Libro de las Comarcas

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La literatura en el Bajo Aragón
JOSÉ IGNACIO MICOLAU ADELL
Aunque ceñidos a los estrictos límites territoriales de la comarca administrativa, no son escasos los nombres bajoaragoneses que pueblan las páginas de catálogos y relaciones
de escritores aragoneses. En el Aganipe de los cisnes aragoneses celebrados en el clarín de la Fama, del cronista Juan
Francisco Andrés de Uztarroz –que fue impreso en Amsterdam en 1785– ya se elogia como poeta al alcañizano Juan
Sobrarias, destacado médico y humanista así como impulsor del Renacimiento y el Humanismo en Aragón. En mayor
medida están representados en la monumental obra del canónigo Félix Latassa, Bibliotecas Antigua y Nueva de Escritores Aragoneses (1796-1802), que fue aumentada y refundida en forma de diccionario biográfico-bibliográfico por
Miguel Gómez Uriel entre 1884 y 1886. A caballo entre los
siglos XIX y XX, el despertar regionalista dará sus frutos provinciales y comarcales en publicaciones periódicas como la
Miscelánea Turolense (1891-1901) de Domingo Gascón y
Guimbao y el Boletín de Historia y Geografía del Bajo Aragón (1907-1909), dirigido por
Santiago Vidiellla. También interesan a nuestro propósito repertorios como la Relación
de escritores de la provincia de Teruel (1908), del mismo Gascón, o la Galería de alcañizanos ilustres y de destacadas personas populares (1959), de mosén Joaquín Buñuel,
fruto más tardío de un mismo espíritu.
De la Edad Media
Desde muy temprano, las tierras del Bajo Aragón ocupan un lugar en la literatura de
la Edad Media. Alcañiz, como veremos en estas páginas, es la capital política y cultural
de este amplio territorio desde el siglo XII. Tempranamente aparece ya en el Cantar
de Mío Cid (c 1207), en el verso 936: “tierras d’Alcañ[i]z negras las va parando”.
En las postrimerías del siglo XV, con anterioridad a la expulsión de los judíos en 1492,
esta minoría vivía en un contexto de presión social y cultural por la tendencia autori-
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En el último medio siglo no ha sido abundante la creación poética. Un libro de versos
dedicados a Alcañiz por Gustavo Adolfo, ¡Salve, Alcañiz! (1973), un hermoso poema
de Rosendo Tello en Confesiones en vísperas de domingo (1996), y una estimable colección de sonetos, Por tierras de Alcañiz, de Amador García Luengas (2004), son lo reseñable de una corta cosecha. Mención aparte merece la obra, en catalán y en castellano, del poeta y cantautor Tomás Bosque. Nacido en La Codoñera, fue conocido durante
los años de la transición con dos discos: Cuando los tiempos vienen difíciles (1977) y
Tomás Bosque (1978), marcados por la preocupación social pero también por los temas intimistas y amorosos. Ha continuado publicando sus poemas en diversas antologías y colabora habitualmente, como columnista, en el semanario La Comarca. De más
marcado carácter local es la obra en catalán del también codoñerano José Miguel Gràcia
Zapater: Davall d’una olivera (2002) y Finestrons i finestretes (2004).
Aunque hoy en día el viaje no tiene la aureola mágica de la época romántica, todavía
hay escritores que, andando por estos parajes, cultivan el género, como Clemente
Alonso Crespo en Teruel adentro (1986), José Antonio Labordeta con su Aragón en
la mochila (1988) y Miguel Mena en Paisaje del ciclista (1993), o escritores tan excepcionales como Joan Perucho, en cuya obra dejaron huella estos paisajes de la tierra baja aragonesa, como puede verse en su reciente antología bilingüe Hojas de las
fronteras. Entre Gandesa y Alcañiz (2003). Si consideramos la memoria como la huella del camino de la vida, podríamos incluir aquí, por un lado, la trayectoria del médico Galo Leoz Ortín, discípulo de Cajal, recogida por Antonio Bergua en Galo Leoz
Ortín: ciencia y rebeldía (1988), y por otro, los recuerdos de un empeño infatigable, la
defensa y recuperación de la lengua catalana del Bajo Aragón en La vall de Balat:
memoria de l’Aragó 1948-2003 (2003), de Artur Quintana i Font.
Para terminar este recorrido por las figuras, paisajes y ecos literarios en el Bajo Aragón
de los últimos años, es obligado mencionar a los periodistas. La alcañizana Pilar Narvión, que fue corresponsal en Roma y en París y subdirectora del diario Pueblo, publicó en 1959 Historia de un perro borracho y, en 1971, La mujer y el ‘management’,
con ilustraciones de Máximo. Ramón Mur Gimeno, redactor de El Correo y director
del semanario La Comarca, es autor de Sadurija: anales secretos de la casa Membrado, exitosa novela publicada por el Centro de Estudios Bajoaragoneses en 1990. También el prolífico escritor Antón Castro, cuya obra literaria cabalga entre el Maestrazgo y el Bajo Aragón, ha glosado algunas figuras bajoaragonesas en entrevistas y
reportajes y en Aragoneses ilustres, ilustrados e iluminados (1993). Y, por último, Darío Vidal, alcañizano, que realizó su carrera periodística en Barcelona, redactor de Tele Exprés y de La Hoja del Lunes y, posteriormente, columnista de ABC en su edición
aragonesa. Aunque ha dedicado gran parte de sus afanes a la investigación y divulgación de la gastronomía aragonesa, es el de más extensa obra literaria. Autor de dos
libros de viaje bien distintos: A mitad de camino los Monegros (1971), enriquecido
con dibujos de Julián Grau Santos, y Primer vuelo (1977), con fotografías de Oriol
Maspons; en Siete ensayos aragoneses y un apócrifo (1986), con prólogo de Pedro Laín Entralgo, y Periodismo y literatura (1993) ha cultivado el ensayo; y ha dado también
a la imprenta dos recopilaciones de artículos, Glosas veniales (1981), con prólogo de
Juan Luis Cebrián, y Harina de este costal (1996), que seducen por su “concisión y
límpida agudeza” en palabras del que fue primer director del diario El País.
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talanas, especialmente nombres de lugar y de persona, en formas más o menos
latinizadas o castellanizadas, como Lombarte por Llombart, Bosque por Bosc o
Bonfil por Bonfill, etc. A finales del siglo XVIII o a principios del XIX debió de
popularizarse el término chapurriau, calificativo negativo que se usaba para designar el catalán hablado en la comarca, y en general en Aragón.
En los últimos años del franquismo se creó en Aragón un clima favorable a la
recuperación del catalán como lengua escrita, y que en la comarca se inició
con la labor de Tomàs Bosque, de La Codoñera, como escritor y cantautor en
catalán a partir de 1968. La actual Constitución Española indica en su artículo
3.2. que las lenguas no castellanas serán oficiales junto con el castellano, y de
ahí se infiere la oficialidad de la lengua catalana en la comarca del Bajo Aragón. El Estatuto de Autonomía de Aragón de 1982 ignoró la disposición constitucional, obstaculizando así el proceso que, de acuerdo con la Constitución,
debería llevar a la oficialidad del catalán en Aragón, y en consecuencia en la
comarca del Bajo Aragón. La proyectada Ley de Política Lingüística de Aragón
contempla dicha oficialidad del catalán junto al castellano, pero hasta hoy esta
ley no ha sido aprobada por las Cortes. En 1984 diversos alcaldes y concejales de los territorios de lengua catalana de Aragón, y entre ellos algunos del
Bajo Aragón, firmaron la llamada Declaració de Mequinensa en la que se rechazaba el calificativo de chapurriau para el catalán en Aragón y entre otras
medidas de fomento de esta lengua, se pedía su enseñanza, que se inició en
diversas localidades aragonesas de lengua catalana, pero en ninguna de las de
la actual comarca del Bajo Aragón.
Si bien, en La Ginebrosa, desde 1997, se imparte una enseñanza contrastiva,
mayoritariamente dentro del área de lengua castellana pero no únicamente,
que aprovecha así de forma positiva el bilingüismo castellano-catalán de los
alumnos y su entorno. En 1989 se fundó ASCUMA, entidad adscrita al Instituto
de Estudios Turolenses, y que de alguna manera coordina los esfuerzos para
la normalización y fomento del catalán en la comarca. A través de las publicaciones de esta asociación, así como también del periódico alcañizano La Comarca, y de publicaciones como el Boletín del Centro de Estudios Bajoaragoneses de Alcañiz, Tarayola de La Ginebrosa y Coses del lloc de La Codoñera,
se han ido manifestando diversos poetas y articulistas en catalán, como el ya
citado Tomàs Bosque, de La Codoñera, Carmeta Pallarés, de La Ginebrosa y
José Miguel Gracia, de La Codoñera, que recientemente ha publicado el poemario Davall d´una olivera, el primer libro en catalán de un autor de la comarca; anteriormente, en 1990, Ramon Mur, de Belmonte, había incluido numerosos fragmentos en catalán en la novela Sadurija.
En 1995 ASCUMA publicó Lo Molinar donde se recoge gran parte de la literatura popular catalana –cuentos, leyendas, canciones, refranes…– del Bajo Aragón.
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lo cual afecta especialmente a los imperfectos de indicativo: cantaves, cantave,
cantàvem… suenan cantaes/cantaix, cantae, cantàem…
En morfología se observa el uso de lo, los para el artículo determinado masculino como en el período clásico. Este artículo se suele apostrofar por fonética sintáctica después de vocal: que lo cavall puede pasar a que’l cavall. Son
generales los plurales del tipo hòmens frente a homes de otras zonas. Para las
formas átonas de los pronombres se usan las llamadas formas plenas, me, te, se,
lo, los, ne, formas que pueden apostrofarse de manera parecida al artículo determinado: Que ne té puede sonar Que’n té. Los posesivos clásicos se usan sólo con algunos nombres de parentesco: mon pare, sa germana, y algunos pocos casos más: en ma vida; en los demás se han generalizado las formas
pronominales de la lengua clásica, partiendo de las del masculino: és la meua,
la teua cullera, lo meu lloc… En los demostrativos es característico el sistema
de tres demostrativos: este, (e)ixe, aquell, propio también de gran parte del catalán en Aragón y en Valencia, frente al resto del dominio que con pocas excepciones usa únicamente un sistema de dos demostrativos. En algunas localidades se oye enta/anta al lado de cap a, cara a generales.
Los paradigmas verbales son los siguientes. Presente de indicativo: canto, cantes,
cante, cantem, canteu, canten; prenc, prens, pren, prenem, preneu, prenen; partixco, partixes, partix, partim, partiu, partixen. Presente de subjuntivo: canta,
cantos, canto, cantem, canteu, cànton; prenga, prengues, prengue, prenguem,
prengueu, prenguen; partixca, partixques, partix, partim, partiu, partixquen. El
imperfecto de indicativo es del tipo general cantava, perdia, sentia. El indefinido simple es desconocido y solamente se usa el perifrástico, como en
la mayor parte del dominio lingüístico:
va cantar, va pendre, va sentir y no
cantà, prengué, sentí. Los participios
del pasado son las formas generales
catalanas: cantat, perdut, sentit.
En el léxico destacan formas tan clásicas como desvindre’s o vespra(da) que
en muchas zonas son propias solamente de la lengua literaria. Obsérvense
también las muchas voces compartidas
únicamente con las hablas catalanas occidentales: bes, carrasca, corder, esfardatxo, espill, faena, farnaca, panís, pigota, rabosa, romer, timó, etc.
La Ginebrosa es una de las localidades
de lengua catalana del Bajo Aragón
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