La vida es sueño - IES Vega de mar

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La vida es sueño
La vida es sueno es obra muy rica en matices y, por ello, puede tener variadas interpretaciones. La crítica especializada nos recuerda que en el fondo de esta pieza dramática hay
una disputa teológica sobre la libertad 0, como decían entonces, el libre albedrío. Nosotros
vamos a resaltar también el aspecto educativo de este drama filosófico.
ACTO I
Y teniendo yo más alma ¿tengo menos libertad?
Al principio de la obra, Segismundo, el joven protagonista, está encerrado en una torre,
en medio del monte; ya que, antes de nacer, su padre el rey, creyendo en los hados, vio que
Segismundo sería «el príncipe más cruel/ el monarca más impío» que derrocaría a su padre:
«siendo alfombra de sus plantas / las canas del rostro mío». En esa torre, lamenta su encierro:
¡Ay mísero de mí! ¡Ay infeliz!
Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así,
qué delito cometí
contra vosotros naciendo;
aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido.[... ]
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron
¿qué privilegios tuvieron
que yo no gocé jamás?
Nace el ave, y con las galas
que le dan belleza suma,
apenas es flor de pluma
o ramillete con alas,
cuando las etéreas salas
corta con velocidad,
negándose a la piedad
del nido que deja en calma:
y teniendo yo más alma
¿tengo menos libertad?
Las dudas del padre
Segismundo está encerrado en la torre desde su nacimiento. Y llega un momento en que
el padre tiene sus dudas, por si el hado se ha equivocado y por si, a pesar de los pesares, el hijo
vence sus inclinaciones y obra bien. El rey decide darle una oportunidad y se lo comunica a la
corte.
… pues aunque su inclinación
le dicte sus precipicios,
quizá no le vencerán,
porque el hado más esquivo,
la inclinación más violenta,
el planeta más impío,
solo el albedrío inclinan,
no fuerzan el albedrío.
Acto II
Un padre que contra mí / tanto rigor sabe usar
A Segismundo, le dan un somnífero y lo llevan a palacio, donde le hacen conocer que es
el hijo del rey.
¡Válgame el cielo, qué veo!
¡Válgame el cielo!, ¿qué miro?
Con poco espanto lo admiro,
con mucha duda lo creo.
¿Yo en palacios suntuosos? (…)
Decir que es sueño es engaño;
bien sé que despierto estoy.
¿Yo Segismundo no soy?
Dadme, cielos, desengaño.
Decidme, ¿qué puede ser
esto que a mi fantasía
sucedió mientras dormía,
que aquí me he llegado a ver?
Segismundo, al saber que es el hijo del rey y que lleva toda la vida encerrado, reacciona
con mucho enfado, maltrata a su instructor Clotaldo y tira a un criado por la ventana. Al llegar y
enterarse de ello su padre, riñe a Segismundo y no lo quiere abrazar:
... y aunque en amorosos lazos
ceñir tu cuello pensé,
sin ellos me volveré,
que tengo miedo a tus brazos.
A lo que el hijo le dice:
Sin ellos me podré estar
como me he estado hasta aquí;
que un padre que contra mí
tanto rigor sabe usar
que su condición ingrata
de su lado me desvía;
como a una fiera me cría
y como a un monstruo me trata,
y mi muerte solicita,
de poca importancia fue
que los brazos no me dé
cuando el ser de hombre me quita.
Tras este desencuentro entre hijo y padre y al ver los abusos de Segismundo, el rey
ordena encerrarlo otra vez en la torre por medio de otro somnífero y le intentan hacer creer que
todo fue un sueño.
Consejos de Clotaldo
De nuevo en la torre, Segismundo duda y piensa sobre lo que ha soñado o vivido. Y le
cuenta al viejo Clotaldo lo que hacía en palacio. Clotaldo aprovecha para darle sus buenos
consejos:
Segismundo, que aun en sueños
no se pierde el hacer bien.
Toda la vida es sueño / y los sueños, sueños son
Al quedar solo, Segismundo va entrando en razón:
…y la experiencia me enseña
que el hombre que vive sueña
lo que es hasta despertar [.. . ].
Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño,
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
Acto III
Soñemos, alma, soñemos
Este acto comienza con la sublevación del pueblo que libera a Segismundo de la torre.
Las gentes se han enterado de que el rey tiene un hijo y no quieren que el heredero de la corona
sea un extranjero. Segismundo, dudoso entre si es realidad o sueño lo que le proponen, decide
seguirles, pero ahora se comporta más prudentemente.
Soñemos, alma, soñemos
otra vez; pero ha de ser
con atención y consejo
de que hemos de despertar
de este gusto al mejor tiempo;
que llevándolo sabido,
será el desengaño menos.
Ya estoy, príncipe, a tus plantas
El enfrentamiento de los ejércitos del padre y del hijo será inevitable. En la batalla sale
vencedor el ejército de Segismundo. De manera que el rey Basilio, se presenta, arrodillándose,
ante su hijo vencedor.
Ya estoy, príncipe a tus plantas:
sea de ellas blanca alfombra
esta nieve de mis canas;
pisa mi cerviz y huella
mi corona; postra, arrastra
mi decoro y mi respeto;
toma de mi honor venganza;
sírvete de mí cautivo;
y tras prevenciones tantas,
cumpla el hado su homenaje,
cumpla el cielo su palabra.
La lección del hijo
Segismundo ha recibido varias lecciones y ha sabido aprovecharlas.
Corte ilustre de Polonia,
que de admiraciones tantas
sois testigos, atended,
que vuestro príncipe os habla [...].
Mi padre, que está presente,
por excusarse a la saña
de mi condición, me hizo
un bruto, una fiera humana;
de suerte, que cuando yo
por mi nobleza gallarda,
por mi sangre generosa,
por mi condición bizarra,
hubiera nacido dócil
y humilde, solo bastara
tal género de vivir,
tal linaje de crianza,
a hacer fieras mis costumbres:
¡qué buen modo de estorbarlas!
Reconciliación del padre y del hijo
Tras otras explicaciones que indican la madurez de Segismundo y cómo ya está
preparado para asumir la corona, se reconcilian padre e hijo:
SEGISMUNDO
[...] Señor, levanta,
dame tu mano, que ya
que el cielo te desengaña
de que has errado en el modo
de vencerla, humilde aguarda
mi cuello a que tú te vengues:
rendido estoy a tus plantas.
BASILIO
Hijo -que tan noble acción
otra vez en mis entrañas
te engendra- príncipe eres.
A ti el laurel y la palma
se te deben; tú venciste;
corónente tus hazañas.
Calderón de la Barca, La vida es sueño.
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