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Segunda compañía del 8º batallón de Voluntarios, en prácticas de campaña, cerca de Guánica.
CAPITULO XXX
RESEÑA HISTORICA DEL SERVICIO MILITAR EN PUERTO RICO
LAS MILICIAS DISCIPLINADAS.- LAS FUERZAS DE URBANOS
LOS MORENOS DE CANGREJOS ( 1 )
N 1º de abril del año 1766, y a virtud de propuesta del conde O'Relly,
se dispuso la organización en Puerto Rico de 18 compañías de Milicias
Disciplinadas de infantería, de hombres blancos, una de morenos y
cinco de caballería, también de blancos.
En 29 de octubre de 1798, y a petición del general Ramón de
Castro, todas las milicias fueron organizadas en tres batallones de
ocho compañías, y un regimiento de caballería, compuesto de tres escuadrones y cada
uno con tres compañías.
En 1816, y a petición del general Meléndez, se aumentó dicha fuerza de infantería,
hasta formar dos regimientos de dos batallones. En 5 de febrero de 1826, y de Real
orden, las fuerzas milicianas de infantería se organizaron en siete batallones, y en 30 de
abril de 1830 se aprobó el reglamento por el cual debían regirse estas tropas.
En diciembre del año 1827, y en una visita de inspección del capitán general
Miguel de Latorre, pasaron revista de presente 6.943 milicianos de infantería,
distribuidos en la forma siguiente:
1er. batallón, en
2º “
“
“
3er.
“
“
4º
“
“
5º
“
“
6º
“
“
7º
“
“
Bayamón.......................... 1.005
Arecibo.............................1.059
Aguada ............................... 993
San Germán........................ 913
Ponce.................................. 989
Humacao.......................... 1.014
Caguas................................ 970
1.- Datos oficiales que tomó el autor, del Archivo de Artillería, que estuvo a su cargo en San Juan, durante
tres años.
Al número anterior debe añadirse los que se alistaron voluntariamente en los días
que duró la inspección, lo que hizo subir el total de las milicias de infantería en Puerto
Rico, y en dicha fecha, a 7.221 hombres. El general Latorre ordenó que se entregara a
cada batallón 800 fusiles nuevos.
La caballería miliciana se organizó más tarde en un regimiento distribuido por toda
la Isla, y con un efectivo de 606 plazas, y el año 1836 había en Puerto Rico las
siguientes fuerzas militares, integradas totalmente por hijos del país:
Siete batallones de Milicias Disciplinadas, con un efectivo de 6.991 fusiles,
distribuidos en los siete distritos militares en que estaba dividida la Isla. Un regimiento,
también de Milicias, de caballería, con 672 plazas montadas en 14 escuadrones, dos en
cada distrito.
Desde 1813 formaban parte de las guarniciones de Mayagüez y Aguadilla dos
compañías de artilleros urbanos, y más tarde, en 1821, nuevas unidades fueron creadas
para servir las baterías de Cabo Rojo, Patillas, Ponce, Fajardo y Arecibo, con 41
cañones, sin contar los de San Juan; las baterías de las costas estaban servidas por
artilleros urbanos, llamados artilleros segundos; en San Juan había también una sección
agregada a la Brigada Veterana, sumando estos urbanos de artillería 438.
Los urbanos, en igual fecha, llegaban a 371 compañías, con 1.240 oficiales y
38.070 soldados y clases. Además, había en San Juan un batallón de voluntarios
distinguidos, cuyo mayor número era de portorriqueños, alcanzando 560 plazas.
Como resumen, en el año 1836, y con un censo de 400.000 habitantes, Puerto
Rico mantenía sobre las armas un contingente militar instruido y uniformado, de 47.411
hombres; debiendo tenerse en cuenta que en dicho año había en la Isla 31.874 esclavos
y 17.470 hombres de color, exentos los primeros, en su totalidad, y con muy escasa
representación en las milicias de urbanos los segundos.
Milicias Disciplinadas y Cuerpo de Urbanos eran organizaciones distintas, pero
reclutadas ambas sobre la base de un servicio militar obligatorio, que comprendía a
todos los hombres blancos desde diez y seis a sesenta años, con muy contadas
exclusiones. Todos los varones blancos, dentro de las edades indicadas, y salvo los
casos de inutilidad física, forzosamente, eran inscriptos en las compañías de Urbanos,
por el Sargento mayor, el cual era en cada pueblo el encargado del reclutamiento.
Las Milicias Disciplinadas se nutrían del contingente anterior por sorteo, desde
diez y seis a treinta y cinco años, exceptuando casados, hijos únicos de viudas y
cabezas de familia.
Los portorriqueños de color entraban como voluntarios en el servicio militar, y su
comportamiento fue siempre excelente, como hace constar un documento que he tenido
a la vista, y donde se elogia muy especialmente a la compañía de artilleros morenos de
Cangrejos, quienes manejaban un trozo (una batería) con ocho cañones violentos
(ligeros) de campaña, material que, no teniendo ganado de arrastre, era siempre
transportado a brazos por los mismos sirvientes.
Los milicianos estaban reconcentrados, por regla general, en las cabeceras de los
siete departamentos, y disfrutaban de haberes y de ciertas gratificaciones para gastos de
uniforme y remonta, y los caballos eran propiedad particular de los milicianos montados.
Un batallón de estas milicias tomó parte, al lado de las fuerzas veteranas españolas, en
la última guerra de Santo Domingo.
Recuerdo, allá por el año 1868, una gran parada que tuvo lugar en el Campo del
Morro, y a la cual asistieron la mayor parte de las milicias de a pie y montadas de la Isla;
se les conocía a los milicianos con el remoquete de chenches, y estaban sujetos, desde
que juraban las banderas y estandartes, al Código militar, protegiéndoles el fuero de
guerra. Estos hombres siempre tuvieron como un gran honor el vestir el uniforme militar,
y de padres a hijos conservaban, como objetos de gran estima, los despachos, nombramientos y condecoraciones que obtenían.
Desde los tiempos de la conquista apareció en Puerto Rico la Milicia Urbana; el
reglamento por que se regía esta institución fue aprobado en 14 de marzo de 1817 por el
general Meléndez, y ocho años más tarde se autorizó a los oficiales urbanos a usar las
mismas divisas que el ejército. Por Real orden de 13 de febrero de 1786 se les había
concedido el derecho de fuero militar, cuando estuviesen en servicio activo, y en 22 de
agosto de 1791, y también por Real orden, se marcaron las diferencias entre urbanos y
milicianos.
Esta milicia urbana era pagada por los propietarios con un recargo sobre el valor
de sus tierras.
Los urbanos mantenían guardias en cada pueblo y en las costas, y eran los encargados de la custodia y conducción de presos, así como de llevar la correspondencia de
un pueblo a otro.
En años sucesivos fueron desapareciendo, quedando únicamente como auxiliares
del Ejército las Milicias Disciplinadas de infantería y caballería, distribuidas por toda la
Isla, y cuyos oficiales y soldados gozaban de sueldo, fuero militar, y eran acreditados los
primeros, en sus empleos, por Reales despachos, teniendo iguales preeminencias que el
Ejército.
En 1868, al ocurrir la insurrección de Lares, y como estuviesen complicados en la
intentona el teniente Cebollero y el alférez Ibarra de dichas Milicias, y algunos soldados
y clases de las mismas ( 2 ), comenzó a mirarse dicho instituto con creciente prevención
por las autoridades de la Isla, y año tras año fue mermando su efectivo, hasta que, por
fin, fueron declaradas a extinguir, disueltas sus secciones como tales unidades,
licenciadas las clases e individuos de tropa, y concediéndoles a los oficiales el uso de
uniforme y percibo de haberes que les era abonado, cada mes, por el Tesoro de Puerto
Rico.
2.- El teniente retirado de Milicias, Pedro San Antonio Guerra, al frente de 17 milicianos, hizo frente a los
sublevados cuando éstos invadieron el Pepino, obligándolos a huir, y terminando, virtualmente, con este
acto, la sublevación. Le acompañó, aquel día, el teniente de caballería Pablo Charri, y durante todas las
operaciones militares que siguieron, cooperaron con las tropas fuerzas milicianas de a pie y montadas.- N.
del A.
En abril del año 1898, al suspenderse las garantías constitucionales en la Isla, el
cuadro de Milicias a extinguir estaba compuesto como sigue:
Teniente coronel comandante, Juan Tinajero Fernández.
Capitanes de infantería, Manuel Muñoz Barrios y José Mislán Capella.
Capitanes de caballería, Casiano Matos Canales, Rodulfo Toro y Zapata, Buenaventura
Quiñones, Nicanor Fernández Cuadra y José Muxó Espinet.
Primeros tenientes de infantería, José Muñoz Barrios, Tomás Mora Roux, Salustiano
Sierra David, Félix Reyes Tricoche, Regino Ortiz Colón, Luis Mislán Capella y Tomás
Morales Acosta.
Primeros tenientes de caballería, José Maymí Torrens, Francisco Izquierdo Rebel,
Vicente Alvarez Dávila, Federico Armas Suárez, Antonio Izquierdo Costa, Silvio Pujals
Lleonart, Antonio Consilada Morales, José Acosta Ramírez, José Dávila Cordovez,
Gonzalo Ruiz Cáceres, Eduardo Cardona Villafañe y Francisco Vargas Santiago.
Todos contribuyeron, con una parte de sus sueldos, a engrosar la suscripción para
gastos de guerra, y sin una sola excepción brindaron sus servicios para volver a las filas,
servicios que no hubo oportunidad de utilizar.
Estos oficiales que relacionamos, y tal vez alguno que hayamos omitido, fueron el
remanente de aquellas heroicas milicias que tuvieron a raya a todos los invasores y,
principalmente, a los ingleses en el año 1797.
Casa Blanca, antigua casa de D. Juan Ponce de León.
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