Discurso de orden en homenaje al señor general don Roque Sáenz Peña Lahitte, al cumplirse 100 años de su fallecimiento Luis Palomino Rodríguez Agosto de 2014 Discurso de orden que el suscrito tuvo el honor de presentar en la Sesión Solemne que la “Benemérita Sociedad Fundadores de la Independencia, Vencedores del Combate del 2 de Mayo de 1866 y Defensores Calificados de la Patria”, organizó para conmemorar el Centenario del fallecimiento del insigne político argentino y General del Ejercito del Perú, don Roque Sáenz Peña Lahitte, combatiente en San Francisco, Tarapacá y Arica, defendiendo la causa del Perú en la infausta guerra del salitre. “SOCIEDAD FUNDADORES DE LA INDEPENDENCIA, VENCEDORES DEL COMBATE DEL 2 DE MAYO DE 1866 Y DEFENSORES CALIFICADOS DE LA PATRIA” Sr. General de División “R” Carlos Alfonso Tafur Ganoza. Presidente de la “Benemérita Sociedad Fundadores de la Independencia, Vencedores del Combate del 2 de Mayo de 1866 y Defensores Calificados de la Patria”. Distinguidos Miembros del Consejo Directivo de esta Benemérita Sociedad Señor Embajador de la República Argentina en el Perú, don Darío Alessandro. Dignas Autoridades Civiles y Militares. Señor Cónsul de Argentina en el Perú. Señores Agregados Castrenses a la Embajada de Argentina en el Perú. Señores Oficiales Generales y Almirantes. Señores Oficiales Integrantes de la Promoción EMCH “Tte. Crl. Roque Sáenz Peña”. Señores Oficiales Superiores y Subalternos. Damas y Caballeros Cadetes de las Escuelas de Formación de las FF AA y PNP Señores Técnicos y Sub Oficiales. Damas y Caballeros, Asociados e Invitados. Señoras y Señores Dirigir la palabra en esta oportunidad, a este selecto auditorio, en el recinto de nuestra “Benemérita Sociedad Fundadores de la Independencia”, la más antigua e importante institución patriótica del país, es, sin duda, un honor que agradezco a su Presidente y a su honorable Consejo Directivo. Este honor reviste caracteres especiales, cuando la presente Sesión Solemne, tiene lugar dentro del marco de la conmemoración del centenario del fallecimiento del General Don Roque Sáenz Peña Lahitte; ilustre argentino a quien el Comando del Ejército del Perú, otorgándole una distinción más, nombró como Patrono de la Promoción de Oficiales egresada de la Escuela Militar de Chorrillos, en Diciembre de 1958; promoción a la que me siento honrado de pertenecer. Pero, ¿Quién fue Roque Sáenz Peña? ¿Por qué evocamos su memoria y resaltamos su nombre? ¿Qué representa él, para nosotros los peruanos? En las siguientes líneas trataré de esbozar una respuesta. Por ello, permítanme que a modo de homenaje haga mención de algunos episodios de nuestra historia que, sin lugar a dudas, son ampliamente conocidos por todos ustedes, para subrayar la señera personalidad y nobleza de nuestro homenajeado, y sus generosos sentimientos para con el Perú. Roque Sáenz Peña, quedó perennemente vinculado a la memoria de nuestro país y a su tradición, cuando en momentos aciagos de nuestra historia, en 1879, decidió abrazar la causa de nuestra Patria y combatir, como un peruano más, en la defensa de nuestro territorio y de nuestra dignidad. Admiración y gratitud son los sentimientos que afloran en nuestro espíritu cuando repasamos su participación en los episodios heroicos de San Francisco, Tarapacá y Arica, que conscientemente decidió vivir junto a los combatientes peruanos en aquella infausta guerra. Nuestro hoy recordado ciudadano argentino, y General del Ejército del Perú, nació en Buenos Aires el 19 de Marzo de 1851. Sus padres fueron el Doctor Luis Sáenz Peña y doña Cipriana Lahitte; él, abogado y político en su país, que ejerció la Presidencia de la República Argentina en 1896; ella, una señora singular. Ambos formaron a sus hijos con el ejemplo del respeto a las más altas virtudes cristianas que siempre se cultivaron en su hogar. Recibió desde su infancia una esmerada educación. A los 19 años ingresó a la Universidad de Buenos Aires para iniciar sus estudios de Derecho, graduándose cinco años después, como abogado; profesión que ejerció alternándola con sus actividades políticas. En 1876, a los 25 años de edad, fue elegido Diputado a la Legislatura de Buenos Aires, destacándose en el ejercicio de su función y, a pesar de su juventud, fue designado presidente de la Cámara en 1877. Creo de justicia resaltar, en esta ocasión, la personalidad de este egregio argentino, en el paréntesis de su vida que le dedicó al Perú. Era un hombre joven de 28 años, de ilustre cuna y que vivía en su país en el seno de una familia acomodada; abogado, periodista, orador; tenía un futuro expectante en su patria. No era un aventurero, era más bien un hombre de espíritu noble, profundo, serio, con gran equilibrio emocional. Enterado de la agresión chilena a nuestro país, su ejemplar sentimiento de solidaridad fraterna hacia el Perú, no le permitió permanecer indiferente, Impulsándolo a tomar una decisión sorprendente para muchos: viajar al Perú, abandonando sus más caros afectos y renunciando a los halagos que en su patria se le prodigaban, para ofrecer sus servicios como voluntario en nuestro Ejército. Preparó su viaje rápidamente y se embarcó con rumbo al Callao. Cuando se encontraba navegando se informó que el Presidente del Perú, el General Mariano Ignacio Prado, se encontraba en Arica como Director de la Guerra, y decidió desembarcar en ese puerto, para presentarse como voluntario al Ejército del Perú en campaña. Fue recibido con entusiasmo y respeto, asignándosele un honroso puesto pasivo en el Ejército de Reserva, cargo que desde el primer momento rehusó; no era su deseo solamente vestir el uniforme, él quería un puesto de combate. Llegó a Lima en Julio del 79. En nuestra capital fue acogido con afectuosa cordialidad, por la hidalguía de su gesto. El 30 de Julio se le ofreció un agasajo para darle la bienvenida y, al ofrecimiento del brindis en su honor, el voluntario argentino respondió con vibrantes palabras que, con respeto, recordaremos. Dijo Sáenz Peña en esa oportunidad“…la causa del Perú y Bolivia es, en estos momentos, la causa de América, y la causa de la América, es la causa de mi patria y de sus hijos” … ”yo no he venido envuelto en la capa del aventurero preguntando dónde hay un ejército para brindar mi espada. No excita mi entusiasmo la seducción de una aventura, ni agita mi alma la sed de sangre y anarquía. No; yo he dejado mi patria para batirme a la sombra de la bandera peruana, cediendo a ideas más altas, a convicciones profundas de mi espíritu” … ”soy un simple soldado de la justicia y el derecho….”. A comienzos de agosto, con el grado de Teniente Coronel, fue designado Primer Ayudante del Comandante en Jefe del Ejército del Sur, el General Buendía, quien tenía establecido su Cuartel General en Iquique. Roque Sáenz Peña partió a asumir su puesto el 16 de Agosto, haciendo una breve escala en Arica. La víspera de salir de Arica hacia el Sur, apareció frente al puerto la figura inconfundible del Monitor Huáscar, el buque de las proezas del Contralmirante Miguel Grau, cuya fama había trasmontado los Andes, y por quien Sáenz Peña, sin conocerlo, sentía profunda admiración… A su vez, Grau sentía espontanea simpatía por el joven argentino que, como él, cultivaba las excelsas virtudes de valor y dignidad humanas. Las circunstancias permitieron que el “Gran Caballero del Pacifico” confraternizara con el “Gran Señor sin Miedo y sin Tacha del Río de la Plata”, en una comida a bordo del legendario Monitor… A menos de cincuenta días del holocausto de Angamos, ambos al despedirse, sellaron su mutuo afecto con un efusivo abrazo, aceptando, estoicamente, el incierto futuro que se cernía sobre la nación peruana. Perdido el Huáscar en Angamos, revés que era inevitable por la desigualdad de fuerzas de los adversarios, el dominio del mar quedó para el enemigo, lo que obligó a las fuerzas acantonadas en Iquique a desplazarse hacia el Norte, para evitar ser destruidas, iniciándose el 12 de Noviembre de 1879 la penosa marcha hacia Tarapacá, Arica y Tacna. Y así llegó el desastre de San Francisco, el 19 de Noviembre. El ilustre voluntario argentino, en aquella oportunidad, se batió valerosamente sobre el Cerro Dolores, en medio de la desorganización imperante. Roque Sáenz Peña escribió en sus apuntes: “derrota cruenta; terrible”…”Tarde sin sol para las armas del Perú”. En la obra “Escritos y Discursos” de Roque Sáenz Peña, publicada en Buenos Aires, se consignan algunas anotaciones de su Diario de Campaña sobre la Guerra del Pacifico, en las que narra los sufrimientos que hubo de asumir en la penosísima travesía con las tropas peruanas, sobre las arenas salitrosas del desierto de Atacama. Las fuerzas peruanas reunidas y reorganizadas en Tarapacá inician, por escalones, su marcha hacia Arica. En la mañana del 27 de Noviembre, ocupados los contingentes en sus preparativos para continuar su retirada, les llega la noticia de la presencia de tropas chilenas coronando las alturas de los cerros aledaños y bordeando la quebrada para cerrar todo camino de retirada a las fuerzas peruanas. Ante la sorpresa inicial, el Coronel Andrés Avelino Cáceres, a la cabeza de la 2da División, se lanza a escalar los empinados cerros, en busca de las fuerzas enemigas, entablándose una feroz lucha. En esta acción, Roque Sáenz Peña recibió del General Buendía la orden de tomar el mando de un Batallón, que había perdido a sus dos jefes en la refriega, y así reforzar la lucha de las tropas del Coronel Cáceres. El joven argentino cumplió la orden sin titubear, llevando a sus soldados a lo más recio de la pelea, dándoles ejemplo de coraje y serenidad, contribuyendo a vencer a las fuerzas enemigas. Sobre este hecho, en su parte de batalla expresa el General Buendía: “en el momento de la batalla, encontrándose sin jefe la mitad de un batallón de guardia nacional, coloqué a su frente a mi ayudante, el Tte Crl Roque Sáenz Peña, que lo condujo a la pelea con la más valerosa decisión”. No obstante la victoria de Tarapacá, se determina continuar la penosa retirada hacia Arica, pues las tropas peruanas carecían de todo. Roque Sáenz Peña escribe en sus apuntes: “después de veinte días de fatigas sin número, llegó por fin a Arica el ejército vencedor de Tarapacá. Sobreviviente de un desierto de 95 leguas”. Mientras el grueso de las tropas continuaba hacia Tacna, Roque Sáenz Peña decide permanecer en la Plaza de Arica, con su Batallón “Iquique”, y ponerse a las órdenes del austero y valeroso Coronel Francisco Bolognesi. En Buenos Aires, los familiares y amigos de Roque Sáenz Peña se encontraban muy preocupados por los peligros a que estaba expuesto; y acuerdan enviar al Perú al Dr. Miguel Cané, su amigo de la infancia, con quien había compartido jornadas políticas en la época de estudiantes. Cané había sido comisionado para hacerlo desistir del empeño de continuar participando en, lo que se consideraba, una empresa bélica sin esperanza alguna de victoria. No logra su cometido, a pesar de la entrañable amistad que los unía, y se retira acongojado. Sáenz Peña decidió, fiel a su palabra, quedarse al lado de los héroes de Arica para defender la dignidad de la que él ya consideraba su segunda patria. Demostraba una vez más la inconmovible congruencia entre su pensamiento, su palabra y su conducta. Sin abandonar a nuestro personaje y para comprender mejor su desinteresada entrega, quisiera repasar con ustedes, si me lo permiten, el trágico final de Arica. Todos recordamos que el Ejército de Tacna fue derrotado en el Alto de la Alianza el 26 de mayo, y que Tacna había sido ocupada por los chilenos. Quienes se encontraban en Arica sabían que estaban en una difícil o casi desesperada situación. Los combatientes del Morro estaban rodeados por mar y tierra, sin ninguna posibilidad de recibir refuerzos, ni de emprender una retirada. Sabían que no existía una posibilidad de victoria; solo tenían dos alternativas. Rendirse… o Resistir hasta morir. El coronel Bolognesi, ante esas circunstancias y cuando aún era posible evacuar la plaza sin condición alguna de parte del enemigo, reúne en una Junta de Guerra a los jefes que lo acompañaban, en la noche del 28 de mayo de 1880, para tomar la difícil decisión. Fueron 31 los jefes presentes en esa Junta de Guerra,…uno a uno fueron manifestando su opinión con expresivas frases y con entera libertad y consciencia. Todos se pronunciaron por resistir hasta la muerte, sellando con honor esta jornada. Entre ellos estaba nuestro homenajeado, como Comandante del Batallón “Iquique” quien, ante la reflexión propuesta por el Coronel Bolognesi, se manifestó en un discurso que conmovió profundamente a todos los presentes. El historiador Gerardo Vargas Hurtado recoge sus palabras, que repetiré, porque creo que ilustran su admirable temple espiritual. Roque Sáenz Peña, en aquella ocasión con frases sentidas e inspiradas recordó:”…que, por defender el derecho y la justicia que asistían al Perú en la guerra con chile, había dejado a sus amados padres llorando la ausencia del hijo predilecto, que acaso no volverían a ver; …que, peregrino del ideal, había llegado hasta la capital del Perú a solicitar puesto en las filas de su ejército; …que había desoído los consejos y las súplicas de aquellos amigos queridos de la juventud, a efecto de hacerle desistir de su resolución; finalmente, que él, como en Tarapacá, cumpliría con su deber al frente de su batallón, secundando así al jefe de la plaza en su patriótico empeño de no capitular ni rendirse…”. Luego Vargas Hurtado menciona la ovación que le brindaron los presentes, y reseña que Bolognesi “…lo estrechó efusivamente en sus brazos contra su pecho agradecido, siguiendo el ejemplo los demás jefes”. Así días después, el 5 de Junio, los Jefes convocados a la Sala de la Respuesta ante el parlamentario enemigo, ratifican lo resuelto el 28 de Mayo, y aclaman en coro seguir a su Jefe el insigne Coronel Bolognesi, quien pronuncia la ejemplar respuesta: “decid a vuestro jefe que estoy orgulloso de mis hombres, y que resistiremos hasta quemar el último cartucho”. Roque Sáenz Peña, testigo excepcional y actor en la Epopeya del Morro, nos reseña en sus apuntes de campaña la cruenta batalla allí librada por 1500 peruanos, con insuficientes armas, pero con un gran coraje y pundonor, contra 6000 soldados chilenos, bien armados; y que habían recibido la consigna: “Hoy no hay prisioneros”. Relata con precisión la dureza de aquel combate y refiriéndose al final de la Batalla dice: “…pese al fuego enemigo, el jefe de la plaza había salido ileso… el fuego de la defensa casi habia cesado, pero la furia del combate hacía que los soldados invasores, formando un cerco, siguieran disparando sus fusiles sobre el grupo de sobrevivientes, convirtiendo su acción en un fusilamiento por la proximidad de la distancia… alli cae, entre otros jefes, el coronel Bolognesi… con su pistola en la mano, inclina su frente y cae con el alma serena… una bala le había atravesado el corazón…”. Sáenz Peña, había sido herido en el brazo derecho, al comienzo del combate, su caballo cayó muerto en medio de la refriega, pero él, a pesar de su herida, lucha hasta el final de la contienda, cerca del Coronel Bolognesi, en la cima del Morro. Allí se combate con ferocidad; nadie piensa en rendirse,…nadie pide clemencia. Sin embargo, por razones inexplicables, Roque Sáenz Peña no fue muerto por las balas enemigas y, cuando iba a ser ultimado por un soldado, es reconocido por un oficial chileno, quien interviene para desviar la mano homicida. El mismo Roque Sáenz Peña se refiere a este episodio, cuando en 1901, agradeciendo la Medalla de Oro que el Congreso de la República le otorgara como sobreviviente de la Batalla de Arica, dijo en su emotivo discurso en la Legación Peruana de Buenos Aires: “ofrecí al Perú lo único que tenía, mi caballo, mi espada y mi vida. El caballo me lo mataron en la refriega; la espada se desprendió de mi brazo con la herida final; y mi vida... Mi vida, no la quiso el Perú, me la devolvió en Arica, o por orgullo nacional, porque quería que solo sangre peruana regara el morro, o porque pensó, que era necesario que quedara en pie, un testigo imparcial del heroísmo de sus hijos”. Consumado el cruento sacrificio del Morro de Arica, Sáenz Peña, convaleciente de sus heridas, es llevado prisionero a Chile, donde se le formó un Consejo de Guerra y permaneció recluido algunos meses. Luego, por gestiones de su Gobierno, fue repatriado a Buenos Aires, donde es recibido con muestras de admiración y hondo afecto. Tenía entonces 29 años. Establecido otra vez en su Patria, desplegó intensa actividad en el periodismo, en la administración pública, en la política, y, como jurista y diplomático, en diversas representaciones internacionales en Europa y Estados Unidos. El 12 de Octubre de 1910 asume la Presidencia de la República Argentina, función que cumple con gran lucidez y especial empeño, desarrollando una fecunda labor, en beneficio de su país. La tiranía del tiempo nos lleva rápidamente a hablar de su segunda visita al Perú, que se produjo para asistir a la ceremonia de inauguración del monumento erigido, en una importante plaza de la ciudad de Lima, para perennizar la memoria del héroe de Arica, el ínclito Coronel Bolognesi, y con él, la de todos los heroicos defensores del Morro. El Presidente de la República, Don José Pardo, invitó especialmente, para que asistiera a esta importante ceremonia, a Roque Sáenz Peña, el sobreviviente de Arica, el compañero, el amigo del héroe. Simultáneamente con la invitación oficial, el Gobierno propone al Congreso de la Republica, se otorgue al invitado, el grado de General de Brigada del Ejército del Perú, honor que se aprobó con Ley N° 55 del 6 de Setiembre de 1905. Ya antes, en 1887, el Congreso Nacional, en reconocimiento a su heroísmo en servicio de nuestra patria, había ordenado su inscripción en el Escalafón del Ejercito del Perú con el grado de Coronel de Infantería. El ahora General de Brigada del Perú, Don Roque Sáenz Peña, es entonces designado para comandar las tropas peruanas en la ceremonia de inauguración y en el desfile militar. Aquel 6 de Noviembre de 1905, el General Roque Sáenz Peña, Jefe de Línea, cabalgando sobre un brioso corcel a la cabeza de las tropas, recibió la ovación, el homenaje y el cariño de todo un pueblo agradecido. Me voy a permitir leer algunos párrafos de aquella hermosa pieza oratoria que el General Sáenz Peña preparó para dirigirse a su jefe y amigo, en la inauguración del monumento al ilustre soldado con quien había compartido la dureza de la guerra. Recordando con respeto y admiración las virtudes ejemplares que encarnaba nuestro héroe nacional, Roque Sáenz Peña escribió: “! MI CORONEL BOLOGNESI! “…uno de tus capitanes vuelve de nuevo a sus cuarteles, desde la lejana tierra atlántica, llamado por los clarines que pregonan tus hechos esclarecidos, desde el pacífico hasta el plata; y desde el amazonas hasta el seno fecundo del golfo de México…”. “…yo vengo sobre la ruta de mi consecuencia, siguiendo la estela roja de mi coronel…” “…regreso con distancia de un cuarto de siglo; pero vuelvo sin olvidos y sin retardos porque llego en la hora justa de tu apoteosis…y si han sido necesarios cinco lustros para modelar tu efigie en la pasta candente de los inmortales, es porque los grandes hechos que consagran los pueblos agradecidos, deben ser definitivos, indiscutibles e infalibles. Y este juicio solemne y supremo solo puede pronunciarlo la posteridad, porque la gloria es un fruto de lenta maduración, que no han de fecundarlo los mismos soles que lo vieron florecer…” / “…aquí se encuentran todos tus sobrevivientes, que recibieron el ejemplo de tus virtudes heroicas, tus enseñanzas del honor militar y el deber austero y probo que consumó tu inmolación…; “…por eso las manos de tus soldados te presentan las armas nacionales, vencedoras en Tarapacá y vencidas en Arica, pero no rendidas; y por eso la bandera bicolor sostenida por las manos de otras generaciones y otros hombres, flota al soplo y al aliento de la gratitud peruana, saludando tus proezas y tus virtudes…” Casi al final de su discurso recuerda: “…Y si he surcado dos piélagos para traerte la ofrenda de mi corazón, es porque tu noble patria tenía el derecho de exigir que no faltara a esta cita ninguno de tus soldados. Y todos, los que vivimos, hemos dejado caer de nuestras manos los instrumentos de trabajo; y desandando caminos sobre la prosa de la vida, venimos a refrescar en el recuerdo, que es la fuente de la juventud lejana, las horas gratas de tu dulce amistad; y a sentir las emociones y regocijo de tu pueblo en esta fiesta nacional, porque los muertos ilustres no se lloran: se saludan, se aclaman y se veneran…”. ¡Señores!: Este fue Roque Sáenz Peña, hombre de espíritu supremo, noble político argentino, jurista, estadista, diplomático, soldado ejemplar, actor heroico en la contienda épica del Morro, quien, exaltando en su oración a Bolognesi, rinde tributo emocionado a aquel grupo admirable de los que, con él, estuvieron dispuestos conscientemente a inmolarse en Arica; y que al derramar su sangre en nuestro suelo, en fraternal gesto junto al Coronel Bolognesi, se hizo parte del alma nacional. Desde esta tribuna proclamamos nuestra admiración, respeto y gratitud al hombre justo, honesto, solidario con nuestra Patria. La muerte lo sorprendió un 9 de agosto, hace 100 años, cuando aún estaba ejerciendo la Presidencia de la República Argentina, habiendo ganado a través de su existencia el respeto y la admiración, en su país, en el nuestro, y en el mundo; y dejando un mensaje histórico que estamos en el deber de recordar, cultivar y trasmitir para ejemplo de las generaciones del mañana. El General Roque Sáenz Peña estará siempre presente, en la memoria y el corazón de los peruanos. ¡Gracias! [email protected]