Militarismo, Nacionalismo Y Populismo

Anuncio
Militarismo, Nacionalismo Y Populismo
El caso de Argentina y Brasil
Juan Carlos Guerrero B.
Investigador del Centro de Investigaciones y Proyectos Especiales (CIPE) de la Universidad
Externado de Colombia y profesor de Relaciones Internacionales de la misma Universidad.
El autoritarismo, temática importante
dentro del estudio del Estado y las
formas
de
dominación
en
Latinoamérica, ha sido uno de los
fenómenos más estudiados por las ciencias
sociales dentro de la problemática general
latinoamericana. Si bien toda una escuela
de pensamiento europeo considera que el
autoritarismo es consustancial a la naturaleza
misma del Estado latinoamericano, los
enfoques latinoamericanos aseguran que en
la región no han habido Estados militares
propiamente dichos, sino regímenes
militares dentro de Estados capitalistas
dependientes.
Este ensayo se inscribe justamente dentro
de la segunda corriente, centrándose
específicamente en un segundo momento
del militarismo latinoamericano -posterior
al denominado "militarismo caudillista"-,
que se materializó en los gobiernos
nacionalistas y populistas de Getulio Vargas,
en el Brasil, y de Juan Domingo Perón, en
Argentina. Así el tema a abordar será el de
militarismo, nacionalismo y populismo, tres
fenómenos que en los casos brasileño y
argentino no pueden ser tratados por
separado. En primer lugar, porque la
emergencia de los sectores populares en el
escenario político, más conocida como
populismo, se dio, en estos países del cono
sur, fundamentalmente por la vía
autoritaria. Por eso se establece una
relación entre el populismo y el militarismo.
Y segundo, porque el nacionalismo se
convirtió en la práctica estatal a través de la
cual los regímenes autoritarios declararon
su fobia respecto del llamado
"imperialismo", con el objetivo también de
que los sectores populares legitimaran su proyecto político. De aquí
se desprende, entonces, una relación entre el nacionalismo, el
militarismo y el populismo.
Esta compleja maraña de relaciones entre los tres fenómenos, hace
difícil buscar una etiqueta que caracterice adecuadamente-los
gobiernos de Vargas y de Perón, bien sea como militarismos
populistas-nacionalistas, populismos militaristas-nacionalistas o
nacionalismos militaristas-populistas.
Interesa abordar el estudio del militarismo populista-nacionalista
argentino y brasileño no sólo por las similitudes entre los dos, sino
también porque en ambos países, como en ningún otro, el
populismo llegó a materializarse en un verdadero "sistema político
populista". En ese sentido, vale la pena resaltar que, aunque los
fenómenos peronista y varguista pueden asemejarse parcialmente
a "otras formas de populismo latinoamericano" como la experiencia
chilena durante el Frente Popular, o los gobiernos de Cárdenas en
México y de Arbenz en Guatemala, es muy difícil, a partir de los
dos casos aquí contemplados, establecer generalizaciones válidas
para todos los demás países latinoamericanos, ya que la emergencia
popular en cada uno de ellos tuvo diferencias importantes.
El objetivo fundamental de este ensayo es mirar cómo el militarismo
populista-nacionalista, en el caso brasileño y argentino, es el
resultado de dos procesos: por un lado, la crisis de la hegemonía
oligárquica, y por el otro, la adhesión de las clases populares
emergentes al proyecto político de los partidos populistasnacionalistas que aspiraban a llenar el vacío de poder dejado por
la vieja oligarquía. Sin embargo, en un segundo aparte, se
demostrará que las clases populares urbanas, al optar por adherirse
al proyecto populista-nacionalista, terminaron por quedar
marginadas del nuevo proyecto político que intentó reemplazar a
la vieja hegemonía oligárquica. Por lo tanto, dada la condición
subordinada en la que emergieron las clases populares urbanas, la
política populista-nacionalista nunca se tradujo en un proyecto de
Estado para los sectores populares y la contemplación de éstos en
el proyecto político de los líderes populistas no significó
necesariamente su incorporación a la alianza de los sectores sociales
dominantes.
60
I. El Surgimiento del Militarismo
Populista-Nacionalista
A. De la crisis de la hegemonía oligárquica al
vacío político:
A diferencia de Europa, la burguesía
industrial estuvo políticamente ausente
como clase en la formación del Estado
latinoamericano. Por el contrario, fueron
las clases agrarias -propietarias de grandes
extensiones de tierra- y comerciales,
interesadas en desarrollar una economía
exportadora de productos primarios, las
primeras en imponer una hegemonía
social, económica y política, capaz de
conformar un Estado de clase, al que se le
ha denominado el Estado oligárquico1.
Aunque éste adoptó una fachada de Estado
liberal a nivel ideológico y de la estructura
institucional, en realidad la participación
política se restringió a los miembros de la
élite, conformada por los sectores
vinculados a la gran propiedad de la tierra.
Esa extraña composición del Estado
latinoamericano (Estado oligárquicoliberal) fue necesaria para insertar
competitivamente a las economías
dependientes al mercado internacional en
una coyuntura que les fue favorable,
satisfaciendo al mismo tiempo las
exigencias de comportamiento liberal
impuestas por la relación externa. Pero la
contradicción que resultó de un Estado a
la vez oligárquico y liberal fue la que
condujo a la crisis de la hegemonía
oligárquica2. Crisis que de todas formas fue
paulatina y parcial.
La primera manifestación de la crisis se dio con la emergencia de
los movimientos de la clase media a la vida política, durante las dos
primeras décadas de este siglo3, que se revelaron contra el carácter
"parcial" del Estado oligárquico; es decir, un Estado que no era
plenamente soberano en sus relaciones externas y que mantenía
marginadas de la política a porciones considerables de la población,
circunstancias estas, que le impedían reivindicar una legitimidad
democrática "nacional". La reivindicación de la clase media era la
de mayor participación (a través del voto universal y secreto) y
moralización de las costumbres políticas. Su aspiración era la de
hacer efectivo el liberalismo-democrático inscrito en la legalidad
oligárquica, de manera que quedara definida jurídica e
institucionalmente su participación en el poder. En suma, la clase
media reclamaba el "derecho" a ocupar un lugar que ya ocupaban
de "hecho"; sin embargo, esta primera crisis del sistema oligárquico
no trascendió el nivel del Estado. Fundamentalmente porque el
movimiento de clase media no se preocupó por las contradicciones
en el resto de las relaciones sociales, razón por la cual tampoco
formuló una perspectiva propia con relación al proceso de
producción. Tal despreocupación tuvo una razón de ser: la clase
media tenía un carácter dependiente de las estructuras oligárquicas,
ya que surgió como tal, de la expansión de funciones que produjo
el crecimiento de las economías de hacienda orientadas hacia el
exterior y siempre le fue muy difícil encontrar condiciones
favorables para el ejercicio de funciones productivas autónomas.
Por esa razón, esta no tenía, en los años veinte, porqué cuestionar
un sistema económico del cual dependía y que antes de la crisis
económica de los años treinta conservaba todavía toda su vitalidad4.
La segunda crisis del modelo oligárquico fue una prpfundización
de la primera, cuando con el crack de 1929 comenzó la decadencia
de la economía agraria. Así con el fin del período caracterizado
por la vitalidad de las economías de exportación, la oligarquía
perdió la poco legitimidad que le quedaba. A partir de ese momento
las reivindicaciones por una mayor participación política se
ampliaron a otras clases sociales y la economía tuvo que reorientarse
hacia la industria interna, con la consecuente intensificación del
proceso de urbanización. Es decir, a partir de ese momento el
proyecto y la hegemonía política de la oligarquía tradicional se
deshizo5.
1 La expresión típica del Estado oligárquico en Brasil fue la vieja república y en Argentina los gobiernos del último cuarto del siglo XIX.
2 Muchos coinciden en que esa contradicción se reprodujo en otros ámbitos, como en el de las relaciones económicas en general. Por ejemplo, en las
grandes haciendas coexistían las relaciones sociales de producción semi-serviles con las formas capitalistas de la economía agro-exportadora. Podría
decirse, entonces, que no es de extrañar la ausencia real de contenidos liberales en el Estado oligárquico, ya que un trabajador que no era libre en la
estructura económica, tampoco podía participar políticamente con autonomía. Por lo tanto, la restricción de la libertad de las masas durante el siglo
XIX fue inherente al modo de producción tradicional latinoamericano.
3 Aunque los movimientos populares fueron herederos de algunas de las tareas de los movimientos de clase media, estos últimos difieren de los
primeros por las circunstancias en las que surgieron, su ideología y su composición social. El radicalismo argentino, que lleva al poder a Irigoyen en
1923, y el tenentismo brasileño fueron expresiones típicas de los movimientos de clase media.
4 En Argentina el carácter dependiente de la clase media fue mucho más matizado que en el Brasil, ya que ésta estaba conformada por inmigrantes y
pequeños propietarios rurales y urbanos que tenían una mayor conciencia de las peculiaridades de su situación social.
5 En el Brasil el fin de la hegemonía oligárquica comenzó con la caída de Washington Luis como consecuencia de la revolución de 1930, provocada por
un supuesto fraude electoral en el que perdió la oposición. En Argentina, curiosamente, el fin de la oligarquía coincide con la caída de Irigoyen, quien,
al ser incapaz de transformar el sistema institucional oligárquico que criticaba, termina adhiriéndose a él, e incluso, cayendo con él como consecuencia
de la crisis económica.
61
B. Nacionalismo y populismo: el llamado
a las clases populares:
Paralela a la crisis de la hegemonía
oligárquica, con la consiguiente necesidad
de formación de una nueva estructura de
poder, fue surgiendo una nueva clase social
que resultó ser fundamental para la
emergencia del populismo: la clase popular
"urbana". Esta nueva fuerza comenzó a
surgir en el plano económico gracias al
desarrollo paulatino de funciones urbanas
y de industrias asociadas a la economía
agraria6. Desde ese momento, y no después,
se comenzó a desatar un proceso de
urbanización y movilización social, que más
tarde se profundizaría con el abandono de
la orientación hacia afuera de la economía,
ocasionado por la crisis de los años treinta.
Poco a poco, las clases populares urbanas
fueron apareciendo en el escenario
político, hasta hacerse evidentes con la crisis
de la hegemonía oligárquica señalada con
anterioridad. Frente al vacío de poder
planteado por la ausencia de una
hegemonía, nuevas figuras intentaron
emerger en el escenario político y la mejor
forma para hacerlo fue intentar asegurarse
el monopolio político de la entrada de las
nuevas clases al poder. Fue así, como
surgieron líderes de la talla de Getulio
Vargas en el Brasil y Juan Domingo Perón
en la Argentina. Ellos adquirieron un gran
prestigio entre las masas, al reconocer la
necesidad de establecer una legislación
laboral, una estructura sindical y unos
derechos sociales para las clases populares
urbanas, que fueran acompañados de
principios liberales de "representación y
justicia". La pretensión de los nuevos
"padres de los pobres" era la de definir la
ciudadanía de las nuevas clases emergentes.
Este discurso populista estuvo acompañado de un discurso
nacionalista que pretendía disminuir la dependencia con el exterior,
sin lugar a dudas, costosa y nociva para el país. Siguiendo esa
orientación nacionalista los Estados adquirieron matices
interventores en lo económico, que debían conducir a la creación
de nuevas industrias, menos dependientes del exterior y más de
un mercado interno7. Pero este nacionalismo también se formuló
con el objetivo de legitimar al nuevo régimen, cortando de entrada
toda posibilidad de surgimiento de una oposición, al suplantar
posibles ideologías de clase por una ideología de Estado (el
nacionalismo), bajo la cual era factible contemplar dentro del
proyecto político a un amplio espectro de sectores sociales que no
se reducían a las clases obreras urbanas. Por esta razón, los
movimientos populistas-nacionalistas alcanzaron a tener una
composición pluriclasista que no excluía a sectores no obreros8.
Se pretendía, entonces, que la adhesión de las masas al
nacionalismo tendiera a oscurecer la división real de la sociedad
en clases con intereses sociales conflictivos y a establecer la idea de
"pueblo" (o de Nación), entendido éste como una comunidad de
intereses solidarios.
Vale la pena resaltar que este fenómeno populista-nacionalista es
un fenómeno urbano y, por tanto, asociado a los procesos de
movilización social latinoamericanos. Y ello por una razón
elemental: las clases populares de las ciudades -en especial aquellas
de mayor crecimiento e impactadas por el desarrollo industrial y
las migraciones9, donde surgió una masa de obreros calificadosestaban sujetas a unas condiciones sociales especiales: mayor
comunicación, alfabetismo y, por lo tanto, posibilidades de
participación electoral. Tales condiciones eran muy distintas a las
de las clases populares del campo y obviamente modificaron los
viejos patrones de socialización y comportamiento político. Los
nuevos grupos, antes sumergidos en la pasividad correspondiente
al patrón normativo tradicional, adquirieron una cierta capacidad
de comportamiento deliberativo, alcanzaron niveles de aspiración
distintos a los establecidos por el patrón existente, y en
consecuencia, comenzaron a ejercer actividad en el campo político.
Así, con la urbanización y la movilización social, amplios sectores
de la población quedaron en situación de "disponibilidad a la
participación política", situación que era muy difícil de encontrar
en el campo, donde había una mayoría de analfabetos excluidos
legalmente de la participación electoral y donde aún pesaba
demasiado el poder económico y social de los grandes propietarios
6 Esto quiere decir que la industrialización en países como Argentina y Brasil comenzó antes de la crisis de los treinta, muy ligada al desarrollo
de los sectores primarios -por ejemplo al de la carne en Argentina y al del café en el Brasil-. Por ello se afirma que los conflictos entre los
sectores ligados a la industria y los ligados a la agricultura fueron mínimos, sino nulos, dado que en realidad la decadencia de la agricultura
estuvo asociada más a una crisis de origen externo que a una política industrial conciente.
7 Fueron significativos los tonos nacionalistas del segundo gobierno de Vargas (1950-1954) y del gobierno de Goulart en cl Brasil, así como el
de Perón en Argentina. Las acerías y las empresas petroleras fueron los símbolos de estas políticas nacionalistas.
8 En el caso argentino se incorporó incluso a la ola inmigrante de principios de siglo, ofreciéndoles no sólo la posibilidad de mantener una
doble nacionalidad, sino extendiéndoles derechos que no tenían en sus países de origen. Eso puede explicar por qué Argentina, un país de
inmigrantes, es uno de los países más nacionalistas de América Latina. En el caso brasileño, también fue muy difícil identificar clases y
sectores sociales, ya que el movimiento populista fue bastante heterogéno (incluso talvez más que en la Argentina).
9 Se estima que, entre los años cuarenta y cincuenta, más de la mitad del crecimiento poblacional de las ciudades brasileñas más grandes se
debió a la inmigración de extranjeros.
62
de tierra. Allí el movimiento social adquirió
formas violentas, que se reprimieron con
dureza. En suma, "las masas urbanas, a
diferencia de las rurales, tuvieron la libertad
de adherir individualmente a cualquiera de
los líderes que surgían en el ámbito de la
crisis de los grupos dominantes"10.
II. Clases Populares Urbanas:
Contempladas, más no
Incorporadas.
A. La emergencia subordinada de las clases
populares urbanas:
El que las clases populares urbanas
emergieran gracias a una serie de
transformaciones en las estructuras del
Estado -fundamentalmente la crisis de la
hegemonía oligárquica-, no significa que su
ascenso al juego político haya sido
autónomo y con orientaciones políticas
propias. Por el contrario, emergieron
envueltas en una relación de manipulación,
inherente al sistema populista que
reemplazó a la oligarquía.
El populismo se caracterizó por una
ausencia de representación política propia.
En otras palabras, hubo una tendencia de
las clases populares a identificarse con los
líderes venidos de otras clases, como los
sectores oligárquicos en decadencia11. Así,
las clases populares simplemente sirvieron
de masas de maniobra para la legitimación
de los nuevos líderes políticos y, por lo
tanto, del Estado populista. Esas relaciones
de manipulación impusieron unos límites
a la autonomía del comportamiento de las
clases populares, en la medida en que sus
intereses reales de clase sólo encontraban
algún grado de expresión política si se
ajustaban o subordinaban a los intereses de
las clases dominantes. Es decir, las clases urbanas, al ser promovidas
desde arriba a la participación del Estado, estuvieron condenadas
a una subordinación política que no podían romper, a menos que
decidieran poner en peligro las condiciones de su propia
incorporación. Además, la carencia de una conciencia de clase en
el comportamiento político de las masas, que parecía más bien
una especie de sumisión emotiva a los liderazgos personalistas, se
profundizó gracias a su identificación con "ideologías supraclasistas"
como el nacionalismo y el antiimperialismo.
Por otra parte, considerando que la ampliación de la base social
del Estado y de los derechos sociales se hizo durante gobiernos
que limitaron los derechos políticos individuales y mantuvieron
un rígido control estatal sobre los sindicatos, puede afirmarse que
la democratización del Estado se hizo por vía autoritaria y bajo
estructuras estatales semi-corporativas12.
Como ya se mencionó, la movilización social fue una condición
para que el comportamiento político de la población implicara
algún tipo de opción de parte de los individuos. Sin embargo, la
movilización social no explica porqué las clases populares optaron
por la alternativa populista, que significaba adherirse a un proyecto
político ajeno, en vez de optar por un proyecto político propio. La
pregunta es, entonces, por qué las clases populares urbanas,
disponibles a la participación política, cualquiera que ella fuera, se
prestaron a la manipulación populista.
Una primera explicación a esta pregunta se basa en la teoría de la
modernización, según la cual, dado que Latinoamérica sufrió un
proceso de movilización social muchos más acelerado que el
europeo (rápido paso del campo a la ciudad), las clases populares
urbanas recién formadas tenían una alta composición de origen
agrario europeo o local. En ese sentido, las clases populares eran
portadoras de tradiciones agrarias que no pudieron desechar
fácilmente, debido a su incorporación rápida a la vida urbana, y
por lo tanto, carecían de una experiencia de clase (no tenían, por
ejemplo, experiencia sindical) y de experiencia política (la mayor
parte no había sido politizada por partidos obreros tradicionales).
Ello explicaría, por supuesto, su disponibilidad a la manipulación.
Sin embargo, algunos investigaciones de los setenta13, indican, por
ejemplo, que en el caso brasileño la composición rural de las masas
urbanas en formación durante los treinta no era tan grande como,
hoy, se supone. Dichas investigaciones muestran dos hechos que
resultan relevantes al respecto: en primer lugar, no hubo muchos
10 Francisco Weffort, Clases populares y desarrollo social: contribución al estudio del" Populismo", Escuela Latinoamericana de Sociología (ELAS),
mimeo, 1974, pp.46-52.
11 La trayectoria inicial de Getulio Vargas, quien terminó suicidándose en una postura popular y anti-imperialista, es muy diciente de este
hecho. Él surgió políticamente en el seno de la oligarquía (fue jefe del gobierno oligárquico del Estado de Rio Grande do .Vw/entre 1926 y
1930 y ministro de gobierno de Washington Luis, el último gobierno oligárquico del Brasil) y consolidó su posición política en los movimientos
de clase media (fue el jefe del gobierno provisorio después de la revolución tenentista militar entre 1930 y 1934).
12 Incluso después de desmontada la dictadura varguista en el Brasil, durante la democracia de masas del PSD-PTB, armada por el propio
Vargas, todas las organizaciones que se presentaban como mediadoras entre el Estado y los individuos eran, antes que nada, entidades
anexas al propio Estado. Por lo tanto, la estructura administrativa semi-corporativa en el Brasil se siguió manteniendo después de la
dictadura.
13 Veáse: Weffort, op.ciL, pp.54-80.
63
emigrantes "directos" del campo a la gran
ciudad, ya que buena parte de la población
rural migró escalonadamente en dos fases
(primero del campo a la ciudad intermedia,
y luego, de la ciudad intermedia a la gran
ciudad); y en segundo lugar, una
proporción no despreciable de emigrantes
directos (los que pasaron del campo a la
gran ciudad sin una fase intermedia), en
especial aquellos ubicados en poblaciones
rurales cercanas a las ciudades más
industrializadas, habían estado ligados a
sectores agrícolas modernos.
Estas observaciones sugieren que no fue
despreciable el número de personas del
campo que, al llegar a la ciudad, ya habían
tenido una especie de experiencia urbana,
bien fuera por su estadía en ciudades
intermedias o por su vinculación a sectores
agrícolas modernos. Esto significa que el
paso de la fazenda tradicional a la gran
ciudad no fue tan directo como se imagina
y por ello resulta ingenuo suponer que la
manipulación de las clases populares
urbanas en formación se debió a una falta
de experiencia o al mantenimiento de los
comportamientos políticos tradicionales del
campo. Entonces, la manipulación debe
explicarse de otra manera.
Para autores de la escuela dependentista14,
la formación misma de las clases populares
es la que explica el fenómeno de
manipulación populista. Según Francisco
Weffort, las clases populares urbanas tenían
una composición sumamente heterogénea,
ya que se formaron de "múltiples sectores
sociales" (campesinos provenientes de
zonas rurales atrasadas, campesinos ligados
a sectores agrícolas modernos, inmigrantes
de ciudades intermedias o de Europa, etc.)
que tuvieron siempre "amplias posibilidades
de ascenso" (había ascensión social del
campo a la ciudad, de la ciudad pequeña a
la gran ciudad y en la transferencia de un
sector urbano de producción menos
avanzada a otro más avanzado). Esta
composición tan heterogénea impidió la formación de una
conciencia de los intereses comunes de clase. El comportamiento
de masas de las clases populares (un mero conglomerado de
individuos con relaciones sociales periféricas entre sí) era
comprensible, en la medida en que la expectativa de ascensión
social tenía muchas oportunidades de hacerse efectiva, hecho que
enaltecía el interés individual por encima del colectivo.
En otras palabras, la posibilidad de éxito en el plano individual de
unas clases que no tenían "nada que perder" condujo al desinterés
por una revolución social, basada en un proyecto político propio.
Las "ventajas" que recibían a cambio de la subordinación no eran
meramente simbólicas sino también reales a nivel salarial, de
seguridad, del empleo, de prestaciones... Tiene sentido, entonces,
pensar que hubo, por parte de las clases populares, un
reconocimiento de la legitimidad de la dominación de los líderes
de los partidos populistas, dado que en ese movimiento multiforme
de ascenso ellas tendieron a identificar el status quo con las
condiciones que promovían su ascenso. Los partidos líderes eran,
por lo tanto, pese a su naturaleza no popular, percibidos como \
compatibles con los intereses populares de mayor participación
social y económica15.
B. La alianza política tras el proyecto político:
Considerando la manipulación de las clases populares en eli
fenómeno populista, vale la pena preguntarse cuál fue la alianza
política que impuso su proyecto a medida que la oligarquía fue
perdiendo su hegemonía. "En término generales, podría decirse <
que ninguna. En realidad, el status quo que aceptaron las clases
populares no fue el reconocimiento de la hegemonía de una o de
varias clases dominantes sobre el conjunto de la sociedad. El
populismo fue una forma de dominación que surgió en unas
condiciones de "vacio político", en el que ninguna clase tenía la
hegemonía, porque ninguna se figuraba capaz de asumirla.
Entonces, lo que realmente se dio, después de la crisis de la
hegemonía oligárquica, fue un amplio e inestable compromiso
entre los grupos dominantes. Frente a la crisis de las clases agrarias,
fueron varios grupos de clases diferentes (clases medias emergentes,
grupos oligárquicos decadentes, empresariado industrial), y no una
determinada clase, los que cumplieron el papel de encauzar las
presiones sociales que condujeron a la modernización paulatina e
incompleta de la estructura política16. Ninguno de esos grupos tuve la
condición para aparecer como representante de los intereses
globales de su propia clase y ninguno logró proyectarst
nacionalmente para, de acuerdo a sus intereses, moldear un;
organización general de la sociedad o del Estado diferente a 1;
que ya se había establecido de tiempo atrás.
14 Ibid
15 Como decía Weber, "toda forma de dominación implica el reconocimiento, por parte de los dominados, de la legitimidad de los
mandatos". Eso implica que. bajo ciertas circunstancias, un orden basado en la desigualdad social puede ser aceptable inclusive para
algunos sectores de las cías dominadas.
16 Juan Carlos Rubinslein (comp), El Estado Periférico latinoamericano, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1989, pp.137-146.
64
siempre estuvo ante la disyuntiva de buscar
legitimidad en las masas populares, profundizando
el proceso de transformación de las estructuras, o
"de buscar apoyo en la fuerza de los patrones
oligárquicos o, lo que significa casi lo mismo, en los
patrones oligárquicos de la fuerza"20. En suma, paralelo
al Estado populista, hubo también un Estado
autoritario que se fue consolidando con el
fortalecimiento político del ejecutivo, la
personalización del poder y la ampliación de la
soberanía del Estado (vía el incremento del poder
económico y administrativo del mismo). En esa
condición de crisis inestable de la hegemonía, el
líder o el partido populista se reservó la función de
intercambio entre los grupos dominantes y las
masas. El líder y el Estado se autoidentificaron y
comenzaron a hacer las veces de árbitros de los
intereses divergentes en medio del vacio político21.
Una parte de las oligarquías tradicionales,
especialmente las que estaban en una condición
marginada y en decadencia, se sumaron a las
exigencias de modernización de las estructuras políticas;
pero estas nunca tuvieron la condición para formular
un proyecto de Nación desvinculado de la
producción para el mercado externo. Los
movimientos de clase media, al aspirar solamente
a la modernización de la estructura política,
pasando por alto las conexiones entre la vieja
estructura de poder y el proceso productivo -del
cual dependían y eran solidarios-, lograron entrar
a participar del poder; pero no pudieron crear
un orden político de acuerdo a sus principios e
intereses. La clase media no logró ser una “élite de
reemplazo", pues, al no tener cohesión, ideología,
programa social, económico y político propios, su
eficacia política siempre dependió de una alianza
con otros, especialmente con las oligarquías cuando
los trabajadores se desbordaban 17 . La burguesía
industrial naciente tampoco pudo convertirse en élite
hegemónica, pues la industria nunca suplantó al viejo
modelo, sino que lo complementó (el desarrollo
industrial fue dependiente de las antiguas estructuras en
lo que se refiere a la creación de un mercado interno y a la
capacidad para importar). Así, los grupos industriales
no se
constituyeron
en
una
fuerza
individualizada dentro del escenario político ni
asumieron responsabilidades políticas, sino que más
bien, con un bajo perfil, aprovecharon la nueva
situación creada por la decadencia agraria. Por lo tanto,
lo que hubo fue un "Estado de compromiso"18, en el
que, pese a las tensiones que resultan de los
intereses contradictorios, nadie se impone
hegemónicamente para fundar de modo legítimo un
orden político. Por supuesto, bajo esta condición de
inestabilidad permanente, también hubo momentos en
los que ciertos sectores intentaron imponerse por la
fuerza para impedir transformaciones de fondo al
status quo19. En esas situaciones cruciales, donde el
compromiso se hizo precario, el Estado populista
Sin embargo, debe anotarse que la opción
autoritaria no fue una constante, sino más bien un
último recurso en momentos en los que la ausencia
de hegemonía generaba conflictos graves. En
muchos momentos, el Estado populista se mantuvo
sin el Estado autoritario. Por ejemplo, en el caso
brasileño, el derribamiento de la dictadura de Vargas
en 1945 por un ministro de Defensa, General Gaspar
Dutra, dio paso a la instauración de normas
aparentemente democráticas y al establecimiento de
un nuevo sistema de partidos, y modificó la
naturaleza autoritaria del Estado aunque no la
populista. Esa nueva democracia brasileña se
construyó sobre la misma base de compromiso social
de la dictadura, tuvo como fuente principal de
legitimidad a las masas populares y como jefes a los
mismos líderes populistas22. Es decir, la
democracia de masas, posterior a la dictadura,
preservó las características políticas que venían
formándose desde los años treinta, gracias a
que las
17 La revolución de la Alianza Liberal (líderes del tenentismo junto a algunos sectores oligárquicos) en 1930, en el Brasil, es un
buen ejemplo de la consigna que caracterizó a los movimientos de las clases medias: "hagamos la revolución anies que el pueblo
la haga".
18 Weffort., op.cit., pp.30-53.
19 Algunas veces, las oligarquías impulsaron contra-revolución camuflada (no en nombre de la oligarquía) y no exclusiva (con
participación de otros sectores). Por ejemplo, en Argentina, a la caída de Irigoyen, los grupos militares, por la vía del fraude y la
violencia, intentaron restaurar el viejo régimen bajo el famoso Gobierno de Concordia (1930-1943). En 1932, en el Brasil hubo
también un levantamiento de las oligarquías del sur (.SVZo Paulo), en nombre de la constitucionalización del nuevo régimen.
20 Weffort, op.cit., p.33.
21 Dado el largo período de inestabilidad del primer gobierno de Vargas (1934-1937), éste tuvo como única alternativa para
mantenerse en el poder la de afianzar su poder personal, hecho que desembocó en la dictadura o Estado Novo (1937-1945).
22 Poco después de su derrocamiento, Getulio Vargas, "el padre de los pobres", regresó al poder bajo las reglas de juego
democráticas (1950-1953). Se dice que el sistema partidario de la nueva democracia brasileña se creó bajo el patrocinio de
Vargas, quien tenía como objetivo organizar el mismo esquema de alianza de clases en que se apoyara durante su primer
período de gobierno dictatorial. Así, el Partido Social Democrático era la expresión política de los sectores conservadores
vinculados a las actividades agrarias (este consiguió mantener el dominio de la mayoría de las zonas rurales con base en una
política de clientela, similar al "coronelismo" de la República Vieja); mientras que el Partido TrabalhiMa Brasileiro dio expresión
política a las masas trabajadoras. Ambos, se argumenta, fueron partidos de patronazgo, dependientes del poder personal de
Vargas y siempre vinculados, no sin contradicciones, a lodos los gobiernos siguientes.
65
estructuras en las que vivía la sociedad
brasileña desde la revolución permanecían
prácticamente intactas desde entonces23.
III. Conclusiones
Como puede apreciarse, el populismo es un
fenómeno contradictorio: significa la
emergencia de las clases populares urbanas
para contemplarlas dentro del proyecto
político de las clases dominantes, pero sin
incorporarlas al proyecto de dominación;
es un movimiento antiliberal, pero al mismo
tiempo antisocialista; incluso es un
movimiento liberal y socializante
simultáneamente. Las clases populares
emergieron a la vida política, pero no se
representaron a sí mismas ni se enfrentaron
a los intereses de otras clases; no hicieron
una crítica expresa al modo de producción
capitalista; tampoco se manifestaron contra
el Estado, sino que más bien buscaron
participar en éste. Por ello, la capacidad de
transformación de las clases populares fue
siempre limitada y, aunque no estuvieron
completamente ausentes del proceso de
decadencia de la hegemonía oligárquica,
su presencia fue muy difusa.
Hay que concluir también que la crisis de
la oligarquía, no significó el fin de la misma.
Nunca hubo una revolución contra la
oligarquía, en el sentido de redefinición
total de las estructuras de la propiedad y
del Estado. La crisis fue, en cambio, un
proceso largo y complejo, en el que las viejas
estructuras demostraron su capacidad de
persistir, no sólo por resistencia a los cambios sino por readaptación
a ellos. Algunas veces, las antiguas estructuras llegaron a promover
las presiones transformadoras parciales, lo que demuestra que las
estructuras contradictorias del Estado oligárquico no fueron rígidas,
sino que se reajustaron a la situación paulatina de crisis social, con
sus consecuentes presiones, y a los cambios que produjo la crisis
del modelo de desarrollo hacia afuera. Frente a la ausencia de
grupos que pudieran producir cambios en las orientaciones
fundamentales del proceso de producción, las oligarquías
permanecieron y siguieron participando del Estado, a veces en
forma desproporcionada a su peso real, mediante la redefinición
de sus relaciones sociales y políticas (se hicieron imprescindibles
en el camino de ascenso de los nuevos grupos y se hicieron
representar por líderes venidos de otras clases). Así, siempre
subsistieron las viejas bases estructurales de la gran propiedad de
la tierra. Es un hecho, que esta permeabilidad de la oligarquía
expresa tanto su debilidad como su vitalidad.
El que después del populismo sólo haya habido una movilidad social
relativa, sin ruptura de las barreras de clase de gran significación,
no significa que no se hubieran dado cambios en las relaciones de
poder o de producción. En realidad los hubo, y fueron importantes,
pero no totales. Por ejemplo, terminó la hegemonía oligárquica y
la oligarquía tuvo que pagar un alto precio para poder mantenerse
en el poder, como por ejemplo traer al escenario político las
insatisfacciones presentes y crecientes en las clases populares, a
medida que se las incorporaba como una simple herramienta de
legitimación. Esas insatisfacciones incorporadas al proyecto político,
siguen siendo, hoy, una amenaza permanente de superación del
status quo. Como diría Weffort: "toda la política populista paga un
precio por la adhesión popular, cualquiera que sea la amplitud de
su capacidad de manipulación: en el plano político, ella debe asumir
responsabilidades con la democratización del Estado; y en el plano
económico, un compromiso con la expansión de las posibilidades
de consumo....Entonces, la presión popular impone al capitalismo
dependiente un serio desafío: compatibilizar el desarrollo
económico y el desarrollo democrático... La frustración social de
los latinoamericanos es que esa tarea quedó planteada desde
entonces, pero aún no llega quién la cumpla"24
23 El proceso de industrialización brasileño de los cincuenta no pudo independizarse de las influencias ejercidas por el mercado externo.
El desarrollo industrial pasó a depender cada vez más del capital extranjero y nunca se creó un empresariado nacional capaz de
formular una política nacional. Buena parte de la nueva industria era por los demás estatal (1962-1969). Por eso, durante mucho tiempo,
la política brasileña se caracterizó por "la continuidad del compromiso y la crisis del poder", situación ésta que se agravó notablemente
en los años del gobierno de Goulart con el evidente choque de fuerzas sociales. Los golpes de Estado siguieron siendo una alternativa
política para los grupos insatisfechos con las orientaciones del régimen. Ejemplos de estos intentos golpistas en el Brasil fueron la
oposición de la derecha a la entrega del gobierno a Vargas en 1950, la crisis de 1954 que concluyó con el suicidio de Vargas, la
oposición de la derecha al ascenso de Kubitchek en 1955 y de Goulart en 1961.
24 Weffort, op.cit., p.74.
66
Bibliografía
Antonio Cavalla Rojas, Los militares en
América Latina, México, Facultad de
Ciencias Políticas y Sociales UNAM, 1983.
Carlos de la Torre, "The Ambiguous
Meanings of Latín American Populisms", en
Social Research, New York, Vol.59, No.2,
summer, 1992, pp.385-414.
Demetrio
Boersner,
Relaciones
Francisco Weffbrt, Clases populares y desarrollo social:
contribución al estudio del "Populismo", Escuela
Latinoamericana de Sociología (ELAS),mimeo, 1974.
Juan Carlos Portantiero, "La múltiple transformación
del Estado latinoamericano", en Nueva Sociedad,
Venezuela, No. 104, noviembre-diciembre, 1989,
pp.88-94.
Juan Carlos Rubinstein (comp), El Estado Periférico
latinoamericano, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1989.
Internacionales de América Latina, Venezuela,
Editorial Nueva Sociedad, cuarta edición, 1990.
Rudiger Dornbusch y Sebastian Edwards, "La
macroeconomía del populismo en la América Launa", en
El trimestre Económico, México, No.225, enero-marzo,
1990, pp.121-162.
67
Descargar