Indiferencia juvenil

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OPINIÓN
EDITORIAL
Indiferencia juvenil
Los resultados de la encuesta sobre la
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disposición de los jóvenes hacia la política y el
compromiso, presentada por la Fundación de
Ayuda contra la Drogadicción y el Instituto de la Juventud, confirman un auténtico
desinterés por esas cuestiones. Que el 60% de los consultados, con edades de 15 a
24 años, «pasen» de planteamientos políticos no es un dato esperanzador, pero sí
previsible y mantenido. Más relevancia tiene, y resulta más determinante de cara al
futuro, la lejanía que manifiestan los encuestados hacia cualquier tipo de
compromiso, aunque no sea político.
El estudio sociológico está realizado sobre un segmento de población relativamente
homogéneo, pues una diferencia de cuatro o cinco años en el citado tramo de edad
se corresponde con percepciones y concepciones muy distintas. Aun con la
distorsión que ello signifique, las organizaciones políticas y quienes las conducen u
ocupan deben saber interpretar que no llegan al 40% los jóvenes interesados por la
cosa pública y que, de estos, sólo un 18% se identifica con fórmulas alternativas a
las que ahora rigen. Y aunque la casuística de esa pasividad sea diversa, los
actores de la política deberían revisar si a la luz de los datos de la encuesta su
misión de representantes electos se ajusta realmente a los asuntos que los
ciudadanos estiman como importantes; o incluso si deberían también modificar un
lenguaje alejado no ya de los más jóvenes, sino del conjunto de la población.
Socialmente, lo más llamativo es el escaso grado de rebeldía e inconformismo en
una juventud que, ciertamente, tiene la vida material bien resuelta pero con un
futuro y en un entorno llenos de incógnitas. Eso es coherente no sólo con la muy
escasa capacidad de seducción de los actores de la política, sino con la actitud de
los adultos en general, en la familia y fuera de la misma, pues adolescentes y
jóvenes también se conducen por lo que ven y aprenden de los adultos más
cercanos. No obstante, los resultados de la encuesta no deben conducir al
derrotismo pues tampoco en épocas pasadas eran muy superiores los porcentajes
de jóvenes comprometidos, y sin embargo -pecando de ver la botella medio llenasí es reconfortante saber que un 30% de la juventud participa en asociaciones de
diferente clase. No es que la militancia o el activismo político, religioso o
humanitario, sean en sí mismo superiores o indicativos de una mayor entidad ética
pero sí que las conciencias no han quedado adormecidas por el mero hedonismo,
cuando no el nihilismo que demasiadas veces empapa la sociedad actual.
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