Los niños cargadores del mercado Felipe Ángeles

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PERSPECTIVA
Sociedad
Escasa oferta laboral
para miles de
estudiantes
Juan Carrillo Armenta
[email protected]
E
l descenso registrado este año
en las plazas laborales, hace
que muchos jóvenes estén
dispuestos a aceptar empleos
“de lo que sea”, a fin de costear
su educación.
El maestro Javier Romero
Mena, responsable de la bolsa
de trabajo, de la Coordinación
de Servicios Estudiantiles, de
la Universidad de Guadalajara,
revela cifras que demuestran
esta tendencia: el año pasado
hubo dos mil 500 vacantes; en lo
que va de este, solo mil 400.
“Hablamos de todo tipo
de plazas: desde la fábrica que
requiere un soldador, hasta la
firma trasnacional que demanda
un gerente general”.
Existen 19 mil candidatos
que buscan trabajo en mil 800
empresas afiliadas a la bolsa de
trabajo de la Universidad de
Guadalajara. Del total, 17 mil
son estudiantes de licenciatura,
y de éstos, solo 18 por ciento
encuentra empleo.
La situación está clara: cada día
es más difícil para ellos sostener
su carrera y encontrar un trabajo
relacionado con sus estudios.
“Nos parece increíble que no
haya trabajo para tantos jóvenes
con estudios profesionales o que
están en los últimos semestres de
sus carreras”.
No obstante lo anterior,
mantienen una constante
comunicación con las compañías
que solicitan personal.
“Cuando surge una plaza,
enviamos de 10 a 40 currículos de
estudiantes que, a nuestro juicio,
tienen el perfil adecuado”.
Los alumnos que encuentran
acomodo, han hecho buenas
alianzas con las empresas, ya que
permanecen bastante tiempo en su
puesto. Es decir, no entran un día
y salen a la siguiente semana.
—¿Y si alguna empresa “patito”
o de mala reputación solicita
candidatos?
—No aceptamos ni damos
servicios a cualquiera. Hacemos
un estudio serio sobre la
empresa que quiere afiliarse con
nosotros, para ver si es aceptada
o no. Tengo casi tres años en este
cargo, y no hemos tenido ningún
problema.
—¿Influye en la selección
de candidatos su apariencia,
como sucede en otras bolsas de
trabajo?
—Con nosotros no. Pedimos a
las empresas que no sean tan
específicos en esas características,
ya que no nos gusta encasillar a
las personas.
En todo caso solicitamos
que especifiquen el tipo de
experiencia o habilidad, la
máquina o materia que requieren
domine el candidato.
EXPOPROFESIONES
El próximo 11 de noviembre,
la Universidad de Guadalajara
llevará a cabo por quinta
ocasión la Expoprofesiones,
cuyo propósito es mostrar en un
solo día, la oferta educativa que
esta casa de estudios tiene para
sus alumnos, señala Yazmín
González Gaxiola, responsable
de este proyecto.
Agrega que este año
participarán las escuelas
incorporadas a la UdeG, por
lo que será efectuada en el
centro de negocios, de Expo
Guadalajara.❖
FRANCISCO QUIRARTE
Una investigación de la Coordinación
de Servicios Estudiantiles revela que
este año disminuyó la oferta laboral
para estudiantes.
Adaptan su horario de trabajo a la escuela
Los niños cargadores del
mercado Felipe Ángeles
Mariana González
[email protected]
“(...) Reconocen el derecho del niño de estar protegido
contra la explotación económica y contra el desempeño
de cualquier trabajo que pueda ser peligroso o entorpecer
su educación o que sea nocivo para su salud, para su
desarrollo físico, mental, espiritual, moral y social”.
Tomado de la Declaración de los derechos de los niños.
N
iños y adolescentes de ocho a 15 años comienzan
a trabajar alrededor de las 5:00 horas y pasan
buena parte del día entre camiones de carga,
ocupados en descargar fruta o verduras, labor por la
que no reciben ningún pago.
Son los niños cargadores del mercado Felipe
Ángeles, quienes por tradición, costumbre o simple
obligación familiar, ayudan a sus padres en la
transportación de un sinnúmero de alimentos, para
participar en el sostenimiento de la familia, según
resultados de la investigación realizada por María
de Jesús Orozco Valerio, académica del CUCSH.
Durante tres generaciones estos niños han visto en
el mercado una forma de subsistencia familiar. Para
algunos de ellos su abuelo fue el pionero en esta
actividad, quien a causa de las deformaciones óseas
y musculares que le impedían seguir en la “chamba”,
la heredó a sus hijos y luego a sus nietos.
“Esto es peligroso, porque entre más pronto se
conviertan en cargadores, más jóvenes pueden sufrir
caídas o algún otro tipo de accidentes, por su poca
habilidad”.
Este trabajo es más pesado que el que realizan
niños y niñas con sus diablitos, quienes ayudan a
cargar las bolsas de los clientes del mercado. Éstos
no están obligados a trasladar costales llenos de fruta
en la espalda o entre los brazos de manera rápida.
Tales niños, a pesar de su esfuerzo, no reciben
un pago por su trabajo, pues solo ayudan al tío, el
abuelo o al papá, quienes efectúan la contratación
para trasladar el producto y los que cobran por ello.
“Ellos lo ven como un trabajo, como algo que
beneficia a su familia. Saben que de ese dinero comen,
se visten y subsisten sus padres y hermanos. No
obstante, trabajar les quita tiempo a sus actividades
de ocio, escolares o domésticas”, aseguró la profesora
universitaria, quien en agosto pasado finalizó dicho
estudio, en el que entrevistó a medio centenar de
menores que trabajan en el mercado.
Antes de su jornada laboral, los chicos toman
un jugo, leche con chocolate, comen algo de fruta
que les ofrecen los locatarios o quizá unos tacos del
puesto de la esquina, para tener fuerzas para cargar
los bultos, cuyo peso es proporcional a su edad: entre
más grandes, más peso les cargan.
“Esto redunda en detrimento de su nutrición, pues
a pesar de estar en un lugar lleno de alimentos que
pueden aportarles nutrientes, su alimentación es mala
o deficiente, sobre todo porque no saben comer”.
La escuela es parte de sus vidas, pero no consiguen
dedicarle el tiempo suficiente o ponerle atención, por
el cansancio o el desvelo que traen a cuestas.
“No abandonan la escuela, sino que se adaptan
al horario en el que tienen que trabajar, pero acuden
disminuidos de sus capacidades, lo que propicia que
no la aprovechen como otros niños”.❖
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