MARCIAL El epigrama como forma literaria alcanzó su configuración definitiva con Marco Valerio Marcial (aprox. 40 d. C.-103/104?); él es el único escritor que adopta el epigrama como forma exclusiva para expresar sus ideas y sentimientos, dando a esta composición el carácter que actualmente tiene. El autor Nació en Bilbilis, una pequeña población situada en la Hispania Tarraconense. En el 64 marchó a Roma, donde, falto de medios económicos, tuvo que adaptarse a la vida de "cliente" sometido a la protección de patronos. La mayor parte de su vida transcurre en Roma, pues ya no regresaría a Bilbilis hasta el 98, sólo unos años antes de su muerte, cuya fecha exacta no se conoce; el único dato que nos permite realizar alguna suposición en torno a la muerte de Marcial es que Plinio el Joven hace alusión a la misma en una carta fechada en el 104. Sin embargo, a pesar de su prolongada ausencia, la vinculación del poeta con su tierra española es unos de sus rasgos definitorios; su poesía deja entrever un amor obstinado por su tierra, sus paisajes y, muy especialmente, por el tipo de vida que allí se puede vivir. Obra Marcial escribía poesía para ganarse la vida; sus primeros epigramas fueron obras de ocasión. La primera colección figura como un libro aparte y se titula Liber spectaculorum; fue compuesto para celebrar la inauguración del Coliseo (anfiteatro Flavio) por el emperador Tito y describía los espectáculos que allí se sucedieron. De esta obra conservamos treinta y tres poemas interesantes por la información que proporcionan sobre este tipo de espectáculos. Al liber spectaculorum siguieron dos nuevas obras ocasiones: Xenia y Apophoreta; eran pequeños poemas dedicados a acompañar los regalos que se intercambiaban con motivo de las Saturnales. A partir del año 86 comienza a publicar su obra más importante: alrededor de 1.500 epigramas agrupados en doce libros y basados en la observación burlona de la vida. Suelen ser composiciones breves, en las que se expresa con concisión y acierto una idea. El metro más utilizado es el dístico elegíaco. En algunos de los libros coloca como introducción un prefacio en prosa en el que se defiende de las críticas. La poesía de Marcial no se explica sin la ciudad de Roma; por todas partes se muestran en sus epigramas con gran realismo los distintos tipos humanos que se movían por la corrompida sociedad romana de la época de los Flavios; cazadores de fortuna, delatores, glotones, etc... No faltan tampoco las alusiones personales y así se reflejan en su obra las dificultades de su vida de cliente, sus quejas por la tacañería de los patronos e incluso su demanda de regalos y préstamos. Las composiciones dedicadas al emperador Domiciano son abiertamente aduladoras, sin que parezca que esto le resultara humillante; consideraba la adulación un medio para sobrevivir, y lo cierto es que gracias a ella consiguió de Tito y Domiciano ciertos honores y compensaciones. La intención de Marcial es simplemente representar la vida de la sociedad de su tiempo, sin falsos pudores y sin tapujos, quizá por ese motivo en ocasiones resulta excesivamente obsceno. Su actitud es más de cansancio y hastío que de indignación ante los vicios y defectos de la sociedad; busca provocar más la risa o la burla que la reprobación. La actitud de Marcial está lejos de la propugnada por los poetas satíricos porque no tiene intención moralizadora, no intenta provocar un cambio de actitud sino simplemente observar la realidad desde su aspecto más risible y jocoso. Además, y este es otro rasgo que lo separa de los poetas satíricos, nunca utiliza la invectiva o el ataque personal; las personas a las que se refieren sus epigramas son en la mayor parte de los casos imaginarias. Este deseo de no realizar ataques personales lo expuso con un verso que, libremente traducido, resume ese dicho popular que reza así: "se dice el pecado, pero no el pecador" (parcere personis, dicere de vitiis) Estilo Como obra literaria los epigramas de Marcial responden a una postura de reacción contra los usos y modos literarios imperantes en su tiempo. Era ésta una época en la que predominaba un gusto clasicista que llenaba las obras de adornos mitológicos y retóricos, imponiéndose las declamaciones y descripciones de carácter épico. En el uso de la lengua se rechazaban las expresiones vulgares, el llamar a las cosas por su nombre, el detenerse en asuntos desagradables sórdidos u obscenos. A todo esto opone Marcial su obra. En primer lugar, frente a las grandes composiciones narrativas él se inclina por el epigrama, la forma más humilde de poesía; en segundo lugar reclama su derecho a expresarse con "la cruda verdad de las palabras" (lasciva verborum veritas ). Consigue de esta forma una claridad de expresión difícilmente imitable y la sencillez de sus versos, a pesar de estar hechos con gran cuidado, da la impresión de ser improvisada. Su servilismo al dirigirse a los emperadores, la libertad en el uso de la lengua y la obscenidad de que son frecuencia hace gala motiva que su valoración haya variado según las épocas. En su tiempo tenía gran aceptación por el pueblo, mientras despertaba críticas airadas entre los poetas que respetaban las tendencias de la poesía clasicista. Lo cierto es que con su forma directa de escribir, con su ingenio y vivacidad dio al término epigrama las características con las que ha pasado a la literatura actual.