Militarismo, Nacionalismo Y Populismo El caso de Argentina y Brasil Juan Carlos Guerrero B. Investigador del Centro de Investigaciones y Proyectos Especiales (CIPE) de la Universidad Externado de Colombia y profesor de Relaciones Internacionales de la misma Universidad. El autoritarismo, temática importante dentro del estudio del Estado y las formas de dominación en Latinoamérica, ha sido uno de los fenómenos más estudiados por las ciencias sociales dentro de la problemática general latinoamericana. Si bien toda una escuela de pensamiento europeo considera que el autoritarismo es consustancial a la naturaleza misma del Estado latinoamericano, los enfoques latinoamericanos aseguran que en la región no han habido Estados militares propiamente dichos, sino regímenes militares dentro de Estados capitalistas dependientes. Este ensayo se inscribe justamente dentro de la segunda corriente, centrándose específicamente en un segundo momento del militarismo latinoamericano -posterior al denominado "militarismo caudillista"-, que se materializó en los gobiernos nacionalistas y populistas de Getulio Vargas, en el Brasil, y de Juan Domingo Perón, en Argentina. Así el tema a abordar será el de militarismo, nacionalismo y populismo, tres fenómenos que en los casos brasileño y argentino no pueden ser tratados por separado. En primer lugar, porque la emergencia de los sectores populares en el escenario político, más conocida como populismo, se dio, en estos países del cono sur, fundamentalmente por la vía autoritaria. Por eso se establece una relación entre el populismo y el militarismo. Y segundo, porque el nacionalismo se convirtió en la práctica estatal a través de la cual los regímenes autoritarios declararon su fobia respecto del llamado "imperialismo", con el objetivo también de que los sectores populares legitimaran su proyecto político. De aquí se desprende, entonces, una relación entre el nacionalismo, el militarismo y el populismo. Esta compleja maraña de relaciones entre los tres fenómenos, hace difícil buscar una etiqueta que caracterice adecuadamente-los gobiernos de Vargas y de Perón, bien sea como militarismos populistas-nacionalistas, populismos militaristas-nacionalistas o nacionalismos militaristas-populistas. Interesa abordar el estudio del militarismo populista-nacionalista argentino y brasileño no sólo por las similitudes entre los dos, sino también porque en ambos países, como en ningún otro, el populismo llegó a materializarse en un verdadero "sistema político populista". En ese sentido, vale la pena resaltar que, aunque los fenómenos peronista y varguista pueden asemejarse parcialmente a "otras formas de populismo latinoamericano" como la experiencia chilena durante el Frente Popular, o los gobiernos de Cárdenas en México y de Arbenz en Guatemala, es muy difícil, a partir de los dos casos aquí contemplados, establecer generalizaciones válidas para todos los demás países latinoamericanos, ya que la emergencia popular en cada uno de ellos tuvo diferencias importantes. El objetivo fundamental de este ensayo es mirar cómo el militarismo populista-nacionalista, en el caso brasileño y argentino, es el resultado de dos procesos: por un lado, la crisis de la hegemonía oligárquica, y por el otro, la adhesión de las clases populares emergentes al proyecto político de los partidos populistasnacionalistas que aspiraban a llenar el vacío de poder dejado por la vieja oligarquía. Sin embargo, en un segundo aparte, se demostrará que las clases populares urbanas, al optar por adherirse al proyecto populista-nacionalista, terminaron por quedar marginadas del nuevo proyecto político que intentó reemplazar a la vieja hegemonía oligárquica. Por lo tanto, dada la condición subordinada en la que emergieron las clases populares urbanas, la política populista-nacionalista nunca se tradujo en un proyecto de Estado para los sectores populares y la contemplación de éstos en el proyecto político de los líderes populistas no significó necesariamente su incorporación a la alianza de los sectores sociales dominantes. 60 I. El Surgimiento del Militarismo Populista-Nacionalista A. De la crisis de la hegemonía oligárquica al vacío político: A diferencia de Europa, la burguesía industrial estuvo políticamente ausente como clase en la formación del Estado latinoamericano. Por el contrario, fueron las clases agrarias -propietarias de grandes extensiones de tierra- y comerciales, interesadas en desarrollar una economía exportadora de productos primarios, las primeras en imponer una hegemonía social, económica y política, capaz de conformar un Estado de clase, al que se le ha denominado el Estado oligárquico1. Aunque éste adoptó una fachada de Estado liberal a nivel ideológico y de la estructura institucional, en realidad la participación política se restringió a los miembros de la élite, conformada por los sectores vinculados a la gran propiedad de la tierra. Esa extraña composición del Estado latinoamericano (Estado oligárquicoliberal) fue necesaria para insertar competitivamente a las economías dependientes al mercado internacional en una coyuntura que les fue favorable, satisfaciendo al mismo tiempo las exigencias de comportamiento liberal impuestas por la relación externa. Pero la contradicción que resultó de un Estado a la vez oligárquico y liberal fue la que condujo a la crisis de la hegemonía oligárquica2. Crisis que de todas formas fue paulatina y parcial. La primera manifestación de la crisis se dio con la emergencia de los movimientos de la clase media a la vida política, durante las dos primeras décadas de este siglo3, que se revelaron contra el carácter "parcial" del Estado oligárquico; es decir, un Estado que no era plenamente soberano en sus relaciones externas y que mantenía marginadas de la política a porciones considerables de la población, circunstancias estas, que le impedían reivindicar una legitimidad democrática "nacional". La reivindicación de la clase media era la de mayor participación (a través del voto universal y secreto) y moralización de las costumbres políticas. Su aspiración era la de hacer efectivo el liberalismo-democrático inscrito en la legalidad oligárquica, de manera que quedara definida jurídica e institucionalmente su participación en el poder. En suma, la clase media reclamaba el "derecho" a ocupar un lugar que ya ocupaban de "hecho"; sin embargo, esta primera crisis del sistema oligárquico no trascendió el nivel del Estado. Fundamentalmente porque el movimiento de clase media no se preocupó por las contradicciones en el resto de las relaciones sociales, razón por la cual tampoco formuló una perspectiva propia con relación al proceso de producción. Tal despreocupación tuvo una razón de ser: la clase media tenía un carácter dependiente de las estructuras oligárquicas, ya que surgió como tal, de la expansión de funciones que produjo el crecimiento de las economías de hacienda orientadas hacia el exterior y siempre le fue muy difícil encontrar condiciones favorables para el ejercicio de funciones productivas autónomas. Por esa razón, esta no tenía, en los años veinte, porqué cuestionar un sistema económico del cual dependía y que antes de la crisis económica de los años treinta conservaba todavía toda su vitalidad4. La segunda crisis del modelo oligárquico fue una prpfundización de la primera, cuando con el crack de 1929 comenzó la decadencia de la economía agraria. Así con el fin del período caracterizado por la vitalidad de las economías de exportación, la oligarquía perdió la poco legitimidad que le quedaba. A partir de ese momento las reivindicaciones por una mayor participación política se ampliaron a otras clases sociales y la economía tuvo que reorientarse hacia la industria interna, con la consecuente intensificación del proceso de urbanización. Es decir, a partir de ese momento el proyecto y la hegemonía política de la oligarquía tradicional se deshizo5. 1 La expresión típica del Estado oligárquico en Brasil fue la vieja república y en Argentina los gobiernos del último cuarto del siglo XIX. 2 Muchos coinciden en que esa contradicción se reprodujo en otros ámbitos, como en el de las relaciones económicas en general. Por ejemplo, en las grandes haciendas coexistían las relaciones sociales de producción semi-serviles con las formas capitalistas de la economía agro-exportadora. Podría decirse, entonces, que no es de extrañar la ausencia real de contenidos liberales en el Estado oligárquico, ya que un trabajador que no era libre en la estructura económica, tampoco podía participar políticamente con autonomía. Por lo tanto, la restricción de la libertad de las masas durante el siglo XIX fue inherente al modo de producción tradicional latinoamericano. 3 Aunque los movimientos populares fueron herederos de algunas de las tareas de los movimientos de clase media, estos últimos difieren de los primeros por las circunstancias en las que surgieron, su ideología y su composición social. El radicalismo argentino, que lleva al poder a Irigoyen en 1923, y el tenentismo brasileño fueron expresiones típicas de los movimientos de clase media. 4 En Argentina el carácter dependiente de la clase media fue mucho más matizado que en el Brasil, ya que ésta estaba conformada por inmigrantes y pequeños propietarios rurales y urbanos que tenían una mayor conciencia de las peculiaridades de su situación social. 5 En el Brasil el fin de la hegemonía oligárquica comenzó con la caída de Washington Luis como consecuencia de la revolución de 1930, provocada por un supuesto fraude electoral en el que perdió la oposición. En Argentina, curiosamente, el fin de la oligarquía coincide con la caída de Irigoyen, quien, al ser incapaz de transformar el sistema institucional oligárquico que criticaba, termina adhiriéndose a él, e incluso, cayendo con él como consecuencia de la crisis económica. 61 B. Nacionalismo y populismo: el llamado a las clases populares: Paralela a la crisis de la hegemonía oligárquica, con la consiguiente necesidad de formación de una nueva estructura de poder, fue surgiendo una nueva clase social que resultó ser fundamental para la emergencia del populismo: la clase popular "urbana". Esta nueva fuerza comenzó a surgir en el plano económico gracias al desarrollo paulatino de funciones urbanas y de industrias asociadas a la economía agraria6. Desde ese momento, y no después, se comenzó a desatar un proceso de urbanización y movilización social, que más tarde se profundizaría con el abandono de la orientación hacia afuera de la economía, ocasionado por la crisis de los años treinta. Poco a poco, las clases populares urbanas fueron apareciendo en el escenario político, hasta hacerse evidentes con la crisis de la hegemonía oligárquica señalada con anterioridad. Frente al vacío de poder planteado por la ausencia de una hegemonía, nuevas figuras intentaron emerger en el escenario político y la mejor forma para hacerlo fue intentar asegurarse el monopolio político de la entrada de las nuevas clases al poder. Fue así, como surgieron líderes de la talla de Getulio Vargas en el Brasil y Juan Domingo Perón en la Argentina. Ellos adquirieron un gran prestigio entre las masas, al reconocer la necesidad de establecer una legislación laboral, una estructura sindical y unos derechos sociales para las clases populares urbanas, que fueran acompañados de principios liberales de "representación y justicia". La pretensión de los nuevos "padres de los pobres" era la de definir la ciudadanía de las nuevas clases emergentes. Este discurso populista estuvo acompañado de un discurso nacionalista que pretendía disminuir la dependencia con el exterior, sin lugar a dudas, costosa y nociva para el país. Siguiendo esa orientación nacionalista los Estados adquirieron matices interventores en lo económico, que debían conducir a la creación de nuevas industrias, menos dependientes del exterior y más de un mercado interno7. Pero este nacionalismo también se formuló con el objetivo de legitimar al nuevo régimen, cortando de entrada toda posibilidad de surgimiento de una oposición, al suplantar posibles ideologías de clase por una ideología de Estado (el nacionalismo), bajo la cual era factible contemplar dentro del proyecto político a un amplio espectro de sectores sociales que no se reducían a las clases obreras urbanas. Por esta razón, los movimientos populistas-nacionalistas alcanzaron a tener una composición pluriclasista que no excluía a sectores no obreros8. Se pretendía, entonces, que la adhesión de las masas al nacionalismo tendiera a oscurecer la división real de la sociedad en clases con intereses sociales conflictivos y a establecer la idea de "pueblo" (o de Nación), entendido éste como una comunidad de intereses solidarios. Vale la pena resaltar que este fenómeno populista-nacionalista es un fenómeno urbano y, por tanto, asociado a los procesos de movilización social latinoamericanos. Y ello por una razón elemental: las clases populares de las ciudades -en especial aquellas de mayor crecimiento e impactadas por el desarrollo industrial y las migraciones9, donde surgió una masa de obreros calificadosestaban sujetas a unas condiciones sociales especiales: mayor comunicación, alfabetismo y, por lo tanto, posibilidades de participación electoral. Tales condiciones eran muy distintas a las de las clases populares del campo y obviamente modificaron los viejos patrones de socialización y comportamiento político. Los nuevos grupos, antes sumergidos en la pasividad correspondiente al patrón normativo tradicional, adquirieron una cierta capacidad de comportamiento deliberativo, alcanzaron niveles de aspiración distintos a los establecidos por el patrón existente, y en consecuencia, comenzaron a ejercer actividad en el campo político. Así, con la urbanización y la movilización social, amplios sectores de la población quedaron en situación de "disponibilidad a la participación política", situación que era muy difícil de encontrar en el campo, donde había una mayoría de analfabetos excluidos legalmente de la participación electoral y donde aún pesaba demasiado el poder económico y social de los grandes propietarios 6 Esto quiere decir que la industrialización en países como Argentina y Brasil comenzó antes de la crisis de los treinta, muy ligada al desarrollo de los sectores primarios -por ejemplo al de la carne en Argentina y al del café en el Brasil-. Por ello se afirma que los conflictos entre los sectores ligados a la industria y los ligados a la agricultura fueron mínimos, sino nulos, dado que en realidad la decadencia de la agricultura estuvo asociada más a una crisis de origen externo que a una política industrial conciente. 7 Fueron significativos los tonos nacionalistas del segundo gobierno de Vargas (1950-1954) y del gobierno de Goulart en cl Brasil, así como el de Perón en Argentina. Las acerías y las empresas petroleras fueron los símbolos de estas políticas nacionalistas. 8 En el caso argentino se incorporó incluso a la ola inmigrante de principios de siglo, ofreciéndoles no sólo la posibilidad de mantener una doble nacionalidad, sino extendiéndoles derechos que no tenían en sus países de origen. Eso puede explicar por qué Argentina, un país de inmigrantes, es uno de los países más nacionalistas de América Latina. En el caso brasileño, también fue muy difícil identificar clases y sectores sociales, ya que el movimiento populista fue bastante heterogéno (incluso talvez más que en la Argentina). 9 Se estima que, entre los años cuarenta y cincuenta, más de la mitad del crecimiento poblacional de las ciudades brasileñas más grandes se debió a la inmigración de extranjeros. 62 de tierra. Allí el movimiento social adquirió formas violentas, que se reprimieron con dureza. En suma, "las masas urbanas, a diferencia de las rurales, tuvieron la libertad de adherir individualmente a cualquiera de los líderes que surgían en el ámbito de la crisis de los grupos dominantes"10. II. Clases Populares Urbanas: Contempladas, más no Incorporadas. A. La emergencia subordinada de las clases populares urbanas: El que las clases populares urbanas emergieran gracias a una serie de transformaciones en las estructuras del Estado -fundamentalmente la crisis de la hegemonía oligárquica-, no significa que su ascenso al juego político haya sido autónomo y con orientaciones políticas propias. Por el contrario, emergieron envueltas en una relación de manipulación, inherente al sistema populista que reemplazó a la oligarquía. El populismo se caracterizó por una ausencia de representación política propia. En otras palabras, hubo una tendencia de las clases populares a identificarse con los líderes venidos de otras clases, como los sectores oligárquicos en decadencia11. Así, las clases populares simplemente sirvieron de masas de maniobra para la legitimación de los nuevos líderes políticos y, por lo tanto, del Estado populista. Esas relaciones de manipulación impusieron unos límites a la autonomía del comportamiento de las clases populares, en la medida en que sus intereses reales de clase sólo encontraban algún grado de expresión política si se ajustaban o subordinaban a los intereses de las clases dominantes. Es decir, las clases urbanas, al ser promovidas desde arriba a la participación del Estado, estuvieron condenadas a una subordinación política que no podían romper, a menos que decidieran poner en peligro las condiciones de su propia incorporación. Además, la carencia de una conciencia de clase en el comportamiento político de las masas, que parecía más bien una especie de sumisión emotiva a los liderazgos personalistas, se profundizó gracias a su identificación con "ideologías supraclasistas" como el nacionalismo y el antiimperialismo. Por otra parte, considerando que la ampliación de la base social del Estado y de los derechos sociales se hizo durante gobiernos que limitaron los derechos políticos individuales y mantuvieron un rígido control estatal sobre los sindicatos, puede afirmarse que la democratización del Estado se hizo por vía autoritaria y bajo estructuras estatales semi-corporativas12. Como ya se mencionó, la movilización social fue una condición para que el comportamiento político de la población implicara algún tipo de opción de parte de los individuos. Sin embargo, la movilización social no explica porqué las clases populares optaron por la alternativa populista, que significaba adherirse a un proyecto político ajeno, en vez de optar por un proyecto político propio. La pregunta es, entonces, por qué las clases populares urbanas, disponibles a la participación política, cualquiera que ella fuera, se prestaron a la manipulación populista. Una primera explicación a esta pregunta se basa en la teoría de la modernización, según la cual, dado que Latinoamérica sufrió un proceso de movilización social muchos más acelerado que el europeo (rápido paso del campo a la ciudad), las clases populares urbanas recién formadas tenían una alta composición de origen agrario europeo o local. En ese sentido, las clases populares eran portadoras de tradiciones agrarias que no pudieron desechar fácilmente, debido a su incorporación rápida a la vida urbana, y por lo tanto, carecían de una experiencia de clase (no tenían, por ejemplo, experiencia sindical) y de experiencia política (la mayor parte no había sido politizada por partidos obreros tradicionales). Ello explicaría, por supuesto, su disponibilidad a la manipulación. Sin embargo, algunos investigaciones de los setenta13, indican, por ejemplo, que en el caso brasileño la composición rural de las masas urbanas en formación durante los treinta no era tan grande como, hoy, se supone. Dichas investigaciones muestran dos hechos que resultan relevantes al respecto: en primer lugar, no hubo muchos 10 Francisco Weffort, Clases populares y desarrollo social: contribución al estudio del" Populismo", Escuela Latinoamericana de Sociología (ELAS), mimeo, 1974, pp.46-52. 11 La trayectoria inicial de Getulio Vargas, quien terminó suicidándose en una postura popular y anti-imperialista, es muy diciente de este hecho. Él surgió políticamente en el seno de la oligarquía (fue jefe del gobierno oligárquico del Estado de Rio Grande do .Vw/entre 1926 y 1930 y ministro de gobierno de Washington Luis, el último gobierno oligárquico del Brasil) y consolidó su posición política en los movimientos de clase media (fue el jefe del gobierno provisorio después de la revolución tenentista militar entre 1930 y 1934). 12 Incluso después de desmontada la dictadura varguista en el Brasil, durante la democracia de masas del PSD-PTB, armada por el propio Vargas, todas las organizaciones que se presentaban como mediadoras entre el Estado y los individuos eran, antes que nada, entidades anexas al propio Estado. Por lo tanto, la estructura administrativa semi-corporativa en el Brasil se siguió manteniendo después de la dictadura. 13 Veáse: Weffort, op.ciL, pp.54-80. 63 emigrantes "directos" del campo a la gran ciudad, ya que buena parte de la población rural migró escalonadamente en dos fases (primero del campo a la ciudad intermedia, y luego, de la ciudad intermedia a la gran ciudad); y en segundo lugar, una proporción no despreciable de emigrantes directos (los que pasaron del campo a la gran ciudad sin una fase intermedia), en especial aquellos ubicados en poblaciones rurales cercanas a las ciudades más industrializadas, habían estado ligados a sectores agrícolas modernos. Estas observaciones sugieren que no fue despreciable el número de personas del campo que, al llegar a la ciudad, ya habían tenido una especie de experiencia urbana, bien fuera por su estadía en ciudades intermedias o por su vinculación a sectores agrícolas modernos. Esto significa que el paso de la fazenda tradicional a la gran ciudad no fue tan directo como se imagina y por ello resulta ingenuo suponer que la manipulación de las clases populares urbanas en formación se debió a una falta de experiencia o al mantenimiento de los comportamientos políticos tradicionales del campo. Entonces, la manipulación debe explicarse de otra manera. Para autores de la escuela dependentista14, la formación misma de las clases populares es la que explica el fenómeno de manipulación populista. Según Francisco Weffort, las clases populares urbanas tenían una composición sumamente heterogénea, ya que se formaron de "múltiples sectores sociales" (campesinos provenientes de zonas rurales atrasadas, campesinos ligados a sectores agrícolas modernos, inmigrantes de ciudades intermedias o de Europa, etc.) que tuvieron siempre "amplias posibilidades de ascenso" (había ascensión social del campo a la ciudad, de la ciudad pequeña a la gran ciudad y en la transferencia de un sector urbano de producción menos avanzada a otro más avanzado). Esta composición tan heterogénea impidió la formación de una conciencia de los intereses comunes de clase. El comportamiento de masas de las clases populares (un mero conglomerado de individuos con relaciones sociales periféricas entre sí) era comprensible, en la medida en que la expectativa de ascensión social tenía muchas oportunidades de hacerse efectiva, hecho que enaltecía el interés individual por encima del colectivo. En otras palabras, la posibilidad de éxito en el plano individual de unas clases que no tenían "nada que perder" condujo al desinterés por una revolución social, basada en un proyecto político propio. Las "ventajas" que recibían a cambio de la subordinación no eran meramente simbólicas sino también reales a nivel salarial, de seguridad, del empleo, de prestaciones... Tiene sentido, entonces, pensar que hubo, por parte de las clases populares, un reconocimiento de la legitimidad de la dominación de los líderes de los partidos populistas, dado que en ese movimiento multiforme de ascenso ellas tendieron a identificar el status quo con las condiciones que promovían su ascenso. Los partidos líderes eran, por lo tanto, pese a su naturaleza no popular, percibidos como \ compatibles con los intereses populares de mayor participación social y económica15. B. La alianza política tras el proyecto político: Considerando la manipulación de las clases populares en eli fenómeno populista, vale la pena preguntarse cuál fue la alianza política que impuso su proyecto a medida que la oligarquía fue perdiendo su hegemonía. "En término generales, podría decirse < que ninguna. En realidad, el status quo que aceptaron las clases populares no fue el reconocimiento de la hegemonía de una o de varias clases dominantes sobre el conjunto de la sociedad. El populismo fue una forma de dominación que surgió en unas condiciones de "vacio político", en el que ninguna clase tenía la hegemonía, porque ninguna se figuraba capaz de asumirla. Entonces, lo que realmente se dio, después de la crisis de la hegemonía oligárquica, fue un amplio e inestable compromiso entre los grupos dominantes. Frente a la crisis de las clases agrarias, fueron varios grupos de clases diferentes (clases medias emergentes, grupos oligárquicos decadentes, empresariado industrial), y no una determinada clase, los que cumplieron el papel de encauzar las presiones sociales que condujeron a la modernización paulatina e incompleta de la estructura política16. Ninguno de esos grupos tuve la condición para aparecer como representante de los intereses globales de su propia clase y ninguno logró proyectarst nacionalmente para, de acuerdo a sus intereses, moldear un; organización general de la sociedad o del Estado diferente a 1; que ya se había establecido de tiempo atrás. 14 Ibid 15 Como decía Weber, "toda forma de dominación implica el reconocimiento, por parte de los dominados, de la legitimidad de los mandatos". Eso implica que. bajo ciertas circunstancias, un orden basado en la desigualdad social puede ser aceptable inclusive para algunos sectores de las cías dominadas. 16 Juan Carlos Rubinslein (comp), El Estado Periférico latinoamericano, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1989, pp.137-146. 64 siempre estuvo ante la disyuntiva de buscar legitimidad en las masas populares, profundizando el proceso de transformación de las estructuras, o "de buscar apoyo en la fuerza de los patrones oligárquicos o, lo que significa casi lo mismo, en los patrones oligárquicos de la fuerza"20. En suma, paralelo al Estado populista, hubo también un Estado autoritario que se fue consolidando con el fortalecimiento político del ejecutivo, la personalización del poder y la ampliación de la soberanía del Estado (vía el incremento del poder económico y administrativo del mismo). En esa condición de crisis inestable de la hegemonía, el líder o el partido populista se reservó la función de intercambio entre los grupos dominantes y las masas. El líder y el Estado se autoidentificaron y comenzaron a hacer las veces de árbitros de los intereses divergentes en medio del vacio político21. Una parte de las oligarquías tradicionales, especialmente las que estaban en una condición marginada y en decadencia, se sumaron a las exigencias de modernización de las estructuras políticas; pero estas nunca tuvieron la condición para formular un proyecto de Nación desvinculado de la producción para el mercado externo. Los movimientos de clase media, al aspirar solamente a la modernización de la estructura política, pasando por alto las conexiones entre la vieja estructura de poder y el proceso productivo -del cual dependían y eran solidarios-, lograron entrar a participar del poder; pero no pudieron crear un orden político de acuerdo a sus principios e intereses. La clase media no logró ser una “élite de reemplazo", pues, al no tener cohesión, ideología, programa social, económico y político propios, su eficacia política siempre dependió de una alianza con otros, especialmente con las oligarquías cuando los trabajadores se desbordaban 17 . La burguesía industrial naciente tampoco pudo convertirse en élite hegemónica, pues la industria nunca suplantó al viejo modelo, sino que lo complementó (el desarrollo industrial fue dependiente de las antiguas estructuras en lo que se refiere a la creación de un mercado interno y a la capacidad para importar). Así, los grupos industriales no se constituyeron en una fuerza individualizada dentro del escenario político ni asumieron responsabilidades políticas, sino que más bien, con un bajo perfil, aprovecharon la nueva situación creada por la decadencia agraria. Por lo tanto, lo que hubo fue un "Estado de compromiso"18, en el que, pese a las tensiones que resultan de los intereses contradictorios, nadie se impone hegemónicamente para fundar de modo legítimo un orden político. Por supuesto, bajo esta condición de inestabilidad permanente, también hubo momentos en los que ciertos sectores intentaron imponerse por la fuerza para impedir transformaciones de fondo al status quo19. En esas situaciones cruciales, donde el compromiso se hizo precario, el Estado populista Sin embargo, debe anotarse que la opción autoritaria no fue una constante, sino más bien un último recurso en momentos en los que la ausencia de hegemonía generaba conflictos graves. En muchos momentos, el Estado populista se mantuvo sin el Estado autoritario. Por ejemplo, en el caso brasileño, el derribamiento de la dictadura de Vargas en 1945 por un ministro de Defensa, General Gaspar Dutra, dio paso a la instauración de normas aparentemente democráticas y al establecimiento de un nuevo sistema de partidos, y modificó la naturaleza autoritaria del Estado aunque no la populista. Esa nueva democracia brasileña se construyó sobre la misma base de compromiso social de la dictadura, tuvo como fuente principal de legitimidad a las masas populares y como jefes a los mismos líderes populistas22. Es decir, la democracia de masas, posterior a la dictadura, preservó las características políticas que venían formándose desde los años treinta, gracias a que las 17 La revolución de la Alianza Liberal (líderes del tenentismo junto a algunos sectores oligárquicos) en 1930, en el Brasil, es un buen ejemplo de la consigna que caracterizó a los movimientos de las clases medias: "hagamos la revolución anies que el pueblo la haga". 18 Weffort., op.cit., pp.30-53. 19 Algunas veces, las oligarquías impulsaron contra-revolución camuflada (no en nombre de la oligarquía) y no exclusiva (con participación de otros sectores). Por ejemplo, en Argentina, a la caída de Irigoyen, los grupos militares, por la vía del fraude y la violencia, intentaron restaurar el viejo régimen bajo el famoso Gobierno de Concordia (1930-1943). En 1932, en el Brasil hubo también un levantamiento de las oligarquías del sur (.SVZo Paulo), en nombre de la constitucionalización del nuevo régimen. 20 Weffort, op.cit., p.33. 21 Dado el largo período de inestabilidad del primer gobierno de Vargas (1934-1937), éste tuvo como única alternativa para mantenerse en el poder la de afianzar su poder personal, hecho que desembocó en la dictadura o Estado Novo (1937-1945). 22 Poco después de su derrocamiento, Getulio Vargas, "el padre de los pobres", regresó al poder bajo las reglas de juego democráticas (1950-1953). Se dice que el sistema partidario de la nueva democracia brasileña se creó bajo el patrocinio de Vargas, quien tenía como objetivo organizar el mismo esquema de alianza de clases en que se apoyara durante su primer período de gobierno dictatorial. Así, el Partido Social Democrático era la expresión política de los sectores conservadores vinculados a las actividades agrarias (este consiguió mantener el dominio de la mayoría de las zonas rurales con base en una política de clientela, similar al "coronelismo" de la República Vieja); mientras que el Partido TrabalhiMa Brasileiro dio expresión política a las masas trabajadoras. Ambos, se argumenta, fueron partidos de patronazgo, dependientes del poder personal de Vargas y siempre vinculados, no sin contradicciones, a lodos los gobiernos siguientes. 65 estructuras en las que vivía la sociedad brasileña desde la revolución permanecían prácticamente intactas desde entonces23. III. Conclusiones Como puede apreciarse, el populismo es un fenómeno contradictorio: significa la emergencia de las clases populares urbanas para contemplarlas dentro del proyecto político de las clases dominantes, pero sin incorporarlas al proyecto de dominación; es un movimiento antiliberal, pero al mismo tiempo antisocialista; incluso es un movimiento liberal y socializante simultáneamente. Las clases populares emergieron a la vida política, pero no se representaron a sí mismas ni se enfrentaron a los intereses de otras clases; no hicieron una crítica expresa al modo de producción capitalista; tampoco se manifestaron contra el Estado, sino que más bien buscaron participar en éste. Por ello, la capacidad de transformación de las clases populares fue siempre limitada y, aunque no estuvieron completamente ausentes del proceso de decadencia de la hegemonía oligárquica, su presencia fue muy difusa. Hay que concluir también que la crisis de la oligarquía, no significó el fin de la misma. Nunca hubo una revolución contra la oligarquía, en el sentido de redefinición total de las estructuras de la propiedad y del Estado. La crisis fue, en cambio, un proceso largo y complejo, en el que las viejas estructuras demostraron su capacidad de persistir, no sólo por resistencia a los cambios sino por readaptación a ellos. Algunas veces, las antiguas estructuras llegaron a promover las presiones transformadoras parciales, lo que demuestra que las estructuras contradictorias del Estado oligárquico no fueron rígidas, sino que se reajustaron a la situación paulatina de crisis social, con sus consecuentes presiones, y a los cambios que produjo la crisis del modelo de desarrollo hacia afuera. Frente a la ausencia de grupos que pudieran producir cambios en las orientaciones fundamentales del proceso de producción, las oligarquías permanecieron y siguieron participando del Estado, a veces en forma desproporcionada a su peso real, mediante la redefinición de sus relaciones sociales y políticas (se hicieron imprescindibles en el camino de ascenso de los nuevos grupos y se hicieron representar por líderes venidos de otras clases). Así, siempre subsistieron las viejas bases estructurales de la gran propiedad de la tierra. Es un hecho, que esta permeabilidad de la oligarquía expresa tanto su debilidad como su vitalidad. El que después del populismo sólo haya habido una movilidad social relativa, sin ruptura de las barreras de clase de gran significación, no significa que no se hubieran dado cambios en las relaciones de poder o de producción. En realidad los hubo, y fueron importantes, pero no totales. Por ejemplo, terminó la hegemonía oligárquica y la oligarquía tuvo que pagar un alto precio para poder mantenerse en el poder, como por ejemplo traer al escenario político las insatisfacciones presentes y crecientes en las clases populares, a medida que se las incorporaba como una simple herramienta de legitimación. Esas insatisfacciones incorporadas al proyecto político, siguen siendo, hoy, una amenaza permanente de superación del status quo. Como diría Weffort: "toda la política populista paga un precio por la adhesión popular, cualquiera que sea la amplitud de su capacidad de manipulación: en el plano político, ella debe asumir responsabilidades con la democratización del Estado; y en el plano económico, un compromiso con la expansión de las posibilidades de consumo....Entonces, la presión popular impone al capitalismo dependiente un serio desafío: compatibilizar el desarrollo económico y el desarrollo democrático... La frustración social de los latinoamericanos es que esa tarea quedó planteada desde entonces, pero aún no llega quién la cumpla"24 23 El proceso de industrialización brasileño de los cincuenta no pudo independizarse de las influencias ejercidas por el mercado externo. El desarrollo industrial pasó a depender cada vez más del capital extranjero y nunca se creó un empresariado nacional capaz de formular una política nacional. Buena parte de la nueva industria era por los demás estatal (1962-1969). Por eso, durante mucho tiempo, la política brasileña se caracterizó por "la continuidad del compromiso y la crisis del poder", situación ésta que se agravó notablemente en los años del gobierno de Goulart con el evidente choque de fuerzas sociales. Los golpes de Estado siguieron siendo una alternativa política para los grupos insatisfechos con las orientaciones del régimen. Ejemplos de estos intentos golpistas en el Brasil fueron la oposición de la derecha a la entrega del gobierno a Vargas en 1950, la crisis de 1954 que concluyó con el suicidio de Vargas, la oposición de la derecha al ascenso de Kubitchek en 1955 y de Goulart en 1961. 24 Weffort, op.cit., p.74. 66 Bibliografía Antonio Cavalla Rojas, Los militares en América Latina, México, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales UNAM, 1983. Carlos de la Torre, "The Ambiguous Meanings of Latín American Populisms", en Social Research, New York, Vol.59, No.2, summer, 1992, pp.385-414. Demetrio Boersner, Relaciones Francisco Weffbrt, Clases populares y desarrollo social: contribución al estudio del "Populismo", Escuela Latinoamericana de Sociología (ELAS),mimeo, 1974. Juan Carlos Portantiero, "La múltiple transformación del Estado latinoamericano", en Nueva Sociedad, Venezuela, No. 104, noviembre-diciembre, 1989, pp.88-94. 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