La Dorotea de Lope de Vega - Universidad de Buenos Aires

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La Dorotea de Lope de Vega:
consideraciones en torno a un texto esquivo
Ximena Laura González
Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas
“Dr. Amado Alonso”
Universidad de Buenos Aires
E
n un primer acercamiento al texto mencionado en el título cualquier lector
puede sentir la impresión que intentamos transmitir con el calificativo
elegido para predicarlo: La Dorotea es, sin dudas, un texto bastante difícil
de asir, un texto esquivo. Esa propiedad se deriva de factores variados que
parecen conspirar en conjunto para producir el desconcierto de quien recorre
sus páginas. Uno de esos factores es, sin dudas, su condición genérica, de la
cual lo más exacto e indiscutible que puede decirse es que es indeterminada;
este problema se ve reforzado por la presencia de la enigmática rotulación
de la obra, legada por su propio autor, como “acción en prosa”, para la cual
la crítica ha propuesto diferentes explicaciones. Existen por un lado varias
discusiones terminológicas acerca de cuál es el significado aludido en la
palabra “acción” (de uso infrecuente en el Barroco) y de lo contradictorio
que resulta aplicarlo en sus acepciones más comunes a la obra en cuestión,
ya que si hay algo que puede señalarse como característico de La Dorotea
es su permanente falta de acción.1
Otro aspecto que se suma a la dificultad de establecer una denominación
genérica es el que aportan los muchos elementos presentes en la obra que
reenvían continuamente a dos grandes macro géneros: la narrativa y el teatro.
La alternancia de prosas y versos puede hacernos pensar en la novela corta
al estilo de las que Lope dedicara a Marcia Leonarda años antes de publicar
La Dorotea; pero la inexistencia de un narrador y el desarrollo argumental
desplegado partir de los diálogos de los personajes sitúan esta acción en prosa
en el terreno de lo dramático impresión que se refuerza por la división en
actos y escenas y por los coros presentes en el final de cada acto. Sin embargo,
La Dorotea no es una obra dramática (es evidente que por su extensión y
1
En el Tesoro de la lengua castellana o española, Sebastián de Covarrubias consigna un sentido
general “qualquiera cosa que se haze o se obra” y luego una serie breve de sentidos vinculados al
campo semántico jurídico. Por último, aparece una acepción testimoniada en La Dorotea “Acción
significa algunas vezes, la fuerça y energía con que alguno predica lee o razona” (Acto tercero,
escena primera, luego de la primera lectura de las barquillas: “Con tanta acción has leído, Julio,
esos versos que me has traído lágrimas a los ojos”).
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precisamente por la inexistencia de uno o varios conflictos dramáticos es
una pieza imposible de representar) así como no es tampoco una novela.
Otro factor que potencia la percepción de un texto inconexo y sinuoso es
su dificultosa cronología interna que, como han señalado varios especialistas,
exige una actitud activa del lector en la reconstrucción del orden temporal de
los episodios que aparecen presentados en una sucesión alterada y confusa.
Un tiempo fragmentario, presentado de manera tal que los episodios que
ocurren parecen las partes dispersas de una pieza rota que se debe rearmar.2
Esta propiedad de ser un conjunto del cual a simple vista solo se perciben
las partes parece anidar en la propia matriz compositiva del texto al que
concurren elementos muy variados, muchos de ellos creados probablemente
en diferentes épocas, aprovechados nuevamente tras haber sido usados en
otras oportunidades. Sobre este punto nos interesa detenernos en esta ocasión;
estos elementos que hemos presentado de manera muy sumaria y a los que
hemos responsabilizado de la proyección de la dificultad que recubre a esta
obra parecerían dar cuenta de un texto que no propone o al menos escamotea,
sus posibles vías de abordaje.
Sin embargo, una reflexión más detenida muestra que en el centro de esta
problemática se encuentra un principio estético muy defendido y cultivado
por Lope de Vega: el principio de la variedad. Ese fundamento poético,
enunciado tiempo atrás por Lope en el único manifiesto de teoría dramática
que nos ha dejado, El Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo, se revela
como la matriz compositiva destinada a regir su póstuma musa.3
La comprobación de que La Dorotea consagra la variedad como principio constructivo nos permite, de alguna manera, relativizar por un lado y
reafirmar por el otro la idea sobre la que se sostiene el marbete de senectute
destinado a caracterizar las piezas del último periodo creativo de nuestro
autor. Relativizarlo únicamente en lo que tiene de contenido biográfico, de
explicación de la creación como una mera respuesta a la experiencia vital,
ya que muchas obras que pertenecen a esta época final encontrarían la razón
de ser de sus propiedades distintivas no tanto en la actitud desencantada y
amargada de un hombre viejo sino en la aplicación de una propuesta estética
que años antes había caracterizado su programa dramático (la tragicomedia,
la mezcla de lo trágico y lo cómico) y subrayarían, en todo caso, el alcance
2
Así lo plantea Forcione (1969) quien propone que la configuración temporal de la obra, cuya
imagen más representativa es la de un reloj roto, caracterizada por interrupciones, sucesiones
fragmentarias de eventos acompaña, de algún modo, el expreso anhelo de los personajes de
escapar a la tiranía del paso del tiempo.
3
Vale la pena recordar los versos en los que establece esta cuestión: “Lo trágico y lo cómico mezclado, / y Terencio con Séneca, aunque sea / como otro Minotauro de Pasife, / que aquesta variedad deleita mucho. / Buen ejemplo nos da Naturaleza / que por tal variedad tiene belleza.” (Lope
de Vega, 2009, vv. 174-180).
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en la madurez de una síntesis en sus diversos experimentos en otros géneros
literarios.
El carácter fundamental de este principio estético ya ha sido advertido
a propósito de La Dorotea por Fernando Copello quien señala que: “A lo
largo de una multiplicidad de textos Lope le fue otorgando al concepto de
‘variedad’ un valor absolutamente esencial en toda creación literaria, y ello
al abordar teóricamente géneros diversos” (2001, 38).
Como también apunta Copello (2001, 39), la necesidad de recurrir al
concepto de variedad se presenta en el prólogo, según consta en la siguiente
referencia, y actúa como justificación del formato elegido y como un elemento que conjura una posible fatiga del lector:
La Dorotea de Lope lo es, aunque escrita en prosa, porque siendo tan cierta
imitación de la verdad, le pareció que no lo sería hablando las personas en
verso como las demás que ha escrito: si bien ha puesto algunos que ellas
refieren, porque descanse quien leyere en ellos de la continuación de la
prosa y porque no le falte a La Dorotea la variedad, con el deseo de que salga
hermosa, aunque esto pocas veces se vea en las griegas, latinas y toscanas
(Lope de Vega, 1987, 60).
La variación formal que se deriva de la presencia conjunta de prosas y
versos se ofrece según esta cita, como una técnica ornamental que apunta a
la belleza del texto pero también como un recurso para el entretenimiento,
para el deleite de quien lee.
Pero no es únicamente en este armado estructural que combina prosa
y verso donde se expresa la apelación a la variedad; como ya anticipamos
parece formar parte de la matriz compositiva de la obra y una de sus formas
de manifestación más evidente es el énfasis que se pone, incluso desde el
plano argumental, en la utilización de materiales variados y diversos que
se seleccionan para su reutilización. En este aspecto puede pensarse que la
unidad estructural de La Dorotea es justamente el retazo; un retazo cuya
procedencia es diversa, que a veces es nuevo y a veces ya se ha usado y
que, en compañía de otros retazos determina un conjunto que, si bien en
principio se presenta esquivo y desconcertante, a la larga termina enlazando
su coherencia.
A propósito de esta última cuestión Fernando Copello se refiere a las
diversas parejas de elementos antitéticos que están presentes en la obra –y
que se asocian tanto a componentes de la estructura, como a personajes,
como a elementos de la construcción espacial (la prosa y el verso, lo rural y
lo urbano, los galanes protagónicos, los sexos opuestos)– como una marca
de esta manera de componer que actúa en conjunto con otra condición que ya
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hemos señalado y que es la invocación de rasgos característicos de distintas
variedades genéricas:
Las antítesis existentes en La Dorotea sirven para presentar al receptor de
la acción en prosa una representación variada del mundo pero, a la vez,
estructuran la obra creando un armazón en el que Lope puede hilvanar
elementos diversos. Esos elementos diversos son también los textos pertenecientes a géneros diversos que el Fénix integra en su libro de madurez
como un collage (2001, 44).
Algunos momentos de la obra, iluminados con más intensidad según
nuestro análisis, dan cuenta de esta técnica que privilegia el fragmento como
unidad compositiva. Hemos seleccionado para el análisis tres escenas que
tienen varios puntos en común; el lugar más intenso de relación es que todas
suponen un momento en el que las circunstancias llevan de modo más o
menos accidental a la acción de revolver papeles; esa revisión de textos
guardados y ligeramente olvidados, inspira la producción de una suerte de
collage.
En la escena quinta del acto primero encontramos a la pareja protagónica
con sus criados; es la primera vez que el texto los reúne y, paradójicamente,
será para producir la ruptura. Este planteo situacional y de personajes acerca
el texto al territorio de la Comedia, más específicamente la comedia urbana
o de enredos, cuestión que se ve reforzada por el comportamiento de los
criados que permanentemente se hacen burlas sofisticadamente metateatrales:
Julio: Celia, encender quiero un hacha.
Celia: Calla, pícaro, que no estás en la comedia (Lope de Vega, 1987, 103).
Esta conducta implica, al menos en Julio, una llamativa metamorfosis
respecto del perfil que había presentado hasta el momento. En la escena
anterior, en la que ambos personajes (Fernando y Julio) se presentan por
primera vez y dialogan sobre el sueño présago, el criado se había manifestado
como un gran conocedor de filosofía y ciencia natural, capaz de interpretar
las señales contenidas en la visión onírica de su amo. Luego, al asumir el
verosímil de la comedia, Julio prodiga menciones a los peligros de beber
agua sola, comentarios misóginos y confirma así la ruptura del principio del
decoro. Al terminar la escena, cuando Dorotea y Celia se hayan ido, Julio
retomará su anterior dimensión y socorrerá a su amo con disquisiciones y
argumentaciones sobre temas y tópicos muy diversos como la verdad de las
distintas doctrinas filosóficas del amor de las cuales derivan las diferentes
tradiciones de remedios contra sus tormentos y se perfilará a sí mismo como
una poliantea viviente, más que como un gracioso de comedia.
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Por su parte Fernando mantiene en la primera parte de la escena un comportamiento parecido al de Julio pero desde su perspectiva de galán poeta.
Recurre permanentemente a formulaciones tópicas, metáforas cristalizadas,
términos de comparación que apuntan a las artes visuales y que proyectan
una imagen de la protagonista como un puro envase. Fernando hace de
Dorotea (a través del uso de un lenguaje literaturizado hasta el ridículo) una
construcción estatuaria que no admite transformaciones.
Otro elemento que cohesiona las escenas con las que constituimos este
pequeño corpus es la presencia de los retratos. Además de la composición
primaria de Fernando cuyas frases lexicalizadas, asociadas a la tradición
de la lírica petrarquista, forman una Dorotea estática, la descripción de su
retrato (belleza mediatizada y magnificada a través del artificio artístico)
vuelve a provocar la emergencia de la literatura.
A partir de aquí comienza en concreto la actividad de revolver papeles,
momento en que se potencia fuertemente el uso de la técnica del collage, del
hilván de retazos que, en este caso se traduce en la lectura de diferentes textos.
Entre los textos cuya lectura se actualiza se encuentran la carta de Dorotea
–en la que la joven recuerda el violento episodio del bofetón– y dos poemas,
uno de ellos leído y otro, recordado que, desde la geografía del locus amoenus
invocan el imaginario pastoril; se pretende que Dorotea es el sujeto poético
de los dos pues se sugiere que fueron compuestos para ella pero esto su
posición protagónica como destinataria de la poesía de Fernando no se puede
verificar porque la voz lírica termina siempre construyendo otro destinatario.
La puesta en contexto de la recuperación de estos tres textos (la carta y
los dos poemas) testimonia claramente el recurso a la técnica del collage en
varios niveles posibles: en la acción, en la conducta de los personajes que se
mueven tanto en el terreno de la comedia de enredos como en otra dimensión más seria; también hay collage en los géneros que se evocan: la carta
y la poesía; en la construcción de los escenarios (lo urbano y lo pastoril) y
también en las formas de insertar los textos que, como dijimos se recobran
tanto desde la lectura como memoria.
Existe otro momento de la acción en prosa en el cual la actitud de revolver papeles funciona como cifra de la variedad. Así lo entiende también
Copello quien afirma: “Pero mucho más evidente es la elaboración en forma
de collage de La Dorotea cuando nos referimos a los diversos papeles que
Gerarda trae en su manga” (2001, 48).
En esta oportunidad, quienes sostienen el diálogo son Gerarda, Dorotea
y Celia, en el marco de una visita a la protagonista durante su convalecencia
con la que la alcahueta pretende intensificar su acción de tercería a favor
de don Bela.
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Gerarda testimonia la aplicación de esta modalidad compositiva no solo
a través de la acción (sacar papeles que contienen textos representativos de
géneros distintos) sino a través de su propio discurso que se constituye con
elementos de procedencias disímiles, algo parecido a lo que había ocurrido
con Fernando y su habla que alternaba tanto artificiosas construcciones poéticas como frases y expresiones de un lenguaje llano. El habla de Gerarda
es un compuesto que incluye no solo refranes –a los que acude con notable
frecuencia– sino también citas de romances poco conocidos (“cuando yo
fuere fraile, madre”) y frases en latín.
Los papeles comienzan a revolverse cuando su presencia es descubierta
por el sonido que hacen en la manga de Gerarda y su hallazgo está precedido
por una pregunta: “¿Qué es eso tía, que te suena en la manga?”; como si
se tratara de la inagotable manga de un mago comienza a brotar una serie
de curiosos textos: recetas que persiguen diversos fines (ninguno de ellos
muy loable), oraciones y el arancel con que ha de andar un caballero en
la Corte, único texto de este conjunto que se despliega en detalle y cuyo
autor es descripto como un “trajinante cosario”, divulgador de noticias e
“impertinencias”.
Por último, la extracción de los papeles de la manga desemboca en el
único texto que Gerarda tenía intención de que fuera leído: el romancillo de
don Bela, que la vieja reconoce haber arrebatado de la mesa del indiano. El
mundo pastoril vuelve a ocupar la escena y nuevamente la inserción lírica
habilita la polifonía puesto que la voz poética cede el logos a Fabio en el
interior del texto.
Un tercer momento de la obra vuelve a presentar un inesperado encuentro
con papeles viejos que se revuelven pero esta vez para ser lanzados al fuego,
puesto que todas estas acciones se juegan tras el desencanto de la ruptura
definitiva. Los papeles, los poemas, las cartas y previamente el retrato (tema
sobre el que volveremos después) son considerados los culpables de un largo
engaño, estelionatos de amor (Lope de Vega, 1987, 461) y por eso condenados a la hoguera. Pero previamente, a través de los distintos géneros y tipos
discursivos que los modelan, esos papeles precipitan distintos recuerdos:
otra carta, esta vez de Fernando, dispara evocaciones del universo pastoril
pero ahora desde una perspectiva lúdica porque se exhiben las costuras de
los tópicos que terminan finalmente siendo puestos en ridículo. El sujeto
poético pastoril de los versos que hemos visto en algunos de los ejemplos
anteriores se transforma en el “pastor cubierto de nieve, con el ganado de mis
pensamientos y el perro al lado” (Lope de Vega, 1987, 462), sentado en la
piedra exterior de una casa, aguardando noche tras noche que la dama salga
a la ventana y termina convirtiéndose en el protagonista de una estampa que
tiene más que ver con un reflejo cotidiano que con una imagen convencional
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impuesta por un molde genérico cuyo desgaste ha sido exhibido páginas
atrás, criticado por su propio desgaste.
Don Bela: Porque esto de pastores, todo es arroyuelos y márgenes, y siempre
cantan ellos o sus pastoras: deseo ver un día un pastor que esté asentado
en banco, y no siempre en una peña, o junto a una fuente (Lope de Vega,
1987, 198).
Otro de los papeles hallados en este revoltijo es un soneto; por primera
vez Dorotea aparece enunciada como destinataria inequívoca de la composición, como objeto de la creación lírica y su nombre no se esconde tras
ninguna máscara. Entre las últimas cosas que aparecen en este “donoso
escrutinio” está el papel donde se pacta la realización del famoso retrato de
Dorotea, salvado por Julio de la destrucción en el acto primero pero finalmente sepultado en el acto cuarto y al que Fernando le dedica un epitafio.
La escena había comenzado con la destrucción del naipe del joven poeta,
hecho que Dorotea celebra como una gran hazaña: un retrato al principio
(roto) y otro al final (sepultado) construyen una estructura circular para la
ceremonia de lectura y destrucción de los papeles. El devenir cotidiano se
reinstala, se acomoda en el presente a través de una reflexión cotidiana y
realista en boca de Celia:
Celia: Vaya. Pero está cierta, señora, que no hay cosa que más necia parezca
que un papel de amores fuera de la ocasión, o acabado el juego. Mas así Dios
te guarde, que los quememos juntos; que tengo que almidonar tres o cuatro
abaninos de cadeneta, y me reñirá tu madre (Lope de Vega, 1987, 465).
El recorrido por estos tres momentos del texto nos ha permitido vislumbrar la trama sutil que se arma detrás de estas referencias supuestamente
inconexas y presentadas sin aparente razón; los materiales que hemos visto
aparecer en estas tres escenas, llenas de registros y tonos variados, de textos leídos, recitados, evocados; de poemas, de cartas, de retratos, sonetos,
romances muestran la prodigiosa variedad con la que se construye esta obra
pero al mismo tiempo permiten dar cuenta de recurrencias, constancias de
un hilván que, de algún modo enhebra estas piezas disímiles.
Para terminar de recoger el pespunte es oportuno traer una cita del texto
que no pertenece a ninguno de los fragmentos analizados pero que ilustra
poderosamente la centralidad que la obra le asigna a este modo de componer a través de unidades desemejantes; en el comienzo de la escena en la
que Ludovico y César desmenuzan sin misericordia el soneto cultista, este
último afirma:
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César: Mas no querría que nos dijesen que parecemos a los trastejadores,
que desde el tejado ajeno van echando a la calle cuanto hallan: allá va una
pelota, allá va una bola, allá unas calzas viejas o algún cadáver gato a quien
dieron la muerte perdigones, y las tejas sepultura (Lope de Vega, 1987, 343).
Varias claves importantes pueden extraerse de esta breve cita para
reflexionar sobre esta manera de construir los textos; los ejemplos en la
obra son muchos pero, como vemos, la aguja del hilván apunta más allá de
los límites de La Dorotea y habilita la posibilidad de extender la matriz de
la variedad hacia otros textos del periodo. Materiales menores, algo indignos, perdidos como la bola y la pelota; abandonados y olvidados como las
viejas calzas, o muertos, como el gatazo Marramaquiz pueden integrarse y
dar lugar a una sorprendente e inagotable novedad literaria si caen en manos
de un hábil y genial trastejador.
Bibliografía
Brito Díaz, Carlos, 2003. “Lope en Lope: los García Santo-Tomás, Enrique, 1995. “Creapalimpsestos del Fénix en su propia escritura ción/recreación: Lope de Vega y las bofe(La Dorotea)”, La perinola, 7: 103-18.
tadas a Elena Osorio”, Criticón, 65: 55-63.
Copello, Fernando, 2001. “La Dorotea como Vega, Lope de, 1987. La Dorotea, ed. Edwin
género abierto” en Monique Güell, coord., Morby. Madrid: Castalia.
La Dorotea. Lope de Vega, Paris: Ellipses,
Vega, Lope de, 2009. Arte nuevo de hacer
pp. 37-51.
comedias en este tiempo, Almagro: Festival
Forcione, Alban, 1969. “Lope’s broken clock: de Almagro, pp. 37-94. (Edición políglota).
baroque time in The Dorotea”, Hispanic Review, 37: 459-90.
Resumen:
La Dorotea de Lope de Vega es una obra difícil de catalogar y de acomodar dentro de una
grilla clasificatoria. La pluralidad de elementos que la componen vuelve difícil proponer una
determinación genérica tanto desde el punto de vista macrogenérico como desde su posible
inserción dentro de alguna matriz menor. En esta ocasión nos proponemos rastrear la presencia
de elementos de procedencias variadas que parecen dar indicios de la apuesta a una unidad
compositiva vinculada con el fragmento y de la confirmación de un principio estético fuertemente defendido por su autor: la variedad.
Palabras clave:
Lope de Vega, La Dorotea, géneros literarios, variedad.
Abstract:
La Dorotea by Lope de Vega is a work hard to classify. Due to the plurality of elements composing it, suggesting a generic designation is a very difficult task. In this paper we intend to
track the presence of elements of various origins, which seem to constitute both evidence of
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the pursuit of a composition unit linked to the fragment, and of the confirmation of an aesthetic
principle strongly defended by its author –the variety.
Keywords:
Lope de Vega, Dorotea, literary genres, variety.
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