EL “EVANGELIO DEL TRABAJO”, DE KAROL WOJTYLA "Nolita ero solliciti esse in crastinum, Crastinus enim dies sollicitus 1 erit sibi ipsi: sufficit diei malitia sua" . La primacía de la acción sobre la contemplación, en el centro de la vida del hombre, es una nota definitoria del espíritu antitradicional del mundo moderno. Frente a la realidad cósmica, la actitud espiritual del hombre antiguo era la de "ver"; o sea, la intelección (intus legere, leer dentro) de lo invisible oculto tras la visibilidad de las cosas. Para el hombre moderno, por el contrario, no se trata ya de descubrir la secreta manifestación de lo divino impresa en la visibilidad del cosmos, sino del dominio, por el hombre, de todas las cosas. Ante el "Domine, ut videam" 2 del ciego de Jericó se alza 3 el "Numquid et nos caeci sumus?" de la perenne ceguera farisaica. Sin comprender esa secular mutación espiritual no hay comprensión posible de la crisis actual de la Iglesia; crisis de identidad por la cual aquel cambio espiritual ha desembocado inexorablemente en un cambio substancial: la entronización de una Nueva Iglesia, con sus dogmas, sus ritos, su espiritualidad y su jerarquía espúreos, sólo docéticamente identifiable con la Iglesia de Cristo. La reciente encíclica "Laborem exercens" de Karol Wojtyla es un paso profundo y. decisivo en esa línea vertiginosamente creciente de transformación espiritual y de mutación eclesial. Hace ya tiempo en que ha sonado la hora en que la revolución se torna institución: "Hace falta, por lo tanto, que esta espiritualidad cristiana del trabajo llegue a ser patrimonio de todos" 4. El Evangelio ya no es la proferición de la revelación del Misterio de la Divinidad en Cristo. Aunque los textos permanezcan, otra es la "buena nueva" que anuncian. Frente al Evangelio del "Mysterium Christi", Woj-tyla proclama solemnemente el "evangelio del trabajo" 5: "El cristianismo, ampliando algunos aspectos ya contenidos en el Antiguo Testamento, ha llevado a cabo una fundamental transformación de conceptos, partiendo de todo el contenido del mensaje evangélico y sobre todo del hecho de que Aquel, que siendo Dios se hizo semejante a nosotros en todo, dedicó la mayor parte de los años de su vida terrena a3 trabajo manual junto al banco del carpintero. Esta circunstancia constituye por sí sola el más elocuente "Evangelio del trabajo". Y más adelante 6; "Encontramos esta verdad ya al comienzo mismo de la Sagrada Escritura, en el libro del Génesis, donde la misma obra de la creación está presentada bajo la forma de un 'trabajo' realizado por Dios durante los 'seis días', para 'descansar' el séptimo ... Esta descripción de la creación, que encontramos ya en el primer capítulo del libro del Génesis es, a su vez, en cierto sentido el primer 'evangelio del trabajo' ". Desde esa perspectiva desacralizante, no es ya el Logos la cumbre de la teofanía, en donde se hace visible a los hombres el inefable Misterio de la Divinidad. Wojtyla ha venido a proclamar a Cristo "el hombre del trabajo" 7. Y en la culminación del proceso por el cual la llamada "devotio moderna" ha extinguido hasta los últimos vestigios de la "pietas" de la Tradición cristiana, brota en "Laborem exercens" la "espiritualidad del trabajo" 8. Descontada la unánime y cómplice estulticia de la legión de quienes todo lo aceptan por el solo hecho de provenir de quien proviene, nada parece importar la abrumadora contradicción con la letra misma de los textos evangélicos. El mismo Wojtyla reconoce que9: "Aunque en sus palabras no encontremos un preciso mandamiento de trabajar —más bien, una vez, la prohibición de una excesiva preocupación por el trabajo y la existencia— no obstante, al mismo tiempo, la elocuencia de la vida de Cristo es inequívoca: pertenece al 'mundo del trabajo' ". Ese impune manipuleo textual desemboca en flagrantes tergiversaciones 10: "Esta verdad, según la cual a través del trabajo el hombre participa en la obra de Dios mismo, su Creador, ha sido particularmente puesta de relieve por Jesucristo, aquel Jesús ante el que muchos de sus primeros oyentes en Nazaret permanecían estupefactos y decían: '¿De dónde le viene a éste tales cosas, y qué sabiduría es ésta que le ha sido dada?... ¿No es acaso el carpintero?' ". Se ha arribado a un momento de la historia en el cual, humanamente considerado, no hay retorno posible: el pasado es hoy, más que nunca, definitivamente pasado. Quienes no han querido ver cuatro siglos de decadencia espiritual postridentina, quienes atribuyeron el Vaticano II a la generación espontánea, quienes —extraviados en el laberinto de infinitas distinciones pseudoescolásticas: es lícito, puede ser válido, pero es peligroso, "secundum quid"— niegan la universalidad de la magna apostasía contemporánea y cohonestan a una jerarquía herética, son implacablemente avasallados por la misma realidad que se han negado a admitir. Sólo la Fe incólume de la Tradición de la Iglesia sostenida sin eufemismos ni concesiones, la Fe Trinitaria y Teándrica, puede ser alzada como una barrera infranqueable contra la invasión bárbara. Toda la artificiosa sofística que, so pretexto de la "pastoridad" conciliar, de la "equivocidad" de su lenguaje, de las invencibles dificultades para descubrir en sus textos expresas herejías formales, en fin, de un siniestro nominalismo, ha negado el carácter substancialmente herético del Vaticano II, hoy debe afrontar sus desvastadoras consecuencias. Y si poco viable ha resultado la interpretación tradicional del concilio, no parece haber interpretación tradicional posible de sus frutos. Si, pese a toda evidencia, hay todavía quien insista, allí está entonces "Laborem exercens" en la espera de su interpretación tradicional. Y si a tales exégetas el documento aún les parece equívoco, allí está su puesta en práctica en el ensayo polaco de Lech Walesa y "Solidaridad", auspiciado hoy por Glemp como ayer por Wyzsynski y "casualmente" dinami-zado bajo la ocupación de la sede romana por un polaco; ensayo en el cual está íntegra, viva y operante, la teología y la doctrina de "Laborem exercens" n: "La Iglesia Católica polaca recomendó calma y moderación y expresó su apoyo a la política de 'renovación' nacional del régimen comunista ... 'Los cambios y los esfuerzos en el proceso de renovación social y moral abrigan grandes esperanzas, pero no están libres de peligros', dijo el comunicado emitido después de una reunión plenaria del obispado polaco. 'No deben tomarse acciones que puedan poner en peligro ¡a libertad y el sistema político de nuestra patria', añadió... 'Los esfuerzos de todos los polacos deben propender al fortalecimiento del proceso de renovación que ya se ha iniciado', declararon los obispos. Los obispos clamaron por la 'paz interna y la mutua confianza'. .. Fuentes de la Iglesia dijeron: 'Queremos que el proceso de renovación tenga lugar dentro del marco constitucional del sistema (político)'... La Iglesia atacó a la oposición política disidente, y dijo que 'en los círculos de oposición hay gente que viene haciendo declaraciones irresponsables'. Atacó especialmente a Jacek Kuron, líder del grupo disidente más conocido del país, el KOR. No contiene el documento la mínima crítica directa para Walesa, el líder máximo de los disidentes de 'Solidaridad' ". Para Wojtyla, en el trabajo el hombre descubre su propia esencia12: "De este modo el trabajo lleva en sí un signo particular del hombre y de la humanidad, el signo de la persona activa en medio de una comunidad de personas: este signo determina su característica interior y constituye en cierto sentido su misma naturaleza". El ideal contemplativo ha dejado paso al utopismo de una praxis ex-cluyente, en la cual el hombre se configura y se configura su destino. Los últimos vestigios, cabalmente humanos, de la vida espiritual han terminado por materializarse. Es en el trabajo, en la acción (recuérdese el célebre prólogo del "Fausto" de Goethe) en donde el hombre ha de descubrir la clave de la "imagen y semejanza" del Génesis13: "Haciéndose —mediante el trabajo— cada vez más dueño de la tierra y confirmando todavía —mediante el trabajo— su dominio sobre el mundo visible, el hombre en cada caso y cada fase de este proceso se coloca en la línea del plan original del Creador: lo cual está necesaria e indisolublemente unido al hecho de que el hombre ha sido creado, varón y hembra, 'a imagen de Dios' ". Y más aún 14: "En el comienzo mismo del trabajo humano se encuentra el misterio de la creación". Allí está en cifra todo el mensaje de Wojtyla; eso es lo que viene a proclamarle al mundo. La imagen y semejanza divinas en el hombre son manifestación del secreto íntimo portado por la naturaleza humana y que debe ser develado: el secreto de su divinidad, de una divinidad engendrada a partir del hombre15: "La verdad del cristianismo corresponde a dos realidades fundamentales que no podemos perder nunca de vista. Las dos están estrechamente relacionadas entre sí. Y justamente este vínculo íntimo, hasta el punto que una realidad parece explicar la otra, es la nota característica del cristianismo. La primera realidad se llama "Dios", y la segunda "el hombre". En los últimos tiempos —en especial durante el Concilio Vaticano II— se discutía mucho si esa relación es teocéntrica o antropocéntrica. Si seguimos considerando por separado los dos términos de la cuestión, jamás se obtendrá una respuesta satisfactoria a esta pregunta. De hecho, el cristianismo es entropocéntrico precisamente porque es plenamente teocéntrico; y al mismo tiempo es teocéntrico gracias a su antropocentrismo singular". "Laborem exercens" es publicada por su autor en homenaje a los noventa años de la "Rerum novarum" de León XIII —recordemos el "novis rebus studentem" 16 ciceroniano contra... Catilina; encíclica ésta que marca, ciertamente, un hito desgraciado en la historia de la Iglesia: la dedicación forma! y expresa del Magisterio romano a las "cosas nuevas" de la llamada cuestión social. Es decir, la preocupación —que con el andar del tiempo se transformaría en excluyente— no sólo, como antaño, por el poder temporal, sino por toda concreta cuestión intramundana. "Et ait illis: Reddite ergo quae sunt Caesaris, Caesari: et quae sunt Dei, Deo" 17. Es por ello que hemos intencionadamente eludido la consideración —por otra parte estéril desde nuestra posición— de las conclusiones política-sociales de "Laborem exercens". No desconocemos su real y desmesurada importancia: casi todos —tirios y troyanos— se han apresurado a invocarla y la seguirán invocando hasta el cansancio; algunos —los menos— guardarán un púdico y respetuoso silencio. Es que no se trata para ellos de libertad e inteligencia sino, simplemente, de ciega obediencia. La coherencia wojtylana hace que su doctrina fluya naturalmente de su teología. De la enseñanza del Vaticano II ("La actividad humana, así como procede del hombre, también se ordena al hombre" 18) deviene la propuesta de un orden nuevo basado en la suprema dignidad de la persona humana y la defensa absoluta de sus derechos 1!): "Estos derechos deben ser examinados en el amplio contexto del conjunto de los derechos del hombre que le son connaturales, muchos de los cuales son proclamados por distintos organismos internacionales y garantizados cada vez más por los Estados para sus propios ciudadanos. El respeto de este vasto conjunto de los derechos del hombre, constituye la condición fundamental para la paz del mundo contemporáneo". Con esos fundamentos, no extraña que la huelga, por ejemplo, deje de ser considerada como un hecho excepcional para ser legitimada como un derecho 20: "Este es un método reconocido por la doctrina social católica como legítimo en las debidas condiciones y en los justos límites. En relación con esto los trabajadores deberían tener asegurado el derecho a la huelga..." O que, siendo el hombre, sujeto del trabajo, el alfa y omega de la cuestión, se avance en la consideración de la propiedad de los medios de producción hasta afirmar21: "Estos no pueden ser poseídos contra el trabajo, no pueden ser ni siquiera poseídos para poseer, porque el único título legítimo para su posesión —y esto ya sea en la forma de la propiedad privada, ya sea en la de la propiedad pública o colectiva— es que sirvan al trabajo ... Desde ese punto de vista, pues, en consideración del trabajo humano y del acceso común a los bienes destinados al hombre, tampoco conviene excluir la socialización, en las condiciones oportunas, de ciertos medios de producción". Mas, reiteramos, no se trata solamente de "doctrina social de la Iglesia", sino de sutilísima teología. A la cabeza del "populus Dei" del Vaticano II en su peregrinaje mesiánico, el antipapa Wojtyla proclama al mundo el nacimiento del Homo Faber; hombre cuya "magna fabricatio" será el 22 descubrimiento de la divinidad que se esconde en su interior : "¿No es ya este nuevo bien —fruto del trabajo humano— una pequeña parte de aquella 'tierra nueva', en la que mora la justicia? ¿En qué relación está ese nuevo bien con la resurrección de Cristo, si es verdad que la múltiple fatiga del trabajo del hombre es una pequeña parte de la cruz de Cristo?". Se equivocan gravemente, entonces, quienes, ligeramente sobresaltados ante lo que creen un llamado de atención para su bonanza crematística critican —en voz queda, es cierto— "los peligros de la actual doctrina del papa en materia social". Cuelan el mosquito y se tragan el camello, mientras la Iglesia a la que ellos —no nosotros— proclaman apostólica prepara la revolución del quinto estado, la revolución del tercer milenio, la revolución del Nuevo Adviento del Hombre que —en el trabajo, en la acción— se hace Dios. ATILIO CARLOS NEIRA 1 Matt. VI, 34: No os inquietéis, pues, por el mañana: porque el día de mañana ya tendrá sus propias inquietudes; bástale a cada día su afán. 2 Marc. X, 51: Señor, que vea. 3 loan. IX, 40: ¿Conque nosotros también somos ciegos? 4 Laborem exercens, V, 25. 5 Laborem exercens, II, 6 (Subrayados en el original castellano). Nótese, de paso, la ostensible omisión: Cf. Hebr. IV, 15: "Semejante en todo a nosotros menos en el pecado"; y la definición dogmática del Concilio de Calcedonia (Dz. 148). 6 Laborem exercens, V, 25. 7 Laborem exercens, V, 26. 8 Laborem exercens, V, 24. 9 Laborem exercens, V, 26. 10 Laborem exercens, V, 26. 11 Diario "La Razón", 12 de diciembre de 1980, pág. 1. 12 Laborem exercens, Introducción. 13 Laborem exercens, I!, 4. 13 Laborem exercens, I!, 4. 14 Laborem exercens, III, 12. 15 Audiencia general del 29-11-78; "L'Osservatore Romano" 3-12-78. 16 Marco Tulio Cicerón, Catilinaria I. 17 Luc. XX, 25: Y El les respondió: Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. 18 Vaticano II, "Gaudium et Spes", 35. 19 Laborem exercens, IV, 16. 20 Laborem exercens, IV, 20. 21 Laborem exercens, III, 14. 22 Laborem exercens, V, 27. ¿QUE ES EL ARTE? El hecho artístico nace más allá de la razón. Más allá en el sentido de más arriba de la razón; y nace en la parte de nuestro conocimiento intelectual que no se vale, en principio, del trabajo del raciocinio sino de lo que llamaríamos "conocimiento intuitivo" o, como lo denomina Rudolf Otto, "conocimiento numínico". Hay un texto de Goethe sobre el nacimiento histórico del arte que echa luz, no sólo sobre éste, sino también sobre lo que es el arte en sí y cómo es su génesis en el hombre. El texto dice así: "El arte ha sido figurativo mucho antes de ser bello y, a pesar de todo, fue un arte auténtico y grande, con frecuencia más auténtico y grande que el mismo arte de lo bello. Pues el hombre posee una naturaleza figurativa que se manifiesta en cuanto tiene la existencia asegurada. En el momento en que el hombre no tiene nada que lo preocupe o atemorice, surge el semidiós que, en su ocio creador, busca materias exteriores para plasmar en ellas su espíritu. De este modo, el hombre salvaje pinta con formas espantosas y rasgos estilizados sus árboles, sus plumas y su cuerpo. No despreciéis esta pintura de formas arbitrarias; a pesar de que las semejanzas son lejanas, el conjunto coincide, porque una actividad creadora ha producido un todo característico." "El arte fue figurativo mucho antes de ser bello..." Este juicio agudo del genio alemán nos envía al centro del problema del arte, al corazón de su génesis. Porque el arte es antes que nada una manifestación del espíritu del hombre conmovido ante la visión intuitiva de lo que llama R. Otto el fenómeno numínico. ¿Qué es el fenómeno numínico o "lo numinoso"? "Es una potencia fenoménica indefinible que el hombre extasiado capta de una forma intuitivo-vivencial" (Hans Sedlmayr). En el ocio creador, en la contemplación, el espíritu no embotado (no mecanizado) advierte en las cosas un "más allá", un "otro mundo abs-conditus" (escondido, oculto a la mirada superficial), "lo oculto de las cosas", que decía Horacio en su "Arte poética". Y ese "otro mundo" se le manifiesta al hombre sensible como algo tremendo, sublime, fascinante, sobrecogedor, terrible, paradójico; cuando no, otras veces, como grotesco y cómico. Esta visión relampagueante es captada por el hombre de un modo absolutamente objetivo, con una posterior repercusión en su ánimo, en su propio ser, en las vivencias de su propio mundo interior, que genera una corriente de hechos característicos identificables entre los dos mundos, exterior e interior. Esta corriente engendra en el hombre una fuerza, una necesidad de expresar esta vivencia encarnándola en una materia apta y acorde al conocimiento numínico; es decir, en la materia o en los símbolos que mejor la expresen, sean estos sonidos, colores, formas, movimientos, edificios, etc. El hombre primitivo, o el hombre "natural", ante la furia desatada de una tormenta o de un incendio salvaje, "siente" la ira de los dioses o de los elementos no como algo análogo a la ira de un hombre sino como una misma cosa, como dos cosas idénticas; porque el color y el calor de la ira es el rojo, y es quemante como un incendio y retumba como un trueno. El origen del fenómeno religioso y del artístico está en la experiencia de lo numínico. Lo numínico como tremendamente distinto y heterogéneo de lo cotidianamente conocido, de lo "razonable", de lo com-prehendido por nuestra facultad cognoscitiva-raciocinante. Lo numínico como misterioso, en el sentido de absolutamente inabarcable por nuestro entendimiento. Lo monstruosamente, lo incomparablemente inabarcable. Lo paradójico en el sentido de irracional, que choca a la razón, que aparece incluso como opuesto diametralmente a ésta. Viene a la mente en este momento lo "Tremendum" y lo monstruoso en las parábolas de Jesucristo, Nuestro Señor. Y el mundo mismo; ¿No es acaso una gigantesca parábola hecha de paradojas desconcertantes? Poniendo el acento en matices diversos del numen existe una analogía entre la visión mística y la visión artística. La contemplación mística pone el acento en el carácter del tremendo poder sublimidad del numen; la artística, en el intuitivo. Hasta aquí habríamos visto el primer principio en la génesis de la creación artística: La visión de un carácter oculto detrás de las cosas, invisible, viviente, objetivo, que no muere, que no deja de ser al fenecer la visión del hombre percibiente. Pero aún no está la obra. Aún no se ha plasmado, aún no se ha hecho carne visible y existente en este mundo. Falta la conformación, el trabajo del artista, la lucha del artista con la materia rebelde que debe ser sometida, doblegada, violentada para que sea fiel reflejo de aquella visión. Sin la conformación, sin la forma "intencionada", dirigida en una dirección, ordenada en un todo, en una unidad, no habría obra de arte. Cuando el hombre plasma, cuando imprime su espíritu en una materia con una intención no utilitaria sino apuntando, consciente o inconscientemente, a la expresión de una vivencia numínica, está haciendo arte. Pues allí comienza el arte. La parte tectónica, arquitectónica, constructiva, en la que interviene ya el conocimiento raciona! (hasta cierto punto) y que refina y perfecciona la obra con un sentido de unidad estructural armónica, donde las partes se traban, entrelazan en ritmos, formas y colores, o sonidos, con simetrías y asimetrías, tensiones y distinciones, es lo que completa y culmina la obra de arte. No hay arte sin vivencia numínica. No hay arte sin conformación. Conformar la obra es formarla a imagen y semejanza de la intuición tenida. Sobre estos principios sí es posible entonces la elaboración de una auténtica Historia del arte (como dice Hans Sedlmayr). No como la falsa historia por y a través de los estilos; "el estilo es el hombre". El estilo, cuando es auténtico, expresa en sus modos y con sus medios una vivencia, un espíritu, que sólo de esa manera es cabalmente manifestado. Los medios de un Rembrandt o de un Miguel Ángel sólo sirven para expresar lo que ellos vieron y vivieron. Con una historia del arte así entendida tendríamos conjuntamente una historia del hombre, una historia de la humanidad. Pero hasta aquí no hemos nombrado aún a la belleza, a lo bello: lo bello en el arte. Porque una cosa es la belleza, por ejemplo, de una mujer y otra muy distinta la belleza en el arte. Hablar de lo bello es hablar de una categoría numínica, es decir misteriosa y, como tal, indefinible en palabras, inabarcable en conceptos, los cuales sólo nos sirven a modo de ideogramas. "Bello es lo que visto agrada", decían los escolásticos. Y no iban más allá de esto. Un pintor puede hacer un mal cuadro con la modelo más bella. Un pintor puede hacer un hermoso cuadro con la mujer más fea. Una es la belleza de la naturaleza y otra la del arte. No es en el mismo sentido decir bello de un toro que de una mariposa. La belleza del toro reside en su fuerza, en tanto y en cuanto la fuerza es bella, es decir, en cuanto ejerce también una fascinación. Como la fascinación de lo grácil, etéreo y colorido es la fascinación y belleza de la mariposa. Un atardecer puede conmover con su belleza melancólica, pero también la tremendidad de una tormenta ejerce sobre el ánimo no sólo terror sino la misteriosa fascinación de lo terrible. Lo feo, lo horrible también puede "encantar", en el sentido de "embrujar", de someter al ánima. Pero esta fascinación de lo horrible puede ser fatal para el alma: está conectada con lo demoníaco. La belleza en el arte no reside en expresar exclusivamente lo que es bello en sí mismo, lo que es amable y agradable en sí mismo; tampoco reside en lo opuesto exclusivamente. La belleza en el arte reside en la expresión de una intuición numínica amasada en la unidad de una conformación, de un todo orgánico intencionado, que comunica una vivencia psíquico-espiritual. La intuición numínica no siempre reside en lo consciente del artista, sino muchas veces y (a pesar de lo consciente que hubiera en éste) reside en una zona más profunda e inexpresable de su alma. Esta intuición, que es muchas veces inconsciente en el artista, capta el mundo "absconditus", no sólo en el mundo cósmico, en el espacio, en las cosas, o en el ser o los seres, sino también en el espíritu colectivo de la sociedad en que le toca vivir y aún más allá —a veces, de un modo profético— en el espíritu de una sociedad futuramente posible. CARLOS PÉREZ AGÜERO NOUS SOMMES CATHOLIQUES, RIEN QUE CATHOLIQUES NOUS NE SOMMES NI CONCILIARES NI CONSERVATEURS Les lecteurs et amis de notre revue, personnes qui sont concemées au plus haut point par le développement des mouvements et des idees traditionalistes dans le cadre religieux, nous font part fréquemment de leurs inquietudes et de leurs interrogations sur la "marche des choses", sur ce qui se passera avec ceci ou cela, sur ce qui arrive au "lefébvrisme", etc.... Etant donné le caractére de notre revue, nous maintenons une correspondance et un échange avec la grande majorité des groupes et des publications dites traditionalistes d'Amérique et d'Europe. Nous avons done une vue assez claire de la situation. Nous voulons repondré une bonne fois á toutes les inquietudes qui nous par-viennent. Cependant notre dessein n'est pas de nous lancer dans des attaques personnels ou des accusations passionnelles. Nous préférons tenter de definir, avec la plus grande ciarte posible, ce qui se passe actuellement au sein de nombreux mouvements et groupes de resistance catholi-que dans le domaine des principes. Un des effets les plus ¡nteressants et curieux de la Revolution antichrétienne mo-derne, que l'Occident endure depuis des siécles, est celui quis se produit chez certaines personnes: celles-ci, au fil des ans, presque sans s'en rendre compte, finissent par admettre des usages et des doctrines, qu'elles auraient combattues ouvertement aupara-vant. De cette maniere, elles deviennent, en fait, les collaborateurs les plus efficaces de leurs propres ennemis. Aujourd'hui, nous sommes confrontes á ce paradoxe que les conservateurs religieux mémes, qui ont la nostalgie des usages et des doctrines de l'époque de Pie XII, admettent et défendet peu á peu et insensiblement les usages et les doctrines progres-sistes post-conciliaires que J. P. II consolide admirabiement avec intelligence et ingéniosité. Au fil des ans, ees conservateurs exigent chaqué fois moins, leurs analyses sont chaqué fois plus incompletes, moins doctrinales, plus superficielles; n'importe quelle niaiserie leur paraít une concession en leur faveur, et ils se réjouissent et fetent "l'événe-ment" jusqu'a ce que, á la fin tout leur objectif se réduise a ce qu'on leur accorde un recoin pour célébrer la "vieille messe" en privé, et maintenir leurs groupements sans étre inquietes! A quoi est düe une attitude si défaillante? A notre point de vue, elle est due á un vide profond, dans l'essence meme de la mentalité conservatrice, qui est impuissante á anticiper I'avenir, incapable de nourrir le plus petit désir de modifier le cours de l'his-toire parce qu'elle est précisément le résidu de ce que l'histoire a déjá détruit. La question est plus grave et plus profonde qu'il ne paraít. L'Histoire, qui enveloppe dans le temps toute la destinée humaine, est implacable avec les faibles d'esprit, les tiédes et les mediocres. Assurément les hommes sont libres, mais ils méritent effective-ment leur liberté á condition d'etre animes par des principes vigoureux, cohérents, vivants et operants; alors, seulement, ils sont capables d'insuffler au temps l'énergie spirituelle qui pourra guider le cours de l'Histoire; autrement, ils sont esclaves de l'Histoire, et, de nos jours, esclaves de la Revolution qui dirige l'Histoire. Ce que nous disons explique pourquoi, depuis que la Revolution Moderne a éclaté dans le monde et s'est mise á construiré sa propre "civilisation" sur les ruines de la chrétienté, les conservateurs de toute tendance ont échoué irrémédiablement, non seulement dans leur désir de fomenter une contre-révolution, mais aussi dans n'importe quelle tentative timide pour édifier quelque chose de permanent. La mentalité conservatrice est toujours defensive et inconséquente. Elle est, comme nous le disons, un "reste". Son désir profond se limite á promouvoir un retour, moins ¡llusoire qu'impossible, au temps passé. Et certainement le temps passé auquel les conservateurs veulent retourner est celui de leur propre jeunesse. C'est la raison pour laquelle la mentalité conservatrice aspire seulement á conserver le bien et le mal de son temps, pour des motifs principale-ment sentimentaux qui, en definitive, la font toujours cheminer á la suite du processus révolutionnaire. Ainsi, la mentalité conservatrice n'est qu'une variante de la Revolution Moderne, et, nous le répétons, un résidu des étapes que la Revolution a déjá dépassée. D'un autre cote, c'est une mentalité qui conduit nécessairement á la stérilité spirituelle, parce que personne ne peut prétendre demeurer en marge de l'Histoire comme une statue de sel, sans que l'Histoire poursuive son chemin. Les événements humains, tant civils que culturéis, se succédent, comme la vie et les generations des hommes qui en sont les acteurs. Ce qu'il importe véritablement de determiner, ce sont les principes et les energies spirituelles qui, á un moment donné, poussent et conduisent le cours des événements. Le temps, dans son devenir, ne s'arréte jamais, les cycles se succédent comme les jours et les nuits; les civilisations et les cultures des hommes naissent, croissent et meurent, atteignent á ce qui est supérieur et noble, et s'abaissent vers ce qui est inférieur et vil, mais la vie ne s'arréte pas. II est indispensable de le comprendre. Le processus de la Revolution Moderne, de la Renaissance á nos jour, peut s'expli-quer comme le renversement du cours de l'Histoire par rapport a la direction donnée, á son époque, par la Chrétienté antique et médiévale. L'exposé du probléme est done tres facile, ce qui ne signifie pas que la solution en soit aisée. Si le processus historique de la Revolution Moderne doit étre modifié, dissous ou annihilé, ce sera parce qu'auront surgi de quelque maniere, dans la vie des hommes ou des peuples, des principes et des energies spirituelles capables d'imprimer au cours des événements une direction différente. APRES LE CONCILE VATICAN II, L'EGLISE ROMAINE SE TROUVE DEVANT UNE CRISE TRES GRAVE, PARCE QU'ELLE EST INVESTIE PAR UNE NOUVELLE RELIGION ET UNE NOUVELLE EGLISE QUI A BRISE SES LIENS AVEC LA TRADITION APOSTOLI-QUE; IL LUÍ FAUT DONC SE LIBERER DE CETTE INTRUSE POUR FAIRE RESPLENDIR A NOUVEAU SES LIENS AVEC L'EGLISE CELESTE. Or, les conservateurs, ingénuement, prétendent s'opposer á la nouvelle religion qui se forme á travers un retour purement sentimental aux pratiques religieuses et pieuses qu'ils ont connues et vécues sous Pie XI et Pie Xll. Dans cette entreprise, ils se sentent a l'aise et heureux et ils éludent systématiquement tout effort intellectuel et spirituel pour comprendre ce qui arrive réellement au monde et á l'Eglise. C'est dire qu'une semblable attitude est destinée á l'échec. La nouvelle "église post-conciliaire" ne voit pas d'inconvénient á esquisser quelques retours apparents au passé immédiatement préconciliaire en telle ou telle coutume. Ainsi, avec seulement quelque ambiguTtés, sans difficulté maintenant, la nouvelle église absorbe la reaction conservatrice qui paraissait tres forte il y a quelques années. Et plus encore: la nouvelle église amplifie facilement en sa faveur la reaction conserva-trice, car les conservateurs, lies par ees concessions inexistantes, rendus malades par des scrupules de conscience exageres, et par des adhesions sentimentales á la hiérarchie cléricale, commencent á devenir le pilier le plus solide de la nouvelle religion. Nous voulons établir bien clairement que dans cette circonstance religieuse, NOUS NE SOMMES PAS CONSERVATEURS. L'époque de Pie XII, avec ses qualités et ses dé-fauts, est passée et révolue. Plus encors: nous osons dire que, avec ses richesses et ses faiblesse, s'est terminé le cycle religieux d'aprés le Concile de Trente. Vatican II a inauguré un nouveau cycle marqué par l'apostasie universelle des Catholiques Romains. La consequence en sera, sans doute, le déclin définitif de l'Occident chrétien. En accord avec les proprieties de la Tres Sainte Vierge Marie á la Salette et á Fatima, la Revolution Moderne atteint son point culminant, duquel pourrait bien dé-couler la fin de ce cycle historique de decadence. Naturellement les conservateurs ne pergoivent pas cela, lis sont seuls au monde á croire que tout pourra continuer comme avant, ou plutót que, la crise passée, tout va refleurir comme avant. Dans les temps tres durs qui s'annoncent, notre sprit ne pourra se maintenir dans la Foi que s'il est capable de preserver les liens qui l'unissent au tronc de la Tradition Catholique et Apostolique. Cette Tradition consiste dans la doctrine et les principes des Peres et des Docteurs, des Conciles et des Pontifes qui définirent la Foi et forgérent la manifestation concrete du christianisme. VOILA LE VRAI ET AUTHENTIQUE TRADITIONALISME: c'est un effort supreme de l'esprit au milieu des soubresauts de la Revolution, pour preserver, restaurer et renouer les liens avec la Tradition Apostolique, pour reconnaitre les energies fécondes qui quel-quefois inspirérent la Chrétienté dans le monde, et exalter les principes et postulats éternels de la culture et de la civilisation humaine. II ne s'agit done pas de ressusciter ce qui est déjá mort, il ne s'agit pas de pro-mouvoir un attachement aux formes anciennes par le souvenir sentimental qu'elles produisent. II s'agit encore moins de SAUVER L'EGLISE, car Elle est sauvée depuis que Jésus-Christ est ressuscité. II s'agit simplement de garder la Foi et de sauver son ame dans les circonstances historiques actuelles, pleines de ténébres. Certainement c'est un défi héroique et sublime. Nous tentons de l'affronter sur la base d'une fidélité absolue et inconditionnelle á la Tradition Catholique et Apostolique, sans ambiguítés ni compromis, sans restrictions mentales, sans incoherences ni défai-llances. Avec l'aide de Dieu et de la Tres Saite Vierge Marie, nous espérons persévérer irréductiblement dans cette ligne. BIBLIOGRAFÍA L'INFANIE TRAHISON, de Gabrielle Rochon. (Les Editions Saint Marc inc. Lousville-Montreal, 1980. No para buscar vana gloria, sino para defenderlo en esta tierra, Dios nos ha dado los medios y la capacidad necesarios; no por nuestros merecimientos sino por su misericordia. Herejía, cisma y apostasía son denunciados en este libro como el resultado de dieciséis años de impostura y traición. Jamás en toda la historia de la Cristiandad los católicos fueron víctimas de semejante impostura como la que se establece desde el Concilio Vaticano ll: la fundación de una nueva religión conservando las apariencias exteriores de la Iglesia Católica. Las contradicciones entre el Magisterio de la Iglesia Católica anterior al Vaticano ll y el pretendido magisterio posterior son burdas y palmarias. La Bula "Quo Primum tempore" de San Pío V torna canónicamente imposible la satánica reforma litúrgica de Juan B. Montini. Del mismo modo, la Bula "Cum ex Apostolatus Officio" de Paulo IV torna radicalmente ilegítimos los pretendidos "pontificados" de Montini, Luciani y Wojtyla. La Santa Sede está vacante. ¿Cuál es la actitud católica frente a la vacancia de autoridad en la Iglesia? Lo primero ha de ser rechazar con horror todas las novedades introducidas por el Vaticano II: novedades disciplinarias, litúrgicas, doctrinales, morales, etc. Concretamente, esto significa no dar adhesión ni apoyo, ni siquiera participar de modo alguno en lo que la sedicente autoridad demanda. Al decir no participar debe pensarse especialmente en la nueva Misa. No debemos asistir a este culto herético bajo ningún pretexto. Tampoco debe asistirse a una misa, aunque sea con rito tradicional, si el sacerdote nombra a Juan Pablo ll en el canon, pues esta mención es el más solemne reconocimiento de su autoridad. Ahora bien, los supuestos tradicionalistas que reconocen en Juan Pablo ll al Papa de la Iglesia Católica y al Vicario de Cristo sobre la tierra, pero al mismo tiempo le desobedecen, hacen algo que tiene un solo nombre: cisma. Si se reconoce a Juan Pablo ll como autoridad suprema y legítima de la Iglesia no se puede al mismo tiempo desobedecerle y resistirle sistemáticamente: ello implica un comportamiento que es objetivamente cismático. JEAN PAUL II ET LA DOCTRINE CATHOLIQUE, del R. P. Louis Marie de Bligniéres. (Prieuré d'études Saint Thomas d'Aquin, París 1981). La doctrina expuesta y profesada por Juan Pablo ll se opone en puntos importantísimos al Magisterio de la Iglesia. El signo principal del pontificado de Juan Pablo ll es la puesta en práctica de la enseñanza del Vaticano ll. El falso principio del Vaticano ll relativo a la encarnación es continuado y explici tado por Juan Pablo II. La nueva concepción de la Iglesia del Vaticano II es precisada y desenvuelta por Juan Pablo II. La doctrina errónea sobre la libertad religiosa del Vaticano II es constantemente enseñada por Juan Pablo II. LA MESSE. DIEU VIVANT-DIEU PRESENT, del Abbé Michel Simoulin. (Editions "Fideliter", Escourulles 1981) Sacerdote de la Fraternidad San Pío X, el autor procura elaborar una serie de manifiestaciones y consideraciones devotas sobre el Santo Sacrificio de la Misa. Los editores recalcan que éste es el centro y el corazón del combate que mantiene Mons. Lefebvre. Pero también recalcan que no es ésta una obra de polémica teológica contra el nuevo rito. Y he aquí lo que a primera vista sorprende de este libro. En medio de una Iglesia que ha instaurado universalmente un nuevo rito se escribe un libro sobre la Misa según el rito antiguo, de hecho oficialmente abolido, sin intentar la menor justificación doctrinaria de esta actitud. Parece indudable que tal manera de escribir está dirigida a no entrar en choque con la autoridad eclesiástica post-conciliar, a la que se reconoce como legítima pero se desobedece en la práctica. Se pretende confirmar a los fieles en una justificación exclusivamente devota, sin atingencia con la doctrina. Pero, para colmo, la devoción que dimana de las páginas de este libro está notablemente resentida de una pedagogía religiosa dirigida a provocar, mediante las consideraciones pías, estados de ánimo y de sentimiento; es decir, a suscitar una espiritualidad esencialmente psicologista. Ello se denota claramente en párrafos como los que constan en la pág. 16 donde la participación en el culto acaba por definirse en una identificación con "los estados interiores de Cristo". En suma, este libro no levanta ninguna justificación doctrinaria sobre su adhesión al rito tradicional de la Misa; sólo se limita a consideraciones devotas que no asumen ninguna profundidad mística dado que rinden íntegro tributo a la espiritualidad sentimental y psicológica decadente, conocida como "devotio moderna", que desde hace siglos se ha venido difundiendo en los ambientes religiosos de Occidente. A todo lo largo del libro está ausente la menor referencia a la verdadera participación de los fieles en el culto según la piedad antigua y medieval que forjó la Iglesia (Canto gregoriano, horas canónicas, vida sacramental, etc.).