La NOVELa GóTICa Y EL MaR - Club de Prensa de Ferrol

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LA NOVELA GóTICA
Y EL MAR
Hoy en día reconocemos la influencia de lo gótico no precisamente
en los nuevos edificios o catedrales
de reciente construcción pero sí en
otros ámbitos muy distintos y, en
ocasiones, inesperados. En el cine,
lo gótico se refleja en todas las historias de terror, sangre y sadismo
que, con o sin vampiros, frecuentan las pantallas. Por las calles de
las grandes urbes, cruzan jóvenes
con pelos de punta, orejas, labios y
carrillos perforados por aros y abalorios, vestidos con botas, chalecos
y pantalones negros, en los que tachuelas metálicas incrustadas denuncian que estamos ante un tipo
gótico. La música también debe su
tributo a este fenómeno, que comenzó a finales del siglo XX con el
punk, el grupo «The Doors», y David
Bowie con su parafernalia medieval.
Hoy en día tenemos un ejemplo reciente en los escenarios de Gothan
City de las historietas y el cine. Mi
interés en estas líneas se cifra en
invitar al lector a comprobar si la
novela gótica ha influenciado los
relatos de mar y el dramatismo que
los suele caracterizar.
F a
A mediados del siglo XVIII aparece en Inglaterra un género literario
que alcanzará una gran popularidad y que, a pesar de su efímera
plenitud, ejercerá una gran influencia sobre lo que luego vendría en
llamarse el romanticismo, conocido
movimiento cultural del siglo XIX
europeo que ha tenido expresión en
todas y cada una de las ramas de
las bellas artes. Se trata de la novela gótica.
Si hubiera que resaltar algún elemento característico del mismo que
nos permitiera formular una definición escueta y sencilla, este sería
la continua inclusión en su trama
y desarrollo de efectos y elementos
de carácter mágico adobados con
situaciones terroríficas. Todo ello en
un entorno sin precisar con exactitud en el tiempo, pero que acude con frecuencia a la Edad Media
para situar su trama y a un mundo
medieval estrictamente unido a lo
sajón. Edificios y ruinas de castillos
y monasterios como reliquias evocadoras de un pasado lleno de esplendor y de un aura de misterio y
de románticas situaciones, emociones, horrores y traiciones.
Miguel Ángel Fernández y Fernández
Los lugares escogidos y los paisajes
que los rodean juegan un papel importante a la hora de despertar sensaciones de enorme grandeza, con
oscuros y neblinosos páramos, con
una desolación y soledad presente,
tangible, descritos con la grandilocuencia del melodrama. Paisajes
sombríos referidos a un momento
en el que su carácter toma mayor
importancia por las circunstancias
temporales que lo acentúan como
las horas finales del día cuando la
luz declina y amenaza con desaparecer. Efectos atmosféricos coadyuvantes, como el frío, una tormenta,
o una tempestad de lluvia o nieve
son también otros elementos muy
socorridos para conseguir los fines
deseados. Y que no falte el sonido
de campanas que tañen lúgubre,
rítmicamente en la noche oscura,
siempre anunciando desgracias sin
fin.
Con frecuencia, es un sueño o un
estado de duermevela del personaje
principal o de uno de ellos la situación a partir de la cual comienza el
relato. Es un artificio necesario, que
permite cerrar la parte anterior para
servir de tránsito hacia la parte siguiente y diferente. El personaje en
cuestión abandona la situación
precedente y trasciende a la nueva donde todo es distinto. Una vez
asentado en esta nueva situación
puede incluso recibir instrucciones
y recomendaciones que deberá seguir en su comportamiento posterior o advertencias útiles para evitar los peligros que le amenazarán,
para escapar del laberinto imaginado y de su minotauro particular.
Los sentimientos expuestos en el
transcurso del relato nunca son
de carácter amable y contenido,
siempre han de estar expresados
de manera que quede evidente su
grandeza tumultuosa. Sucede en las
narraciones que los hechos abruman a los personajes que cargan
sobre sí una tragedia o una maldición, mientras se encaminan hacia
su inevitable y destructivo fin. Los
aspectos negativos de la personalidad humana, la maldad, la envidia,
la deslealtad o la crueldad logran
estar presentes desde una visión
que ayuda a provocar en el lector
una insana fascinación por todos
estos aspectos negativos de la personalidad de los atribulados personajes.
El culpable, en su origen, de todo
esto es Horace Walpole hijo de
Robert, que fue conde de Oxford
y vivió desde 1717 hasta 1797.
Nació en Londres, estudió en el
Eton College y en la Universidad
de Cambridge. En 1741 fue elegido parlamentario, situación que
no abandonaría hasta su jubilación en 1768. Su novela El castillo de Otranto fue publicada cuando el conde tenía cuarenta y siete
años. Esta obra no solamente es
considerada la primera novela gótica sino una de las que más ediciones ha tenido a lo largo del tiempo,
desde su primera, en 1764.
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A Walpole le siguieron muchos que
configuran una larga lista de escritores «góticos». Entre ellos, por solo
citar los más conocidos: Nathaniel
Hawthorne, Rudyard Kipling, las
hermanas Brontë, Daniel Defoe,
Daphne du Maurier, Goethe, Jack
London, Ann Radcliffe, Bram
Stoker.
Si se procede a una lectura detenida de sus novelas góticas clásicas
se pueden identificar los principales
elementos que la definen, porque su
repetición sugiere un canon en el
que se mueve este tipo de novela:
• No se tratan situaciones ordinarias de la vida.
• Los protagonistas son obligados
a vivir en el terror y se recrean
de forma grandilocuente situaciones horribles para producir un
estado de terror en el lector. Se
controla la respuesta emocional
del lector.
• Suelen situarse en un entorno
intemporal. Lugar y tiempo son
universales.
• Toda mente está al borde de la
locura o puede estarlo.
• El personaje está en un estado de
duermevela. La vida es un sueño
y la muerte un despertar.
• Ausencia de situaciones amables.
No suelen tratar de amor. El terror es a veces contrastado con
la piedad o la bondad como alternancia de pasiones, para mantener el interés.
• El personaje carga con una condena que le suele llevar a su
destrucción, un secreto horrible
o una maldición hereditaria. El
protagonista tiene coraje y quiere sobrevivir.
• Puesta en escena tenebrosa:
montañas escarpadas, desfiladeros, caídas de peñascos, escaleras tortuosas de piedra, sótanos
F a
Esta ambientación no constituye
una función secundaria sino principal: la fascinación por el terror.
Así, el relato se cierra alrededor del
hecho terrorífico siendo éste el elemento principal de disfrute, a través
de las especiales sensaciones que
su lectura produce. Se crea una situación donde lo maravilloso y lo
sobrenatural están arropados por
unas circunstancias sugerentes. La
soledad del sujeto de la acción marca un modo y una actitud frente al
entorno y donde son muy importantes la compañía coyuntural de toda
clase de elementos físicos tales
como la oscuridad, el silencio controlado y protagonista, los ruidos
extraños y difíciles de identificar
que resultan fácilmente relacionados con elementos sobrenaturales
fuera del control del sujeto de la
acción. El escenario y la puesta en
escena han de contribuir decididamente a conseguir el efecto que se
propone el relato: infundir y crear
en el lector un estado de terror o un
sentimiento terrorífico.
LA NOVELA GOTICA Y EL MAR
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y repentino, como el golpe
súbito de un frasco de cólera. Pareció explotar todo
alrededor del barco con una
enorme conmoción y un
torrente enorme de agua,
como si un inmenso dique
hubiera volado desde barlovento…
Typhoon, Josep Conrad
en penumbra, pasadizos subterráneos, oscuridad, estrechez,
secretismo, tinieblas, cuevas rocosas, claustros solitarios, ruinas
de iglesias y castillos, aderezados con frío, tormenta, nieve y
lluvia. Ruinas góticas entre dos
luces, en la niebla.
• Sin límite a la imaginación.
• Fatalidad amenazante. La amenaza es como un reto a superar.
F a
Si en El castillo de Otranto el personaje es el castillo mismo, omnipresente en toda la trama, en las
novelas y relatos góticos de mar, el
personaje es el mismo mar que condiciona a los atrevidos navegantes
que osan surcarlo y que ofrece una
variedad de situaciones: tormentas,
olas, calmas, extrañas islas, seres
fabulosos y monstruos marinos, a
disposición del narrador.
…las negras figuras de los
hombres encerrados en el puente, las cabezas hacia adelante,
como petrificadas durante la cabezada. La oscuridad palpitaba
sobre todo esto, hasta que al final
llegó la cosa. Fue algo formidable
Veamos cómo se traducen
estos elementos a las novelas ambientadas en entornos
marítimos:
Una travesía por mar es de
suyo extraordinaria y proporciona el primer elemento para la narración góticoromántica. Las situaciones
que ofrece un viaje por mar
y las peripecias que en él
ocurren se alejan de la rutina de la ciudad o el campo. Aunque el suceder de los días
implica también en la mar tedio y
rutina, los factores que introduce la
naturaleza alejan el comportamiento de las personas a bordo de lo que
se pudiera llamar una situación ordinaria.
La mar, por sí sola introduce el misterio y el terror a lo desconocido y
a lo sobrenatural. A poca habilidad
que el escritor tenga, el terror se
instala fácilmente en la mente del
lector, obligado a participar de esa
atmósfera ominosa.
Los viajes por tierra han cambiado
sensiblemente con los caminos, las
carreteras, el paisaje diferente año
tras año. Sin embargo, los viajes
por mar siguen teniendo el mismo
decorado siglo tras siglo. La mar sigue imponiendo su ley implacable
a los que la surcan. A pesar de los
avances tecnológicos, los tempos
siguen siendo parecidos; el tiempo,
el lugar y hasta el temor son trasladables de una época a otra.
El confinamiento en los límites físicos de un barco y las inclemencias
del tiempo y la mar hacen que los
viajeros marítimos estén, con frecuencia, al borde de la obsesión,
del desequilibrio, de los trastornos
psíquicos. Durante el conflicto con
Canadá en 1995, conocido como
«La guerra del fletán», hubo que
evacuar a uno de los inspectores
pesqueros de la Comunidad Europea
porque no fue capaz de aguantar
las durísimas condiciones de mar
reinantes y su comportamiento psíquico aconsejó su desembarque. De
esta dura realidad a su utilización
y exageración por el novelista sólo
hay un corto y fácil paso.
Es un dicho marinero popular que
la mar siempre da hambre, frío y
sueño, es decir, las condiciones idóneas para ese estado de duermevela del que se aprovecha el escritor
para facilitar el relato y los tránsitos
entre escenarios.
En cuanto al amor, poco que decir.
Rara vez se produce este fenómeno
pues la mar es un asunto generalmente relegado a los hombres, aunque hoy en día la mujer haya irrumpido también en esta área con sus
derechos legítimos. Así pues, las
relaciones entre hombres no suelen ser de carácter amable o bondadoso, pues la disciplina necesaria
a bordo hace que sea moneda corriente el castigo físico, el maltrato y la brutalidad. En ocasiones se
introduce el romance con un elemento femenino inesperado o los
buenos sentimientos para poner un
contraste que haga más digerible la
narración por el lector, ante tanto
horror continuado.
Es relativamente sencillo, en el
ambiente marino y por la intemporalidad de que antes hablábamos,
introducir una maldición o superstición arraigada para justificar la fatalidad que persigue a los protagonistas. Los marineros, entre los que
Miguel Ángel Fernández y Fernández
Hace unos años visitando el portaaviones francés Charles de Gaulle
—que sufrió una serie de inexplicables averías y retrasos en su alistamiento— descubrí que en el lugar de descanso, en medio de la
cámara de oficiales había una gran
pecera con muchos peces de colores en su interior, de largas colas
y ojos de cupletista. Horrorizado
se lo dije al comandante del gran
navío advirtiéndole que tenían que
desembarcar semejante ultraje a las
creencias marineras y que la mala
suerte desaparecería. Aquel francés
ignorante mostró un desdén considerable por mi sabio consejo y, evidentemente, no prestó la atención
que aquel grave asunto se merecía
puesto que su mala suerte continuó.
Existen, como se ha visto, vínculos
entre la novela gótica y los relatos
marítimos gótico-románticos y, con
el único objeto de invitar a su apasionante lectura, haremos un repaso por unas cuantas obras señeras
de estos relatos, resaltando sus elementos característicos.
LOS BOTES DEL GLEN CARRIG
William Hope Hodgson
(Inglaterra, 1877/1918)
Las novelas de Hodgson anunciaron el terror moderno. Sus experiencias como marino mercante
durante ocho años propiciaron que
varias de sus novelas se desarrollaran en el mar. Su muerte prematura a los cuarenta años, en el frente de Francia en la Primera Guerra
Mundial, privó a la literatura de terror de un valor firme que todavía
hoy en día no es muy reconocido.
La mar superior a arbolada se denomina en lenguaje técnico marítimo
«montañosa», aquí tenemos ya las
montañas escarpadas, más peligrosas aún por su propio movimiento.
Los desfiladeros son los pasos angostos entre escollos y rompientes
amenazadoras. Con el viento y las
violentas cabezadas y balances se
producen roturas de mástiles, rifado de velas. No faltan oscuras cuevas en la costa que alojan tesoros
de piratas o contrabandistas, cofres
con inconfesables secretos enterrados, el buque fantasma errante entre la niebla, navíos que navegan en
alta mar abandonados o habitados
por seres fantásticos irreales, barcos varados en lejanas playas exhibiendo sus descarnados costillares
por el embate del sol y las mareas,
todo aderezado con calor o frío extremos, tormenta, nieve, niebla y
horripilantes monstruos marinos…
Goticomar.
«Los botes…» es el recuento de sus
aventuras en extraños lugares de la
Tierra, después del hundimiento del
Glenn Carrig, al golpear una roca escondida en los desconocidos mares
del sur. Cumple con muchos de los
requisitos comunes a la novela gótica, recreando continuamente situaciones terroríficas que paralizan el
corazón del lector. El protagonista
está en una especie de somnolencia
y sobresalto continuo, con un ojo
siempre abierto ante las asechanzas
de los enemigos, de los monstruos
de variado tipo que desfilan por la
novela, ante los que el protagonista hace gala de su voluntad de vencerlos y de sobrevivir. Los extraños
ruidos, las presencias reales o imaginadas proveen la atmósfera adecuada de terror. Aquí no hay viejos
edificios, catedrales góticas, pero
son reemplazados por la inmensidad
del océano, por la mar tormentosa,
el viento ululante, las negras nubes
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F a
me incluyo, son muy dados a creer
en esas patrañas. Aun hoy se considera motivo de mala suerte llevar
mujeres a bordo, o tener una pecera a bordo con peces vivos.
LA NOVELA GOTICA Y EL MAR
F a
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Doré.
Miguel Ángel Fernández y Fernández
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como catedrales, los relámpagos
y los truenos. Mares de ominosas
algas verdes, enormes cangrejos,
cementerios oceánicos de barcos,
calamares gigantes de largos tentáculos, una isla misteriosa cubierta
de hongos peligrosos y habitada por
hombres-alga… hasta la salvación
en un final en el que el terror se ve
mitigado por un breve romance donde, como contraste, afloran los buenos sentimientos. Es la maldición del
mar y de sus peligros, ese mar que,
como bien decía Conrad no concede
favores al que no sabe surcarlo con
mano firme y valiente corazón.
La Balada del viejo marinero narra
cómo los marineros de un barco
maldito mueren de sed porque supusieron que un inocente albatros
fue el culpable de la niebla persistente y aprobaron que uno de ellos
matara al animal, hecho que desencadenaría una serie interminable de
fatales desgracias.
La fatalidad, la maldición, la anuncia el marinero en la parte II:
«And I had done a hellish thing,
And it would work´em woe:
For all averred I had killed the
bird
that made the breeze to blow.
(He hecho una cosa infernal / y
les traerá la desgracia / Por todo
lo dicho he matado al pájaro /
que hace soplar la brisa).
La balada es, pues, heredera de los
elementos que adornan la novela
gótica: es intemporal, hay terror, locura, maldición y dramática puesta
en escena oceánica. Tiene un sentido moral que se desprende de la
actuación equivocada de su protagonista y de la expiación de su
error con la prolongación eterna de
su maldición. El último verso trae
una moraleja final… «A sadder and
wiser man», un hombre más triste y
más sabio.
No puedo dejar de ligar este poema «gótico» con la edición ilustrada que publicó, en 1875, Gustave
Doré, uno de los trabajos que más
le complacieron al ilustrador. Para
esta balada Doré contribuye al ambiente espectral y terrorífico que
narra el viejo marinero con imágenes que refuerzan la intensidad del
relato, los espacios vacíos, las tormentas, los hielos, el Antártico y los
peligros del vasto e ignoto océano,
que enmarcan el crimen del marinero y convocan a los monstruos
abismales.
F a
LA BALADA DEL VIEJO
MARINERO
Samuel Taylor Coleridge
(Inglaterra, 1772/1834)
Coleridge, el menor de los trece hijos del vicario de Ottery St. Mary,
Devonshire. Fue un firme creyente en la bondad de la Revolución
Francesa que iba a traer una reconstrucción general de la civilización. Fue un intelectual, pero no un
poeta intelectual. De él se dice que
es esencialmente un poeta de los
sentidos y del espíritu. En sus poemas Coleridge ve al sol, a la luna
y las estaciones, los cielos como
apariciones, con algo de delirio y
de un elemento mágico irresistible.
Su amistad con Wordsworth produjo el trabajo conjunto, las Baladas
Líricas, que supusieron el comienzo
del movimiento romántico inglés.
LA NOVELA GOTICA Y EL MAR
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MANUSCRITO HALLADO EN UNA
BOTELLA
Edgar Allan Poe
(EE.UU., 1809/1849)
Poe nació en Boston, hijo de padres
tuberculosos que lo dejaron huérfano cuando tenía sólo dos años, tras
lo cual fue acogido por sus parientes. Tuvo una vida difícil marcada
por la pobreza, la rebeldía, la depresión y el alcohol que no soportaba bien. Sus cuentos y poesías han
hecho de él una referencia cuando
se habla de terror.
La narración del «Manuscrito…» se
sitúa en remotos lugares, en la Isla
de Java y su protagonista es un joven melancólico que realiza un tortuoso viaje en barco donde caben
la tempestad, la colisión, barcos extraños y un final ominoso. Es una
historia increíble, intemporal donde prima el desvarío entre un furioso mar de espuma, olas enormes,
oscuridad, terror supersticioso. La
tripulación del enorme navío donde
acaba el viajero está llena de almas
en pena envejecidas, tripulantes
fantasmas de siglos anteriores. La
narración progresa a un ritmo vertiginoso y culmina:
F a
… Los círculos se estrechaban
con rapidez… nos precipitábamos
furiosamente en la vorágine… y
entre el rugir, el aullar y el atronar del océano y de la tempestad
el barco trepida… ¡Oh, Dios!… ¡ y
se hunde…!
NARRACIÓN DE ARTHUR GORDON
PYM
Edgar Allan Poe
Es Julio Cortázar quien en el prólogo de la edición de Alianza Editorial
afirma… «Y este silencio tiñe todo el
libro con un horror sagrado, insinúa
un sentido ambiguo en cada escena
anterior, enriquece misteriosamente el relato y a la vez lo desnuda
de su fácil truculencia para dejar
entrever, detrás de esas matanzas,
ese canibalismo, esa exhibición de
cadáveres descompuestos, un signo
profundo del hombre en lucha consigo mismo o con el destino».
Poe, para construir esta novela,
extrae de la literatura de la época elementos en los que apoya su
relato como «La balada del viejo
marinero» o el «Holandés errante».
Además, echa mano de su experiencia personal y de la información oficial de la época muy interesada en
los viajes polares. Así, orquesta un
libro en el que las circunstancias,
el decorado, el ambiente son poderosamente góticos, tornándose las
mazmorras en lúgubres y claustrofóbicas bodegas, sucediéndose la
podredumbre, el hambre y terribles
desgracias. El castillo es, una vez
más, el barco y sus bodegas; el mar
actúa como escenario amenazante y no falta un misterioso final en
la forma de la escritura secreta, las
misteriosas inscripciones talladas y
el simbolismo del blanco creciente del mar, la «lluvia blanca y cenicienta» y sus alusiones y juegos de
referencias cultas literarias, como
en el rey Tsalemon.
Miguel Ángel Fernández y Fernández
Se ha discutido mucho sobre el
abrupto final de su novela. Creo
que, simplemente, se cansó. Hay
que tener en cuenta que es la única
novela de Poe, a quien los cuentos,
las historias cortas, le resultaban
más manejables; la relación de desgracias tan continuadas sin introducir elementos que atraigan al lector
y sin una trama calculada de principio a fin, parecen ser algunos de
los motivos que indujeron al autor
a finalizar su obra antes de tiempo.
Quizás haya influido también el frecuente estado de embriaguez que
lo predisponía al arrebato pero que
no favorecía el hilo concienzudo de
una narración larga. Pero admiremos un fragmento del maestro del
terror:
Una lúgubre oscuridad se cernía sobre nosotros, pero de las lechosas profundidades del océano
se alzaba una luminosidad que
subía por la borda de la canoa…
MOBY DICK
Herman Melville
(EE.UU., 1819/ 1891)
Melville se embarcó y navegó los
mares y residió algún tiempo en las
islas del Pacífico. Las tribulaciones
que sufrió a lo largo de su vida cimentaron los relatos densos y alegóricos. No tuvo en vida el éxito
que se le concedió después de su
muerte y pasó casi completamente
desapercibido en New York, donde
había nacido.
Moby Dick, una meditación sobre el
mal, es una novela que pertenece al
«romanticismo oscuro», un género
literario originario de EE.UU., en el
siglo XIX, basado en el movimiento
filosófico trascendental pero no totalmente de acuerdo con él. Se disocia de la idea de que la perfección
es una idea innata en el ser humano
para crear personajes propensos al
pecado y a la autodestrucción. El
movimiento, en el que se encuadra
con Poe y Hawthorne, denota influencias de la novela gótica.
A pesar de su nulo éxito cuando se
publicó, hoy en día esta novela es
para los norteamericanos el clásico por excelencia, como El Quijote
para los españoles.
«Benito Cereno» es otra de sus narraciones marineras que contiene
elementos góticos y se desarrolla
en un ambiente claustrofóbico con
comportamientos extraños debidos
a la amenaza permanente a la que
se ve sometido el protagonista.
A lo largo de sus páginas asoman
el aislamiento, la soledad, los simbolismos y especulaciones filosóficas y metafísicas sobre Dios y la
Naturaleza. La ballena es la conciencia puritana, el Mal. La ballena
como mito, leyenda, símbolo, terror religioso, a un tiempo suscita
horror y representa la Belleza, los
elementos de lo sublime. El barco
ballenero en el que se desarrolla la
acción —el Pequod— es el equivalente de la catedral gótica; la mar
proporciona la puesta en escena y
el entorno sobrecogedor. El Capitán
Achab obliga a los hombres a vivir en el terror, en su persecución
de la ballena, su locura, su maldición, su amenaza fatal, mientras su
pierna de hueso de ballena golpea
y retumba lúgubremente sobre la
cubierta de madera. No le importa
la falta de comprensión de la tripulación hacia su obsesión por herir
a la ballena, unirse a ella y perderse en las profundidades del mar en
un acto místico de comunión con
el más allá, con Dios, el objeto de
su rencor y su venganza. Es curioso que, paradójicamente, Achab
dependa del hueso de una ballena
para vivir, para ser un hombre, para
levantarse y mantenerse erguido.
«Bartleby», sin embargo, no se desarrolla en el mar pero es una narración obsesionante en la que el
obstinado protagonista se niega a la
acción en una rutinaria oficina de la
que se podría llamar el templo frío
de Wall Street, en un confinamiento
propio del interior de un barco en
la mar. No hay aquí aventuras exóticas pero la historia absurda, fatal,
anticipa y recuerda a Franz Kafka.
Lovecraft.
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LA NOVELA GOTICA Y EL MAR
F a
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Doré.
Miguel Ángel Fernández y Fernández
EL TEMPLO
H.P. Lovecraft
(EE.UU., 1890/1937)
Quizás el escritor de relatos de horror gótico y de ciencia ficción más
importante del siglo XX, Lovecraft
innova el género hacia el terror
cósmico materialista, escapando un
tanto de los fantasmas, pero introduce otros elementos como alienígenas o viajes en el tiempo.
El relato, también en forma de manuscrito posteriormente hallado
en una botella, está narrado por el
Capitán de Corbeta del submarino
U-29, en la Primera Guerra Mundial,
de una forma aparentemente desapasionada, como diario oficial de a
bordo o cuaderno de bitácora, pero
pronto da paso a lo desconocido, al
drama, al terror. Describe con frialdad como aniquila a la tripulación de
un carguero británico. Una vez que
les obliga a abandonar el barco en
los botes, procede a filmar esta acción (aparentemente para justificar
la buena acción ante el alto mando
alemán), a continuación a hundir el
mercante y finalmente a disparar sin
piedad hasta la destrucción y hundimiento de los botes.
Una pequeña pieza de marfil tallada,
la cara helénica de un joven, resulta
ser el origen de la fatalidad. Se suceden las desgracias en el ambiente claustrofóbico del submarino, en
el confinamiento de las profundidades, averías, muertes, un motín
brutalmente reprimido, aparentes
suicidios, delirio, enajenación, una
ciudad hundida… el templo, la catedral gótica, quizás la Atlántida.
MARKHEIM
Robert Louis Stevenson
(Escocia, 1850/1894)
Stevenson, escritor escocés, fue un
niño canijo y enfermizo cuyo padre,
para fortalecerlo lo llevó en sus viajes. Se despertó en él una querencia por los lugares soleados y cálidos que serían los protagonistas
de numerosos y conocidos relatos
en las islas de Oceanía. No comento aquí ningún relato de mar ni su
«Isla del Tesoro» pero sí una historia breve para mí evocadora de un
ambiente marino. Markheim es un
relato corto pero denso, sombrío en
el que emergen el lado bueno y el
lado oscuro de las personas como
en su Dr. Jeckyll y Mr. Hyde. Veamos
como describe la estancia del anticuario después de que Markheim
«saltó desde detrás de su víctima»:
Miró a su alrededor con sobresalto. La bujía había quedado sobre el mostrador, su llama
oscilaba solemnemente en una
corriente de aire y gracias a ese
imponderable movimiento todo
el cuarto adquiría una silenciosa
animación y subía y bajaba como
el mar: las altas sombras asentían, los densos borrones de oscuridad se dilataban y decrecían
como si respirasen, las caras de
los retratos y los dioses de porcelana se movían y ondulaban como
imágenes en el agua.
Bien podría ser la descripción de
una escena similar a bordo de un
barco, en un oscuro camarote, agitado por los balances y cabezadas
debidos a la mar. La predestinación
preside los movimientos del asesino
que realiza un ejercicio de introspección, examinando su alterado yo
interior y entregándose al extraño
visitante después de haber actuado
él mismo como un dios que da y
quita la vida. Aquí conviven el terror, un cuidadoso control de las
reacciones del lector, al que va advirtiendo y amenazando con la inminente llegada de la sirvienta; un
escenario tenebroso y una fatalidad
anunciada desde la primera línea.
No es, ni mucho menos, una lista
exclusiva la que se ha ofrecido. En
ella se habrá observado que no figuran ejemplos españoles. Creo que
no ha habido ningún escritor de relieve en España que haya abrazado
frontalmente este género y menos
en ambiente marítimo. Sin embargo, hubo simpatizantes que han escrito cuentos como G.A. Bécquer
con sus «Leyendas», P. Baroja «El
trasgo», B. P. Galdós y »La Sombra»,
P. A. de Alarcón y «La mujer alta»,
«Vampiro» de E. Pardo Bazán y
Azorín con «La isla sin aurora»; incluso Blasco Ibáñez tiene algún relato corto ambientado en el mar.
También estuvo presente el melodrama, el misterio y lo gótico en
las «novelas por entregas» que en
los años 20 al 50 del pasado siglo
XX, entregaban en la puerta de las
casas y que tuvieron gran predicamento popular, aunque su calidad,
a veces, dejara que desear. El folletín exigía tensión, situaciones extremas en cada entrega en las que
se producía un mini-final dejando
abierta su continuación en el próximo número. Si nos fijamos no deja
de ser la fórmula de grandes éxitos populares de hoy en día como
«El código Da Vinci» de Dan Brown,
con sus cientos de capítulos cortos
con sus finales siempre en suspense. Más o menos la misma fórmula
que emplea Carlos Ruiz Zafón en
sus conocidas y recientes novelas,
bien góticas por cierto, «La sombra
del viento» y «El juego del ángel».
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