Discurso de Gustavo Montalvo, ministro dominicano de la

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Discurso de Gustavo Montalvo, ministro
dominicano de la Presidencia, en el
diálogo con el gobierno de Haití, el
jueves 10 de julio de 2014, en Juan
Dolio, San Pedro de Macorís
Muchas gracias
Buenos días,
Su Excelencia Laurent Lamothe Primer
Ministro, Distinguidos ministros y
secretarios de Estado, Distinguidos
representantes de organismos
internacionales, Distinguidos
representantes del sector empresarial.
Distinguidos invitados especiales y
miembros de la prensa,
Señoras y señores,
Nos complace estar aquí reunidos, en
Juan Dolio, para continuar el diálogo
binacional iniciado por nuestros
presidentes, Danilo Medina y Michel
Martelly, hace apenas siete meses.
Recibimos con cordialidad a la
delegación del Gobierno haitiano que
nos visita en esta ocasión para
participar en un nuevo encuentro.
Es preciso reconocer, una vez más, el
trabajo del Primer Ministro Lamothe y
de los ministros que lo acompañan. Sin
su esfuerzo y dedicación, los avances
históricos que ya hemos alcanzado no
hubieran sido posibles.
El proceso de diálogo que hemos abierto
entre nuestras dos repúblicas es la
mejor aportación que podemos hacer,
como Gobiernos, para asegurar que las
necesidades comunes de nuestros
pueblos prevalezcan y sean escuchadas.
Este es el reto que hemos asumido. Y,
aunque sabemos que hay inercias del
pasado y multitud de detalles técnicos
por superar, no nos cabe duda de que
continuaremos llevando a cabo este
proceso de cooperación con éxito, para
beneficio mutuo y permanente del
pueblo dominicano y del pueblo
haitiano.
Señoras y señores,
Desde que nuestros Presidentes se
encontraron en Venezuela, el pasado
diciembre, se abrió entre nuestras
naciones el camino de este diálogo
histórico. A lo largo de estos meses
hemos establecido una comunicación
fluida y hemos alcanzado ya
importantes acuerdos, por medio de las
reuniones sectoriales mantenidas entre
los equipos técnicos y los ministros de
ambos países.
En este momento, podemos decir con
satisfacción que contamos ya con una
nutrida agenda común que avanza a
buen ritmo.
Amigas y amigos,
Un área clave en la que hemos
desarrollado importantes avances es la
del comercio. No podemos olvidar que
Haití es el segundo socio comercial de la
República Dominicana; y que de este
comercio dependen miles de puestos de
empleo en ambos países.
Desde la declaración Conjunta de Juana
Méndez, el pasado 7 de enero,
reconocimos la importancia de
normalizar los intercambios
comerciales y de mantener un ambiente
favorable al comercio y al desarrollo de
las empresas, a ambos lados de la
frontera.
Guiados por esta nueva visión de las
relaciones bilaterales, estamos
comprometidos a avanzar hacia el
intercambio permanente de
información sobre nuestros regímenes
nacionales de comercio, incluyendo la
base legal, los procedimientos de
importación, las medidas sanitarias y
fitosanitarias, los requisitos
medioambientales y las normas
relacionadas con la inversión.
Porque es preciso que nuestros
empresarios, abogados, servidores
públicos e inversores privados conozcan
las reglas de juego y puedan, así,
participar en emprendimientos
comerciales con la suficiente certeza y
seguridad.
El gobierno dominicano se compromete
a hacer todos los esfuerzos necesarios
para cooperar con la formalización del
comercio entre República Dominicana y
Haití.
Sin embargo, creemos que es de igual
importancia que el gobierno haitiano se
comprometa a eliminar de inmediato las
actuales prohibiciones a la importación
de productos provenientes de la
República Dominicana.
En las relaciones entre países amigos,
las barreras físicas al comercio no
deberían existir salvo por razones muy
excepcionales, como la seguridad
nacional.
Las actuales prohibiciones
discriminatorias solo han llevado a
incrementar el comercio informal y a
crear desventajas competitivas.
Hay evidencias de que productos cuyo
paso por la frontera está prohibido,
están siendo, sin embargo, permitidos
por los puertos haitianos. Entendemos
que no hay razones para que el trato por
la frontera sea distinto que el de los
puertos marítimos.
De igual forma, debemos trabajar para
una mayor armonización arancelaria de
los impuestos aduanales en ambos
países. O, al menos, para evitar
diferencias demasiado grandes, que
constituyan un fuerte estímulo al
contrabando.
Con una frontera común, es muy difícil
tener aranceles tan distantes para
bienes similares, con 0% de un lado de
la frontera, conviviendo con tasas de 20,
30 o hasta 40% del otro.
En tal sentido, proponemos la creación
de una mesa comercial en la que ambas
naciones nos sentemos a tomar las
medidas necesarias para lograr esta
adecuación.
Nuestro objetivo es finalizar el
encuentro de hoy con la firma de un
amplio acuerdo en materia comercial
que nos permita dar un importante
impulso a nuestras relaciones
comerciales.
Nos complace, además, contar
nuevamente en esta reunión con
representantes del sector privado de
ambos países, que también han seguido
avanzando en sus conversaciones en
estos meses. Desde ambos gobiernos
saludamos y apoyamos las iniciativas de
trabajo conjunto que están llevando a
cabo.
Amigas y amigos,
Otro campo de vital importancia para
ambas naciones en el que hemos
logrado importantes acuerdos es el de la
seguridad pública.
Y me gustaría en este punto felicitar los
esfuerzos realizados porque, de hecho,
la colaboración establecida en estos
meses ya está dando resultados
concretos en la lucha contra el crimen
organizado.
Por otra parte, no podemos permitir que
el solo hecho de alcanzar la frontera
logre la impunidad para los prófugos
haitianos o los dominicanos. Es nuestro
deber dotarnos de los instrumentos
legales que sean necesarios para
detener a los criminales a ambos lados
de la frontera y entregarlos a las
autoridades del país que los esté
reclamando.
Por tanto, ambos países hemos
expresado el interés de concretar un
tratado de extradición. Esto es,
establecer un mecanismo para que los
criminales que han evadido su captura
puedan ser perseguidos y sometidos a la
acción de la justicia en ambos países.
De la misma forma, estamos buscando
mecanismos que nos permitan
comparar datos biométricos entre las
autoridades de justicia y seguridad de
ambos países, así como la revisión del
actual Protocolo de Repatriaciones.
****Señoras y señores,****
No debemos dejar pasar esta
oportunidad para informar sobre los
avances alcanzados en un tema que
anteriormente hemos abordado en esta
mesa y sobre el que tenemos buenas
noticias. Me refiero a la regulación de
los flujos migratorios.
En primer lugar, debemos recordar que,
tal como fue nuestro compromiso desde
la primera reunión, la República
Dominicana ha hecho un esfuerzo sin
precedentes por el ordenamiento y la
debida documentación de toda la
población que habita en nuestro
territorio.
El gobierno dominicano ha actuado con
decisión, con firmeza y al mismo tiempo
buscando el consenso en todas nuestras
decisiones. Y esto nos ha permitido
cumplir con los dos compromisos
principales que realizó nuestro
Presidente. Por una parte, poner en
marcha el plan de regularización para
personas en situación migratoria
irregular y, por otra, ofrecer una
solución humanitaria a las personas
nacidas en la República Dominicana de
padres extranjeros en situación
irregular.
Paralelamente, avanzamos también en
diferentes medidas para reforzar la
seguridad en la frontera, entre las que
se incluyen el despliegue de 900
efectivos militares más, y se adquirieron
50 motocicletas, 10 four-wheel, 20
camionetas y 3 camiones. Además,
hemos puesto en marcha otros
esfuerzos enfocados a combatir los
abusos y la corrupción en el corredor
fronterizo, que perjudican tanto al
pueblo dominicano como al haitiano.
Señoras y señores,
El Gobierno de Danilo Medina se
caracteriza por respaldar sus ideas con
hechos concretos, más que con
discursos inflamados.
Y si hablamos de soberanía nacional,
este conjunto de iniciativas para la
identificación, regularización y
ordenamiento migratorio constituyen,
en la práctica, la mayor defensa de la
soberanía dominicana que se haya
llevado a cabo en toda nuestra historia.
Porque nada contribuye más a
salvaguardar nuestra patria que el
fortalecimiento de nuestras
instituciones y nuestras leyes. Y ese ha
sido nuestro objetivo desde el primer
día. Hacer valer, de una vez por todas, la
ley y el Estado de Derecho en el
conjunto de nuestro territorio; de la
misma manera que el gobierno haitiano
tiene el derecho y el deber de
preservarlos en el suyo.
En paralelo con estos avances,
celebramos la iniciativa del gobierno de
Haití, que ha iniciado un programa de
documentación masiva, que incluye la
dotación de pasaporte a sus nacionales.
En las reuniones mantenidas por
nuestros equipos técnicos tuvimos
ocasión de conocer en detalle ese plan
de documentación y de establecer el
apoyo que precisarán de nosotros en
sus diferentes fases y que, por supuesto,
estamos dispuestos a ofrecerles.
La idea es unir los esfuerzos con los de
diferentes organizaciones religiosas,
humanitarias y de base territorial, para
llegar a las comunidades con mayor
cantidad de nacionales haitianos en
territorio dominicano y así dotarlos de
la debida documentación.
Este es un factor esencial para que todos
los hombres y mujeres de Haití puedan
disfrutar plenamente de los derechos
que otorga la identidad jurídica, tanto
dentro como fuera de sus fronteras.
Entendemos que la correcta
documentación de los ciudadanos
haitianos es un paso indispensable y
complementario con el Plan Nacional de
Regularización de Extranjeros en
condición migratoria irregular, que
iniciamos hace unas cinco semanas con
gran entusiasmo y participación.
Tanto el Plan de Regularización, como
la Ley Especial 169-14, cuyo reglamento
está a punto de implementarse,
muestran la seriedad y el compromiso
del Gobierno Dominicano por ampliar la
cobertura que el Estado de Derecho da a
todas las personas que viven en nuestro
territorio.
Por otra parte, ambos países estamos de
acuerdo en tomar medidas conjuntas en
torno al cruce de nuestras fronteras por
parte de niños, niñas y adolescentes,
para la mejor protección de los
derechos de estos menores.
Amigos y amigas,
Para garantizar la continuidad de este
proceso de diálogo, la República
Dominicana desea reiterar su interés de
que, en adelante, la Comisión Mixta
Bilateral asuma el seguimiento de esa
agenda y la impulse de manera
sistemática.
Es nuestro deseo, y entendemos que
también el de la República de Haití, que
esta Comisión salga de aquí con el
mandato político claro de hacer avanzar
el proceso de diálogo.
Es del máximo interés para ambos
países que la agenda priorizada que nos
hemos trazado se implemente y siga
dando resultados. Por lo tanto,
considero que debemos
comprometernos desde hoy a dotar a
esta comisión de la capacidad de acción
y decisión que necesita.
Y para que puedan cumplir con esa
misión, en primer lugar consideramos
que es fundamental contar con personal
técnico permanente para estas
funciones. Debe designarse un equipo
profesionalizado y estable de
funcionarios de ambos países, que
asuman de forma permanente la
operatividad de la Comisión y su
funcionamiento.
Por otra parte, y para asegurar que
logramos avances sustantivos,
consideramos que los miembros que
componen esta mesa de Alto Nivel
deben continuar dando apoyo a la
Comisión Mixta Bilateral, para impulsar
la toma de decisiones allí donde los
equipos técnicos puedan encontrar
limitaciones.
En adelante, sugerimos que esta
comisión establezca un cronograma
para las reuniones técnicas, así como
una metodología para la incorporación
de nuevos temas a la agenda y para la
evaluación de los acuerdos alcanzados.
Estaremos siempre atentos a esa agenda
y apoyando sus esfuerzos.
Amigas y amigos,
Cuando han pasado ya siete meses
desde que, ante el escepticismo de
muchos, nos sentamos por primera vez
a esta mesa, no quiero concluir esta
intervención sin hacer una breve
reflexión sobre la trascendencia de
estos encuentros y la importancia que
tienen para ambas naciones que esta
agenda de cooperación mutua continúe.
No creo estar exagerando si digo que en
estos siete meses de conversaciones
nuestras relaciones bilaterales han
avanzado más que en los últimos 50
años. Y, aunque nos alegra que este
gran paso haya sido posible ahora,
también nos entristece pensar en todo
el tiempo perdido.
¿Cuánto más no se habrían beneficiado
nuestros pueblos durante las últimas
décadas si nuestras élites hubieran sido
capaces de hablar en términos de buena
vecindad en lugar de encender la llama
del odio y el desprecio al otro?
¿Cuánto hubiéramos logrado desde el
respeto y el diálogo que nunca hemos
conseguido desde el orgullo vacío y la
intolerancia?
Amigos y amigas,
Aquí no hay espacio para la ingenuidad.
Sabemos muy bien que entre la
República Dominicana y Haití existe una
larga historia de desencuentros,
malentendidos y querellas que han
terminado creando, en cada uno de
nuestros países, una imagen
distorsionada del otro.
Estas imágenes distorsionadas y, por
qué no decirlo, a menudo
completamente falsas, han sido
utilizadas frecuentemente y de forma
deliberada por viejas élites que, a ambos
lados de la frontera, han tenido
intereses en la confrontación. Élites que
siempre han temido que la colaboración
y la solidaridad afectaran a sus
privilegios y que, para impedirlo, han
instrumentado los temores y los odios
que nutren este desencuentro.
Esos viejos prejuicios constituyen una
herencia que, lamentablemente, sigue
ejerciendo poder sobre nosotros y nubla
nuestra visión. Sin embargo, es hora de
comprender que ese legado ya no nos
pertenece y no debe lastrar nuestro
presente por más tiempo.
Si mantenemos vivas esas disputas,
corremos el riesgo de sacrificar los
intereses reales de nuestros pueblos en
el presente, por los agravios narrados
en nuestros libros de historia.
Y no digo esto como una simple
reflexión romántica, no se equivoquen.
Lo digo desde el pragmatismo, porque
es muy sencillo demostrar en términos
económicos y sociales las consecuencias
nefastas que han supuesto esos
prejuicios.
***La verdad objetiva es que la política
de odio sembrada en el pasado ha
tenido un costo elevadísimo para esta
isla, a ambos lados de la frontera, tanto
en términos humanos como materiales.
Es cierto, señoras y señores, nuestro
pasado es importante, nuestros
recuerdos son importantes y son una
parte de nuestra identidad, pero no
pueden ser toda nuestra identidad. No
tienen por qué condicionar nuestro
presente, ni nuestro futuro.
Nuestro futuro puede ser muy
diferente, puede ser mucho mejor, y es
nuestra responsabilidad que así sea.
Pero para lograrlo debemos limpiar
nuestra mirada de pasado y
observarnos nuevamente desde la
esperanza, desde la confianza y desde el
respeto mutuos.
Ya lo dijo Nelson Mandela, cito: “Nadie
nace odiando a otra persona por el color
de su piel, su origen, o su religión. El
odio se aprende. Y si son capaces de
aprender a odiar, también se les puede
enseñar a amar.” Termina la cita.
Y ejemplos no faltan. En todo el mundo
hay países que han sabido dejar atrás lo
peor de su pasado, para centrarse en
construir el futuro que quieren para sus
hijos. El mejor ejemplo de eso es
precisamente Sudáfrica.
Pero, ¿por dónde empezar? ¿Hacia
dónde daremos ese primer paso que nos
aparte de esos miedos y nos lleve en una
nueva dirección?
Para hallar la respuesta, solo tenemos
que mirar a lo que tenemos más cerca. A
nuestros propios pueblos. A las
necesidades que nuestra gente padece
en su día a día y en las esperanzas que
les mueven a seguir luchando.
En ambas naciones hay millones de
personas que quieren más desarrollo,
más educación, más salud, más
seguridad, mejores trabajos y más
oportunidades.
A lo largo de cientos de kilómetros de
frontera, nuestras naciones comparten
las cuencas de varios ríos y un mismo
ecosistema del que dependen nuestras
cosechas. Intercambiando mercancías
de un lado a otro de esta frontera
hacemos crecer nuestras economías y
creamos puestos de empleo.
Compartimos también los retos que nos
plantean amenazas que no conocen de
fronteras, como son los desastres
naturales, las epidemias, o el crimen
organizado.
Todas estas necesidades, estos retos y
estas esperanzas constituyen, para
nuestros Gobiernos, un mandato
ineludible de pasar a la acción.
Constituyen también la hoja de ruta de
este diálogo histórico que hoy nos reúne
aquí. Nuestros pueblos tienen tanta
necesidad de cooperar entre sí, que en
buena medida nuestra agenda ya está
hecha. Nuestro trabajo es facilitar esta
necesidad de cooperación, y es un
trabajo que debemos tomarnos muy en
serio.
Como habrán visto, en los últimos meses
hemos logrado acuerdos significativos
precisamente en todas estas áreas.
Hablo de los acuerdos logrados en
materia de agricultura, aduanas, salud,
seguridad, protección del
medioambiente, promoción del turismo
y fomento del comercio.
De la misma forma, en el marco de este
nuevo diálogo entre nuestros países
hemos visto surgir otros acuerdos, como
el firmado entre el Instituto Dominicano
de Aviación Civil (IDAC) y la Oficina
Nacional Haitiana de Aviación Civil, que
se han comprometido a continuar
mejorando la cooperación y la asistencia
técnica relacionada con la coordinación
para la provisión de Servicios de
Tránsito Aéreo entre ambos Estados.
Poco a poco, los resultados empiezan a
hablar por sí mismos y vamos sumando
voluntades, abriendo espacios y
cerrando heridas.
Y así continuaremos avanzando, hacia
otra áreas de colaboración, como la
justicia, el fomento a las Mipymes, el
transporte, la seguridad alimentaria, la
cultura, el deporte y el combate a la
pobreza.
Creemos y defendemos una República
Dominicana cada vez más fuerte,
soberana e independiente, de la misma
forma en que Haití defiende su fortaleza,
independencia y soberanía. Ese es
nuestro deseo. Dos naciones libres,
capaces de dar respuesta a las
necesidades de sus pueblos y de
colaborar en buena vecindad.
Y en ese camino por el desarrollo y el
fortalecimiento de las capacidades de
cada una de nuestras naciones nos
gustaría contar con la comunidad
internacional. No para mediatizar
nuestras relaciones, sino para apoyar
con medidas concretas nuestro
fortalecimiento institucional y reforzar
nuestro desarrollo, nuestra
independencia y nuestras capacidades
propias.
La República Dominicana cree
profundamente en la solidaridad entre
los países, especialmente cuando se
expresa con acciones concretas y ayuda
oportuna.
Instamos, por tanto, a los países
desarrollados y organismos
internacionales a que respalden sus
declaraciones con acciones concretas en
favor de nuestros esfuerzos por el
desarrollo, con el mismo entusiasmo
que han mostrado en sus
pronunciamientos durante los últimos
meses.
Amigas y amigos,
Comienza una nueva era en las
relaciones dominico-haitianas. Una era
de entendimiento y cooperación mutua,
que traerá más bienestar y más
progreso a ambas naciones. No les
quepa duda.
Confiemos en nosotros mismos, en
nuestra capacidad para avanzar juntos
por este camino. Ya hemos demostrado,
en estos 7 meses, que somos capaces de
superar grandes obstáculos. Y no
olvidemos que, si bien es verdad que en
nuestro pasado hay mucho que dejar
atrás, también es cierto que hay en él
muchas lecciones inspiradoras.
Ya en 1943, en un momento de
dictaduras y exilio, el maestro Juan
Bosch volvía la vista a la situación de
estas dos naciones, en aquel momento
enfrentadas, y encontraba motivos para
la esperanza cuando escribía, cito:
"Nuestro deber es, ahora, luchar por la
libertad de nuestro pueblo dominicano
y luchar por la libertad del pueblo
haitiano. Cuando de aquél y de este lado
de la frontera, los hombres tengan casa,
libros, medicinas, ropa, alimentos en
abundancia; cuando seamos todos,
haitianos y dominicanos, ricos y cultos y
sanos, no habrá pugnas entre los hijos
de Duarte y de Toussaint..." fin de la cita.
Amigos y amigas, no olvidemos las
palabras del maestro Bosch y
recordemos siempre que el odio es
estéril, mientras que el amor y el
respeto fructifican.
No olvidemos que los libros de historia
que leerán nuestros hijos y nietos se
escribirán con el fruto de nuestras
acciones. Este es el momento de
asegurarnos de que esas páginas nos
llenarán de orgullo y alegría.
Muchas gracias.
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