CAPÍTULO Introducción 1 Introducción Conectividad ambiental y conservación en la cuenca mediterránea. Cuestiones para el debate Hermelindo Castro Nogueira ¿Es necesaria la conectividad en el mediterráneo? ¿Haría esto que mejorara el estado de conservación de nuestros ecosistemas? ¿Cómo armonizar naturaleza y sociedad? La planificación ecorregional ocupa una posición cada vez más importante en la gestión de los valores naturales. El paradigma espacial que va más allá de las especies y de los espacios e intenta conectar procesos no es conceptualmente novedoso. Sin embargo, su puesta en práctica en la gestión y ordenación del territorio constituye, aún hoy en día, uno de los principales retos a los que se enfrentan los gestores, los científicos y la sociedad en general. ¿Cómo conectar naturaleza con naturaleza y naturaleza con sociedad? La respuesta a esta pregunta no es sencilla. No existen recetas universales para alcanzar la integración espacial de las áreas protegidas, y en la búsqueda e implementación de fórmulas para establecer vínculos en el paisaje no sólo hay que considerar las características ambientales del territorio, sino también su singularidad sociocultural. De lo contrario, nuestros intentos en este sentido estarán abocados inevitablemente al fracaso. La noción del paisaje cultural es fundamental para la comprensión de la situación actual en la cuenca mediterránea, así como para abordar una aproximación sistémica de conservación en este territorio. De hecho, la principal diferencia o singularidad de la naturaleza mediterránea en un contexto geográfico amplio estriba en su estrecha vinculación a la actividad humana secular. El saber hacer del hombre mediterráneo en los últimos 10.000 años nos ha dejado en herencia unos paisajes que, naturales o naturalizados, constituyen el patrimonio 3 Conectividad Ambiental: Las Áreas Protegidas en la Cuenca Mediterránea, García Mora, M.R. (Coord.) © 2003, Junta de Andalucía. ISBN - 84-95785-33-1 Conectividad Ambiental: Las Áreas Protegidas en la Cuenca Mediterránea conservado de los países ribereños. El cultivo milenario de trigo, vid y olivo, junto con la ganadería extensiva, han marcado y siguen marcando en muchos lugares los patrones dominantes del paisaje. En estos ecosistemas agrosilvopastorales característicos - donde alternan campos de cultivo extensivos con áreas de pastoreo y zonas seminaturales - el mosaico paisajístico y ecológico resultante ha desempeñado, y en muchas zonas del mediterráneo aún desempeña, un papel relevante en el mantenimiento de los procesos ecológicos y en la persistencia de una rica diversidad biológica integrada en el paisaje. 10.000 años después, la agricultura intensiva, el desarrollo de las infraestructuras, la expansión del suelo urbano y en definitiva, la falta de integración de los objetivos de conservación en el conjunto de políticas sectoriales, han dado lugar en muchas zonas a un patrón paisajístico que determina la fragmentación de los procesos ecológicos, de las poblaciones animales y vegetales y de los ecosistemas. Además, estos paisajes mediterráneos, originados y modelados a través de la evolución cultural, dependen también en la actualidad de la suave y armónica relación del hombre con su medio. Por ello, el decrecimiento acelerado de las poblaciones locales vinculadas al medio rural, y como consecuencia, el abandono del manejo tradicional de los recursos naturales en gran parte del ámbito mediterráneo, constituye una de las principales barreras a la conservación y mantenimiento de nuestro patrimonio natural y cultural. Esta situación heredada, no sólo en el mediterráneo, sino también en el resto de ecorregiones del planeta, ha sido motivada en gran parte por la dicotomía aplicada hasta épocas muy recientes en la gestión del territorio: conservación versus desarrollo. Hoy sabemos que no podemos aislar espacialmente ni socioeconómicamente a las áreas protegidas del territorio circundante, si queremos mantener los procesos que determinan la presencia de unos valores naturales dignos de ser preservados. El ciclo del agua, de los nutrientes, las interacciones inter e intra poblaciones y comunidades biológicas, están determinados en gran medida por los cambios externos. Es una realidad que la naturaleza además de dinámica es interactiva, y prueba de ello es que las políticas de conservación circunscritas a los espacios protegidos no han producido los resultados esperados. ¿Cómo conectar los procesos ecológicos en el contexto global del territorio? Es en definitiva nuestro gran desafío para dar un paso de gigantes en la conservación de la naturaleza. Los conceptos han evolucionado y se han 4 Introducción realizado progresos, pero todavía es necesario un debate importante sobre planteamientos metodológicos realistas, adaptados y acordes con la realidad ambiental y sociocultural de este viejo mundo mediterráneo. Bajo este prisma, en la actualidad, la protección y el manejo de conexiones entre los espacios protegidos para aumentar la conectividad en el paisaje está evolucionando desde la fase conceptual hasta su implementación práctica en las estrategias de conservación. Existen numerosos ejemplos de desarrollo de proyectos para proteger y manejar estas conexiones, o propuestas de establecimiento de redes de conexiones como parte de estrategias de conservación. Entre estos proyectos cabe citar algunos de relevancia internacional: The Wildlands Project en Estados Unidos; El Corredor Biológico Mesoamericano; la Red Natura 2000 en la Unión Europa; la Red Esmeralda en Europa; el Proyecto de Macrocorredor en la costa suroeste australiana, o la Red Mundial de Reservas de la Biosfera. En el contexto mediterráneo, sin embargo, la planificación ecorregional de las áreas protegidas y la conectividad de estos espacios en el territorio se encuentra en una fase aún muy incipiente de desarrollo. Si bien algunos de los conceptos y elementos comunes de las experiencias de conectividad que se han desarrollado o desarrollan en otras ecorregiones, tales como la zonación del territorio en zonas núcleo de conservación, zonas de amortiguamiento y corredores lineales y discontinuos, pueden extrapolarse a la cuenca mediterránea, es necesario profundizar sobre los aspectos claves a considerar para el diseño de vínculos entre nuestros espacios protegidos y el territorio circundante y analizar las fortalezas y limitaciones de las singularidades ambientales y socioculturales de esta región, para poder evolucionar de la conservación de espacios a la conservación de sistemas. Por otro lado, existe una gran diversidad de situaciones sociopolíticas y económicas y diferentes niveles de desarrollo e implementación de las estrategias de conservación de los valores naturales en los distintos países ribereños. Desde una perspectiva conservacionista, en aquellos países en los que se han iniciado proyectos para aumentar la conectividad de las áreas protegidas, el interés de las conexiones entre los espacios conservados se ha centrado, generalmente, en su papel como pasillos de dispersión de organismos a través de medios inhóspitos. Sin embargo, frecuentemente no se ha considerado el papel ecológico más amplio que pueden desempeñar a escala de paisaje, ni otros beneficios de 5 Conectividad Ambiental: Las Áreas Protegidas en la Cuenca Mediterránea conservación que se obtienen aumentando la conectividad. Entre otros, una red de conexiones contribuiría directamente a la conservación de la diversidad biológica y de los recursos naturales; aumentaría las posibilidades de ocio y disfrute y la cohesión social y cultural entre las comunidades locales. La conectividad en el paisaje, enfocada a sus componentes biológicos, puede alcanzarse manejando el modelo paisajístico, o manejando patrones específicos de hábitats adecuados. Sin embargo, es importante reconocer que la conectividad ecológica funcional y efectiva implica la consideración del amplio espectro de conexiones biológicas, políticas y socio-económicas posibles tanto en el ámbito de los propios espacios protegidos como en la matriz circundante. La conectividad de las áreas protegidas en el paisaje, el pasar del enfoque de “isla” al enfoque de “red” o “sistema”, implica la integración de las áreas protegidas en un contexto socioeconómico y cultural más amplio que el delimitado por sus propias fronteras. Requiere ampliar la percepción de los espacios protegidos a una escala ecorregional, así como avanzar en las metodologías e instrumentos para conectarlas, no sólo espacialmente, sino también social y económicamente al entorno en el que se integran. 6