Mercenarios anticastristas

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¿Mercenarios anticastristas?
Por: Dra.
Cary Torres Vila
Las medidas adoptadas por la Unión Europea hacia el Gobierno de La Habana, a saber: disminución
del nivel de las visitas oficiales bilaterales de carácter político y cultural, invitación de opositores a las
embajadas de los países-miembros a las fiestas nacionales y revisión de la posición común con
relación a la República de Cuba, con la intención de poner límites a la represión en la Isla, han
provocado una airada respuesta del Dictador cubano, el que ha tratado de atemorizar con
multitudinarias manifestaciones a los diplomáticos europeos y, en particular, españoles e italianos. El
siguiente paso consistió en la notificación de la denuncia del Acta de Creación del Centro Cultural de
España en La Habana mediante nota verbal del Canciller del régimen, poniendo así punto final a la
gestión del Centro por la parte española.
Para Fidel Castro la existencia de opositores en Cuba se debe a que las potencias
extranjeras aliadas de los Estados Unidos de América fomentan a través de sus embajadas en La
Habana la subversión y patrocinan a un conjunto de individuos, que le sirven de agentes
mercenarios, pues el señor Presidente de la República de Cuba, acostumbrado al más brutal
totalitarismo, no puede concebir que las personas tengan diferentes enfoques políticos sobre la
sociedad, las vías de conducirla y tipos de soluciones políticas.
No existen grupos humanos homogéneos. En nuestra diversidad está la riqueza de la
humanidad. Hacia el interior de Cuba, como de cualquier otro país, está presente la pluralidad de
pensamiento; en el caso cubano, mediante un control estricto sobre la sociedad, el sistema de
educación, los medios de comunicación, y la limitación de derechos civiles y libertades se ha
pretendido mantener la unanimidad, más bien, una homogeneidad a toda costa y a cualquier precio.
La constante negación de la existencia de una oposición al régimen y la insistencia en darle el
nombre de disidencia con toda intención, práctica copiada y heredada de la fenecida Unión
Soviética, término que se aplicaba dentro de todo el bloque soviético a la oposición, sumado a los
métodos represivos e ir empujando al exilio a aquellos, que mantienen un nivel de inconformidad
tal, que pudiesen crear un malestar incontrolable en la sociedad, así como a sus potenciales
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dirigentes, ponen de manifiesto la debilidad de una dictadura comunista ante otras ideas, sólo
pudiéndose sustentar e imponer por la fuerza y a través de la violencia social. De hecho, la
oposición al régimen totalitario de Fidel Castro tiene una historia, que coincide en el tiempo con la
existencia de la dictadura misma. A los opositores se les ha dado históricamente el calificativo de
mercenarios a partir del enfrentamiento en las arenas de Playa Girón. Calificativo, que, con
demasiada frecuencia, se viene escuchando desde abril del presente año y ha sido pronunciado con
reiteración en estos días.
Cuando un opositor cubano, de los que viven en el país, logra algún tipo de financiamiento
externo, el pago de algún trabajo publicado en el exterior, mantener contactos con una
representación diplomática o el reconocimiento internacional, es tildado de mercenario al servicio
de una potencia extranjera. Quisiera recordarle al gobierno de La Habana, que en la Historia de
Cuba sobran los ejemplos, en que se han formado expediciones en otros países y se ha recibido
apoyo financiero, también de armas, del exterior con fines políticos bien vistos por las fuerzas en
el poder; lo recibió el propio Fidel Castro para armar su expedición del yate Granma en México y,
por si fuera poco, la primera vez que se solicitó una intervención armada del ejército
estadounidense en la Isla fue durante la Guerra de los Diez Años (1868-1878), cuya solicitud fue
firmada por el General Carlos Manuel de Céspedes, Presidente de la llamada República en Armas.
Fueron diversos los momentos, antes y después de la constitución de la República de Cuba el 20 de
mayo de 1902, en que no sólo se clamaba por ayuda exterior, sino también por presencia militar de
potencias extranjeras en suelo cubano. Pueden señalarse como los más significativos en la historia
reciente, con el gobierno revolucionario en el poder, hechos que la Historia Universal recogerá
para siempre: la Crisis del Caribe, provocada por la presencia de los cohetes soviéticos en la Isla,
que puso al mundo al borde de la Tercera Guerra Mundial en octubre de 1962; la existencia de
tropas soviéticas en Cuba a espaldas de la nación cubana: 85 000 soldados y oficiales soviéticos
fueron retirados de la Isla tras la visita de Gorvachov en abril de 1989, y a finales de 2001 se retiró
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la nunca-existente Base rusa de Lourdes, dedicada al espionaje electrónico por la cercanía con los
EEUU.
No pueden ser mercenarios los hombres y mujeres, que lanzan sus vidas y haciendas por la
borda para ser libres entre cadenas, para mantener en alto la llama del civismo y para luchar por un
Estado de Derecho. Personas, que viven bajo la más estricta vigilancia, y el acoso laboral, político
y psicológico; que sufren las más refinadas formas de represión, combinadas, en algunos casos,
con métodos burdos y períodos en prisión. Tal vez nunca sabremos cuántos seres humanos han
vivido en Cuba bajo esas condiciones, cuántos han perdido sus vidas por manifestar su
pensamiento, por haber mantenido actitudes dignas y honestas; cuántos no han podido resistir las
duras condiciones psicológicas de la represión gubernamental. Solamente conocemos a un grupo
limitado de opositores, que han logrado organizarse y vincularse con el exterior, denunciar las
atrocidades que suceden en la Isla; opositores, que son más conocidos y tienen mayor influencia en
la arena internacional que en el interior del país por no tener acceso a los medios de comunicación,
en primer lugar. Esto último no resta la importancia del papel jugado en tan difíciles
circunstancias, la necesidad de su presencia interna y el gran sacrificio personal que realizan. Ante
estos “mercenarios anticastristas” debemos descubrirnos, pero sólo ante los verdaderos, no ante los
agentes de la policía secreta infiltrados entre ellos.
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