“Peñajara”: volver a las raíces

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CLÁSICOS GANADEROS EN LAS VENTAS
La combinación entre seriedad, buenas hechuras y pelajes espectaculares identifica morfológicamente a la ganadería de Peñajara, como muestra este ejemplar castaño
girón salpicado, lucero y coletero.
“Peñajara”:
volver a las raíces
La ganadería de Peñajara tiene cuatro décadas de antigüedad, pero en la persona de su propietario está vinculada a dos linajes señeros de la crianza del toro en las marismas del Guadalquivir: Anastasio Martín y Moreno Santamaría. La compra de Peñajara en 1996 supuso para José Rufino Martín recuperar la bicentenaria tradición de su familia, que él vivió intensamente hasta su juventud. Casi por azares del destino, Rufino volvió a
criar toros bravos 40 años después de haberlo dejado, pero ahora en tierras extremeñas y con nuevos moldes.
El reto fue construir una ganadería con acento personal, basada en la brava sangre de Baltasar Ibán, que consiguiera aunar al buen trapío y una gran variedad de capas con la clase en la embestida. Para culminar este
empeño, será fundamental superar la falta de fuerza que ha afectado a sus toros en algunos escenarios determinantes, como ha ocurrido este año y con estrépito en Las Ventas. Pese a ello, traemos este hierro a nuestras
páginas por su frecuente presencia en nuestra plaza y por enraizar con un legado ganadero histórico.
Texto: Joaquín López del Ramo
Fotografías:Manuel Durán, Paloma
Aguilar y Joaquín López del Ramo
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l nombre de Peñajara viene de la
finca situada en el pueblo cacereño de Serradilla, donde radicó la ganadería durante su etapa anterior, cuando fuera propiedad de Manuel Rueda, ex
matador de toros sevillano que en su época de luces se anunciaba en los carteles
como Manolo Peñaflor. Entre los años
1975 y 1979, Rueda adquirió varios lotes
de vacas y sementales de Baltasar Ibán,
que sustituyeron a las reses de Angoso
antes existentes en su hierro. Por esta
época también compró ganado de “Los
Campillones”, de idéntica sangre Contreras que lo de Baltasar Ibán, incluyendo un semental chorreado llamado Provechoso que dejó buena descendencia.
LOS “PEÑAJARAS”
EN MADRID
La divisa de Peñajara se presentó en Las
Ventas el 1 de mayo de 1984, con una
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Juan Belmonte y Joselito en compañía de José, Francisco y Justo Rufino Moreno Santamaría. Imagen del año 1917 obtenida en el cortijo “La Marmoleja”.
novillada que lidiaron André Viard,
Marcos Valverde y Riverito. Las reses en
general mostraron nobleza, destacando
en dicho sentido el castaño tercero, de
nombre Malagueño, el chorreado Camueso, que hizo cuarto, y el quinto, Machaquito, colorado. Este buen resultado,
propició que el 10 de junio siguiente volviera a lidiarse otro encierro de utreros
para un mano a mano entre Jaime Malaver y Manuel Cascales, dentro del cual
brilló la excelente clase de los dos primeros, Santanerito y Botinero. Peñajara se
estrenó en la feria de San Isidro el 16
mayo 1985 con una novillada que despacharon Juan Rivera, Juan Carlos Vera
y Carmelo, y precisamente fue éste último quien sorteó al único astado potable de ese festejo, Capuchino, al que
cortó una oreja.
A partir de la temporada 1986, Manuel Rueda empezó a frecuentar más el
mercado de los festejos mayores. El 23
marzo de ese año anunció su primera
corrida de toros en Las Ventas, acompañado en el cartel por Ruiz Miguel, Dámaso González y Juan Mora, quienes no
tuvieron muchas opciones de triunfo debido a la sosería de los morlacos. Durante la feria Isidro de ese año Peñajara lidió varios toros como sobreros o sustitutos, entre los cuales sobresalió muy
por encima del resto el gran Africano, un
castaño con casi 600 kilos jugado el 15
de mayo que embistió sensacionalmente y al que José Luis Galloso cortó
una oreja. Este fue el primer triunfo con
repercusión de la ganadería, y a partir del
mismo su presencia en el ruedo madrileño fue prácticamente continua durante
los tres lustros siguientes.
El 15 de mayo de 1987 se anunció la
primera corrida completa de esta divisa en la feria isidril, que despacharían
Curro Vázquez, Pepín Jiménez y Joselito. Dicho festejo estuvo marcado por
la gravísima cogida de Joselito, y aunque
los toros se emplearon poco en la pelea,
saltó el cuarto lugar el bondadoso Limonero, que permitió a Curro Vázquez
cortar una oreja. Si bien la divisa de Peñajara obtuvo éxitos estimables en algunas plazas durante la década de los 80
y principios de la siguiente, sus animales pecaron con frecuencia de falta de
brío, en paralelo a un exceso de kilos y
de tamaño para salvar la perniciosa dictadura de los veterinarios “toristas”.
Manuel Rueda lidió muchos festejos
en Madrid a lo largo de estos años, de
los cuales puede destacares un ramillete de ejemplares sueltos que mantuvieron en un buen nivel el cartel de la ganadería, a pesar de sus desigualdades. En
tal sentido recordamos, entre otros, a los
siguientes: Fulminoso, que correspondió a Morenito de Maracay el 10 de
mayo de 1990; el muy noble Clavillero,
lidiado el 4 de junio de ese mismo año
por Rafi Camino; los utreros Sospechoso,
Trabuquito y Sorprendido, jugados el 29 de
marzo de 1992; los novillos Carnicero y
Peluquero, el 29 de abril de 1994; otro
gran novillo de nombre Carnicero, corrido
el 14 abril 1996, o Arbolario, toro de embestida noble y larga que le tocó a Frascuelo el 9 de junio de 1996.
DOS SIGLOS DE TRADICIÓN
En la temporada de 1997 Peñajara lidió
cuatro tardes en Madrid, sin que ninguna de ellas aportara gran cosa a su
historial. Desde el año anterior la vacada ya pertenecía a José Rufino Martín, personaje poco conocido para el
gran público, pero mucho en el ambiente ganadero clásico de Sevilla, así
como en el mundo del caballo y la garrocha, al que siempre estuvo ligado
de forma muy activa, llegando a escribir artículos y libros sobre la materia. Es
decir, que nuestro protagonista no era
para nada uno de tantos recién llegados
con dinero que por aquellos años desembarcaron en el ámbito de la ganadería brava, sino que él solo tenía más pedigrí que la mayoría de ganaderos “de
toda la vida” juntos.
Los orígenes de José Rufino Martín
como criador de bravo se remontan
casi dos siglos atrás. Su tatarabuelo
materno fue Anastasio Martín García,
quien comenzó a criar toros en 1838,
y su vez casó con una hija de Manuel
Suárez, propietario de una de las ramas de Vistahermosa con las que más
tarde se formó lo de Murube y con
antecedentes ganaderos en el siglo
XVIII. Nieto de don Anastasio fue José
Anastasio Martín Serrano (18701945), gran personaje de la vida político-social de su época, que se casó en
1890 con Dolores Carmona, hija del
célebre torero Antonio Carmona El
Gordito. Una de las descendientes de
este matrimonio fue Dolores Martín
Carmona, madre de José Rufino. Entre
las muchas fincas que poseyó esta familia destacamos la famosa “El Quintillo”, donde Joselito el Gallo toreó por
vez primera una becerra. Allí se celebraron multitud de eventos taurinos y
sociales, e incluso el rey Alfonso XIII
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Novillos de pelo colorado chorreado, negro y castaño lidiados en Madrid el 10 de junio de 1984 y pertenecientes al hierro de Peñajara.
participó en faenas del apartado de reses bravas en el año 1911.
Por la rama paterna, el bisabuelo de
José Rufino fue el célebre don José
Moreno Santamaría, criador de bravo
desde 1880 y a cuyo hierro perteneció
Caballero, el toro de la alternativa de Joselito El Gallo. Fue la suya una de las ganaderías punteras entre finales del siglo
XIX y las primeras décadas del XX, de
origen muy similar a la de los Pablo Romero, de quienes los Santamaría eran
muy amigos, además de vecinos de fincas. La más conocida de las suyas fue “La
Marmoleja”, sita en la marisma de Puebla del Río, donde se celebraban faenas
de acoso y derribo de gran predica-
mento, frecuentadas por los mejores garrochistas de Andalucía, entre los cuales estaban los propios hermanos Moreno Santamaría.
A raíz del matrimonio entre los padres del actual propietario de Peñajara,
las dos sagas ganaderas mencionadas
acabaron emparentando. El núcleo original de ambas ganaderías y su patrimonio agrícola sufrieron fraccionamientos por las múltiples herencias,
quedando hacia mediados de los 40 la
familia Rufino Martín con dos hierros:
el original de Anastasio Martín y la “R”
de los Moreno Santamaría, más sus correspondientes reses. Al fallecer su padre, José Rufino se vio al frente de la
Trincherazo de Frascuelo al muy noble toro Arbolario, de Peñajara, jugado en Las Ventas el 9 de junio de 1996.
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casa con 22 años y las circunstancias
económicas poco favorables le obligaron a vender todo el ganado bravo. De
lo antiguo, el único hierro que queda
hoy en la familia es el de Dolores Rufino Martín, cuyo hijo Manuel de la
Fuente aún lo conserva en tierras de la
Marisma, aunque ya con otra sangre
diferente a la original.
Pasaron más de cuatro décadas, durante las cuales José Rufino se conviertió en exitoso hombre de finanzas, Y llegó la compra de Peñajara que, según relata el propio ganadero, surgió de rebote,
sin buscarlo, y fue posible gracias al desparecido veedor Miguel Criado “El Potra”, amigo de Rufino y vinculado a la
familia desde tiempos de su abuelo. Fue
éste quien le animó, lanzándole el cebo
de comprarle varias corridas para plazas
importantes. Así se metió José Rufino en
el “lío” de la ganadería brava 40 años
después de dejarlo y a los 65 de edad.
No era empezar de cero, pero casi…
La primera apuesta fue mantener la
sangre, que habían sido refrescada por
Manolo Rueda poco antes de la venta
con más vacas y sementales de Ibán. Rufino era consciente de su magnífico origen, y empezó a seleccionar según sus
particulares criterios, buscando como
nota distintiva una gran diversidad de
capas, que van desde los clásicos colorados y castaños a los sardos, salineros
y ensabanados. Durante los primeros
años se llevó el ganado a la sierra sevillana, y de allí pasó a la actual finca “Casas de la Reina”, situada en el término
pacense de Fuente del Arco.
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Apoyado en algunos estudios genéticos, Rufino afirma que en su ganadería
existe huella de la vieja casta Jijona. Es una
teoría un tanto controvertida, pues no
consta que sus anteriores propietarios tuvieran tal sangre, y menos aún la potenciaran. Ni Baltasar Ibán, ni Manuel González compraron, que se sepa, nada jijón.
Antes que ellos, fue dueño de la vacada
Jerónimo Díaz Alonso, quien en 1929 adquirió 58 eralas de los herederos de Vicente Martínez, cuyo ganado de base Jijona por entonces ya era prácticamente
puro de Ibarra por absorción. Yendo
más atrás, tampoco hay referencia de que
Fernando Sánchez Rico mantuviera reses
jijonas de su abuelo Carlos Sánchez Tabernero tras comprar lo de Contreras. Enfín, que parece extraño pensar en otra
cosa más allá de vestigios muy remotos
o cruces ignotos, pero nunca se sabe…
NUEVO CAMINO
Vuelven los de Peñajara a San Isidro el
13 de mayo de 1998; la corrida la matan Fernando Cepeda, Finito de Córdoba
y Javier Vázquez, y sale noble aunque
algo blanda en general, con dos astados
de mejor nota: el tercero, Camarero, y el
cuarto, Bastonito. Los toros y novillos lidiados en Madrid en 1999 dan poco juego, pero la novillada del 9 de abril de
2000 supone un paso adelante, sobre
todo gracias a la buena embestida de los
tres primeros, Saltador, Sastrero y Peluquero, que estoquean Sebastián Castella, Sergio Aguilar, que corta una oreja,
y Alberto Álvarez.
La ganadería de nuevo hace doblete
en nuestra plaza en la temporada 2001.
Primero con una corrida que torean el
21 de abril Uceda Leal, Juan Bautista y
Rafael de Julia, quien confirma la alternativa llevándose un lote manejable,
compuesto por los toros Protegido y Provechoso, éste último de pelo castaño lucero. Los novillos se juegan el 1 de mayo
y salen desiguales, si bien merece destacarse la muy pastueña embestida del
segundo, Carrilero, con el que Antón
Cortés realiza una bella faena.
Con la excepción de una novillada
poco relevante en 2002, la ganadería se
ausenta de Las Ventas durante algunos
años, en los cuales logra éxitos destacados en varias plazas, de los que vamos
a reseñar tres por su importancia. El primero es la gran corrida de la feria de Málaga de 2002, a la que Padilla, Antonio
Ferrera y El Fandi le cortan seis orejas.
También fue muy bueno el encierro li-
Caraoscura, bellísimo y excelente toro sardo de la gran corrida de José Rufino jugada el 10 de mayo de
2008, que obtuvo el premio a la más brava de San Isidro.
diado en Córdoba el 23 de mayo de
2006, con un magnífico castaño de
vuelta al ruedo llamado Bandolero, desorejado por José Luis Torres. Y terminamos con otro toro sensacional, el bellísimo sardo de nombre Puntalo, lidiado en la corrida del Corpus de Sevilla el
7 de junio de 2007 por Uceda Leal, cortándole una oreja.
Gardenio, y la última no da juego. Con
grandes expectativas se anuncia la corrida de José Rufino en la feria de San Isidro de 2009, más aún tras haber lidiado
en la feria de Fallas otra excelente corrida
y un toro magnífico en Sevilla. Pero todo
se frustra debido al colapso de fuerza de
varios toros, y sólo se salva el buen sexto, Fantasío, que le toca a El Payo.
Llegamos así a la temporada 2008,
que empieza para Peñajara en Valdemorillo, donde lidia una corrida excelente en la que sobresalen los toros Fijador y Arbolario. Este es el preludio de
la que hasta ahora ha sido la tarde más
feliz de la ganadería en Madrid: el 10 de
mayo de 2008. Corrida preciosa de lámina, de triunfo grande, que lidian
Manolo Sánchez, Eugenio de Mora y
Antonio Barrera. Casi todos los toros se
prestan al éxito, y hay varios extraordinarios por su nobleza, clase y transmisión: el primero, de pelo sardo, atiende por Caraoscura; el segundo se llama
Chicano, y es negro; Pardillo es el colorado que hace tercero; el quinto es una
pintura de toro, vestido de pelo flor de
gamón y llamado Lentisco. Y también es
“de lío” el sexto, negro listón de hombre Aplicado. José Rufino se lleva el premio a la corrida más brava de San Isidro
con todos los honores.
En la temporada 2010 no viene Madrid, aunque lidia dos excelentes encierros en las cercanías de la capital, primero en la feria de Valdemorillo, y luego en Collado Villalba. Retorna a la Monumental el 31 mayo 2011, con cinco
toros para Eugenio de Mora, César Jiménez y Javier Cortés, el mejor de los
cuales es el segundo, Rodalito, gran
ejemplar al que el torero de Fuenlabrada le corta una oreja. Este año los peñajaras vuelven a triunfar en Valdemorillo y Málaga, y de la misma camada se
lidia al año siguiente en Granada otro
magnífico morlaco llamado Chubascoso.
En la feria madrileña de 2013 la corrida
de José Rufino es suspendida por causa de la lluvia, y en el reciente San Isidro se lidia otro encierro de irreprochable presencia, pero que se viene abajo estrepitosamente por falta de fuerza,
de forma parecida a aquél de 2009. La
decepción es grande por inesperada,
pero ya se sabe que la alternancia de satisfacciones y desengaños es consustancial con la cría del toro de lidia. Los
ganaderos de largo recorrido están más
que curtidos en asumir unas y otras, y
aprender de ellas para superarse, como
deseamos que ocurra en este caso..
A raíz de este triunfo, el nombre de
Peñajara adquiere una rgran notoriedad.
Lidia en nuestra plaza otras dos tardes
en ese mismo año, el 3 de junio y el 5 de
octubre. En la primera saltan un par de
toros manejables, destacando el castaño
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