Suspira / Ruperto S Gómez. --

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SUSPIRIA
pon
RUPERTO
S. GOMEZ
BOGOTA -lIIOi>
r•• pr.n\a
de M. mv •• C Ca
soaaE·1.A TUMBA DE Mt ESPOSA
Tras larga noche de pesar é insomnio
Vengo á posar sobre la helada tumba
Que oculta tus despojos adorados,
Mis labios yertos y mi frente mustia.
Vengo á llorar ante el naciente rayo
De la mañana que alumbró tu cuna,
Ma(¡ana que mi lira celebraba,
y hoy empapada en lágrimas saluda.
¡Cuándo pensara en el postrer otono
En que lleno de amor y de ventura,
CEnt tuJrente de jazmín y ros u
Que hoy con guirnaldas de ciprés y juncia.
En mi llanto empapadas, ayl vendrfa
De tus cenizas á cubrir la urnal
A mi memoria, como denso enjambre
Que al rededor de los jardines zumba,
Acuden de continuo los recuerdos
De mi pasada y próspera ventura.
Allá, de la colina !e distinguen
Las laderas cubiertas de verdura,
Do nos jurámos nuestro amor sincero
AI pie senta,Jos de bendita gruta.
All: la torre del humilde templo,
Donde el Eterno con su diestra augusta
Bendijo nuestras almas que anhelaban
Cruzar la send •• de la vida junt ••s.
¡Cuán ht:rmosa á mi ladu! De azahares
Frescas guirnaldas en tu frente ebúrnea!
En tus ojos brillaba la inocencia,
y asomaba á tus labios la ternura.
Como dos aves que su vuelo tienden
De la floresta á la región oculta,
y entre las ramas de floridos raques
Hacen su nido de vellón y pluma~;
As! corrimos al hogar modesto,
Donde á la sombra de frondosas murtas
Po!trándome de hinojos bendecfa
A Dios que me colmaba de ventur.!.
¡Cuán ligera á mis hombros parecia
De mis labores la fatiga ruda,
Escuchando tu voz enamorada
Cual de paloma que en el bosque arrulla!
Cuando el pesar artero disparaba
Contra mi pecho su saeta aguda,
Abrazada á mi cuello pretendías
Con tus caricias desarmar su furia.
¡Cuántas veces te vi, cuando en tu seno
Calentabas 'a frente moribunda
De nuestros hijos, ocultar el llanto
Que ya asomaba á tu pupila turbia,
y olvidando tus penas al Eterno
Por mi rogar en tus plegarias mudas!
y cuando yo llorando de despecho
Llevaba á nuestros hijos á la tumba,
Dios lo quiso, exclamabas resignada,
Que su divina voluntad se cumpla.
y poslrándome al pie det Crucifijo
Con voz decía lánguida y cOllvulsa:
Llévate, oh Dias! de I) uestro amor las prendas,
Mas á mi amada eompar1era, nunca!
Una tras otra la i"flexible Pared
Las fue tronchando con segur sa~ud¡"
Cual huracán que el florecido ramo
De la azucena con sus alas trunca.
Ayl yo contra mi pecho te estrechaba,
Cual si quisiera de la muerle adusta
Defenderte, y contigo de la vida
Seguír tranquilo la espinosa ruta.
Mas mi dicha era grande, y en el mundo
Cual fuegos fatuos los placeres duran,
y era preciso lusta las mislIlas heces
El Cáliz apurar de la amargùn.
Llegó por fin la noche ell que oprimido
Tu amante pecho de mortal a"gustia,
Te sentaste temblando en mis rodillas
y estampaste en mi frente taciturna
El postrer beso, que en mi triste oído
Resuena, cual la brisa gemebuc1da
Que entre las ramas del ciprés sombrIo
De la tarde al crepúsculo susurra.
Un instante después. oh suerte impia!
Tu~ ojos negros, cual silvestres uvas,
Cerraste para siempre. y yo demente
Ante la Parca mi cerviz robusla
Tendi, mas ella me dejó gimiendo
Del dulor bajo la áspera coyunda.
Ay! en vano mis oj';s anublados
Cual otro tiempo COli afán te buscan,
Y, recorriendo tu mansión. mis labios
Tu nombre ell valla con afán pronuncian!
De nuestro amor las prendas que la muerte
Perdonó. sollozando me circundan,
.
y levantando al cielo mis pupilas
Repito anle ellas la pltgaria tuya:
"Tú /0 quisiste, bondadoso Padre!
Que tu divina voluntad se cumpla!"
EN Ml GUMPLEAÑOS
DESPUÉS
DE LA
MUERTE
DE MI
ESPOSA
Ohl con cuánta tristeza de mi dia
Miro brillar los rayos de la Aurora
Sin escuchar la voz encantadora
Del Angel bello que feliz me hacia!
Ayer no más mi amante compafiera
De la mañana al fúlgido de!ltello,
Su ebúrneo brazo en torno de mi cuello,
Por mr elevaba su oración primera.
Hoy sólo yo de hinojos, destrozado
El corazón por su fatal ausencia,
Llorando de dolor pido clemencia
Al pie del Salvador ensangrentado.
Duermen las prendas de mi amor en calma,
Bellos, cual serafines en su lecho .....
Ellos no ven mi destrozado pecho,
Ni oyen la fiera tempestad de mi alma!
Ay! yo reprimo sin cesar el lloro
Que brotar quiere ermo lav1 arnientt;
Alzo serena la agitada fr t:lIle,
Mas en silencio mi pesar devoro
Protegidos dormid por la inocencia
Oh!. de mi amante corazón pedazos!
Vosotros sois los postrimeros lazos
Con que al mundo me liga la existencia.
Ay! cuántas veces al sentir mi suerte
Tan llena de aflkción y de amargura,
Me he lanzado del mundo á la ventura
El regazo buscando de la muerte!
Mas al veras vagando cual polluelos
Que tristes pian por el caro mdo,
Postrado de rodillas he pedido
Valor en mis pesares á ias cielos.
Libando del dolor la copa amarga,
Mi frente por el polvo obscurecida,
Sigo por el desierto de la vida
Gravado el hombro con la odiosa cargal
Ayl a\lf del crepúsculo á la lumbre
La noble imagen de mi esposa miro •.••.•
Yo me siento morir, y hondo suspiro
Exhalo en mi espantosa pesadumbre.
Sus ojos radiantes, cual luceros
Fijos en mi como la vez primera
En que la vi triscando en Ja pradera
A la falda de plãcido!l oteros.
Como entonce en sus labios sonrosadol
Apacible sonrisa juguetea,
y su abundosa cabellera ondea
Sobre sus hombros de marfil nevados.
Pasó mi dicha cual vapor dorado
Que cruza el despejado firmamento,
y de repente el tempestuosu viento
Sobre sus a\as arrebata airado.
Ya se escuchan los cantos matutinos
En el jardin del pajarilla ufano,
Que ayer semillas en S\1 blanca mano
Picaba, alzando bulliciosos trinos.
En vano, en vano en tu cantar la llamal:
De su retrete en las heladas rejas.
En vano saltas, y t us tristes q Ilejas
Por tanta ausencia en tu cantar derramas.
Ya nunca la verã~: la muerte impia
Ay! apagó la lumbrc de sus ojos,
y hoy descansan sus fúnebres despojos
Allá en el seno de la tumba fría.
No cantes, por piedad! Tiénde tu vuelo
A la triste morada funeraria,
y eléva por mi esposa tu plegaria
Sobre la Cruz que se levanta al cielol
1884.
A MI HIJA MARIA TERESA
EL nIA OK SU PRIMI!RA
COMUNIÓN
Hija querida, vén, I última prenda
Que al espirar lu madre me dejó 1
Tú, que al venir al mundo sólo oíste
El lúgubre gemid,) del dolor.
Tú, que al vaivén pausad9 de la cuna
No escuchaste el arrullo maternal,
Sino el són de mi lira que gemía
De mis amargas penas al compás;
Tú, perla que al pasar dejó la noch~
Sobre el seno marchito de una flor;
Tú, huérfana infelice, smtentada
Con raudales salobres de aflicción j
II
Vén á mis blazas, ángel adorado,
Hoy que se ve en tu pecho fulgurar,
Como sol en el seno de les cielos,
El Dias que alivio á los pesares da ;
Ese Dios cuya cuo •• fabricaron
El dolor y la negra ingratitud;
Ese Dios que al morir nos dio la vida
Sobre el ara sangrienta de la Cruz.
Ese Dias que dirige las esferas
Del cielo por la vasta inmensidad,
Tu senda por el valle·de la vida
Con su celeste malla trazará ..
Èl te dará su Cruz, más podelOsa
Que la mística vara de Moisés;
Que si ésta abrió una senda por los mues,'
Aquélla abre las puertas del Edén.
Vén, y recibe en tu serena frente
Dos besos, hijos de acendrado amor:
El de tu madre, que en los cielos mora,
y el que te ofrezco, bendiciendo á Dios.
Bogotá, Agosto de 1894
En la mtlerte de mi l/orado Iltïo
RUPERTO GOMEZ RESTREPO
Cual sobre el seno de fragante rosa
Baja á posarse trémulo rocío,
Sobre el regazo de mi amada esposa
Bajaste de los cielos, ángel mfo.
Fresco botón apenas entreabierto
De tu madre en los bra20s parecIas:
De la bondad y la hermosura ingerto,
Con la casta inocencia sonrelas.
Tu despejada y r.acarina frente
Besé, de gozo en lágnmas deshecho,
y en la efusión de mi cariño ardiente
Te estreché Con amor contra mi pecho.
11
Te di mi bendición, querida prenda.
De la celeste Virgen en la falda
Recliné tu cabeza C0l\10 ofrenda
Ceñida de mi fe call la guirnalda.
Cómo crecisle ell gracia y hermosuról !
Cómo el cielo de dones te colmaba I
Nii~O, del fresco bosque en la espesura
Tu mano la libélula apresaba.
y con mirdda alfgre. indagadora,
La observabas atellto cual Lilleo,
Y, libre, con sonrisa encantadora
COlltemplabas su rápido aleleo.
Tú, al contemplar las vagarosas nube.;
Que cruzaO:¡n el vasto firmamento,
Si eran naves colmadas de querubes
Me preguntabas con sencillo acelllo.
Cuando otra edad tu enalla dentadura
Cambió por otra vigorosa y fuerte,
A tu madre, á mi esposa, en noche obscur.
Arrebató de súbito la muerte:
Noche Que nunca mi memoria olvida,
Que arranca á mi alma perellllal gemido.
Que ce hizo sollozH, prenda querida,
Cual ave al borde dd desierto nido.
Ayl abrumado de dolor y dudo,
De mi dicha en los restos del navio.
Me quedaron mi. hijos por consuelo
Para cruzar llorando ti mar bra\'{o.
u
Pasó la edad de cándida inocencia,
y ya sedientos de saber tus labios
Gustaban los raudales de la ciencia
y buscabas las huellas de los sabios.
De los cielos entonle ci eHro ardiente
Se apodera de ti, tu pecho illflama,
y calltas á la Virgen reverente,
A la que Reina el firmamento aclama.
Del águila de Aquino el alto vuelo
Seguiste, y encontraste aquella aurora·
Que, oculta de la muerte tras el velo,
Es del sol Sill ocaso precursora.
CU¡llldo fn tu fresco labia leve bozo
A dibujarse comenzaba apenas,
Marchabas á un festín call alborozo,
Do ibas á hallar un premio á tus faenas.
Mas oyes un lamen le' de repente j
Al punto vqelas, agitado el pecho,
A do suena el clamor. Desfalleciente
Ves á un anciano en solitario lecho.
Angel de caridad y de dulzura,
Le alivias el dolor y lo consuelas;
Le llevas al Levita que depura
Del mal á el alma, y á su laJ9 velu.
Mas en el rostro del anciano el sello
La muerte ya dejó. Con v01- doliente
Adiós 1 te ~ijo, se abra,zó á lu cuello
y ósculos frios estamp6en tu frente.
Allemplo lo c:;onduces y á /a fosa,
De la campana al clamoroso doble.
Bendilo Dias que una alma generusa
Puso en tu pecho varonil y noble.
La encantadora juventud te espera
Coronada de rosas y laureles.
Dulces cantos re~ue:nan por doquiera,
SUi perfumes derraman
los verjetes.
Con ,profusión la vida y la hermosura
Con sus dones te co/man á porfia:
Arrogante y procera tu estatura,
L/ena de juventud y lozanía.
Empezasteá subir á la eminencia
De la sublime gloria por la escarpa,
Guiada porlot fe tu inteligencia,
Penditnte al hombro de m:.rfil el arpa.
A los brillantes rayos de lu aurora
Un ángel peregrino se di visa,
De mirada inocente y ~eductora
Que tu alma cautivó con su sonrisa.
Tierno suspiro en tu ilusión ell.hala~,
Volar hacia él tu corazón aspira:
A tu ángtl vuelas de tu amor en alas,
Yen tiernos cantos prorrumpIó tu lira.
Cuán bello el ,porvenir se t~ mostraba!
Mas aylla muerte tu robusto pecho
Hiriendo,con su dardo te postraba
De los dolores en el duro lecho .
.J
Enmedio ã tus terribles agonias
Resignado acendrabas tu conciencia,
y aI" Dios Omnipotente le ofredas,
Del dolor en el ara tu existencia.
Ay! cuántas veces el agudo acero
Tu pt:cho pt"netró, sin que una quel"
Dejases escapar, como el cordero
Que mudo y rcsign~do herir se deja!
En vez de prorrumpir en triste lloro,
Cantabas al Eterno que te herla,
Como al golpe del plectro el arpa de oro
Responde con ralldales de armonía.
Tres veces de la noche la lumbrera
Su curso renovó, y hdlóte fijo
En tu lecho, la faz cual blanca cera,
Como en la cruz el santo Crucifijo.
En tu pecho, radiante de alegria,
Recibes al Señor, imán .lei alma;
y viste ••I resplandor de eterno dta
Bajar un ángel con celeste palma.
A solas una tarde me dijiste:
Quiero partir con Cristo y con su Madre
Que del cIelo descienden. N o estés tri&te,
Si me ausento de ti, querido padre. "
II
Ay! ell mi corazón hecho pedazos
Llanto de fuego como la,-a hervía!
Te respondí estrechándotê en mis brazos,
• Mi alma de Dias en la pieciarl coofla."
Así te hablé; fingiéndome sereno;
Comprimiendo del llanto los raudales,
y de despecho y de am,ln;ura lleno,
Fui á ocullarme dél hilt rIO en los rosales,
y allí por mis pupilas en lurrt:Ole
Las comprimiJas I••grimas brotaroll,
y ã los cielos alcé J;/li voz doliente,
y 105 ci~s mi acento 00 escucharon!
Trémulo de dolor, de negro espanto,
Volé al pie del sangriento Crucifijo,
y fiaré, y otrecll~ con mí llanto
Tu Irida, mi consuelo, dulce hijol
Gastábase tu vida, como cirio
Que en el augusto tem¡>lo se consume.
Al Señor ofrendabas tu martirio
Docalma resignación enlre el perfume.
Llegó por
Al tocar con
Del AlIge/lls
y se hundió
fill tu poslrimer instanle:
tu labio el hendo vaso,
sonó la voz vibrante,
tu existencia en el cca80.
Sollozando .exclamé con turbio:s ojo.,
En esa hOla de amargura extrema,
De rodillas III pie de tus despojl's :
"Cúmplase, oh Dia!, tu t'Olulltad suprema."
Viniste, oh Virgen, por aquel infante
Ç.)lle Il: (f,ed á tus plantas, de amor ciego,
y cmpapancJo en mi llanto .u semblante,
y Jt:ltr041,IlJa el alma, te Jo entrego,
Hoy, libre del dolor. á Dios (eV¡¡lItas
Tus ojos, y abismado en su hermO~lJTa,
Vuelas ligero á sus auguslas planta~,
y prorrumpc::s en cantes de ventura.
y yo, proscrito y solitario en tanIo,
Recorro con ml cruz sendas de espina~,
y lleno de amargura y de quebranto
Gimo, cual buhu entre desi.ertas ruinas.
Por m!, que lloro inconsolable. eléva
Tu plegaria al Señcr que me castiga;
Que me conforte en tan terrible prueba!
Que mis cadenas y mi cruz bendiga!
Rloptiembre cie 1901
A MI QUERIDA HIJA MARIA TERES!
Al. TOMAR EL VELO 01': RHLlGIOSA
Qui~i8teser el á.ngel del que llora,
Cl1mplase, pues, la voluntad d.e DiOl;
Mas esa cruz eon que de mi triunfaet.e
Dame pIIra triunfar de mi dolor.
JoIABIO VALENZUELA
Me dio mi esposa el postrimer abrazo,
Dióme un beso con labio moribundo,
La cerviz reclinó sobre mi brazo,
y lanzando del pecho un ay profundo
Dejó de respirar. En su regazo
Tibio apenas, yacfan
Dos gemelas que huélfanas gemian.
Cual co1ibrre~ débiles, implumu,
Bajo las yertas alas maternales,
Lanzando triste pio,
En vano buscan en el '~eno frio
Del agotado néctar los raudales.
30
Las tlemá'l prenlJas de mi amor ell tanto.
Abrazando el cadáver ele mi esposa,
Sobre su f~z hl'rmosa
Grit'1s lanzab~n derramando llanto.
Anl yo mi triste corazón sentia
Por acerada m~no comprimido.
y verter ni un" lágrima pocHa
Ni lanzar de mi pecho ni un gemidol
Oh! sólo ansiaha en tan terrible instanle
Que la tierra á mis pies su seno abriera,
y compasiva como madre amante.
En su profundo abismo me escondiera!
Ahl de mi amor á laoipostreras prenda.,
Trémulo y vacilante,
Una tras olra levanlé dellecho¡
En silencio estrechélas dulcemente
Contra mi trisle y destrozado pecho.
Cuando la aurora con su lu%suave
Empezó á disipar las negras brumas,
A la cuna \Ievélas ¡frágil nave
Que \ansada á la mar por vez primera,
Ay! Id tormenta fiera
A cubrirla e npezó con sus espumasl
Ante mi triste, inesperado duelo,
Compasiva~ las jóvelles matronas.
De mi patria coronas.
A mi morada lúgubre volaron;
y del seno turgente con el néctar
A lu triste,s gemelas sustentaron.
Angeles de bondad! vue.tu terllUTt,
Jamás olvidaré. Mi humilde lira
Vuettros nombre. duldsimos murmura,
y al recorchrps, con placer IUspira.
Mas detris dd dolor, ayl siempre llegan
Las penas en confusa muchedumbre:
Al ver mi pobre hogar despedazado
Huyó en tropel mi ingrata servidumbre.
Sólo una santa y liable campesina
Que veló pN mi Amor desde su cuna,
Arrullando â mis hijas con terneza,
A raudales lloraba,
Inclinada hacia el pecho la cabez:•.,
Lãgrimas derrdmaba
Al contemplar las furibundas olas
De la revuelta mar de mi tristezal
Oh noble campesina! fuiste madre
De mis huérfanos hijos, que te amaron,
y de su triste y desolado padre.
Quedó mi hogar desierto:
S610 se alan lúgubres gemidos,
y los tristes aullid"s
De un viejo call en el veci no huerlo.
Caí de hinojos sobre el duro suelo,
Hecha Ull volcán mi frente,
y al Padre omnipotente
.Pedi la muerte ócelestial consuelo.
Mas mi advèrsa fortuna
Implacable y feroz me perseguia:
Ay! cuando apenas terminado habla
Su carrera la luna,
A Ulla gemela arrebató )a muerte
Entre los rayos de naciente dfa.
Sola quedaste tú, prenda querida,'
Trasunto tiel de mi llorada esposa,
Consuelo de mi VIda,
De mi pobre jardin fragante rosa.
...82
Mas á uno de mis hijos la al1l:Hgura
Postró en el duro lt('ho.
Ahl yo lo contemplAba
noche y día
Desfalleciente,
en Já~rimas deshecho,
Ocultando
en srlencio mi agoníal
Cuatro veces el páramo bravío
Azotó con ~lIS alas las colinas,
y mi hijo melancólico y sombrío
Inconsolable
oyó las ventolinas.
Al fin triunfó la edad; mas cuántos
De: la terri ble pena
Siguió arrastrando
la glacial cadena!
ailO.1
y Iú, prtnda del alma,
Credas e/llrt: tanto,
CamI) en oasis bi~/lhechora
palma.
y er;¡s de nuestra vida el duke encanto.
Aún no lIegario habils
De juventnd
florida á los umt rales,
y ya el hC'gar modesto dirigías
Con tu hermana,
que llena cie ternura
Te estrechaba
en sus braz"s virginales.
Oh! cuánto te aduraban tus hermanos,
Que cOlltemplaban
en tu fllz graciosa
Tus lindos ojos grandes y ~erenos
y de dulzura llenos.
Tu frente despejada
y candorosa,
y tu gallardo talle,
Que airoso se 'cirnbraba
Cual la palmera"lid
ameno valle,
La noble imagen de.'mi tierna
esposa.
Los pájaros al vÚte entre las flores
Triscando,
alzaba n melodiosos
tI inos
DCide los altos pinos,
Alcázares do ocultan sus am.) res.
Luégo á tus pies volaba n
A recoger los rubicundos granos,
Que cual lluvia lanzaban
Entre la yerba tus ebúrneas manos.
Cuando dulce descanso
Yo iba á buscar en la campestre estancia,
Embellecida por arroyo manso,
Tú, delicada niña,
Corrias como leve mariposa
Sobre la grama de feraz campida.
Volvías encendida como rosa
Segllida de rapaces campesinos.
De párvulos la turba bulliciosa
En mi campestre choza penetraba
Y á tus píes en silencio se sentaba.
Rodeada cual ave de polluelos,
Les enseñabas de virtud suhlime
Las sendas que conducen á los cielos.
y cuando el sol .1rdïente
Coronaba de perlas ardorosas
Tu despejada frente,
Ibas entre florestas rumorosas
A triscar en las aguas de la fuente.
Mas como el buitre hambriento y carnicero
gue entre Jas piedras del pei\6n inculto
Acecha la manada
Que pace por el prado sosegada,
Y, eligiendo la presa, m1s ligero
gue el huracán,· se lanza por los aire,
Y arrebata en StUi garras un cordero:
"
As! la fiera m uertrc
Que á todas horas mi mansión espia,
A los seres queridos que velaron
Desde la cuna por tu triste suerte
Fue arrebatando impía.
y tú, pobre hija mia,
Delicadu capullo.
Que al nacer te t:llcontraSle reclill;¡d~
Sobre una tumba helada,
Sin escuchar el maternal arrullo;
Tú, con la faz llorosa,
Orabas en silencio por las prtndas
Que t'n un momento devoró la fosal
No perdonó ni á la querida anciana
QUt dC5de edad temprana
Arrulló entre sus brazos á mi esposd,
A quien siguió en su rápida carr~ra,
Cual perru fiel, hasta que m uerte fieri!
Arrebatóla en noche tenebrosa.
Cuanrio regó ]a tumba de mi amada
De lágrimas y flores,
Volvió á mi hogar. posrtóse de rodilla¡
Junto á tu teve cuna, desolada,
Por el dolor aradas las mejillas.
Cómo lloraste tú su eterna ausencia!
En vez de hermosas flores purpurinas
Sembraron el erial de tu existencia
Los pesares de abrojos y de espinas!
Tu faz aún rie lágrimas cubierta
Estaba cuando viste con espanto
A tu hermano querido
Que mi nombre llevaba,
Que madre en su carii'1o te' llamaba,
Caer postrado por mortal dolencia,
Que descubrir no pudo
Ni d acero brillante de la ciencia.
Tu hermana y tú, luchando noche y día,
Pretendisteis en vano
Arran.:ar á la muerte la saeta
Que ya vibraba en su marchita mano.
Tú su tostado labio refrescabas
Con el nectáreo jugo de la poma,
y tú lo confortabas
Con tu suave acento de palom~.
Ocultando t u pena con tristeza,
Veia! que la fiebre á cada instante
Devoraba el carmin de su $emblante
Sin ajllr Sil magnífica belleza.
Una tarde lluviosa,
Al ocultarse el Sill en Occidente,
Incorporóie pálido y sombrio.
Murmurando una férvida plegaria.
De súbito inclinó su hermosa frente
Sobre tu hombro, y rodó s:>bre su lecho,
Como tronchada palma centenaria
Sobre lu turbias aguas del torrente.
Tú, prorrumpiendo en hondos alaridos
y arrebatada por feroz congoja,
Corrías con los brazos extendidos
Por el triste aposento,
Como l~ seca hoja
Que gira al soplo de impetuoso viento.
En vano 10 llamabas: muda y frii,
Por vez primera su marchita boca
A tu trémula voz no respondíal
"
~1i1 \'e(;e, 't; ac.crcaba3 al.: ••dávn
lágrimas bañada,
Le besabas la faz i nerte y fría,
Que la faz de una e~tatlla cincelada
Por la mano de Fid id s 1':1 I ec;a.
Ell
La amarga pena le 1"',IIÓ en el lech".
Ahlla
fiebre que abrasa y que calcina
Poco á poco la sangre de las venas,
Convirtió
de tu tez en azucenas
La rosa purpurina.
Qué largos tesos dIas de amarguras!
Qué eternas esa~ nOl.:hes y qué obscuras!
Por tu vida temblando
Junto á tu lecho el sol nos conlemplaba,
y la sombra nocturna nes hallaba
Junto á tu lecho con afán vt::lando.
Al fin huyó la fiehre devcrante:
Poco á poco lu pálido semblante
Tiñó la jU\'entud encantadora
Con el pincel rlivino
Que ilumina la frente rie la aurora.
Subiste al fill Call plantas desgarradas
Por los abrojos las marmóreas
gradas
De juventu:J al tro00. Indiferente
Dirigiste
al pasado tus mIradas.
y vine entre lejana polvareda
Tumbas por los cipreses sombreadas,
Al lado de !a lúgubre vereda.
Miraste al porVt:nir que te esperaba
Con gl1irnal-las de rosas y laureles.
Para \levane de soñadas dichas
En sn carro á los mágicos verjeles.
21
y viste
lIlá~ ;¡Ilá de if's j;¡,dillc's
Andando la vejez á paso lento
Bajo el peso del negro sufrimiento
Al rededor de pavorosa tumba,
En cuyo seno del bordón gastado
El golpe tardo y desigual retumba.
I.evantaste los ojos á la altura,
Descubriste del cielo al Soberano,
Cuya eterna hermosura
Nunca marchita el tiempo con su mano.
Ent011<:es exclamaste: "Si la vida
Me brinda sólo penas,
Si en pos de la ¡¡lISiÓll que flOS engalh
Me esperan el dol')r COli sus cadenas
y la muerte fatal C'¡1l su guadaña,
Antes ùe ser delnllilldu á quiell arr..¡sa
El tiempo con su ala destructora,
Quiero la esp"sa ót:r del que 110 pasa,
Quiero de mis pásiolles ser scilOra.
Desde en tances juraste
Ser la esposa del Hijo del Eterno;
Por El dejar el dulce hogar paterno,
Las coronas que el mundo te ofrecía,
A este tu p Htre C1rillOSOy tierllO
De quien eras consuelo y alegria.
Ignarando tu noble juramento.
Forjaba para ti mi pensallliento
Risueño porvenir que sólo era
Arco-iris Que brilla en la ladera
y desparece al agitaria ti viento!
Penetraste una tade en mi retiro,
Mirando en torno tuyo, cautelosa,
Te lit:llla.>~,e á ml IJ~v bilcllciosa,
Exhalandu tristbim) su~piro.
Il ¿ Qué t¡eaes, hij t ruia?"
Tt: 'lije con dulzura,
y tú con grave calma respondiste:
Il Padre,
la vida es triste:
El mundo sól') ofrece desengafl'Js,
y siempre trael) penas y amarguras
Los dIas y los albs.
II Busca el hombre
lo grande y lo infinito,
y para hallado su vigor concent ra ;
Mas en el mundo efímero, finito
La anhelada ventura no se encuentra.
Il Si en elite triste
suelo
No se halla el Bien supremo á que aspiramo.~
Hay que pedirtJ con f~rvor al cieio,
Ah ! yo/ orando fen-iertte,
Dichosa descubrí lo qUt: buscaba_
I'De,de er.tonces juré dejar el mundo,
y en retiro profundo
Consagrarme al Et~rno como e,clava.'l
Quedé asombrario, mudo,
AI contemplar de tu alma la ~ran1eza,
Grandeza qee á 1"5 ciel!)! le elevaba,
Ay! y á mi me dejaba
Sin consudo en mi c~rcel de tristeza I
Quedé como el que duerme y de repent~
Ellech0 le sacude ellerremoto
y entre espantosa ohscuriJad despierta
y busca entre la sombra inútilmeqte
Por dll escaparse LI anhelada pue1tl.
Te dije al' fin, fingiélldome
sere'lO:
Il,Has me li tado bitln q ut: el sacrificio
Que vas él.hacer como la vid;¡ dura,
Que es espantoso
d punzador cilicio,
Que el c1austru es una eterna sepultura?
"¿H.lS pensado, mi bien, que está gastad .•
vida por la lima de las penas,
Que mi bordón apenas
Puede llevar mi mano descarnada!
Mi
"¿No
has pensado
que al cielo
Puede IlegH,e por el mar bravto
Por las fieras pasiones azotado,
Por el yermo a bra.ad",
De la pobreza por ti polo fdo!
-":3-1, por eso!>seoderos
Llegar podemos á inmortal destino;
Mas cuántos
no resIsten
las tormentas,
y muer!::n tristemente en el caminol
c'Es uni nave el c1au~tro
Que se lanza tranquila
al mar ignoto,
Que no sucumbe ante el furor del .lustro,
Porque,1.eva
la fe como pil(lto. '
_11¿Y dejas á tu padre, á lus hermano.,
A tánta dulce prenda? ••• "
-"Sf, ~t, padre querido;
y al dejaras, mi vista se obscun~ce;
Mi corazón udientedesfallece;
y ést;¡ es,oh p••dre! mi sublime ofrend •.
"No llores cuando parta al san to coro,
No lIoru. padre mío, te lo ruego!
Que IÚ serás ~l incensario de oro,
Yo seré d'ci incienso el vivo fuego!
"Si para siempre de mi
No vaya. á afligirte padre
hogar me auaenfo
mio,
'
'(1,
Que nos veremo~ pronto, ell Dias confio,
Más allá del profundo firmamento!"
Al sublime raudal de tu elocuencia
Me incliné tri~temente.
Cual roble que del Noto á la violencia
Inclina al suelo la orgullosa frente.
Has t:leRido lo mejor, mi vida.
La triste bendición de despedida,
Ay! te daré, cuando al ceñirte el velo.
Le des tu casta mano al Dios elel cido,
y yo en dote le entregue
Lo que tengo: mis lágrimas de duelo.
Ahl yo, infeliz, que reprimido habla
La tempestad de mi dolor inmenso,
Volé al templo, y á Cristo que me herla
Alcé gemidos entre leve incienso.
Tú, mi Dios, de los cielos soberano,
Mê has pedido la mana
:
De mi hija tierna, á quien adoro ciegQ,
y temblando" de hinojos te la entrego.
Mas ante Ti quién soy? Menudo grar.o
De arena de las playas de la vida;
Mas alllevarte á mi hija hasta tu trono
Queda mi alma en el dc.lor sumida.
Mas yo le seguiré como \a oveja
Que sigue al que le \leva Sil cordero,
y abandonados deja
La campii\a feraz, el verde oteroi
y nada la detiene, ni la alfombra
De verde grama ql:e á racer convida,
Ni el áspero peñón de la pendiente,
Ni de los bosques la apacible sombra,
Ni los frescos raudales de la fuente.
Hasta que al fill, sin fuerzas, extsnuad.l
A los pies del Pastor, inerte y fría,
Cae lanzando á ~u lIurada críot
La postrera dulcísima mirada.
Volví á mi hogar, y te sentaste al piano¡
Al recorr~r Jas tt:cl..s (.rJ/l tu mano,
BrolÓ coma torrenle. la armollla,
Como al tl,car lo~ nidos silellcio~os
Ocultos ell los bosques misteriosm¡
Los dedos nac.:arados de la Aurora,
Se desata en alegre melodía
Aleteando la legióll canora.
Las leclas de marfil quedaron mudas.
A mis trisles pupilas
Aparedan coml' largas filas
De lápidas en triste cemen terio,
Do sobre cuerdas rotas,
Yacen entre las sombras del misterio
De un genio que pasó las tristes nutas.
Esos gratos c(lnciertos
Que oí cuando esperaba la mai\ana,
Fueron como los dobles de campana,
Fueroll cerna plegarias por los muertos.
Mis hijos, ay! mis hijos
19noraban que pror.la volarias,
Dejando solitario
Mi triste corazÓn q Ire fije tu nido,
Buscando albergue epet peOón teñido
Con la sangre de lin Dias en el Calvario.
Volaste al fin, oh cándida palomal
Entre los ayes tristes de mis hijos.
Para inmolar al suyo cual cordero
Abrah~l" levantó cunaute acero;
Mall un ángel detuvo
El tembloroso brazo del anciano,
y no dejó que el golpe descargara;
Mas ay! al bendecirte, prenda cara,
Nadie detuvo mi agitada mano!
Quedaste al mundo para siempre muert.,
Coronada de fiares sobre el ara.
Giró sobre sus gonces
Del edificio la pesada puerta,
Oyóse el rechinar de los cerrojos
y el último tañido de los bronces ••••••
Las lágrimas brotaron á mis ojos ••••••
Te bendigo, Dios mío!
Dócil á tus decretos celestiale!,
Te he inmolado mi prenda postrimer¡;
Mas déjame del claustro á los umbrale.,
."y! déjame, Sei\or, llorar siquieral
II
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