-~-_.~,- SUSPIRIA pon RUPERTO S. GOMEZ BOGOTA -lIIOi> r•• pr.n\a de M. mv •• C Ca soaaE·1.A TUMBA DE Mt ESPOSA Tras larga noche de pesar é insomnio Vengo á posar sobre la helada tumba Que oculta tus despojos adorados, Mis labios yertos y mi frente mustia. Vengo á llorar ante el naciente rayo De la mañana que alumbró tu cuna, Ma(¡ana que mi lira celebraba, y hoy empapada en lágrimas saluda. ¡Cuándo pensara en el postrer otono En que lleno de amor y de ventura, CEnt tuJrente de jazmín y ros u Que hoy con guirnaldas de ciprés y juncia. En mi llanto empapadas, ayl vendrfa De tus cenizas á cubrir la urnal A mi memoria, como denso enjambre Que al rededor de los jardines zumba, Acuden de continuo los recuerdos De mi pasada y próspera ventura. Allá, de la colina !e distinguen Las laderas cubiertas de verdura, Do nos jurámos nuestro amor sincero AI pie senta,Jos de bendita gruta. All: la torre del humilde templo, Donde el Eterno con su diestra augusta Bendijo nuestras almas que anhelaban Cruzar la send •• de la vida junt ••s. ¡Cuán ht:rmosa á mi ladu! De azahares Frescas guirnaldas en tu frente ebúrnea! En tus ojos brillaba la inocencia, y asomaba á tus labios la ternura. Como dos aves que su vuelo tienden De la floresta á la región oculta, y entre las ramas de floridos raques Hacen su nido de vellón y pluma~; As! corrimos al hogar modesto, Donde á la sombra de frondosas murtas Po!trándome de hinojos bendecfa A Dios que me colmaba de ventur.!. ¡Cuán ligera á mis hombros parecia De mis labores la fatiga ruda, Escuchando tu voz enamorada Cual de paloma que en el bosque arrulla! Cuando el pesar artero disparaba Contra mi pecho su saeta aguda, Abrazada á mi cuello pretendías Con tus caricias desarmar su furia. ¡Cuántas veces te vi, cuando en tu seno Calentabas 'a frente moribunda De nuestros hijos, ocultar el llanto Que ya asomaba á tu pupila turbia, y olvidando tus penas al Eterno Por mi rogar en tus plegarias mudas! y cuando yo llorando de despecho Llevaba á nuestros hijos á la tumba, Dios lo quiso, exclamabas resignada, Que su divina voluntad se cumpla. y poslrándome al pie det Crucifijo Con voz decía lánguida y cOllvulsa: Llévate, oh Dias! de I) uestro amor las prendas, Mas á mi amada eompar1era, nunca! Una tras otra la i"flexible Pared Las fue tronchando con segur sa~ud¡" Cual huracán que el florecido ramo De la azucena con sus alas trunca. Ayl yo contra mi pecho te estrechaba, Cual si quisiera de la muerle adusta Defenderte, y contigo de la vida Seguír tranquilo la espinosa ruta. Mas mi dicha era grande, y en el mundo Cual fuegos fatuos los placeres duran, y era preciso lusta las mislIlas heces El Cáliz apurar de la amargùn. Llegó por fin la noche ell que oprimido Tu amante pecho de mortal a"gustia, Te sentaste temblando en mis rodillas y estampaste en mi frente taciturna El postrer beso, que en mi triste oído Resuena, cual la brisa gemebuc1da Que entre las ramas del ciprés sombrIo De la tarde al crepúsculo susurra. Un instante después. oh suerte impia! Tu~ ojos negros, cual silvestres uvas, Cerraste para siempre. y yo demente Ante la Parca mi cerviz robusla Tendi, mas ella me dejó gimiendo Del dulor bajo la áspera coyunda. Ay! en vano mis oj';s anublados Cual otro tiempo COli afán te buscan, Y, recorriendo tu mansión. mis labios Tu nombre ell valla con afán pronuncian! De nuestro amor las prendas que la muerte Perdonó. sollozando me circundan, . y levantando al cielo mis pupilas Repito anle ellas la pltgaria tuya: "Tú /0 quisiste, bondadoso Padre! Que tu divina voluntad se cumpla!" EN Ml GUMPLEAÑOS DESPUÉS DE LA MUERTE DE MI ESPOSA Ohl con cuánta tristeza de mi dia Miro brillar los rayos de la Aurora Sin escuchar la voz encantadora Del Angel bello que feliz me hacia! Ayer no más mi amante compafiera De la mañana al fúlgido de!ltello, Su ebúrneo brazo en torno de mi cuello, Por mr elevaba su oración primera. Hoy sólo yo de hinojos, destrozado El corazón por su fatal ausencia, Llorando de dolor pido clemencia Al pie del Salvador ensangrentado. Duermen las prendas de mi amor en calma, Bellos, cual serafines en su lecho ..... Ellos no ven mi destrozado pecho, Ni oyen la fiera tempestad de mi alma! Ay! yo reprimo sin cesar el lloro Que brotar quiere ermo lav1 arnientt; Alzo serena la agitada fr t:lIle, Mas en silencio mi pesar devoro Protegidos dormid por la inocencia Oh!. de mi amante corazón pedazos! Vosotros sois los postrimeros lazos Con que al mundo me liga la existencia. Ay! cuántas veces al sentir mi suerte Tan llena de aflkción y de amargura, Me he lanzado del mundo á la ventura El regazo buscando de la muerte! Mas al veras vagando cual polluelos Que tristes pian por el caro mdo, Postrado de rodillas he pedido Valor en mis pesares á ias cielos. Libando del dolor la copa amarga, Mi frente por el polvo obscurecida, Sigo por el desierto de la vida Gravado el hombro con la odiosa cargal Ayl a\lf del crepúsculo á la lumbre La noble imagen de mi esposa miro •.••.• Yo me siento morir, y hondo suspiro Exhalo en mi espantosa pesadumbre. Sus ojos radiantes, cual luceros Fijos en mi como la vez primera En que la vi triscando en Ja pradera A la falda de plãcido!l oteros. Como entonce en sus labios sonrosadol Apacible sonrisa juguetea, y su abundosa cabellera ondea Sobre sus hombros de marfil nevados. Pasó mi dicha cual vapor dorado Que cruza el despejado firmamento, y de repente el tempestuosu viento Sobre sus a\as arrebata airado. Ya se escuchan los cantos matutinos En el jardin del pajarilla ufano, Que ayer semillas en S\1 blanca mano Picaba, alzando bulliciosos trinos. En vano, en vano en tu cantar la llamal: De su retrete en las heladas rejas. En vano saltas, y t us tristes q Ilejas Por tanta ausencia en tu cantar derramas. Ya nunca la verã~: la muerte impia Ay! apagó la lumbrc de sus ojos, y hoy descansan sus fúnebres despojos Allá en el seno de la tumba fría. No cantes, por piedad! Tiénde tu vuelo A la triste morada funeraria, y eléva por mi esposa tu plegaria Sobre la Cruz que se levanta al cielol 1884. A MI HIJA MARIA TERESA EL nIA OK SU PRIMI!RA COMUNIÓN Hija querida, vén, I última prenda Que al espirar lu madre me dejó 1 Tú, que al venir al mundo sólo oíste El lúgubre gemid,) del dolor. Tú, que al vaivén pausad9 de la cuna No escuchaste el arrullo maternal, Sino el són de mi lira que gemía De mis amargas penas al compás; Tú, perla que al pasar dejó la noch~ Sobre el seno marchito de una flor; Tú, huérfana infelice, smtentada Con raudales salobres de aflicción j II Vén á mis blazas, ángel adorado, Hoy que se ve en tu pecho fulgurar, Como sol en el seno de les cielos, El Dias que alivio á los pesares da ; Ese Dios cuya cuo •• fabricaron El dolor y la negra ingratitud; Ese Dios que al morir nos dio la vida Sobre el ara sangrienta de la Cruz. Ese Dias que dirige las esferas Del cielo por la vasta inmensidad, Tu senda por el valle·de la vida Con su celeste malla trazará .. Èl te dará su Cruz, más podelOsa Que la mística vara de Moisés; Que si ésta abrió una senda por los mues,' Aquélla abre las puertas del Edén. Vén, y recibe en tu serena frente Dos besos, hijos de acendrado amor: El de tu madre, que en los cielos mora, y el que te ofrezco, bendiciendo á Dios. Bogotá, Agosto de 1894 En la mtlerte de mi l/orado Iltïo RUPERTO GOMEZ RESTREPO Cual sobre el seno de fragante rosa Baja á posarse trémulo rocío, Sobre el regazo de mi amada esposa Bajaste de los cielos, ángel mfo. Fresco botón apenas entreabierto De tu madre en los bra20s parecIas: De la bondad y la hermosura ingerto, Con la casta inocencia sonrelas. Tu despejada y r.acarina frente Besé, de gozo en lágnmas deshecho, y en la efusión de mi cariño ardiente Te estreché Con amor contra mi pecho. 11 Te di mi bendición, querida prenda. De la celeste Virgen en la falda Recliné tu cabeza C0l\10 ofrenda Ceñida de mi fe call la guirnalda. Cómo crecisle ell gracia y hermosuról ! Cómo el cielo de dones te colmaba I Nii~O, del fresco bosque en la espesura Tu mano la libélula apresaba. y con mirdda alfgre. indagadora, La observabas atellto cual Lilleo, Y, libre, con sonrisa encantadora COlltemplabas su rápido aleleo. Tú, al contemplar las vagarosas nube.; Que cruzaO:¡n el vasto firmamento, Si eran naves colmadas de querubes Me preguntabas con sencillo acelllo. Cuando otra edad tu enalla dentadura Cambió por otra vigorosa y fuerte, A tu madre, á mi esposa, en noche obscur. Arrebató de súbito la muerte: Noche Que nunca mi memoria olvida, Que arranca á mi alma perellllal gemido. Que ce hizo sollozH, prenda querida, Cual ave al borde dd desierto nido. Ayl abrumado de dolor y dudo, De mi dicha en los restos del navio. Me quedaron mi. hijos por consuelo Para cruzar llorando ti mar bra\'{o. u Pasó la edad de cándida inocencia, y ya sedientos de saber tus labios Gustaban los raudales de la ciencia y buscabas las huellas de los sabios. De los cielos entonle ci eHro ardiente Se apodera de ti, tu pecho illflama, y calltas á la Virgen reverente, A la que Reina el firmamento aclama. Del águila de Aquino el alto vuelo Seguiste, y encontraste aquella aurora· Que, oculta de la muerte tras el velo, Es del sol Sill ocaso precursora. CU¡llldo fn tu fresco labia leve bozo A dibujarse comenzaba apenas, Marchabas á un festín call alborozo, Do ibas á hallar un premio á tus faenas. Mas oyes un lamen le' de repente j Al punto vqelas, agitado el pecho, A do suena el clamor. Desfalleciente Ves á un anciano en solitario lecho. Angel de caridad y de dulzura, Le alivias el dolor y lo consuelas; Le llevas al Levita que depura Del mal á el alma, y á su laJ9 velu. Mas en el rostro del anciano el sello La muerte ya dejó. Con v01- doliente Adiós 1 te ~ijo, se abra,zó á lu cuello y ósculos frios estamp6en tu frente. Allemplo lo c:;onduces y á /a fosa, De la campana al clamoroso doble. Bendilo Dias que una alma generusa Puso en tu pecho varonil y noble. La encantadora juventud te espera Coronada de rosas y laureles. Dulces cantos re~ue:nan por doquiera, SUi perfumes derraman los verjetes. Con ,profusión la vida y la hermosura Con sus dones te co/man á porfia: Arrogante y procera tu estatura, L/ena de juventud y lozanía. Empezasteá subir á la eminencia De la sublime gloria por la escarpa, Guiada porlot fe tu inteligencia, Penditnte al hombro de m:.rfil el arpa. A los brillantes rayos de lu aurora Un ángel peregrino se di visa, De mirada inocente y ~eductora Que tu alma cautivó con su sonrisa. Tierno suspiro en tu ilusión ell.hala~, Volar hacia él tu corazón aspira: A tu ángtl vuelas de tu amor en alas, Yen tiernos cantos prorrumpIó tu lira. Cuán bello el ,porvenir se t~ mostraba! Mas aylla muerte tu robusto pecho Hiriendo,con su dardo te postraba De los dolores en el duro lecho . .J Enmedio ã tus terribles agonias Resignado acendrabas tu conciencia, y aI" Dios Omnipotente le ofredas, Del dolor en el ara tu existencia. Ay! cuántas veces el agudo acero Tu pt:cho pt"netró, sin que una quel" Dejases escapar, como el cordero Que mudo y rcsign~do herir se deja! En vez de prorrumpir en triste lloro, Cantabas al Eterno que te herla, Como al golpe del plectro el arpa de oro Responde con ralldales de armonía. Tres veces de la noche la lumbrera Su curso renovó, y hdlóte fijo En tu lecho, la faz cual blanca cera, Como en la cruz el santo Crucifijo. En tu pecho, radiante de alegria, Recibes al Señor, imán .lei alma; y viste ••I resplandor de eterno dta Bajar un ángel con celeste palma. A solas una tarde me dijiste: Quiero partir con Cristo y con su Madre Que del cIelo descienden. N o estés tri&te, Si me ausento de ti, querido padre. " II Ay! ell mi corazón hecho pedazos Llanto de fuego como la,-a hervía! Te respondí estrechándotê en mis brazos, • Mi alma de Dias en la pieciarl coofla." Así te hablé; fingiéndome sereno; Comprimiendo del llanto los raudales, y de despecho y de am,ln;ura lleno, Fui á ocullarme dél hilt rIO en los rosales, y allí por mis pupilas en lurrt:Ole Las comprimiJas I••grimas brotaroll, y ã los cielos alcé J;/li voz doliente, y 105 ci~s mi acento 00 escucharon! Trémulo de dolor, de negro espanto, Volé al pie del sangriento Crucifijo, y fiaré, y otrecll~ con mí llanto Tu Irida, mi consuelo, dulce hijol Gastábase tu vida, como cirio Que en el augusto tem¡>lo se consume. Al Señor ofrendabas tu martirio Docalma resignación enlre el perfume. Llegó por Al tocar con Del AlIge/lls y se hundió fill tu poslrimer instanle: tu labio el hendo vaso, sonó la voz vibrante, tu existencia en el cca80. Sollozando .exclamé con turbio:s ojo., En esa hOla de amargura extrema, De rodillas III pie de tus despojl's : "Cúmplase, oh Dia!, tu t'Olulltad suprema." Viniste, oh Virgen, por aquel infante Ç.)lle Il: (f,ed á tus plantas, de amor ciego, y cmpapancJo en mi llanto .u semblante, y Jt:ltr041,IlJa el alma, te Jo entrego, Hoy, libre del dolor. á Dios (eV¡¡lItas Tus ojos, y abismado en su hermO~lJTa, Vuelas ligero á sus auguslas planta~, y prorrumpc::s en cantes de ventura. y yo, proscrito y solitario en tanIo, Recorro con ml cruz sendas de espina~, y lleno de amargura y de quebranto Gimo, cual buhu entre desi.ertas ruinas. Por m!, que lloro inconsolable. eléva Tu plegaria al Señcr que me castiga; Que me conforte en tan terrible prueba! Que mis cadenas y mi cruz bendiga! Rloptiembre cie 1901 A MI QUERIDA HIJA MARIA TERES! Al. TOMAR EL VELO 01': RHLlGIOSA Qui~i8teser el á.ngel del que llora, Cl1mplase, pues, la voluntad d.e DiOl; Mas esa cruz eon que de mi triunfaet.e Dame pIIra triunfar de mi dolor. JoIABIO VALENZUELA Me dio mi esposa el postrimer abrazo, Dióme un beso con labio moribundo, La cerviz reclinó sobre mi brazo, y lanzando del pecho un ay profundo Dejó de respirar. En su regazo Tibio apenas, yacfan Dos gemelas que huélfanas gemian. Cual co1ibrre~ débiles, implumu, Bajo las yertas alas maternales, Lanzando triste pio, En vano buscan en el '~eno frio Del agotado néctar los raudales. 30 Las tlemá'l prenlJas de mi amor ell tanto. Abrazando el cadáver ele mi esposa, Sobre su f~z hl'rmosa Grit'1s lanzab~n derramando llanto. Anl yo mi triste corazón sentia Por acerada m~no comprimido. y verter ni un" lágrima pocHa Ni lanzar de mi pecho ni un gemidol Oh! sólo ansiaha en tan terrible instanle Que la tierra á mis pies su seno abriera, y compasiva como madre amante. En su profundo abismo me escondiera! Ahl de mi amor á laoipostreras prenda., Trémulo y vacilante, Una tras olra levanlé dellecho¡ En silencio estrechélas dulcemente Contra mi trisle y destrozado pecho. Cuando la aurora con su lu%suave Empezó á disipar las negras brumas, A la cuna \Ievélas ¡frágil nave Que \ansada á la mar por vez primera, Ay! Id tormenta fiera A cubrirla e npezó con sus espumasl Ante mi triste, inesperado duelo, Compasiva~ las jóvelles matronas. De mi patria coronas. A mi morada lúgubre volaron; y del seno turgente con el néctar A lu triste,s gemelas sustentaron. Angeles de bondad! vue.tu terllUTt, Jamás olvidaré. Mi humilde lira Vuettros nombre. duldsimos murmura, y al recorchrps, con placer IUspira. Mas detris dd dolor, ayl siempre llegan Las penas en confusa muchedumbre: Al ver mi pobre hogar despedazado Huyó en tropel mi ingrata servidumbre. Sólo una santa y liable campesina Que veló pN mi Amor desde su cuna, Arrullando â mis hijas con terneza, A raudales lloraba, Inclinada hacia el pecho la cabez:•., Lãgrimas derrdmaba Al contemplar las furibundas olas De la revuelta mar de mi tristezal Oh noble campesina! fuiste madre De mis huérfanos hijos, que te amaron, y de su triste y desolado padre. Quedó mi hogar desierto: S610 se alan lúgubres gemidos, y los tristes aullid"s De un viejo call en el veci no huerlo. Caí de hinojos sobre el duro suelo, Hecha Ull volcán mi frente, y al Padre omnipotente .Pedi la muerte ócelestial consuelo. Mas mi advèrsa fortuna Implacable y feroz me perseguia: Ay! cuando apenas terminado habla Su carrera la luna, A Ulla gemela arrebató )a muerte Entre los rayos de naciente dfa. Sola quedaste tú, prenda querida,' Trasunto tiel de mi llorada esposa, Consuelo de mi VIda, De mi pobre jardin fragante rosa. ...82 Mas á uno de mis hijos la al1l:Hgura Postró en el duro lt('ho. Ahl yo lo contemplAba noche y día Desfalleciente, en Já~rimas deshecho, Ocultando en srlencio mi agoníal Cuatro veces el páramo bravío Azotó con ~lIS alas las colinas, y mi hijo melancólico y sombrío Inconsolable oyó las ventolinas. Al fin triunfó la edad; mas cuántos De: la terri ble pena Siguió arrastrando la glacial cadena! ailO.1 y Iú, prtnda del alma, Credas e/llrt: tanto, CamI) en oasis bi~/lhechora palma. y er;¡s de nuestra vida el duke encanto. Aún no lIegario habils De juventnd florida á los umt rales, y ya el hC'gar modesto dirigías Con tu hermana, que llena cie ternura Te estrechaba en sus braz"s virginales. Oh! cuánto te aduraban tus hermanos, Que cOlltemplaban en tu fllz graciosa Tus lindos ojos grandes y ~erenos y de dulzura llenos. Tu frente despejada y candorosa, y tu gallardo talle, Que airoso se 'cirnbraba Cual la palmera"lid ameno valle, La noble imagen de.'mi tierna esposa. Los pájaros al vÚte entre las flores Triscando, alzaba n melodiosos tI inos DCide los altos pinos, Alcázares do ocultan sus am.) res. Luégo á tus pies volaba n A recoger los rubicundos granos, Que cual lluvia lanzaban Entre la yerba tus ebúrneas manos. Cuando dulce descanso Yo iba á buscar en la campestre estancia, Embellecida por arroyo manso, Tú, delicada niña, Corrias como leve mariposa Sobre la grama de feraz campida. Volvías encendida como rosa Segllida de rapaces campesinos. De párvulos la turba bulliciosa En mi campestre choza penetraba Y á tus píes en silencio se sentaba. Rodeada cual ave de polluelos, Les enseñabas de virtud suhlime Las sendas que conducen á los cielos. y cuando el sol .1rdïente Coronaba de perlas ardorosas Tu despejada frente, Ibas entre florestas rumorosas A triscar en las aguas de la fuente. Mas como el buitre hambriento y carnicero gue entre Jas piedras del pei\6n inculto Acecha la manada Que pace por el prado sosegada, Y, eligiendo la presa, m1s ligero gue el huracán,· se lanza por los aire, Y arrebata en StUi garras un cordero: " As! la fiera m uertrc Que á todas horas mi mansión espia, A los seres queridos que velaron Desde la cuna por tu triste suerte Fue arrebatando impía. y tú, pobre hija mia, Delicadu capullo. Que al nacer te t:llcontraSle reclill;¡d~ Sobre una tumba helada, Sin escuchar el maternal arrullo; Tú, con la faz llorosa, Orabas en silencio por las prtndas Que t'n un momento devoró la fosal No perdonó ni á la querida anciana QUt dC5de edad temprana Arrulló entre sus brazos á mi esposd, A quien siguió en su rápida carr~ra, Cual perru fiel, hasta que m uerte fieri! Arrebatóla en noche tenebrosa. Cuanrio regó ]a tumba de mi amada De lágrimas y flores, Volvió á mi hogar. posrtóse de rodilla¡ Junto á tu teve cuna, desolada, Por el dolor aradas las mejillas. Cómo lloraste tú su eterna ausencia! En vez de hermosas flores purpurinas Sembraron el erial de tu existencia Los pesares de abrojos y de espinas! Tu faz aún rie lágrimas cubierta Estaba cuando viste con espanto A tu hermano querido Que mi nombre llevaba, Que madre en su carii'1o te' llamaba, Caer postrado por mortal dolencia, Que descubrir no pudo Ni d acero brillante de la ciencia. Tu hermana y tú, luchando noche y día, Pretendisteis en vano Arran.:ar á la muerte la saeta Que ya vibraba en su marchita mano. Tú su tostado labio refrescabas Con el nectáreo jugo de la poma, y tú lo confortabas Con tu suave acento de palom~. Ocultando t u pena con tristeza, Veia! que la fiebre á cada instante Devoraba el carmin de su $emblante Sin ajllr Sil magnífica belleza. Una tarde lluviosa, Al ocultarse el Sill en Occidente, Incorporóie pálido y sombrio. Murmurando una férvida plegaria. De súbito inclinó su hermosa frente Sobre tu hombro, y rodó s:>bre su lecho, Como tronchada palma centenaria Sobre lu turbias aguas del torrente. Tú, prorrumpiendo en hondos alaridos y arrebatada por feroz congoja, Corrías con los brazos extendidos Por el triste aposento, Como l~ seca hoja Que gira al soplo de impetuoso viento. En vano 10 llamabas: muda y frii, Por vez primera su marchita boca A tu trémula voz no respondíal " ~1i1 \'e(;e, 't; ac.crcaba3 al.: ••dávn lágrimas bañada, Le besabas la faz i nerte y fría, Que la faz de una e~tatlla cincelada Por la mano de Fid id s 1':1 I ec;a. Ell La amarga pena le 1"',IIÓ en el lech". Ahlla fiebre que abrasa y que calcina Poco á poco la sangre de las venas, Convirtió de tu tez en azucenas La rosa purpurina. Qué largos tesos dIas de amarguras! Qué eternas esa~ nOl.:hes y qué obscuras! Por tu vida temblando Junto á tu lecho el sol nos conlemplaba, y la sombra nocturna nes hallaba Junto á tu lecho con afán vt::lando. Al fin huyó la fiehre devcrante: Poco á poco lu pálido semblante Tiñó la jU\'entud encantadora Con el pincel rlivino Que ilumina la frente rie la aurora. Subiste al fill Call plantas desgarradas Por los abrojos las marmóreas gradas De juventu:J al tro00. Indiferente Dirigiste al pasado tus mIradas. y vine entre lejana polvareda Tumbas por los cipreses sombreadas, Al lado de !a lúgubre vereda. Miraste al porVt:nir que te esperaba Con gl1irnal-las de rosas y laureles. Para \levane de soñadas dichas En sn carro á los mágicos verjeles. 21 y viste lIlá~ ;¡Ilá de if's j;¡,dillc's Andando la vejez á paso lento Bajo el peso del negro sufrimiento Al rededor de pavorosa tumba, En cuyo seno del bordón gastado El golpe tardo y desigual retumba. I.evantaste los ojos á la altura, Descubriste del cielo al Soberano, Cuya eterna hermosura Nunca marchita el tiempo con su mano. Ent011<:es exclamaste: "Si la vida Me brinda sólo penas, Si en pos de la ¡¡lISiÓll que flOS engalh Me esperan el dol')r COli sus cadenas y la muerte fatal C'¡1l su guadaña, Antes ùe ser delnllilldu á quiell arr..¡sa El tiempo con su ala destructora, Quiero la esp"sa ót:r del que 110 pasa, Quiero de mis pásiolles ser scilOra. Desde en tances juraste Ser la esposa del Hijo del Eterno; Por El dejar el dulce hogar paterno, Las coronas que el mundo te ofrecía, A este tu p Htre C1rillOSOy tierllO De quien eras consuelo y alegria. Ignarando tu noble juramento. Forjaba para ti mi pensallliento Risueño porvenir que sólo era Arco-iris Que brilla en la ladera y desparece al agitaria ti viento! Penetraste una tade en mi retiro, Mirando en torno tuyo, cautelosa, Te lit:llla.>~,e á ml IJ~v bilcllciosa, Exhalandu tristbim) su~piro. Il ¿ Qué t¡eaes, hij t ruia?" Tt: 'lije con dulzura, y tú con grave calma respondiste: Il Padre, la vida es triste: El mundo sól') ofrece desengafl'Js, y siempre trael) penas y amarguras Los dIas y los albs. II Busca el hombre lo grande y lo infinito, y para hallado su vigor concent ra ; Mas en el mundo efímero, finito La anhelada ventura no se encuentra. Il Si en elite triste suelo No se halla el Bien supremo á que aspiramo.~ Hay que pedirtJ con f~rvor al cieio, Ah ! yo/ orando fen-iertte, Dichosa descubrí lo qUt: buscaba_ I'De,de er.tonces juré dejar el mundo, y en retiro profundo Consagrarme al Et~rno como e,clava.'l Quedé asombrario, mudo, AI contemplar de tu alma la ~ran1eza, Grandeza qee á 1"5 ciel!)! le elevaba, Ay! y á mi me dejaba Sin consudo en mi c~rcel de tristeza I Quedé como el que duerme y de repent~ Ellech0 le sacude ellerremoto y entre espantosa ohscuriJad despierta y busca entre la sombra inútilmeqte Por dll escaparse LI anhelada pue1tl. Te dije al' fin, fingiélldome sere'lO: Il,Has me li tado bitln q ut: el sacrificio Que vas él.hacer como la vid;¡ dura, Que es espantoso d punzador cilicio, Que el c1austru es una eterna sepultura? "¿H.lS pensado, mi bien, que está gastad .• vida por la lima de las penas, Que mi bordón apenas Puede llevar mi mano descarnada! Mi "¿No has pensado que al cielo Puede IlegH,e por el mar bravto Por las fieras pasiones azotado, Por el yermo a bra.ad", De la pobreza por ti polo fdo! -":3-1, por eso!>seoderos Llegar podemos á inmortal destino; Mas cuántos no resIsten las tormentas, y muer!::n tristemente en el caminol c'Es uni nave el c1au~tro Que se lanza tranquila al mar ignoto, Que no sucumbe ante el furor del .lustro, Porque,1.eva la fe como pil(lto. ' _11¿Y dejas á tu padre, á lus hermano., A tánta dulce prenda? ••• " -"Sf, ~t, padre querido; y al dejaras, mi vista se obscun~ce; Mi corazón udientedesfallece; y ést;¡ es,oh p••dre! mi sublime ofrend •. "No llores cuando parta al san to coro, No lIoru. padre mío, te lo ruego! Que IÚ serás ~l incensario de oro, Yo seré d'ci incienso el vivo fuego! "Si para siempre de mi No vaya. á afligirte padre hogar me auaenfo mio, ' '(1, Que nos veremo~ pronto, ell Dias confio, Más allá del profundo firmamento!" Al sublime raudal de tu elocuencia Me incliné tri~temente. Cual roble que del Noto á la violencia Inclina al suelo la orgullosa frente. Has t:leRido lo mejor, mi vida. La triste bendición de despedida, Ay! te daré, cuando al ceñirte el velo. Le des tu casta mano al Dios elel cido, y yo en dote le entregue Lo que tengo: mis lágrimas de duelo. Ahl yo, infeliz, que reprimido habla La tempestad de mi dolor inmenso, Volé al templo, y á Cristo que me herla Alcé gemidos entre leve incienso. Tú, mi Dios, de los cielos soberano, Mê has pedido la mana : De mi hija tierna, á quien adoro ciegQ, y temblando" de hinojos te la entrego. Mas ante Ti quién soy? Menudo grar.o De arena de las playas de la vida; Mas alllevarte á mi hija hasta tu trono Queda mi alma en el dc.lor sumida. Mas yo le seguiré como \a oveja Que sigue al que le \leva Sil cordero, y abandonados deja La campii\a feraz, el verde oteroi y nada la detiene, ni la alfombra De verde grama ql:e á racer convida, Ni el áspero peñón de la pendiente, Ni de los bosques la apacible sombra, Ni los frescos raudales de la fuente. Hasta que al fill, sin fuerzas, extsnuad.l A los pies del Pastor, inerte y fría, Cae lanzando á ~u lIurada críot La postrera dulcísima mirada. Volví á mi hogar, y te sentaste al piano¡ Al recorr~r Jas tt:cl..s (.rJ/l tu mano, BrolÓ coma torrenle. la armollla, Como al tl,car lo~ nidos silellcio~os Ocultos ell los bosques misteriosm¡ Los dedos nac.:arados de la Aurora, Se desata en alegre melodía Aleteando la legióll canora. Las leclas de marfil quedaron mudas. A mis trisles pupilas Aparedan coml' largas filas De lápidas en triste cemen terio, Do sobre cuerdas rotas, Yacen entre las sombras del misterio De un genio que pasó las tristes nutas. Esos gratos c(lnciertos Que oí cuando esperaba la mai\ana, Fueron como los dobles de campana, Fueroll cerna plegarias por los muertos. Mis hijos, ay! mis hijos 19noraban que pror.la volarias, Dejando solitario Mi triste corazÓn q Ire fije tu nido, Buscando albergue epet peOón teñido Con la sangre de lin Dias en el Calvario. Volaste al fin, oh cándida palomal Entre los ayes tristes de mis hijos. Para inmolar al suyo cual cordero Abrah~l" levantó cunaute acero; Mall un ángel detuvo El tembloroso brazo del anciano, y no dejó que el golpe descargara; Mas ay! al bendecirte, prenda cara, Nadie detuvo mi agitada mano! Quedaste al mundo para siempre muert., Coronada de fiares sobre el ara. Giró sobre sus gonces Del edificio la pesada puerta, Oyóse el rechinar de los cerrojos y el último tañido de los bronces •••••• Las lágrimas brotaron á mis ojos •••••• Te bendigo, Dios mío! Dócil á tus decretos celestiale!, Te he inmolado mi prenda postrimer¡; Mas déjame del claustro á los umbrale., ."y! déjame, Sei\or, llorar siquieral II