbana tribal y primordial, mientras componía One Banana, Two Banana… Four, Five Banana, One Banana More, para los Lost Chords, los Acordes perdidos, Carla Bley oía el sonido de una trompeta: no pertenecía a ninguna escuela, la dizzygillespiana, milesdavisiana, chetbakeriana… Imaginaba un sonido elocuente y elegante, terroso y etéreo; un sonido que tuviese un carácter táctil, que fuese tocable. ¿De qué mares, de qué lagunas, venía ese rumor de cal y sabor de sur? ¿Cómo hacer durar ese crepúsculo, la lenta respiración del deseo, cómo amar hasta el final, hasta la danza de las olas y su resaca…? La isla de Fresu es a veces el desierto otras el agua; su exaltación rauca inventa otros países, otras fiestas, otras latitudes y otros latidos, otros cielos donde sonreír. Al final de La bella estate, ella dice: “Vamos donde quieras, llévame tú” y yo escucho esa música como escucho llegar el verano cuando el cuerpo se aclimata al calor del mediodía, y ambos discos se iluminan, blanco sobre blanco. ECM WATT/34 (Nuevos Medios). 2007. 56’. DDD. N PN Pierre Élie Mamou 111 ÍNDICE ÍNDICE DE DISCOS CRITICADOS 112 Albéniz: Obras para piano. González. Naxos. . . . . . . . . 79 — Suite Iberia. Pérez. Verso. . 78 Alwyn: Obras de cámara. Bridge. Naxos. . . . . . . . . . . . 78 Ángeles, Victoria de los. Soprano. Obras de Schubert, Brahms y otros. Columna Música. . . . . . . . . . . . . . . . 102 Armenia. Obras de Komitas, Gasparov y otros. Mardirossian. Warner. . . . . 102 Ashkenazi, Vladimir. Pianista. Obras de Bach, Beethoven y otros. Decca. . . . . . . . . . . . . 69 Bach: Cantatas. Purcell. Chandos. . . . . . . . . 80 — Cantatas. Fasolis. Arts. . . . . 80 — Cantatas. Gardiner. Soli Deo Gloria.. . 81 — Conciertos para violín. Beyer. Zig Zag. . . . . . . . . . . 80 — Invenciones. Jansen/Risanov. Decca. . . . . 80 — Obras para clave. Hortus. . 78 — Partita 2. Tamestit. Ambroisie. . . . . . . . . . . . . . 79 — Sonatas para flauta y clave. Folena/Loreggian. Arts. . . . . 79 — Sonatas para viola da gamba. Müller-Schott. Orfeo.. . . . . . 79 Bartók: Cuartetos 2, 5. Parker. Zig Zag. . . . . . . . . . . . . . . . . 81 Beethoven: Conciertos para piano. Katchen/Gamba. Decca. . . . . 83 — Conciertos para piano 2, 4. Pletnev/Gansch. DG. . . . . . . 83 — Obras completas. Varios. Brilliant.. . . . . . . . . . 74 — Sonata 29. Réach. Saphir. . 81 — Sonatas 21, 32. Ashkenazi. Berlin. . . . . . . . . 81 — Sonatas. Uchida. Philips. . . 82 — Sonatas. Hewitt. Hyperion. 82 — Sinfonías. Nelson. Ambroisie. . . . . . . 82 Bellini: Sonámbula. Dessay, Colombara/Pidò. Virgin. . . . 83 Berlioz: Sinfonía fantástica. Misa. Gardiner. Decca. . . . 104 Bernstein, Leonard. Director. Obras de Brahms, Mahler y otros. DG. . . . . . . . . . . . . . . 68 Bononcini: Stabat Mater. Kosendiak. Dux. . . . . . . . . . 83 Brahms: Sextetos. Nash. Onyx. 84 — Variaciones Haendel. Jandó. Naxos. . . . . . . . . . . . 84 Bruch: Concierto para violín 1. Zukerman/Mehta. Euroarts. 104 Bruckner: Sinfonía 2. Varios. . 66 — Sinfonía 7. Nézit-Séguin. Atma.. . . . . . . 84 Buxtehude: Juicio final. Cordes. CPO.. . . . . . . . . . . . 84 — Música vocal. Wilson. CPO. 84 Cage: Atlas Eclipticalis. Cage. Mode. . . . . . . . . . . . . 85 Camino de Santiago. Virgin. 102 Cavalli: Didone. McFadden, Custer/Biondi. Dynamic. . . 104 Cesti: Cantatas. Laszczkowski. AP. . . . . . . . . 85 Chaikovski: Sinfonía 4. Eschenbach. Ondine.. . . . . . 85 Cherkasski, Shura. Pianista. Obras de Liszt, Brahms y otros. Orfeo. . . . . . . . . . . . . . . . . . 77 Corelli: Sonatas para violín. Fernández/Wilson. Naxos.. . 86 Dallapiccola: Liriche di Machado. Erdmann/Reimann. Orfeo. . . . . . . . . . . . . . . . . . 85 Dama de las camelias. Obras de Chopin. Beissel. DG. . . . . . 110 Debussy: Caída casa Usher. Foster, Capriccio.. . . . . . . . 105 Desmarest: Venus y Adonis. Deshayes, Droy/Rousset. Ambroisie. . . . . . . . . . . . . . . 86 Domingo, Plácido. Tenor. Obras de Verdi, Bizet y otros. Orfeo. 76 Dvorák: Jacobino. Wessely, Nilsson/Elmendorff. Hänssler. . . . . . . . . . . . . . . . 86 Elgar: Falstaff. Elder. Hallé.. . . 87 — Music Makers. Elder. Hallé. 87 — Variaciones Enigma. Davis. LSO. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87 English Landscapes. Obras de Bax, Delius y otros. Elder. Hallé.. . . . . . . . . . . . 103 Erdmann, Eduard. Pianista. Obras de Reger, Schumann y otros. Orfeo. . . . . . . . . . . . . 77 Europa Konzert. Obras de Mozart. Barenboim. DG. . . 110 Ferrari: Chansons. Caron/Prin. Mode. . . . . . . . . 87 Gál: Música para piano. Jones. Nimbus. . . . . . . . . . . 87 Gaude Flore. Obras de Scarlatti, Benedetti y otros. Colombotto. Stradivarius. . 103 Glass: Enfants terribles. Glass. OMM. . . . . . . . . . . . . 70 — Sinfonía 8. Davies. . . . . . . . 70 — Undertow. Riesman. OMM. 70 — Witches of Venice. Montano. OMM. . . . . . . . . . 70 Golijov: Oceana. Spano. DG. 88 Gómez: Obra sinfónica. Temes. Verso. . . . . . . . . . . . 88 Granados: Transcripciones. Riva. Naxos. . . . . . . . . . . . . 88 Haendel: Admeto. Bach, Mead/Arman. Arthaus.. . . . 105 — Jephtha. Stern. P. Verany. . 88 Guerrero: Missa super flumina Babylonis. Noone. Glossa.. . 89 Harmonia Mundi, 50 aniversario. . . . . . . . . . . . . . 75 Haydn: Siete últimas palabras. Savall. Alia Vox. . . . . . . . . . 89 Janácek: Sonata 1905. Kupiec. Hänssler.. . . . . . . . . 89 John Tavener. Beyond the veil. Izzard. Warner. . . . . . . . . . 110 Kempff, Wilhelm. Pianista. Obras de Beethoven, Schumann y otros. Orfeo. . . 77 Kubelik, Rafael. Director. Obras de Mozart, Beethoven y otros. DG. . . . . . . . . . . . . . 109 Kubik: Portrait. Con Brío. Col Legno. . . . . . . 89 Laporte: Obras sinfónicas. Wakasugi. Fuga Libera. . . . . 90 Legrenzi: Cuor umano. Michell. Brilliant.. . . . . . . . . 90 Libetta, Francesco. Pianista. Obras de Debussy, Liszt y otros. Ideale. . . . . . . . . . . . 109 Liszt: Paráfrasis. Dossin. Naxos. 90 — Valses Mefisto. Andaloro. Naxos.. . . . . . . . . 90 Llobet: Obras para guitarra. Grondona. Stradivarius. . . . . 91 Lully: Thésée. Crook, Pudwell/O’Dette, Stubbs. CPO. . . . . . . . . . . . 91 Martinu: Quintetos con piano 1, 2. Martinu/Kosárek. Naxos. . 91 Mazzocchi: Madrigales. Correas. Pan. . . . . . . . . . . . . 91 Mendelssohn: Concierto para violín. Hope/Hengelbrock. DG. 92 Monteverdi: Orfeo. Zanasi, Mingardo/Alessandrini. Naïve. 93 Mozart: Cuartetos con piano. Pennetier/Ysaÿe. Ysaÿe. . . . . 93 — Obras para tecla, vol. 6. Rampe. MDG. . . . . . . . . . . . 92 — Sinfonías 39-41. Harnoncourt. DG. . . . . . . . 106 — Sonatas par piano. Koroliov. Profil. . . . . . . . . . . 93 Mundry: Dufay. Recherche. Kairos.. . . . . . . . 93 Música moderna. Obras de Piccinini, Castaldi y Kapsberger. Bonavita. Enchiriadis. . . . . . . . . . . . . 103 Música para guitarra. Varios. . 72 Nouvelles vagues. Traffic. Naïve. . . . . . . . . . . . . . . 103 Orquesta del Concertgebouw de Ámsterdam. Grabaciones de los años 50. MCCL.. . . . . 71 Piazzolla: Obras sinfónicas. Castagna. Chandos. . . . . . . . 94 Ponchielli: Moros de Valencia. Frontalini. Bongiovanni. . . . 94 Poulenc: Obras para orquesta. Dutoit. Decca. . . . . . . . . . . . 94 Preisner: Silence. Szostak. EMI. 95 Puccini: Madama Butterfly. Nitescu, De Candia/Gardiner. NVC. . . . . . . . . . . . . . . . . . 106 — Tosca. Malfitano, Margison/Chailly. Decca. . 106 — Tríptico. Nizza, Mastromarino/Reynolds. TDK. . . . . . . . . . . . . . . . . . 107 Rachmaninov: Canciones. Rodgers/Shelley. Brilliant. . . 95 Ravel: Gaspard de la nuit. Barto. Ondine.. . . . . . . . . . . 95 Regnart: Misa. Cinquecento. Hyperion. . . . 95 Rossi: Cantos. Kalmanovits. Hungaroton. . . 96 Rue: Magnificats. Schubert. Naxos. . . . . . . . . . 96 Sallinen: Músicas de cámara. Gothóni. CPO.. . . . . . . . . . . 96 Schnittke: Sinfonía 0. Hughes. BIS. . . . . . . . . . . . . 96 Schmelzer: Sonatas para violín. Schmitt. Alpha. . . . . . . . . . . 97 Schubert: Viaje de invierno. Mertens/Mathot. Challenge.. 97 Schubert y Schumann: Canciones. Sukawa/De Leeuw. Winter & Winter. . . . . . . . . . 98 Schumann: Paraíso y Peri. Giulini. Arts. . . . . . . . . . . . . 97 Shostakovich: Conciertos para violonchelo. Kiawtkowski/Rajski. Dux. . . 98 — Sonata para violín. Gluzman/Yoffe. BIS. . . . . . . 98 Smetana: Obras para orquesta. Válek. Supraphon. . . . . . . . . 99 — Obras para piano, vol. 3. Cechová. Supraphon. . . . . . 98 Smith, Hopkinson. Laudista. Álbum. Naïve. . . . . . . . . . . 102 Spahlinger: Farben der Frühe. Avery. Neos. . . . . . . . . . . . . 98 Strauss: Don Juan. Macbeth. Elder. Hallé. . . . . . 99 Strozzi: Madrigales. Secreta. Amon Ra. . . . . . . . . 99 Suppé: Fatinitza. Praxmarer. CPO. . . . . . . . . 100 Taverner: Misa Gloria tibi Trinitas. Darlington. Avie. . 100 Telemann: Suites. Read. Aliud. . . . . . . . . . 100 Valero-Castells: Sinfonía 3. Galduf. PMV.. . . . . . . . . . . 100 Varady, Julia. Soprano. Obras de Verdi. Orfeo. . . . . 76 Verdi: Aida. Urmana, Alagna/Chailly. Decca. . . . 107 — Falstaff. Bruson, Ricciarelli/Giulini. NVC.. . . . 108 — Otello. Domingo, Bruson/Mehta. Orfeo. . . . . . . 76 — Vísperas sicilianas. Nizza, Zulian/Ranzani. Dynamic. . 107 Villa-Lobos: Arias y preludios. Karabtchevsky. Iris. . . . . . . 100 Vivaldi: Conciertos. Scimone. Warner. . . . . . . . . 77 — Cuatro estaciones. Chang. EMI.. . . . . . . . . . . . 101 Wagner: Lohengrin. Magee, Treleaven/Weigle. Euroarts. 107 — Ocaso de los dioses. Schmidt, Polaski/Levine. DG. . . . . . . 108 — Parsifal. Soffel, Decker/Ötbös. Dynamic.. . . . . . . . . . . . . . 109 — Parsifal. Vickers, Hotter/Knapertsbusch. Orfeo. 76 Weingartner: Septeto. Octeto. Acht. CPO. . . . . . . . . . . . . 101 Yribarren: Salaos. Guindano. RTVE.. . . . . . . . 101 D O S I E R SIBELIUS medio siglo de distancia de la muerte de Sibelius, se hace muy necesaria una nueva evaluación de su figura. Lejos de la condena de su obra por retrógrada —el error de Adorno, del que se ocupa uno de los artículos—, somos ya capaces de comprender la originalidad de su aportación. Un texto ya clásico de la recepción de Sibelius, el de Constant Lambert —que se publica por primera vez en castellano— ilustra sobre la dificultad de aceptación de esta música en unos tiempos de rupturas estéticas radicales. A 113 D O S I E R SIBELIUS LA GLOSA DE ADORNO: SÍNTOMA Y SÍNDROME Este caso sigue resultado un poco raro Lo primero, los hechos y algunas fechas. En 1938 aparece en Zeitschrift für Sozialforschung un artículo de Theodor Wiesengrund Adorno titulado Glosse über Sibelius. Puesto que estamos en 1938, este escrito no aparece en un país de habla alemana, sino en Estados Unidos, en Nueva York, aunque sí en alemán. La revista y Adorno estaban en el exilio. Desde luego, lo lee muy poca gente, y lo más probable es que Sibelius no se enterara. No hay ni rastro de ello en los documentos del compositor, que por aquellos años no escribía su diario. Se trata de un artículo más bien breve, que más que crítico es insultante. Insistamos en al año: 1938. Adorno huye a Suiza al llegar los nazis al poder, a comienzos de 1933, en 1934 pasa a Inglaterra, y allí se encuentra con que Sibelius es conocido y admirado, que sus obras son escuchadas (un ejemplo ilustrativo: Sir Henry Wood dirigió las siete sinfonías de Sibelius en los Proms de 1937), mientras que la “verdadera música de su tiempo”, la de Schoenberg y la Escuela de Viena, no la conocía ni defendía casi nadie. Además, sospechaba Adorno que Sibelius era un chauvinista finlandés, antisoviético, proalemán y, por entonces, filonazi. Nada de esto aparece en el artículo. Es parte del trasfondo. El detonante debió de ser la lectura de un libro que todos los conocedores califican de torpe o con epítetos por el estilo, Sibelius: A Close-Up, de Bengt von Törne, publicado en 1937. Adorno leyó allí supuestas declaraciones de Sibelius contra Wagner, Debussy y otros, que con el tiempo desmintió el compositor, molesto con más de uno de sus biógrafos (los biógrafos, en vida de uno, pueden ser muy molestos). Irritado, escribió la Glosa sobre Sibelius, pero sin decir que era una reseña o una respuesta al libro de Törne, al que ni citaba. Él, Adorno, estaba exiliado en Estados Unidos, y la música de la Escuela vienesa la prohibían los nazis; mientras, a Sibelius lo adoraban en Londres ¡y en Berlín! En vida de Sibelius, y al margen de la Glosa de Adorno, se levantó un bando contrario al compositor finlandés. Entre los “anti” estuvieron (más que “militaron”) importantes personalidades de la música, activos unos en sus críticas, como el compositor estadounidense Virgil Thomson, o sólo despectivos en la intimidad, como Nadia Boulanger. Por citar dos personalidades importantes de la música del siglo XX que nada tuvieron que ver con el serialismo. Adorno le envió su Glosa a Thomson, y a pesar de ser éste un “anti”, le respondió cosas como éstas: “…no me gusta demasiado. Se encuentran ahí ideas buenas y frases bellas, pero también demasiada indignación. Con ese tono se arriesga usted a provocar más hostilidad contra usted mismo que contra Sibelius” (1942). Adorno, der Zorn Gottes 114 Acaso sea cierto que la “justa ira” de Adorno estaba dictada por su inconfesado chauvinismo germánico en música. Al menos, es seguro que se la dictaba su convicción de que no había más vía hacia el futuro que la serial. Como Schoenberg, Adorno debía de estar convencido de que el descubrimiento del dodecafonismo le iba a dar al área germánica una primacía durante siglos, el Reich musical de los mil años. En ese sentido, otros músicos, como Leibowitz, tam- bién denigraron la música de Sibelius. Hay algo más: si esta música de Sibelius se escucha tanto, es que no puede ser buena. Este elitismo es a veces un mal síntoma, aunque a menudo sirva para precaverse de los falsos ídolos artísticos que nuestro tiempo erige con exceso. En el caso de Sibelius lleva a un error de perspectiva y de juicio. Mucho más tarde, cuando han pasado tres décadas, una guerra mundial, un Holocausto, Adorno publica varios artículos suyos sobre música en varios libros. Uno de ellos es Impromptus, y allí incluye la Glosa. Impromptus aparece a principios de 1968. Para entonces, Sibelius es un valor ya indiscutible. Adorno, también. Hace más de una década que ha muerto el compositor, que sin duda no ha sabido nada del escrito del filósofo de Francfort. Es una época “revolucionaria”. Es una época en que nos miramos en un espejo para sentirnos guapos (sálvese el que pueda), aunque todo hay que decirlo: lo contrario era no sólo eso, también era injusto. Se proclamaba el del cambio, la revolución, la insostenible del capitalismo, lo insoportable e inadmisible de sus productos. De sus productos, atención. Una crítica a un producto capitalista era bien recibida por todo un colectivo heterogéneo y heteróclito de estudiantes, militantes y jóvenes hastiados. La crítica a Sibelius contenía todo lo necesario para arremeter contra un producto capitalista bien instalado, un producto alienante en el que se advertía quién sabe si una manera de reificación de la neurosis. En aquel tiempo, un compañero de Adorno, de la Escuela de Francfort, Herbert Marcuse, era nuestro gran hallazgo, nuestro ideólogo. Ah, aquellos libros que devorábamos sin preparación previa, como Eros y civilización (que requería un conocimiento siquiera elemental de la terminología sicoanalítica), El hombre unidimensional (condena sin paliativos de la sociedad capitalista que hace hombres sólo para el trabajo, mientras que los de nuestra generación deseaban todo lo contrario), El marxismo soviético (crítica contundente de la URSS, en rigor blandita si la comparamos con visiones tan distintas como las de Hanna D O S I E R SIBELIUS Arendt, Alexander Solshenitsin o Varlaam Shalamov), y varios otros en los que, junto a la crítica, se nos proponían modelos revolucionarios realmente existentes, desde Vietnam hasta Cuba. O tempora, o mores. Crítica de la razón sonora Pero en esos tiempos es en los que aterriza Impromptus. Y, oculto en unas pocas páginas hacia el final de la primera mitad del conjunto de éstas, aparecía la Glosa sobre Sibelius. Que contenía toda esa carga crítica, y que resultaba tremendamente eficaz, si bien con una condición: el que leyera aquello, el que aceptara aquello, aquél al que aquello lo moviera, conmoviera o animase a la acción tenía que desconocer a Sibelius. Ni un poema sinfónico, ni una sinfonía, ni siquiera ese Vals triste al que Adorno se refiere despectivo al comienzo de la Glosa, nada. Entre paréntesis: Adorno tuvo el vicio de citar obras menores del compositor que critica. Con Stravinski, en la Filosofía de la nueva música, lo hará una y otra vez. Y cuando se enfrente a una obra mayor, como L’histoire du soldat, sacará sus mejores insultos, y comprenderemos que esa obra le fascina. Tanto como para dedicarle toda suerte de improperios, como un penitente del desierto a la tentación que se le presenta para turbarlo. Retengamos esto: la crítica de Adorno en la Glosa tendría mucho interés si hubiera apuntado bien y hubiera disparado contra quien debía. Qué diría hoy Adorno ante el progreso de la alienación y la simplificación musical, qué diría de los apartados de cultura en los diarios más importantes, en los que para sus responsables música es la música ligera que les acompañó en su juventud, qué diría del populismo que ha instalado la música comercial entre las páginas de la cultura. Por eso, por el retroceso cultural al dictado de la masificación y la imposición de las pautas más ínfimas de lo que en modo alguno es expresión artística, hoy resultaría todavía más incomprensible la Glosa de Adorno. Sí, es imprescindible no conocer a Sibelius para leer sin indignación o escarnio la Glosa en cuestión. Esto me recuerda un fenómeno semejante aunque contrario: gente interesada en la cultura, pero no en la música o el teatro, lee tranquilizada la subida a los altares y su permanencia en ellos de valores espurios o endebles (compositores, directores de escena, dramaturgos); creen que está cubierto ese frente, que tenemos un buen teatro y una buena familia de compositores. Para ello, para creer eso, es necesario desconocer esas piezas, espectáculos, obras que se nos proponen como obras de arte. Es necesario que no te importen esos gremios, esos sectores. Si usted conoce la música de Sibelius, siquiera un par de obras, leerá la Glosa de otro modo: con irritación o con guasa, y ahí caben muchos términos medios o terceras vías. Si usted conoce un poco el patio y la peña de lo teatral y lo musical, reaccionará lo mismo ante el retroceso en los diarios de la crítica y el auge de la proclamación de pequeñas mentiras, medianas mentiras, mentiras grandes. Al menos, este tipo de vivencias nos habrá formado una armadura suficiente para soportar escritos como la Glosa. Recorrido Ante la “desmesura” del crecimiento del nombre de Sibelius, Adorno siente curiosidad y escucha las Sinfonías Cuarta y Quinta. “Antes estudiamos la partituras. Éstas presentan un aspecto mísero y beocio; pensamos que el misterio sólo podrá revelarse a la audición efectiva. Pero los sonidos que escuchamos no aportan el más mínimo cambio a la imagen que habíamos contemplado1”. A continuación, mezcla supuestas cuestiones técnicas con sorprendentes, ocu- Dibujo de Sibelius por Albert Edelfelt en 1904 rrentes imágenes: “A esas sucesiones de notas les ocurre muy pronto una desgracia: una desgracia parecida a la de un lactante que se cayese de la mesa y se rompiera la columna vertebral. Aquellas sucesiones de notas son incapaces de caminar bien. Se quedan paradas. En un punto imprevisto el movimiento rítmico queda truncado: el avance se vuelve incomprensible. Reaparecen luego las simplistas sucesiones de notas; dislocadas y retorcidas, pero sin moverse del sitio”. Un poco de sociología crítica: “Pero ese mundo es digno del mundo en que vivimos: tosco y a la vez misterioso, gastado y a la vez contradictorio, conocido de antiguo y a la vez opaco”. No, Sibelius ni siquiera sabe componer una pieza a cuatro voces, es “la originalidad de la torpeza”. Y, de repente, una acusación de veras incomprensible: “Es posible que Sibelius haya contribuido de manera muy meritoria a la colonización musical de su país”. ¿Por qué? Misterio. Sus estudios en Alemania le demostraron que no tenía ni idea, que era un incapaz, y se quedó de una pieza cuando vio que su fracaso se interpretaba como un logro; hasta que acabó creyéndoselo él mismo. Se considera un clásico en vida a alguien que está muy retrasado en cuanto al nivel técnico medio de su tiempo, y que hace un uso chapucero de los medios de antaño. “El éxito de Sibelius es síntoma de una perturbación de la consciencia musical”. Sus admiradores hablan de naturaleza todo el rato, acusa Adorno, como si eso fuera culpa de Sibelius, como si Schoenberg fuera responsable de las alabanzas (mucho más serias, qué duda cabe) que el propio Adorno le dedicará. Adorno evoca el Arte poética de Verlaine en una de sus pullas, cuando dice que la naturaleza aparece de veras en compositores como Debussy, no en Sibelius: “A Sibelius le son ajenos tales procedimientos. Car nous voulons la Nuance encor —esto suena como un escarnio hecho al 115 D O S I E R SIBELIUS que merezca apología”. Es decir, la música de Sibelius forma parte de la represión y de la falsa conciencia del sistema. La ilusión del “mal” aficionado va más allá: “es posible componer de una manera fundamentalmente pasada de moda y, sin embargo, componer de una manera enteramente nueva”. Esa música carece de sentido: “Esa carencia de sentido suena absurda porque es absurdo el intento mismo de decir algo nuevo con los viejos medios periclitados”. Sibelius, en fin, traiciona lo que duramente se ha adquirido desde Bach a Schoenberg (lo destruye “calibánicamente”). “Sibelius traiciona todo eso y lo entrega a una naturaleza que no es tal naturaleza, sino la raída foto de la casa paterna. Por su parte él contribuye en la música artística al gran deterioro, en el cual le supera fácilmente, sin embargo, la música ligera industrializada”. Ah, Theodor, si usted escuchara la música ligera industrializada de las discotecas… Errores que ocultan aciertos Nordfoto El error de Adorno es considerar retardatario y conformista a un compositor que va por otro lado. No comprende, no quiere comprender la modernidad de Sibelius. Para nuestra perspectiva, es sorprendente que un crítico de la altura de Adorno se equivoque tanto, pero también que se permita ese ataque, un ataque de cierta envergadura que ya prefigura el ataque de grueso calibre contra Stravinski en Filosofía de la nueva música. Hoy abunda el crítico improvisado que lo pone bien todo, sin saber. También el crítico prudente, que desconoce la crueldad, y que sabe cuánto trabajo meritorio hay detrás de ciertos errores. Atención a los críticos del intérprete, en especial en el terreno todavía pasional de las voces; algunos críticos no perdonan a este violinista, ese tenor, ese pianista. Y, en fin, abunda en exceso el crítico que se muestra realmente crítico en diversos terrenos pero que se amedrenta ante la obra de un compositor vivo, como si los compositores fueran seres poderosos y vengativos que te enviaran sicarios si les denigras, mientras que los intérpretes carecen de familiaridades de corte siciliano. El error de Adorno es de otro tiempo, cuando se discutía de esas cosas. ¿Se imaginan a alguien dándole hoy su merecido, a toda plana, a un valor espurio como el que un servidor considera que es Philip Glass? Lo que sorprende es que Adorno insistiera en 1968 en su Glosa, que la incluyera en el libro Impromptus, que rescatase un escrito menor en alcance y menor en páginas, tan menor que en el Prólogo de 1968 de Impromptus Adorno se refiere a todos los artículos que vienen a continuación, excepto a la Glosa. Tal vez tuvo que ver con ciertas intervenciones radiofónicas de los años 60, en las que se le apareció el fantasma del finlandés. En fin, ante el lector que busca una crítica de la realidad musical de su tiempo, que precisa que alguien le concrete dónde radica la falsedad, la descomposición contemporánea del mundo cultural, y en especial el de la música, resulta que el libro queda afeado, y peor que afeado, porque una crítica tan sañuda y tan injusta a Sibelius pone en entredicho otras críticas y denuncias del libro. Esto es, algunos de sus estudios resultan invalidados ante el lector, porque ponemos en duda sus incisivos estudios en virtud de un error garrafal, de una injusticia tan notoria como la que proclama la Glosa, la impertinente, errónea, lamentable Glosa. Tenía razón Virgil Thomson, sin duda: el perjudicado es 116 obtuso, envarado y fortuito colorido orquestal de la música de Sibelius”. Más adelante, una perla: “Se ensalza el ascetismo de la impotencia diciendo que es la autodisciplina propia del creador”. Impotencia, dura y sonora palabra. La usó Pfitzner contra Schoenberg. Y salió en su defensa Alban Berg con un artículo impresionante. Ambos escritos son históricos. La Glosa, en cambio, la recordamos porque es de Adorno, porque éste escribió la Filosofía de la nueva música, mas también cosas de enorme interés, como la Estética nunca concluida. De nuevo se vuelve a atacar a Sibelius por lo que dicen sus supuestos o reales admiradores. Las emociones, ah, las emociones. Todos conocemos al aficionado cursi que se emociona con el tema descendente de la Patética, y no quiere ir más allá. Pero eso no debería servir para acusar a Chaikovski, caramba. “Las emociones no tienen ese contenido, como tampoco lo tienen las partituras sibelianas. Pero sí son determinables por aquello que las suscita en las partituras. Es la configuración de lo banal y de lo absurdo. […] Los motivos son fragmentos tomados del material corriente y moliente de la tonalidad. Tantas veces ya los hemos oído, que creemos comprenderlos. Pero esos motivos han sido emplazados dentro de un contexto que carece de sentido… […] Un todo incomprensible, formado con los detalles más triviales, produce la ilusión engañosa de lo abismal […]. El no comprender absolutamente nada, que es lo que constituye la característica de la consciencia musical actual, tiene su ideología en la apariencia de comprensibilidad, producida por los vocablos sibelianos”. Es decir, músicas como la de Sibelius crean buena conciencia (falsa conciencia: ideología, en el sentido marxista) en el gusto artístico alienado de una época decadente. Inmediatamente afirma que se trata de “resistencias” (concepto sicoanalítico donde los haya) contra la nueva música avanzada. “Los acordes tonales permiten todavía incontables combinaciones nuevas. Pero esos acordes se han vuelto ilusorios y bastardos: sirven para hacer la apología de un mundo en el que ya no hay nada D O S I E R SIBELIUS Adorno. Y así vemos la Glosa como un antecedente de su error mayor: el “estudio” sobre Stravinski como restauración frente a Schoenberg como progreso en la Filosofía de la nueva música. Lo hemos tratado en estas páginas creo que hace cuatro años. Le pedimos al lector que acepte lo que sugerimos a continuación: ponga un disco con Tapiola, la última obra en rigor de Jan Sibelius, del año 1926. Lea entonces la Glosa de Adorno. Si se acaba Tapiola, vuelva a ponerla y siga leyendo. La grandeza de esa música, su modernidad y originalidad todavía hoy, en 2007, debieron de ser enormes en 1926, y así lo atestigua la perplejidad con que algunos críticos la acogieron. La grandeza de esa música contrasta con la pequeñez del contenido del artículo de Adorno. Qué pena, porque Adorno era uno de los grandes pensadores de su siglo, al que le pudieron a veces la rigidez y cierto fanatismo. Para conocer de veras a Adorno, no se fíen de la Glosa, todo el mundo tiene su momento de debilidad, y hasta puede insistir en él tres décadas después. A menudo somos esclavos de lo que hemos escrito. Si al menos sólo lo hubiéramos dicho, y nadie se acordara de ello… Curiosamente, Adorno murió por un ataque al corazón en un momento en que muchos de sus alumnos (estamos en esa época que ya hemos evocado) le consideraban un reaccionario porque no toleró el vandalismo de algunas pandillas de estudiantes violentos, y porque había que hacer caer a los valores establecidos y considerados. Adorno decidió dejar de dar ciertas clases magistrales, impresionado por el gesto de unas cuantas estudiantes, que escuchaban sus explicaciones con las tetas al aire. Santiago Martín Bermúdez Citamos de la edición de Impromptus, Serie de artículos musicales impresos de nuevo, de Theodor W. Adorno, publicado por Editorial Laia en abril de 1985, en la magnífica traducción de Andrés Sánchez Pascual, traductor de Adorno, Nietzsche y muchos otros. La dificultad de traducir a Adorno encontró en Sánchez Pascual un auténtico remedio. 1 ESTE ES EL LIBRO QUE USTED BUSCA H e aquí el libro que iba buscando el aficionado para empaparse de la vida, la obra y el tiempo de Sibelius [Marc Vignal, Jean Sibelius. París, Fayard. 2004, 1178 páginas]. No es que no haya otros, pero, caramba, este llega en un idioma cercano, es reciente, es amplio, es profundo, lo cuenta todo, lo trata y lo analiza todo… En efecto, el siempre exigente Marc Vignal amplía enormemente en 2004 su libro sobre Sibelius para Seghers (1965) y no se limita a un recorrido por la obra y la vida de Sibelius, que ya sería bastante, sino por la relación del compositor con una época que para su país y para él mismo tuvo demasiados regalos trágicos. La abundante documentación de Sibelius (cartas suyas o a él dirigidas, y un diario interrumpido a mediados de los años 30 y retomado mucho después de la segunda guerra) sirve para reconstruir paso a paso esa vida. Pero estamos tan acostumbrados a leer vidas de músicos como si vivieran en un mundo en el que no hay conflictos, guerras o invasiones, que leer este libro de Vignal nos resultará chocante, y al poco rato, estimulante. Ya desde ese primer gran capítulo sobre la Finlandia ocupada del siglo XIX. Pero ¿y los capítulos dedicados a la independencia, que consiguió librar a Finlandia del reciente régimen bolchevique ruso después de la feliz caída del zarismo que dominó el país todo aquel siglo? Fue una independencia con guerra civil incluida, es cierto. Especial interés tienen los capítulos en los que Sibelius, como buen finlandés, pero ya en edad avanzada, se ve inmerso en las “tres guerras” contemporáneas a la segunda guerra mundial: la de Invierno, la de “Continuación” (continuación de la de Invierno, se entiende), ambas contra Rusia; y una guerra final contra Alemania; en fin, la pérdida de buena parte de Carelia y Petsamo en estos conflictos. Gran- des figuras políticas, como Pehr Evind Svinhufvud y Carl Gustaf Emil Mannerheim, que fueron regentes y presidentes, que lo fueron todo en Finlandia, desfilan por estas páginas junto al gran compositor de la nación. En cuanto a la música y la vida íntima, tiene interés, desde luego, el itinerario creativo de Sibelius, estudiante en Helsinki, y después en Berlín y Viena; cómo surge el impulso creativo del músico con obras como Kullervo, en medio de un mundo musical, el finlandés, inclinado hacia otras perspectivas. En fin, estas 1200 páginas recorren la vida y la obra con un detalle que apenas podemos sugerir aquí. Destaquemos aspectos de épocas tardías: el éxito de Sibelius en el Reino Unido, las tempranas grabaciones fonográficas de obras suyas, la tentación por aspectos vanguardistas de la Europa de los 20 y los 30 que no casaban gran cosa con su estro, lo trabajoso de la composición de la Quinta Sinfonía, el largo silencio posterior a Tapiola y la imposibilidad de terminar la Octava Sinfonía… No se hace Vignal demasiadas preguntas en cuanto al silencio, no filosofa sobre ese tentador asunto tan propicio al pequeño poeta que todo crítico oculta cuidadosamente; pero nos traza un amplio cuadro de lo que sucede en esas tres décadas largas, entre Tapiola y el 20 de septiembre de 1957. Esas tres décadas en las que ascienden los movimientos totalitarios y los fascistas, en los que estallará la mayor y más desdichada de las guerras, con la Shoa como corolario tan siniestro como significativo; años en los que Sibelius ha de defenderse de admiradores bolcheviques y nazis, en los que ha de zafarse del intento de protección de estos últimos, encantados de “proteger” a Finlandia contra la URSS; años en los que su obra se da a conocer en el mundo y se estanca en su propio despacho, su propio piano, sus propios atriles. Un libro ambicioso y rico, esto es, que pretende mucho y logra más. Para conocer a Sibelius, para conocer su ambiente (por ejemplo, las tiernas relaciones con Aino Järnefelt, la esposa del compositor), para saber quién fue este longevo músico y contra qué tuvo que enfrentarse entre 1865 y 1957. Un libro espléndido, como acostumbra Marc Vignal, autor de aquel lejano Mahler que todos leímos con fruición un día; autor también de otros libros de esta ambiciosa colección de biografías amplias y exigentes de Fayard, como los dedicados a Haydn o a los hijos de Bach. Santiago Martín Bermúdez 117 D O S I E R SIBELIUS SIBELIUS Y LA INTEGRACIÓN DE LA FORMA La diferencia entre Sibelius y los otros compositores incluidos en este estudio es que es imposible ponerle una “etiqueta”. Es el único compositor de hoy que goza de un aprecio tanto popular como intelectual. Su Vals triste es tan conocido e interpretado como cualquier música de Puccini, sin embargo su Cuarta Sinfonía es tan desconocida e incomprendida como son las obras de Schoenberg. Aunque estaba ya situado como figura importante a finales del siglo XIX, no pensamos en él como si perteneciera a la generación anterior de Elgar y Strauss. Al contrario, es el único compositor moderno que ha mantenido un progreso constante y lógico, sin verse obligado a una repetición mecánica de sus propios manierismos o una reacción igualmente mecánica en contra de ellos. Y sólo hace poco tiempo se le ha concedido el verdadero valor que merece. L 118 as razones para este descuido durante tanto tiempo son dos. Para empezar, aunque las obras populares han mantenido su nombre ante el público, ese fenómeno ha creado unos prejuicios entre el público esnob que lamentablemente disfruta de una poderosa influencia. Hoy incluso cuando se habla con cierta clase de persona hace falta dejar claro al hablar de Sibelius como un gran compositor que no se tiene en la cabeza su Vals triste —que es como decir cuando se elogia a Beethoven que no se refiere “por supuesto a su Minueto en sol mayor ni a la marcha de las Ruinas de Atenas”. Finlandia, que es mejor obra que el Vals triste, ha tenido un efecto aún más deplorable en el público. El nacionalismo agradablemente nórdico de esta pieza ha convencido a muchos de que Sibelius no es más que un petit-maître, un Grieg finlandés. Ya en 1933, encontramos a W. J. Turner describiendo Tapiola como “neo-Grieg”, aunque esta obra, incluso para aquellos que les desagrada su aire poético, muestra claramente una capacidad constructiva y una continuidad sin precedentes en los últimos cincuenta años. No existe ninguna razón imaginable desde un punto de vista artístico por la que un gran compositor no deba componer obras como Finlandia, Karelia, e incluso el Vals triste —que son excelentes ejemplos dentro de su género. Los grandes compositores del pasado no han tenido reparos en descender a la tierra, y su capacidad para hacerlo de vez en cuando es un tributo un tanto negativo a su integridad y fuerza espiritual, que son de una naturaleza demasiado sólida como para verse en peligro por un breve encuentro con el hombre de la calle. Es mejor que lo manido esté segregado definitivamente en un género separado, como en el caso de Sibelius, en lugar de que sea un aroma sutil pero que lo impregna todo como es el caso de Richard Strauss. Sin embargo, mirando las cosas desde fuera el resultado en el caso de Sibelius ha sido especialmente desafortunado —hablo en este momento de los años anteriores a este reciente y loable interés por su música. En aquellas raras ocasiones en que se interpretaba una obra importante suya, la gente culta no asistía y el público popular, atraído por los recuerdos de Finlandia y el Vals triste, quedaba totalmente desconcertado. Y la confusión se hizo mayor con unas cuantas obras que superaban la mediocridad pero no eran obras geniales, sino el fruto de lo que podía ser obra de un honesto Kapellmeister, y cuando consideramos que estas tres clases de obras no representan ninguna evolución cronológica, sino que existen unas al lado de otras desde su período más temprano hasta hoy, no es para sorprenderse que hasta recientemente los críticos no se declararan ni a favor ni en contra, sobre todo los que han sido propagandistas de las escuelas más revolucionarias de composición. Incluso si Sibelius, en lugar de ser una figura abarcadora y proteica, se hubiera concentrado sólo en la producción de sus obras más grandes y personales —a saber, las siete sinfonías y los poemas sinfónicos Una saga, El bardo, Las Oceánidas y Tapiola— no es nada seguro que la opinión de los críticos más avanzados hubiera sido más decidida. Pongamos por ejemplo el caso de su Cuarta Sinfonía en la menor op. 63, escrita en 1912, que se puede considerar la culminación de la música de Sibelius anterior a la primera guerra mundial. Esta sinfonía, aunque tan extraordinaria y estimulante como las piezas rompedoras más famosas de Debussy, Stravinski y Schoenberg que figuran en el primer capítulo de este libro, no pareció haber hecho mucha mella en la conciencia de la época, e incluso hoy sigue siendo la menos comprendida y más olvidada de sus obras. Eso se debe a que no se puede encajar de ninguna forma en una categoría, sea antigua o moderna. En primer lugar, es una sinfonía que fue escrita en un momento en que todos los compositores revolucionarios le volvían la espalda a cualquier título con olor a conservatorio. Pero tampoco deja contentos a los conservadores ya que no sigue la anterior tradición de la escuela de composición de Brahms o Chaikovski. El idioma armónico, con sus ocasionales toques de poli-tonalidad, es a veces lo suficientemente inquietante como para asustar a los críticos académicos sin ser lo suficientemente outré, o especializada de forma, para atraer la atención de los propagandistas revolucionarios. La comedida y económica orquestación, aunque muy original, carece enteramente de la refinada sensualidad de Debussy y Ravel, la opulenta vulgaridad de Strauss y Scriabin, o el brillante barbarismo de Stravinski. La obra en su conjunto es notable por su trágica intensidad de ánimo, su sombría austeridad de color y su elíptica concisión en la forma, unas cualidades que nunca han sido muy populares entre las multitudes y, en 1912, la época en la que fue escrita, no estaba ni mucho menos de moda entre los llamados compositores avanzados. Como todas las grandes obras, no se presta a un análisis superficial ni a un comentario especializado. Es un signo de debilidad de la capacidad del compositor cuando nuestra atención se dirige inevitablemente hacia una faceta en particular de su música —la armonía de Delius, el ritmo de Stravinski, etc. No decimos de la Sinfonía “Praga” de Mozart, “Qué ritmo más interesante, qué espléndida orquestación, qué sentido del contrapunto”, aunque por supuesto, tendríamos razón si lo dijéramos. Decimos sencilla y llanamente “¡Qué maravilla de sinfonía!”. Eso pasa con Sibelius; su música tiene tres dimensiones y, al igual que una buena escultura, —no importa si elegimos centrarnos en una silueta en concreto— la obra es igualmente satisfactoria vista desde cualquier ángulo. La única cualidad que destaca de forma tan clara que resulta fácil agarrarla para hacer un comentario superficial es el sentido de la orquestación de Sibelius. Al contrario de tanta orquestación moderna, que se dirige principalmente hacia la explotación de los más agudos y ácidos timbres de los instrumentos de viento en detrimento de la composición para cuerda, la orquestación de Sibelius está marcada por una D O S I E R SIBELIUS intensa comprensión de las inexploradas posibilidades del color de las cuerdas, mientras se manejan los desatendidos registros bajos de la orquesta con gran virtuosismo, su uso de las partes armónicas independientes con los contrabajos y los timbales son particularmente impresionantes. Sus necesidades orquestales casi nunca superan las de Chaikovski, e incluso en sus obras tardías las utiliza con una inusitada moderación. Pero aunque usa muy poco los instrumentos de metal y se concentra mucho más en su sostenuto que en las cualidades percusivas, a la vez que no explota la moda de los efectos con sordina, no hay nadie que sea capaz de un abrumador clímax como él cuando quiere hacerlo. Los últimos cinco minutos de Tapiola son una revelación del efecto que se puede obtener por medios esencialmente normales y legítimos. Los clímax del Poème de l’extase de Scriabin son coléricas olas que baten vanamente contra el rompeolas de nuestra inteligencia —los apogeos de Tapiola y Las Oceánidas son riadas que arrastran todo en su camino. Sibelius, a pesar de toda su moderación, es el innovador orquestal más grande de nuestros tiempos. La orquestación de casi todos los demás compositores modernos se remonta a uno u otro de los dos grandes innovadores, Berlioz y Glinka. Se puede considerar a Strauss, teniendo en cuenta una cierta espesura teutónica de la textura, el sucesor de Berlioz, mientras Stravinski es el de Glinka; la orquestación de los ballets de Stravinski, sin duda genial, es una continuación directa de la tradición empezada por la Marcha de Chernomor y la caucasiana Leszginka de Russlan. Al buscar sonoridades cada vez más brillantes e incisivas, Stravinski decidió alejarse de los diáfanos colores de la orquestación de Rimski-Korsakov e ir hacia una gradual distorsión de los timbres naturales de cada instrumento, así que pocas veces un instrumentista recibe un pasaje que se toque de forma habitual en el registro habitual. El persistente uso de una coloración extrema se convierte al final en monótona a su manera al igual que los apagados tonos y el confuso impasto de Brahms. El problema principal de la orquestación de Stravinski no se encuentra tanto en su monótona excentricidad sino en el hecho de que es esencialmente una orquestación aplicada; es posible concebir varias e igualmente efectivas maneras de orquestación en cualquier pasaje de Stravinski; al igual que es posible separar los métodos de Stravinski de sus contenidos y aplicar su orquestación a cualquier composición. Y al igual que en toda su música es demasiado bidimensional, y más o menos se parece tanto a la orquestación de Sibelius como el color de Gauguin al de Cézanne. Como el color en un paisaje de Cézanne, la orquestación de Sibelius es una parte integral de la forma. Casi se podría describir como una especie de perspectiva para el oído, al proporcionar un elemento de contrapunto que a veces no se encuentra en la música misma. Al igual que en la época polifónica, si tomamos una sección vertical a menudo el contrapunto revela unas combinaciones armónicas más extraordinarias de lo que encontramos en la escuela de compositores de Monteverdi, también en las sinfonías de Sibelius si tomamos la sección vertical a través de la orquestación a menudo revela una colaboración de instrumentos más excepcional que la que se encuentra en la escuela impresionista. Pero, como en el caso de los compositores polifónicos, este punto de color es el resultado de un desarrollo lógico de líneas independientes. No se puede separar de su contexto, y debido a esta razón, la orquestación de Sibelius no se presta al plagio como ocurre con la armonía de Delius o el ritmo de Stravinski. Si he insistido en lo que puede parecer un aspecto superficial del genio de Sibelius, es para demostrar que incluso muchas veces, en el caso de una calidad puramente externa de la orquestación, su técnica es siempre un medio 119 D O S I E R SIBELIUS para un fin, y no se utiliza solamente porque sí. Sea cual sea el aspecto de su música en el que nos fijemos, finalmente centramos nuestra atención en su asombroso sentido de la forma. La palabra forma ha sido tan degradada por la escuela de críticos de la “música pura” que tal vez sea mejor decir fuerza de pensamiento musical sostenido. Aunque casi toda la música moderna tiene que ver principalmente con vocabulario, a Sibelus le preocupa el contenido; no se vio obligado, como muchos compositores contemporáneos, a adoptar una manera outré en un intento vano de disimular el trillado carácter de sus pensamientos. Los cuartetos en cuartos de tono de Alois Hába, por ejemplo, difieren de los de Brahms sólo porque los escribió en la escala de cuartos de tono. Una vez que hayamos asimilado sus sonidos no muy atractivos, nos encontramos de nuevo en el mundo del pensamiento y de la forma de antes. Las sinfonías de Sibelius apenas contienen acordes que, considerados por sí mismos, no se encuentran en las obras de Grieg o Chaikovski. Sin embargo, la manera en que presenta estos acordes está pensada para adquirir un significado totalmente nuevo. Se debe su importancia, no a su momentáneo sonido en el espacio, sino a su lugar en el tiempo. Esta fuerza de pensamiento sostenido y concentrado durante un largo período de tiempo proporciona a las obras de Sibelius una amplitud que contrasta de forma llamativa con la sequedad de hasta la mejor de la “música revolucionaria”, y para encontrar algo comparable es necesario remontarnos más allá de Wagner e ir a los primeros movimientos de las Sinfonías “Heroica” y Coral. Se suele decir que un neoclásico pastiche seco e insignificante representa un retorno al espíritu de Bach, que es bastante imprudente evocar la sombra de Beethoven en cuanto a Sibelius; pero la comparación es inevitable, porque no sólo es Sibelius el compositor sinfónico más importante desde Beethoven, sino porque incluso se le puede describir como el único autor desde Beethoven que ha hecho definitivamente progresos en lo que, después de todo, es la expresión formal más completa del espíritu musical. Sibelius y la música del futuro 120 Si he dedicado tanto espacio a las sinfonías de Sibelius en un libro que intenta evitar hacer un análisis detallado de obras concretas, es que no sólo considero que la Cuarta y la Séptima Sinfonías son dos de los logros creativos más asombrosos de nuestro tiempo, sino también porque creo que la música de Sibelius contiene la respuesta a muchas preguntas. Sibelius siempre ha representado una figura aparte del resto de la música moderna. La ausencia de un vocabulario revolucionario en su música ha llevado en el pasado a críticos superficiales a creer que esto se debía a que iba a la zaga de los tiempos. Pero ahora que el humo de las bombas y de los cañones se ha disipado podemos ver que su posición solitaria realmente se debe a que iba por delante de los anarquistas. Aunque, hablando cronológicamente es de la misma generación de Strauss y Elgar, es de todos los compositores vivos el más interesante y estimulante de la generación de la posguerra. Los revolucionarios de la preguerra se han convertido en víctimas de sus propios manierismos, y cualquier intento de imitarles produce un pastiche de un pastiche. La generación sucesiva, a pesar de algunas buenas obras individuales como Protée y La création du monde de Milhaud, y el Tercer Concierto para piano y L’enfant prodigue de Prokofiev, curiosamente carece de un sentido de la dirección, y oscila desasosegadamente entre lo mono monísimo y lo feo feísimo. Aunque son técnicamente maduros, Milhaud y Prokofiev parecen sufrir de una permanente adolescencia espiritual; cuesta mucho creer que su indudable talento fructificará alguna vez convincentemente. Los compositores de una generación más joven se han mostrado hasta más indecisos en cuanto a sus actitudes, alineándose con los muchos movimientos e “ismos” que hasta cierto punto han aparecido en este libro. De toda la música contemporánea, es la de Sibelius la que parece señalar con más seguridad hacia el futuro. Desde la muerte de Debussy, él y Schoenberg son los figuras más significativas de la música europea, y Sibelius es sin lugar de dudas el artista más completo de los dos. Por mucho que admiremos la poderosa imaginación e insólito genio de Schoenberg, es difícil no sentir que el mundo de sonido y pensamiento que ha abierto —aunque aparentemente inconoclasta— sea au fond tan limitado como el mundo académico que ha suplantado. La música de Sibelius no sufre esta limitación y no señala una avenida particular de escape, sino un mundo de pensamientos libres de las paralizantes alternativas de escape o sumisión. No ofrece material para el plagiario, y se debe considerar más como un ejemplo espiritual que como una influencia técnica. Sería casi imposible encontrar imitaciones de la Séptima de Sibelius, al contrario de lo que pasa con la Symphonie des psaumes de Stravinski, porque la calma espiritual de esta sinfonía es el punto álgido de la experiencia espiritual de toda una vida y eso no se puede conseguir copiando manierismos externos. Sibelius no ha influido directamente en su generación, pero si comparamos las obras recientes de los compositores contemporáneos — por ejemplo el Segundo Concierto para piano de Bartók o las Variaciones para orquesta de Schoenberg— con las de hace diez años podemos ver que representan un acercamiento al espíritu de integración y universalidad artística que siempre han caracterizado su música. También hay señales de que las mentes más vitales de la generación actual le están volviendo la espalda al desbarajuste de los impresionistas y el montaje o pastiche de los neoclasicistas. El Concierto para viola de Walton, una de las obras más reflexivas y honestamente concebidas de los últimos años, no cabe en ninguna categoría específica desde un punto de vista técnico ni pertenece a ninguna tendencia. No es inglés, ni cosmopolita, ni neoclásico ni neo-romántico, sino algo que es menos sensacional pero más satisfactorio, una obra de arte acabada y bien equilibrada. Ningún compositor puede sorprendernos hoy con descubrimientos técnicos sensacionales, ni tampoco nos conformamos con una autoexpresión que toma la forma del alambicamiento personal de un chiste domestico. El glamour del anarquista y el misterio de la esfinge han empezado a perder interés, y nos enfrentamos con la poco envidiable tarea de tolerar un esfuerzo constructivo y una sencilla declaración como si fueran interesantes. El compositor moderno ahora tiene que consolidar los temerarios y fascinantes experimentos de los pioneros de posguerra mientras evitan el clasicismo del latín macarrónico de los pasticheurs de la posguerra. Tiene que hacer una síntesis de los variados elementos actuales pero poniendo el énfasis en lo que ha sido lo más descuidado de todo; a saber, la forma. Después de todo la tarea no es tan imposible. Mientras los límites físicos de los experimentos armónicos o rítmicos per se se alcanzan pronto no hay un límite al desarrollo de una frase musical completa en la que todos los elementos sean tratados debidamente. Consideramos el caso aislado del experimento armónico: podría dar la impresión que después de Schoenberg el único progreso posible se encuentra en una subdivisión más de la escala. Pero la música de Bernard van Dieren indica otras vías de desarrollo que son menos sensacionales pero no menos trascendentales. Es cierto que sus primeras obras, como sus esbozos para piano y su Sinfonía china, que aún no ha sido D O S I E R SIBELIUS estrenada, muestran huellas de la brutalidad de Schoenberg, y es sorprendente ver en sus obras posteriores, por ejemplo el Soneto de Spenser, casi ningún acorde que, por sí solo, no se encuentre en Wagner. Sin embargo, en sus obras posteriores los acordes no se usan específicamente como tales, sino que son el resultado de un contrapunto melódico de una fascinante complejidad. La manera de aproximarse a cada acorde es tan insólita que las combinaciones más familiares de las notas adquieren un sentido enteramente nuevo. La actitud de Van Dieren hacia la armonía es más indicativa de nuevos progresos que los racimos de notas de Henry Cowell o los cuartos de tono de Alois Hába; representa una faceta de la consolidación general de la técnica con que se enfrenta el compositor moderno. No hay nada en la música que realmente haya perdido su sentido, ningún mecanismo de ritmo, ninguna combinación armónica que un compositor con visión no pueda reanimar. La música del futuro, si va a evitar muchos callejones sin salida psicológicos de los que hemos examinado aquí, debe dirigirse inevitablemente hacia un nuevo ángulo de visión en lugar de convertirse en la explotación de un nuevo vocabulario. Esta música no será exteriormente sensacional y a veces podría parecer muy extraña, pero no será de la clase que se pueda etiquetar como “la nueva tal” o “la nueva cual”. No se someterá a la actualidad aparentando estar inspirada por acontecimientos deportivos o por la inauguración de una emisora de radio, ni tampoco se perderá en un mundo de sueños de amores olvidados y días desaparecidos. Es poco probable que sea popular. Pero por otro lado no podemos fingir que la mejor música de cualquier época haya sido popular en el sentido genuino de la palabra. Es cierto que Sibelius tiene muchos partidarios hoy pero, al igual que los de Beethoven, se puede interpretar esto principalmente como un tributo a sus peores obras. Su Cuarta Sinfonía es tan poco apreciada como lo fueron las sonatas y cuartetos tardíos de Beethoven en su día. Sin embargo, al igual que los últimos cuartetos de Beethoven, que han tenido mucha más influencia en el pensamiento moderno que las obras de moda de Hummel y Czerny, también las sinfonías de Sibelius tendrán una influencia mucho más profunda en las generaciones futuras que las pièces d’occasion de sus contemporáneos —los compositores como Stravinski y Hindemith, que se han comprometido con la moda. No estoy sugiriendo ni mucho menos que los compositores importantes del futuro vayan a imitar la forma de Sibelius, como tampoco imitarán la armonía de Van Dieren, pero estoy convencido de que extraerán más inspiración de las figuras solitarias de la música de hoy que de los varios movimientos mezquinos que surgen cada cinco años —y desaparecen con tanta rapidez. Porque si sus obras van a tener más que un valor efímero, ellos mismos tendrán que ser figuras solitarias. El artista que pertenece a un grupo escribe sólo para este grupo, mientras el artista que expresa una experiencia personal puede al final alcanzar una experiencia universal. No le debe importar si por el momento no tiene público. No tiene derecho a quejarse si Cleopatra prefiere los billares. Siempre existe la posibilidad de que se aburra también con ellos y cuando vuelva al músico la canción de que será tanto más conmovedora ya que ha sido escrita no para agradarle a ella sino a sí mismo. Constant Lambert Traducción: Barbara McShane Procedente del libro Music Ho! A Study of Music in Decline (Londres, Faber & Faber, 1934. Segunda edición, Penguin Books, 1948). Reproducido con autorización. 121 D O S I E R SIBELIUS LAS ÚLTIMAS SINFONÍAS No cabe duda de que las sinfonías de Jan Sibelius (1865-1957) ocupan un lugar muy especial en la historia del repertorio. Denostadas por unos, ensalzadas por otros, las siete sinfonías del autor finés poseen un aura especial a la que no es ajena su relación con la naturaleza: “Toda la obra de Sibelius parece modelada en la percepción —serena y solitaria— de los ilimitados paisajes del norte: los bosques, los ríos, los lagos, los silencios, la luz…”, escribe certeramente Stefano Russomanno1. En un sentido más amplio, se ha destacado con frecuencia la originalidad con la que Sibelius ha empleado elementos como la armonía tonal, los timbres orquestales o el desarrollo de los procesos musicales en el marco de la estructura. Autores como James Hepokoski han intentado resumir el estilo de Sibelius evocando diversos temas, “desde la celebración del nacionalismo y la lucha política hasta la fría desesperación y el aislamiento separatista; desde las siniestras contemplaciones de ideas musicales ‘neo-primitivas’ o las lentas transformaciones de la textura sonora hasta la meditación sobre los misterios, grandezas y los ocasionalmente indefinibles temores de los mitos y arquetipos populares o de los paisajes naturales”2. P 122 or otra parte, no se puede olvidar que el corpus sinfónico de Sibelius fue compuesto en alternancia con su producción “programática”, es decir, con aquellas obras inspiradas en su mayoría por las leyendas relativas a la creación, a la naturaleza, a los dioses y a los héroes evocados en los versos de la leyenda nacional finlandesa, el Kalevala. Obras como En saga (Una saga), Karelia, Lemminkäis-Sarja (Suite Lemminkäinen), Luonnotar, Barden (El bardo) o Tapiola mantienen una relación con las sinfonías que va más allá de la mera alternancia en el catálogo sinfónico: en efecto, si bien se trata de géneros formales muy diferentes, casi opuestos en apariencia, lo cierto es que las preocupaciones respecto a la estructura de sus obras sinfónicas tuvieron entre sus objetivos precisamente la liberación de las ataduras formales en el mundo de la sinfonía y la vez la disciplina constructiva en el terreno libre del poema sinfónico, lo que produjo inevitablemente influencias mutuas entre ambos campos. Por otra parte, hay evidencias (encontradas en sus cuadernos de apuntes) de que en algunos casos la elaboración de algunas sinfonías fue en paralelo con la de algunos poemas sinfónicos, por lo que el trasvase de temas entre unas y otros ha podido demostrarse con seguridad en ciertos momentos. Como es natural, la influencia más decisiva en el terreno del poema sinfónico en el momento en el que Sibelius se planteó conscientemente la búsqueda de un nacionalismo de cuño propio (hacia 1890) fue la de Liszt, complementada con detalles orquestales y armónicos de Wagner y Bruckner y con rasgos del nacionalismo escandinavo y ruso. Su aportación en este terreno fue, según Hepokoski, “una personal adaptación de los ritmos del lenguaje y de los modismos finlandeses: melodías obsesivas como runas, armonías modales y un espíritu de resuelta determinación”3. En todo caso, las dos primeras sinfonías tienen todavía claras reminiscencias de la tradición romántica: compuestas en 1899 (Sinfonía nº 1 en mi menor op. 39) y en 1901-1902 (Sinfonía nº 2 en re mayor op. 43), ambas son una muestra del dominio de la forma de sonata y de la cohesión orgánica entre los temas que Sibelius había alcanzado tras la composición de sus primeras obras orquestales importantes (En saga, Karelia, Lemminkäissarja). De la Sinfonía nº 3 en do mayor op. 52 (1907) se ha dicho a menudo que marca un punto crítico, el comienzo de un nuevo camino sin retorno (o el final de una vía agotada, según se quiera ver). Escrita en un diatonismo contra corriente, la obra parece creada para la glorificación de la tríada de do mayor a través de la búsqueda de nuevos recursos sonoros y de novedosas formas de presentar los acordes, todo ello en un marco de concentración del lenguaje que va a tener sus consecuencias en las futuras sinfonías. Entre la confianza y la desesperación En efecto, a partir de 1909 Sibelius emprende resueltamente un camino marcado por una serie de rasgos estilísticos que, si bien no consiguen borrar los estigmas sobre su conservadurismo tonal y su tradicionalismo formal, proporcionan a las cuatro sinfonías finales una personalidad única en el mundo del sinfonismo moderno. La Sinfonía nº 4 en la menor op. 63 (1910-1911) fue escrita durante un período de alternancia entre momentos de confianza y de desesperación, con problemas financieros y graves preocupaciones por su salud (le fue detectado un tumor de garganta, y empezaba a sentir los efectos del alcoholismo), todo lo cual va a marcar sin duda el destino de una de las obras de su autor más valoradas por los críticos. Según Hepokoski, esta sinfonía es la “expresión culminante de su estilo modernoclásico, roto, desesperadamente contemplativo, perdidamente solitario en su tono, un producto de una gran lucha compositiva y, sobre todo, una decidida declaración del lado separatista de su conflictiva personalidad artística”4. Muchos historiadores, en efecto, han visto en la obra la composición más moderna, más avanzada en lo armónico y en lo técnico de cuantas compuso Sibelius. Sin embargo, la recepción de la sinfonía tras su estreno en Birmingham (donde obtuvo su único éxito) fue bastante hostil: los oyentes de Estocolmo, Gotemburgo, Nueva York o Helsinki no entendieron quizá la profundidad de los temas propuestos y la densidad de su pensamiento motívico, o quedaron desconcertados ante las constantes discontinuidades del discurso musical o ante los impopulares finales de sus movimientos. La presencia del tritono (intervalo ambiguo y desasosegante) en toda la obra, tanto de forma directa como en el perfil de los motivos, no contribuye, desde luego, a una asimilación sencilla de sus aspectos melódicos. Escrita en cuatro movimientos, el primero (Tempo molto moderato, quasi adagio) responde a grandes rasgos a la forma de sonata, pero con un material temático más propio de un movimiento lento, en el que destacan el ominoso motivo de apertura (según Sibelius debe sonar “violento como el destino”), presente en diversas formas durante todo el movimiento, así como las oscuras intervenciones de los metales y la formidable tensión que se acumula en el desarrollo merced a las ambiguas figuraciones melódicas encomendadas a las cuerdas. El segundo (Allegro molto vivace) oficia como el scherzo de la sinfonía, pero no cabe duda de que es uno de los más extraños desde el punto de vista formal y temático que se hayan escrito nunca, en gran medida debido a la discontinuidad sintáctica, a la constante presencia del tritono, a los claroscuros de su armonía y, sobre todo, al hecho de que, tras la sección de scherzo propiamente dicha, comienza sin solución de continuidad lo que parece un trío central, que se D O S I E R SIBELIUS inicia con una melodía descendente y pegadiza de las maderas muy repetida en adelante en el marco de una textura orquestal muy densa que de repente se esfuma en el aire sin dejar rastro, produciendo una auténtica y dolorosa sensación de “vacío en el proceso”, como diría Meyer5, y un aparente desequilibrio por la ausencia de la reexposición del scherzo. El tercer movimiento (Il tempo largo) es un etéreo adagio que parece flotar por encima de la tierra, sobre todo en su comienzo, para ir ganando poco a poco corporeidad gracias a las intervenciones cada vez más intensas de las cuerdas, dentro de un ambiente cuya herencia es inconfundiblemente bruckneriana en el color orquestal y en el lenguaje armónico. El cuarto tiempo (Allegro) está marcado por un tema chispeante que desemboca en una característica disonancia (re sostenido contra re natural), y en el que alternan los modos lidio y mixolidio con la tonalidad de la mayor. En él hay momentos de alta concentración motívica entrelazados con otros en los que se evita cualquier referencia temática. Sin embargo, lo más remarcable aquí es, de nuevo, el descarnado final, en el que se va oscureciendo la hasta entonces brillante armonía en modo mayor, para cerrar la obra en un silencioso e inesperado la menor. Más allá del análisis En estos momentos cruciales de su etapa creativa —y en todo lo que habría que venir— es mejor evitar clasificaciones simplistas del tipo conservador o progresista para adjetivar su estilo, por cuanto su búsqueda personal de nuevos horizontes se enmarcaba en el espacio de una tonalidad ampliada por mecanismos diversos y de una estructura formal alterada por diversas vías, algo no muy lejano de lo que autores como Prokofiev, Shostakovich, Janácek, Szymanowski o incluso Stra- vinski o el propio Bartók estaban haciendo sin llegar a abandonar del todo las referencias tonales. En palabras de Hepokoski, “su objetivo era cada vez más un vuelo desde las modas cosmopolitas hacia una contemplación casi solitaria […]. Su proyecto final era llevar el ideal decimonónico de la forma orgánica hasta su culminación, al tiempo que exploraba la relación entre la forma resultante y una presencia realzada del sonido musical […]. El compositor sostenía la convicción casi animista de que realidades espirituales latentes habitaban la naturaleza, esperando ser despertadas por una reflexión meditativa […]. La obra de arte resultante proponía la invitación a una escucha alternativamente mística, reverencial o poética, imposible de captar mediante el análisis racional o la explicación académica […]. Tras la Cuarta Sinfonía Sibelius intentó forjar estructuras musicales menos dependientes de las formas musicales tradicionales que de la lógica intuitiva y no sistemática de los materiales musicales seleccionados para cada composición […]. Con la Sexta Sinfonía —especialmente su final— y con la Séptima (en un solo movimiento), las referencias a la forma sonata son dejadas de lado, superadas por estructuras cuya coherencia es evidente pero no fácil de clasificar con la terminología tradicional”6. Todo esto ha planteado evidentes problemas a los analistas, que han tenido que recurrir a diferentes soluciones, casi siempre basadas en versiones flexibles de las formas convencionales que casi nunca terminan por ser completamente satisfactorias. En todo caso, han sido técnicas más sutiles las que han terminado por ofrecer un acercamiento más profundo a la lógica discursiva de las últimas obras del autor finlandés. Por una parte se han encontrado evidencias claras de un tratamiento de los motivos que permite la génesis de muy diversas variantes en constante cambio, algo cercano como procedimiento a la “Grundgestalt” schoenbergiana7. Por otra 123 D O S I E R SIBELIUS parte, se ha podido establecer un término para explicar la sucesión temática y su relación con la estructura: la “forma rotacional”, que consiste en la reaparición variada del material temático presentado en la primera rotación, lo que permite incrementos de la densidad, recapitulaciones variadas de pasados ciclos, transformaciones y aparición de nuevas ideas, todo lo cual puede encajar o chocar con las expectativas de la forma sonata y sus secciones habituales (exposición, desarrollo y recapitulación). Apoyado en esta técnica Sibelius intentó superar la distinción entre los géneros de la sinfonía y el poema sinfónico, fusionando para ello sus principios básicos (estructura formal normativa en la sinfonía, fantasía y contenido poético en el poema), por lo que en estas obras finales es a veces difícil distinguir entre ambos géneros, especialmente cuando los temas esbozados para un tipo de obra se acaban empleando en el otro, como sucedió en el caso de las tres últimas sinfonías y Tapiola. Mitos y naturaleza 124 En efecto, cuatro poemas sinfónicos (uno de ellos con voz) basados en mitos o en la naturaleza se alternan en el catálogo con las tres últimas sinfonías. Se trata de Barden op. 64 (El bardo, 1913), Luonnotar op. 70 para soprano y orquesta (Espíritu [femenino] de la naturaleza, 1913), Aallottaret op. 73 (Las Oceánidas o Espíritu [femenino] de las olas, 1914) y Tapiola op. 112 (Donde mora el dios del bosque, 1926)8. Sólo este último, sin embargo, muestra una relación directa con la génesis de las sinfonías. Porque fue la Sinfonía nº 5 en mi bemol mayor op. 82 (1915; revisada en 1916 y 1919) el origen de una serie de materiales que terminaron —con pocas modificaciones o muy variados— repartidos finalmente en las tres sinfonías finales o en Tapiola, y no por estar destinados en principio a una sinfonía se debe pensar que su elaboración fue de tipo “sinfónico”, ya que en muchos casos había un sustrato poético (ligado como es habitual a la naturaleza o a las leyendas finesas) en su trabajo temático, aunque luego los temas pasaran a las sinfonías. La Quinta Sinfonía fue compuesta para las celebraciones que se hicieron en Helsinki con motivo de su 50º cumpleaños, y de ella existen tres versiones. La original data de 1915, y está escrita en cuatro movimientos separados pero relacionados temáticamente, mientras que la de 1916 funde los dos movimientos iniciales, para lo cual escribió una transición a modo de puente, aparte de retocar algunas secciones de los restantes movimientos. La versión definitiva (1919) mantiene la división en tres movimientos, siendo el primero el resultado de la mencionada fusión, pero a su vez cambia, reordena y comprime muchos pasajes en los tres movimientos. En todo caso, la obra representa un cambio radical respecto a la sombría sinfonía anterior, por su carácter mucho más brillante y optimista, aunque sus logros formales no son en absoluto menores, en parte por el uso consciente de la idea de rotación, así como por las consecuencias estructurales de las relaciones temáticas entre movimientos. El primer movimiento (Tempo molto moderato – Largamente – Allegro moderato) nace, como se ha explicado, de la unión de lo que sería un típico primer tiempo de sinfonía con un scherzo, lograda mediante una transición compuesta en la revisión de 1916 y que se mantuvo en la de 1919. Sin embargo, hay analistas que prefieren ver en dicha transición un desarrollo, bastante atípico, eso sí, y una escucha atenta de la obra parece confirmar esta impresión. La obra empieza con una exposición en la que se pueden ver hasta cuatro ideas temáticas diferentes, la primera el motivo ascendente mib – fa – do, re – mib – sib, que ya fue utilizado en una música incidental sobre un cuento de hadas de Strindberg en 1908. Todo este material se trabaja según el principio rotacional, tras lo cual empieza lo que, efectivamente, puede ser una transición por la ausencia de referencias temáticas a lo ante- rior, pero cuya función estructural se acerca a la de un clásico desarrollo, por cuanto tras él vuelven algunos de los materiales de la exposición, en versiones muy alteradas y, sobre todo, integrados en un tempo y un carácter que es cada vez más el de un scherzo, cuyos materiales van ganando terreno para imponerse como esencia temática del final de este movimiento. El segundo tiempo (Andante mosso, quasi allegretto) consigue rebajar un poco la tensión ascendente del primero, merced a un material musical contenido que busca más crear expectación sobre lo que está por llegar que crear conflictos en sí mismo. El tercer movimiento (Allegro molto) gira en torno a un majestuoso tema expuesto por los metales en terceras, tema que el compositor asoció (como se lee en sus diarios y en una carta de la época) con el “esplendor de los cisnes en su migración anual alrededor de Ainola”9, y aunque la progresión ascendente hacia el brillante final es típicamente romántica, el proceso se realiza por medios muy alejados de las convenciones formales sinfónicas. La Sinfonía nº 6 en re menor op. 104 (1923) es, sin duda, una de las obras más alejadas de las tendencias de su tiempo, y de ella dijo el propio autor la famosa frase “mientras otros compositores elaboran cócteles con varios tonos, yo ofrezco pura agua de manantial”. En su elaboración —como ya sucedió con la Quinta Sinfonía— se recuperan temas con títulos inicialmente programáticos. En concreto, según han demostrado estudiosos como Tawaststjerna (uno de sus biógrafos más importantes) y Kilpeläinen, se trata de Talvi (Invierno), considerado por el primero como el motivo básico del primer movimiento (Allegro molto moderato), que consiste en un simple ascenso re – mi – fa – sol – la, dentro de una modalidad de re dórico, modo asociado inequívocamente al Kalevala y a la propia personalidad étnica finlandesa por Sibelius desde tiempo atrás. En esta sinfonía, además de utilizar variantes del motivo básico como la – si – do – re o la – si – do – si – la, el modo dórico sobre re alterna frecuentemente con la tonalidad de do mayor, desplazando hábilmente la polaridad hacia uno u otro lado en dos escalas cuyos sonidos constituyentes son, sin embargo, los mismos. El segundo movimiento (Allegretto moderato) no constituye un típico movimiento lento, sino más bien una especie de interludio en tempo moderato aparentemente inocuo en su comienzo (basado en materiales de tipo escala), que progresa sin embargo hacia un característico “vacío en el proceso” asociado a un “cambio en el proceso” cerca del final10, puesto que a la sensación aparente de interrupción del discurso (en realidad se trata de un brusco descenso de la dinámica) le sigue un cambio en la textura y en el material temático. El tercer tiempo (Poco vivace) es el más breve todas las sinfonías de su autor (no llega a los cuatro minutos), y en él se alternan un luminoso motivo inicial con momentos más sombríos y tensos a cargo de los metales y el timbal, separados por un pasaje apoyado en las cuerdas y en el arpa. El cuarto tiempo (Allegro molto) recupera otro de los motivos inicialmente programáticos, el denominado Hongatar ja Tuuli (El Espíritu [femenino] de los pinos y el viento), que aparece aquí en el marco de un tema ascendente basado —cómo no— en la escala dórica, aunque el ambiente armónico se caracteriza también por la frecuente presencia de los modos frigio y lidio, así como de do mayor. La sinfonía termina con un suave descenso en todos sus parámetros hasta un premonitorio silencio final. Despedida La Sinfonía nº 7 en do mayor op. 105 (1924) fue denominada inicialmente Fantasía sinfónica, y así se presentó en su estreno en Estocolmo el 24 de marzo de ese mismo año. Sin embargo, pronto fue rebautizada por su autor con el título de “sinfonía en un movimiento”. Considerada por muchos como su mayor logro compositivo y producto de una compleja y D O S I E R SIBELIUS crítica elaboración, esta sinfonía “se articula como una inmensidad no medible en tiempo real; sus texturas y tempi agitados y en permanente transformación avanzan en una travesía panorámica a través de cuatro secciones, cada una de las cuales aspira a la integridad de un movimiento sinfónico al tiempo que participan en un proceso ininterrumpido de crecimiento dentro de la totalidad”11. Como es evidente, esta sinfonía es una nueva propuesta enmarcada en la trayectoria histórica hacia una forma en varios movimientos unificada en una obra compacta y sin espacios entre secciones, algo que ya habían intentado Schumann, Liszt, Strauss o Schoenberg, entre otros. También hay que destacar la originalidad de su lenguaje o la libertad compositiva que permiten a su autor ofrecer una obra con un verdadero contenido sinfónico, carente de referencias externas, sin tener que recurrir a los arquetipos formales convencionales, lo que supone la culminación de su pensamiento compositivo tardío, de su reconsideración de la forma como un espacio abierto gracias a los procesos de rotación y transformación de las ideas musicales. Una obra de estas características, con relaciones temáticas a veces muy lejanas y en constante variación, en la que además se suprimen las divisiones entre movimientos, ha planteado desde entonces arduos problemas a los analistas, y las soluciones no siempre coinciden. En líneas generales es posible distinguir cuatro secciones, y para ello hay que acudir a momentos donde la tonalidad de do mayor se clarifica, y especialmente a un tema encomendado a los trombones (que recuerda claramente al tema de la trompa en el final del tercer movimiento de la Primera Sinfonía de Brahms) que funciona —en palabras de Simon Parmet12— como “punto de llegada y como la piedra angular organizativa del total”. Para clarificar todo esto, lo mejor es proponer el siguiente esquema para la audición: tra sus afinidades con la Sexta Sinfonía. Tras esto empezó el “silencio final de Sibelius”, los últimos treinta años de su prolongada vida, en los cuales en realidad produjo un par de obras para coro masculino y trabajó en la revisión de algunas obras previas. Lo que quizá pocos aficionados saben es que Sibelius llegó a componer su Octava Sinfonía, en parte debido a la petición de Olin Downes y Serge Kusevitzki. Empezó en 1928, continuó en 1930-1931 y la consideró terminada en 1933, año en el que envió a su copista las primeras páginas de la partitura. Las dudas del autor respecto a lo que había escrito, sus crisis y depresiones personales, le llevaron finalmente al abandono del proyecto. La esposa del compositor, Aino, contó a su biógrafo Erik Tawastsjerna que hacia 1945 Sibelius destruyó una gran cantidad de manuscritos, entre los cuales estaría la Octava Sinfonía. Como es bien sabido, la consideración de la obra de Sibelius ha variado notablemente a lo largo del siglo XX: si en los años iniciales del siglo su música tuvo sus primeros seguidores en Inglaterra y Estados Unidos, no corrió igual suerte en Alemania, Austria o Francia, donde fue tachado de conservador por los adalides de las nuevas corrientes. Mucho peor fue lo que sucedió tras la Segunda Guerra Mundial, cuando la vanguardia serial estigmatizaba todo lo que se saliera del dogma de la serie. Ha sido en tiempos más recientes cuando las nuevas corrientes y las audiencias de todo el mundo han encontrado en su música rasgos de originalidad y modernidad (el uso de la textura orquestal, las novedades y libertades formales) que han puesto en su sitio el legado personalísimo y perenne del compositor que cantó a la naturaleza y a los mitos de su Finlandia natal. Enrique Igoa 1 SECCIÓN 1 (Adagio) Exposición (escala ascendente, tema en las maderas, tema por 4ª, etc.) Tema polifónico en las cuerdas (al final con pizzicato) Tema de los trombones (do mayor) Nueva versión del tema polifónico Transición SECCIÓN 2 (Vivacissimo) Material con apariencia de scherzo Tema de los trombones variado (do menor) SECCIÓN 3 (Allegro molto moderato) Material con reminiscencias populares (do mayor) SECCIÓN 4 (Presto) Recapitulación alterada en el orden y variada de la exposición de la Sección 1 Tema de los trombones como despedida (do mayor) Coda final con reminiscencias del tema polifónico de las cuerdas y breve recuerdo del tema de los trombones *** La última composición de envergadura conservada de Sibelius fue Tapiola op. 112 (1926), un encargo de Walter Damrosch para la New York Philharmonic Society. Se trata de una obra centrada en la tonalidad de si menor, cuyo material temático se genera a partir del motivo re – do # – re – mi – re – do # – si, a veces concentrado en lo que se podría denominar el “ideograma finés”, re – do # – si, lo cual mues- Stefano Russomanno, “Sibelius, muerte y resurrección”. ABCD las Artes y las Letras nº 815, 15 de septiembre de 2007. 2 James Hepokoski, “Sibelius”, The New Grove Dictionary of Music and Musicians (NG). Edited by Stanley Sadie, 2001. London, MacMillan Publishers Limited. 3 James Hepokoski, ibíd. La runa es cada uno de los caracteres que empleaban en la escritura los antiguos escandinavos. En el Kalevala el término se aplica más bien a cada uno de los poemas escritos en tetrámetros trocaicos. Musicalmente se concretan en fórmulas para la recitación consistentes en modelos melódicos para cada par de versos que se repiten obsesivamente entonados por dos recitadores. 4 James Hepokoski, ibíd. 5 Leonard B. Meyer, Emoción y significado en la música. Madrid, Alianza Editorial, 2001, p. 109. 6 James Hepokoski, ibíd. 7 La “Grundgestalt” —literalmente forma o contorno básico— es, según Schoenberg, la idea musical básica de una obra, la frase que contiene su material esencial, el primer pensamiento creativo del cual se puede derivar todo lo demás. Esta forma básica está hecha de elementos más pequeños llamados motivos, cuyos rasgos son los intervalos y el ritmo, combinados para producir una forma o contorno memorable que habitualmente implica una armonía inherente (Arnold Schoenberg, Fundamentals of Musical Composition. London, Faber & Faber, 1967, p. 8). 8 El sufijo “-la” en finlandés significa “la casa o el hogar de”, “donde mora alguien”. De esta forma, Tapiola es el “lugar donde mora Tapio”, el dios del bosque. De igual manera, Ainola es el “hogar de Aino”, nombre de la esposa de Sibelius; así se llamaba la casa cerca de Järvenpää a la que se mudó la familia en la década de 1900 para evitar al compositor las tentaciones del alcohol en la capital. 9 James Hepokoski, ibíd. 10 Véase lo comentado respecto a la Sinfonía nº 4 y la referencia al libro de L. B. Meyer en la nota 5. 11 James Hepokoski, ibíd. 12 Simon Parmet, The Symphonies of Sibelius: a Study in Musical Appreciation. Citado en J. Hepokoski, 125 D O S I E R SIBELIUS UNA DISCOGRAFÍA COMPARADA En 1900, justo después de acabar una composición tan exultantemente nacionalista como Finlandia, Jean Sibelius puso punto final a una breve canción titulada Isänmaalle (A la patria), que Oskar Merikanto dirigió en Helsinki en junio de ese mismo año, al frente de una masa coral de más de tres mil personas. Hasta 76 coros participaron en esa interpretación, que obtuvo un éxito apoteósico. Entre las agrupaciones participantes en ese estreno se hallaba la Sociedad Coral Finlandesa de San Petersburgo, que apenas un año después, bajo la dirección de Mooses Putro, decidió inmortalizar esa página, dejándola grabada en un novedoso artilugio llamado a revolucionar la propia concepción de la música: el gramófono. Järnefelt y el compositor Oskar Merikanto, ambos en su faceta de pianistas, o cantantes como la soprano Maikki Järnefelt o el barítono Eino Rautavaara. La calidad de estos registros, una parte de los cuales ha sido rescatada por el sello finlandés Artie Music, es la propia de la época en que fueron realizados, muy escasa, pero sirven para mostrarnos ese interés de la incipiente industria discográfica por la obra de Sibelius, interés que ha ido en aumento a la vez que se producían los adelantos técnicos en la materia. Cuando Anton Bruckner era un absurdo y Gustav Mahler una excentricidad, Sibelius era ya considerado un maestro, y esos viejos discos así lo reflejan. El maestro finlandés ha estado siempre ahí, posiblemente no en una posición preponderante (no es Mozart o Beethoven), pero sí constante, regular, sobreviviendo a modas pasajeras, a cambios de gusto y paradigmas. De ahí un legado discográfico prácticamente inabarcable, pero también muy centralizado en dos polos geográficos. Por un lado, las Islas Británicas; por otro, Escandinavia y el Norte. De ahí proceden los principales intérpretes y sellos discográficos que nos han transmitido la obra de este creador. Porque Francia, Italia, el mundo eslavo y no hablemos ya de España, apenas le han prestado atención alguna. Tampoco el área germánica, salvo estimables excepciones. A pesar de ello, Sibelius siempre ha estado ahí, siempre ha sido una presencia destacada en lo que a grabaciones se refiere, aunque también hay que reconocer que el seguimiento de su catálogo ha sido muy desigual. Si en los primeros balbuceos de la fonografía eran las canciones las que dominaban la escena, a medida que la duración y capacidad de los discos fue incrementándose fueron ganando terreno las sinfonías y poemas sinfónicos, hasta el punto de constituir la verdadera piedra angular de su catálogo junto al Concierto para violín. En un segundo plano, la música incidental, y ya muy atrás, la de cámara, la vocal y la instrumental. Hoy estos últimos campos, sobre todo gracias a la labor de los sellos nórdicos, están siendo objeto de un especial mimo, pero aun así, es la música orquestal la faceta del catálogo sibeliano que de verdad pesa. C 126 on 106 años a las espaldas, Isänmaalle es uno de los primeros testimonios discográficos que existen de una composición de Sibelius. Los medios de captación y reproducción del sonido estaban dando aún sus primeros pasos, pero ya habían reparado en ese aún joven compositor, que estaba convirtiéndose en todo un símbolo de las esperanzas de Finlandia. Porque ese primer registro no sería una excepción: a él le seguirían muchos más, sobre todo canciones, algo lógico si tenemos en cuenta la escasa capacidad de esos primeros discos, poco apta para recoger composiciones más extensas. Así, son canciones los primeros testimonios fonográficos de Sibelius, protagonizadas por algunos de los grandes nombres de la escena finlandesa, como su cuñado Armas Orquesta Bien, lo hemos dicho antes: la discografía de Sibelius es prácticamente inabarcable. Por ello mismo, en estas páginas no nos queda otra que ser absolutamente selectivos, aunque sin olvidar a los intérpretes recientes, jóvenes o no tanto, que se están ocupando de él. Lo que nos lleva directamente a la Europa del norte, un inagotable vivero de excelentes músicos que en la obra de Sibelius encuentran el reto más apropiado para demostrar sus capacidades. Ahí, pues, es donde se encuentra el punto de referencia moderno en la interpretación de estas partituras, lo que supone un desplazamiento de centro geográfico desde el Reino Unido, donde surgieron los primeros grandes apóstoles sibelianos. D O S I E R SIBELIUS Entre ellos se encontraban Charles Groves, Thomas Beecham y Adrian Boult, cuyos registros, hoy disponibles en EMI o BBC Classics, fueron decisivos para dar a conocer el legado de Sibelius. Pero fue John Barbirolli la primera autoridad fonográfica en la obra sibeliana. Él fue el responsable de una integral sinfónica mítica, realizada para EMI en la década de 1960, y que todavía hoy sigue siendo la referencia indiscutible para acercarse a esta música. Al frente de la Orquesta Hallé, acertó a mostrar con rotundidad la escondida expresividad de Sibelius. Las suyas son versiones incandescentes, atravesadas por un sentido dramático que se desarrolla siempre en crescendo, al mismo tiempo que muestran los múltiples matices y detalles de la sutil escritura instrumental del maestro. Son, en fin, versiones incontestables, por las que los años no pasan. También de las islas procede Colin Davis, un entusiasta de Sibelius, hasta el extremo de haber llevado al disco su ciclo de sinfonías en tres ocasiones: en la década de 1970 para Philips, con la Sinfónica de Boston; en la de 1980 en RCA con la Sinfónica de Londres, y ya en el siglo XXI, en LSO Live con esa misma orquesta, una integral ésta aún en proceso, pero a la que ya sólo le faltan dos entregas, las Sinfonías Primera y Cuarta. En todos los casos, los criterios seguidos son muy similares: un Sibelius extrañamente contenido, dominado por la elegancia y el buen gusto, por la sabiduría a la hora de planificar y construir cada movimiento. Podría parecer distanciado, y a veces lo es en una audición superficial, pero estas versiones en realidad respiran un aire otoñal, unos tintes oscuros que rezuman nostalgia y que penetran hasta lo más íntimo en la naturaleza nórdica de esta música, que siempre parece estar al borde del silencio. Es una concepción diametralmente opuesta a la de Barbirolli, pero convincente y necesaria. Simon Rattle ha sido, hasta el momento, el último británico en coger el testigo sibeliano. Fue en los años 80, para EMI, cuando el director se lanzó a grabar las sinfonías junto a la Sinfónica de la Ciudad de Birmingham, con notables resultados, aunque se eche en falta una mayor comprensión de estos pentagramas. A veces, da la sensación de que aquel impulso y entusiasmo propio del Rattle de hace veinte años domina sobre cualquier otro aspecto. Sibelius ha sido un compositor también muy valorado en Estados Unidos, sobre todo por Leonard Bernstein. El creador de West Side Story grabó un ciclo completo en Sony y sólo la muerte le impidió completar un segundo para Deutsche Grammophon. El primero fue registrado con la Filarmónica de Nueva York entre 1961 y 1967, y supuso toda una revelación. Como no podía ser menos, se trata de lecturas muy personales, en ocasiones incluso caprichosas en la elección del tempo o los ataques, pero que nos descubren aspectos nuevos de cada una de las partituras. Hay brío, impulso, excentricidad, pero, por encima de todo, música a raudales, notas que fluyen imparables y que, en los momentos de pausa, dan lugar a una poesía de extraordinario poder evocador. El retorno discográfico a estos pentagramas en el sello amarillo posee todas las virtudes del último Bernstein. Fue entre 1986 y 1990 cuando el director grabó con una Filarmónica de Viena en estado de auténtica gracia las Sinfonías Primera, Segunda, Quinta y Séptima. La transparencia y el detallismo sonoros ganan en esta entrega en relación a la primera, así como también una mayor fluidez en el desarrollo del discurso musical y en la capacidad de profundización en lo expresivo. Hay ímpetu, sí, pero también la concepción general, en particular en la última de las sinfonías, es más pesimista, más negra y premonitoria. En cambio, el área germánica ha prestado más bien poca atención a la obra de Sibelius en general y a sus sinfonías en particular. Una excepción fue Herbert von Karajan, quien, aunque no concluyó ninguna integral, ni en EMI con la Philharmonia de Londres en los años cincuenta del pasado siglo, ni en DG con su Filarmónica de Berlín en la de los sesenta, defendió esta música con ahínco, realizando unas versiones a veces aparatosas en el plano sonoro (puro Karajan en este sentido), pero también con una apreciable energía. Sin embargo, la referencia aquí la ofrece Kurt Sanderling, quien en la década de 1970 llevó al disco todo el ciclo sinfónico para el sello Berlin Classics. Sus interpretaciones son las de un sabio: progresan con segura e implacable lentitud, sin dejar nada en el aire, y destilan un aliento noble y cálido, que potencia la calidad expresiva de cada una de las notas y acordes. La Sinfónica de Berlín, además, responde como una de las grandes, con colores, pero sin que la pura brillantez instrumental sea el objetivo último de las versiones. La mayoría de estas interpretaciones pueden considerarse ya clásicas. Son referencias, algunas definitivas, pero que aun así no cierran la puerta ni mucho menos a nuevas lecturas, igualmente reveladoras. Y éstas han empezado a venir sobre todo del norte europeo, de las tierras que vieron nacer y crecer al creador de estos pentagramas. Con un pie en Estados Unidos y otro en Escandinavia, aparece Herbert Blomstedt, un director estadounidense de padres suecos que siempre se ha movido entre las dos orillas del Atlántico. Gran intérprete de la música de ese Norte europeo, entre 1989 y 1995 llevó al disco su propia integral de las sinfonías de Sibelius para Decca, al frente de la Sinfónica de San Francisco. Sus lecturas podrían calificarse de racionales. Incluso en las obras de carácter más romántico, Blomstedt se decanta por evitar todo exceso, por contener el discurso y otorgar la preponderancia a la pura construcción de las partituras. De ello resultan unas lecturas ciertamente abstractas y distanciadas, pero interesantes por su sinceridad y la buena prestación orquestal. Llegamos así a la gran hornada de intérpretes escandinavos que han hecho de esta música su principal caballo de batalla. El primero de ellos, es Paavo Berglund, quien en EMI y al frente de la Orquesta Sinfónica de Bournemouth, en la década de 1970 dio uno de los Sibelius sinfónicos más raciales. Su acercamiento a esta música es contundente, agresivo, próximo a cierto expresionismo, rico en clímax, en estallidos de violencia, en contrastes descarnados. Para los que consideren que esta música es fría, esta integral puede suponer un cambio radical de percepción. Pero no todo es violencia, pues también hay magia y emoción. Por todo ello, una de las referencias indiscutibles en este repertorio. Su testigo ha sido recogido por varios directores de esas tierras, quienes han bebido esta música desde que tenían uso de razón, de ahí la fluidez y naturalidad con la que la recrean. Entre los más veteranos, se halla el estonio Neeme Järvi, quien ha sido un infatigable apóstol de estas obras. Su primera integral la realizó para BIS en los años ochenta; la segunda, para DG entre los noventa y la presente década, siempre con la Sinfónica de Goteborg. Irregulares como este mismo director, tienen también ese carácter impulsivo y espontáneo que le define. Y, en el caso de la segunda integral, una calidad sonora extraordinaria que potencia su sentido épico. No menos volcánico y estajanovista es Leif Segerstam, también responsable de dos integrales, una para Chandos y otra para Ondine. La primera corre a cargo de la Real Orquesta Sinfónica de Dinamarca y fue realizada en los años noventa; la segunda tiene como vehículo a la Filarmónica de Helsinki y data de entre 2002 y 2004. Gana esta última por el sentido de la construcción, por la seguridad con que se planifican los diferentes estratos sonoros, algo nada fácil dado lo intrincado del tejido orquestal de Sibelius. Y gana también porque esa calidad técnica se pone al servicio de la expresión. Todo progresa aquí de modo firme, decidi- 127 D O S I E R SIBELIUS 128 do, con pasajes evocadores, pequeños solos cargados de sentimiento… En suma, se trata de versiones que podrían calificarse de contemplativas, si no fuera por el constante movimiento que las agita interiormente, que las hace aparecer vivas, pero, ahí está lo más difícil, sin perder esa cualidad “silenciosa” tan característica de Sibelius. Valioso también es el ciclo llevado a cabo por Osmo Vänskä para BIS con la Sinfónica de Lahti, también en la década de los noventa, que incluye además la versión original de la Quinta Sinfonía. De hecho, estos intérpretes están haciendo de la recuperación de las versiones originales de las obras de Sibelius y su confrontación con las revisadas una de sus grandes apuestas. Ello ya sería en sí un aliciente para escuchar sus trabajos, pero es que además su calidad es incontestable. Son lecturas idiomáticas, camerísticas, construidas a partir de pequeños trazos, de detalles que poco a poco van generando el discurso, a lo que unen una sonoridad particularmente transparente. Jukka-Pekka Saraste en Warner con la Sinfónica de la Radio de Finlandia; Sakari Oramo en Erato con la Sinfónica de la Ciudad de Birmingham, o Petri Sakari en Naxos con la Sinfónica de Islandia son otros directores nórdicos que han dejado buenas interpretaciones de las sinfonías. A ellos se unen otros ciclos, como los de Vladimir Ashkenazi con la Philharmonia de Londres y Lorin Maazel con la Filarmónica de Viena, ambos en Decca, de los que es imposible dejar constancia en estas páginas, dado el espacio disponible y el imponente catálogo del maestro finlandés. Catálogo imponente. Ésa, sin duda, es la palabra más adecuada para definirlo. Por ello mismo, habrá que acelerar el tempo para intentar cubrir el máximo posible de obras y de versiones… Y si antes hablábamos de sinfonías, lo lógico es seguir por Kullervo, un monumental poema sinfónico de juventud, para solistas, coro y orquesta, esencial para la consolidación del renombre del compositor entre sus compatriotas. Aunque Sibelius, descontento con la partitura, acabara prohibiendo su interpretación… Ello ha motivado que no haya tantas versiones de esta, por otro lado, fascinante música, aunque en los últimos años su número se esté incrementando decididamente, quizá por ese eclecticismo tan moderno, que mezcla elementos sinfónicos, poemáticos y operísticos. En cabeza, se sitúa el registro protagonizado en 1992 por Esa-Pekka Salonen para Sony, al frente de la Filarmónica de Los Ángeles, la soprano Marianne Rorholm, el barítono Jorma Hynninen y el Coro de la Universidad de Helsinki. Pocas veces el aliento épico de esta partitura ha alcanzado tal vuelo. Es una interpretación pletórica, seca, poderosa, dramática, llevada con pulso desde el primer compás. 22 años antes, Berglund ya había dejado huella en esta obra con la Sinfónica de Bournemouth, la soprano Raili Kostia y el barítono Usko Viitanen, con el mismo coro que luego utilizaría Salonen. Los tintes dramáticos y operísticos son acentuados aquí, de forma que el drama del incestuoso héroe acaba adquiriendo un tono más descarnado y alucinado. Ari Rasilainen para CPO y Robert Spano para Telarc firman los últimos registros hasta la fecha de esta obra. El primero es claramente superior, gracias al impulso que sabe darle a la partitura, el color, el brío. Desde los primeros compases, se sabe que algo va a pasar. Además, la música gana en inflexiones, en detalles, mientras que la propuesta de Spano es más monolítica, aunque cuenta con una soprano más comprometida, más lanzada a crear una escena de ópera en la que el drama corta como un cuchillo… Poemas sinfónicos y músicas de escena ocupan un lugar primordial en lo que a la música orquestal de Sibelius se refiere. Todos los directores que hemos mencionado como responsables de integrales de las sinfonías, han abordado también ese capítulo y con acierto. Colin Davis, por ejem- plo, vuelve una y otra vez sobre este repertorio. Berglund es otro que insiste, como también Segerstam, el incombustible Järvi o Vänskä, quien, además, ataca, como decíamos más arriba, algunas primeras versiones de obras que luego Sibelius revisó. Entre todas esas composiciones, Tapiola es una de las favoritas, tanto por ser el testamento musical del compositor, como por la propia naturaleza de la música, un impresionismo evanescente, sutil, que se construye a partir de pequeñas células que aparecen y desaparecen. Una pura abstracción sonora, bellísima y seductora, que batutas como la de Karajan elevaban a unos niveles estremecedores. También sobresalen obras como El cisne de Tounela, ésta en detrimento de los otros tres poemas sinfónicos que constituyen el ciclo dedicado a otro héroe trágico del Kalevala, Lemminkäinen. La suite de Karelia o el Vals triste extraído de la suite de Tuonela se hallan también entre las obras más requeridas, aunque quizá la cúspide esté coronada por Finlandia, la principal puerta de entrada a la música sibeliana. Desde el enfoque apabullante de un Karajan hasta la concisión de un Barbirolli, son innumerables las interpretaciones que existen de esta página, más interesante por lo que representa a nivel histórico que por su música en sí. La mayoría de las interpretaciones acuden a la versión puramente orquestal, aunque entre las batutas finlandesas se tienda a incluir también la parte coral, como hace Segerstam en Ondine. Música incidental y poemas sinfónicos suponen también, en algunos casos, el primer campo de experimentación de los directores más jóvenes, que prefieren mostrar su carta de presentación discográfica en este repertorio antes que en las sinfonías. Es ahí, pues, donde se han dado a conocer prometedoras batutas como las de Tuomas Ollila o Mikko Franck, el primero dirigiendo para Ondine la música de escena completa de Karelia, la de Pelleas y Melisande, además de piezas menores como la Suite característica op. 100, y el segundo con el ciclo sobre Lemminkäinen para el mismo sello. Violín y cámara El Concierto para violín es otra de las partituras que ha concitado la atención de los intérpretes. Imposible aquí hacer una relación de las distintas versiones, tal es su número y entidad. Entre las absolutamente referenciables, destaca la realizada por Anne-Sophie Mutter en 1995, al lado de la Staatskapelle de Dresde dirigida por André Previn para Deutsche Grammophon. Ya desde los primeros compases se observa que estamos ante una lectura incandescente, que otorga humanidad a una partitura endiablada que en muchas ocasiones puede quedar reducida a un mero vehículo de lucimiento técnico. No es el caso, sobre todo por esa incandescente interpretación de la solista, muy por encima de una orquesta que parece quedar apocada. Un año más tarde, Mariss Jansons dirigía a otra violinista de altura, Sarah Chang, en un registro para EMI, con la Filarmónica de Berlín. El tópico de la frialdad oriental a la hora de abordar la llamada “música clásica” queda rápidamente desvanecido escuchando esta lectura, matizada, poética, ensoñadora, al mismo tiempo que rauda y vibrante. Por incluir la versión original de esta obra, es muy estimable la interpretación llevada a cabo por Leonidas Kavakos en 1992 para el sello BIS, con Osmo Vänskä al frente de la Sinfónica de Lahti, en un disco que incluye también la revisión final de la obra. La lectura es cálida y técnicamente impecable, pero lo que más destaca es la posibilidad de comparar, de ver cómo Sibelius volvía sobre sus obras. Mas el solista que más se ha distinguido en los últimos años por dar a conocer la obra violinística de Sibelius es Pekka Kuusisto. En 1996, prácticamente salido de la Acade- D O S I E R SIBELIUS mia Sibelius, propuso a Ondine grabar el mismo concierto que le procuró el premio en el concurso internacional de violín que lleva el nombre del compositor y que tiene lugar cada año en Helsinki. No defraudó las expectativas, máxime cuando apareció acompañado por una batuta que se las sabe todas en este repertorio, la de Segerstam. Su registro se ha convertido ya en un clásico, en una de las más perfectas cartas de presentación de Ondine, y ello gracias a una entrega total, por su articulación ligera, su naturalidad o su tono incisivo. Kuusisto, además, ha abordado otras obras concertantes de Sibelius, en las que él mismo ha actuado como director al frente de la Tapiola Sinfonietta. Obras menores como las Seis humorescas, las dos Serenatas (ya grabadas por la Mutter) o la Suite, adquieren una ligereza y vivacidad casi mozartianas. La grabación de Ondine data de 2006 y es de las pocas en este repertorio. Lo mismo puede decirse de las composiciones de cámara para violín y piano, que Kuusisto ha registrado para el mismo sello discográfico. Uno de sus pocos competidores, y de peso, es su hermano Jaakko, que tiene en BIS las obras de juventud para violín y piano del maestro. Sin duda, no son lo mejor del catálogo sibeliano, pero merecen cierta atención. En general, la música de cámara e instrumental del finlandés ha quedado eclipsada por el capítulo sinfónico. Aun así, los cuartetos de cuerda, incluyendo las obras de juventud, parece que empiezan a salir de ese limbo. Disponemos ahora de una integral de la obra cuartetística, debida al Cuarteto Tempera y publicada por Ondine, que va más allá del Cuarteto “Voces intimæ”, el único que hasta la fecha había deparado algo de atención. Por ejemplo, al Cuarteto Melos, que lo grabó en 1998 para Harmonia Mundi, con óptimos resultados, aunque también con un enfoque un tanto distanciado. Más densa, más hermosa y más expresiva se muestra la interpretación del Nuevo Cuarteto de Helsinki, que lo llevó al disco en 1998 para el sello Finlandia. Su trabajo, acoplado en un doble álbum con los tres cuartetos de juventud del maestro finlandés, interpretados con pulcritud por el Cuarteto de la Academia Sibelius, constituyen un buen precedente a la reciente versión del Tempera, a día de hoy referencial por lo completo de la misma y por su entidad musical. Piano y vocal Aunque era violinista de formación, Sibelius escribió mucho para piano. Muchas de esas obras son transcripciones de originales orquestales; muchas, también, son partituras menores, casi podríamos decir que “alimenticias”, que no deparan demasiados riesgos a los intérpretes. Pero hay que saber tocarlas, y ahí uno de los que más brilla, aunque no haya llevado a cabo integral alguna, es Olli Mustonen, quien en 2002 grabó para Ondine las Diez piezas para piano op. 58, las Trece piezas op. 76 y las Bagatelas op. 34. Es uno de esos casos en los que el nivel de la interpretación supera al de la música, por el color que el pianista es capaz de extraer de estos pentagramas, la vivacidad que emplea, el sentido del juego y del fraseo. La integral que Havard Gimse llevó a cabo para Naxos es en este sentido más neutra, y tiene el interés básico de presentar obras casi desconocidas a un precio sin competencia. Y lo mismo puede decirse de la firmada por Annette Servadei para Regis, o de la Folke Gräsbeck, para BIS. Prácticamente desconocida fuera de las fronteras de Finlandia, la música vocal también está conociendo cierto auge en los últimos años, con lo que en cierto modo se cierra el círculo abierto por las primeras grabaciones dedicadas al compositor. En sueco y en finés, es una música que requiere un buen conocimiento del idioma, pues en ella la palabra es fundamental. Es también técnicamente compleja, como Luonnotar, que la soprano Soile Isokoski grabó en 2005 con la Filarmónica de Helsinki, bajo la batuta de Segerstam, en un programa que incluye también canciones orquestales. No era, empero, la primera vez que esta intérprete abordaba esta música: ya lo hizo con Neeme Järvi diez años antes, si bien aquí los resultados son más convincentes. En lo que se refiere a los lieder con piano, éstos han movido a algunas de las grandes voces de su área geográfica para interpretarlos, como la soprano Karita Mattila y el barítono Jorma Hynninen, ambos en Ondine, o la soprano Birgit Nilsson y la mezzosoprano Anne Sofie von Otter, ambas en BIS. En la actualidad, el tenor Hannun Jurmu, con el pianista Jouni Somero, está llevando a cabo una integral para el sello Naxos, en la que se da cabida a piezas hasta ahora desconocidas. El catálogo de Sibelius no se agota en estas citas, y menos aún sus propuestas discográficas. Quedan su única ópera, quedan las obras sinfónico-corales, las corales, los melodramas, muchísima música de cámara… O las composiciones de circunstancias, entre ellas marchas con dedicatorias más bien sospechosas… Valgan, en todo caso, estas líneas, para una primera aproximación al maestro, sobre todo a aquel capítulo, el sinfónico, que ha hecho de él uno de los compositores verdaderamente grandes de la pasada centuria. Juan Carlos Moreno 129 ENCUENTROS JONATHAN NOTT “HOY NO GUSTA ASUMIR RIESGOS” E Richard Haughton n el año que acaba, el director británico Jonathan Nott (Solihull, 1963) ha enterrado su máscara de anónimo para convertirse en la luminaria que nunca pretendió ser. Claro que, a lo largo de estos meses, ha dedicado la mayor parte de su tiempo a trabajar con su Sinfónica de Bamberg, una peculiar orquesta creada en este lugar de 70.000 habitantes en 1946, y cuya música entronca con Mozart directamente ya que sus integrantes proceden en última instancia de la Filarmónica Alemana de Praga que, en 1787, estrenó Don Giovanni con el compositor al frente. Pero en estos meses, Nott ha presidido además la segunda edición del Concurso Mahler para jóvenes directores y ha mostrado su ductilidad como artista estelar en el Festival de Lucerna: frente a sus músicos de Bamberg como orquesta residente, y con el Ensemble InterContemporain, del que fue titular y ahora primera batuta invitada. Aunque el dato más relevante va unido a su debut el pasado mes en el pódium de la Filarmónica de Viena, al que regresa en la próxima edición del Festival salzburgués. Su despacho, lleno de luz suave de Baviera, está ordenado, como su cabeza, meticulosamente. Sólo un par de cochecitos de juguete en un rincón hacen pensar que esos artefactos teledirigibles pudieran ser su evasión. Todo es más sencillo “Me los ha traído un músico de la orquesta para mis hijos, dice, porque les encantan, y como estoy a punto de irme a Londres a pasar unos días con la familia, se los llevaré”. 130 Unos días de descanso para un año glorioso, después de haber presentado un balance deslumbrante en la temporada 2006-2007. Lleva siete años como titular de la Orquesta de Bamberg, con la que ha renovado hasta 2010. ¿Es su tope, o es amigo de grandes relaciones? Esa temporada, que empecé dirigiendo la Filarmónica de Múnich y luego las de Nueva York y Los Ángeles, fue muy importante para mí, teniendo en cuenta además la invitación que me hizo la Filarmónica de Viena para debutar con ella en dos conciertos en la Konzerthaus con obras de Berio, Hass y Lutoslawski. Parece que ha funcionado todo, y el verano que viene repetimos en el Festival de Salzburgo con los Kindertotenlieder de Mahler y la Inacabada de Schubert. Y antes de los vieneses estuve trabajando con la Orquesta de la Radio de Holanda… Creo que es suficiente. Ahora me apetece algún tiempo libre para concentrarme en mí mismo. Poder desarrollar una relación duradera con esta orquesta se me ha presentado como una maravillosa oportunidad, porque los músicos con los que trabajo son muy generosos y colaboradores, por lo que considero que son ellos quienes me están dando la oportunidad de desarrollarme como director. Se establece una relación privilegiada a la hora de entregar y recibir, porque es una orquesta muy flexible. A veces tengo que pararme a considerar hasta qué punto reconozco música mía en lo que hacemos, y cuánta estamos creando juntos. Esa sensación sólo se percibe cuando se mantienen largas relaciones con una orquesta, y con ellos paso muchas semanas cada año. Más de las que se especifican en mi contrato [sonríe], pero no me importa, porque asumo que también es bueno para mí. En estas circunstancias se entiende que no encuentre razón alguna para cambiar. No imagino dónde podría sentirme más feliz. Esas cosas dependen en gran parte de la gente de la que te rodeas, y cuando recientemente se supo que Paul Müller, nuestro gerente, iba a dejarnos, sentí perderlo y, al tiempo, empecé a darle vueltas a ver dónde dábamos con alguien con quien trabajar tan bien como con él lo he hecho, y con quien vivir momentos de emoción como la que hemos experimentado juntos. Aunque es el periodo más largo de relación laboral, tampoco se había caracterizado antes como ave de paso. Eso parece. Estuve cuatro años en ENCUENTROS JONATHAN NOTT Francfort, cinco en Wiesbaden y otros tantos en Lucerna. Pero esta orquesta gana, habida cuenta que estoy en ella desde septiembre de 2000. El año pasado dirigió, dice, dos orquestas americanas que parecían desnortadas para elegir maestro. ¿No le llamaron nunca a usted? No. En ambos casos repetía como director invitado con ellas, pero hasta la fecha no me han llamado de esas ni de ninguna otra de Norteamérica para ser titular. Me pareció estupendo dirigir esas grandes orquestas de Nueva York y Los Ángeles, sumergiéndome en un tipo de vida distinto al habitual. Reconozco también que en la segunda visita a Los Ángeles me lo puse más difícil que en la primera dirigiendo la Cuarta de Mahler. Para el regreso pensé en la Sexta de Schubert, y lo primero que me propuse fue encontrar el alma de la orquesta. Porque la música de Schubert, que deberían tocar todas las orquestas, no siempre se hace bien. Pero me gusta asumir riesgos, y en lugar de proponer un Chaikovski, por ejemplo, fui adelante con la idea, a pesar de haberme enfrentado con ellos una sola vez en mi vida. Al final creo que salió bien, y el esfuerzo valió la pena. Con todo, sigo pensando que para los retos con una orquesta sólo debes aceptarlos si te respalda una larga relación. Tal vez porque usted vive en un núcleo aislado en el que olvida esa tendencia a reducir el tiempo de ensayos a la mínima expresión. Respecto a eso, tengo dos puntos de vista después de mi larga experiencia en teatros de ópera, donde he tenido que dirigir obras de magnitud realmente grande, como Otello o Götterdämmerung, sin ensayo previo. Directamente en la representación. Si te acostumbras a ese régimen de noensayos tienes que aprender a transmitir apoyándote en todos los gestos de tu cuerpo y a controlar cualquier gran catástrofe posible con tres acordes de anticipación. Para evitar tal cataclismo en un margen tan reducido de tiempo, tienes que ser consciente en todo momento de la situación, de qué está pasando, de hacia dónde se dirige aquello, sabiendo expresarte con tus manos, no con la voz. Eso es algo que tengo asumido del modo británico de enseñar música a los futuros directores de orquesta en el que me eduqué. Debiendo ser bueno sin tener tiempo, obligado a hacer música de una manera espontánea, porque no tienes mucho margen para explorar en ella. Eso se traduce ahora, dependiendo de la obra que vaya a dirigir, en que me guste todo lo que se puede llegar a hacer sin ensayo, o con uno sólo en un tiempo muy reducido. Nadie sabe cómo te las puedes ingeniar para conseguir ciertos fraseos a la orquesta. Pero extraer determinadas imágenes de una partitura, redondeándola con la grandeza de un do mayor, no lo puedes hacer si no es metiéndote en la obra paso a paso, discutiendo punto por punto las frases y los acordes individualmente con cada instrumento. En esos momentos eres de verdad consciente de lo que significa dirigir. Por eso digo que no me importa la falta de ensayos si lo asumo como un reto, y que todos los directores deberían someterse a esas situaciones y conseguir un buen sonido. Por eso me siento muy feliz con mi Orquesta de Bamberg con la que, si necesito una semana de ensayos, puedo permitírmelo. Dirigir Otello o Götterdämmerung sin ensayos, ¿se debió a sustituciones de último momento? No. Sencillamente, porque eso era hace diez años algo habitual en los teatros de ópera de Alemania. Trabajaba entonces como director adjunto a las órdenes del principal, y en ocasiones, como me ocurrió en Francfort con La nariz, se podía dar la circunstancia de que se había ensayado en escena con coros y piano, pero nunca con la orquesta. Y las representaciones —luego había muchas en las que todo se iba ajustando— debían empezar. Creo que eso se sigue haciendo en algunos lugares de Alemania. No es el rodaje ideal, pero qué le vas a hacer. Siendo director en Wiesbaden, tuve que hacerme cargo de una Tetralogía de Wagner al completo ¡con cuatro ensayos en total… para todo el Anillo! Parecía imposible, y al final piensas que mejor cuatro que ninguno. Usted empezó muy joven. Hace veinte años dirigía su primera ópera. Al presidir el Concurso Mahler de directores que se convoca en la sede de su orquesta, ¿comparaba la ambición de los jóvenes de hoy con los de entonces? Claro que he pensado en ello. Mirándoles, quería recordar lo que yo hacía a su edad. Tenía claro entonces que optar como candidato a un concurso de esta categoría sólo se justificaba si era para ganarlo. Es impensable querer presentarte sin esa voluntad cuando se te está brindando una oportunidad extraordinaria. Debes hacer todo lo posible por atraparla. Aprenderte la obra muy bien y jugar todas tus cartas para lucirte ante esa gente que tiene tanto que decir, porque si consigues ganar puedes convertirte en una estrella de la noche a la mañana. Eso es lo que estás imaginando cuando aceptas enrolarte en un concurso. Las presiones que yo sentía hace veinte años no eran menores. ¿Cuál fue el momento decisivo para el arranque de su carrera? En Francfort, donde empecé a trabajar con 27 años, antes de cumplir los 28 me surgió la oportunidad de enfrentarme a una orquesta como profesional y, sin ningún tipo de ensayos, tuve que dirigir La finta giardiniera y al tiempo, hacerme cargo de una obra contemporánea que estaban remontando, en ese caso, con ensayos. En la misma semana dirigía en la sala grande la ópera de Mozart, en la pequeña la obra nueva, y en ambos casos con la presión de hacerlo para un público que había pagado y, por tanto, exigía. Si cometía errores, sufriríamos todos las consecuencias. Si en un concurso hoy la presión está relacionada con las cámaras de televisión y el contingente de prensa internacional, la que yo viví en mis comienzos, aunque fuera de distinta índole, no fue menor. Su caso no es aislado. Naturalmente que no. Los grandes nombres de la escuela alemana, Böhm, Karajan, y todos los directores de la gran tradición que pasaron por la ópera, crecieron rápidamente por la experiencia que este género proporciona. Por eso no puedes decir que no estas preparado para dirigir un Anillo sin ensayos previos. Yo dije, puedo hacerlo y lo voy a hacer bien. Y resultó, después de sobreponerme a los nervios y a mis propias dudas antes de aceptar el reto. Esos matices diferencian lo que yo viví en mi momento y lo que puede pasar en una semana quien se presenta a un concurso. En los dos casos se trata de arriesgarse. Ellos, desde el pódium, con los nervios que pueda producir semejante situación sin una partitura delante. Pero es que nadie debería tener nada en el atril para dirigir el primer movimiento y el Finale de la Primera de Mahler. Incluso funcionará mejor, porque sin partitura, se puede contar mejor la historia. Pero hoy no gusta demasiado asumir riesgos. Y ustedes se llevan sorpresas, como en esta edición, que el primer premio quedó desierto. Claro que sí. En la anterior enseguida destacaron dos participantes que convencieron a todos. Uno de ellos, Gustavo Dudamel, que tenía algo especial y era capaz de fascinar con todo lo que hacía. Por eso es de imaginar que nos sintiésemos tan satisfechos de haberle dado la oportunidad perfecta, y él feliz por haber podido demostrar con precisión la madera de director que tiene, capaz de deslumbrar con su inmenso talento que le va 131 ENCUENTROS JONATHAN NOTT servir para desarrollar una gran carrera tal y como estamos viendo ya. Decía que, sin asumir riesgos, los candidatos quieren ser estrellas. A los cantantes se les acusa de arruinar sus carreras por correr demasiado… …Es verdad. Y llegaría más allá. Cuando alguien gana un concurso importante de dirección y a la mañana siguiente recibe varias invitaciones de distintas orquestas importantes, debe estar muy despierto en ese momento para saber cuándo decir que sí y cuándo que no, porque toda esa gente sabe bien cómo ejercer presión sobre ti para que aceptes. Si eres como Gustavo Dudamel, o muchos otros ganadores de primeros premios que dan el sí porque les gusta aceptar retos y correr sin quedarse parados, tienes razón al aceptar. Lo digo a mis 44 años, y desde la convicción de lo maravilloso que es hacer música. Pero si no vas tan deprisa y canalizas tu energía, te sitúas en otros planos de comunicación con los demás músicos. No es cuestión ni de ir dando saltos arriba y abajo ni de mirarte al espejo para sentirte grande. Puedes optar por cualquiera de las vías, y en ambos casos estás en el mismo negocio de la música. La duda surge cuando pretendes llegar a ser con los años un viejo y sabio director. Entonces tienes que optar por otro tipo de carrera, y saber estar en el lugar preciso desde el que desarrollarte gradualmente. No sé si la opción de Los Ángeles —una hermosa ciudad con una orquesta buenísima— es la mejor para Gustavo Dudamel. Espero que él tenga claro lo que pretende, porque es aún muy joven. Personalmente, prefiero estar con 44 años donde estoy. Soy feliz después de haber acumulado muchísimas experiencias, porque aquí controlo la situación. Tal vez porque no ha pretendido ser una estrella. También eso es posible. Tiene razón. ¿Qué consejos daría a los que llegan? ¿Ser o no ser…? … esa es la cuestión [Risas]. Ha puesto el dedo en la llaga. A Dudamel, por ejemplo. 132 Le habría dicho: quédate en Gotemburgo y no aceptes Los Ángeles. Desaparece durante unos años, y prepárate a fondo. De este modo, está malgastando energía, y eso se percibe. La última vez que estuvimos juntos lo noté cansado. Aquella fuerza ya no está ahí y, de ser así, está perdiendo parte de aquello que lo elevaba a la categoría de fenómeno. Cuando estás cansado no puedes hacer determinadas cosas. Ante todo, debes descubrir tu personalidad y sacarle partido. Incluso aplicarla a su orquesta y conseguir milagros, haciéndola florecer después de una etapa de crisis. ¿Ha recurrido a parámetros de empresa? Primero hay que establecer una buena asociación en cuanto a los trabajos de organización donde cada cual sea bueno en su cometido, tenga su papel asignado y lo sepa defender. Tú, por tu parte, debes estar suficientemente preparado para cumplir con la parte que te corresponde. Luego, necesitas una orquesta con emociones, no unos músicos a los que simplemente les pagan por estar ahí. Que estén inspirados y sepan transmitir esa inspiración, sintiendo que forman parte de un colectivo que trabaja junto. En eso consiste mi gestión. Ese es el liderazgo, que puede construir o disgregar. Si construyes, puedes utilizar toda la energía que te llega. Crisis económica o artística, ¿cuál le preocupa más? En Bamberg vivimos una gran crisis financiera que nos obligó a plantearnos si la orquesta dejaba o no de existir, pero afortunadamente las personas que debieron decidir en aquel momento dijeron que adelante, después de que nosotros hubiéramos probado que la parte artística estaba viva y funcionado. Si las dos partes van de la mano, no nos planteamos una crisis por dinero. No existe la preocupación de que nos falten fondos para dar vida al arte. Mi única preocupación es la de mantener el arte vivo. Y aquí tenemos una orquesta que toca para la población de Bamberg —un 10 por ciento de la cual acude a los conciertos— y es consciente de que forma parte de la vida de la ciudad. Por la misma razón, la gente que vive aquí ve la orquesta como una parte de su vida. Así, nosotros les traemos el arte de la música a cambio del dinero que ellos aportan: la combinación perfecta. No tengo por qué estar preocupado por el dinero; sí por si lo gasto sabiamente. Mi preocupación se expresa en términos como ¿estamos tocando lo bien que podemos? ¿Hay algo mejorable? Cuestiones fáciles de responder. Si me paro y digo que todo está bien, no estoy usando el dinero convenientemente. Si me pregunto: Jonathan Nott, ¿la Sinfónica de Bamberg está creciendo?, ¿sabemos decirle al mundo por qué somos músicos y por qué la música es importante?, estoy explorando otras vías para llegar a nuevas audiencias. ¿Como cuáles? Proporcionando nuevas cosas al público más veterano, que descubre nuevas maneras de escuchar la Séptima de Beethoven que nosotros le estamos enseñando. No es que no conociera esa sinfonía, sino que tene- mos que redescubrírsela cada vez que se toca. Ese es el poder de ese gran arte que es la música. Mientras te impliques realmente en ella y no pares hasta dar lo mejor de ti, estás usando el dinero apropiadamente. Percibo que cuento con su apoyo, pero tengo que trabajar duro. ¿Los músicos responden a sus exigencias? Ellos son tan capaces de asumir la tradición —Bruckner, Brahms, Beethoven y lo que cualquiera pueda esperar de una orquesta alemana—, y hacer también otras cosas extremadamente bien. Desde darle un color especial, distinto, al sonido, a responder ante la música contemporánea. Sin costarle trabajo pasar de Mahler a Ligeti, como se vio en el último Festival de Lucerna. Se sienten cómodos con la vanguardia, y en la tradición son los perfectos embajadores del arte alemán. En esa afinidad con la música de hoy habrá influido la formación extra que usted les aporta por su trabajo con el Ensemble InterContemporain. Hay gente que me relaciona bien con ese tipo de música y hay otra que me conoce sólo por la clásica. Lo raro era dar con alguien que me conociese en los dos campos. Hasta que empecé a programar música contemporánea dentro de un concierto de repertorio tradicional sinfónico. Lo bueno es que las orquestas se manejen en ambos repertorios y sean capaces de combinarlos cómodamente en un mismo programa. Desde que era un niño he estado expuesto a la música contemporánea. Es mi arte, nuestro arte y deberíamos estar orgullosos y sentirnos cómodos en él, sin restarle importancia al arte de generaciones de cientos de años atrás. Es engañarse a sí mismo, en mi opinión, decir que te gusta Beethoven y no Boulez. Eso significa que no has descubierto como es debido qué hay en esos dos mundos. Posiblemente ni siquiera has descubierto los elementos alocadamente modernos que hay en Beethoven. De lo contrario, estarías muy incómodo con sus Sinfonías Séptima y Octava. Teniendo experiencia con Wagner, y Bayreuth a tiro de piedra, ¿no le han invitado al Festival? Siempre he disfrutado con su música, a la que siempre acaba conduciéndome algo. De un modo u otro, mi vida ha estado en relación con Wagner. Mi primer Anillo lo dirigí en Wiesbaden, donde vivió. Luego fui a Lucerna, donde también vivió, y ahora estoy en Bamberg, a 70 kilómetros de Bayreuth. No me lo han propuesto, pero me encantaría que lo hicieran, porque me encantaría dirigirlo allí. Juan Antonio Llorente CLASSICAL JAZZ CONTEMPORARY TRADITIONAL Think louder this year Knowledge is power, and contacts are all about how you can get that knowledge and use that power. MIDEM Classique & Jazz offers you access to 1,100 dedicated companies from 60 countries, allowing you to get in touch with over 10,000 professionals from the record, live music, publishing, music for image, digital & mobile and branding sectors. Don’t forget, the earlier your register, the less you pay. To find out more go to www.midem.com/classique Alternatively, contact Christophe Chiappa or Paul Barbaro Tel: +33 (0)1 41 90 44 60 or Email: [email protected] Join the global industry community as it gathers to hear talents and build new partnerships. 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Es una visión según la cual la vida de los músicos podría compararse con la de esas tortuguitas que todos hemos visto alguna vez en los documentales: recién nacidas, se arrastran torpemente por cientos de la playa al mar. Antes de tocar el agua, unas cuantas ya saborean lo dura que es la vida, cayendo víctimas de las aves del lugar. La selección continúa en el agua y sólo unas pocas llegan a adultas, acercándose en años sucesivos a las playas a desovar y renovar el ciclo vital. Así, los músicos salen del cascarón y empiezan a caer como moscas, hasta que sólo unos pocos afortunados, especialmente dotados por la naturaleza, acaban firmando el contrato con la discográfica X o el agente internacional Y. Los que caen en el camino se dedican, los pobres, a dar clases o incluso en casos muy sangrantes se conforman con ser críticos, o se convierten en integrantes de esa masa anónima que asiste a los conciertos y que llamamos público. Purasangres 134 Todo esto estaría muy bien si no fuera por el pequeño detalle de que para que existan estos músicos/purasangres hacen falta caballos, pero también hipódromos, prensa deportiva, fábricas de piensos y jockeys. Tocar, tocar y tocar es por lo tanto algo que podrán hacer unos pocos, pero no un modelo para la subsistencia de la música como arte. La música es un campo de conocimiento artístico en permanente evolución, en el que no sólo existen los intérpretes puros, sino que encontramos compositores, estudiosos, gestores, profesores, críticos, editores, públicos y un larguísimo etcétera necesario para la renovación del ciclo vital de la música. Este largo etcétera incluye un elemento decisivo: el creador reflexivo, que al estudiar y reflexionar sobre su propia experiencia genera nuevas preguntas y respuestas aplicables a la experiencia de otros. Si la música es un campo del saber, un área de conocimiento, algo que pocos discuten, una de sus principales necesidades es la de generar nuevos conocimientos de una forma sistematizada. Esta sistematización a la hora de generar el conocimiento propio de la disciplina es, por lo tanto, el objeto de la investigación artística. Hablar de investigación artística es hablar de algo nuevo que a la vez se ha estado haciendo durante siglos. ¿Qué podría ser sino investigación artística el trabajo colectivo que llevó a la creación de la fuga como forma de composición? ¿O la invención y posterior evolución en la fabricación de instrumentos musicales que hoy miramos como si siempre hubieran existido? ¿Y la invención del trío de jazz? Los ejemplos de investigación artística no sólo son numerosos en la historia, sino que en cierto sentido la historia de la música se ha escrito desde un punto de vista interesado que sólo tiene en cuenta aquellos “inventos” que han tenido éxito y han perdurado hasta nuestros días. En esta categoría entra todo, el chotis, la voz de la Callas, la polifonía, la música de Bali, las óperas de Wagner, las tradiciones populares, etc. Podríamos decir mucho sobre la vanidad que supone considerar el pasado como este pedestal preparado para que nosotros apoyemos bien nuestro presente, pero esa es otra cuestión. Lo cierto es que, con vanidad o sin ella, la música es un arte que se ha nutrido de avances, retrocesos, desvíos y encontronazos más o menos conscientes. Todas estas acciones han generado nuevos contextos y propuestas sobre los que la música ha vuelto a renacer como forma de expresión artística y multiforme. Han generado el conocimiento y la experiencia necesarios para la evolución y adaptación de la música a la vida. La investigación artística es por lo tanto una realidad que tiene raíces en la tradición, pero ha existido de forma espontánea y se ha desarrollado al margen de las estructuras académicas. Sin embargo, no todo lo relacionado con la investigación musical ha seguido los pasos de la heterodoxia. Hay campos de investigación musical que ya tienen una tradición universitaria: la psicología del aprendizaje, la musicología, la historia, la musicoterapia, la sociología, son algunos de estos campos. De hecho estamos acostumbrados a leer en los periódicos noticias sobre descubrimientos científicos relacionados con experimentos en los que las habilidades musicales se convierten en importantes indicadores, experimentos sobre la localización en el cerebro de cierto tipo de respuestas, sobre las respuesta de personas con discapacidad o niños muy pequeños a impulsos musicales, viejas partituras manuscritas que aparecen cuando se consideraban inexistentes o perdidas y un larguísimo etcétera. La investigación artística es un concepto que va a definirse en los próximos años. Lo que la hace interesante es que van a ser precisamente los músicos más cualificados, y no personas tangencialmente relacionadas con la música, quienes van a protagonizar los más notables avances dentro de la misma: instrumentistas, directores de orquesta o de coro, compositores, cantantes, etc. El reto que se presenta a la investigación artística es incorporar a protagonistas de la creación a un proceso tradicionalmente reservado a los teóricos puros. Kchbrown EDUCACIÓN Asociación Europea de Conservatorios, AEC: “La integración de la investigación en la estructura de un conservatorio supone dar continuidad a la eterna búsqueda del músico en la resolución de numerosas y complejas preguntas que surgen a lo largo de su vida artística. Al abrir un espacio institucional para la reflexión y el análisis en los niveles más altos y en conexión con los fines propios del conservatorio, estamos ayudando no sólo a los que realizan la investigación. También creamos una cultura de la investigación, un clima de indagación, análisis y experimentación que al final beneficia a toda la comunidad educativa y sirve al desarrollo de la institución como motor de la cultura”. Pedro Sarmiento [email protected] MÚSICOS EUROPEOS EN BATA BLANCA El mercado de los alumnos Existe un riesgo asociado a esta nueva vía de avance artístico, que también lo es de promoción profesional: la irresistible tentación de convertirla en un mercado de alumnos y distinciones académicas. En una época en la que los centros superiores y las universidades compiten abiertamente por atraer a nuevos alumnos, habrá quien presente la investigación artística como una continuación natural de los estudios. Si este es un mal que se ha practicado desde el mismo entorno universitario, en el que no es raro que las tesis doctorales se conviertan en requisitos administrativos para aspirar a puestos de trabajo, no sorprende que alguien siga la misma estela desde la orilla artística. Prevalecerán, afortunadamente, las instituciones educativas que asuman su papel en la construcción de un modelo nuevo de altísima calidad, algo que por cierto no asustará a los músicos más preparados. ¿No es acaso altísima calidad lo que pedimos a los músicos cada vez que vamos a escucharlos en un concierto? Puede ser útil citar una guía de la C onocidos intérpretes europeos, como Jos van Immerseel, se dan cita en el Instituto Orpheus de Gante, un centro que coordina un proyecto europeo para hacer un anteproyecto de estudios de doctorado en música (DoCuMa). Participan en DoCuMa el Royal Collage of Music, el Royal Holloway, las universidades de Oxford, Leuven, Leiden y el Conservatorio de Ámsterdam. El objetivo es dar forma a un doctorado basado en la práctica musical y para ello se definirán claramente la investigación práctica en su aplicación musical, un currículo para las especialidades musicales que entren dentro de este campo y un proyecto piloto para el currículo en el Royal Collage y el Instituto Orpheus. No es ni mucho menos la única iniciativa europea en este campo. La disciplina es relativamente nueva y la situación cambia de unos países a otros, pero también existen ejemplos de una larga tradición investigadora desde centros de enseñanza musical. Es general la preponderancia de la universidad en el campo de la inves- tigación, pero mientras unos países han incorporado ya desde hace años la enseñanza de la música a sus esquemas universitarios, otros, como están lejos de asumir estos planteamientos. En una encuesta realizada entre doscientas veinticinco instituciones educativas europeas especializadas en música, cuarenta y cuatro dijeron ofrecer estudios de doctorado en 2005. Los casos son muy dispares. El Instituto Orpheus, por ejemplo, es un ejemplo basado en la cooperación con sus vecinos holandeses y belgas y un caso especial por dedicarse únicamente y desde hace años a la formación de postgrado. Una característica común es la existencia de procesos muy selectivos a la hora de aceptar candidatos para los programas de estudio, así como la larga duración de estos estudios, que es de casi cuatro años por término medio para estudiantes a tiempo completo y de cerca de seis para estudiantes a tiempo parcial. Pedro Sarmiento 135 JAZZ ABBEY LINCOLN Y MAX ROACH: UNA FLOR NEGRA Y UN RECUERDO AMARGO E 136 s la última gran dama negra del jazz vocal y la más firme heredera del canto dramático, señorial y estriado de Billie Holiday. También es superviviente en una época de voces cortadas por el mismo patrón, el del éxito, y una revolucionaria en tiempos políticamente correctos, así desde hace más de cinco décadas, que es la edad de su canción. A Abbey Lincoln (Chicago, 1930) el recitado jazzístico le sale natural y cercano, porque es cantante de hoy, como ayer lo fue del mañana. Según el registro americano es Anna Marie Wooldridge, aunque luego también se diera a conocer como Gaby Lee o Aminata Moseka, afiliación nominal a la que se adscribió a comienzos de los setenta, coincidiendo con la reivindicación africana de numerosos jazzistas. Su despegue jazzístico contó con el apadrinamiento del legendario saxofonista Benny Carter, para luego establecer fructíferas colaboraciones junto a jazzistas como Kenny Dorham, Sonny Rollins, Benny Golson o Wynton Kelly. Ya más recientemente ha compartido experiencias junto a otros grandes del género, como Stan Getz, Cedar Walton, Steve Coleman, Charlie Haden, Archie Shepp o Roy Hargrove, lo cual explica el poso y el peso creativo de esta gran señora. Y también explican que su voz sea hoy, igualmente, semillero de todas las gargantas femeninas que se asoman a nuestros hogares y escenarios. En este fugaz repaso a su trayectoria, mención especial su matrimonio carnal y artístico con el baterista Max Roach, con el que firmó álbumes antológicos como Straight ahead o el reivindicativo We insist! Freedom now suite. A pesar de este sustancioso historial, Abbey Lincoln mereció hace tres años renovados y encendidos elogios por su álbum It’s me (Verve), firmado junto a colaboradores estrechos como el clarinetista Steve Hartman, el saxofonista James Spaulding o el contrabajista Ray Drummond. Asimismo, el respaldo pianístico de su voz descubrió entonces pianistas amigos como Kenny Barron, Alan Broadbent y Laurent Cugny, estos dos últimos en calidad de conductores y arreglistas de los tramos orquestales del disco (una experiencia colectiva que ya contrastó en registros como A turtle’s dream). Tras la reedición el año pasado de su Naturally grabado para New Edition en 1973, ahora nos llega otra declaración discográfica, Abbey sings Abbey, que, más que reincidencia, es confirmación. Exceptuando un arreglo personal sobre Blue Monk, ella es la autora de los once títulos restantes, subrayando otra de sus facetas, la de compositora feliz e inteligente. Su canto estriado es el refugio donde descansa la historia añeja del jazz, incluida aquella que nos recupera la huella africana, el latido del blues y el sermón cantando como elementos integrantes de todas las vanguardias que nos visitan. La noticia de su vuelta al ruedo nos aporta una doble felicidad, ya que las últimas noticias que nos llegaban de ella, siempre en formato de rumor, nos hablaban de mala salud. En su último lote de canciones hay temas emblemáticos de su repertorio, aunque desarrollados con un tratamiento distinto a discos anteriores, gracias, sobre todo, a una formación normalmente alejada del habitual cuarteto de jazz: guitarra, acordeón, violonchelo, bajo y batería. En este sentido, las sorpresas más evidentes llegan desde las seis cuerdas de Larry Campbell y sus querencias por la cultura sonora del country & western. El lanzamiento fonográfico de la Lincoln casi coincide en el tiempo con, ¡ay, caprichos de la vida!, el fallecimiento del que fuera su esposo hasta los setenta, el mencionado baterista Max Roach (New Land, Carolina del Norte, 1924-Nueva York, 2007). Renovador del jazz moderno, no sólo discutía con el ritmo y ponía a debatir a su mano con su pie, sino que llegaba hasta ejecutar varios ritmos distintos a la vez. Fue maestro, no ya del ritmo, sino de una música febril y agitada que sólo pocos compañeros como Art Blake, Elvin Jones y Tony Williams pudieron secundar. De niño emigrado a Brooklyn, llegaría a Comendador de las Artes y las Letras de Francia, recibiendo ocho doctorados honoríficos y un Harvard Jazz Master, sobre todo por su denodada vocación educadora que mantuvo hasta el final, siendo el primer jazzista en ocupar cátedra en la JAZZ ABBEY LINCOLN Y MAX ROACH Universidad de Massachussets. Tocaba desde los 10 años, con 16 conoció a Parker y a Gillespie y con 18 fue llamado para acompañar a Sonny Greer y a Ellington; luego se lanzó a la calle 52 y fue, con Kenny Clark, el primer baterista en tocar el nuevo bebop que palpitaba a comienzos de los cuarenta. De ahí se situó en el cresta de la ola: en 1944 graba una de las primeras sesiones de bebop con Coleman Hawkins; en 1952 crea el sello Debut Records con Mingus; en 1954 funda con su quinteto el hardbop; en 1955 graba con Dinah Washington Dinah Jams, el más buscado disco de jazz vocal de todos los tiempos; en 1957 introduce el vals en Jazz in 3/4 time; en 1960 compone para el centenario de la Emancipación We Insist! ya reconocido como maestro de la fusión musical afroamericana; en 1962 graba Money Jungle con Mingus y Ellington, considerado como uno de los mejores tríos de todos los tiempos… Su maestría para tocar la batería fue pareja a su curiosidad por experimentar disciplinas, incluyendo música para cine, teatro, ballet y hasta incursiones en el hip-hop. La actualidad de una y el recuerdo del otro hoy nos devuelven acotadas algunas de las esencias del jazz. La presencia de la Lincoln no hace sino pertenecen igualmente dos saxofonistas estratosféricos que acaban de visitarnos y que aquí, a modo de posdata, volvemos a recordar: Anthony Braxton y Ornette Coleman. Su paso general por nuestro país y sus respectivas actuaciones madrileñas en concreto, se convirtieron en un refugio de creatividad y honestidad de dimensiones imposibles de describir, en un monumento a la libertad musical y la credibilidad artística. Bendito jazz. destacar la ausencia de esa raza de cantantes que colocan el corazón en la voz, poniendo en evidencia esas otras que nos llegan emperifolladas de éxito y una técnica tan impoluta como desalmada. El fallecimiento de Max Roach, por su parte, deja huérfana a esa raza de jazzistas comprometidos, no sólo con la interpretación jazzística, sino con el estudio y análisis de sus lenguajes y estéticas. Aunque la vocalista sigue entre nosotros, ambos nombres figuran con todos los méritos en la memoria permanente del jazz. A ella Pablo Sanz MUSICALIA SCHERZO Novedad: Títulos anteriormente publicados en esta colección: J. S. BACH Una estructura del dolor. Josep Soler EL VELO DEL ORDEN Conversaciones con Martin Meyer. Alfred Brendel CANCIONES DE VIAJE CON QUINTAS BOHEMIAS Noticias biográficas. Hans Werner Henze E L F U RO R D E L PRE T E R O S SO La música instrumental de Antonio Vivaldi. Pablo Queipo de Llano MAHLER José Luis Pérez de Arteaga B AC H . LA CA N T A T A D E L C AF É La seducción de lo prohibido. Domingo del Campo 137 LIBROS Recopilación de notas para conciertos UNA LITERATURA NO TAN EFÍMERA G onzalo Badenes (Valencia 1948-2000) fue uno de los críticos más mordaces, preparados y honorables del periodismo musical español. Apasionado de la música y dotado de una vastísima cultura que no se limitaba al mundo de los sonidos, su ingente y prolongada tarea como investigador, articulista y crítico en diversos medios de comunicación (entre ellos los diarios Levante y El País, en su edición valenciana) supone uno de los testimonios más fidedignos e imprescindibles para conocer la rica vida musical levantina de los tres últimos decenios. Ahora, la firma valenciana Rivera Editores ha tenido el acierto de publicar una exhaustiva recopilación de los comentarios que Badenes redactó con destino a programas de mano correspondientes a conciertos celebrados durante “casi veinte años”, como recuerdan los editores de este volumen sustancioso y plagado de saber y buen escribir, Francisco Tarín y Alfredo Brotons. En total, 1071 páginas escritas entre 1983 y el año 2000 que surcan con ágil minuciosidad todo los géneros y repertorios, desde el Renacimiento hasta las mismas puertas del siglo XXI; desde el Lied a la música sinfónica o a la ópera. Badenes, maestro de críticos y de amigos, pluma afilada y única en el complaciente y endogámico universo musical valenciano (y español), tenía intención de publicar esta recopilación de notas de mano agrupadas en un único volumen. Sin embargo, como recuerdan sus editores, “cuando se decidió a publicarla no sabía que sólo le quedaban unas semanas de vida”. Francisco Tarín y Alfredo Brotons han completado felizmente la inacabada labor del maestro, y han realizado un 138 formidable trabajo de compilación, revisión y unificación de criterios tipográficos, así como la adición de epígrafes “para la mejor localización de los comentarios” y la confección de un cuidado índice —por autores y obras— que facilita el uso de esta guía musical. Badenes, como apasionado de la música, se dejaba llevar por sus preferencias. Y sobre éstas, siempre Wagner. Afecto, que como recuerda Rosa Solà en el bellísimo y vivo prólogo que abre el libro, “unía a lo musical motivaciones absolutamente íntimas y personales”. Por ello, las páginas dedicadas al autor de Tristán, así como a Beethoven, Bruckner y Strauss cobran particular emotividad y relieve entre los 233 programas de mano en que escribió, que agrupan más de mil obras comentadas. Pero todo, desde los Lieder de Schubert a las músicas también amadas de Sibelius, Bartók, Mahler o los creadores de la Segunda Escuela de Viena, rezuma esa pasión de melómano que jamás logró eclipsar la rutina del día a día. Más que para la mente analítica, Badenes escribe para el corazón sensible que nutre al auténtico melómano. Desde su silla de ruedas —a ella le condenó la poliomielitis desde los cinco años— Gonzalo Badenes era uno de los críticos valencianos más cosmopolitas y dotados. Poseía una visión universalista de la música y de sus entresijos. Se desplazaba y viajaba con una imaginación que en él era sexto sentido. Nunca estuvo en Bayreuth, pero conocía y vivía sus representaciones con más intensidad y profundidad que los privilegiados espectadores del Festspielhaus. Incluso hacía críticas a través de las transmisiones radiofónicas. En cualquier otro, hubiera sido un dispararte, un osado atrevimiento. En su caso, era la oportunidad de dar a GONZALO BADENES: Programa en mano. Edición de Francisco Tarín y Alfredo Brotons. Valencia, Rivera Editores, 2006. 1071 págs. conocer a sus lectores el juicio y la opinión certera de un oído tan privilegiado como su pluma y su mente. Cáustico y rotundo, sus punzantes y siempre descomprometidas críticas, artículos de opinión y trabajos de investigación eran modelo de rigor y sabiduría. Nunca se doblegó ni dejó engatusar por los mil y un compromisos impuestos por la amistad. Fue fiel a su propio y riguroso criterio, que él sustentaba en un conocimiento y lucidez absolutamente inéditos en su particular entorno levantino. De todo se benefician las páginas de este valioso tomo, que no son sólo testimonio de una de las mentes más admirables de la música española de la segunda mitad del siglo XX. Programa en mano es, sobre todo, una herramienta valiosísima para entender la entraña de las obras que en él se comentan, así como una guía eficaz para conocer “las circunstancias en que fueron escritas, tanto en lo que respecta al compositor como al contexto histórico donde se produjeron”. Se trata, en definitiva, de unos de los libros más útiles y recomendables surgidos en la aún escuálida bibliografía musical española. Justo Romero LIBROS Importante muestra de la musicología rusa UNA PROFUNDA REFLEXIÓN A l comentar este ensayo conviene empezar por decir que la dificultad de su contenido limita forzosamente el número de lectores al campo de los musicólogos, compositores, historiadores y críticos, para quienes, eso sí, puede resultar una aportación muy interesante por diversas razones, una de las cuales es ponernos en contacto con el interesantísimo mundo de la musicología rusa del siglo XX, quizá desconocido para la mayoría. El caso es que estamos ante una profunda reflexión — anclada en sólidos fundamentos filosóficos— sobre el proceso de composición musical, una “dialéctica de la creación”, como reza el subtítulo. Ya la Introducción analiza el panorama del estudio del arte en el siglo XX, su relación con la musicología, la incursión de la filosofía y de otros métodos de investigación (semiótica, teoría de la información, cibernética, etc.) en el terreno musical, para llevarnos al objeto central de este ensayo: “encontrar el ángulo adecuado para el examen de unos fenómenos concretos del arte musical que revele nuevas facetas de su esencia interior”. En definitiva, se trata de la “reconstrucción del proceso creativo del compositor, como una de las tareas del análisis del texto artístico”, para lo cual el autor recurre a lo que denomina la “tríada dialéctica fundamental: síncresis - análisis - síntesis”. El Capítulo 1 (“El principio de la tríada como problema gnoseológico en la filosofía, la ciencia y el estudio del arte”) aclara la introducción de la tríada para explicar el carácter trifásico de cualquier proceso de desarrollo, algo que debemos a Hegel (tesisantítesis-síntesis, por ejemplo). De la tríada propuesta para este ensayo, definida poco después, aquí interesa recordar el elemento más inusual, la “síncresis”; Sokolov aclara que se trata de la “unión, la integridad que caracteriza el estado primitivo, no desarrollado de algo”, lo que remite al estado no dividido de diferentes dominios del conocimiento. Si la musicología se ha apoyado con frecuencia en nociones pareadas (tonalatonal, diatónico-cromático, etc.), también es cierto que existen tríadas que funcionan en otros casos (la tríada de Asafiev: initio-motus-terminus, o las descritas por Nazaykinsky). En el Capítulo 2 (“Sobre la tipología de los métodos de pensamiento científico”) se concretan los dos aspectos a los que se dedica mayor atención en el libro: método como reflejo del pensamiento artístico del compositor y método como procedimiento de autoorganización en el proceso creativo, mientras que en el Capítulo 3 (“Dialéctica de lo normativo y lo no normativo en el proceso del desarrollo temático”) se aborda el “problema de relacionar las funciones clásicas de la forma musical con los tipos de exposición”, lo que lleva a interesantes disquisiciones sobre la organización temática y su desarrollo. El Capítulo 4 (“Interrelación de la teoría y la práctica en la composición musical del siglo XX”) se acerca a un terreno ya familiar para los habituados a dicha música, es decir, el conocimiento de los sistemas creados por los propios compositores para fundamentar sus creaciones musicales y de lo que Sokolov denomina “análisis de autor”, que en muchos casos se hace no después sino en paralelo con la gestación de la obra. Es en el Capítulo 5 (“Tras el hermetismo logrado”) en el que se inician los análisis a fondo de algunas obras escogidas para ilustrar todo lo dicho anteriormente. Aquí es el Concerto grosso nº 1 de Schnittke o los Esbozos de Roman Ledenev, mientras que en el Capítulo 6 (“El analitismo en la composición musical del siglo XX”), tras describir varias formas de abordar las etapas del proceso creativo, se estudian las Structures I de Boulez. El Capítulo 7 (“El modelo de composición en la moderna práctica creativa musical”) ahonda en otras alternativas creativas, ejemplificadas con la Música para cuerda, percusión y celesta de Bartók, la Fuga ricercata de BachWebern, las Variationen op. 30 de Webern, Nomos Alpha de Xenakis y las Variaciones de cámara de Viktor Yekimovski, para terminar con el problema de la correlación entre el analitismo y el estructuralismo. El Capítulo 8 (“Un nuevo sentido para las viejas categorías”) se acerca a los años 70-80, a los que vincula con la antivanguardia y con el giro hacia la síntesis producido por los excesos del analitismo. Uno de los ejemplos más claros es la sonorística, que Kohoutek denomina “música de timbres”, en la que el sonido se sitúa como centro de atención y se investi- ALEXANDR S. SOKOLOV: Composición musical en el siglo XX. Dialéctica de la creación. Traducción de Irina Kryazheva. Granada, Editorial Zöhler & Lévy, 2005. 286 págs. gan sus posibilidades acústicas y su potencial de expresividad artística. Aunque el autor no lo cite, para el lector occidental la asociación con la música espectral de Grisey y compañía resultará inmediata. El Capítulo 9 (“El sincretismo y las paradojas de la cultura contemporánea”) cierra este ensayo con lo que Sokolov denomina “tipo sincrético de pensamiento”, representado por la poliestilística o el eclecticismo, o finalmente por un sistema íntegro de irracionalismo basado en la conciencia prelógica y en la comprensión sin conocimiento planteado por el existencialismo, puesto en contacto con la conciencia supralógica del budismo zen. La bibliografía que completa el texto resulta de especial interés por la gran cantidad de estudios musicológicos rusos citados, una fuente de información valiosísima para sus colegas occidentales. La única pega que se puede poner a este valioso trabajo es que la maquetación del texto no se haya hecho justificada en ambos márgenes, sino sólo a la izquierda, lo que le da un aspecto un tanto antiguo y poco atractivo. Enrique Igoa 139 GUÍA LA GUÍA DE SCHERZO NACIONAL ALICANTE SOCIEDAD DE CONCIERTOS 3-XII: Paul Lewis, piano. 17: Moonwinds. Joan Enric Lluna, clarinete. BARCELONA 3-XII: Cuarteto Casals. Haydn, Bartók, Schubert. (Ibercamera [www.ibercamera.es]. Palau [www.palaumusica.org]). 11,14: Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña [www.obc.es]. Virginia Martínez. Strauss, Williams, Hermann (Auditori [www.auditori.com]). 13: Jordi Masó, piano. Ginastera, Schumann, Debussy. (Auditori). 19: Cuarteto Quijote. Beethoven, Schubert, Shostakovich. (Auditori). 20: Trío Kandinsky. Serra, Janácek, Schoenberg. 21: Sinfónica del Vallés. Coro Joven del Orfeó Català. David Giménez. Josep Carreras, Ainhoa Arteta. Concierto de Navidad. (Palau 100). — La Capella Reial de Catalunya. Hespèrion XXI. Jordi Savall. Da Pacem. (Auditori). 21,22,23: Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña. Cor Lieder Càmera. Bach. Salvador Mas. (Auditori). GRAN TEATRO DEL LICEO WWW.LICEUBARCELONA.COM AIDA (Verdi). Callegari. Gutiérrez. Cedolins, Cornetti, Alagna, Maestri. 1,2-XII. LA CENERENTOLA (Rossini). Summers. Font. DiDonato, Flórez, De Simone, Del Carlo. 23,27,28,30-XII. CÁCERES ORQUESTA DE EXTREMADURA WWW.ORQUESTADEEXTREMADURA.COM 14-XII: Coro de la OEX. Jesús Amigo. Haendel, Mesías. CASTELLÓN AUDITORI 12-XII: Joaquín Achúcarro, piano. Bach, Brahms, Chopin. 17: La Capella Reial de Catalunya. Hespèrion XXI. Jordi Savall. Villancicos y danzas criollas. 21: The Sixteen. Harry Christophers. Bach, Oratorio de Navidad. JEREZ TEATRO VILLAMARTA WWW.VILLAMARTA.COM 140 CORDOBA ORQUESTA DE CÓRDOBA www.orquestadecordoba.org Telf. 957 491 767 Días 20 y 21 CONCIERTO DE NAVIDAD Gran Teatro de Córdoba - 20:30 h. Sinfonía nº 9, “Coral” - L. v. BEETHOVEN Susana Jannes, soprano Elena Pérez Herrero, contralto Carlos Silva, tenor Iván García, bajo Coro de Opera Cajasur (director: Diego González Ávila) Director: Manuel Hernández Silva GRANADA ORQUESTA CIUDAD DE GRANADA www.orquestaciudadgranada.es Tels.: 958 22 00 22 / 22 11 44 Auditorio Manuel de Falla CONCIERTOS DE NAVIDAD HAENDEL El Mesías participativo Coro de la Orquesta Ciudad de Granada María Espada soprano Romina Baso alto Lluís Vilamajó tenor Marion Krejcik bajo Coros de Granada y participantes individuales ANDREA MARCON director 1-XII: LA Venexiana. Claudio Cavina. Monteverdi, L’Orfeo (versión de concierto). NOYE’S FLUDDE (Britten). 7,8,9-XII. 22: Orquesta Barroca de Sevilla. Gustav Leonhardt. LA CORUÑA SINFÓNICA DE GALICIA WWW.SINFONICADEGALICIA.COM 14-XII: Víctor Pablo Pérez. Janine Jansen, violín; Julian Rachlin, viola. Mozart, Beethoven. MADRID 6,7-XII: Coro y Orquesta de RTVE [www.rtve.es]. Pinchas Steinberg. Ricarda Merbeth, soprano; Andrew TEATRO REAL Información: 91/ 516 06 60. Venta Telefónica: 902 24 48 48. Venta en Internet: www.teatro-real.com. Visitas guiadas: 91 / 516 06 96. TANCREDI de Gioachino Rossini. Versión de Venecia. Diciembre: 5, 8, 11, 14, 17, 21. 20.00 horas; domingo, 18.00 horas. Versión de Ferrara. Diciembre: 7, 9, 12, 16, 18, 22. 20.00 horas; domingo, 18.00 horas. Director musical: Riccardo Frizza. Director de escena, escenógrafo y figurinista: Yannis Kokkos. Iluminador: Guido Levi. Director del coro: Jordi Casas Bayer. Versión de Venecia: Bruce Sledge, Daniela Barcellona, Umberto Chiummo, Patrizia Ciofi, Marina Rodríguez-Cusí, Marisa Martins. Versión de Ferrara: José Manuel Zapata, Ewa Podles, Giovanni Battista Parodi, Mariola Cantarero, Marina Rodríguez-Cusí, Marisa Martins. Coro y Orquesta Titular del Teatro Real. Coro y Orquesta Sinfónica de Madrid. CICLO DOMENICO SCARLATTI IV. FORMA ANTIQUA. MARÍA ESPADA, soprano. Diciembre: 1. 20.00 h. Obras de Gottlieb Muffat, Domenico Scarlatti y Georg Friedrich Händel. PROGRAMA JOVEN: EL DILUVIO DE NOÉ. Diciembre: 20. 19.00 h. Música de Benjamin Britten. Director musical: Emilio Aragón. Director de escena: Fernando Bernués. Solistas: José Antonio López, Marisa Martins. Coro infantil Pedro Aranaz del Conservatorio Profesional de Música de Cuenca. Orquesta de la Comunidad de Madrid. ENRIQUE VIANA, MÚSICA Y EXCUSAS. Diciembre: 27, 28, 29 y 30. 20.00 h. Guión de Enrique Viana. Manuel Burgueras, piano. CDMC AUDITORIO 400. MUSEO NACIONAL CENTRO DE ARTE REINA SOFÍA Ronda de Atocha (esquina c/ Argumosa). Teléfonos: 91 774 10 72 / 73 Web: http://cdmc.mcu.es <http://cdmc.mcu.es/> Todos los conciertos son con acceso libre hasta completar el aforo. Lunes, 3 de diciembre. 19:30h. XVIII Premio Jóvenes Compositores Fundación Autor-Cdmc 2007 Concierto Final TALLER SONORO PROGRAMA Roberto LÓPEZ CORRALES: La belleza de lo efímero * Hermes LUACES FEITO: Música para ocho cuerdas * Esteve PALET MIR: Hacia el caer de la noche...* Nuria NÚÑEZ HIERRO: Sombras azules sobre lienzo rojo * * Estreno absoluto ORCAM Martes 18 de diciembre de 2007. 20,00 horas. Real Colegiata de San Isidro Lola Casariego, mezzosoprano Agustín Prunell, tenor Alfredo García, barítono Enric Martínez Castignani, barítono Peter Lika, bajo Jordi Casas Bayer, director del coro José Ramón Encinar, director La infancia de Cristo, de H. Berlioz CONCIERTO EXTRAORDINARIO TEATRO DE LA ZARZUELA Jovellanos, 4. Metro Banco de España. Tlf.: (91) 5.24.54.00. Internet: http://teatrodelazarzuela.mcu.es. Director: Luis Olmos. Venta localidades: A través de Internet (servicaixa.com), Taquillas Teatros Nacionales y cajeros o teléfono de ServiCaixa: 902 33 22 11. Horario de Taquillas: de 12 a 18 horas. Días de representación, de 12 horas, hasta comienzo de la misma. Venta anticipada de 12 a 17 horas, exclusivamente. La Bruja de Ruperto Chapí. Del 14 de diciembre al 20 de enero, a las 20:00 horas (excepto lunes y martes). Miércoles (día del espectador) y domingos, a las 18:00 horas. Dirección Musical: Miguel Roa/Miguel Pérez Sierra. Dirección de Escena: Luis Olmos. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro del Teatro de La Zarzuela. Entradas a la venta. XIV Ciclo de Lied. Lunes 17 de diciembre, a las 20 horas. Anne Schwanewilms, soprano. Malcolm Martineau, piano. Programa: R. Strauss y G. Mahler. Coproducen: Fundación Caja Madrid y Teatro de La Zarzuela. VI Ciclo de Jóvenes Intérpretes de Piano. Martes 18 de diciembre, a las 20:00 horas. Valentina Igoshina (Rusia). GGUUÍ A ÍA SANTIAGO DE COMPOSTELA ORQUESTA SINFÓNICA DE MADRID Ciclos Musicales de la Comunidad de Madrid Temporada 2007 - 2008 PALACIO DE DEPORTES Viernes, 28 de diciembre de 2007 20,00 horas Ludwig van Beethoven Sinfonía N.º 9 en re menor, op. 125, “Coral” Coro OSM | Coro ORCAM Jesús López Cobos, DIRECTOR Schroder, barítono. Brahms, Réquiem alemán. (Teatro Monumental). 13,14: Coro y Orquesta de RTVE. Gloria Isabel Ramos. Alberto Nosé, piano. Busoni, Haydn. (T.M). 15: Ensemble Claudiana. Luca Pianca. Marta Almajano, soprano. Scarlatti, Cantatas. (Siglos de Oro [www.fundacioncajamadrid.es]. Capilla del Palacio Real de El Pardo). MÁLAGA ORQUESTA FILARMÓNICA DE MÁLAGA WWW . ORQUESTAFILARMONICADEMA LAGA.NET 1-XII: Aldo Ceccato. María José Montiel, soprano. Bernaola, Ravel, Montsalvatge. 14,15: Miguel Ángel Gómez Martínez. Marian Lapsanky, piano. García Abril, Grieg, Strauss. 21,22: Aldo Ceccato. Chaikovski, Cascanueces. OVIEDO ÓPERA DE OVIEDO WWW.OPERAOVIEDO.COM IPHIGÉNIE EN TAURIDE (Gluck). Glover. Sagi. Matos, Sierra, Bermúdez, Nilon. 16,18,20,22-XII. PAMPLONA BALUARTE WWW.BALUARTE.COM 4-XII: Javier Perianes, piano. Beethoven, Schubert. 13,14: Sinfónica de Navarra. Philippe Pickett. Jean-Philippe Collard, piano. Beethoven. 20: The Sixteen. Harry Christophers. Haendel, Mesías. 10-XII: Les Arts Florissants. William Christie. Haydn, La Creación. 15: Orquesta de Valencia. Roberto Forés. Chaikovski. 19: The King’s Consort. Matthews Halls. Haendel, Mesías. TEATRO DE LA MAESTRANZA REAL FILHARMONÍA DE GALICIA Auditorio de Galicia Santiago de Compostela www.realfilharmoniagalicia.org www.auditoriodegalicia.org Teléfono: 981 55 22 90 Jueves 13 de diciembre de 2007 21.00 h Paul Daniel, director Chloë Hanslip, violín R. Strauss: Serenata en Mi bemol Mayor, op.7 R. Strauss: Metamorphosis J. Sibelius: Concierto para violín en re menor, op. 47 Viernes 21 de diciembre de 2007 21.00 h Antoni Ros Marbà, director Raquel Lojendio, soprano Agustín Prunell, tenor David Wilson Johnson, barítono Coro Nacional de España (Mireia Barrera, dir.) F. J. Haydn: La creación TENERIFE ORQUESTA SINFÓNICA DE TENERIFE Orquesta Sinfónica de Tenerife www.ost.es Información: 922 239801 Venta telefónica de entradas: 902 317 327 Auditorio de Tenerife Santa Cruz 7-XII: Víctor Pablo Pérez/M. Lipovsek. Obras de Mahler y Bruckner. 14-XII: Vasily Petrenko. Obras de F.Sor y Chaikovsky. 20-XII: Lü Jia / Stefan Vladar. Obras de Grieg y Chaikovsky. Magma, Arte & Congresos Costa Adeje 13-XII: Vasily Petrenko. Obras de F. Sor y Chaikovsky. Puerto de Santa Cruz de Tenerife 25-XII: Lü Jia. Concierto Extraordinario de Navidad organizado por la Autoridad Portuaria de Santa Cruz de Tenerife. VALENCIA PALAU DE LA MÚSICA WWW.PALAUDEVALENCIA.COM SEVILLA 21: Orquesta de Valencia. Yaron Traub. Respighi, Saint-Saëns. PALAU DE LES ARTS WWW.LESARTS.COM DON CARLO (Verdi). Maazel. Vick. Giordani, Anastasov, Marambio, Álvarez. 15,18,21,26,29-XII. www.teatromaestranza.com Teléfono: 954 223 344 Día 2 de diciembre, a las 20.30 horas PIOTR ANDERSZEWSKI Piano Obras de Bach, Schumann y Szymanowski El Lago de los Cisnes Coreografía, John Cranko Música, Piotr I. Tchaikovsky Escenografía y Vestuario, Jürgen Rose Director musical, James Tuggle Danza Día 4 de diciembre, a las 20.30 horas (Sala Manuel García) Día 26 de diciembre, a las 20.30 horas (Sala Manuel García) ENRIQUE VIANA, MÚSICA Y EXCUSAS Contubernio lírico en un acto Guión e idea original, Enrique Viana Música, Meyerbeer, Rossini, Flotow, Poulenc, Romo, Aundran, Planquette, Fornés, etc Tenor, Enrique Viana Piano, Manuel Burgueras MANUEL GARCÍA Mezzosoprano, Marta Infante Piano, Rubén Fernández Aguirre Conferenciante, Andrés Moreno Mengíbar Charlas-Concierto En torno a Día 10 de diciembre, a las 20.30 horas HOMENAJE A SABICAS Espectáculo de guitarra, cante y baile en el Centenario del genial tocaor Guitarra, Gerardo Núñez Baile, Carmen Cortés Cante, Jesús Méndez Flamenco Día 16 de diciembre, a las 12.00 horas (Sala Manuel García) JUAN PÉREZ FLORISTÁN Obras de Ravel, Falla y Moussorsgki Jóvenes Pianistas Días 19, 20, 21, y 22 de diciembre, a las 20.30 horas STUTTGART BALLET Real Orquesta Sinfónica de Sevilla Dirección artística, Reid Anderson Día 27 de diciembre, a las 20.30 horas CÁDIZ. Desde el recuerdo del espectáculo creado para La Argentinita por Ignacio Sánchez Mejías y Federico García Lorca Guión, Faustino Núñez, Juan José Téllez, Selu Cossio Coreografía, “El Junco” Dirección musical, Faustino Núñez Dirección de escena, Pepa Gamboa Una Producción de la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco Flamenco Día 29 de diciembre, a las 20.30 horas ARCÁNGEL Zambra 5.1. Un espectáculo sobre la figura de Manolo Caracol Cante, Arcángel Guitarras, Miguel Ángel Cortés y Daniel Méndez Baile, Pastora Galván Percusión, Chico Fargas y Paco González Piano, Jesús Cayuela Flamenco VALLADOLID ZARAGOZA AUDITORIO WWW.AUDITORIODEVALLADOLID.ES AUDITORIO WWW.AUDITORIOZARAGOZA.COM 1-XII: The English Concert. Rinaldo Alessandrini. Sara Mingardo, contralto. Scarlatti, Corelli, Vivaldi. 13,14: Sinfónica de Castilla y León [www.oscyl.es]. Marc Minkowski. Adams, Gershwin. 15: Orquesta del Conservatorio de París. Lionel Bringuier. Roger Muraro, piano. Stravinski, Ravel, Musorgski. 18: Barbara Bonney, soprano; Malcolm Martineau, piano. Schumann, Grieg, Strauss. 19: El Concierto Español. Emilio Moreno. Raquel Andueza, soprano. Scarlatti, Caldara, Facco. 4-XII: Real Orquesta Filarmónica de Londres. Pinchas Zukerman. Beethoven. 11: JONDE. Edmon Colomer. Falla, Dutilleux, Stravinski. 12: Orquesta del Conservatorio de París. Lionel Bringuier. Roger Muraro, piano. Stravinski, Ravel, Musorgski. 13: Nairí Grigorián. Schumann, Liszt. 19: Coro Amici Musicæ. Andrés Ibiricu. Mendelssohn, Brahms, Schubert. 20: Academy of Ancient Music. Richard Egarr. Gritton, Te Brummelstroete, Tortise, Purves. Haendel, Mesías. 141 GGUUÍ A ÍA AUDITORIO EDUARDO DEL PUEYO WWW.AUDITORIOEDUARDODELPUEYO.ES 14-XII: Ann Murray, mezzo; Malcolm Martineau, piano. Canciones sobre poemas de Verlaine. INTERNACIONAL ÁMSTERDAM ORQUESTA DEL CONCERTGEBOUW WWW.CONCERTGEBOUWORKEST.NL 6,7-XII: Antonio Pappano. Leif Ove Andsnes, piano. Ligeti, Rachmaninov, Sibelius. 13,14: Mariss Jansons. Gidon Kremer, violín. Kancheli, Bartók, Ketting. 19,20,21,23: Mariss Jansons. Ivan Moravec, piano. Weber, Beethoven, Dvorák. 25: Mariss Jansons. Thomas Hampson, barítono. Mahler, Dvorák. AIDA (Verdi). Ettinger. Halmen. Fantini, Porretta, Ageew, Höhn. 4,7-XII. LE NOZZE DI FIGARO (Mozart). Ettinger. Halmen. Plech, Fantini, Porretta, Dobber. 5,9,21,27-XII. MADAMA BUTTERFLY (Puccini). Letonja. Gramms. Nitescu, Schröder, Fritz, Daza. 16,20,25,28-XII. DON GIOVANNI (Mozart). Barenboim. Mussbach. Pape, Samuil, Breslik, Dasch. 18,22,26,29-XII. BRUSELAS LA MONNAIE WWW.LAMONNAIE.BE BERLÍN FILARMÓNICA DE BERLÍN WWW.BERLINER-PHILHARMONIKER.DE 6,7,8-XII: Nicola Luisotti. Coro de la Filarmónica de Praga. Dvorák, Réquiem. 13,14,15: Yuri Temirkanov. Khachaturian, Prokofiev, Shostakovich. 20,21,22: William Christie. Coro de Les Arts Florissants. Haendel, Mesías. 29,30,31: Simon Rattle. Borodin, Musorgski. DEUTSCHE OPER WWW.DEUTSCHEOPERBERLIN.DE CASSANDRA (Gnecchi) / ELEKTRA (Strauss). Hager. Harms. Porta, Anthony, Henschel, Charbonnet. 1,14XII. TIEFLAND (D’Albert). Abel. Schwab. Sillins, Schubert, Pauly, Andersen. 3,8,22,28-XII. PRÍHODY LISKY BYSTROUSKY (Janácek). Koenig. Thalbach. Carlson, Bress, Bieber, Schümann. 11,15,19,30-XII. HÄNSEL UND GRETEL (Humperdinck). Debus. Homoki. Carlson, Uhl, Helzel, McCarthy. 16,23,27XII. LA TRAVIATA (Verdi). Palumbo. Friedrich. Netrebko. Beczala, Michaels-Moore, Helzel. 17,31-XII. LUCIA DI LAMMERMOOR (Donizetti). Palumbo. Sanjust. Grassi, Martínez, Secco, Prieto. 20,26,29-XII. STAATSOPER WWW.STAATSOPER-BERLIN.ORG 142 MARIA STUARDA (Donizetti). Altinoglu. Wiegand. Karnéus, Mosuc, Schmunck, Fischesser. 2-XII. LAUSANA OPÉRA WWW.OPERA-LAUSANNE.CH DIE FLEDERMAUS (J. Strauss). Kabaretti. Lapp. Do, Marin-Degor, Cencic, Graf. 26,28,30,31-XII. LISBOA DRESDE WWW.SAOCARLOS.PT SEMPEROPER RIGOLETTO (Verdi). Polianichko. Sagi. Ataneli, Pirgu, Schill, Morillo. 10,11,12,13,14,16,17,18,19,20XII. DE NEDERLANDSE OPERA DAPHNE (Strauss). Metzmacher. Konwitschny. Olsen, Remmert, Kaune, Trost. 3,6,9,14,19,23,26,29XII. DIE ZAUBERFLÖTE (Mozart). Ferro. Porras. Groissböck, Strehl, Randes, Archibald. 14,15,17,18,19,20,21,22,26,27,28 ,29,30,31-XII. WERTHER (Massenet). Ono. Joosten. Tézier, Cachemaille, Chaignaud, Larmore. 4,5,7,14,15,18,20,21-XII. WWW.SEMPEROPER.DE WWW.DNO.NL WWW.GENEVEOPERA.CH HÄNSEL UND GRETEL (Humperdinck). Mühlbach. Thalbach. Papoulkas, Teuscher, Bär, Bröhm. 1,2,4,7,15,16,20-XII. LA DAMNATION DE FAUST (Berlioz). Albrecht. Warner. Vondung, Sabbatini, Rydl, Belobo. 2,5,9-XII. DIE FLEDERMAUS (J. Strauss). Zimmer. Krämer. Ketelsen, Nylund, Eder, Papoulkas. 12,16,19-XII. DIE LUSTIGE WITWE (Lehár). Honeck. Savary. Emmerlich, Teuscher, Seiffert, Schnitzer. 21,23,26,28,31-XII. LA BOHÈME (Puccini). Delacôte. Brandt. Kang, Rasmussen, Pohl, Kim. 30-XII. FLORENCIA TEATRO DEL MAGGIO MUSICALE FIO- RENTINO WWW.MAGGIOFIORENTINO.COM LA FORZA DEL DESTINO (Verdi). Mehta. Joël. Dal Monte, Urmana, Guelfi, Giordani. 1,2-XII. FRANCFORT OPER FRANKFURT WWW.OPER-FRANKFURT.DE SIMON BOCCANEGRA (Verdi). Shanahan. Loy. Lucic, Szabó, Kränzle, Raspagliosi. 1,8,15,19,22,30-XII. BILLY BUDD (Britten). Daniel. Jones. Ainsley, Mattei, Bayley, Frank. 2,5,7,9-XII. FAUST (Gounod). Solyom. Loy. Dunaev, Doss, Kang, Nagy. 3,14,16,21,26,29-XII. LE NOZZE DI FIGARO (Mozart). Nielsen. Bernardi. Nagy, Webster, Mühleck, Plock. 6,13,17,20,23,25,31-XII. L’ORFEO (Monteverdi). Venanzoni. Hermann. Gerhaheer, Rolph, Stallmeister, Plock. 28,30-XII. GINEBRA GRAND THÉÂTRE TEATRO SÃO CARLOS LONDRES BARBICAN CENTRE WWW.BARBICAN.ORG.UK 7,8,9-XII: Coro y Sinfónica de Londres. Daniel Harding. Bostridge, Gunn, Relyea, Davies. Britten, Billy Budd (versión de concierto). 8: Sinfónica de la BBC. Jirí Belohlávek. Ivan Zenaty, violín. Smetana, Foerster, Dvorák. 12: Sinfónica de Londres. Colin Davis. Berlioz. 13: The Sixteen. Harry Christophers. Haendel, Mesías. 16: Sinfónica de Londres. Colin Davis. Tippett. 17: Le Concert d’Astrée. Emmanuelle Haïm. Haendel, Bach. 18: Sinfónica de Londres. Colin Davis. Elgar Tippett. 19,21: La Scintilla. Cecilia Bartoli, mezzo. García, Persiani, Rossini. 20: Sinfónica de Londres. FrançoisXavier Roth. James Galway, flauta. Dukas, Mozart, Saint-Saëns. SOUTH BANK CENTRE WWW.SOUTHBANKCENTRE.CO.UK 1-XII: Filarmónica de Londres. Christoph Eschenbach. Pintscher, Beethoven. 2: Orquesta Philharmonia. Riccardo Muti. Radu Lupu, piano. Beethoven, Schumann, Musorgski. 6: Orquesta Philharmonia. Franck Ollu. Poppe. 6,9: Orquesta Philharmonia. András Schiff. Schubert. 7: Orchestra of the Age of Enlightenment. Simon Rattle. Fink, Matthews, Royal, Padmore. Schumann, Paraíso y la Peri. 8: Filarmónica de Londres. Osmo Vänskä. Leonidas Kavakos, violín. Bax, Nielsen, Rachmaninov. 11: Piotr Anderszewski, piano. Szymanowski, Schumann, Bach. 12: Filarmónica de Londres. Gennadi Rozhdestvenski. Mahler, Tercera. 13: Orquesta Philharmonia. Juraj Val- cuha. Hilary Hahn, violín. Chaikovski, Mozart, Strauss. 15: Filarmónica de Londres. Marin Alsop. Colin Currie, percusión. Vaughan Williams, Higdon, Stravinski. ROYAL OPERA HOUSE COVENT GARDEN WWW.ROYALOPERAHOUSE.ORG PARSIFAL (Wagner). Haitink. Grüber. Struckmann, White, Ventris, Lang. 6,9,15,18,21-XII. LA CENERENTOLA (Rossini). Pidò. Leiser. Kozená, Spence, Degout, Corbelli. 17,20,22,26,29,31-XII. MILÁN TEATRO ALLA SCALA WWW.TEATROALLASCALA.ORG TRISTAN UND ISOLDE (Wagner). Barenboim. Chéreau. Storey, Meier, DeYoung, Salminen. 7,11,16,20,23,28-XII. MÚNICH FILARMÓNICA DE MÚNICH WWW.MPHIL.DE 1,2-XII: Christian Thielemann. Pfitzner, Strauss. 8,9: Thomas Hengelbrock. Mozart, Schumann. 12,13,14: James MacMillan. Daniel Hope, violín. Gabrieli, Britten, MacMillan. 29,30,31: Christian Thielemann. Mascagni, Puccini, Strauss. STAATSOPER WWW.STAATSOPER.DE DIE ZAUBERFLÖTE (Mozart). Bolton. Everding. Rootering, Kim, Humes, Miklósa. 1,3,6,10-XII. LA BOHÈME (Puccini). Armiliato. Schenk. Stoyanova, Mikolaj, Aronica, Gantner. 2,5,7-XII. UN BALLO IN MASCHERA (Verdi). Armiliato. Cairns. Vargas, Vassallo, Urmana, Henschel. 11,15,18,21XII. KÖNIGSKINDER (Humperdinck). Rösner. Homoki. Gambill, Banse, Trekel, Wyn-Rogers. 14,16,19-XII. HÄNSEL UND GRETEL (Humperdinck). Meister. List. Volle, Vilsmaier, Grötzinger. 22,23,27-XII. DER FREISCHÜTZ (Weber). Carignani. Langhoff. Gantner, Kuhn, Harteros, Mikolaj. 25,28,30-XII. DER FLEDERMAUS (J. Strauss). Haider. Lehberger. Brenel, Raimondi, Kuhn, Schnaut. 31-XII. NUEVA YORK METROPOLITAN OPERA WWW.METOPERA.ORG LE NOZZE DI FIGARO (Mozart). Jordan. Röschmann, Vondung, Pertusi, Schrott. 1-XII. IPHIGÉNIE EN TAURIDE (Gluck). Langrée. Graham, Domingo, Groves, Shimell. 1,5,11,14,19,22-XII. NORMA (Bellini). Ono. Brown, D’Intino, Berti. 4,7,8-XII. GGUUÍ A ÍA ROMÉO ET JULIETTE (Gounod). Domingo. Netrebko, Leonard, Villazón, Lloyd. 8,12,15,20,27,31-XII. VOINA I MIR (Prokofiev). Gergiev. Mataeva, Semenchuk, Gerello, Ramey. 10,13,15,18,22,26,28XII. UN BALLO IN MASCHERA (Verdi). Noseda. Crider, Sala, Blythe, Licitra. 17,21,29-XII. HÄNSEL UND GRETEL (Humperdinck). Jurowski. Schäfer, Coote, Plowright, Langridge, Held. 24,29XII. PARÍS 1-XII: Coro y Orquesta Barrocos de Ámsterdam. Ton Koopman. Zomer, Bartosz, Dürmüller, Mertens. Bach, Oratorio de Navidad. (Teatro de los Campos Elíseos [www.theatrechampselysees.fr]). 2,3,5: Filarmónica de San Petersburgo. Yuri Temirkanov. Chaikovski. (T. C. E.). 6: Orquesta Nacional de Francia. Mikko Franck. Shostakovich, Sibelius. (T. C. E.). — Les Arts Florissants. William Christie. Haydn, La Creación. (Sala Pleyel [www.sallepleyel.fr]). 8: Orchestra of the Age of Enlightenment. Simon Rattle. Fink, Matthews, Royal, Padmore. Schumann, Paraíso y la Peri. (T. C. E.). 10: Cuarteto Artemis. Beethoven, Shostakovich. (T. C. E.). 12: Piotr Anderszewski, piano. Bach, Suites inglesas. (T. C. E.). — Anima Eterna. Jos van Immerseel. Beethoven. (S. P.). 13: Orquesta Nacional de Francia. Daniele Gatti. Mahler, Sexta. (T. C. E.). 14: Filarmónica de Radio Francia. Myung-Whun Chung. Debussy, Ravel. (S. P.). 14,16: La Scintilla. Cecilia Bartoli, mezzo. García, Persiani, Rossini. (T. C. E.). 15: Le Concert d’Astrée. Emmanuelle Haïm. Bach, Haendel. (T. C. E.). 18: Concentus Musicus Wien. Coro Arnold Schoenberg. Nikolaus Harnoncourt. Bach. (S. P.). 21: Filarmónica de Radio Francia. Vladimir Ashkenazi. Prokofiev. (S. P.). Casole, Fraccaro, Sacchi, Cossutta. 9,11,12,13,14,15,16,18-XII. VIENA MUSIKVEREIN WWW.MUSIKVEREIN.AT 1,2-XII: Sinfónica de Viena. Fabio Luisi. Ligeti, Strauss, Schumann. 7: Filarmónica de Viena. Coro Arnold Schoenberg. Nikolaus Harnoncourt. Kühmeiere, Hampson. Brahms, Réquiem alemán. 10,12: Simon Keenlyside, barítono; Malcolm Martineau, piano. Pfitzner, Schoenberg, Strauss, Schubert. 12,13: Sinfónica de Viena. Fabio Luisi. Brahms, Mendelssohn. 15,16: Concentus Musicus Wien. Coro Arnold Schoenberg. Nikolaus Harnoncourt. Röschmann, Fink, Streit, Scharinger. Bach. 20: Radu Lupu, piano. Schubert, Debussy. WIENER STAATSOPER WWW.WIENER-STAATSOPER.DE NORMA (Bellini). Haider. Gruberova, Garanca, Cura, Dumitrescu. 1,7,12-XII. DIE WALKÜRE (Wagner). WelserMöst. Bechtolf. Stemme, Johansson, Botha. 2,6,9,13,16,20-XII. ROMÉO ET JULIETTE (Gounod). Schnitzler. Massis, Vargas, Kai. 3-XII. TOSCA (Puccini). Armiliato. Fantini, Shicoff, Dohmen. 4-XII. BORIS GODUNOV (Musorgski). Gatti. Kulman, Furlanetto, Holl, Talaba. 5,10,14,17,21-XII. LA TRAVIATA (Verdi). Haider. Amsellem, Calleja, Stoyanov. 8,11,15-XII. L’ELISIR D’AMORE (Donizetti). Ettinger. Tatulescu, Pirgu, Eiche, Sramek. 19,22-XII. DIE ZAUBERFLÖTE (Mozart) Eschwé. Durlovski, Kuhmeier, Fink, Dickie. 25,27-XII. IL BARBIERE DI SIVIGLIA (Rossini). Carignani. Garanca, Siragusa, Sramek, Eröd. 29-XII. DIE FLEDERMAUS (J. Strauss). De Billy. Dussmann, Kulman, Tonca, Skovhus. 31-XII. ZÚRICH OPÉRA BASTILLE WWW.OPERA-DE-PARIS.FR OPERNHAUS WWW.OPERNHAUS.CH TANNHÄUSER (Wagner). Ozawa. Vallet. Uría-Momzón, Conrad, Goerne, Gould. 6,9,12,15,18,21,24,27,30-XII. IL TROVATORE (Verdi). Fischer. Del Monaco. Gallardo-Domâs, D’Intino, Álvarez, Nucci. 2,5,9,12,15,20,23,26,29-XII. LA BOHÈME (Puccini). Rizzi. Sireuil. Kaufmann, Volle, Dadvidson, Moody. 4,6,9,19,21,30-XII. TURANDOT (Puccini). Gilbert. Del Monaco. Marrocu, Mosuc, Cura, Daniluk. 14,16-XII. LA JUIVE (Halévy). Rizzi. Pountney. Hartelius, Blancas, D’Intino, Shicofff, Polgár. 22,26,30-XII. FIDELIO (Beethoven). Minkowski. Flimm. Libor, Janková, Rydl, Muff. 23,27-XII. LA CENERENTOLA (Rossini). Marin. Lievi. Bartoli, Guo, Siragusa, Widmer. 31-XII. PALAIS GARNIER WWW.OPERA-DE-PARIS.FR ALCINA (Haendel). Spinosi. Carsen. Bell, Kasarova, Prina, Mas. 1,3,5,9,13,16,19,23,26-XII. VENECIA TEATRO LA FENICE WWW.TEATROLAFENICE.IT TURANDOT (Puccini). Long. Krief. 143 CONTRAPUNTO TEREZIN: UNA HISTORIA A 144 nne Sofie von Otter no está segura de cuándo oyó por primera vez el nombre de Gerstein. “Fue cuando yo era muy joven, pero nadie dijo nada de él” reflexionaba una mañana mientras tomaba un té en Langham, frente al edificio de la BBC. “Sólo Gerstein por aquí y Gerstein por allá, un nombre en el aire. Recuerdo que un equipo de la televisión alemana vino a nuestra casa en el campo y mi padre se puso tenso y nervioso. Tenía que prestar declaración en un juicio sobre crímenes de guerra y se estaba preparando con mucho cuidado”. Von Otter es una de las sopranos más versátiles y de más éxito de hoy en día, conocida por sus papeles masculinos en los teatros de la ópera y por un repertorio de conciertos que alcanza desde Bach hasta Abba. Sin embargo, tras la frivolidad de algunas de sus interpretaciones parece guardar una distancia intelectual que sugiere que hay un lado más oscuro. Acaba de salir un álbum de canciones del campo de concentración de Terezin, tanto los Lieder formales que se interpretaron allí para engañar a los visitantes de la Cruz Roja como las nanas que una enfermera, Ilse Weber, escribió para los niños a los que arrullaba hasta que fueron enviados a Auschwitz. Aunque se crió en una familia de diplomáticos de la nobleza sueca y es elogiada estos días desde Salzburgo hasta Gstaad, Anne Sofie von Otter tiene sus raíces en una crónica del genocidio y todo se debe a un hombre llamado Gerstein. Su triste historia empieza en un tren, como tantas otras historias de guerra. El padre de Anne Sofie, el barón Göran von Otter, fue un diplomático sueco. La noche del 20 al 21 de agosto de 1942, viajando de Varsovia a Berlín, se convirtió en un testigo involuntario del Holocausto. De pie en el pasillo del vagón porque era imposible encontrar un coche-cama, el diplomático vio cómo un oficial de las SS le miraba de reojo. Cuando el tren se paró en una estación, los dos hombres bajaron para tomar un poco de aire fresco. En la plataforma totalmente oscura el hombre de las SS le pidió lumbre. Von Otter sacó un paquete de cerillas con el blasón sueco impreso. “Tengo que hablar con usted”, dijo Kurt Gerstein. Con la frente repleta de gotas de sudor y los ojos llenos de lágrimas —como informó von Otter a sus superiores—, Gerstein explicó que fue el jefe de una unidad de Desinfección Técnica de las Waffen-SS, responsable de proporcionar los equipos de venenos y gases. “Ayer —dijo a Von Otter, llorando incontrolablemente— vi algo espantoso”. “¿Tiene que ver con los judíos?” —preguntó el diplomático. Durante las siguientes seis u ocho horas en el pasillo del tren, después de examinar los papeles de identificación de Gerstein, Von Otter escuchó un relato detallado de la mecánica del genocidio, las cámaras de gas, las fosas comunes. Gerstein habló de todo, los nombres del personal dirigente, la mirada de una niña cuando la empujaron desnuda hacia el exterminio. “Vi hoy morir a más de diez mil”, lloró. Imploró al barón para que informara al gobierno sueco con la esperanza de detener la carnicería. “No tenía ninguna duda en cuanto a la sinceridad de sus intenciones humanitarias”, dijo Von Otter en un informe que escribió en seguida a Estocolmo, y sobre el que, sin embargo, no recibió ninguna contestación. Poco después, el barón fue llamado a Suecia. Cuando buscó su informe en los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores, no estaba. Gerstein, que arriesgó su vida después de hacer más confesiones de este tipo a otros extranjeros, se entregó a los franceses en abril de 1945 y fue acusado de crímenes de guerra. Mientras estaba en prisión, escribió un detallado informe de lo que había visto y una carta a Von Otter pidiendo una confirmación del encuentro que habían tenido. La contestación del diplomático llegó demasiado tarde. Gerstein fue encontrado muerto el 25 de julio de 1945. O murió por su propia mano o fue asesinado por los otros presos de las SS, a las que se había afiliado para investigar la muerte por aplicación de la ley de eugenesia de su cuñada mentalmente enferma. “Mi padre nunca hablaba” —dice Anne Sofie von Otter con sombría concentración. “No sólo no hablaba de Gerstein, sino que no hablaba de nada. Ni siquiera sabíamos que su abuelo había sido primer ministro de Suecia durante dos años. De lo poco que sé me enteré por mi madre, que estaba con él en Berlín. Pero yo tenía la sensación, cuando era joven, de que mi padre sufría mucho por no haber podido revelar la información que Gerstein le había dado o por no haber podido salvarle la vida. Un fuerte sentido de culpabilidad se cernía sobre su vida. No fue un hombre especialmente valiente, pero siempre se sintió inclinado a comportarse moralmente en todo lo que hacía, lo que intentó inculcar en sus cuatro hijos”. La carrera de von Otter se estancó, posiblemente porque su informe de 1942 comprometía una neutralidad en la que Suecia solía hacer la vista gorda. No ascendió más que a cónsul-general en Londres y murió en 1988. “No fue un hombre feliz” —dice Anne Sofie— “sentía que había fracasado en su carrera, no tenía mucha relación con su familia y muy probablemente le obsesionara el hecho de que se siguiera gaseando a millones de personas durante todo aquel tiempo y él fuera impotente para detenerlo. Y todo eso sin mencionar la muerte de Gerstein, un hombre como él que quiso comportarse decentemente. Se esforzó por acercarse a mí en Londres pero no consiguió ser ese tipo de padre al que se quiere con toda el alma”. El disco Terezin (publicado por Deutsche Grammophon) es un acto de reparación filial, con canciones nunca cantadas de víctimas desconocidas en homenaje a dos hombres que intentaron sin éxito salvarlas. Tanto las canciones como su presentación tienen una simplicidad y una sinceridad que emocionan inmediatamente. En el disco nada suena como una interpretación, sino como la transmisión de una verdad esencial, la obra de un ángel de los discos. Su primera balada es de la enfermera Ilse Weber, Deambulo por Terezin. Es un poema dedicado al hijo de Ilse, Hanus, al que ella metió en un tren que salía de Praga antes de la guerra, rezando para volver a verlo algún día. Anne Sofie ha descubierto recientemente que Hanus Weber pasó su vida en Estocolmo trabajando como corresponsal político. El pasado se le presenta dolorosamente y, aunque Hanus ha muerto, su madre revive a través de la voz de la hija de un hombre decente que intentó impedir su asesinato. “Mi padre se hubiera sentido conmovido y hubiera estado de acuerdo”, dice Anne Sofie von Otter. “No lo pensé mientras grababa el disco, pero después entendí que lo había hecho para conseguir su aceptación, para hacerle un regalo. He grabado muchos discos por razones egoístas. Esta vez lo he hecho para mi padre, para cumplir con él”. Norman Lebrecht www.scherzo.es JOAQUÍN ACHÚCARRO Martes, 29 de enero de 2008. 20:00 h piano GRIGORI SOKOLOV Lunes, 11 de febrero de 2008. 20:00 h piano PAUL LEWIS Martes, 25 de marzo de 2008. 20:00 h piano MAURIZIO POLLINI Martes, 15 de abril de 2008. 20:00 h piano KRYSTIAN ZIMERMAN Lunes, 5 de mayo de 2008. 20:00 h 1 2 3 4 5 piano ORGANIZA: PATROCINA: ANDRÁS SCHIFF Miércoles, 11 de junio de 2008. 20:00 h piano LARS VOGT Martes, 14 de octubre de 2008. 20:00 h piano PIERRE-LAURENT AIMARD Martes, 18 de noviembre de 2008. 20:00 h piano CHRISTIAN ZACHARIAS Martes, 25 de noviembre de 2008. 20:00 h piano LEIF-OVE ANDSNES Martes, 9 de diciembre de 2008. 20:00 h 6 7 8 9 10 piano COLABORAN: 6 1 2 RECITAL RECITAL 3 RECITAL LUNES, 12 DE NOVIEMBRE DE 2007. 20 HORAS LUNES, 12 DE NOVIEMBRE DE 2007. 20 HORAS EDUARDO FERNÁNDEZ, PIANO VALENTINA IGOSHINA, PIANO BERTRAND CHAMAYOU, PIANO ESPAÑA ORGANIZAN: RUSIA MARTES, 18 DE DICIEMBRE DE 2007. 20 HORAS FRANCIA COLABORAN: