El conde Lucanor, o Libro de Patronio, Ejemplo XXXV DON JUAN MANUEL Antes de leer presencia para aprobar, a su vez, el consejo y cerrar la narración con un dístico breve y entretenido que resume la enseñanza. Mientras que pudiera ser tentador pensar en el joven conde—por su sangre noble—como representación del autor, hay críticos que ven un desdoblamiento no solamente del conde y Patronio, que tanto se dependen entre sí, sino también de don Juan Manuel, por características que comparte el autor con sus dos personajes. Pocos autores de su época dejaron tan bien documentadas su vida pública y su interioridad. El lector de El conde Lucanor notará diferencias léxicas y sintácticas entre el español medieval y el español de hoy. Pero es importante reconocer también las similitudes, indicios del abolengo de nuestro idioma y de su estabilidad. Por ejemplo, el uso de la segunda persona singular «vos», como se ve en la frase «vos tenéis» del «Ejemplo XXXV», tiene arraigada presencia, con variantes, en muchos países latinoamericanos hoy: en la Argentina, en Costa Rica, en el Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Bolivia, Nicaragua, el Paraguay y el Uruguay, y hasta en partes de Chile, Venezuela y el sur de México. Un ejemplo de este «voseo» se puede ver en «El hombre que se convirtió en perro», del dramaturgo argentino Osvaldo Dragún, en las Págs. 73 y SS., de Abriendo puertas, Tomo III. Vocablos vistos en el «Ejemplo XXXV» que se pudieran tomar por anticuados no lo son: en la noche de la boda, las familias de los novios les «adoban de cenar»—les preparan la cena—; pero vale notar que la palabra «adobar» sigue viva en nuestros tiempos en el «adobo», caldo o salsa con que se hacen ricas preparaciones de la cocina hispánica. Se oye todavía en nuestro siglo la palabra «paso» por «despacio», como en «Caminaba paso»; o por «en voz baja», como en «Habla paso, por favor». El infante don Juan Manuel es el creador de la prosa en español más elogiada de su siglo y un noble de abolengo ilustrísimo. Es sobrino del gran rey reformador Alfonso X el Sabio, quien asienta la base de la literatura en castellano en colaboración con intelectuales judíos, árabes y latinistas de la afamada Escuela de Traductores de Toledo. Es también primo del que sigue a Alfonso X en el trono de Castilla y León, Sancho IV el Bravo. Éste se encarga de la tutoría de don Juan Manuel, quien, de pocos meses de edad, queda huérfano de padre. El futuro autor de El conde Lucanor se forma en latín, historia, derecho y teología, pero, al igual que su tío, se dedica a escribir en castellano. Esmerado estilista, escribe poesía, historia, obras didácticas e incluso un libro sobre la caza. El conde Lucanor, o Libro de Patronio, cuyo acabado manuscrito se perdió en un incendio, es considerado la primera obra maestra de ficción en lengua castellana. Resultó ser una rica fuente de ideas, tramas y personajes para futuros autores de toda Europa. Entre otros, el «Ejemplo XXXII», de los burladores del paño, inspiró el cuento de Hans Christian Andersen «Los vestidos nuevos del emperador», y también sirvió a Cervantes para su entremés «El retablo de las maravillas». Cada uno de sus cincuenta ejemplos se abre con un diálogo entre Lucanor y su viejo consejero, a quien se acerca el joven conde con un caso de la vida real, o caso moral, que requiere resolución. Patronio ofrece un consejo por medio de un ejemplo, o cuento moralizador, cuyo contenido es parecido a la situación del caso. Al terminar Patronio su relato, el conde concuerda siempre en que presenta un buen consejo; y el último paso es que el mismo don Juan Manuel, convertido en personaje, hace acto de Abriendo puertas: Recursos en línea 1 © Houghton Mifflin Harcourt Publishing Company Lucanor sean claramente didácticos a la vez que entretenidos. Los aviva el deseo de don Juan Manuel de orientar la conducta de sus lectores por medio de la diversión. La pauta que lo guía es «docere delectando», frase latina que significa «enseñar deleitando». Se ha visto que cada uno de los ejemplos de El conde Lucanor termina con una sentencia, o dístico, la gran mayoría en forma de pareados—estrofas de dos versos—que riman en consonante. Este tipo de enseñanza moral es bastante común en la literatura medieval castellana, pero don Juan Manuel nos informa del propósito suyo al componerlos: «que los omnes fiziessen en este mundo tales obras que les fuesen aprovechosas de las onras et de las faziendas et de sus estados, et fuesen más allegados a la carrera porque pudiesen salvar las almas». Estos tres conceptos—honra, hacienda y estado—son claves para entender las enseñanzas de El conde Lucanor, dirigidas siempre a su público, los hijos de la clase noble castellana. Por eso, al leer el relato «De lo que aconteció a un mancebo que casó con una mujer muy fuerte y muy brava», es de primordial importancia que el lector haga caso del dístico que resume el propósito de su autor al ponerlo como ejemplo. Ofrece una verdad sencilla: «Si al comienzo no muestras quién eres,/nunca podrás después cuando quisieres». Ante los detalles sangrientos del cuento, es fácil olvidar otros detalles importantes: uno es la costumbre, con respecto a los matrimonios arreglados, de casar a los novios sin que éstos se conozcan antes de la boda. El mancebo moro conoce a su futura esposa por la fama que tiene: es notoria por ser «aquel diablo», y «de malas y revesadas» maneras. Si la novia conoce a su futuro esposo, sólo puede ser por la fama que tiene en la comarca de ser «el mejor mancebo que podía ser». La parte de la trama más impactante se desenvuelve en la noche de bodas, el momento en que, en todo sentido, el conocimiento mutuo de los dos jóvenes comienza. Conviene saber que aunque bien es cierto que la literatura medieval se caracteriza por presentar una imagen negativa de las mujeres—como esposas infieles, aficionadas al lujo y a la moda, alcahuetas, Como se ve también en textos tan separados en el tiempo como El burlador de Sevilla y convidado de piedra (siglo XVII) y San Manuel Bueno, mártir (siglo XX), el pronombre de la forma reflexiva, o el del complemento directo o indirecto, frecuentemente se coloca después del verbo conjugado y adjunto al mismo: por ejemplo, «díjole» en vez de «le dijo». Nótese, por último, el uso frecuente de la conjugación del imperfecto del subjuntivo en «-se»: «fuese» en vez de «fuera», o «cumpliese» en vez de «cumpliera». Estas formas en «-se», hoy menos frecuentes en Latinoamérica, siguen oyéndose comúnmente en la España del siglo XXI. Vocabulario despedazar—cortar en pedazos. lazrado—desgraciado mancebo—hombre joven; mozo. maravillado—asombrado; atónito; boquiabierto. menguado—pobre; reducido. merced—favor; concesión. placer—complacer; gustar (subjuntivo irregular: plega, pluguiese). porfiar—insistir. recelo—falta de confianza en algo o alguien. saña—rabia, ira, furia. talante (m.)—voluntad; disposición. Al leer Consúltese la Guía de estudio como herramienta para comprender mejor esta obra. Después de leer Al comparar los ejemplos de El conde Lucanor con la literatura española que los antecedió, se aprecia un notable desarrollo en la lengua castellana. Don Juan Manuel se empeña en lograr un estilo pulido, claro y conciso, para hacer gratas sus enseñanzas. El afán de concisión se nota en la brevedad de los ejemplos; algunos son de apenas una página. El autor mismo declara, en el «Prólogo» de su colección, su «entención» de usar «palabras falagueras et apuestas», a fin de que los que lean sus ejemplos tomen «placer de las cosas provechosas que ý fallaren». De ahí que los cuentos de El conde Abriendo puertas: Recursos en línea 2 © Houghton Mifflin Harcourt Publishing Company Conviene saber que por lo menos un crítico ha escrito sobre lo que él ve como la imposibilidad de que William Shakespeare se haya inspirado en el ejemplo de don Juan Manuel para su comedia La fierecilla domada. Aunque El conde Lucanor, o Libro de Patronio se terminó de escribir en 1335, no llegó a imprimirse hasta 1575, en la ciudad de Sevilla. El año más temprano de que se tiene noticia de una puesta en tablas de La fierecilla domada es 1592, en Londres. Para los críticos hoy, faltan pruebas para afirmar que el relato de Patronio fue la fuente directa de Shakespeare al componer su comedia, pero también reconocen que todos los elementos del «Ejemplo XXXV» se reflejan en ella: la doma de una mujer fuerte y brava; un proceso planificado de antemano para dominar su mal carácter mediante actos que no llegan a agredirla físicamente; y tal vez el más importante: la trama hiperbólica que lleva a la conclusión de que es una farsa burlesca, uno de cuyos propósitos es hacer reír. Se piensa ahora que el argumento básico del hombre que doma a una mujer indómita es universal, y que las dos obras nacieron de tradiciones comunes. Conviene saber que, entre las muchas intrigas políticas en que toma parte en su vida don Juan Manuel, se cuenta su empeño para arreglar un matrimonio entre su hija Constancia y el rey Alfonso XI. A don Juan Manuel le falló el plan hasta tal punto que el rey encarcela a Constancia y se casa con la hija del rey de Portugal. Se ensaña por esto don Juan Manuel, y, aliándose con los moros, libra contra Alfonso XI una guerra que dura cinco años. Los dos no resuelven sus diferencias hasta que el Papa los reconcilia. Este Alfonso XI es la figura de la que, tres siglos más tarde, se aprovecha Tirso de Molina para crear el personaje del Rey de Castilla en la comedia El burlador de Sevilla y convidado de piedra. chismosas y más—, interesa también fijarse en las palabras finales de Patronio. Al resumir las razones por las que ha usado este relato como base de su solución del caso, el consejero insiste que el conde lleve el consejo a su ahijado solamente «si fuere él tal como aquel mancebo» y «que con todos los hombres que algo habéis a hacer, que siempre les deis a entender en cuál manera han de pasar convusco». Es decir que la enseñanza no se dirige a la forma más aconsejable de tratar a una mujer, sino al modo en que los hombres—aquí, entiéndase «los seres humanos»—debemos acercarnos a toda nueva relación social o política haciendo saber al otro desde el comienzo que no nos dejaremos dominar. Para aclarar más el concepto de Patronio al decir «todos los hombres», convendrá recordar que la forma del masculino plural para referirse a grupos de personas—en los sustantivos, adjetivos, etc.—tenía, hasta las últimas décadas del siglo XX, una acepción incluyente. Abarcaba a toda la humanidad, sin excluir a ninguno ni a ninguna. El término «todos los hombres», hace poco, no transmitía el sentido del que va cargado hoy, cada vez más alejado de su tradicional inclusión de la mujer y el hombre por igual. Conviene saber que las raíces árabes y orientales de muchos de los ejemplos de don Juan Manuel parecen indicar que proceden de fuentes orales. Su técnica narrativa tiende a corroborar esto: la trama construida en gradaciones—tres animales, perro, gato y caballo, muertos uno tras otro con niveles de violencia cada vez más impresionantes—; las repeticiones de acciones y reacciones del novio; sus progresivos mandatos; y la gracia culminante: el rechazo que el suegro recibe de su mujer al matar él la gallina: «…tarde os acordasteis…que ya bien nos conocemos». Según Alan Deyermond, la característica más importante de la obra de don Juan Manuel no es la autoridad de sus fuentes sino la experiencia de su autor en la vida. Se ha dicho que quien se deja molestar por los detalles hiperbólicos de la doma de la mujer brava en el «Ejemplo XXXV», seguramente se sentirá molesto por la condición humana misma. Abriendo puertas: Recursos en línea 3 © Houghton Mifflin Harcourt Publishing Company Bibliografía Lacarra, María Jesús. El conde Lucanor, con introducción y apéndice. Colección Austral, 1999. Pattison, Walter T. Representative Spanish Authors, Volume One, 2nd edition. 1963. Resnick, Seymour & Jeanne, Pasmantier, editors. Highlights of Spanish Literature: A Bilingual Anthology. 1963 Sotelo, Alfonso. Libro de los ejemplos del conde Lucanor y de Patronio. Ediciones Cátedra, Letras Hispánicas, 2009 Barroso Gil, Asunción, et al. Introducción a la literatura española a través de los textos: aportación a una metodología del comentario de textos. 1979 Deyermond, Alan. Libro del Conde Lucanor: Estudio preliminar. 1985 Covarrubias, Sebastián de. Tesoro de la lengua española o castellana. 2ª ed. corregida, 1995 Gómez Luque, José Manuel. El conde Lucanor. Editorial Alba. 1998 Abriendo puertas: Recursos en línea 4 © Houghton Mifflin Harcourt Publishing Company